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María era la hermana pequeña de Marta y Lázaro, y vivían los tres juntos en
Betania, un pueblo cerca de Jerusalén. Los tres amaban al Señor y a Jesús le
encantaba estar y posar en su casa para descansar, eran sus amigos.
En este pasaje vemos a María sentada a los pies de Jesús, oyendo su palabra.
¿Dónde mejor podía estar que en esa situación? Antiguamente los rabinos o
maestros, se sentaban en una silla alta y los estudiantes en el suelo para
aprender de la sabiduría de los maestros. Aquí vemos a María con esa actitud
de humildad y tranquilidad a los pies de su Maestro por excelencia. No estaba
oyendo palabras o conversaciones ligeras o superficiales, Jesús siempre que
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hablaba, sus palabras eran palabras de Dios mismo, eran dignas de ser
escuchadas y guardadas en el corazón, como lo hacía María.
Hoy día ¿cuál es esa buena parte para nosotros? Es la misma que para María,
la buena parte es el tiempo que pasamos leyendo la Palabra de Dios y orando
con tranquilidad. La buena parte es lo que Jesús nos enseña a través de su
Palabra, las verdades espirituales aprendidas a los pies del Maestro y que no
nos serán quitadas. Nadie podrá arrebatar de nosotros esta Palabra de Dios, y
la atesoraremos en nuestros corazones para vivir conforme nos marca.
¿Te sientas tú a los pies de Jesús? ¿Oyes su palabra, le oras? ¿Has escogido la
buena parte? Debemos al igual que María comprender la importancia de
sentarnos a los pies de Jesús y recibir de Él.
Había muchos judíos que habían venido a consolar a Marta y María v.19, 31 y,
siguieron a María pensando que iba al sepulcro a llorar. Pero tuvieron el
privilegio de presenciar el milagro de la resurrección de Lázaro y creyeron en
Jesús v.45. Luego, por su testimonio y su hogar abierto aun en tiempos de
dolor y tristeza, muchos judíos pudieron ver el milagro y creer en Jesús.
¿Por qué hizo esto María? Puede haber muchas respuestas, pero la principal
es porque quería agradecer al Señor por haberla salvado y perdonado, por
enseñarle tantas verdades divinas, por haber resucitado a su hermano Lázaro
de entre los muertos. El Señor había hecho mucho por ella, ella quería
agradecerle y mostrar su amor por Él.
¿Cómo le mostramos al Señor que le amamos? Nuestra vida entera debe estar
llena de aquel olor de santidad que haga radiantes nuestras vidas en cualquier
lugar donde nos hallemos.
«El Señor le dijo: −Mi apreciada Marta, ¡Estás tan preocupada e inquieta con
todos los detalles! Hay una sola cosa por la que vale la pena preocuparse.
María la ha descubierto, y nadie se la quitará» Lucas (10,41-42).
Esto nos deja ver que María de Betania tenía mucho interés por la palabra de
Dios, siempre estaba atenta a lo que venía de Dios, se preocupaba por
aprender de Jesús y atesoraba más que cualquier cosa estar con Él y
escucharle. Ella entendía que poner a Dios en primer lugar, era el secreto de
una vida plena.
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2.- María sabía a quién acudir en medio de la adversidad
Lázaro murió, pero Jesús ya sabía lo que pasaría (Juan 11,4) y en su tiempo,
regresó a ver a sus amigas. ¿Qué pasó luego? Cuando Marta y María se
enteraron de que Jesús estaba por llegar, Marta corrió a recibirlo, pero María
se quedó en casa hasta que Jesús la llamó (Juan 11,28-29).
«Cuando la gente que estaba en la casa consolando a María la vio salir con
tanta prisa, creyeron que iba a la tumba de Lázaro a llorar. Así que la siguieron.
Cuando María llegó y vio a Jesús, cayó a sus pies y dijo: −Señor, si tan solo
hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto» (Juan 11,31-32)
3.- En medio de un mundo hostil, María, escogió amar sin importarle el «qué
dirán»
Ese perfume que María vertió sobre Jesús era tan costoso y único que estaba
valorado por el salario ¡de un año! Ahora piensa, ¿qué es esa cosa que atesoras
más en tu vida?, y ¿serías capaz de entregarlo por completo? Muchos de los
presentes la criticaron pensando en el valor de lo que, para ellos, fue un
“despilfarro” cuando se pudo haber aprovechado para alimentar a los pobres.
Derramar un perfume así de costoso puede ser ilógico para nosotros, pero
María entendía que Jesús tampoco era cualquier persona, y una persona
extraordinaria, es digna de cosas extraordinarias. Fue así como en medio de la
hostilidad, mientras unos la señalaban y otros planeaban matar a Jesús, a ella
no le importó el “qué dirán” y decidió honrarlo con lo más valioso que tenía.
Solo cuando se ama de esa manera es posible honrar a Dios como María de
Betania lo hizo, por eso su historia es recordada hasta el día de hoy.
Ella pasó tanto tiempo a los pies de su amigo que llegó a comprender y a
aceptar, mejor que los propios discípulos, el sacrificio de Jesús en la cruz. Los
discípulos se entristecían y no querían escuchar de la muerte de Jesús, ¡se
trataba de su héroe! Y nadie quiere ver morir a su héroe. Pero la relación que
María tenía con Él la llevó a entender a cabalidad que Él ganaría solo a través
de su sacrificio y sufrimiento.
Hermanos, que el Señor nos conceda las gracias necesarias para vivir junto a
sus pies, postrados a los pies del Maestro.