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Tal concepto puede definirse como una pena de carácter especial, aplicada sobre el
interno con una doble finalidad. Una de carácter retributivo, por cuanto tipifica la
conducta infractora del interno, produce la prueba de cargo necesaria e impone
finalmente una medida de restricción a la conducta impropia cometida. La otra de
carácter preventivo, orientada a reestablecer el orden y preservar al ámbito penitenciario
de ingerencias nocivas de internos que no han demostrado adaptarse debidamente a los
regímenes carcelarios.
Ahora bien, sin ingresar al análisis de los diferentes tipos de sanciones disciplinarias que
previstas legalmente, nos abocaremos al estudio de un problema en particular: la
inexistente asistencia técnica del interno frente al proceso sancionatorio que deriva
razonadamente en una sanción de permanencia en celda de aislamiento y separación del
régimen común.
En primer lugar debe ponderarse la importancia del caso en análisis, en cuanto a que sin
perjuicio de existir en la actualidad aceptación jurídica de tribunales de constitución y
procedencia administrativa, siendo ellos de las más variadas especies, debemos
concentrarnos en la posibilidad de que una autoridad de tales características imponga
una sanción de restricción y/o de privación de la libertad ambulatoria. Aún más, sin
considerar la intervención dentro de las actuaciones que dirigen y deciden sobre la
imputación, de un letrado o asistente técnico que obre "in situ" en defensa del imputado.
Ello, aparece como un llamativo olvido legal, atendiendo a la histórica preocupación del
legislador a la hora de garantizar lo más ampliamente posible, el ejercicio y respeto de
libertades y garantías individuales dentro del ámbito carcelario.
En ese sentido podemos ver que en el presente la asistencia letrada sólo opera una vez
comunicada la sanción al Juez de Ejecución Penal y por intermedio de éste, con la
intervención del Sr. Defensor Oficial y/o letrado particular. Que, tratándose el proceso
sancionatorio de un acción sumaria y resultando inmediata la resolución de la
instrucción, debe concluirse que la citada garantía de asistencia, sólo se concreta
-generalmente- una vez cumplida por completo la sanción de aislamiento. Con ello,
podemos ver que la intervención de Sr. Juez de Ejecución Penal y las partes que
accionan en el legajo de condenado, es al menos tardía.
Por otro lado, nos resulta impropia la constitución de la autoridad penitenciaria como
tribunal competente para resolver en materia de sanciones disciplinarias, siempre que
amén de estudiar, ponderar e imponer la sanción, comparte -en determinado tipo de
sanciones- plena identidad con la misma parte damnificada, afectando en esos casos la
garantía de imparcialidad protegida al más alto nivel legislativo. Si bien las autoridades
instructoras de la sanción no se corresponden con las que conllevan funciones de
vigilancia e interactúan directamente con el interno sujeto de imputación, no podemos
menos que considerar que pertenecen a la misma fuerza de seguridad. Dentro de este
esquema, no se ha considerado ningún régimen ó procedimiento que impida ó evite la
superposición de funciones de quien -en un principio- interactuó cotidianamente con el
interno, cumpliendo funciones de seguridad, prevención, vigilancia, control, etc. y -con
posterioridad y eventualmente-, culminó ejerciendo funciones de instrucción de
sanciones, decidiendo y considerando la prueba cargosa y descargo volcados en el
proceso.
El tema no resulta de una entidad menor, en cuanto a que por la propia dinámica y
proyección profesional que posee el Servicio Penitenciario Federal, son cotidianos los
traslados y promociones de los agentes penitenciarios que lo conforman; ello potenciado
con la tangible posibilidad de traslado de los internos, como resultante necesaria de la
progresividad del tratamiento penitenciario individual. Con ello, es plausible considerar
la posibilidad que tanto el juzgador como el administrado, hubieran de conocerse
previamente en otras circunstancias y bajo otras perspectivas de interacción, que al
momento de decidir sobre la procedencia y entidad de la sanción, condicionen ó
influyan indebidamente su resultante.
En torno al tema, bien podríamos conjeturar que asiste a los internos el derecho de
recusar fundadamente al personal penitenciario, cuya objetividad -de cara a las razones
ya mencionadas- se encuentre cuestionada.
Sobre el particular, el art. 43 del citado anteproyecto prevé "El sumariante procederá,
en un plazo máximo de cinco días, a notificar al imputado: a) la infracción que se le
imputa; b) los cargos existentes; c) las pruebas en su contra; d) los derechos que le
asisten, especialmente a aportar los elementos de prueba que considere necesarios
para realizar su defensa... e) la posibilidad de que se notifique a su Defensor Oficial ó
particular, ó a la Procuración Penitenciaria de la existencia de la imputación en su
contra y la posibilidad de designar a uno u otro como letrado defensor exclusivamente
para esas actuaciones....". Adviértase sobre el particular, que el inc. e) del citado
articulo confiere al interno "la posibilidad" de acceder a una efectiva tutela de derechos
en la tramitación del proceso sancionatorio, dejando librado al azar la factibilidad de
que -arbitrariamente, por medios coactivos y contra la voluntad del interno-, el personal
instructor haga constar en tales actuaciones la negativa del mismo en acceder a su
defensa técnica letrada. Que, si bien no debe presumirse como regla la posibilidad cierta
de ejercicios de abuso de poder como el planteado, debe destacarse que la tutela de
derechos y garantías de orden constitucional dentro del ámbito carcelario, exige
previsión y cautela extraordinarias. Por tanto, estimo que tal derecho debería aparecer
garantizado sin opción alguna a renuncia expresa ó tácita por parte del interno.
Por último, debo admitir que ponderar la posibilidad de nulificar judicialmente todo
proceso sancionatorio donde se perciba la falta de debida asistencia técnica del interno,
conllevaría en los hechos, a un verdadero shock al sistema penitenciario, por cuanto la
autoridad penitenciaria se vería seriamente discutida en dicha materia, como así
también, se advertiría inconsistente tal solución, en atención a que aún así no se evitaría
al interno cumplir totalmente con la medida de aislamiento.
Por lo tanto estimo que como única solución al problema, corresponde iniciar el proceso
de revisión legislativa correspondiente ó como solución alternativa culminar con la
sanción de ley del citado anteproyecto.