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Beatrice Garzelli
Università degli Studi di Pisa
1 Quevedo, El Parnaso espaiiol, monte en dos cumbres dividido, con las nueve musas
castellanas ... = P (se modernizan las grafias y la puntuaciòn del texto). En realidad e1
libro contiene solamente seis Musas; para conocer las tres siguientes, que completan
el proyecto original quevediano, el lector tendrà que esperar hasta 1670, fecha de
publicaciòn de Las tres musas àltimas castellanas, editadas por eli sobrino de Quevedo,
Pedro Aldrete y Villegas, con un retraso de casi veinte afios respecto a la muerte de
Gonzàlez de Salas (1651).
2 Sabemos que la muerte sorprendiò a Quevedo cuando se encontraba trabajan-
do en la recolecciòn de sus poesias, tanto que tocò a Gonzàlez de Salas el dificil
encargo de poner en pràctica las ùltimas voluntades del escritor. Sobre la 'contrib u-
ciòn-ingerencia' de Gonzàlez de Salas en el Parnaso espaiiol (inserciòn en el texto de
epigrafes, indicaciòn de fuentes, acotaciòn de palabras y comentarios en prosa) ver la
introducci6n de A. Rey a Quevedo, Poesia moral (« Poiimnia»], Cacho Casal, 2001,
pp. 245-300 Y Candelas Colodròn, 2003, pp. 147-89.
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3 En el siglo XIX se sigue acotando la particiòn originaI del Parnaso: aSI, por
ejemplo, en la ediciòn de F. Janer Obras de don Francisco de Quevedo Villegas. Poesias.
4 En su Poesia originaI completa (utilizamos la ediciòn de Barcelona, PIaneta,
1981= PO) Blecua adopta las secciones siguientes: «Poernas metafisicos», « Heràclito
cristiano», «Poernas morales», «Poemas religiosos», «Poernas liricos a diversos asun-
tos», «Elogios, epitafios, tùmulos», «Poernas amorosos», «Canta sola a Lisi y la amo-
rosa pasiòn de su amante», «Poemas satiricos y burlescos», «Sàtiras personales»,
«[àcaras»,«Bailes»,a las que siguen el «Poema heroico de las necedades y locuras de
Orlando» y, en el apéndice, «La torna de Valles Ronces».
5 PO, p. XIII.
6 Quevedo, Epistolario completo, p. 482.
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12 P, p. 148.
13 En el grabado, Melpémene es una mujer elegantemente vestida que, sentada a la
sombra de un arbol,lleva en una mano, conjuntamente, un cetro y un pufial y, en la
otra, un laùd (objetos caracteristicos de la iconologia antigua de la Musa). A la der e-
cha del grabado se ve una piramide fun eraria y una persona en oraciòn (podria
representar al «caminante» o «pasajero», protagonista de muchas poesias de la sec-
ciòn), mientras que a la izquierda se entrevén dos fìguras de ademàn tragico.
14 P, respectivamente pp. 150 Y 151.
15 P, p. 177.
16 Sobre el tema, de una perspectiva màs general, ver Ettinghausen, 1995, pp.
225-59.
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17 Sobre el motivo de la elegia funeral en la poesia espanda del Siglo de Oro ver
Camacho Guizado, 1969, pp. 9-24 y 155-203; Estévez Molinero,1996, pp. 261-92;
Ruiz Pérez, 1996, pp. 317-68.
18 El ernpleo de la funciòn deictica, a partir del primer verso, es un rasgo tipico
de la elegia funebre antigua, readaptado, en el Barroco, en muchas composiciones
poéticas: entre éstas sobresale un grupo de poesias funerarias quevedianas (PO, nùrns.
246, 253, 268, 269) Y un pequefio corpus de poesias satirico-burlescas (PO, nùrns.
630, 631, 632, 633, 634). A proposito del soneto sepulcral de Gongora que retorna
en su incipit el mismo modelo formai (<<Estaque admiras fàbrica [... ]», v. 1) ver
Marras, 1997, pp. 196-97. Para mayor abundamiento ver Pérez de Montalbàn (ed.),
Fama postuma a la vida y muerte del doctorfrey Lope Félix de Vega Carpio ...
19 Como en PO, nùm, 245, vv. 1-4: «Blandamente descansan, caminante, / de-
bajo de estos rnàrmoles he1ados, /los huesos, en ceniza desatados, / del Marte gino-
vés [... ]».
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Para poner algunos ejemplos, el rey Felipe III (P, I, II [Clio]; I [Melpomene D,
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su favorito, e1 duque de Lerma (P, XIV, XV, «Canciòn pindàrica» [Clio]; IX [Mel-
pomene]), o el célebre duque de Osu na, amigo y protector del poeta (P, V, XIII
[CUo]; V, VI, VII [Melpomene D, mencionados contemporaneamente en las dos
Musas, adquieren caràcter distinto segùn el punto de vista elegido por don Francisco:
el elogio in vitam (o si el héroe ya està muerto la alabanza de sus hazafias desde una
perspectiva actualizada), o el encomio funebre. (Los nùmeros mencionados corres-
ponden respectivamente a PO, nùms. 211, 212, 238; 224, 225, 237, 246; 215, 223,
242, 243, 244).
21 P, p. 151.
22 P, pp. 174-76.
23 P, p. 174.
24 P, pp. 171-73.
25 En total Melpémene contiene treinta sonetos numerados y cinco poemas largos
sin numeraci6n: por orden, la «Canci6n funebre, en la muerte de don Luis Carrillo»,
el madrigal subtitulado «Epitafio de Alejandro Macedòn», la silva funeral «Epicedio
en la muerte de una ilustre sefiora, hermosa y difunta en lo florido de su edad», y
nuestras dos poesias.
26 Por ejemplo, en CUo, los poemas largos, es decir la «Jura del serenlsimo prin-
cipe don Baltasar Carlos», la «Silva encomiastica» al duque de Pastrana y la «Canci6n
pindàrica» al duque de Lerma estàn colocadas al final del libro y sin numeraci6n.
Entre la « Silva encomiastica» y la «Canciòn pindàrica» esci engastado el soneto XXV
«Desterrado Scipi6n a una rustica caseria suya... l>, que sigue la numeraci6n progresi-
va asignada a los sonetos.
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35«Maria Rosa Lida dice que "la convenciòn ret6rica exigia tres partes al poema
funebre" [... ] Pero estas tres partes pueden incluirse de manera general en dos:
lamentacion y consoladon . Las consideraciones sobre la muerte pueden ser de caràcter
lamentatorio o consolatorio, al igual que las alabanzas al difunto» (Camacho Guiza-
do, 1969, p. 16).
36 Segùn una creencia popular grecorromana, recuperada por la simbologia cri s-
tiana, también la mariposa representa al alma que se aleja de la camalidad del cuerpo.
37 Todos los pasajes entre paréntesis estàn en P, pp. 174-75.
38 La mariposa la asimila e1 poeta a varios personajes de la mitologia clàsica: Icaro
(<<el galàn breve de la cuarta esfera», v. 10), Paetòn y Narciso (v. 11). Al morir abrasa-
do, el animal merece e1 castigo de Icaro y de Faetòn: como es sabido, el primero
llevado por sus alas artificiales, se acerc6 demasiado al sol, quernàndose; el segundo
pretendiò conducir el carro de su padre, el Sol, corriendo el riesgo de abrasar el
universo, hasta que jùpiter lo fulmino con un rayo. «La asocìaciòn con Narciso es
por la belleza de la mariposa, pues Narciso se habia enamorado de si mismo mirando-
se en una fuente que le hacia las veces de espejo [... ]» (ver Quevedo, Antologia
poética , p. 197).
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48 PO, nùm. 531, v. 3; nùm, 682, v. 286; nùm. 817, vv. 3-4; nùm. 853, v. 72;
nùm. 860, v. 38. Sobre el tema ver también PO, nùm. 639, vv. 439-41; nùm. 797,
v. 3; nùm. 875, I, v. 452 y G6ngora, Obras completas, nùm. 422, vv. 1184-87.
49 PO, nùm, 302, vv. 6-7. Ver también Gongora, Obras completas, nùm, 418,
vv. 87-89.
50 PO, nùm. 210, v. 21.
51 Opiniòn expuesta, ademàs de en su ediciòn de la Musa Polimnia (p. 16), en su
ponencia titulada «Inventario de la silvas de Quevedo», leida en el Congreso Interna-
cional Quevedo, lince de Italia y zahori espaiiol, Palermo, Università di Palermo, 14-17
de mayo de 2003.
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BIBLIOGRAFIA
«Laintenciòn de publicar las Silvas como un conjunto nunca fue realizada por
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Quevedo, aunque al parecer continuo aumentando con nuevos versos el primitivo
caudal [... ]. Ni siquiera es ficil establecer con seguridad cuàntos y cuàles son 10s
poemas que pretendia incluir en sus Silvas» (Asensio,1983, p. 16).
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