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Algunas leyendas sobre su vida nos hablan de que estuvo junto a la cruz
del Señor, cosa probable, puesto que San Mateo dice estaban allí "muchas
mujeres que le habían seguido desde Galilea”.
Según la leyenda provenzal, Santa Marta, anfitriona de nuestro Señor
Jesucristo, nació de una familia noble. Sus padres se llamaban Siro y
Encharia. El padre era duque de Siria y les había dejado a sus hijos Lázaro,
María y Marta, una buena herencia en Betania y Jerusalén. Marta jamás se
casó y permaneció virgen, contenta de servir al Señor, tanto en su mesa,
como por la fe. Después de la Ascensión de Nuestro Señor, al partir los
discípulos, y arreciar la persecución contra los cristianos, ella con un grupo
de santos (entre ellos sus hermanos Lázaro y María) y muchos otros
obispos elegidos y enviados por los apóstoles, se trasladaría a la Provenza,
entre los años 42-43. Más que trasladarse, fueron metidos en un buque sin
velas, ni remos ni timón y abandonados en el mar, llegaron hasta Marsella,
desde donde fueron a Aix, convirtiendo a la gente a la fe de Cristo y Marta
llamaba la atención por su fe, pureza y caridad.
La leyenda provenzal dice que Santa Marta murió con grandes consuelos
del Señor, que apareció a San Frontón y le llevó por los aires desde
Perigeux, junto a sus diáconos para que la enterrasen y cantaran misa
sobre su sepulcro. Frontón, por olvido, dejó allí su anillo y guantes, lo que
sirvió de prueba del milagro. El mismo Señor le aseguró que los devotos de
su santa anfitriona cuando vivía, no padecerían al momento de la muerte.
Reflexión personal:
Jesús fue muy claro con Martha, cuando en el evangelio Lucas escribe que Él
la confronta al responderle a su petición de que mande a María a ayudarla:
“Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas, cuando en
realidad una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, y nadie se la
quitará”.
Marta, consideraba que la atención y servicio a Dios era lo más importante.
Y, se sorprende de que su hermana no lo haga junto con ella. Tan segura está
de su postura que va con Jesús a pedirle que le exija a su hermana (por la
autoridad que Él tiene sobre ellas) que le ayude. Y resulta que, ese día,
descubre que María está haciendo lo mejor y que, además, nadie se lo puede
quitar. Es una invitación de Jesús a Marta a volver sus ojos a lo realmente
importante: escucharlo, contemplarlo, adorarlo.
Jesús la invita, me invita, a ocuparme sólo en lo necesario: estar sentada a los
pies del Señor, permanecer junto a Él, en actitud humilde, de quien reconoce
en Dios a su Señor y que espera todo de Él y, que además lo escucha (no lo
oye únicamente), escuchar es estar presente en lo que Él dice. Jesús en otro
pasaje dijo: el que escucha mi palabra y la pone en práctica yo estaré con Él y
haré en Él mi morada.
Santa Marta me dice que se puede cambiar, que no basta ser amigo de Jesús,
sino sentarse a sus pies y escucharlo.
Que ponga en primer plano mi relación profunda con Dios y lo demás se dará
por añadidura. Que sí puedo cambiar.
Jesús, amaba a Marta, era conocido por todos, tanto así que san Juan lo
escribe en el evangelio. Sin embargo, sus planes de amor, lastimaron a Marta
y María, porque ellas, humanas limitadas, no podían ver más allá. Jesús, por
ese amor que les tiene, permite la muerte de su amigo para manifestar en Él
la Gloria de Dios.