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Leyenda Salvadoreña
Esta carreta, que en sus palos lleva calaveras humanas, no tiene bueyes ni hay nadie quien la
vaya guiando, simplemente camina sola, como si algún fantasma la impulsara hacia adelante; sin
embargo algunos piensan que es un espíritu que se encarga de recoger las almas que andan en
pena y guiarlas hacia la otra vida. Otra versión dice que la carreta es conducida por un difunto sin
cabeza. Sea lo que sea lo mejor es no arriesgarse a verla, ya que las consecuencias podrían ser
graves.
Se dice que en su interior la carreta chillona transporta muchos huesos y cadáveres de personas
que murieron decapitadas y que a la media noche sale desde el cementerio de los pueblos, a
recorrer sus calles con las almas en pena y mencionando los nombres de las personas que son
mentirosas, falsas e hipócritas, como haciendo una advertencia de que ese podría ser su destino
algún día si no cambian.
La Llorona
Leyenda Salvadoreña
Era una pobre campesina cuya adolescencia se había deslizado en medio de la tranquilidad
escuchando con agrado los pajarillos que se columpiaban alegres en las ramas de los higuerones.
Abandonaba su lecho cuando el canto del gallo anunciaba la aurora, y se dirigía hacia el río a traer
agua con sus tinajas de barro, despertando, al pasar, a las vacas que descansaban en el camino.
Era feliz amando la naturaleza; pero una vez que llegó a la hacienda de la familia del patrón en la
época de verano, la hermosa campesina pudo observar el lujo y la coquetería de las señoritas que
venían de San José. Hizo la comparación entre los encantos de aquellas mujeres y los suyos; vio
que su cuerpo era tan cimbreante como el de ellas, que poseían una bonita cara, una sonrisa
trastornadora, y se dedicó a imitarías.
Como era hacendosa, la patrona la tomó a su servicio y la trajo a la capital donde, al poco tiempo,
fue corrompida por sus compañeras y los grandes vicios que se tienen en las capitales, y el grado
de libertinaje en el que son absorbidas por las metrópolis. Fue seducida por un jovencito de esos
que en los salones se dan tono con su cultura y que, con frecuencia, amanecen completamente
ebrios en las casas de tolerancia. Cuando sintió que iba a ser madre, se retiró “de la capital y volvió
a la casa paterna. A escondidas de su familia dio a luz a una preciosa niñita que arrojó enseguida
al sitio en donde el río era mas profundo, en un momento de incapacidad y temor a enfrentar a un
padre o una sociedad que actuó de esa forma. Después se volvió loca y, según los campesinos, el
arrepentimiento la hace vagar ahora por las orillas de los riachuelos buscando siempre el cadáver
de su hija que no volverá a encontrar.
Esta triste leyenda que, día a día la vemos con más frecuencia que ayer, debido al crecimiento de
la sociedad, de que ya no son los ríos, sino las letrinas y tanques sépticos donde el respeto por la
vida ha pasado a otro plano, nos lleva a pensar que estamos obligados a educar más a nuestros
hijos e hijas, para evitar lamentarnos y ser más consecuentes con lo que nos rodea. De entonces
acá, oye el viajero a la orilla de los ríos, cuando en callada noche atraviesa el bosque, aves
quejumbrosos, desgarradores y terribles que paralizan la sangre. Es la Llorona que busca a su
hija…
Anécdotas
Novelas
He elaborado la lista en forma de infografía porque creo que es el formato que mejor encaja con
este tipo de información. Los libros los he ido recopilando de un artículo del Huffington Post, de
una página de Goodreads y de lo que he ido recordando de mis propias lecturas. Como digo al final
de infografía, las ediciones que he manejado son siempre de bolsillo, ya que al tratarse de libros
clásicos no es extraño que ediciones más elaboradas contengan notas a pie de página, prólogos e
introducciones que hagan que el número de páginas aumente. He tratado siempre que ha sido
posible manejar libros de Alianza, algo que no he podido hacer con El principito (Salamandra), La
perla (Edhasa), El viejo y el mar (Debolsillo), Desayuno en Tiffany´s (Anagrama), Memorias del
subsuelo (Sexto Piso), De ratones y hombres (Edhasa), Fahrenheit 451 (Debolsillo) y Muerte en
Venecia (Edhasa).
Seguramente me dejo muchas buenas novelas cortas en el tintero, pero no quería dejar de
mencionar las que yo considero imprescindibles. Ya no hay excusas para dejar de leer buena
literatura por la falta de tiempo.
Cuento de terror
Y Lolito se arrebujaba entonces debajo de las sábanas y temblaba hasta quedarse dormido,
rogando porque la puerta del armario nunca se abriera.
Lo peor era que cada vez que le contaba a su mamá, ella se echaba a reír.
—Tienes una imaginación demasiado activa, hijito —le decía y luego abría el armario—, aquí no
hay nada más que tu ropita, ¿lo ves? Los monstruos no existen.
Pero claro, eso decía ella porque siempre que le enseñaba el armario era de día. El monstruo solo
trataba de salir por las noches, cuando las sombras lo ocultaban de la vista de los demás. Si el sol
estaba en el cielo, la criatura nunca se atrevería a salir de su escondite.
Esa misma noche, Lolito se quedó escondido en medio de sus cobijas, con una linterna entre las
manos. Oyó dos, tres golpes en la puerta y asomó su cabeza, con miedo.
—¿Hola?
Nadie respondió.
Armándose de valor, se puso sus pantuflas y anduvo hasta el armario. Aferró una manija y abrió la
puerta. Se metió entre sus abrigos y pantaloncitos y anduvo por dentro, hasta que la ropa se
transformó en hojas de árboles y se dio cuenta de que estaba en un bosque. Allí tampoco había
sol, las estrellas iluminaban aquel lugar lleno de casas diminutas donde habitaban duendes, hadas
y otras personitas que iban de un lado a otro.
Por un momento, Lolito se quedó impresionado hasta que escuchó un rugido cercano. ¡Ay no! Era
el monstruo que finalmente, iba por él.
El niño lo vio acercarse, todo él cubierto de largo pelo verde, con unas manos y unos pies
gigantescos, grandes dientes que sobresalían de su boca y garras afiladas. Lolito gritó y se echó a
correr de nuevo hacia su habitación. Pero justo cuando estaba a punto de alcanzar la puerta, una
manaza enorme se poso sobre su hombro, deteniéndolo.
—Espera —le dijo el monstruo—, no quiero hacerte daño, lo único que quería era ser tu amigo.
Todas las noches tocaba y gruñía para que me dejaras salir y pudiéramos jugar.
—Sí, aquí me siento muy solo porque todos me tienen miedo, ya que soy demasiado grande para
ellos, que son tan chiquitos. Pero tal vez tú quieras acompañarme cuando llegue tu hora de
dormir.
Lolito aceptó y él y el monstruo se hicieron grandes amigos. Nunca más volvió a tenerle miedo.