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AUTO

AU TO APRENDIZ
APRENDIZAJ
AJE
E
5

literario de desdesde ununaa perspectiva


perspectiva poco frecuente,
frecuente, ya qu quee    o
   r
    i
tiene un propósito divulgad divulgador. or. No
N o hay ene n estas    e
   r
 págin
 pá ginasas análisis
aná lisis académicos,
académ icos, sino si no descri
de scripcio
pciones
nes    o
sencil
sencillas,
las, prácticas
prácticas y rigurosas
rigurosa s de los factores estéticosestéticos     M
   n
y estilís
estilístico
ticoss cuyo conocimiento
conocimiento facilita
facilita la comprensión     ü
    l
   u
dell mensaje litera
de literario.
rio.     J
La obra
obr a contiene
contiene,, ante
a nte todo,
todo, unaun a apasionada    S
   O
invitac
nvitaciónión a la lectura
lectura,, actividad
actividad que q ue el au
a u tor
to r conc
concibeibe    I
   R
como «una experien experiencia cia d e radical
radical intimidad que    A
   R
asegura
asegura la perv ivenda de los libros libros p o r encima
encima de d e todo    E
   T
mal augurio».
augurio». Peto como no todas la s personas    I
   L
disponen d e las herramientas necesarias necesarias para    S
adentrarse
aden trarse en el complejo complejo m undo d e la literatura,literatura, esteeste    O
   T
equipaje
equipaje deldel lector  incluye
 incluye cuanto resulta res ulta imprescindible    X
   E
 pa
 p a r a dis
d isff r u tar
ta r d e u n viaj
vi ajee de
d e pla
p lacc er p o r el
e l un
u n ive
iv e rso
rs o de
de    T

la ficción.
ficción.
El libro
libro conti
contiene,
ene, adem ás, una am plia selección de
textos
textos críticos
críticos y d e creación literaria: literaria: unu n a antología
comentada qu  q u e interes
interesará,ará, sin du d a, a profprofesoesoreres,
s,
estudia
estu diantesntes y lectores
lectores en general
general..

(S8N;8MÍ4410
44109-
9-88
u i.n w ju m in n

CÓMO
CÓMO LEER
LEER
TEXTOS
LUERARDS
E L B Q U IP A JE D a LECTOR 

 Julián
 Ju lián M oreiro
u i.n w ju m in n

CÓMO
CÓMO LEER
LEER
TEXTOS
LUERARDS
E L B Q U IP A JE D a LECTOR 

 Julián
 Ju lián M oreiro
58 Cómo leer  a u r a l a r r a n o t 

de su casa, no podo resistir la tentación de tomarle el pelo a aquel


sabio remoto y contestó: «Es el gallo de los huevos de oro». Más
tarde supim os que quien obtuvo la mejor nota fue el a lumn o que con
testó,
testó, com o se lo había enseñado e l maestro,
maestro, qu e el g allo del coronel
coronel
era e l símbolo de la fuerza popular reprimida.
reprimida. C uando l o supe m e ale
gré una vez más de m i buen a estrell
estrella,
a, pues cl fina
finall que y o había
había pen
sado para ese libro,
libro, y que cambié a última
última hora,
hora, era q ue el coronel le
le
torcicr
torcicraa el pescuezo al gallo
gallo e h iciera con él u na so pa d e protesta [...
[...]]
Lo cual terminó de convencerme de que la manía interpretativa
termina por ser a la larga una nueva forma de ficción que a veces
enc alla en el disparat
disparate.
e.

(GABRIEL G a r c í a  M á r q u e z : Ñ o la s de
d e pre
p re n sa . 1 9 8 0 -19
-1 9 8 4 .
M ondadori, Madrid, 1991, págs. 53-54]
53-54]
SEGUNDA PARTE

Geografía del texto literari


liter ario
o

 No s e e s escrit
esc ritor
or por
po r haber
ha ber decidi
deci dido
do deci
de cirr cierta
cie rtass
cosas, sino por haber decidido decirlas
decir las de cieñ
ci eñaa manera
anera..

JEAN-PAUL Sa r t r e : ¿Qué
¿Q ué es la liter
literatura?
atura?

Resumamos lo dicho en páginas anterianteriore


ores:
s: la literaria
literaria e s la más
compleja y rica de las realizaciones lingüíst
lingüísticas
icas.. P o r su natural
naturaleza
eza
estéti
estética,
ca, constituye
constituye tanto u n m ensaje formal com o ideológico. S u lec
tura. qu e ab re perspectivas
perspectivas nuevas, exige atención y esfuerzo.
esfuerzo.
Hemos dicho también que la lectura
lectura es un acto solitario y qu e el
el
texto adquiere
adquiere significaciones diferentes porque
porque ca da lector lo asocia
asocia
a su experiencia;
experiencia; pero, al prop io tiempo,
tiempo, en e l escrito existen marcas
marcas,,
señales
señales de tipo formal que delimitan el territorio
territorio de la comunicación
y orientan al lect
lector
or..
De ahí que leer suponga hacerse preguntas: qué puede suceder,
 p o r q u é ha sucedido algo y qué repercusiones tendrá sobre lo que
está por venir, qué razón hay pa ra que tales hechos se p resenten
resenten de
tal o cual manera, por qué se habrá definido
definido as í a un persona
personaje.
je...
..
Cuestiones como éstas (que s e suscitan de forma inadvertida en la
mente
mente d el lector experto) se plantean
plantean a p artir de la s sugerencias que
que
contiene e l texto: conocer las
las clav es de l cód igo esc rito resulta,
resulta, pues,
imprescindible
imp rescindible para
para entab lar ese diálogo silencioso y fructífe
fructífero
ro de la
lectura placentera.
Perfeccionar la capacidad
capacidad de com prender e s tarea que no se agota
agota
lectura. Lo qu e aqu í se pretend
nunca y qu e se alimen ta de la propia lectura. pretendee
referencias a los lectores
es proporcionar referencias lectores poc o experimentados,
experimentados, colo
mojones en el camino: ¿q ué rasgos
car algunos mojones rasgos técnicos
técn icos y lingüísti
cos suelen reclamar nuestra atención en un texto? ¿De qué forma?
60 Cómo leer textos literarios

¿Dónde reside su eficacia? Da r respuesta a esas preguntas (en la


medida e n que es posible señalar generalidades) es e l objeto de las
 páginas que siguen.

4. LO QUE SE DICE Y LO QUE SE QUIERE DECIR: EL TEMA

El texto, cualquier texto, sea literario o n o. significa más de lo


que literalmente dice, más de l o qu e expresan la s palabras. E n la
comunicación ora l, el gesto, e l tono de voz. l a mirada... alcanzan a
da r sentido a mensajes verbales poco informativos. E n la comunica-
ción escrita, la inexistencia de auxilios co mo lo s mencionados, nos
obliga a desv elar el siginiñeado del m ensaje sin más ayuda que la
que proporcionan las palabras y nuestra experiencia an terio r ésta nos
 permite hace r conjeturas y de terminar si u na frase c om o «¡Qué bien
te encuentro!», en e l contexto d e un enunciado m ás largo, significa
literalmente eso o todo lo contrario.
 N o e s fá cil d esc ubrir e l sentido pre ciso d e l o q u e leem os. Sin
embargo, es imprescindible hacerlo. Pregu ntas com o «¿De qué trata
esto?» señalan la búsqueda d e la idea principal de u n texto: lo que el
autor quiere decimos. La búsqueda se complica notablemente en el
caso d e la lengua literaria porque raramente encontraremos enuncia-
da de manera directa y clara esa idea principal: el texto literario
(como toda expresión artística) e s alusivo y elusivo. Y mucha s veces
se h a dicho que lo demasiado explícito resulta contraproducente:

El arle descriptivo, minucioso, es pueril y pesado. El arte expresi-


vo, expresionista, aísla rasgos y gana, no sólo en economía, sino en
eficacia, porque arte es reducir las cosas a uno solo de sus rasgos,
enriquecer el universo empobreciéndole, quitarte precisión para otor-
garle sugerencia.

(Fr a n c is c o Um b r a l : Mortal y rosa,


Cátedra-Destino, col. Letras Hispánicas, Madrid. 1995. p ig . 98)

En literatura su ele denominarse tema a la idea principal de) texto,


al pensamiento o sentim iento que su autor qu iso comunicar. Hay que
G m w j h d t i u a o lite rano
61

distinguirlo de la anécdota, la historia o el asunto de que se valió


 pa ra trasm itirlo, y q ue. e n la narrativ a y e l teatro, s e concretan en un
argwnenio.
De lo que se trata e s d e tener presente que. en  E l Q uijote. Cervan-
tes relata la historia de un hidalgo manchego que enloquece leyendo
libros de caballería, se lanza a los caminos decidido a proteger a los
débiles y vive u na serie d e disparatadas aventuras, al final d e las cuales
regresa, maltrecho, a morir en su cama tras recobrar el juicio: tal es,
mu y resumido, el argumento de la novela; pe ro su trascendencia no
radica en eso . sino en la serie de pensamientos y sentimientos que Cer-
vantes dejó en sus páginas y q ue hay que buscar bajo la superficie
argumenta!, en u n nivel más profundo, que e s e l temático.
 N o sie m pre e s sen cillo descu brir e l t em a (e n e l caso d e un libro
tan com plejo como  E l Q uijote  tendríamos que hablar de un entrama-
do d e temas) Cada texto, además, es un m undo diferente y n o pue-
den aplicarse recetas previamente aprendidas para de svelar su s secre-
tos. Pero h ay ciertas señales superficiales en un escrito qu e nos pe r-
miten penetrar e n su inte rior buscarlas e s obligado cuando, co m o
suele suceder, el sen tido último del mensaje no aparece e xpre so. No s
ocuparemos a continuación de explicar algunos d e los recursos con
que pu ede con tar un lector avisado.

4.1. EL TEXTO INCOMPLETO

Sabemos que el lector es cómplice del autor, qu e cola bora e n la


escritura del texto. Para desentrañar su sentido, e l receptor de be apo r-
tar significados que n o aparecen escritos porque s e d an po r supues
tos; debe, e n suma, com pletar el texto.
Naturalmente, el grado d e implicación del lector no es siempre el
mismo; varía de unos textos a o tros, en función de c ó m o hayan sido
concebidos po r los autores. A veces, el  pro pio tex to discrim in a a sus
lectores, elige a una porción d e ellos y prescinde de o tros, pues exige
conocimientos muy precisos para  poder entenderlo. Por ejemplo, la
 poes ía barroca daba por supuestos con ocim ientos d e la m itología
grecolatina, de modo que determinados poemas sólo podían enten-
62 Cómo leer u n o s literarios

derse si el lector sabía de qué m ito y de qué personajes se hablaba en


sus versos.
Este soneto de Garcilaso de la Vega no lo entenderá quien desco-
nozca la historia de Dafne, criatura bellísima d e la que se enamoró el
dios A polo; cuand o er a perseguida po r éste, fue convertida e n laurel
 pa ra evitar su deshonra. El poeta desc ribe el m om ento d e la tr an sfor-
mación e imagina que A polo (a quien se a lude sólo com o «causa del
daño»), al llorar su pérdida, acelera el proceso, pues riega con sus
lágrimas la planta en que se está co nvirtiendo la muchacha, cuyos
rubios cabellos (símbolo de la juv entu d y la belleza) eran capaces de
oscurecer el brillo del m ismo sol. Garcilaso term ina subrayando lo
 para dójico qu e resu lta que la pen a d e A p olo ( ¿ y la d e tod o am ante?)
aumen te al ponerse de m anifiesto con el llanto:

A Dafne ya los brazos le crecían


y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se lomaban
los cabellos que el oroescurecían;

de áspera corteza se cubrían


los tiernos miembros que aun bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquél que fue la causa de ta l daño,


a fuerza de Dorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh nial tamaño,


que con llorar crezca cada día
la causa y la razón por que Doraba!

[GARCILASO Dé l a Ve g a : Poesías completas.


Castalia, col. Castalia Didáctica. Madrid, 1989, págt. 58-59)

Desde luego, los conocimientos culturales del lector tienen


mu cha imp ortancia para desentrañar determinados textos, sob re todo
i t  escribieron en e l pasado. Pero h tipo de complicidad
G togn fia d rl itixo literario 63

se basa en sobrentendidos m ás generales, más al alcance del lector


medio, pues h acen referencia a experiencias de vida o a conocimien-
tos muy generalizados. E s u n c aso m ucho m ás frecuente que e l ante-
rior: todos tenemos ocasiones a diario de encontramos en esa situa-
ción. Veamos dos ejemplos.
El prim er texto pertenece a un curioso libro que. desde su mismo
título, advierte al lector d e lo que v a a en contrar e n él:  La O veja
n e g ra y d em á s fá b u la s. S e trata, en efecto, d e un conjunto de fábulas
modernas, e s decir, de historias protagonizadas po r a nima les, pe ro de
las que cabe extraer enseñanzas referidas al mundo d e lo s humanos,
com o sabe cualquier persona desde su infancia:

 L a Oveja negra

En un lejano pa ís existió ha ce muchos años una Oveja negra.


Fue fusilada
Un siglo después, el reb año arrepentido le levantó una estatua
ecuestre que quedó muy bien en e l parque.
As í. en lo sucesivo, cada v ez q ue aparecían ovejas negras eran
rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones
de ove jas comunes y c orrientes pudieran ejercitarse también en la
escultura.

[AUGUSTO MONTERROSO: La Oveja negra y dem ás fáb ulas.


Anagrama, Barcelona, 1991, pág. 23]

El lector, avisado ya desde el título del libro, reconoce de inme-


diato la forma d e cuentecillo popular («En u n lejano país...»), y ello
invita a considerarlo como texto d idáctico pu es sabe que los cuentos
popu lares tienen esa característica; entiende adem ás lo que significa
ser «una oveja negra», pues es una frase hecha e n español; cuando
lleg a al fina l, sabe que el relato no habla verdaderamente de ovejas,
sin o d e sociedades humanas, y está en condiciones de apreciar la iro-
nía de M onterroso a l interpretar la historia y la cond ición del héroe,
despreciado e n su tiem po y ensalzado p or la posteridad.
E l grado de com prensión de la ironía variará, sin d u d a , d e u n lec
tor a otro: pero e l sentido m ás inm ediato del texto está a l alcance de
todos porque lo que se da por supu esto también lo e stá. Com pletar el
64 C ó m o l e e r l é a o s lite r a r io s

s e n t id o d e e s e c u e n t e c i ll o e x i g e s o l a m e n t e u n a l e c t u r a c o n s c i e n te y
atenta.
Q s e gu n d o te x t o q u e a n a li za m o s a p e l a m á s a b ie r ta m e n t e a ú n a la
c o m p l i ci d ad d e l l e c t o r  

H a e s t ad o f u er a d e c a s a u n a s e m a n a . A l v o l v e r , p a r e c e o tro .
Cua ndo no s acostamos, me ha acariciado con mucha ternura. Me ha
dicho que no volverá a atormentarme con lo de m is ronquidos, y
m e h a e x t r a ñ a d o q u e a h o r a s e l e o c u r r a e s a i de a . D e s de q u e n os
casamos — será m is exacto decir desde un p ar de años después de
habernos casado— su ele despertarme , zarandeándom e, varias veces
ca da noche: «ya e stás roncando otra vez. roncando com o una bestia;
qu e pena que no puedas oírte». Y yo jam ás hice otra cosa que pedir
l e p e rd ó n. M u c h a s v e c e s m e e c h a ba a l lo ra r, l o q u e s e r v ía p a ra u n -
tarte más aún: «cállate ya: primero, ronquidos y ahora, lloros. ¿Es
que n o v oy a poder dormir tranquilo?» A sí una y otra noche desde
h a c e c i n c o a ñ o s . Y y o n u n c a ro e q u e ja b a , s ó l o l e p e d í a p er dó n .
Hasta fui al m édico, a ver si eso de los ronquidos tenía algún reme-
dio, y me d ijo que no.
Ahora, e sta noche, m e ha acariciado, me h a ped ido perdón, me ha
dicho que soy una santa y él un b ruto. Y que nunca se perdonará
haberme h echo sufrir tantas y tantas noches. E l viaje lo ha cambiado
extrañamente. Ha estado fuera una sema na, en n o sé qu é congreso al
que asistió por cuenta de su em presa. «P or Ib menos —dijo al mar-
charse— estaré una semana sin escu char tu orquesta. Dormiré a pier-
na suelta». Eso e s lo que me dijo. Y aho ra, al volver, m e pide perdón
 p o r to do lo que me ha hecho sufrir. Y por todo l o q u e h e callado.
«Porque tú —m e dice— podías haberme dicho que yo ronco también,
no sé si tan escandalosamente c o m o tú. pero ron co toda la noche». Es
cierto qu e ronca. Y que nunca s e l o d i j e p o r n o humillarlo. P e r o ahora
é l sabe que ronca, y m e  pid e perdón, y todo se ha arreglado. Y me
abraza, y m e dice que soy una santa y él un miserable.
Todo ha cambiado, ya lo dije, a la vuelta d e su viaje. Estuvo en
un congreso en Palma de Mallorca. Viene más moreno, más alegre y
hermoso, más tierno.  N unc a le preguntaré q u i é n l e ha d icho que

[Jo  HIERRO, en P ro sa hispánica contem po ránea. M inisterio de



Educación y C iencia-Viccus V ives, Barcelona. 1987. pág 47]
Geografía del u n o tor rano 65

E l últim o párrafo suscita, al pronto, una cierta sorpresa en e l lee-  f /á


tor. que rectifica su lectura: descubre que el m arido engalla a la mujer 
y que ésta lo sabe. Pero ¿acaso es tan sorprendente? ¿N o ha ido pro- H
porcionando e l tex to indicios para sospechar lo que verdaderamente ^
sucedía? Un  co ngreso  en  M allorca  del que viene  m oreno y como si ^
fuera  otro : un conjunto de deta lles qu e remite a una experiencia co m
partida. aunque s ólo sea por la cantidad de ve ces que hem os v isto en
el cine cóm o é l  utiliza la excusa d e un coog reso (o un viaje de neg o
cio s) para ir a un lugar com o M allorca (no parecería lo m ism o, desde
luego , si el viaje fuera a Calahorra).
En realidad, la clav e del texto está en lo que no dice, pues tampoco
se nos habla de la estupidez del marido (sin pretenderlo, se descubre)
ni se nos aclara cóm o hem os de interpretar la actitud de la mujer, ¿e s
una victima dispuesta a pasar por cualquier cosa con tal de mantener
su matrimonio? ¿O e s. por encima de todo, una persona que responde I
co n un d igno silenc io a la zafiedad d el otro? En cualquier caso, ¿por
qu é decide no preguntarle qu ién le ha dicho qu e ronca...? I
Las ideas  o sugerencias principales d el relato de Jo sé H ierro .
están m ás allá d e las palabras. H e ah í un ca so muy exp resivo de e s a '
circustancia com unicativa q ue tantas ve ces se produce en la litera- |
tura: el lector se ve implicado de tal manera que debe ocupar el
esp ac io de l escritor para  term inar  el texto. Si todo estuviera dicho
en é l. lo escr ito por Jo sé Hierro dejaría de tener capacidad de e sti
m ular la im aginación y no sobrepasaría, qu izás, e l nive l de un coti
lle o vecinal.

i
i 4.2. C o m p l i c i d a d  i d e o l ó g i c a

U n caso esp ecial de texto incom pleto e s e l qu e deja fuera de él


i
únicamente una conclusión, que se deriva de lo que sí está escrito.

t  Son tex tos con m enor riqueza de sugerencia que los que acabamos de
leer y dejan m ás delim itado e l territorio d el lector.
Este tipo de texto, cuya idea principal se deduce o se obtiene por
e
generalización a partir de las que aparecen explícitas, e s frecuente en
I)
los en sayos, escritos didácticos en lo s que se exponen ideas y enseñan-
66 Cóm o lee r textos hiéranos

zas intelectuales y morales. La complicidad qu e el escritor espera de su


desconocid o i nterlocutor raramente sobrepasa la esfera ideológica.
El gé ne ro ensayístico. relativamente mo derno, ha alcanzado u n [
extraordinario desarrollo en el siglo XX. Aunque tiene a veces un
dudoso car áce r literario, suele considerarse co m o tal cuando su autor
cultiva tam bién otros géneros o cuando muestra un estilo cuidadoso
y e xpo ne sus ideas con rigor, amenidad y cierto toque personal.
El ensayista trasmite sus argumentos con claridad, con e l afán de
que e l lector los reciba d e m anera directa y precisa. Pero hay escrito-
res que prefieren em plear un lenguaje conceptuoso e irónico: su s tex-
tos buscan un lector inteligente a quien se sugieren tesis o se presen-
tan argumentaciones ingeniosas, llenas de sobrentendidos. En estos
casos, pa ra determinar el tem a hay qu e entrar, sí, en el juego d e la
complicidad, qu e es sob re todo ideológica pero q ue también descan-
s a e n u n ejercicio  d e estilo.
Algun os escritores han cultivado coo gran éxito u na prosa carac-
terizada p or la sutileza  y  l a concentración expresiva. Trate d e descu-
 bri r el lec to r lo s guiñ os qu e contienen estas tres breves mue stras ;

Uno de los medios más eficaces para que lis cosas no cambien
nunca por dentro es renovarlas —o removerlas— constantemente por
fuera. Por eso —d ec ía mi maestro— los originales ahorcarían si
 pudieran a lo s novedosos, y los novedosos apedrean cuando pueden
sañudamente a los originales.
[AMONIO MACHADO: Juan d e M ainna.
Castalia, col. Clásicos Castalia, Madrid, 1971, pág. 168)

R e l   El famoso «criterio de los peritos*: es


a t iv is m o e s t é t ic o .

bello lo que los peritos encuentran bello. Bach es superior a Strauss 1


porque así lo afirman los peritos.
Objeción: ¿cómo se sabe que un señor es perito? Porque prefiere
Bach a Strauss.
Resultado: Bach es superior a Strauss porque así k» afirman los
señares que prefieren Bach a Strauss.
[ERNBSTO S ABATO: Hombres y engranajes. Heterodoxia.
Alianza Editorial, Madrid. 1973, pág. 108).
Geografía d el texto literario 67

* * *

Quien dice de su enemigo: «No entiende más lenguaje que el de la vio


lencia» nos está descubriendo sin querer lo que. a su vez. de si mismo se
afana en ignorar, que ¿I tampoco conoce otro lenguaje que ése. De lo con
trario, no llamaría lenguaje al de las armas.
[RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO: Vendrán más años malos y nos harán
más ciegos. Círculo de Lectores. Barcelona, 1995, pág. 34]

Cuando la complicidad ideológica predomina en una obra de fic


ción (un poem a, un relato, un drama), las virtualidades estéticas pue
den resentirse: sobre todo s i el autor renuncia a aprovechar las posi
 bilidades expresivas de la alusión, la sugerencia y e l poder connotati-
vo y evocador de las palabras.
U n caso extremo es el de la llamada literatura d e urgencia o de
circunstancias, denom inación que alude a cie rtas obras surgidas en
una situac ión muy concreta (una guerra, un régim en político tiráni
co), como respuesta a una necesidad política o propagandística.
Sólo los textos que se alzan sobre la circunstancia por su potencia
estética (es decir, por su valor literario) consiguen sobrevivir: el
 poem a «Se equivoc ó la pa loma» , de Alberti (pág . 37) es un buen
ejemplo.
También lo son estos versos, escritos por e l poeta peruano César
Vallejo ante el horror de la guerra civil española. Más allá de ese
momento, el texto sigue expresando con fuerza arrebatadora un grito
 por la paz y la solidaridad. La complicidad se produce aquí en un
espacio más emotivo que ideológico; el texto sería absurdo si nos
atuviéramos al plano meramente conceptual, pero s u valor simbólico
le confiere un profundo poder de comunicación:

l
iosa

Al fin de la batalla,
 y muerto el combatiente, vino ha da él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver, ¡ay!, «guió muriendo
68 Cómo lee r textos literarios

Se le acertaron dos y repitiéronle:


«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.

Acudieron a él vcune. cien. miL quinientos mil.


clamando: -¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muñendo

Le rodearon millones de individuos,


con u n niego común: «¡Quédate, hermano!»
Pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo.

Entonces, lodos loa hombres de b tierra


le rodean»; les vioe l cadáver triste, emocionado;
incorporase lentamente.
abrazó al p rim a hombre; echóse a andar...

(CÉSAR Va l l e » : Obra po ética completa.


Alianza Tres. Madrid. 1982. pág. 300)

4.3. P a labras clave

La relación entre el significado de un texto y el léxico que e n £1


se emplea existe siempre, pero se hace m ás significativa en algunos
casos. Nos referimos aq uí a cierto tipo d e escritos en l os que e l voca
 bulario co nstituy e una referencia imprescindible para determinar el
tema: d e a hí que podamos hablar de la presencia de palabras clave.
Consideremos, po r ejem plo, este famoso soneto de Gerardo
Diego, dedicado al ciprés existente en e l claustro del monasterio de
Silos. L a soberbia planta de l árbol ha impresionado vivamente a
muchos visitantes y ha dado lugar a n o pocas composiciones poéti
cas, entre las qu e sobresale ésta:

 Enhiesto surtidor de sombra y sueño


que acongojas al cielo con tu l m »
Chorro que i las estrella* casi alcanza,
( j f ^ adá a n mismo t i  l ocoempego
Geografía de l texto H uraño

 Mástil de soledad, prodigio islcflo,


 flecha  de le. saeta de esperanza
Hoy Regó a ti. ribera»d d ArUnza,
 peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú. vuelto en cristales,

como tú. negra torre de arduos filos,


ejemplo de delirios verticales.
mudo ciprés en e l fervor de Silos.

[ G e r a r d o  D i e g o : M anual de espum as. Versos humanos.


Cátedra, col. Letras Hispánicas. Madrid. 1986. pi g . 144J

Las palabras que hem os colocado en cursiva describen la imagen


del ciprés con insistencia obsesiva: su firmeza, su derechura, su deci
dido impulso vertical. F rente a e so. nótese que e l alm a del poeta se
define,  por co ntraste, com o pere grin a  a l azar y sin dueño. El léxico
contribuye eficazmente a orientar al lector hacia una interpretación
adecuada del texto: no es una simple descripción del árbol, sino la
expresión del sentimiento de elevación que el poeta experimenta al
ver encamada en el ciprés la voluntad de ser, de la que él carece.
S i repasa e l  Rom ance de l prisio n ero  (pág. 52 ), vera qu e el léxico
qu e d poeta em plea para definir y enfrentar la realidad exterior (d
cam po estalla en primavera) y d utilizado para caracterizar la suerte
d d personaje en su oscura p risión, produce una oposición significati
va que se revela com o clave temática d d poema.

| * * *
L a impronta personal con q ue un escritor m ira la realidad condi-
ciona el significado d d texto y aporta una dosis elevada de informa-
ción al lector. Pero a veces no resulta fácil descu brir d valor de esa
mirada: al traducirse en palabras, en ocasiones éstas cob ran sentidos
a
muy peculiares, estrictamente ligados a l texto e n q ue aparecen y ale-
 ja dos d e l o q u e tales térm in os s ig nific an p a ra lo s dem ás. q 
70 Cémg leer u ito i literarios

Toda palabra représenla a o tra realidad: mesa no es el mueble en


que usted está pensando, sino una representación convencional del
objeto (d o hay ninguna razón, salv o el acuerdo d e los habíanles, para
que esas letras representen a ese m ueble): dec imo s po r eso qu e las
 palabras so n a g u a s   inmotivados. Ahora bien: cuando yo hablo de
balanza  co m o representación de ju stic ia , estoy empleando un símbolo
ya qu e entre una palabra y otra s í hay un a relación motivada: se ha
acordado que l a balanza representa e l e quilibrio qu e deb e m antener la
 ju stic ia Los va lores aso ciados a c ie n o s colo re s (« verd e espe ranza» ,
.ro jo pasión»), «paloma» com o representación de la p a z o «río» como
imagen del fluir de la vida humana son otros ejemp los d e símbolos.
Lo peculiar de la lengua literaria, y m uy especialmen te d e la po é-
tica. es que el escritor tiende a emplear, jun to a lo s símbolos m ás o
meaos compartidos, otros mucho más sugerentes. vagos e impreci-
sos. de uso personal. Al c arecer de co nvenc iones y referencias com u-
ne s. el lector sólo puede interpretarlos recurriendo a la m isma len-
gua: el sonido y aspecto de las palabras, la relación que g uardan con
otros textos en qu e el autor las utiliza, las asociaciones q ue el escritor 
invita a realiza r, etc.
Por eso. hay poemas qu e sólo se entienden (hasta donde es posi-
 ble : siempre queda — ¡por fortuna!— espacio p ara el misterio) s i se
consideran dentro del poemario al que pertenecen; d e otra forma, la
comprensión del texto es parcial, no capta su verdadera dimensión
expresiva. A veces se a lude a e sto hablando de las d iversas lecturas
que pueden hacerse de un escrito.
Veamos un ejemplo: se trata de un conocido poem a de Antonio
M achado. Palabras co m o ca m ino, so ñ a r o la rd e  cobran un valor sim-
bólico que sólo se descubre s i se lee Soledades, e l libro al q ue el
texto pertenece:

Yo voy soñando caminos


de h tarde ¡Las colinas
d a n to , los v ad es pinos,
tas p o t a m o s encinas!,.
¿Adúndee l camino irá?
Yo voy cantando, viajero
(¡toKia/Ui Se l u n o hieran» 71

a lo largo del sendero...


 —La larde cayendo está—.
«En e l corazón tenía
•l a espiga de una pasión;
•logré arrancármela un día:
•y a no siento el corazón.»
Y iodo el campo un momento
se  queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena e l viento
en los álamos de l río.
La larde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
M i cantar vuelve a plañir:
«Aguda espina dorada,
•qu ién te pudiera sentir
•en el corazón clavada.»

[An t o n i o Ma c h a d o ; Poesía y prosa, 11; Poesías completas.


Espesa Calpe-Fundación Antonio Machado, Madrid. 1988, pág. 436J

 N o im p o rta a h o ra e l v a lo r d e lo s sím b o lo s m ach ad ian o s. El


 po em a, e n to do caso, l e h abla ta m bié n a un le cto r qu e n o conozca la
obra del p oeta, llena de proyeccion es subjetivas: sobre to do porque la
espina  clavada en el corazón e s una m etáfora d e dom inio público y
resulta decisiva para captar el tono nostálgico de un texto que habla
de la necesidad d e experimentar un sentir, aunque se a dolorido. Pero
la lectura d e otros poemas de Soledades   mejora, sin duda, la com-
 pre nsión de e s o s versos.
L os sím bo los pueden llegar a oscurecer por completo el sentido
de un texto cuando nacen de asociaciones que ni siquiera para el
poeta son racionales: a fin de cuentas, el creador reinven ta la realidad
y n o e s p osible  tra du cirla,  pues la presiden otras leyes. Y esto vale
también para e l u so de la lengua.
Algunos poemas de García Lorca aparecen envueltos en un mis
terio encan tador que emana de su sim bo lism o desconcertante; tal
sucede con e l R om ance so nám bulo, qu e com ienza así:
72 C ó m o l e e r t e x t o s lite r a rio *

Verde que te quiero verde.


Verde vien to. V erdee ramee.
El barco sobre la mar
y e l ca b a llo e n l a m o t a d a

I m p o s ib l e tr a d u cir e l s ig n if ic a d o d e e s c v e r d e .  I m p o s ib l e p o n e r
e n le n g u a j e ló g i c o u n t e x t o q u e . d e p r i n c ip io a f in . d e s tila in c e r ti
d u m b r e . A b s u r d o , a d e m á s , p r e t e n d e r l o , p u e s e s o s i g n i fic a r í a a ca b a r
c o n la m is m a p o e s ía .
C u a n d o l a le n g u a lit e r a r ia s e o s c u r e c e , c u a n d o m ir a h a c ia s u s
r e c o v e c o s m á s s e c r e t o s , e l l e c t o r d e b e r en u n c ia r , m á s q u e n u n c a , a l
in t e n t o d e p i n t a r c o n c o lo r e s c o n o c i d o s l o q u e e l t e x to d ib u ja c o n
g a m a p r o p ia . C u a n d o s e a lc a n z a e l I fm i le d e l a n á l is is r a c io n a l s ó l o
c a b e d e j a r s e s e d u c ir p o r lo q u e n u n c a v e re m o s, q u e e s c o m o G e ra rd o
D i e g o d e f in i ó , s a b ia m e n te , la p o e s ía .

4.4. E L  J U E G O D E FAROL

L a s u b j e tiv i d a d d e l n a r r ad o r p u e d e m o str a rs e d e m u c h a s m a n e
r a s ; q u e r e m o s l la m a r la a te n c i ó n a q u í s o b r e u n a d e e ll a s , b asa d a e n e l
u s o d e u n r e cu r s o p e c u l ia r . S u c e d e c u a n d o e l n a r r a do r v a d e fa r o l ( s i
s e n o s p e r m it e d e c i r lo a s í ) , c o m o l o s j u g a d o r e s d e p ó q u e r p reten de
h a c e r c r e e r a l le c t o r q u e ju e g a c o n u n a s ca r ta s c u a n d o tie n e o tr as.
D e a c u e r d o c o n la e x p e r ie n c ia m á s f r e c u e n te , u n a s u n t o tr is te o
d r a m á t ic o s e n a i ra d e u n a c ie r ta fo r m a a d e c u a d a a l te m a , m u y d i fe
r e n t e . d e s d e l u e g o , d e l a fo r m a q u e e l ig e e l n arr ad or p ara c on ta r a lg o
d iv e r t id o o lig e r o . D ig a m o s q u e a u n a s u n t o y to n o d e l p rim er tip o ,
c o rr e s p o n d e u n t e x to  x y   q u e a u n a s u n to m á s d i ste n d id o y u n to n o
e n c o n s o n a n c ia c o rr e s p o n d e u n t e x t o  y .  S í e l e s c r i t o r r ec u r r e a l e s t i lo
c a r a c t e r í s tic o d e y p a ra a b o rd a r u n a h i sto r ia q u e p o r s u c o n t e n id o e s
p r o p ia d e  x   ( o a l r e v é s ) , s e p r o d u c e u n a r u p tu ra d e la s ex p e c t a tiv a s
d e l le c t o r , e l te x t o r e s u l ta n t e p r o d u c e u n e f e c t o p a r tic u la r , q u e p o d e
m o s  d e n o m in a r  z .
L a f a l ta d e a c o m o d a c ió n e n tr e l o n a rr ad o y e l t o n o c o n q u e s e
n a rr a p r o v o c a e x tr a f ie z a y lla m a l a a te n c ió n d e q u ie n le e : a l g o e n e l

Geografía de! un o huraño 73

texto n o es l o que parece. Pero no estamos ante un mero juego for-


m al; al usarlo, e l escritor ofrece indirectamente información sobre su
manera d e v e r la realidad, sobre su idea del mundo.
Veamos un ejemplo. Las líneas siguientes pertenecen a una obra
d e Ba raja ambientada e n los ú ltimos año s del siglo XIX. El narrador
describe la preparación de la comida en una oscura casa de huéspe-
de s del ce ntro d e M adrid. Aunque la novela está formalmente poco
Geografía de! un o huraño 73

texto n o es l o que parece. Pero no estamos ante un mero juego for-


m al; al usarlo, e l escritor ofrece indirectamente información sobre su
manera d e v e r la realidad, sobre su idea del mundo.
Veamos un ejemplo. Las líneas siguientes pertenecen a una obra
d e Ba raja ambientada e n los ú ltimos año s del siglo XIX. El narrador
describe la preparación de la comida en una oscura casa de huéspe-
de s del ce ntro d e M adrid. Aunque la novela está formalmente poco
organizada, todas sus páginas guardan una estrecha reincida con el
tema g eneral; conviene po r es o q ue el lector sepa que B araja ofrece
en este libro una visión pesimista de la existencia humana — la ve
co m o una despiadada lucha po r la vida—, a través de unos persona-
 je s q u e añaden a su existencia misera ble un a absoluta pobreza moral;

A media tarde, la Petra comenzó a preparar la comida. 1.a patrona


mandaba traer todas las mañanas una cantidad enorme de huesos para
e l sustento de los huéspedes. E s muy posible que en aquel montón de
huesos hubiera, de cuando en cuando, alguno de cristiano; lo «efsro
es que. fuesen de carnívoro o de rumiante, en aquellas tibias, húmeros
y fémures, no habrá nunca una mata piltrafa de cante. Hervía el osario
en e l puchero grande con garbanzos, a los cuales se ablandaba con
 bicarbonato, y con el caldo se hacia la sopa, la cual, gracias a su can-
tidad de seb o, parecía una cosa turbia para limpiar cristales o sacar
 brillo a los dorados.
Después de observar en qué estado se encontraba el osario en el
 puchero, la Petra hizo la sopa, y luego se dedicó a extraer todas las
 piltrafas d e los huesos y a envolverlas hipócritamente con una salsa
de tomate. Esto constituía el principio en casa de doña Casiana.
Gracias a este régimen higiénico, ninguno de lo* huéspedes caía
enfermo de obesidad, de gota ni d e cualquiera de esas otras enferme-
dades por exceso de alimentación, tan frecuentes en  los ricos.

(Pfo Ba RQJA: L a busco, Caro Raggio. Madrid. 1972, pág. 24]

Llama la atención la frialdad con qu e e l  narrador contempla la


escena y sorprende que la ironía y el humor negro caractericen el
texto . E l lecto r nota de inm ediato la extrañeza que produce la no aco-
modación en tre lo narrado y la perspectiva y el tono del narrador.
Pero si lee la novela (o si tiene en cuen ta las brev es indicaciones que
74 Cómol w te xto s h u r a n o t  

hicimos anteriormente), puede interpretar este pasaje com o una pro


yección del pesim ism o descreído d e Baroja.
En efecto, el escritor acude a un narrador inadecuado para susci
tar una reacción en e l lector e im plicarlo en e l mundo miserable que
está retratando. Esa mirada tan poc o com pasiva provoca un ge sto de
desagrado, una leve sonrisa amarga: no otro es e l e fecto buscado por
el escritor. La miseria concebida com o espectácu lo es , a fin d e cu en
tas. una imagen efica z por paradójica de la pobre con dición humana.

* # *

E l procedimiento d e anunciar un as cartas para terminar mostran


do otras tiene muchas posibilidades ex presivas. Veamos só lo una
más en la pluma d e Ca m ilo José C ela, un escritor muy dado a ju g a r 
 d e fa ro l.  En realidad no se trata de un tex to narrativo: form a parte de
una nota explicativa sobre la azorosa vida editorial de la novela  La
 colmena ; pero el estilo e s . inconfundiblem ente, e l d el Ce la no velista.
El desacuerdo entre asunto y tono tiene el objetivo de provocar, sin
m ás. la sonrisa del lector. La exh ibición de un léx ico culto, e l empleo
de una sintaxis dada a la perífrasis y a l preciosismo para exp licar una
supuesta enfermedad profesional, e s puro jueg o d istractor, la elabo
ración estilística no escond e nada, salvo las ganas d e divertir.

Permítaseme una breve digresión. Entre las enfermedades profesio


nales —la silicosis de tos mineros, e l cólico saturninode los pintores, la
gota del holgazán— no suele considerarse la que pudiéramos llamar
cachiris o inflamación de las cachas, enojosa dolencia que ataca a jin e
tes, ciclistas y escritores. El sieso del homo sapiens, contra lo que
 pudiere pensarse al escucharlo nombrar de posaderas, no fue inventado
para servir de permanente soporte a sus miserias sino, antes al contra
rio, para pósalas a veces y con intermitencias cautelosamente medidas
y tafraiwnie calculadas: a la hora de comer, por ejemplo, en los toros y
en d teatro, en pane de la misa, en un atoo en d  pasco, etc. Pues bien:
los mortales que abusamos del scdeniarismo (sedentario, erimológica-
mente, quiere decir el qae está sentado: en una silla de estar, en una
silla de montar o en un sillín de bicicleta, que a estos efectos tanto vale)
acabamos con hinchazón de las asentaderas, que en recta ley o higiene
no son - r e p i t o - sino isentaderas pa n de vez en cuando y no para
75

hriap d s lot nombres de la* enfe rm and o mU mmtm m . > d e a M U


cadtttis que propongo pm» bmm am el túmido oalgaaño de qmenev
 porfizón de oficio, abuu m at de sus resistencias.

(Ca m il o J o s é c e l a . -Historia incompleta de unas página*


uacineidiN». on ¡m  colmena. Cátedra. Madrid. 1988. pág. 3411

5. CADA COSA EN SU SITIO : LA ESTRUCTURA

Como el lector sabe, cada tipo de texto tiene una organización


 pe culiar. Y es u no de lo s principales d ato s que nos p erm ite n r econo
cer la clase de información ante la que no s hallamo s y prever la
dirección que e l escrito puede ir tomando.
Así, si a l comenzar a leer no s encontramos con u na frase com o
«Las principales razones que llev an a l partido X a vota r en contr a de
la moción son las que siguen...», sabemos que estamos ante una
exposición y qu e las lincas posteriores presentarán u n o rde n determi
nado. Si po r el contrario el texto comienza «A las ocho de la larde de
ayer se produjo un accidente en el kilómetro 12 de la c a n d e n nacio
nal. •. n os preparamos para leer un relato, una narración de hechos,
lo que supone un a organización diferente del texto, etc.
La comprensión de textos escritos se apoya en una se n e d e refe
rencias: la estructura del mensaje e s u na d e las m ás relevantes, hasta
d punto de q ue u n lector qu e se enfrenta a u n texto cuy a organiza
c ió n n o le e s familiar tiene dificultades para comprenderlo. Po r eso.
c i e r t a s formas vanguardistas o innovadoras de la literatura contempo
ránea so n rechazadas p o r alg unas p ersonas qu e se resis te n a cam bia r
su s concepciones pre vias: tal s ucede, p or ejem plo , al a bordar un rela
 jo qu e, en lugar d e presentar los acontecimientos cronológicamente,
 jo hace d e manera aparentemente desordenada y o bliga a realizar un
d e reconstrucción temporal.
E so s lectores tal v ez ignoren q ue. eo lo s tex tos literarios, la
Ino só lo e s un esquema en tom o al qu e s e organizan párra-
K j * sino un dem ento qu e comunica por sí m ismo, que tiene
ado componente significativo y qu e. en oca sion es, e s la clav e
76 Cétno leer leü o t huían os

para desvelar el lema. La estructura forma parte del componente


estético del texto: el creador, erigido en constructor, dispone el conte-
nido de una forma determinada en función de su finalidad comunica-
tiva. Mientras que un emisor cualquiera se sirve de u n molde organi-
zativo previamente fijado para verter en él la información, un creador
introduce variantes e n lo s esquemas cono cidos pa ra dotarlos de
expresividad y efectos novedosos.
Un lector poco atento o poco experto puede no encontrar la rela-
ción entre la estructura de un texto literario y su contenido temático. Es
verdad que todos distinguimos el ritmo general de un relato, de una
descripción, de un ensayo: y más sencillo aún es reconocer un poema o
un texto dramático. Pero ese reconocimiento superficial, externo, es
insuficiente en la mayoría de los casos: la arquitectura específica de un
 poema, por ejemplo, ofrece detalles peculiares que no se no s pueden
escapar sin que s e resienta nuestro nivel de comprensión.
En estas páginas hablamos, por tanto, de un grado de estructura-
ción que está más allá de la a pariencia textual: n o s referimos a la
estructura interna, que debe distinguirse d e la externa. E l texto de una
novela puede est ar distribuido e n capítulos de dimensiones más o
menos equivalentes; pero eso no significa que su organización interna
sea coincidcntc. ya que ésta depende d e un entramado lógico y técnico
existente en el subsuelo del texto. La lectura comprensiva exige, pues,
radiografiar el escrito, evitando que la mera apariencia no s desoriente.
 Nos enfrentamos a una enorme cantidad de posibilidades: en rea-
lidad. hay tantos entramados como textos y e s inútil aspirar a hacerse
con una colección de recetas o plantillas. Ahora bien, com o en apar-
tados anteriores, es  posible d estacar determinados e squemas que se
repiten y que. por eso. son representativos. Nos ocuparemos por
separado de los textos narrativos y d e los poéticos.

5.1. Na r r a c io n e s

5.1.1. Fra gm ento s nar rativo s

Todo relato se sirve o puede servirse de tres modos narrativos


que suelen aparecer integrados en el texto: la narración propiamente
C r n trn ík M m m ^ m t»

d i c t a (reíalo d e h e c h o s ), la d e s c r ip c ió n (p in t a r a d e p e r s o n a j e s ,
a m b ie n te s o lu g a r e s) y e l d iá l o g o (c o n v e r s a c ió n e n tr e personajes q u e
su ele reprod ucirse textualmente}. L a s tr es fo r m s h a c en progresar Ja
ac ción y tien en , po r tan to, valor narrativo.
B e s cr ito r c o m b i n a n a rr a ció n , descripción y d i á l o g o d e m a nera
d i fe r en t e s e g ú n e x i g e n c i a s d el relato; son ingredientes q u e s e sirven
e n d o s is m á s o m e n os e l e va d a s p a r a d a r c a rá c te r y sabor  a u n t e x to , y
w m a y o r o m e n o r p r e se n c ia i nf lu y e d e m a n e ra n o ta b le e n e l ri tm o y
l l o r g a n i z a c i ó n de l escrito.
V e a m o s , a t ít u l o d e e j e m p l o , c ó m o u t il iz a I g na c io A l d e a s n arra
c i ó n , d e s c r ip c i ó n y d i á l o g o e n e s t e f r ag m e n to d e u n o d e s u s c u e n t o s
E l a u t o r q u i e r e h a c e r u n c u a d r o a n im a d o , d a r la s e n s a c ió n d e u n
a m b i e n t e . P a r a e l l o e m p l e a d iá l o go s vi v a c es y r á pid o s; e l n a r r ad o r d a
 b r e v e s p i n c e l a d a s d e s c r ip t i v a s y n a r r a t iv a s , s e l i m i ta a m o v e r l a
c ám a r a p a ra p o n e r u n a n o ta d e c o l o r o p a r a su b ra y ar el t o n o o e l se n
t id o d e la s d iv e r s a s intervenciones. El resultado p a r e c e  p ró x im o a
u n a s e c u e n c i a cinematográfica:

Faroles de gas. Bajo la vegetal luminosidad de un farol alguien


espera. L o s faroles hacen m á s vagos los perfiles del atardecer, más
lejano e l perm anente flash de la media luna, más profundos lo s oscu
ros de la arboleda Bajo el farol de ga s se acaba la espera.
 — Hola. Pilar.
- H o l a , M anuel.
I -¿V ítan os. Pitar?
- V a m o s , M anuel.
 — ¿Vam os h acia l a estació n. Pilar?
 — Vam os d onde til d ig as, Manuel
, —¿A tomar un vermut, Pilar'’

- Y o sn café coo leche. Manuel


C óm o k t r l u i o s l it tr a n m

—González, cambie el (rale; dése p risa- Goo/álcz. páseme d


estad illo . González, ¿me oye?
Gn u ai contactor ád irania de C in y r a m
 —Rodero, cinco mínalos de retraso... Rodero, que hay que recu-
 perar... Rodero, salga enseguida.
G riu al viejo guardavías;
 — Muñoz, no se duerma . Muñoz, vamos ya. MuAor. ojo al 60.

Los soldados patinan sobre los henajes de las bo u s entrando en


el Metro atropelladamente La cerillera joven se desgañifa:
 — ¿Tíos asquerosos, borricos!
La castañera apoya;
 —Son como salvajes.
El ciego mueve la cabeza;
 —Cuarenta iguales.

Desde s u quiosco, la vendedora de periódicos contempla la vida


¿^UfTldíifTlcnlC. COQlC*lJ 3 UQCÜCQtC
 — M arta  se ha acabado

Pilar y Manuel han pasado el bar del buen café y d bar de la gran
tapa. Entran en  R n rrtito . Tienen que reñir un poco, deben reñir un
 p o c a Es el amor.
 —¿Por qué tienes que estar a las ocho en tu casa. Pilar?
 —T e lo he dicho tres veces. Manuel.
Manuel se pone flamenco, porque e s pane del juego.
—N o m e vale, Pilar.

Pilar se desespera falsamente, parque a b e qu e debe h acerla

—¡Como er es, M anolo!

M anuel hace un silencio. Pitar insiste.

(Ig n a c io  A t a c o * O tanos am pU m .
Alfaguara. Madrid. 1995. p igs. 398-400]
Geo grafía d e l tex to literario 79

La organización narrativa más frecuente se articula en lomo a la


sucesión de hechos. Los acontecimientos que integran un relato se
 prod uc en en un orden determinado, qu e puede coincidir o no con el
orden lógico temporal: a ve ces e l escritor cuenta un suce so desde el
principio, siguiendo escrupulosamente la cronología de los hechos,
pero en otras ocasiones altera deliberadamente ese orden buscando
un determinado efecto expresivo. En la narrativa contemporánea, el
desorden cr on ológico e s frecuentísim o, al punto de que ciertas nove-
tes se convierten en verdade ros rompecabezas
V a m o s u n  pasaje narra ti vo q u e po dem os consid era r clásico , en
d q ue d ord en cronológico se respeta absolutamente (más adelante
no s referirem os a tes pe culiares estructuras de algunos relatos breves
más audaces). EJ texto de Ba toja contiene una sen e de m arcas tem
porales (que colocamos en cursiva) cu ya misión es la de servir de
conexión en tre las acc iones sucesivas, definidas por la abundancia de
verbos en  pasa do. L a abundante se ñalizació n tempo ral es un efica z
apoyo p a ra la lectura. El fragm ento está perfectamente construido:

Una noche, doña Justa se  agravó tanto, que se Uamó al canónigo


gordo de la casa de huéspedes del piso de a m ba putu que confesara a
la enferma |„.)

 M uñiros llegaba el vicario, el canónigo, que teníu la facies estú


pida de un animal cebado, y que s e pasaba la vida jugando al tute con
la luja de la patraña, sacó un libro del bolsillo y ae puso a leer las ora
ciones de loa difuntos, equivocándose a cada palabra.

Un cara vino con la Unción y se marchó enseguida EJ canónigo


gordo seguía equivocándose y mirando de reojo a doña Justa pan ver
si habrá concluido, y viendo que no. sacó un escapulario de la Virgen
d d Pilar y l o acercó a te s labios d e te enferma Aquello fue de una
eficacia inaudita al momento doña Justa torció la cabeza y dejó de
alentar. Entonces e l canónigo gordo se guardó d libro en e l b olsillo y
se volvióa su casa

 Enseguida las vecinas comenzaron a vestir a la muerta, tirando dr


aquí, ru gando d e allá, hasta que lograron ponerle un hábito negro.

 L u g o , i la sacristana, también vecina de la casa y que no tenía


dientes, le pareció muy mal que la pobre doña Justa parara a la pie-
80 C ó m o I te r ¡ r o o t b u r a n o i

reacia de Dio» »in h a r u u n u s en U boca U dentadura [■— »■


aqwlla h m a o u dentadura que hada rio r K le había escapado al
morirde catre loa labio» y había ido rodando hasta d neto.
La sacristana, viendo que  las veri— «n o de su opinión, metió
coa mucho cuidado, como quien hace una delicada operación quirúr-
gk a. los dedos en h boca de la — ota, introdujo después la dentadu
ra y... oto e Luego le poso en la cara un pañuelo negro para sujetarle
la mandíbula y adelantó la capucha del hábito para que n o se viese el
 pañuelo [_.}
 A l día siguiente  lo» labios de doña Justa se habían contraído de
m u manera tan notable que parecía que estaba sonriendo.

(PÍO Ba ROJa : Aventuren, iiuento s y mixtificaciones de Silvestre


Paradox. Caro Raggio. Madrid. 1973.págs 205-206)

5.1.2. Fra gm ento s descriptivos

Describir, com o narrar, e s una actividad lingü ística que todos rea
lizamos a diario; lo habitual e s qu e ambas se den a la vez. dentro de
mensajes de tono n arrativo general.
E n los textos literarios tam bién a p a r e c e n  jun ta s, co m o h em os
visto. Pero los pasajes decriptivos c o b r a n a veces tal importancia
que destacan en el conjunto del texto y merecen atención por pane
del lector. L as descripciones son frecuentes en los texto s narrati
v o s y también e n cierto tipo de ensayos y e n lo s libros de viajes:
en este últim o caso, pueden  ju stificar p o r s í m is m as la to ta lidad 
d e l e s c r ito .
Por lo que h ace a su estructura, hay que distinguir dos grandes
tipo s d e textos descriptivos: lo s caracterizados por el o rden , e l detalle
y el afán á c p in ta r a l v ñ o , d e manera detallista, y los que obedecen a
una técnica m ás impresionista. E l escritor o pta p ar un os u otros en
función d e l carácter general d el tex to q u e tiene entre manos en una
novela realista abundaran los primeros, mientras que en uní novela
costumbrista o en un libro de viajes serán frecuentes los parajes
impresionistas. La eficacia expresiva d e u nas descripciones y otras es
grande, pero tienen un aire notablemente d istinto, que se observa en
su ritmo y e n s u estructura.
GtOgrafia de l WUO huraño 81

Azorfn te muestra interesado en e l siguiente fragmento p o r tras


mitir al lector U imagen d e tranquilidad y frescor de la urde: c o le r a
so  prosa c o n abu nd an tes adjetivos, recurre a un léxico pr eciso y traía,
en sum a, de apresar la realidad y d ejarla detenida y definida, recreada,
con las palabras. E l orden d e la descripción es lógico: el observador
 pro ced e por acercamientos suc esivos a los detalles desd e una primera
mirada general y . aunque no renuncia a introducir algunos rasgos
imp resionistas de am biente, se esmera por situar cada cosa en el
plano que le corresponde, pretende ordenar e l paisaje, en suma:

L a tarde está limpia, plácida, fresca. La c a n d e n blanca serpen


tea. con suaves curvas, e n to hondo d e las verdes gargantas: d rio.
i—litoral, callado, espejea junto é   camino la silueta de tos esbeltos y
finos álamos. Una rana hace o o fr o o á » ; resuena a lo lejos el grito
de un boyero: «¡aidál. ¡aidá!» Las montañas, de m  verde escoro, cie-
rran el horizonte y se levantan, en empinados recuestos, a una y cera
 banda. Arriba, en las cumbres, un pedazo de peña azulina, grisácea,
 brillante, aparece; más bajo, entre el verdor oscuro d e los castañares,
se extiene un anc ho cuadro de pradería, claro, suave, con redonda*
manchas oscuras que en su tapiz colocan los manzanos; más bajo,
desuca una ringla de nogueras que corre a lo largo de un a senda; más
 bajo, un festón de espesos matorrales araña el cristal sosegado del rio.

lAZORlN:  Lo s  putblot, Losada. Buenos Aves, 1976. pág 72)

En e ste o tro ejem plo. C am ilo José C ela comp one u na descripción
más dinámica, que aspira a crear la sensación d e un am biente a base
d e anotar detalles sign ificativo s, corno quien pinta un cuadro con
trazo grueso. N otem os que e l texto no obed ece a un orden determina
d o p o r la realidad descrita, sin o a un orden sub jetivo, establecid o por
e l propio escritor co n la intención d e q ue dom ine e l e fecto expresivo.
E l resaltado, ahora, e s una escena animada, en la que d lector alcan
za a w r los movimientos perezosos d d atardecer en la p laza de un
pueblo:

B viajero ae tova en e l zaguán,en una palangana colocada en una


tilla de enea. Un niño D on sin demasiadas ganas. Las gallinas empie
za s a —cogerse . Un pen o escuálido husmea tos pies d d viajero. El
82 C t m o k m a tn k m m rm

viajen» le da una palada, y elpciTO huye, con e l rabo entre las piernís.
Se ve que es un pen o acostumbrado a recibir paladas. Una niña juega
con un galo blanco y negro, y otra niña la ve jugar, con cara de mala
uva y sin quitarle el ojo de encima. Un burro pasa. solo, camino de la
cuadra; empuja la puena con el hocico y se cuela dentro.

[Ca m il o Jo s é Ce l a : Viaje a la Alcarria.


Espasa Calpe, col. Austral. Madrid. 1973. pág. 43)

5.1.3. R elato s breves

Aunque en estas páginas no po dem os ocupam os del complejo


 problem a d e las estructuras novelística s, s í queremos dedicar a te n-
ción al relato breve, cuyas dimensiones lo convierten en un texto
muy adecuado para e l análisis. Es. p or lo d em ás, un tip o d e escrito
que ha alcanzado gran desarrollo en e l siglo XX y que re sulta caracte-
rístico de nuestro tiempo: cad a vez se publican m ás libros de relatos
y su  presencia es habitual en d ia rio s y revistas.
E l relato breve es. hoy. más breve qu e nunca. Au nqu e sigue culti-
vándose el cuento de dimensiones tradicionales (entre diez y veinte o
treinta  páginas), m uch os narradore s cu ltiv an una clase d e na rracione s
mucho m ás cortas, que tiene reconocidos maestros en e l mund o his -
 pán ico. En e l cas o más extremo, hay texto s q ue no ocu pan m ás a llá
de una veintena de líneas, o menos.
Esa transformación externa (la longitud del texto), ha ido acom-
 pañad a d e cam bio s m ás im porta nte s e n la concepció n del relato:
entre e llo s, tal vez el más decisivo sea el registrado en el nivel de la
estructura. Y es q ue lo s cuentos breves plantean sobre todo un pro
blema de construcción.
Con frecuencia, el escritor rompe la estructura habitual de los
cu en tos tradiciona les, en los qu e s e relata un acontecim iento de
manera ordenada y c u yo final deja todos los cabos atados Sim plifi
cand o, se inician co n un «Había una v ez ...»  y terminan con fórmulas
d e c i e rr e muy definidas, com o «Y e n adelante vivieron felices» . En
d c ue n to contemporáneo, principio y fin sufren cam bios notabilísi-
Eftir n o e s r a ro qu e las historias com iencen de repente, en mitad de
Geografía d el tr a o laerano S3

oo conflicto (comienzo in m edias res  se denomine técnicamente), y


que presenten  m fi n a l ab ie rto , qu e. lejos de atar cab os, sume a l lec
tor en e l d esconcierto.
En e l resto d el relato, pued e suceder qu e la habitual suc esión de
acon tecim ientos deje pa so a una prosa discursiva, más próxim a al
ensa yo, o se a sustituida por una desordenada acum ulación d e h echos,
o despierte expectativas en el lector que no se ven satisfechas al
final. E sta ruptura de lo s m oldes típ icos con ocidos por lodo s — inclu
so por q uienes n o leen— produce extrañeza en e l lector y lo sitúa
ante un texto nuevo qu e. a l menos in i d a l m ente, desorienta.
L o qu e decim os p uede constatarse en e ste relato d el escritor ita
lian o G iorgio M anganelli:

Al salir de ana tienda en la que había entrado para comprar una


loción para después del afeitado, un seña r de mediana edad, serio y
tranquilo, descubrió que le habían robado d Universo. En lugar del
Un iverso había sólo u n polvillo gris, la ciudad había desaparecido,
desaparecido el s ol, ningún ru ido provenía de aquel polvo qu e parecía
estar totalmente acostumbrado a su oficio de polvo. El señ or poseía una
naturaleza tranquila, y no Je pareció oportuno hacer una escena; se
había producido un hurto, un hurto m ayor de lo habitual, pero al fin y al
cabo un hurto. En efecto, e l señ or estaba convencido de que alguien
había robado e l Universo aprovechando el momento en qu e había
entrado en la tienda.  No era que el Universo fuese suyo, pero el, en
u n t o que nacido y vivo, tenía algún derecho a utilizarlo. En realidad, al
entrar en la tienda, había dejado fuera el Universo, sin aplicar el meca
nism o antirrobo, que no utilizaba jamás, pues su s enormes dimensiones
lo hacían de un u so poco práctico. P ese a su severidad consigo m ismo,
no se sentía culpable de escasa vigilancia, de imprudencia; sabía que
vivía en una ciudad afectada por una delincuencia insolente, pero ja más
se había producido un hurto del Universa El se ñor tranquilo se dio la
vuelta, y, tal como esperaba, la tienda también había desaparecido.
Cabía pensar, po r consiguiente, que los ladrones no andaban demasiado
lejos. Se sentía, sin embargo, impotente y algo molesto; un ladrón que
roba todo, incluidos todo s los comisarias de policía y todos los guardias
urbanos, e s un ladrón que se sitúa en una posición de privilegio que
habitualmente no corresponde a un ladrón; el señor, aunque tranquilo,
experimentaba aquel estado de ánimo que lleva a muchos señores a
84 Cómo leer w ao$ Iiteraría

escribir cartas a k» directores de periódicos: y de ñ u tir periódico». Ul


ve/ lo hubiera hecho De igual manera, de haber « m id o ana comiu J
ria. habría formalizado una denuncia, precisando que el Universo no
en suyo, pero que lo utilizaba iodos los días, desde el instante de su
nacimiento, de manera cuidadosa y sobria, sin haber tenido jamás que
ser llamado al orden por las autoridades. Pero no había comisarías, y el
señor se sintió molesto, burlado, vencido. Se estaha preguntando qué
tenia que hacer, cuando, inequívocamente, alguien le tocó en el hom
 bro, tranquilamente, parallamarle.
(Gio r g io Ma n g a n h j  j : Centuria. Cien breves novelas-río.
Anagrama. Barcelona, 1982. págs. 127-128)

Repasemos el texto. Tras planteársenos un conflicto insólito c


inverosímil, qu e no se justifica d e ninguna form a (la desaparición del
universo), asistimos a las disquisiciones del extraño personaje prota
gonista co n la sensación d e q ue fa lta tono narrativo (no sucede nada,
no »e ofrecen dalos, no hay progreso en la acción) y nos topamos. en
fin. co n u n desenlace que no s de ja boquiabiertos: d conflicto no se
soluciona, y además se introduce un d em en to que lo complica. Pre
cisamente entonces el relato termina. El au tor no sólo apela a un lec
tor cómplice, sino que le p a sa la pelo ta  y la perplejidad.
La eficacia del relato reside en su organización, pu es nos permite
ir conociendo una serie d e rasgos que rompen un a por u na tod as las
expectativas del lector. E n efecto, se ofrecen datos de los que toma
mos nota para después comprobar que carecen d e relevancia (¿para
qué precisar de dónde sale el señor y qué había comprado?) o qu e no
tienen tan siquiera  ju stific ac ión narrativa (el protagonista constata
que el polvo a que se ha reducido el univers o parece estar «totalmen
te acostumbrado a su o ficio de polvo»); p or el contrario, se ocultan
informaciones que podríamos esperar razonablemente (¿quién es ese
ae/lor de mediana edad?); el personaje utiliza razonamientos que con
travienen la lógica (analiza c o m o un hurto cualquiera d robo d d uni-
BEM y  s e plantea ir a quejarse de que s e lo hayan quitado, ya que é l
b usaba todos lo s días), etc.
N a d e usted seguir con d juego d e descubrir otras rupturas, pues
B * * b b á cumplido uuo de h» previsibles objetivos d d escri-
G eografía d el lexto literario

t o r introducir elementos de disolución en el orde n lógico q u e a usted


y a m f nos perm ite reconoc er Ift realidad.

* * *

Un juego parecido no s propone este texto de Juan José M illás.


que avanza aún más en e l afán d e romper esquemas conocidos:

 B iH fiem o

Estibamos enterrando a un amigo cuando un teléfono móvil inte-


rrumpió la grave ceremonia. Tras un breve intercambio de miradas
reprobatorias, comprendimos que e l raid o procedía del cadáver, cuyo
féretro había sido abierto para que el finado recibiera su último adiós.
La viuda, despu és de uno s segundos de suspensión, se inc linó sobre
el muerto y le sacó el teléfono de uno de sus bolsillos de la chaqueta.
«Diga*,  pron un ció dolorosamente. No sabemos qué escu ch ó al otro
lado, pero la vimos  palidece r; en segu ida gritó : «F erna nd o falleció
ayer y usted e s una zorra que ha destruido nuestro hogar.* Dicho esto,
interrumpió la comu nicación y d evolvió el artefacto a su lugar.
Al abandonar el cementerio supe por alguien de la familia que
había sido deseo del  propio F em an do s er en tenad o con su móvil, lo
que. constituyendo una excentricidad perfectamente afín a su carác
ter. me devolvía la imagen meaos grata y oscura de quien sin duda
había sido una d e las referencias más importantes de mi vida. Como
e s costumbre, m e dirigí en compañía de lo s intiraos a casa de la viuda
 para darle c onsuelo . Ella no s of re ció un café que estáb am os saborean
do mientras hablábamos de cosas intrascendentes, cuando sonó el
teléfono. Tras unos instantes de tenor, los presentes alcanzamos un
acuerdo tácito: nadie h abía oído nada, ningún sonido de ultratumba se
había colado en aquella reunión de amigos. Después de diez o doce
llamadas, e l aparato enmudeció y la propia viuda se levantó a descol-
garlo. « No e stoy para pésames*, dijo.
Aquella noche, a la hora en la que los insomnes suelen descabe-
zar u n suelto, me levanté, fui al teléfono y marqué e l número del
móvil de Fernando. Lo cogieron al primer pitido, pero colgué antes
de escuchar ninguna voz. Só lo quería comprobar qu e el infierno
existía
(J u a n  J o s é Mil l a s  ,  en B País,29-9-19951
Cémo Im trata latnm oi
Se traía de un escrito aparecido en un periódico y en un lugar en
e l que su autor y otras personas publican a diario ese tipo de artículos
breves que se conocen como columnas. Este dalo e s muy impórtame,
ya que crea expectativas en quien Ice. A l ver e l espacio que ocupa, el
lector comienza a hacer hipótesis: debe ser un artículo periodístico y
seguramente costumbrista, com o los que aparecen e n esa página del
diario. Tras leer la primera frase parece confirmarse la suposición: se
habla de un entierro.
Sin embargo, pronto aparecen datos sorprendedles, más propios
de la ficción (aunque, jpasan cosas tan raras!). Además descubrimos
el estilo característico de la narración en un texto que renuncia a
ofrecer los com entarios y apreciaciones criticas que su d en aparecer
en mi articulo: el escritor se limita a nar rar unos hechos.
Hay,  pues, una especie de cruce o superposición d e esquemas, de
suerte que el lector no sabe muy bien a qué atenerse ( d hecho d e que esté
Ityendo un periódico, n o lo olvidemos, es determinante en su actitud).
Pare colmo, duda qué debe pensar dei yo  que habla: e n un relato encama
rla a un narrador (entidad no real), mientras que en un articulo represen
taría a la figura auténtica del periodista.- En ese no saber a qué alenerse
reside la eficacia de esta clase de texto, notad relato y mitad artículo cos
tumbrista, que subviene la realidad sin salirse del todo d e ella: por eso
termina dejando cierta inquietud en el lector y, quizás, la s ensación de
que la historia posee la extraña verosimilitud de la s pesadillas

t * *

Haga a hora su propio análisis d e l o que sucede c on esta historia.


Es u n cuento de final sorprendente, como m uchos otros; pero ese
final tiene retroceso  y repercute sobre la totalidad del texto: e l autor
 pos h a engañ ado hast a el párrafo fin al, nos h a ocultado un dalo deci
s i v o cuando creíamos poseer toda la información. Y descubrimos
Que lo q u e hemos creído le er no es, en realidad, lo qu e está escrito...

Underwood 

La carta había demorado en llegar. La tenía ahora frente a los


ojos, desdoblada, convulsa entre sus dedos. No lograba iniciar la lee-
Gtogrtfa del map t o r n 87

tora. l* s ¡ d í a s s c desdibujaban fundiéndose unas con otras c o n » e l


u

llan to las hu b iese escurrido. Pe ro no lloraba. H acía m ucho t i e m p o que


n o s e d ab a e s a satisfacción En cam bio vacilaba, temeroso de la re s
p u e sta q u e había aguardado en secreto durante lo qu e y a parecía una
v i d a . S e c o n c e n t r ó , haciendo u n esfuerzo enorme, y las letras fueron
recuperando sos peq ueña s estaturas. !a separación breve y nítida que
caracterizaba a la U nderwood portátil qu e él m ismo le había com pra-
d o p o c o después de la boda.
T od o el contenido podía resum irse en la últim a línea:
T E A M O A Ú N . L L E G O E L V IE RN E S
A rrugó la hoja. Casi e n seguida vo lvió a estirarla. Sus ojos reco-
rrieron ávidos las disculpas. los ruegos, e l esbozo de planes que
habrían de realizar jum os. E lla había tenido la cu lpa de todo, asegura-
 ba. Pero no v o lv e rá a ocurrir. Y luego venia la reafinnarión d e lo «pie
¿I hab ía rogado todas las noches. Y c l anuncio escueto de su llegada
A l  buscar la hora en su reloj, n otó sorprendido que y a era viernes
C orrió hasta el a uto anticipando e l abrazo, sintiendo contra su cuerpo
e l arrepentim iento de ella, su vergüeña. Am anecía
E speró largas horas en la estación. Su s ideas se perdían e n las
enmarañadas conjeturas. R ecordó de pronto qu e n o subía a qu é hora
llegaría. N i cóm o viajaría hasta él. Hasta  podía llegar en avión, nada
tendría de raro. Entonces ¿por que estaba el en la estación, esperando
quién sabe qué autobús? Sin darse cuenta m anejó hasta allí, guiado
quizá por la form a que había lomado tantas veces aquel sueño. Siem -
 pre la m iraba b ajar sonriente, buscándolo co n la vista, hasta que lo
veía d e  pie ju n to i la columna que ahora sostenía su  peso. Se dijo,
angustiado, qu e era un imbécil.
Por su erte traía la carta, l a desdobló presuroso. N o h abía ningún
in d ic io d e c ó m o s e transportaría hasta Ja ciudad. Pasaron los m inutos y la
inccitidumbre se iba espesando en sus jadeos. ¿Cóm o n o se le ocurrió
ex p licar claram ente la hora y el lugar de su arribo? No había cambiado.
Sigue sien d o tan irresponsable com o siempre. Tendrá que tomar u n taxi
hasta la casa porque él no puede hace r nada más. Allá la esperaría
88 Cómoleerteso»literarios

A lau na de la mañana confirmó que ya nunca más le creería um

tola palabra Aunque llegaran mil cartas pidiéndole perdón o volviera


a escuchar su m  suplicante por teléfono Caminó hasta la pequeña
Underwood, insertó un papel, tecleó aprisa. Las letras salían débiles,
destimadas. Cambió la cinta. Escribió

Querido Ramiro:
Tunei que perdó nam e Perdí e l a \ió n e l viernes. Ir é la próxima
semana, un falta. Ya le avisari. Te amo Debes creerme

(En r i q u e J a r a m iu o Le v i : Duplicaciones.
Joaquín M oni/, México, 1973, pigs. 100-102)

3.1.4. A udacias de la novela co ntem po ránea

Los grandes narradores realistas del siglo XIX convirtieron la


novela en el género literario predominante. Y dejaron bien definidos
so s rasgos formales, tanto en lo qu e se refería a los personajes, como
al narrador o la estructura. P ero el sig lo XX. qu e h a prov ocado nota
 bles revolu cio nes técnicas en todos los géneros literarios, ha puesto
en cuestión las técnicas narrativas consolidadas: m uchas grandes
novelas d e nuestro tiempo (y también m uchos intentos fallidos) se
caracterizan por su afán de rom per co n las norm as establecidas. B
escritor cubano Alejo Carpenticr decía que todas las obras importan
tes d e este siglo habían hecho exclamar al lector: «¡Esto no es una
novela!»
 N o  podem os aquí entrar en el análisis de un fenómeno q ue  pro -
voca siempre  polé m ic a, t a nto en el caso de la novela como en e l del
teatro, la poesía, la arquitectura o la pintura; pero parece lógico que
el artista bu squ e nue vas formas expresivas. L o q u e ciertos no velistas
han  pre te ndido es llevar al papel el desorden del mu ndo, el descon-
é r i  m u tarvantf  89

r ia a o n U fic i ai nonviv*. fragmenios de un complicado y ambiguo


rompecabeza*, pero de — mmpecabea* que — ce aparecerá coro-
 pinamente aclarado, pues mucha* de ras panes faltarán, otras perma
necerán en las tinieblas o serán aperas entrevi*»* Esto no es un arbí-
trarío juego destinadoa asombrar a lo* lectores, es loque sucede en la
vida mums: vemos a una períoca un momento, luego a otra, contem
 plamos un puente, no* t raman algo sobre un conoci do o desconoct-
do. oímos lo* restos dislocados de un diálogo; y a estos hechos actua
les en nuestra conciencia se mezclan los recaudos d e otros hechos
 pasados, suchos y pensamientos deformes, proyectos del parveará. La
novela que ofrece la mostración o presentación de esa confusa reali
dad es re ab ra en d mejor sentido de b  palabra.
[Ernesto s a r r i o : El escritor y s u fantasmas.
Círculod e Lectores. Barcelona. 1994. pág. 102]

El lector, enfrentado a un relato que es preciso recomponer,


actúa, él mismo, com o csiruciurador. De a hí que la lectura de este
tipo de textos sea costosa, tal vez antipática para algu nas personas.
De todas formas, bueno será tener en cuenta en qu é se traducen las
principales audacias estructurales (de otras ya nos ocuparemos más
adelante) de la narrativa más característica de este siglo, audacias
que. por cierto, parecen hab er retrocedid o e n las últimas décadas,
Por lo qu e hace a la estructura externa, e s decir, a la a pariencia y
disposición d d texto, e s frecuente que desaparezca la unidad típica
de la novela tradicional, el capítulo, que divide el relato e n apartados
de dimensiones similares y que suele tener sentido completo en sí
mismo. La simple ojeada de una de estas novelas permite constatar
que el texto puede estar distribuido en tramo s o sec uencias, sep ara
dos por espacios en blanco; que e l discurso apenas s e ve a interrumpi
do por punios y  aparte o po r diálogos; que el texto adopte la aparien
cia de  poema; que s e tra nsgre dan las convencio nes ti pográfi cas y
ortográficas, etc.
Todo esos artificios contribuyen a romper la rigidez formal del
texto escrito. A veces no hay duda sobre lo justificado d e ciertas
decisiones: en La colmena, por cuyas páginas Cam ilo Jo sé Cela hace
desfilar cientos de personajes y d e situaciones, la tradicional distribu-
ción del texto en capítulos hubiera en torpecido la fluidez d el relato,
90 Cómo Iter U ttot literatim

Otras vece s da la sensación de qu e el escritor nos propone un juego,


recurso legítimo qu e confiere a la lectura un sentido goz oso y a dvier-
t e a l lector sobre la conveniencia de mantenerse activo. As í.  R ajuela.
obra de Julio Cortázar, puede leerse de dos maneras, según advierte
e l mismo esc ritor como una novela com ente , capítulo tras cap ítulo
desde el 1 al 56 (una lectura pensada para pusilánimes), o siguiendo
un itinerario quecomienza en e l capítulo 73 y termin a en e l 131 (tra-
yecto para lectores cómplices, a cu ya disposición hay u n to tal d e 155
capítulos).
En la estructura interna, es decir, cua nto te refiere a la organiza-
ción y e l desarrollo d e la novela, los camb ios son m ás desconcertan-
tes. L os m ás importantes afectan al tiempo: las rupturas del orden
cronológico en el relato de los hechos llegan, en o casiones, a conver-
tir el texto en el rompecabezas d e qu e hablaba Sábalo. C om o mu estra
significativa y abarcablc en estas páginas, analicemos e l com ienzo de
C ie n a ñ o s de soledad  la obra maestra de G abriel G arcía Márquez:

Muchos añ o s después, frente al pelotón de fusilamiento, el coro-


nel Aurcliano Bucndía había d e recordar aquella tard e remota e n que
SU padre lo llevó a cono cer el hielo. Macoo do er a enton ces una aldea
d e veinte casas d e barro y cañabrava...

Observemos qu e hay tres planos tem porales en esas líneas:


a ) El  prim ero e s e l tie m po e n q u e se sitú a e l n arr ador: e s p o ste -
rior a todos los demás, ya que cuenta lo sucedido en pasado.
b ) E l segundo corresponde al episod io que va a relatarse: la tarde
e a qu e Aurcliano conoció el hielo. De todas formas el «M acoodo era
entonces...» a nuncia una ampliación d e este segund o plano temporal:
 pasamos d e u n m om en to con cr eto —u na tarde mem orab le— a una
descripción general del lugar donde e l episodio sucede.
c ) El tercer tiempo e s el de un suceso que se anticipa (Aureliano
fieme al pelotón de fusilamiento) y que tendrá lugar «muchos arios
después*.
B¡ escritor no s introduce asi en un m und o de ficción que tiene sus
 propias leyes temporales; y éstas contravienen todas las que rigen el
d e a n o del tiempo e n la realidad a fuerza de ir y venir, dar vueltas
Geografía deI te w ¡¡¡erario 91

sobre lo y a l u n a d o , anticipar hechos o volver sobre otros q u e t u v i e-


ron lugar en el pasado, etc.
También en esa s líneas comprobamos que la novela comienza in
medias res. algo que la narrativa contemporánea h a c o n v e n i d o e n
norma habitual. U n comienzo así exige regresar al  pasa do, págin as
después, para explicar los antecedentes necesarios. Como tampoco es
raro que los relatos dejen el final ab ieno. la sensación que puede
tener el lector an te m uchas novelas es de auténtico vértigo; d e se r así.
el escritor habría conseguido u n a o b r a realista  e n e l sentido que daba
al término Ernesto Sábalo: habría recreado l a d e s a z ó n vertiginosa
que produce e l mundo que n os rodea.

5.2. T e x t o s  p o é t i c o s

En los poem as, textos m u y breves salvo excepción, la estructura


está estrechamente relacionad a con e l tema: la forma de com unicarlo,
la arquitectura lógico-sintáctica d e l escrito, apenas pu ede diferenciar-
se de su contenido conceptual. Y co n frecuencia el sentido d el p o e m a
tiene un paralelo absoluto con su esquem a organizativo.
L a m i s m a e l ec c i ó n de u na determinada estrofa supone y a u n c o n-
dicionam iento estructural: d c o n t e n id o s u e le ac o m o d ars e a e s c p ie
forzado. Esto resulta eviden te,  p o r e je m p lo , e n e l c a s o del soneto,
u n a d e las formas preferidas p o r l a p o e sía e spañ ola d e s d e e l s i g l o x v i
y que permite un análisis significativo, pue s en él coincide la estrofa
c o n e l poema. Está c o m p u e s t o p o r c a to r c e v e r so s , q u e s e a g r u p a n en
c u a t r o s u b e s t r o f a s ( d o s c u a r t e t o s y d o s t e r c e to s ) ; e l po eta opta
muchas veces por distribu ir e l m e n s a j e d e m a n e r a diferenciada entre
cuartetos y tercetos o hace qu e la inform ación p rogrese y s e diferen
c i e e n c a d a s u b e s tr o fa . A s í , el aspecto más externo del t e x t o se
corresponde co n el de su estructura interna.
Veamos un ejem plo (las posibilidades son muchas, pero siempre
fácilmente r e c o n o c i b l e s ). L o p e d e V e g a re f l e x io n a e n e s t e s o n e t o
sobre la muerte; cada u no d e los aspectos de su reflexión ocupa una
subestrofa, de m odo que todas ellas tienen sentido po r sí m ismas y se
cierran con un punto. El poeta dice, sucesivamente, que la muelle
92 Cómo I tn tfxto
tfxto i Hiér
Hiéran
anos
os

sólo e s terrible pa
 p a ra quien no deje m emori
emoria
a de s í en este mundo; que
e s u n paso inevitable, pues lo fue incluso para Dios hombre; que. en
sí, la muerte n o es buena n i mala, l o son los hombres; que no es la
m uerte, en fin. lo triste, sino la vida:

 A la muerte
La muerte
muerte para aquél se rá terrible
terrible
con cuya
cuy a vida acabe su memoria,
memoria,
no para aquel cuya alabanza y gloria
gloria
con la muerte morir es imposible.
imposible.

Sueño es la muerte,
muerte, y paso irremisible,
irremisible,
que en
e n nuestra universal humana
human a historia
historia
pasó con felicísima vitoria
vitoria
un hombre
hombre qu e fue Dios inco mi libk.

 Nunca
 Nunc a de suyo
su yo fue mala
mal a y culpa ble
la muerte, a qu ien l a vida n o resi
resist
ste:
e:
al malo, aborrecible; a l bueno, amable.

No la miseria
miseria en el morir
mo rir consiste;
sólo el cáramo es triste y mis
miserable,
y si e s v hir. la vida
vida sol
sola
a es triste.
triste.

(En U q * d e Veg esencial  Tauru


Vega esencial  Taurus.
s. Madri
Madrid, 1990,
1990 , p i g 108}
108}..

P W o t r a p a r t e , e n l a poesía contemporánea no es infrecuente


isposiciones peculi
encontrar d isposiciones peculiares d e lo s versos, que  bu
 b u s c a n reatar
una imagen relac ionada co n d asunto desarrol
relacionada desarrolllado. Este
Este tipo
tipo d e p o e
mas mudes s e o f re
r e c en
en a l lector com o un ju eg o puramente
puramente formal,
formal,
 pu rt e n la apariencia externa
 p u e s c o n v ie rte externa y e l ritmo
ritmo e n la clave temáti
emática
d e l a composición. Son famosos, por
por ejem plo, los caligramas, v e r d a -
deros poemas pintados, cuyos versos dibujan estrictamente la reali-
d a d aludida: un m olino
olino en e l c a s o d e l q u e i n se ta m o s a l lado.
se r ta
sutil, pero también expresiva,
Más sutil, expresiva, es la disposición d e es tos versos,
que sugieren el movimiento y la cadencia
cadencia de l ir
ir y venir
venir de las olas
olas::

Mar rizada,
ñ a s de tres
tres metr
metro
os.
QNf d r ocho i «hez
«hez metros
metros
If O ü D LES INSTANT* COHHE
COHHE UNE HOM-
HOM-OG
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   O IL FAIT L A F LU I t   I f I K I C A U T C H F J I  
   M IL rA IT iC I ^ Ü A T M JA I J O N i I  

| rA A IN E DU T IH W QUI F U A NOS CHEVCUX ILANCS*

VicaHe H ü i d o h r o , EX m oli
olin o

^ Cómo leer
leer u xim hU tariot
ariot

Olas
Ola s que sobrepasan
sobrepasan los quince
quince metros
metros
Olas de alrededor
alrededor de s eis
ei s met
metro
ros.
s.
Olas d e hasta cuatro metro
metros.s.
Marejada.
^ Cómo leer
leer u xim hU tariot
ariot

Olas
Ola s que sobrepasan
sobrepasan los quince
quince metros
metros
Olas de alrededor
alrededor de s eis
ei s met
metro
ros.
s.
Olas d e hasta cuatro metro
metros.s.
Marejada.
Maren
Mar en calma.
calma.

(P e d r o Pr o v e n g o :  Deslinde.
Ave del
de l Paraíso. Madrid. 1995.1995. pág.
 pág . 74)
74)

Pero al margen
margen de la estrofa elegida, el poema presenta siempre
un lenguaje muy estructurado. Examinamos ahora algunos modelos
organizativos que aportan mucha informació
informaciónn a l lector,
lector, ya qu e con-
tribuy
tribuyen
en a definir el contenido temátic
temático.
o. A unque no son exclusivos
exclusivos
de la poesía, adquieren may or relevancia en este g enero literari
literario.
o.

5.2.1
5.2.1.. Esqu ema s de reiteraci
reiteración
ón

rasgo más definidor del lexto poético es e l ritmo


El rasgo ritmo , al p unto de
que sin él no existe la poesía
poesía:: incluso las com posiciones
posiciones m ás audaces
d e este siglo,
siglo, las que rompen co n la medida, la rim a, las estrofas
estrofas y la
misma apariencia
apariencia del verso, mantienen
mantienen ese sentido de la musicalidad
musicalidad
que las diferencia de la  pros
 pr osa.
a. Para los casos e n que ésta subraya
subray a
mucho el efecto rítmico
rítmico d el lenguaje
lenguaje s e ha acuñado el co ncepto de
 pro
 p rosa
sa p o é tica
tic a o po em a en p rosa
ro sa..
 N o d e b e extra
ex tra ñar,
ña r, en consec
con secue
uenc
ncia,
ia, qu
q u e l a s repeticiones
repeticiones o reitera-
cion es sean abundantes en la poesía:
poesía: e n ellas se fundamenta e l ritmo.
ritmo.
Pues bien:
bien: ha y varios tipo s d e organizació
organización
n textual basados en la rei-
teració
teración
n formal
formal o concept
conceptual
ual o e n las do s a la vez. Podemos agrupar
agrupar
los casos en tomo a la presenci
presenciaa de dos recu
recurs
rsos:
os:

A ) Pa ralelism o. E s un recurso
recurso expresivo de larga
larga tradic
tradición
ión poé-
poé-
tica,
tica , presente
presente tanto en l as manifestaciones
manifestaciones m ás antiguas de la cultura
cultura
popular com o en los textos vanguardist
vanguardistas
as más audaces. Supone la
repetición d e estructuras sintácticas y semánti
semánticas El conten ido del
 po emaa nos
 poem no s lleg
lleg a a través
través de frases
frases y sugerenc
sug erencias
ias reiteradas
reiteradas,, compara
ciones o contrastes,
contrastes, enfrentamienk»
enfrentamienk» de reali
realidades
dades,, ele.
O r cg
c g ra
r a fi
fia J t ¡ tf
t f it
it o l a r t m o 95

V at  ejemplo,
 ejemplo, la rima
rim a de las golondrina
golondrinass de Bécquer
Bécquer (puede releerla
releerla
volv
volvie
iend
ndo o a la págs. 5 5-56) está organizada
organizada en to m o a la repeti
repetición
ción
de dos pares de estrofas: «Volverán...» «Pero aquéllas... no volve
rán».
rán». Además,
Además, l a estructura sintáctica
sintáctica de cada
cad a estrofa
estrofa e s idéntica, con
excepción de la última. Precisamente por diferenciarse de las otras,
deja subrayado el mensaje central del texto: a sí no te querrán. Por lo
demás, a esas alturas el lector ha tomado nota de la contundencia
expresiva
expresiva de los abundantes
abundantes futuros,
futuros, de m odo que l a afirmación del
 poet
 po etaa adquiere
adqu iere un
u n ton
to n o inapel
ina pelabl
ablee refo
re forz
rzad
ado
o p o r la
l a s reiteraciones.
En soma ( y puede lectorlector profundizar
profundizar en el a nálisi
nálisiss pa
 p a ra con
c onst
stat
atar
ar
la perfecta arquitectura
arquitectura del texto), l o s p a r a le is m o s s o n la clave
le l is
estruc
estructur
tural
al del poema, y sirven a la ve z de justificación
justificación temática: d
aserto
aserto final d d poeta, qu e evidencia
evidencia un orgullo despechado, resulta
rla impertinente
impertinente s i n o estuviera arropado por las afirmaciones ante
riores.
riores. que la experiencia
experiencia demuestra irrefutables: nada lv e r á a ser
v o lv
com o ha sido
sido..
Examinemos abora este hermoso poema de L uis Cem ada:

Tequien).

Te lo he dicho con e l vien


viento
to,,
Jugueteando com o animalillo
animalillo en la arena
O iracundo como órgano tempestuoso;
iracundo

Te l o he dicho con e l sol.


sol.
Que dora desnudos
de snudos cuerpos juveniles
Y sonríe en todas
tod as las
l as cosas inocentes;
inocentes;

Te lo he dicho con las nubes,


nubes,
Frentes melancólicas
melancólicas que sostienen el cielo.
cielo.
Tristezas ñigitivos;
ñigitivos;

Te lo he dicho con las


l as plantas
plantas..
Leves criaturas
criatu ras transparentes
transparentes
Que
Qu e se cubren de rubor repentin
repentino;
o;

Te lo he dicho con el
e l agua,
agua,
Vida luminosa que vela un fondo
fon do de sombra;
sombra;
C á n o l e t r I ft to t l U fm n o s

Te lo he dicho con el miedo.


Te lo he dicho con b alegría.
Con el hastío, co n li s terribles palabras.

Pero así no m e bull


Más allá d e b vida.
Quiero decírtelo con b muerte:
Más allá del amor.
Quiero decírtelo con e l divido.

(L uis Po esía com pleta.


Ce r n u d a :

Barra! Editores. Barcelona, 1977. pág. 142).

El efecto del paralelismo es, aquí, diferente. El poema parte d e una


afirmación rotunda y destacada, «Te quiero», cuya dimensión signifi
cativa va agrandándose con las reiteraciones: «Te lo he dicho con-...
Otra vez el último grupo de versos rompe el paralelo sintáctico para
introducir t i n o va m ás de l a expresividad: e l paradójico deseo de amar
m is allá de la vida y del mismo amor, en la muerte y el olvido. Desde
luego, la  poderosa emotividad del texto reside en múltiples elementos,
textuales y extratextuales, pero la estructura colabora para crear un
clima cálido y arrebatado qu e subyuga al lector.

B) A ná fora . Es la repetición de una palabra o d e un grupo de


 pala bras a l com ie nzo d e d o s o más versos. E n realidad , cualquier
 po em a en e l q ue se d ea pa ralelism os co ntiene a náforas (como «Vol
verán» en el cas o de la rima de Bécqucr): pero muchas veces la aná
fora a parec e aisladamente.
L a anáfora rem ite a un a información anterior o la recuerda (tal es
e l significado etimológico d e la palabra, procedente del griego), y es
un recurso útil cuando el autor quiere subrayar algo: la repetición
raramente se le escap a a l lecto r atento, quien toma nota del rasgo que
ae pretende resaltar, consciente de qu e estará p róximo a la idea prin
cipal de l texto.
B siguiente soneto d e Rafael Alberti, escrito en e l exilio, evoca
8 mom ento en qu e se traslada desde Argentina, donde h a vivido
fcmebos altos, a Roma. A esta ciudad se dirige d poeta, reclamándole
G rogm fia del it ¡t o U lt 'a n o 91
calor y cariño, ya que es mucho lo que s e deja atrás, en España, al
otro lado del Atlántico, en la infancia, en la juventud... La obsesiva
repetición del «dejé»... subraya ese dalo , y e l lector c omprende que,
e a realidad, el desenlace del poema (lo que espera d e Rom a) no
importa, pues la cuestión principal radica en lo mucho que y a s e ha
dejado en e l camino:

 La  que dejé por tí 


Dejé po r ti m is bosques, mi perdida
arboleda, m is perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de mi vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,


na resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en lo s desesperados
ojos sangrantes de la despedida

Dejé palomas tristes jun to a un rio,


caballos sobre el so l de las arenas,
deje de o ler la mar, dejé de verte.

Dejé p or ti tod o lo que e ra mío.


Dam e tú. Roma, a cambio d e m is penas,
tanto como dejé para tenerte.

(R a f a e l ALBERTI, en A ntología poé tica d e la generación d e l 27.


Casta lia, co l. Castalia Didáctica. Madrid. 1990. pág. 3481

Por su porte, Rafael Morales apresa e l m omento m ismo en q ue la


 postalgia y la tristeza se ap oder an del poeta, cerc ad o po r u n otoño
equívoco (¿meteorológico o vita!?). Obsérvese la potencia expresiva
d e la repetición anafó rica de «ahora», reforzada por la p resen cia de
verbos en presente. La necesidad de encontrar asideros en el recuer-
do se hic e acuciante y domina todo el poema; pero al lector e so no se
le desvela hasta cerca del final (diferir la inform ación prin cipa l es un
recurso bien empleado aquí), de modo q ue la única certeza de quien
lee un tos ahora  es la sensación de urgencia qu e se com unica. Otras
98 Cómo lee r le n o s lilerarioi

a n á f o r a s y a l g u n o s p a r a le l is m o s a c u m u l a n p é r d i d a s v i ta l e s , l o q u e
exp lica la tristeza del poeta:

 Ahora q ue e l otoño me unce a s u irisie ta

Ahora que el otoño me unce a su tristeza,


ahora que imperturbable me arrastra a sus carriles
y e mpuja como un río de implacables espadas;
ahora que me sumerge en su map a de niebla
y va borrando terco los nombres y las cosas
en las que y o cantaba,
 por las que y o esperaba,
 por las que yo vivía:
ahora que en m i cuerpo golpean los adioses
com o pájaros muertos caídos desd e el aire,
com o largos pañuelos de osc uros emigrantes;
aho ra entro y me busco en e l recuerdo,
m ientra s llueve en el parque,
y n o me encuentro,
 perd id o en la memoria,
niño solo
 bu scan do u na esperanza.

(R a JAEL M o r a l e s : O bre poética. Esposa C alpe,


co l. Selecciones Austral. Madrid. 1982. p é f. 227)

5.2.2. E squem as de con traste

H a y p o e m a s q u e s e e st ru c tu ra n e n l o m o a l c o n t r a s t e d e c o n c e p -
tos, s u b r a y a d o c a s i siempre  p o r m e d io s fo rm ales. E s e l tip o d e o rg a -
nización que e n c o n t r a m o s e n e l  R o m a n c e d e l p r is io n e ro  ( p á g . 5 2 ) ,
d o n d e s e contraponen d o s realidades y s e marca el contraste con la
c o n j u n c i ó n l in o .
En ocasiones, este tipo de e s t r u c t u r a e s u n a vanante del paralelis
mo; si no s referimos a e lla por separado, e s e n r a z ó n de su frecuencia y
su gran expresividad. E l p oeta, a l presentar do s realidades antagónicas,
l l a m a la a t e n c i ó n sobre e l d r a m a t i sm o de un sentimiento o una sitúa-
CMgnfb d e l H » h u r a ñ o 99

ción. la contradictoria condición hum ana, la preponderancia de un area-


bdad frente a otra, la perplejidad de quien se en frenta a un dilema, etcé
tera. El  procedimiento e s también frecuente en la pro sa na rra tiv a y en
los ensayos y textos argumentativos: exponer juicios o creencias que
contrastan entre a ' es un eficaz método para alumbrar conclusiones.
Veamos do s ejemp los poéticos. El primero pertenece a Bécquer.
escritor q ue m ostró una no table predilección po r esta forma d e orga
nizar el texto:

T i eras el huracán y yo la alta


torre que desafia su poder.
¡tenías que estrellarte o que abatirme!
¡No pudo ser!

Tú eras el océano y yo la enhiesta


roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperte o que arrancarme!
¡No pudo ser!

Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados


uno a arrollar, el otro a no ceder
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!

(Gu s t a v o Ad o l f o B é c q u e r  : Rimas, cd. cit., pig. 137J

El poema se estructura sobre el p aralelismo, la anáfora y la antí


tesis: la información progresa en las do s  primeras estrofas siguiendo
una forma sintáctica similar y enfrentando realidades opuestas que
ejemplifican, d e manera figurada, lo que el poeta afu m a en la tercera
estrofa: la relación amorosa fracasó por lo que podríamos llamar
incompatibilidad d e caracteres.
Observemos la eficacia de las imágenes que Bécquer emplea
 pa ra mostrar ese choque. Y notemos que la aparente sencillez del
texto esconde una meditada disposición estructural y una cuidadosa
selección del léxico (también los significados d e las palabras más
importantes contrastan entre sí); es decir, que en el poema encontra
mos lodo un ejercicio de estilo.
100 Cómo letr tto o i hiéranos

El segando ejemplo corresponde a Joan R am ón Jim énez Es un


 po em a ju stam e n te fam oso , q u e exp resa el desg arram ie n to q u e su p o -
ne la certeza de la m uerte, o de la finitud de la vida, co n u n dram áti-
c o lirism o. R espetam os, com o es co stum bre, la pecu liar ortografía
del autor 

 E t viaje definitivo

... Y y o me iré. Y se quedarán los pájaros


cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol
y coa su pozo blanco.

Todas las tardes, e l ciclo será azul y plácido;


y tocarán, como esta tarde están tocando,
h s campanas d d campanario

Se morirán aquellos que me amaron;


y el pueblo se hará nuevo cada año;
y e n e l rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico...

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol


verde, sin pozo blanco.
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.

(J. R. J i m é n e z : Selección d e p o m a s . Castalia,


col. Clásicos Castalia. Madrid. 1987. pigs. 102103).

El texto está escrito desde e l presente pero se refiere al futuro y


evoca lo inevitable: la m uerte (el título es un a frase hecha qu e no
deja lugar a dudas sobre el tipo d e viaje del qu e se hab la). El poeta
disfrutar siemp re de la belleza natural y de l
G ccgnfia de lta to huraño 101

 B  lector capta cl dramatismo del tex to gracias al r ecurso de pre-


sentar como antagónicas, inevitablemente antagónicas, la existencia
humana y l a natural. Y es la conciencia de que nuestra vida es fugaz
h  qu e confíete al paisaje una belleza intensísima: todo parece estar
descrito de forma obvia ( árbol verde, pozo blanco, cielo azu l y plá ci
do). pero las palabras adquieren aquí una resonancia qu e n o pueden
explicar los libros d e gramática.

5.2.3 Monólogos, diálogos, divagaciones

Generalmente. la v oz del poeta nos llega e n primera p ersona. En


el poema habla un yo que expone ideas y sentimientos en tono ínti-
mo. Por eso el lector (aunque se sepa an te una realidad q ue reside
sólo en el  p o em a) ex perim en ta una sen sació n d e c o s a v iv id a, d e
autenticidad, que raramente comunica ningún otro tipo de texto lite-
rario. La  poesía se n o s o frece con la c alidez d e u n tes timonio .
E n ocasiones, e l yo del poeta se desdobla e n un tú qu e representa
a la primera  p ers ona en una especie de ju e g o q u e to d o s p racticam os
alguna vez ( « ¡ Q u e cara tienes hoy, am igo!», no s dec imo s ciertas
mañanas al m i r a m o s a l espejo). Ese falso tú , qu e aparece también
ocasionalmente en textos narrativos, produce un peculiar efecto de
confidencia, útil para ob jetivar reflexiones com o hace C em ud a en
este poema escrito en el exilio; obsérvese cóm o el supu esto interlo-
cuto r se convierte e n elemento estructural de l texto:

Peregrino

¿Vfolvcr? Vuelva el que tenga,


Tras largos años, tras u n largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos.
Del amor que a l regreso fiel le espere.

Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas.


Sino seguir libre adelante,
Disponible po r siempre, mozo o viejo,
102 Cámo Utr h am lutranot

Sin hijo que l e busque, como t   Uhscs,


Sin haca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses.


fi e l hasta el fa» de l camino y tu vida.
 No eches de menos un desuno más fácil.
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus o jos frente a k» antes nunc a visto.
(LUISCOÑUDA: Poesía completa. Banal editores,
Barcelona. 1 977. pág . 509]

Más habituales son loa textos en los q ue el po eta se dirige a una


segunda  p e n o s a q u e form a p a n e d e la ficc ió n , y c o n la q u e ap aren
temente habla. E se ni siempre silencioso (salvo en los poem as (cál
m ente dialogados, muy infrecuentes), casi inexcusable en la po esía
amorosa,  perm ite o rg an izar e l tex to e n to m o a u n a d o b le refe re ncia:
la del  yo y la de la persona amada, cuyas realidade s son exclusiva
m e n te li te r ar ia s. L a i lu si ó n p o é tic a q u ed a s ub r a y ad a p o r p o e m a s
como aquél d e Ped ro Salinas qu e com ienza:

Par a vivir no quiero


islas, palacios, to ne s.
¡Que alegría m ás alta:
vivir en lo s pronombres!

* * *

O tras veces, el yo elige una forma d istinta d e organizar la exp re


sión de la intimidad: el monólogo. E l poeta habla de s í m ismo o con
sigo mismo; y e s otro d ato que nos contagia la sensación d e verdad,
 p ue s l as personas p ractic am os c o n fr ecuencia l o qu e A n to n io M achado
confesaba en verso conocido: «Co n el hom bre e siempre
G**r*U drt WOO httru n o 103

lia de balbuceos, contradicciones. pumo» suspensivos, palabras


 am optm . W  m.nbctoai*.p r r j u n m r m ó n c a i... rtc
E a p o c o s p oem a » « l a « p r e s a d o d c fo rm a ta n a fo rtu na da la
« c e rt id u m b r e d e q u i e n v i v e e n l a fr o nte ra d e l a m o r , e l d e s a m o r y d
d u d o . comoe a e  l PoemJ O d e P a b iu  N eruda

 b o t e , po r ejemplo « U noche esta estrellada.


 y  Untan, aróle» .l o t w m , a lo lejoi -

B viento de la noche p r a en el cielo y canta

Puedo e c n b ir lo» va so s más tm tc» cala noche.


Yo li qoiar. j  a u t o ella in n h ea m  i p u o

En la» aoch ti c u n o rita la iu»« entre mi» hra/o».


la beitf tintas «tees b ajo el cielo infinito

Etta me qoao. a vocea yo ta a h é a la quería.


Gteo i d  U n m m b m  p tíde * opa fijos

Puedo ev-nbtf la» m w ma» trine» f i t a noche


PtBMT que no la tengo Sentir que to he perdido

Ofc U soche lam eo u. a á a a m » c l a .


Y d » t n o cae á  afana ca m a al paito d rocío.

Qué importa que ■ amor no pudiera guardarla,


l a a o c k ca á estrellada y d a ao está conmigo.

Eso est od o A lo lejos alguien ca rta A lo lejos


104 Cémm Iwf MM ktrrmmu

Y* no la quiero, es cieno, pero cuánto la quise.


MI voz buscaba el viento para locar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.


Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.


Es u n cono el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como fata la ti— entre mis brazos


mi alma no se contenta con haberla perdido

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa.


y éstos sean los átom os versos que y o le escribo.

(P a b l o N e r u d a
Veinte poemas d e amor y un a canción
desesperada. Bruño, col. Anaquel. Madrid. 1994. págs 96-97].

E l monólogo del  yo  se convierte en este cas o en divagación, y de


ih f la estructura característica del texto: escrito en versos largos y
 pausados, len tos, que pa recen te ner l a m ágic a cap acidad d e re presen
tar la pesadumbre, el poema se organiza en tom o a un ir y venir de
sentimientos enfrentados y de abicitas con tradicciones.
La aparente falla de organización lógica es, precisamente, la clave de
su estructura: la abundancia de pausas, la presencia, u na tras o tra, de sen
saciones qu e n o parecen guardar relación entre sí. las afirmaciones inme
diatamente puestas en duda por la misma persona que las hace.... reflejan
muy bien el desordenado fluir del pensamiento en un a situación co m o la
qu e Nemda evoca. Los versos finales cierran el texto, pero no la div aga
ción. en la que e l lector s e h a introducido ya de lleno: lo suficiente como
 pa ra saber que éstos no serán los últimos versos que el poeta le escriba.

5.2.4. Del y o a l nosotros y a l a i n ve rs a

Finalmente, nos ocuparemos de las com posiciones q ue se estruc-


turan en torno al tránsito del  y o al nosotros, o   al revés. E n cierta
manera, todo texto  poético se mueve entre ambas esferas: el  p o e ta es
Geografía d el texto literario

un individuo que siente y también una voz que indaga e n la realidad


compartida con sus semejantes. Pero hablamos ahora de textos que.
expresamente, relacionan la intimidad y la experiencia común, de
modo que d el contacto entre ambas surge la reflexión.
A veces el poeta constata una verdad general para trazar después
un paralelo con sentimientos, desazones o dudas particulares. Obsér-
vese cómo, en la siguiente rima de Bécquer, el tránsito lo marcan el
vocativo mujer, que da un giro personal a los dos versos finales, y el
cambio de tono desde la aseveración a la pregunta. Todo ello nos
 permite deducir que al poeta no le inquieta el amor en general, como
 parece al principio, sino un  a m o r el que se ha desvanecido entre los
dos. La organización del tex to es, por tanto, la clave temática:

(Loa suspiros son aire y van al aire!


(Las lágrimas son agua y van al m r!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida.
¿sabes tú a dónde va?
IBÉCQUER: Rimas, ed cfl.. pág. 135)

En otras ocasiones el y o  procede a la inversa: hace u na conside-


ración de valor general tras exponer un sentimiento íntimo en e l que
acabamos viendo un reflejo de la experiencia colectiva. Tal sucede
en el texto siguiente, un bu en modelo para el análisis:

Cumpleaños

Yo lo noto: cómo me estoy volviendo


menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
 jirón de mí, deshilacliado
y rolo por los pullos.

Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro,
 j Mover el corazón lodos los días
casi cien veces por minuto!
106 Cómo leer u x í o i  hiéranos

Para vivir u d  año e s necesario


morirse muchas veces macho.
[á n g e l Go n z á l e z : Poemas.
Cátedra, col. Letras Hispánicas. Madrid. 1988. pág. 36]

Parece claro el sentimiento trasladado p or el poeta: el paso del


tiem po de ja señales dolorosas.
¿Q ué relación mantienen tema y estructura? Anotemos los detalles
m ás característicos d e su organización: hay tres grupos de versos que
tienen distintas medidas y el número de versos de cada g rupo disminu-
ye d el primero a l último: 6 . 4 y 2. En cuanto a l contenido, el poema
comienza expresando sensaciones personale s (Yo lo no to, yo compren
d o ) y termina enunciando una idea g eneral (Para viv ir un año ...).
S e advierte, pues, un paso d e lo partic ula r a lo general, cosa que
confirman lo s verbos: en lo s últimos cuatro versos aparecen en infiniti-
vo , forma no personal, en contraste con l a primera persona empleada
antes. O tros datos qu e subrayan el cambio de referencias so n l a pro-
gresiva sencillez expresiva (frente a las com plejidad estilística del
comienzo, el final destaca por su concisión y recuerda el lenguaje pro-
verbial, tan sintético y generali/ador) y la disminución del núm ero de
versos que forman cada grupo: las verdades qu e se presentan como
universales necesitan m enos explicación que las sensaciones íntimas.
De e sta m anera, la estructura del poema presta un soporte idóneo
a la reflexión q ue contiene: el  yo  qu e n os habla trasciende su circuns-
tancia — ha cumplido años— y expresa un pensamiento de alcance
universal sobre la hu ella qu e deja el transcurso del tiempo en las per-
sonas — ¡hasta cuesta mover e l corazónI— . El lector se siente direc-
tamen te aludido po r los versos finales y no puede sino com partir la
am arga tarta de cumpleaños a qu e el poeta lo convida.

6. CUESTIÓN DE ESTILO : JU EG O DE PALABRAS

L a personalidad d e un texto literario, aque llo que le confiere una


identidad, reside en buena m edida en su creatividad lingüística. Es
dec ir, e n el grado de individualidad que muestre su autor al utilizar la
leng ua. Recuérdense las palabras d e Jean Paul Sartre que citábamos
Gtogn fi* del ta to literario 107
•I comenzar la segunda paite de este libro: plasmar las cosas de una
determinada manera estoque define al escritor.
De modo que la literatura es, sobre todo, forma: no tamo lo que
un texto dice sino su concreción en una manera de decir. Éste e s el
verdadero factor discriminatorio en un escrito: no es fácil hablar de
algo nuevo, idear un asunto que no haya sido ya tratado: sin embar-
go. cabe abordarlo con personalidad y trasladarlo al  pap el de tal
manera que. por su expresividad, parezca nuevo. Sólo los grandes
creadores consiguen realmente un estilo propio, que puede adjetivar-
se inequívocamente: cervantino, galdosiano, becqueriano; pero lodo s
tratan d e encontrar una voz peculiar que se diferencie en algo percep-
tible de los muchos e c o s  heredados.
L a  búsqueda consciente d e un estilo es, pues, lo que distingue a
la lengua literaria. Ésta tiene u na Ju nción poética (también denomi-
nada estética),  pues llama la atención sobre la manera de decir. El
escritor es una con ciencia vigilante dispuesta a aprov echar las posibi-
lidades expresivas que ofrece el idioma, pan e d e las cuales usamos
los hablantes a diario d e form a inadvertida, co n só lo p oner en juego
nuestro instinto lingüístico.
La función poética domina en la comunicación cuando subrayamos
hiperbólicamente el mensaje y decimos «Estoy muerto» para hablar de
nuestro cansancio; cuando elegimos una fórmula entre varias posibles y
decidimos si alguien está «grueso», «gordo», «rcllcnito» o «como un
cerdo»; cuando aseguramos, recurriendo a una metáfora humorística,
que tal persona «está mal de la azotea», etc. Pero las más de las veces
no hacemos sino emplear imágenes gastadas, convertidas en clichés,
ajenas a la creatividad que caracteriza el u so literario de la lengua.
El único lenguaje que busca también de manera consciente los
efectos de la función poética es el de la propaganda en todas sus ver-
tientes, y de forma muy especial en e l campo publicitario. A diferen-
cia de la lengua literaria, la publicitaria tiene una intención inmedia-
ta: persigue l a utilidad, pretende convencer al receptor. Como las exi-
gencias de un mercado cada vez más competitivo han aguzado el
ingenio de los técnicos en lenguaje publicitario, en las próximas
páginas recurriremos a algunos ejemplos provenientes de él para
ilustrar determinados efe ctos estilísticos
108 Cómo í ft r textos hterarioi

* * t

L os m anuales de retórica estudian un repertorio am plísim o de


recursos destinados a em bellecer el discurso. N o se trata aqu í de
repetirlos, ni e s nu estro propósito en um erar fenóm enos po r enum e-
rarlos, C om o hem os hecho hasta ahora, llam aremo s la atención sobre
determ inados aspectos del uso de la leng ua q ue la literatura ha veni-
do empleando con eficacia y cuyo cono cim iento ayuda a m ejorar la
calidad d e la lectura. Seleccionam os, pues, los fenóm enos que m ás
directam ente atañen a la com prensión del texto y prescindim os de los
que sólo interesan a un a disciplina académ ica. A nalizaremos su fun-
ción expresiva y su relación co n el sentido g eneral del m ensaje en
 po em as o frag m en to s n arrativ os, seg ú n la frecu en cia c o n q u e cada
recurso aparece e n uno u o tro género.
 N o s o cup arem o s sucesiv am ente d e lo s d iv erso s p lan o s d e la len-
gua; el son oro, el del sign ificado y el m orfosintáctico.

6.1. E l p l a n o s o n o r o

6 .1 .1 . E l r itm o e n d v e rs o

L o q u e d if e re n c i a su s ta n c ia lm c n t c a l v e r so d e la p r o s a e s e l
ritm o, e s dec ir, la repetición d e fenó m eno s a intervalos regulares. Los
factores que m ás contribuyen a m arcar el ritm o en los versos son la
m edida, la rim a, las pau sas y el acento rítm ico. A unqu e no podem os
ocup am os aquí de realizar un estudio m étrico, no s interesa detener-
no s un m om ento, sobre todo en el fenóm eno de la acentuación.
Los acentos rítm icos de un verso pueden no coincidir con los
acentos prosódicos (los q ue corresponden a cad a p alabra d e acuerdo
Geografía d el texto literario 109

¿Dónde lo hermana dirige sus huellas? (Villaespesa)


En tanto que de rosa y azucena (Garcilaso)

El prim er verso, de ritmo muy marcado, es el llamado endecasí


labo d e g aita gallega, y tien e acentos en las sílabas 1*. 4*. T   y 10*; el
segundo, d e discurrir más suave, es una de los tipos de endecasílabo
común, con acen tos en las sílabas 2 \ 6* y 10*. El endecasílabo de
Villaespesa no suele combinarse en un poema m ás que co n otros del
mism o ritmo; el de Garcilas o, en cambio, permite a lternar con alguna
variedad distinta de en decasílabo común.
En todo caso, interesa anotar que el ritmo es, en ocasiones, determi
nante. Muchos poetas de principios de este siglo, co mo los modernistas
en España c Hispanoamérica, escribieron versos d e ritmo y medidas que
eran inhabituales, decididos como estaban a renovar la tradición poética.
Los versos de Rubén Darío tienen siempre una cuidada musicalidad, que
los colorea y los llena de sugestiones; tal sucede con los famosos alejan
drinos de su «Sonatina», evocadores del mundo de los cuentos:

La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?


Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro.
está mudo el teclado de su clave sonoro;
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

[RUBÉN Da r í o : Prosas profanas y oírospoemas.


Ca stalia, col. Clásicos Castalia, Madrid, 1988, pág. 97]

En esta acotación de la Farsa y licencia d e la reina castiza de


Valle-Inclán, la brevedad d e lo s versos, la rim a consonante marcadí
sima y los acen tos se alian para conseguir un efecto casi visual;

Rechina una puerta:


sale repentino
un viejo ladino
que estaba detrás.
Y enfrente aparece,
torciendo e l mostacho.
no
Cómo leer len ta hura ños

otro mamarracho
al mismo compás.

En este otro ejemplo,  pro ced ente de la misma obra, el ritmo


subraya con eficacia el escalofrío erótico de la reina, pintada com o
animal en celo, ante uno de sus amantes (obsérvese además la expre-
sividad del léxico utilizado por e l escritor):

Lucero se precia con tose s de guapo,


ríe la comadre feliz y camal,
y un temblor cachondo le b aja del papo
al a nca fondona de yegua real.
[V a l l e -INCLÁN: T a b la d o d e m a r io n e ta s ,
Ed . Aguilar. Madrid. 1970. págs. 187 y 166).

Unam uno jueg a con la repetición de palabras esdrújulas y I


sonidos rotundos para componer una lista eufónica de nombres
lugares; el texto pretende m ostrar la musicalidad y el pod er evocador
del idiom a, ligado a la tierra:

Toponimia hispánica

Ávila. Málaga, Cácetes,


Játiva. Metida. Córdoba,
Ciudad Rodrigo. Sepulveda,
Úbeda, Arévalo, Frómista,
Zumárraga, Salamanca,
Turégano, Zaragoza,
Lérida, Zamamunala,
Arremendiaga, Zamora.
Sois nombres de cuerpo entero,
libres, propios, los de nómina,
el tuétano intraducibie
de nuestra lengua española.
[MIGUEL d e  Un a m u n o : Poemas de los pueblos de Espaáa,
Cátedra, col. Letras Hispánicas. Madrid. 1977, pág. 17 1J
Geografía del texto literario 111
En un poema de Que trata d e España, Blas de Otero convierte la
frase «Tierra de Campos, parda tierra de tristes campos» (cuya musi
calidad está fuera d e du da incluso escrita así) en cuatro versos llenos
de posibilidades rítmicas que afectan, incluso, a la interpretación del
pasaje:

Tierra
de Campos, parda
tierra de tristes
campos.

Obsérvese que hay, apenas disimulados, dos heptasílabos de


ritmo m uy marcado, co n acentos en Ia, 4* y 6*: «Tierra de Campos
 pard a / tie rr a de triste s campos.» P ero e l po eta nos ob liga a leerlos de
otra fo rma y fija nuestra atención sobre un pentasílabo muy intencio-
nado: «tierra de tristes.» Son cuatro versos muy elaborados, en los
que además ha y u na expresiva repetición de los sonidos de la t y  de
lar,
En fin: C arlos Bousofto escribe en versos brevísimos esta biogra-
fía fugaz de alguien, cu ya vida pare ce v olar y despeñarse por la acu-
mulación d e agudas y de pausas violentas, a lo que s e u ne la contun-
dencia inapelable de las formas verbales. Es e l ritm o el que  traslada
al lector la sensación de fugacidad vital que el p o eu evoca:

 Biografió

 Nació.
Salió.
Se capacitó.
Regresó.
Abrió la puerta y la cenó.
Miró.
Salió.
 Reflcxtooó.
Volvió.
 Encendió
la luz que luego apagó.
Cuidadosamente cogió
112 Cémo Ife r u th » H ura ños

U m a n z an a q u e n o t e c o m ió .
 ___________________________ y e sc o g ió
S Ü E II Z IT r una tilla donde te sentó.
 No miró:
recapacitó.
Marchó. Regresó.
Sopló
y desapareció
(CAR LOS B o u s o ñ o : A ntología p oétic a (1945 ¡973 ).
Plaza y Janes. Barcelona. 1976, pág. 307]

6.1.2. La aliteración

La repetición intencionada de sonidos idén ticos o similares, fenó-


meno conocido como aliteración, es un o d e los recursos so noros más
frecuentes en español. Tiene la virtud d e subrayar el contenido, como
hace un rotulador sob re el papel, y. en consecuencia, atra e la atención
del lector sobre el  pasaje así destacado.
Aun cuando e l receptor n o sea consciente de la llam ada d e aten-
ción, ésta surte su efecto: el instinto idiomático del hablante registra
e l fenómeno, com o registra otros usos peculiares de la lengua. Preci-
samente. esa falta de conciencia es explotada po r los m ensajes publi
citarios, que aprovechan la expresividad de la aliteración para refor
zar sus consignas y convencer al consumidor (cuanto menos cons
ciente sea éste de que se está orientando su voluntad, más eficaz
resulta e l intento).
Enunciados com o «Renault 19. fuerza em ergente» o «Nu evo
Range Rover. Garras de acero con guantes de seda», destacan el
sonido fuerte que caracteriza fonéticamente a las m arcas que se
anuncian, pero sugieren, al tiempo, la potencia de lo s vehículos;
potencia que. en el segundo caso, se hace com patible co n la suavidad
sugerida por las eses: el consumidor capta la oferta de un vehículo
poderoso («garras de acero») pero confortable («guantes d e seda»).
En la lengua literaria, la aliteración suele aparecer junto a otros
subrayados que aumentan la expresividad fonética. En los poemas
Geografía del M to lirerano 113

que reproducíam os anteriorm ente, la aliteración se añad ía a loa efec-


tos rítmicos: en los versos de Unamuno se repite la z y en lo s d e B las
de Otero la r y la t. como ya  advertimos.
Blas de Otero e s, por cierto, uno de lo s poetas que mejor han tra
 bajado e l plano fonético de lo s versos. He aquí un texto que parece
escrito como si d e un «poema para viento» se tratara y debiera escu
charse. más que leerse:

 En e l princ ipio

Si he perdido la vida, el tiempo, todo


lo que tiré, com o un anillo, al agua;
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed. el hambre, todo


10 que era mío y resultó ser nada.
si be segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro


puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios ha sta desgarrármelos,
me queda la palabra.

(BLAS DE OTERO: E xp resión y reunió n.


Alianza Editorial. Madrid. 1981. pág. 102]

Entre las aliteraciones que contiene el poema, la m ás notable es


la que se  produce en e l séptim o verso:

11 he segado las sombras en silencio

L a abundancia d e eses produce un siseo, ostensible si leem os en


r o í alta: e l sonido del v e n o s e a p r o xim a a l q u e e m i tim o s p a r a r o ga r
silencio y el texto alcanza mayor expresividad; la imagen acústica
resulta tan gráfica que casi se nos permite ver ese deslizamiento
ioso d e q u e n o s h a b la e l  poeta.
114 Cómo I ttt ttu o t littra n ot 

Pero hay oirás aliteraciones. En la últim a estrofa, la repetició n de


sonidos fuertes, abrup tos {abrí, rostro, terrible, patria, desgarrárme
los. pa labra ), tiñe de d ramatismo la d esgarrada voz de l poeta. Tam-
 bié n hay que citar e l tercer verso («si h e perdido la voz e n la male-
za»), donde se juega con un sonido, el d e la ze ta , qu e llena la boca.
A este respecto, terminemos citando a Antonio Machado, que en
estos versos acumula ese sonido hasta macizar el texto:

Mas otra España nace,


la España del cincel y d e la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.

6.13. L a onom atopeya y oíros juego s fonéticos

En nuestro idioma, y en todos, existen algunas palabras que imi


tan un sonido o un m ovim iento natural: son las onomatopeyas. En
términos como tic-tac, quiquiriquí, vaivén o zigzaguear, la relación
entre el significado y e l significante tiene una motivación de la que
carece, en general, la lengua.
Las onomatopeyas se utilizan c on p rofusión, sobre todo, en los
poemas y cancioncillas infantiles. Pero e l afán lúdico (que también
interesa al arte) lleva a veces a los escritores a proponer verdaderos
divertimentos basados en las sugestivas evoca ciones q u e pueden con-
tener los sonidos. A sí como las brujas de lo s cuentos de hadas ocultan
su m isterio tras los abracadabras, algunos creadores, en ve z de descri
bir la b elleza oculta d e las cosa s, la recrean con u n juego fonético.
Tal es el intento de Rafael Alberti e n este pasaje d e un poema
que pretende poner en palabras e l mundo abigarrado de lo s cuadros
del pintor holandés «El Bosco»; no se trata de mostrar la realidad,
sino de suscitar vag as sensaciones m ediante neolog ism os, términos
desfigurados y onomatopeyas que han perdido la relación lógica
entre signifícame y significado (algunos estudiosos llaman a estas
últimas pala bra s  jitan jáJ uras,  denominación que, como el fenómeno
mismo, es un puro juego fonético):
G n in f liM w lM n f   IIS

El diablo hocicudo.
oppclambrudo.
comicapncudo,
 pcmiculimbrudo
y rabudo.
zonta.

 pedí trompetea
 por un embudo.

Vuojo. pirojo.
ifc^ln trampantojo

El diablo liebre,
M r  .

y » comitiva
chiva.
estiva.
sipüipitnva.
cala.

««spala.
^«Aab
con n lavativa.

[R a f a f e l Al b e r t i: Poesía ( 1924-1967).


Aguilar. Madrid. 1977. pig s. 729-7301

Y e s d caso que la m agia de un lenguaje creativo y disparatado,


combinado con e l ritmo frenético de los versos cortos, consigue
l a c e n » ver la da m a diabólica.
116 Cómo leer texto f literarios

6.2. ELPLANODELSIGNIFICADO
6.2.1. Selección del léxico

Como adveníamos en el capítulo inicial de este libro, la literatura


■o requiere un lenguaje especial: no existe un léxico propiamente
literario frente a otro que n o lo sea, ano que cualquier palabra puede
alcanzar, en un texto, valor poético.
Pero la historia de la cultura muestra que. en momentos determi
nados. una serie de palabras adquieren prestigio estético y tienen un
uso privilegiado en los textos literarios: la tendencia del creador a
renovar la lengua, así como la adopción de ciertos modelos culturales,
explican el hecho. Ese vocabulario especial cambia con el paso del
tiempo, no sin dejar en pane t u boella en el patrimonio Kbomáóco-
En consecuencia, e s posible reconocer algunos términos como
característicos de una época o un movimiento. Incluso un mediano
conocedor de la historia literaria puede decubrir un cierto aire de familia
en palabras de uso corriente: adjetivos como lánguida, cándido, gentil o
argentino conservan aún su perfume modernista: términos como dehrio.
melancolía, fre nesí o ilusono  recuerdan el gusto romántico. 0 eclecti
cismo que caracteriza en nuestro siglo tanto a la literatura como a las
demás artes ha roto el afán por buscar un léxico exclusivo: al contrario,
la libre entrada d d vocabulario coloquial en la esfera literaria es, posi
 blemente, uno de los rasgos característicos de la contemporaneidad.
Por otro lado, hay escritores de estilo muy peculiar en cuyos textos
se advierte un cuidadoso empeño en la selección del léxico; su s lecto
res no tardan en familiarizarse con él y en reconocer su debilidad por
tal o cual tipo de palabras. Es conocido el gusto de Unamuno por los
 juegos conceptuales, por el uso de regionalismos y por la utilización de
las palabras según su sentido etimológico; Azorín muestra un amoroso
esmero en el uso de un vocabulario de honda raíz castellana, preciso y
rico en matices, adecuado para su empeño de distinguir cada objeto
 por su nombre; Góngora tiende al aristocraticismo léxico e introduce
grao cantidad de cultismos en sos poemas, etc.
El conocimiento de tales extremos facilita, sin duda, la compren
de los textos, pero informa principalmente sobre la ideología y
G txfta fla del tfttc literario

la estética de un periodo literario, es decir, sirve más al interesado


 p o r la h is to ria d e l o s esti lo s y lo s m ovim iento s artí sti cos q u e a l le cto r
m edio En tod o caso, y pu esto que las palabras trasmiten una visión
de la realidad, resolta ilustrativo comprobar la evolución de los fa s -
tos y d e las actitudes ante la vida poniendo en paralelo textos caracte-
rísticos de ép ocas diferentes.
Las tres descripciones que siguen pintan la belleza femenina con
arreglo a los tópico s literarios de las respectivas épo cas La lectura
 p e rm ite c o n s ta ta r q u e c ie rto s c á n o n e s d e b e lle z a p e rm a n ec e n , se
objetivan e n e l idea l estético fia palidez, el cabello rubio, la frialdad
de una hermosura que só lo e n el caso de Rubén Darío insinúa tonos
c á l id o s ) ; l o q u e c a m b i a e s l a a t m ó s f er a p e c u l ia r e n q u e e l e s c ri to r
c o l o c a a l a c r ia tu r a.
E n e s e e n t o r n o s e p r o y e c t a la s u b j e ti v id a d , l a p e c u l ia r m a n e ra
d e c o n c e b i r l a r e a li d a d i d e a liz a d a : e l e q u i l ib r i o d e l o s e n d e c a s í la -
 b o s d e G a r c ila s o d ib u ja l a p le n itu d d e u n a b e lle z a s e r e n a p e ro
 p a sa je ra ; e l p e rso n a je q u e h a b la e n el te x to d e B é c q u c r e n la z a la
h e r m o s u r a c o n e l m i st e ri o , c o n e l m u n d o d e l o s su e ñ o s y d e los
ideales secretos; Rubén, e n f i n . i n t ro d u c e m o r b id e z e n l a d e s c r i p -
c i ó n . q u e s e t iñ e d e u n e r o ti s m o r efi na d o m u y d e l g u s t o d e l f i n de
siglo:

 _ 1.

E a a m o que de ros* y azucena


se muestra la co lor en vnestro gesto,
y que v ue stro m irar ardiente, honesto,
co n clara lu z la tempestad serena:

y en tanto que e l cabello, que en la sena


del o ro se escogió, con vuelo presto
 p o r e l herm o so c u ell o bl an co, e nhiesto,
e l viento mueve, esparce y desordena;

cog ed d e vue stra alegre primavera


e l dulce fruto, antes que el tiem po airado
c u b r a d e n i e v e l a h er m os a c u m b re .
118 Cómo leer testos literarios

Marchitará la rota e l viento helado.


todo lo mudará la edad ligera.
por n o hacer mudanza en s u costumbre.

(Ga r c i l a s o DEl a Ve g a : Poesías co m pleta s, ed. cit.. pág. 90|

i
|...J aquella nocturna y fantástica visión que se dibujaba confusa
mente en la penumbra de la capilla, com o esas vírgenes pintadas en
los vidrios de colores que habréis v isto alguna ve z destacarse a lo
lejos, blancas y luminosas, sobre el oscuro fon do d e las catedrales. Su
rostro ovalado, e s donde se veía impreso el sello de u na leve y espiri
tual d emacración; so s armoniosas facciones, llenas d e u na suave y
melancólica dulzura; su intensa palidez, la s purísimas líneas de su
contorno esbelto, su ademán reposado y noble, su traje Manco y flo-
tante. me traían a b memoria esas mujeres que yo soñaba cuando ca n
era un niño. ¡Castas y celestes imágenes, quim érico objeto del vago
amor de la adolescencia!

[G u s t a v o A d o l f o Bé c q u e x : Leyendas.
Bruño, co l. Anaquel. M adrid, 1991, pág. 86 ]

3.
Ya tenía quince años y medio Inés. La cabellera dorada y lumino
sa a l so l era un tesoro. Blanca y levemente amapolada, su cara e n
una creación murillcsca si se veía de frente. A veces, contemplando
su perfil, pensaba en una soberbia medalla si raeusana, en un rostro de
princesa. El traje, coito antes, había descendido. El seno, firme y
esponjado, ere un ensueñ o oculto y supremo; la v oz . clara y vibrante,
las pupilas azu les inefab les, la boca llena d e fragancia, de vida y de
color púrpura. ¡Sana y virginal primavera!

[R u b é n Da r í o : A zu l..., Espasa Calpc.


c o l. Austral. Madrid. 1972, pág . 82]

6 .2 .2 . L a m e t á f o r a

H im a gin ac ió n d e los h a b l a n t e s es inagotable. S u creatividad lin-


güística obe dece a m uch as razones: necesidad de ex plicar sentimien-
Gtogra/fo del u n o liitn h o 119
ios difíciles de trasladar a los demás, intuiciones, tendencia al humo-
rismo... Esas y otras circunstancias llevan a dislocar el recto sentido
de las palabras en busca de mayor vehemencia: «Te doy mi cora-
zón», «Tienes un corazón de oro», «Tienes la cabeza llena de pája-
ros», «Tu pelo es de seda», etc.
Cuando decimos cosas así, utilizamos las palabras con un sentido
distinto al que les corresponde, empleamos tropos. E l m ás importante
de los tropos, y el de mayores posibilidades estéticas, e s la metáfora,
qu e en su forma más tradicional es un tropo basado en l a relación de
semajanza que hay entre dos términos, uno real (cabello rubio, ama-
rillo) y otro imaginario (oro, metal amarillo): cabellos d e oro.
En realidad, la lengua es netamente metafórica. Se h a dicho,
incluso, que el idioma es tan inexacto que sólo con la metáfora pode-
mos aspirar a ser u n poco precisos: una forma de subrayar la capaci-
dad de crea r significados p or intuición y subjetividad que tiene el len-
guaje metafórico. En su libro  Heterodoxia, escribe Ernesto Sábalo:

Es imposible hablar o escribir sin metáforas, y cuando parece que


■o lo hacemos es porque se han hecho familiares hasta el punto de
hacerse invisibles: nadie advierte que nos expresamos figuradamente
cuando decimos que «los años corren» o «el valle se inclina». Basta
alterar apenas algunas de las metáforas más habituales para notar
hasta qué punto son (eran) audaces: basta tomar la sosegada expre-
sión «los árboles arrojan sombra» y transformarla en su equivalente
lógico «los árboles nos tiran con sombra».
(ERNESTO Sá ba TO: Hombres y engranajes. Heterodoxia.
Alianza Editorial, Madrid. 1973, pág. 182]

La familiaridad de que h abla Sábalo es uno de los problemas que


debe eludir el creador, obligado a busca r imágenes nuevas, no gasta-
das. L a literatura contemporánea, o mejor, la poe sía, ha trasformado
la naturaleza de la metáfora hasta convertirla, en palabras de Pedro
Salinas, en un «acto poético puro»: u na nueva forma de percepción
que no brota de la semejanza lógica entre do s realidades, sino de una
intuición que busca un lenguaje capaz de recrear la realidad. Esa bús
queda explica la destacada  presencia de la im ag en irracional en la
120 Cémto Iwrtextos laeran m

 poesía de nuestro tiempo: metáforas que obligan a l lector a convertir-


se. a su vez. en intérprete intuitivo del texto.
En los siguientes pares de versos de G arcía Loica, hay un a serie
de metáforas de complejidad diversa: va n desde un a cierta expresión
lógica a la franca irracionalidad. El lector debe realizar una opera-
ción m ental diferente para interpertar un as y otras, porque e l oficio
de leer consiste e n adaptarse al juego qu e propone el creado r en cada
texto (tos dos últimos ejemplos exigen la lectura completa de los
 poemas correspondientes):

Las piquetas d e los gallos


cavan buscando la aurora
(Los g allos cantan anunciando el amanecer)

La luna vino a la fragua


con su polisón de nardos
(La lana parece estar vestida con am plias enaguas blancas)

Cuando las estrellas clavan


rejones al agua gris
(El reflejo d e las estrellas penetra en e l agua como un rejón)

Algun as vece s el viento


es un tulipán de miedo
m

La piedra es una frente donde los sueños gimen


sin tener agua curva ni ciprcscs helados.
0 )

6.2.3. L a hipé rbo le

E n la vida cotidiana recurrimos a exagerar la expresión de la rea-


lidad par a enfatizar nuestras afirmaciones. Ese recurso se denomina
hipérbole y e s m uy frecuente en el habla coloquial española, que
tiende a hacer mayor lo que e s grande y menor lo q ue e s pequeño:
«}Te lo he dicho mil veceal», «|N o tengo ni un a perra!».
G togm flo d el ttxio literario **'

Esta práctica po n e de manifiesto lo m ucho que cuenta la subjeti


vidad del hablante en la conversación: no tratamos de trasmitir la
realidad co mo es . sino com o la sentimos. En esto, otra vez el nao
individual d e la lengua se aproxima a s u uso literario. Pero, mientras
en la vida cotidiana la hipérbole se m anifiesta principalmente a tra-
vés de frases hechas, de fórmulas acuñadas como las que hemos utili-
zad o en el p árrafo anterior (o d e invenciones ingeniosas que , de
inmediato, hacen fortuna y se convierten en nuevos clichés), la len-
gua literaria emplea la hipérbole con una m arcada tenden cia a la crea-
tividad.
Recurrimos a la hipérbole, sobre todo, en la expresión d el amor y
otros sentimientos aledaños y en situaciones de tipo burlesco, irónico
o humorístico. Un hablante cualquiera no duda en utilizar frases
hechas porq ue su única intención es m anifestar un sentimiento, darlo
a conocer a su interlocutor («Te quiero más q ue a m i vida») o trasla-
dar al otro su visión subjetiva y desenfadada de la realidad («Fulano
no ve tres en on burro»). El creador, en cambio, busca la imagen
nueva, se coloca en un ángulo antes no utilizado, para que su hallaz-
go se proyecte en el lector y encuentre e n él una caja de resonancia;
la expresividad del texto literario se actualiza perman entemen te en
quien lo lee.
El valor de la hipérbole creadora queda de m anifiesto en estas
greguerías de Ramón Góm ez de la Sem a, que nos enseñó a m irar la
realidad de otra manera: «Cuando el arm ario está abierto toda la casa
bosteza»; «Aquel retrato miraba y parecía hablar, no le faltaba más
que toser». «Las monjas tienen los senos cóncavos»; «El sapo se
sabe tan f e o que sólo sale d e noche». O e n e s t as im ágenes de Pablo
Neruda: «Para mí corazón  basta tu  pecho.  /  para tu libertad bastan
mis alas»; « A nadie te pareces desde que y o te amo»; «Desnuda eres
pequeña com o una d e tus uñas»; «Dos amantes dichosos no tienen
fin ni m uerte, / nacen y mueren muchas veces mientras viven.  / tie-
nen la eternidad de la naturaleza».
B re ca n oes imprescindible en textos de tono burlón como cier-
tas descripciones que exageran los rasgos de la r e a li d a d c o n afán
caricaturesco. La literatura española ha dado grandes talentos des-
criptivos. pero ri hablamos d e un retrato hiperbólico, n a d a m e jo r que
122 C ó m o l e e r le x t o t h i t ra n o t 

  recurrir a l a f am o s a im a g en d e l lic e n c i a d o C a bra q u e n o s le g ó Q u e


v e d o . O b s é r v e s e l a viveza d e las im ágen es, origina les y sorpren den-
I


t e s c o m o p o c as

Él era u o clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza


 pequeña, lo s o jos avecindados en d cog ote, q ue parecía que miraba
H p   p e r cuévanoa. tan hu ndidos y escuro», que e r a buen sitio e l su yo para
óffnia* de mercaderes; (~.J las b arbas descoloridas de m iedo de la
boca vecina, qu e. de  pura hambre, pare cía que amenazaba a cornóse
F las; los d ientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes
y vagamundos se los habían desterrado; e l gaznate largo com o de
avestruz, con una nuez tan salida, que parecía se iba a buscar de
com er forzada de la necesidad; los brazos, secos; las manos, com o un
m anojo de sarmientos cad a una. Mirado de m edio aba jo, parecía tene-
dor o compás, con do s piernas largas y flacas.

[FRANCISCO DC QUEVEDO: E ¡ B usc ón, Bruño.


K ; , co l. A naquel. M adrid. 1991. págs. 74-75]

6 .2 .4 . A n t í te s i s y p a r a d o j a s

C o m o ya hemos d i c h o , la a n t íte s is c o n s is t e e n c o l o c a r p r ó x i m o s ,
d e m o d o que contrasten, té r m in o s o f r a se s d e s e n t id o o p u e s to . L a
i d e a que s e expresa queda r e s a lla d a p o r e l a r t if ic i o l ó g i c o :

Es tan corto el am or y es tan largo el olvido (Ncrudu)


Ayer naciste, y morirás m añana (Góngora)

Es un recurso presente en la lírica popular ( « M i s p e n a s s o n c o m o


o n d a s del mar,  / que unas vienen y otras se van» ), pero alcanzó su
m á x i m o desarrollo en el Barroco, pu es perm ite un ju eg o concep tual
muy del gusto d e aquella estética. A sí, Lope de Vega define e l senti-
m iento a m o r o s o e n u n conocido soneto cuyo s versos están llen os de
antítesis: éste e s e l primer cuarteto:

Desmayarle, atreverse, estar furioso,


áspero, tierno, liberal, esquivo,
G e o g r af ía d e l i e a o H u r a ñ o 123

aknu do . mortal. difamo, vivo,


l e a l , traidor, cotarde y animoso.

Por la misma época, la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz,


muestra las contradicciones amorosas en versos de extrem a concep-
tuosidad:

AI que ingrato me deja, busco amante;


al que amante m e sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca consume.

La literatura contemporánea no acostumbra a utiliza este fenóme-


n o en estructuras tan m arcadas. Bccquer es. quizá, el poe ta moderno
más proclive a construir sus poemas m ediante contrastes: las m uchas
rimas en que presenta el desamor como resultado de un conflicto
entre caracteres le permiten aprovechar ios efectos de la antítesis, al
 punto de sign ificar uno d e sus rasgos d e estilo m ás recono cibles:

 Nuestra pasión fue un trágico sainete


en cuya absurda fábula,
lo cómico y lo grave confundidos,
risas y llanto arrancan.

Pero la difusión de esta figura estilística e n otros us os de la len-


gua le h a hecho pe rder eficacia artística. Frecuente en e l ha bla colo-
quial y en las fórmulas proverbiales («Obras son am ores y n o buenas
razones»), la antítesis se ha extendido, p or ejemplo, en el lenguaje
 periodístico (« El presidente se va porqu e vienen más prob lemas»);
en nomb res d e establecimientos, asociaciones o grupos; en títulos de
obras que recurren al ing enio («El neg ro que tenía e l alm a blanca»);
y, sobre todo, en el mundo de la publicidad, qu e emplea el recurso
 para poner de manifiesto l as ventajas de un producto: «A GF Segu-
ros: el mañana se decide hoy»; «Mucho interés por poco dinero»;
«Garras de ace ro con guantes de seda», etc.
Los ejemplos citados mu estran con claridad las ve ntajas del
 jueg o d e contrastes en fiases cortas, que se retienen como consignas;
124 Cómo lee r textor, literarios

 pero el hablante reconoce una cierta obv iedad en el procedimiento si


no s e utiliza con cautela.

* * *

Emparentada co n la antítesis, la paradoja surge de la unión de


dos ideas contrapuestas. El significado resultante es nuevo y. gene
ralmente. se deduce mediante una operación mental que permite
encontrar la lógica en un aparentesinsentido. A N apoleón se atribuye
la frase «Voy despacio porque tengo prisa», con que se refería a la
forma de mo ver los ejércitos pa ra ganar tiempo. Cuando dos concep
tos contrarios aparecen íntimamente relacionados en una unidadlin
güística. hablamos de una variantede la paradoja llamada oxímoron
«alegre tristeza», «silenciosonoro».
Los hablantes utilizamos muchas paradojas, sobre todo para
subrayar sentimientos cuya intensidad es difícilmente comunicable
(«Soy tan feliz quequisiera morirme»), para poner de relieve lo sor-
 pre nden te o complejo de una situación («Cuanto más te conozco
menos sé de ti»), o para manifestar que los extremos se tocan
(«Quien bien le quiere le hará Dorar»).

H Có m o la antítesis, la paradoja resulta eficaz enconsignas de iodo


m sindicato llamó a la huelga diciendo «Paremos e l p a ís p a n

 U a andar»; jó venes airados manifestaron su descontento con el


«Sé realista: pide lo imposible»; un a obra de teatro s e titula «Ni
ni rico, sino todo l o contrario»; una compañía de seguros advier
te al cliente d e que «La tranquilidad no tiene precio: cómpresela».-
L a lengua literaria registra múltiples usos de la paradoja a te
largo de la historia. Está presente en las formas poéticas m ás dem én
ta lo . com o sucede en esta cancioncilla popu lar 

 No quiero que te vayas,


ni que te quedes,
ni que me dejes sola,
ni que m e lleves.
Quiero Un sólo...
Pero no quiero nada:
lo quiero lodo.
Geografía de l ¡txto littn n o 125

Los mltfkos españoles utilizan expresiones paradójicas p ara tr a -


tar d e ob jetivar sentimientos inefables: «Vi t o  s i n v iv ir e n m í / y tan
alta vida espero/ q u e m u e ro porqueno muero», esc ribe Santa Teresa;
San J u a n d e l a Cruz h a b l a , recurriendo a l oxímoron, de «música
callada» y «soledad sonora». B lenguaje amoroso, en general, tiende
también a l a p a ra d o ja : Q u e vedo escribió un soneto en que definía el
amor mediante una serie de afirmaciones contradictorias y antitéti-
cas. como p u e d e comprobarseensu primercuarteto:

Es hi elo abrasador, e s fuego bebdo ,


e s herida que duele y o os e áem e.
e s un soñado bien, un mal presente,
e s un hreve descanso muy cansado

En l a literatura contemporánea, debemos subrayar el caso de


M i g ue l d e U n a m u n o, q u e mostró una rara afición a la paradoja, qui-
z á s p o rq u e , c o m o él dijo, fue un hombrede contradicción y d e pelea:
« H a y r e c u e rd o s d e cosas futuras como hay esperanzas d e cosas pasa-
d a s * . « N o h a y n a d a más malicioso que la inocencia».
El recurso tiene una eficacia indudable, en todo caso. Obsérvese,
 p o r eje m p lo , e n e sto s vers o s d e O c ta v io Paz. q u e resalt an u n a re ali -
dad en s í misma, contradictoria: la naturaleza de la creación, en la
que a veces cobra la vida mayor verdad, siendo ficción, que en la
realidad misma:

 E pitafio para un poeta

Quiso cantar, cantar


 pa ra olvidar 
su vida verdadera de mentiras
 y  recordar 
su mentirosa vida de verdades.

(O c t a v io  Pa z ;  Libertad ba jo palabra.


Cáted ra. coL Let ras Hispánicas. Madrid, 1990. pág 116)

P o r l o d e m á s , ha ypersonajes de novelas y obras de teatro que


 pro fu ndam e nte p aradójic os: los escritores se sirven de ellos p a n
126 Q t Iwf iraot Imrmrtoi
ponerdemanifiesto las complejidades y los sinsentidos de la existen
cia. Los protagonistas de relatos trascendentales para l a h istoria d e la
nanativa contemporánea, como  La m eta m orfosis  de Kafka o Vines
de James Joyce, tienen una vida paradójica, c om o la tienen lo s p rota
gonistas del drama de Pirandello Se is person ajes en bu sca d e autor.
Puede decirse que la literatura de nuestro tiempo h a hecho de la para
doja un instrumento válido para describir la s profund as contradiccio
nes de la vida.

6.2.5. Iron ía y parod ia

A diario empleamos un lenguaje irónico en muchas situaciones.


Como método para relajar una conversación tensa, e n e l trato co n perso
nas de nuestra confianza, con el propósito d e buscar m ayor contunden
cia para nuestras opiniones, la ironía nos sirve de vehículo expresivo:
«Llevas un sombrero muy moderno», decimos con un tono intencionado
a quien luce un sombrero de mal gusto; «Te estás quedando e s los hue
sos», fe advenimos a un amigo que á tona m ente engorda a ojos vista.
En términos estrictos, la ironía consiste en dar a entender una
cosa distinta, generalmente opuesta, de la que decimos. También
hablamos de intención irónica cuando se utiliza un tono burlesco
aparentando seriedad (si la ironía resulta am arga o hiriente, se d en o
mina sarcasmo). En la prosa narrativa, es irónica la actitud de un
narrador que se distancia de lo narrado y lo presenta ante el lector
con u n guiño cómplice. Nuestra historia literaria ofrece ejemplos de
grandes ironistas, escritores que, d esde Cervantes y Que vedo a Baro-
 j a y C ela, han mostrado preferencia estilística por este recurso.

I
Conviene advertir que, si en la expresión oral contamo s con los
gestos y el tono para subrayar el efecto irónico de lo qu e decimos, la
¡lengua escrita puede dar lugar a equ ívocos o dudas interpretativas o
¡hacer que e l lecto r no entienda e l mensaje real. Porque hablamos de
 p i recurs o com ple jo, q u e exige q ue autor y lector com partan una
■crie de experiencias y supuestos previos para que quien lee pueda
Sobrepasard nivel superficial de l texto y acceder al plano profundo.
f i n a e está el verdadero significado.
G togiufla 4 tl u n o hiriano 127
C on todo . la duda pu ede permanecer. La siguiente rima de Béc-
que r tiene un a interpretación equívoca; el problema ra dica en los dos
últimos versos, qu e hay quien entiende en sentido litera) y qu ien con
sidera cargados d e ironía sarcástica. Todo depende, en buena medida,
de la experiencia y las concepciones previas que te nga e l lector sobre
el asunto tratado po r el poeta:

Cuando me lo contaron sentí el frío


de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche,


en ira y en piedad se anegó el alma
¡y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor... con pena


logré balbucear breves palabras...
¿quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.
[Gu s t a v o Ad o l f o Bé c q u e r  : Rimas, cd. cu., pág. 138]

Para ciertos lectores, el texto no ofrece pistas suficientes q ue per


mitan interpretar en se ntido recto o irónico el final; paro otros, el giro
que da el poema e n su tercera estrofa es significativo: si no es un
guiño sarcástico, ¿qué sentido tiene qu e e l poeta agradezca la infor
mación a un amigo que, sospechosamente (por innecesario), califica
d e fie l?
Pero es m ás frecuente que el lector cuente con datos para descubrir

Í
el tono irónico. Conocer el pensamiento del autor, sus costumbres y
. obsesiones, aclara alguna s veces u n pasaje ambiguo. En la mayo r parte
de los casos, no obstante, el contexto, el entorno lingüístico de la iro
nía,  basta pa ra que poda mos reconocerla, c om o su ced e cu an do Cela
| escribe en s u Viaje a la Alcarria  (ed. cit., pág. 116): «Pareja es u n pue-
, bk) donde la gente tiene ideas. Un rico, dos o tres año s atrás, plantó
 ju días e n lugar d e cebada. Echó u n bando diciendo que a todo e l que
128 Cóma leer u a o t htm tnot

quisiera trabajar para ¿I poniendo judías, le pagaba a veinte céntimos


d golpe f _ ) Cuand o llegó la cosecha y ech ó cuentas, se encontró con
que se había gastado treinta m il pesetas y había sacado judías po r valor
d e mil.» B sentido de la frase inicial es el contrarío del que en un prin
cipio creíamos: la ironía actúa as í co n e fecto retardado.
L a ironía puede proyectarse sobre am plios pasajes o , incluso,
sobre la totalidad d el texto: a sí sucede si forma parte d e la m irada del
autor, de la actitud qu e adopta al contem plar la realidad. Veamos
algu nos ejem plos ilustrativos:

Las costumbres de Alcolea eran españolas puras: es decir, de un


absurdo completo (...]
Muchas veces a Hurtado 1c parecía Alcolea una ciudad en estado
de sitio. E l sitiador era la moral, la moral católica. Allí no había nada
que no estuviera almacenado y recogido: las mujeres, en sus casas; el
dinero, en las carpetas; e l vino, en las tinajas [...]
Con aquel régimen d e guardarlo todo, Alcolea gozaba d e un
orden admirable; sólo un cementerio bien cuidado podía sobrepasar
tal perfección.
Esta pefección se conseguía haciendo que el más inepto fuera el
que gobernara.

[Pfo B a r o j a  D á r b o l é e la c ie n c ia ,
Caro Raggio-Cátedra. col. Letras Hispánicas.
Madrid. 1986. págs. 211-2121

En este texto s e observa bien el distaneiamiento de l narrador


den tro de un ton o narrativo realista, adopta una perspectiva qu e deli
 bera dam ente em pequeñece y rid ic uli za la re alidad. A m ed id a que
leemos, la ironía va resultando cada ve z más clara: cuando encontra
m os la alusión al orden adm irable  y a l a  perfección, e l sarcasmo es
absoluto; e l com ienzo d el pá rrafo siguiente a ugu ra una sátira de las
costumbres políticas del lugar (y a sí es. com o po drá comprobar quien
lea entero ese capítulo d e la novela).
Otras vece s, el na rrador despliega s u esp íritu burlesco aludiendo
en « n ac ió n mademada a realidades bien conocidas por d lector al
tener éste qu e aplicar su experiencia de form a insólita, adviene el
efecto de la ironía. Es e l procedimiento qu e sigue el autor d d ía » <
Geografía del u r n Huraño
129

rillo  en este pasaje de su primer capítulo (seguimos la edición de


Bruño. 1991):

Pues siendo jo  niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas


sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por
k» cual fue preso, y confesó y no negó, y padesbó persecución por
 justicia. Espero en Dios que este en la gloria, pues el Evangelio los
llama bienaventurado».

El fragmento, pese a su brevedad, e s riquísimo en guiños dirigi


dos ai lector. E l padre de Lázaro practica «sangrías mal hechas» a los
sacos d e quienes llevan trigo a moler a su molino, pues, en vez de
 pro cura r la salu d d e lo s cost ale s, lo s d eja enfermos.  Acusado de
ladrón, «confiesa y no niega», expresión que recuerda un pasaje
evangélico, en el q ue S an Juan relata que e l Bautista «confesó y no
negó» que él n o era el Mesías. Las ironías blasfemas se completan
con el equívoco siguiente: identifica a lo s perseguidos po r l a justicia
como delincuentes con quienes sufren persecución po r declararse
cristianos, que son los bienaventurados. La narración desenfadada,
irreverente y distanciada de los hechos, da luga r a una magistral
muestra d e estilo.
U na comparación es el recurso que sirve a Mihura (en u no de su s
Cuentos pa ra perros, Bruño, 1994) para crear humor: «Era tan feliz,
que m i felicidad sólo era comparable a la de un a m ocita sevillana que
tuviese cinco lunares negros y un pozo en el patio.» Es evidente el
sentido burlesco de la referencia a un tópico tan conocido; el efecto
humorístico qued a subrayado po r la sintaxis, y a qu e la coordinación
final desemb oca c asi en el absurdo.
E n fin, Monterroso pone en cuestión su propio oficio en u n libro
cuya naturaleza es, en sí m isma, irónica: inclasificable en género
conocido, sus páginas borran las fronteras entro ficción y realida d y
samen al lector en una atmósfera ambigua, traspasada po r la ironía:

El conocimiento directo de los escritores es nocivo. «Un poeta


L-djjo Keats— es la cosa menos poética del mundo.» En cuanto uno
Conoce personalmente a un escritor al q ue admiró de lejos, deja de
k e r ra s obras. Esto es automático. Por lo que se refiere a la s obras
130 Cómo le er IMlOl literarios

mismas, una idea sensata, y que ahora comienza a ponerte en prácti-


ca, e i publicar al mismo tiempo en diversos países de América las
mejores, o por lo menos las más resonantes, que también pueden ser
himiM Las muy malas deben ser editadas por e l Estado a todo lujo,
en piel y con ilustraciones, pan hacerlas prohibitivas a
loa pobres y. a la vez. tener comentos a la mayoría de los podas y
novelistas.
(Au g u s t o  M o r ro ñ o s o : M r miento perpetuo.
Anagrama. Madrid. 1990. pág. 67)

0 * 0

La parodia e» una forma especial d e ironía, qoe se produce c uan-


do d escritor imita un texto, un tipo d e textos o u n estilo co n inten-
ción burlesca. Si la imitación es estilística, el autor c rea un  pastiche.
que. por regla general, es una mezcla de tonos, ritm os y estilos reco-
nocibles tras la deformación a qu e son sometidos; la na rrativa con -
temporánea ofrece m últiples ejem plos de e ste procedim iento artístico
que manipula la literatura desde la mis ma literatura.
La parodia viene a ser un negativo de la realidad parodiada. Pre-
senta el env és de los valores, referencias y rasgos que definen e l ori -
ginal: lo que en éste e s heroicidad, altura de miras o sensatez, es en el
texto pa rodiante cobardía, egoísmo e insensata v ulgaridad.
Para que un texto sea parodiablc de be formar parte de un conjun-
to con características bien conocidas: así, se pueden parodiar lemas
tópicos (una pasión romántica, por ejemplo), personajes convertidos
ya e n arquetipos (un detective), estructuras narrativas m uy d efinidas
(la de la s novelas de aventuras) o los rasgos más superficiales de esti-
lo s perfectamente acuñados (como el preciosismo modernista).
También puede parodiarse una situación real q u e, o bien constitu
y e y a un tópico, o bien adquiere esa categoría po r efecto de la m isma
 paro dia esto sucede cuand o el eacnlor generaliza actitudes, condu c-
tas o situaciones po ra ridiculizarlas Es un recurso eficaz com o ins-
trumento d e la crítica soc ial que puede ser amarga o adoptar un lono
hum orístico más amable. Se encuentra con frecuencia, por ejemplo,
en el costumbrismo que practican muchos columnistas en la prensa
G e o g r a fí a d e l I tx i o h u r a ñ o I3 l

ditria. He aquí un comienzo característico de uno de esos artículos


que generalizan loe comportamientos para ponerlos e n solfa:

Lo último que se Ueva es ser bueno. No existe nada tan moderno


como la ternura de corazón. He aquí la novedad: si quieres pertenecer
al círculo de los seres más refinados no hables nunca de política ni de
dinero, pon cara de mermelada ante cualquier acto de violencia, hazte
erudito en algo raro del siglo xvm y muéstrate histérico ante detalles
sin importancia: por ejemplo, cuando a tu perro le salga un eczema en
una pata. Vuelve a estar de moda la bondad clásica...

[Ma n u e l  V i c e n t : A fa v o r d e l placer .


El País-Aguilar. Madrid. 1993, pág . 211]

Cuando se hace parodia de modelos literarios o culturales, la


correcta comprensión d e la ironía exige qu e el lector sepa qué refe
rencias se someten a burla: los contemporáneos de Cervantes enten
dían m uy bien las alusiones del escritor a los libros de caballerías. Si
la parodia tiene referentes menos populares (como es el c as o de las
novelas Ulises   de Joyce o Tiem po de silenc io   de Martín-Samos).
queda reservada a un p úblico minoritario.
En cualquier caso, el procedimiento se basa siempre en sobren
tendidos Veamos un ejemplo sencillo en el siguiente relato. Su titulo
alude a l m undo de los cuentos infantiles, pero hay una intención iró
nica en el uso de la palabra «costumbres». Luego el texto omitirá
algunos da tos relevantes para la com prensión porque es tá escrito
 pe nsando en un lector que cono ce las h isto ria s de príncipes valientes,
hermosas prince sas y dra gones terribles. E n fin, la referencia directa
a supuestos interlocutores y la intromisión final del narrador, que
hace un sorprendente juic io de v alor sobre los hechos, n o hacen sino
confirmar que el escritor no s propone un divertimento:

C o s tu m b r e s d e p rin c ip e s y p rincesa s

Una princesa le dijo a un príncipe:


 —¿Te quieres casar conmigo?
El príncipe le respondió:
 —Oh. si, gentil princesa. Primeramente, sin embargo, tendrás que
ser encantada, después te desencantaré y después después tendré que
132 Cómo Irer textos literarios

luchar contra un dragón. Después después después, tu padre se opon


dré a la boda y yo buscaré a una braja buena que me dé un elixir para
apaciguar la ira de tu padre y después después después después habré
un lomeo que yo ganaré, y entonces me casaré contigo.
La princesa, conmovida, hizo lo necesario. Dejóse encantar por la
 primera braja mala que b intentó. E n una braja novata y se k veta
enseguida la intención, pero la princesa quema casarse pronto. Quedó
encantada y así continúa. H principe, sea por b que fuete, se casó
con otra.
Ya b sabéis. ¡Podéis ir a desencantarla, muchachos!
Se dice, con todo, que si se la desencanta, pide que matéis un dra-
gón, que convenzáis a a terrible padre y que gané » un torneo. Des
 pués de tanto tiempo, ¿qué menos se puede pedir, no?
IJOSEP-VICENT MARQUÉS: Amores imposibles.
Montesinos. Barcelona. 1988. p¿g.20]

6.3. EL ORDEN DELAS PALABRAS

6.3.1. A vu eltas con el adjetivo

En la lengua literaria, el papel reservado al adjetivo es muy


importante: se trata de una palabra dolada de un gran poder evoca
dor, descriptivo y valorativo. Aporta detalles de la realidad que. o
 bien son importantes para la correcta pintura de lo descrito, o bien
son necesarios para que quien habla exprese su personal visión d e las
cosas.
Cuando se trata de fijar las características de la realidad, se utili
za un tipo d e adjetivo que precisa y delimita el significado del sus
tantivo: «ventana verde»; e s u n adjetivo especificativo. En cambio, el
adjetivo explicativo  no aporta una m ayor precisión sem ántica al sus
tantivo. o apenas lo hace, pe ro contiene información sobre la actitud
o las ideas del hablante: «persona admirable.»
El predominio de un tipo de adjetivo u otro con fiere al texto
 peculiaridades expresivas que querem os hacer notar. Comparemos
e s t a s dos descripciones d e personajes (don de subrayamos algunos
adjetivos que después comentaremos):
G w f f li é i resto literario 133

A)
Carlos Ya na era un muchacho alio, delgado, de cara larga y
estrecha, fraile espaciosa, nariz neta  y labios /Ino r.  No  llevaba barba
ni bigote, estaba siempre  pálido,  reía poco, casi nunca, tenía una
mirada fría y clara, una sonrisa irónica y un gran aplomo.
Era Carlos un tipo d e moro vascongado, huesudo y fu erte, de
esos que tienen algo de la esbeltez desgarbada de un caballo de carre-
ras y de la arrogancia en el andar d e un gallo

[PIO Ba ROJa la s tragedias grotescas.


Espasa Calpe, col Austral. Madrid, 1973, pág. 29)

B)
Frisaba la edad de este excelente  joven en los treinta y cuatro
años. Era d e complexión fuerte y un tamo hercúlea, con rara  perfec-
ción formado, y tan arrogarte , que si llevara uniforme militar ofrece-
ría el más guerrero  aspecto y talle que pueda imaginarse. Rubios el
cabello y la barba, no tenía en su rostro la flem ática 'imperturbabilidad
de los sajones, sino, por el contrario, una viveza tal que s us ojos pare
cían negros sin serlo. So p e rs o n bien podía pasar pee m hermoso y
acabado   símbolo (...) El  profundo  sentido moral de aquel insigne
 joven le ha cía muy sobrio de palabras...

[Be n it o Pé r e z Ga i d ó s : Doña Perfecta.


Alianza Editorial. Madrid, 1988,pág.33)

L as dos descripciones com parten el rasgo de ser subjetivas: tanto


un narrador com o ci otro hacen v aloraciones del asp ecto físico y de
la personalidad del retratado. Ambos narradores, además, ofrecen
detalles propios de qu ien lo conoce todo a cerca del personaje (rasgos
intem os y ex temos); son. p ues, dos de scripciones de características
técn icas sim ilares.
Sin em bargo, a poco que preste atención, e l lector advierte una
134 Cómo leer léa o s literarios

Po r contra, buena p an e de los adjetivos q ue emplea Galdós son


explicativos y no delimitan la realidad descrita. Expresiones como
«excelente joven», «hermoso y acabado símbolo», etc., no aportan
dalos concretos al le c to r los adjetivos n o afectan semánticamente al
sustantivo, sólo nos hablan del juic io que l a p ersona descrita merece
a l narrador.
Com o vemos, el uso d e los adjetivos influye notablemente en el
sentido de un texto y en la actitud que el narrador muestra ante la
realidad. Pero debemos detenemos aún en el valor que tiene la colo-
cación del adjetivo.
En español, los adjetivos antepuestos al sustantivo producen un
efecto m uy peculiar: suelen se r explicativos y añaden, p or e so, escasa
 pre cisió n semántica, com o sucedía e n e l cas o d e « exce le nte jo ven»;
se escamotea la información, que se da p or supuesta o aparece implí-
cita en el orden de l as palabras. Nuestro idiom a tiend e a crea r estruc-
turas lingüísticas de adjetivo + su stantivo que los hablantes conside-
ram os com o unidades fosilizadas: «triste gracia» , «alta m ar», «feliz
año»... Todo esto explica la sensación que tenem os ante c iertos pasa-
 je s del t ex to d e G aldó s de que el a uto r maneja tópic os o obviedades.
Po r lo dicho, la lengua literaria utiliza co n prudencia los adjeti-
vos antepuestos (en cam bio, no es ra ro qu e lo s escritores primerizos
abusen de ellos hasta el empalago, tal vez porque el hablante sabe
que la anteposición es m ás propia de la lengua escrita qu e de la
hablada). Aparecen más en el verso que e n la prosa, pues tienen un
gran pod er musical y rítmico. Y son habituales en ciertos textos
humorísticos, de intención paródica: la anteposición deliberada del
adjetivo pretende convertir en tópico no y a la expresión, sino la reali-
dad reflejada, que pierde su individualidad.
Migue l Mihura, p or ejem plo, los utiliza con profusión: la s «lin-
das señoritas», «guapas muchachas», «gruesas señoras», «viejos
señores», «bonitos paisajes» y otros clichés lingüístico s q ue pueblan
sus escritos no s introducen en un universo irreal, de cartón piedra,
donde la s personas y los objetos no son m ás que proyecciones paró
dicas d e un m undo absurdo.
Entre los escritores contemporáneos, el adjetivo infunde gran res-
 peto . E l p oeta c hileno Vicente Hu idob ro esc ribió e n un poe ma titula-
Geografía de l texto literario 135

do «Arte poética»: «Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra: / el


adjetivo, cuand o no d a v ida, mata.» También los prosistas han hecho
advertencias parecidas: Josep Pía decía que todo el problema de la
literatura está en acertar con el adjetivo; Azorín, consciente de los
abusos d e cierto estilo neorromántico empa lagoso, aseguraba qu e el
valor del adjetivo en la e scritura es similar al que tiene e l respeto en
las relaciones humanas. El francés Paul Claudel, en fin , anotó en su
 D ia rio  que «el temo r al adjetivo es e l comienzo del estilo».
L a preferencia de los narradores de hoy po r la descrición de tipo
impresionista y la penetración de lo coloquial en la lengua escrita parece
haber desterrado ciertas prácticas estilísticas proclives a la adjetivación
abundante. Con todo, algunos prosistas de este sig lo no s han dejado des-
cripciones de gran plasticidad, basadas en una prosa musical muy elabo-
rada y situadas al borde mismo de lo que el buen gusto  puede tolerar.
Don Ramón del Vallc-lnclán es una cita obligada en este sentido.
Veamos do s descripciones de l escritor galleg o. Son sendas escenas
 palaciegas a las que el leng ua je confiere una atm ósfera m uy diferente.
En el primer caso, el léx ico seleccionado  provoca una sensació n de
solemnidad teatral: to dos los d etalles están dispuestos co n sum o cuida-
do hasta componer una escena tan am anerada com o estética; en d
segundo fragmento (de prosa igualmente pulida y musical), hay una
intención evidente de degradar a los personajes mediante d uso de un
léxico d e rotundo efecto fonético. L a subjetividad extrem a del narrador
 justifica la abund an cia d e ad jetivo s antepuestos en u no y o tr o caso:

Subimos la señorial escalera. Hallábanse francas todas las paellas,


y viejos criados con hachas de c era nos guiaron a través de los salones
desiertos. La cámara donde agonizaba M onseñor Estefano Gaetani
estaba sumida en religiosa oscuridad. El noble prelado yacía sobre un
lecho antiguo con dosel d e seda. Terna cerrados los ojos: Su cabeza
desaparecía en el hoyo de las almohadas, y su corvo perfil de patricio
romano destacábase en la penumbra inmóvil, blanco, sepulcral, como
el perfil de las estatuas yacentes. En el fondo de la estancia, donde
había un aliar, rezaban arrodilladas la Princesa y sus cinco hijas.

(Va l l e -In c U n : Sonata de primavera.


Bruño, col. Anaquel. Madrid, 1992, págs. 67*68)
136 Cómo leer textos literarias

La majestad de Isabel II. pomposa, frondosa, bombona, campanean-


do sobre los erguidos chapines, pasó del camarín a la vecina saleta.
La dama de servido, con el aire maquinal de los sacristanes viejos
cuando mascullan sacros latines, le prendió en los hombros el manto
de armiño. Los regios ojos, los claros ojos parleros, el labio popular y
amable, agradecieron con una sonrisa a la cotorrona de Casa y Boca.
Aquella estantigua de credo apostólico, nob leza rancia, cacumen
escaso, chismes de monja y chascarrillos de fraile, también intrigaba
en las tertulias de antecámara desde el año feliz de las bodas reales.
[Va LLE-INCLAn : La corte de los milagros.
Alianza Editorial, Madrid. 1973. pág. 28)

Estamos ante u n estilo que comunica m ás con los aspectos for-


males que con los semánticos: una inmersión en la entraña musical
del español.

6.3.2. E l ritm o sintáctico

La construcción de la frase confiere un determinado ritm o al len


guaje, con el que los escritores con siguen efectos muy diversos. La
complejidad sintáctica es uno de los rasgos definidores, por ejemplo,
d e cierta narrativa contemporánea que c oo cib e e l texto com o una
especie de rompecabezas, trasunto de la complicada apariencia del
mundo. El lector s e v e sumergido en universos a sfixiantes, cen ad os
en s í m ism os, laberintos de palabras don de las subordinaciones, los
 paréntesis, lo s incisos dan lugar a fragmentos com o éste , de prosa
que parece enredadera:

De forma que tam as veces com o pretendí ponerme en viaje


 —Oh, eran tan sólo una ficción y ninguna de las personas de la trini-
dad, ni siquiera la reclusa, intimidada ante las otras por un prurito
ridículo, le daba la importancia de una escapatoria juvenil, seguras de
que en ningún caso podría llegar a su término; porque se trataba de un
ÉWgo fraudulento y convenido, una especie de asueto de la reclusa
(incomunicada desde el final de la guerra) que las otras dos —usu-
fructuaria y celadora— tenían a bien tolerar con esa mezcla de pata-
G eografía de l le ilo literario 137

nal severidad y condescendencia con que se observa y sigue el miento


de fuga de quien, víctima de s u desesperación, no intentará a la postre
tino volver a la celda que le libera por la renuncia de tantos anhelo»
imposibles— me vi finalmente tentada en la cuneta de una carretera
desierta o en el andén de una estación del absurdo, antes o desp ués de
Macerta. confusa, turbada y sin fuerzas para prolongar un instante
más una decisión contraceptiva y tratando de explicar a un factor
tomnoliento (envuelto en ligrimas, perfumes de hollín y aromas de
vino) las últimas consecuencias y el primer y más inmediato remedio
(todo* lo t trenes  pasaban a media no che) co ntra u n mal adquirido en
los últimos día s de la güera...

(JUAN B e n e t : Volverás a Región.


Alianza Editorial, Madrid, 1974, pigs. 142-143)

Volverás a Región  e s . en nuestra narrativa, la más acabada m ues


tra (magistral, para m uchos) del intento por dotar al tex to de autono
mía absoluta; el lenguaje se convierte en protagonista y la realidad
extratextual pierde casi todo su sentido: el mundo está en las  p a la 
bras. Grandes creadores d e nu estro siglo h an explorad o e sc cam ino
que. en la literatura española, tiene un ilustre cultivador e n d S ig lo
de O ro; L uis d e G óngora, qu ien c r e ó u n idioma poético deslumbrante
a fuerza d e rom perle las coyunturas a la sintaxis d el español
L a elección de un ritmo sintáctico muy distinto, en este caso
caracterizado por la brevedad, la rapidez y la concisión, permite al
escritor d e relatos po liciacos G eorges Simenon crear una esce n a d e
gran  pla sti cid ad e n e ste inicio d e una de su s historias d e misterio:

Viernes. 7 d e noviembre. Concamcau está desierta | .. .| Hay ptea-


mar y. en d puerto, una tormenta del sudoeste hace entrechocar las
barcas. B viento barre con violencia las calles, donde a veces vuelan,
a (oda velocidad , pedazos de papel a ras de suelo.
En d M uelle dd Aguijón n o hay ni an a luz. Todo está cenado.
Todo d mundo duerme. Só lo las tres ventanas d d café d d H o te l d e
rAmiraJ. q u ed a a a la p laza y a l m uelle, siguen todavía iluminadas.
Aunque las ventanas n o tienen po stigos, a través d e las vidrieras
verdosas las sitad a s apenas se adivinan. A m enos de cien metros, el
aduanero d e guardia, acurrucado en su garita, envidia a e sa s personas
que remolonean en e l café |_ )
138 Cótno lee r ItxlOt I h e r a r lo s

L a  pue na de l Café de I Amiral s e abre. Aparece un hombre, que


ligu e hablando un instante  por el resquicio de la puerta con las perso
nas del interior del café. La tormenta le atrapa bruscamente, le agita
los faldones del abrigo y le levanta su sombrero hongo; el hombre lo
atrapa a tiem po y lo sujeta sobre su cabeza mien tras camina.
Incluso de lejos, se nota que va algo bebido; al caminar, las pier
nas le flaquean y tararea algo. El aduanero lo ligue con la mirada y
sonríe cuando el hombre se empella en e ncend er un cigarro: comienza
una cómica lucha entre el borracho, el abrigo que el viento quiere
arrebatarle y el sombrero, que se le escapa y revolotea por la acera
Enciende hasta diez cerillas.
El hombre del sombrero hongo descubre e l umbral de una casa,
se refugia en él y se agacha. S e vislumbra un resplandor, muy  breve.
El fumador se tambalea y se agarra con fuerza al pomo d e la puerta
¿Ha percibido e l aduanero un ruido ajeno a la tormenta? N o esti
seguro. Ahora ríe al ver que el noctámbulo pierde e l eq uilibrio y
retrocede completamente ladeado.
E l hombre ca e en e l borde de la acera, con la cabeza en el  barro
del arroyo. El aduanero se golpea los costados con las manos  para
combatir el frío [ ...]
Pasan uno, do s minutos. Dirige otra mirada al borracho, que no
se ha movido. En cambio, h a aparecido un perro, procedente de no se
sabe dónde, y olfatea al borracha
«¡Sólo en esc momento tuve la sensación d e qu e había ocurrido
algo!», d r á d aduanero en e l curso d e la investigación.

(G e o r g e s  Sím e n o s : a p en o amelo.
TusqucU. Barcelona. 1994. p ig s. 7-9]

En es e fragmento d e e stilo tan cinematográfico, e l narrador no s


introduce en la escen a de un crim en a través d e la mirada de un testi
g o d esorientado. E l ritmo narrativo contribuye a crear una ilusión de
realidad: e l m undo aparente e s. ahora sf, una referencia ex p lícita pata
e se am biente creado con palabras.
L a flex ibilid ad sintáctica perm ite m ú ltiples varian tes es tilísticas.
Com o hem os visto en lo s ejem plos anteriores, e l ritm o ling üístico
puede alcanzar vibrantes efectos exp resivos e n la con figuración
gen eral d e l tex to. A dem ás, la lengua literaria, y particularmente la
po ética , ha utibyad» siempre co n profusión ciertos fenóm enos que
Geografía del in to  Huraño 139

afectan a l orden de p alabras de diversas formas. Lo s examinamos a


continuación.

A )  H ipérba ton

Consiste e n alterar el orden sintáctico que. teóricamente, sería el


más habitual de l idioma: sujeto-verbo-complemento (« La niña tiene
una muñeca»).
La verdad e s que e sc orden se ve alterado en la comunicación
cotidiana casi continuamente: los hablantes introducimos toda
s u e r t e de c am bios en la colocación de las palabras po r razones
subjetivas, normalmente para subrayar la importancia de uno de
los elementos del mensaje: en frases como «Harto me tienes» o
«Cinco m il pesetas m e h a costad o la entrada», aparecen en el
lugar m ás destacado, al principio de la frase, las palabras sobre las
que interesa llamar la atención del interlocutor. De modo similar
 p ro ced e el lenguaje periodístico, sobre todo a l c onfeccionar titula
res: «G oles llovieron en el Bemabeu». «Tres muertos causó un
c h o q u e frontal».
El hipérbaton, o cuando menos cierto «desorden» sintáctico, es,
 pues, fe nóm eno corriente, lig ado a l u so intencionad o del idioma.
Pero es también un recurso muy literario y, sobre todo, uno de los
elementos de mayor eficacia rítmica en la poesía. L a musicalidad del
verso obliga a escribir de u na m anera determinada frases que n o pue
den escribirse d e otra sin que el poema desaparezca: el soneto de
Lope «A l a m u e r te » , q u e reproducíamos más atrás (pág. 92). no
 puede empezar sino como empieza: «La muerte para aquel será terri
 b le / c o n cuya vida acabe su memoria.» Lo mismo sucede con la
¡conocida rim a de Bécquer:

Del salón en el ángulo oscuro,


de su dueña tal vez olvidada.
¡silenciosa y cubierta d e polvo.
¡velase el arpa.
140 Cómo te n lextot liltraiioi

B )  A síndeton y polisíndeton

Cuando el discurso acumula nexos sintácticos que no son impres-


cindibles, se produce el Fenómeno con ocid o  po r  polisíndeto n («Ven.
que quiero matar o a m a r o m c r i r o d a rt e t o do » , escrib e V icente AIci
xandre); el c a s o c o n t ra r ío , e s d e c ir , l a ausencia d e l o s nexos que
esperaríamos, p ro du ce asín deto n.
Am bos recursos alteran las expectativas de quien oy e o lee, y en
eso reside su va lor estitístico. Ob sérvese el efecto qu e produce la re i-
teración de la conjunción  y  en este impresionante po em a de Rubén
Darío:

 Lo fa ta l

Dichoso el árb ol qu e e s apenas sensitivo,


y más la piedra dura, porque ésa ya n o siente,
 pues n o ha y dolo r m ás grande q ue el dolo rde se r vivo,
ni mayor pesadumb re que la vid a consciente.
Ser. y no saber nada, y se r sin rumbo cieno,
y el temor de haber sido y u n futuro terror...
Y el espanto seguro de es tar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y par
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos.
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!...

(RUBÉN Da r í o : C antos de vida y esperanza.


Espasa Calpe, col. Austral, Madrid. 1980. pág. 148)

El efecto amplificador de esa y aumenta la sensación de pesa-


dumbre que e xperimenta el po eta al considerar el m isterio de la vida.
Su perplejidad ante lo que siente com o un destino fatal qu ed a marca-
da vivamen te po r el polisíndeton: con vierte en interm inables las
razones que angustian a l poeta y consigue que nos alcance e l profun-
do desconcierto de esos versos de tono solemne y en érgico, acongo -
 ja nte . (E l le cto r puede re gresar a  E l via je d efin itiv o  de Joan Ramón
G e o g r a f í a d r l  irifo i H r r a n o MI

Jiménez —pág. 100— y comprobar cóm o también allí el polisínde-


ton se revela como una d e las claves d e la em otividad alcanzada por
los versos.)
La manifestación más frecu ente d el asíndeton es la ausencia ines-
 perada de la conjunción copulativa e n e l cierre d e una enumeración.
En la lengua común, el nexo no falta casi nunca: «Tengo un billete de
mil. tres monedas de quinientas, un a de cien  y  cu atro de duro»; otra
forma de c errar el período es colocar p untos suspensivos al final del
«t im o elemento enumerado.
Cuando e l mensaje n o utiliza ninguno de eso s procedimientos,
 provoca extrañeza en e l lector, re clam a su atención ; así sucede en
estos atormentados versos de M iguel Hernández, con los que el poeta
describe el horror de un ca m po de batalla sembrado de cadáveres;

Una extensión d e muertos humeante*:


muertos que humean ante la coima,
muertos ba jo la nieve,
muertos sobre lo s páramos gigante»,
muertos junto a la encina,
muertos dentro del agua que les llueve.

[Mi g u e l He r n á n d e z : Obra poética completa.


Zero. Madrid. 1976. pág . 319J

E l lector tiene la sensación d e qu e las realidades nombradas care-


cen de límite. El final repentino de la enumeración desconcierta, y
•dem ás contrasta c on la aná fora «muertos... muertos., muertos», que
 pro voca una acum ulació n ago bia nte, casi visual, d e cadáveres: la
muerte, parece de cir el po eta, h a invadido el paisaje.
Lope d e Vega recurre a l asín deto n e n e ste epitafio de un soldado
fanfarrón para subrayar el tono burlesco de los versos. La rapidez
vertiginosa con que s e s uceden los verbo s en la primera estrofa pro-
duce u n efec to rítm ico m uy peculiar, que se diría evoca los perfiles
llfffegVy de la figura del bravucón:

Rendí, rompí, derribé,


ngé. deshize, rendí.
142 Cómo leer textos ¡iterarlos

desafié, desmentí,
vencí, acuchillé, maté.

Fui tan bravo, que me alabo


en la misma sepultura.
Matóme una calentura,
¿cuál de los dos es más biabo?

[LOPE DE Ve g a : Rimas, tomo II,


Universidad de Castilla-La Mancha, 1994, pág. 343)

Q Encabalgamiento

Este fenómeno, característico d e la poesía, se produce cua ndo d


ritmo sintáctico y el ritmo del verso no coinciden, de modo que una
unidad sintáctica no cabe en u n v e n o y continúa en el siguieme; o
 bien , c uan d o una estr uctu ra sintáctica se despliega e n un v e n o pero
se inicia e n e l anterior. Recordemos la prim era estrofa del poema de
Angel G onzález Cumpleaños, ya comentado:

Yo lo noto: cómo me estoy volviendo


menos cierto, confuso,
disolviéndome en aíre
cotidiano, burdo
 jiró n d e n ú . deshilacliado
y ro to p or los puños.

E l encabalgamiento e s la n ota m ás peculiar d e la estrofa: e l ritmo


versal rom pe con estrépito la unidad sintáctica. L a ruptura alcanza d
 punto m áxim o en d cuarto v en o , com puesto p o r dos adjetivos : el
 prim ero d epen de sintáctic am ente del verso anterior y e l se gundo d d
verso siguiente. Ese  ju eg o deliberado permite al poeta resaltar de
manera no table la aspereza d e la sensación producida por d paso d d
tiem po (vid. pág. 105)
A lgo similar sucede en los siguientes versos d e A m onio Macha
do; también e n d i o s h ay encabalgam ientos bruscos que parecen

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