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ESTAR A LOS PIES DE JESÚS, EL MAESTRO

Hermanos, durante el Sitio de Jericó que acabamos de terminar, estuvimos


reflexionando de cómo conocer la voluntad de Dios en nuestra vida, una
actitud muy importante para ello, es buscarle, estar cerca de Él, postrarnos a
sus pies para escuchar su Palabra, percibir su voz, tal y como lo hizo María de
Betania, la hermana de Lázaro.

María, siempre estaba a los pies de Jesús

En primer lugar, dejemos claro que no debemos confundir a María de Betania


con la mujer pecadora de Lucas 7,36-50. Es verdad que las dos derramaron
perfume en los pies de Jesús y los secaron con sus cabellos, pero son
acontecimientos diferentes y de mujeres diferentes. Una es conocida como la
mujer pecadora, otra como María de Betania. En el primer caso, Jesús no
conocía a la mujer, en el caso de María de Betania, Jesús sabe quién es. En el
primer caso la mujer todavía no era creyente, según el v. 50: “Tu fe te he
salvado, ve en paz”; en el segundo caso, María ya era creyente y tenía una
relación espiritual con el Señor.

María era la hermana pequeña de Marta y Lázaro, y vivían los tres juntos en
Betania, un pueblo cerca de Jerusalén. Los tres amaban al Señor y a Jesús le
encantaba estar y posar en su casa para descansar, eran sus amigos.

Vamos a ver los tres acontecimientos en los que aparece María.

María a los pies de Jesús para aprender


"… entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía
ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba
su Palabra…" (Lucas 10,38-39)

En este pasaje vemos a María sentada a los pies de Jesús, oyendo su palabra.
¿Dónde mejor podía estar que en esa situación? Antiguamente los rabinos o
maestros, se sentaban en una silla alta y los estudiantes en el suelo para
aprender de la sabiduría de los maestros. Aquí vemos a María con esa actitud
de humildad y tranquilidad a los pies de su Maestro por excelencia. No estaba
oyendo palabras o conversaciones ligeras o superficiales, Jesús siempre que

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hablaba, sus palabras eran palabras de Dios mismo, eran dignas de ser
escuchadas y guardadas en el corazón, como lo hacía María.

Muchas veces se le recrimina a María que no ayudó a su hermana y la dejó con


todo el trabajo, pero si así hubiera sido, el Señor mismo la hubiera reprendido
o mandado con su hermana mayor, pero no fue así. El Señor mismo la alaba
en el v.42 por haber escogido la buena parte: “Pero solo una cosa es necesaria;
y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”.

Jesús está priorizando la cosa más necesaria, lo más importante en nuestras


vidas, y hay que saber escoger. María, con todo el jaleo que había de visitas,
de preparativos, ella tenía hambre de escuchar a Jesús, su palabra, su
enseñanza, de beber de la fuente de la vida, llenarse de Él.

Hoy día ¿cuál es esa buena parte para nosotros? Es la misma que para María,
la buena parte es el tiempo que pasamos leyendo la Palabra de Dios y orando
con tranquilidad. La buena parte es lo que Jesús nos enseña a través de su
Palabra, las verdades espirituales aprendidas a los pies del Maestro y que no
nos serán quitadas. Nadie podrá arrebatar de nosotros esta Palabra de Dios, y
la atesoraremos en nuestros corazones para vivir conforme nos marca.

¿Te sientas tú a los pies de Jesús? ¿Oyes su palabra, le oras? ¿Has escogido la
buena parte? Debemos al igual que María comprender la importancia de
sentarnos a los pies de Jesús y recibir de Él.

María a los pies de Jesús llorando


"Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo:
«Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.» Viéndola
llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se
conmovió interiormente, se turbo y dijo: «¿Dónde lo habéis puesto?» Le
responden: «Señor, ven y lo verás.»" (Juan 11,32-34)

Vemos otro episodio en la vida de María. Este es un episodio de tristeza y de


muerte. Su hermano Lázaro había muerto y las dos hermanas estaban muy
tristes. En cuanto Marta le dice a María que Jesús estaba allí y que la llamaba,
sale disparada como un trueno a buscarle. Ella sabe que Él entenderá su dolor,
la consolará. Cuando ve a Jesús, ¿en qué posición la vemos? v.32: “María,
cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole:
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Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Le dice lo
mismo que su hermana Marta v.21. Pero esta aparente queja está
acompañada de lágrimas v.33, se sentía profundamente triste por la muerte
de su hermano y la vemos a los pies de Jesús, sin exigirle nada, en posición de
humildad y adoración.

Jesús al verla llorar se estremeció en espíritu y se conmovió v.33. Fue movido


a misericordia y a actuar por las lágrimas y el dolor de María y por supuesto de
Marta. Jesús las amaba a las dos y vio los resultados tan horribles que trae el
pecado en el mundo, como es la muerte y la separación de los seres queridos.

Había muchos judíos que habían venido a consolar a Marta y María v.19, 31 y,
siguieron a María pensando que iba al sepulcro a llorar. Pero tuvieron el
privilegio de presenciar el milagro de la resurrección de Lázaro y creyeron en
Jesús v.45. Luego, por su testimonio y su hogar abierto aun en tiempos de
dolor y tristeza, muchos judíos pudieron ver el milagro y creer en Jesús.

¿Cómo actuamos en medio de las tribulaciones, problemas, muerte, tristezas,


pérdidas etc.? Aun en medio de esas circunstancias, tenemos que dar
testimonio de nuestra fe, porque es ahí donde la gente verá la diferencia de
nuestra fe y relación con el Señor.

María a los pies de Jesús para agradecer


"Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a
quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena.
Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. Entonces
María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies
de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume."
(Juan 12,1-3)

Aquí vemos de nuevo a Marta sirviendo, pero ya de una manera diferente,


toda su perspectiva había cambiado, ya no estaba afanada. Hay más invitados,
aunque no se mencionen sus nombres.

De repente María en silencio como ella acostumbra acercarse al Señor Jesús,


tomó un frasco de alabastro (frasco hecho de piedra blanca, a veces
translúcida, de apariencia marmórea) que contenía una libra (327´5 gr.) de
perfume de nardo (es una flor blanca muy olorosa) puro, sin mezclas; y lo
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derramó sobre los pies de Jesús. Después enjugó los pies con sus cabellos y
toda la casa se llenó del perfume de nardo.

¿Por qué hizo esto María? Puede haber muchas respuestas, pero la principal
es porque quería agradecer al Señor por haberla salvado y perdonado, por
enseñarle tantas verdades divinas, por haber resucitado a su hermano Lázaro
de entre los muertos. El Señor había hecho mucho por ella, ella quería
agradecerle y mostrar su amor por Él.

¿Cómo le mostramos al Señor que le amamos? Nuestra vida entera debe estar
llena de aquel olor de santidad que haga radiantes nuestras vidas en cualquier
lugar donde nos hallemos.

¿Qué enseñanza podemos sacar de estos textos bíblicos?

1.- María tenía sus prioridades muy claras


María entendía lo que era realmente importante en su vida y le dedicaba
tiempo. Sin importar lo que tuviese que hacer, ella no estaba dispuesta a
negociar sus prioridades; así lo vemos en el primer pasaje bíblico. Cuando Jesús
llegó de visita, María dejó todo de lado y se sentó a escuchar a su amigo,
mientras que su hermana, Marta, estaba atareada por los preparativos de la
cena. Al ver la actitud de María, Marta se molestó y le pidió a Jesús que le
instara a ayudarle, pero Jesús no respondió como ella esperaba:

«El Señor le dijo: −Mi apreciada Marta, ¡Estás tan preocupada e inquieta con
todos los detalles! Hay una sola cosa por la que vale la pena preocuparse.
María la ha descubierto, y nadie se la quitará» Lucas (10,41-42).

Esto nos deja ver que María de Betania tenía mucho interés por la palabra de
Dios, siempre estaba atenta a lo que venía de Dios, se preocupaba por
aprender de Jesús y atesoraba más que cualquier cosa estar con Él y
escucharle. Ella entendía que poner a Dios en primer lugar, era el secreto de
una vida plena.

Cuántas veces hermanos, tenemos a Jesús frente a nosotros y, en vez de


prestarle atención, escucharlo, preferimos afanarnos en nuestros deberes y
trabajos.

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2.- María sabía a quién acudir en medio de la adversidad
Lázaro murió, pero Jesús ya sabía lo que pasaría (Juan 11,4) y en su tiempo,
regresó a ver a sus amigas. ¿Qué pasó luego? Cuando Marta y María se
enteraron de que Jesús estaba por llegar, Marta corrió a recibirlo, pero María
se quedó en casa hasta que Jesús la llamó (Juan 11,28-29).

«Cuando la gente que estaba en la casa consolando a María la vio salir con
tanta prisa, creyeron que iba a la tumba de Lázaro a llorar. Así que la siguieron.
Cuando María llegó y vio a Jesús, cayó a sus pies y dijo: −Señor, si tan solo
hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto» (Juan 11,31-32)

En medio de tan terrible circunstancia, donde parecía no haber esperanza


alguna, María esperó por Jesús, y sólo cuando estuvo frente a Él fue que
descargó su dolor, después de todo, María sabía que solo Él podía darle el
consuelo y la fortaleza que necesitaba.

Cuando sientes que tus problemas te agobias, cuando sientes que ya no


puedes ¿qué haces? ¿Acudes a Jesús buscando consuelo y fortaleza o te
hundes en un sentimiento de impotencia, desesperación? ¿Te deprimes? ¿Qué
actitud tiene ante las dificultades del día a día?

3.- En medio de un mundo hostil, María, escogió amar sin importarle el «qué
dirán»
Ese perfume que María vertió sobre Jesús era tan costoso y único que estaba
valorado por el salario ¡de un año! Ahora piensa, ¿qué es esa cosa que atesoras
más en tu vida?, y ¿serías capaz de entregarlo por completo? Muchos de los
presentes la criticaron pensando en el valor de lo que, para ellos, fue un
“despilfarro” cuando se pudo haber aprovechado para alimentar a los pobres.
Derramar un perfume así de costoso puede ser ilógico para nosotros, pero
María entendía que Jesús tampoco era cualquier persona, y una persona
extraordinaria, es digna de cosas extraordinarias. Fue así como en medio de la
hostilidad, mientras unos la señalaban y otros planeaban matar a Jesús, a ella
no le importó el “qué dirán” y decidió honrarlo con lo más valioso que tenía.
Solo cuando se ama de esa manera es posible honrar a Dios como María de
Betania lo hizo, por eso su historia es recordada hasta el día de hoy.

¿Cuántas veces nosotros, hermanos, nos avergonzamos de nuestra fe, por


miedo al qué dirán?
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Conclusión
A lo largo de la Biblia, podemos ver en reiteradas ocasiones que Jesús hablaba
a sus discípulos de su muerte y resurrección, pero cada vez, ellos parecían no
entender esto, sino hasta que sucedió. Para María, no fue así.

Ella pasó tanto tiempo a los pies de su amigo que llegó a comprender y a
aceptar, mejor que los propios discípulos, el sacrificio de Jesús en la cruz. Los
discípulos se entristecían y no querían escuchar de la muerte de Jesús, ¡se
trataba de su héroe! Y nadie quiere ver morir a su héroe. Pero la relación que
María tenía con Él la llevó a entender a cabalidad que Él ganaría solo a través
de su sacrificio y sufrimiento.

Hermanos, si queremos vivir una vida plena, si deseamos conocer la voluntad


de Dios en nuestra vida, no hay mejor lugar para logarlo, que estar a los pies
de Jesús.

Muchos prodigios, milagros, grandezas de Dios fueron manifestadas al estar a


los pies de Cristo Jesús, en Mateo 15,30 nos dice que " Y se le acercó mucha
gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos
enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó"; la humildad de
corazón, el corazón lleno de amor y adoración a Él es tesoro preciado para el
Señor!

La Biblia nos enseña que ante cualquier situación debemos reconocer el


poderío de Cristo postrándonos a sus pies; bien sea, para ser sanados (Mt. 8,1-
3), liberados (Mt. 15,21-28), para agradecerle (Lc. 17,15-16), contemplarle (Lc.
10,38-42), ser consolados (Jn 11,28-33).

Al mantenernos postrados ante la presencia de Dios, a sus pies, reconocemos


su majestuosidad, su grandeza, su poder, su magnanimidad, y nuestra realidad
como adoradores en Espíritu y en Verdad, así como nuestra disposición a
servirle fielmente. Nos fortalecemos, ganamos batallas contra las huestes del
mal, renovándonos y restaurándonos constantemente en Cristo Jesús.

Hermanos, que el Señor nos conceda las gracias necesarias para vivir junto a
sus pies, postrados a los pies del Maestro.

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