Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Acto I
Narrador: Pedro, un niño de tan solo 10 años de edad, se encontraba un día andando por
las calles de su barrio, desorientado en el mundo, sin nada que comer, sin amigos, sin
nadie que entendiera la situación por la que estaba pasando. Pues, recientemente acaba de
perder a su madre, su gran tesoro irreemplazable, debido a una grave enfermedad que la
había acogido durante más de siete años.
(Pedro caminando por la calle, con las manos en el bolsillo mirando en todas las
direcciones)
Pedro: ¡Madre!, cómo no he de extrañarte, si fuiste quien me dio la vida. ¡Mi única
familia!.
Narrador: Con una gran tristeza en su rostro, y muy pensativo, Pedro observó con
detenimiento a tres jóvenes sentados en una de las aceras de la calle, quienes no paraban
de fumar exageradamente.
Narrador: Pedro muy inocente ante las realidades existentes en la vida, se acercó a ellos,
sin saber lo que le habría de acontecer.
Narrador: Al pasar los días, meses y años, Pedro todo un joven ya quinceañero, se
situaba sumergido en una adicción que a lo lejos parecía irreversible.
Acto II
(Pedro sentado con dos amigos en la acera, mientras por la calle pasaba un niño
desorientado como él hace unos años)
Pedro: ¡Hey amigo!, ven y comparte con nosotros, para que te relajes un poco.
Esteban: No amigo, pero gracias.
Pedro: ¿Qué, me vas a decir que no quieres reírte un poco?, se nota a leguas que has
pasado una pena.
Esteban: Sí amigo, mi madre acaba de fallecer
Pedro: Con mayor razón, ven aquí muchacho, siéntate un rato.
Esteban: Gracias amigo, es muy tentativa tu oferta, pero sé que a mi madre le hubiese
gustado que luchase por mis sueños, y así lo haré; aunque tenga que esforzarme y trabajar,
pero no me rendiré.
(Esteban sigue caminando sin mirar atrás, mientras Pedro se queda pensativo)
Karen: Hijo mío, prométeme que nunca dejarás de luchar por tus sueños. Recuerda que
aunque yo no este físicamente en este mundo ¡jamás te abandonaré!, siempre morare allí
en tu hermoso corazón. No mires atrás, más si adelante, recorriendo cada día el camino
correcto hacia la meta.
Narrador: Aquel llanto de Pedro fue tan sincero, que al pasar por ahí un hombre sabio de
edad ya avanzada, se detuvo a reconfortarlo.
Isaías: Joven, no sé lo que te ha pasado, pero lo que hoy mi corazón te dice: es que nunca
es tarde para volver a empezar.
Narrador: Al oír esas palabras, un gran gozo recorrió el cuerpo de aquel joven, que un día
siendo niño, tomo la decisión equivocada.
(Pedro se levanta y abraza al caballero en agradecimiento)
Pedro: En mi inocencia, hace años caí en un gran vicio, pero hoy decido levantarme con
mucho fervor, y animar aquellos niños como yo o como Raúl, para que nunca permitan que
la situación los lleve a caer en una irreparable adicción.
FIN.