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ENSEÑANZA SOBRE LA MUJER DEL FLUJO DE SANGRE

“Cuando oyó hablar de Jesús, se acercó por detrás entre la multitud, y tocó su manto”
(Marcos 5:27).

Las mujeres entendemos y comprendemos perfectamente los sufrimientos por los que
tuvo que pasar, y experimentó, nuestro personaje de hoy, como consecuencia de ese
largo flagelo que debilitó su salud en gran manera. Aunque era un azote para ella, no
obstante, terminó siendo una experiencia de bendición, porque fue el motivo ideal para
acercarse al Señor Jesús; ¡el único que podía sanarla y salvarla!

No conocemos su nombre, pero sabemos que había estado sangrando durante doce
años, había sufrido mucho en manos de todo tipo de médicos, había gastado todo lo
que tenía, y le iba aun peor (V. 25 y 26).

Aquello que la cultura occidental llama discretamente “condición femenina,” había


devastado la vida de esta mujer. En cuanto a la sexualidad, no podía tocar a su marido.
En cuanto a la maternidad, no podía tener hijos. En cuanto a las labores domésticas,
todo lo que tocaba se consideraba inmundo; en lo económico lo había gastado todo. En
cuanto a lo espiritual, no podía entrar en el Templo. Estaba completamente condenada
al aislamiento y a no tener vida social.

Ahora, físicamente agotada, económicamente en ruinas y socialmente aislada, oye


hablar de las maravillas hechas por Jesús, y piensa: ¡Si solamente puedo tocar el
manto de Jesús, seré salva! (V. 28). Ella no solamente tenía la necesidad de ser
sanada sino también de ser salva.

No le fue tarea fácil, porque la multitud era grande, y ella estaba muy débil. Primero
tuvo que abrirse camino entre la multitud que la separaba de Él, y luego, vencer el
temor y el miedo, dejando a un lado los impedimentos religiosos; ¡lo intentó!, ¡se
esforzó!, ¡y lo logró! (V.27).

Cuando esta mujer llegó finalmente hasta Jesús, y tocó su manto, ocurrieron dos
cosas:
(1) Él la sanó. La fe de ella obtuvo la respuesta inmediata de Jesús (v. 29).
(2) Es la única mujer a la cual Él llamó “hija” en las Escrituras: “Y él le dijo: Hija, tu fe
te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote” (V.34).

Es muy importante resaltar que ella no solamente fue sanada, sino que también fue
salva por poner su fe en Jesús.

Dios, por su inmenso amor y misericordia, permite enfermedades, ruinas económicas,


problemas en la familia, frustraciones, fracasos etc. para atraernos a Él y salvarnos; y
si estamos enfermos, sanarnos también. ¡Dios es bueno y se glorifica en medio de
toda circunstancia!
El plan de Dios para sus hijos lo vemos en Juan 10:10, que nos dice “El ladrón no viene
sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia”.

¡Imagínate como debió sentirse esta mujer! Todo su mal se fue en un instante; ya era
libre para vivir y reintegrarse a su cotidianidad, para comenzar de nuevo, pero de la
mano de su salvador, su Sanador, su libertador; ya no era huérfana ni desahuciada,
¡Era hija!

Hoy, Jesús está al alcance de tus oraciones y de tu fe. ¡Así que alcánzale, tócale y sé
salvo/a, sé sanado/a por su misericordia!

Levanta tus oraciones en fe ante el trono de la Gracia; Él te responderá y te socorrerá!


(Hebreos 11:6; 4:16). ¡Nuestro Gran Sumo Sacerdote Jesús el Hijo de Dios, quien
venció la muerte, y traspasó los cielos, está a la diestra del Padre como nuestro
abogado intercediendo por nosotros!

Derrama tu corazón en su Santa Presencia, sea cual sea tu necesidad, como lo hizo el
salmista: “Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; sáname, oh
Jehová, porque mis huesos se estremecen. Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma;
sálvame por tu misericordia (Salmos 6:2, 4).

ENSEÑANZA SOBRE MARTA Y MARÍA

Marta y María son dos mujeres de fe extraordinarias. Eran hermanas y vivían con su
hermano Lázaro, quien el Señor resucitó después de haber estado cuatro días muerto.
Vivían en una pequeña aldea llamada Betania, situada a unos pocos kilómetros de
Jerusalén.

No se sabe muy bien cómo es que Jesús se hizo amigo de estos hermanos, pero los
tres llegaron a amar al Señor y confiar en él. Jesús encontraba consuelo y descanso en
casa de ellos, y llegaron a tener una estrecha amistad. Juan nos dice que “Jesús
amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro” (Jn. 11:5).

Marta y María aparecen en al menos dos acontecimientos en el Nuevo Testamento: en


una comida y en una muerte.

Una comida
En Lucas 10:38-42 se nos narra la inesperada visita de Jesús con sus 12 discípulos y
con algunas de las mujeres que le seguían a casa de Marta. Como es natural, si tienes
visitas inesperadas y eres hospitalario, la primera reacción es servirles, ofreciéndoles
algo de comer. Marta era una mujer muy hospitalaria y muy práctica, se ocupaba de
que todos sus invitados estuvieran bien atendidos y se “preocupaba con muchos
quehaceres” (v. 40). Sin embargo, María se sentó a los pies de Jesús a escuchar sus
palabras (v. 39).
¡Qué diferentes en su recibimiento a Jesús! Marta activa y preparando todo; María
tranquila a los pies de su Señor, absorbiendo cada palabra y enseñanza que salía de
los labios de aquel que la salvó.

Las dos actuaron bien, porque servirle y oírle son actividades buenas, pero Marta tenía
un problema. Ella se enfadó con su hermana hasta el punto de regañarla públicamente
por no ayudarla “…dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola?
Dile pues que me ayude” (v. 40). La queja de Marta incluso se extiende a Jesús “¿no te
da cuidado?”, “¿Es que no te importa que mi hermana no me ayude, Jesús?”. No era el
servicio de Marta lo que estaba mal, sino su actitud en el servicio.

La respuesta de Jesús la dejaría sin palabras. Él le reprendió de una manera tan tierna
y cariñosa como un buen padre a su hija: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con
muchas cosas”. Quería hacerle entender que, aunque era justificado preparar comida
para los invitados, su enfado era injustificado. Jesús defendió la decisión de María
como la mejor elección: “Pero solo una cosa es necesaria, y María ha escogido la
buena parte, la cual no le será quitada” (v.42).

Una muerte
Marta y María tuvieron que enfrentar la muerte de su hermano (Jn. 11). Ellas llamaron
al Señor antes de Lázaro muriera para que le sanara, pero Él mismo retrasó su llegada
porque quería mostrar la gloria de Dios (v. Juan 11:4).

Al final, Jesús va a verlas acompañado de sus discípulos. Marta y María están muy
tristes, pero ambas muestran una gran confianza en Jesús. Marta, al oír que Jesús
venía a verlas, no esperó en su casa sino que su impulsividad le hizo salir corriendo a
buscarle. Por otro lado, María salió en su búsqueda cuando su hermana la llamó
diciéndole: “El maestro está aquí y te llama”, y al verle se postró a sus pies. De nuevo
vemos a María a los pies de Jesús.

Marta le confiesa en medio de la conversación “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el


Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (v.27). Esta afirmación muestra la
gran confianza que ella tenía en Jesús como el Mesías, su Salvador. También veamos
de nuevo el contraste con María, quien cae a los pies de Jesús en adoración y en
humildad, sin exigirle nada. Todas sabemos el final de la historia; Lázaro es resucitado
y devuelto a sus hermanas. ¡Y muchos creyeron en Él!

Lo que podemos aprender de sus vidas


Marta y María son muy diferentes en carácter y dones, y esto se refleja en sus
reacciones y comportamiento con respecto al Señor Jesús. Ambas pueden enseñarnos
cosas importantes para nuestro caminar en Cristo.

Sé hospitalaria
Marta era una gran anfitriona; ella no se quejó de las visitas inesperadas de Jesús y
sus discípulos, sino que los recibió con todo el honor que merecían. ¿Tienes tu casa
abierta a los demás? ¿Cuándo la gente va a tu casa se siente a gusto? “No se olviden
de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles” (Hb.
13:2).

Elige la buena parte


Jesús alabó la actitud de María porque ella escogió la buena parte. Que el servicio a la
obra del Señor no nos haga olvidarnos del Señor de la obra. Tengamos cuidado de
estar tan ocupadas que descuidemos lo más importante. Antes del servicio viene la
adoración y comunión con el Señor.

No te afanes
Es lícito preocuparnos por la comida, el vestido y la educación de nuestros hijos, pero
afanarte no lo es. El mundo se afana, pero el creyente descansa en el Señor. “Busquen
Su reino, y estas cosas les serán añadidas” (Lc. 12:31).

Aprende más de Jesús


No te canses de aprender más de la persona y obra de nuestro Salvador. Escudriña la
Palabra de Dios día a día; siéntate a los pies de Jesús y deja que Él te enseñe a través
del estudio de las Escrituras, como hacía María.

ENSEÑANZA SOBRE LA REINA ESTER

ESTER se acerca lentamente al trono con el corazón latiéndole a mil. La gran sala real
del palacio persa de Susa se sume en el silencio, un silencio tan profundo que ella
puede oír sus suaves pisadas y el roce de la tela de sus vestiduras reales. No debe
dejarse distraer por el esplendor de la corte, las esbeltas columnas y los magníficos
techos con relieves en madera de cedro importada del lejano Líbano. Toda su atención
está puesta en el hombre sentado en el trono. Y no es para menos: ¡ese hombre tiene
la vida de Ester en sus manos!

El rey la mira fijamente y extiende hacia ella su cetro de oro. ¡Qué gran alivio! Con este
sencillo gesto le salva la vida, pues así indica que le perdona la falta que acaba de
cometer: presentarse ante él sin haber sido invitada. Ester entonces puede acercarse al
trono, y, agradeciendo la clemencia del rey, alarga la mano y toca el extremo del cetro
(Est. 5:1, 2).

Salta a la vista que Asuero es un rey de gran riqueza y poder. Según algunos expertos,
el atuendo de los monarcas persas de aquella época costaba el equivalente a cientos
de millones de dólares. Pero a pesar de su imponente presencia, Ester puede ver cierto
afecto en los ojos de su esposo, pues, a su manera, él la ama. Entonces, el monarca le
pregunta: “¿Qué tienes, oh Ester la reina, y cuál es tu solicitud?”, e incluso llega a
ofrecerle la mitad de su reino (Est. 5:3).

¿Qué difícil misión tenía Ester por delante?

Ester ya ha demostrado una fe y una valentía excepcionales: se ha presentado ante el


rey con la intención de proteger a su pueblo de un complot para exterminarlo. Hasta
ahora le ha ido bien, pues el rey ha aceptado verla. Pero lo más difícil está por venir.
Aún tiene que convencer al orgulloso monarca de que Hamán —su consejero de
confianza— es un individuo malvado que, con engaños, lo ha llevado a decretar la
aniquilación del pueblo de Ester. ¿Cómo lo persuadirá, y qué podemos aprender de la
fe de esta sobresaliente mujer?

Eligió sabiamente el “tiempo de hablar”


5, 6. a) ¿Cómo puso en práctica Ester el principio de Eclesiastés 3:1, 7? b) ¿Cómo
demostró Ester ser sabia al dirigirse a su esposo?

¿Debería Ester revelarle al rey todo el asunto delante de la corte? Eso podría humillarlo
y darle tiempo a Hamán para cuestionar las acusaciones. ¿Qué decide hacer Ester?
Siglos antes, el sabio rey Salomón había escrito por inspiración divina: “Para todo hay
un tiempo señalado, [...] tiempo de callar y tiempo de hablar” (Ecl. 3:1, 7). De seguro el
padre adoptivo de Ester, el fiel Mardoqueo, le inculcó a la joven principios como este
mientras crecía. Y, como veremos, está claro que ella entendía la importancia de elegir
con cuidado el “tiempo de hablar”.

6 Así es que Ester le contesta a su esposo con estas palabras: “Si al rey de veras le
parece bien, venga hoy el rey con Hamán al banquete que he hecho para él” (Est. 5:4).
El monarca accede y manda llamar a Hamán. ¿Vemos lo prudente y sabía que es
Ester? A la vez que respeta la dignidad de su esposo, planea un mejor momento para
expresarle su preocupación (lea Proverbios 10:19).

7, 8. ¿Cómo salió el primer banquete que organizó Ester, y por qué decidió no hablarle
del asunto al rey en esa ocasión?

7 Sin duda, Ester prepara el banquete con esmero, procurando satisfacer todos los
gustos de su esposo. Y no falta el buen vino para alegrar el ambiente (Sal. 104:15).
Tanto disfruta Asuero de la ocasión que se siente impulsado a preguntarle de nuevo a
la reina cuál es su petición. ¿Será este el tiempo de hablar?

8 Ella cree que no. Por eso, invita al rey y a Hamán a otro banquete al día siguiente
(Est. 5:7, 8). ¿Por qué pospone el asunto? Recordemos que todo el pueblo de Ester se
enfrenta a la muerte debido al decreto real. Con tantas vidas en juego, ella tiene que
asegurarse de elegir el mejor momento. Así que espera y organiza otro festín para
demostrarle a su esposo el gran aprecio que siente por él.

9. ¿Cuánto valor tiene la paciencia, y cómo podemos imitar el buen ejemplo de Ester?

9 ¡Qué virtud tan valiosa, aunque escasa, es la paciencia! Ester, a pesar de sentirse
angustiada y ansiosa, aguardó el momento ideal para hablar. Hacemos bien en seguir
su ejemplo, ya que es probable que todos en ocasiones veamos cosas que deban
corregirse. Si intentamos convencer a alguien con autoridad para que resuelva un
problema, tal vez tengamos que imitar a Ester y ser pacientes. Proverbios 25:15
señala: “Por paciencia se induce a un comandante, y una lengua apacible misma
puede quebrar un hueso”. Si esperamos el momento oportuno y hablamos con
apacibilidad y bondad, como hizo Ester, podremos “quebrar” cualquier resistencia,
aunque sea tan dura como un hueso. ¿Bendijo Jehová, el Dios de Ester, su paciencia y
sabiduría?

La paciencia produjo fruto


10, 11. ¿Por qué le cambió el humor a Hamán tras salir del banquete, y qué le
aconsejaron su esposa y amigos?

10 Gracias a la paciencia de Ester, tiene lugar una serie de sucesos claves. Hamán
sale del primer banquete muy animado, “gozoso y alegre de corazón” porque el rey y la
reina lo han honrado con su invitación. Pero cuando atraviesa la puerta del castillo, ve
allí a Mardoqueo, quien sigue negándose a tratarlo con especial reverencia. Como
vimos en el capítulo anterior, Mardoqueo no pretende ser irrespetuoso, sino que actúa
motivado por su conciencia y su relación con Jehová. Sin embargo, el relato indica que
“Hamán inmediatamente se llenó de furia” (Est. 5:9).

11 Cuando les cuenta a su esposa y amigos el gran insulto que —en su opinión—
acaba de sufrir, ellos le aconsejan que mande hacer un madero enorme, de poco más
de 22 metros (72 pies) de altura, y que consiga la autorización del rey para colgar en él
a Mardoqueo. Encantado con la idea, Hamán enseguida pone manos a la obra (Est.
5:12-14).

12. ¿Por qué pidió el rey que le leyeran los registros oficiales, y qué fue lo que
descubrió?

12 Pero entonces sucede algo extraordinario. La Biblia relata que esa noche “el sueño
del rey huyó”, y que por ello Asuero ordena que le lean en voz alta los registros
oficiales. La lectura incluye la denuncia de un complot para asesinarlo. Él recuerda que
los conspiradores fueron capturados y ejecutados. Pero ¿qué ocurrió con el hombre
que denunció la trama, Mardoqueo? El rey, de repente más despierto que nunca,
pregunta cómo se le ha recompensado. ¿Y qué le responden? ¡Que nada se había
hecho por él! (Lea Ester 6:1-3.)

13, 14. a) ¿Qué giro inesperado tomaron los asuntos para Hamán? b) ¿Qué le dijeron a
Hamán su esposa y amigos?

13 Muy agitado, Asuero quiere saber qué funcionarios de la corte están allí para
ayudarlo a corregir aquel terrible descuido. ¡Y qué coincidencia! Hamán se halla en el
patio del rey. Parece que ha llegado temprano porque está ansioso por obtener el
permiso para ejecutar a Mardoqueo. Pero antes de que él pueda expresar su solicitud,
Asuero le plantea otra cuestión: ¿cuál sería la mejor manera de honrar a un hombre
que tiene el favor del rey? Hamán supone que el monarca está pensando en honrarlo a
él, así que le propone un ostentoso homenaje: vestir al hombre con prendas reales y
hacer que un alto funcionario lo pasee sobre el caballo del rey por la ciudad de Susa,
proclamando a los cuatro vientos sus alabanzas. Imagínese la cara de Hamán cuando
se entera de que el hombre al que se va a honrar es nada menos que Mardoqueo. ¿Y a
quién le encarga el rey alabar en público a Mardoqueo? ¡Al mismísimo Hamán! (Est.
6:4-10.)

14 Muy a su pesar y lleno de odio, a Hamán no le queda más remedio que cumplir con
el mandato real. Pero en cuanto puede, se apresura a volver a su casa, sumamente
angustiado por lo sucedido. Su esposa y sus amigos le dicen que este giro de los
acontecimientos no anticipa nada bueno y que está condenado a caer ante Mardoqueo
el judío (Est. 6:12, 13).

15. a) ¿Qué ocurrió gracias a que Ester fue paciente? b) ¿Por qué debemos tener “una
actitud de espera”?

15 Como Ester fue paciente y esperó un día más para presentar su solicitud al rey,
Hamán tuvo tiempo para preparar, sin saberlo, su propia caída. Además, es muy
posible que fuera Jehová quien causó el insomnio del rey (Prov. 21:1). No sorprende,
pues, que la Biblia nos anime a tener “una actitud de espera” (lea Miqueas 7:7).
Cuando dejamos las cosas en manos de Dios, quizás nos encontremos con que sus
soluciones a nuestros problemas son mucho mejores que cualquier cosa que se nos
hubiera ocurrido a nosotros.

Fue valiente y habló


16, 17. a) ¿Cuándo le llegó el “tiempo de hablar” a Ester? b) ¿En qué sentido era Ester
distinta de Vasti?

16 Ester no se atreve a seguir poniendo a prueba la paciencia de su esposo, así que


decide contarle todo en el segundo banquete. Pero ¿cómo hacerlo? El rey mismo se lo
pone en bandeja cuando vuelve a preguntarle qué es lo que desea pedirle (Est. 7:2).
Por fin ha llegado el “tiempo de hablar”.

17 Ahora bien, ¿qué hace Ester antes de responder al rey? No es difícil imaginarla
haciéndole una oración silenciosa a Dios. Y entonces, con valentía, pronuncia estas
palabras: “Si he hallado favor a tus ojos, oh rey, y si al rey de veras le parece bien, que
se me dé mi propia alma por petición mía, y mi pueblo por solicitud mía” (Est. 7:3).
Observemos que le asegura al rey que respetará su decisión. ¡Qué distinta de Vasti, la
reina anterior, que había humillado a propósito a su esposo! (Est. 1:10-12.) Lo que es
más, Ester no lo critica por la insensatez de confiar en Hamán. Más bien, le suplica que
la proteja porque su vida corre peligro.

18. ¿Cómo le expuso Ester el problema al rey?

18 Sin duda, la solicitud de Ester conmueve y, al mismo tiempo, asombra al rey.


¿Cómo es posible que alguien se haya atrevido a amenazar de muerte a la reina? Ella
prosigue: “Hemos sido vendidos, yo y mi pueblo, para que se nos aniquile, mate y
destruya. Ahora bien, si se nos hubiera vendido para simplemente ser esclavos y
simplemente ser siervas, me habría quedado callada. Pero la angustia no es apropiada
cuando resulta en perjuicio para el rey” (Est. 7:4). Notemos que Ester expone con
franqueza el problema, pero añade que se habría quedado callada si ella y su pueblo
hubieran sido vendidos como esclavos. Sin embargo, ella tenía que hablar, porque el
genocidio que se planeaba ejecutar también perjudicaría al propio rey.

19. ¿Qué nos enseña el ejemplo de Ester sobre cómo tratar asuntos delicados?

19 Ester supo tratar un asunto delicado con sabiduría y tacto, usando la persuasión. Su
ejemplo nos enseña que, si alguna vez necesitamos exponerle un problema grave a un
ser amado o a una persona con autoridad, es importante que seamos pacientes,
respetuosos y sinceros (Prov. 16:21, 23).

20, 21. a) ¿Cómo desenmascaró Ester a Hamán, y cuál fue la reacción inicial del rey?
b) ¿Qué hizo Hamán cuando salió a la luz que era un cobarde manipulador?

20 Al escuchar las palabras de Ester, Asuero le pregunta: “¿Quién es este, y


precisamente dónde está el que se ha envalentonado para obrar así?”. Imagine a Ester
señalando con el dedo mientras dice: “El hombre, el adversario y enemigo, es este
miserable Hamán”. Todo parece detenerse por un instante. Hamán siente cómo el
pánico va apoderándose de él. Una mirada al enfurecido rostro de Asuero le basta para
entender que su situación es desesperada: el rey ha comprendido que su consejero de
confianza lo ha manipulado. ¡Le hizo firmar un decreto que significaría la muerte de su
amada esposa! Sintiendo que la ira lo domina, Asuero sale a toda prisa al jardín, en un
intento por calmarse (Est. 7:5-7).

ENSEÑANZA SOBRE DEVORA

¿Conoces la historia de Débora? Si no la conoces en detalle, estoy segura de que por


lo menos has escuchado algunas frases que tienen que ver con ella: “Levántate como
Débora la guerrera”; “Déboras al frente de la batalla”, “Fuimos creadas para ser
mujeres guerreras”. Frases como estas son el producto de una distorsión de las
Escrituras, y una incorrecta interpretación de la historia de esta mujer. Es por esto que
quisiera que me acompañes a conocer la historia de Débora de manera correcta.

Un poco de su historia y contexto

Débora fue una mujer casada (Jueces 4:4), profetisa, y también jueza (Jueces 4:5). Su
posición en aquel entonces tendría cierta equivalencia con la de una mujer casada y
profesional en el día de hoy.

En el Israel antiguo, como su religión estaba directamente relacionada con su política,


los líderes –como los reyes y los sacerdotes– siempre fueron hombres. La única
excepción fue la reina Atalía, hija de Jezabel y Acab, y ella no fue nombrada como
reina sino que robó el reino cuando su esposo, que era el rey, murió ¡y luego ella mató
a todos los hijos de su esposo para que nadie le quitara del reino!
Este fue un tiempo oscuro en la historia de Israel, como también lo fue el tiempo de
Débora. Israel había estado 200 años sin líder después de la caída de Jericó.

Débora y el diseño de Dios para la mujer

En la medida en la que vamos avanzando en la historia de Débora, quisiera que


tuviéramos en mente el rol dado de parte de Dios a la mujer porque, como vimos al
principio, muchos han distorsionado la historia de Débora haciendo de ella una
guerrera. Si no conoces acerca del complementarianismo, te recomiendo algunos
artículos como “¿Qué es eso del complementarianismo?”, “El rol de la mujer en la
iglesia”, y este conversatorio, “Mi esposo es pastor: ¿por qué no soy pastora?”.

Entonces, ¿cuál es el rol que nos fue dado? Complementar a los hombres para que
ellos pueden cumplir la labor que el Señor les ha asignado. Ser ayuda y columnas para
ellos. Teniendo esto en mente, veamos lo que Débora hace en Jueces 4:6-7: “Ella
mandó llamar a Barac, hijo de Abinoam, de Cedes de Neftalí, y le dijo: “Esto ha
ordenado el Señor, Dios de Israel: ‘Ve, marcha al Monte Tabor y lleva contigo a 10,000
hombres de los hijos de Neftalí y de los hijos de Zabulón. Y yo atraeré hacia ti a Sísara,
comandante del ejército de Jabín, con sus carros y sus muchas tropas hacia el torrente
Cisón, y lo entregaré en tus manos”.

Débora fue profetiza, mientras que Barac fue el guerrero. Baruc era conocedor de la
guerra, y él no tenía duda de que el enemigo al que se estaba enfrentando era grande.
A menos que él caminara paso a paso con Dios, le sería imposible ganar y sería un
masacre para los judíos. Esta historia nos recuerda la suficiencia de Dios.

Por ser profetiza, Débora tuvo una mayor intimidad con Dios que Barac, y sabemos que
él así lo reconoció: “Barac le respondió: “Si tú vas conmigo, yo iré; pero si no vas
conmigo, no iré”, Jueces 4:8.

Recordemos que Israel había sido oprimido por los Cananitas durante 20 años, y el
comandante de su ejército, Sisara, tenía 900 carros de hierro. Los Israelitas no tenían
nada, sin embargo esta historia confirma una vez más que Dios es todo lo que
necesitamos.

Los tiempos eran tan malos que esta frase era repetida varias veces a través del libro
de los Jueces: “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que a sus
ojos le parecía bien”. Ellos no tenían un líder para animarlos, para dirigirlos o para
guiarlos; y los carros de hierro del enemigo eran la última tecnología de aquellos
tiempos. Los judíos, que no tenían una fuerza armada, sabían que sin la intervención
de Dios esto era una fuerza invencible. Barac no quería ir sin la profetiza. Él sabía que
la única forma de ganar esta batalla era a la manera de Dios.

Luego vemos que Barac convocó a Zabulón y a Neftalí en Cedes, y subieron con él
diez mil hombres. Débora también subió con él. “Entonces Débora dijo a Barac:
“¡Levántate! Porque éste es el día en que el Señor ha entregado a Sísara en tus
manos. Ya que el Señor ha salido delante de ti.” Bajó, pues, Barac del Monte Tabor
seguido de 10,000 hombres”, Jueces 4:14. Entonces, ¿quién fue al área de combate?,
Barac y diez mil hombres no Débora. Ella estaba comportándose como su ayuda,
ayudándole oír la voz del Señor.

Madre en Israel, no guerrera

Para poder entender los tiempos tan difíciles que Israel estaba viviendo, escuchemos lo
que Débora dice en Jueces 5:6-7 “En los días de Samgar, hijo de Anat, en los días de
Jael, quedaron desiertos los caminos, y los viajeros andaban por sendas tortuosas.
Cesaron los campesinos, cesaron en Israel, 
hasta que yo, Débora, me levanté,
 hasta
que me levanté, como madre en Israel”.

Obviamente las calles eran tan peligrosas que la gente tenía miedo de salir de su casa.
Y ¿cómo es que Débora se llama a sí misma? ¿La guerrera? ¿La jefa? “…madre en
Israel”. Ella conocía muy bien su rol. Aunque fue el Señor que la eligió a ella como
profetiza, y Él la llamó para decirle a Barac lo que Él debería hacer, no se nota en ella
un espíritu de burla por el temor que él sintió, tampoco un espíritu de mandar como
jefa, o de intimidar, sino de guianza, servicio y protección, como una buena madre hace
con su familia.

Viviendo en sumisión

Viendo la sumisión y el rol de ayuda de Débora para con Barac, pudieras estarte
preguntándote si ella era su esposa y la respuesta es no, ella estaba casada con
Lapidot (Jueces 4:4). En ella tenemos el ejemplo de que el rol de la mujer es también
en sumisión a los líderes, no solamente a sus esposos, aunque el grado de sumisión
será diferente según el tipo de relación.

La sumisión a tu esposo no es igual a la sumisión a tu jefe o al vecino, pero nuestra


actitud debe ser de sumisión y de respeto. Ahora bien la sumisión no es solamente
para las mujeres: en la Palabra también encontramos sumisión de esclavo a amo (1
Ped. 2:18) que sería el equivalente a la sumisión a nuestros jefes; hacia las autoridades
(Rom. 13:1), de los creyentes entre sí (Efe. 5:21) y la más importante, de los creyentes
hacia a Dios (Stg. 4:7). Si el deseo de Dios es que seamos sumisas en nuestro caminar
entonces, cuando no lo soy, a quien no estoy siendo sumisa es a Dios, y entonces
estoy caminado en pecado. La sumisión puede resultar difícil en ocasiones, pero en
Jesús tenemos el ejemplo perfecto de sumisión al Padre, y su muerte en la cruz nos ha
capacitado para que podamos seguir su ejemplo.

¿Quieres ser como Débora? Procura tener una actitud y una vida de sumisión a Dios.
Sé una mujer sometida a las autoridades que Dios puso en tu vida.

De hecho, resulta muy interesante que Dios había dicho que la victoria iba ser a través
de una mujer, pero esa mujer no fue Débora. Fue una mujer llamada Jael quien terminó
con la vida de Sísara (Jueces 4:17-21). Pero la realidad es que la batalla no fue ganada
por Jael, ni Débora, ni Barac, sino por Dios, quien orquestó a estos personajes y luego
envió una fuerte lluvia para que los carros del enemigo no pudieran avanzar (Jueces
5:21).

Esa es la historia de Débora: no como nosotras queremos interpretarla sino como la


Palabra nos las está mostrando. Necesitamos ser mujeres que se acerquen a las
Escrituras de manera correcta, no sacando de ella lo que nosotras queremos que diga,
sino lo que Él quiere decirnos.

ENSEÑANZA SOBRE LA VIUDA DE SAREPTA

Jehová recompensó la fe de la viuda de Sarepta


UNA viuda pobre abraza con emoción a su único hijo. No puede creer lo que ve. Hace
solo un rato tenía al niño muerto en sus brazos. Pero ahora está vivo y sonriendo. Un
invitado de la casa le dice a la mujer: “Mira, tu hijo está vivo”.

Esta emocionante resurrección fue hace casi 3.000 años. Podemos leer la historia en el
capítulo 17 de Primero de los Reyes. ¿Quién era el invitado? Era un profeta de Dios
llamado Elías. ¿Y quién era la mujer? No sabemos cómo se llamaba. Pero sí sabemos
que era viuda y que vivía en un lugar llamado Sarepta. Seguro que su fe se hizo más
fuerte cuando su hijo resucitó. Repasemos la historia de esta mujer y veamos qué
podemos aprender.

ELÍAS ENCUENTRA A UNA VIUDA QUE TIENE FE EN JEHOVÁ

Esta historia ocurrió en tiempos del rey Acab de Israel. Como Acab era un rey muy
malo, Jehová decidió que no llovería por mucho tiempo en Israel. Cuando empezó la
sequía, Dios escondió a Elías para que Acab no lo matara. Y para que Elías tuviera
algo que comer, Dios hizo que unos cuervos le llevaran pan y carne. Pero luego le
mandó irse a vivir al pueblo de Sarepta, que estaba cerca de la ciudad de Sidón, y le
dijo: “Daré orden allí a una mujer, una viuda, para que te suministre alimento” (1 Reyes
17:1-9).

Cuando Elías llegó a Sarepta, vio a una viuda pobre recogiendo leña. Quizá se
preguntó: “¿Será esta la mujer que va a alimentarme? Pero si es tan pobre, ¿cómo va
a hacerlo?”. Aun así, Elías empezó a hablar con ella. Le dijo: “Por favor, consígueme
un sorbo de agua en una vasija para beber”. Cuando ella fue a buscar el agua, Elías le
dijo: “Por favor, consígueme un pedacito de pan” (1 Reyes 17:10, 11). Para la viuda,
darle agua a aquel desconocido no era ningún problema. Pero darle pan sí era un
problema. ¿Por qué?

Ella le dijo a Elías: “Tan ciertamente como que vive Jehová tu Dios, no tengo torta
redonda, sino un puñado de harina en el jarro grande y un poco de aceite en el jarro
pequeño; y aquí estoy recogiendo unos cuantos pedazos de leña, y tengo que entrar y
hacer algo para mí y mi hijo, y tendremos que comerlo y morir” (1 Reyes 17:12). ¿Qué
nos enseña lo que dijo esta mujer?
La viuda sabía que Elías era israelita y servía a Jehová. Lo sabemos porque le dijo:
“Tan ciertamente como que vive Jehová tu Dios”. Pero notemos que no dijo “mi Dios”,
sino “tu Dios”. Así que parece que ella no servía a Jehová, aunque sí sabía algunas
cosas sobre el Dios de Israel. Ella vivía en Sarepta, que era un pueblo que pertenecía a
la ciudad de Sidón, en el país de Fenicia. Es muy posible que en Sarepta vivieran
muchas personas que adoraban al dios falso Baal. Pero Jehová se dio cuenta de que
esta viuda era diferente.

Aunque los habitantes de esa región adoraban ídolos, ella tenía fe en Jehová. Por eso,
Dios le dijo a Elías que fuera a visitarla. Él quería ayudarla tanto a ella como al profeta.
Esto nos enseña algo muy importante.

Cuando Jehová le dijo a Elías que fuera a visitar a esta mujer, demostró que se había
dado cuenta de que no todas las personas de Sarepta eran malas. Esto nos enseña
que Jehová se fija en las personas que tienen buen corazón, aunque todavía no le
estén sirviendo. Según dice Hechos 10:35, Dios acepta a cualquier persona que lo
respeta y hace lo que está bien, sin importar de qué país sea.

Piense en la zona donde usted vive. ¿Habrá allí personas como la viuda de Sarepta?
Aunque estén rodeadas de religiones falsas, quizás estén buscando algo mejor. Tal vez
sepan muy poco o nada sobre Jehová y necesiten ayuda para aceptar la religión
verdadera. ¿Está usted buscando y ayudando a esas personas?

“HAZME PRIMERO UNA PEQUEÑA TORTA REDONDA”

Piense en lo que Elías le pidió a la viuda. Ella le acababa de decir que solo tenía
alimento para que ella y su hijo comieran una última vez. Luego se quedarían sin
comida y morirían de hambre. ¿Y qué le dijo Elías? “No tengas miedo. Entra, haz
conforme a tu palabra. Solo que de lo que hay allí, hazme primero una pequeña torta
redonda, y tienes que traérmela acá fuera, y para ti y tu hijo puedes hacer algo
después. Porque esto es lo que ha dicho Jehová el Dios de Israel: ‘El jarro grande de
harina mismo no se agotará, y el jarro pequeño de aceite mismo no fallará hasta el día
en que Jehová dé un aguacero sobre la superficie del suelo’” (1 Reyes 17:11-14).

¿Qué le hubiera respondido usted a Elías? Seguro que muchos habrían dicho algo
como: “Solo nos queda esto para comer, ¿y quiere que se lo demos? ¿Está
bromeando?”. Pero la mujer no le dijo eso. Aunque no conocía mucho a Jehová, creyó
lo que Elías le prometió y le preparó un poco de pan. Esto puso a prueba su fe. Y
aunque fue una prueba muy difícil, tomó la decisión correcta.

Dios no abandonó a la viuda. Al contrario, hizo que ella tuviera suficiente comida para
Elías, para ella y para su hijo mientras duró la sequía. Tal como había prometido
Jehová mediante el profeta, “el jarro grande de harina mismo no se agotó, y el jarro
pequeño de aceite mismo no falló” (1 Reyes 17:16; 18:1). ¿Qué hubiera pasado si la
mujer se hubiera negado a darle comida a Elías? El pan que cocinó con la harina y el
aceite que tenía tal vez hubiera sido su última comida. Pero ella tenía fe en Jehová, y lo
demostró dándole de comer primero a Elías.

¿Qué lección aprendemos? Que Dios bendice a quienes demuestran que tienen fe en
él. Por eso, cuando tengamos un problema que ponga a prueba nuestra fe en Dios,
confiemos en él. Dios nos dará lo que necesitemos, nos protegerá y será nuestro
amigo. Así podremos aguantar (Éxodo 3:13-15).

En 1898, un artículo de esta revista dio una interesante explicación sobre la historia de
la viuda. Decía que si ella demostraba que tenía fe y obedecía a Elías, Jehová la
ayudaría. Pero si demostraba que no tenía fe, Jehová podría buscar a otra viuda que sí
tuviera fe. Entonces, el artículo explicaba que con nosotros pasa algo parecido. A
veces, Dios permite que nuestra fe se ponga a prueba. El artículo decía que si
demostramos que tenemos fe, “recibimos bendiciones; si no, nos las perdemos”.

Cuando nos enfrentemos a problemas, busquemos la guía de Dios en la Biblia y en


nuestras publicaciones. Y luego hagamos lo que Jehová quiere, aunque nos parezca
difícil. Proverbios 3:5, 6 nos da este buen consejo: “Confía en Jehová con todo tu
corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos tómalo en
cuenta, y él mismo hará derechas tus sendas”. Si seguimos este consejo, Jehová nos
dará muchas cosas buenas.

LA VIUDA SE ENFRENTA A OTRA PRUEBA DE FE

Más tarde, la viuda tuvo que demostrar su fe otra vez. ¿Qué pasó? La Biblia cuenta
que el hijo de la mujer enfermó y que su enfermedad llegó a ser tan grave que murió.
La mujer no sabía por qué había muerto su hijo. Se sentía tan mal que le preguntó a
Elías si tenía algo contra ella. Le preguntó si había ido a su casa para recordarle su
pecado y para hacer que su hijo muriera (1 Reyes 17:17, 18). ¿Por qué le dijo eso?

¿Se sentía mal por algún pecado que había cometido en el pasado? ¿Creía que Dios
había enviado a Elías para castigarla matando a su hijo? La Biblia no lo dice. Lo que sí
sabemos es que la mujer no dijo que Dios había hecho algo malo.

¿Cómo se sintió Elías al oír a la viuda? Seguro que le afectó mucho enterarse de la
muerte del niño. También tuvo que afectarle mucho que ella pensara que él era
responsable de su muerte. La Biblia dice que Elías se llevó el cuerpo del niño al cuarto
de arriba y entonces hizo una oración en voz alta. Dijo: “Oh Jehová mi Dios, ¿también
sobre la viuda con quien estoy residiendo como forastero tienes que traer perjuicio,
dando muerte a su hijo?”. A Elías le preocupaba que, si esta buena mujer seguía
sufriendo, se hablara mal de Jehová. Por eso le pidió que resucitara al niño (1 Reyes
17:20, 21).

“MIRA, TU HIJO ESTÁ VIVO”


Jehová escuchó la oración de Elías. La viuda había demostrado que tenía fe y había
sido muy generosa con Elías. Al parecer, Dios permitió que el niño muriera porque iba
a resucitarlo y sabía que esto les daría una esperanza a millones de personas en el
futuro. De hecho, la resurrección de este niño es la primera de la que se habla en la
Biblia. Así que Dios contestó la oración del profeta y resucitó al niño. Entonces, Elías le
dijo a la viuda: “Mira, tu hijo está vivo”. ¿Se imagina la alegría de esta mujer? Ella le
dijo a Elías: “Ahora, de veras, sí sé que eres un hombre de Dios, y que la palabra de
Jehová en tu boca es verdadera” (1 Reyes 17:22-24).

El capítulo 17 de Primero de los Reyes no dice nada más sobre esta mujer. Pero Jesús
habló muy bien de ella, así que puede que ella haya servido fielmente a Jehová durante
el resto de su vida (Lucas 4:25, 26). ¿Qué nos enseña su historia? Que Dios bendice a
los que hacen cosas buenas por sus siervos (Mateo 25:34-40). También nos enseña
que Dios cuida a los que son fieles, sobre todo cuando pasan por problemas muy
difíciles (Mateo 6:25-34). Además nos enseña que Jehová puede y quiere resucitar a
los muertos (Hechos 24:15). Sin duda, tenemos muy buenas razones para recordar
siempre a la viuda de Sarepta.

ENSEÑANZA SOBRE LA MUJER SUNAMITA

No son tanto tus palabras, sino tus acciones las que señalarán quién eres. No
conocemos ningún sermón de la mujer sunamita, pero ella recibió a Eliseo en su casa y
convenció a su marido para que construyera una pieza en la azotea de su propia casa,
porque “este es un hombre de Dios” (2 Rey. 4:9).

El trato que esta mujer le dispensa a Eliseo generará un espíritu agradecido en el


profeta, quien le prometerá un hijo. La reacción de la sunamita es muy parecida a la de
Sara, la esposa de Abraham. Basándose en su punto de vista humano, finito e
incrédulo, entiende que está siendo engañada con una promesa que nunca se podrá
cumplir. Por difícil que te sea creer en una promesa divina, recuerda que Dios no
miente ni se equivoca: si él lo dijo, él lo cumplirá. Confiar en esa Palabra es la base de
la religión.

Quizás el mayor problema es que no estamos acostumbrados a escuchar la voz de


Dios, por eso no sabemos –exactamente– en qué ni en quién confiar; nos mareamos
entre tantas voces, nos perdemos en el laberinto de ruidos que nos llevan, como
marionetas, de un lado al otro, haciéndonos perder el rumbo hacia nuestro hogar.

Al año siguiente, cuando Eliseo detiene su viaje para disfrutar de estos momentos de
paz, tranquilidad y comodidad que la familia de la mujer sunamita le ofrece, el niño
prometido ya está en brazos de la madre. Es el mundo perfecto. Eliseo con su pieza y
su palabra profética confirmada; la mujer con su hijo; la familia –ahora completa con el
muchachito– con campos fértiles y una situación económica confortable.
El enemigo de Dios no respeta tus momentos para atacarte. Él te hiere donde más
duele, en aquel aspecto de tu vida del que sabe que más te costará recuperarte. Donde
tú viste la mano de Dios actuando, él intentará interferir. Te lastima y te hace dudar.
Destroza tus sueños y tu futuro. Te llena de incertidumbres y desconfianzas. Tu cabeza
comienza a rodar a mil kilómetros por segundo, preguntándote “¿Por qué?”.

Aprende con la mujer sunamita a buscar las respuestas a los pies de Aquel que es el
único que tiene las verdaderas respuestas, las finales, las eternas.

LIMPIAR LAS TELARAÑAS


Opinión › Mat. 24:6, 7; Juan 14:2; Fil. 1:6; 2 Tim. 4:6–8; Tito 2:13

La hospitalidad era algo común en mi hogar. Cada vez que mi abuela estaba
planificando tener invitados, todos ayudábamos en la preparación para recibirlos en
nuestro hogar. De niña, mi tarea era desempolvar todos los muebles. Como quería
impresionar a nuestros invitados, realizaba mi tarea con el mayor cuidado. Cuando los
invitados llegaban a nuestro hogar, sonreía con orgullo por el trabajo que había
realizado, y esperaba que los invitados también lo apreciaran. Jesús es mucho más
que un invitado que llega a nuestro hogar.

Muchos de nosotros hemos oído durante toda nuestra vida que Jesucristo viene pronto.
Con los eventos actuales y la crisis de nuestra sociedad, es fácil ver que las palabras
de Jesús se están cumpliendo: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino.

Habrá hambres y terremotos por todas partes. Todo esto será apenas el comienzo de
los dolores” (Mat. 24:7 ,8). En tiempos así de tumultuosos, es muy importante que
estemos preparando nuestros corazones y nuestras mentes no solo para poder
soportar las dificultades de los últimos días sino también para elegir vivir con Cristo en
el centro de nuestra vida.

Pero ¿cómo se manifiesta esto? A menudo sentimos la necesidad de impresionar a


otros con nuestros logros, nuestro estatus o la manera en que nos vestimos. Las redes
sociales han creado una fachada aún más artificial. Si hay imperfecciones, con tan solo
usar unos pocos filtros y editar un poco la foto nos veremos increíbles. Gastamos
nuestro tiempo contando los comentarios y los “Me gusta” en nuestras fotos y
publicaciones, y permitimos que estos determinen nuestra identidad y autoestima.
Mientras tanto, el corazón está enfermo, y el espíritu aún más. No prestamos atención
a nuestra alma o al estado de nuestro corazón. Las “telarañas” abundan en nuestro
interior. Dios está preparando un lugar para nosotros, pero nosotros no estamos
limpiando nuestro interior.

Mientras aguardamos por la esperanza del regreso de Jesús, él nos llama a


prepararnos dejando de lado las cosas que nos impiden acercarnos a él. Debemos ser
honestos con nosotros mismos sobre las cosas que ocupan lugar de más en nuestra
vida. Debemos preparar nuestros corazones como prepararíamos nuestro hogar para
recibir a un invitado: limpiando y barriendo las cosas que no deben estar allí.
Abandonemos esas cosas, para poder avanzar confiadamente por fe. Y Dios es fiel: él
promete liberarnos de esos hábitos y pecados que nos atan. Si estás luchando por
deshacerte de algunas
“telarañas” en tu vida, pídele que te ayude.

PARA PENSAR Y DEBATIR


¿Qué luchas en tu vida considerarías que son como telarañas espirituales?
¿Cuál ha sido tu objetivo principal en la vida? Tus objetivos ¿han estado concentrados
en la vida diaria o en la vida eterna?

MANTENER LOS OJOS EN EL PREMIO


2 Tim. 4:6-8

“A través de su largo período de servicio, la fidelidad de Pablo hacia su Salvador nunca


vaciló. Por doquiera, ya fuera frente a los enfurruñados fariseos o a las autoridades
romanas, o frente a la furiosa turba de Listra o los convictos pecadores de la cárcel
macedónica, o razonando con los atemorizados tripulantes del buque náufrago, o solo
ante Nerón para defender su vida, nunca se avergonzó de la causa que había
abrazado.

El gran propósito de su vida cristiana había sido servir a aquel por cuyo nombre una
vez había sentido desprecio; y de ese propósito no habían sido capaces de apartarlo ni
la oposición ni la persecución. Su fe, robustecida por el esfuerzo y purificada por el
sacrificio, lo sostuvo y lo fortaleció”.

“A pesar de las pruebas que enfrentó, Pablo mantuvo su mente y su corazón enfocados
en su Salvador. Se dio cuenta de que valía la pena soportar los problemas terrenales, a
causa de las promesas celestiales que había recibido de Cristo. Quienes profesan
obediencia a Cristo serán probados como lo fue Pablo; pero tendremos la misma
seguridad bendita que guio a Pablo en medio de burlas, naufragios y prisiones.

“En la vida religiosa de toda alma que salga finalmente victoriosa, habrá escenas de
terrible perplejidad y prueba; pero su conocimiento de las Escrituras la habilitará para
recordar las promesas animadoras de Dios, que consolarán su corazón y fortalecerán
su fe en el poder del Poderoso. Dicen ellas: […] Para que la prueba de vuestra fe,
mucho más preciosa que el oro, el cual perece, bien que sea probado con fuego, sea
hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo fuere manifestado […]. La
prueba de la fe es más preciosa que el oro”.

El diablo ha engañado a muchos, y les ha hecho creer que cuando pasan por tiempos
difíciles es una señal de la infidelidad de Dios. Sin embargo, debemos recordar que
Cristo advirtió a sus seguidores que sufrirían por causa de su nombre, pero que ese
sufrimiento habría de ser una insignia de honor. Cuando mantenemos nuestra mirada
en Cristo en medio de nuestras dificultades, podemos encontrar consuelo y paz.
“Reunid todas vuestras facultades para mirar hacia arriba, no hacia abajo, a vuestras
dificultades; entonces no desmayaréis por el camino. Pronto veréis a Jesús detrás de la
nube, extendiendo su mano para ayudaros; y todo lo que tendréis que hacer será darle
vuestra mano con fe sencilla y dejarle que os guíe […]. Dios os da inteligencia y una
mente razonadora, por la cual podéis comprender sus promesas; y Jesús está listo
para ayudaros a formar un carácter fuerte y simétrico”.

PARA PENSAR Y DEBATIR


¿Deberíamos considerar la falta de pruebas una bendición o una señal de que estamos
viviendo con demasiada comodidad?

¿ESTÁS LISTO?

La promesa (Dan. 2:35, 44, 45; Mat. 24; Juan 14:1-3; Apoc. 1:7; Apoc. 14:12; 22:12)
Los corazones de los discípulos debieron de haberse acelerado cuando Jesús dijo: “Me
voy”; aunque también dijo: “No se angustien” (Juan 14:3, 1). Había llegado el momento
de que Jesús volviera a su Padre, y los preparó para esta separación con la promesa
de que volvería por ellos un poco más adelante. Les había dado la seguridad: Vendré
otra vez. Les había indicado señales: guerras, hambrunas, terremotos, señales en los
cielos, persecuciones, deslealtad, engaño… La promesa de que Jesús regresaría se
volvió más preciosa para sus seguidores cuando experimentaron las turbulencias que
había predicho: “Fíjense que se lo he dicho a ustedes de antemano” (Mat. 24:25).

Jesús les dejó saber lo que sucedería para que, en medio de sus pruebas, continuaran
confiando en él.
El retraso (Dan. 2; 2 Ped. 3)

Los primeros discípulos debieron de haber creído que estaban viviendo en las “uñas
del pie” de los tiempos, usando la simbología de Daniel. Pero la piedra misteriosa
todavía no ha golpeado contra la Tierra, y durante dos milenios los creyentes han
tenido que bregar con este largo retraso en el regreso prometido de Jesús. Pedro
explica el retraso señalando la diferencia de percepción del tiempo que tiene Dios y su
amplia paciencia (2 Ped. 3:8, 9). Elena de White menciona: “Si el Maestro viniera
ahora, hallaría a tantos sin preparación. La actitud de Dios de no permitir que su pueblo
perezca ha sido la razón de tan larga demora”.*

La preparación necesaria (Mat. 7:21–23; Mat. 25:13; Luc. 21:34-36; Rom. 12:1, 2; Tito
1:16; 2:12, 13; Apoc. 14:12) Jesús no dio las señales de su regreso para que sus
seguidores permanecieran en un estado de ansiedad; al contrario, dio las señales para
fortalecer nuestra fe en él y motivarnos a prepararnos. Algunos adventistas piensan
que se están preparando al obsesionarse con las señales en sí. Es posible estar tan
concentrados en los eventos que llevan al regreso de Jesús (desastres naturales,
eventos políticos, etc.) que descuidemos prepararnos para encontrarnos con el Jesús
que está viniendo; cosa que hacemos fortaleciendo nuestra relación con él.
Otros adventistas buscan prepararse enfocándose en la obediencia (característica de
quienes guardan los mandamientos de Jesús) mientras que descuidan la otra parte de
Apocalipsis 14:12: tener la fe de Jesús. Esta fe se desarrolla por medio del estudio de
su Palabra y al ponerla en práctica en la experiencia del diario vivir.

Jesús nos dio una fórmula con el fin de prepararnos para su regreso: estar alerta y orar.
Pero ¿a qué estamos alerta? Nunca en la historia las personas tuvieron tantas
distracciones, tantas demandas de su tiempo y atención. Con computadoras en
nuestras manos y muñecas, tenemos acceso a información, entretenimientos y
comunicación instantáneos, #RPSP: Hoy, 2 Corintios 1 – Durante esta semana, DTG
caps. 42-44 de manera continua y permanente. Necesitamos evaluar el impacto que
esto ejerce en nuestra preparación para encontrarnos con nuestro Señor.

Es imposible desarrollar una relación auténtica y real con Jesús sin una conexión
intencional y continua con él, por medio de la oración y una entrega diaria del yo a su
dirección. Esta conexión desarrolla nuestra fe en él, y no la fe en nosotros mismos, en
nuestras posesiones o logros, o en otras personas. Perfecciona nuestra capacidad de
oír su suave voz, que nos guía a fin de vivir de manera correcta, y servir con sacrificio
y amor. Desarrolla nuestra pasión por Jesús y por las personas perdidas. No solo nos
ayuda a conocer a Jesús, sino también a ser más semejantes a él. Nos prepara para
los eventos de los últimos días.

En Mateo 7 se encuentra una advertencia muy atemorizadora. Un grupo de personas


se engaña al pensar que son seguidores de Jesús. Reclaman el derecho de entrar en
el Reino de los cielos sobre la base de su realización de “buenas obras”, dando a
entender que Dios les ha dado el poder de obrar cosas sobrenaturales, una prueba
bastante fuerte.

Pero Jesús les niega la entrada; los llama quebrantadores de la Ley. Pero lo más
significativo es que Jesús dice: “Jamás los conocí”. Además, al escribir a Tito, Pablo
describe a los falsos creyentes, que niegan con sus acciones al Dios que dicen conocer
(Tito 1:16). También describe al creyente genuino que dice “No” a lo que el mundo
ofrece y practica el dominio propio mientras espera que aparezca Jesús (Tito 2:12, 13).

Es hora de medir nuestra temperatura espiritual e invitar a Jesús a que nos transforme
mediante la renovación de nuestra mente (Rom. 12:2). De esta manera, podrá
prepararnos para encontrarnos con él cuando cumpla esa promesa dada hace tanto
tiempo, pero que todavía arde en nuestros corazones hoy.

PARA PENSAR Y DEBATIR


Piensa en qué cosas reciben tu atención y tu tiempo. ¿Te están ayudando esas cosas
a conocer al Jesús que viene pronto?
¿Qué necesitas hacer o dejar de hacer para profundizar tu relación con Jesús?
¿Conoces lo suficiente a Jesús como para confiar en él sin importar lo que suceda en
tu vida o en los eventos mundiales?
La Biblia nos muestra que mantener nuestros ojos en Cristo y su Reino puede
ayudarnos a sobrellevar las pruebas y nos guiará en la vida, pero no siempre es fácil
mantener a Jesús como mayor prioridad en nuestro mundo frenético y apurado.

¿Cómo podemos mantener nuestros ojos en Jesús, cuando el suelo por donde
caminamos a menudo parece temblar?

¿Alguna vez te ha costado creer que Jesús volverá? Si es así, ¿cómo fue eso, y qué te
dio consuelo?

¿Por qué piensas que un público en problemas se sentiría animado al recordar que
Dios vuelve sin demora?

QUE ES UN ODRE NUEVO?

ODRE: Es un recipiente hecho de piel de cabrito, el cual es vaciado de todo lo que


tiene por dentro y cocido de los agujeros de las patas para echar vino. Un odre para
que fuera útil tenía que ser expuesto al sol para ser secado pero no se le podía echar
vino porque se rajaba, por lo cual necesitaba ser sumergido en agua y untarlo con
aceite hasta ser ablandado y renovado. Como odres de DIOS que somos, necesitamos
ser sumergidos en las aguas del Rio de DIOS y ser suavizados con el aceite Del
Espíritu para poder ser llenos de él.

Nuevo: que no ha sido utilizado

Definición: Un odre Nuevo es el hombre que es vaciado de todas las cosas que no son
agradables para DIOS a través de la conversión, Para ser hecho un recipiente del
Espíritu Santo, Un odre Nuevo es una persona con una mentalidad renovada conforme
a la voluntad de DIOS. Jesús no uso odres hechos por otras personas, no tomó los de
Juan ni de los fariseos formó sus propios odres. Esto es lo que todos debemos hacer.

II. LOS ODRES NUEVOS SE HACEN HACIENDO DISCIPULOS.


Marcos 2:18" Y los discípulos de Juan y de los fariseos ayunaban; y vinieron, y le
dijeron Por que los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan, y tus discípulos no
ayunan?
Note que menciona 3 tipos de discípulos:

1. Los de Juan
2. Los de los fariseos
3. Los de Jesús

Jesús llamó a sus discípulos para hacerlos pescadores de Hombre.


Hacia Juan pescadores de Hombres? Hacían los fariseos pescadores de hombres?
Jesús vino con algo relativamente Nuevo. Para ser un odre Nuevo necesitas convertirte
en un discípulo!!
LA DOCTRINA DE JESUS Marcos 1:27-28

La gente decía de Jesús: ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con autoridad
Manda…? La gente reconocía y se admiraba de la doctrina de Jesús por
La autoridad con que expulsaba demonios.
Un odre Nuevo practica la doctrina de Jesús y no la de los hombres, y esto
Generalmente es ir contra la corriente haciendo las cosas como Jesús, las hacía. La
doctrina de Jesús incluía dos cosas que no se pueden omitir: autoridad y poder Para
sanar a los enfermos y liberar endemoniados.

! Qué mejor modelo y estilo que el del Maestro!

RENOVANDO LOS ODRES


Marcos 2:18-22. La renovación lleva implícito un cambio de modo de pensar y de Modo
de vida. Las cosas de Dios no son remiendos pues todo lo que él hace es Nuevo.

REMIENDOS NUEVOS VRS VESTIDO NUEVO: El Señor no quiere ponerle un


remiendo En nada, sino darle todo Nuevo. Las cosas Viejas ya pasaron, todas son
hechas nuevas.

APLICACION: Cuando el Señor dio la visión de fundar El Organismo La Luz de Cristo,


no fue fácil, debido al crecimiento y la falta de preparación. No obstante, Dios ha venido
incorporando las cosas a través del tiempo y hoy por hoy estamos avanzando el gran
propósito Divino. Somos una Iglesia que estamos sirviendo conforme al corazón de
Dios y de acuerdo a las normativas bíblicas y no humanas. De manera que, hemos
optado por definirnos como una iglesia vinculada a l principio de los odres nuevos y no
viejos. No tradicional, religiosa, puritana, ni ordinaria pero con un espíritu afable y
contrito delante de su presencia

TU ERES UN ODRE NUEVO: Jesús no uso odres hechos por otras personas; no tomó
los de Juan ni los de los fariseos. Sus discípulos eran odres nuevos. ! Hoy tienes la
oportunidad que durante esta academia de obreros tu odre sea renovado y el Señor le
dará vino Nuevo!

ODRES NUEVOS & ODRES VIEJOS


Mar 2:22 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo
rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero el vino nuevo en
odres nuevos se ha de echar.

INTRODUCCIÓN:

Los Odres: eran bolsas de cuero hechas para contener líquidos, se usaban
especialmente en la fermentación del zumo de uva que resultaba en vino.
Parábolas: fig. Literaria, que usa ejemplos o comparaciones partiendo de una realidad
práctica, para comunicar un mensaje espiritual.
El uso que Jesús le da a esta metáfora: 1) Enseñar que el cristianismo es dinámico y
no funciona en esquemas legalistas, inflexibles o implacables. 2) Revelar que una idea,
una visión, una nueva enseñanza no se podía incorporar a las demandas anticuadas y
anárquicas de los fariseos.

LOS ODRES VIEJOS. (Características)

1. Son anticuados: envejecidos, caducos, no aptos para resistir el uso dinámico y


exigente del vino nuevo.
2. No garantizan preservación: el proceso de fermentación del vino, infla y estira el
cuero; esto lo reventaba, no resistían la presión.
3. Se vuelven rígidos: se endurecen y pierden su elasticidad lo que permite que se
revienten fácilmente.
4. Representan lo tradicional: lo que es costumbre y habitual, lo que no traspasa los
límites. Es lo cotidiano.
5. Personifican al líder y creyente: sin visión, sin alternativas, acostumbrado a lo
mismo, temeroso a las cosas nuevas, teme a los riesgos, etc. También al carnal que se
arrepiente, pero no cambia.
6. Simbolizan: a la mente retrógrada, a las ideas rancias, al espíritu arcaico.
7. Encarna al hombre religioso: al que prefiere el legalismo estático y no la
revelación dinámica de Dios.

LOS ODRES NUEVOS. (Características)

1. Son vasijas nuevas, aptas para recibir el vino nuevo y resistir todas las presiones
que se le demandan.
2. Son garantía de resistencia: la firmeza, el aguante y la solidez de la vasija, le
permiten la protección y la salvaguarda del valioso contenido.
3. Son elásticos: esto permite flexibilidad y adaptabilidad en medio de las
circunstancias que se presentan.
4. Representan todo lo nuevo: lo que está reciente y fresco. Lo que es moderno y
actual.
5. Personifican al líder y creyente: con visión y metas nuevas, con reales
perspectivas. Va hacia adelante, arriesga sin temor a perder.
6. Simbolizan: al hombre que sueña, que tiene ideales, que mira el futuro con
posibilidades.
7. Encarna al líder dinámico: busca soluciones, se amolda a las situaciones y a los
cambios, es emprendedor y eficiente, es diligente y aplicado…

EL VINO NUEVO.

1. Literalmente es el sumo fermentado y figuradamente el Evangelio revelado.


2. Es la palabra profética que cada día está siendo revelada a la Iglesia.
3. Son los sueños y visiones que Dios está impartiendo a su pueblo para que crezca
y madure.
4. Es la predicación que nos reta a ir más allá de nuestras posibilidades.
5. Es la Palabra de Dios que nos lleva a un cambio de vida total.
6. Es la enseñanza que nos edifica día a día y nos transforma en seres especiales.
7. Es el ministerio que nos hace lanzar a otras latitudes.
8. Son las estrategias que se renuevan para alcanzar a los perdidos.
9. Son nuevos ministerios, nuevos líderes, nuevos retos, nuevos frutos.
10. Son nuevas formas de hacer las cosas porque Dios es dinámico.

COMO SER ODRE NUEVO.

1. Cambia tu manera de pensar:


· Rom 12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad
de Dios, agradable y perfecta.
· Efe_4:23 y renovaos en el espíritu de vuestra mente.
· Elimine las expresiones negativas: "es imposible", "no da resultado", "no puede
hacerse" y reemplácelas por: Flp 4:13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.

2. Suelta el odre viejo para que puedas recibir vino nuevo.


· Saca la ruina de su vida; las excusas, la pereza, la mediocridad, la religiosidad,
lo rutinario, lo que es costumbre etc.
· Reprende el espíritu de miseria, de pobreza y de escasez.
· No permita que la estrechez, y lo desgastado de tu vida te inspiren lástima.
· Todo lo que huela a odre viejo, nos limita y nos roba la bendición de un nuevo
futuro.

3. Deja que el vino nuevo de la revelación, las nuevas ideas dominen su vida.
· Déjate llenar por el espíritu Santo.
· Deja que el vino nuevo le haga ver nuevos horizontes.

4. No te resista a los cambios.


· Sea flexible, moldeable a las nuevas circunstancias.
· Los nuevos tiempos exigen nuevos cambios.

5. Vence el temor con la acción.


· La acción vence el miedo. El temor es enemigo número uno del éxito.
· El temor impide aprovechar las oportunidades de triunfar.
· La acción le ayudará a vencer aquello que usted teme.
· Deja la indecisión y el aplazamiento, lánzate a la acción.

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