Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Dialnet AnalisisComparativoEntreLasEscuelasDelArteColonial 4754425 PDF
Dialnet AnalisisComparativoEntreLasEscuelasDelArteColonial 4754425 PDF
49
RESUMEN
PALABRAS CLAVE:
Quito, Lima, Cuzco, Barroco, Cristos, materiales, similitudes, diferencias.
SUMMARY
The article looks for establishing certain characteristics that differentiate among the
sculptural and picturesque baroque art of work from Quito, Lima and Cuzco. Through
the application of the Panofsky method, we tried to find the techniques, materials and
their applications that particularized, especially in Christ that were selected in the cities
the concept of Pierre Nora’s “memory places” as the category analysis in comparison
of the collected documental sources, which means: register cards, history bibliography,
religion and art of the region. The investigation first analyzed the baroque as the artistic
style that was common in the Spanish colony and then it compares with some sculptural
and picturesque art of work of Christ, it was considered as one of the most important
characters of the Catholic Church among the three cities that are studied.
KEY WORDS:
Quito, Lima, Cuzco, baroque, Christ, materials, similarities and diferences.
50
INTRODUCCIÓN
Muchas publicaciones del arte colonial en las ciudades de Quito, Lima y Cuzco dan cuen-
ta de la magnificencia de obras que, tanto en escultura como en pintura, se las exhibe
como parte del rico legado patrimonial que la Iglesia católica y los artistas desarrollaron
a lo largo de aproximadamente tres siglos de coloniaje español.
Ante semejante reto, cada uno de los diez estudiantes que conformó el equipo de in-
vestigación asumió, de las tres ciudades de estudio, el fichaje de un personaje específico
de la liturgia cristiana, tanto en escultura como en pintura: cristos, vírgenes María, niños
Jesús, ángeles y arcángeles, santos y profetas y finalmente los grupos escultóricos o pic-
tóricos de representación eclesial. En otras palabras, quien asumió la figura de Cristo,
por ejemplo, sea que esté crucificado, yacente, sentado, parado, etc., los podía ubicar y
fichar dentro de los recintos religiosos y también fuera de ellos, incluso en casas y colec-
ciones particulares, en parques y fuentes.Y lo mismo, en el caso de los otros personajes.
Para el logro de este objetivo se diseñó una ficha que, siguiendo los lineamientos del
Instituto Nacional de Patrimonio Cultural del Ecuador, buscó recabar información rele-
vante de cada una de las obras. Identificar, por ejemplo, el siglo de elaboración, tamaños,
decorados, calidad de ejecutorias, materiales, emplazamientos y ritualidades, consignan-
do además un espacio específico para añadir una foto del bien.
Sin embargo, ante la abrumadora cantidad de obras existentes en las tres ciudades se
optó por comparar algunos ejemplares quiteños de Cristo, esculpidos y pintados, con
otros tantos de Lima y Cuzco. Su análisis arrojó interesantes resultados en cuanto des-
cubrir las líneas diferenciadoras que caracterizan a las obras artísticas de estas tres
ciudades en estudio.
Las acepciones de escuela de arte, sea quiteña, limeña o cusqueña emplean términos
contemporáneos que han sido utilizados para describir la escultura y pintura, entre
otras manifestaciones artísticas y artesanales, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, en las
respectivas ciudades.
Para tratar de identificar y diferenciar unas de otras se optó por el fichaje de sus obras
más relevantes, para ello se hizo una visita a Lima y Cuzco. Sin embargo, la sola visuali-
zación y fichaje de los objetos de estudio no constituyeron fuentes suficientes para el
análisis de sus características intrínsecas, fue necesario indagar los trabajos que algunos
científicos e historiadores han publicado tanto en Quito como en Perú. Tarea compleja
51
cuanto que existe una enorme disparidad en la interpretación que hacen los estudiosos
del arte en torno a sus características, de ahí el empeño de analizarlas bajo el método de
Panofsky1, mediante el cual se pudo estandarizar la forma de hacer crítica de las obras
de arte. El estudio atendió primero al análisis pre-iconográfico e iconográfico y luego al
iconológico de cada objeto. La investigación propició además un diálogo con las ideas
de Pierre Nora2 en torno a su tesis de los lugares de memoria, en atención a que se
analizaron las obras como parte del patrimonio nacional de cada país.
Hay que anotar que la selección de los objetos de estudio se la hizo atendiendo a sus
particularidades de relevancia estética, de accesibilidad y trascendencia artística. El si-
guiente cometido estuvo enfocado a encontrar los patrones configurativos de ejecución
y que, circunscritos en el marco temporal de estudio, dieron características de unicidad
e identidad a las tres escuelas. Por tanto, el estudio no aborda las ritualidades y venera-
ciones en torno a los personajes, atenderá tan solo su carácter estético.
MÉTODOS
Comparativo y analítico. Una vez seleccionadas las obras de cada ciudad se las analizó
por separado y luego se las confrontó en procura de descubrir sus características dife-
renciadoras. A más de las fichas de registro se apeló también a varias fuentes bibliográ-
ficas de consulta.
RESULTADOS
El barroco, como estilo artístico, inicia en Italia en el siglo XVI y perdura hasta el XVIII; se
difundió por toda Europa.Varios autores coinciden en decir que fue el arte de la Contra-
rreforma3 porque reaccionó contra la severidad del Protestantismo. La Iglesia Católica
1
Erwin Panofsky fue un historiador polaco de arte que, a inicios del siglo XX, estableció su famoso
método que ahora es ampliamente utilizado, incluso en disciplinas diferentes como la arquitectura.
2
Véase las nociones de Pierre Nora en www.redalyc.org/pdf/589/58922941007.pdf. Revisado el
18 de febrero de 2014.
3
La Reforma Católica o Contrarreforma fue la respuesta a la reforma protestante de Martín Lutero,
que había debilitado a la Iglesia. Denota el período de resurgimiento católico desde el pontificado
del Papa Pío IV en 1560 hasta el fin de la Guerra de los Treinta Años, en 1648. Sus objetivos fueron
renovar la Iglesia y evitar el avance de las doctrinas protestantes.
52
alentó, por ello, la edificación de exuberantes templos adornados con gran profusión de
esculturas y pinturas y los artistas fueron persuadidos a alejarse de los temas paganos,
de los desnudos y las escenas escandalosas.
En la pintura de temas mitológicos, por ejemplo, los dioses aparecen mezclados con
personajes del pueblo. Alude también a escenas de santos, al retrato individual o gru-
pal y surge el bodegón como tema artístico. Hablar de la pintura barroca es hablar de
tenebrismo y eclectismo. El primero consiste en el choque violento de la luz contra la
sombra, el fondo queda en penumbra o desaparece mientras la escena queda en primer
plano. El segundo trata de salvar el gusto clásico dentro de la nueva norma. Se trata de
una estética decorativa efectista y teatral. Los efectos de luz y sombra forman parte de
una técnica, en la zonas brillantes contrastan con otras de densa sombra, combinación
de valores tonales que consiguen efectos más dramáticos en las obras.
4
Siedlecki, M.V. (sin año). Barroco, Revisado: 13 de enero de 2014 en: http://www.monografias.
com/trabajos33/barroco/barroco.shtml#ixzz2r9mXAyhe
53
de Palos de la Frontera (Huelva) el 3 de agosto de 1492.
Desde los primeros años de la denominada conquista, los españoles en su intento por
justificar ante las demás potencias europeas su desmedido extractivismo de los re-
cursos metalúrgicos, inician un dinámico proceso de cristianización de los aborígenes.
Sin embargo, la dificultad en la comunicación supuso el uso de estatuas y cuadros para
conseguir que los nativos graven en sus mentes las imágenes de los personajes de la
liturgia católica.
Así, todas las obras de escultura y pintura que llegaron desde España tuvieron en la
Iglesia, en los devotos fundadores de capillas y en los donantes, a sus principales clientes.
Sin embargo, la importación de dichos bienes devino en fuertes erogaciones por lo que
la Iglesia optó por trasladar a los artistas europeos a suelo americano para que trabajen
in situ y, en el mejor de los casos, con su ejemplo eduquen a los nativos.
Los trabajos escultóricos y pictóricos americanos de los primeros años del mestizaje,
son fiel copia de los que se elaboraban en España y con marcadas influencias italianas y
flamencas. Es sencillamente arte español hecho en América.Tal y como lo diría Francisco
Gil Tovar6, el ideal supremo de los artistas era poder imitar a los famosos pintores es-
pañoles como Zurbarán, Murillo, Morales o escultores de la talla de Martínez Montañés
y Alonso Cano “quienes procuraron esforzadamente asimilar mezclándolo, el lenguaje y
las soluciones técnicas del renacimiento, del manierismo y del barroco”.7 De ahí que en
América, la lejanía geográfica que movía a sus artistas produjo una especie de unidad de
lo que en Europa era dialéctico.
5
Gil Tovar, F. (1989). Las artes plásticas durante el período colonial. En: Planeta, Colombia Indígena,
Conquista y Colonia, (239-252). Bogotá, Planeta Colombiana Editorial, p. 239.
6
Ibid.
7
Gil Tovar, F., op. cit., p. 240
54
Hay que señalar que el mencionado Concilio de Trento reafirmó la gran importancia que
tenían las imágenes como un instrumento eficaz de instrucción “porque se exponen a los
ojos de los fieles los saludables ejemplos de los santos y los milagros que Dios ha obrado
por ellos”8 Este dictamen fue determinante para el futuro del arte colonial americano
puesto que abrió las puertas al estilo barroco de fuerte contenido católico. Siguiendo a
Gil Tovar “En España, el barroco se puso vigorosamente al servicio de la Iglesia”9
Entre los primeros artistas que desembarcaron en América se puede identificar al sevi-
llano Alonso de Narváez que se avecindó desde la primera mitad del XVI en Tunja, donde
figuraba como pintor y platero. A esta localidad llegan también otros pintores españoles
e italianos y quizá también criollos vecinos, convirtiendo a esta pequeña ciudad en un
centro de cierta importancia artística en Nueva Granada. Por su parte, el pintor italiano
Bernardo Bitti desembarca en el puerto del Callao / Lima en 1575. “Hacia 1583 y 1584
estuvo en Cuzco, pasó a la Paz y volvió al Cuzco en 1595, oportunidad en que pintó mu-
chos lienzos, dentro de la rama artística que profesó con mucho éxito, el manierismo”.10
No obstante, José Gabriel Navarro, para el caso de Quito, manifiesta que
Así como Simón Pereyns y Baltazar Echave pasaron a México, Mateo Pérez de Alesio y Angé-
lico Medoro a Lima y fueron los fundadores de la pintura en esos países, así también a Quito
vinieron Fray Pedro Gosseal, Juan de Illescas y Luis de Rivera y el mismo Angélico Medoro
que se casó en Bogotá con doña Luisa Peñafiel y fueron los primeros maestros de un arte
que iba a tener envidiable desarrollo y producir ingenios como Andrés Sánchez Gallque, Fray
Pedro Bedón, Miguel de Santiago, Nicolás Xavier Goríbar, Antonio Salas, Manuel Samaniego y
Bernardo Rodríguez.11
Fueron muchos los artistas europeos, especialmente españoles, que siempre vinculados
con la Iglesia llegaron a América y dieron inicio a un paulatino proceso de transcultura-
ción12 artística. Pues son dos sociedades contrapuestas que intentan, desde los inicios del
llamado descubrimiento, la una infiltrarse en la otra y viceversa a través de un complejí-
simo sistema de relaciones de poder.
Será, por tanto, la Iglesia Católica el nexo por el cual el barroco pudo ser plasmado en
obras tangibles, sea en arquitectura, escultura y pintura de tipo religioso. Con el pasar
de los años, tanto quiteños como limeños y cuzqueños demostraron ser magníficos
exponentes del estilo, independizándose incluso de la tutela de sus maestros. Luego y
con nombre propio, producían, vendían y hasta exportaban. José María Vargas afirma, sin
embargo, que la Iglesia nunca se ha apropiado de un estilo artístico sino que “según el
carácter y las condiciones de los pueblos y según las necesidades de los diversos ritos,
ha admitido los géneros de cada época, produciendo en el curso de los siglos un tesoro
8
Gil Tovar, F., op. cit., p. 241
9
Ibid., p. 241
10
Angles Vargas,V. (1999). La Basílica Catedral del Cusco, Cusco, Industrial gráfica S.A., p. 183
11
Navarro, J. G. (1991). La pintura en el Ecuador del XVI al XIX, Quito, Dinediciones, p. 9
12
Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua significa: Recepción por un pueblo o
grupo social de formas de cultura procedentes de otro, que sustituyen de un modo más o menos
completo a las propias.
55
artístico que hay que conservar con todo cuidado”.13
Los mejores artistas y artesanos que iban surgiendo, recibían los planos de los edificios religio-
sos y los modelos de las pinturas, las esculturas, las columnas, las sillerías, los artesonados y los
retablos que debían fabricar, pero en un verdadero proceso de retroalimentación, los indígenas
infundían su propio genio y los símbolos de su cultura en cada frontis de piedra, talla de madera,
objeto de metal precioso o casulla bordada.14
Es decir, los nativos impusieron también su impronta americana con la implantación, por
un lado, de elementos animales o vegetales propios de la localidad en el diseño arquitec-
tónico y artístico y, por otro, en la maestría con la que fueron ejecutadas. En este punto
conviene hacer un detenido análisis, por separado, de las realidades que particularizaron
los inicios de la actividad artística en cada una de las tres jurisdicciones de estudio.
LIMA. Desde los inicios administrativos del gran Virreinato peruano, los peninsulares
se dieron cuenta del gran obstáculo que representaba la falta de comunicación con los
indígenas y se decantaron por utilizar esculturas y pinturas de la sagrada familia, la cruci-
fixión de Cristo, de santos y mártires y más elementos de la liturgia católica que fueron
utilizados como herramientas de enseñanza. Así, tanto la escultura como la pintura
13
Vargas, J. M. (1964). Liturgia y arte religioso ecuatoriano. Quito, Ecuador. Editorial Santo Domin-
go. p. 20
14
Fernández – Salvador, C. & Costales Samaniego, A. (2007). Arte colonial quiteño, renovado
enfoque y nuevos actores. Quito, Ecuador. FONSAL., p. 146
56
fueron manifestaciones artísticas monopolizadas por la Iglesia y que fueron encargadas a
los más importantes talleres andaluces y sevillanos. Era la época de mayor auge de esta
tendencia cuando llegó al Perú el jesuita Bernardo Bitti. Desde 1575 difundió su obra por
todo el virreinato, a pesar que su taller se encontraba en Lima. Fue el primero de una
serie de pintores extranjeros que llegaron para ponerse al servicio de la Iglesia. Dentro
de la corriente italiana destacan Mateo Pérez de Alesio y Angelino Medoro.
Con los años, la Iglesia optó por el naturalismo y por el realismo descriptivo, tal vez pre-
parando el escenario local para la llegada del barroco con las pinturas encargadas, por el
convento de Santo Domingo, al pintor sevillano Miguel de Güelles.
Lima, de esta forma se convertía en el foco de expansión de una tradición artística que
florecía en todo el virreinato, especialmente en torno a la pintura como una de las ma-
nifestaciones de mayor logro ya que tenía una gran tradición prehispánica de represen-
tación tanto de los personajes como de ciertas actividades locales relevantes. En el siglo
XVIII destacó el escultor mestizo Baltasar Gavilán, autor de varios trabajos funerarios y
de La Muerte, su obra maestra.
La catedral del Cuzco se empezó a construir en 1538, pero por efectos del terremoto
de 1650, las obras se interrumpieron y fue concluida y consagrada en 1735. La iglesia y
convento de Santo Domingo, erigidos sobre lo que fuera el templo incaico del Corican-
cha, se erigió en los primeros años de la conquista, pero tuvo que reconstruirse después
del terremoto de 1650. Otro tanto ocurrió con el convento y capilla de Las Nazarenas,
edificados sobre el yachaywasi (escuela de los incas). Esta misma circunstancia obligó a
reconstruir la iglesia de la Compañía de Jesús, las iglesias de La Merced, San Sebastián y
15
Wikimedia. (2013). Historia colonial del Cuzco. Revisado: 21 de enero de 2014. En: http://es.wi-
kipedia.org/wiki/Historia_colonial_del_Cuzco
57
el convento de Santa Catalina.
Estos acontecimientos de carácter telúrico dan cuenta de los cataclismos que sufrieron
los cuzqueños y de sus motivaciones no solo para la constante reconstrucción de sus
templos sino para la continua producción artística, especialmente de la pintura por ser
la manifestación de más rápida producción y de más fácil movilidad en casos de emer-
gencia. Artistas como Francisco Titu Yupanqui y Juan Tomás Tuyro Túpac son los más
destacados.
LA ESCULTURA EN LA REGIÓN
Para que un aprendiz sea declarado maestro era necesario, al menos, cuatro años de
constante aprendizaje en los cuales adquiría algunas experticias que finalmente eran
evaluadas para la obtención del título de maestro escultor, imaginero o tallador. La obra
escultórica, no obstante, recibía también del concurso de pintores que se encargaban del
encarnado, esgrafiado y el estofado así como de los doradores que le ponían los detalles
con pan de oro o plata. Así, “las técnicas de manufactura y de acabado de una escultura
eran transmitidas, casi sin variación, de maestro a alumno”.17
Serán estos talleres los que darán origen a toda una tradición artística que años más tar-
de desembocaron en verdaderas academias de arte. Adviértase el notable desarrollo de
la escultura quiteña y su capacidad de producción en serie para insertarse en el mercado
16
Escudero, X. (2007). Escultura colonial quiteña, arte y oficio, Quito, Imprenta Mariscal, p. 89
17
Escudero, X., op. cit., p. 91
58
internacional de exportación a Venezuela, Colombia, Perú, Chile, Argentina, e incluso a
Europa donde se conservan valiosas reliquias de la escultura quiteña. Son destacados en
la época, escultores como José Olmos (Pampite) y Manuel Chili (Caspicara).
El tipo de escultura que destacó en aquella época fue el de la madera tallada, lo que que-
da demostrado en los techos de las iglesias y conventos coloniales, en sillerías, altares y
retablos más que en imágenes de bulto de los personajes de la liturgia cristiana.
A decir de Alejandra Vaquero, “el artista debía inspirarse en textos aprobados por la igle-
sia y ser supervisado por ella”18 No obstante, y siguiendo a Vaquero, no solo las normas
eclesiásticas regían su producción sino también las ordenanzas que dictaba el gremio de
entalladores y escultores.Y será sólo hasta el año 1704 que las ordenanzas para entalla-
dores permitieron a los indios incorporarse a dichos gremios.
En el caso de las imágenes, “la talla, posiblemente, preparada para instalarse en el ensam-
ble arquitectónico, se recubría con una capa de cola animal enseguida de varias capas
delgadas de yeso, una base de preparación formada por la mezcla de cola y yeso blanco
o creta”.19 Vaquero considera que en algunos casos se pegaba una tela fina, antes o
después del yeso, para estabilizar a la madera. En cambio, las áreas que fueran a dorarse
se cubrían de un pigmento rojo llamado bol y las correspondientes a la piel se las dejaba
en blanco.
En la Lima del siglo XVIII destacó, como ya se dijo, el escultor mestizo Baltasar Gavilán,
autor de esculturas funerarias, en cambio, en Cuzco destacan Francisco Titu Yupanqui y
Juan Tomás Tuyro Túpac.
18
Vaquero, A. Escultura y pintura en la época colonial. Historia de la arquitectura III. Revisado: 12
de febrero de 2014. En: https://www.google.com.ec/?gws_rd=cr&ei=G7H8UvO7EsflkAfT6ICAD-
Q#q=escultura+colonial+en+Lima&start=10
19
Ibid. p. 11
59
LA PINTURA
Y así vemos desde el siglo XVI una inmensa cantidad de pintores anónimos, ya mestizos, ya
indios que pintan cuadros para sus iglesias pueblerinas, o los dedican por su propia cuenta y
devoción a los conventos religiosos, cuadros llenos de piedad, amanerada a veces, con raros e
inéditos simbolismos pero con fuerte sentimiento popular y de color y riqueza inagotables, de
ornamentación e ingenuidad llenas de gracias.21
La orden franciscana será la que favoreció una multiplicidad de devociones especiales,
cada una de las cuales dio origen a un infinito número de obras de arte. Aparecieron una
infinidad de cofradías que, al igual que en Europa, fueron el foco principal de la vida ar-
tística. Suministrando una enorme clientela, decía Navarro, favorecieron la multiplicación
de los artistas. “Ya la rivalidad entre ellas por tener la mejor estatua, los más hermosos
cuadros, despertaba un verdadero concurso entre artistas. Las cofradías fueron genero-
sas mecenas... Las grandes obras, las mejores, rara vez eran pagadas por los conventos y
los frailes, sólo las de buen mercado las pagaban las cofradías”22
Entre los principales maestros españoles que llegan a Quito, después de Jodoco Rique y
fray Pedro Gosseal, se identifican a Juan de Illescas, Luis Rivera y Angélico Medoro. Por
su parte, Andrés Sánchez Gallque es uno de los primigenios pintores indígenas que des-
tacaron en el siglo XVI. A él se sumaron otros como Alonso Chacha, Cristóbal Ñaupa,
Francisco Gocial, Francisco Guajal, Juan José Vásquez, Juan Diez Sánchez y Sebastián Gua-
loto y, en siglos posteriores, Miguel de Santiago, Bernabé Lovato, Simón de Valenzuela,
Nicolás Xavier Goríbar, Manuel Samaniego, etc.
Los cuadros predilectos fueron la Sagrada Familia, la Divina Pastora, el Divino Pastor con
sombrero en la cabeza, la Virgen de Mercedes y del Carmen, santos y profetas. Como
se aprecia, los temas de la crucifixión no son muy explotados y al personaje, Jesús, se lo
pinta en sus varias advocaciones: El Señor de la Misericordia, El Señor de la Justicia, Ecce
Homo, etc.
20
Navarro, J. G., op. cit., p. 11
21
Ibid., p. 11
22
Ibid., p. 15
60
pintura flamenca, más cerca hacia lo académico y con intencionalidad dinámica, motivo por
el cual no tuvo mucha acogida el claroscurismo. De esta etapa destacan cuatro pintores
Francisco Escobar, Diego de Aguilera, Andrés de Liebana y Pedro Fernández de Noriega.
CUZCO. Durante la primera mitad del siglo XVII la pintura cuzqueña recibe la in-
fluencia del maestro italiano Bernardo Bitti quien dejó allí varios discípulos como Pedro
de Vargas y Gregorio Gamarra quienes fueron continuadores del estilo manierista. Sin
embargo, la segunda mitad de este siglo presenta características totalmente diferentes
debido, en parte, a la influencia de los dibujos y grabados flamencos como los de Martín
de Vos y Halbeck respectivamente, así como de la pintura de Zurbarán. Sólo la catedral
de la ciudad alberga un repositorio alrededor de trecientos lienzos de la escuela cuzque-
ña con obras de Bitti, Diego Quispe Tito, Basilio Santa Cruz Pumacallo, Antonio Sinchi
Roca, Marcos Zapata, Basilio Pacheco entre otros.
En definitiva, la pintura colonial de las tres escuelas, salvo la del Cuzco que mantuvo fuer-
tes rasgos identitarios hasta finales del siglo XVIII, estuvo direccionada exclusivamente
por la Iglesia, de ahí la gran profusión de obras religiosas.
LA ICONOGRAFÍA DE CRISTO
23
Rodríguez Peinado, L., (2010). La crucifixión, (29-40). Revisado: 13 de diciembre de 2013, en:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=122533
61
guido, con los ojos abiertos y actitud serena, es decir, mostrando el triunfo sobre la muerte.
A partir de entonces, y hasta finales de la Edad Media, el Crucificado se muestra muerto, con
los ojos cerrados, la cabeza caída hacia la derecha y la rigidez de su cuerpo, adaptado hasta
entonces a la forma de la cruz, irá adoptando una postura más natural donde los brazos co-
mienzas a inclinarse ante el peso de su cuerpo, que se desploma y flexiona al caer inerte.24
La investigación centró su atención en la imagen crucificada del personaje así como en el valor
estético que tienen las otras posturas: parado, sentado, yacente, vivo, agonizante, muerto, etc.
Pierre Nora, por su parte, concebía a los lugares de memoria no solo como una
categoría tangible que podía ser visibilizada en esculturas, monumentos, edificios, plazas
y espacios históricos, sino también en los ideales o ideas fuerza que moviliza las acciones
o lo hicieron en el pasado. Estas dos categorías no solo se funden en los cristos que se
ofrecen como un receptáculo tangible de una imagen que representa al personaje bíblico
sino también en los elementos intangibles, con toda su carga de significados, que se mani-
fiestan en la figura. En sí mismo es un elemento visual y palpable y, a la vez, etéreo, puesto
que ha acumulado a lo largo del tiempo un amplio legado de circunstancias históricas y
simbólicas que lo convierten en un crisol de memorias.
ANÁLISIS COMPARATIVO
24
Rodríguez Peinado, L., op. cit., p. 30
25
Escudero, X., op. cit., p. 102
62
fue utilizada en distintas representaciones en el siglo XVI. “La ligereza del material y su
fácil tratamiento fueron aprovechados principalmente para la elaboración de cristos
monumentales utilizados en procesiones”26 Hay que señalar que en Quito, a diferencia
de sus pares peruanas, tal y como lo señala Alfredo Costales27 muchos talleres de oficios
funcionaban al interior de las mismas casas a tal punto que en los zaguanes se exhibían
las obras terminadas para que el público las pueda admirar y comprar, por eso se les
dio el nombre de tiendas. “Hay razones para creer que en ese entonces los artistas
no se diferenciaban de los artesanos ni habían ganado el prestigio que se les concedió
después… La distinción entre artistas y artesanos es reciente y sobre la base de una
valoración propia de la mentalidad de la época actual”28
Sin embargo ¿quiénes fueron los primigenios escultores de Quito? Un documento sus-
crito el 25 de mayo de 1602 dice:
… el dicho Juan escultor a de hacer la hechura del santo Crucifijo albino bien obrado y de
buena madera de cedro hueco todo del tamaño del que está en la Compañía de Jesús a con-
tento del padre Bedón prior de la Recoleta y le ha de dar acabado poniendo el dicho escultor
la madera que a menester para todo, por precio y cuantía de cuarenta y nueve pesos de plata
corriente.29
Juan de Sossa fue el indio escultor que, por no saber leer ni escribir, suscribió este
documento mediante intercesión de la cofradía de Veracruz. Como lo señala Costales,
los bosques vecinos de la ciudad proveían de las preciadas maderas de aliso, platuquero
y pumamaqui para su elaboración. “A falta de clavos, los ensamblajes se lograban con
ayuda del chilpe y la soguilla”30
A este indígena se le sumaron, años más tarde, otros connotados maestros indígenas y
mestizos como Antonio Fernández, Bernardo de Legarda, el padre Carlos, etc. Se han
seleccionado, sin embargo, los cristos de Pampite y de Caspicara como referentes de
Quito en el análisis comparativo con sus pares peruanos.
26
Vaquero, A., op. cit., p. 10
27
Véase a Fernández-Salvador, C. & Costales Samaniego, A. (2007). Arte Colonial Quiteño, renova-
do enfoque y nuevos autores. Quito, Ecuador, FONSAL.
28
Ibid., p. 155
29
Fernández-Salvador, C & Costales Samaniego, A., op. cit., p.158.
30
Fernández-Salvador, C & Costales Samaniego, A., op. cit., p. 156.
31
José Olmos nació en Quito aunque no se conoce, con exactitud, su fecha de nacimiento se estima
que fue a finales del siglo XVII.
63
Son cuerpos sumamente desgarrados y con llagas sangrantes que les confieren un dra-
matismo impresionante. Incluso se da el lujo de abrir cavidades en sus costados izquier-
dos e insertar pequeños corazones colgantes que se mueven apenas con el soplo del
visitante.
A Olmos lo podríamos encasillar dentro de los artistas quiteños que más exaltaron los
gestos de la pasión dolorosa.
Por su parte, la iconografía de los cristos de Manuel Chili Caspicara presenta unas
cualidades anatómicas sobresalientes. Su estética se fundamenta en la limpieza de sus
cuerpos, no muy sangrantes, pero con una gestualidad evidente. Como lo diría el padre
Vargas “de honda espiritualidad.”33 Se los encuentra en tamaños pequeños como de
tamaño natural. Los entierros de Cristo fueron también los preferidos de los imagineros
quiteños, llamados por estos Sábana Santa. “Un ejemplar primoroso es el que tiene la
Catedral de Quito, ejecutado en dos trozos de madera por el célebre Caspicara, en don-
de no se sabe que admirar más, si el acierto feliz de la composición del grupo unido…,
o la perfección de sus detalles”34
José Gabriel Navarro asegura que Caspicara fue un hombre de un raro talento, formado
en uno de los tantos talleres quiteños de la época. Un análisis iconológico dice ser:
Descendiente directo de la escuela española de talla polícroma, no trabajó sino obras religiosas
llenas de profundo sentimiento y, por tanto, marcadas con el elegante barroquismo del siglo
XVIII. Es de anotar –eso sí- (y podríamos asegurar que es la característica de todos nuestros
imagineros de aquella época) que Caspicara, a imitación de los escultores castellanos de los
siglos XVI y XVII, hizo de la emoción y del sentimiento el culto de su arte; no hay una sola
imagen de este indio famoso que no lleve en sí, más que la precisión de las formas, la sinceridad
32
Navarro, J. G. (2006), La escultura en el Ecuador durante los siglos XVI, XVII y XVIII, Quito, Ecua-
dor, Trama ediciones, p. 206 - 207
33
Vargas, J.M., op. cit., p.57
34
Navarro, J. G., La escultura en el Ecuador..., op. cit., p. 85
64
verdadera de las más intensas emociones.35
35
Navarro, J. G., La escultura en el Ecuador…, op. cit., p. 210 Museo Nacional – Quito
65
De su análisis iconográfico se desprende que es de tamaño natural y está cubierto ape-
nas con un paño rojo de pureza que le confiere una cierta ampulosidad y autoridad al
Cristo que triunfa sobre la muerte. Actualmente se encuentra en la pequeña iglesia de
Mochumí, cercana a Lambayeque, al norte de Trujillo.
Otro singular escultor nativo fue Baltazar Gavilán a quien se le atribuye autoría del
Señor de la Columna, conocido también como “El Jesús flagelado” que se encuentra en
la galería de arte de la iglesia de San Agustín en Lima. Iconográficamente es de tamaño
natural y se presenta parado junto a una pequeña columna, semidesnudo y su cuerpo
muy azotado. En cambio, del análisis iconológico se descubre que el autor fue proclive
al alcohol y, fruto de su demencia, falleció de una intoxicación aguda. Se sabe que sus
mejores esculturas las hizo en completo estado de embriaguez. Los padres agustinos le
encomendaron realizar una escultura de la muerte para ser usada en las procesiones de
Jueves Santo, llamada también procesión de las ánimas. Los religiosos, así como varias auto-
ridades limeñas, quedaron encantados con esa obra que fue bautizada como El Arquero de
la Muerte, su obra más significativa. Pese a todo, Gavilán imprimió un gran realismo a sus
obras, sin precedentes en la plástica barroca peruana.
Queda por descubrir otros actores importantes que, siendo nativos, hayan trascendido en
el arte de la imaginería religiosa barroca limeña.
En Cuzco es muy reconocido el indígena Juan Tomás Tuyro Túpac quien, entre otras
obras, esculpió el Cristo de las Ánimas que desgraciadamente no ha sido posible ubicar-
lo. Otro destacado imaginero fue Cristóbal Tito Yupanqui del que se conoce muy poco
al igual que del mestizo Martín de Torres, de ambos sólo se sabe que fueron excelentes
talladores de retablos y altares.
En cuanto a la pintura hay que señalar que esta tuvo tres grandes influencias en la región,
la española, la italiana y la flamenca.Traída desde España al Nuevo Mundo se forman talle-
res en las principales ciudades americanas, donde se enseña a indios y mestizos. La pintu-
ra que realizaron los indígenas fue un arte religioso bajo la influencia de la catequización.
En Quito es importante la acción que desarrollaría la Escuela San Andrés de los padres
franciscanos. Uno de sus alumnos predilectos fue Andrés Sánchez Gallque de quien
se ha escogido “la Negación de Pedro”, obra que iconográficamente mide 67 por 44
36
Ramos, R. (2004). El escultor Luis de Espíndola y su trayectoria entre Bolivia y Perú. En: Barroco
y fuentes de la diversidad cultural – memoria del II encuentro internacional, La Paz, Bolivia, Artes
Gráficas Sagitario, p. 65
37
Ramos, R., op. cit., p. 64
66
centímetros, temple y óleo sobre madera que
se exhibe en el Museo de Arte Colonial de
Quito (siglo XVI – XVII) y en la que se ve dia-
logando a Cristo atado a una columna y San
Pedro con su cara suplicante y sus manos en-
trecruzadas como señal de arrepentimiento.
67
el siglo XV que se abismó en la contemplación de la sangre de las Llagas de Cristo. Más tarde en
el siglo XVI el asunto se transforma en un símbolo eucarístico en una pintura quiteña. El indio
Quispe regala un cuadro pintado por él a los franciscanos, en que Cristo es la viña de Canaán y
oprimidas las uvas, cuyo sarmiento sale de la llaga del costado... Los franciscanos conservan el
cuadro que es de gran tamaño... Este cuadro es interesantísimo y sin duda, de procedencia fran-
ciscana como lo son también el Ecce Homo, la Piedad, el Descendimiento, El Cristo en el sepulcro,
que con los crucifijos se multiplican en los siglos XV y XVI que fueron los siglos de la Pasión... 39
De esta forma, Quishpe también se inscribe como uno de los forjadores de la primigenia
escuela quiteña de artes y que sigue emulando los rasgos característicos de los maestros
de arte, europeos.
En general, la escuela quiteña sigue los mismos derroteros estilísticos de los grabados y
dibujos de España que ingresan a la ciudad, en tanto la pintura de Lima y Cuzco siguen los
mismos pasos de Quito en torno a los temas religiosos y didácticos para la evangeliza-
ción. Los pintores trabajaban en talleres con un claro predominio de la técnica de la pin-
tura al óleo sobre lienzo. Copian estampas por lo general flamencas y bajo la influencia
de pintores españoles e italianos alcanzan enorme difusión, en los siglos XVII y XVIII, los
llamados “primitivos” en cuanto a la técnica. A fines del XVI llegan tres grandes pintores
italianos: Bernardo Bitti, Angelino Medoro y Mateo Pérez de Alessio constituyéndose en
los iniciadores de la pintura colonial en el Perú. Bitti llega al Perú en 1575 para “evan-
gelizar por medio del arte”, a solicitud del Provincial de la Compañía de Jesús, Padre
Bracamonte. Trabajó en Lima desde 1575 trasladándose a Cuzco en 1583 y luego, en
1585, a Juli, Puno. Se documenta un retorno al Cuzco entre 1595 y 1598, alternando su
estadía en esta ciudad con las de Chuquisaca y Arequipa hasta 1600. Se hace referencia
a una nueva estancia de Bitti en Arequipa hacia 1603 retornando a Lima en 1604, ciudad
donde permanecerá hasta su muerte ocurrida en 1610.
Para el presente estudio se ha escogido el Cristo resucitado de Bitti que se inscribe como
parte del corpus de artistas que dieron lustre a la escuela cuzqueña. En su obra no se aprecia
el naturalismo sino la ingravidez de sus telas, sus colores fantasiosos y la ausencia de diferen-
tes texturas de sus paños que responden a un deseo de idealización de sus figuras, como se
puede observar en sus vírgenes y santos que están arropados con telas de colores pasteles.
Su gran talento artístico lo convierte en el pintor principal y exclusivo de la orden jesuita. Fue
39
Navarro, J. G., La pintura en Ecuador..., op. cit., p. 13.
68
un muy reconocido pintor y escultor de Sudamérica durante el siglo XVI. Aunque nunca firmó
ninguno de sus cuadros, su estilo se ha vuelto inconfundible. Entre sus principales característi-
cas podemos destacar el uso predominante de la línea, la mera insinuación de los volúmenes,
la figura alargada al estilo manierista, la sofisticación en la postura de sus personajes, quienes
están trabajados teniendo como base una línea serpentinata. 40
Al igual que Bitti, hubo otros pintores destacados como Luis del Raño, Diego Cusihua-
mán, Francisco de Zurbarán y Marcos Ribera. En las pinturas predominó también las
particulares costumbres del Cuzco, tales como el ‘’Corpus Cristi’’ y aparecieron retratos
de caciques indios, que contaban con una predilección por los colores intensos. No fue
hasta el año 1688 que, tras muchos conflictos, ocurre una separación en la asociación
de pintores. Los artistas indios y mestizos se separan de los españoles, que eran mino-
ría, debido a la explotación a la cual eran sometidos por parte de los españoles. Es en
ese momento que los artistas locales empiezan a retratar con más libertad su manera
de percibir el mundo, tal y como lo hicieron los dos artistas indios más importantes y
originales de la época, Diego Quispe Tito y Basilio de Santa Cruz Puma Callo. Lamen-
tablemente no se ha encontrado la imagen de Cristo en la obra de estos notables artistas.
CONCLUSIONES
En cuanto a la escultura, Quito, Lima y Cuzco atienden fielmente a los rasgos europeos de
representación del personaje. Siempre Cristo aparece con tez blanca tal y como lo ideali-
zaron los artistas europeos. No se encontraron cristos con rasgos americanos aunque
sí en otros personajes como la Virgen y el Niño Dios, especialmente en el Perú. En el
ámbito de la pintura, la realidad del personaje es la misma. Sin embargo, existen algunas
particularidades que, de alguna forma, definieron la identidad y unicidad de cada una de
ellas, a saber:
a.- Quito ha demostrado ser la ciudad que, en la región, más tempranamente organizó
una verdadera escuela de artes para adiestrar las virginales habilidades de mestizos e
indígenas en torno a la escultura y la pintura. Sin duda, las condiciones naturales de provi-
40
Lembranzas. (2011). Bernardo Bitti, Revisado: 18 de febrero de 2014 en: http://lembranzas-ines.
blogspot.com/2011/05/bernardo-bitti.html
69
sión de materiales facilitaron su temprano florecimiento, sin descartar la innata habilidad
demostrada por parte de los quiteños.
b.- Quito tuvo en las dos disciplinas notable desarrollo quizá por su carácter monástico
puesto que no fue una ciudad portuaria y de esta forma, imposibilitando un desahogo
artístico de los nativos como forma de expresión. Cuzco se parece en esto a Quito, pero
más en pintura que en escultura.
d.- Lima y Cuzco, en cambio, desarrollaron mucho más la pintura por cuanto era de más
rápida producción y reemplazo en razón de los desastres naturales, especialmente de
orden telúrico, que sufrían las iglesias, conventos y monasterios.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
Angles Vargas,V. (1999). La Basílica Catedral del Cusco, Cusco, Industrial gráfica S.A.
Escudero, X. (2007). Escultura colonial quiteña, arte y oficio, Quito, Imprenta Mariscal.
Fernández – Salvador, C. & Costales Samaniego, A. (2007). Arte colonial quiteño, renova-
do enfoque y nuevos actores. Quito, Ecuador. FONSAL.
Gil Tovar, F. (1989). Las artes plásticas durante el período colonial. En: Planeta, Colombia
Indígena, Conquista y Colonia, (239-252). Bogotá, Planeta Colombiana Editorial.
(2006), La escultura en el Ecuador durante los siglos XVI, XVII y XVIII, Quito, Ecuador,
Trama ediciones.
70
Panofsky, Erwin, (1972), Estudios sobre iconología, Madrid, Alianza Editorial.
Vargas, J. M. (1964). Liturgia y arte religioso ecuatoriano. Quito, Editorial Santo Domingo.
Wikimedia. (2013).
EN INTERNET
71