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EL MUNDO SOCIOCULTURAL

Reunidos en grupo, lean este fragmento:


La diversidad cultural
“En diversas partes del mundo, en las más espesas selvas y las islas más pequeñas, grupos de individuos, que
diferían de sus vecinos en lenguajes y costumbres, fueron elaborando experiencias que permiten trabar
conocimiento con su naturaleza íntima. La incansable imaginación de muchos hombres se manifestó trazando
de diversos modos el pasado histórico de la especie inventando nuevas herramientas, nuevas formas de
gobierno, nuevos y diferentes planteos del problema del bien y del mal, nuevos conceptos sobre la posición del
hombre en el universo (…) Mientras un pueblo alcanzaba los límites de una licencia ritual, otro imponía a todos
sus miembros la abstinencia durante ciertas estaciones o durante años enteros. Mientras uno convertía a sus
muertos en dioses, otro prefería ignorarlos, elaborando en cambio una filosofía de la vida para la cual el
hombre es como una hierba que nace al amanecer y que es arrancada para siempre a la hora del crepúsculo.”
Margaret Mead: Educación y cultura. Buenos Aires, Paidós, 1952.

-¿Les parece útil analizar científicamente las costumbres de sociedades distintas de la nuestra, aplicando criterios
vigentes en nuestra sociedad? Fundamentan su respuesta.
-¿Qué beneficios personales y sociales proporciona conocer los estilos de vida, las costumbres y los valores de
otras sociedades?

Los conceptos de cultura y de sociedad

El concepto de cultura, junto con el de sociedad, es una de las nociones más ampliamente
utilizadas en sociología. Hace referencia a los valores que comparten los integrantes de una
sociedad, las regularidades normativas (usos, costumbres, normas y leyes) mediante las cuales
se rigen sus vidas, así como los significados sociales que las personas otorgan a los objetos, a
las acciones y a las relaciones sociales que se establecen entre ellas. El concepto de cultura
también incluye a los objetos producidos en cada sociedad.
Cada cultura en su conjunto es una producción colectiva, anónima, creada a lo largo del
tiempo, en estrecha relación con las circunstancias temporales, espaciales y sociales de la
sociedad donde se realiza.
En la actualidad, casi todas las culturas nacionales son altamente heterogéneas, porque por lo
general los países están conformados por grupos de diversos orígenes, y con estilos de vida
diferentes, como sucede en la Argentina. A la heterogeneidad interna de cada país se debe
agregar el dinamismo de las relaciones internacionales, acelerado en los últimos años como
efecto de la globalización. La heterogeneidad interna de cada país y las constantes
interacciones internacionales producen manifestaciones culturales muy diversas.
Por su parte, el concepto de sociedad alude a la red de relaciones sociales que se establecen
entre los integrantes, grupos e instituciones de un conjunto de personas.
Los conceptos de cultura y sociedad se diferencian teóricamente pero son inseparables; son
las dos caras de una misma moneda. Toda sociedad tiene una cultura y toda cultura es puesta
en práctica por individuos que se interrelacionan; es decir, la cultura se manifiesta en una
sociedad. El mundo social es también un mundo cultural porque está pleno de significaciones.
En él las personas actúan y se relacionan entre sí, comprenden sus acciones y las de otros,
explican sus interacciones. Por eso, al mundo social también se lo denomina mundo socio-
cultural.
En el proceso de socialización, los individuos internalizan la cultura del mundo social en el
que viven y el aprendizaje producto de sus propias experiencias. A través de este proceso van
construyendo su visión del mundo. Ésta incluye tanto el conocimiento e interpretación que
tienen las personas de sí mismas (su identidad personal) como los conceptos, las creencias, los
valores y las opiniones que poseen sobre el mundo social y natural en el que desarrollan sus
vidas (su contexto espacial, temporal y social).

El término cultura y sus significados

En nuestra sociedad el término “culta” refiere a una persona muy informada y leída. En
ciencias sociales, el sentido de la palabra cultura es más amplio. La cultura abarca al conjunto
de las producciones materiales (objetos) y no materiales de una sociedad (significados,
regularidades normativas, creencias y valores).
Las ciencias sociales han tratado con profundidad el problema de la cultura como contexto
necesario de la actividad humana y, fundamentalmente, el problema de cómo conocer
científicamente las culturas. El investigador social debe siempre tomar distancia de los
criterios vigentes en su sociedad. Éstos no deben influir ni en el estudio de una sociedad ajena
ni en el de la propia. Debe aplicar su mirada sociológica con el fin de observar fenómenos no
advertidos mediante los criterios del sentido común.

La Cultura humana y las culturas

Las primeras investigaciones antropológicas sobre la cultura fueron realizadas en Europa y


EEUU a comienzos del siglo XX. Uno de sus principales resultados fue la evidencia de que
todo grupo social, toda sociedad, tiene una cultura. Ello significa que sus integrantes, por un
lado, interpretan de un modo particular lo que sucede en el mundo socio-cultural al que
pertenecen y, por el otro, crean y manipulan objetos y símbolos de diferente índole: utensilios,
herramientas, manifestaciones artísticas, objetos rituales, etc.
Esta característica general de las sociedades humanas fue denominada por los antropólogos la
Cultura. La c mayúscula señala que su existencia es un rasgo común a todas las agrupaciones
humanas y que las diferentes culturas particulares desarrolladas por los distintos conjuntos
sociales presentan grandes variaciones en sus estilos de vida.

Los universales de la cultura

Los antropólogos encontraron en sus investigaciones algunas características comunes a todas


las sociedades, los llamados universales culturales. La lista de elementos universales de la
cultura incluye la existencia de un lenguaje, de alguna forma de organización familiar que
asegure la reproducción física y sociocultural (el nacimiento y la socialización de nuevos
miembros), de un conjunto de objetos materiales que facilita las acciones de la vida cotidiana
y la transformación de la naturaleza (formas de vivienda, utensilios para comer, vestimenta,
herramientas), de rituales y ceremonias, así como de alguna forma de propiedad privada.

El relativismo cultural

El interés de los científicos sociales por el estudio de la cultura se originó a fines del siglo
XIX y en las primeras décadas del siglo XX. Su finalidad era conocer la cultura de
comunidades aisladas, entonces llamadas “sociedades primitivas”, que mantenían pocos
contactos con otras sociedades. Estas comunidades estaban alejadas de las sociedades
occidentales a las que pertenecían los investigadores.
En etapas posteriores, el interés de los antropólogos y sociólogos se fue volcando hacia el
estudio de las diferencias culturales dentro de las sociedades a las cuales ellos pertenecían.
Este nuevo interés buscó comprender el intercambio cultural entre grupos de la misma
sociedad, diferenciados por su origen o por otras características socio-económicas y
culturales.
En las primeras décadas del siglo XX muchos intelectuales europeos sostuvieron que la
cultura, como sinónimo de civilización, sólo existía en Europa, y que el resto del mundo
estaba ocupado por formas de vida bárbaras o incivilizadas. Como respuesta a esta
concepción, en la década de 1920, los antropólogos desarrollaron la noción de relativismo
cultural para oponerse a esa suposición.
La contraposición entre cultura, como sinónimo de civilización, y la forma de vida de los
pueblos “primitivos”, como equivalente a barbarie, se basa en una concepción lineal de la
evolución social. Esta concepción supone que la historia de la humanidad sigue una
trayectoria progresiva y que las distintas sociedades se van ubicando en distintos lugares de
esa línea de evolución social y cultural. Las sociedades más adelantadas, según esta
concepción, son las europeas, ubicadas en la cima de la civilización y tomadas como patrón
de referencia. Los pueblos más atrasados son considerados bárbaros. Esta concepción se
denomina evolucionismo y tuvo una amplia difusión entre los pensadores europeos de finales
del siglo XIX y principios del XX.
El concepto de relativismo cultural pone de relieve que cada conjunto social tiene
manifestaciones culturales propias y que no existen culturas superiores a otras, como
sostenían los evolucionistas, sino que cada cultura debe ser estudiada e interpretada dentro de
su propio contexto histórico, espacial y social.

LA COHESIÓN SOCIAL Y LA UNIDAD CULTURAL

Los medios por los cuales una sociedad asegura la unidad cultural que permita su continuidad
son diversos. Por una parte, la cohesión social se refuerza diferenciando a los integrantes de
una sociedad de los miembros de otros conjuntos sociales. Por otra parte, se ponen en
funcionamiento mecanismos socio-culturales internos de la misma sociedad, por los cuales se
estimula entre sus integrantes una noción de identidad, mediante nociones comunes y
prácticas compartidas: el lenguaje, las tradiciones, las costumbres, las manifestaciones
folclóricas.
Ambos recursos socio-culturales, los externos y los internos, suelen actuar en conjunto y se
potencian entre ellos, sobre todo en épocas convulsionadas por conflictos sociales, políticos,
etc.

El etnocentrismo

Uno de los mecanismos culturales utilizados por los conjuntos sociales para estimular la
cohesión entre sus miembros se denomina etnocentrismo. Este término fue creado en 1906
por el sociólogo estadounidense William G. Sumner para señalar una característica que parece
universal: evaluar al propio grupo como superior a los demás. Citemos las exactas palabras de
dicho autor: “El etnocentrismo es el término técnico para la percepción de las cosas según la
cual nuestro propio grupo es el centro de todo y todos los otros grupos son medidos y
evaluados en relación con él”.
El etnocentrismo favorece el sentido de pertenencia de los individuos a su sociedad y refuerza
los mecanismos de integración social. Cada grupo suele nutrir su propio orgullo y vanidad, se
jacta de ser superior, exalta sus propias divinidades y considera con desprecio a los
extranjeros. Este sentido de superioridad del propio grupo social ha sido exacerbado
frecuentemente en la historia de la humanidad y aún hoy sigue siéndolo en diversas partes del
mundo. Supuestos motivos raciales, sexuales, educativos o religiosos, entre otros, conducen a
la intolerancia extrema, la discriminación, el rechazo, la violencia y la guerra.
Pueden presentarse ejemplos trágicos para la humanidad, como el nazismo, que condujo al
exterminio de millones de seres humanos por no pertenecer a la “raza aria”, o el régimen del
apartheid en Sudáfrica, que mantuvo a la mayoría negra de ese país en condiciones de
exclusión y extrema discriminación durante muchas décadas. En los últimos años, la guerra de
Kosovo o el rechazo y discriminación a los que son sometidos grandes grupos de inmigrantes
provenientes de países asiáticos y africanos en Europa son muestras de este fenómeno.

El proceso de socialización

La socialización es el mecanismo socio-cultural básico por el cual un conjunto social asegura


su continuidad. Como vimos en el capítulo anterior, los principales agentes de socialización
son los padres y otros miembros de la familia, las instituciones educativas y los medios de
comunicación social. Generalmente, ellos cumplen la función de transmitir a los niños los
valores, las tradiciones y las creencias de su mundo socio-cultural, así como los significados
otorgados en su mundo socio-cultural a las relaciones interpersonales y a los objetos.

El lenguaje y el sentido común

Así como las personas producen objetos materiales, también producen y reproducen
significaciones, interpretaciones, creencias. Es decir, producen y reproducen el lenguaje. A
través de su uso aprenden a conocer y reconocer el mundo en que están viviendo.
El lenguaje es un elemento fundamental del mundo socio-cultural: con él se construyen y se
transmiten los sentidos otorgados a los objetos, las situaciones, las relaciones que comparten
los miembros de una sociedad.
Cuando una persona nombra algo, sea un objeto, una acción, una relación social, está
otorgando a lo nombrado un significado determinado. Ello ocurre aun cuando a la persona le
parezca que ese significado es completamente objetivo e indiscutible, por formar parte de su
entorno inmediato y de su vida cotidiana, por su familiaridad. Por ejemplo, entre los
argentinos, la palabra birome hace referencia a un instrumento para escribir. En otros países
de habla hispana, los argentinos tienen que traducir el argentinismo birome por bolígrafo,
palabra que se comprende en los demás países.
Las interpretaciones compartidas y habituales constituyen el sentido común, que es el
conjunto de conocimientos compartidos por la mayoría de los integrantes de una sociedad en
un contexto espacial, temporal y social dado. Este sentido incluye una gran cantidad de
conceptos, creencias, opiniones que no se ponen en discusión. En este carácter de
“indiscutible” radica la principal debilidad del sentido común: su contenido no es verificado
en la realidad.
Las opiniones y las creencias que forman parte del sentido común se fundamentan muchas
veces en prejuicios, es decir, en ideas preconcebidas no comprobadas racionalmente, que son
consideradas como si fueran tan reales como los hechos.
Por ejemplo, hace algunos años, plantear que en una familia la mamá salía a trabajar y el
padre se quedaba en su casa, se ocupaba de las tareas domésticas y cuidaba a los niños,
despertaba sorpresa, extrañeza y hasta dudas sobre la cordura de esa pareja. Se decía que
“desde que el mundo es mundo” (una típica expresión para introducir una opinión o
conocimiento de sentido común) los padres salen a trabajar y las madres se quedan en la casa
para atenderla y cuidar a los hijos. En la actualidad ha aumentado el número de familias en las
que la madre sale a trabajar y el padre, que puede trabajar en su casa, se ocupa más
activamente del cuidado del hogar. En los sectores o grupos sociales más conservadores, este
estilo de vida continúa siendo “antinatural” y censurable.
Cuando una persona usa su sentido común no distingue los hechos reales de los significados
que ella les otorga, cree que los hechos y sus significados han sido idénticos desde siempre,
que deben conservarse así en el presente y que continuarán siendo los mismos en el futuro.
Los conocimientos de sentido común son imprescindibles para la comunicación entre las
personas en un determinado contexto social. Por su naturaleza dogmática o no comprobada, el
sentido común actúa como un filtro en la percepción que los miembros de una sociedad tienen
de su propia vida y del mundo en el que viven.

Los estereotipos sociales

Si, por ejemplo, un individuo ha internalizado, a través de su proceso de socialización, la


noción de que “los italianos son gritones” o “los españoles son exagerados”, tenderá a
percibir, frente al encuentro con una persona de esa nacionalidad, la característica de “gritón”
si es italiano, o de “exagerado” si se trata de un español. En el caso de que la persona en
cuestión no se corresponda con el prejuicio, el individuo de este ejemplo dirá que es “la
excepción que confirma la regla”, a fin de no cuestionar su arraigado prejuicio.
Cuando los prejuicios sobre determinados grupos de personas son compartidos por un gran
número de personas en una sociedad se transforman en estereotipos sociales, y por lo general,
son objeto de valoración negativa.
Los estereotipos pueden basarse en características tales como el color de la piel, el sexo o la
edad, por ejemplo, o en características sociales, como la nacionalidad, la religión o la
profesión. Cuando estos prejuicios sobre los “otros”, diferentes del grupo de pertenencia de
quien tiene el prejuicio, están profundamente arraigados, pasan a formar parte del sentido
común.

El cambio de los conocimientos de sentido común

Los conocimientos de sentido común son particulares de los diversos contexto temporales,
espaciales y sociales, se originan en muy diversas fuentes -tradiciones, supersticiones,
creencias transmitidas de generación en generación-, y forman parte importante de la herencia
cultural de grupos y sociedades en su conjunto. Los conocimientos de sentido común son
“indiscutibles” y se difunden mediante el proceso de socialización, por lo general a través de
la familia. Por ello, estos conocimientos se van modificando muy lentamente y los individuos
los internalizan y los “naturalizan”.
La amplia difusión de los medios de comunicación social, especialmente la televisión, en las
sociedades contemporáneas y su relevante presencia en la vida cotidiana en sus integrantes
cumplen un doble papel en relación con la conservación o el cambio de los conocimientos de
sentido común.
En algunos casos, los medios de comunicación desempeñan el papel de agentes de cambio,
porque dan a conocer descubrimientos científicos que representan un desafío al sentido
común de ese contexto social. Por ejemplo, hace algunas décadas, era una creencia
generalizada en las sociedades occidentales que las personas mayores de 60 años tenían
“limitaciones naturales” para llevar una vida activa desde el punto de vista laboral, social,
recreativo o deportivo. Se consideraba “lógico” que la persona mayor se quedara en su casa,
sin emprender proyectos, sin realizar actividades gratificantes para ella. El avance de los
estudios médicos, psicológicos y sociales puso de manifiesto que las personas mayores se ven
favorecidas en su calidad de vida si llevan una existencia activa y participan en actividades
sociales, laborales y recreativas, y que las capacidades para realizar tales actividades, cuando
la persona goza de buena salud, se ven favorecidas por la experiencia y el interés que la
persona tiene para llevarlas a cabo.
En otros casos, por falta de información o por los prejuicios de los productores o los
conductores de programas, los medios de comunicación tienden a perpetuar conocimientos de
sentido común. Por ejemplo, este reforzamiento se puede observar en programas que ponen de
relieve la validez de estereotipos sociales, tales como el que sostiene que la mujer exitosa es la
mujer joven, bella y vestida a la última moda.

Las identidades culturales

Durante un estudio realizado en la frontera entre México y los EEUU, el investigador


argentino Néstor García Canclini preguntó a un habitante de Tijuana, una ciudad mexicana
cercana a la frontera con California, quién era él. El hombre contestó:
“Cuando me preguntan por mi nacionalidad o identidad étnica no puedo responder con una
palabra pues mi identidad posee repertorios múltiples. Soy mexicano pero también soy
chicano1 y latinoamericano. En la frontera me dicen chilango o mexiquito; en la capital, pocho
o norteño, y en Europa, sudaca. Los anglosajones me llaman hispanic y los alemanes me han
confundido más de una vez con turcos o italianos”.
En las sociedades tradicionales, la identidad cultural de sus integrantes no daba lugar a dudas:
su mundo socio-cultural era prácticamente todo su mundo y si estaban en contacto con otras
sociedades, la diferencia entre el sentido de “nosotros” y de “ellos” (los miembros de otras
sociedades) se zanjaba mediante una definición etnocéntrica.
El surgimiento de los Estados-Nación llevó al desarrollo de las sociedades modernas más
complejas y heterogéneas que las tradicionales. Entonces surgió el problema de la creación y
consolidación de la identidad nacional como mecanismo para reforzar la cohesión entre sus
habitantes.
Además de las modalidades socio-culturales de transmisión y reproducción a través de la
socialización básica y secundaria y las interacciones de la vida cotidiana, los Estados, a través
de los gobiernos, aplicaron políticas y programas de promoción y reforzamiento de la
identidad. Estas políticas y acciones se desarrollan sobre todo en el sistema educativo y las
instituciones culturales, como las direcciones de cultura, los museos, la celebración de las
fiestas patrióticas, el apoyo a producciones culturales que refuercen las tradiciones, las
costumbres y los símbolos de la nacionalidad: la bandera, las escarapelas, el himno nacional,
etc.

La sociedad nacional y los grupos sociales

Hay distintos tipos de conjuntos sociales, por ejemplo, los grupos, los sectores socio-
económicos o las sociedades nacionales (la sociedad argentina, la francesa o la paraguaya, por
ejemplo). La relativa coherencia cultural de estos conjuntos se transmite de generación en
generación y permite la cohesión y la reproducción sociales: su continuidad como unidad
social diferenciada de otras unidades sociales. En sociología, se hace referencia a una relativa
coherencia cultural porque ninguna sociedad compleja, como las sociedades occidentales,
presenta una total unidad cultural. Dentro de las sociedades modernas existen grupos que
poseen sus propias particularidades culturales.
Por ejemplo, en la sociedad argentina conviven grupos culturalmente heterogéneos. En primer
lugar, la Argentina, como otros países del continente americano, se transformó en un país
moderno gracias a la llegada de muchos miles de inmigrantes provenientes de diversos países,
especialmente desde fines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Estos inmigrantes
1
Nombre que se les da a los mexicanos residentes en los Estados Unidos.
fueron construyendo el país, junto a los argentinos nativos o quienes habían llegado años
antes.
En segundo lugar, dentro de un país federal como la Argentina existen grandes diferencias
entre las costumbres de los habitantes de cada provincia. En cada una se presentan
particularidades en la forma de hablar y en los alimentos que se consumen. Ello permite
diferenciar, por ejemplo, a un cordobés de un santafecino, a un mendocino de un correntino.
En tercer lugar, existen grandes diferencias entre los estilos de vida de los habitantes de las
grandes ciudades, de los pueblos pequeños y de quienes viven en el campo.
En cuarto lugar, cada uno de los sectores socio-económicos que componen el país comparten
algunos rasgos culturales comunes, sus propias costumbres, sus hábitos de consumo. Las
relaciones entre los sectores socio-económicos ponen de manifiesto tensiones entre ellos,
porque los sectores más poderosos económicamente también son más poderosos desde el
punto de vista social y utilizan su poder, su capacidad de influir sobre sectores con menos
poder adquisitivo y social, para conservar su supremacía.
En la actualidad, la posibilidad o imposibilidad de acceso y utilización de las nuevas
tecnologías de comunicaciones establece y refuerza las diferencias sociales, económicas y
culturales entre los sectores socio-económicos. Se encuentran así grandes diferencias entre los
sectores socio-económicos más poderosos, que son usuarios de dichas tecnologías, y los
grandes grupos de población excluidos del uso de las fuentes de información mundial. Por
ello, existen muchos más puntos de contacto cultural entre los habitantes de las grandes
ciudades de distintos países, que tienen acceso a las fuentes informativas y a las nuevas
tecnologías de comunicación, que entre los habitantes urbanos y los pobladores rurales de un
país.

El concepto de habitus

En cada país predominan ciertos valores, tradiciones y costumbres, y todos sus habitantes
comparten algunos de ellos. Sin embargo, además de los rasgos compartidos, entre los
miembros de esa sociedad también se manifiestan diferencias culturales. Las personas se
identifican y aprenden códigos de comportamiento y normas valorativas, tomando como
referencia a sectores o grupos dentro de la sociedad. Éstos pueden delimitarse por regiones,
provincias, barrios, sectores socio-económicos o grupos de pares.
Los adolescentes de hoy en día, por ejemplo, tienen patrones de conducta y valores distintos
de los de sus padres o abuelos cuando fueron jóvenes. Por su parte, el adolescente de un
pequeño pueblo presenta rasgos culturales que, en ciertos aspectos, difieren de quienes viven
en una gran ciudad. Entre los habitantes de una gran ciudad, también habrá diferencias de
gustos y valoraciones de acuerdo con el sector social y económico al que pertenecen.
El sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002) estudió la génesis de ciertas disposiciones,
gustos y prácticas entre los integrantes de un determinado sector socio-económico. Para
explicar estas diferencias entre los integrantes de los distintos sectores, Bourdieu elaboró la
noción de habitus, que consiste en un conjunto de estructuras de pensamiento, de creencias y
de opiniones existentes en la sociedad, que llegan a formar parte del individuo como resultado
de su proceso de socialización.
Estas estructuras de pensamiento ayudan al individuo a crear su particular modo de interpretar
la realidad en la que vive: esquemas y criterios de clasificación y de percepción de los hechos
que suceden a su alrededor y que le permiten hacer distinciones entre lo que para él es bueno
y lo que es malo, entre lo que es distinguido y lo que es vulgar, etc. Así, por ejemplo, el
mismo comportamiento o el mismo objeto puede parecer distinguido a un individuo,
pretencioso a otro y vulgar a un tercero.
Mediante estas estructuras de pensamiento la persona define su criterio de gusto. El gusto le
permite orientarse en su vida social, definir sus preferencias y sus rechazos en todos los
ámbitos de su vida, por ejemplo, la comida, la vestimenta, las actividades recreativas, sus
preferencias políticas. El habitus se forma como resultado de la socialización del individuo, le
permite definir su gusto y por ello asegura la unidad entre las distintas opciones que se le
presentan en el transcurso de su vida.
En su investigación, realizada en Francia en la década de 1970, Bourdieu encontró que
individuos pertenecientes a los más altos sectores socio-económicos, como los empresarios y
grandes industriales, les gusta la equitación, el golf y la caza, y tienen posiciones políticas de
derecha. Por su parte, los artistas e intelectuales prefieren el turismo en bicicleta y el ajedrez,
y se inclinan políticamente hacia la izquierda.

Las relaciones entre países

En los países más ricos, fundamentalmente en los Estados Unidos, se encuentran las sedes de
las grandes empresas transnacionales propietarias de las tecnologías de la comunicación y de
los medios de comunicación. La influencia cultural que ejercen sobre la población de los
países más pobres es cada vez más importante y se produce, en el terreno cultural, a través de
la exportación de películas y programas de televisión, que incluyen series, noticias, videos
musicales, documentales producidos en los países centrales.
Las diferencias entre los países más ricos y más poderosos (países desarrollados o centrales) y
los países más pobres (subdesarrollados o periféricos) se hacen cada vez mayores como
consecuencia de los problemas sociales, económicos y financieros que afectan a estos últimos.
Entre estos problemas resaltan el aumento de los índices de pobreza, las altas tasas de
desempleo, el menor poder adquisitivo y la exclusión de grandes grupos de jóvenes del
sistema educativo y de las oportunidades laborales.
La influencia que los países más poderosos del mundo ejercen sobre los más pobres a través
de la amplia difusión de sus producciones culturales, películas, videos, programas de TV
informativos y de entretenimiento y de los avances tecnológicos se extiende también a otros
campos de las relaciones internacionales.

LOS BIENES CULTURALES

En todas las sociedades se producen múltiples objetos. El uso de esos objetos, la elección de
algunos de ellos y las formas de consumirlos tienen lugar en un contexto socio-cultural. Esto
quiere decir que, sea cual fuere la función principal de cada objeto, su uso y circulación
implican significados sociales. Por ejemplo, la elección de la vestimenta pone de relieve estos
significados. Aunque la ropa tenga la función básica de cubrir y proteger el cuerpo, las
personas le otorgan un sentido a cada prenda y a su uso en distintos contextos.
La ropa, así como los otros objetos utilizados en la vida cotidiana, es una muestra del gusto de
una persona, de su adhesión o falta de adhesión a lo que está de moda, una expresión de su
capacidad económica y otros significados sociales. Todos los objetos tienen significados para
las personas que los utilizan y para quienes las rodean. Estos significados van más allá de la
función específica de los objetos y constituyen el componente cultural de éstos.
Hay otras producciones humanas que tienen una característica especial: su fin principal es
crear, reproducir o difundir interpretaciones y sentidos. Estas producciones son bienes
culturales propiamente dichos. Las películas, los libros, los avisos publicitarios, las canciones,
tienen como fin principal hacer circular en la sociedad interpretaciones y sentidos. Por eso, la
función principal de un bien cultural es simbólica, porque su objetivo principal es transmitir
significados y valores culturales.
La presencia de la publicidad en todos los ámbitos de la vida cotidiana, especialmente en las
ciudades, diluye la diferencia entre los bienes culturales y los no culturales. Por ejemplo,
vemos a un joven que usa una remera con el logo de sus fabricantes estampado, zapatos
deportivos con su marca bien visible y jeans que no dejan lugar a dudas de su marca por el
tamaño de la etiqueta. La importancia de las marcas que significan “juventud”, “moda”, “estar
en la onda” resalta sobre el valor funcional, es decir de uso, de las prendas de vestir que está
usando. Por lo tanto, este joven se transforma prácticamente en un vehículo de bienes
culturales.

El concepto de ideología y la ideología dominante

El término ideología designa al conjunto articulado de informaciones, creencias, valores que


guían y se manifiestan en las acciones de las personas y los grupos. Según este significado del
término, todas las personas tienen una ideología, que van construyendo y aplicando en todos
los ámbitos de su vida.
Podemos definir a la ideología como un sistema (con su lógica y rigor propio) de
representaciones -imágenes, mitos, ideas o conceptos-, que tiene una existencia y representa
un papel histórico en el seno de una sociedad. Así definidas, las ideologías aparecen como
sistemas completos y son globalizantes, pretendiendo ofrecer a la sociedad una representación
integrada de una visión del mundo.
Las ideologías, que tienen por primera función la de dar seguridad, también son deformantes.
La imagen que procuran de la organización social se construye en un encajonamiento, dentro
de una perspectiva, un juego de luces que tiende a velar ciertas articulaciones proyectando luz
en otras. Resulta de todo esto que, en una sociedad dada, coexisten varios sistemas de
representaciones.
En las sociedades complejas, como la argentina, coexisten diferentes posturas ideológicas. Es
decir, existe pluralidad ideológica. Algunas personas, por ejemplo, eligen vivir sin mirar TV,
ni leer diarios, llevando una vida frugal, consumiendo lo que para ellas es imprescindible.
Sin embargo, existe una ideología dominante, que es la que producen y difunden los grupos
socio-económicos más poderosos a través de los medios de comunicación social. Esta
ideología realza el significado social del consumo de bienes y servicios, asociándolos con
valores tales como el éxito material, la juventud, la belleza física. Se fomentan las necesidades
de consumo en la población creando, además, nuevas necesidades: lo novedoso, los últimos
avances tecnológicos, lo que está de moda se asocia, a través de la publicidad, con los valores
antes mencionados.
Para Karl Marx, las ideas dominantes de una época son artefactos ideológicos producidos por
la clase dominante, cuyo objetivo es la de sostener el dominio político-social hacia las clases
dominadas.

LOS CAMPOS CULTURALES

Para comprender las relaciones entre los individuos y su mundo sociocultural, Pierre
Bourdieu desarrolló el concepto de campo. Este concepto permite explicar cómo llegan las
personas a internalizar y poner en práctica su particular visión del mundo, que impregna todas
sus acciones.
Bourdieu parte de la idea de que las sociedades contemporáneas están constituidas por grupos
socio-económicos, las clases sociales, diferenciados fundamentalmente por la posesión o no
posesión de los medios de producción (empresas, maquinarias, herramientas, dinero). Las
relaciones entre estos sectores sociales (propietarios de los medios de producción y no
propietarios) son de lucha, porque los primeros defienden su posición de privilegio. Los
propietarios son el sector más poderoso, no sólo en el aspecto económico, sino también en los
aspectos social y cultural.
Este sector socio-económico maneja los principales medios de transmisión cultural (la
publicidad, los medios de comunicación social) y a través de ellos transmite la información,
las creencias y los valores que más favorecen su posición de privilegio.

La teoría de los campos

Bourdieu pone de relieve la importancia de la cultura para entender las relaciones y las
diferencias sociales. Sus categorías sociológicas permiten analizar la forma en que se
organizan e interrelacionan las partes constitutivas de la vida social. Por ejemplo, las
relaciones que existen entre la investigación científica en un país en una época determinada y
el sistema económico que rige en el mismo contexto, o los vínculos entre la producción
cinematográfica y el sistema político. En el primer caso, por ejemplo, los recortes en los
presupuestos oficiales, campo económico, pueden repercutir negativamente en el campo
científico, en el desarrollo de los programas de investigación. En el segundo caso, los
regímenes políticos dictatoriales limitan, por medio de la censura, los temas que pueden ser
desarrollados en las películas.
Para Bourdieu, los campos son espacios de acción organizados en torno a un interés
específico e incluyen todos los aspectos de la vida de una sociedad, por ejemplo, el educativo,
el artístico, el político. Estos campos están definidos por la existencia de ciertas posiciones o
puestos, ocupados por personas, que están en interrelación. Las posiciones dentro de los
campos y las relaciones entre ellas pueden estudiarse independientemente de las
características de sus ocupantes, aunque en parte están determinadas por quienes los ocupan.
Por ejemplo, dentro de un partido político existen posiciones directivas y personas diferentes
pueden ocupar esas posiciones; sin embargo, el estilo de funcionamiento dependerá en parte
de las características de las personas que ocupen esos puestos. La existencia de los puestos de
dirigentes y seguidores, así como sus relaciones mutuas, definen a esta situación como un
campo. Sin embargo, un dirigente autoritario establecerá un estilo de dirigencia diferente del
que podría establecer un dirigente democrático.
Los campos están constituidos por dos elementos:
-un conjunto, denominado capital, de recursos considerados valiosos y escasos, que pueden
ser económicos o de importancia cultural o simbólica;
-y una lucha por tales recursos, entre quienes los poseen y quienes aspiran a poseerlos.

Cada campo es relativamente autónomo, porque mantiene relaciones con otros campos. La
relativa autonomía de cada campo depende de los contextos espaciales, temporales y sociales.
En algunas circunstancias, el grado de autonomía de cada campo es muy limitado, como
sucede cuando existen gobiernos dictatoriales, es decir, cuando el poder político está
altamente concentrado y controla la mayoría de los ámbitos de funcionamiento de la sociedad.
En otras circunstancias, la autonomía de cada campo es mayor. En todos los casos, la
investigación de las modalidades que adquieren las relaciones entre los campos en los
diversos contextos sociales arroja información de gran importancia sobre el funcionamiento
de la sociedad en ese momento.
La noción de campo se aplica a ámbitos de la vida social tan diferentes como el arte, la
religión, la cultura y la política: así puede hablarse del campo de la alta costura del siglo XX
en Europa, el campo de la religión en Francia en la Edad Media, el campo cultural del
Renacimiento italiano.
Los campos culturales están constituidos por un conjunto de agentes e instituciones
interrelacionados. Estas interrelaciones están definidas por el papel que los agentes
desempeñan en las distintas etapas del proceso de producción, reproducción y difusión de los
bienes culturales. Estos bienes tienen un valor cultural o simbólico además de un valor
económico. En las sociedades contemporáneas suelen diferenciarse tres campos culturales:
-la cultura elitista o “cultura de elite”;
-la cultura popular;
-y la cultura de masas o industria cultural.

La cultura elitista o “cultura de elite”

Según el concepto de Bourdieu, la cultura destinada al gusto de los sectores socio-económicos


más poderosos, también llamada “alta cultura”, suele identificarse con las “obras únicas”, de
alto costo de adquisición y, por lo tanto, económicamente inaccesibles para los sectores socio-
económicos de recursos más limitados.
Este campo cultural está conformado por los artistas (pintores, escultores), los marchantes
(marchands, comerciantes de obras de arte), las instituciones culturales y académicas, como
los museos de arte y las academias de bellas artes que dan legitimidad a los bienes
producidos, y los consumidores, conformados por los sectores de mayor poder adquisitivo.
Los bienes culturales producidos para el campo cultural elitista se identifican socialmente
como “las obras de arte”, y los sectores de menos recursos económicos sólo pueden
apreciarlos en las galerías de arte y los museos.
Los participantes en este campo cultural reivindican fundamentalmente el valor estético de los
bienes culturales producidos y se resisten a concebirlos como objetos sometidos a las leyes
del mercado, como bienes de compra y venta, de circulación ciertamente restringida.

La cultura popular

Hasta el siglo XIX se entendía que el término cultura designaba sólo objetos artísticos, lo que
hoy se llama “alta cultura” o cultura elitista. Estos bienes culturales eran producidos y
consumidos por las elites dominantes, como sigue sucediendo en la actualidad.
Los sectores populares no accedían a esos objetos culturales, pero sí producían y consumían
otros. A las expresiones culturales de los sectores populares se las denominan cultura popular
o cultura subalterna, porque son manifestaciones culturales de los sectores que no ocupan
posiciones de poder económico o político, en la disposición del capital cultural.
En muchas oportunidades, las producciones de la cultura popular no dejan rastros. Cuando se
trata de sociedades premodernas, la reconstrucción se hace aún más complicada porque los
sectores populares no tuvieron acceso a la alfabetización. La cultura elitista, en cambio, deja
testimonios de su producción: estatuas, libros, arquitectura, partituras musicales.
La cultura popular se manifiesta a través de producciones locales, heterogéneas, creadas a lo
largo del tiempo y asociadas a tradiciones. Las manifestaciones culturales populares suelen
idealizarse y utilizarse en cada país como recursos para reforzar la identidad cultural nacional.

La industria cultural o cultura de masas

El desarrollo tecnológico de los medios masivos de comunicación provocó una fuerte


igualación cultural. De hecho, en el pueblo más pequeño de nuestro país donde llegue la TV
por cable o el acceso a Internet, sus habitantes pueden estar viendo un programa de televisión
producido en Nueva York que se transmite a la misma hora en los televisores de todo el
mundo. De este modo, las personas van reconstruyendo sus interpretaciones sobre el mundo
en que viven, en relación con los códigos provistos por los medios de comunicación.
La masificación de la cultura produce una separación creciente entre quienes producen y
quienes consumen los bienes culturales: una película la produce y la filma un grupo de gente
y es vista por millones de personas. Esta masificación implica también convertir al éxito en un
criterio valorativo. Se juzga a los productos culturales por la dimensión de su consumo: las
listas de best-sellers, la lista de los hits musicales, o de las películas más vistas, las
mediciones de audiencia son formas de esta valoración. Desde esta óptica, un producto
cultural es considerado bueno cuando cuenta con una gran audiencia o una enorme cantidad
de lectores.
Para que un producto cultural tenga mayores probabilidades de éxito, debe funcionar sobre
fórmulas que ya han sido exitosas. Las discusiones actuales entre los científicos sociales giran
sobre el modo como los medios de comunicación reproducen formas culturales globalizadas,
y tienden a desaparecer las diferencias en el consumo cultural entre los países y las regiones.
Los resultados de las investigaciones, sin embargo, señalan que los consumidores de los
productos de la industria cultural no son tan pasivos como se suponía en los primeros estudios
sobre el tema. Si bien la mayor parte de la población de los países recibe los mismos
programas, las mismas películas o productos similares (como los de la industria discográfica,
los videoclips, los libros o las revistas), el público selecciona lo que consume. Por ello, los
investigadores diferencian entre la recepción de los mensajes, que es generalizada, y el
consumo, que es más selectivo.
La industria cultural ha producido un cierto grado de homogeneización cultural mundial; al
mismo tiempo ha creado segmentos de mercado específicos, por ejemplo, el de los productos
de la industria cultural dirigido a grupos de edad, como los programas infantiles o para
jóvenes.
Los jóvenes han representado en los últimos años un importante sector del mercado de bienes
y servicios en general y de la industria cultural en particular. Entre los productos de mayor
circulación resaltan los videoclips, en los cuales el juego entre imagen y sonido permite
superar las posibles barreras idiomáticas entre los productores y los consumidores.

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