Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
207178370.touraine - Los Movimientos Sociales ¿Objeto Particular, o Problema Central Del Análisis Sociológico PDF
207178370.touraine - Los Movimientos Sociales ¿Objeto Particular, o Problema Central Del Análisis Sociológico PDF
Alain Touraine
Las luchas
Así, la referencia a la sociedad y al orden social tiende cada vez más, en nuestros países,
a definir no tanto acciones vinculadas con el cambio, sino más bien acciones que lo
combaten en nombre de un orden antiguo o nuevo. Esto nos lleva muy lejos de lo que
llamamos espontáneamente "movimiento" . Por consiguiente, la tendencia natural de los
participantes y observadores de los conflictos sociales en las sociedades industriales 'es
insistir, por el contrario, en considerar a estos conflictos como mecanismos de cambio.
Pero esta definición ya no tiene el mismo sentido que en el siglo pasado, cuando el
movimiento obrero era el actor de los conflictos más importantes y parecía representar
valores nuevos -aquellos del progreso e industrialización-~ al mismo tiempo que
luchaba contra sus formas sociales de apropiación.
Actualmente se cuestiona ese rol central de un movimiento social como agente principal
de transformaciones históricas. No se visualiza con claridad lo que unifica a estos
múltiples conflictos, que no se refieren a valores centrales ni luchan contra un poder
dominante, y sí tratan únicamente de transformar algunas relaciones de fuerza o
mecanismos específicos de decisión. En este caso, es evidente que los agentes de
cambio no pueden definirse de manera global en nombre de algún "sentido de la
Historia" . Tanto más que dentro del mundo laboral, en la vida urbana se comprueba ese
pasaje de los movimientos sociales centrales hacia luchas específicas. Numerosos
estudios realizados sobre las luchas urbanas contemporáneas demuestran que, en la
mayoría de los casos, se trata de acciones limitadas, dirigidas contra propietarios o
autoridades administrativas, para conseguir mejores condiciones de alojamiento. Aun un
creciente número de luchas urbanas tienden a acercarse a lo que llamamos aquí
conductas colectivas, al defender un medio amenazado. Por ejemplo, las luchas
-victoriosas- realizadas en Madrid para salvaguardar el centro histórico de la ciudad.
Estas luchas adquieren mayor importancia cuando tratan de acceder en forma más
directa al poder de decisión y se asocian más estrechamente ~ con los partidos políticos.
Por tal causa en varios grandes países industriales la socialdemocracia (tanto su rama
revolucionaria como la reformista) asoció íntimamente las luchas sociales con Ia acción
política y de hecho las subordino a esta ultima, ya que su objetivo fundamental era la
toma del poder..
El conjunto de los problemas que acabamos de considerar constituye una de las grandes
"áreas" del análisis sociológico, la de la acción social. Pero existen igualmente otras
"áreas" . Lo propio de la acción social es analizarse siempre en función de relaciones
sociales desiguales (poder, dominación, influencia, autoridad); pero las relaciones
sociales no quedan siempre completamente "abiertas". Ya dijimos que también se
cierran, se transforman en orden social, mantenido por agentes de control social,
cultural y, finalmente, por el poder estatal. Este orden social también es susceptible de
entrar en crisis sobre todo cuando su estabilidad se opone a los cambios del medio de
manera que, al área de la acción social y a la del orden, se agrega la de la crisis. Para
terminar, siempre en un mismo tipo de sociedad, en este caso la sociedad industrial, las
relaciones sociales y el orden están constantemente en cambio. ¿El análisis de los
movimientos sociales puede salir de su área propia y penetrar en aquellas del orden, la
crisis y el cambio?
Hay que descartar toda pretensión hegemónica de la sociología de los movimientos
sociales: no dirige directa y enteramente al estudio del orden (es decir también de la
represión y exclusión), ni tampoco al de la crisis o del cambio. Actualmente, todo
transcurre como si la sociología de los movimientos sociales fuera uno de los dominios
más débiles y menos elaborados del análisis sociológico.
Sin embargo, no podemos quedarnos satisfechos con un total pluraÏismo metodológico
que llevara a desmembrar completamente la realidad social y su análisis.
La penetración de una sociología de los movimientos sociales dentro de lo que llamé el
área del orden parece casi imposible, por la posición tan opuesta de estas dos
orientaciones intelectuales. Desde hace por lo menos veinte años, de Marcuse a
Foucault, de Althusser a Bourdieu, todo un conjunto de reflexiones, por otra parte muy
diferentes unas de otras, conquistó una amplia influencia en las ciencias sociales al
sostener que la sociedad contemporánea se controla y vigila cada vez más
estrechamente, de manera que la vida social se reduce sólo a un sistema de signos de
una dominación no compartida. De esta manera se excluye todo movimiento social al
cual, como si fuera una revuelta, se rechaza rápidamente hacia los márgenes de una
"sociedad unidimensional" . La influencia creciente de la sociedad sobre sí misma lleva
en lugar de ampliar el espacio publico, a hacerlo desaparecer al otorgar al poder central
los medios para intervenir en todos los aspectos de la vida cultural y de la personalidad
individual. Es cierto que, por otro lado, a la intensa actividad de protesta de la década
del sesenta sucedió un debilitamiento duradero de los movimientos sociales.
Estas concepciones pesimistas tuvieron tanto más influencia en cuanto a que los
estudios sobre la enseñanza o el trabajo social demuestraron su impotencia para luchar
contra las desigualdades sociales y hasta ,su tendencia a reforzarlas con mecanismos de
selección. De tal forma la sociología de los movimientos sociales choca hoy no tanto
con la sociología de las Instituciones y del sistema social -debilitada por las crisis
culturales sociales y sino mas bien con determinada sociología de los aparatos
ideológicos del Estado, de donde surge la importancia de hacer penetrar la sociología de
los movimientos sociales dentro de ese territorio aparentemente hostil.
Subrayemos, ante todo, la posibilidad actual de destacar las limitaciones de las tesis que
presentan la escuela o el trabajo social como instituciones incapaces de modificar
sensiblemente las desigualdades sociales lo que lleva implícito que docentes o
educadores no pueden en manera alguna ser realmente actores. A estas a afirmaciones
perentorias pueden o oponerse muchas investigaciones, 2 de las cuales surge claramente
que la desigualdad se da de entrada sólo en forma parcial y luego se desarrolla en el
seno del sistema escolar impulsada por este último. Conviene sustituir la
responsabilidad impersonal del "sistema" con la responsabilidad individual y colectiva
de los docentes. Todo lo que permita limitar la formalidad escolar en provecho de un
aprendizaje activo donde el niño no sea solamente un escolar sino un individuo
aceptado con su pluralidad de roles (incluida su ubicación en clase), contribuye a
reducir la desigualdad de oportunidades 3.
En segundo lugar el orden no reina nunca de manera absoluta. Se habla de control
ideológico, de manipulación, de alineación, pero lo que, ante todo existe, en realidad, es
la represión física, la violencia y la revuelta, reducidas en formas degradadas. Lo mismo
que el silencio no reina nunca totalmente en el mundo de la esclavitud o en los campos
de concentración, pues siempre subsiste cierta resistencia y como corolario una
represión directa, detrás de la apariencia del orden sobreviven siempre relaciones
sociales de dominación y protesta.
Consideremos, por último, las conductas relacionada5 con el cambio, pues parecen tan
cercanas a los movimientos sociales que muchas veces se las confunde con éstos. Aquí
hemos subrayado nítidamente la distancia que los separa; en efecto, el espacio del
cambio social tiene dos pendientes: por un lado remite a las relaciones sociales y a los
efectos dé institucionalización de los conflictos, por consiguiente de las reformas; por
otro conduce hacia el desarrollo, es decir hacia el pasaje de un campo cultural y social a
otro. Esta necesaria descomposición de un conjunto artificialmente constituido permite
la penetración de la sociología de los movimientos sociales en esta área de la vida
social.
Una noción importante, pues es utilizable en todos esos casos, es la de refuerzo. Las
conductas observables pueden explicarse, por cierto, como respuestas a la integración o
exclusión, a la crisis o al cambio, pero semejantes explicaciones dejan siempre de lado
un residuo importante que sólo puede analizarse como conjunto de efectos indirectos,
sea de la formación, sea, por el contrario, de la ausencia de movimientos sociales. Allí
donde no se forma el conflicto reinan la unidad ficticia del orden y también la violencia
o el retraimiento. Esta noción de esfuerzo tiene la ventaja de respetar la autonomía de
los modos de análisis que corresponden más directamente a determinada área o a otra de
la vida social, manteniendo al mismo tiempo la existencia de principios generales de
análisis. Agreguemos que, al hablar de refuerzo, no queremos de ninguna manera
afirmar que la explicación en términos de movimientos sociales da cuenta, mejor que
otras, de toda la realidad histórica. El debilitamiento de muchos conflictos recientes, en
particular de la corriente ecológica, prueba al contrario su débil carga como movimiento
social y la presencia dominante, en su seno, de otros tipos de conductas. Reconozcamos
también que, según las perspectivas y objetivos de cada uno, es posible organizar el
conjunto del análisis sociológico alrededor de tal o cual enfoque general.
De tal modo, cuanto más se ubica uno en una perspectiva sociológica aplicada (por
ejemplo para preparar una política social), tanto más fecundo es el análisis en términos
de sistema social, de integración y crisis; a la inversa, cuando se trata de analizar vastos
y complejos conjuntos sociales y determinar la naturaleza de las fuerzas sociales
capaces de transformarlos, las nociones de historicidad y movimiento social deben ocu-
par el lugar central.
Numerosos son quienes estiman nuestra sociedad como incapaz de producir nuevos
movimientos sociales: ya porque éstos serían absorbidos por el irresistible ascenso de
los estados administradores, ya porque una sociedad enriquecida sería capaz de absorber
todas las tensiones, ya finalmente porque los movimientos sociales, al ser producto de
sociedades de acumulación con cambio rápido, no tienen cabida si volvemos a so-
ciedades equilibradas.
Tratar, por el contrario, de entender los nuevos movimientos sociales es defender otra
representación de nuestra sociedad y de su porvenir. Según esta representación entramos
en un nuevo modo de producción, el cual al originar nuevos conflictos engendrará
nuevos movimientos sociales, extendiendo y diversificando el espacio público y quizás
también dará a luz formas de dominación y control social más profundas y con mayor
capacidad de manipulación.