Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
en el norte de Suramérica llevaron al colapso varias culturas. Entre ellas la de
los antiguos Zenúes, que dejaron notables vestigios de su intervención en los
territorios comprendidos en el polígono que comprende el territorio bajo la
declaración Ramsar que hoy nos ocupa. En los años 60s, el geógrafo James
Parsons, realizó un sobrevuelo en avioneta y tuvo la agudeza de identificar ese
patrón regular de camellones y caños que casi un milenio de sedimentación no
ha podido borrar.
Muchos años atrás, los hermanos Pedro y Alonso de Heredia, durante sus
expediciones al Sinú, en su búsqueda insaciable del Oro, tuvieron el primer
avistamiento de esta zona. En la última de ellas llegaron, en 1535, hasta el río
Cauca, después de visitar los territorios regidos por el cacique Yapé. Ninguna
de las crónicas, sin embargo, hace mención explícita del majestuoso paisaje
verde de la ciénaga. Casi quinientos años después, hay hombres que se acercan
con la misma voracidad tras el oro que se oculta en su vecindad.
A dos personajes históricos se atribuyen los primeros esfuerzos de ordenación
territorial en los dilatados territorios que tuvo Ayapel en la Colonia. El cura
Joseph Palacios de la Vega, franciscano y militar, llega por el río desde San
Cipriano en el alto San Jorge y entra caminando por Las Catas mientras sus
trebejos viajan en canoa por el agua hasta las bocas de Sejeve. Se pierden
buscando la ruta hacia Ayapel. Unos días después recorren el caño Barro y
llegan al río Cauca en Nechí, en su misión de disolver los llamados
arrochelamientos. Por esos mismos años Don Antonio de la Torre y Miranda
reorganizó y refundó pueblos en todo el sector de las sabanas y la actual
depresión momposina.
El primer encuentro del forastero con la ciénaga de Ayapel ha tenido
múltiples formas y sentidos.
Un jaguar desciende a lo largo del rio san Jorge en un remolineante curso
agarrado a un árbol desgajado de la orilla que flota sobre el río. Este jaguar
habla por la boca de un sueco desterritorializado, Georg Dahl, que escribió
uno de los primeros compendios de los peces del norte de Colombia. Su largo
viaje, en los días de abril, lo ha traído al paisaje de tierras bajas donde el río
empieza a meandrear perezosamente entre ciénagas y caños secundarios. Y
esto es lo que puede observar:
“Lejos, muy lejos, se interrumpe el mar de pasto verde pálido por una
franja más oscura, entre violeta y azulosa que parece una línea de costa
interrumpida: los bosques inundados de los pantanos alrededor de
Ayapel” (Dahl, 1985, p 102.)
2
Aquellos eran los densos cucharales o cativales que sucumbieron a la
explotación maderera que alimentó la industria de triplex establecida en
Barranquilla entre los años 50 y 60s del siglo pasado.
La imagen y valoración de las llanuras de inundación y los humedales que
albergan ha variado sensiblemente. Para los geógrafos del siglo XIX que
participaron en la comisión corográfica de Agustín Codazzi la depresión
momposina tiene el aspecto de un territorio adverso y malsano:
La sección de las ciénagas es la mas inútil i la mas perniciosa de las del Estado, pues
mide como 20 miriámetros cuadrados casi perdidos para el hombre, si esceptuamos los
peces que se alimentan en ella. Casi toda paralela al Magdalena, debe su formacion a
los derrames de este rio o a los caños que no alcanzan a salir de las vegas aluviales de él
para rendirle sus aguas directamente. Estas ciénagas i pantanos están a veces
interrumpidos por masas de bosque que se estienden a lo largo de los esteros i los
caños, los cuales se inundan durante las aguas, i luego quedan en seco merced a la
accion del sol, formando las vegas llamadas playones, que se cubren despues de pastos
abundantes i sirven de refujio i solaz a los ganados durante el verano por su frescura i
calidad. (Perez, 18..?)
“la cría de ganado es la que mas ocupa a sus habitantes. Estensas sabanas,
fértiles llanuras, ciénagas inmensas cuajadas de abundantes pastos, i
vírgenes montañas, hacen de ésta provincia del Estado, una comarca
floresciente, rica i llena de porvenir;”
4
Antioquia a hacer un estudio del impacto ambiental por la minería aurífera en
la ciénaga. Unos 20 años después, el grupo GAIA de la Udea, con el apoyo de
la Universidad Nacional, empieza el estudio sistemático de la influencia del
régimen pulsante del sistema cenagoso sobre su productividad. Se hacen
aproximaciones rigurosas a la hidrología de la ciénaga en sus nexos con el río
San Jorge y el río Cauca, a sus poblaciones ícticas, a los mamíferos acuáticos,
las aves, y las comunidades microscópicas del plancton y el perifiton.
Paralelamente la Universidad de Córdoba hace lo propio con la biología
reproductiva del bocachico y exploran la presencia de sustancias toxicas en
agua, peces y humanos. En diversas instancias se empezó a considerar la
conveniencia de recurrir a la figura de sitio RAMSAR como alternativa
sugestiva en la búsqueda de un futuro sostenible para la ciénaga. La tarea de
hacer ese sueño posible se inició con la tesis de pregrado de Yarin Tatiana
Puerta bajo la dirección de los profesores del grupo GEOLIMNA de la Udea,
y pronto recibió el apoyo decidido de Corpoayapel y un acogimiento
entusiasta y eficaz en Oscar Manrique dentro del Ministerio del ambiente. La
formulación del plan de manejo y la declaratoria del DMI en 2009 se hicieron
antes de dos eventos de duración e intensidad inéditas cuyas consecuencias no
son aun completamente entendidas y explicadas. Nos referimos, obviamente a
la inundación prolongada en el periodo 2010 a 2013 y al nuevo auge de la
explotación minera desde finales de 2008 y que persiste hoy con diversa
intensidad.
5
RAMSAR es para todos ocasión de fiesta y alegría. Pero todos, además, nos
veremos abocados a asumir serios compromisos. Las acciones de
rehabilitación de las coberturas vegetales supone el concurso responsable de la
ganadería tradicional y bufalera para respetar zonas donde se excluirá el acceso
libre de los herbívoros de tal manera que se propicien los procesos de
regeneración natural o inducida.
Soñamos con una autogestión, solidaria y responsable, de la pesca por los
propios pescadores, como se tuvo en décadas anteriores, cuando entre ellos se
decidía el dónde, cuándo y con qué artes se podía desarrollar la actividad
extractiva. Soñamos con una minería responsable y consciente en sus procesos
de extracción y beneficio. Soñamos con la creación de un instituto o estación
limnológica experimental que realice el seguimiento de los procesos de
rehabilitación y se constituya en centro piloto de referencia para las políticas
de gestión ambiental en todo el territorio anfibio de la depresión momposina.
Soñamos con la creación de un museo y centro de investigación del
patrimonio arqueológico de los antiguos zenúes. Soñamos con la articulación
funcional y operativa de todos los entes territoriales y CARS que tienen
jurisdicción en este territorio para hacer más efectivo su accionar hoy
artificialmente repartido en múltiples instituciones.
Ayapel vivió, como cada lugar de este país los días aciagos de la guerra y el
desplazamiento forzado. Y vivirá también las dificultades del postconflicto. Es
claro para todos que muchas de las amenazas que se ciernen sobre el sistema
se derivan de la pobreza y la escasez de oportunidades. Es conveniente
ampliar las opciones de trabajo basadas en la oferta ambiental del territorio y
en la capacidad creativa e innovadora de sus jóvenes. Una juventud, a veces
descorazonada frente a condiciones de supervivencia ligada al incierto devenir
de los fenómenos naturales, buscará un destino más favorable en otros
lugares. Hay enormes posibilidades en la promoción de un turismo nacional e
internacional vinculado a los atributos paisajísticos, a la pesca deportiva, a la
enorme diversidad de aves y a su patrimonio arqueológico.
La subienda de 2017 ha sorprendido por su abundancia, pero no hay que
cantar victoria. Está sin duda relacionada con los eventos hidroclimatológicos
de 4 o cinco años atrás.
Es esta entonces la oportunidad de decirle al país y al mundo, y decirnos a
nosotros mismos, que hay aquí un territorio y un colectivo de hombres y
mujeres, sabios, creativos y tenaces, que sabrán hacer de la ciénaga un hábitat
propicio en que la economía, la cultura y la vida animal y vegetal se funden en
los sueños venturosos del agua para construir un destino gratificante y
sostenible.