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El regreso
El regreso
Ezequiel
Alemian
F u e r a d e s e r i e
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¶ La
Alemian, Ezequiel
El regreso / Ezequiel Alemian. - 1a ed . - Ciudad Autonoma de Buenos Aires : El
autopista tiene su bajada final sobre Bernardo de Irigoyen
8vo. Loco : Tren en Movimiento Ediciones, 2017. a la altura de Carlos Calvo. Viene sostenida por columnas de
52 p. ; 24 x 17 cm. - (Fuera de serie ; 7) concreto y termina apoyándose sobre un largo talud de tierra
ISBN 978-987-4074-07-2 cubierto con paños de pasto fresco.
Del otro lado de la 9 de Julio se levanta el primero de los
1. Ensayo Literario. 2. Paseos. 3. Prosa Literaria. I. Título.
CDD A864 accesos que va hacia el Oeste. La curva que empalma con el
cuerpo principal hace suponer que el tránsito que lleva se dirige
hacia Provincia, cuando el que desciende por Irigoyen parece
Coordinación general: Ana Ojeda y Alejandro Schmied venir desde el lado del río.
Edición: Ana Ojeda
Interiores y tapa: Alejandro Schmied
El diagrama de cruces y desvíos es difícil de entender sin una
Diseño original de tapa: Laura Ojeda Bär (laura.ojeda.bar@gmail.com) perspectiva abierta. No sólo cada uno de los carriles de ida y
Imagen de tapa: www.hubblesite.org vuelta de cada una de las autopistas se combina con cada uno de
los carriles de ida y vuelta de la otra, sino que cada uno de los
© 2017, Ezequiel Alemian carriles de cada autopista parece tener acceso y salida propios.
Este libro puede leerse y descargarse de manera gratuita de: www.el8voloco.com.ar Donde más niveles se superponen, los carriles corren a alturas
y de: www.trenenmovimiento.com.ar comparables con las de los edificios que los rodean. Se solapan
© 2017, El 8vo. loco ediciones
por tramos, como si de pronto desaparecieran o irrumpiesen de
fb: /el8voloco ningún lado, y no puede distinguirse el punto en que un carril se
el8vo.loco@gmail.com
desprende de la autopista o va a confluir con otro. Lo que parece
© 2017, Tren en movimiento ediciones ser un empalme, con una circulación determinada, al cabo de
fb: /trenenmovimiento.ediciones unos minutos da la impresión de seguir un recorrido distinto.
trenenmovimiento@gmail.com
El carril más alto es una vía angosta que hace equilibrio sobre
Se terminó de imprimir en una sola fila de pilotes. Las vibraciones del tránsito podrían ra-
Bonus Print, Luna 261, CABA
en el mes de marzo de 2017 jarlos, la rajadura podría provocar un desmoronamiento y este
desmoronamiento arrastrar al resto de las columnas. El carril
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
podría inclinarse hacia uno u otro lado, hasta desencastrarse.
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Viene tal vez de la zona del puerto, dibujando una curva muy
abierta que al cabo confluye en la autopista que va hacia el Sur,
pero también podría venir de esa misma autopista, y tras reco-
rrer las tres cuartas partes de una circunferencia desembocar en
la que va hacia el Oeste.
Dos paralelas de acero acanalado reemplazan los guardarraí-
les que hay en el resto de los corredores. A cada lado, un muro
de protección de concreto; circula por ahí una gran cantidad de
vehículos pesados: micros de larga distancia, de doble piso, ca-
miones cargados con mercadería, otros que trasladan contene-
dores, acoplados cisterna.
¶ Un estrecho puente peatonal cruza la autopista que va hacia
el Sur justo donde los carriles de la 9 de Julio empiezan a levan-
Cada vehículo produce un roce particular contra el piso, de tarse sobre los primeros pilotes de cemento.
gravedad propia. Cuanto más pesado y lento es el rodado, más El puente pasa varios metros por encima del tránsito, que
tiende el ruido a lo opaco. Si el coche es liviano y rápido, pierde corre a una velocidad vertiginosa.
cuerpo y se convierte en un hilo de sonido. Cerrado a los costados y por encima con un enrejado firme,
Las juntas de las placas de hormigón estallan en latigazos sin bajadas intermedias y oculto en tramos por las columnas
cuando algunos vehículos pasan de una a otra. Pero no todas se entre las que se desliza como un callejón sinuoso, debe tener
desacomodan, ni las que lo hacen lo hacen siempre, ni cuando unos ciento cincuenta metros de largo. Si alguien que va se topa
lo hacen lo hacen de la misma manera. con alguien que viene, ambos deberán pegarse a las rejas para
El ruido de los motores permanece suspendido en el aire, no golpearse.
como un eco cuya reverberación es siempre reemplazada por Los pies sacuden las chapas de acero de la base. Algunas es-
otra similar, antes de apagarse. Hecha de variaciones mínimas tán combadas, se mueven como si apenas tuviesen apoyo sobre
y aleatorias, la intensidad de esa masa de sonido nunca cesa ni algún eje.
varía tampoco demasiado, convertida en aire que se expande y El acceso al puente pasa desapercibido junto a la columna
contrae como una respiración ambiental. que hay en una isla de concreto, en medio del tráfico. Para lle-
gar a la isla hay que cruzar el carril que usan taxis y colectivos.
Del otro lado, desemboca en el terreno de atrás de la iglesia que
mira a la plaza.
El terreno está ocupado por un archipiélago de canteros con
tierra seca, entre los que circulan unos senderos cubiertos de
polvo. La espalda de la iglesia es un muro de concreto sobre el
que han marcado las siluetas de unos bloques de piedra. No hay
aberturas en la pared, que lleva diseñados los espacios donde
podrían ponerse, por ejemplo, unos vitrales erguidos, con al-
gún tipo de estampa.
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Sobre un edificio de la esquina de 15 de Noviembre destacan Parrillas podridas, puestos de flores desvencijados, pupitres
unos carteles que anuncian la gestión del documento a inmi- rotos, carcasas desarmadas de objetos irreconocibles, cajas para
grantes. Grupos de extranjeros se agolpan en la puerta. En dos vendedores ambulantes, pancheras, carros vencidos y otros ob-
camionetas estacionadas ahí se hace el trámite “express”. En la jetos de hierro se acumulan sobre el empedrado.
caja cerrada de una de ellas, tres empleados revisan papeles en
unas mesitas. No hay demasiada luz, ni altura suficiente como
para que alguien permanezca de pie. La gente espera afuera,
sentada en unos sillines de camping.
Uniendo Lima con Salta, el pasaje Echagüe corta en dos la
manzana de enfrente. La mitad que rodean Echagüe, Lima, 15
de Noviembre y Salta está a su vez partida al medio por otro
pasaje, Vieyra.
Un solo edificio ocupa el terreno que rodean Vieyra, 15 de
Noviembre, Salta y Echagüe. El esmog de los escapes y el polvo
urbano han oscurecido las paredes de piedra del inmueble has-
ta volverlas de un negro lustroso. Tiene unas puertas de metal
forjado, sin vidrios, que dejan adivinar la apretada oscuridad de
los pasillos interiores y permiten que salga a la calle un hedor
a humedad fría y antigua. Es un edificio de tres pisos, el último
con bohardillas y balcones. Lo atraviesa un pasaje a cielo abier-
to paralelo al Vieyra. Sastre se llama, es peatonal y público, y
para pasar por él hay que empujar un portón de chapa.
Al Sastre dan las ventanas traseras del edificio, que los veci-
nos usan para colgar ropa. En el aire se mezclan olores de co-
mida con música tropical. El piso es irregular, por tramos tiene
baldosas y por tramos cemento; grandes rejillas destapadas de-
jan ver la confluencia de líquidos espesos.
Otras ventanas dan al Sastre, que no pertenecen al edifi-
cio. Están en un rincón, protegidas por unas rejas blancas de
trama estrecha. El frente del inmueble al que pertenecen da al
Vieyra. Desde el pasaje se ve en la sombras un hall distribui-
dor, y una escalera de hierro en el centro del espacio desnudo.
Hay un portero eléctrico con un solo timbre, sobre el cual un
pequeño cartel: “Casa transitoria. Movimiento territorial de
liberación”.
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emana un olor ácido, a reptil. En otro terreno hay durmientes las cuales está la inmensa puerta de acceso, con una cúpula cir-
de quebracho acomodados verticalmente. cular, y otras dos ventanas, menores, a los costados. Todo es de
Más allá de las vías asoman los frentes lisos de las casas de un un amarillo desgastado. A lo largo del techo hay otra balaustra-
barrio privado; colores netos, techos negros, blanco impecable, da, en el medio de la cual se levanta una torre. Por una escalera
volúmenes básicos. caracol se asciende a una segunda terraza. Sobre esta terraza
Una cuadra larga se extiende detrás de la planta industrial hay, a su vez, una torre más.
que se veía desde el otro lado de la autopista. Por las salidas de No es sin embargo esa construcción sino un quiosco de dia-
ventilación emerge el ruido asordinado de unos motores. rios lo que llama la atención. Con sus alas laterales extendidas,
A una parrillita con mesas de plástico y sillas de caño la suce- pintado de un azul mate, para salvar las irregularidades del piso
den una marmolería, la estructura de un galpón para comercio, sobre el que se apoya han puesto algunos suplementos: un peda-
inconclusa, y lo que era un depósito y reparto de frutas y verdu- zo de cubierta, listones de madera, ladrillos. Pero la chapa ha co-
ras, semiabandonado y cerrado con rejas, delante del cual han menzado a pudrirse, y por el propio peso la base se comprime de
apilado varios cajones de madera, y un corralón de materiales, manera irregular, impidiendo a la estructura permanecer firme.
en cuyo espacio interior se acomodan packs de ladrillos y vigas
de cemento.
Al final del paredón industrial, una playa de estacionamiento,
y después un arroyo rodeado de vegetación, profundo, por el que
corre un caudal de agua no demasiado sucia, marrón pero limpia,
sin residuos.
Enfrente está el Departamento de Policía, una construcción
de dos niveles con entrada por un patio central descubierto. En-
tre las patrullas estacionadas, en el centro exacto del patio, un
mástil con una bandera flameando a media asta. A la ruta dan
las oficinas de la Policía Científica, la Dirección de Bomberos y
el Patronato de Liberados, como si fuesen locales comerciales.
La ruta se junta con otra que corría por el lado opuesto del
galpón y vuelve a ensancharse: dos carriles de ida, dos carriles
de vuelta. El zócalo de la isla central ha sido pintado de amarillo
y tiene adentro diferentes tipos de plantas, entre las cuales se
distinguen, a razón de una cada veinte o treinta metros, unas
palmeras bajas.
En la entrada a Ezeiza hay una quinta antigua, en los fondos
de un terreno profundo. Unas enredaderas tupidas cubren el
cerco, ocultándola. Dos ventanales enmarcan el hall de ingreso,
protegido por unas balaustradas con forma de jarrón, detrás de
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Son antiguas las líneas que enseñan que quien parte en viaje ejercita eso que Thoreau llamaba el arte de caminar. Aparece
ya ha regresado, pero ¿adónde se regresa en El regreso? Esto es, una cartografía personalísima, donde pueden encontrarse mo-
¿desde dónde se parte? ¿Por dónde se avanza? Igual que cuando jones como los de un “archipiélago de canteros con tierra seca”.
soltamos –con un movimiento tan económico como el de un Personalísima, sí, aunque la redacción sea impersonal y se de-
clic– al hombrecito amarillo después de ajustar las coordenadas dique a hacer conjeturas acerca de la estabilidad y proveniencia
en el mapa, y de repente somos atraídos hacia el lomo de la de los materiales, la dirección de los vehículos o el espesor de
Tierra a velocidad de meteorito, la perspectiva directa irrumpe. los sonidos, apuntados con precisión murciélaga. Y es que si
Caemos a una madeja de cemento y vidrio y hierro, y es impo- bien las capturas dan una primera impresión de higiénicas o
sible encontrarle la punta, conseguir orientación de inmediato. desapegadas, poco tarda cualquiera en recordar que algo así se-
Quien anda en El regreso parece estar circulando, sin em- ría imposible de hacer y que, como es natural, hay los engaños
bargo, por calles que conoce bien. Lo que sorprende son las holográficos del deseo, de la memoria, del gusto y del disgusto.
variaciones en un recorrido repetido, sedimentado por la cos- Como mínimo, en la dirección del foco, en la elección de lo que
tumbre. Buenos Aires, Constitución: ahí los primeros pasos, se mira cuando se mira, en la elección de todo aquello a lo que
a la orilla de los meandros de las autopistas, de los colectivos, se le da la espalda cuando se mira otra cosa en vez.
de los giros, los puentes, los cordones, las baldosas, los cruces. “La autopista cubre el sitio con una sombra húmeda, tene-
Son las afueras interiores de una ciudad monstruosa, como brosa y hostil”, leemos, por caso. ¿A alguien más entre todos
todas las ciudades capitales. El recorrido es lineal, pero el efec- los que alguna vez pasaron bajo esa oscuridad breve se le habrá
to es de trompo, quizás porque las descripciones son laborio- ocurrido pensarla de ese modo, con esos mismos tres adjetivos?
sas, detalladas. Llevadas tan a fondo retoban la mansedumbre “No hay aberturas en la pared, que lleva diseñados los espacios
a la que cualquier ciudadano termina por caer. Producen un donde podrían ponerse, por ejemplo, unos vitrales erguidos,
extrañamiento, incluso para quien conoce esas avenidas y ca- con algún tipo de estampa”. ¿Qué viene a decir esa proyección de
llejones que se refieren con exactitud de GPS. la imaginación sobre la propiedad ajena acerca de la descripción
como procedimiento? “Una descripción no es lo que se ve, son
Si el Georges Perec de Lo infraordinario y el Ezequiel Alemian las palabras con que está tramada”, responde Alemian desde una
de El regreso fuesen puestos a caminar uno al lado del otro por la entrevista hace unos años, alrededor de otro libro. “Si uno pasa-
misma vereda, sus pasos tarde o temprano se sincronizarían en ra por acá por tercera vez, el cartel volvería a leerse distinto. No
esa especie de marcha militar involuntaria a la que todos hemos hay otro valor de verdad que el momento en que una impresión
caído alguna vez con algún amigo, volviendo a casa, de noche. se produce. En otro momento, la verdad de cada impresión sería
“Interrogar aquello que parece haber dejado de sorprendernos muy diferente”, parece responder ahora, promediando El regreso.
para siempre”, quería el francés. “Describa su calle. Describa otra.
Compare”, arengaba. Su método, su proyecto –el de asediar las “Uno se descubre más a sí mismo proyectándose en el mundo
cosas comunes–, podría decirse, es también el de Alemian aquí. exterior que en la introspección del diario íntimo”, escribió otra
francesa, una que podría alinear sus zancadas con las de aquella
Las visiones son las de alguien a pie: la perspectiva y el ritmo, pareja de poetas que dejamos caminando en la vereda: Annie Er-
al menos, sugieren que estamos ante las anotaciones de uno que naux. Su Diario del afuera / La vida exterior es, a su modo, una
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colección de instantáneas. También el peregrinaje de quien anda, “Un día salí para un viaje de mil leguas. Me fui sin llevar pro-
mira y escribe lo que ve, también la puesta en tensión del yo, de visiones. Como sobre bastón, me apoyaba en las palabras de un
la primera persona, del ego que salta a través de la selva. “Evité hombre antiguo quien, según dicen, ‘entró en la nada utópica
en lo posible entrar en escena y expresar la emoción que dio ori- bajo la luna de medianoche’”: así inaugura el japonés su Diario
gen a cada texto. Al contrario, busqué practicar una especie de de una calavera a la intemperie. En El regreso, los últimos pasos
escritura fotográfica de la realidad”, advierte la escritora. Pero Er- que se dan llegan hasta la mesa de un bar, hasta “un libro abier-
naux, para eso, mira más bien a las personas en los lugares, y Ale- to en el comienzo de un poema de François Cariès”. También,
mian a los lugares con sus personas allí, casi como accidentes del como sobre bastón, lo que propulsa el cuerpo hacia delante son
paisaje. Un pordiosero, conductores de grúas haciendo tiempo, las palabras.
operarios, chicos que duermen en la calle tapados con cartones, Si los versos que cita Alemian de ese poeta francés hubiesen
vendedores: de ninguno más que dos o tres pinceladas. Ninguno estado al principio, los llamaríamos epígrafe. El recorrido sería
puesto en relieve contra el escenario como fondo. No es suya la el inverso. La llegada, una salida. Da igual: quien parte en viaje…
crueldad ni es suya la distancia, es la de la ciudad, que queda así
retratada como una pajarera indolente. Es notable que los nom-
bres propios se reserven para las calles, las estaciones y los puen-
tes, nunca para un ser humano. Como una madre inconmovible Valeria Tentoni
que ha abandonado a todos sus hijos, la ciudad reposa hinchada Buenos Aires, diciembre de 2016
de una leche que se pudre bajo su piel. Hiede. Es por eso.
Mientras el narrador vuelve adonde sea que vuelva, pasa por
al lado de muchos que no tendrían cómo emprender una cami-
nata en esa dirección. Los que están como los vencejos –pájaros
que pueden pasar meses sin posarse, que duermen, comen y
hasta copulan volando, eternamente suspendidos en la extran-
jería– no se le dirigen ni entorpecen su trayecto.
El regreso es un lujo en una ciudad como la que se atraviesa
en este libro. También una urgencia.
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Sobre el autor