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¿Qué es una heterotopía?

La palabra heterotopía le llegó a Foucault desde la clínica. En el siglo XIX la Academia Médica de
París, interpretando las teorías de Lébert, un médico especializado en tumores, acuñó las palabras
heterotopía —que se traduce al español como "error" de lugar— y heterocronía —que se traduce
como "error" de tiempo— para designar a los órganos o tejidos que se encuentran desplazados
del sitio donde se encuentran habitualmente.

Cuando Foucault aplicó el concepto al territorio —inspirándose en un texto de Borges en el que


categorías lógicas que eran semánticamente incoherentes formaban parte de una misma
clasificación alfabética—, se le ocurrió que una heterotopía sería un lugar real en el que se
yuxtaponen espacios incompatibles que, en apariencia, solamente podrían estar juntos en la
literatura. Para él, "lo imposible no es la vecindad de las cosas: es el sitio mismo en el que podrían
ser vecinas" [Foucault, 2008: 2].

Pero claro está que la realidad social, ésta que vivimos todos los días, se parece mucho a la
enciclopedia china sobre la que escribió Borges. Y se parece tanto que es fácil hacer una analogía
simplemente describiendo zonas de cualquier ciudad. Porque, entre otros lugares, en una urbe
podemos encontrar:

a) Templos (es decir, lugares en los que las personas creyentes entran y conversan con un ser
superior al que llaman Dios y del que piensan que ha creado al mundo y sus criaturas, y donde, en
el caso de las iglesias católicas, se realiza un ritual que convierte el pan y el vino en carne y sangre
de su hijo Jesucristo, que después son consumidas por los fieles).

b) Cementerios (lugares en los que viven los muertos, que son una especie de espejo de la ciudad
de los vivos, que tienen sus calles, que tienen sus relaciones de vecindad, etc.).

c) Barrios a los que las personas acomodadas no van.

d) Barrios a los que las personas desfavorecidas no van.


e) Zonas a las que no se puede ir de noche pero que de día son activos núcleos comerciales.

f) Rutas por las que sólo pueden ir los autos.

g) Instituciones que representan al Estado.

h) Computadoras desde donde se accede a mundos virtuales y que se encuentran dentro de la


intimidad cerrada de los hogares o en establecimientos públicos.

i) Tiendas exclusivas donde se venden artículos que por su precio gran parte de la población no
puede comprar.

j) Zonas de tolerancia, donde las relaciones sexuales son una mercancía cuantificada.

k) Etcétera.

Es solamente una muestra de la multiplicidad de realidades por las que podemos ir transitando a
lo largo de un sólo día de nuestras vidas. Y esto además se complica bastante cuando hablamos
del concepto, es decir, de los espacios virtuales, puesto que éstos son una ventana abierta a
lugares que carecen de espacio físico donde desarrollarse, puesto que son intangibles. Realmente,
si hay algún lugar en el que se yuxtaponen los mundos, ése es Internet, porque en él no hay
ningún tipo de discriminación ni categoría, sólo existe la voluntad de fluir del sujeto cuando se
enfrenta a su propia elección.

Por todo ello, podríamos pensar que la marcación espacial de la diferencia que implica la
heterotopía es, como todas las diferencias, siempre "para" algún grupo, siempre en "relación con",
más que ser "en sí", que es la idea que inicialmente parece tener Foucault.

Pensemos en una tienda donde se vendan Rolls Royce de amplia gama. Para alguien que tenga el
poder adquisitivo suficiente para comprarlo y que se mueva en el ambiente en que esas compras
son habituales, entrar en ella e interesarse por el precio, hablar con el dueño, probar el auto, etc.,
formará parte de su cotidianidad. Para gran parte de la población estas tiendas están vedadas, las
personas no se atreven a entrar porque temen no saber cómo comportarse en ellas, o no ir
vestidas de la manera adecuada para ser tratadas como posibles clientes, o bien, porque no
cuentan con la red de relaciones donde se acostumbra comprar esos vehículos. Para esta parte de
la población esa tienda de Rolls Royce es un lugar heterotópico, porque en él se yuxtaponen dos
condiciones que se excluyen: por un lado es un lugar de venta, y por otro es un lugar donde se
impide la compra para quien no esté dentro del exclusivo club de los que pueden gastarse ese
dinero. Un golpe de suerte en la lotería o un abaratamiento de los precios por un cambio en el
sistema productivo pueden transformar las condiciones de acceso y, por lo tanto, modificar
también la consideración de heterotopía para ese grupo determinado que poco tiempo antes
miraba con admiración y recelo desde la vidriera.

En su texto sobre los "espacios-otros", escrito en 1967 pero publicado hasta 1984, Foucault amplía
sus argumentaciones sobre las heterotopías y comienza reflexionando sobre la naturaleza espacial
del pensamiento del siglo XX, articulado en torno a nodos de comunicación y no volcado hacia la
historia, y, por lo tanto, al tiempo como el siglo XIX. Es curioso contrastar cómo en este siglo XXI, la
crítica al poder que se ejerce a través de la violencia estructural o explosiva (que entró en el
pensamiento contemporáneo en gran medida gracias a Foucault) y de la memoria, que viene a ser
una vuelta a la reflexión sobre el tiempo, aunque vinculado con la autoridad de la historia de un
modo distinto que en el siglo XIX, parece articularse sobre la desterritorialización (el lugar sin
territorio).

Como Foucault compartía con el resto de los estructuralistas franceses, el convencimiento de que
la lógica de lo posible se basaba en oposiciones binarias distinguía las siguientes oposiciones
espaciales admitidas por él como cosas naturales, que en su época no habían sido todavía puestas
en cuestión ni por las instituciones ni por la práctica: "las relativas al espacio público y al espacio
privado, espacio familiar y espacio social, espacio cultural y espacio productivo, espacio de recreo
y espacio laboral" [Foucault, 2009: 2].

Una de las características que precisa mejor en este escrito que en los anteriores es que cada
heterotopía tiene una función concreta y determinada dentro de una sociedad dada, y que una
similar extrapolada a otra cultura puede tener otra función e incluso ser considerada como un
lugar común.

Para él todas las heterotopías son construidas por las sociedades, digamos "conscientemente",
como parte de las mismas para poder pensarse como homogéneas y cohesionadas. Los
mecanismos de construcción de la otredad son artefactos netamente culturales, que nos hablan
de la historia de las interrelaciones entre distintos grupos de seres relevantes para una cultura. Y
las prácticas de contacto entre estos grupos que se reconocen como diferentes también van
variando. Pensemos, por ejemplo, en la desaparición de los campos de batalla, que eran las
heterotopías donde se desarrollaba el escenario de la violencia hacia los otros.

Por otro lado, introduce nuevos matices al concepto de heterocronía. Habla por ejemplo de la
especie de "tiempo acumulativo", que se halla en bibliotecas, museos y archivos, que considera
heterotopías propias de la modernidad, pues aunque comenzaron con los gabinetes de
curiosidades que empezó a acumular la nobleza a partir del siglo xvi, es en la actualidad cuando se
han democratizado y generalizado a través de lo que se denomina "patrimonio":

La idea de acumularlo todo, la idea de formar una especie de archivo, el propósito de encerrar en
un lugar todos los tiempos, todas las épocas, todas las formas, todos los gustos, la idea de habilitar
un lugar con todos los tiempos, que está él mismo fuera de tiempo, y libre de su daga, el proyecto
de organizar de este modo una especie de acumulación perpetua e indefinida del tiempo en un
lugar inmóvil es propio de nuestra modernidad" [Foucault, 2009: 4].

El arquitecto Jorge Blasco [Blasco, 2002] ha desarrollado esta idea y habla de las "Culturas de
archivo" para referirse a las sociedades contemporáneas. Aunque no hay que perder de vista que
la necesidad de archivar convive en las mismas culturas con la necesidad de destruir. De hecho, el
proceso de archivo es un proceso de segregación de una información que resulta relevante
comparada con otra que no lo es y que debe ser destruida. Los criterios por los que se selecciona
una y se destruye otra son del mismo tipo que los que le permitían a Bauman decir que el Estado
nazi gobernaba Alemania como un jardín del que había que arrancar las malas hierbas para que el
conjunto resultara armonioso.

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