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La Familia Del Comendador - Juana Manso PDF
La Familia Del Comendador - Juana Manso PDF
Aparece por primera vez como folletín en el Álbum de Señoritas, desde el 1 de enero de 1854
hasta el 17 de febrero del mismo año, quedando incompleto al interrumpirse la publicación.
Última edición:
La familia del Comendador y otros textos. Con prólogo de Lidia F. Lewkowicz, Bs.As., Colihue,
Biblioteca Nacional de la República Argentina, Col. Los Raros, 2006, 168 p.
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Fuente:
http://www.juanamanso.org/2010/06/obras.html
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La familia del Comendador
Capítulo I
La quinta de Botafogo
El novio
Don Juan vio con amor esa tierra suya, el aire patrio reanimó un poco su
tristeza.
¡Es tan dulce, ese nombre Patria! ¡Y llegar frente a la tierra donde ya no
somos extranjeros! ¡Allí donde a cada paso surge un recuerdo de la niñez, de los
primeros y únicos días serenos de la existencia!
Pasados los primeros transportes, nuestro viajero recordó los otros
tristes cuadros de la esclavitud que había presenciado en su infancia, y se
prometió que hoy como primogénito si era llamado al manejo de los intereses,
grandes ventajas y reformas podía introducir en los ingenios, contaba aliviar la
suerte de sus esclavos, y luego decía, si no me dejan hacer lo que pienso, y si mi
madre me niega su consentimiento para mi enlace con Emilia, esperare mi
mayor edad, ya tengo veinticuatro, esperaré un año más, a esa época me
entregarán mi legítima paterna y podré volver a Inglaterra.
Don Juan desembarcó, su familia estaba en Macacú, en el Ingenio de la
Estrella del Sur, al momento se trasladó a la hacienda y fue recibido por todos
con la novedad del recién venido: había salido un niño y volvía un hombre.
Esos primeros momentos de la efusión transcurridos, don Juan se
encontró aislado en medio de los suyos.
Desde el día siguiente a su arribo, el canto lúgubre y monótono de los
negros, que al despuntar el día ya salen a trabajar, le recordó que esos hombres,
esas mujeres, esos niños eran esclavos, que iban a regar la tierra con su sudor,
en cuanto que Dios los había hecho libres como a él y un abuso cruel y feroz,
atropellara esa libertad, engrillándolos a la más bárbara esclavitud.
Nada tan opuesto en fisonomía y costumbres como la modesta y pobre
casa del doctor Smith, y el lujoso ingenio de Macacú.
Allá la práctica simple de la virtud, de la caridad, del amor a sus
semejantes.
Don Juan aventuró algunas observaciones, fue un escándalo para la
familia.
Habló de humanidad, le respondieron que los negros eran animales.
En pocos días su desacuerdo con la familia era completo. Entonces habló
con franqueza a su madre, y le dijo que no tomaría el manejo de los ingenios,
sino dejándolo libre de introducir las mejoras que consideraba necesarias.
Le mandaron callar, y para arrancarle sus convicciones, los castigos
fueron más frecuentes.
Don Juan pidió permiso para viajar de nuevo. Su madre se lo negó.
Entonces reveló sus amores, su compromiso, y pidió permiso para efectuar su
casamiento; ofreció establecer en Londres un valioso comercio de los productos
de sus ingenios, y hacer cuanto estuviese de su parte para aumentar los caudales
de la familia.
Cuando doña María das Neves, oyó la historia de los amores de su hijo
con una hereje, hija de un cura casado, tal su ira que se abalanzó al mancebo y
le dio con el chicote que llevaba siempre en la mano. Don Juan hablaba razón, y
ella daba golpes, entonces el mozo exasperado, juró que al cumplir su mayor
edad, se haría entregar lo que era suyo y huiría de su familia y de su país para
siempre A esa amenaza hecha delante del administrador, de su hijo menor
Gabriel, y de las dos hileras de mucamas que cosían en la baranda, doña María
llamó al feitor (capataz) y mandó a agarrar su hijo. La tempestad había llegado a
su mayor auge. El mozo resistió como un león, seis esclavos vinieron en ayuda
de los capataces. Entonces no hubo hijo para madre, sino un hombre
enfurecido: apartemos los ojos, y tapemos los oídos... El joven quedó vencido...
fue amarrado de pies y manos... y dona María das Neves, mandó azotar su hijo,
con el mismo vergajo con que se azotaban los esclavos... Don Juan fue amarrado
al tronco del castigo; y sólo cuando sus carnes volaron en pedazos, cuando la
sangre corrió de sus anchas heridas, cuando el azotado era un cuerpo inerte, que
la fuerza del dolor mismo anonadara, y cuando los esclavos todos de rodillas,
hubieron implorado piedad para su joven amo, el castigo cesó, el mártir fue
envuelto en paños de vinagre y llevado a la enfermería.
Cuando volvió en sí don Juan das Neves el estudiante de Coimbra, el
prometido de Emilia, el humanitario reformador, había perdido el juicio y una
carcajada convulsa mezclada de llanto, era todo cuanto decía su dolor. Al
principio se creyó que serían crisis nerviosas, después se llamó un facultativo, se
agotaron las experiencias de todo género, se le condujo a la corte, todo fue
inútil.
¡Estaba loco!
Hasta los treinta y seis años de su vida, tuvo épocas de locura furiosa; al
declinar de la juventud, su demencia se tornó tranquila.
Nunca hablaba, y sólo se desplegaban sus labios para dar la carcajada de
costumbre.
El dolor y la locura desencajaba sus facciones, raros bellos canos había en
su cabeza, y parecía veinte años más viejo, que no lo era realmente.
Declarado incurable su madre ejercía el cargo de tutora, administrando
los bienes del pobre loco siempre relegado en el ingenio de Macacú, teatro
funesto del crimen espantoso que lo arrebatara del mundo de la inteligencia,
causándole una muerte, la más cruel, la de la razón.
Y es éste el hermano del Comendador Gabriel das Neves. El hijo
primogénito de doña María das Neves, ¡el mismo que una abuela previsora
destinaba para marido de su nieta que acababa de cumplir dieciséis años!
Capítulo III
Cuadro de interior
Nuera y suegra
Revelaciones
Ernesto de Souza
Situaciones
La fugitiva
Se desenvuelve el drama
Marido y mujer
El doctor Mauricio
El padre y el hijo
Espada y sotana
La hora suprema
Conocimientos nuevos
Fragilidad de la vida
Maquiavelismo monacal
Ernesto de Souza
Fin