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EL GÉNERO DEL CASTELLANO:


ENTELEQUIAS Y REALIDADES*

IGNACIO M. ROCA
Universidad de Essex

RESUMEN
Este artículo examina el género del castellano y sus relaciones con el sexo.
Se señalan y explican las diferencias entre los dos objetos y la exigua conexión
existente entre ellos. Se expone la maquinaria analítica relevante, con especial
atención al carácter puramente lingüístico y formal del fenómeno. Se indica y
subraya el contraste entre el sexo biológico (material de los seres vivos) y el sexo
semántico (lingüístico de las palabras), mostrándose ser las correspondencias
entre ellos en gran parte arbitrarias, y el descuido de esta realidad estar en la
base de reiteradas deficiencias en el análisis y entendimiento de esta materia.

PALABRAS CLAVE: léxico/texto, emisor/receptor, alternantes/concordancia,


denotado/referente, significado/interpretación, género/sexo, sexo
semántico/sexo biológico, pareja (de género)/simpar.

GENDER IN SPANISH: FANCIES AND REALITIES

ABSTRACT
This paper carries out an examination of gender and its relationship with sex
in the Spanish language. The difference between both these objects is pointed
out and the minor connections obtaining between them investigated. The ana-
lytic machinery of gender is presented and its purely formal and linguistic
nature emphasised. The contrast between biological sex (material in living crea-
tures) and semantic sex (linguistic in words) is drawn and highlighted, and the
mutual correspondences between the two shown to be largely arbitrary. Neglect
of this reality will be seen often to have led to important shortcomings in the
analysis and understanding of the matter.

KEY WORDS: lexicon/text, sender/receiver, alternants/agreement, sense/re-


ference, meaning/interpretation, gender/sex, semantic sex/biological
sex, gender pair/single.

* La elaboración de este artículo se ha beneficiado de diálogos con José Manuel Blecua,


Manuel Leonetti, Antonio Moreno y Neil Smith, y de conversaciones previas con Ignacio
Bosque y Ángel Gallego. A todos ellos expreso mi agradecimiento.

Español Actual, 99/2013


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1. FUNDAMENTOS

El género gramatical es un fenómeno relativamente complejo exis-


tente en bastantes lenguas, entre ellas el castellano (un broche espléndi-
do, frente a una noche espléndida), pero no, por ejemplo, el inglés: cfr. a
splendid brooch y a splendid night, con las formas a y splendid constantes.
Desde hace algunos años, el género es objeto de una inesperada quizá
1
indeseable atención sociopolítica que aquí se dejará de lado , limitán-
2
dose la discusión a sus aspectos estrictamente lingüísticos .
El género del castellano (también en otras lenguas) se concibe a
3
menudo como esencialmente un reflejo del sexo , pero la conexión
entre ambos fenómenos en la realidad es muy secundaria. El artículo,
por consiguiente, contiene dos apartados principales, respectivamente
sobre el género en sí y sobre el sexo y su relación (o falta de ella) con
4
el género . Con anterioridad se revisan algunos aspectos básicos, con-
cernientes tanto a los enfoques tradicionales (como ya se ha aludido
con frecuencia cuestionables), como al ámbito en el que se halla
encuadrado el género: la lengua y el lenguaje, ambos comúnmente
ignorados en la bibliografía correspondiente.
1
El tema es tratado en este mismo número en la papeleta gramatical de este mismo autor
“El doblete de género: más que inútil, contraproducente”, págs. 145-164. Será preciso, sin
embargo, referirse a él también aquí brevemente en las notas 54 y 63.
2
El presente artículo continúa la línea de investigación de los precedentes del autor.
Véanse en especial “La gramática y la biología en el género del español”, Revista Española de
Lingüística 35, 1, págs. 17-44 (1ª parte); 35, 2, págs. 397-432 (2ª parte), 2005, y “Todas las vas-
cas son vascos, y muchos vascos también vascas”, Boletín de la Real Academia Española tomo
LXXXIX, cuaderno CCXCIX, 2009, págs. 77-117.
3
Tradicionalmente se ha apelado también a criterios otros que el sexo como determi-
nantes del género del castellano, por ejemplo la referencia a ríos, mares, montes, colores,
notas musicales, vinos, … para el género M[asculino], y a letras, islas, carreteras, compañías,
horas, … para el F[emenino]: hay amplia información en Millán Chivite (1954). Existen en
efecto indudables tendencias en este sentido, pero son posibles las excepciones. Considérese
como ejemplo el género comúnmente asignado a los equipos de fútbol, usualmente M[ascu-
lino] (el Madrid, el Barça, el Valencia, el Athletic, el Las Palmas, etc.), pero sin embargo F[eme-
nino] en la Real Sociedad, aunque no en el Real Unión. Las correspondencias alegadas son,
pues, parciales, y así idiosincrásicas, y en consecuencia los contenidos en cuestión no deter-
minan el género, en la realidad un objeto léxico y por tanto arbitrario: el léxico es por defi-
nición el repertorio de todo lo impredecible en una lengua (véase la sección 1.3. más ade-
lante). Las reglas tradicionales pudieran si cabe interpretarse como estrategias de aprendi-
zaje léxico útiles para hablantes extranjeros, quizá también usadas (inconscientemente) por
nativos, sin ser parte, sin embargo, de su competencia de lengua en el sentido chomskiano
de esta expresión. Fernando Millán Chivite, “Tipología semántica de la oposición de géne-
ro no sexuado en español”, Cauce 17, 1954, págs. 53-73.
4
La reciente moda, de origen anglófono y en cierta boga en la actualidad en algunas
esferas oficiales, de denominar género al sexo (cfr. por ejemplo nombre, fecha de nacimiento,
“género”, … en formularios) es inmotivada y extremamente nociva, al fundir en un solo tér-
mino dos entidades claramente diferenciadas conceptualmente y en la realidad externa.
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La bibliografía sobre el género del castellano suele aparecer viciada


5
por dos malentendidos posiblemente frutos de prejuicio histórico:

1. El género de cada sustantivo corresponde al sexo biológico de su referente


6
(el objeto del mundo al cual se refiere), que por tanto lo determina .
2. El género de cada sustantivo lo lleva (y por tanto lo determina) su termi-
nación.

Aquí, en contraste, se mostrará sobre base empírica que:

1. El género es un fenómeno que entraña cierto tipo de “concordancia” entre


ciertas palabras (los “receptores” de género) y el sustantivo (el “emisor” de
7
género) con el que entran en relación en el “texto” (oral o escrito).
2. La concordancia presupone la presencia de una marca de género en el
emisor y la existencia de más de una forma (los “alternantes”) en los
receptores.
3. La identidad de la marca de género de cada sustantivo no la determina el
sexo biológico de su referente.
4. La identidad de la marca de género de cada sustantivo no la determina su
terminación.

En consecuencia,

5
Las siguientes palabras de Ángel Rosenblat (1952) los resumen claramente: “La
Gramática normativa […] ha aplicado hasta ahora sólo dos criterios: la significación y la
terminación. Pero […] las reglas tenían que ser arbitrarias y las excepciones infinitas”
(pág. 159). Bello en efecto afirma que “para determinar el género de los sustantivos debe
atenerse ya al significado, ya a la terminación”, 1982 [1847], pág. 76, §160, y Alonso y
Henríquez Ureña que “Son masculinos los terminados en o. Son femeninos los termina-
dos en a no aguda”, 1964, pág. 63. Para Fernández Ramírez, “Las terminaciones en -o, -a,
en nombres de cosas paroxítonos, han venido a ser en español símbolos del género mas-
culino y femenino”, 1986, pág. 114. Y así muchos otros. Amado Alonso y Pedro Henríquez
Ureña, Gramática castellana, Losada, Buenos Aires, 1964. Andrés Bello, Gramática de la len-
gua castellana destinada al uso de los americanos, Santiago de Chile, Imprenta El Progreso,
1847 [Aquí citada por Obras Completas de Andrés Bello, IV, Ministerio de Educación, Caracas,
1951]. Salvador Fernández Ramírez, Gramática española: El nombre, Arco/Libros, Madrid,
1986. Ángel Rosenblat, “Género de los sustantivos en -e y en consonante”, en Estudios dedi-
cados a Menéndez Pidal, vol. 3, Patronato Marcelino Menéndez y Pelayo, Madrid, 1952, págs.
159-202.
6
El origen de la confusión del género con el sexo parece remontarse a la antigüedad clá-
sica, como reflejan por ejemplo las siguientes palabras del conocido gramático griego
Dionisio de Tracia: “geÈnh me$n o’un eƒsi trƒa ¢rseuikÑn qhlukÑn, oùde/teron”, ‘hay tres géne-
ros, macho, hembra, neutro’. Texto griego accesible en línea: <http://www.hs-
augsburg.de/~harsch/graeca/ Chronologia/S_ante02/DionysiosThrax/dio_tech.html>.
Traducción inglesa: <http://archive.org/stream/grammarofdionysi00dionuoft> (pág. 8).
7
Nuestros presentes términos “emisor” y “receptor” intencionadamente evocan la
correspondiente relación en la radiofonía, en particular la posibilidad de sintonía de un
número indeterminado de receptores con un mismo emisor.
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5. El género de cada sustantivo es arbitrario, o sea, codificado en el léxico.

Esta terminología, quizá un tanto técnica, se irá clarificando según


se avanza en la exposición. El glosario del final del artículo asimismo
podrá ser de utilidad a partir de este momento.

1.1. El género no proviene del sexo

En castellano, y en todas las lenguas, el DENOTADO de algunos sus-


tantivos (su significado intrínseco, o sea, léxico, con independencia del
contexto en el que ocurre en el acto de habla) concierne a seres vivos
sexuados, por tanto machos o hembras, mientras que el de otros con-
cierne a objetos inertes o abstractos, por tanto sin sexo:

Sexuados: persona, animal, culebra, gato, vástago, marido, mujer, pez, lagar-
to, moscón, ...
Asexuados: hoja, horizonte, meteorito, música, idea, sueño, harina, sol,
pared, cielo, …

La atribución del género gramatical del castellano al sexo se halla


ya presente en su primera gramática al salir de la imprenta, la de
Antonio de Nebrija de finales del siglo XV: “Género en el nombre es
aquello por que el macho se distingue de la hembra, i el neutro de
entrambos” (1492, Libro III, cap. 6, pág. 68). Aquí, por tanto, se iden-
tifica el género masculino con el sexo macho, y el femenino con el sexo
8
hembra , imputándose género neutro al resto de los nombres, con
denotado por tanto asexuado. En castellano, sin embargo, no existe
9
género neutro : sólo “masculino” y “femenino”, a partir de ahora aquí
referidos por sus iniciales M y F al objeto de evitar ilegítima asociación,
consciente o inconsciente, con el sexo –cfr. las expresiones “sexo mas-
culino”, “sexo femenino”–. El género de los sustantivos castellanos sin
10
denotado de sexo es, por tanto, también M o F , una realidad que con-

8
Sexo “macho” y “hembra” en vez de “masculino” y “femenino” para evitar confusión
entre el sexo y el género, sencillamente fatal para el discernimiento de la presente materia.
9
Las gramáticas tradicionales en efecto erróneamente añaden un “género neutro”, ade-
más de un “género común”, un “género epiceno” y un “género ambiguo”. La verdadera con-
dición de cada uno de estos falsos géneros será elucidada según se procede: véanse las notas
10 (ambiguo), 39 (neutro), 46 (epiceno) y 70 (común).
10
Usualmente de manera disyuntiva exclusiva, cada sustantivo, pues, o M o F. La excep-
ción la constituye un pequeño grupo compatible con ambos y donde la selección es función
de factores geográficos, sociales, estilísticos o de matiz emocional: el caso más extendido lo
representa mar (el mar o la mar). Esta situación, muy minoritaria, se interpreta tradicional-
mente como constitutiva de un “género ambiguo”. No se trata, sin embargo, de un tercer
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tradice multitudinariamente la identificación de género y sexo alegada


por Nebrija (macho → M, hembra → F, sin sexo → neutro), y de diver-
11
sas maneras también por otros después .
Cuatro siglos más tarde el viejo prejuicio/malentendido de que el
género del sustantivo castellano refleja sexo persistía (magnificado) en
12
la gramática de la Real Academia Española (GRAE) de 1931 , de vigen-
13
cia oficial hasta la reciente aparición de la de 2009 : “[El género es] el
accidente gramatical que sirve para indicar el sexo de las personas y de
14
los animales y el que se atribuye a las cosas” (p. 10, §10a) . La falsedad
empírica de esta concepción en lo que atañe a las “cosas” es evidente y
no precisa argumento. Nótese en particular su circularidad: si un sus-
tantivo lleva género (y en castellano todos lo llevan), dicho sustantivo
denotaría (por definición) un sexo en consonancia con este género. El
sustantivo de género M libro por tanto correspondería a un denotado de
sexo macho, y el sustantivo de género F libra a uno de sexo hembra.
Manifiestamente, sin embargo, la equiparación “género = sexo” ocurre
sólo en la imaginación del gramático: no hay rastro alguno de sexo ni en
los libros (un objeto de papel) ni en las libras (una unidad de moneda
o de peso) a ningún nivel de la realidad, ni objetivo ni cognitivo. A par-
tir de esta operación mental, el gramático (evidentemente no el
hablante) da el salto de atribuir sexo al objeto (o de atribuir al hablan-
te atribución de sexo al objeto), a total contrapelo de la realidad.
La identificación del género del sustantivo con el sexo biológico de
su referente aparece también en bibliografía lingüística de cariz más
formal, la norteamericana incluida, estructuralista o incluso, más
recientemente, generativista:
Murphy (1954: 23) habla de “A ‘noun marker’ -a with the meaning female,
15
and a masculine counterpart with the meaning ‘male’” .

género, asociado, pues, a una tercera clase de concordancia, sino de indefinición léxica
entre M y F para un mismo sustantivo: M y F son, sin resquicio de duda, los dos únicos géne-
ros del castellano.
11
Existen señaladas excepciones, no obstante a veces también teñidas por la tendencia
general.
12
Real Academia Española, Gramática de la lengua española, Espasa-Calpe, Madrid, 1931.
13
Real Academia Española, Nueva gramática de la lengua española, Espasa-Calpe, Madrid,
2009.
14
La cita continúa “o bien para indicar que no se les atribuye ninguno”, aparentemente
en referencia a un “genero neutro” desaparecido del castellano: cfr. “todos los demás obje-
tos […] debieron considerarse neutros y formar, con esta denominación, un tercer género”
(págs. 10-11), pero en castellano “por razones de semejanza o analogía, se han ido agregan-
do al género masculino o de los machos, y al femenino o de las hembras, nombres de cosa
que no tienen sexo” (pág. 11). Ibid.
15
J. L. Murphy, “A description of noun suffixes in colloquial Spanish”, en Henry Kahane
y Angelina Pietrangeli (coords.), Descriptive Studies on Spanish Themes, University of Illinois
Press, Urbana, Illinois, 1954.
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Saporta (1959: 35) menciona “A morpheme [-o] with the meaning ‘mascu-
line’ (perhaps more adequately, ‘male’) and a morpheme [-a] with a mean-
16
ing ‘feminine’ (or ‘female’)” .
Anderson (1961: 286) afirma que “A comparison of such forms as /tío/ and
/tía/ makes it possible to isolate a morpheme [(o)] with the meaning ‘male’
17
and a morpheme [(a)] with the meaning ‘female’” .
Harris (1991: 51) defiende que “In human nouns grammatical gender match-
18
es biological sex (with extremely rare exceptions)” .
Aronoff (1994: 72) aserta que “There is arguably a conceptual rule that
assigns Masculine and Feminine to words for biologically male and female re-
19
ferents that are not pre-specified for gender” .

La falsedad empírica de esta concepción se examina en detalle en


el apartado 3. Ahora consideraremos su alternativa tradicional, a me-
nudo complementaria, la terminación.

1.2. El género no proviene de la terminación

La segunda línea habitualmente adoptada para la determinación


del género del sustantivo castellano en efecto apela a la terminación de
la palabra. Su falsedad es también manifiesta, y por tanto fácil de
demostrar. Antes, sin embargo, es necesario precisar el significado del
término “terminación”.
En el castellano existen tres tipos, no siempre suficientemente dis-
tinguidos en la bibliografía a los efectos correspondientes:
Simple sonido: alud, talud, barniz, cariz, anís, hotel, cárcel, orden, labor,
albor, …
Sufijo pleno: pulcr-itud, sufri-miento, balon-azo, notici-ón, acid-ez, …
Desinencia: car-a, braz-o, sangr-e, ...

La identidad del sonido como tal sonido a final de palabra, como en


cualquier otra posición de ella, es aleatoria, un simple legado históri-
co, y su efecto sincrónico en el género nulo, como lo ilustra claramen-
te la muestra de pares que sigue:

16
Sol Saporta, “Morpheme alternants in Spanish”, en Henry Kahane y Angelina
Pietrangeli (coords.), Structural Studies on Spanish Themes, Universidad de Salamanca,
Salamanca, 1959.
17
J. Anderson, “The morphophonemics of gender in Spanish nouns”, Lingua 10, 1961,
págs. 285-296.
18
James W. Harris, “The exponence of gender in Spanish”, Linguistic Inquiry 22, 1991,
págs. 27-62.
19
Mark Aronoff, Morphology by Itself, MIT Press, Cambridge, Massachusetts, 1994.
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l r n z s d á é ú
M: sol lar pan haz dos alud bacará café ambigú
F: col flor crin paz tos salud fideuá koiné interviú

Los sufijos plenos comparten muchas de sus propiedades con las


palabras a pesar de no serlo. La diferencia principal es que en el
TEXTO (aquí el producto del acto de lengua, oral o escrito) las pala-
bras aparecen por sí solas, mientras que los sufijos precisan del sopor-
te de una palabra o una raíz:

Palabra: carbón
Palabra + sufijo pleno: carbon+ero, carbon+ada, carbon+eo, carbon+cillo, …
Raíz + sufijo pleno: emin+ente, emin+encia, accid+ente, fasc+ismo, locu+ción,
locu+torio, …

Entre las propiedades comunes a los sufijos plenos y a las palabras


con categoría nominal se encuentran la posesión de significado y,
oportunamente aquí, la de género, como se ilustra a continuación (“B”
= palabra base, abord-ar en abord-aje, por ejemplo):

M:
-aje ‘acción de B’ abord-aje, aterriz-aje, fich-aje, pill-aje, rod-aje, recicl-aje
-ón ‘acción/efecto repentino de B’ chapuz-ón, tropez-ón, resbal-ón, apag-ón
-ismo ‘doctrina/movimiento de B’ peron-ismo, dada-ísmo, catolic-ismo, europe-ísmo
-al ‘lugar donde abunda B’ arroz-al, cañ-aver-al, peñasc-al, barr-iz-al, berenjen-al
-dero ‘lugar donde se B’ embarca-dero, abreva-dero, lava-dero, verte-dero
-azo ‘golpe dado con B’ rodill-azo, cabez-azo, porr-azo, almohadill-azo

F:
-dad: ‘cualidad de B’ herman-dad, mal-dad, igual-dad, cruel-dad, vecindad
-ez: ‘cualidad de B’ palid-ez, acid-ez, desnud-ez, estupid-ez, placid-ez, viud-ez
-ura: ‘cualidad de B’ blanc-ura, anch-ura, brav-ura, dulz-ura, hermos-ura
-adera ‘instrumento para B’ reg-adera, lanz-adera, amas-adera, trill-adera
-ería ‘lugar donde se vende B’ zapat-ería, libr-ería, churr-ería, drogu-ería, camis-ería
-ería ‘acción/dicho de B’ niñ-ería, tont-ería, bruj-ería, bribon-ería, gorron-ería

20
La DESINENCIA , a su vez, es un sufijo exclusivo a categorías gra-
maticales otras que el verbo y caracterizado por un conjunto de pro-
piedades no requeridas en su totalidad por los sufijos plenos:

20
También referida en la bibliografía como “vocal de género”, “marca(dor) de clase”,
“marca(dor) de palabra”, “elemento terminal”, “vocal temática”, y otras denominaciones.
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PROPIEDADES DE LA DESINENCIA EN CASTELLANO:

1. monovocalicidad: árbitr-o, arbitri-o, arbitrari-o, artífic-e, artifici-o, tis-is, tísic-o


2. atonicidad: mur-o, cap-a (cfr. ó, á en buró, papá, simples vocales, no desi-
nencias)
3. posición final de palabra, descontando una posible -s plural: libr-o-(s), libre-
rí-a-(s)
4. determinación léxica, en cuanto tanto a presencia (plan-Ø) como a iden-
tidad (plan-o, plan-a)
21
5. pérdida ante un sufijo pleno : libr-o > libr+er-o > libr+er+í-a > libr+er+i+uch-a;
cfr. buró > buro+ít-o, papá > papa+ít-o, con la última vocal de la base (no desi-
nencial) conservada
6. ausencia en el verbo conjugado: el cant-o (desinencia: cfr. los cant-o-s), pero
yo cant-o (sufijo verbal, no desinencia: cfr. tú cant-a-s, etc.)
7. carencia de significado: la diferencia semántica (y gramatical) entre (el)
cas-o y (la) cas-a no es función de las respectivas desinencias, sino de las dos
palabras en su integridad

El residuo de la substracción de la desinencia a la palabra es el


TEMA: cfr. libr-, libr-er-, etc. El tema más la desinencia (si presente) com-
ponen, por tanto, la palabra:

TEMA + DESINENCIA = PALABRA


libr- + -o = libro
libr-er- + -o = librero
abedul = abedul

Notoriamente, el género no figura entre las propiedades de la desi-


nencia, como lo demuestra de manera empírica la compatibilidad de
las cinco vocales desinenciales con los dos géneros:

M F
o o el plan-o la man-o
a a el lem-a la yem-a
e e el vall-e la call-e
i i el brócol-i la metrópol-i
u u el espírit-u la trib-u

21
Éste, en efecto, parece ser el caso general ante sufijos comenzados en vocal, de entre
los que -av-o constituye una idiosincrásica excepción: doc-e#av-o, doscient-os#av-o (“#” = linde
de palabra). Los sufijos con consonante inicial suelen necesitar de una vocal puente para
unirse al “tema” de la palabra (no, sin embargo, en coc-ción, por ejemplo). Éste es frecuen-
temente verbal, y la vocal puente usualmente la vocal temática del verbo correspondiente:
pensa+mient-o, descubri+mient-o; aplica+bl-e, servi+bl-e; merece+dor. Con temas no verbales apare-
ce aleatoriamente otra vocal. Alternativamente, el sufijo puede actuar como cuasipalabra, y
así añadirse a la palabra base íntegra, con la desinencia por tanto incluida: disco#landi-a,
disco#tec-a, disco#gram-a. El sufijo adverbial -mente se combina con el alternante F del adjetivo
base por legado histórico del sustantivo F mente en el que se originó: entera#ment-e.
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Las ecuaciones -o = M y -a = F de hecho frecuentemente propuestas


22
en la bibliografía carecen, pues, de fundamento empírico .
Ciertamente existe una tendencia en este sentido: hay más sustantivos
23
M terminados en -o que en -a, y lo opuesto para F . Pero las tendencias
son recuentos estadísticos, no leyes. Y la muestra precedente revela cla-
ramente la imposibilidad de identificación de género y desinencia: el
portador del género (M o F) es la palabra entera o el sufijo pleno que
24
la finaliza , no su desinencia.
Establecida así la irrelevancia esencial para la determinación del
género castellano tanto del sexo como de la terminación, incluida la
desidencia, en el resto del artículo se abordará el fenómeno desde una
perspectiva más realista. Antes, sin embargo, es preciso esbozar algunos
aspectos de la realidad en la que se halla encuadrado el género impor-
tantes para la comprensión adecuada del fenómeno.

1.3. El lenguaje y las lenguas

El lenguaje humano (calificación redundante, al simplemente care-


cer de él los no humanos) es un fenómeno b i o l ó g i c o: emana de
y lo controla la maquinaria biológica propia del ser humano. Los siste-
mas de comunicación de los demás animales, a su vez emanados de sus
respectivas biologías, se encuentran a años luz del lenguaje humano.
Esta incontrovertible realidad plantea un misterio aún por resolver: los
materiales genéticos del hombre y de los grandes simios, por ejemplo,
25
coinciden en un altísimo porcentaje , y la semejanza de sus morfolo-
gías corporales, externas e internas, salta a la vista. No obstante, el
26
hombre posee lenguaje, y los simios no .

22
Pérez Pereira (1991) investiga con palabras experimentales la asignación de género
por 160 niños hispanohablantes de 4 a 11 años en base a claves semánticas (el significado),
morfofonológicas (la desinencia) o sintácticas (la concordancia). Los resultados muestran
desfavorecidas a las semánticas y favorecidas sobre todo a las sintácticas: “Children pay far
more attention to morphophonological and syntactic than to extralinguistic clues. As chil-
dren grow older, they seem to pay slightly more attention to syntactic clues, which become
the most important” (pág. 584). Miguel Pérez-Pereira, “The acquisition of gender: what
Spanish children tell us”, Journal of Child Language 18, 1991, págs. 571-590.
23
Ésta es en efecto la intuición del hablante y la afirmación habitual en la bibliografía,
en ausencia, sin embargo, de cómputos precisos.
24
Los sufijos -ción o -dad, por ejemplo, hacen F a la palabra, y -aje o -miento M.
25
Por encima del 98% según investigaciones recientes. El promedio entre humanos es
del 99.9%.
26
Lo confirman los resultados de los diversos experimentos realizados para “enseñar” a
varios tipos de simios lenguas similares a las humanas, particularmente en boga en los años
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Los orígenes del lenguaje se pierden en la noche de los tiempos y


en todo caso son irrelevantes a la materia que aquí nos ocupa. En el
marco de la realidad actual y de muchos milenios precedentes todos
los seres humanos sin patologías relevantes adquieren de modo inevi-
table y automático la lengua de su entorno a una edad muy temprana
a la que evidentemente su nivel de conocimiento general y de racioci-
nio es todavía muy incipiente. Más aún, no pueden negarse a hacerlo,
y de hecho ni lo intentan: al contrario, la criatura humana manifiesta
27
una ansia irreprimible por aprehenderla (tó, tó, pidiendo sin cesar el
nombre de las cosas), no necesariamente el caso con todos los demás
aspectos de su vida (puede, por ejemplo, rechazar alimentos o cari-
cias). Tales hechos son indicio manifiesto de programación biológica
para el lenguaje. Las numerosísimas lenguas o idiomas que existen y
han existido en el mundo a través de los tiempos constituyen sus mate-
rializaciones históricas, variaciones, pues, sobre un mismo tema.
Cada lengua o idioma comprende dos componentes fundamenta-
les: palabras y gramática. La palabra es la unidad básica de la lengua:
las frases, oraciones, y unidades de mayor tamaño están todas formadas
de palabras, como de piedras o ladrillos los muros. Cada palabra se
compone de tres elementos indisolublemente unidos:
28
a. forma fónica (el “significante” de Saussure): broche, noche, etc.
b. contenido semántico (el “significado” de Saussure): los respectivos signi-
ficados
c. rasgos gramaticales: N en el Nombre sustantivo, V en el Verbo, etc.

El conjunto de las palabras de una lengua constituye su LÉXICO,


representado de modo hipotético y aproximado en la prosa de los dic-
cionarios convencionales, y neurológicamente (electroquímicamente),
por definición con exactitud, en el cerebro de cada hablante.
60 y 70 del siglo pasado. En efecto, las criaturas humanas absorben las palabras del entorno
y las incorporan al uso espontáneamente y casi sin error. En contraste, los simios necesitan
hasta miles de horas de enseñanza directa por el experimentador para cada palabra, pese a
ello mostrando altos porcentajes de error (con frecuencia subestimados en los informes) en
su uso posterior, así como falta de espontaneidad, con la consiguiente necesidad de exhor-
tación por el experimentador. El número de palabras así “aprendidas” también representa
sólo un escaso porcentaje de las que el niño adquiere espontáneamente. El caso de “Genie”,
una niña que permaneció aislada prisionera de sus propios padres y sin lengua hasta la
pubertad, corrobora la fundamental diferencia entre simios y humanos: Genie consiguió
adquirir el inglés con notable (aunque no total) corrección tras su liberación a la edad de
trece años, notoriamente tardía para el aprendizaje de la primera lengua.
27
Aprehender por el común aprender para reflejar la naturaleza del proceso: no aprendi-
zaje trabajado (como el de la geografía o la aritmética), sino adquisición espontánea e
inconsciente.
28
Aquí en representación ortográfica, de manera inocua dado su alto grado de coinci-
dencia con la fonética en el sistema ortográfico oficial actual.
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 61

La GRAMÁTICA a su vez contiene (una vez más en prosa en las “gra-


máticas” de la bibliografía y neurológicamente en el cerebro) los prin-
cipios o reglas de formación (“morfología”), pronunciación (“fonéti-
ca”/“fonología”) y combinación (“sintaxis”) de las palabras. En su uso
de la lengua (oral, escrito o simplemente mental), el hablante activa las
palabras que lleva archivadas en su léxico, modificándolas y combi-
nándolas en acuerdo con los moldes de la gramática, de este modo
componiendo “textos” en la lengua en cuestión.
En su realidad vital, la lengua comprende así dos niveles comple-
mentarios, individual el uno y social el otro. En la esfera individual, la
capacidad para el lenguaje (las estructuras cerebrales pertinentes)
forma parte de la biología propia del ser humano, que en su infancia
le permite y lo obliga a absorber de manera automática y en gran parte
inconsciente la lengua de su entorno. En la esfera social, esta adquisi-
ción tiene lugar en el seno de una sociedad que comprende al menos
un hablante: su imposibilidad en ausencia de ese “input” lingüístico la
29
confirman empíricamente los llamados “niños lobos” . Una vez adqui-
rida, la lengua usualmente también vive en un entorno social con inter-
acciones lingüísticas entre sus hablantes. Su realidad última corres-
ponde sin embargo a la esfera individual: el léxico y la gramática de
cada individuo van en su cerebro, no en los de los demás, a la manera
como un programa informático va grabado en el disco duro de cada
ordenador. Con la diferencia capital de que los programas informáti-
cos se c o p i a n literalmente de un disco a otro, mientras que los ele-
mentos de la lengua (su léxico y su gramática) se r e c r e a n en cada
cerebro, sin garantía así (y ni siquiera alta probabilidad) de reproduc-
ción exacta. Realísticamente, pues, cada hablante posee su propia len-
gua (“idiolecto”), diferente a la de los otros, aunque su enorme sola-
pamiento permite que a efectos prácticos y sociales se pueda pensar y
decir que todos ellos hablan una misma lengua: el castellano, el inglés,
etc.
Aclarados estos particulares, puede procederse al examen del géne-
ro del castellano.

29
Criaturas humanas privadas de compañía humana en los primeros años de su vida,
habitualmente desarrollada en la naturaleza en compañía de animales salvajes antes de su
descubrimiento. Históricamente, los intentos de científicos y benefactores para inducir len-
guaje en tales criaturas alcanzaron sólo un éxito muy limitado. El caso de Genie menciona-
do en la nota 26 es una notoria excepción. La categorización de Genie como “niño lobo” es
sin embargo cuestionable, al haber compartido su vida con humanos y en una vivienda
humana, aunque prisionera de ellos y privada de “input” de lengua. Una vez descubierta,
gozó además de la atención y dedicación de equipos especializados de psicólogos y peda-
gogos.
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62 EA 99/2013

2. EL GÉNERO

2.1. Materia y mecánica

Al inicio se caracterizó al género como un fenómeno que entraña


cierto tipo de “concordancia” entre ciertas palabras (los “receptores”
de género) y el sustantivo (el “emisor” de género) con el que entran
en relación en el texto. Es preciso ahora desglosar estos términos.
La división de las palabras en “partes de la oración” es bien conoci-
da: el sustantivo, el adjetivo, el verbo, el adverbio, la preposición, la
conjunción, los artículos y demás determinantes, los pronombres. Sus
respectivas definiciones y estrategias de identificación se darán aquí
por sabidas.
También se sabe ya que la suma de las propiedades gramaticales
(categoría gramatical incluida), la forma fónica (pronunciación) y el
contenido semántico (significado) de cada palabra constituye su
“entrada léxica”, o sea, su registro en el léxico, tanto cerebral como for-
mal. Para mayor claridad se reitera ahora su composición; el significa-
do del signo “/” prefijado se aclarará dos párrafos más adelante:

ENTRADAS LÉXICAS:

Forma fónica Contenido significativo o funcional Rasgos


gramaticales
broch-e ‘conjunto de dos piezas, por lo común de metal,
una de las cuales engancha o encaja en la otra’ (DRAE) N, M
noch-e ‘tiempo en que falta la claridad del día’ (DRAE) N, F
un artículo indeterminado D, /M
__ -a _, /F
espléndid-o ‘magnífico, dotado de singular excelencia’ (DRAE) A, /M
________ -a _, /F

(DRAE = Diccionario de la Real Academia Española)

Como puede observarse, en las palabras correspondientes al artícu-


lo indeterminado y a ‘magnífico, dotado de singular excelencia’ el sig-
nificado/función permanece constante, pero las formas fónicas y el
rasgo gramatical de género aparecen desdoblados en el espacio que
sigue a la ventana “___” indicativa de identidad con el material que va
sobre ella. En efecto, en las frases que ilustran el género al comienzo
de este escrito, un broche espléndido y una noche espléndida, el artículo y el
adjetivo se manifiestan en una de dos formas: un y espléndido en com-
pañía de broche, pero una, espléndida en compañía de noche. En inglés,
en contraste, las palabras correspondientes y todas las demás muestran
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 63

forma única: a splendid brooch y a splendid night. Si no fuera así, el inglés


tendría género, pero al ser así no lo posee.
La existencia de género presupone, pues, la existencia de dos ele-
mentos que se complementan. Por una parte, la categorización léxica
de los sustantivos, el término EMISOR de género, en clases de género,
en castellano dos, M y F: broche ∈ {x | M (x)}, noche ∈ {x | F (x)}, etc.
30

Por la otra, el desdoblamiento también léxico de los RECEPTORES (en


castellano los determinantes, los adjetivos y los pronombres no indefi-
31
nidos ) en formas (VARIANTES o ALTERNANTES) contextualizadas
(“/”) cada una a uno de estos géneros. Todo ello se ilustra a continua-
ción (“Ø” = cero, es decir, nada):

LÉXICO M F /M /F
broch-e noch-e un-Ø un-a
espléndid-o espléndid-a

TEXTO un-Ø broche espléndid-o


un-a noche espléndid-a

La comparación con el inglés será una vez más de utilidad:

LÉXICO brooch night a splendid

TEXTO a splendid brooch


a splendid night

Los sustantivos ingleses (aquí brooch y night, pero asimismo todos los
restantes) no pertenecen a clases de género. Al no existir tales clases,
no es posible contextualizar a ellas (por inexistentes) la forma de los
receptores, en consecuencia literalmente uniforme en cada uno de
ellos (a; splendid).
Podrá quizá preguntarse por qué el inglés es así y el castellano de la
otra manera. Tal pregunta, sin embargo, es ociosa: el inglés también
antepone el adjetivo al sustantivo, pero el castellano usualmente lo pos-
pone; el inglés tiene las palabras night y brooch, mientras que el caste-
llano tiene noche y broche; el inglés tiene splendid y otras muchas comen-
zadas por s seguida de consonante, pero el castellano no posee ningu-
na (las inglesas slogan, status, scanner, spray, sprint, standard, etc., se
incorporan al castellano como eslogan, estatus, escáner, espray, esprín(t),
30
Glosas: la palabra broche es miembro (“∈”) del conjunto (“{…}”) de palabras clasifica-
das como “M”, y noche de las clasificadas como “F”.
31
La lista no es idéntica en todas las lenguas: en ruso y en árabe también lo son los ver-
bos, en galés las preposiciones, etc.
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64 EA 99/2013

estándar, como mínimo en la pronunciación). Simple y llanamente,


cada lengua es como es, y precisamente eso la hace diferente.
Podría también preguntarse por qué el castellano sólo tiene dos
32
géneros: hay lenguas con hasta diez o más . O para qué sirve el géne-
ro. O de dónde procede. Etc. Estas preguntas aquí también son redun-
dantes: sencillamente, el género es un fenómeno lingüístico existente
en muchas lenguas pero no en todas. Cuando existe, su sustancia es la
que se acaba de ver: 1. categorización léxica de sustantivos (los emiso-
res de género) en clases de género, y 2. existencia de alternantes léxi-
cos en los receptores, cada uno contextualizado a uno de los géneros.
La selección del alternante de receptor acorde con el género del
emisor con el que se halla en relación en el texto (M/ para M; F/ para
F) constituye el fenómeno tradicionalmente conocido como CONCOR-
DANCIA, ilustrado ahora de nuevo para mayor claridad (el símbolo “*”
señala ilegitimidad lingüística por convención generalizada):

TEXTO
M/ M M/ F/ F F/
CON CONCORDANCIA: un ∅ broche espléndido una noche espléndida

SIN CONCORDANCIA (total): *una broche espléndido *un ∅ noche espléndida


un ∅ broche *espléndida una noche *espléndido
*una broche *espléndida *un ∅ noche *espléndido

La concordancia es, pues, el tercer ingrediente concomitante al


género. En efecto, sin concordancia no hay modo de averiguar (ni por
tanto aprehender, y después conocer) que broche tiene género M y noche
género F, al no incluir la palabra broche nada explícito que la revele
como M, ni noche como F: el contraste se manifiesta exclusivamente en
33
los receptores en relación con ellas en el texto , aquí unØ ~ una y

32
Lenguas bantúes, por ejemplo. Véase Corbett (1991), una útil monografía sobre el
género con abundante información sobre sus diversos aspectos. Greville Corbett, Gender,
Cambridge University Press, Cambridge, 1991.
33
Es evidente que el dominio de la concordancia en el texto no puede ser ilimitado: el
género F de la misma palabra concordancia que aparece al comienzo del párrafo al que se
refiere esta nota obviamente no se transmite a todas las palabras con cualidad de receptoras
presentes en el resto del presente escrito. La identificación de un criterio unitario para la
delimitación del ámbito de la concordancia no es, sin embargo, tarea fácil, y así no existe
aún acuerdo entre los especialistas. Para los efectos presentes bastará con una pauta: la con-
cordancia opera cuando existe una relación (sintáctica, semántica o pragmática) entre el
sustantivo emisor y las palabras receptoras. Lo ilustran los siguientes ejemplos, con los tér-
minos relevantes a la relación en cada caso identificados mediante subíndices: losi brochesi
espléndidosi (sintáctica); los brochesi son espléndidosi (semántica); los brochesi en cuestión los compré
yo… Verdaderamente son espléndidosi (pragmática). El papel de la pragmática con respecto a la
lengua se puntualiza más adelante: véanse el apartado 3.3 y la nota 65.
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 65

espléndido ~ espléndida. El género (la categorización de los emisores en


clases M o F) es, así, un secreto que cada sustantivo lleva en sus entra-
ñas y sólo sale a la luz en el alternante que muestran sus receptores en
el texto.
La configuración total del fenómeno gramatical llamado “género”
es, pues, triangular:

clases alternantes
(en emisores): (en receptores):
nocheF espléndid-o/M|-a/F

concordancia
(entre emisores y receptores):
nocheF espléndida/F

Como sugiere visualmente la figura, las clases y los alternantes se


sostienen sobre la concordancia, a falta de la cual las primeras serían
invisibles, y los segundos en consecuencia ociosos. A su vez, la concor-
dancia se nutre de las clases (en castellano M, F, en broche, noche, por
ejemplo) y de los alternantes (/M, /F, un, una), sin los cuales carece-
ría de sustancia material, y por tanto de existencia.

2.2. Flexión

La multiplicidad de formas de una misma palabra léxica constituye


su FLEXIÓN. En castellano (y en otras muchas lenguas mutatis mutan-
dis) la flexión afecta a más dominios que el género. Se manifiesta tam-
bién, por ejemplo, en las diversas formas que adoptan en el texto los
determinantes/pronombres personales para un mismo referente por
razón de caso gramatical y/o acento prosódico: yo, me, mí, mi, mío, -migo
(cfr. yo no me veo ni a mí ni a mi mío conmigo). El verbo posee una pléto-
ra de formas flexivas, con respecto al tiempo (canto – cantaba – canté –
cantaré), el aspecto (cantó – cantaba), el modo (cantamos – cantemos), la
persona (canto – cantas), y el número (canto – cantamos). Y en el nom-
bre, además del género, existe el número: casa > casa-s = casa + ‘más de
una unidad’.
Normalmente, la flexión expresa matices gramaticales (no signifi-
cados léxicos primarios) como los que se acaban de enumerar: núme-
ro, caso, tiempo, aspecto, modo. En el género, sin embargo, la función
de la flexión está limitada a la implementación de su propia concor-
dancia: el género no posee significado ni función gramatical obvios
fuera de la concordancia misma. Diferencia también homónimos
como (el) orden – (la) orden, pero sin necesidad, al ser viable la identidad
formal total (género incluido) de palabras sin embargo mutuamente
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66 EA 99/2013

independientes (“homonimia”): el banco (asiento) – el banco (financie-


ro). La concordancia, a su vez, expresa la relación existente entre sus
términos en el texto, con la consiguiente flexibilización del orden de
las palabras.
La diferencia de forma entre los alternantes de los receptores de
género del castellano de hecho se materializa en la desinencia, al ser
34
habitualmente invariable el tema : un-Ø/a, espléndid-o/a. De los otros
dos componentes de la entrada léxica, el significado/función es
común en su totalidad a los dos alternantes, aquí respectivamente artí-
culo indeterminado y ‘magnífico, dotado de singular excelencia’.
También lo son, con la excepción tautológica del género, los rasgos
gramaticales, en nuestros ejemplos respectivamente D (aquí artículo
indeterminado) y A (adjetivo).
En castellano existen los tres patrones morfológicos de alternancia
de género que siguen:

ALTERNANCIA: M F
-o -a espléndid-o espléndid-a
-e -a regordet-e regordet-a
Ø -a español español-a

El alternante F invariablemente lleva la desinencia -a. En el alter-


nante M la desinencia oscila de manera impredecible entre -o, -e, ∅.
En castellano (también en otras lenguas) no todas las palabras
receptoras de género (determinantes, adjetivos, pronombres) poseen
alternantes:

-a: alert-a, idiot-a, belg-a ÈV#: aimará, guaraní, ceutí, zulú, hindú
-e: interesant-e, grand-e C#: cortés, feliz, mejor, azul, útil, afín
35
-i : yanqu-i, grogu-i

Los ejemplos que siguen ilustran la situación:

un profesional alerta/interesante/yanqui/aimará/hindú/cortés/feliz/mejor/
útil/afín
una profesional alerta/interesante/yanqui/aimará/hindú/cortés/feliz/mejor/
útil/afín

Cada uno de los patrones mencionados (un/a, espléndido/a, etc.) de


hecho encarna un paradigma declinacional, el equivalente nominal de

34
Aquel – aquella representa una de las poquísimas excepciones.
35
La atribución de condición de desinencia a -i se justifica por las propiedades que mani-
fiesta, entre ellas la posición final de palabra, la atonicidad y la pérdida ante sufijos: cfr. por
ej. yancófilo, no *yanquífilo o *yanquiófilo. Cfr., en contraste, ajiófilo (*ajófilo), de ají.
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 67

los paradigmas conjugacionales de los verbos. El latín, la lengua madre


del castellano, poseía cinco declinaciones (algunas con subdeclinacio-
nes), cada una con seis casos, en dos números. En castellano, el pro-
nombre/determinante personal excepcionalmente incluye cuatro
36
casos: NOM yo, GEN mi, mío, DAT/ACUS me, mí, ABL COM [con]migo . Al
ser binario el género del castellano, el número máximo de términos es,
tautológicamente, dos, con las tres posibilidades combinatorias men-
cionadas: o ~ a, e ~ a, ∅ ~ a. Estos tres patrones de alternancia, más los
no alternantes (alert-a, interesant-e, yanqu-i, aimará, ceutí, cortés, útil, …),
de hecho constituyen declinaciones castellanas de género. No son, sin
embargo, habitualmente considerados tales en la bibliografía, quizá
por su carácter rudimentario (a lo más simples pares) y su irrelevancia
semántica.

2.3. M “por defecto”

La propuesta actual de selección de alternante en los receptores por


medio de concordancia con su emisor en el texto topa con dos pro-
blemas. Primero, hay palabras que en el texto funcionan como sustan-
tivos sin serlo en el léxico, al provenir de la nominalización de catego-
rías gramaticales carentes de él. Segundo, un receptor (o varios)
puede(n) estar en el texto en relación simultánea con emisores de
género opuesto. En ambos casos, evidentemente, no hay un emisor
unívoco desde el que efectuar la concordancia.
A continuación se ilustra el problema respecto a la nominalización:

OTRAS PARTES
INFINITIVOS COMPUESTOS V+N
DE LA ORACIÓN

el saber (no ocupa lugar) el sí (de las niñas) ADV un sacapuntas < puntaF
el murmurar (de las aguas) (jamás de) los jamases ADV un quitamanchas < manchaF
el zumbar (de las abejas) un no (rotundo) ADV un parabrisas < brisaF
(es) un decir un qué (de más) PRON un parabrisas < brisaF

Las palabras del primer grupo en el léxico son V y las del segundo
ADV o PRON, mientras que las del tercero tienen su origen en frases
V+N, donde N es F. Todas ellas por tanto carecen (o inicialmente care-
cían) de género léxico. Al incorporarse al texto nominalizadas (desem-
peñando el papel de sustantivo en la oración), puede surgir la necesi-
dad de determinación, modificación por adjetivos, etc., categorías éstas
receptoras de género, precisando así las palabras correspondientes de

36
Latin clásico mecum.
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68 EA 99/2013

un sustantivo emisor del que recibirlo. Al no ser aquí el candidato a


emisor sustantivo léxico y en consecuencia carecer de género, no es
posible la concordancia.
Varias soluciones podrían en principio ser factibles, entre ellas la
asignación aleatoria de género a los receptores. No obstante, los ejem-
plos anteriores y cualquier otro posible revelan que el resultado inva-
riablemente entraña la selección sistemática del alternante /M, así
“por defecto”, no por concordancia.
El concepto “por defecto” (equivalentemente, “no marcado”) es de
sobra conocido en la bibliografía, y con frecuencia utilizado en análisis
de lengua en dominios muy diversos. Por ejemplo, en el verbo castella-
37
no, la 1ª conjugación (-ar) tiene condición de por defecto : piénsese en
el número de tales verbos (9705) comparado con el de las otras dos cla-
ses (712 + 740), en la incorporación a ella de verbos importados de len-
guas sin clases de conjugación como el inglés (filmar, chutar, escanear,
estresar, …), en el sesgo de los errores infantiles (favorecedores de ella),
etc. En el número (tanto en verbos como en nombres) el singular es por
defecto (el niño [todos] necesita cariño), y el plural marcado. En la perso-
na verbal, la tercera del singular (llueve, amanece, hay, …). Etc.
La necesidad de asignación de género M por defecto en el texto a
sustantivos carentes de él en el léxico, por no ser allí sustantivos, posi-
bilita su eliminación global tanto del léxico como del texto. A este efec-
to a partir de ahora M será transcrito “M” como recordatorio visual de
su ausencia formal:

LÉXICO:
Forma fónica Contenido significativo o funcional Rasgos gramaticales
broch-e ‘conjunto de dos piezas, por lo común de metal,
una de las cuales engancha o encaja en la otra’ (DRAE) N, M
noch-e ‘tiempo en que falta la claridad del día’ (DRAE) N, F
un artículo indeterminado D, /M
__ -a _, /F
espléndid-o ‘magnífico, dotado de singular excelencia’ (DRAE) A, /M
________ -a _, /F

TEXTO: /M M /M /F F /F
un ∅ broche espléndido una noche espléndida

37
Véase Harald Clahsen, Fraibet Aveledo e Iggy Roca, “The development of regular and
irregular verb inflection in Spanish child language”, Journal of Child Language 29, 2002, págs.
591-622.
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 69

Además de factible, este análisis es más acorde con la navaja de


38
Occam , y por tanto a este respecto superior a la alternativa prece-
dente. Visto así, el castellano posee, pues, una sola marca léxica de
género, F, transmitida en el texto por concordancia a los receptores
pertinentes.
El análisis “por defecto” asimismo da cuenta de la aparición siste-
mática del alternante /M en ausencia de emisor, y por tanto sin posi-
bilidad de asignación de género mediante concordancia, como se ilus-
tra ahora en B., que contrasta con A.:

A.
SUST. → ADJ., DET. SUST. → ADJ., DET. SUST. → ADJ., DET. SUST. → ADJ.
una ← cosa → buena la mala es ← la lluvia la ← vida es → bella llegada → súbita

B.
PRON. INDEFINIDO “ART. NEUTRO” INFINITIVO VERBO FINITO
no hay nada -/-> bueno lo -/-> malo es la lluvia vivir es -/-> bello llega -/-> súbito

En A. los receptores concuerdan (“←”, “→”) con sus respectivos


emisores: buena con cosaF, etc. En B., sin embargo, no hay emisores
(“-/->”), al no existir en cada caso un sustantivo que pueda desempe-
ñar esta función: nada es pronombre indefinido, lo “artículo neutro”
39
(tradicionalmente: en realidad pronombre incontable clítico ), vivir
infinitivo (verbo), y llega verbo finito, categorías estas no emisoras de
género. En todos estos casos las palabras receptoras (bueno, malo, bello,
súbito) aparecen en su alternante M, evidentemente, pues, “por
defecto”:

38
La conocida expresión “Navaja de Occam” se refiere al principio formulado por el filó-
sofo medieval inglés Guillermo de Occam como guía para la investigación y el análisis con-
siguiente: entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem ‘las entidades no deben ser multipli-
cadas más allá de la necesidad’.
39
Etimológicamente, lo es un truncado proclítico descendiente del pronombre neutro
latino illud, cuya forma plena dio lugar a la castellana ello. El castellano lo sigue siendo pro-
nominal, no “artículo neutro”, como equivocadamente se suele afirmar. Nótese, por ejem-
plo, que lo bueno equivale a ‘(aqu)ello que es bueno’, y que lo no es combinable con sustan-
tivos (en lo hombre [= la hombría] de Mario, hombre desempeña el papel de adjetivo), en con-
traste con los artículos, que sí lo son (en el hombre [el marido] de María, hombre es sustantivo).
En consecuencia, tautológicamente, lo no puede definir una clase de género “neutro”, y en
efecto es analizado como p r o n o m b r e incontable en Ojeda (1984, 1993). Amerindo
Ojeda, “A note on the Spanish neuter”, Linguistic Inquiry 15.1, 1984, págs. 171-173.
Amerindo Ojeda Linguistic Individuals, CSLI, Stanford, California, 1993. Véase también
Ignacio Bosque y Juan Carlos Moreno, “Las construcciones con lo y la denotación del neu-
tro”, Lingüística 2, 1990, págs. 5-50.
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70 EA 99/2013

LÉXICO F /M /F
nada cos-a buen-o buen-a
vivir vid-a bell-o bell-a

TEXTO F /M /F
nada ......................................... buen-o
vivir .......................................... bell-o
cosa............................................ buen-a
vida .......................................... bell-a

El carácter general (es decir, sin restricción contextual: inglés con-


text-free) de M automáticamente permite su aplicación “por defecto” a
frases y oraciones enteras, por su propia naturaleza (numeración infi-
40
nita, en su día demostrada por Noam Chomsky ) imposibles de inven-
tariado léxico, y por tanto a fortiori carentes de género léxico.
Plausiblemente también en el texto, al ser el género un rasgo gramati-
cal exclusivo a las palabras:

a. el [que Marta suplique diariamente a María que lo haga] no servirá de


nada
b. * la [que Marta suplique diariamente a María que lo haga] no servirá de
nada
c. la [súplica diaria de Marta a María de que lo haga] no servirá de nada

LÉXICO F /M /F
suplicar súplica el la

TEXTO el suplicar la súplica

Es importante advertir que la eliminación de la representación de


la marca de género M no anula el contraste entre los alternantes /M
y /F (un – una, etc.), ni, por implicación, entre los dos géneros. Esta
realidad es fundamental, al ser dos el número mínimo de géneros: el
41
contraste tautológicamente necesita diferencia para serlo . Una vez
más, el inglés, sin contraste en el dominio del género, no tiene gé-
nero.
La misma maquinaria resuelve el segundo de los problemas plan-
teados al principio: el conflicto entre emisores de distinto género. En
42
efecto, la prevalencia del alternante /M en receptores no antepuestos

40
Cfr. “The grammar cannot simply be a list of all morpheme (or word) sequences, since
there are infinitely many of these” (Chomksy, 1957: 18). Noam Chomsky, Syntactic Structures,
Mouton, La Haya, 1957.
41
Recuérdese el célebre dicho saussuriano “Dans la langue il n’y a que des différences”.
42
Es decir, no en posición precedente al sustantivo con el que entran en relación.
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 71

es asimismo absoluta, como se puede observar a continuación (los


subíndices j, k indican correferencia; cualquier palabra precedida de
asterisco aquí hace ilegítima la frase):

losjk bellosjk lagosj y lagunask italianosjk son muy frecuentadosjk


*lasjk *bellasjk lagosj y lagunask *italianasjk son muy *frecuentadasjk

losj bellosj lagosj y lask lagunask italianask son muy frecuentadosjk


losj bellosj lagosj y lask lagunask *italianosjk son muy *frecuentadasjk

laskj bellaskj lagunask y lagosj italianoskj son enormemente frecuentadoskj


*loskj belloskj lagunask y lagosj *italianaskj son enormemente *frecuentadaskj

lask bellask lagunask y losj lagosj italianosj son enormemente frecuentadoskj


*losk *bellosk lagunask y losj lagosj italianosj son enormemente *frecuentadaskj

El artículo determinado los/las y el adjetivo calificativo aquí en fun-


ción evaluativa bello/a, antepuesto en razón de esta función, obligato-
riamente concuerdan con el sustantivo que los sigue sin perjuicio para
la correferencia con los dos sustantivos en relación con ellos: cfr. losjk
bellosjk lagosj y lagunask y laskj bellaskj lagunask y lagosj. En el resto de posi-
ciones, sin embargo, los receptores aparecen en su alternante M, su
43
carácter por defecto siendo así confirmado.

2.4. Resumen

El modelo de género que se acaba de exponer puede esquemati-


zarse de la forma que sigue:

a.
E

R R R …

b.
E : marca léxica inherente
R : transmisión desde E

43
Conviene quizá señalar que el carácter por defecto del g é n e r o M (alias “masculi-
no”) no es ni mucho menos universal. En efecto, hay género F (alias ”femenino”) por defec-
to en lenguas tipológicamente tan variadas como el afaro (cusítica), el dizi (omótica), el
masái (nilótica), el séneca (iroquoia), el guajiro (arawaca) o el dama (josia): véase Greville
Corbett (1991), ibíd., pág. 220.
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72 EA 99/2013

c.
marca léxica : F
concordancia textual : F

En a. se representa la concordancia como un flujo (de género) que


parte de un emisor (E) hacia sus receptores (R), de número indeter-
minado. En b. se hace explícito el carácter inherente de la marca de
género en el emisor (E) y su transmisión desde él a los receptores (R).
En c. se manifiesta la exclusividad de la marca F, con la correspon-
diente supresión de su contrapartida tradicional M tanto del léxico
como del texto, donde en ausencia de la marca F los alternantes M se
seleccionan por defecto, no mediante concordancia. Es imperativo
advertir que el carácter por defecto concierne al g é n e r o M, una pro-
piedad g r a m a t i c a l de los sustantivos pertinentes sin relación de
necesidad con el sexo de sus referentes en la vida real cuando éstos lo
44
poseen . El papel del sexo en la lengua es, en efecto, independiente,
como se expone en el apartado que ahora sigue.

3. EL SEXO

En este apartado se considera el sexo, como se acaba de indicar en


principio independiente del género, y en la realidad muy frecuente-
mente.
El contraste esencial al que será necesario prestar especial atención
se da entre el s e x o s e m á n t i c o (el significado de sexo incluido
en las entradas léxicas de las palabras correspondientes) y el s e x o
b i o l ó g i c o (los atributos biológicos de los seres vivos en relación
con el sexo), dos dimensiones ordinariamente no distinguidas con cla-
ridad en la bibliografía: considérese, por ejemplo, la aseveración
“Gender is only one of three interrelated but distinct and autonomous
domains relevant to inflection, namely b i o l o g i c a l / s e m a n t i c
s e x [énfasis mío, IMR], grammatical gender, and morphological form
class” (Harris, 1992: 65). Aquí, en contraste, se verá de manera incon-

44
La confusión está lejos de ser inusual, y se reitera en la reciente edición de la GRAE:
“En la designación de personas y animales, los sustantivos de género masculino se emplean
para referirse a los individuos de ese sexo, pero también a toda la especie, sin distinción de
sexos, sea en singular o en plural. […] Estos casos corresponden al USO GENÉRICO del mas-
culino” (NGRAE 2009, §2.1.3a, ibid.). Tal como se demostrará en el próximo apartado, sin
embargo, no existe el tal “uso genérico” del masculino, figura que el gramático confunde
con la ausencia de marca semántica de sexo (macho o hembra) en la entrada léxica de la
palabra correspondiente, cuando no con el sexo biológico de su posible referente en la vida
real, tres aspectos no obstante netamente diferenciados en la realidad objetiva.
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 73

trovertible que el sexo biológico no coincide automáticamente con el


sexo semántico, y por tanto que no lo determina.

3.1. Animales

Metodológicamente cabe distinguir entre sustantivos referidos a


personas y sustantivos referidos a animales. El sexo de las personas
acostumbra a ser manifiesto en su apariencia física, vestido, conducta,
etc., y su captura terminológica no suele por tanto ser dificultosa. En
contraste, el sexo de la mayoría de los animales es usualmente opaco o
irrelevante a los humanos carentes de trato con ellos, y (quizá a causa
45
de ello ) las palabras correspondientes habitualmente no proveen
46
información al respecto . Lo demuestran los siguientes ejemplos, de
género M en la primera línea y F en la segunda:
Género “simpar”:
el delfín, cachalote, conejo, camello, jabalí, faisán, gorila, mosquito, tiburón,
rinoceronte, mirlo, …
la ballena, foca, liebre, llama, rana, perdiz, tortuga, avestruz, araña, serpien-
te, mariposa, lombriz, …

La referencia de cada una de estas palabras SIMPARES (= sin pareja de


género) puede ser a un animal de sexo macho o a un animal de sexo
hembra. A niveles superiores en la escala de relación humana con el ani-
mal pueden existir parejas de palabras (así EMPAREJADAS) con géneros
contrapuestos y posible relación con el sexo. Crucialmente, sin embar-
go, 1. el emparejamiento no es general, como se acaba de comprobar; 2.
cuando existe, la relación con el sexo no es absoluta:
Géneros emparejados:
47
Con significado de sexo en ambos géneros (según el DRAE ):
48
macho: toro, gallo, chivato

45
Es sin embargo conocido que los criterios funcionales no tienen por qué determinar
la materia constitutiva de las lenguas. Por citar algo obvio, las irregularidades verbales (abun-
dantes en castellano) no reportan ninguna ventaja aparente, y sin embargo perviven.
46
La gramática tradicional concibe la referencia de un sustantivo único a seres de los dos
sexos como constitutiva de un “género epiceno”. Evidentemente, sin embargo, delfín es de
género M y ballena F, como lo atestiguan sus respectivos patrones de concordancia el delfín y
la ballena. No hay lugar, pues, para un género diferenciado adicional “epiceno”.
47
El DRAE en efecto define estas formas M como macho de la F, y las correspondientes
F como hembra del M. Hay que apuntar, sin embargo, que en el lenguaje coloquial sustan-
tivos F como vaca, gallina, cabra son utilizables con intención genérica, es decir, con refe-
rencia a ambos sexos, especialmente en un sentido colectivo: voy a dar a comer a las gallinas
suele incluir a los gallos, etc. Nótese el paradójico contraste con el llamado “uso genérico del
masculino” a que erradamente se refiere la NGRAE (véase la nota 44).
48
Denominación, entre otras, del macho de la cabra, según el DRAE.
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74 EA 99/2013

hembra: vaca, gallina, cabra


49
Con significado de sexo limitado al género M :
macho: zorro
asexuado: zorra
50
Con significado de sexo limitado al género F :
asexuado: perro, cerdo, lobo, conejo, caballo, …
hembra: perra, cerda, loba, coneja, yegua, …

Esta realidad de lengua demuestra irrevocablemente la inexistencia


de una relación de necesidad entre el sexo biológico de los animales y
el género de los sustantivos referidos a ellos.

3.2. Personas

La situación con respecto a las personas es similar, aunque no idén-


tica. Aquí también existen palabras simpares, habitualmente sin infor-
mación de sexo y excepcionalmente con ella. El grueso de los casos
entraña, sin embargo, parejas con alternancia de género y uno de dos
patrones con respecto al sexo: sexo en los dos alternantes y sexo sólo
en el alternante F.

3.2.1. Palabras simpares

Las palabras simpares denotadoras de humanos pueden o no llevar


marca léxica de sexo.
En primer lugar, un grupo de palabras no numeroso pero con algu-
nos miembros de muy frecuente uso poseen género único (M o F) con
referencia abierta a uno u otro sexo biológico (# ¢ ! ):
51 52

Género Referente
#¢!
53
M: vástago, retoño, bebé
F: persona, prole, criatura, víctima, gente #¢!

49
Aquí el DRAE especifica el M zorro como macho, y el F zorra como asexuado, el “mas-
culino genérico” así contradicho una vez más.
50
En el DRAE aquí respectivamente mamífero […] y hembra del M.
51
En la gramática tradicional estas palabras se dicen tener “género epiceno”, señalado ya
como inexistente en la nota 46.
52
El símbolo lógico “V” (cfr. Latin vel ‘o’) representa la relación disyuntiva ‘o’. El subra-
yado (“¢”) le añade condición exclusiva.
53
Tradicionalmente la palabra bebé es M y asexuada, al menos en España.
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 75

Las construcciones que siguen demuestran de modo empírico, más


54
allá de la intuición y la evidencia cotidiana , la carencia de relación
entre el género de estas palabras y el sexo de su referente:
a. yo tengo vástagos de ambos sexos
b. aquí hay personas de ambos sexos

Ambas frases, perfectamente comprensibles y del todo normales,


proporcionan prueba objetiva de la posibilidad de pertenencia de los
referentes de los respectivos sustantivos al sexo macho o al sexo hem-
bra, y en consecuencia de la carencia de significado de sexo en las
entradas léxicas correspondientes:

Forma fónica Contenido significativo/funcional Rasgos gramaticales


vástag-o ‘Persona descendiente de otra’ (DRAE) N, M
prol-e ‘Linaje, hijos o descendencia de alguien’ (DRAE) N, F

El género opuesto de estos dos sustantivos manifiestamente no


tiene efecto alguno sobre su potencial referencial, que indistintamen-
te afecta a personas de sexo macho o de sexo hembra. Es, por tanto,
evidente que la responsabilidad de la delimitación del ámbito de refe-
rencia del sustantivo con respecto al sexo no recae en el género (M, F),
sino en la carga semántica relevante al sexo presente en la entrada léxi-
ca, aquí obviamente vacua (“ – ”):
vástago persona
Palabra (lengua):
género: M F
sexo: – –

vástago persona
Referente (vida):
k k
sexo: s ¢s
1 s ¢s
1

54
Los juicios del hablante nativo libres de prejuicios externo sobre la condición de legi-
timidad o no de datos lingüísticos sometidos a su evaluación desempeñan en la lingüística la
función de los rayos X en la medicina para la averiguación de la condición salubre o pato-
lógica del sistema investigado. En este contexto es preciso advertir que la posible interfe-
rencia (consciente o inconsciente) del “doblete de género”, presente en el mundo hispano-
hablante desde hace ya más de una década, pudiera ocasionar en algún lector expuesto a él
divergencia con algunos de los juicios tradicionales y abrumadoramente mayoritarios aquí
expresados. La cuestión del doblete se aborda en la papeleta gramatical de este mismo autor
en este mismo número “El doblete de género: más que inútil, contraproducente”, págs. 145-
164. Véase también la nota 63 aquí.
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76 EA 99/2013

Existen también algunos sustantivos impares con denotado de per-


sona exclusivo a machos (varones) o a hembras (mujeres):
de macho: eunuco
de hembra: virago

55
Tales palabras al parecer todavía son más escasas . Una vez más, la
responsabilidad por las diferencias entre este grupo y el anterior recae
exclusivamente en el léxico: la entrada léxica de vástago, por ejemplo,
carece de información de sexo, mientras que la de eunuco la lleva de
‘macho’, y de modo recíproco en persona y virago con respecto al rasgo
‘hembra’. Estos rasgos se representarán aquí respectivamente con los
símbolos estilizados Ö y _ al objeto de diferenciarlos visualmente de
los de los sexos físicos # y !, omnipresentes (disyuntivamente) en los
referentes por obvia necesidad biológica. La materia relevante incluida
en las respectivas entradas léxicas y los respectivos posibles referentes
son, pues, como sigue:

eunuco virago
Palabra (lengua):
género: M F
sexo: Ö _

Referente (vida):
sexo: # !

3.2.2. Emparejados ambos sexuados

El reverso de la medalla de los simpares no sexuados lo constituyen


palabras emparejadas con denotados respectivamente restringidos a
los sexos macho y hembra. Ilustramos ahora las correspondientes
entradas léxicas y sus posibles referentes:

Esta escasez se mitigaría con la inclusión de palabras simpares de significado Ö tipo


55

sacristán, obispo y semejantes. Esta “simparidad”, pudiera sin embargo deberse a la actual
exclusividad de los correspondientes cargos a varones en la Iglesia católica: una eventual
apertura de los oficios a mujeres pudiera ocasionar clonación léxica, con la consecuente sali-
da de estas palabras del grupo de las simpares. Se discute la clonación en la papeleta gra-
matical de este mismo autor en este mismo número “El doblete de género: más que inútil,
contraproducente”, págs. 145-164, y del papel de la pragmática en la interpretación lingüís-
tica en la nota 65 y en el apartado 3.3 del presente artículo.
03_Ignacio_Roca.qxd 23/5/14 13:28 Página 77

EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 77

56 57
monje monja
Palabra (lengua):
género: M F
sexo: Ö _

Referente (vida):
sexo: # !

La demostración empírica de esta realidad tampoco ofrece dificul-


tad:
* conozco a muchos monjes de los dos sexos
* conozco a muchas monjas de los dos sexos

El motivo (meramente lingüístico) de la imposibilidad de atribu-


ción de sexo indiferente a monjes o a monjas es, sencillamente, la deter-
minación l é x i c a de monje como de sexo macho, y de monja como de
sexo hembra. La notada diferencia de significado entre palabras como
vástago y monje, ambas M, o persona y monja, ambas F, una vez más no
concierne, pues, ni al género ni al sexo b i o l ó g i c o, sino al sexo
s e m á n t i c o: las entradas léxicas de vástago y persona no lo contienen,
mientras que las de monje y monja lo incluyen, de ‘macho’ las primeras
y de ‘hembra’ las segundas.
Además de evidente, la distinción entre el sexo biológico de los
seres vivos (# ¢ !) y el sexo semántico de las palabras (Ö ¢ _ ) es
58

absolutamente básica, al no existir en castellano (ni quizá en ninguna


59
lengua ) identidad necesaria entre estos dos parámetros. La siguiente
tabla agregada compendia la situación presentada hasta el momento:
monje monja vástago persona eunuco virago
Palabra (lengua):

Ö _ Ö _
género: M F M F M F
semántica: – –

Referente (vida):
sexo: # ! #¢! #¢! # !

56
Igualmente brujo, marido, varón, macho (tautológicamente) y algunos otros, en contra-
posición a los también M cónyuge, esposo, consorte, hechicero, que no indican sexo.
57
Asimismo bruja, mujer, hembra (tautológicamente), esposa, hechicera, todos ellos con sig-
nificado exclusivo ‘hembra’.
58
Como ya se ha indicado, estas versiones estilizadas de los símbolos usuales para el sexo
biológico se utilizan aquí al objeto de distinguirlos de ellos y a la vez facilitar su reconoci-
miento y memoria.
59
Algunas lenguas dravídicas (sur de la India) parecen aproximarse a este ideal, aunque
sin alcanzarlo por completo (véase G. Corbett, 1991, ibid.).
03_Ignacio_Roca.qxd 23/5/14 13:29 Página 78

78 EA 99/2013

El sexo biológico (# ¢ !) inevitablemente está presente en los


r e f e r e n t e s de todas las palabras con denotado de ser humano, al
ser todos ellos por necesidad sexuados. Esta realidad exterior no
encuentra sin embargo necesariamente reflejo en los s i g n i f i c a d o s
de las correspondientes palabras: los significados, por definición, son
determinados lingüísticamente, no biológicamente, en las respectivas
entradas léxicas internalizadas por el hablante durante su proceso de
adquisición de la lengua. Sencillamente, palabras como monja llevan
significado ‘hembra’ _, y monje significado ‘macho’ Ö, pero vástago y
persona carecen tanto del uno como del otro, y así son aplicables a refe-
rentes de cualquiera de los dos sexos: cada vástago o persona será
macho # o hembra !, pero las palabras castellanas correspondientes
no lo expresan (cfr. “–” en el esquema anterior). El sexo biológico (una
propiedad del referente en el mundo) no corresponde, pues, necesa-
riamente ni al sexo semántico (un componente del significado léxico
de la palabra), ni al género (una propiedad gramatical también léxica
de exclusiva relevancia para la concordancia): sencillamente, ni el léxi-
co es biología ni la biología léxico.

3.2.3. Sexo en un miembro emparejado

La caracterización léxica de los patrones considerados hasta ahora


es, una vez más, como sigue:
Simpares:
sin sexo: M vástago F persona
con sexo: MÖ eunuco F_ virago
Emparejados:
con sexo: MÖ monje F_ monja

Estos tres patrones (un solo género con o sin sexo, y dos géneros,
cada uno con un sexo) en castellano son muy minoritarios la gran mayo-
ría de los sustantivos con referentes humanos respondiendo en su lugar
a un cuarto patrón en parte combinación de dos de los anteriores. Sus
miembros posiblemente alcanzan el millar, si no lo sobrepasan, mientras
que los simpares asexuados (persona), o sexuados (eunuco) son muy esca-
sos, y los de sexos contrapuestos (monjeÖ, monja_) bastante. Los pares
que siguen ilustran (muy mínimamente) este cuarto patrón mucho más
común:
vasco – vasca amigo – amiga
ciudadano – ciudadana niño – niña
trabajador – trabajadora padre – madre
compañero – compañera español – española
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 79

Aquí el miembro de género F conlleva significado de hembra, _,


al igual que monja. El miembro de género M, sin embargo, no con-
lleva significado de macho, Ö, en contraste con su contrapartida
monje, que, como se ha visto y el lector hablante de la lengua ya sabía,
sí lo lleva. El miembro de género M (vasco) aquí comparte, pues,
ausencia de restricción semántica de sexo con palabras simpares tam-
bién asexuadas como vástago (M) o persona (F). La situación se visua-
liza en su totalidad en los dos cuadros que siguen, ordenados en
direcciones contrapuestas al objeto de maximizar la transparencia
conceptual:

Género y sexo en la lengua

Sexo –– Ö _ Género M F
Género Sexo
M vástago eunuco –– vástago persona
vasco monje vasco
F persona virago Ö eunuco
vasca monje
monja
_ virago
vasca
monja

La demostración empírica de la asimetría del sexo semántico con


respecto al género que caracteriza al grupo F = _, M ≠ Ö tampoco ofre-
ce dificultad:
los vascos de los dos sexos * las vascas de los dos sexos

Señaladamente, el miembro M vasco de la pareja acepta la califica-


ción de los dos sexos, mientras que el miembro F vasca la rechaza. En el
marco del análisis propuesto, la explicación es muy sencilla: la entrada
léxica de vasca incluye significación de sexo _, mientras que la de vasco
no incluye significación de sexo Ö. En consecuencia, vasco es compati-
ble con referentes de los dos sexos, mientras que vasca está restringida
a referentes de sexo hembra.
Evidentemente, de incluir la entrada léxica de vasco sexo macho Ö
como monje, la palabra no sería compatible con la expresión de los dos
sexos, como en efecto no lo es monje: * los monjes de los dos sexos. Tampoco
las similares que ahora siguen:

a. * me encontré con unos monjesÖ: las mujeres_ muy simpáticas, pero los
hombresÖ menos
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80 EA 99/2013

b. * me encontré con unos monjesÖ, todos mujeres_


c. * me encontré con unos monjesÖ, todos hombresÖ

Al ser por contenido léxico los monjes hombres y las mujeres hem-
bras, estas expresiones incurren en contradicción (b.), tautología (c.),
o ambas (a.), y en consecuencia son ilegítimas. Crucialmente, las dife-
rencias de legitimidad en cuestión se deben a los distintos contenidos
semánticos de las respectivas palabras con respecto al sexo. En especial,
ni la naturaleza religiosa del oficio ni ningún otro aspecto de su signi-
ficado desempeñan papel alguno en ello, como lo prueba el hecho de
que la sustitución de monjes por el también M religiosos automática-
mente valida las tres expresiones:

c. me encontré con unos religiosos: las mujeres_ muy simpáticas, pero los
hombresÖ menos
b. me encontré con unos religiosos, todos mujeres_
c. me encontré con unos religiosos, todos hombresÖ

Ninguna de estas frases presenta incompatibilidades semánticas.


Predeciblemente, la sustitución del M religiosos por el F religiosas, como
monjas reservado en el léxico para hembras, automáticamente las intro-
duce:

a. * me encontré con unas religiosas_: las mujeres_ muy simpáticas, pero


los hombresÖ menos
b. * me encontré con unas religiosas_, todas mujeres_
c. * me encontré con unas religiosas_, todas hombresÖ

Aquí hay contradicción en a. y c., y tautología en a. y b., al ser las reli-


giosas por definición léxica mujeres, como se sabe la situación común
para los sustantivos F emparejados, monjas y vascas entre ellos:

a. * me encontré con unas monjas_: las mujeres_ muy simpáticas, pero los
hombresÖ menos
b. * me encontré con unas monjas_, todas mujeres_
c. * me encontré con unas monjas_, todas hombresÖ

a. * me encontré con unas vascas_: las mujeres_ muy simpáticas, pero los
hombresÖ menos
b. * me encontré con unas vascas_, todas mujeres_
c. * me encontré con unas vascas_, todas hombresÖ

Una vez más, a. y c. incurren en contradicción, y a. y b. en tautología.


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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 81

3.2.4. Balance

Haremos ahora inventario de los hallazgos. En la lengua existen


dos tipos de información semántica con respecto al sexo: macho Ö y
hembra _. Cada uno de estos dos rasgos semánticos restringe por
definición el denotado de las palabras que lo llevan, y en consecuen-
cia el ámbito de su posible referencia en el mundo biológico, respec-
tivamente a machos # y a hembras !: la función de los rasgos
semánticos de cualquier tipo entraña precisamente restricción del
denotado de la palabra, y así limitación de su posible ámbito de refe-
rencia. Por consiguiente, la presencia de un rasgo Ö o _ en una pala-
bra necesariamente implica el sexo correspondiente (# ¢ !) en su
referente:

Ö
SEMÁNTICA BIOLOGÍA
→ # cfr. monje
_ → ! cfr. monja, vasca,

En castellano estas implicaciones no son reversibles. Así, primero,


un puñado de palabras simpares, no numerosas pero reales, y algunas
con mucha frecuencia de uso (persona, por ejemplo), no contienen
información léxica con respecto al sexo, aunque sus referentes obvia-
mente lo poseen. Segundo, en palabras emparejadas como vasco –
vasca la norma es que el miembro M carezca de información de sexo
(las excepciones como monje son escasas) y el miembro F la posea de
hembra. El cuadro que sigue resume la situación:
SEXO
SEMÁNTICA BIOLOGÍA
persona – #¢!
vasco – #¢!
vasca _ → !

La diferencia entre la semántica (lengua) y la biología (aquí sexo)


es, pues, absolutamente crítica para el discernimiento de esta materia.
Sorprendentemente, esta realidad aparece sistemáticamente descuida-
60
da en la bibliografía .
Por lo que respecta al género, existen dos clases, F y M, la segunda
con condición de por defecto. F está presente tanto en la entrada léxi-
ca como en el texto, pero M, en contraste, es formalmente invisible, sus

60
Recuérdese por ejemplo el mal llamado y concebido “uso genérico del masculino”
comentado en la nota 44. La diferencia de sexo entre las palabras monje y vasco emana de sus
respectivas representaciones léxicas, no de un supuesto “uso genérico” de la segunda.
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82 EA 99/2013

efectos manifestados sólo negativamente por la ausencia de F en las


palabras correspondientes:
LÉXICO TEXTO
F /F F /F
F: vasca las vascas suelen ser sanotas
M: vasco los vascos suelen ser sanotes

La relación entre el género (F o M) y el sexo lingüístico (el biológi-


co evidentemente se encuentra fuera de la lengua) es, así, muy limita-
da. En ausencia de sexo lingüístico los dos géneros carecen de rele-
vancia para el significado:

M vástago vasco
F prole víctima

La presencia de sexo lingüístico introduce un efecto restrictivo


sobre el género de la palabra:

Ö→M
_→F

Las combinaciones opuestas FÖ o M_ en efecto no parecen exis-


tir. En la bibliografía se alega no obstante que algunas palabras sí las
poseen (García Meseguer, 1994: 119, 185; Ambadiang, 1999, vol. 3:
61
4849) :

ÖF maricona, santidad
_M putón, marimacho, penco

Dos observaciones son pertinentes: 1. el número de tales palabras es


extremadamente reducido; 2. su condición real con respecto al géne-
ro dista de ser evidente.
En efecto, la palabra _M putón incluye el sufijo nominal aumenta-
tivo -ón (put-ón), M por imperativo léxico: cfr. la sorpres-a > el sorpres-ón,
la notici-a > el notici-ón, etc. Es por tanto razonable atribuir a ello el
género M de putón: el género M del sufijo simplemente prevalece sobre
la implicación _ → F. Nótese el contraste con el aumentativo general,
carente de género propio, [es muy] putona. Marimacho, a su vez, está
compuesta del prefijo mari- (apócope de María: cfr. también marisabi-

61
Álvaro García Messeguer, ¿Es sexista la lengua española?, Paidós, Barcelona, 1994;
Théophile Ambadiang, “La flexión nominal de género y número”, en Ignacio Bosque y
Violeta Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española, vol., III, págs. 4843-4913,
Espasa-Calpe, Madrid, 1999.
03_Ignacio_Roca.qxd 23/5/14 13:29 Página 83

EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 83

dilla) seguido de la palabra M macho. Puede, así, argumentarse que


marimacho simplemente conserva el género del sustantivo base, como
lo hacen también los sustantivos independientes en circunstancias
similares: cfr. por ejemplo María es un bidón (bebe mucho), no *una
bidón; María es un centauro (tiene rasgos masculinos), no *una centauro,
etc. Este es también el caso con penco, aparentemente ‘prostituta’ en
Canarias (DRAE) pero con significados base ‘caballo flaco, persona rús-
tica, persona inútil’ (DRAE): simplemente, el género léxico M pervive
en la palabra con la extensión de significado en cuestión. Volviendo a
marimacho, nótese su alternativa con género F una marimacho, con pre-
valencia del sexo denotado por la palabra.
A su vez, las alegadas ÖF maricona y santidad se hallan ambas ausen-
tes del DRAE, y el presente autor carece de familiaridad con ellas.
Maricona, sin embargo, se reconoce fácilmente como la feminización
lingüística de maricón, paralela a la de cabrón en cabrona, sí conocida. En
santidad, el sufijo F -idad sin duda determina el género de la palabra
con independencia del significado de ésta, una situación, pues, parale-
la a la de -ón con respecto a putón.
A la vista de lo anterior, y en espera de futuras investigaciones sobre
la materia, parece, pues, razonable concluir que en castellano se dan
sólo las implicaciones Ö → M y _ → F entre el sexo semántico y el
género. Los esquemas que siguen recapitulan la situación en su totali-
dad:

Ö→# cfr. monje Ö→M cfr. el monje


_ →! cfr. monja, vasca _→F cfr. la monja, la vasca

Sumariamente,

Ö → M, # cfr. el monje
_ → F, ! cfr. la monja, vasca

Es de notar que todas las implicaciones en cuestión parten del sexo


semántico, desde el que es factible la predicción del sexo biológico del
referente, y (con las reservas menores mencionadas) del género de la
palabra. En contraste, ni el género de la palabra ni el sexo biológico de
su posible referente proporcionan indicios, en directa contraposición
a lo que irreflexivamente se pudiera creer y que, como se ha visto, apa-
rece frecuentemente expresado en la bibliografía.
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3.3. Irrelevancia del número

Las demostraciones del contraste semántico entre el miembro M


asexuado y el F _ del último de los patrones semánticos examinados
se han llevado a cabo exclusivamente con formas plurales, y pudiera así
sospecharse existencia de conexión entre número y falta de significa-
ción sexuada del miembro M. A continuación se demuestra sobre base
empírica que no es éste el caso, y que todo lo establecido para el plu-
ral también tiene aplicación al singular.
En castellano (y en la mayoría de las lenguas, si no en todas) el plu-
ral se deriva del singular en forma y, crucialmente para el tema que nos
concierne, en significado: una palabra plural en efecto significa lo
mismo que su base singular con el simple añadido de pluralidad (‘más
de un objeto’): 1 mesa frente a 2, 3, …, ∞ mesa-s.
La excepción más notoria a esta generalización la constituyen los
“pluralia tantum”, palabras con significado singular pero forma plural:
natillas, honorarios, nupcias, aledaños, añicos, entrañas, etc. Existen tam-
bién el “plural mayestático”, empleado por el singular por autoridades
del más alto rango (reyes y papas, por ejemplo), y el “plural de modes-
tia”, especialmente usado por autores: cfr., por ejemplo, respectiva-
mente, “por esta cédula otorgamos el privilegio …” y “discrepamos del
autor citado …”. En estos casos el significado transmitido es, así, sin-
gular, no obstante la forma plural.
Independientemente de ello, es apropiado señalar aquí la existen-
cia de dos posibles usos del singular diferenciales con respecto a espe-
cificidad de referencia en el texto: el singular específico, con referente
específico, y el singular genérico, con referencia de clase. Se ilustran
ambos a continuación, con co-índices indicando identidad de referen-
cia entre las palabras relevantes en cada caso:
específico: el vascoi que te presenté ayer se llama Josemarii [nombre de hombre]
genérico: el vasco suele ser sanote

A los efectos semánticos aquí pertinentes el singular genérico equi-


vale al plural, y por tanto su significado asexuado podría en principio
ser atribuible a esta equivalencia:

a. los vascosi suelen ser sanotes, y por ello no me sorprende que Maitei [nom-
bre de mujer] lo sea
b. el vascoi suele ser sanote, y por ello no me sorprende que Maitei lo sea

En la notación adoptada aquí con respecto al sexo las respectivas


formalizaciones son como sigue:
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 85

_ semántica
los vascosi suelen ser sanotes, y por ello no me sorprende que Maitei lo sea
#¢! ! biología

_ semántica
el vascoi suele ser sanote, y por ello no me sorprende que Maitei lo sea
#¢! ! biología

Las dos representaciones semánticas son idénticas. Hay un número


ilimitado de casos semejantes, entre ellos el conocido refrán el casado
casa quiere, con el casado referido a cualquier casado, y en consecuencia
a todos los casados sin diferencia de sexo:
semántica
62
el casadoi, cualquiera que sea sui sexo , casa quiere
#¢! #¢! biología

Una vez más el correspondiente femenino es ilegítimo:


_ semántica
* la casadai, cualquiera que sea sui sexo, casa quiere
! #¢! biología

Pasamos ahora al examen del singular referencial. Imagínese para


ellos a dos investigadores, A y B, indagando en una muestra de pobla-
ción los deseos con respecto a vivienda de pares de personas, soltera
una y casada la otra, crucialmente sin que importe su sexo: solamente
su estado civil. Tras el examen de un gran número de papeletas, de
sujetos al azar inconsecuentemente # o !, A y B intercambian infor-
mación sobre los hallazgos. En esta situación, perfectamente posible y
plausible, A (o B) legítimamente puede afirmar, con total naturalidad,
sobre un caso particular:
este casado casa quiere

Aquí, obviamente, el referente de casado es específico (‘el casado


particular del que estoy hablando’), no genérico (‘todos los casados’),
y su sexo por tanto también lo es: fulano de tal, de sexo # o de sexo
!. En el contexto de la encuesta anónima en cuestión el sexo de este
casado es, sin embargo, desconocido, y la frase que ahora sigue por
consiguiente plenamente legítima:
este casadoi, cualquiera que sea sui sexo, casa quiere

62
Existe una plétora de frases equivalentes al respecto: de cualquier sexo; del sexo que
sean; sean del sexo que sean; de ambos sexos; de los dos sexos; sin que importe su sexo; sin
importar su sexo; de sexo irrelevante; de sexo indiferente; sin diferencia de sexo; etc.
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86 EA 99/2013

Imagínese ahora que, por un avatar de la vida, el hablante recono-


ce al casado en cuestión como una amiga suya de nombre María. El
hablante puede incorporar esta información en el texto y decir:
este casadoi casa quiere; por cierto, sé quieni es: se llama Maríai

El sustantivo M casado va legítimamente correferido a María, nom-


bre de mujer. El contraste con monje, como se sabe con marca léxica Ö,
es contundente:
* este monjei casa quiere; por cierto, sé quieni es: se llama Maríai

Un monje no puede llamarse María, por no ser mujer, pero un casa-


do sí. Estas dos realidades de lengua aportan, pues, prueba irrevocable
de que la palabra singular casado, aquí en ambos casos en su función
específica, no genérica, en efecto carece de información semántica de
sexo:
_
casado casada

La interpretación de el vascoi en la frase el vascoi que te presenté ayer se


llama Josemarii [nombre de hombre] antes mencionada es también la
específica. Crucialmente, la frase es igualmente válida con respecto a
63
Maite, una mujer :
el vascoi quei te presenté ayer se llama Maitei

64
Aquí el contexto pragmático relevante es la nacionalidad (o regio-
nalidad), en lugar del estado civil de la encuesta precedente: he estado
presentando a miles de personas de los dos sexos de diferentes proce-
dencias (vascos, baleares, andaluces, canarios, etc., etc.), con el sexo (y
la edad, la apariencia, etc.) por tanto fuera de la mente. Lo importante,
pues, es que Maite es de etnia vasca (es decir, persona vasca = vasco), no
que sea mujer. La substitución simultánea de vasco por vasca y de Maite
por Josemari en el mismo contexto no es, sin embargo, posible:

63
Una vez más, el lector necesita mantenerse alerta en relación a la práctica dobletista
en circulación desde hace más de una década, con la consiguiente posibilidad de alteración
(consciente o inconsciente) de sus propias representaciones léxicas relativas al sexo. De ser
ése el caso, los juicios emitidos aquí, tradicionalmente válidos para la abrumadora mayoría,
no tendrían aplicación a dicho lector, de hecho hablante de un dialecto sui generis: véanse
también las notas 1 y 54.
64
Para la dimensión pragmática de la lengua véase el apartado 3.3 y la nota 66.
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* la vascai que te presenté ayer se llama Josemarii

El origen puramente léxico de estas diferencias lo corrobora una


vez más el contraste de vasco y casado con monje:
a. * el monjei que te presenté ayer se llama Teresai
b. * este monjei casa quiere; por cierto, se llama Teresai
c. * este monjei, cualquiera que sea sui sexo, casa quiere

La demostración de la indeterminación de sexo propia del singular


específico en efecto no tiene otros límites que los de la imaginación
de situaciones vitales relevantes, de las que ahora sigue una modesta
muestra adicional:
No puedo salir: tengo a un padre enfermo [puede ser mi madre, María]
= tengo enfermo a uno de mis dos padres [biológicos]
* No puedo salir: tengo enferma a una madre [sólo es posible tener una
madre]

Estoy muy triste: ya sólo me queda un padre [puede ser mi madre, María]
[mi padre, Antonio, acaba de morir, y sin ambos padres no puedo ser feliz]
* Estoy muy triste: sólo me queda una madre [sólo es posible tener una
madre]

Ya ha llegado el hijo de María: se llama Carmen


[cada madre debe mandar un miembro de su prole al empa-
dronamiento]

* Ya ha llegado la hija de María: se llama Juan


[la tarea es mandar un miembro de la
prole, por tanto un hijo (puede ser
Carmen, mujer), pero no específicamente
una hija (que además no puede ser Juan,
nombre de varón)]

Sólo hemos tenido un hijo, y es niña [un hijo puede ser hembra]
* Sólo hemos tenido una hija, y es niño [una hija no puede ser varón]

El premio al mejor pintor lo ha obtenido Beatriz Oliveras


[un pintor puede ser mujer]
* El premio a la mejor pintora lo ha obtenido Antonio Oliveras
[una pintora no puede ser hombre]

Los ejemplos y las correspondientes situaciones pueden multipli-


carse ad libitum.
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3.4. Interpretación

Hasta ahora la discusión ha versado sobre la composición semánti-


ca de las palabras, en particular con respecto al sexo. La semántica, sin
embargo, es insuficiente para la dilucidación del significado total del
65
discurso , la cual inevitablemente tiene lugar en dos etapas.
En primer lugar, el cerebro del oyente conecta de manera instintiva
la forma sonora que recibe con el significado y los rasgos gramaticales
asociados a ella en la entrada léxica correspondiente. El significado así
accedido tautológicamente delimita el alcance semántico de la pala-
bra: mesa, por ejemplo, significa ‘mesa’, no ‘pesa’. Este resultado, sin
embargo, no basta para la identificación del referente de la expresión:
si digo, por ejemplo, pon el libro en la mesa, ¿a qué libro y a qué mesa me
estoy refiriendo? Imagínese en efecto que en el lugar en que ocurre
este intercambio verbal hay 10 libros y 20 mesas. O que no hay ningu-
no de estos objetos. En ambos casos (y en cualquier otro), ¿cómo
puede el oyente identificar el libro y la mesa de los que estoy hablan-
do? Las palabras libro y mesa en efecto los definen como un libro y una
mesa, respectivamente, no un castillo y una estrella. Sin embargo, no
los identifican en el mundo real: ¡podría tratarse de cualquiera de los
millones y millones de libros y mesas que sin duda existen! El procesa-
miento cerebral de la entrada léxica de las palabras y sus relaciones
mutuas en la frase es, así, insuficiente para su completa interpretación
en el preciso contexto en que se dicen y oyen, y en consecuencia para
el éxito del acto de comunicación. Para conseguirlo es necesario un
segundo paso en el que el oyente i n t e r p r e t a el significado lin-
güístico de la expresión a la luz de su conocimiento del contexto en
que se ha producido.
En el ejemplo, suponiendo que en el recinto en que se produce el
acto de habla haya sólo un libro y sólo una mesa, lo normal sería
identificar con ellos el libro y mesa que se acaba de oír. “Normal” aquí
quiere decir general, o, si se quiere, “por defecto”, es decir, en ausen-
cia de otros factores predominantes. Imagínese, efectivamente, que
la conversación versa sobre un libro y una mesa determinados. En
este caso lo normal pudiera ser referir a ellos el libro y mesa que se
acaban de oír. Y así hasta el infinito. ¿Cómo puede el oyente llegar a
la interpretación correcta en cada caso? La respuesta es que no exis-
te un método infalible. Lo único que puede hacer el oyente es apor-
tar su mayor esfuerzo y confiar en la diosa Fortuna: los malentendi-
dos, como es bien sabido, son pan de cada día. Lo milagroso es pre-

65
Se acaba de ver esto precisamente con respecto a la interpretación del singular espe-
cífico.
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 89

cisamente que no haya más: en principio podría haberlos hasta el


66
infinito .
La exploración del pon el libro en la mesa precedente se ha realizado
en base al significado literal de la frase. Imagínese ahora que alguien
exclama ¡Un buen día! en medio de la mayor tormenta de las últimas
décadas. Si lo hubiera dicho en una jornada soleada y apacible, lo nor-
mal (“por defecto”, “no marcado”) sería que se interpretara de modo
literal: es, en efecto, un buen día. Pero ¿y si es en medio de la tormen-
ta? Dos interpretaciones (de entre un número en principio infinito)
son posibles: 1. el hablante en cuestión está de broma (ironía o sarcas-
mo); 2. es masoquista (al menos con respecto al tiempo), y por tanto
para él efectivamente es un buen día, aunque para nosotros no. Pero
¿cómo puede el oyente averiguarle la verdadera intención?: ¡los
hablantes no suelen prefijar sus intervenciones con las palabras “iro-
67
nía” o “sarcasmo” para hacerla explícita !
Obsérvese desde esta perspectiva la interpretación de palabras cas-
tellanas con referentes sexuados, vasco y vasca entre ellas. De acuerdo
con el contenido semántico de las respectivas entradas léxicas, vasca,
con semántica _, no puede ser interpretada (literalmente) como
referida a varones. Puede, en cambio, interpretarse como referida a
una vasca de cualquier edad, condición social, nivel educativo, esta-
tura, peso, aficiones, color de cabello, etc., etc., al no ser estos pará-
metros partícipes en su entrada léxica. Esta realidad es evidente, pero

66
El esfuerzo del oyente y la ayuda de la diosa Fortuna aquí son auxiliados por el instin-
to “pragmático” del ser humano, que lo lleva a buscar “relevancia” en todo lo que (se le)
comunica. Los pilares modernos del estudio de este módulo de la cognición fueron erigidos
por el filósofo inglés Paul Grice (Grice, 1975), quien propuso el llamado “Principio de
Cooperación” como guía a la comunicación: “La aportación del hablante al acto de comu-
nicación debe ser la requerida en el momento en que tiene lugar con el propósito y direc-
ción del intercambio en que está participando”. Este principio se desglosa en cuatro máxi-
mas: 1. Máxima de Cantidad (Información): Hágase la aportación todo (y sólo) lo informa-
tiva que sea necesario para los propósitos del intercambio verbal presente; 2. Máxima de
Cualidad (Verdad): No se diga lo que se cree falso, ni aquello para lo que se carece de la evi-
dencia necesaria; 3. Máxima de Relación (Relevancia): Séase relevante; 4. Máxima de Modo
(Claridad): Evítense la oscuridad y la ambigüedad y séase breve y ordenado. Investigaciones
posteriores de Sperber y Wilson (1986) van fundadas directamente sobre el concepto de la
“relevancia”, a cuya maximización iría orientada de manera congénita la cognición humana.
Aquí la relevancia se concibe como el producto de dos factores, positivo el primero y nega-
tivo el segundo: 1. La valía de las inferencias obtenibles a partir del estímulo correspon-
diente en el contexto del conocimiento total que posee el sujeto (incluida su experiencia de
la realidad, etc.); 2. El coste del esfuerzo mental necesario para la consecución de tales infe-
rencias. Aplicado a la comunicación, el Principio de la Relevancia parte de la base de que
“todo acto de comunicación patente conlleva la presunción de su propia relevancia óptima”,
viéndose así constreñido el oyente, una vez más de manera congénita, a efectuar la descodi-
ficación pragmática del discurso del hablante.
67
A veces se utiliza la entonación, pero de ningún modo de forma sistemática.
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90 EA 99/2013

su importancia capital en la presente materia aconseja hacerla explí-


cita.
Considérese ahora vasco, palabra como se sabe sin significado de
sexo específico, y por tanto abierta a referentes sólo hombres, sólo
mujeres, o ambos:

vascos
#+! los vascosi de que te hablé se llaman Joni y Maitei [Jon = Juan]
#32 los vascosi de que te hablé se llaman Joni y Gorkai [Gorka = Jorge]
!32 los vascosi de que te hablé se llaman Itziari y Maitei [nombres de mujer]

Nótese que la probabilidad de interpretación del referente de vas-


cos como biológicamente asexuado, compatible con el contenido de la
entrada léxica y por tanto posible en teoría, en la práctica es nula, tam-
bién el caso con palabras asexuadas simpares tipo persona o vástago: el
sexo de los posibles referentes de estas palabras carece de especifica-
ción lingüística, pero el oyente obviamente es consciente de su reali-
dad biológica. Ausencia de información léxica es, por tanto, literal-
mente ausencia, no afirmación (ni tan sólo sugerencia) de carencia.
No podría serlo ni siquiera en principio, al ser prácticamente infinito
el número de aspectos de la realidad omitidos de la representación
semántica de todas las palabras: cfr. los comentarios precedentes sobre
las posibles múltiples propiedades vitales del posible referente de
vasca.
Veamos ahora cómo puede el oyente de un sustantivo asexuado
(= sin información semántica de sexo) como vasco llegar a la interpre-
tación correcta del sexo de su referente en un acto concreto de habla.
O al menos intentarlo: ya se ha visto que esta operación no es ni puede
ser ciencia exacta. La solución al dilema radica en el hecho de que el
oyente para efectuar la interpretación tiene a su disposición mucha
más información que la contenida en la entrada léxica de las palabras,
en concreto toda la experiencia y conocimiento acumulados durante
toda su vida:

– sobre el texto (en el momento de este acto de habla o con anterioridad)


– sobre el hablante (su carácter, opiniones, aficiones, deseos, profesión,
contexto vital, etc.)
– sobre el tema tratado
– sobre el mundo y la realidad en general
– …………………

En base a este bagaje cognitivo (no lingüístico), el oyente efectúa en


cada momento, de modo automático y espontáneo y a velocidad de vér-
tigo, la interpretación contextual de las palabras y expresiones que va
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 91

encontrando. Lo ilustra con respecto al sexo la casuística que sigue,


entre un número infinito de posibilidades:

EXPRESIÓN INTERPRETACIÓN COMÚN


(NO MARCADA)

Dos amigos (A habla primero y B le responde):


A: tengo tres hijos de cualquier sexo
B. yo tengo cuatro de cualquier sexo
B’. yo tengo cuatro hijos varones
B’’. yo tengo tres hijos y una hija 3 varones y una hembra
B’’’. yo tengo tres hijas 3 hembras

A. no tengo hijos de cualquier sexo


B. yo tengo uno de cualquier sexo
B’. yo tengo un hijo varón
B’’. yo tengo uno: de cualquier sexo
una niña de dos años hembra

Maestro en una escuela infantil mixta:


los niños al campo de fútbol, varones
las niñas al gimnasio hembras

La anfitriona en una fiesta de cumpleaños a un grupo de pequeños y sus padres:


los niños a jugar en el jardín, de cualquier sexo
los mayores a jugar al bridge de cualquier sexo

En un manual de conducta moral:


los niños deben obedecer … de cualquier sexo
a sus padres de cualquier sexo
al menos a un padre de cualquier sexo
al menos a su padre varón
los padres deben cuidar … de cualquier sexo
de sus hijos de cualquier sexo
de sus hijos varones varones
de sus hijas hembras
el hijo que no respeta … de cualquier sexo
a sus padres … de cualquier sexo
la hija que no respeta … hembra
a su padre … varón

En un hospital de maternidad:
¡ha sido niño! [no niña] varón [en el mundo tal como es]
¡ha sido niño! [no lagarto] de cualquier sexo [si los humanos pudieran
también parir otros animales]

Una vez más, y un larguísimo etcétera.


Hechos de lengua como estos ocurren rutinariamente, sin concien-
cia explícita del hablante/oyente. Inexorablemente, pues sin ellos la
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comunicación buscada entre hablante y oyente simplemente no se


materializaría. Todos parten de las representaciones lingüísticas aquí
propuestas, confirmadas así de modo empírico, con independencia de
cualquier subjetividad.

4. CONCLUSIÓN

El género es un fenómeno gramatical frecuentemente malentendido.


Fiel a su etimología latina, la palabra género implica clase, y en efec-
to son clases los dos géneros del castellano y los del resto de las lenguas
68
en posesión de esta categoría gramatical: clases de concordancia . En
esas lenguas cada sustantivo (el “emisor”) contiene una marca de géne-
ro en el léxico, y las palabras con capacidad para recibirla (los “recep-
tores”) varias formas, contextualizada cada una a una de dichas marcas.
El género, por tanto, en principio no tiene relación alguna con el sexo
ni con ningún otro aspecto de la realidad o del significado de la pala-
bra. Algunas conexiones de este tipo existen sin embargo en distintos
grados en distintas lenguas.
En castellano la relación del género con el sexo es muy limitada.
Para discernirla es preciso integrar al análisis la categoría lingüística de
sexo semántico, que tautológicamente restringe a uno de los dos sexos
el ámbito denotativo de las palabras marcadas para él en el léxico. Cru-
cialmente, el sexo semántico incluido en el léxico del castellano no es
una simple copia del sexo biológico de los seres vivos referidos por las
palabras correspondientes. El diagrama de Venn que sigue hace visible
la situación:
sexo biológico sexo semántico

Así pues, el sexo semántico de la lengua sólo identifica un sub-


conjunto del sexo biológico de los seres vivos existentes en la realidad
material exterior, y por tanto no es co-extensivo con él. El descuido
de este hecho fundamental es la raíz de la secular confusión presen-

68
La siguiente definición de mediados del siglo pasado por el acreditado lingüista estruc-
turalista norteamericano Charles Hockett expresa con precisión la indisoluble conexión del
género con la concordancia: “Los géneros son clases de sustantivos reflejadas en la conduc-
ta de ciertas palabras asociadas” [traducción del presente autor]. Charles Hockett, A Course
in Modern Linguistics, Macmillan, Nueva York, 1958.
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EL GÉNERO DEL CASTELLANO: ENTELEQUIAS Y REALIDADES 93

te en la investigación de la relación del sexo con el género en caste-


69
llano .
Por razón de sexo lingüístico las palabras castellanas denotadoras
de personas pueden ser simpares (vástago, persona) o emparejadas
70
(monje – monja, vasco – vasca) . Las simpares no suelen incluir compo-
nente de sexo semántico (vástago, persona). Entre las emparejadas,
algunas, pocas, incluyen denotación de sexo en los dos miembros:
monje – monja, respectivamente sólo para machos (varones) y para hem-
bras (mujeres). Otras, las más, son asexuadas en el miembro M (vasco)
y sexuadas _ en su correspondiente F (vasca).
El género y el sexo son, así, dos realidades nítidamente diferencia-
das. Lo es asimismo el sexo semántico (una propiedad de la lengua)
con respecto al sexo biológico (una propiedad de la biología). Las úni-
cas implicaciones sólidamente atestiguadas en el castellano parten de
los dos sexos semánticos (Ö, _), hacia, por una parte los dos géneros
(Ö → M, _ → F), estrictamente dentro de la lengua, y por la otra los
dos sexos biológicos (Ö → #, _ → !), en la interfaz de la lengua con
la realidad exterior. Estas cuatro implicaciones son rigurosamente uni-
direccionales.

GLOSARIO (en orden lógico interno):


léxico: repertorio (cerebral y formal) de todas las palabras de una len-
gua
texto: objetos lingüísticos (frases, oraciones, etc.) compuestos a partir
del léxico

emisor: sustantivo que porta marca léxica de género en el texto


receptor: palabras que en el texto reciben esta marca del sustantivo emi-
sor

alternantes: formas complementarias de receptores contextualizadas a géne-


ros opuestos
concordancia: armonía de género de los alternantes con el emisor

69
Asimismo subyace la práctica del doblete de género analizado en el trabajo del pre-
sente autor “El doblete de género: más que inútil, contraproducente” en este mismo núme-
ro, págs. 129-148.
70
Una clase léxica adicional presenta forma simpar y género emparejado: cfr. el testigo –
la testigo. Esta clase ha sido tradicionalmente concebida como constitutiva de un “género
común”. Evidentemente, sin embargo, la realidad objetiva no define este ni ningún otro ter-
cer género: sencillamente, el testigo posee género M y la testigo F. Lo característico de estas
palabras radica en el acoplamiento de dos miembros de forma común (testigo) con los dos
géneros usuales M (el …) y F (la …), respectivamente. La última edición de la GRAE (ibid.)
se refiere a ellas como “sustantivos comunes en cuanto al género”, expresión tampoco afor-
tunada, al poseer dichos dos miembros precisamente géneros opuestos, no uno solo común.
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denotado: significado de cada palabra en el léxico


referente: objeto (físico o mental) al que se refiere la palabra en el texto
significado: contenido semántico de la palabra en el léxico
interpretación: sentido y referencia asignados a la palabra en el acto de habla

género: clasificación de los sustantivos en clases respecto a este pará-


metro
sexo: clasificación biológica de los seres vivos en relación a este pará-
metro

sexo semántico: información sobre sexo que llevan en el léxico algunas palabras
sexo biológico: sexo que poseen los seres vivos

pareja (de género): par de sustantivos con semántica únicamente diferenciada por
razón de sexo
simpar: sustantivo sin pareja semántica por razón de sexo

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