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Presentación .......................................................................................................................9
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José Mendívil Macías Valadez
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Saber, poder y subjetividad
1 Marquard, O. Felicidad en la infelicidad. Reflexiones filosóficas. Katz, Buenos Aires, 2006, trad.
de N. Espinosa, p. 135. Cfr. Apología de lo contingente. Estudios filosóficos, Institució Alfons el
Magnánim, Valencia, 2000.
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P r i m e r a P a r t e
Filosofía Social
Apuntes sobre la tolerancia
The reason we all like to think so well of others is that we are all afraid
for ourselves. The basis of optimism is sheer terror. We think that we are
generous because we credit our neighbour with the possession of those
virtues that are likely to be a benefit to us.
1 Todo el seguimiento del vocablo ‘tolerancia’ que aparece en este texto, verlo en el artículo “Sobre
la tolerancia”, del filolingüista español Agustín García Calvo, en el sitio web <http://es.geocities.
com/elimposibledelreves/secciones/ineditos/tolerancia.htm>. Publicado originalmente en el sitio
virtual de la Escuela de Lingüística, Lógica y Artes del Lenguaje, de Asturias.
15
Lilia Solórzano Esqueda
2 Locke, J., Ensayo sobre la tolerancia y Carta sobre la tolerancia, trad. Carlos Mellizo, Alianza,
España, 2005, p. 66.
3 Idem.
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4 Ibid., p. 23.
5 Ibid., p. 33.
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Lilia Solórzano Esqueda
6 Levinas, E., Humanismo del otro hombre, trad. y pról. Daniel Enrique Guillot, 4ta. edición, Siglo
XXI, México, 2003, p. 62.
7 Idem.
8 Véase: Carlos Thiebaut, De la tolerancia, Visor, Madrid, 1999.
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Saber, poder y subjetividad
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Lilia Solórzano Esqueda
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Saber, poder y subjetividad
Dicho por Merleau-Ponty, una universalidad que sólo podrá ser lateral.
Es menester desterrar cualquier intento de colonización a través de las ideas,
porque el arraigo de una manera de pensar excluyente, vuelta acto o práctica,
es muy probable que sea lo que se traduce en las diferentes expresiones o
representaciones de totalitarismo que estamos viviendo.
Tal vez la tolerancia, y no el conocimiento –el nacimiento con- y
reconocimiento del Otro, comenzó con el surgimiento de la propiedad privada,
porque ‘lo mío que no es tuyo’ y ‘lo tuyo que no es mío’ delimitó espacios
materiales y terrenos ónticos, ‘lo que yo soy que tú no eres’, y cerró el inter, el
‘entre’ de la tuyoidad o incluso mismidad. Tal vez, como reflexionó Rousseau, la
desigualdad sea el origen de todos los males. La asimetría que se profundiza en
todos los órdenes de la vida organizada y creada por el hombre.
La propiedad ha generado la desigualdad que ha procreado un sinfín
de calamidades; siguiendo a Proudhon diríamos que la propiedad es un robo:
quitarle al otro para apropiárselo uno; donde la única razón que priva es una
razón de dominación, incluso ontológica. Dice Enrique Dussel: “Para el hombre
moderno la definición ontológica del hombre parte del sujeto como fundamento:
yo conquisto (Cortés o Pizarro), yo pienso (Descartes, Fichte, Kant), y yo trabajo
(desde los economistas ingleses como Adam Smith y Ricardo, pasando por Hegel
y culminando en Marx)”.10
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Lilia Solórzano Esqueda
Tal vez de esta manera no tendremos por qué tener desconfianza del
otro ni codicia, y mucho menos miedo. Porque en este momento no sólo no hay
amor por el prójimo, sino que lo que se palpa es una serie de fracturas: conmigo
mismo, con la comunidad y con el mundo. Tolero lo extraño a mí justamente
porque me es extraño y hasta yo soy un extranjero de mí mismo. No me amo ni
amo lo demás. Lo que peleamos para instituir como alivio de la sinrazón y de la
sin-pasión, la tolerancia, es un odio disfrazado, un odio domesticado que espera
impacientemente, con los colmillos saltados, a que alguien le suelte o le libere la
cadena.
La salida, entonces, no será descansar solamente en pilares cuya argamasa
está mayoritariamente constituida por lo que define un valor, como podemos
constatar en la mayoría de los discursos actuales en que la tolerancia es vista como
una especie de panacea, como si al decir tolerancia estuviéramos instaurando de
inmediato el respeto y la consideración a la pluralidad en la representación del
mundo. Me parece más sensato apostar por reflexionar cómo se podría garantizar
legalmente que los derechos fueran efectivamente universales, de manera tal que
ningún individuo o grupo de individuos valiera o estuviera por encima del resto.
Si la tolerancia como ‘soportar’ puede desligarse de su sentido original,
abandonar las muletas del tullido, e incluso el desvalimiento mismo, para
convertirse en la comprensión y respeto del ámbito existencial del Otro, de lo
Otro, posiblemente nuestra vida en conjunto pueda comenzar a olvidar el dolor y
la pena, la flagelación del espíritu y del cuerpo tanto en lo individual como en lo
social, que ha venido causando este tipo de violencia tan extendido en la historia
de la humanidad. Dejar de enmascarar bajo una falsa tolerancia el odio, la rapiña,
la avaricia, el deseo de dominio y, por ende, el destierro –en el sentido literal de
expulsar de la tierra– de todo exterminio de cualesquier forma cultural, biológica
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Saber, poder y subjetividad
o psicológica. El mundo de los ‘raros’ no debe existir más porque no debe haber
rareza concebida con ese tono de exclusión. La rareza debe ser reconvertida en
un reconocimiento de mi igual, ética, económica y jurídicamente. Todos los
miembros de una sociedad, de la gran ciudadanía que es ser parte del mundo,
debemos gozar de los mismos derechos y las mismas oportunidades en libertad.
Bibliografía
En línea web:
• García Calvo, Agustín, “Sobre la tolerancia”, en <http://es.geocities.
com/elimposibledelreves/secciones/ineditos/tolerancia.htm>, publicado
originalmente en el sitio virtual de la Escuela de Lingüística, Lógica y Artes
del Lenguaje, de Asturias.
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Breve reflexión sobre la obsesión por la norma en las
sociedades liberales con tintes de sociedad disciplinaria
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Víctor Victoria Posadas
2 Nietzsche, F., La genealogía de la moral, trad., introd. y notas de Andrés Sánchez Pascual,
Alianza Editorial, Madrid, 2006, p. 23.
3 Nietzsche, F., Ecce homo, trad., introd. y notas de Andrés Sánchez Pascual, Alianza Editorial,
Madrid, 2002, p. 121.
4 Nietzsche, F., La genealogía de la moral, p. 27.
5 Deleuze, G., Nietzsche y la filosofía, Anagrama, Barcelona, 2002, p. 7.
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Saber, poder y subjetividad
tenemos siempre las mismas creencias, los sentimientos y los pensamientos que
merecemos, en función de nuestro modo de ser o de nuestro estilo de vida”.6
Este pensamiento se mueve en una doble lucha:
6 Ibid., p. 8.
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Víctor Victoria Posadas
rey no era metáfora, su presencia física era necesaria para que funcionase la monarquía,7
presente en todo ritual. Pero el cuerpo de la sociedad del siglo XIX se ve protegido
de una manera casi médica. Todo es heterogéneo, con cortes, con vacíos en diversos
sentidos; con extravíos, fallos, errores, no hay un origen ni una meta. Se acentúa la
singularidad de los sucesos, la historia no es sin sentimientos, conciencia e instintos.
El dominio y la conciencia del cuerpo sólo se hizo posible mediante una
acción sobre el propio cuerpo a través de ejercicios disciplinarios. El poder no vacila.
Actúa en lugares estratégicos y de forma sutil continúa su batalla y transformación.
A partir del siglo XVII se lanzó un poder de control sobre el cuerpo y una vigilancia
sobre la sexualidad. De esa forma, el cuerpo se tornó en aquello que está en juego en
una lucha entre los hijos y los padres. Para el mantenimiento de sus estrategias, en vez
de control-represión, el poder pasa a actuar por medio del control-estimulación. Según
Foucault, el poder no ejerce solamente efectos negativos en la sociedad; produce
también efectos positivos. Si el poder es fuerte es debido al hecho de producir efectos
positivos, como por ejemplo a nivel del saber. El poder, lejos de impedir el saber, lo
produce. Solamente fue posible un saber sobre el cuerpo a través de un conjunto de
disciplinas militares y escolares. El poder no está localizado en el aparato del Estado.
Los mecanismos de poder funcionan de forma diseminada y a nivel elemental, y nada
cambiará en la sociedad sin que cambien los mecanismos cotidianos de las relaciones
de poderes. El intelectual debe hacer un inventario topográfico y geológico de las
condiciones de batalla pero de forma alguna decir lo que hay que hacer. La medicina
ocupa un lugar central en las relaciones de poder.
La búsqueda de la procedencia no funda, al contrario, remueve aquello que se
percibía como inmóvil, fragmenta lo que se percibía unido, muestra la heterogeneidad de
aquello que se imaginaba conforme a sí mismo. La procedencia se enraíza en el cuerpo.8
El sentido y la verdad generada se inscriben en el cuerpo, es el cuerpo quién
soporta en su vida y en su muerte en su fuerza o su debilidad la sensación de toda verdad
o error. Durante épocas de crisis, si el vigor del individuo se debilita, se encuentra
fatigado o enfermo, melancólico o debilitado, y por consiguiente sus deseos y sus
apetitos decaen, se convierte transitoriamente en un hombre relativamente mejor, es
decir, menos peligroso, y sus ideas no se formulan más que a través de palabras y de
reflexiones. El cuerpo y todo lo que se relaciona con él: la alimentación, el clima, el
sol, el lugar de procedencia, las huellas de los sucesos pasados que dan lugar a deseos
que con desfallecimientos y errores se entrelazan, se expresan, se desatan, entran en
lucha, se borran unos a otros y continúan su inagotable conflicto.
7 Foucault, M., Microfísica del poder, Ediciones de la Piqueta, Madrid, 1992, p. 111.
8 Ibid., p. 14.
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Saber, poder y subjetividad
Retóricas de la seguridad
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Víctor Victoria Posadas
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El garantismo constitucional como paradigma
de protección de los ciudadanos frente al poder del estado
1. Introducción
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Bernardo Romero Vázquez
2. Sobre Ferrajoli
Según sus propias palabras, Luigi Ferrajoli es un Filósofo del Derecho4 más
que un jurista. La obra de este autor se nutre de los productos más notables del
pensamiento de la modernidad, tanto en el campo de la filosofía, como en los
2 Ibid.
3 Ibid., p. 235.
4 “Como muchos de ustedes saben, yo no soy penalista de formación, sino filósofo del derecho”.
Esto fue dicho por Ferrajoli en la lección expuesta el viernes 5 de septiembre de 1997, en ocasión
del otorgamiento del título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Buenos Aires. Véase:
Ferrajoli, L., Epistemología jurídica y garantismo, Fontamara, México, 2004, p. 254.
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Bernardo Romero Vázquez
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El mismo Ferrajoli hace ver que, si bien el Estado liberal, en tanto Estado
limitado reconoció libertades y derechos de los individuos (derechos civiles y
políticos, principalmente) y estableció los mecanismos jurídicos para su garantía
y protección, ello no ocurrió con el Estado benefactor:
9 Ibid., p. 68.
10 Ibid., p. 140.
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Bernardo Romero Vázquez
4. La propuesta ferrajoliana
Frente a los graves abusos de poder y violaciones a los derechos humanos que
sufrimos cotidianamente en América Latina, se alza la posibilidad del garantismo
sostenido por Luigi Ferrajoli como un horizonte jurídico y político que puede
11 Ibid., p. 141.
12 El autor se refiere particularmente al sistema penal italiano, pero lo mismo podría decirse de los
sistemas punitivos de todo el mundo.
13 Ferrajoli, L., Derecho y razón, Trotta, Madrid, p. 807.
14 Ibid.
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15 Ibid., p. 854.
16 Idem.
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17 Ibid., p. 53.
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5. Conclusión
Para concluir, me permitiré citar las palabras de Gerardo Pisarello y Alexei Julio
Estrada, en la presentación de “El Garantismo y la Filosofía del Derecho”:
18 Ibid., p. 861.
19 Ferrajoli, L., El garantismo y la filosofía del derecho, Universidad Externado de Colombia,
Bogotá, Colombia, 2001, pp. 19-20.
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Bernardo Romero Vázquez
6. Bibliografía
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La conciencia histórica.
Fusión de horizontes entre la historiografía y la hermenéutica
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Miguel Ángel Guzmán López
II
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1 Hay que enfatizar mucho ese “por regla general”, pues no se trata de ignorar los acercamientos
que han hecho pensadores como Hegel, Marx o Foucault al trabajo historiográfico.
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Miguel Ángel Guzmán López
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2 Aron, R., Dimensiones de la conciencia histórica, FCE (Colección popular), México, 1983, p.
103.
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Miguel Ángel Guzmán López
III
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Oakeshott y la actitud conservadora
Resumen
Michael Oakeshott.
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Ma. Carmen Varela Chávez
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Ma. Carmen Varela Chávez
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Saber, poder y subjetividad
…la inteligibilidad de la actitud conservadora en política nada tiene que ver con
la ley natural ni con una idea del orden providencial, ni tampoco con la moral o
la religión sino que es el fruto de la combinación de la constatación de nuestra
actual forma de vida y la creencia… según la cual, el hecho de gobernar es
una actividad limitada y específica que se refiere a la provisión y salvaguardia
de reglas generales de conducta, entendidas éstas, no como imposiciones de
actividades sustantivas sino como instrumentos que permiten a cada cual
desarrollar, con menor frustración, las actividades de su propia elección.4
4 Ibid., p. 69.
5 Ver su despliegue sobre el conflicto a partir de la página 71, “…esta multiplicidad de actividades
y esta variedad de opiniones puede conducir a conflictos… Nuestra conducta está constituida, en
parte, por una asimilación de nuestra actividad a la de los demás y, sobre todo, por contínuos,
insignificantes y moderados ajustes”.
6 Ibid., p. 73.
7 Ibid., pp.74-75.
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Ma. Carmen Varela Chávez
8 Ibid., p. 78.
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Ma. Carmen Varela Chávez
Bibliografía
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Tensiones entre la historia, la memoria y la política: La Shoá
Resumen
El presente trabajo aborda la interrelación y las tensiones entre la historia, la
memoria y la política. En la primera parte se realizará una exploración sobre
los cruces y las tensiones entre los tres ejes de análisis: la historia, la memoria
y la política; en la segunda parte se analizarán dos posturas historiográficas y su
sustento filosófico respecto a los acontecimientos de la Shoá: una, a favor de la
recuperación de la singularidad del acontecimento, y la otra, que está en contra
de tal planteamiento.
Introducción
Para los griegos la tradición oral era muy importante y era mantenida y fortalecida
por el arte de la memoria. A través del mito los griegos aprendían moral, virtudes,
política, sobre la cultura, y formas de comportamiento. De tal manera, el mito, a
través de la tradición oral, es el que configura lo esencial del pasado, el presente
y el futuro. Para Heródoto fueron muy importantes los mitos, sin ellos no hubiera
comenzado su trabajo; posteriormente sistematizó una tradición intelectual
llamada Historia o investigación.
En la Edad Media siguieron coexistiendo tanto la oralidad como la
historia. El Renacimiento trajo nuevas tensiones entre la historia y la memoria.
Los padres bolandistas se dedicaron a sistematizar la crítica a los documentos. A
partir de este momento poco a poco se fueron diferenciando las dos esferas: la
historia y la memoria.
En el siglo XVIII también es muy importante la tradición oral, pero
tiene que ver con la construcción de una nueva ciencia de la historia. Ya para el
siglo XIX con la tradición historiográfica decimonónica alemana y francesa,
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Graciela Velázquez Delgado
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El caso de la Shoá2
1 Araya Leupin, E., “El pasado omnipresente. Guerra, holocausto y culpa en la historiografía
alemana”, en Archivum, año III, núm. 4, p. 262.
2 Hay que advertir que se usarán en el texto los términos shoá y holocausto como sinónimos,
aunque es más correcto el uso del término shoá pues para la comunidad judía holocausto tiene una
connotación peyorativa. Holocausto significa “todo quemado”. El término se refiere a los rituales
en los que se quemaba un animal como ofrenda a Dios para lavar sus pecados. La comunidad judía
considera que es un término inapropiado, pues significaría que los judíos se ofrecieron pasivamente
a los nazis para lavar sus pecados. Shoá significa catástrofe, hecatombe o desastre natural, sin
embargo, tampoco es apropiado pues lo sucedido a los judíos no fue un desastre natural, sino algo
provocado por la acción humana.
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Graciela Velázquez Delgado
3 Levi, P., Si esto es un hombre, Proyectos Editoriales, Buenos Aires, 1988, p. 208.
4 Reyes-Mate, M., “La singularidad del holocausto”, p. 1, en <http:// www.ifs.es/holocaus/textos/
sinholo.pdf>. [S/f].
5 Ibid, p. 3.
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Saber, poder y subjetividad
6 Ibid, p. 6.
7 Todorov, T., “La memoria amenazada”, p. 11, en <http:// www.cholonautas.edu.pe>. [S/f].
Biblioteca Virtual de Ciencias Sociales.
8 Todorov, T., citado por Reyes-Mate, M., Idem, p. 4.
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Graciela Velázquez Delgado
experiencias al límite, hechos que el testigo refiere como actor y como agente,
tal como lo ejemplifica haciendo preguntar a Primo Levi: ¿Cómo “contar su
propia muerte”? o ¿cómo pueden los sufrimientos ser objeto de una explicación
y comprensión histórica? 9
De 1986 a 1989 se realizó un debate conocido como Historikerstreit
(debate de los historiadores) que acaparó la atención de la prensa alemana, acerca
de si la historización del holocausto podía ser comparable a otros crímenes y
si su comparación implicaba relativización de los hechos. En ella participaron
principalmente el filólogo e historiador Ernst Nolte y el filósofo y sociólogo
Jurgen Habermas.10 El debate tenía como foco de discusión el libro de Nolte
La guerra civil europea, publicado en 1986, en el cual la cuestión central era el
nacionalsocialismo alemán. Para Nolte, la Alemania nazi era un reflejo de la Unión
Soviética, excepto por las cámaras de gas y las ejecuciones en masa; pues todas
las demás atrocidades ya las habían hecho los rusos. Subraya que los crímenes
nazis fueron una relación de causa-efecto, pues era una reacción defensiva hacia
los soviéticos. Ahora bien, estas tesis comparativas provocaron que se le acusara
de justificar el genocidio hacia los judíos. Sin embargo, Nolte habla con respecto
a los campos de exterminio en términos de relaciones de causa-efecto, no en
términos éticos, ni mucho menos justificaba tales acciones.11 Debido a estas
ideas, Jurgen Habermas acusó a Nolte de trivializar los crímenes de los nazis
homologándolos a otros crímenes anteriores o posteriores al Holocausto. Cabe
señalar que el título “debate de los historiadores” es engañoso e impreciso, pues
en dicho debate participaron más bien Habermas como cuestionador de Nolte,
junto con varios comunicadores y politólogos, de tal forma que la discusión se
dio a nivel ético y político más que historiográfico.
En este caso claramente subsisten los tres ejes de análisis: la historia,
la memoria y la política. El interés por parte de la comunidad judía en rescatar la
historia y aferrarse a ella plantea también preguntas y un rescate de la memoria, de la
identidad, y ello conduce a cuestiones políticas. El siguiente lema condensa lo que esta
comunidad ha perseguido desde los acontecimientos del holocausto: “No queremos
que la historia pase, queremos que sea MEMORIA para el futuro”.12 Para ellos, la
memoria pretende rescatar el sufrimiento pasado, sirviéndose de él para ir trazando el
futuro; de esta manera, las autodefiniciones surgidas de la memoria devienen en una
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Saber, poder y subjetividad
Conclusiones
El pasado no tiene valor en sí mismo, sino que depende de los hombres que lo
interrogan. Si partimos de que el pasado no puede ser restituido íntegramente, y que
tanto la historiografía como la memoria reconstruyen, organizan y seleccionan,
los hechos se presentarán de acuerdo a las necesidades de cada una. Por supuesto,
la reminiscencia puede ser usada para la sacralización o la banalización de
un acontecimiento del pasado, ya sea para contribuir a la constitución de una
identidad o para criticar un estado de cosas.
Ambos, la historia y la memoria, son modos de conciencia social a través
de los cuales las personas construyen marcos interpretativos. Estas dos formas,
además de la capacidad ordenadora del pensamiento, contienen una dimensión
manipulable que puede constituir un discurso ad hoc, de acuerdo con los intereses
del testigo, de la comunidad o del historiador.
Bibliografía
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Graciela Velázquez Delgado
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El giro moral aplicado: Una respuesta
ante los desafíos del desarrollo biotecnológico
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José Salvador Arellano Rodríguez
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Saber, poder y subjetividad
1 Gadamer, H. G., “Los fundamentos del siglo XX”, en La secularización de la filosofía, Gianni
Vattimo (comp.), Gedisa, Barcelona, 1992, p. 89.
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José Salvador Arellano Rodríguez
Por lo pronto, mediante los siguientes puntos, quiero hacer una caracterización
del actual horizonte moral contemporáneo:
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ahora se realizan estudios referidos a temas tales como la ética de los negocios, ética
del consumo, ética del deporte, infoética, ética de las investigaciones científicas,
ética clínica, ética del cuidado de los animales, ética femenina, ética cívica, ecoética
o ética ambiental, ética de las emociones, ética hermenéutica, ética dialógica,
ética institucional, ética de la nutrición. Sin embargo, cabe ante todo destacar el
surgimiento y la consolidación de una nueva disciplina denominada Bioética.
En tanto ética aplicada, la bioética puede llevar a confusiones que hagan pensar o
suponer que se está tratando de tomar alguna corriente ética (como el utilitarismo)
y aplicarla a un caso concreto. Mas no se trata de aplicar indiscriminadamente la
teoría ética a la práctica –como receta de cocina– ni de realizar algún tipo de “sub
filosofía”; la bioética constituye un espacio de renovación del propio discurso
filosófico moral, en la medida en que “obliga a clasificaciones del lenguaje moral
en sus significados, sus empleos y su lógica… este trabajo ético ‘dentro’ de los
problemas prácticos permite al mismo tiempo un nuevo despliegue teórico”.2
Esta nueva área de discusión y aplicación constituye un espacio plural y
multidisciplinario para la discusión de las ideas morales. Este espacio plural lo
constituyen diversos ámbitos del pensar moral; aquí, tomando como referencia
el trabajo de Adela Cortina, señalaremos al menos cuatro de estos ámbitos:
a) Las diversas creencias religiosas, b) Las creencias de los expertos en áreas
humanas y científicas (juristas, sociólogos, antropólogos, médicos, etcétera), c)
La constituida por la opinión pública o por una determinada sociedad o cultura,
y d) La de lo propios filósofos morales. Estos niveles o espacios de opinión,
investigación y/o reflexión son elementos que interactúan y que no están exentos
de ideologías, supuestos, falacias, o de manifestar, al menos, intereses diversos.
Cada uno de ellos contiene su propia historia y su biografía autorizada, por lo
cual no es de extrañar que sea aquí donde surgen las polémicas, los dilemas, los
problemas de inconmensurabilidad y los conflictos de intereses.
Algunos podrán señalar que la filosofía tiene poco o nada que hacer ante
este fenómeno de pluralidades y divergencias morales, o ante el ejercicio de
poder ideológico que priva sobre todo enmarcado por una cultura de consumo.
2 Parizeau, M., “Ética aplicada”, en Canto-Sperber, M., Diccionario de ética, Vol I, FCE, México,
2001, p. 579.
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José Salvador Arellano Rodríguez
Empero, es por ello que la relación de estas situaciones con el pensar filosófico
moral cobra especial importancia ante el surgimiento de los nuevos problemas
éticos contemporáneos. Hoy, hablar de ética(s) aplicada(s) da cuenta que la
intersubjetividad moral existe. Esto es, que podemos hablar de una serie de
parámetros, los cuales se han venido construyendo o reconstruyendo a partir de
la experiencia que nos ha dado la propia historia a nivel mundial. Cabe destacar
que en las diferentes áreas de la ética aplicada, y sobre todo en la bioética,
se hace uso y se recurre expresamente a la reflexión y al lenguaje –y bagaje
histórico– filosófico. Finalmente, la ética, en tanto discurso filosófico, crítica,
argumenta, discute, plantea dudas, intenta esclarecer conceptos sobre todo ahí
donde imperan los supuestos de certeza. Simon Blackburn señala que la forma
filosófica de discurrir en la ética confronta ante todo a los principales enemigos
de la reflexión: el dogma, el determinismo, el cientificismo naturalista o el
cientificismo psicologista. Cualquiera de estas posturas, sea por considerar que
nadie posee la capacidad de decir la verdad, o por decir que alguien posee de
manera absoluta la verdad, terminan anulando cualquier diálogo y argumentación
posible. Nuestra única, pero no por ello menos valiosa, herramienta con la que
contamos para poder llegar a un acuerdo sobre cómo sería mejor vivir, cómo ser
autónomos, cómo ser justos, entre otras interrogantes, es la capacidad de dar y
aceptar argumentos. Esto es, hacer filosofía moral.
En breve: la bioética es una nueva forma contemporánea de reflexión y
análisis en el que interviene de manera central el discurso moral filosófico a la par de
otras áreas del saber humano. Esta relación es además un espacio de participación
y renovación entre la filosofía y otras disciplinas del conocimiento humano.
La variedad de casos, dilemas y problemas morales, reclaman un análisis
disciplinar y transdisciplinar desde diversos enfoques de estudio y opinión.
Recuérdese, por ejemplo, el giro provocado por los experimentos nazis realizados
con seres humanos durante la II Guerra Mundial, por el informe Belmont, o por
el Caso Quinlan, entre otros muchos. Estos eventos y fenómenos morales, más
que evidenciar un problema de inconmensurabilidad entre varias perspectivas,
posturas, o creencias personales, antes bien, ponen a la vista la posibilidad de
brindar argumentos y de realizar reflexiones a través de la propia experiencia y de
las bases que heredamos y/o realizamos desde la filosofía para poder fundamentar
nuestras propias decisiones (y no mantener una postura fundamentalista), o para
valorizar los diversos contextos en que se da este fenómeno (y no sostener una
postura relativista). Se trata de poder brindar una serie de referencias mínimas
que den mayor certeza a los implicados en un contexto de pluralidades y de
posicionamientos respecto de éstos nuevos fenómenos morales.
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José Salvador Arellano Rodríguez
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José Salvador Arellano Rodríguez
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La distinción hipotética entre el noúmeno,
la cosa en sí y el objeto trascendental en la crítica de la razón
pura, como punto de partida para una reflexión onto-ética
de la metafísica kantiana
Introducción y justificación
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José Francisco Ruiz Hernández
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José Francisco Ruiz Hernández
por tratar de ver más allá de lo se presenta como objetos de conocimiento. Son
producto pues, de un afán metafísico irresistible a todos los hombres, y que
continuamente asechan todo desarrollo filosófico de la naturaleza o el hombre.
Al inicio de la Crítica, Kant designa el lugar de los términos como cuestiones
que la razón no puede resolver pero que tampoco le compete tratar por rebasar
sus capacidad. Dice Kant: “La razón humana tiene el destino singular, en uno de
sus campos de conocimiento, de hallarse acosada por cuestiones que no puede
rechazar por ser planteadas por la misma naturaleza de la razón, pero a las que
tampoco puede responder por sobrepasar todas sus facultades”.1 Es decir, los tres
términos, aunque se consideran cuestiones que el hombre mismo se plantea para
su individualidad, no pueden resolverse y quedan fuera de todo conocimiento
válido y necesario. Ahora bien, los tres términos surgen de las tres facultades
cognoscitivas del hombre, es decir, cada facultad posee en sí misma cuestiones
inteligibles que rebasan el uso adecuado de sus posibilidades. Siendo así, la
razón arroja al noúmeno, la sensibilidad posee a la cosa en sí, y el entendimiento
al objeto trascendental. Tal es la distinción que proponemos aquí, de acuerdo
con nuestra finalidad de proponer un camino alterno en la moral que dé otra
perspectiva teórica a la cuestión.
Entonces, de los tres términos, el primero es positivo y los dos restantes
son negativos, esto es, el noúmeno es una idea regulativa y esta idea tiene
impacto en la moral; la cosa en sí y el objeto trascendental permanecen fuera
de toda validez teórica y son negativos por rebasar las facultades humanas de
conocimiento y conducta, sólo poseen un valor limitativo en tanto que regulan el
uso de las facultades humanas y hacen que éstas se sitúen en su lugar propio.
Revisemos entonces brevemente los tres términos, de acuerdo con su
posición en la Crítica de la razón pura.
El noúmeno
Originariamente el noúmeno es, según palabras del mismo Kant: “una cosa que
ha de ser pensada (sólo mediante un entendimiento puro) como cosa en sí misma,
y no como objeto de los sentidos”.2 Es decir, una entidad inteligible.
1 Kant, E., Crítica de la razón pura, trad. Pedro Ribas, Taurus, México, 2006, p. 7.
2 Ibid., p. 272.
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José Francisco Ruiz Hernández
La razón humana posee una tendencia natural a sobrepasar ese campo; que las ideas
trascendentales son tan naturales a la razón como las categorías al entendimiento, si bien con
la diferencia de que, mientras las últimas nos conducen a la verdad, es decir, a la concordancia
de nuestros conceptos con su objeto, las primeras producen una simple ilusión, pero una
ilusión que es irresistible y apenas neutralizable por medio de la crítica más severa.3
La cosa en sí
3 Ibid., p. 530.
4 Ibid., pp. 531-532.
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5 Ibid., p. 25.
6 Ibid., p. 84.
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El objeto trascendental
7 Ibid., p. 265.
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José Francisco Ruiz Hernández
nuestras percepciones posibles, como podemos también decir que tal objeto está dado en
sí mismo con anterioridad a cualquier experiencia. Pero, en relación con él, los fenómenos
no se dan en sí, sino sólo en esa experiencia, puesto que son meras representaciones que
únicamente en cuanto percepciones indican un objeto real; es decir, únicamente lo indican
cuando esta percepción se halla relacionada con todas las demás según las reglas de la
unidad de la experiencia.10
Como bien podemos darnos cuenta después de la breve revisión de los tres
términos, el noúmeno es el concepto clave para dar el paso a una consideración
ética del pensamiento kantiano. Esto por las siguientes razones:
El objeto trascendental y la cosa en sí son entidades meramente negativas
y problemáticas, esto es, limitan el proceder cognoscitivo y además suponen un
problema irresoluble para toda teoría del conocimiento. Por lo mismo, su acción
se limita al horizonte epistemológico.
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87
José Francisco Ruiz Hernández
11 Kant, E., Crítica de la razón práctica, trad. E. Miñana y Villasagra y Manuel García Morente,
Porrúa, México, 2003, p. 121.
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Ernst Tugendhat: Ética, política y antropología crítica
1. Etica y política
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José Mendívil Macías Valadez
1 Tugendhat, E., Lecciones de ética, trad. de L. R. Rabanaque, Gedisa, Barcelona, 1997, p. 87.
2 Tugendhat, E., Diálogo en Leticia, trad. de L. R. Rabanaque, Gedisa, Barcelona, 1999, p. 36.
3 Tugendhat aclara esta relación entre este horror y la indignación en ¿Qué significa justificar
juicios morales?, en Problemas, trad. de G. Meléndez et al., Gedisa, Barcelona, 2002, p. 113.
4 Ibid., p. 123.
90
Saber, poder y subjetividad
La vida sería quizá más sencilla, pero también menos seria, si la moral fuera
una parte de mí tal como lo es mi corazón o mi columna vertebral. Pensar
la moral de manera tan heterónoma revela una falta de confianza, en primer
lugar, en el propio querer-ser-así y también en el querer-ser-así de los demás,
así como, en segundo lugar, evidencia una falta de confianza en la congruencia
de las concepciones morales que se derivan para mí y para los demás. Pero,
a pesar de lo que uno pueda desear, la base es ciertamente muy débil, y la
historia ha mostrado, una y otra vez, que ningún ensayo para hacerla aparecer
artificialmente más fuerte de lo que es ha movido a los hombres a ser morales.5
Con esta cita queda claro que se trata de una ética de la fragilidad y
la contingencia, aunque es necesario preguntarse si Tugendhat ha sobrevalorado
-siguiendo a Hume- el papel de los sentimientos en la acción moral, incluyendo
totalmente la débil pero necesaria fuerza de la motivación racional en el ámbito
de los sentimientos en cuanto motivos, por lo que nos abre la duda acerca de la
necesidad de un ámbito propio de la argumentación práctica relacionado -aunque
sea analógicamente- con el problema de la verdad epistemológica, no separado
pero sí con su esfera propia. Tugendhat había afirmado, cuando se refería a
la elección de sí en Heidegger, que “la elección no se puede entender como
autodeterminación cuando se niega su carácter volitivo irreducible, cuando se
cree poderlo reducir a racionalidad. Pero tampoco cuando, como Heidegger lo
hace, se niega que tiene que poderse apoyar en una razón, que se fundamenta en
la pregunta por la verdad, aun cuando no puede identificarse con ella”.6 De hecho,
nuestro autor no deja de preguntarse ¿es lícito fundar la moral en un sentimiento?
¿No es la moral en primer lugar algo ‘cognitivo’? Sin embargo -afirma- “creo
que no deberíamos poner en juego estos dos aspectos como contrincantes”. El
problema no está en si tiene sentido justificar un imperativo, puesto que no tiene
como tal una pretensión de verdad, sino en que este imperativo se justifica ante la
persona a la cual va dirigido en cuanto “razones” para observarlo, sobre todo si
es recíproco y justificado para todos por igual.7
Sobre este mismo punto, Habermas ha hecho una afirmación interesante
que puede ser complementaria, indicando que lo que une analógicamente la validez
de los enunciados con la rectitud de las normas morales es el “procedimiento
por el que se desempeñan discursivamente”, mientras que lo que los separa es la
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José Mendívil Macías Valadez
8 Habermas, J., La inclusión del otro, pp. 69 y ss. La polémica con Tugendhat respecto de este tema
continúa en Verdad y justificación (Trotta, Madrid, 2002, pp. 264 y ss.), una toma de postura moral
tendría un “rostro jánico”, expresando una posición racionalmente motivada, pero por otro lado
tendría al mismo tiempo la forma de “reacciones afectivas” frente a un comportamiento evaluado.
9 Tugendhat, E., Lecciones de ética, p. 333.
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José Mendívil Macías Valadez
que pueden desear o no desear tener ciertos deseos (deseos de segundo orden). Al
confrontarme con la suma de los deseos a armonizar, surge la temática del vivir
mismo, del sentido de la vida. Planear la vida pensando en las contingencias, en
la mala suerte o en la muerte, significa que puedo preguntarme acerca de cómo
puedo aceptar las frustraciones, o cómo puedo integrar estas frustraciones con
mis deseos.15
Partiendo de estos planteamientos analíticos de inspiración aristotélica,
pasa Tugendhat a la temática de una antropología del fenómeno religioso y
místico. La creencia en poderes divinos se derivaría de la experiencia que todo ser
humano hace del límite de su poder, de la tensión entre planeación y contingencias.
Lo divino es algo de lo que se depende, que es más grande y tiene más valor.
Tugendhat, un pensador no religioso sino ateo, distingue tres fases de desarrollo:
la primera fase en la que se busca una influencia mágica de los poderes divinos
en tercera persona, la segunda, la propiamente religiosa, en la que se suplica
asistencia y socorro a un dios, en segunda persona, y la tercera, que se expresa
en la frase “hágase tu voluntad”, en la que el creyente se somete y acepta lo que
ocurre. En esta tercera opción, el creyente llega con este vuelco extraordinario a
una nueva concepción de lo bueno, a la posibilidad de la persona de hacerse ella
misma independiente de sus deseos; esta es la actitud que llama “mística”, en
donde las frustraciones están integradas, pues son aceptadas por venir de Dios,
haciendo con esto la vida más soportable y dando alivio. Existe una distinción
entre religión y mística (así como se describe por ejemplo al budismo como una
“religión sin Dios”). En la India, China y Japón, “la mística parece haber sido
más importante que las religiones y fueron las místicas y no las religiones las que
condujeron a concepciones integrantes de vida y de paz del alma”.16
La mística puede ser definida por la conciencia en donde el sujeto se
siente unido con la totalidad, el ser, o Dios, pero puede ser también únicamente
un sumergirse en sí mismo (samkhya yoga), o en la experiencia del vacío del
nirvana budista, o de la unidad de todas las cosas. Sin embargo, a Tugendhat le
interesa la parte del motivo práctico de la mística, no del contemplativo, por lo
que la define por el rasgo que considera común del desprendimiento del sujeto de
su yo, es decir, de su yo-quiero, obteniendo un estado de tranquilidad, armonía
o paz del alma. En vez de procurar ayuda contra la mala suerte, en la mística el
hombre se independiza de la mala suerte. Este desapego de los deseos, o esta
15 Ibid., p. 215 y ss. Cf. Frankfurt, H., La importancia de lo que nos preocupa, Katz, Buenos Aires,
2006, pp. 25 y ss.
16 Ibid., p. 222.
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¿Cómo debemos vivir como seres humanos y no por entendernos dentro de una
cierta tradición? Por la razón de que el mero hecho de que nos encontremos
en una cierta tradición no basta como horizonte para justificar cómo es bueno
vivir. El recurrir al ser humano y, en consecuencia, a la antropología, tenía,
tanto en la Ilustración griega como en la moderna, precisamente el sentido
de rechazar toda justificación que fuera solamente tradicional y por eso
autoritaria, y de ahí que nos veamos reducidos a nosotros mismos como seres
humanos.20
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de las tradiciones, pero “el mero hecho de que algo pertenezca a nuestra tradición
no puede ser una razón para aceptarlo como justificado”, por ello habría que
recurrir a la antropología. No podríamos mantener la suposición de un núcleo
sobrenatural ni deducir de ello la moral, por lo que debemos relacionar la estructura
de la vida humana con la pregunta sobre cómo debemos vivir. Con la Ilustración,
explicamos los acontecimientos contingentes y Dios se revela como una
proyección de ideas engendradas por deseos (Feuerbach, por ejemplo), la moral
ahora únicamente resulta comprensible como intersubjetivamente justificada y no
en términos absolutos.21 La moral tiene aquí una necesidad solamente hipotética,
en cuanto es una opción, aunque aconsejable; lo ético es también una esfera del
bien prudencial relacionada con buenos consejos.
Para Tugendhat lo místico no remite necesariamente a algo histórico ni
a nada sobrenatural, es simplemente una actitud de recogimiento en que se tiene
una conciencia no-egocéntrica de otros seres, una actitud que se entiende como
una posibilidad real fundada en la forma de ser del hombre, que no requiere del
recurso a una revelación o tradición. Existen, por ejemplo, formas de recogerse
en sí mismos que no son místicas ni religiosas. En su discurso por la concesión
del Premio Meister Eckhart, la referencia al “mundo” y al “universo” se
convierten en un estar en medio de todo lo demás, o en relativizarse en vista del
resto del mundo, volviéndose compasivamente hacia los seres de este mundo.22
Tugendhat reconoce en la actitud mística no sólo la paz o la dicha, sino también,
como expresó E. Lledó, un momento de infelicidad no egocéntrica. “Exponerse
activamente a la desgracia en el mundo implica padecer con los que sufren”. Al
existir tanto la serenidad como la tristeza, un mensaje como el de Jesús, entendido
en clave mística, implica que la bienaventuranza o felicidad se ubica en los que
se abren a los infelices, los que padecen con ellos. Jesús habría sido un místico
“en ropaje religioso” que rechazó o al menos relativizó los mandamientos de un
Dios autoritario. El reino de Dios, en esta posible recepción de su mensaje, es la
posibilidad de ser universalmente compasivos.23
Se deducen aquí dos formas de altruismo. Por un lado, un altruismo en el
que se cumple con lo que se exige moralmente, es decir, con lo que nos exigimos
unos a otros en una moral justificada racionalmente y recíproca, una conciencia
moral autónoma en el contexto de los sentimientos intersubjetivos acorde con
una moral del respeto universal, que conduce al logro de derechos reconocidos
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José Mendívil Macías Valadez
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Tiempo y libertad en la filosofía de Bergson
José Ezcurdia
Universidad de Guanajuato
Este texto tiene como objeto llevar a cabo una revisión de la reflexión fundamental
que Bergson realiza en torno a la estructura del acto libre: la libertad, para nuestro
autor, es expresión de una conciencia que remonta su determinación como un yo
social, para expresarse como un yo profundo que es espontánea determinación. En
este sentido, se abordan las consideración bergsonianas sobre las multiplicidades
cuantitativas y las multiplicidades cualitativas, como vía para dar cuenta de las
estructuras del tiempo y espacio, estructuras éstas que sostienen la forma del
yo como un mixto, en el que precisamente la emergencia del acto libre se ve
eclipsada por la propia representación social del yo.
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José Ezcurdia
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Bergson éste se constituye como un mixto compuesto justamente por las categorías
del tiempo y del espacio.1
Bergson señala que el tiempo presenta una multiplicidad heterogénea
en desarrollo con penetración recíproca de sus partes. Este carácter heterogéneo
y continuo de la multiplicidad en la que el tiempo se estructura hace de éste la
manifestación de una cualidad. El paso simple e ininterrumpido de las emociones, las
sensaciones y las ideas del sujeto, es una intensidad inextensiva o una unidad dinámica
y creativa dotada de una multiplicidad heterogénea que no podría constituirse sino en
la manifestación de una cualidad determinada. Es precisamente este despliegue de
carácter cualitativo –en tanto expresión de una voluntad que se traduce en espontánea
autodeterminación– el horizonte donde se hace patente que el tiempo se realiza como
un proceso que es causa de sí mismo y se resuelve como libre espontaneidad.
Ahora bien, frente a la forma del tiempo, se levanta la categoría del espacio. El
espacio es el fondo sobre el cual la unidad dinámica en la que se articula la conciencia
es refractada para ser representada y explicada causalmente y, por ello, negada
también en cuanto a su naturaleza móvil y creativa, y regulada según las pautas con
las que se concibe un objeto extenso, inmóvil y divisible, sujeto ya sea a las leyes de
la mecánica o a un lenguaje que responde a una serie de exigencias sociales.
La noción de espacio implica una determinación de la conciencia análoga a la
de la pura extensión, ya que los elementos por los que ésta es constituida no se penetran
recíprocamente, no son heterogéneos y no presentan un progreso continuo que de
lugar a la promoción de una forma peculiar, sino únicamente a una yuxtaposición de
partes homogéneas que se reducen a una mera cantidad o a un esquema carente de
todo contenido cualitativo. El espacio es el principio de la refracción de la identidad
del sujeto en diversos elementos homogéneos y exteriores entre sí de los que no puede
surgir un proceso de autodeterminación y, por ello tampoco, ningún acto libre.2
1 En este punto resulta evidente la necesidad de justificar la determinación del tiempo mismo como
estructura fundamental de la conciencia. Esta justificación encuentra su principio en la concepción
de la intuición como método de conocimiento opuesto a una razón articulada en la categoría
del espacio. No obstante que Bergson en El ensayo utiliza a la intuición como método de sus
investigaciones, no es sino hasta La evolución creadora que hace explícito su uso y su naturaleza al
amparo de una teoría genético-evolutiva que le brinda su cabal significación. Bergson en El ensayo
se conforma con la aprehensión de “los datos inmediatos de la conciencia”, frente a una razón que
coloca a la matemática y a la mecánica como paradigmas para llevar a cabo la determinación del yo.
2 Bergson no sólo se vale de la intuición para dar cuenta del tiempo como estructura fundamental del
yo, sino también del espacio. Espacio y tiempo resultan las categorías que constituyen al yo como
mixto, y su análisis y la determinación de su relación se lleva a cabo gracias a la función de la intuición.
Como recién apuntamos, Bergson en El ensayo no hace expresa la forma de la intuición como método
de conocimiento. Es sólo hasta La evolución creadora donde se hace expresa esta forma.
103
José Ezcurdia
Pero nos contentamos las más de las veces con lo primero, esto es con la sombra
del yo proyectada en el espacio homogéneo. La conciencia atormentada por
un insaciable deseo de distinguir, sustituye a la realidad con el símbolo. Como
el yo así refractado, y por esto mismo subdividido, se presta infinitamente
mejor a las exigencias de la vida social en general y del lenguaje en particular,
ella lo prefiere y pierde poco a poco de vista el yo fundamental. (DI, 85, 95).
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Supongamos todos los corderos del rebaño idénticos entre sí; difieren al menos
por el lugar que ocupan en el espacio; de no ser así, no formarían un rebaño.
Pero dejemos de lado los cincuenta corderos para no retener más que su idea. O
los comprendemos todos en la misma imagen, y es necesario por consiguiente
que los yuxtapongamos en un espacio ideal; o repetimos cincuenta veces
consecutivamente la imagen de uno sólo de entre ellos y parece entonces que
la serie ocupa un lugar en la duración antes que en el espacio. Pues si yo me
figuro alternativa y aisladamente cada uno de los corderos del rebaño, jamás
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José Ezcurdia
me las habré más que con un sólo cordero. Para que el número vaya creciendo
a medida que avanzo, es preciso que retenga las imágenes sucesivas y que
las yuxtaponga a cada una de las nuevas unidades cuya idea yo evoco: ahora
bien, es en el espacio donde se opera una parecida yuxtaposición y no en la
duración pura. (DI, 52, 57).
4 Cf. García Morente, M., La filosofía de Bergson, pp. 79-80: “La idea de número no se constituye en
realidad sobre el tiempo, sino más bien sobre el espacio. Esto es visible claramente si consideramos
lo que es un número. Un número es la síntesis de una multitud de unidades. Pero cada una de estas
unidades no desfila pura simplemente en el tiempo, sino que se detiene, por decirlo así, en espera
de que las siguientes unidades vengan a yuxtaponerse a ella. Esa detención implica una especie de
extensión del presente que se amplifica hasta abarcar de una vez por todas las unidades contenidas
en el número constituido. Esa simultaneidad de las unidades, esa extensión del presente, eso es ya
espacio”.
Asimismo Cf. Philolenko, A., Bergson, p. 29: “La teoría del número, o de la multiplicidad, como
descripción, es fundamental: …Todo número es la síntesis de una multiplicidad, cerrando sobre
sí sendas unidades. Para asirlas, debemos por una parte despojarlas de sus cualidades propias
y reducirlas a simples momentos y por otra parte, no confundirlas. Sin el espacio en el cual
yuxtaponemos las unidades determinadas como simples diferencias sin diferencia, no podemos
efectuar las operaciones elementales”.
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5 Cf. Vieillard-Baron, J., Bergson, p. 37: “La reaparición del problema [de la duración] se encuen-
tra en la noción de multiplicidad psíquica; un estado psicológico intenso es aquel que aglutina en
una suerte de multiplicidad una multiplicidad de sensaciones representativas y afectivas. ¿En que
consiste esta multiplicidad? Bergson consagra páginas muy brillantes y tupidas a una teoría del nú-
mero. En efecto, para mostrar que la duración es puramente cualitativa, se debe demostrar que no es
medible; ahora bien, toda medida es espacialización; se debe demostrar que el número, presupone
necesariamente la medida, y es de origen espacial. La teoría del número viene a mostrar la identi-
dad de la multiplicidad numérica y medible (cuantitativa) con el orden del espacio. Porque si todo
número, o toda cantidad medible, es espacial, lo que no es cuantificable, a saber, la cualidad, será
necesariamente del orden de la duración. El supuesto del razonamiento bergsoniano es que todo lo
que no es cuantitativo es cualitativo, y viceversa. Supuesto que no es difícil de asumir”.
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6 Cf. García Morente, M., La filosofía de Bergson, p. 81: “Querer discernir en este íntimo hacerse,
en este devenir puro, en esta duración real una multiplicidad numérica y discontinua de estados
yuxtapuestos, es evidentemente falsear la realidad viva de la conciencia. Para hacer ese recuento
de estados distintos en mi yo, tendría que salir de mí mismo y mirarme desde fuera, entonces
lo que vería no serían ya mis impresiones siendo, sino mis impresiones sidas, pasadas, muertas,
desprendidas, como inertes colgajos, del proceso vivo de la conciencia. En una palabra, para contar
estados de conciencia necesito objetivarlos, solidificarlos, transformarlos de subjetivos e íntimos en
objetivos e impersonales. Mas lo psicológico es lo eminentemente subjetivo”.
7 Bergson encuentra en la duración la dimensión fundamental del yo, en la medida que en ésta
radica su libertad. Ahora bien, la duración es la forma misma de lo real, a diferencia del espacio que
es sólo una mera función adaptativa. En este sentido la duración presenta una densidad ontológica
que le da una significación más amplia que la que resulta de su sola oposición a la categoría del
espacio. Sin embargo, Bergson en El ensayo no realiza reflexiones que se caractericen por un claro
y decidido enfoque ontológico, por lo que por ahora nos limitaremos a la sola significación de la
duración que se desprende de su oposición misma a la categoría del espacio.
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José Ezcurdia
en tanto cualidad y aparece tan sólo como una suma de partes impenetrables
que produce una pura repetición de una misma forma homogénea:
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Cuando yo sigo con los ojos, sobre la esfera del reloj, el movimiento de la aguja
que corresponde a las oscilaciones del péndulo, no mido la duración, como
parece creerse; me limito a contar simultaneidades, que es muy diferente. Fuera
de mí, en el espacio, no hay nunca más que una posición única de la aguja y del
péndulo, porque de las posiciones pasadas ya nada queda. (DI, 72, 80).
8 Cf. Izuzquiza, I., La arquitectura del deseo, p. 39: “La duración comporta, en su misma estructura,
una radical exigencia de heterogeneidad. Es, quizá, este rasgo, lo que hace su pensamiento tan
insoportable, y lo que exige una nueva lógica para poder ser entendida. La heterogeneidad es
el ámbito de la pura cualidad, de la diferencia, del policentrismo, de la ausencia de referencias
privilegiadas que puedan ordenar conjuntos homogéneos. Es el puro reino de la dispersión, de la
originalidad”.
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9 Cf. Worms, F., “La concepción bergsoniana del tiempo”, en Philosophie, p. 80: «El tercer capítulo de El
ensayo, que trata sobre la libertad, puede presentarse como la simple consecuencia del anterior, tanto si se
toman en cuenta los análisis más profundos de la acción y de la creación, como aquellos de la voluntad. Es
libre el acto que actualiza la sola duración de la persona: no aquel que encara un fin o ‘realiza’ un posible
o un motivo exterior, sea este racional y universal, sino aquel que se ‘desprende’ por un proceso continuo
de intención y de esfuerzo, de una duda y un progreso en el tiempo. En este sentido, sólo el acto libre abre
verdaderamente un futuro, en el momento mismo donde éste se completa, y jamás en su anticipación.
Todos lo otros actos se mantienen en el instante de la representación, no producen nada nuevo».
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José Ezcurdia
Bibliografía directa
Bibliografía indirecta
• Adolphe, L., La dialectique des images chez Bergson, PUF, Paris, 1951.
• Barthélemy-Madaule, M., Bergson, PUF, París, 1968.
• -------------------------------, Bergson adversaire de Kant, PUF, París, 1966.
• Cariou, M., Bergson et le fait mystique, Aubier-Montaigne cop., Paris, 1976.
• Deleuze, G., El Bergsonismo, Cátedra, Madrid, 1987.
• García Morente, M., La Filosofía de Henri Bergson, Residencia de
Estudiantes, Madrid, 1917.
• Gilson, B., L’Individualité dans la philosophie de Bergson, J. Vrin, Paris,
1985.
• Gouhier, H., Bergson et le Christ des Evangiles, Vrin, Paris, 1999.
• Izuzquiza, I., La arquitectura del deseo, Universidad de Bilbao, Bilbao, 1983.
• Levesque, G., Bergson vida y muerte del hombre y de Dios, Herder, Barcelona,
1975.
• Jankélévitch, V., Henri Bergson, PUF, Paris, 1959.
• Philonenko, Alexis, Bergson ou De la philosophie comme science rigoureuse,
Éditions du Cerf, París, 1994.
• Vieillard-Baron, J., Bergson, PUF, Paris, 1991.
• Worms, F., “La conceptión bergsonienne du temps”, en Philosophie, 1997,
54.
116
Iván Illich y el proyecto de una sociedad desescolarizada.
Reflexiones desde la teoría crítica en torno al poder
de la institución escolar
Resumen
Introducción
Nuestra reflexión sobre la obra de Iván Illich tiene un contexto social próximo
adecuadamente identificado: el creciente descontento de los que quieren asumir
con seriedad la profesión de enseñar, pero que no encuentran las condiciones
necesarias para ello; el control de un poder central1 que sabe que en el aparato
1 El término “Poder central” se refiere aquí no a un partido político o a un sindicato específico, sino al
paradigma que la gran mayoría de las instituciones –escolares o no- suelen reproducir. El “poder central”
es legitimado no por un acto de la democracia popular, libre y soberano, sino por la representación de
intereses económicos a los cuales suelen servir las instituciones con obediencia ciega.
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2 Illich, I., La sociedad desescolarizada. Obras Reunidas I, FCE, México, 2006, p. 201.
3 Adorno, Th. W., Educación para la emancipación, Morata, Madrid 1998, p. 75.
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6 Ibid., p. 234.
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12 Ibid., p. 219.
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13 Ibid., p. 227.
14 Ibid., p. 291.
15 Nuestro autor dirige serias acusaciones al poder eclesiástico en diferentes partes de su amplia
obra. A manera de ejemplo, véase: Illich, I., Alternativas . Obras Reunidas I, FCE, México, 2006,
pp. 69-98.
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Las escuelas están proyectadas a partir del supuesto de que cada cosa en la
vida tiene un secreto; de que la calidad en la vida depende de conocer ese
secreto; de que los secretos pueden conocerse en ordenadas sucesiones y de
que sólo los profesores pueden revelar adecuadamente esos secretos.18
16 Illich, I., En el espejo del pasado. Conferencias y discursos, 1978-1990. Obras Reunidas II.
FCE, México, 2008, p. 559.
17 Según Cassirer, “el mito es el saber colectivo originario que permite estructurar y dar sentido al
universo sensible; es la expresión de una difícil búsqueda del secreto del origen, de una puesta en
orden prístina del mundo de las cosas y los hombres”. Cf. Balandier, G., El desorden. La teoría del
caos y las ciencias sociales. Elogio de la fecundidad del movimiento. Gedisa, Barcelona, 2003, p. 19.
18 Illich, I., La sociedad… p. 260.
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19 El término remite a lo dicho por Gadamer: (es objeto de la hermenéutica) “la especialización de
las ciencias modernas y su creciente esoterismo funcional (Betriebsesoterik)”. Cf. Gadamer, H. G.,
GW II, J. C. B. Mohr (Paul Siebeck), Tübingen, 1993, p. 255.
20 Illich, I., Op. cit., p. 230.
21 Giddens, A., Más allá de la izquierda y la derecha. El futuro de las políticas radicales. Cátedra,
Madrid, 2000, p. 43.
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29 Ibid., p. 193.
30 Ibid., p. 322.
31 Muñoz, B., Theodor W. Adorno: Teoría crítica y cultura de masas, Fundamentos, Caracas, 2000,
p. 25.
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Balance
Se trata aquí de toda una revolución copernicana que tiene que llevar a
cabo el individuo en particular y que tiene que ver con la afirmación de sí mismo
y de su “cosmos”. La separación de todo ritual escolar tiene una razón clara: la
negación de todo paradigma de dominación que la sociedad confiere a la escuela
y que conviene a la preservación de los intereses del poder central. En todo caso,
el compromiso del individuo consiste en develar las relaciones sociales reales que
se encubren en la institución escolar.33 La abolición de la escolaridad no significa
el rechazo a todo tipo de institución, sino al esquema que reproduce la escuela
en su forma convencional. ¿Cuáles son las alternativas concretas a la escuela
convencional? La premisa es: al saber se tiene acceso si el saber se comparte.34
132
Saber, poder y subjetividad
Bibliografía
133
La sexualidad y el mito de la mujer
1. La sexualidad
1 Foucault, M., Historia de la sexualidad I. La Voluntad de saber, Siglo XXI, México, 2007.
135
Heidi Luciana Hernández Pérez - Luis Fernando Macías García
2 Barret-Kriegel, B., “Michel Foucault y el estado de policía”, en Michel Foucault Filósofo, Balibar,
E., et al., Gedisa, Barcelona, 1990, p. 187.
136
Saber, poder y subjetividad
3 Idem.
4 Ibid., p. 34.
5 Ibid., p. 56.
6 Ibid., p. 75.
7 Ibid., p. 76.
137
Heidi Luciana Hernández Pérez - Luis Fernando Macías García
138
Saber, poder y subjetividad
9 Ibid., p. 154.
10 Ibid., p. 168.
11 Ibid., p. 184.
139
Heidi Luciana Hernández Pérez - Luis Fernando Macías García
12 Ibid., p. 190.
13 Ibid., p. 194.
14 Weeks, J., Sexualidad, Paidós, UNAM, Programa Universitario de Estudios de Género, México,
1999, p. 19.
140
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existe a través de las formas en las que es organizada por cada sociedad. Para este
autor, la sexualidad no es una fuerza natural que deba “liberarse” –supuesto básico
tanto para el psicoanálisis como para la llamada “revolución sexual”– sino que es
algo producido socialmente de manera compleja: “la sexualidad es producto de
múltiples influencias e intervenciones sociales. Es un producto histórico, hay una
‘construcción social’ de la sexualidad”.15 La importancia del sexo en cada sociedad
depende de las maneras en las que se organiza la vida erótica, razón por la cual cabe
hablar de una función social de la vida sexual. Weeks identifica tres momentos que
indican ciertos cambios respecto a los significados y funciones que en Occidente
se han atribuido a la sexualidad: 1. En el occidente cristianizado comienza a surgir
una creciente desaprobación hacia el sexo practicado por simple placer, ya que se
consideraba que el objetivo del sexo es exclusivamente la procreación; el sexo se
considera un pecado, y los pecados de la carne alejan de Dios –la persecución de la
que algunas mujeres fueron víctimas, al ser acusadas de practicar la brujería debido
al conocimiento que tenían sobre métodos abortivos o de anticoncepción, puede
relacionarse con esta postura que considera un pecado la práctica “estéril” del acto
sexual–; 2. Durante los siglos XII y XIII hay un análisis que desde la teología
regula la vida sexual de las parejas casadas; la Iglesia gobierna la sexualidad a
través de dogmas religiosos y morales; 3. Durante los siglos XVIII y XIX las
normas médicas, psicológicas y educativas desplazan la organización religiosa de
la sexualidad; se equipara la normalidad sexual a la heterosexualidad, además de
que la homosexualidad deja de ser un pecado y se le considera mejor como una
“disposición psicosocial”;16 es en esta época cuando surge un esfuerzo continuo
por clasificar a los individuos y sus conductas sexuales. Por ejemplo, respecto a la
homosexualidad, en sus Tres ensayos sobre teoría sexual Sigmund Freud admitía
varios tipos de homosexuales: “invertido absoluto” “anfigénico”, “contingente”.
En el terreno de los estudios sobre la sexualidad, Havelok Ellis distinguía entre
homosexuales “invertidos” y homosexuales “pervertidos”, mientras que Clifford
Allen contemplaba en su clasificación doce distintos tipos de homosexuales, entre
los cuales estaban los de tipo “compulsivo”, los “nerviosos”, los “psicóticos”, los
“alcohólicos”, etcétera.
El significado de lo sexual se construye en cada época sobre la base de
discursos sociales sustentados en creencias, hábitos, mandatos institucionales,
ideologías, etcétera; la totalidad de esos discursos constituyen lo que Weeks
define como “posiciones de sujeto”, entendiendo con ello que los individuos “son
141
Heidi Luciana Hernández Pérez - Luis Fernando Macías García
17 Ibid., p. 60.
18 Ibid., p. 84.
142
Saber, poder y subjetividad
2. El mito de la Mujer
Sigmund Freud
(correspondencia escrita a su entonces prometida Martha Bernays,
fechada el 5 de julio de 1885).19
19 Mannoni, M., Ellas no saben lo que dicen, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 92.
143
Heidi Luciana Hernández Pérez - Luis Fernando Macías García
20 Cobo, R., Fundamentos del patriarcado moderno. Jean Jaques Rousseau, Ediciones Cátedra,
Madrid, 1995, p. 25.
21 Cobo, R., Op. Cit., p. 248.
144
Saber, poder y subjetividad
Así, pues, quiero que los hombres oren en todo lugar, levantando las manos puras,
sin iras ni discusiones. Asimismo que las mujeres, en hábito honesto, con recato
y modestia, sin rizado de cabellos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con
obras buenas, cual conviene a mujeres que hacen profesión de piedad. La mujer
aprenda en silencio, con plena sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni
domine al marido, sino que se mantenga en silencio, pues el primero fue formado
Adán, después Eva. Y no fue Adán el seducido, sino Eva, que, seducida, incurrió
en la trasgresión. Se salvará por la crianza de los hijos si permaneciere en la fe,
en la caridad y en la castidad, acompañada de la modestia.22
22 Nuevo Testamento. Versión directa del original griego, 33ª ed., trad. Eloíno Nácar Fuster,
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1967, p. 612.
23 Hufton, O., Mujeres Trabajo y familia, en Georges Duby, Michelle Perrot (dir.), Historia de las
Mujeres 3. Del Renacimiento a la Edad Moderna, Taurus minor, Madrid, 2000, p. 33.
145
Heidi Luciana Hernández Pérez - Luis Fernando Macías García
para una sociedad lo que debe ser un hombre y lo que debe ser una mujer, si no ya
en el terreno familiar, laboral o educativo, sí en el terreno de la apariencia física,
por ejemplo, ya que, al menos hoy en día, el valor social de una mujer “aumenta”
más no por que sea inteligente, sino por ser considerada físicamente atractiva.
Hay que señalar que los estereotipos y las costumbres cambian según el contexto
social y económico, sin embargo, en las sociedades “occidentalizadas” prevalece
una tendencia general que, a través de la moda y los medios de comunicación
masiva, promueve la imagen de la mujer como un objeto bello cuyo mayor
pecado es envejecer. Así que se sustituyen unos mitos por otros. En nuestros días
se espera de las mujeres que sean libres, pero bellas, lo que no dista mucho de la
situación que se vivía durante en Renacimiento en Europa, cuando se esperaba
que “todo movimiento, todo gesto que hiciera una dama [reflejara] la delicadeza
y la ternura que se [esperaba] de las mujeres, en oposición a la enérgica virilidad
de los hombres”;24 y si decimos que no dista mucho una situación de otra, es
porque finalmente lo que muestran estos ejemplos es que siempre se espera que
los seres humanos hagan un uso particular de sus energías y de sus cuerpos y esos
usos están irremediablemente insertos en lo social. El cuerpo y la psique de un
ser humano no pueden comprenderse desligados de la estrategia política que los
delimita, que los explica y que forma sus hábitos y sus actitudes; quien en una
época determinada sale de la norma religiosa, médica o social, será clasificado,
ya lo dijo Foucault, como pecador, enfermo, loco, perverso, etcétera.
Ante estos hechos cabe preguntarse si acaso hoy una mujer es más libre
después de que el papel de las mujeres en la sociedad ha cambiado notablemente,
y si realmente las mujeres son más dueñas de sus cuerpos. ¿Acaso el derecho al
voto, la liberación sexual o la apertura del mundo del trabajo ha dado a las mujeres,
fuera del activismo feminista, una visión distinta acerca de la importancia de su
participación política? Si ya no suscribimos del todo mitos como la obligación
de la maternidad, o la total sumisión al género masculino ¿de qué otros mitos
contemporáneos sí participan las mujeres?
Para B. Malinowski, la función de un mito es reforzar una tradición y darle
mayor valor y prestigio. El mito no se limita al mundo antiguo o “primitivo”, también
en nuestras sociedades el mito cumple su función. Los mitos no se refieren sólo a
relatos fabulosos, históricos o seudo históricos, sino también a personas (el héroe, el
caudillo el jefe), a conceptos o nociones abstractas (la nación, la libertad, la patria,
24 Matthews Grieco S., El cuerpo, apariencia y sexualidad, en Georges Duby, Michelle Perrot
(dir.), Historia de las Mujeres 3. Del Renacimiento a la Edad Moderna, Taurus minor, Madrid,
2000, p. 87.
146
Saber, poder y subjetividad
147
Heidi Luciana Hernández Pérez - Luis Fernando Macías García
…el talibán establece su dominación por medio del uso del espacio, decidiendo a
qué sitios debe ir una mujer y a cuales no, vetándole el acceso a recintos públicos
como bares o cines, o la entrada a la universidad, restringiendo su derecho a
moverse, exigiendo que una mujer para viajar de una ciudad a otra, o simplemente
para poder caminar libremente por la calle, deba acreditar el permiso de su marido,
padre, hermano o tutor… El occidental, mucho más sutil, manipula el tiempo y no
el espacio, y exige que la mujer permanezca en el más oscuro limbo cronológico:
que su cuerpo se estanque a los veintipocos años. En nuestra cultura se afirma que
una mujer es bella sólo cuando se adapta a un patrón: parecer joven y delgada… la
sociedad occidental congela la imagen femenina en la pantalla o sobre el papel y
obliga a las mujeres a percibir el paso natural de los años (reitero la palabra natural)
como una devaluación vergonzante. Vivimos pues, esclavas de lo artificial.26
Podríamos exagerar y decir que los seres humanos aman tanto los objetos
al grado de convertirse ellos mismos en uno. Queremos hacer hincapié en que
26 Etxebarria, L., Núñez Puente, S., En brazos de la mujer fetiche, Ediciones Destino, Barcelona,
2003, p. 35.
27 Ibid., p. 83.
148
Saber, poder y subjetividad
no habría que alarmarse del todo por esta situación sino tuviera una repercusión
directa sobre la vida de las personas, si no afectara directamente sus cuerpos y la
manera en la que se piensan a sí mismas. Lo que en una sociedad se promueve y
se alienta determina los modos de vida de sus integrantes. El cuerpo es también
un espacio de dominación; dominación que puede ser directa (privación de la
libertad, por ejemplo) o simbólica. El cuerpo humano es también un campo donde
se ejerce el poder político y está atravesado por discursos y prácticas sociales
que lo acotan y normalizan; en la mujeres, la moda y el culto a la belleza son
factores determinantes en el proceso de normalización de sus cuerpos; siguiendo
a Foucault, generalmente nuestros cuerpos ya no se suplician, pero sí se hacen
entrar en la norma y en la disciplina. Y es en este sentido que, también a partir
del cuerpo, y de la diferencia que hay entre el cuerpo femenino y el masculino, se
han legitimado en el imaginario social tareas y posiciones políticas distintas para
uno y otro sexo. El proceso histórico ideológico de la subordinación de la mujer
se ha legitimado socialmente, de manera paradójica, aludiendo a una “naturaleza”
femenina que haría más débil a las mujeres, aptas para las tareas del hogar y
la crianza de los hijos, esto si hablamos de la sociedad del siglo XIX (aunque
incluso sigue funcionando así en la nuestra).
Simone de Beauvoir escribe en El segundo sexo que “No se nace mujer,
se deviene mujer”. La identidad femenina no es un hecho natural, es un hecho
estructurado socialmente. La noción de género es la representación cultural de
la diferencia sexual: se nace hombre o mujer y a partir de estas diferencias se
construyen las distintas identidades y se asignan los papeles que supuestamente
le toca jugar a cada quien; como escribe Marta Lamas: “el género, como
simbolización de la diferencia sexual, se construye culturalmente diferenciado en
un conjunto de prácticas, ideas y discursos… los procesos de significación tejidos
en el entramado de la simbolización cultural producen efectos en el imaginario de
las personas”.28
Para Jean Badrillard, por otra parte, la trampa que subyace al propósito de
liberar el deseo y la sexualidad se pone de manifiesto en que, tanto el deseo como
la sexualidad, son ambos explicaciones que se dan del ser humano, apelando a
su supuesta naturaleza, la cual ha de liberarse y de conocerse a través de vías
como la ciencia médica o el psicoanálisis. En De la seducción, Baudrillard
asevera: “Hoy no hay nada menos seguro que el sexo, tras la liberación de su
discurso. Hoy no hay nada menos seguro que el deseo tras la proliferación de
28 Lamas, M., “Usos, dificultades y posibilidades de la categoría ‘género’”, en Lamas, M., Cuerpo:
Diferencia sexual y género, Taurus, México, 2002, p. 97.
149
Heidi Luciana Hernández Pérez - Luis Fernando Macías García
150
Saber, poder y subjetividad
En ninguna parte se trata de la seducción, del trabajo del cuerpo a través del
artificio, y no a través del deseo, del cuerpo seducido, del cuerpo seducible, del
cuerpo apasionadamente apartado de su verdad, de esta verdad ética del deseo
que nos obsesiona –la seducción es tan maléfica y artificiosa para la verdad seria,
profundamente religiosa que el cuerpo encarna hoy, como antiguamente lo era
para la religión– en ninguna parte se trata del cuerpo entregado a las apariencias…
sólo la seducción se opone radicalmente a la anatomía como destino. Sólo la
seducción quiebra la sexualización distintiva de los cuerpos y la economía fálica
inevitable que resulta… no hay anatomía… no hay psicología… todos los signos
son reversibles.32
32 Idem.
151
Segunda P a r t e
Filosofía de la Ciencia
Paradojas y epistemología de las prácticas psicoterapéuticas
155
María L. Christiansen Renaud
156
Saber, poder y subjetividad
demás cotidianos pueden servir para ilustrar este fenómeno comunicacional: una
pareja tiene una fuerte discusión sobre por qué siempre están teniendo discusiones
fuertes. Los padres obligan a los hijos a que se interesen espontáneamente en las
tareas escolares. Una persona decide que la única manera de afirmar una posición
importante en la vida es suicidándose. Un hombre que ha fumado durante 25 años
pide que lo ayuden a dejar de fumar: es el mismo individuo el que quiere seguir
fumando y el que quiere dejar de fumar. Este señor periódicamente sale de sí mismo
para conspirar en su contra, y luego vuelve a sí mismo para ver si el plan trazado
esta vez funcionó (tomados de J.Efrans, M. y R. Lukens, 1994, p. 47).
Ahora bien, ¿qué le exige a la epistemología esta condición humana
de residir en los temidos pantanos de las paradojas autorreferenciales? ¿Qué
posibilidad parece quedar de aquella ilusión de separar al sujeto cognoscente del
objeto conocido?
Responder estos interrogantes no es una tarea que la filosofía haya
emprendido con un éxito claro. No pocos ríos de tinta han corrido para intentar
un discernimiento sobre el status de las incomodísimas pero aparentemente
inevitables paradojas inherentes a la pragmática de la comunicación humana.
Mientras tanto, en algunas disciplinas cuyo eje de trabajo gira en torno a la
conversación, la paradoja autorreferencial ha sido no sólo explorada sino también
aprovechada. El dominio de la PSICOTERAPIA encarna tal vez el más fértil
campo de análisis y uso de fenómenos autorreferenciales. Dado que el trabajo
psicoterapéutico consiste básicamente en un proceso de autoexamen (Efrans,
Lukens, Ibid., p. 48), tanto el terapeuta como el consultante hablan y revisan los
procesos mismos en los que están envueltos. El terapeuta no es un observador
“neutral experto” en el “descubrimiento” de “problemas” para cuya solución
se le pide ayuda. Por el contrario, sus conversaciones con el consultante hacen
referencia a las propias conversaciones que él –el terapeuta– mantiene consigo
mismo. Gregory Bateson recalcaba esta cuestión cuando decía: “El ser humano
está ligado a una red de premisas epistemológicas y ontológicas que (sin importar
su verdad o su falsedad) en forma parcial se confirman a sí mismas” (Bateson,
1972, p. 314).
Ahora bien, habíamos adelantado que la comunicación paradójica no
sólo ha sido reconocida por los terapeutas como una parte importante de la
pragmática comunicacional sino que también ha sido transformada en un valioso
recurso clínico. ¿Cuáles son las razones de convertir a las aparentemente estériles
paradojas en una herramienta aprovechable para la intervención?
Comencemos por notar que, cuando recibimos una instrucción paradójica
“patogénica”, se crea una doble atadura (doble vínculo, o doble coacción) ya que
157
María L. Christiansen Renaud
en el mensaje se ocultan dos mandatos contradictorios. Así, haga lo que haga quien
recibe el mensaje, no tiene opción de satisfacer al emisor. Por ejemplo, cuando
una persona le dice a su cónyuge “Si te vas, me suicido”, el cónyuge perderá con
cualquier decisión que tome (si se va, sufrirá por la inquietud de que la amenaza
se cumpla; si no se va, también sufrirá por tener que permanecer donde no quiere
estar). La elección en este caso es ficticia. En palabras de Watzlawick, se trata de
una “ilusión de alternativas” (Watzlawick, 1980, p. 95).
Frente a esta situación paradójica en la que, se elija lo que se elija, el
resultado es de pérdida, el terapeuta puede dar una contra-instrucción paradójica
en la que, se haga lo que se haga, el resultado es de ganancia. Por ejemplo, en una
sesión de terapia grupal uno de los participantes expresa su imposibilidad para
decir “NO”. El terapeuta le puede pedir que le diga “no” a todos y cada uno de los
miembros del grupo cuando éstos le pregunten o exijan algo. El consultante tiene
dos alternativas: si obedece al terapeuta, entonces no es verdad que no puede
decir “NO”. Y si no obedece al terapeuta, entonces igualmente habrá cambiado
(porque estará demostrando su capacidad de decir “NO”).
La instrucción paradójica en el ámbito terapéutico crea una doble atadura
pero esta vez orientada al cambio deseado por el consultante (es decir, al doble
vínculo comunicacional en el cual aquél está atrapado, se contrapone un doble
vínculo terapéutico que lo obligará a liberarse). En dicho marco se imparte una
instrucción que está estructurada de tal modo que: a) refuerza la conducta que el
consultante espera modificar; b) implica que ese refuerzo constituya el vehículo
del cambio; y c) crea así una paradoja, porque se le dice al consultante que cambie
permaneciendo igual. Se lo coloca en una situación insostenible con respecto a
su síntoma. Dicho de otro modo, si en un doble vínculo patógeno el consultante
“pierde si lo hace y pierde si no lo hace”, en un doble vínculo terapéutico “cambia
si lo hace y cambia si no lo hace”.
La situación terapéutica impide que el consultante se retraiga, o que disuelva
de otra manera la paradoja haciendo comentarios sobre ella. Pues, aún cuando el
consultante podría decidir no reaccionar ante la instrucción (esto es, no obedecer al
terapeuta), ya no puede hacerlo de manera espontánea, no impuesta externamente, no
sujeta a voluntad. Dado que la persona sintomática sostiene que no puede controlar
su conducta deliberadamente, no tendría ningún sentido terapéutico el tratar de
instruirlo pidiéndole que cambie (por ello, la autodisciplina y los ejercicios de fuerza
de voluntad pueden representar intentos vanos en las soluciones ensayadas).2
2 Para ampliar sobre el tema, véase Watzlawick, Beavin y Jackson (1981), cap. 7, y Watzlawick
(1980), caps. 7, 8 y 9.
158
Saber, poder y subjetividad
159
María L. Christiansen Renaud
a) Beber es ahora una tarea, y ya no algo que “no puede evitarse” (síntoma).
b) Ambos tienen que vigilar constantemente la cantidad que toman.
c) La esposa, que antes casi no tomaba, alcanza ahora rápidamente un grado
de embriaguez que obliga al esposo a cuidar de ella. Esto no sólo significa que
estarán invirtiendo sus roles habituales sino que el marido quedará colocado en
una posición insostenible respecto a su hábito: si obedece al terapeuta, debe, o
bien hacerle beber exageradamente a su mujer (su ángel protector), o bien dejar de
beber para que ella no llegue a un extremo insoportable. Y aún cuando decidiera
quebrar la regla y seguir bebiendo él sólo, porque ella ya no tolera más alcohol,
aún así se enfrentaría a la desconocida situación de tener que hacerse responsable
por sí mismo y por ella.
Conclusiones
160
Saber, poder y subjetividad
Referencias bibliográficas
161
María L. Christiansen Renaud
162
Límites normativos de la noción de
‘Racionalidad ecológica’ del grupo ABC
Introducción
163
Ana Laura Fonseca Patrón
cómo Gigerenzer y el grupo ABC conciben que la racionalidad ecológica puede dar
respuesta al hiato y posteriormente presentaré la crítica a esa propuesta.
Una de las posibles vías para explicar el hiato mencionado es atacar el estándar
normativo con el cuál son evaluados los experimentos y formular una noción
distinta de racionalidad, la cual permita una interpretación benigna de ellos,
i.e., que permita concluir que, en general, somos racionales. Esta es una de
las estrategias seguidas por Gigerenzer y su grupo de investigación en lo que
identifico como la propuesta explicativa de la racionalidad. Por una cuestión de
espacio no voy a abordar el ataque a la visión estándar de la racionalidad y pasaré
directamente a la noción de racionalidad que él desarrolla.
La primera premisa de la propuesta de Gigerenzer es que la racionalidad
debe tomar en cuenta cómo de hecho razonamos los humanos. La evaluación del
razonamiento no ha de realizarse con base en un noble ideal que los humanos
deberíamos intentar alcanzar. Por el contrario, siguiendo las ideas de Herbert Simon,
Gigerenzer considera que debemos formular una noción de racionalidad acotada; esto
es, limitada por las capacidades cognitivas humanas y por las restricciones que nos
impone el ambiente al momento de tomar decisiones. El estándar normativo de una
teoría de la racionalidad debe ser tal, que los seres humanos podamos satisfacerlo en
las circunstancias reales de razonamiento (Todd y Gigerenzer, 2007, p. 198).
La segunda premisa de la propuesta de Gigerenzer consiste en aceptar la
analogía entre la evolución orgánica y la evolución mental. Esta idea es tomada
de los psicólogos evolucionistas quienes afirman que así como la evolución por
selección natural ha generado adaptaciones anatómicas universales entre los seres
humanos, también ha generado adaptaciones psicológicas universales. Debido a
que la generación de adaptaciones requiere de cientos de miles de años, se asume
que las adaptaciones psicológicas tuvieron lugar durante el Pleistoceno (entre
hace 1.8 millones de años y hace 10, 000 años); por lo cual, esas adaptaciones lo
son en relación a los problemas adaptativos1 que enfrentaron nuestros ancestros
(Buller, 2005, p. 9). Partiendo de estas ideas, el grupo ABC considera que la
principal restricción que da forma a la manera de razonar de los seres humanos
son las presiones del medio (Gigerenzer y Selten, 2001, p. 52).
164
Saber, poder y subjetividad
165
Ana Laura Fonseca Patrón
enunciado (h) tiene mayor probabilidad que el enunciado (f) a pesar de que, desde
los axiomas del cálculo de probabilidades, la probabilidad de la conjunción de
dos eventos no puede exceder a la probabilidad de cada uno de sus conyuntos.
La interpretación de estos resultados bajo la visión estándar de la
racionalidad es que sistemáticamente los seres humanos fallamos en razonar de
acuerdo con el cálculo de probabilidades. Gigerenzer afirma que esta interpretación
pasa por alto el hecho de que los seres humanos podemos estar mejor adaptados
a ciertas representaciones de la información que a otras. Así, considera que
cuando se trata de realizar juicios probabilísticos, presentar la información en
términos de frecuencias ayuda a llevar a cabo la tarea de acuerdo con el cálculo
de probabilidades. Para mostrar su punto, reformula el experimento de “Linda, la
cajera feminista” de la siguiente forma:
Linda tiene 31 años, es soltera, abierta y muy brillante. Ella estudió filosofía y
como estudiante estuvo profundamente preocupada por asuntos de discriminación
y justicia social, también participó en manifestaciones anti-nucleares.
¿De cada 100 personas que cumplen con la descripción de Linda cuántas
afirmaría que son:
a) ¿maestras de primaria?
b) ¿trabajan en una librería y toman clases de yoga?
c) ¿activistas en un movimiento feminista?
d) ¿trabajadoras sociales en el área psiquiátrica?
e) ¿miembros de la Liga de Mujeres a favor del voto?
f) ¿cajeras en un banco?
g) ¿vendedoras de seguros?
h) ¿cajeras en un banco y activistas en un movimiento feminista?
166
Saber, poder y subjetividad
167
Ana Laura Fonseca Patrón
168
Saber, poder y subjetividad
Conclusión
169
Ana Laura Fonseca Patrón
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170
La argumentación persuasiva en las comunidades
científicas desde la perspectiva de Thomas Kuhn:
Un mecanismo de poder
171
Mariano Rodríguez Muñoz
1 Esto no quiere decir que los científicos no rechacen teorías. Aquí es preciso señalar que Kuhn
considera que, aunque pueda constituir un cliché –digno de una investigación sistemática–, casi
siempre son los científicos jóvenes, o los recién llegados al campo, quienes logran dar respuesta a
las crisis transformando el paradigma y logrando inventos fundamentales en un paradigma distinto;
esto, en parte, porque se trata de personas que al estar escasamente comprometidas con la práctica
anterior y con las reglas tradicionales de la ciencia normal son particularmente propensos a darse
cuenta de que tales reglas ya no definen un juego que se pueda practicar, por lo que crean otro que
las sustituya.
2 Regularmente esta sensación se restringe sólo a un segmento de la comunidad política.
172
Saber, poder y subjetividad
173
Mariano Rodríguez Muñoz
ciencia no son las mismas. La segunda diferencia se presenta en tanto que, pese a
que los nuevos paradigmas nacen de los viejos y por lo general incorporan gran
parte del vocabulario y del aparato conceptual y manual del paradigma anterior,
rara vez utilizan esos elementos prestados exactamente a la manera tradicional,
dado que en el seno de los nuevos paradigmas los viejos términos, conceptos y
experimentos entran en nuevas relaciones mutuas. Finalmente, y en parte como
implicación de las anteriores diferencias, la tercera reside en el hecho de que
“quienes proponen paradigmas rivales practican su oficio en mundos distintos”,
por tanto, “ambos grupos de científicos ven cosas distintas cuando miran desde
el mismo lugar en la misma dirección” (Kuhn, 1962, p. 148-150). Precisamente
porque se trata de una transición entre inconmensurables, ésta no puede hacerse de
manera obligada por la fuerza de la lógica y la experiencia neutral, sino más bien
a manera de un cambio de Gestalt, es decir, que, o bien se pasa repentinamente de
un momento a otro, o simplemente no ocurre tal cambio. En este punto podemos
preguntarnos: ¿Cómo es entonces que se lleva a cabo una transposición? Si bien
hemos citado ya el caso de Darwin, podemos añadir que, de igual manera, los
Principios matemáticos de Newton tampoco fueron universalmente aceptados
sino hasta después de medio siglo, así mismo que la obra de Copérnico hizo muy
pocos conversos durante un siglo después de su muerte, y que Priestley nunca
aceptó la teoría del oxígeno de Lavoisier.
Con relación a esto, Kuhn señala que no se puede forzar la transferencia del
compromiso de un paradigma a otro, dado que es una experiencia de conversión.
Más aún, añade que los científicos de carrera productiva, comprometidos con una
vieja tradición de ciencia normal, generalmente se resisten a una transposición
durante toda la vida; tal resistencia se debe en parte porque están seguros de que
su paradigma resolverá todos los problemas. En tiempos de revolución, afirma
Kuhn, “…esa confianza parece obstinación y terquedad, lo que sin duda acaba
siendo algunas veces” (Kuhn, 1962, p. 152).
Ahora bien, el hecho de que no pueda haber argumentos concluyentes
que dicten una y la misma decisión a todos los científicos que participan en
la controversia, no significa que no haya argumentos pertinentes que logren
persuadir a los científicos para cambiar de paradigma:
Por más que en ocasiones se necesite una generación para efectuar el cambio,
las comunidades científicas se han convertido muchas veces a paradigmas
nuevos… Aunque algunos científicos, en particular los más viejos y
experimentados, puedan resistir indefinidamente, la mayoría de ellos pueden
ser abordados de una u otra manera. Las conversiones se producirán de vez
174
Saber, poder y subjetividad
en cuando hasta que tras la muerte de los últimos resistentes toda la profesión
vuelva a trabajar bajo un único paradigma aunque ahora será diferente (Kuhn,
1962, p. 256).3
175
Mariano Rodríguez Muñoz
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176
El sentido común científico:
Una aproximación al problema de la relación
entre el sentido común y la ciencia
Introducción
177
Eduardo Manuel González de Luna
por accidente. Los dos primeros son sensibles por sí mismos, mientras que los
sensibles por accidente requieren para su aprehensión de la intervención de otras
facultades del alma, como la imaginación y la intelección.
Los sensibles propios son aquellos objetos de aprehensión que sólo
pueden percibirse por medio de una sensación, y en torno a los cuales no es
posible sufrir error. Por ejemplo, el objeto de la visión es el color, el de la audición
es el sonido, el de la gustación el sabor. Para la aprehensión de cada uno de estos
sensibles existe un órgano especializado, como el ojo para la visión o el oído para
la audición.
Los sensibles comunes son cualidades comunes a varias sensaciones: el
movimiento, la inmovilidad, la cantidad, la figura, el tamaño. Por ejemplo, el
movimiento es perceptible tanto a la vista como al tacto. Para estos sensibles existe
una capacidad que se encarga de reorganizar los sensibles propios y presentarlos
en la forma de la percepción de un sensible común, esta capacidad es, a saber,
el sensus communis (o sentido común), que no es infalible, sino susceptible de
desarrollarse y afinarse a partir de las experiencias del individuo.2
Los sensibles por accidente surgen al asociar accidentalmente distintos
objetos percibidos. Por ejemplo, cuando vemos a la distancia un objeto blanco
que se acerca decimos: “eso blanco es el hijo de Diares”. Lo blanco está asociado
accidentalmente al hijo de Diares. Que lo blanco es el hijo de Diares se percibe
entonces por accidente y mediante la intervención de otras facultades del alma.
De los sensibles por sí mismos, los sensibles por excelencia son los propios,
pues en función de ellos está naturalmente constituida la entidad de cada sentido:
vista, oído, olfato, gusto y tacto; sentidos que, como ya hemos mencionado, tienen
órganos sensoriales particulares cuya falta ocasiona la ausencia de la sensación.
En De Anima se afirma que no habría un órgano sensible especializado
y responsable del sentido común, como sí lo hay en el caso de la vista, el oído,
el olfato, el gusto y el tacto, sino que, propiamente dicho, es más una función
encargada de discriminar, comparar e integrar los sentires provenientes de los
diferentes sentidos. En el libro III, Aristóteles dice que “no existe ningún otro
sentido aparte de los cinco ya expuestos pero sí una sensibilidad común” cuya
función es la percepción de los sensibles comunes.
Mediante el sentido común el hombre es capaz de percibir la realidad y
llegar a conocerla. Los sensibles propios (lo que se ve, huele, oye, gusta y toca)
y los sensibles comunes (movimiento, figura, tamaño, etcétera) son organizados
2 Como se verá más adelante, la posibilidad de desarrollar y afinar al sentido común es lo que
permite a Aristóteles asociar esta capacidad con la prudencia (phronesis) o juicio práctico.
178
Saber, poder y subjetividad
por esta facultad que dispone de los elementos sensibles necesarios para iniciar
el proceso que le permite juzgar acerca de la realidad. Aunque el punto de partida
para el conocimiento es la realidad sensible, la cual es cambiante, la tarea del
científico y del filósofo es explicarla mediante la razón, que trabaja con conceptos
permanentes. Esto origina un proceso en la mente humana que se relaciona con
las cosas de la realidad pensando sobre los seres individuales y concretos hasta
descubrir ciertas formas de ser comunes en algunos de ellos, lo que permite
clasificarlos más allá de sus continuos cambios. La mente puede agrupar a varios
individuos (a Juan, a Pablo) bajo la forma común “hombre” que es diferente de
la forma “ave”, común a individuos concretos como este cuervo o esta gallina.
La razón humana descubre en la realidad estas formas comunes a varias cosas
o seres. Las formas existen en la realidad, no son meras invenciones, pero no
existen separadas de los individuos concretos; la forma “hombre” existe en Juan
en combinación con otras formas que también hacen a Juan.
Aristóteles relaciona la sensación con la conciencia mediante el sentido
común que es, dice, como la conciencia de los diversos sensibles, ya sea sólo
de un sensible propio, ya sea de dos o más sensibles que involucren dos o más
sentidos, como es el caso de los sensibles comunes o de sensibles accidentales. En
la Ethica Nicomachea afirma que “quien ve percibe que ve, y quien oye percibe
que oye, y quien camina, que camina, y en el caso de todas las otras actividades
similarmente hay algo que percibe que están activas, así que si percibimos,
percibimos que percibimos, y si pensamos, que pensamos”.3
En la Ethica Nicomachea, Aristóteles relaciona el sentido común con
el juicio prudencial o “buen juicio” (phronesis). Al diferenciar entre intelecto
y prudencia dice que los hombres jóvenes pueden ser buenos intelectuales –
geómetras y matemáticos–, pero nunca son prudentes. Esto es porque carecen
de experiencia, y la prudencia surge de la experiencia. Entonces, aquellos que
no tienen conocimiento, pero tienen experiencia, son más prácticos que aquellos
que sólo tienen conocimiento.4 La capacidad propia del sentido común para
organizar los sensibles propios en sensibles comunes no es infalible, pero con la
experiencia se desarrolla y afina; así, el tamaño real de un objeto lejano se juzga
distinto que su tamaño aparente, incluso al nivel de la percepción se juzga que el
tamaño aparente es menor que el real. Pero este juicio proviene de la experiencia
previa del individuo, es un juicio prudencial. Para Aristóteles el alma oscila entre
dos extremos. Por una parte, el intelecto conoce intuitivamente que ciertas cosas
179
Eduardo Manuel González de Luna
universales son verdaderas, y, por otra parte, las cosas particulares de hecho se
nos dan con una clase de intuición que proviene del sentido, y en este último nivel
opera la prudencia, la cual es una especie de saber práctico. Esta última intuición
es también un modo de percepción en la que interviene el sentido común, es
diferente de la percepción estrictamente sensible que es regulada por éste.
180
Saber, poder y subjetividad
7 Copleston considera a la noción tomista de los principia per se nota como un importante
antecedente de las proposiciones sintéticas a priori de Kant, las cuales son sintéticas en cuanto a que
dan información empírica y aunque son necesarias y universales no son puramente formales a priori.
8 Más adelante veremos que Thomas Reid adopta una noción tomista en su concepción del sentido
común como un conjunto de principios indubitables.
181
Eduardo Manuel González de Luna
182
Saber, poder y subjetividad
consideración por el testimonio humano en cuestiones de hecho, y aun por la autoridad humana en
cuestiones de opinión. 11. Hay muchos eventos que dependen de la voluntad humana en los que hay
una probabilidad autoevidente, mayor o menor, según las circunstancias. 12. En los fenómenos de la
naturaleza, lo que ha de ser probablemente será como ha sido en similares circunstancias. (Reid,1785,
cap. 5). Además de estos principios de las verdades contingentes, Reid afirma principios lógicos,
matemáticos, de gusto, morales y metafísicos, relativos a verdades necesarias.
11 Ibid., VI, Cap. 2.
183
Eduardo Manuel González de Luna
12 El término usado por Peirce es critical common-sensism que también ha sido traducido como
“sensocomunismo crítico”.
184
Saber, poder y subjetividad
13 Aunque se acostumbra llamar también “sentido común” a todo tipo de juicios y creencias com-
partidos por una comunidad, este no es el sentido reidiano de los primeros principios del sentido
común.
185
Eduardo Manuel González de Luna
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Saber, poder y subjetividad
187
Eduardo Manuel González de Luna
188
Saber, poder y subjetividad
especie más entre otras. La teoría de Darwin sugiere la necesidad de adoptar una
perspectiva nueva en relación con las funciones intelectuales sobre las que se ha
asentado tradicionalmente la dimensión espiritual en oposición a la material. Los
pragmatistas adoptaron una actitud naturalista para unificar el pensamiento con lo
biológico y con la acción: “Pensamos porque necesitamos actuar”.
En su teoría de la fijación de la creencia, Peirce (1998) hace un paralelismo
con la forma en que los organismos vivos generan hábitos y desarrollan pautas
de conducta para adaptarse a su medioambiente. Una creencia, ya sea metafísica
o científica, teórica o práctica, puede verse como un hábito o disposición a
relacionar interpretativamente aspectos de la experiencia para producir el éxito
de una determinada acción, por lo que su permanencia y aceptación dependen de
su eficacia para cumplir esa función.
Esta noción pragmatista de creencia es adoptada por Popper (1972) en
su epistemología evolucionista, pues enfoca desde un punto de vista biológico o
evolutivo el problema del progreso del conocimiento, mediante la aplicación del
modelo darwiniano de selección natural al proceso que lleva del conocimiento
instintivo de la especie al sentido común ordinario y al conocimiento científico.
Incluso el falsacionismo metodológico, propuesto para dar cuenta del desarrollo
del conocimiento científico, pretende ser compatible con el modelo de “ensayo
y eliminación del error” de la teoría darwiniana. El criterio de cientificidad de
cualquier teoría es su grado de “falsabilidad”, es decir, desde el punto de vista
evolutivo, una teoría será más científica mientras más apta sea para someterse a
procesos de refutación con respecto a su medio ambiente empírico.
Este modelo del desarrollo del conocimiento en la ciencia es
potencialmente aplicable al desarrollo del conocimiento precientífico, es decir,
a la manera en que los hombres e incluso los animales adquieren nuevos
conocimientos fácticos acerca del mundo, y así lo hace Popper, quien afirma que
“el método de aprendizaje de ensayo y error –de aprender de nuestros errores–
parece ser fundamentalmente el mismo, ya sea practicado por animales más o
menos desarrollados, por chimpancés, o por hombres de ciencia”.16
El método de ensayo y eliminación del error, de hacer conjeturas e intentar
refutarlas, se emplea entonces en todos los niveles evolutivos. La epistemología
evolucionista considera al conocimiento en primer término como un producto
de los procesos de variación y selección involucrados en la evolución. Sin
embargo, aunque Popper no quiere negar el conocimiento en los animales, la
habilidad específicamente humana para conocer, así como la habilidad para
189
Eduardo Manuel González de Luna
190
Saber, poder y subjetividad
Conclusión
191
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Bibliografía
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193
Notas para una relectura de la falacia naturalista desde las
propuestas de Laudan y Beuchot
195
José Ángel del Moral Palacios
solo. La filosofía natural se endereza a todo cuanto es; la filosofía moral, a todo
cuanto debe ser”.1
Esta expresión clásica de la relación entre el conocimiento científico y el
conocimiento de lo bueno muestra de inmediato la división entre hecho y valor,
así como el proyecto de su coherencia que subyace a la historia del pensamiento
filosófico. Ambos reinos, el de la naturaleza y el de la libertad humana, están
sujetos, según Kant, a la legislación de la razón; ambos pueden llegar a conocerse
bajo el aspecto de leyes y, así, ambos son objeto de la ciencia. La penetrante
y difícil pregunta acerca de la relación que guarda el conocimiento científico
natural con los valores y con la libertad humana se nos presenta, pues, como una
pregunta por la “ciencia”.2
Resulta común leer que, de existir valores que rijan la ciencia, y de ser
importante su estudio filosófico, los únicos valores que deben interesar a los filósofos
de la ciencia son los valores cognitivos o epistémicos. Según estas posturas, el
conocimiento científico está determinado por valores tales como la verdad, la
coherencia, la simplicidad o la capacidad predictiva. Puesto que la ciencia es ante
todo la búsqueda de conocimiento verdadero, fecundo, coherente y susceptible
de poder ser bien ordenado, la filosofía de la ciencia no debe interesarse en los
valores que determinen la praxis científica, a menos que impulsen a la búsqueda
de ese tipo de conocimiento. Para la gran mayoría de los filósofos de la ciencia, el
conocimiento científico debería ser descriptivo, explicativo o comprensivo de lo
que es, pero en modo alguno tendría que ocuparse de lo que debe ser, ya que esto
último sería un tema para éticos, políticos, ideólogos, predicadores o “malos”
filósofos de la ciencia. Mezclar cuestiones morales y argumentos científicos, de
acuerdo con estas posturas, implica caer en lo que, desde Moore, se llama falacia
naturalista.3
El origen de las posturas filosóficas que separan estrictamente la ciencia
y los valores no epistémicos hay que buscarlo en Locke y Hume. Locke, al final
de su Ensayo sobre el entendimiento humano, afirma:
196
Saber, poder y subjetividad
Puesto que todo lo que puede caer dentro del ámbito del entendimiento humano
es, primero, o la naturaleza de las cosas como son en sí mismas, sus relaciones
y sus maneras de operación; o, segundo, aquello que el hombre mismo debe
hacer, en cuanto agente racional y dotado de voluntad, para alcanzar una
finalidad, y particularmente su dicha; o, tercero, las maneras y medios por los
cuales se adquiere y se comunica el conocimiento de esas cosas, me parece
que la ciencia puede dividirse con propiedad en las tres clases siguientes…
Primero. “Physica”. El conocimiento de las cosas, como son en su propio
ser, en su constitución, propiedades y operaciones… Segundo. “Práctica”. O
sea la habilidad de aplicar bien nuestras propias potencias y actos con el fin
de alcanzar cosas buenas y útiles. Lo más importante, bajo este título, es la
ética… Tercero. “Semeiotiké”. La tercera rama puede llamarse Semeiotiké o
Doctrina de los signos, y, como las palabras constituyen la parte más útil,
también puede llamarse con suficiente propiedad Logiké, Lógica… Y como
estos tres objetos, a saber: las cosas, en cuanto cognoscibles en sí mismas; las
acciones, en cuanto dependen de nosotros en orden a nuestra felicidad; y el
debido uso de los signos en orden al conocimiento, son toto caelo diferentes,
me parecieron que constituían las tres grandes provincias del mundo
intelectual, enteramente separadas y distintas la una de la otra.4
4 Locke, J., “De la división de las ciencias”, en su Ensayo sobre el entendimiento humano, FCE,
México, 1982, pp. 727-728.
5 Leibniz, G. W., Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, Alianza, Madrid, 1992, p. 636.
197
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6 Hume, D., Tratado de la naturaleza humana, ed. de Félix Duque, Editora Nacional, Madrid,
1977, p. 676.
7 Ibid.
8 Prada Márquez, B.I., “Filosofía de la Ciencia y Valores”, Universidad Industrial de Santander,
Bucaramanga (Colombia), <http://www.campus-oei.org/valores/prada.htm>. [Consulta: 13 de
junio de 2003].
9 University of California Press, Berkeley, 1984.
198
Saber, poder y subjetividad
científica, trabajo que había ya iniciado en El progreso y sus valores (1977),10 donde
afirmaba que la ciencia, en esencia, es una actividad de resolución de problemas,11
coincidiendo en ello con Popper y Kuhn, pero subrayando que resolver problemas
no se reduce a explicar hechos; en efecto, hay numerosos hechos que durante largo
tiempo no supusieron problemas científicos, aceptándose para ellos explicaciones
míticas, religiosas o astrológicas. Laudan se separa de Popper al considerar que la
verdad y la falsedad son irrelevantes para la resolución de problemas,12 y coincide
con Lakatos al afirmar el criterio de racionalidad fundado en el progreso, “la
racionalidad consiste en la elección de teorías más progresivas”.13
Sin embargo, Laudan sólo se ocupa de los valores epistémicos (verdad,
coherencia, simplicidad y fecundidad predictiva), o lo que él llama “la evaluación
cognoscitivamente racional”, considerando que la ciencia sólo debe ocuparse de
la evaluación de las cuestiones epistémicas de la ciencia, renunciando al análisis
de la praxis científica en toda su complejidad, considerando que ésta (la praxis
científica) pertenece a dimensiones no racionales de la evaluación de problemas,
aunque curiosamente reivindica la dialéctica y la pluralidad de concepciones
rivales como signo de racionalidad y de progreso.
Ahora bien, Laudan, en su artículo “Progress or Rationality?” 14 (publicado
originalmente en 1986), y ante la paradoja planteada por la falacia naturalista
respecto de la imposibilidad lógica de pasar de cuestiones de hecho a cuestiones
normativas, propone el recurso a la historia de la ciencia: ella nos muestra cómo
cambian las reglas metodológicas a lo largo del tiempo. En este texto, que causó
mucho revuelo en su época, Laudan afirma que podemos cometer la falacia
naturalista sin que eso sea necesariamente una falacia. Es decir, podemos derivar
legítimamente, de una descripción de hechos, enunciados normativos. En otras
palabras, la falacia naturalista no es tal; podemos derivar lo normativo de lo
descriptivo: se puede demostrar que una metodología plenamente científica y
descriptiva hasta el detalle tendrá consecuencias normativas.15
¿Por qué razones plantea esto? ¿Por qué es importante para Laudan evitar
dicha falacia? Desde el principio del artículo, al recordar las distintas metodologías
199
José Ángel del Moral Palacios
científicas del momento, y ante las dificultades técnicas que plantean, dice que “no
todos han desistido de la empresa metodológica, pero aquellos que aún consideran
que la metodología científica tenga una función prescriptiva no están de acuerdo
respecto a cómo garantizar dicha metodología”. 16 Es decir, el problema de fondo, que
provoca la redacción del artículo, se refiere, por una parte, al problema práctico de
la existencia de varias metodologías en el “mercado”, cada una con sus respectivas
teorías de explicación del cambio teórico, y, por otra parte, a la imposibilidad de
que todas sean correctas, en tanto que algunas son contradictorias entre sí. ¿Cómo
determinar –dimensión prescriptiva– qué metodología es la adecuada? En otras
palabras, la cuestión suscitada por la formulación de la falacia naturalista alcanza
incluso a las metodologías científicas en tanto que disciplinas prescriptivas.
Pero más importante, desde mi perspectiva, es si realmente Laudan llega
o no a resolver el problema, o desde qué perspectiva (por supuesto, en la línea
naturalista) aborda la cuestión de la falacia. Para ello, seguiremos el desarrollo de
su pensamiento.
Ya desde el inicio del artículo,17 Laudan plantea las tesis fundamentales
en filosofía de la ciencia de algunos de los principales filósofos de ese momento
(Lakatos, Kuhn) que, según él, comparten cierta idea tradicional del conocimiento.
Analiza las tesis de Lakatos18 y su idea de la reconstrucción racional, haciéndonos
ver que este pensador (en su modelo) parte de la idea de que la racionalidad en
ciencia es algo sujeto a su modelo de cambio científico. Lakatos presupone un
método de descubrimiento ahistórico, acontextual, de aplicación universal. Ahora
bien, Laudan (al igual que Shapere) critica esta postura. Para él, todo conocimiento
está sujeto a revisión; no es perenne; la fuente de revisión de ese conocimiento es el
nuevo conocimiento que demanda una revisión del conocimiento anterior. Esto es
la idea básica de la retroalimentación continua.
Desde esta perspectiva plantea Laudan su metodología naturalística.19 Por
una parte, hay varias teorías de explicación del cambio teórico (Kuhn, Lakatos,
Laudan, Feyerabend); necesitamos, pues, un criterio para saber cuál de esos cuatro
modelos es “mejor”, cuál “modela” mejor el cambio científico (y que, en el fondo,
son metodologías científico-filosóficas). A este criterio Laudan lo llama el criterio
meta-metodológico, el cual es un criterio naturalístico, empírico en sentido amplio.
200
Saber, poder y subjetividad
20 Ibid., p. 132.
21 Ibid., p. 135.
22 Ibid., p. 137.
201
José Ángel del Moral Palacios
como una rama de la psicología descriptiva, y piensa que con la muerte del
fundacionalismo y con la cientificación de la epistemología ya no habrá problemas
normativos.
Ahora bien, para Laudan esto no es cierto. Por el contrario, una
descripción completa (detallada) de la metodología –ya lo mencionamos– tiene
consecuencias normativas, de tal manera que, con una descripción cuidadosa,
articulamos normatividad al describir los medios exitosos ‘y’ en el pasado para
llegar a fines cognitivos ‘x’. Laudan se refiere a una descripción cuidadosa que
identifique una relación medios-fines en el pasado.
En otras palabras, si la formulación de la falacia naturalista dice que
no se pueden deducir normas de hechos, Laudan dice simplemente que, a partir
de la historia, es más probable lograr ‘y’ siguiendo a ‘x’. Lo anterior significa
que podemos derivar normas, en tanto que relaciones medios-fines, a partir de
descripciones cuidadosas de la historia que consideren la relación texto-contexto,
o medios-fines, en cada etapa histórica, y ya no una mera descripción de medios o
de fines. En el fondo de esta postura existe el pensamiento de que es muy probable
que haya una analogía, no sólo entre cosas, sino entre relaciones (medios-fines).
De modo que la meta-metodología naturalista no necesita intuiciones
pre-analíticas sobre casos, sino datos obtenidos de la historia de las ciencias.23 En
este sentido es naturalista Laudan. Por otra parte, los criterios de racionalidad son
contextuales. El proceso cognitivo, transcontextual, es distinto de la racionalidad,
que es contextual, de manera que, si hay cambio, éste no es sólo contextual sino
también progresivo.
Es interesante comparar lo que dice Laudan en el ámbito de la filosofía
de la ciencia con la propuesta de Beuchot24 en el ámbito de la ética. La postura
que adopta este filósofo mexicano frente a la acusación de falacia naturalista en
muchos casos consiste, ya en afirmar la inexistencia de tal falacia, ya –admitiendo
que sea falacia– negar que se caiga en ella si se toma en cuenta la distinción entre
razón especulativa y razón práctica. En efecto, Beuchot se opone radicalmente a
que haya un paso ilegítimo del ser al deber-ser, pues, por una parte, es indudable
que hay una distinción real entre ser y deber-ser; pero, por otra parte, dicha
distinción no es tan tajante ni tan radical como en ocasiones se ha pensado y
23 Ibid., p. 138.
24 Beuchot, M., Filosofía y derechos humanos (Los derechos humanos y su fundamentación
filosófica), 5ª ed., Siglo XXI (Filosofía), México, 2004, 172 pp. Cf. Saldaña Serrano, J., “La falacia
naturalista. Respuestas para una fundamentación del derecho natural. Los argumentos de J. Finnis y
M. Beuchot”, en Problema. Anuario de Filosofía y Teoría del Derecho, núm. 1, 2007, pp. 419-447.
202
Saber, poder y subjetividad
propuesto. Y sigue dos caminos para llegar a dicha afirmación. En primer lugar,
siguiendo a Moulines,25 dice que
203
José Ángel del Moral Palacios
29 Finnis, J., “Natural inclinations and natural rights: Deriving ‘ought’ from ‘is’ according to
Aquinas”, en L.J., Elders, K. Hedwig, (comps.), Lex et libertas. Freedom and law according to
St. Thomas Aquinas, Pontificia Academia di S. Tommaso, Libreria Editrice Vaticana, Città del
Vaticano, 1987, p. 43. Citado en Beuchot, M., Op. cit., p. 138.
30 Beuchot, M., op. cit., p. 139.
31 Ibid., pp. 139-140.
204
Saber, poder y subjetividad
Más importante aún para nuestro tema, amén de esta analogía entre
ambas racionalidades, es el hecho de que, con respecto a la noción tomista de
razón práctica de acuerdo con la interpretación de Finnis,32 el razonamiento
práctico parte de la praxis vital del ser humano, donde se conocen ciertos
bienes básicos que deben ser realizados de acuerdo con lo establecido por
el primer principio de la razón práctica ya mencionado y con los restantes
requerimientos de la racionalidad práctica. Es decir, aunque tales bienes
forman parte de la condición humana, su conocimiento práctico no deriva del
conocimiento especulativo de una naturaleza abstracta o metafísica. ¿Cómo
se accede, pues, desde una perspectiva epistemológica, a la captación de
tales principios? De acuerdo con Finnis, las razones más básicas de la acción
humana son conocidas por evidencia, según este famoso texto de Tomás de
Aquino:
205
José Ángel del Moral Palacios
34 Respondeo dicendum quod, sicut supra dictum est, praecepta legis naturae hoc modo se
habent ad rationem practicam, sicut principia prima demonstrationum se habent ad rationem
speculativam, utraque enim sunt quaedam principia per se nota. [...] bonum est primum quod cadit
in apprehensione practicae rationis, quae ordinatur ad opus, omne enim agens agit propter finem,
qui habet rationem boni. Et ideo primum principium in ratione practica est quod fundatur supra
rationem boni, quae est, bonum est quod omnia appetunt. Hoc est ergo primum praeceptum legis,
quod bonum est faciendum et prosequendum, et malum vitandum. Et super hoc fundantur omnia
alia praecepta legis naturae, ut scilicet omnia illa facienda vel vitanda pertineant ad praecepta
legis naturae, quae ratio practica naturaliter apprehendit esse bona humana (Suma de Teología,
I-II, q. 94, a. 2, BAC, Madrid, 1997, p. 731).
35 Aquino, Tomás de, Suma Teológica, BAC, Madrid, 1956, pp. 118-119.
36 I-II, q. 47, aa. 4, 5c et ad 3.
206
Saber, poder y subjetividad
priori, sistemático, que abarcaría hasta los mínimos detalles de la acción concreta
y valdrían para todas las circunstancias históricas. La ley natural es, más bien,
algo de la razón práctica que se va descubriendo progresivamente, no a priori y
de un modo puramente lógico, en contacto directo y constante con la vida, con
sus virtualidades y circunstancias, acomodándose ágilmente a ellas, y, según se
aleja de sus fines primordiales y de sus primeros principios, varía, si es necesario,
sus perspectivas y aplicaciones a la luz de esas circunstancias. La ley natural
no llega hasta todos los detalles de la acción que ya no son de su competencia,
porque como “ley” sólo se refiere a las proposiciones de contenido universal y no
particular, y como ley “natural” abarca sólo lo que está imperiosamente exigido,
con ligamen necesario, por la naturaleza del hombre y de las cosas. Es la misma
razón práctica, mediante la prudencia individual y la conciencia (o en virtud de
las leyes humanas, fruto de la prudencia gubernativa), quien va inventando los
principios o enunciados morales que en cada momento hayan de determinar las
casi infinitas posibilidades que presenta la acción humana concreta.
Ya Aristóteles afirmaba, en la Ética Nicomáquea, que la Ética forma
parte de la Política, que no es una ciencia exacta.37 El filósofo divide las virtudes
en éticas (morales o prácticas): templanza, fortaleza y justicia; y dianoéticas
(intelectuales o teóricas), que son cinco, dos que pertenecen a la parte opinativa
(sic) del intelecto-razón, a saber, el arte (techné) y la prudencia (phrónesis), y
tres que pertenecen a su parte científica: intelecto (nous), ciencia (epísteme) y
sabiduría (sophía). El objeto de la ciencia es todo lo necesario y eterno.38 El arte
versa sobre la génesis; practicar un arte es considerar cómo puede producirse
algo que es susceptible tanto de ser como de no ser y cuyo principio está en
quien lo produce y no en lo producido.39 Respecto a la prudencia, dice el filósofo
que podemos llegar a comprender su naturaleza considerando a qué hombres
llamamos prudentes. Y añade:
37 1094a 17 – 1095ª 13 (I, 2-3). Hemos consultado la siguiente traducción: Aristóteles, Ética Ni-
comáquea. Ética Eudemia, trad. Julio Pallí Bonet, Gredos (BCG, 89), Madrid, 1988, pp. 130-132.
Véase también: Mauri, M., “La ‘teoría’ de la actividad práctica”, en Analogía filosófica, México,
Año VI, núm.1, 1992, pp. 29-38.
38 Aristóteles, Ética Nicomáquea, 1139b 14 – 35 (VI, 3), pp. 270-271.
39 1140a 1 – 22 (VI, 4), pp. 271-273.
207
José Ángel del Moral Palacios
pueden ser de otra manera (porque todas las cosas pueden ser de otra manera),
ni tampoco es posible deliberar sobre lo que es necesariamente, la prudencia
no podrá ser ni ciencia ni arte; ciencia, porque el objeto de la acción puede
variar; arte, porque el género de la acción [praxis] es distinto del de la
producción [poiesis]… La prudencia, entonces, es por necesidad un modo
de ser racional, verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno para el
hombre… Y, siendo dos las partes racionales del alma, la prudencia será la
virtud de una de ellas, de la que forma opiniones, pues tanto la opinión como
la prudencia tienen por objeto lo que puede ser de otra manera...40 Puesto
que la ciencia es conocimiento de lo universal y de las cosas necesarias…
lo científico es demostrable, mientras que el arte y la prudencia versan sobre
cosas que pueden ser de otra manera…41 [L]a sabiduría es ciencia e intelecto
de lo más honorable por naturaleza… La prudencia, en cambio, se refiere
a cosas humanas y a lo que es objeto de deliberación. En efecto, decimos
que la función del prudente consiste, sobre todo, en deliberar rectamente, y
nadie delibera sobre lo que no puede ser de otra manera ni sobre lo que no
tiene fin, y esto es un bien práctico. El que delibera rectamente, hablando en
sentido absoluto, es el que es capaz de poner la mira razonablemente en lo
práctico y mejor para el hombre. Tampoco la prudencia está limitada sólo a
lo universal, sino que debe conocer también lo particular, porque es práctica
y la acción tiene que ver con lo particular… La prudencia es práctica, de
modo que se deben poseer ambos conocimientos o preferentemente el de las
cosas particulares. Sin embargo, también en este caso debería haber una
fundamentación.42
40 1140a 23 – 1140b 27 (VI, 5), pp. 273-274. Las cursivas son mías.
41 1140b 31 – 36 (VI, 6), pp. 274-275.
42 1141b 4 – 23 (VI, 7), pp. 276-277.
208
Saber, poder y subjetividad
El conocer es doble: uno especulativo que tiene por fin la verdad, como escribe
el Filósofo. El otro tiene por fin las operaciones, que es causa y regla de
cuanto es hecho por el hombre. Ahora bien, de cuanto es hecho por el hombre,
algunas cosas se llaman factibles [factibilia]: son las que ocurren mediante la
transformación de algún material externo, como sucede en las obras del arte
mecánico. En otros casos, a veces, casi no se da ninguna transformación de
material externo, sino la moderación de las propias pasiones y operaciones.
En ambos casos la que preside es la razón práctica [practica cognitio]. Para
la vida activa no se exige cualquier forma de conocimiento práctico, sino sólo
aquél que en las cosas agibles [in agilibus] dirige la obra propia de la virtud
moral. Tal conocimiento es necesario para la elección, que es de lo que se trata
la virtud moral. 46
La razón práctica guía al hombre en todos los campos del actuar, pero
en modo particular en el de la moral, la cual tiene por fin no el conocimiento
sino la acción: In scientiis moralibus finis non est cognitio sed opus.47 La
43 Beuchot, M., Phrónesis, analogía y hermenéutica, UNAM, FFL, México, 2007, pp. 22-23.
44 Cf. Mondin, B., “Ragione”, en Dizionario Enciclopedico del Pensiero di San Tommaso d’Aquino,
Edizioni Studio Dominicano (Coll. In Unum), Bologna, 1991, p. 512.
45 Ibid., p. 513.
46 III Sent., d. 35, q. 1, a.3, sol. 2.
47 Ibid.
209
José Ángel del Moral Palacios
210
Saber, poder y subjetividad
que, para Kant, “el juicio es la facultad de concebir lo particular como contenido
en lo general”;55 en otros términos, podemos decir que es la forma de pasar de
lo universal a lo particular a través de la phrónesis, noción después rescatada
por Gadamer56 y Hannah Arendt57, y más recientemente por Rawls,58 Carlos
Thiebaut59 y el mismo Beuchot.60
El “bien” humano, por tanto, se alcanza por medio de la actualización
de las inclinaciones propias del ser humano, por la manera y forma en que éstas
lo aprehenden, por el modo de lograrlas en el ámbito de la praxis mediante la
experiencia y la deliberación prudencial. Es decir, dichas inclinaciones propias,
“naturales”, en el ser humano, están mediadas por la racionalidad y ésta es de tipo
práctico, phronético, no especulativo.
En otros términos, el criterio de conformidad o contrariedad respecto del
ser humano es la racionalidad práctica. Lo correcto moralmente y su contrario
no se infieren de una noción a priori “metafísica” del ser humano, sino de lo que
es razonable moralmente para la consecución o preservación de un bien. Para el
aquinate, descubrir qué es lo correcto o lo incorrecto no es preguntarse por si está
o no de acuerdo con una “naturaleza humana” abstracta, sino si tal acción es o no
razonable prácticamente.61
Así, aun aceptando que la falacia naturalista sea una auténtica falacia,
en el razonamiento o silogismo práctico tomista no sucede tal falacia naturalista.
Beuchot cita al respecto un ejemplo silogístico de Massini, quien a su vez sigue
a Kalinowski, donde la premisa mayor es una reformulación del primer principio
práctico, la menor es un aspirante a precepto de ley natural, y la conclusión es la
declaración de obligatoriedad de ese precepto:
211
José Ángel del Moral Palacios
62 Sertillanges, A., La philosophie de S. Thomas d’Aquin, Aubier, Paris, 1940, T. I, pp. 50-53.
63 Beuchot, M., Filosofía y derechos humanos… p. 143.
64 Ibid., p. 140.
65 Ibid., p. 141. Desde una perspectiva ético-dialéctica, Dussel sostiene también que de lo que se
trata es de prestar atención al hecho de que el contenido implícito, en el enunciado descriptivo que
cumple con la función de premisa mayor o menor, incluye un componente oculto ya normativo.
En especial, el enunciado normativo de la conclusión fundada subsume las conclusiones de las
ciencias: explicita entonces un contenido normativo implícito en las premisas. Véase: Enrique
Dussel, “Algunas reflexiones sobre la «falacia naturalista». (¿Pueden tener contenidos normativos
implícitos cierto tipo de juicios empíricos?)”, en Diánoia, núm. 46, 2001, pp. 65-79, en especial
las pp. 76-77.
212
Saber, poder y subjetividad
los bienes concretos a alcanzar por el hombre.66 Lo anterior significa que, sin
necesidad de recurrir a instancias “metafísicas”, sino más desde una perspectiva
antropológico-filosófica, podemos afirmar que en las necesidades del ser humano
están ya sus derechos (derechos humanos), pues la necesidad engendra derechos.
Me parece que, con estas observaciones, podemos considerar como
complementarias las lecturas que de la problemática de la falacia naturalista
hacen, cada quien desde su perspectiva, Laudan y Beuchot. Podríamos decir que
la falacia naturalista es, en efecto, una falacia desde una perspectiva meramente
lógico-semántica, mas no desde una perspectiva del orden de la pragmática.
De modo que, aunque la tesis de la falacia naturalista pesa muy fuerte sobre la
tradición empirista, sin embargo, esta línea de argumentación se basa en una tesis
previa que difícilmente se puede seguir manteniendo hoy: la naturalización de
los hechos. En la medida en que haya una construcción social –y, en ese sentido,
pragmática– de los hechos, es decir, en la medida en que los hechos mismos
incluyen ya implícitamente una dimensión normativa que hay que explicitar, o,
en otros términos, en la medida en que no hay términos descriptivos que estén
exentos de valoración, como tampoco hay términos valorativos que no encuentren
su base en la experiencia de los hechos, y en la medida en que sepamos servirnos
adecuadamente de la razón práctica con todas sus implicaciones, la acusación
de incurrir en la falacia naturalista adquiere en adelante un carácter meramente
prudencial en tanto que preventivo.
Por otra parte, podemos ver también el carácter análogo de la utilización
de la racionalidad práctica en ámbitos distintos del conocimiento, como son la
Ciencia y la Ética o el Derecho. En efecto, habíamos visto que Laudan, ante
la paradoja planteada por la falacia naturalista, propone el recurso a la historia
de la ciencia, la cual nos posibilita derivar lo normativo de lo descriptivo. Así,
en filosofía de la ciencia, y desde un planteamiento empírico, reformula los
enunciados prescriptivos absolutos en la forma del imperativo hipotético, en
donde la fuente para saber que para llegar a ‘x’ debo hacer ‘y’ es la historia de
la ciencia en su dimensión de scientiae prudentia y siempre como un imperativo
hipotético. Sin historia no podríamos saber qué medios son adecuados a qué
66 Saldaña Serrano, J., op.cit., pp. 439-440. En este sentido, la dirección que existe en el plano de
la interrelación actividad teórica-actividad práctica es, propiamente: praxis I – teoría – praxis II,
donde la praxis I plantea la necesidad de una decisión frente a un abanico de posibilidades, y la
praxis II la ejecución o acto de la decisión tomada por mediación de la teoría. La teoría justifica
la decisión tomada, de forma que cualquier pregunta acerca del porqué de un acto incluye en su
respuesta esta teoría. Véase: Mauri, M., “La ‘teoría’ de la actividad práctica”, p. 36.
213
José Ángel del Moral Palacios
214
Indagación sobre algunos tópicos filosóficamente relevantes
que pueden ser extraídos a partir de la física cuántica:
Análisis del libro La física cuántica de Etienne Klein
215
José Agustín López Mosqueda
216
Saber, poder y subjetividad
3 Op., cit., p. 9.
217
José Agustín López Mosqueda
4 Con el principio de Heisenberg se reconoce lo ilegítimo que resulta pretender caracterizar los
objetos cuánticos a partir de los atributos de los objetos de la física clásica, es decir de los atributos
de los corpúsculos.
218
Saber, poder y subjetividad
219
José Agustín López Mosqueda
dónde resulta operativo el lenguaje científico si, al parecer, ya debe aplicarse a otro
modelo de realidad? Bueno, el concepto debe describir determinada información
y sólo puede darse bajo determinadas condiciones. El contenido del concepto
es la definición y sólo hay un concepto por cada caso particular, “no estamos en
libertad de utilizar irrestrictamente un concepto que ha recibido su definición a
partir de un experimento concreto con el objeto de dar cuenta de cualquier otro
experimento”.5
Otro aspecto interesante a considerar es el de la formalidad de la ciencia a
partir del desarrollo de la física cuántica. La física cuántica es un formalismo ¿ello
en qué sentido? Invariablemente la física cuántica también requiere de modelos
que se adapten a sus necesidades. Siempre hay un fenómeno y este fenómeno
tiene que transfigurarse necesariamente en expresión, en representación, pero en
representación operante. La representación de la física cuántica está ejemplificada
por el modelo vectorial o de espacio vectorial.
Un sistema físico tiene estados a pesar de que el sistema es universal.
Los estados pueden variar; un estado se constituye, por ejemplo, de posición o
de velocidad. El estado, es decir, la variación, se representa por el sistema de
vectores. Un estado tiene entonces evidentes entidades que lo componen. Las
entidades que componen el estado son el espacio vectorial, y cada entidad que
lo compone es un vector. Dichos entes son vectores de estado. Los vectores de
estado, es decir, las entidades que componen un estado, que es la variación en un
sistema, son la parte formal de la física cuántica.
La física cuántica recurre a una representación para explicar los estados
físicos de los sistemas, por ello es que recurre al modelo vectorial. En esta
representación y sólo en esta consiste el formalismo de la física cuántica. Los
vectores de estado no han de ser entendidos de otro modo sino como cantidades
multiplicables y con múltiples posibilidades de interacción.
Ahora bien, ¿qué problema filosófico implica este formalismo? Los
espacios vectoriales son una representación formal de la física cuántica, pero no
se sitúan en un espacio físico determinado sino que aparecen como estadísticas
o ecuaciones. El formalismo de la física cuántica sólo es matemático y responde
a un modelo de realidad física posible, más no formal en el sentido de ciencia
universal.
220
Saber, poder y subjetividad
sucesos que este formalismo pretende describir: esa emancipación respecto del
espacio ordinario instaura pues una especie de distancia entre la representación
de los fenómenos y los fenómenos en sí. En esta bifurcación entre el mundo
y su representación se hundirá todo género de cuestionamientos inéditos y de
nuevas hipótesis.6
221
José Agustín López Mosqueda
222
Saber, poder y subjetividad
Por otra parte, también hay que considerar que la objetividad científica, cuando
se trata de la ciencia contemporánea ocupándose de la energía, como es el caso de la
física cuántica, no puede ser aislada ni abstracta o estéril. La ciencia contemporánea
no puede desligarse de lo que ahora llamamos tecnología (con su acentuada y marcada
intervención) y hay que entender que la tecnología es algo que se caracteriza por su
planificación integral y no parcial (como sería en el caso de la técnica). La tecnología
supone conocimiento científico de base para elaborar dispositivos experimentales.
Solamente con el conocimiento técnico no es posible elaborar dichos dispositivos
ya que no hay un bagaje científico (por ejemplo, no podemos hacer técnicamente un
acelerador de partículas), pero hay que tomar en cuenta que este cambio radical es
una tendencia y no un capricho histórico. Lo que podemos notar que se transforma es
el criterio de objetividad y eso es lo filosóficamente relevante a este respecto.
Hasta aquí hemos venido mencionando algunas de las distancias que
ha tomado la ciencia contemporánea y la física cuántica respecto a los modelos,
actividades y consideraciones de la ciencia moderna y de la física clásica. Vemos
ahora desde la perspectiva de la filosofía cómo es que los problemas fundamentales
de la ciencia cambian de fondo. Reiteremos entonces este asunto.
La física clásica en su momento se ocupó del comportamiento de los
cuerpos en el espacio y de los movimientos de la materia. Por su parte, la física
cuántica se ocupa fundamentalmente de la energía y da cuenta de cuerpos con
una configuración alejada de las nociones de espacio y tiempo tradicionales; por
ejemplo, el principio de Heisenberg y la constante de Planck ya no hablaban de
modelos mecánico-corpusculares sino de constantes de energía. Lo anterior indica
que a nivel epistemológico hay algo importante que debemos tomar en cuenta:
cuando el objeto de estudio es la energía con comportamiento ondulatorio, como
ocurre en la física cuántica, y ya no un cuerpo en el espacio, como en la física
clásica, a la conclusión que debemos llegar es a que los cuanta, el mismo objeto de
estudio, representan unidades de campo y no de área, posición o lugar. A partir de
aquí el asunto de la materia comienza a ponerse en entredicho.
Con la llegada de la física cuántica, la materia comienza a presentarse
como un espejismo o como una ilusión. Sólo es una interpretación fenoménica. La
cuántica admitirá en este sentido que no se quiere decir con ello que la materia no
exista, sino que existe sólo en determinadas dimensiones espacio-temporales. La
materia deja de ser una entidad originaria primordial. La materia, como la considera
la física cuántica, tiene un comportamiento energético (equivalencia masa-energía).
Esto nos remite nuevamente a la crisis del principio de identidad, importante tanto
para la física moderna como para la ontología, y también a un replanteamiento del
problema mismo del conocimiento.
223
José Agustín López Mosqueda
A manera de conclusión
Hasta aquí hemos visto algunos de los aspectos que con el nacimiento de la
física cuántica exigieron serios replanteamientos al nivel del discurso filosófico.
224
Saber, poder y subjetividad
También hemos tratado de hacer notar algunas de las diferencias entre la ciencia
moderna y el desarrollo de la ciencia actual, particularmente desde el análisis de
la física cuántica tal como la describe Etienne Klein; no obstante, para finalizar el
presente trabajo resulta necesario hacer énfasis en unas últimas cuestiones.
Hay que destacar que históricamente, con la llegada de la física cuántica,
se pone en crisis el propio concepto de cultura del Renacimiento, de la Edad
Moderna y de la Enciclopedia. Esto trae consecuencias importantes a nivel de
la reflexión sociocultural y antropológica. La edad moderna, desde sus inicios, y
posteriormente la ilustración, propugnaban que en todos los hombres hay una luz
natural y que por medio de la ciencia todo hombre puede adquirir conocimiento. La
ciencia contemporánea, por el contrario, restringe el conocimiento en tanto que lo
hace inaccesible para el sentido común y se transforma así en un ente excluyente.
El avance científico y filosófico parecen entonces rebasar la propia
reflexión humana en torno a su ser y a su actuar, y, sin embargo, el hecho mismo de
este rebasar implica replanteamientos de fondo justamente en el sentido del actuar
y del reflexionar acerca del hombre y el mundo. La filosofía ahora se encontrará
separada de la ciencia de una manera aparentemente radical, y deberá reconocer
que esta separación necesariamente le brindará nuevos modos de llevar a cabo
su actividad e influirá en la renovación de sus problemas para darles distintas
dimensiones, reconociendo a su vez que los problemas actuales de la física son
problemas filosóficos.
Con respecto a la ciencia hay que tomar en cuenta el hecho de que la
filosofía, como actividad reflexiva en el sentido de praxis, está encargada de poner en
consideración las interpretaciones de la realidad que tengan lugar con el desarrollo
de la actividad humana. La ciencia como actividad debe mostrar justamente esa
apertura a ser objeto de análisis en los términos de interpretación al ser justamente
un discurso interpretativo.
Sobre esto último, hay que tomar en cuenta que ante la superficial afirmación
de que todo es interpretación (afirmación aparentemente viable bajo la óptica del
desarrollo científico contemporáneo) se cae en relativismos, en subjetivismos y en
agnosticismos. El mismo Nietzsche, interesado en los alcances de la interpretación,
estaría propiamente en contra de esta visión reduccionista. Lo que hay que tener en
cuenta, en la medida en que la ciencia es objeto de reflexión de la filosofía, es que
dicha ciencia sólo es un modelo para interpretar el mundo. Kant dirá que el sujeto
y el objeto del conocimiento siempre son un proceso. Se entiende lo anterior en la
medida en que se reconoce que no hay conocimiento sino un sujeto interpretante.
El caso particular de la física cuántica interesa a la filosofía en el sentido
de que la primera pone en crisis problemáticas propias de la filosofía; pero
225
José Agustín López Mosqueda
Bibliografía
• Clemente de la Torre, A., Física cuántica para filósofos, FCE, México, 2000.
• Klein, E., La física cuántica, Siglo XXI, México, 2003.
• Nicol, E., Los principios de la ciencia, FCE, México, 1984.
• Popper, K., Teoría cuántica y el cisma en física, Tecnos, Madrid, 1996.
226
Metafísica y dinámica caótica
Vicente Aboites
Centro de Investigación en Matemáticas /
Centro de Investigaciones en Óptica
Resumen
From an internalist viewpoint for mental states, it is proposed that any dynamical
system with coexisting chaotic attractors has an emergent property. This provides
a non reductive explanation of mental states and their high sensitivity to noise
and initial conditions. If metaphysical terms result from the mental states and
these are emergent properties of dynamical systems with coexisting attractors,
such as the brain, it is suggested that this may provide a physical explanation of
metaphysical concepts.
227
Vicente Aboites
Desde los escépticos griegos hasta los empiristas del siglo XIX han habido
muchos opositores a la metafísica. La naturaleza de las críticas expuestas
ha sido muy diversa. Algunos han declarado que la teoría metafísica es
errónea en razón de oponerse a nuestro conocimiento empírico. Otros la
han considerado únicamente incierta en base al hecho de que sus problemas
trascienden el límite del conocimiento humano. Muchos antimetafísicos han
declarado estéril el ocuparse de las interrogantes metafísicas, pudieran o no
ser respondidas, porque en todo caso es innecesario preocuparse por ellas.
(Carnap, 1932).
228
Saber, poder y subjetividad
229
Vicente Aboites
m d2x/dt2 + k x = 0 (2)
Para este caso, el vector de espacio fase es x = (x1, x2), el cual tiene
elementos; x1 = x ; x2 = v. Para este ejemplo la ecuación vectorial que describe al
sistema dinámico tiene componentes:
230
Saber, poder y subjetividad
dx/dt = v (3.1)
dv/dt = - ω2 x (3.2)
En donde por simplicidad se ha definido ω2 = k/m. A partir de un punto arbitrario
(x0, v0), se puede en el espacio fase (x, v) ver gráficamente la trayectoria que el
sistema dinámico describe en el tiempo. Para el caso (x, v) = (0, 0) se tiene un
“punto fijo” mientras que el péndulo en oscilación esta descrito en el espacio fase
como un círculo o una elipse; toda trayectoria aislada y cerrada se conoce como
“circulo límite”. Si el péndulo oscilara en un medio viscoso perdería energía y
el lado derecho de la ecuación (2) no sería igual a cero, en este caso se tendría
un sistema dinámico disipativo. Sistemas dinámicos en tres o más dimensiones
(como muchos sistemas físicos, incluidas las redes neuronales) pueden generar en
el espacio fase trayectorias muy complejas en donde se tiene cuasi-periodicidad
y caos. En general se define “caos” como el comportamiento aperiódico a largo
plazo en un sistema determinístico que es altamente sensible a las condiciones
iniciales. Vale señalar que por “comportamiento aperiódico a largo plazo” se
entiende que cuando t – ∞ las trayectorias en el espacio fase no terminan en
puntos fijos, órbitas estables o cuasi-periódicas. Por “determinístico” se entiende
que el sistema no tiene como entradas señales aleatorias o ruido, esto es, el
comportamiento irregular del sistema ocurre debido a sus propias características
no-lineales. Finalmente, por “altamente sensible a las condiciones iniciales” se
entiende que trayectorias iniciales en el espacio fase muy cercanas evolucionan
alejándose una de otra exponencialmente en el tiempo. Por último, es importante
mencionar que un “atractor” en el espacio fase es un conjunto de trayectorias
vecinas que convergen; un punto fijo, un círculo límite y un atractor cuasi-
periódico son ejemplos de atractores no caóticos. Sin embargo, existe también
el caso en que la trayectoria de un sistema dinámico converge a un atractor de
dimensión fractal llamado “atractor extraño” y en este caso se tiene caos. De
hecho, un sistema caótico es un sistema tal que su comportamiento a largo plazo
puede ser descrito por un atractor extraño.
Dos ejemplos de fenómenos emergentes caóticos son, los fluidos
turbulentos y, desde luego, el clima. Desde un punto de vista microscópico, un
fluido turbulento se compone de una multitud de partículas en movimiento tales
que las propiedades del fluido turbulento dependen de las propiedades de las
partículas del fluido. Sin embargo las propiedades del fluido turbulento no pueden
determinarse a partir de las partículas individuales involucradas. Por tanto las
propiedades de un fluido turbulento son propiedades emergentes que dependen de
las propiedades de las partículas que lo componen. Vemos que en este ejemplo el
231
Vicente Aboites
232
Saber, poder y subjetividad
233
Vicente Aboites
234
Saber, poder y subjetividad
ha descrito como ese “proceso especial del cerebro” que permitirá explicar la
conciencia. Se debe subrayar que esta propuesta no afecta, de hecho ni siquiera
toca, la discusión sobre la realidad o irrealidad de la metafísica y sus términos,
pues sólo se propone que todos los términos, físicos y metafísicos, tienen un
origen físico común.
La explicación científica de la mente y de la conciencia es posiblemente
el más grande reto científico de la humanidad. El autor confía que investigaciones
futuras eventualmente lo explicarán, aunque esto implique cambios en nuestros
paradigmas reduccionistas del mundo.
Agradecimientos
Bibliografía
235
Vicente Aboites
236
Saber, poder y subjetividad
237
El problema del lenguaje privado en el pensamiento
de Ludwig Wittgenstein
II
239
Beatriz Tovar Hernández
1 Las palabras no sólo sirven para figurar la realidad, el lenguaje sirve para insultar, para recono-
cer a alguien cuando hace algo bien, etcétera.
240
Saber, poder y subjetividad
Por esta razón, las reglas de nuestros juegos de lenguaje son las que establecen
los significados de nuestros conceptos. Considérese, por ejemplo, la forma en que
nos percatamos de que un niño conoce el significado de una palabra. Sólo a través
del uso que hace el niño de la palabra en diversos contextos es como podemos
saber si el niño ha aprendido su significado. Saúl Kripke en su famoso libro
Wittgenstein: Reglas y Lenguaje Privado (1981) se pregunta ¿Cómo sabemos
que el niño ha hecho un uso correcto de un concepto? Y en este sentido propone
que Wittgenstein plantea un nuevo tipo de escepticismo sobre el seguimiento de
regla que “sólo una forma muy rara de pensar podría haber producido” (Kripke,
1989, p. 66). Veamos rápidamente en qué consiste la interpretación de Kripke.
Kripke reflexiona sobre un ejemplo aritmético: la suma. Para denotar la función
matemática de la adición, para todos los números enteros positivos utilizo la
palabra ‘más’ y el símbolo ‘+’, esto lo he aprendido en el pasado a través de un
número finito de ejemplos de sumas. Mi aprendizaje me capacita para que en
el futuro pueda calcular cualesquiera nuevos casos de sumas. Considérese que
el cálculo 68+57 no lo he efectuado nunca antes, y que además estos números
exceden todos mis cálculos previos. La respuesta que doy para la suma de 68+57
es 125. El escéptico cuestiona mi respuesta al sugerirme que quizá en el pasado
yo usé ‘más’ y ‘+’ para denotar una función ‘tás’ simbolizado por ⊕, donde tás
es definida como un cálculo en que dos números, sean x y y tienen el mismo
resultado que una suma, si x y y son menores que 57, en otro caso serán igual a 5.
Lo anterior se formaliza así:
x + y=x+y, si x, y<57=5
241
Beatriz Tovar Hernández
estoy utilizando una adición o una tadición para hacer mi cálculo). La solución
escéptica de Wittgenstein supone: a) que la comunidad tiene un acuerdo general
sobre sus conceptos, b) que los conceptos están entrelazados con actividades que
son nuestras formas de vida, y 3) que es necesario que existan criterios externos
para mostrar si una persona usa los términos como ella (Ibid., pp. 92-94).
La interpretación de Kripke es rechazada por Hacker y Baker, ellos
sostienen que el punto de vista de Wittgenstein consiste no en plantear un
escepticismo, sino en mostrar que sus supuestos son infundados, pues las dudas
escépticas sólo pueden ser formuladas dentro de una práctica del lenguaje.2 De lo
que duda el escéptico es de la aplicación de las reglas, pero las reglas son prácticas,
son formas de actuar, y no tiene sentido preguntar por su fundamento puesto que
no es necesario hacerlo, basta con que existan prácticas para mostrar que las
preguntas del escéptico no tengan sentido. Seguir una regla es, como señalan
Hacker y Baker, una práctica, una costumbre o un modo de comportamiento
que no puede ser justificado a partir de una comunidad (Dancy, 1993, p. 96).
En este mismo sentido, Barry Stroud en su artículo “Wittgenstein and logical
necessity”, dice que nuestras formas de actuar o formas de vida no pueden ser
justificadas en un sentido wittgensteiniano, pues es el mismo Wittgenstein quien
en Observaciones sobre los Fundamentos de la Matemática afirma lo siguiente:
“El peligro aquí, yo creo, es dar una justificación de nuestro proceder cuando no
hay una cosa semejante como una justificación y nosotros debemos simplemente
que haber dicho: que es como nosotros lo hacemos” (OFM, II, sec. 74).
III
Teniendo presente lo anterior veamos ahora cómo debe ser entendido, desde la
postura wittgensteiniana, un lenguaje privado. En primer lugar, debemos tener
claro que Wittgenstein por lenguaje privado no entiende el uso privado que
hacemos del lenguaje, por ejemplo el insultarnos, consolarnos, alabarnos o
2 Para dudar es necesario encontrarnos en un juego de lenguaje donde las palabras tienen signifi-
cado, el cual hace posible el sentido. Por ejemplo, Wittgenstein en Sobre la Certeza sostiene que la
duda cartesiana no es genuina porque pretende dudar de todo el conocimiento adquirido, pero este
conocimiento supone su lenguaje para poder dudar. Por ello, señala Wittgenstein que "las preguntas
que hacemos y nuestras dudas, descansan sobre el hecho de que algunas proposiciones están fuera
de duda, son –por decirlo de algún modo– los ejes sobre los que giran aquellas" (SC, sec. 341). Con
otras palabras, “una duda que dudara de todo no sería una duda" (Ibid., sec. 450).
242
Saber, poder y subjetividad
¿Pero sería también imaginable un lenguaje en el que uno pudiera anotar o expresar sus
vivencias internas –sus sentimientos, estados de ánimo, etcétera– para su uso propio?
–¿Es que no podemos hacerlo en nuestro lenguaje?– Pero no es eso lo que quiero decir.
Las palabras de este lenguaje deben referirse a lo que sólo puede ser conocido por el
hablante, a sus sensaciones inmediatas, privadas. Otro no puede, por tanto, entender este
lenguaje. (IF. Sec. 243).
243
Beatriz Tovar Hernández
IV
244
Saber, poder y subjetividad
245
Consideraciones filosóficas sobre las relaciones
de conocimiento y poder en la investigación,
gestión y desarrollo tecnológico
247
Fernando Manuel González Vega
y conocimiento que, por un lado, está sujeto a pruebas sistemáticas que exigen
eficiencia y calidad, y por otro, que está determinado por condiciones económicas
y políticas que contradicen su referente social. Cuando la investigación y el
desarrollo se entrelazan con esquemas de organización, participación y gestión
tecnológica, aparecen aun más evidentes sus vínculos con el poder, sea por su
tratamiento técnico en sí o por sus repercusiones en lo económico, político, social
o ambiental. Aquí es donde la filosofía está llamada a cuestionar no sólo las bases
gnoseológicas de estos procesos, sino también las determinantes ético-políticas
que tocan las diversas formas en que se diseña, produce y gestiona la tecnología.
No basta con identificar las condiciones de acceso y constitución del
conocimiento técnico, sea éste de procedencia individual, grupal, empresarial,
institucional o social, también hay que indagar al interior del propio proceso
innovador la serie de problemas filosóficos respecto a su origen y propósito, así
como en las bases científicas y técnicas que le sustentan, sus alcances y sus límites,
en su génesis, en sus procesos, en sus productos y, especialmente, en sus impactos.
Se hará mención de algunos cuestionamientos epistemológicos, que surgen por
la forma en que se incorporan los criterios disciplinarios, interdisciplinarios,
económicos, técnicos, políticos y sociales que afectan las decisiones del proceso
de investigación y desarrollo, así como las determinantes de poder implicadas
en el vínculo entre la investigación y la gestión tecnológica. Se mencionarán
para ello, algunos ejemplos provenientes del ámbito académico, empresarial y del
control social de la tecnología.
De ahí que el propósito de la ponencia es sostener que la investigación
y el desarrollo tecnológico, así como su gestión, son un objeto privilegiado de
estudio como proceso revelador de las condiciones de poder que intervienen en lo
funcional, lo económico y lo político, sus repercusiones sociales y ambientales.
Por ello se requiere explicitar y criticar los supuestos científicos y filosóficos que
están soportando su quehacer de la tecnología, tanto en su potencial cognoscitivo,
como en sus intencionalidades valorativas, además del poder implicado en los
compromisos derivados de su aplicación, seguimiento y control del desarrollo
tecnológico.
Presentaré esta temática a través de tres puntos fundamentales: el
primero, dedicado a clarificar problemas de concepción de la técnica en general y
su relación con el dominio, el poder y el control de la misma; en segundo término,
se hará la descripción de los elementos que intervienen en la investigación y
desarrollo tecnológico, como conocimiento y poder; el tercer punto está dedicado
brevemente a la gestión tecnológica, entendida como aquella función estratégica
de poder que está inmersa en la negociación y en la determinación del rumbo de
248
Saber, poder y subjetividad
249
Fernando Manuel González Vega
1 Van Melsen, A., Science and technology, Duquesne University Press, Pittsburg, 1961, pp. 257-258.
2 Dessauer, F., Discusión sobre la técnica, Ed. Rialp, Madrid, 1964, p. 166.
250
Saber, poder y subjetividad
3 Heisenberg, W., Physics and philosophy, Harper & Row, New York, 1958, p. 189. (Versión
castellana: Física y filosofía, Emecé Editores, Buenos Aires, 1962).
4 Dubos, R., So human and animal, Scribner´s, New York, 1968, p. 191.
5 Op.cit., pp. 231-232.
6 Galbraith, J., The new industrial state, The new american library, New York, 1968, p. 19. (Versión
castellana: El nuevo estado industrial, Ariel, Barcelona, 1967).
7 Heidegger, M., Discourse of thinking, Harper & Row, New York, 1966, p. 51.
251
Fernando Manuel González Vega
hecho de que Hitler fue el primero capaz de emplear los instrumentos tecnológicos
para multiplicar el crimen… A mayor tecnología, mayor es el peligro”.8
Sorprende encontrar esta postura en pensadores como los mencionados,
pues subyace la aceptación de una autonomía inherente a la técnica que debe
ser cuestionada y revisada con mayor detenimiento. Entonces, cabe preguntarse
¿cómo podemos explicar el hecho que tantas personas inteligentes hayan abrazado
esta idea?. Con Langdon Winner, estudioso del tema de la autonomía de la técnica
como incontrolada y como objeto del pensamiento político, identificamos que el
elemento común de esta postura no es ni un sentimiento de ambivalencia sobre las
técnicas modernas, ni una falta de fe en el vínculo entre el desarrollo tecnológico
y el progreso humano.
La ambivalencia de la técnica está soportada en la capacidad del hombre
para dominar las cosas cuando hay fallas en él, por tanto la técnica también
posee una dimensión negativa. Entonces la técnica no posee en sí independencia
de su productor; lo mismo podemos decir del vínculo ingenuo entre técnica y
progreso, pero ahora, basados en el supuesto objetivo de que los instrumentos
técnicos de suyo apuntan al progreso. Las acusaciones a la autonomía tecnológica
manifiestan más bien “un desorden mental ante el colapso del punto de vista
ordinario”,9 sostiene Winner. El descubrir que algo está incontrolado se convierte
en significativo en tanto atenta contra el supuesto de que todo debería estar bajo
control. En la cultura occidental “se comparte la creencia de que la capacidad de
controlar es un requisito necesario para la supervivencia humana… creemos que
el control es posible y que debemos procurarlo”.10
La preocupación de la ciencia y la técnica por el control manifestado
en aislar condiciones variables del medio ambiente y manipularlas según
conveniencia, se ha expresado y justificado con términos próximos al lenguaje
político. “Quizás esto no sea sorprendente si recordamos que tanto la política
como la técnica tienen como interés principal el origen y ejercicio del poder”,
sostiene Winner. Parece que hay una limitación reduccionista al pensar solamente
en una forma unívoca el control de la técnica, considerando que tiene un dominio
absoluto, despótico y unilateral, como el del amo sobre el esclavo. La asociación,
la participación y la gestión colaborativa no tienen relevancia en el ámbito técnico.
Por ello, en la forma tradicional de pensamiento “el concepto de ‘dominio’ y la
8 Speer A., Inside the third reich, Macmillan, New York, 1970, p. 521.
9 Winner, L., Tecnología autónoma. La técnica incontrolada como objeto del pensamiento político,
Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1979, p. 29.
10 Ibid.
252
Saber, poder y subjetividad
11 Ibid.
12 Dijksterhuis. E.J., The mecanization of the world picture, Oxford University Press, Oxford,
1961, p. 74.
13 Aristóteles, Politics, Oxford University Press, New York, 1958, p. 10.
14 Bacon, F., Novum Organum, en Selected Writings, The Modern Library, New York, 1955, p. 499.
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Fernando Manuel González Vega
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Saber, poder y subjetividad
Con el fin de proporcionar algunas definiciones y de acotar los campos a los que
se refiere la investigación y el desarrollo tecnológico, aludiré a estudiosos del
tema, a instituciones promotoras, organismos internacionales y a otras entidades
derivadas de políticas de países o de bloques de naciones. En primer término
mencionaré la definición del Manual de Frascati, referencia internacional de la
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Fernando Manuel González Vega
• Investigación básica
• Investigación aplicada
• Desarrollo tecnológico
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Fernando Manuel González Vega
de fuentes extranjeras. Esta situación ha sido fruto del proceso histórico que
acompaña a la evolución de la tecnología en los países del centro y la periferia.
Recordemos que en el período colonial se introdujeron técnicas para la
explotación de las tierras americanas y se formaron enclaves orientados a los
mercados europeos utilizando la fuerza de trabajo obtenida de la esclavitud de los
pueblos conquistados. La subordinación en la que se han mantenido los países
en desarrollo, respecto a naciones más poderosas, desde la época de los imperios
coloniales y el capitalismo mercantil, se ha acentuado con el advenimiento de los
procesos industriales. Con la independencia política de los países colonizados
cambiaron algunas condiciones respecto a la relación mantenida con las grandes
potencias: la división internacional del trabajo repercutió en el intercambio
desigual de materias primas, mercancías, bienes de capital y tecnologías. En este
proceso surgió la dependencia científico tecnológica de los países en desarrollo.
De la producción y exportación inicial de materias primas, se pasó a la
estrategia de sustitución de importaciones; los países subordinados comenzaron
a fabricar productos industriales más simples comparados con los que antes
importaban los grupos privilegiados. La importación de bienes de capital y de
tecnología, necesarios para elaborar estos bienes, fue financiada con el aumento
de la producción agrícola. Lo limitado de los efectos producidos por las reformas
agrarias dieron como consecuencia que la fuerza de trabajo enfocada hasta
entonces hacia la labor agrícola se desviara hacia actividades industriales. Al
mismo tiempo, los países en desarrollo fueron incorporando los patrones de
consumo y los modelos de vida también importados de los países industrializados.
En el proceso de adquisición de tecnología se ha gastado una parte importante de
la producción interna del país.
Así, el proceso de venta y transferencia de tecnología se ha convertido en
uno de los mayores negocios e instrumentos de poder económico entre los países,
situación que ha provocado la necesidad de consolidar la investigación y el
desarrollo tecnológico, tanto en las empresas, como en los centros de investigación
y las universidades. Los diversos modelos de I + D se diferencian entre sí
dependiendo de si los promueven corporativos empresariales trasnacionales,
empresas privadas nacionales, centros de investigación públicos, universidades,
o si contemplan esquemas de colaboración entre ellos. De aquí se derivan las
diversas intencionalidades de estos procesos, así como las relaciones de poder
que entran en juego. A partir de estas diferenciaciones, se ilustra con el proceso de
investigación y desarrollo las diversas formas en que se produce conocimiento, así
como el uso del poder, como referente fundamental para comprender y analizar el
papel del poder en la tecnología.
258
Saber, poder y subjetividad
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Fernando Manuel González Vega
Por ello, encontramos paradigmas propios de este proceder que deben ser
estudiados en cuanto a sus repercusiones en la generación de conocimiento y en
la forma en que inciden en la cultura del hombre contemporáneo.
¿Qué es lo que sustenta gnoseológicamente este proceso, cuáles serían
sus aportaciones y el cuestionamiento para la epistemología contemporánea?
Este enfoque aclara las diversas relaciones entre la ciencia y la tecnología de
una manera concreta y funcional dejando una serie de rutas, posibles por grados
de complejidad, en la que cada una de las cuales presenta un nivel de aportación
propio. La metodología se convierte en el sustento que vincula las relaciones entre
los medios y los fines, tomando como base la función hipotética plurifuncional
como proceso de circularidad permanente:
Hipótesis de estructuración y orientación. Dirigida a la formulación
del problema y su tratamiento metodológico.
Hipótesis de combinación creativa y previsión. Basada en la búsqueda
de alternativas de resolución innovadora. Concreta la función del diseño
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Saber, poder y subjetividad
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Fernando Manuel González Vega
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Saber, poder y subjetividad
“Ninguna sociedad puede reducir los fines a los medios y funcionar sin elección de
objetivos y sin poderes. La tecnocracia es el poder ejercido en nombre del interés de los
aparatos de producción y decisión, políticos y económicos que aspiran al crecimiento
y al poder y consideran a la sociedad exclusivamente como el conjunto de los medios
sociales que hay que utilizar para conseguir el crecimiento y reforzamiento de los aparatos
dirigentes que la controlan”.25
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Fernando Manuel González Vega
• Constitución.
• Validez.
• Fundamentación.
Conclusiones
• Acceso privilegiado.
• Potencial de creatividad.
• Posesión y dominio.
• Independencia y autonomía.
• Identidad y valoración.
• Formación y producción.
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Te r c e r a P a r t e
Filosofía y Poder
Meditación sobre el poder
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Rodolfo Cortés Del Moral
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Saber, poder y subjetividad
En suma, durante el último siglo los hechos, las acciones, los estados de
cosas y procesos sociales se han tornado a tal punto ambivalentes y aberrantes, y
por tanto inconfiables, que ese severo llamado a la acción directa y esa enérgica
conminación a consagrar esfuerzos, atención y trabajo teórico al manejo de los
problemas y necesidades circundantes, han perdido a la sazón la autoridad y el
efecto persuasivo que antes poseyeron. Hasta las postrimerías del siglo XIX tal
espíritu práctico disponía, valdría decir, de derecho histórico al pretender fungir
como una especie de imperativo categórico para el sentido común y para los
saberes vigentes, aunque sus resultados netos fuesen con frecuencia adversos.
Pero en la actualidad, tras el testimonio acumulado de tantos y tan diversos
eventos y contraeventos desmesurados, dicho espíritu no sólo se antoja dogmático
y estrecho de miras ante la multiplicidad emergente de sentidos y alternativas que
entraña la realidad social, sino que justamente de cara a los hechos consumados
pesa sobre él un extenso expediente de errores, complicidades y crímenes de
lesa humanidad, por lo que se hace necesario asumirlo con máximas reservas.
Por más eficaces que lleguen a ser los desplazamientos retóricos, sigue en pie
la evidencia de que las guerras, la explotación y las diversas formas de barbarie
que ha padecido y sigue padeciendo la humanidad no han sido auspiciadas por
afanes metafísicos o elucubraciones teoréticas, sino por intereses, compromisos
y objetivos gestados en el seno de la práctica, al ras de los hechos y situaciones
que ordinariamente se hacen valer como la realidad “concreta”. Así las cosas,
lo que por lo pronto se impone es tomar distancia crítica frente a los hechos
imperantes y las prácticas militantes, en lugar de entregarse a ellos confiando en
el pragmatismo ingenuo de tiempos pasados.
Pero si tal actitud práctica y objetivista resulta anacrónica e insolvente
en general, es decir, en la persona y la situación de cualquier individuo o grupo
enfrentado a los estados de cosas característicos del presente, en el caso de los
filósofos (o bien, de los que dentro o fuera de los recintos académicos, con mayor
o menor fortuna, se hallan abocados al ejercicio o la enseñanza del pensamiento
filosófico) semejante actitud viene a ser francamente risible y fatua, cuando no
penosamente demagógica, harto similar a la reacción desmesurada de quien
ha sido hallado en falta y que busca demostrar con escrúpulos y ademanes
exagerados su nueva rectitud. En aras de plantear la cuestión de la manera más
escueta y directa, procede comenzar por advertir que para dar cuenta de hechos y
acciones “concretos” no es necesaria en absoluto la intervención de la filosofía ni
de ningún otro discurso metateórico, sólo se requieren saberes y procedimientos
específicos; en punto a nuestro tema, si se trata de consignar las manifestaciones
y los mecanismos particulares y palpables del poder, hay que echar mano de
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Saber, poder y subjetividad
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Rodolfo Cortés Del Moral
sus consecuencias se extienden a todos los países, incluidos los que no se ubican
en los dos extremos referidos; y por otro lado, la circunstancia, paradójica a golpe
de vista, de que las sedes y los órganos del gran capital se hallan sometidos a
incertidumbres y alteridades no provocadas por sus propias decisiones, sino por
el caos en que viven sus subordinados. El poder globalizado entraña eventos
azarosos, comportamientos entrópicos que se originan en el cruce de realidades,
regularidades y mentalidades heterogéneas y se traducen en eventos extremos,
situaciones ingobernables y encadenamientos imprevisibles (ello, cabe reiterar,
aun desde la óptica de los dominadores). Así, en primer término, el poder
globalizado equivale a la emergencia de un nuevo entramado causal, o bien, a
tono con quienes se empeñan en una visión continuista del mundo, equivale a una
intensificación de las causalidades existentes que llega al punto en que éstas han
comenzado a desembocar en efectos erráticos, contradictorios y en algunos casos
hasta inconmensurables.
Más allá de esta primera tendencia diferencial, lo que debe llamar la
atención es la naturaleza ambigua de semejante configuración y el enfoque no
lineal que reclama su análisis –si hay algo que pueda fungir como indicador
cualitativo del paso de la civilización moderna a la contemporánea, al margen
de la dilatada maraña de pequeñas y medianas rupturas y continuidades que se
perciben entre ambas, ese algo estriba en el hecho de que los valores y divisas
primordiales de la primera se han tornado ambiguos en el despliegue de la
segunda; su cumplimiento, que al nivel de condiciones materiales o técnicas
ahora resulta más factible que antes, conduce reiteradamente a estados de cosas
paradójicos, cargados de relieves irónicos y de toda clase de sospechas, como si
en el fondo todo el mundo supiera que se trata de una realización aparente, de un
simulacro.
En efecto, como desde hace tiempo lo ha mostrado con sólidos apoyos
documentales la literatura especializada, durante el siglo XX (pero sobre todo
desde la segunda guerra mundial) el poder ha trascendido las fronteras y las
instituciones nacionales, emprendiendo así la primera sedimentación que
presumiblemente servirá de base a un orden y a una dinámica a escala planetaria.
A los ojos de quienes por inclinación espontánea o por consigna expresa asumen
la doctrina económica o política neoliberal semejante proceso se antoja halagüeño
debido a que les permite esperar que a la postre desaparezcan de la actividad
social los obstáculos, excesos y problemas estructurales que, con razón o sin
ella, achacan a la gestión del estado. Pero lo cierto es que en ningún momento,
en ninguna coyuntura específica los estados y sus agencias han sido desplazados
o reemplazados efectivamente en el funcionamiento del poder. Si bien algunos
272
Saber, poder y subjetividad
1 Este proceder, como es sabido, ha sido denunciado y documentado prolijamente por Noam
Chomsky en diversos textos, entre los cuales destaca Estados canallas, el imperio de la fuerza en
los asuntos mundiales.
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barbarie del pasado (incluso del medieval o del antiguo) no han sido borradas de
la faz de la tierra debido a la irrupción de la barbarie y el potencial destructivo
del armamento tecnológico; como queda señalado, ambos géneros pueden
repartirse el mundo o combinarse con admirable sinergia. Igualmente, aunque
la forma más innovadora y eficaz de control social estriba en el ejercicio masivo
y estandarizado de la seducción en el seno de la sociedad de consumo en lugar
del control basado en el miedo y la represión, este último dista mucho de haber
caído en la obsolescencia, ni siquiera en los países del primer mundo. También
es cierto que, a diferencia de la modernidad, en la que el poder tenía como
instancia preponderante el orden económico, o de las civilizaciones premodernas
que se organizaron en torno de una estructura religiosa-militar, en la sociedad
contemporánea el poder presenta un entramado complejo en el que no sólo
concurren en múltiples grados y modalidades las diversas fuerzas e instituciones
preexistentes, sino que se despliegan procesos y relaciones en las que éstas
parecen quedar completamente fusionadas, por lo que resultan indiscernibles,
inespecificables. Así pues, en la actualidad el poder no se localiza en la esfera
de la política y el estado ni en la esfera de la economía o del orden militar o del
religioso, tampoco en la de la información y la comunicación masiva (que en los
últimos tiempos se erigieron en un nuevo sistema hegemónico), sino que se cifra
en procesos, operaciones y relaciones que abarcan de modo indiferenciado o
inescindible (aunque en proporciones asimétricas y extremadamente variables)
todas esas esferas y otras que en el pasado desempeñaban un papel secundario o
pasivo. Este es otro de los rasgos emergentes del poder, merced al cual todos los
factores aludidos sufren inevitablemente mutaciones sustanciales. Sin embargo,
semejante simbiosis tampoco impide que en diversos contextos sociales los
actos del poder sigan siendo típicamente políticos o económicos o militares; lo
objetivamente novedoso radica en que dichos actos ya no pueden ser remitidos
(ni siquiera en el plano de la abstracción teórica) a una causalidad típicamente
política, económica o militar –se antoja decir que, en rigor, tampoco en el pasado,
en la modernidad clásica por ejemplo, existió realmente un encadenamiento de
causas y efectos que fuesen solamente políticos o económicos; sin embargo,
por condiciones y exigencias intrínsecas del capitalismo ascendente y de la
organización social en conjunto resultaba indispensable en la teoría y en la
práctica mantener en pie esas diferenciaciones, mismas que fueron asumidas
incluso por la crítica y los movimientos revolucionarios. Son esas condiciones y
exigencias las que se han transformado, dando paso a una causalidad compleja,
compuesta por múltiples continuidades, gradualidades, desplazamientos y
rupturas.
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Rodolfo Cortés Del Moral
280
Discursividad crítica en el horizonte filosófico contemporáneo:
Un vistazo a la industria cultural desde la complejidad
Hay que castigar de otro modo: deshacer ese enfrentamiento físico del
soberano con el condenado; desenlazar ese cuerpo a cuerpo, que se
desarrolla entre la venganza del príncipe y la cólera contenida del pueblo,
por intermedio del ajusticiado y del verdugo.1
Michel Foucault.
Marcos Roitman.
Introducción
1 Foucault, M., Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, trad. de Aurelio Garzón del Camino,
Siglo XXI, México, 2005, p. 77.
2 Roitman Rosenmann, M., El pensamiento sistémico. Los orígenes del social conformismo,
UNAM, Siglo XXI, México, 2004, p. 1.
3 Para ver el tratamiento que la citada escuela hace del asunto puede véase: Adorno Th. W.,
Horkheimer, M., Dialéctica del iluminismo, trad. de H. A. Murena, Editorial Sudamericana, Buenos
Aires, 1987.
281
Nicolás Alejandro Hernández Guillén
4 Para entender cómo la conciencia se apropia, por ejemplo, de los anuncios surgidos en la Industria
Cultural, vale muy bien revisar el siguiente trabajo: Orstein, R., La evolución de la conciencia. Los
límites del pensamiento racional, trad. de María Teresa La Valle, EMECÉ Editores, Barcelona,
1994.
5 Se debe notar que esta tercera circunstancia es un tanto inexacta. Esto es, no se trata de una
situación generalizada ni mucho menos efectuada sin más. Está presente en mayor o menor medida
en el tiempo que corre, lo cual no significa que se esté cancelando la reflexión o la crítica.
6 Aunque en el plano social las condiciones del caos sean impredecibles, las matemáticas del caos
han desarrollado modos de calcular cómo ha de comportarse éste, y aunque no se sepa cuáles han
de ser los resultados exactos puede decirse que es posible observar de alguna forma su desarrollo.
Vid Infra cita 11.
7 Una consecuencia importante, pero que no se va a tratar a fondo aquí, es la de que el Pensamiento
social conformista o posmoderno es una de las capas que nutre la perspectiva de lo real. En otros
términos, existe una conciencia de tal tipo pero no es ni la única ni mucho menos la dominante, es
uno más de entre los muchos aspectos que se ven en la sociedad actual.
282
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Nicolás Alejandro Hernández Guillén
10 Hardt, M., Negri, A., Imperio, trad. de Alicia Bixio, Paidós, Barcelona, 2002.
284
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para saber quién pertenece a qué bando. Esto es, ahí no se sabe qué lugar ocupan
los personajes en la trama del poder, el poder está difuso, nadie lo detenta, no
porque no exista sino precisamente porque son las situaciones, más allá de los
individuos, las que deciden controlarlos aun a pesar de que estos se sumergen en
ellas. Se podría decir que los individuos de celuloide devienen reales, pues no se
sabe quién es un rufián o quién es un buen humano, tal y como sucede en lo real.
¿Qué fuerza actúa aquí?, ¿se debe decir que el hado ha de llevar al
héroe a su trágico destino? Para nada, es allí donde emerge el desorden.
Un mundo en movimiento browniano, 11 donde los individuos tanto como
las partículas tienden hacia todos lados y hacia ninguno a la vez, sin que se
pueda predecir, bien a bien, qué sucederá con ellos. Sólo se puede ver cómo
los elementos manifiestan su conducta y se evalúa mediante probabilidad
la ocasión de un próximo encuentro. Por otro lado, todos esos elementos
presentes en pantalla también manifiestan la conducta de un atractor
extraño,12 es decir, por alguna razón los individuos –o las situaciones–
son atraídos (llevados o arrojados de) hacia otro fenómeno, situación o
individuo, sin conciencia de cómo sucede esto. Así una espiral de aparente
incertidumbre y descontrol los guía para perderse en el abismo, o bien para
volverse héroes sin que, por otra parte, sepan cómo lo lograron o bien sin
saber siquiera si lo han logrado.
Tal estado de cosas puede verse hoy en los dispositivos que están vigentes
en los medios masivos de comunicación, en los discursos culturales y, en general,
durante un día normal de vida. Los ejemplos abundan: individuos favoreciendo
la construcción de casas para damnificados, otros más cooperando para salvar
la economía en bancarrota, y como estos modelos hay aún más. En la actualidad
es evidente que en el plano de la vida en general se responde a ellos consciente
o inconscientemente. No se desea persuadir al lector de que todo se subsume a
la esfera aquí enunciada, pero debe quedar claro que la Industria es inductora de
subjetividades.
11 Ruelle, D., Azar y Caos, versión española de Javier García Sanz, Alianza, Madrid, 199, pp.
129-132.
12 Op. cit., pp. 69-71.
285
Nicolás Alejandro Hernández Guillén
Primero, no hay como tal un orden sino una organización13 que no se puede restringir
a causalidades lineales. En otros términos, el control es ejercido desde cualquier lado,
está en ningún lugar y está en todos. No se trata de señalar al poder como un todo,
sino como una categoría inherente a lo social, que no es la única. Lo social puede
verse a través del poder, sin que se reduzca a éste. Tal situación permite a lo social
hacer su auto-evaluación; vale decir que toma distancia de lo que ve aunque no puede
cambiarlo. El poder, por su parte, también ve por sí mismo. El todo en tanto sistema
funciona como una ecuación no lineal en la cual una pequeña variación al inicio
dispara las condiciones finales, esa misma es la circunstancia del poder.14
Es cierto que habrá quien diga del poder que éste se encuentra presente
en todos lados, y así estipule la imposibilidad de escapar a su égida. Ello es un
miedo infundado, porque al observar el modo en que los elementos sociales se
desenvuelven puede verse que el escenario propio de una visión de ese tipo es
aquel que evidencia una falta de pensamiento, un total desánimo en el plano más
general de la conciencia social, una falta de conciencia o bien la dominación
de ésta. Por otro lado, es seguro afirmar que en el escenario de lo social puede
observarse cómo surge el poder, pero dicha revelación tiene el cariz de la
emergencia.15 El poder no tiene marca ni dueño, está disfrazado, puesto, sí, en
todos lados, pero en ninguno a la vez.
Esta combinación no lo hace imbatible, le hace débil tanto como fuerte:
identificable. Puesto que posee esta forma el poder tiene poco control de sí mismo,
o bien tiene dominio sin tenerlo. No es como tal una fuerza aunque tenga influencia
en todo. Se manifiesta por medio de los individuos sin que sea ellos mismos. Se
mueve entre los pliegues de la realidad donde es posible su intervención, donde
13 No es un orden precisamente porque no actúa linealmente ni mucho menos responde sólo a una
condición. Es en todo caso incontrolable. Tampoco se puede decir que esté en manos de un individuo;
tan intrincada como es su organización ella misma entraña la no organización, involucra saber
que operan causalidades múltiples, movimientos culturales (rockeros, punks, darks, nacionalistas,
globalifóbicos, globalifílicos, pensadores, minorías), sociales (partidos políticos, ONG’s, feministas,
machistas, homosexuales, entre otros), económicos (períodos de auge o austeridad, crisis, bonanzas y
otros tantos), científicos (revoluciones o retrocesos), todos en pro o en contra, sin que se pueda tener
control sobre dicho acontecer. Para una idea más clara sobre la noción de organización, cf. Morin, E.,
El método I. La naturaleza de la naturaleza, trad. de Ana Sánchez, Cátedra, Madrid, 1999.
14 Ruelle, D., Op. cit., pp. 45-46.
15 Johnson, S., Sistemas emergentes. O qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y
sofware, trad. de María Florencia Ferrer, Turner, FCE, México, 2003, p. 19.
286
Saber, poder y subjetividad
En los albores del siglo XXI sería erróneo pensar, o de plano asumir, que el control
o el poder tienen el mismo sentido que hace muchos años tenían. Sería también
iluso asumir que bajo el actual estado de cosas haya un solo individuo o una
serie de individuos que lo detenten. De existir dichos personajes, su ilusión sería
precisamente creer que mantienen bajo control las situaciones que se les presentan.
Pero hoy como nunca se hace patente que los estados de cosas inherentes a la esfera
de lo humano son decididamente incontrolables por la infinidad de variables que
deben contemplarse en su arquitectura. Variables que desde mucho antes pudieron
haber sido percibidas pero sólo hoy en día son estudiadas.
Finalmente, las dos citas con las que inicia este trabajo intentan evidenciar
que se ha abandonado la esfera del castigo corporal, infligido a los individuos por
alguien más, para llegar a la esfera del castigo informático, auto-infligido, el cual
viaja más profundo en el inconsciente para precisamente abandonar cualquier estado
de conciencia que venga a superar el actual estado de cosas. Dicho de otro modo,
las ideas con que iniciaba este trabajo expresan la muerte de cierto tipo de control
y de cierto tipo de conciencia. La Industria Cultural actual da cabida a situaciones
en las que el individuo se auto-inflige el castigo, perdiendo su ser en el modo de
hacerlo. La sutileza con que se ejerce el castigo punitivo no lo borra, lo pone sobre
la pantalla (de cine o televisión) y lo hace inasible en lo real, es decir, inalcanzable.
El héroe trágico ahora debe ir por el mundo buscando a quienes detentan el poder;
el mal o el bien, en cualquiera de sus formas, son sueños por alcanzar. Pero esa
quimera está en la pantalla. El individuo ve la imagen, pero cuando ésta desaparece
él regresa a la dura realidad de lo vivido, a la de los hombres de carne y hueso que,
en términos industrializados, han de salvar su mundo porque eso es lo que hacen
todos los días al levantarse; nada los detiene ni siquiera las crisis.
287
Nicolás Alejandro Hernández Guillén
Bibliografía
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La función retórica del discurso del poder
Entiendo por discurso del poder cualquier enunciación que tenga como fin el
modificar la conducta de su auditorio. Esta modificación se logra por medio
de la función retórica, entendida ésta como las operaciones del lenguaje sobre
el lenguaje con diversas intencionalidades del hablante. La hipótesis de esta
ponencia es que el discurso del poder solo tiene tres funciones retóricas, a saber:
convencer, persuadir y seducir. A continuación se hace una resemantización de
los tres conceptos a la luz de mi concepción retórica.
289
Gerardo Ribeiro Toral
2 Corominas, J., Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Gredos, Madrid, 1985.
3 Abaggnano, N., Diccionario de Filosofía, FCE, México, 2004.
4 Perelman, Ch., Tratado de la argumentación. La nueva Retórica, Gredos, Madrid, 1978, p. 67.
290
Saber, poder y subjetividad
5 Camps, V., Pragmática del lenguaje y filosofía analítica, Ediciones Península, Barcelona, 1976,
p. 127.
291
Gerardo Ribeiro Toral
El logos ofrece buenas razones para convencer, es decir, estas buenas razones
son la verdad de las premisas, por lo tanto, de premisas verdaderas se pueden
deducir consecuencias verdaderas. Sin embargo, al decir de Wittgenstein, al
final de las razones viene la persuasión, pero debemos reconocer que al final
de la persuasión viene la seducción, la seducción como una de las maneras que
tiene la argumentación de presentarse en la retórica. Seducir es definido por el
Diccionario de la Real Academia Española de la lengua como: engañar con arte y
maña; persuadir suavemente al mal. Embargar o cautivar el ánimo. Seducir, para
Moliner, es: persuadir a alguien con promesas o engaños a que haga cierta cosa,
generalmente mala o perjudicial. El concepto de engaño y de mal está asociado
indisolublemente al vocablo seducción. Un ejemplo claro de esta concepción de
la seducción como instrumento para el engaño y el mal está en El paraíso perdido
de Milton7 cuando se refiere a Belial:
292
Saber, poder y subjetividad
él todo era ficción y vanidad, por más que su lengua destilase maná y
por más que hiciera pasar el peor dictamen por el mejor, embrollando
y desconcertando los planes mejor concebidos, porque sus pensamientos
eran bajos; ingenioso para el vicio, pero temeroso y lento para las acciones
más nobles; sin embargo de esto, halagaba los oídos y con un acento
persuasivo, empezó de esta suerte: …De este modo aconseja Belial, con
palabras disfrazadas bajo el manto de la razón, un innoble reposo, una
bajeza indigna, pero no la paz.
Magistrados han conocido bien este misterio. Sus togas rojas, los armiños
en los que se envuelven como gatos, los palacios donde juzgan, las flores
de lis, todo este aparato augusto era muy necesario, y si los sacerdotes no
tuvieran sotanas y mulos, y los doctores no usaran bonetes cuadrados y togas
demasiado amplias, de cuatro partes, jamás hubieran engañado al mundo, que
no puede resistir esta auténtica ostentación. Si tuvieran la verdadera justicia,
y si los médicos tuvieran el verdadero arte de curar, no tendrían que llevar
bonetes cuadrados. La majestad de esas ciencias sería lo suficientemente
venerable en sí misma, pero, no teniendo más que ciencias imaginarias, es
preciso que tomen esos vanos instrumentos que llaman a la imaginación,
con la cual tienen relación y por ahí, en efecto se atraen el respeto. Sólo los
guerreros no se disfrazan de esa guisa, porque su papel es, en efecto más
esencial. Estos se imponen por la fuerza, los otros por el disimulo.
293
Gerardo Ribeiro Toral
Lo primero que encuentres en ruta será a las Sirenas, que a los hombres
hechizan venidos allá. Quien incauto se les llega y escucha su voz, nunca más
de regreso el país de sus padres verá ni a la esposa querida ni a los tiernos
hijuelos que en torno le alegren el alma. Con su aguda canción las Sirenas lo
atraen y lo dejan para siempre en sus prados; la playa está llena de huesos y de
cuerpos marchitos con piel agostada. Tú cruzas sin pararte y obtura con masa
de cera melosa el oído a los tuyos: no escuche ninguno aquel canto; sólo tú
lo podrás escuchar si así quieres, más antes han de atarte de manos y pies en
la nave ligera. Que te fijen erguido con cuerdas al palo: en tal guisa gozarás
cuando dejen oír su canción las Sirenas. Y si imploras por caso a los tuyos
o mandas te suelten, te atarán cada vez con más lazos. Al cabo tus hombres
lograrán rebasar con la nave la playa en que viven esas magas.
294
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295
Gerardo Ribeiro Toral
296
Saber, poder y subjetividad
mis viajes, de que había oído algunos fragmentos, pero sin la debida atención.
Accedí a ello y frecuentemente le robé lágrimas, cuando hablaba de algunos de
los dolorosos golpes que habían herido mi juventud. Acabada mi historia, me
dio por mis trabajos un mundo de suspiros. Juró que era extraño, que, en verdad,
era extraño hasta el exceso, que era lamentable, asombrosamente lamentable;
hubiera deseado no oírlo, no obstante anhelar que el Cielo creara para ella
semejante hombre. Me dio las gracias y me dijo que, si tenía un amigo que la
amara, me invitaba a contarle mi historia y que ello bastaría para que se casase
con él. Animado con esta insinuación, hablé. Me amó por los peligros que había
corrido, y yo la amé por la piedad que mostró por ellos. Esta es la única brujería
que he empleado.
297
Gerardo Ribeiro Toral
es sostenible dado que este argumento resalta la dimensión expresiva del lenguaje y
desarrolla el argumento analógico como argumento legitimador. Esto es, establece
una analogía entre los sentimientos del hablante y los sentimientos del auditorio.
La eficacia de la seducción radica en ofrecer los propios sentimientos
como referente, mismo referente que se pretende que el auditorio acepte como
propio ya que (y por ello) coincide con sus sentimientos, coinciden con su
experiencia personal. La seducción es exitosa porque los sentimientos del hablante
son reconocidos como propios por el auditorio. La seducción no es engaño: el
engaño es el engaño, se parte de premisas falsas para ofrecer consecuencias
falsas. La seducción no parte de premisas falsas, por el contrario, la seducción
parte de premisas emocionalmente verdaderas del hablante y no necesariamente
pragmáticamente verdaderas. Emocionalmente verdaderas quiere decir premisas
que derivan de sus convicciones personales, de sus deseos, de sus valoraciones
subjetivas, de sus experiencias intersubjetivas con unas personas sí y con otras
personas no. El sujeto no tiene razones probadas para afirmar algo, pero sabe,
siente, está convencido, intuye, confía por su relación, por su experiencia, por
lo que siente al verlo, etcétera, que hay otra manera de entender esa cosa que no
pasa por la prueba objetiva: “no tengo pruebas sobre la inocencia de X, pero lo
conozco y sé que es incapaz de haber cometido ese delito y lo sé porque sus ojos
están llenos de futuro”. Esto y nada es lo mismo, pero esta experiencia subjetiva
puede encontrar una recepción cálida en parte del auditorio.
La seducción es adjudicar al enunciado una carga afectiva en la dimensión
expresiva del lenguaje como pretensión de verdad. La conclusión seduce porque lo
que se ofrece al auditorio es compartir, analógicamente, los mismos sentimientos.
Dado que el argumento analógico es la búsqueda de predicados comunes entre
dos cosas diferentes, los sentimientos del hablante y del auditorio se encuentran,
se identifican, porque el hablante por medio del cautivar, encantar, fascinar y
embelesar hace evidente la coincidencia entre sus sentimientos y los sentimientos
del auditorio. El argumento de la seducción es verdad porque el paradigma de
la verdad está en el auditorio. Si el auditorio se reconoce en los sentimientos
del hablante éste habrá seducido, si no se reconocen en esos sentimientos no
hay seducción. La seducción se da por la aceptación del otro, no solo por las
artes del seductor. El argumento del seductor radica en la búsqueda de predicados
comunes entre sus sentimientos y los sentimientos del auditorio: la analogía es su
única técnica argumentativa: yo soy tú, o sino fuera contigo no sería con nadie,
eso puede no ser verdad, pero es lo que el receptor quiere oír.
De esta manera el temor a ser seducido quiere decir el temor a reconocer
los propios deseos, el temor a reconocer el mal, el engaño, etcétera. El miedo a ser
298
Saber, poder y subjetividad
299
Gerardo Ribeiro Toral
300
Inquietud de sí, poder de sí
301
María Isabel Cabrera Manuel
de actitud frente a la vida, y en especial frente a sí mismos, que les permitió dar
forma y apropiarse autónomamente de su yo.
Una facultad fundamental que este tipo de existencia conlleva es que,
por medio de la posesión de la subjetividad, ya no se es un individuo a merced de
otros individuos y de los avatares del mundo circundante, puesto que ser dueño
de sí significa también tener la capacidad de ejercer la propia autonomía, tomar
sus decisiones: gobernarse a sí mismo implica no ser gobernado por los demás
(inclúyanse aquí a los instintos, las bajas pasiones y la propia debilidad).
Sin embargo, existe la tendencia a interpretar la obra de Foucault desde
una perspectiva negativa que tiene que ver con la idea del dominio. Alcanzar el yo
quiere decir ser dueño de sí, lo que finalmente derivó en dominarse a sí mismo. El
dominio de sí en ciertos aspectos de la vida le permite al individuo dar la mejor
y más verdadera forma posible a su yo, puesto que se empeña en evitar lo que
no le conviene y procurar aquello que anhela. Pero el dominio de sí no debe ser
entendido en términos restrictivos y represivos sino en términos formativos, ya
que se trata de que el individuo decida sobre su sí mismo. No debemos olvidar
que el dominio de sí, posibilitado por la inquietud, es una práctica que da poder
a las subjetividades en relación a sus propios deseos: “Yo pienso… que el sujeto
se constituye a partir de prácticas de subjetivación, o bien, de una manera más
autónoma, a través de prácticas de liberación, de libertad, como en la Antigüedad,
a partir (entiéndase bien) de un cierto número de reglas, estilos, convenciones,
que encontramos dentro del medio cultural”.1
Foucault pretende sugerir la idea de que uno mismo puede dar forma a
su subjetividad, a su yo; aunque por supuesto esta posibilidad no trasciende la
instancia del poder y del saber, sino que es posible precisamente gracias a ésta. El
sujeto no es una forma ya dada. Ser sujeto significa atravesar por una serie diversa
de procesos de subjetivación que generalmente son impuestos, inconscientemente
adoptados y generalizados, pero que también pueden ser elegidos y conscientes.
Esto quiere decir que si bien las subjetividades suelen surgir a través de procesos
de subjetivación inconscientes que les son comunes y que parecieran ineludibles,
existe la oportunidad de que un individuo le dé otra forma a su modo de ser,2 a
su subjetividad, convirtiéndose a sí mismo en lo que quiere ser. Precisamente en
1 Foucault, M., “Une esthétique de l’existence”, en Dits et écrits II, Gallimard, París, 2001, p. 1552.
La traducción es mía, véase el original: “Je pensé… que le sujet se constitue à travers de practiques
d’assujettissment, ou, d’un façon plus autonome, à travers de practiques de liberation, de liberté,
comme, dans l’Antiquité, à partir, bien entendu, d’un certain nombre de règles, styles, conventions,
qu’on retrouve dans le milieu culturel”.
2 Evidentemente dentro de un límite que es propiamente histórico.
302
Saber, poder y subjetividad
303
María Isabel Cabrera Manuel
304
Saber, poder y subjetividad
Luego Foucault procede a demostrar cuáles son las relaciones de poder a partir
de las cuales se define el sujeto en la historia, resaltando el tenor biopolítico que han ido
tomando dichas relaciones, y dando cuenta de la importancia que el dispositivo de la
sexualidad tiene para este nivel microfísico en donde las relaciones entre poder y saber
van conformando las subjetividades, estudio que concierne al dominio de la genealogía.
Pero una vez que hubo asentado lo anterior, la idea de Foucault fue
también defender la posibilidad de que el individuo, independientemente de
las limitaciones que sus circunstancias le representaran, tuviera la facultad de
participar activamente en la conformación de su subjetividad.
En efecto, la manera en que las ciencias humanas3 han definido al hombre
como su objeto de estudio representa un peso imposible de ignorar. Más aún, después
de Vigilar y castigar resulta difícil pensar que un sujeto pueda de alguna manera ser
libremente, lo que parece empeorar cuando Foucault incluye la noción de biopoder
en el plano genealógico. Sin embargo, Foucault está abierto a dicha posibilidad ya
que considera, efectivamente, que podemos hacernos cargo de nuestra forma de ser.
Para ello, lo primero sería asumir la naturaleza histórica de las subjetividades,
entender que la subjetividad es una construcción histórica. Ser consciente de esta
realidad abre la posibilidad de comprensión de nuestra naturaleza, es decir, da
cuenta de que la forma en la que nos constituimos no depende de un principio
trascendental. Al no tener la subjetividad una forma cerrada existe la posibilidad de
que la forma que adquiere nuestra subjetividad no sea definitiva o irrebatible, y que
por lo tanto sea susceptible de cambio, perfeccionamiento, replanteamiento.
En segundo lugar, Foucault no cierra la posibilidad ni en el plano arqueológico ni
en el plano genealógico de que la subjetividad pueda ser personalmente moldeada.
Un sujeto puede participar de distintas maneras y desde distintas posiciones
en las prácticas discursivas que dan forma a su época y que, inevitablemente, dan
también forma a las subjetividades. Las prácticas discursivas tienen la facultad de
actuar en diferentes planos (a nivel de las instituciones, de los sujetos, del saber, de los
discursos) que funcionan interrelacionados y donde todos tienen un papel importante
pero no independiente de los demás; esto supone que un sujeto puede aprovechar la
manera en la que participa de estas relaciones múltiples, de las prácticas discursivas
que lo atraviesan y le dan forma, afianzando así su postura frente a las instituciones
pero sobre todo definiendo su postura subjetiva frente al saber.
En cuanto a la genealogía, donde el panorama llega a ser verdaderamente
fatalista en lo que concierne a la libre configuración de la subjetividad, la perspectiva
no es tan desalentadora como en momentos lo parece. A este respecto Foucault
305
María Isabel Cabrera Manuel
sostiene que la alternativa está en ver al poder no como una fuerza puramente
constrictiva, sino como una fuerza creativa. El poder, mediante sus relaciones, tiene
la facultad de crear y de dar forma a las subjetividades. El error consiste en ver al
poder como algo externo que se nos impone y que coarta las propias aspiraciones. El
poder constituye a las subjetividades, quienes a la vez participan del poder, cuestión
que Foucault pone en los siguientes términos: “Hace falta remarcar también que no
puede haber relaciones de poder más que en la medida en que los sujetos son libres…
Hace falta entonces, para que se ejerza una relación de poder, que siempre haya al
menos de dos lados una cierta forma de libertad”.4 Una participación activa en las
relaciones de poder permite que un sujeto “aproveche” o “limite” la fuerza con que
cierta configuración del poder podría moldear su persona. Es importante entender al
poder como algo de lo que no es necesario tratar de escapar. Esto sería imposible e
innecesario. Una subjetividad que quiera ser libremente, que quiera hacerse cargo de
su manera de ser, deberá realizar un trabajo constante relacionado con la forma en la
que se ve emplazado en las relaciones de poder y saber que caracterizan a su época.
En lo que respecta al estudio minucioso del cuidado de sí, Foucault no buscaba
su práctica en la actualidad; no obstante, este tiempo ejemplifica cómo el sujeto se hace
cargo de sí mismo partiendo de su realidad y de los ejercicios que se impone, y es lo que
posibilita que, aún frente a una circunstancia que parece determinante, un sujeto puede
dar forma a su ser, ser libremente. Y digo ser libremente en lugar de usar la expresión “ser
libre”; decir que el sujeto “puede” ser libre supondría que existe una “naturaleza” propia
del ser humano –que rebasaría la contingencia histórica– que permanece subyugada y a
la que es menester libertar para que el sujeto sea capaz de estar en libre consonancia con
su ser; tal idea es totalmente contraria al pensamiento foucaultiano.
Existe en cambio la posibilidad de ser libremente; esta posibilidad se
revela al ejercer un papel activo en las relaciones de saber, de poder y de verdad
–procesos de subjetivación– que son propias de la circunstancia histórica que a
nosotros mismos nos tocó vivir. Pero hay que tener en cuenta que la posibilidad
de adoptar una actitud activa frente a estas categorías depende de un hecho
fundamental que Foucault pone de manifiesto a lo largo de sus investigaciones
sobre la subjetividad: llegar a ser una subjetividad que es libremente, que es
producto de la inquietud de sí, depende de manera esencial de la comprensión de
nuestra subjetividad como históricamente constituida.
4 Foucault, M, “L’éthique du souci de soi comme practique de la liberté”, en Op. cit., p. 1539. La
traducción es mía, el texto en francés versa así: “Il faut bien remarquer aussi qu’il ne peut y avoir
des relations de pouvoir que dans la mesure où le sujets sont libres… Il faut donc, pour que s’exerce
une relation de pouvoir, qu’il y ait toujours de deux côtés au moins une certaine forme de liberté”.
306
De Lenin a Lukács
Georg Lukács
307
Aureliano Ortega Esquivel
1 Lukács, G., Historia y Conciencia de clase, “Prólogo” (1967). Lenin ya se había referido con
anterioridad a los textos de Lukács y de otros “izquierdistas” tanto en el folleto mencionado como
en sus intervenciones en el II Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en Moscú en
julio y agosto de 1920. En ese mismo año, pero en el mes de mayo, en varias notas sueltas Lenin se
refiere a la revista en la que aparecieron la mayoría de los textos que Lukács reuniría en Historia y
Consciencia de clase –Kommunismus, Revista de la Internacional Comunista para los países del
sureste europeo– como una “excelente revista” en la que, empero, no encuentra nada bueno. Sobre
Lúkacs en particular escribe: “El artículo de G. L. (Georgy Lukács) es muy izquierdista y muy
malo. Su marxismo es puramente retórico; la diferencia entre las tácticas “defensiva” y “ofensiva”
es imaginaria; carece del análisis concreto de situaciones históricas bien definidas; lo esencial (la
necesidad de conquistar y aprender a conquistar todas las esferas del trabajo y todas las instituciones
donde la burguesía muestra su ascendiente en las masas etcétera) no se toma en cuenta.” Lenin,
V. I. “Kommunismus”, en Lukács, G. Revolución comunista y antiparlamentarismo, Córdoba,
Cuadernos de Pasado y Presente, 1973, p. 151. El artículo al que se refiere Lenin es “Sobre el
problema del parlamentarismo” (A. O.).
2 Nos referimos a Dialéctica y espontaneidad, un texto escrito muy probablemente en 1925 en
respuesta a dos críticos de Historia y conciencia de clase de segundo nivel (Laslo Rudas y Abraham
Deborin) y que, habiendo sido rechazado por las revistas Westnik y Pod Znamennen Marxisma, fue
abandonado por Lukács a la “roedora crítica de los ratones” hasta su publicación, en húngaro, en
1996.
308
Saber, poder y subjetividad
309
Aureliano Ortega Esquivel
8 Ibid., p. XXIV. Nos atenemos en este caso a la traducción española que Manuel Sacristán
introduce en la edición española de Historia y conciencia de clase (1969), en la que se reproduce,
en una nota al pié de la página XXV un cuadro casi completo de las traducciones alternativas
de las palabras alemanas Entäusserung (alienación, enajenación); Entfremndung (extrañación);
Zurückname (retrocapción); Vergegenständlichtung (Objetificación/objetivación); y Verlinglichung
(cosificación).
9 Ibid., p. XXIV.
10 Ibid., p. XXV.
11 Ibid., p. XXVII.
310
Saber, poder y subjetividad
II
Jamás la agudeza teórica, estratégica y táctica de Lenin en el plano del quehacer
práctico-político pudo salvar el estado larvario, y ciertamente ambiguo y menor,
de sus trabajos filosóficos. La dura crítica que hacen autores marxistas como
Anton Pannekoek y Karl Korsch de la filosofía de Lenin –principalmente de
Materialismo y empiriocriticismo– ha puesto sobre la mesa de discusión no
solamente las evidentes limitaciones de orden teórico que pueden asociarse a las
formulaciones explícitamente epistemológicas de Lenin (tales como la “teoría
del reflejo”, la preeminencia del “materialismo histórico” sobre el “materialismo
histórico”, el trazo nítido de la demarcación entre “idealismo” y “materialismo”
y la incontestable determinación del “ser” sobre el “pensar”) sino las fatales
consecuencias de orden político que sus postulados filosóficos produjeron en
el pensamiento marxista y en el movimiento comunista internacional –y que se
resumen en el conjunto de ideas filosófico-políticas (marxismo-leninismo) con
las que se pretendió pensar y dirigir, desde el Politburó del Partido Comunista
de la Unión Soviética, el proceso revolucionario mundial entre los años veinte
y sesenta del siglo pasado. Limitaciones y defectos que aquellos autores
reconocen y que, en conjunto, constituyen solamente un apunte, un inicio
del análisis y el juicio que merecen el pensamiento y la acción de uno de los
actores máximos de la revolución comunista. De tales trabajos críticos puede
deducirse que el pensamiento filosófico de Lenin se encuadraba, en lo general,
en el materialismo clásico de los siglos XVII y XVIII, y que se trata en realidad
de un materialismo propiamente burgués.12 Es claro, como se detiene a decirlo
el propio Pannekoek, que el pensamiento de Lenin respondía no mecánica sino
dialécticamente a las condiciones sociales, políticas e ideológicas de Rusia. Y
que, en éstas, era preciso luchar, especialmente en el plano de la teoría, en contra
de sus múltiples y endémicos atrasos. “Siendo, sin embargo –escribe Pannekoek–
que la revolución rusa presentaba un doble carácter –revolución burguesa en
lo inmediato, revolución proletaria por la fuerzas que combatían en ella–, la
teoría bolchevique tenía que adaptarse a esos dos fines. Debía, pues, buscar sus
principios filosóficos en el materialismo burgués, y su teoría de la lucha de clases
en el revolucionarismo proletario. A esto se le dio el nombre de marxismo”.13
Empero, concluye él mismo, el marxismo de Lenin es “una bonita fábula”:
12 Pannekoek, A.
13 Ibid., p. 167.
311
Aureliano Ortega Esquivel
14 Ibid.
15 Lukács, G., “Fragmento de la entrevista a Lukács en la televisión húngara, 2 de octubre de 1969”,
en Lukács, G., Revolución socialista y antiparlamentarismo, Cuadernos de Pasado y presente, 41,
Córdoba, 1973, p. 137.
16 Véase: Perry Anderson, Consideraciones sobre el marxismo occidental, Siglo XXI, México,
1979.
312
Saber, poder y subjetividad
abandona el ámbito del marxismo a la Lenin y cae en los postulados críticos que
se le oponen. Sin embargo, en el trabajo de 1924 podemos reconocer tanto la
exposición sucinta del pensamiento político-organizativo del líder bolchevique
como la defensa de las tesis más cuestionadas de Historia y consciencia de clase,
y esto ni más ni menos porque Lukács es capaz de emplazar un hilo conductor que
enlaza y dispone en un mismo plano teórico y discursivo –la tesis de la actualidad
de la revolución– algunos de sus “defectos” (el mesianismo, el hegelianismo, la
idea de la consciencia de clase como efecto de una construcción autoconsciente
y autopoiética o el uso materialista y dialéctico del concepto de totalidad) con las
cualidades que reconoce en el pensamiento y, sobre todo, en la práctica política
de Lenin, asumida como el punto en el que se anudan solidariamente el marxismo
y la acción revolucionaria.
¿Qué es el leninismo, subraya Lukács, sino la insistencia permanente sobre
el papel activo y consciente del momento subjetivo? ¿Cómo podríamos imaginar
la concepción de Lenin sobre la insurrección como un arte sin esta función del
momento subjetivo? Por supuesto, esa insistencia lukacsiana en el “momento
subjetivo” tiene su razón de ser en el hecho de que la “actualidad de la revolución”
impone la articulación dialéctica de teoría y práctica. “El materialismo histórico –
escribe Lukács– es la teoría de la revolución proletaria. Y lo es porque su esencia es
la síntesis conceptual de ese ser social al que se debe la producción del proletariado
y que determina el ser entero del mismo; lo es porque el proletariado que lucha por
su liberación encuentra en él su más clara autoconciencia”.17 Para rubricar líneas
más adelante: “De acuerdo con ese criterio, Lenin es, sin duda, el pensador más
grande que, desde Marx, ha producido el movimiento obrero revolucionario”.18
Gracias a la tesis de la actualidad de la revolución el proletariado aparece en
esta obra como creador y creatura, como representante singular de la síntesis
histórico-concreta de pensamiento y acción; y Lenin como su representante más
cabal. Ello estriba en el hecho de que Lenin ha llevado a buen puerto algunos
señalamientos de Marx que solamente en un contexto histórico-concreto como
la realidad rusa de los primeros dos decenios del siglo XX pudieron concretarse,
conservando una posición de discurso materialista y dialéctica inapelable porque
representa el punto de vista de clase del proletariado. Con base en ello, todos y
cada uno de los aciertos de Lenin constituyen una prueba irrefutable de que su
pensamiento y su acción se ciñen estrechamente a la idea de que uno y otro, esto
es, pensamiento marxista y acción política proletaria, constituyen no dos polos
313
Aureliano Ortega Esquivel
19 Lukacs, G., Lenin, p. 63. Más adelante se señala: “Fue Lenin quien dio el paso de la teoría a la
praxis. Un paso que, no obstante –y esto no hay que olvidarlo nunca– implica al mismo tiempo un
progreso teórico en la medida en que es un paso de lo abstracto a lo concreto”, Ibid., p. 70.
20 Ibid., p. 128 (subrayado en el original).
21 Ibid., p. 124.
314
Saber, poder y subjetividad
22 Ibid., p. 145.
23 Ibid., pp. 79-80.
315
Aureliano Ortega Esquivel
24 Ibid., p. 81.
25 Ibid., p. 81.
26 Ibid., p. 82.
316
Saber, poder y subjetividad
27 Cf. Piana, G., “Historia y consciencia de clase”, en El joven Lukács, Córdoba, Cuadernos de
Pasado y Presente, 16, 1970. Véase asimismo la obra colectiva de Hans Heinz Holz, Leo Kofler y
Wolfang Abendroth Conversaciones con Lukács, Madrid, Alianza, 1971.
28 Lukács, G. Historia…, pp. XXVI y XXVII.
317
Biopoder o crítica al relativismo y al determinismo
en el estudio sobre el poder
319
Miguel Angel Hernández Briseño
320
Saber, poder y subjetividad
II
Los días que transcurren en la actualidad no son más grises que otros tiempos
que haya conocido nuestra especie. Pero esa obviedad no implica necesariamente
olvidar toda tentativa por denunciar los hechos del presente. ¿Nos encontramos
facultados para ignorar la dominación ejercida por parte de los grupos de poder?
Aunque la respuesta deseable a tales cuestionamientos sería negativa, durante
el siglo XX el discurso filosófico se comportó de un modo extraño frente a tales
situaciones. Por ejemplo, parecería que hablar de verdad ya no es permisible para
la filosofía contemporánea y parecería también que intentar hacerlo equivale a una
pretensión de poder, o bien, a un tradicionalismo anticuado y retardatario. Pero lo
más cercano a la realidad sería que desde la filosofía habría diversas respuestas a
las preguntas planteadas con antelación, esto debido a que los «marcos normativos»
de la Modernidad se encuentran saturados. En este sentido observemos el caso de
Lyotard quien fue más allá de la sola apreciación del discurso filosófico. Él se lanzó
sobre la cultura y la sociedad informatizada de los años setenta del siglo pasado y
postuló en La Condición Posmoderna1 la crisis de los «metarrelatos» o cuadros
normativos de la época Moderna. Según su visión los metarrelatos de la modernidad
se habrían colapsado en el transcurso del siglo XX, un caso concreto sería la
figura del Estado. Lyotard consideraba que la mencionada crisis, sufrida por las
sociedades industrializadas del “primer mundo”, necesariamente debía también
alcanzar al resto de la población global; Lyotard por supuesto no percibió que
existen principios de normatividad premoderna (los religiosos sin ir más lejos) que
tienen enorme influencia en pueblos de Asia, Latinoamérica o África, e incluso en
los propios países del primer mundo. No percibió las nuevas formas de metarrelato
que han sido impuestas a los pueblos mediante las políticas económicas neoliberales
tan dañinas para todos ellos (como recientemente se ha podido comprobar con el
crack bursátil global ocurrido en octubre); todas ellas son formas emergentes que
hiperrealizan la lógica moderna. Un diagnóstico sumario del desenvolvimiento y
de la actitud de la filosofía posmoderna indicaría una negativa por parte de ésta para
querer adoptar la responsabilidad de fundamentar sus argumentos desde la óptica de
lo general. Es decir, ¿el discurso filosófico ha renunciado a establecer pretensiones
de validez ante la mencionada “crisis de los valores de Occidente”, por considerar
y temer que sean aparatos conceptuales de control? Tradicionalmente se adjudica
a los experimentos totalitarios de los Estados socialistas, y consecuentemente al
321
Miguel Angel Hernández Briseño
2 Cf. Cortés del Moral, R., La filosofía y la racionalidad contemporánea, Universidad de Guanajua-
to, Guanajuato, 2000, p. 369. Los corchetes son míos (N. del A.).
322
Saber, poder y subjetividad
3 Finkielkraut, A., Una voz viene de la otra orilla, Paidós, Barcelona, 2002, p. 35.
323
Miguel Angel Hernández Briseño
324
Saber, poder y subjetividad
4 Adorno, Th. W., Horkheimer, M., Dialéctica de la ilustración, Trotta, Valencia, 1998.
5 Op. cit., p. 59.
6 Ibid., p. 60.
325
Miguel Angel Hernández Briseño
326
Saber, poder y subjetividad
12 Dentro del texto La constelación posnacional (Paidós, Barcelona, 2000), Habermas describe
la situación de la transición acaecida durante la posguerra y sostiene que el Estado regulador –de
acuerdo con la doctrina keynesiana– dio paso a un Estado social-demócrata durante las décadas de
los cincuentas y los setentas, para llegar por fin a un Estado neoliberal que efectivamente procura
la apertura irrestricta de los mercados, en otras palabras, se trata de un fenómeno de desregulación
económica. La intención de este fenómeno, según el neoliberalismo, es la de absorber el impacto
del mercado global y para ello se precisa liberar a la economía de la política como tradicionalmente
se entiende esto, es decir, potenciar una economía de mercado. De ahí la poca acción o competencia
que el Estado como instancia de bienestar social ejerce en contraste con los capitales y sus
modulaciones.
13 Martin, H. P., Schumann, H., Ibid., p. 15.
14 Adorno, Th. W., Horkheimer, M., Dialéctica de la ilustración, Trotta, Valencia, 1998, p. 64.
327
Miguel Angel Hernández Briseño
III
328
Saber, poder y subjetividad
para indagar sobre una forma de dominación que, como se intenta mostrar, está
tan arraigada en la realidad que esta última parecería ser una dominación a nivel
ontológico. El segundo motivo consiste en censurar la postura señalada debido a
que muestra las características de una posición determinista y sostener una postura
de tal tipo impide todo intento de estudio del fenómeno en cuestión; en otras
palabras, para qué estudiar algo que a final de cuentas escapa de la posibilidad de
control del ser humano; esa es la falacia en la cual no debemos caer. Una técnica
de control social cualquiera no tiene nada de místico, es creación humana al cien
por ciento.Una vez expuestos tales motivos comencemos el análisis de nuestro
concepto presentándolo en tres momentos. El primero de ellos es la definición
de biopoder que ofreció Michel Foucault en la década de los años setenta; en
segundo lugar abordaremos el momento más reciente en el que diversos autores
utilizan la noción de biopoder aunque no de la misma manera ni con el mismo
sentido expuesto por Foucault sino rebasando el horizonte planteado por él. El
tercer momento es quizá el punto más relevante en esta reflexión y tiene que ver
con la relación existente entre el biopoder y la tecnología.
En el orden de nuestra exposición veamos ahora la noción de biopoder
aportada por Foucault, pero hagámoslo considerando antes un amplio espectro
de sus ideas. Para Foucault el concepto de poder puede ser leído en dos claves:
una de acepción jurídico-política, y otra referida a los aspectos biológicos que
permiten la existencia humana en el mundo moderno. Dicho espectro oscila,
por una parte, entre considerar al poder como el despliegue de un entramado de
posibilidades discursivas, psicológicas o biológicas, auto-poiéticas, o, por otra
parte, considerarlo como una mecánica o un estado de dominación que puede ser
tanto corporal como psíquico. En el primer caso la lectura del poder es clásica:
el poder controla al individuo; esto es lo que se denomina poder «disciplinario»
y es definido por nuestro autor como “…la organización de los grandes espacios
de encierro…”,17 espacios que son las instituciones creadas por la racionalidad
moderna para definir lo que era razonable y lo que no lo era, para separar lo
normal de lo patológico, etcétera. Hay que tomar en cuenta el doble mecanismo
que opera aquí: por una parte el encierro define lo que es pertinente, pero al mismo
tiempo también define y construye lo que es impertinente, es decir, da sus límites a
lo uno y a lo otro. Estos «espacios de encierro» operan otorgando un lugar y unas
características precisas a lo “indeseable”, al mismo tiempo que fijan los límites de
lo que se considera aceptable; estos espacios organizan la sociedad a partir de un
17 Cf. Deleuze, G., “Post-scriptum sobre las sociedades de control”, en Conversaciones, Pre-
Textos, Valencia, 1990.
329
Miguel Angel Hernández Briseño
18 Balbier, E., “Un poder sin afuera”, en E. Balbier, et al., Michel Foucault filósofo, Gedisa, Bar-
celona, 1999, p. 164.
19 Op. cit., p. 165.
20 Foucault, M., Defender la sociedad, FCE, México, 2000, p. 217.
330
Saber, poder y subjetividad
331
Miguel Angel Hernández Briseño
23 Negri, A., Hardt, M., Imperio, trad. de Eduardo Sadier, Hardvard University Press, Cambridge,
2000. Difusión Gratuita por internet: <http://www.chilevive.cl>.
24 Cf. Deleuze, G., Op. cit., pp. 277- 286.
332
Saber, poder y subjetividad
25 “En 1952, los microbiólogos James Watson y Francis Crick anunciaron que habían resuelto el
problema principal de la biología moderna. Habían descifrado el «código genético» que permanecía
oculto en lo más hondo de la estructura molecular del ADN. La utilización de la palabra código
en este contexto era significativa en sí misma. Entre otras cosas, pareció vincular inmediatamente
los descubrimientos de los biólogos con los de los nuevos teóricos de la información, cuya labor
tenia mucho que ver con «codificar» información. La palabra también llevaba consigo la emoción
de un relato de espionaje y, de hecho, recordaba la primera aplicación que se dio al ordenador en
Inglaterra: descifrar el código secreto de los alemanes durante la segunda guerra mundial.” En:
Roszak T., El culto a la información, CONACULTA-Grijalbo, México, 1990, pp. 28-29.
26 Al respecto se puede consultar: Rose, J., La revolución cibernética, FCE, México, 1987, pp. 23-29.
333
Miguel Angel Hernández Briseño
a la lógica del capital. Esa perspectiva fue ampliada y revisada por la Escuela de
Frankfurt que aporto la consideración de que la cultura y las propias relaciones
sociales se adhieren a la dinámica del capital. Lo anterior muestra que la lógica
capitalista ha ganado velozmente más espacios haciendo homogénea la vida
social de manera creciente. Foucault dedujo que la dimensión biológica de la vida
era el siguiente paso para la absorción total de la realidad por parte de un sistema
de poder que ya no era localizable; Negri y Hardt sostienen que tal concepción
de poder en Foucault no contaba con un elemento crucial como fundamento, a
saber, aquel que se refiere a quién, qué o cómo se controla el sistema de biopoder.
Tales cuestiones habrían sido contestadas por Deleuze y Guattari cuando
concentraron “…su atención sobre la sustancia ontológica de la producción
social”.27 Tal sustancia son las «máquinas» que producen máquinas sociales, de
guerra, deseantes, etcétera. Aunque al final ni siquiera los autores del Anti-Edipo
pudieron articular la complejidad que el concepto de biopoder comporta debido
a que permanecieron describiéndole como un horizonte caótico indeterminado, o
mejor dicho, como un «rizoma». Lo interesante al respecto estriba en que existe
un problema al plantear un sistema de dominación tan grande y perfecto como
lo sugiere el collage de autores citados por Negri y Hard. Un sistma total sería
casi imposible ya que supondría que dicho sistema no podría ser controlado por
ningún sujeto; la opción resultante es que el sistema se controlase por sí mismo.
Esa es la innovadora propuesta por parte de los autores de Imperio, y antes de
cualquier cosa tal enunciado debe ser aclarado. No se implica que Negri y Hardt
(o quien escribe estas líneas) sostengan que el concepto de biopoder entrañe
un sistema que domina a los seres humanos de forma “conciente”. Lo anterior
supone (y la teoría de la complejidad lo corrobora) que en apariencia el poder, en
cuanto que autorregulado (o autopoiético), presenta características propias de un
organismo vivo. Un organismo vivo no necesariamente es inteligente y menos aún
adaptativo, la mayoría de organismos vivos conocidos por el hombre funcionan
por instinto en virtud de la programación de su código genético; con excepción
de unos pocos animales, no se sabe de la existencia de otras formas de vida
inteligente. Por otra parte, un sistema vivo tiene características bien definidas y,
según Fritjof Capra, no todos los sistemas complejos autopoiéticos están vivos;28
pero por más seductora que sea esa idea no podemos pensar que el biopoder sea
“un poder viviente”, más bien presenta las características de un sistema complejo
334
Saber, poder y subjetividad
29 Rayner, T., “Biopower and technology: Foucault and Heidegger´s way of thinking”,
en Contretemps, núm. 2, mayo 2001, pp. 142-155. Véase: <http://www.usyd.edu.au/
contretemps/2may2001/rayner.pdf>.
335
Miguel Angel Hernández Briseño
336
Saber, poder y subjetividad
respuesta, ésta no es total; él sugiere que el único ejercicio que se ha llevado a cabo
ha sido el de problematizar la relación entre biopoder y tecnología. “La cuestión
que persiste es cómo se puede avanzar a partir de esas simples continuidades. ¿Es
posible determinar una más profunda manera de relacionar las críticas al biopoder
y la tecnología? ¿Si es así, cómo?”.31 Antes de intentar contestar las preguntas de
Rayner sería preferible meditar con calma y detenimiento las diversas cuestiones
que este autor ha expuesto. Varias de ellas sugieren que el expediente del tecno-
bio-poder es una cuestión cardinal para el pensamiento contemporáneo; no
obstante aún hay que estudiar más profundamente esta noción para comprender
las implicaciones que este complejo dispositivo tiene en la actualidad respecto al
control y la dominación de la sociedad.
IV
337
Miguel Angel Hernández Briseño
su lógica interna (su teleonomía) muestra que su subsistencia les orilla a crecer y
a expandirse; inclusive en ello son parecidos al sistema que llamamos vida dado
que éste también se encuentra en un despliegue continuo.
Pero existe una segunda cuestión acerca del estado de cosas que
podemos observar con respecto al fenómeno del biopoder. Hemos encontrado
extrapolaciones en el significado del concepto de biopoder. Por ejemplo, que
tiene connotaciones positivas o negativas según su funcionamiento y apreciación.
También hemos encontrado que se trata de un concepto y de un fenómeno
que, podría decirse, es “natural y artificial al mismo tiempo”. Este punto es
altamente relevante dado que hablamos de un fenómeno con las caracteristícas
de un sistema complejo adaptativo. Por ello en los desarrollos más recientes del
concepto de biopoder la frontera entre naturalidad y artificialidad se difumina.
La programación del código genético supone un tratamiento inédito de la
vida. La misma noción de vida resulta extraña si se toman en cuenta nuevas
aproximaciones en torno al biopoder que consideran a la tecnología como una
forma de naturaleza inmanente al género humano. En otras palabras, lo natural
del hombre sería su artificialidad. Ello sin lugar a dudas es sólo un juego de
palabras. Pero la yuxtaposición de los elementos mencionados, capitalismo,
tecnología, mass media y biopoder es posible en el campo de la cultura y, más
aún, tal conjunción se extiende también al fenómeno de vida. De tal suerte no sólo
es que se difuminen las barreras en nuestros días sino que el conjunto complejo
marcado por todos esos elementos nos otorga un nuevo sentido de realidad. Esto
no es una conclusión radical, sin embargo la correcta comprensión del fenómeno
en cuestión dista mucho de aparecer en forma prístina ante nuestros ojos. La
producción de la vida (con la conotación industrial a la que hace referencia) es un
tema que deberá ser investigado con mayor profundidad. Conviene subrayar que
simultáneamente se debe denunciar el desarrollo de diversas biopolíticas aún y
cuando estas reflexiones sean parciales. Aunque no sea posible el conocimiento
total eso tampoco nos exculpa de la crítica, esto es, de describir y limitar la
experiencia del biopoder y sus implicaciones en nuestra civilización. A pesar de
todas las limitantes cognoscitivas e históricas propias de cualquier intento de
estudio de la realidad humana es necesario reconsiderar nuestro presente. Tal
ejercicio debe partir del intento de comprender la realidad, cuestionarla y participar
interviniendo en pro de la no dominación de la especie. Considerar la noción de
biopoder como pauta constitutiva del presente también implica considerar que
nuestras ideas sobre la humanidad deben ser reinterpretadas evitando caer en un
laberinto terminológico. No sólo requerimos de palabras para enfrentarnos a la
realidad, requerimos hacerla nuestra, y ese es el tema que este ensayo deja sin
338
Saber, poder y subjetividad
Bibliografía
339
Miguel Angel Hernández Briseño
• Finkielkraut, A., Una voz viene de la otra orilla, Paidós, Barcelona, 2002.
• Foucault, M., Defender la sociedad, FCE, México, 2000.
• Habermas, J., La constelación posnacional, Paidós, Barcelona, 2000.
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• Lyotard, J. F., La condición posmoderna, Cátedra, Madrid, 1998.
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2002.
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Press, Cambridge, 2000. Difusión Gratuita por internet: <http://www.
chilevive.cl>.
• Rayner, T., “Biopower and technology: Foucault and Heidegger´s way of
thinking”, en Contretemps, núm. 2, mayo 2001. Véase: <http://www.usyd.
edu.au/contretemps/2may2001/rayner.pdf>.
• Rose, J., La revolución cibernética, FCE, México, 1987.
• Roszak T., El culto a la información, CONACULTA-Grijalbo, México, 1990.
340
La configuración de la verdad y el poder
en el perspectivismo de Ortega y Gasset
Julián Herrera
Universidad Autónoma del Estado de México
1 Ortega y Gasset J., “¿Qué es filosofía?”, en Obras completas, Vol. VII, Alianza, Madrid, 1997, p. 285.
2 Cf. Morón Arroyo C., El sistema de Ortega y Gasset, Madrid, Alcalá, 1968, p. 229.
341
Julián Herrera
3 Ortega y Gasset, J., “Historia como sistema”, en Obras completas, Vol. VI, Alianza, Madrid,
1997, p. 40.
4 Cf. Ferrater Mora J., Ortega y Gasset. Etapas de una filosofía, Seix Barral, Barcelona, 1958, p. 21.
5 Cf. “Apuntes para una teoría raciovitalista de la verdad”, en Domínguez A., et al., El primado de
la vida, cultura, estética y política en Ortega y Gasset, Ediciones de la Universidad de Castilla-La
Mancha, España, 1997, pp. 143-144.
342
Saber, poder y subjetividad
6 Ortega y Gasset, J., El tema de nuestro tiempo. Prólogo para alemanes, ed. de Domingo
Hernández Sánchez, Tecnos, Madrid, 2002, pp. 67-68.
343
Julián Herrera
más ni más, como el imaginario ente real de los sistemas racionalistas, ni finge
una realidad ilusoria al modo relativista. Ortega asemeja el sujeto cognoscente
con un cedazo o harnero, que detiene unas cosas y deja pasar otras; las selecciona
pero no las deforma. Según la forma de su retícula sensible, hechos, verdades o
fenómenos quedan ignorados o no percibidos.
Esta capacidad de selección la sitúa Ortega tanto en el nivel individual
como en el nivel histórico-social. Así, en el primero, el individuo en cuanto
aparato receptor selecciona de los infinitos elementos de la realidad sólo algunos.
“La estructura psíquica de cada individuo viene a ser un órgano perceptor, dotado
de una forma determinada, que permite la compresión de ciertas verdades y está
condenado a inexorable ceguera para otras”.7 Sucede con las verdades lo mismo
que con los colores y los sonidos, sólo llegan a nuestro aparato ocular y auditivo
los colores y los sonidos de ciertas velocidades, sin que por ello pueda decirse que
su estructura, al ejercer su influencia en la percepción, deforme la realidad.
Respecto al nivel histórico-social Ortega menciona que cada pueblo y
cada época tienen un alma típica, una retícula determinada que les hace captar
con exactitud ciertas verdades y otras no. Así, no tiene sentido que un pueblo o
una época pretendan oponerse a los demás con la justificación de haber llegado
a la verdad íntegra. “Todos tienen su puesto determinado en la serie histórica,
ninguno puede aspirar a salirse de ella, porque esto equivaldría a convertirse en
un ente abstracto, con íntegra renuncia a la existencia”.8
Respecto de la perspectiva como componente de la realidad, Ortega
trata de ejemplificar esto con el caso de dos sujetos que están mirando el mismo
paisaje y, sin embargo, no ven lo mismo porque desde sus dos puntos de vista el
paisaje aparece organizado en cada caso de manera distinta. Cada sujeto pondrá
en primer plano al elemento que más llama su atención, sin embargo ese mismo
elemento podría no importarle en absoluto al otro sujeto. Además, por el lugar que
ocupa cada observador, los elementos del paisaje aparecen unos detrás de otros y,
por tanto, uno de los observadores podrá ver cosas a las cuales el otro observador
no podrá llegar desde su lugar de visión. Dada esta situación no tiene sentido
declarar falso alguno de esos paisajes ni suponer un tercer paisaje auténtico, un
paisaje-arquetipo, que hubiese quedado fuera de las condiciones empíricas de los
dos sujetos.
Ortega afirma con esto que la realidad cósmica es tal que no puede
ser vista sino bajo una determinada perspectiva. “La perspectiva es uno
344
Saber, poder y subjetividad
9 Ibid.
10 Ibid., p. 136.
11 Ibid.
345
Julián Herrera
utópica. Ahora, con esta nueva consideración, la realidad es percibida como algo
no acabado ni perfecto, sino como un horizonte en el que se expresa esa corriente
vital que va de pueblo en pueblo, de generación en generación y de individuo en
individuo. La doctrina del punto de vista exige la articulación con la perspectiva
de la cual ha emanado, por ello Ortega insiste en que: “La razón pura tiene que
ser sustituida por una razón vital, donde aquélla se localice y adquiera movilidad
y fuerza de transformación”.12
Así, se puede afirmar que la peculiaridad de cada ser, su diferencia
individual, no es un estorbo para la captura de la verdad, sino el órgano por el
que puede conocer la porción de realidad que le corresponde. En este aspecto
Ferrater Mora señala que el perspectivismo de Leibniz se apoya en un realismo
monadológico a diferencia del de Ortega que lo hace en un realismo pluralista.13
Por ello, en el perspectivismo de Ortega la coincidencia estricta entre dos puntos
de vista sobre la realidad nos llevaría a una pura abstracción; dos puntos de vista
sobre la misma realidad nunca pueden coincidir, pero sí complementarse, así la
tarea de cada individuo es procurar reproducir fielmente su punto de vista. Queda
así cada individuo convertido en un punto de vista esencial para la verdad íntegra
que sólo se logra por la yuxtaposición de cada una de las perspectivas. Ésta es
la tarea de Dios, pero no en un sentido racionalista, sino que para Dios su punto
de vista es el de cada uno de nosotros, quedando nuestra verdad parcial también
como verdad para él.
Ahora bien, tomando en cuenta lo anterior, el perspectivismo Orteguiano
tiene dos consecuencias importantes; la primera se da en el plano ético, pues la
doctrina perspectivista del filósofo español se presenta como una teoría de la
tolerancia y del consenso por medio de la acción comunicativa, ayudando así a
profundizar en el concepto de democracia participativa. La segunda consecuencia
es de carácter epistemológico y sugiere que la doctrina del punto de vista lleva en
germen la intención de convertirse en lo que ella misma critica, es decir, volverse
absoluta, pretendiendo convertirse a sí misma en la verdadera teoría. De ahí que
necesite una metacrítica que elimine esa falsa conciencia.14
12 Ibid., p.137.
13 Cf. Ferrater Mora J., Ortega y Gasset…, p. 58.
14 Cf. “Apuntes para una teoría raciovitalista de la verdad”, en Domínguez A., et al, Op. cit., pp.
145-146.
346
Saber, poder y subjetividad
Bibliografía
347
C u a r t a P a r t e
Estética
Lo siniestro y la incertidumbre:
una mirada al cine de David Lynch
Inland Empire.
351
Liliana García Rodríguez
Lo que se ha roto es el vínculo del hombre con el mundo. A partir de aquí este
vínculo se hará objeto de creencia. La creencia ya no se dirige a un mundo
distinto, o transformado. El hombre está en el mundo como en una situación
óptica y sonora pura… Sólo la creencia en el mundo puede enlazar al hombre
con lo que ve y oye. Lo que el cine tiene que filmar no es el mundo, sino la
creencia en este mundo, nuestro único vínculo.3
2 En Schelling, por ejemplo, la obra de arte es resultado de una evolución de la propia naturaleza
hacia su autoconciencia que retiene la potencia creadora inconciente.
3 Deleuze, G., La imagen-tiempo. Estudios sobre cine 2, Paidós, Barcelona, 1998, p. 229.
4 “Divinidad atormentada y en lucha y contradicción consigo misma, como, desde distintos puntos
de vista, la concebirían Hegel, Schopenhauer y el joven Nietzsche. ¿Será Dios o Satán lo que a través
de ese viaje iniciático que poesía y arte realizan se revela? ¿Será un rostro espléndido, como aquel
rostro luminoso que irradiaba a través de los círculos de las hipóstasis interiores, tal como lo entreveía
el renacentista Marsilio Ficino, lo que entonces se nos patentice? ¿Sería una luz cegadora ante la que
cede toda visión y sólo puede alcanzarse en la tiniebla? ¿Será ese Dios Tiniebla, el corazón de la
tiniebla, el fondo oscuro y siniestro de una deidad atormentada en sus desgarramientos, conceptuable
como dolor y voluntad o como Uno primordial en perpetuo autodesgarramiento? ¿O esa oscuridad y
esa tiniebla será el último velo, angustioso velo, que a modo de noche oscura impide el vuelo terminal,
aquél en el curso del cual se logra dar ‘a la caza, alcance’?”, en Trías, E., Op. Cit., p. 42.
352
Saber, poder y subjetividad
II
Schelling.
Hemos visto cómo lo siniestro forma parte de la reflexión filosófica con el
Romanticismo. Pero será el psicoanálisis quien lo rescatará y lo tomará de frente.
Freud, en su ensayo titulado “Lo ominoso” entiende lo siniestro, en principio, como
un sentimiento próximo a lo espantable, a lo espeluznante, situándolo dentro de
lo angustiante en general. Pero el objetivo de Freud es la acotación de lo siniestro
como un sentimiento dentro de la angustia. “En suma: quisiéramos saber cuál es
ese núcleo, ese sentido esencial y propio que permite discernir, en lo angustioso,
algo que además sea «siniestro»”.5 Para ello traza dos vías: por un lado, emprende
un estudio del vocablo alemán Unheimlich; por el otro, reúne experiencias, objetos
y situaciones que provocan el sentimiento de lo siniestro para inferir de ellas lo que
lo constituye. Por ahora nos detendremos en la primera vía.
Para abordar el término Unheimlich acude a la palabra Heimlich en sus
dos sentidos: el primero refiere a lo familiar, próximo e incluso íntimo; algo que
5 Freud, S., Obras completas. T. XVII, Amorrortu, Buenos Aires, 2006, p. 220.
353
Liliana García Rodríguez
hace referencia a un lugar confortable, como una casa acogedora o una persona
cercana, evocando así lo íntimo, lo propio. El segundo sentido presente en Heimlich
refiere a lo secreto, oculto, extraño. Es así como Unheimlich es el antónimo sólo
del primer sentido. Del análisis de la palabra, resalta el carácter ambiguo de lo
siniestro, que conjuga lo familiar y lo oculto; lo íntimo y lo secreto; lo propio y
lo extraño. Esta primera aproximación a lo siniestro revela ya la relación entre
dos aparentes opuestos que se encuentran en una suerte de umbral que se levanta
entre dos mundos en donde lo familiar revela algo extraño.
Eugenio Trías, por su parte, respecto a la palabra castellana ‘siniestro’ nos
dice: “Opuesto a diestro, en sentido local y simbólico, siniestro hace referencia
a zurdo y torcido. Agüero siniestro es mal agüero: ya en su inicio el término se
asocia al hado malo, al destino aciago, a la suerte torcida… El hado malo puede
provenir de un encantamiento o sortilegio que ciertos seres pueden producir sólo
echar una mala mirada: el mal de ojo”.6
Encontramos así que lo siniestro se sitúa en la frontera entre lo extraño y
lo cercano a lo que se agrega un hado malo; es un peligro que acecha en los objetos
y situaciones con las que convivimos familiarmente. Esto es lo que encuentro en
la obra de Lynch. Veamos.
Lo ominoso en la obra cinematográfica aquí referida se cifra en términos
de la cotidianidad. Lo familiar, lo cercano, lo íntimo está en lo rutinario de la
vida diaria, el mundo que nos esconde a nosotros mismos encuentra en ella una
revelación. Estos filmes nos introducen en un universo que contiene y resalta
las locaciones de la realidad típicamente americana: un jardín cuidadosamente
adornado (Blue Velvet, 1986), un restaurante de comida rápida (Mulholland drive,
2001), una nueva habitante del vecindario presentándose a sus vecinos (Inland
Empire, 2006); lo que allí sucede, lo que la cámara capta es el latir de secretos y
peligros que acechan y amenazan con irrumpir el velo de la tranquilidad aparente.
La serie del televisión Twin peaks (1990-1991), cuya historia gira
en torno a la investigación del misterioso asesinato de la joven Laura Palmer
sucedido en un pequeño y tranquilo pueblo, muestra los bajos fondos del lugar y
de los personajes. Dicha serie nos lleva por las veredas obscuras de una población
aparentemente tranquila con secretos difíciles de desentrañar. El cierre de la serie
se da con el film Twin peaks: fire walk with me (1992), que se centra en los
últimos días de la joven asesinada. Revela que el mal mayor no se encontraba en
las mafias y círculos de prostitución de los que la joven formaba parte, sino en el
seno de su círculo más cercano, allí donde debía estar más segura: su hogar, y en
354
Saber, poder y subjetividad
la persona más próxima a ella: su padre. Laura no lo sabe, no acepta que su padre
sea el demonio que la atormenta.
Lo siniestro descansa en los muros del hogar de Laura. La cámara recorre
los rincones del mismo como un presentimiento de la perversión paterna; la
imagen del ventilador que cuelga del techo, el sonido que provoca su infatigable
orbitar parece susurrar las vejaciones ocurridas allí; la recámara de Laura, en sus
colores pastel, en las flores y los muñecos de peluche, contiene lugares poseedores
de grandes secretos. Lo siniestro no está tanto en las escenas de violencia entre el
demonio paterno y Laura, sino en la cena familiar en la que el padre reprende a la
hija por no lavarse las manos antes de comer, en el vaso de leche que contiene el
sedante que duerme a la madre por las noches…
Pero no sólo se trata de esta relación entre lo extraño y lo familiar sino que
se le agrega un sentido de destino aciago, la figura del ave de mal agüero también
es recurrente en las cintas de Lynch. Desde las extraña mujer que antecede el
destino de la investigación del asesinato en Twin peaks: fire walk with me, a
la anciana que presiente la maldad entre Diane y Camilla en Mullholand drive;
Marilyn la presentadora en el talk show de Inland Empire, etcétera.
III
355
Liliana García Rodríguez
356
Saber, poder y subjetividad
El mundo, que se nos presenta como extraño, en el cual –como dirá Deleuze–
no acertamos ya, se confunde con el “yo” en las cintas de Lynch,7 como si no
hubiera una demarcación clara entre al mundo exterior y al prójimo. Esta es la
sensación que nos deja la experiencia de su cine. Al no saber qué está pasando
en sus películas, en la duda de si es un sueño de algún personaje, su agonía, una
alucinación de alguien más, lo que sucedió tiempo atrás, lo que está a punto
de pasar, en fin, en todas las posibilidades presentes, asistimos a la pérdida de
certeza. La solución de Deleuze encuentra aquí un caso para detenernos a pensar;
con la obra cinematográfica de Lynch diríamos que su cine filma la incertidumbre
del mundo, el aturdimiento, el choque con el mismo como único vínculo con él.
Así como sus personajes dudan ante las situaciones en las que se encuentran y
se sienten perdidos en un inmenso laberinto, nosotros –espectadores del filme–
compartimos esa incertidumbre, el mismo resquemor que nos hace dudar acerca
de lo que está pasando y nos obliga a una expectación más bien temerosa.
La cámara, en este respecto, es muy elocuente en el caso de Inland
Empire ya que muestra un transfondo siempre móvil, vertiginoso. Ella perece
estar filmando la angustia con que el mundo circundante se presenta a los
personajes. El primer plano al rostro de la vecina cuando ésta se va a presentar a
casa de Nikki (Laura Dern) sugiere una interioridad atormentada que, a su vez,
atormenta a su interlocutora y pone en duda su entorno. Es esta relación con
la realidad, completamente incierta, la que la obra de David Lynch filma para
hacernos partícipes de una experiencia de vacilación en un mundo ominoso en el
que laten con gran fuerza secretos que son indescifrables en la cotidianidad, un
mundo en el que, ante la imposibilidad de afirmarlo, nos cuesta creer.
Bibliografía
7 Cabe señalar las excepciones a este respecto. Dune (1984) difícilmente entra en esta
caracterización. Pero es The Straight Story (1999) la que menos propone esta incertidumbre. Su
narrativa, completamente convencional, la historia y los propios personajes son una suerte de anti-
Lynch. Nuestro director, al margen de hacerlo deliberadamente, nos ofrece un filme completamente
diferente a la lógica que caracteriza a su obra.
357
Liliana García Rodríguez
358
El arte y el poder
La cultura responde a una necesidad de integración social. El arte, como uno de los
varios elementos que constituyen la cultura, es una construcción, no es independiente
ni autosuficiente, se difunde en el contexto y en los argumentos relativos a su expansión
dentro del sistema cultural. Aun cuando el arte no debe “reducir la obra a sus ingredientes
ideológicos”,1 la imagen simbólica como conocimiento inmediato manifiesta un
sentido que da a conocer valores; la imagen tiene un discurso que puede ser leído o
interpretado. La selección y promoción de las imágenes producidas en el mundo del
arte son aprobadas bajo criterios estilísticos aplicados por parte de las instituciones que
de esta manera legitiman su expresión, ya sea por que dichas imágenes representen
un papel sintetizador dentro de los parámetros de las instituciones que sustentan el
poder, evitando de esta forma las transgresiones al sistema, o bien, porque pueden ser
utilizadas como una fuerza contra-cultural, como denuncia a las mismas instituciones
que detentan el poder. Finalmente lo que prevalece son las instituciones, veamos
como referencia la afirmación de Manilowski: “Todos los supuestos, argumentos y
conclusiones relativos a la difusión de un elemento y a la expansión de una cultura en
general, tendrán que modificarse una vez que se reconozca que lo que se difunden son
las instituciones y no los rasgos ni las formas ni los complejos fortuitos”.2
El poder comunicativo de las imágenes es contundente para la conformación
de valores y la integración de la cultura. La utilización de imágenes artísticas se
establece culturalmente con características objetivas que son transmisoras de signos
que se instauran en la colectividad y que se interpretan como datos en función de
una ulterioridad práctica o teórica. La imagen como signo de representación es
sintetizadora, se congratula con la institución en la medida que va estableciendo
parámetros de clasificación de las representaciones de la cultura y es constituida
como una práctica concreta de afirmación del saber y de amalgamiento del poder.
Para Foucault, en La verdad y las formas jurídicas, las instituciones tienen la
propiedad de observar el control al que es sometido el saber por parte de este poder.
1 Sánchez, Vázquez, A., Las ideas estéticas de Marx, Siglo XXI, México, 2005, p. 70.
2 Manilowski, B., “La cultura”, en Kahn, J. S. (comps.), El concepto de cultura, textos fundamentales,
Anagrama, Barcelona, 1975, p. 9.
359
Cecilia Gutiérrez Gutiérrez
3 Foucault, M., La verdad y las formas jurídicas, 5ª conferencia, (Edición digital), p. 61.
360
Saber, poder y subjetividad
4 Goodman, N., Los lenguajes del arte, Seix Barral, Barcelona, 1976, p. 189.
361
Cecilia Gutiérrez Gutiérrez
362
Saber, poder y subjetividad
Es por ello que en el arte se insiste sobre el cuerpo, porque éste es precisamente un
señalamiento de la inestabilidad de sus límites, de la carencia de identificación. El
trabajo con el cuerpo en un espacio performativo muestra el desplazamiento de la
idea de un Yo dotado de una forma estable y finita; el cuerpo se presenta como un
territorio expandido por el terror de la fragmentación, la cual cuestiona los valores
escindidos de una sociedad globalizante en donde se valora al objeto sobre el sujeto.
El postmodernismo, con la pérdida de individualidad, significa también
el fin del estilo en pintura, “en el sentido del único y personal, y el fin de los trazos
del pincel distintivos e individuales (como lo simboliza la emergente primacía de la
reproducción mecánica)”.5 Hay una transformación de los modelos de expresividad
subjetivistas característicos de esa modernidad surgida como la conciencia histórica en
la reflexión sobre el presente, al pensarse en la Historia. El fin del sujeto moderno y
centrado significará la pérdida de la subjetividad, de la mirada interior que apuntaba a
valores únicos y personales, a ideales y sentimientos que se vieron magnificados en la
expresividad del arte, en loas al estilo personal, en el realce del trabajo procesual, en
la experiencia personal como sustituto de la realidad, en parámetros que se evanescen
con el predominio de la reproducción mecánica ya que con ésta se genera también la
difuminación del aura en el arte; los objetos son homologados por el valor que tiene en el
mercado, por el coleccionismo, así como por su más amplia distribución entre las masas.
Con las computadoras personales ha ocurrido un cambio importante, ya que
de ser un producto de la más alta tecnología usado para el trabajo de investigación
se ha ido generalizando su uso y consumo. Ha pasado de ser una herramienta de
trabajo personalizado y se ha convertido en un instrumento colectivo de información.
La fotografía y el cine también han generalizado su consumo y su reproducción
por la manipulación de la computadora y de las cámaras de vídeo que son ahora
accesibles a un público mucho más amplio. La sobre-abundancia de imágenes, fijas
o en movimiento, desgastan hasta llegar a la banalidad absoluta. La experiencia de
lo artístico es definida por José Luis Brea como: “Una generalizada experiencia
banal que se instaura en el dominio de la tecnociencia, una ilimitada capacidad de
ejercicio de la seducción inmediata del sujeto bajo el continuo bombardeo icónico.
Lo más banal acaba siendo lo más importante. La banalidad está hoy sacralizada”.6
La posmodernidad se avoca a la superficialidad y a lo perecedero. Un fenómeno
de masas sería no separar la crítica del juego o del placer, ya que en su recepción
colectiva y simultánea se da la sensibilización por distracción, dando como resultado
importantes mutaciones en la percepción, como por ejemplo la presencia del shock.
5 Jameson, F., “The deconstruction of expression”, en New left review, London, núm. 146, Julio-
Agosto de 1984; Vergine, L., “The body as language”, en Harrison, Ch., Wood, P. (eds.), Art in
theory, 1900-2000: An anthology of changing ideas, Blackwell Publishers, 2003, pp. 1049 y 1050.
6 Brea, J., Las auras frías, Anagrama, Barcelona, 1991, p. 189.
363
Cecilia Gutiérrez Gutiérrez
7 Negri, T., Arte y multitud. Ocho cartas, Trotta, Madrid, 2000, p. 79.
364
Saber, poder y subjetividad
vector, como elemento primordial del lazo social”.8 El cuerpo ideal es una imagen
reforzada desde los medios publicitarios y televisivos donde la imagen que se implanta
como modelo es una marca comercial que dirige el imaginario social para satisfacer
intereses económicos y políticos; no interesa el bien común o un estado fuerte
constituido por individuos, sino la imagen de un consumidor sirviendo a los intereses
de los grandes corporativos transnacionales. Si el otro en donde pueda reconocerme y
completar mi propia imagen corporal es un ser invisible, la imagen publicitaria llena
este vacío que deja el otro inmaterial. En la realidad virtual se sustituye la percepción
espacio-temporal real del sujeto, que cree estar donde no está, creando un mundo,
que a diferencia del real no exige responsabilidades; desde este punto de análisis la
red es asocial. Parte del código no explícito de la comunicación en la red es engañar,
disfrazar la personalidad. En las nuevas sociedades virtuales generadas en la red el
usuario sabe que es permitido mentir, hay una desconexión con la sociedad real en
donde mentir sí tiene consecuencias explícitas. En estas sociedades virtuales se tiene
una personalidad elegida, también se elige un status social y económico que contraste
con los fracasos de la vida ordinaria, un mundo sin diferencias raciales, sexuales o
sociales, la realidad virtual explora en el imaginario y la fantasía, en un espejismo.
La realidad virtual no necesita de la memoria ya que los recuerdos anclan y fijan
la personalidad y la identidad, la conciencia social, los ideales de la comunidad y
valores como la patria, la libertad, la justicia, etcétera. Los recuerdos y la realidad
sitúan a los sujetos en el aquí y el ahora, en el espacio y en el tiempo. La realidad
virtual es un conjunto de informaciones destinadas a los sentidos, y cuya función es
sustituir la percepción espacio-temporal real del sujeto por una movilidad que le hace
perder el sentido de la realidad, que es manejada desde los discursos publicitarios y
que presenta al espectáculo como un factor estético, o como simulación cuando la
realidad ya se ha perdido como referente (según la concepción de Baudrillard). La
muerte del sujeto moderno conduce a nuevas formas de representar el cuerpo en la
postmodernidad, un cuerpo que ha perdido el sujeto y que en su lugar nos presenta
solamente carne humana o su potencial evanescencia.
En el arte se hace un llamado a lo local en lo global.9 El pensar globalmente
y actuar localmente excluye al Estado como mecanismo de reforma. La desilusión
ante los viejos movimientos reformistas debilitan la cohesión social de los países. La
sociedad es un sistema constituido por instituciones auto-regulables que dominan al
365
Cecilia Gutiérrez Gutiérrez
Bibliografía
366
Acotaciones acerca del pensamiento esférico
Benjamín Valdivia
Universidad de Guanajuato
El texto que sigue intenta exponer, desde el punto de vista de la estética, las
condiciones básicas del espíritu de partido en la filosofía, y responder a la cuestión
de por qué todo pensamiento ajeno resulta inaceptable. El rasgo distintivo es,
desde luego, la búsqueda del poder nuestro en detrimento del ajeno a partir de la
afirmación del propio ser.1
El pensamiento se ejerce siempre bajo una figura. Lo que distingue
a los filósofos entre sí es el tipo de figura que han elegido para presentar sus
pensamientos. Podemos afirmar que el enunciado convierte al concepto en
algo sensible; a menos que el emisor cuente con facultades extraordinarias
para manifestar su idea, tendrá que recurrir a una forma enunciativa que esté al
alcance de sus interlocutores. Y ya sabemos que las palabras están sujetas a la
incomprensión. No será necesario referir nuevamente el argumento de los sofistas
respecto de la escepcis que acompaña a todo diálogo. Baste con reconocer que el
receptor del discurso filosófico sólo cuenta con sus sentidos para aproximarse al
sentido que se le ofrece: el sentido depende de los sentidos.
Con ese fundamento estético será que se emitan y conserven los discursos
filosóficos, ya sea por los medios aéreos de la viva voz o en la fragilidad del
pergamino o en superficies de luz como se acostumbra en nuestro siglo. Sin esa
economía inicial de lo sensible el pensamiento estaría sometido al silencio y, por
ende, al sinsentido, ya no por una mala comprensión sino por el cancelamiento de
toda posibilidad de comprensión.
Desde los más remotos intentos históricos por revelarse a los otros, los
filósofos han procurado allegarse los más variados recursos con la mira puesta
en garantizar que sus concepciones alcanzarán su destino último. Y reconocen
que la vía normal habrá de ser el vertimiento de su interioridad invisible en una
exterioridad visible (o audible, según el caso). Todavía no hemos llegado al
extremo de acomodar el pensamiento a vehículos olfativos o de la lengua o el
1 El asunto también lo he tratado, con otra perspectiva, en mi libro Los objetos meta-artísticos y
otros ensayos sobre la sensibilidad contemporánea, UAZ, Azafrán y Cinabrio, 2007, pp. 62-69:
“La filosofía como dispositivo pulsional”.
367
Benjamín Valdivia
tacto; pero hay, sin duda, certezas atribuibles a dichos sentidos. Entonces, deberá
quedar claro que el pensamiento sólo es aceptable como producto cultural cuando
adquiere el estatuto de hacerse presente mediante vehículos disponibles a los
sentidos de otros.
Sin embargo, el discurso filosófico, como otros procesos de significado,
mantiene una organización que le es propia, distintiva, y que permite volcarlo en
otros vehículos sensoriales. No abundaremos en asuntos problemáticos que surgen
en este aspecto, tal como la traducción, la interpretación y otros semejantes.2
Más bien nos concentraremos en esa organización subsistente, que da lugar a
la expresión discursiva y que, presumiblemente, es el pensamiento mismo del
filósofo en cuestión. Así, nuestros sentidos habrán de confiar en que allí, en ese
aire que golpea nuestro oído o en ese papel delante de los ojos, se contiene el
conjunto de las ideas del pensador, a quien atribuimos, mediante esa confianza, la
capacidad de generar un orden conceptual determinado y que tiene verificativo en
ese objeto sensible que recibimos a la vista o al oído. Es, propiamente, la labor de
un artista: ha producido una obra material con un contenido significativo, el cual
desciframos (o reconstruimos) a partir de los datos de nuestros sentidos. Quedará
claro, pues, que el receptor del discurso filosófico está frente a una obra material,
que supone una obra conceptual, a la que alude.
Esta analogía entre el pensador y el artista es puesta en alto por diversos
clásicos; pero nos guiaremos por el más claro de ellos en los albores de nuestro
tiempo, Emmanuel Kant. En la Crítica de la razón pura3 analiza Kant lo que
denomina la “Arquitectónica de la razón pura”. De entrada se aprecia la relación
directa entre el pensador y el arquitecto (lo cual había sido ya mencionado por
Descartes al inicio del Discurso del método). ¿Qué es lo que edifica el filósofo?
Edifica sistemas. Dice Kant: “Por arquitectónica entiendo el arte de los sistemas”.
En su arte constructivo el filósofo efectúa una acción enlazadora cuyos elementos
son los conceptos, apoyados entre sí en una completa “unidad sistemática”.
Advierte Kant que existe la reunión rapsódica de los conocimientos, pero que
dicha miscelánea no constituye una filosofía; o demuestra, según se deduce, un
desconocimiento del arte del arquitecto del pensar.
Constatar que la filosofía es una edificación, que tal edificación es
innegablemente sensible en sus manifestaciones y que los autores de tales edificios
son artistas sería ya un buen puerto en la comprensión de lo que constituye la
368
Saber, poder y subjetividad
369
Benjamín Valdivia
abiertas por el esquema, sólo se aceptarán las que se sometan al juicio del
legislador:
En ese momento el filósofo deja de ser aquél que dio lugar a la invención
y a la imaginación de lo racional, como se da sitio a un verso, para convertirse en
legislador, emisor de juicios y, por tanto, en fijador de condenas, en condenador de
lo que desborda la esfera de la diversidad y de la posición conforme a lo legislado.
Así las cosas, la lucidez de los filósofos encuentra sus límites al reconocer que
existen pensamientos que no caben dentro de su esfera prefigurada.
La filosofía, como hemos dicho al inicio, supone un bastimento sensible
para su expresión discursiva; y ahora queda a la vista que su arsenal orientado
a los sentidos mantiene una cohesión más de fondo, más allá de las palabras
pronunciadas o escritas: la esfera de su alcance, la estrategia para concretar su
sistema. Este rasgo estructural subyace al discurso y lo modela, tanto en sus
contenidos aceptados como en las posiciones que estos ocupan y, en general, en
la figura completa con la cual se presentará el pensamiento en la perspectiva ideal
de su sistema.
El ideal del sistema, no obstante, se parece, más que a un ideal, a una
ideología: es una visión específica, y por tanto parcial e incompleta, dentro y ante
la totalidad de lo real. El filósofo, en tanto legislador, se arroga el juicio, y, con el
juicio, la sentencia, la cual es absolución para lo propio y condena para lo ajeno.
El filósofo, que era un creador de mundos, deviene ostentador del poder. Como
los ángeles perversos, el filósofo se adjudica las dos potencias que distinguen
a los dioses: la creación y el juicio. Ya desde su diálogo Timeo, de influencia
claramente pitagórica, nos presentó Platón esos dos aspectos: Dios “tomó todas
las cosas visibles” que se agitaban “y del desorden las hizo pasar al orden” para
que tuvieran belleza en su perfección (¿como los versos?), pues “nada de lo que
se asemeja a lo imperfecto puede ser bello”. Y lo hizo siguiendo un único modelo
(¿esquema?), por lo que existe un único mundo. Ese legislador, puesto a expresar
sensiblemente su concepto cósmico, dotó de forma a su criatura, la cual “no podía
4 Lyotard, J. F., El entusiasmo. Crítica kantiana de la historia, Gedisa, Barcelona, 1994, p. 50.
370
Saber, poder y subjetividad
ser más que la que abarca todas las formas. Por esto redondeó al mundo hasta
hacer de él una esfera, y puso las extremidades en todas partes a igual distancia
del centro, lo que es la más perfecta de las figuras”.5 Crear con el pensamiento
y hacerlo conforme a las leyes que el pensamiento determina es una actitud
deificada, otorgadora de poder. La gran diferencia estriba en que el demiurgo crea
la esfera para la inclusión nutriente y el filósofo para la exclusión condenante ya
que el sistema esquematizado no permite la incrustación de apósitos o partes que
le vengan de fuera como afirma Kant.
Debemos considerar, ahora, que la ubicación del pensador en la sociedad
es la del profesional del pensamiento, el autorizado por la comunidad para emitir
juicios relativos a la sistematización, sentido y orden del mundo que competen
a tal sociedad. No es que la comunidad respete los juicios del filósofo, sino
que se desentiende de ellos porque existe quién los elabore; y sólo los atiende
cuando es pertinente en una situación dada. Por eso el pensador está investido del
poder originario del discurso, tanto porque la sociedad se hace a un lado en este
particular como porque el filósofo se designa a sí mismo experto –y hasta dueño–
del sistema de los pensamientos. El poder discursivo que se transfiere al pensador
es un legado social.
Desde su legislatura otorgada, el filósofo acude a los recursos que hemos
señalado: expresión sensible, significación figurativa, esquema imaginado,
sistema arquitectónico e inserción social. Esta serie de actividades pensadas y
expresadas se realizan según ciertas figuras o imágenes que implican tanto una
determinada lógica del pensar como una visión de mundo. Entre esas imágenes
lógicas hay algunas célebres como el Árbol de Porfirio, que fija en ramas la
esfera del ser y es denunciado por Gilles Deleuze como portador de la idea
jerárquica y dicotómica de la tradición occidental, imagen que es vehículo de la
no-contradicción, la rigidez y cierto sesgo dogmático.6 Junto a la lógica del árbol
existen igualmente elementos técnicos de la lógica que se fundamentan en otras
figuras como, por ejemplo, el círculo vicioso.
Más allá de la operación lógica la figuratividad se imbrica en lo ontológico.
En este rubro hay también notables ejemplos. Uno de los más conspicuos es el
de las mónadas expresado por Leibniz. Estas mónadas son entidades cerradas en
sí mismas, pues “no tienen ventanas” (§7); son “cada una diferente de toda otra”
(§9) y es cada cual “como una pequeña divinidad en su departamento” (§83). Se
5 Platón, Timeo o de la naturaleza, 32b-34a, en Obras completas, Aguilar, Madrid, 1977, pp. 1135 y ss.
6 Esa figura permea el esquema del pensamiento hasta el árbol de Saussure y más allá. Para la
crítica de la figura de árbol véase la obra Rizoma, de Gilles Deleuze y Felix Guattari.
371
Benjamín Valdivia
Las esferas son espacios donde la gente vive en realidad. Quisiera mostrar
que los seres humanos, hasta hoy, no lo han comprendido bien, puesto que el
espacio en que existen siempre se ha dado por supuesto, sin hacerlo consciente
y explícito. Este lieu o espacio lo llamo esfera a fin de indicar que jamás
estamos de hecho desnudos en totalidad, en un ambiente físico o biológico de
cierta clase, sino que nosotros mismos somos seres creadores de espacio; y
que no podemos existir de otro modo que en estos espacios auto-animados.10
372
Saber, poder y subjetividad
todo aquello que no se amolda a sus fronteras geométricas. Luego de ver sus
consecuencias, se ha convertido en necesidad histórica sobrepasar esa lógica
esférica, sobrevivirla, llevar nuestra vida por encima de ella.
Dos intentos destacan como opuestos ante el avasallamiento mental
producido por el pensamiento esférico. Uno de ellos es la propuesta de Hegel:
la esfera presagiada por Kant alcanza a la totalidad, se convierte en la esfera
del absoluto y no permite que exista cosa alguna en tiempo o en espacio sin que
esté subsumida en sus alcances universales. La estrategia hegeliana consiste en
ampliar la esfera hasta el infinito, de modo que la exclusión es imposible; y así
se puede afirmar una libertad y una tolerancia extremas ya que sólo existiría un
sujeto universal al que no se opone cosa alguna. Es una tolerancia totalitaria.
La otra figura que busca ser alternativa ante la esfericidad es la del
rizoma, que acaba con la esfera por disolución: si Platón señalaba el centro
único y la extremidad múltiple de la figura perfecta, el rizoma no tiene centros ni
jerarquías, solamente desarrollos. Ni el árbol ni el círculo ni la línea soportarían
convertirse en despliegue puro. Pero debemos notar que, con todo y su alcance
inclusivo o su disolvencia total, la figura del absoluto y la del rizoma no dejan de
ser figuraciones, imágenes puestas en actividad para completar el sistema.
Como vemos, los sistemas filosóficos se expresan a partir de diversos
esquemas figurativos para ejercer su poder de discurso e influir en la sociedad. La
presencia discursiva de la filosofía, en su sistema y en su expresión, adopta figuras
que no son conceptuales sino estéticas, pertenecientes al ámbito de la sensibilidad
o la imaginación. En su abstracción, casi siempre se dan con un sentido geométrico
puesto que la geometría es útil cuando se intuye y visualiza la abstracción de la
experiencia física. Expresiones como “líneas de desarrollo” o “planos del ser”
serían ejemplos también de ese carácter figurativo de la expresión filosófica.
En la actualidad, bajo la imagen de la esfera, el pensamiento ha
pretendido mostrarse como productor de objetos teóricos que aspiran a tener
carácter científico o, al menos, no-metafísico. El pensamiento que se quiere post-
metafísico busca deshacerse de la especulación y situarse en una “geometría” más
tangible, más cercada por la vida inmediata o por la “realidad”, si la hubiera. En
todo caso, ese tipo de pensamiento se ha querido formular como una alternativa
de complejidad, sin por ello poder desprenderse de los supuestos imaginativos
que aquí quedan planteados.
La esfera, por su imagen limitadora de un espacio cerrado y volumétrico,
se descubre cumpliendo la función de comodín para referirse tanto a totalidades
abstractas, es decir que se delimitan solamente en el discurso –y que pueden
variar incluso dentro de la misma pieza discursiva–, como a totalidades concretas.
373
Benjamín Valdivia
11 Si fuese un residuo, ¿de qué lo sería? ¿De la etapa teológica o metafísica y ahora estaríamos
en la etapa positiva? La metafísica positivista se ha mostrado igualmente deificada y legislativa,
entregándose de lleno a la constitución de su propia esfera, de pretendida autovalidación, y ha
permeado gran parte del pensamiento complejo y posmoderno, que persigue igual afán de ser, ahora
sí, un saber “seguro”, una “filosofía científica”.
374
Q u i n t a P a r t e
Filosofía Contemporánea
La preeminencia ontológica de la interpretación en el
pensamiento nietzscheano
Todo es escritura, es decir, fábula... Nuestra verdad posible tiene que ser
invención, es decir, escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura,
piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad
una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas.
Julio Cortázar.
377
Juan Ramón Bárcenas
II. La verdad se configura, no sobre la base de un proceder lógico, sino sobre una
actividad de traducción. La relación que se entabla entre discurso y cosa es de
naturaleza simbólica. En nuestro encuentro con el mundo, afirma Nietzsche, nuestra
percepción se limita a posarse “sobre la superficie de las cosas”: percibiendo “formas”,
recibiendo estímulos. Con base en estos estímulos elaboramos representaciones
mentales. Aquí tenemos la primera traducción: de un impulso nervioso construimos
una imagen. Esta imagen, a su vez, se transcribe en un sonido, esto es, en una
palabra. Y en todo este proceso que da lugar al nacimiento de las palabras lo que
predomina es la más rica invención. De forma tal que la condición de certeza, de
objetividad, no parece ser el criterio central que rija la génesis del lenguaje; si así
fuera, pregunta Nietzsche, de qué manera podríamos afirmar legítimamente que la
“piedra es dura”, como si lo “duro” no fuera una aprehensión totalmente subjetiva.
Designamos algo como “árbol” y a otra cosa más como “planta”, caracterizando al
primero como género masculino y al segundo como femenino. ¿De dónde proviene
el criterio para tal caracterización? Ante esto sólo cabe exclamar como Nietzsche:
¡Qué arbitrariedad en las delimitaciones! Las palabras son entonces el resultado
de una actividad artística, de un proceso creativo de traducir las impresiones
sensibles a sonidos. Pero inferir de tales estímulos nerviosos, y de las palabras
que los designan, la existencia de las “cosas en sí” es, dice Nietzsche, un abuso
del principio de razón. “La «cosa en sí» (eso sería justamente la verdad pura, sin
consecuencias) es totalmente inalcanzable”; es lo indeterminado y, por ende, lo
incognoscible.3 Nuestro lenguaje entonces, lejos de aprehender la “esencia” de las
2 Nietzsche, F., Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Tecnos, Madrid, 1998, p. 25.
3 Ibid., p. 22.
378
Saber, poder y subjetividad
cosas se limita a exhibir las relaciones de ellas para con nosotros, y para expresarlas
se recurre a las ficciones más audaces. “¡En primer lugar, un impulso nervioso
extrapolado en una imagen! Primera metáfora. ¡La imagen transformada de nuevo
en un sonido! Segunda metáfora. Y, en cada caso, un salto total desde una esfera a
otra completamente distinta”.4
4 Idem.
5 Ibid., pp. 29-30.
6 Sofistas, Testimonios y fragmentos, Gredos, Madrid, 1996, p. 182.
379
Juan Ramón Bárcenas
IV. En este punto es muy importante seguir el hilo del planteamiento nietzscheano.
Lo que se exige es el reconocimiento de que la potencia poética se encuentra en el
corazón de la génesis del lenguaje y, por ende, en el núcleo del criterio de realidad.
Ya hemos visto que las palabras son el resultado de un proceso de traducción que
va de los estímulos nerviosos a los sonidos. De esto se sigue que los conceptos
mismos se articulan sobre el trasfondo de esa actividad metafórica. Para Nietzsche
toda palabra se convierte inmediatamente en concepto en la medida en que debe
servir, no para la instancia particular y concreta de la cual se originó, sino para dar
cuenta de “innumerables experiencias... más o menos similares, jamás idénticas,
estrictamente hablando; en suma, con casos puramente diferentes”.8 El concepto
de “hoja”, por ejemplo, se forma pasando por alto todas las diferencias existentes
entre las percepciones individuales. Así, lo conceptual surge a partir de la omisión
de lo particular. Esta potencia humana de abstracción, de disolver las intuiciones
en esquemas universales, es lo que posibilita la edificación de un nuevo orden que
se impone como el mundo más firme y verdadero.
La valoración ontológica del concepto por sobre la intuición es una tesis que
Nietzsche rechazó a lo largo de toda su obra. En esta cita encontramos una explicación
de tal valoración. Los conceptos facilitan la instauración de un orden en el cual
impera una rígida regularidad. De esta forma, el mundo desplegado por los conceptos
deviene en una instancia normativa, en el sentido de que se instituye en criterio de
380
Saber, poder y subjetividad
Para que un conocer sea posible, cada una de esas pulsiones tiene que haber
alegado primero su opinión unilateral sobre la cosa o suceso; después surge
la lucha de esas unilateralidades y de ella, en ocasiones, un centro, una
tranquilización, un dar la razón hacia los tres lados, una especie de justicia y
de contrato: pues en virtud de la justicia y del contrato todas esas pulsiones
pueden afirmarse en la existencia y tener razón unas respecto de otras.11
381
Juan Ramón Bárcenas
382
Saber, poder y subjetividad
VII. Si hubiera “hechos en sí”, “cosas en sí”, cabría la distinción entre “mundo
verdadero” y “mundo de la apariencia”. Tendría sentido hablar de “la percepción
correcta” de las cosas. Contaríamos con el criterio de verdad, con la “consideración
del fundamento”, que nos permitiría desterrar la esfera del engaño, de la falsedad.
Pero todos estos valores, tanto epistémicos como metafísicos, pierden su fuerza
en una concepción en la cual todo es interpretación. En una filosofía donde todo
es ficción, el propio criterio de verdad es una ilusión. En palabras del propio
Nietzsche:
15 Ibid., p. 222.
16 Ibid., p. 108.
17 Nietzsche, F., Genealogía de la moral, Alianza, Madrid, 1997, p. 25.
383
La petrificación de la experiencia
Análisis crítico del residuo estético en el pensamiento
político-filosófico actual
1 Forster, R., Walter Benjamin, Theodor W. Adorno. El ensayo como filosofía, Nueva visión, Buenos
Aires, 1991.
385
Blanca Fátima del Rosario Hernández Morales
386
Saber, poder y subjetividad
2 Gandler, S., “¿Por qué el ángel de la historia mira hacia atrás?”, en La mirada del ángel. En torno
a las tesis sobre la historia de Walter Benjamin, Bolívar Echeverría (comp.), UNAM, Ediciones
Era, México, 2005, p. 51.
387
Blanca Fátima del Rosario Hernández Morales
construcción sensorial ya que tiene al menos tiene dos caras: ser trascendencia de
posibilidades de conocimiento y ser ruptura.
La experiencia en su forma continua y progresista evade la culpabilidad
por medio del extrañamiento. Ante éste, la experiencia enmudece y ocurre una
necesidad de expresión a partir de la síntesi como la unidad del arte –con la
fragmentación como el mayor de sus abonos– o el reconocimiento ético en la
colectividad. Fenómenos que encubren las grietas entre la historia y el pensamiento.
Pese a que la tecnología ha dinamizado los enfoques perceptivos con que
se atiende al objeto, fuera del análisis de Benjamin en La obra de arte en la época
de su reproductibilidad técnica, desde Guilles Deleuze con Imagen y movimiento
e Imagen y tiempo, hasta la vasta y actual bibliografía anglosajona que indaga la
formación de la experiencia y la percepción en términos orgánicos y biológicos,
se ha soslayado la abyección del poder de la industrialización tecnológica en el
material empírico. La potencia de distribución que Benjamin había valorado para
la industrialización devino en el desarrollo de medios de producción que propagan
sensaciones y estímulos en favor de una modelación de estilos y de expresiones.
Con la velocidad y la reproducción en amplia magnitud la impresión momentánea
se convierte en el modo de vida de los individuos. Los objetos, aunque muchos y
variados, van pasando desapercibidos y fugaces; la configuración de la experiencia
va convirtiéndose en una suerte mediática que combina singularidad reactualizable
y fugacidad.3 El individuo resiste en paroxismo, como un órgano perceptivo ajeno al
desenvolvimiento de las posibilidades y privado de reflexión. En esta subjetividad,
constituida perceptivamente y pre-condicionada al desarrollo tecno-económico de
la sociedad, queda absorta la capacidad de identificar los avisos de emergencia.
La administración de la fuerza del pensamiento va compaginada con
su historia de desenvolvimiento. Hoy el arte se ha tornado el sitio más fértil y
cómodo para la exacerbación de la expresión. Principalmente es en él, convertido
en coto de libertad creativa, donde se generan las expectativas emancipatorias.
Bien objetaba Benjamin, hacia el final del ensayo sobre la obra de arte, que
el fascismo se había apropiado de los instrumentos técnicos manipulándolos
audazmente, haciendo suya su propia estrategia de diversificación y presentando a
la guerra como su expresión más inmediata.4 Al respecto, Susan Buck-Morss dice
“El fascismo es una ‘violación del aparato técnico’ que es paralela de su violento
388
Saber, poder y subjetividad
5 Buck-Morss, S., “Estética y anestésica: una reconsideración del ensayo sobre la obra de arte”, en
Walter Benjamin, un escritor revolucionario, trad. de Mariano López Seoane, Interzona, Buenos
Aires, 2005, pp. 169-170.
6 Ibid, p. 176.
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Blanca Fátima del Rosario Hernández Morales
7 Adorno, Th. W., “Sobre sujeto y objeto”, en Consignas, trad. de Ramón Bilbao, Amorrortu,
Buenos aires, 2003, p. 146.
390
Saber, poder y subjetividad
diálogo interno y la imbricación de razón e industria cultural son para Arendt los
fenómenos que obnubilan el juicio reflexivo. La lógica que valida el proceder
del pensamiento es enfrentada constantemente con sus propios mecanismos de
convencimiento. La experiencia para Arendt es ante todo actividad demoledora,
ciertamente plantea en ella una incapacidad para reconocer nuestras propias
creaciones culpables y los antídotos de disuasión que generamos a la par. La red
de la industria cultural es el apoyo mediático para la asimilación y difusión de
los eventos que trastocan la experiencia, es lo que brinda el apoyo para moldear
el sentido y aportar comprensión al desgarre. Con la belleza, la comodidad y la
utilidad, la industria cultural ofrece cobijo y consuelo al hombre bajo la premisa
de que todo ha valido la pena. El problema fundamental de la crítica en los últimos
tiempos es cómo se configura la experiencia producida por la catástrofe. Y es en
el juicio reflexivo, con la imaginación y el esquematismo, que estos pensadores
pretender solventar la transformación del pensamiento.
El juicio, que apunta a ejemplos concretos, pretender destilar el cómo fue
de las experiencias históricas. Pero si el diálogo con el pensamiento se atrofia,
entonces los acontecimientos quedan impedidos a asimilarse como experiencias
y como verdades en la memoria. Para Arendt lo creativo en la experiencia es el
acontecimiento hecho memoria, sobre todo para establecer una relación filial
con los otros individuos; en pocas palabras, para ponerse en el lugar del otro. La
imaginación es la mediación de las posiciones, es la actividad que obliga a la razón
a moverse de sí misma siendo multiposicional. Es la búsqueda de lo que no se le
parece, que permite la gestación de interpretaciones a través de las posibilidades
de los acontecimientos vueltos memoria. Según Arendt, el diálogo continuo da
muestra de la comprensión porque es en la suma de sus aconteceres y posibilidades
que se llegará a la verdad, como si ésta fuera una sumatoria relativa que desplaza
a su propio estatuto. Y así lo refiere en Ensayos de comprensión: “La verdadera
compresión no se cansa del interminable diálogo y de los círculos viciosos, pues
confía en que al cabo la imaginación captará al menos un destello de la siempre
temible luz de la verdad”.8 La forma en la que Arendt propone la reconciliación es
por medio de la comprensión, de aquella con posibilidad de narrarse y que exprime
todo el sentido de los acontecimientos. Comprensión y reconocimiento se fundan en
su concepto sui géneris de Imaginación. Arendt radicaliza el concepto kantiano de
imaginación, porque extrapola su condición de formadora de imágenes (unidades
intuitivas) desvinculadas de los objetos empíricos, por mediación del impasse
8 Arendt, H., Ensayos de comprensión 1930-1954, trad. de A. Serrano de Haro, Caparrós, Barcelona,
2005, p. 392.
391
Blanca Fátima del Rosario Hernández Morales
9 Arendt, H., “Imaginación”, en Conferencias sobre la filosofía política de Immanuel Kant, Ronald
Beiner (comp.), trad. de Carmen Corral, Paidós, Barcelona, 2003, p. 143.
10 Kant, I., citado por Arendt, en Idem.
11 Kant, I., Crítica del juicio, trad. de Manuel García Morente, 8a ed., Espasa-Calpe, España, 1999,
p. 149.
12 Arendt, H., Ensayos de comprensión…, p. 392.
13 Cf. Arendt, H., “Imaginación”, en Conferencias sobre la filosofía…, p. 144.
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Saber, poder y subjetividad
14 Habermas, J., Ensayos políticos, trad. de Ramón García Cotalero, Península, Barcelona, 1994, p. 204.
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394
Saber, poder y subjetividad
395
Blanca Fátima del Rosario Hernández Morales
396
Saber, poder y subjetividad
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se terminó de imprimir en el Taller Gráfico Imagina,
S.M.1 M.14 L.8, Conc. Emiliano Zapata.
Iztapalapa, C.P. 09220, México, D.F.,
en Noviembre de 2010.