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Trastorno Límite de la
Personalidad (TLP): causas,
sintomatología y tratamiento
¿Qué es el TLP y cómo se manifiesta?
por Alex Figueroba

El Trastorno Límite de la Personalidad o TLP es


considerado uno de los trastornos de la personalidad más
graves, junto con el Trastorno Paranoide de la Personalidad y
el Trastorno Esquizotípico, ya que muchos expertos los
conciben como versiones más acentuadas del resto.

En ese sentido, el TLP puede compartir muchas características


con otros trastornos de la personalidad, como el
dependiente, el histriónico, el evitativo o el antisocial.

Trastorno Límite de la Personalidad


Señales claves para el diagnóstico del TLP

Entre los criterios diagnósticos del DSM se incluyen:

 Esfuerzos frenéticos por evitar el abandono, real o


imaginario;

 Alternancia entre extremos de idealización y devaluación


en las relaciones interpersonales;

 Autoimagen marcadamente inestable;

 Impulsividad potencialmente peligrosa, por ejemplo en


relación a dinero, sexo, abuso de sustancias o atracones;

 Autolesiones o amenazas o intentos de suicidio;

 Inestabilidad en el estado de ánimo debida a una


marcada reactividad emocional;

 Sentimientos crónicos de vacío;

 Ira intensa e inapropiada o dificultad para controlar la ira;

 Ideación paranoide o síntomas disociativos severos,


transitorios y relacionados con el estrés.

Las causas del Trastorno Límite de la


Personalidad

Actualmente se cree que el Trastorno Límite de la


Personalidad es el resultado de la combinación entre la
predisposición biológica a sentir una alta reactividad
emocional, la cual llevaría a episodios especialmente
frecuentes e intensos de impulsividad o irritabilidad, y un
entorno invalidante.

Marsha Linehan, creadora de este concepto y experta en el


Trastorno Límite de la Personalidad, define el entorno
invalidante como aquel en que los cuidadores proyectan sus
propias emociones y motivaciones en el niño en lugar de
reconocer y aprobar las de éste, no tolerándose las muestras
de emociones negativas. De este modo, se trivializaría el
análisis que el niño lleva a cabo de sus experiencias (por
ejemplo, diciéndole “Estás enfadado pero no quieres
admitirlo”) y se le transmitiría que éstas son causadas
por rasgos de personalidadcalificados como negativos, lo cual
se resumiría en mensajes como “Eres malo”. Sin una
validación adecuada de las propias experiencias, el niño no
puede aprender a etiquetar correctamente sus emociones ni a
considerar naturales sus reacciones, lo cual dificulta el
desarrollo de la identidad.

El Trastorno Límite de la Personalidad también se ha


asociado con frecuencia a traumas infantiles; entre los
factores de riesgo para el desarrollo del trastorno se
encuentran la negligencia y el abuso emocional, ser testigo de
violencia doméstica, la criminalidad y el abuso de sustancias
por parte de los padres y, en particular, el abuso sexual
reiterado. Se ha hipotetizado que este tipo de victimización
crónica llevaría al niño a creer que él es vulnerable e
impotente y los demás son peligrosos y, por tanto, afectaría
su capacidad para formar vínculos de apego seguros y
satisfactorios.
Según Pretzer (1996), las personas con Trastorno Límite de la
Personalidad conciben el mundo en términos dicotómicos, es
decir, sus opiniones sobre ellos mismos, el mundo y el futuro
tienden a ser completamente positivos o completamente
negativos. Esta forma de pensar llevaría a emociones siempre
intensas y rápidamente cambiantes de un extremo al otro, sin
posibilidad de términos medios. Como consecuencia natural,
los demás perciben estos cambios como irracionales y
aleatorios.

La tendencia de las personas con Trastorno Límite de la


Personalidad a sentir emociones negativas con mayor
intensidad y frecuencia que la mayoría de la gente explica en
parte su propensión al consumo de drogas, a los
atracones de comida –y por tanto a la bulimia nerviosa– o a
las relaciones sexuales de riesgo. Todas estas conductas son
llevadas a cabo con la intención de reducir el malestar, como
también ocurre en ocasiones con los comportamientos
autolesivos, que se usan para apartar la atención
temporalmente de las emociones negativas. Muchas personas
con Trastorno Límite de la Personalidad que llevan a cabo este
tipo de comportamientos afirman que sienten escaso o ningún
dolor durante estos episodios, más frecuentes entre los 18 y
los 24 años.

TLP y dependencia emocional

La autodevaluación inherente al Trastorno Límite de la


Personalidad se relaciona con la intensa necesidad de
tener una relación íntima con otra persona, sea ésta
romántica o no. Estas relaciones reducen los sentimientos
de vacío y de falta de valor personal y hacen que la persona
con Trastorno Límite de la Personalidad se sienta protegida en
un mundo que, como se ha dicho, concibe como peligroso.
Siendo tan fuerte su necesidad de estar unidos al otro
significativo, no es de extrañar que las personas con Trastorno
Límite de la Personalidad sean extremadamente sensibles a la
posibilidad de ser abandonados; actos banales de los demás
son en muchas ocasiones interpretados como signos de un
abandono inminente.

Así, no sólo se producen como consecuencia frecuentes


arrebatos de desesperación y de ira contra los demás, sino
que los comportamientos autolesivos pueden ser usados
como intentos de manipular a los demás para que no los
dejen o como forma de vengarse si sienten que han sido
abandonados. Los síntomas de TLP tienden a disminuir con la
edad, incluyendo los comportamientos autolesivos. No
obstante, en personas mayores éstos pueden manifestarse de
maneras algo diferentes, como mediante el descuido de la
dieta o de los tratamientos farmacológicos.

No obstante, y paradójicamente, la fuerte unión al otro puede


llevar también al miedo de que la propia identidad, frágil e
inestable, sea absorbida. Se teme además que el abandono
percibido como inevitable sea más doloroso cuanto más
íntima la relación. Es por esto que la caótica conducta
interpersonal de las personas con Trastorno Límite de la
Personalidad puede en cierto modo considerarse una
estrategia inconsciente para evitar una estabilidad que se
puede llegar a temer tanto como los sentimientos de vacío.
De este modo, muchas personas con TLP fluctúan entre
el miedo a la soledad y el miedo a la dependencia,
manteniendo sus relaciones durante un tiempo en un
equilibrio inestable y patológico. Los demás, sintiéndose
frustrados y exasperados, tienden a apartarse de ellos, lo cual
refuerza su creencia de que merecen ser abandonados,
configurando un círculo vicioso en que la persona con TLP
causa aquello mismo que teme que suceda.

El TLP y la depresión

El TLP conlleva una fuerte predisposición a los episodios


depresivos, debido a que se relaciona con baja autoestima,
sentimientos de culpa, desesperanza y hostilidad hacia los
demás. De hecho, algunos expertos afirman que el TLP podría
considerarse un trastorno del estado de ánimo, y la
inestabilidad emocional característica del TLP se ha
relacionado incluso con el trastorno bipolar, que se define por
la alternancia entre periodos de semanas o meses de
depresión y otros de estado de ánimo patológicamente
elevado.

Posibles tratamientos para el Trastorno Límite

Probablemente sea la propia severidad del Trastorno Límite de


la Personalidad la que ha llevado a que se haya investigado
más sobre su tratamiento que sobre el de cualquier
otro trastorno de la personalidad, de tal modo que
actualmente es el único para el que se conoce un tratamiento
eficaz. Nos referimos a la Terapia Dialéctica de Conducta,
ideada en los años 90 por la ya mencionada Linehan (1993),
quien, para sorpresa de la comunidad científica, reveló
recientemente que ella misma fue diagnosticada de TLP.

La Terapia Dialéctica de Conducta se basa en la aparente


paradoja que, según Linehan, la llevó a mejorar y la motivó a
desarrollar su terapia: para poder cambiar es necesaria la
aceptación radical de uno mismo. Entre otras estrategias, este
tratamiento incluye estrategias de regulación emocional,
entrenamiento en habilidades sociales y modificación de
creencias.

Referencias bibliográficas:

 Carey, B. Expert on Mental Illness Reveals Her Own Fight.


The New York Times Online. 23 de junio de 2011. Recuperado
de http://www.nytimes.com/2011/06/23/health/23lives.h...

 Linehan, M. M. (1993). Cognitive-behavioral therapy of


borderline personality disorder. New York: Guilford Press.

 Millon, T.; Grossman, S.; Millon, C.; Meagher, S.;


Ramnath, R. (2004). Personality disorders in modern life, 2nd
Ed (pp. 493-535). Hoboken, New Jersey: John Wiley & Sons.

 Pretzer, J. L. & Beck, A. T. (1996). A cognitive theory of


personality disorders. En J. F. Clarkin & M. F. Lenzenweger
(Eds.), Major theories of personality disorder (pp. 36–105).
New York: Guilford Press.

 Stone, M. H. (1981). Borderline síndromes: A


consideration of subtypes and an overview, directions for
research. Psychiatric Clinics of North America, 4, 3-24.

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