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Colonialidad

Pablo Quintero (UBA - CONICET); en Proyecto: DICCIONARIO DEL PENSAMIENTO


ALTERNATIVO II

La categoría colonialidad o colonialidad del poder designa al patrón estructural de poder específico
de la modernidad, originado a partir de la conquista de América y la subsecuente hegemonía
planetaria europea. Se compone históricamente a partir de la asociación entre un sistema de
dominación asentado en un entramado de relaciones sociales intersubjetivas, basadas en la
clasificación social jerárquica de la población mundial; y un sistema de explotación, que consiste en
la articulación de todas las formas conocidas de expropiación del trabajo conocidas en una única
estructura hegemonizada por el capitalismo. La colonialidad es, en este sentido, uno de los
elementos constitutivos del patrón global de poder capitalista. La conceptualización de la
colonialidad, supone que con la constitución de América, el emergente poder capitalista se hace
mundial, sus centros hegemónicos se localizan en las zonas situadas sobre el Atlántico -que después
se identificarán como Europa-, y como eje central de su nuevo patrón de dominación se establece la
colonialidad (Quijano, 2000b). Según Aníbal Quijano (2000a) la colonialidad, se compone
históricamente sobre la asociación estructural de dos ejes centrales que fueron constituyéndose a
partir de la conquista de América, entre fines del siglo XV y principios del siglo XVI. El primero de
estos ejes consiste, ante todo, en un sistema de dominación asentado en un entramado de relaciones
sociales intersubjetivas, basadas en la clasificación social jerárquica de la población mundial,
sostenida en la configuración y naturalización de la idea de “raza” (Quijano, 1993). La idea de raza
como categoría central de la clasificación social colonial, desempeñará un papel medular dentro de
las nuevas identidades geoculturales globales que se constituyeron históricamente con el
colonialismo hispánico, articulándose posteriormente en una misma trama de estratificación social,
con otras formas de clasificación basadas en la idea de clase y en las ideas de “género”/sexualidad,
estas últimas son muy probablemente las modalidades más antiguas de clasificación social, pero
fueron reconstituidas dentro de un nuevo marco de sentidos asociados a la colonialidad (Quijano,
2000a). Es en este sentido que la de idea de raza y el complejo ideológico del racismo, impregnan
todos y cada uno de los ámbitos de existencia social y constituyen la más profunda y eficaz forma
de dominación social, material e intersubjetiva (Quijano, 2001), por ende la naturalización de la
idea de raza y sus concomitantes ha dispuesto que la posición subalterna de las poblaciones
derrotadas en el conflicto histórico de la conquista -y las subsecuentemente sometidas por el
específico e histórico patrón de poder de la colonialidad- sea considerada no como el resultado de
un conflicto de poder sino como la derivación lógica de una inferioridad esencial en su naturaleza.
El segundo eje estructural de la colonialidad, está compuesto por un sistema de explotación que se
gestó en el mismo movimiento histórico de producción y de control de subjetividades que da origen
a los ejercicios clasificatorios descritos en el primer eje. En este sentido, con la conquista de
América, comienza a constituirse paralelamente un nuevo sistema de control del trabajo, que
consiste en la articulación de todas las formas de explotación conocidas hasta entonces (esclavitud,
servidumbre, pequeña producción mercantil, etc.), en una única estructura heterogénea de
producción de mercancías para el mercado mundial, alrededor de la hegemonía del capitalismo
(Quijano, 2001). El capitalismo se desarrolló desintegrando a todas las antiguas modalidades
societales de trabajo, absorbiendo y redefiniendo todos los fragmentos estructurales anteriores que
le fueran útiles, al tiempo que generalizaba la mercantilización de todos los procesos sociales de
producción y distribución. Debido a su propio carácter, el capitalismo ha articulado históricamente
diferentes formas de explotación desarrolladas en las más diversas latitudes, configurando un único
orden mundial encarnado en el control global del trabajo. Asociados a estos dos ejes de la
colonialidad, se yerguen dos procesos constitutivos fundamentales y conexos, a saber: el
establecimiento de un nuevo sistema de control generalizado de la autoridad colectiva (o pública)
que girará paulatinamente en torno a la hegemonía del Estado (Quijano, 2001) en asociación con la
progresiva configuración de un sistema de Estados conformados por los dominadores del actual
patrón de poder, del cual serán excluidas las poblaciones subalternas, al menos hasta bien entrado el
siglo XIX. En asociación directa al proceso anterior, se funda un nuevo sistema de producción y
control de las relaciones (inter)subjetivas que fue elaborado y sistematizado a mediados del siglo
XVII en Europa, como parte del eurocentramiento del patrón de poder moderno/colonial, y que
puede ser denominado como eurocentrismo (Quijano, 1997). El eurocentrismo está caracterizado
por un conjunto de imaginarios sociales y de perspectivas de conocimiento, dependientes tanto de
las exigencias del capitalismo, como de la necesidad de los colonizadores de perpetuar y naturalizar
su dominación. Esto ha incluido históricamente la apropiación de los logros intelectuales e incluso
tecnológicos de los colonizados (Quijano, 1993). No obstante, el rasgo más potente del
eurocentrismo ha sido un modo de imponer sobre los dominados un espejo distorsionante que les
obligará, en adelante, a verse con los ojos del dominador, bloqueando y encubriendo la perspectiva
histórica y cultural autónoma de los dominados bajo ese patrón de poder. Debe notarse que el
concepto de colonialidad difiere de la noción de “colonialismo”. Colonialismo designa una relación
política y económica, en la cual la soberanía de un pueblo reside en el poder de otro pueblo o
nación que explota la naturaleza y productos del trabajo de los colonizados. En contraposición a
esto, la colonialidad se refiere a un patrón de poder que emergió como resultado del colonialismo
moderno, pero que en lugar de estar limitado a una relación de poder entre dos pueblos o naciones,
más bien da cuenta de la forma como el trabajo, el conocimiento, la autoridad y las relaciones
intersubjetivas se articulan entre sí a través del mercado capitalista mundial y de la diferencia
colonial (Mignolo, 2003). Así, pues, aunque el colonialismo precede temporalmente a la
colonialidad, esta última, en tanto patrón de poder, sobrevive al colonialismo. En este mismo
sentido, la categoría colonialidad no designa simplemente a una “herencia” colonial sino más bien
al modelo estructural de dominación, explotación y conflicto originado con el colonialismo global
europeo, pero reconfigurado constantemente durante el largo tiempo histórico de la modernidad.
Por ende, se habla de un patrón de poder, en tanto que sistema ordenador y acumulativo de las
relaciones sociales en la trama histórica de América Latina. De esta manera, la emancipación
latinoamericana del siglo XIX desmanteló al colonialismo pero no a la colonialidad. La
colonialidad sigue siendo el elemento central de la estructuración de la sociedad, ya que tanto sus
ejes centrales, como sus dinámicas de dominación, explotación y conflicto, siguen (re)produciendo
las modalidades de existencia social en América Latina. Los orígenes de la categoría colonialidad
remiten directamente a las investigaciones y propuestas teóricas del sociólogo peruano Aníbal
Quijano, progenitor de la noción en América Latina. A inicios de la década de los ´90 Quijano
propone el término en un texto individual (Quijano, 1991) y en un escrito en conjunto con
Immanuel Wallerstein (Quijano y Wallerstein, 1992). En sus publicaciones subsiguientes Quijano
ampliará y reformulará la categoría, articulándola con sus propuestas teóricas. La idea de
colonialidad es por ende indisociable de los modelos analíticos de Quijano, particularmente de su
teoría sobre el poder (Quijano, 2000a y 2001), de sus estudios sobre la dominación cultural
(Quijano, 1980 y 1997) y de sus formulaciones sobre la heterogeneidad estructural de América
Latina (Quijano, 1988 y 1990). En las elaboraciones de Quijano el concepto colonialidad y
colonialidad del poder son permutables, no así en las producciones posteriores de otros autores. En
la última década se ha generado una honda expansión de la categoría y de sus usos, siendo
esgrimida actualmente de muy diversas formas incluso más allá de América Latina. El uso más
extendido y significativo de la propuesta de la colonialidad está ligado a lo que se ha conocido
como el “proyecto modernidad/colonialidad/decolonialidad” que reúne a un conjunto heterogéneo
de intelectuales-activistas latinoamericanos en torno al debate sobre estas problemáticas (Escobar,
2005). Desde allí, se han propuesto distintos usos y flexiones del término colonialidad con el fin de
profundizar y enfocar diferentes ámbitos o problemáticas; entre las flexiones más extendidas de la
noción se encuentran: colonialidad del saber, colonialidad del ser y colonialidad de la naturaleza.

Fuentes: Escobar, Arturo (2005) Más allá del tercer mundo. Universidad de Cauca, Bogotá.- Mignolo,
Walter (2003) Historias locales / diseños globales. Akal, Madrid.- Quijano, Aníbal (1980) Dominación y
cultura. Lo cholo y el conflicto cultural en el Perú. Mosca Azul, Lima.- Quijano, Aníbal (1988) Modernidad,
identidad y utopía en América Latina. Sociedad y Política, Lima.- Quijano, Aníbal (1990) “La nueva
heterogeneidad estructural de América Latina”, Hueso Húmero, 26, Lima.- Quijano, Aníbal (1992)
“Colonialidad y modernidad/racionalidad”, Perú Indígena, 13 (29), Lima.- Quijano, Aníbal (1993) “Raza,
etnia y nación en Mariátegui: cuestiones abiertas”, en R. Forgues (Ed) José Carlos Mariátegui y Europa.
Amauta, Lima.- Quijano, Aníbal (1997) “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América
Latina”, Anuario Mariateguiano, 9 (9), Lima.- Quijano, Aníbal (2000a) “Colonialidad del poder y
clasificación social”, Journal of World-System Research, 11 (2), Riverside.- Quijano, Aníbal (2000b)
“Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”, en E. Lander (Comp) La colonialidad del saber.
CLACSO, Buenos Aires.- Quijano, Aníbal (2001) “Colonialidad del poder, globalización y democracia”, en
AAVV Tendencias básicas de nuestra época. Instituto Pedro Gual, Caracas.- Quijano, Aníbal e Immanuel
Wallerstein (1992) “La americanidad como concepto, o América en el moderno sistema mundial”, Revista
Internacional de Ciencias Sociales, 134, Paris.

Disponible en: http://www.cecies.org/articulo.asp?id=404 Acceso: 23/08/14

La matriz de la colonialidad
Catherine Walsh En: Interculturalidad y (de)colonialidad. Perspectivas críticas y políticas

(...) La explicación de Idón Chivas Vargas, representante del gobierno de Evo Morales en la
Asamblea Constituyente boliviana es bastante clara:

La colonialidad es la forma en que unos se miran superiores sobre otros y eso


genera múltiples aristas de discriminación racial, y que en Bolivia se muestra
como la superioridad de lo blanqueado frente a lo indio, campesino o indígena,
unos son llamados a manejar el poder y otros a ser destinatarios de tal manejo,
unos destinados a conocer y otros a ser destinatarios de ese conocimiento, unos
son la rémora al progreso y los otros el desarrollo.1

Aunque la colonialidad cruce prácticamente todos los aspectos de la vida, su operación puede ser
más claramente entendida a partir de cuatro áreas o ejes entrelazados.

El primer eje -la colonialidad del poder- se refiere al establecimiento de un sistema de clasificación
social basada en la categoría de “raza” como criterio fundamental para la distribución, dominación
y explotación de la población mundial en los rangos, lugares y roles de la estructura capitalista-
global del trabajo, categoría que –a la vez- altera todas las relaciones de dominación, incluyendo las
1
Idón M. Chivi Vargas, “. Bolivia constitucionalismo: máscara del colonialismo”, en Prensa Indígena, La Paz, 14 de abril
de 2007. www.bolpress.com/art.php?Cod=2007041107
de clase, género, sexualidad, etc. Este sistema de clasificación se fijó en la formación de una
jerárquica y división identitaria racializada, con el blanco (europeo o europeizado, masculino) en la
cima, seguido por los mestizos, y finalmente los indios y negros en los peldaños últimos, como
identidades impuestas, homogéneas y negativas que pretendían eliminar las diferencias históricas,
geográficas, socioculturales y lingüísticas entre pueblos originarios y de descendencia africana. Por
servir los intereses tanto de la dominación social como de la explotación del trabajo bajo la
hegemonía del capital, “la ‘racialización’ y la ‘capitalistización’ de las relaciones sociales de tal
nuevo patrón de poder, y el ‘eurocentramiento’ del su control, están en la base misma de nuestros
actuales problemas de identidad”, como país, “nación” y Estado.2

Un segundo eje es la colonialidad del saber: el posicionamiento del eurocentrismo como orden
exclusivo de razón, conocimiento y pensamiento, la que descarta y descalifica la existencia y
viabilidad de otras racionalidades epistémicas y otros conocimientos que no sean los de los hombres
blancos europeos o europeizados. Claro es al atravesar el campo del saber, usándolo como
dispositivo de dominación, la colonialidad penetra en y organice los marcos epistemológicos,
academicistas y disciplinares. Por eso, opera hoy dentro del discurso de muchos intelectuales
“progresistas” que esfuercen en desacreditar tanto las lógicas y racionalidades del conocer que
históricamente y aun se encuentran entre muchos pueblos y comunidades ancestrales, como los
emergentes intentos de construir y posicionar “pensamientos propios” de carácter decolonial,
caracterizando ambos como invenciones fundamentalistas, esencialistas, y racistas. Al argumentar
más bien por un nuevo universalismo global de las disciplinas e inter-disciplinas académicas con
sus particularidades localizadas o situadas y, a la vez, por la no existencia de “raza” -invocando “la
ciencia” para decretar su no existencia y su fabricación-3 ejercen una nueva colonialidad del saber –
en una razón re-colonializada- cuyos efectos podrían ser aun más complejos.

La colonialidad del ser, un tercer eje, es la que se ejerce por medio de la inferiorización,
subalternizacion y deshumanización: lo que Frantz Fanon se referió como el trato de la “no
existencia”.4 Hace poner en duda, como sugiere Césaire, el valor humano de estos seres, personas
que por su color y sus raíces ancestrales, quedan claramente “marcados”;5 a lo que Maldonado-

2
Aníbal Quijano, “Estado-nación y ‘movimientos indígenas’ en la región Andina” cuestiones abiertas”, en
Movimientos sociales y gobiernos en la región andina. Resistencias y alternativas, Lo político y lo social. Revista del
Observatorio Social de América Latina, Vol. 8, No. 19, Buenos Aires, CLACSO, 2006, 15-24.
3
Ver Secretario Especial de Políticas de Promoção da Igualdade Racial, Manifesto em defesa da justiça e
constitucionalidade das cotas, Brasília: Secretario Especial de Políticas de Promoção da Igualdade Racial, mayo 2008.
Esta perspectiva también se encuentra en algunos intelectuales asociados con el nuevo paradigma de “antropologías
del mundo”.
4
Frantz Fanon, Los condenados de la tierra. México: Fondo de Cultura Económica, 2003 (reimpresión de tercera
edición).
5
Aimé Césaire, Discurso sobre el colonialismo. Madrid: Akal, 2006.
Torres se refiere como “la deshumanización racial en la modernidad […], la falta de humanidad en
los sujetos colonizados” que los distancian de la modernidad, la razón y de facultades cognitivas.6

El último eje, uno que ha sido tema de poca reflexión y discusión, es el de la colonialidad
cosmogónica de la madre naturaleza y de la vida misma. La que encuentra su base en la división
binaria naturaleza/sociedad, descartando lo mágico-espiritual-social, la relación milenaria entre
mundos biofísicos, humanos y espirituales -incluyendo el de los ancestros, espíritus, dioses y
orishas-, la que da sustento a los sistemas integrales de vida, conocimientos y a la humanidad
misma.
La madre naturaleza –la madre de todos los seres- es la que establece y da orden y sentido al
universo y la vida, entretejiendo conocimientos, territorio, historia, cuerpo, mente, espiritualidad y
existencia dentro de un marco cosmológico, relacional y complementario de con-vivencia. A negar
esta relación milenaria e integral, explotar y controlar la naturaleza y resaltar el poder del individuo
moderno civilizado (que en América del Sur aun se piensa con relación al blanco europeo o
norteamericano) sobre el resto, como también los modelos de sociedad “moderna” y “racional” con
sus raíces europeo-americanas y cristianas, pretende acabar con todo la base de vida de los pueblos
ancestrales, tanto indígenas como de raíz africana. Por eso mismo y para estos pueblos, este eje de
la colonialidad tiene un significado mayor; sirve como enlace con la de saber y ser, como “lugar”
donde se pruebe las ausencias de racionalidad y razón, la duda de humanidad y el exceso de
paganismo, brujería y superstición, como evidencia de lo no-civilizado, no moderno y menos
humano. Hoy se recrea a partir de las prácticas y políticas, entre otras, del desarrollo humano, etno-
eco-turismo (con su folklorización y exotización) y ong-ización, en que prevalecen el individuo y su
bienestar individual-neoliberal guiado por el dispositivo civilizatorio único: la razón moderno-
occidental-colonial.

Esta matriz cuatro-dimensionada de la colonialidad evidencia que la diferencia construida e


impuesta desde la colonia hasta los momentos actuales, no es una diferencia simplemente asentada
sobre la cultura, tampoco es reflejo de una dominación enraizada solo en cuestiones de clase, como
ha venido argumentando gran parte de la intelectualidad de la izquierda latinoamericana. Más bien,
la matriz de la colonialidad afirma el lugar céntrico de raza, racismo y racialización como
elementos constitutivos y fundantes de las relaciones de dominación y del capitalismo mismo (de
hecho enredados con las estructuras del patriarcado y los tropes de sexualidad masculinista7). Es en
este sentido que hablamos de la “diferencia colonial”, sobre la cual está asentada la modernidad, y
la articulación y crecimiento del capitalismo global.8

6
Nelson Maldonado Torres, “Sobre la colonialidad del ser: contribuciones al desarrollo de un concepto”, en El giro
decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémico más allá del capitalismo global, Santiago Castro-Gómez y
Ramón Grosfoguel (eds.). Bogotá: Siglo del Hombre, 2007, 133, 144.
7
Al respecto ver Michael Horswell, Decolonizing the Sodomite. Queer Tropes of Sexuality in Colonial Andean Cultur.
Austin: University of Texas Press, 2005.
8
Ver: Walter Mignolo, Historias locales/diseños globales. Colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento
fronterizo. Madrid: Akal, 2003.
El argumento: colonialidad de género y feminismo decolonial
Por María Lugones. Extraido de: Subjetividad esclava, colonialidad de género, marginalidad y
opresiones múltiples

El pensamiento moderno está caracterizado por el énfasis en el principio de no contradicción y en


las dicotomías jerárquicas. Tal vez la dicotomía jerárquica fundamental es la distinción entre lo
humano y lo no-humano. O una es humana o no lo es; ser las dos es una contradicción. Esta
dicotomía es central en la introducción colonial capitalista de un sistema de género que separa lo
humano y lo no humano. El desarrollo de la Conquista, la Colonia y el capital se volvió el proyecto
por excelencia de España y Portugal en el siglo XVI y de Inglaterra, Holanda y Francia en el siglo
XVIII. Los europeos introdujeron la dicotomía racial con respecto a las personas, el trabajo, las
prácticas sociales, la lengua, la sociedad misma, es decir, lo que Aníbal Quijano llama la
colonialidad del poder. Los europeos se consideraban seres de razón, y consideraban a la razón
como la característica central del ser humano. La introducción de la dicotomía racial requiere que
los colonizados sean constituidos como seres sin razón.

Los europeos eran seres humanos, los colonizados no. A los que llamaron 'indios' y 'negros' fueron
entonces concebidos como bestias, seres naturales, y tratados como tal en el pensamiento occidental
moderno. La naturaleza fue concebida como instrumento para el beneficio de los seres de razón.
Toda la naturaleza estaba y sigue estando concebida como instrumento del hombre humano (una
tautología) para sí, para acumular riqueza infinitamente, extraída de todo lo natural.

Por racismo no me refiero necesariamente a la relación legal entre los que han sido y siguen siendo
percibidos como seres humanos, superiores y aquellos y aquellas que son percibidos, tratados,
juzgados como bestias, seres inferiores, sin conocimiento ni saber, sin lengua, sin religión, sin
razón. Quiero más bien a apuntar a la dicotomía moderna entre lo humano y lo no humano (que a
veces se expresa como "no completamente humano") y a la reducción de facto de gentes a animales
y como tales a instrumentos de los seres humanos. La inferiorización que constituye el racismo
deshumaniza a seres que son percibidos como bestias a través del trato en la producción económica,
en la producción del conocimiento, en la imposición sexual, en la determinación a destruir sus
formas de vida, en su sentido de sí mismos, en su relación con todo lo que sustenta su vida.

Necesariamente los indios y negros no podían ser hombres y mujeres, sino seres sin género. En
tanto bestias se los concebía como sexualmente dimórficos o ambiguos, sexualmente aberrantes y
sin control, capaces de cualquier tarea y sufrimiento, sin saberes, del lado del mal en la dicotomía
bien y mal, montados por el diablo. En tanto bestias, se los trató como totalmente accesibles
sexualmente por el hombre y sexualmente peligrosos para la mujer. "Mujer" entonces apunta a
europeas burguesas, reproductoras de la raza y el capital.

Lo humano mismo está dividido por dicotomías jerárquicas entre hombre (Europeo-después blanco-
burgués en la metrópolis o en la Colonia) y mujer (europea-después blanca-burguesa en la
metrópolis o en la Colonia.) El hombre, el ser humano superior en la jerarquía de género es un ser
de razón, un sujeto, mente en vez de cuerpo, civilizado, público. Es el único ser al que se le atribuye
la posibilidad de objetividad e imparcialidad que con el uso de la razón permite el alcance de
verdades universales. No hay ni conocimiento ni saber que no sea la producción de la razón.

La mujer, la única mujer que hay, está subordinada necesariamente al hombre porque, de acuerdo al
pensamiento moderno, está dirigida más por la emoción que la razón, está más cerca de la
naturaleza porque reproduce con el hombre burgués a la próxima generación de hombres y mujeres,
de seres humanos y, al mismo tiempo, reproduce el capital y la raza. La mujer burguesa ha sido
mujer e inseparablemente humana por su ligazón reproductiva con el hombre moderno,
precisamente porque reproduce el capital y la raza. Asegurar ese legado requirió que la mujer
burguesa sea concebida como heterosexual, casta, sexualmente pura y pasiva, relegada al espacio
doméstico donde, gracias a su ser patológico (emocional), está capacitada para inculcar su
"conocimiento" a los niños y solamente a los niños, antes de la edad de la razón.

Lo que se desarrolló en la Conquista y la Colonia, y que hoy se sigue aplicando en todo el mundo,
es la negación y la destrucción de todo lo que constituía a cada persona, a cada comunidad, a todas
sus prácticas, saberes, relaciones con todo lo que existe en un universo donde todo está
interconectado, su comprensión del universo, su manera de hacer comunidad. El poder colonial,
capitalista, racializó el trabajo y reservó para los indios y los negros los trabajos que deshumanizan
y matan. El proceso de negación y destrucción incluyó el intento de vaciar la memoria, de llenarla
con la cristiandad y la cosmología dicotómica, jerárquica, violenta, cristiana, racional, que los
relegaría a bestias. El proceso de negación y destrucción lo hizo el hombre, el europeo, como el
individuo que puede porque tiene razón y poder. El proceso de destrucción de la comunidad está
íntimamente ligado a la relación entre sexualidad y raza, y el sistema de género entiende al género
como necesariamente humano, dicotómico, jerárquico, heterosexual, sexualmente dimórfico.
(...)
Una de las técnicas colonizadoras de destrucción de la comunidad fue tratar al macho noble
indígena como una autoridad entre los comuneros y como mediador en la organización de la
producción. A la hembra india el colonizador le negó toda autoridad. En la relación comunal, la
imposición colonial consistió también en relegar a las hembras a una posición de inferioridad. Los
machos indios tenían que pagar tributo con su trabajo para el colonizador y para la iglesia. La
hembra tenía que ocuparse de todas las tareas que antes eran tareas complementarias en la
comunidad.

(...)
Cuando escucho decir a intelectuales subalternos que ellos no sólo no tratan de género, sino que
además su cultura, tradición, cosmología, organización comunal no subordina a la "mujer
indígena," se olvidan de los 500 años de la Colonia, moderna, capitalista y de la enorme resistencia
ejercitada por las personas reducidas a bestias. Estoy apuntando con esta pregunta al meollo de la
cuestión comunal, generada por la oposición que crea vida en un sentido muy amplio: en esos 500
años, los jaqui reducidos a animales machos por la imaginación y práctica colonial, ¿resistieron y
resisten la posibilidad de volverse hombres?; ¿resistieron y resisten la posibilidad de subordinar a lo
opuesto?; ¿continuaron y continúan usando las palabras chacha-warmi, obinrin-okinrin en su
sentido cosmológico de contribuir a la infinita generación de la vida, la comunidad, el universo,
desde una constitución que no adopta la empresa de cambiar al mundo, y así obtener poder?; ¿o
tradujeron y traducen "chacha" a "hombre" en el sentido colonial, capitalista, moderno?
(...)
El movimiento de liberación de la mujer hegemónico ha apuntado a que las mujeres consigan lo que
tiene el hombre blanco, universalizando el término "mujer" sin conciencia ni conocimiento de la
colonialidad de género. Pero el punto de partida excluyó a las indígenas del mundo, ya que querer
los que quiere el hombre blanco requiere una asimilación a la Colonia y al eurocentrismo que
presupone un abandono de prácticas, creencias, lenguajes, concepciones de comunidad y relaciones
con lo que constituye el cosmos.
(...)
Llamo "colonialidad de género" precisamente a la introducción con la Colonia de un sistema de
organización social que dividió a las gentes entre seres humanos y bestias. Los seres humanos,
europeos y europeas burgueses/burguesas, fueron entendidos como humanos, y una de las marcas
de la humanidad es una organización social que constituye al hombre europeo blanco burgués como
el ser humano por excelencia: individuo, ser de razón, de mente, capaz de gobernar, el único capaz
de ser cura/mediador entre el dios cristiano y las gentes, el único ser civilizado, el que puede usar la
naturaleza de la cual no participa y usarla para su exclusivo beneficio, el único capaz de usar bien la
tierra y de crear una economía racional, el único que tiene derechos, el único que puede saber. La
mujer burguesa europea blanca es humana por ser su compañera, la que reproduce la raza superior,
la que reproduce el capital, pero que en sí es inferior por su emocionalidad y cercanía a lo natural,
pero es casta. Ella no se ensucia con el trabajo, cultiva su fragilidad física y es débil emocional y
mentalmente. No puede gobernar porque no tiene un uso desarrollado de la razón.

Pero así como los humanos son característicamente hombres o mujeres, los racializados como no-
humanos, seres inferiores como las bestias, no tienen género y son para el uso del ser humano. Son
instrumentos como la naturaleza, seres que tienen que ser guiados por los seres de razón para ser
productivos en una economía racional. Como seres racializados, como inferiores, pueden ser usados
de manera justificada de cualquier manera concebida por el hombre: pueden ser usados como carne
para perros, pueden ser puestos a trabajar hasta morir en la mita, pueden ser violados/as,
destrozados/as por caballos o armas.
(...)
Disponible en http://rcci.net/globalizacion/2013/fg1576.htm Acceso: 24/08/14

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