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Santiago Koval
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Orlan, nacida Mireille Suzanne Francette Porte, es una artista nacida en Francia en 1947 que se ha
sometido a incontables operaciones e implantes quirúrgicos convertidos en performances y obras de arte.
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(1998), Extended Arm (2000), Muscle Machine (2003), Prosthetic Head (2003) y Extra
ear (2004).
La mano utilizada por Stelarc está moldeada en látex de modo de proteger los
sensores y proporcionar la fricción necesaria para la manipulación, y se compone de
diversos materiales, entre otros: aluminio, acero inoxidable, acrílico, electrodos, cables
y baterías. Desde un punto de vista mecánico, le permite agarrar y soltar objetos con
firmeza o delicadeza, y ofrece 290 grados de rotación de muñeca en ambos sentidos.
Además, cuenta con un sistema de retroalimentación táctil que genera un sentido de
tacto a su portador. Los movimientos de la mano están controlados por las señales
eléctricas de los músculos abdominales y de las piernas mediante contracciones y
dilataciones musculares.2
Originalmente, fue concebida como un accesorio semipermanente, pero debido a
la irritación que produce sobre la piel a causa del gel del electrodo y del peso de la mano
(aproximadamente, unos 2 kg), el acople derivó en un instrumento de rendimiento
especial. Tercera Mano representa, según el propio Stelarc, un trabajo que explora la
interfaz íntima de la tecnología y el aumento protésico, no con el fin de promover un
reemplazo de una parte faltante, sino a modo de adición al cuerpo. Una prótesis que no
simboliza una ausencia, sino un “síntoma de exceso”.3
3. El cuerpo-cíborg
El término cuerpo-cíborg (o, sencillamente, cíborg) se ha convertido en la expresión
por excelencia en la que se depositaron los imaginarios vinculados con la invasión
técnica del ser humano (Hables Gray, 1995). Esta invasión se funda en los avances
científicos de las décadas de 1940 y 1950, concentrados en la Cibernética, de Norbert
Wiener, y en la Teoría matemática de la información, de Claude Shannon y Warren
Weaver. Desde la década de 1970, la conquista técnica del cuerpo se ha visto
impulsada, asimismo, por el discurso tecnoutópico y libertario construido alrededor de
la Sociedad de la Información y el Conocimiento (Mattelart, 2002).
El término cíborg (en inglés, cyborg, acrónimo de cybernetic organism),
apareció por primera vez en un artículo de Manfred Clynes y Nathan Kline publicado en
el mes de septiembre de 1960 en la revista Astronautics. En su definición original,
refiere un organismo capaz de integrar eficazmente los componentes externos que
expanden las funciones que regulan su cuerpo y su mente; un ser humano aumentado
que soportaría las duras condiciones de la atmósfera extraterrestre y que sería capaz,
entre otras cosas, de sobrevivir a una guerra nuclear y a un mundo posatómico (Yehya,
2001):
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Información obtenida el sitio web oficial de Stelarc: http://stelarc.org/
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Información obtenida el sitio web oficial de Stelarc: http://stelarc.org/
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La traducción del original es nuestra.
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4. La fotografía
4.1. Niveles de análisis
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Entrevista a Stelarc: “Extended-Body: Interview with Stelarc”, realizada por Paolo Atzori and Kirk
Woolford, Academy of Media Arts, Colonia, Alemania. Disponible en The Program in History &
Philosophy of Science, Stanford University: https://web.stanford.edu/dept/HPS/stelarc/a29-
extended_body.html
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Véase Metz (1964).
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Dimensión social
Dimensión
discursiva
Dimensión mediática
Dimensión técnica
De acuerdo con Tagg (2005), la fotografía, en cuanto que modo de producción cultural,
carece de identidad intrínseca. Su posición está configurada a partir de relaciones de
poder; “depende de las instituciones y de los agentes que la definen y la ponen en
funcionamiento” (p. 85). No solo en el nivel de la producción se encuentra la fotografía
vinculada con condiciones de existencia históricamente definidas; además, sostiene
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Hay que conceder que los géneros y estilos corresponden a clasificaciones sociodiscursivas y que, por lo
tanto, son arbitrarias.
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A pesar de que la fotografía dependa del contexto histórico de su producción, hay que
reconocer, además, que resulta de prácticas institucionales que producen, como tales,
regímenes de verdad y de sentidos totalmente nuevos: de acuerdo con Tagg, “las
fotografías nunca son ‘prueba’ de lo histórico, ellas mismas son lo histórico8” (2005, p.
87). A esto mismo se refiere Burke (2001) cuando afirma que se pueden “utilizar los
testimonios visuales como documentos históricos” (p. 14). Por este motivo, siguiendo a
Renier, Burke propone sustituir la idea de fuentes por la de “vestigios del pasado en el
presente” (p. 16), dentro de los cuales se ubicarían las fotografías, en cuanto que
permiten “compartir las experiencias y los conocimientos no verbales de culturas del
pasado” (p. 16).
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El énfasis es nuestro.
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5.1. El corpus
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comentarios al proyecto. De este universo fotográfico, se han escogido las imágenes con
mayor tamaño (medido en píxeles), y con mejor calidad y definición, a fin de facilitar el
análisis textual. Dos de las imágenes están en blanco y negro (Imágenes 1 y 5), y tres,
en color. Una sola fotografía (Imagen 4) refleja el movimiento, indicado por la
yuxtaposición de diversas imágenes tomadas por medio de un procedimiento de larga
exposición. Una sola de las imágenes (Imagen 5) refleja la escritura que es capaz de
articular la mano mecánica, evidenciada en la palabra en formación “EVOLUTION”. Se
han descartado, por último, las imágenes que reflejan las circunstancias previas o
posteriores a la ejecución de la performance, y esto con el objeto de recuperar
únicamente el registro de la actividad artística per se. Este recorte se evidencia en el
hecho de que, en todas las fotografías, Stelarc se encuentra desnudo, hecho que favorece
la visibilidad del artefacto puesto en funcionamiento. Consideramos que este criterio de
selección de los observables satura la diversidad del universo de fotografías existentes y
disponibles del proyecto artístico Third Hand de Stelarc.
Se trata de estudiar la figuración del cuerpo atravesado por el elemento técnico, esto es,
el cuerpo-cíborg. Siguiendo a Traversa (1997), entenderemos la figuración como el
resultado del tratamiento de los modos de aludir y dar a ver una entidad identificable. La
noción de figuración desborda a la de imagen, puesto que se implican en ella los
“modos de semiotización” (191), es decir, el “efecto de operaciones de intersección”
(191) que resultan del “despliegue de una potencialidad” (190). Entendida como
proceso, el estudio de la figuración incluirá el análisis de la serie fotográfica en
términos de los componentes icónicos puestos en juego, pero también en términos de su
ornamentación y composición gráfica, y en su relación con lo escrito, en tanto que
notación de la lengua (1).
Desde un punto de vista metodológico, cabe hacer algunas aclaraciones. En
primer lugar, hay que reconocer que, pese a que la fotografía lleve siempre consigo a su
referente (Barthes, 2002; Tagg, 2005; Bourdieu, 1996), esta se encuentra separada de él
en tiempo y en espacio, y es, por ello, fundamentalmente polisémica. Procuraremos,
pues, analizar las fotografías, en su calidad de objetos-imagen y de artefactos culturales,
con el sentido de reconocer el sentido construido por sus diversos niveles de mensajes, y
esto de forma independiente de su referente. Como escribe Bourdieu, “[l]a fotografía,
lejos de ser percibida como significándose a sí misma y nada más, es siempre
interrogada como signo de algo que ella no es” (1979, p. 159).
Segundo, en nuestro abordaje de las fotografías, haremos hincapié en las formas
de estructuración de la denotación, que Barthes (2002; 1964) denomina “procedimientos
de la connotacion”. De acuerdo con el semiólogo francés, la connotación –es decir, la
imposición de un sentido secundario al mensaje fotográfico propiamente dicho–, se
elabora en diversos niveles de producción que comportan una codificación de lo
analógico fotográfico, a saber: el trucaje, la pose, los objetos, la fotogenia, el
esteticismo y la sintaxis, en cuanto que aspectos formales que, en su estructuración del
contenido, asignan contexto y sentido al fondo temático construido.
Es importante recordar que el sentido del análisis radica en la inspección del
fondo temático, esto es, en el estudio del fundamento conceptual que subyace a las
manifestaciones que son observables en el material recortado. Este abordaje nos
obligará, necesariamente, a considerar la forma expresiva de los materiales sometidos a
observación, vale decir, aspectos tales como el encuadre, el montaje, el color, la
iluminación, la composición, etc., que dan contexto y sentido al contenido enunciado.
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6. El análisis
En primer lugar, hay que decir que en la construcción estética de las fotografías
analizadas se observa una composición enmarcada en un escenario con fondo negro
(Imágenes 1-4) o blanco (Imagen 5), vaciado de significación y deslocalizado;
definición que habilita una situación que no existe por sí misma –que no está
singularizada–, y que, sin embargo, constituye un marco de representación regular para
el cuerpo que posa delante de él. Arcand (1991) dice acerca de la pornografía que esta
no es una materia identificable, sino más bien una relación entre un contenido y un
contexto social. Al respecto, en su análisis de Steven Marcus, Arcand sostiene que el
género pornográfico “está fundado esencialmente en la eliminación progresiva de la
realidad social con el objeto de alcanzar el estado extático de lo que él llama la
‘pornotopía’, en donde ya no hay tiempo ni espacio más que para el sexo” (p. 26). Se
trata, entonces, de una perfecta simplicidad: “la representación del sexo en sí mismo sin
maquillaje y sin otra referencia, sin pretexto o excusa, en resumidas cuentas, el sexo sin
otra razón” (p. 26).
En un sentido similar, podríamos pensar que asistimos en las fotografías de
nuestro corpus a una somatotopía, en la que solo hay lugar para la representación del
cuerpo humano. Es decir, son las nuestras fotografías antropométricas: el cuerpo
humano se presenta como la magnitud y medida principal que determina las
definiciones formales de cada pieza. En las fotografías, el negro o el blanco (el fondo)
es secundario y accesorio al cuerpo (la forma), y es entonces el cuerpo el aspecto central
puesto en exhibición. Tanto es así que la mano mecánica, con sus cables y extensiones,
pasa en cierto modo a segundo plano, y son así las texturas, los músculos, los pelos y
los pliegues de la piel, en suma, las formas primitivas y desprovistas de cultura del
cuerpo del artista, las que aparecen como más significativas.
Desde el punto de vista denotativo, se percibe un cuerpo humano desnudo,
completo o recortado, que adopta poses y posturas funcionales a un artefacto que carga
consigo sobre su brazo derecho. El artefacto tiene forma de mano en su terminación,
aunque resalta su aspecto metálico, artificial, y se encuentra conectado por múltiples
cables que recorren y circunvalan el cuerpo, y que lo conectan con las otras
extremidades y partes corporales. El hombre, de entre 45 y 60 años, con calva y grandes
patillas en los costados de su cabeza, no mira a la cámara, sino que su mirada y su rostro
se dirigen invariablemente en dirección al artefacto, o a sus extensiones funcionales, y
se diría que todo su cuerpo adopta una forma y postura que es funcional a la mano
mecánica que lleva consigo. En el conjunto de las representaciones, la mano natural
asume siempre la misma posición que la mano artificial, generando un efecto especular
entre ambas.
Ahora bien, aunque similares entre sí, cada una de las cinco fotografías propone
una información iconográfica específica, motivo por el cual será necesario analizarlas
por separado.
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Es de notar que, para ser interpretada como tal, la ilusión de movimiento generada por medio de este
recurso requiere de códigos de representación socialmente compartidos.
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genera con el sentido de mostrar una funcionalidad del artefacto: la capacidad que
ofrece al artista de agarrar, mover o lanzar una bola. El cuerpo, en colores y con
encuadre horizontal, está en plano medio corto, y se halla difuminado y desvanecido, y
aparece entonces con mayor vigor la mano mecánica que porta, montada sobre la mano
natural, una bola blanca. En la prensión de la bola, se evidencia la precisión (la
oposición de los pulgares) que habilita el artefacto. El rostro y la mirada de Stelarc
acompañan el recorrido de la bola, desde el extremo derecho hasta el extremo izquierdo,
desde sendas manos derechas que cargan la bola hasta la recepción de la mano
izquierda, que la captura entre sus dedos. Aquí, los cables, electrodos y baterías se
desdibujan, y tiene entonces mayor protagonismo visual la mano mecánica puesta en
funcionamiento.
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7. Discusión
7.1. El cuerpo como espectáculo, el cuerpo como constructo
Berger (1998) distingue en los trajes de los tres campesinos que caminan a un baile al
caer la tarde, fotografiados por August Sander, una dignidad física específica
coincidente con una forma de funcionalismo, y en los trajes de los gentleman, una
forma de sedentarismo, observación que lo lleva a hablar de la hegemonía de clase de
Gramsci: los campesinos internalizan y aceptan como suyos los criterios y valores de la
clase dominante. Trataremos de realizar aquí una asignación similar de sentido en el
nivel retórico del análisis, procurando definir en ello el fondo ideológico construido por
el corpus fotográfico que acabamos de analizar. Esto es: sobre la base del estudio
semiológico operado a partir de las imágenes individuales, rastrearemos los aspectos
semánticos y retóricos que tienen en común con el fin de elaborar con un relato
ideológico (en cuanto que campo común de significados connotados) respecto del
concepto de cuerpo-cíborg construido en las fotografías.
Ahora bien, en primer lugar, es menester tener en cuenta, siguiendo a Bourdieu
(1986; 1998), que la fotografía puede entenderse como una instancia de objetivación de
la subjetividad; y, en una misma línea, siguiendo a Barthes (1990), que la fotografía
crea el cuerpo o lo mortifica, dado que, en el acto de “posar”, el sujeto se fabrica como
otro cuerpo: se convierte, anticipadamente, en una imagen. Estas dos nociones presentes
en Bourdieu y en Barthes se ponen de manifiesto en las cinco fotografías seleccionadas,
pues asistimos en ellas a la objetivación que hace el artista de su propia corporalidad. Su
cuerpo está puesto allí como espectáculo, como punto de observación y convergencia de
las miradas. En diversa proporción e importancia, el cuerpo de Stelarc está
escénicamente dispuesto para representar, en todo su espesor y con toda su presencia, su
propia naturaleza y sustancia: en las fotografías, el sujeto-Selarc deviene cuerpo-objeto,
fabricado como imagen, como cuerpo otro.
El cuerpo de Stelarc, sin embargo, en su representación objetivada y en su
cualidad de otro, en su estar allí como espectáculo y como punto de encuentro de las
miradas, se halla sometido a criterios de legitimidad y eficacia. No es un cuerpo libre y
natural, sino un cuerpo normalizado (Foucault, 2002), supeditado a un conjunto de
“técnicas corporales” que expresan “la forma en que los hombres, sociedad por
sociedad, hacen uso de su cuerpo en una forma tradicional” (Mauss, 1971, p. 337). Los
modos de representación del cuerpo del artista están condicionados por formatos
culturales y por convenciones institucionalizadas respecto de cómo mostrarlo, por las
pautas culturales que ritman su carnalidad, que la convierten en una resultante de
fuerzas y experiencias sociales incorporadas mediante mecanismos incidentales e
inconscientes (Mauss, 1971). Así, el cuerpo del artista, aunque exhibido en su
naturaleza y en su sustancialidad, resulta no obstante de un proceso de construcción
culturalmente determinado (Heidt, 2014).
En su análisis de la fotografía, Bourdieu (1986) hace hincapié en los gestos
inmóviles y aplomados de los rostros y gestos surgidos de la frontalidad de los cuerpos
estáticos en la inmutabilidad del plano. La frontalidad, escribe Bourdieu, “significa lo
eterno, por oposición a la profundidad, allí donde se introduce la temporalidad” (p.
138). Al respecto, también las poses en las fotografías analizadas obedecen a sistemas
simbólicos que se inscriben en prácticas sociales y en campos de conducta
históricamente definidos. El cuerpo de Stelarc no se halla en modo alguno en una
situación y posición natural, sino que se muestra tensado, colocado y dispuesto
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artificialmente, fijado en una cierta postura funcional y elaborada, por tanto, cultural,
social e históricamente definida.
El cuerpo de Stelarc se muestra siempre desnudo o semidesnudo, y se exhibe en
su aparente animalidad; con todo, su genitalidad se halla cubierta e intencionalmente
negada. Este no es un hecho fortuito, sino una decisión consciente del fotógrafo o del
propio artista, pues hay en las posiciones del cuerpo y del artefacto, y en el juego de
luces y sombras que los habilitan, una disposición tendiente a ocultar el sexo. En este
sentido, aparece una noción del cuerpo como espacio de vergüenza: la sexualidad se
presenta en las fotografías como un tabú (Heidt, 2014). Se evidencia aquí, pues, la
tendencia indicada por Heidt a ocultar las manifestaciones que nos recuerdan el pasado
animal: el refinamiento y la modelación intencionales, la domesticación del animal que
hay en nosotros mediante un sometimiento de nuestra propia biología (en Pérez, 2014).
8. Conclusiones
Hemos hecho un recorrido expositivo tendiente a explorar la figuración del cuerpo
observable en un corpus fotográfico que recoge las manifestaciones performativas más
destacadas del proyecto Third Hand de Stelarc. El sentido de este abordaje radicó,
según anticipamos, en analizar el registro fotográfico de la performance con el fin de
reconocer en ellas los modos de tratamiento del cuerpo-cíborg, según es definido y
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