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NUEVA LEY DE

EJECUCIÓN DE LA
PENA PRIVATIVA DE
LIBERTAD.

LEY 24.660.

Análisis, comentario y
práctica.

Guillermina B. Rodriguez Raúl A. Ceruti

Ed. La Rocca, Buenos Aires, 1998


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A la sinceridad, que rompe los muros.

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PRIMERA PARTE
LA PENA PRIVATIVA DE LIBERTAD

Introducción a las Rejas.

La arquitectura ha de considerarse como un arte del tiempo, no del espacio,


como ya lo afirmara el urbanista Le Corbousier. Ello es así, en virtud de que toda
construcción supone un modo de recorrerla y habitarla, un andar y un permanecer. Las
paredes se suceden, las ventanas se interrumpen, los pisos y los techos se escalonan.
Todo lugar, pues, supone una administración de la libertad, no sólo un ámbito de su
desenvolvimiento. El teatro, por ejemplo, supone la pasividad estructural de los
espectadores, y un sólo establecimiento posible hacia el centro de la atención, cual es el
escenario. Allí es donde transcurre el movimiento, a la vista, a la intemperie de los otros,
que precisamente están allí para escrutar esa intimidad que se desenvuelve, secreta y
pública. Coloquemos unas rejas entre el público y los actores. Veremos cómo éstas
agotan la escena y la hace aparecer ridículamente dispuesta en un pequeño ámbito. Toda
acción queda recortada, cada impulsión aparece detenida, pequeña, intrascendente.
Como si cada palabra, cada acción producida allí dentro hubieran sido previamente
asesinadas. Premuertas. Los tinglados aparecen a la vista, como todo el esqueleto
técnico y estático. Los personajes quedan reducidos a muñecos y peleles, obligados a
repetirse, autómatas apenas simpáticos.
Una clase dispone a los alumnos de modo tal que la dirección de sus miradas se
encuentre fija en el profesor. Este último es quien tiene no sólo la palabra, sino la
demostración. Es quien posee la visión más completa del aula y al mismo tiempo quien la
puede recorrer desde todos sus ángulos. Coloquemos una reja entre el profesor y los
alumnos. Se verá entonces cuánto artificio poseen sus manifestaciones, cuán débiles sus
profundas enseñanzas, cuán absurdas sus convicciones y vehemencias.
Supongamos también una obra de arte, inmóvil, adscripta en un museo, cuyo
recorrido precisamente se lleva de la mano de sus insinuaciones. Coloquemos entre el
admirante y la obra, una reja. Veremos cómo nos aparece más concreta, menos cierta,
apagada. Cómo el marco la constriñe, cómo toda claridad se opaca y cada gesto se
retiene.

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Así, en cualquier análisis de la realidad, existe una estructura predeterminada de


observación, que obra como límite de clarividencia. Un castigo, por ejemplo, ya presume
un culpable, un culpable supone la aserción de su libertad. Esta última supone una previa
igualdad de elección. Esta elección supone categorías de valores aceptadas globalmente.
Hay, por tanto, reacciones previas al análisis, que sólo se impulsan en la
identificación de su objeto. Hay una carga axiomática e irreflexiva que se coloca
apriorísticamente a cualquier consideración, las que se transforman por ello mismo, en
consecuentes.
La cárcel, como institución, importa subyacentemente, la necesidad inconsciente
del olvido, la construcción acabada de una gran indiferencia.
No llama la atención, entonces, la existencia de muy pocos trabajos relacionados
con esta temática.1 La ignorancia propende a la arbitrariedad intramuros. Y el gesto de la
condena supone el barrido del conflicto que el hecho delictual desafiara.

Alguien mira al través de los barrotes. La reja no sólo recorta la luz del Sol, sino
que deja el rostro marcado del arado de su sombra.

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“...el derecho de ejecución penal es materia casi desconocida en la mayoría de los países en desarrollo
(y en muchos de los ‘desarrollados’); los planes de estudios de nuestras universidades incluyen el
derecho penal y el procesal penal, considerando que el reo es un ‘muerto civil’, es alguien que no tiene
derechos; en nuestras facultades y en nuestras escuelas de derecho no se estudia el problema; ¿será que
el sentenciado no es fuente de ingreso y, por tanto, no interesa al abogado?” Luis Rodriguez
Manzanera: “Panorama de las alternativas a la prisión en América Latina”, en “Sistemas penitenciarios
y alternativas a la prisión en América Latina y el Caribe”, varios autores (ILANUD), Ed. Depalma,
1992.
De reciente aparición es el libro de Jorge Kent: “Derecho de la Ejecución Penal”, de Ed. Ad-Hoc,
Noviembre de 1996, en que el conocido penalista hace un pormenorizado y comprometido estudio de la
legislación de la materia hasta ese momento. Se trata de un trabajo con honesta fe en la resocialización y
escrito con prosa ejemplar.

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I. Primera Reja.
Origen de la prisión.

La pena de prisión es consecuente con el advenimiento de la burguesía, el modo


de dominación burocrático y la creación de los Estados-Naciones.
El tiempo como mercancía, lineal y constante. Fungible. Persecuente. El tiempo
como construcción del espacio. Mera espera.
El rostro del condenado pierde toda su carga de misterio, es decir, de humanidad,
y se le arroja detrás de los muros, para no verle.
Se fragmenta y reduce la visión del conflicto que supone un hecho de violencia, y
ya nadie tendrá una visión integradora del mismo. Queda confinado en estructuras
prehechas, amoldadas, que sólo se repiten a sí mismas.
Hay la necesidad de clasificar, de clausurar, de reducir. Quien ha sido hallado
culpable de un delito, será rotulado con él. Categorización que comprime al ser en los
límites del símbolo. Sin más profundidad que la del gesto del encierro.
Hay la desidia articulada desde fuera y desde dentro. Y hay la soledad a la que se
constriñe a unos y a otros. Pretendiéndose recoger desde el silencio las cenizas de la
reconciliación con el mundo, el recuento de los lazos que le ligan con su propia moral.
Hombre y deber en una dialéctica en que se desconocen. Vigilancia perpetua, coerción
que impide saberse cierto. Luego, las construcciones penitenciarias, pensadas como
simples lugares de seguridad y contención, se transforman en manipuladoras de la vida
del hombre. Constriñéndolo al vacío de sí. Al desdoblamiento sobre el propio pecho,
amurado.
Y la búsqueda, no de una libertad, sino de una salida.

Responde ciertamente, la prisión, a los mismos condicionamientos de poder que


su marco socio-histórico, pero de un modo más directo, tenso, explícito. Así, se
reproducen todos los modos de la sumisión, todas las formas de los etiquetamientos. Y
se adhieren a los cuerpos las astillas de una artificialidad constante. Hay la imposibilidad
del trato, que se vuelve estudiado, somero, cauto. El arrinconamiento.
El antiguo poder sobre la muerte transformado en sumisión de la vida.
Las casas de corrección, los hospicios para pobres, los internados para enfermos.
La repulsión que es arrastrada, arrinconada y bendita en su condición de sacrificio.
Trátase de corregir, de conducir de tal modo al ser que sólo pueda dirigirse en la
dirección que se le busca como apropiada. Sus bienes y derechos, luego, están desde el

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inicio predeterminados hacia la consecución de determinado fin, hacia el abrazo de


determinado objeto, que al tiempo que los define, les agota.
El modelo de la fábrica, en la que el operario debe estar apresado a su función,
característica, repetida, constante, se vuelca en medio del patio de la prisión, ante el
interno quieto, detenido, cuya tarea es precisamente el estancamiento.
Se encierra por repulsión, al reconocer en otros nuestras entrañas. Se encierra
por odio, al temer en nosotros el mismo desgarramiento que provocó un arrebato de ira.
Se encierra por desidia, al no hacernos cargo de nuestros privilegios. Se encierra por
vergüenza, para no develarnos ni descubrirnos. Se esconde todo aquello que el mercado
no recepta, para que la ley de ese mercado lo gobierne todo.
Toda esa tremenda desnudez se nos vuelve vergüenza. Todo ánimo desprendido
se nos enquista en la molicie. Toda esa pobreza nos desviste el cuero. Todas esas culpas
urgan en nuestra inocencia. Abren heridas que debemos cerrar sin el más mínimo dolor.
Una sencilla muesca de agonía, que se estampa como incisión en la roca.

Segunda Reja.
Los espacios de la retención.

En un viejo artículo aparecido en la Revista Penal y Penitenciaria2 , el arquitecto


Arnaldo H. Giorgi establece la importancia de la Arquitectura Penitenciaria dentro de las
ciencias penales, haciéndola comprensiva de los siguientes elementos conformadores y
subsidiarios: La historia de las cárceles; la sistemática constructiva, de acuerdo a las
doctrinas de construcción radial, circular, panóptica; la administración, que depende de
aquella última y que hace al cuidado y gobierno del establecimiento; la geografía, que
estructura a éste a su ubicación concreta y posibilidades naturales; y la higiene, en cuanto
tiene que ver con las distribuciones, exposición al Sol, aireación de las habitaciones, etc.
Todo ello hace un gran cuadro ascéptico que procura una construcción estoica, privada
de cualquier señal, brillo, cuidado o confortabilidad. Algo así como un mausoleo que
debe estar dispuesto para la desinfección constante, por el peso diario de los restos.
Las paredes deben convertirse en pasillos. Debe circularse con la mirada retenida
en círculos resecos. Se tiene el dominio de lo mínimo, de aquellas manifestaciones del
cuerpo que puedan expresar movimiento. Para finalmente entumecer los músculos en una
agotada dureza, en una apretada flacidez inmóvil.

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En: Revista Penal y Penitenciaria, Tº IIº, editada por el Ministerio de Justicia de la nación, Dirección
Gral. de Institutos Penales, Bs. As., 1937.

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Cómo concebir un espacio que no ha de ser habitado, sino meramente ocupado,


dispuesto. Queda el preso en el interior de un profundo lecho enajenante. Desdoblado.
El principio es el de la no permanencia. Todo resulta provisorio. Todo puede ser
robado, requisado, destruido. Se es entonces preso en una oquedad insensible. Quien
hubo sido rechazado por el medio libre, es negado luego en reclusión. Ni afuera ni
adentro, nadie le ha invitado a quedarse.
No hay, pues, un sitio, sino nada más que conjunciones enfrentadas, confluyentes,
retiradas. Da la sensación de estarse vuelto del revés. Cada una de las paredes son
espaldas. A los cuatro lados, espaldas. Todo diálogo, entonces, se vuelve perverso,
sinuoso, de dobles intenciones, oscuros, desconfiados. Logrando finalmente no un
encierro sino una ausencia.
La persona queda, pues, a disposición. No sólo privada de su libertad
ambulatoria. Hay la necesidad del confinamiento, se empuja al detenido contra la reja,
contra la cara interna de su propia celda, como único modo de ubicarlo. Esto es,
perderlo, camuflarlo en su lugar, el troquel uniforme. El olvido.
En ese rigor del tiempo detenido, no es casual que en el argot de los internos la
prisión se halla bautizado “la tumba”.
Uniformidad de lo acabado. Persistencia de la desesperanza.
En situación de inseguridad, oscuridad, aislamiento, cada golpe es arbitrario, cada
columna irracional, cada viga absurda.
Así, los toques de silbato, los gritos, disparos, roturas, forman parte del ambiente,
como las ratas, el olor a resignación, la mirada impasible. Los labios apretados.
Como peso muerto le llevan de un sitio a otro. Cadáver que uno mismo debe
levantar con sus piernas. No hay ventanas, sino vaciaderos de luz, por donde se evade
todo propósito.
Y se arroja la basura a los patios interiores. Lo mismo que los cuerpos de quienes
fueron golpeados, heridos o muertos.

Se trabaja a lo largo de todo el Sistema Penitenciario con un arquetipo del


interno, el cual responde a características definidas de minusvalía, incapacidad,
ignorancia y dependencia.
Tiéndese a reconocer en él a un espíritu malformado o incompleto, al que hay que
dotarle de las herramientas necesarias para que pueda parangonarse con el resto. Es

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sometido entonces a un proceso en el que no interviene, se le hace tomar una dirección


que no busca. Y en lugar de comprender los valores cuyo accionar hubo afectado, asume
los comportamientos adecuados para mejor comodidad en un recinto colmado.
Mucho de esa caracterología es señal de los procesos de pauperización que se
estampan en los internos a través de su prisonización. Luego de los trabajos clásicos de
Goffman3 y Foucault4 , con el desarrollo sostenido por los cultores de la criminología
crítica5 , es indudable que en el seno carcelario se lleva a cabo la despersonalización más
acabada. Mimetización con lo ajenizante.
Se le instala en la culminación de lo parcializado. Se vive de modo latente,
impreciso. Se sobrevive. Lejos de cualquier ejercicio de la responsabilidad, se logra fingir
una atadura completa. El rostro contra el pecho también es mirada de soslayo. No se es
libre en la insinceridad. Quien permanece en prisión no es uno mismo, es un artificio
manejable, es una “caída”. Tensiones neuróticas en el doble tratamiento con los
compañeros de prisión y con los agentes penitenciarios. Manipulación de la hipocresía,
cuya consecuencia es una escrupulosa sospecha. Vigilancia dentro de la vigilancia que
impedirá lazos ciertos. Una función en que se agrede la integridad, la intimidad, el
propósito.
Todo se encuentra normado. Existe un fárrago de disposiciones que,
desconocidas por los internos, acrecientan la arbitrariedad de los guardias, y constituyen
el ahogo dentro del encierro.
Un interno de la Cárcel de Encausados Unidad Uno de la Capital Federal, nos
refería que toda relación convivencial, tanto la que se lleva a cabo con los compañeros
como con los guardiacárceles, es no-espontánea, no verdadera. La relación cotidiana se
vuelve profesional. Abstracta. Medida. Distancia entre quienes deben estar juntos.
Extremos de una soledad trabajada y conveniente.

Tercera Reja.
Los espacios del desprecio.

3
Goffman, E.: “Internados”, Amorrortu, Bs. As., 1970.
4
M. Foucault: “Vigilar y Castigar”, Ed. Siglo XXI, México, 1990.
5
Clásicos de la criminología crítica traducidos al idioma español, entre otros: “Criminología crítica y
crítica del Derecho Penal” de A. Baratta, Ed. Siglo XXI, México, 1986; “Control y dominación” de M.
Pavarini, Ed. Siglo XXI, México, 1983; “La nueva criminología” de I. Taylor, P. Walton y J. Young,
Ed. Amorrortu, Bs. As., 1977; “Criminología crítica” de Taylor, Walton y Young, Ed. Siglo XXI,
Mexico, 1977.

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Recluidos, observados, penetrados de los mismos gestos apresados, de los


mismos olores renunciantes, los agentes penitenciarios, funcionarios públicos, cara
expuesta de esa herida mustia. Militarizados, sin voz. Marcados, sin grito. Su régimen les
construye una malla terapéutica, de la que no pueden emerger, aún una vez retirados. Se
les encorseta desde múltiples sentidos (los superiores, los subordinados, los internos, las
familias, los jueces, los decisores políticos) para que trasladen su parálisis al sistema.
Se respira un aire de resignación a las tareas, de compromiso estratégico, de
comportamiento que confunde desconfianza con inteligencia. Hay un ocio abandonado,
que se levanta apenas del suelo. Un desgano progresivo. Y la ocasión de la dádiva.
En Francia, durante los años 1988 y 1989 tuvieron lugar dos importantes
revueltas de los agentes penitenciarios. Las medidas de fuerza consistieron en negarse a
encarcelar a los presos preventivos detenidos en comisarías, por la falta de espacio
habitable, y alcanzó en el segundo año a impedir el acceso a los locutorios de visitas y
abogados. Sólo el ejército pudo devolver la situación a su estado de tranquilidad. Los
reclamos concretos se referían a una ampliación del personal, mejora de salarios,
jubilaciones y pensiones, de las condiciones de trabajo, y sobre todo a un mayor respeto
por los derechos y la dignidad del personal penitenciario.6
Para nuestro margen recomendamos la organización colectiva de estos
funcionarios, acompañados de la consecuente posibilidad de expresar sus necesidades y
enfrentamientos. Como otro modo de abrir las puertas de ese terrible laberinto de la
cárcel.
Acerca de la preparación intelectual de los agentes del Servicio Penitenciario, la
misma índole de sus tareas con más la característica de encierro que será su constante,
obligan a su formación en las Universidades de Derecho y Ciencias Sociales del país.
Hoy, se llevan a cabo los cursos, reuniones y perfeccionamientos en las escuelas
penitenciarias o centros especializados, que únicamente agudizan el aislamiento de estos
agentes, su desprecio por el resto de los operarios del sistema penal, y el
desconocimiento y desarticulación consecuentes. Esta preparación cursada entre los
mismos cuadros de alumnos de quienes trabajarán en las mismas tareas, y con quienes se
relacionarán profesionalmente, ya ha sido recomendada desde el Congreso Penal y
Penitenciario realizado en Praga en el año 1930.
Toda una larga lista de deberes abstractos, prohibiciones genéricas, asunciones de
conducta, caracteres de la personalidad, hacen, en el juego de normas de la función
6
Cario, Robert: “El estatuto del vigilante penitenciario en Francia”. (En EGUZKILORE, Cuaderno del
Instituto Vasco de Criminología, Nº 5, año 1991, pag. 13). Inst. Vasco de Criminología, San Sebastián,
1991.

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penitenciaria7 , tejer una real incapacidad de hecho, para muchos de los aspectos
relacionados con los derechos de los agentes. Nos referimos sobre todo a los artículos
que tienden a construir una figura, no una actividad. A aquellas limitaciones que no
tienen que ver con el ejercicio de las tareas sino con la imagen de aquellas. A las
inhibiciones que no comprenden ataques a terceras personas, directos o indirectos, sino
sólo a la construcción artificial de una institución cuyas columnas, débiles, como las
vetustas vigas de la cárcel, se sostiene en las espaldas agobiadas de sus pobladores.
Así, los agentes del Servicio Penitenciario, temerosos, soberbios a fuerza de
inseguridades, padecen de un ritualismo conformante de una profusión de formas, que
sólo les devuelve una conformidad reseca.

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Ver comentario al Capítulo 16 de la presente ley, en que se expone de manera general el marco
normativo de la función penitenciaria.

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Advertencia sobre las concordancias con el Reglamento General de Procesados,


Dec. 303/96, del 1º de Abril de 1996. (t.o. por Res. 13/97)

Antecedente inmediato de la presente Ley es el Reglamento General de


Procesados, aprobado por el Dec. Nº 303/96, cuyo texto ordenado se estableciera (luego
de la reforma introducida por el Dec. 18/97 sobre el régimen disciplinario) el 14 de
Enero de 1997 por la Resolución 13/97 del Ministerio de Justicia (B.O. 20/1/97).
Confeccionado en dicho Ministerio, especialmente por la Secretaría de Política
Penitenciaria y Readaptación Social, a cargo del Dr. Julio Aparicio, esta norma regula los
extremos del trato, la organización, la disciplina, el trabajo y en general, la administración
de la libertad coartada en el ámbito de los establecimientos que albergan a procesados. El
Poder Ejecutivo la hubo decretado en virtud de sus atribuciones de los incs. 1º y 2º del
art. 99 de la Constitución Nacional. Reglamentación directa del Código de
Procedimientos en Materia Penal, y directiva general a su respecto, muchas de sus
normas serán receptadas casi al pie de la letra por la ley que se estudia en esta obra,
apenas cambiando algunos términos de acuerdo al ámbito de actuación de ambos
cuerpos normativos (“juez de la causa” por “juez de ejecución o juez competente”,
“cárcel o alcaidía” por “prisión o establecimiento” “correcciones” por “sanciones”, etc.)
Tales similitudes obedecen a haber sido concebidos en el plan de política penitenciaria del
Ministerio de Justicia actual, y por otro lado, al poco debate y depuración que mereciera
el texto de la 24.660 en el seno de las dos Cámaras Legislativas.
Para el R.G.P., cada vez que se refiera a la “autoridad penitenciaria superior se
está refiriendo al Director Nacional del servicio Penitenciario Federal” (art. 140)
Cada punto que fuere regulado por la ley de ejecución, que tuviere su correlato
en el Reglamento precitado, será concordado y comparado, teniendo en cuenta que
ambas normas se refieren a la privación institucionalizada de la libertad. Las dos son
disposiciones análogas, que permiten el enriquecimiento recíproco, en virtud del
principio de igualdad ante la administración, sumado ello a la posibilidad de los
procesados de adscribirse al régimen de condenado (art. 6 y 35 a 40 del Reglamento),
con más la de ciertos condenados de cumplir sus sentencias en los establecimientos para
procesados (art. 163 del Reglamento). Es obvio que la jerarquía normativa de la presente
ley es superior a la de cualquier decreto, por aplicación del art. 30 C.N. Sin embargo,
aquella no deroga el régimen establecido por el dec. 303/96, antes bien, lo complementa.
Ello es así, en virtud de que no posee prescripción alguna acerca de los procesados,
salvo sólo en referencia a los condenados, a viceversa del Reglamento del que estamos

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haciendo mención. Tal reciprocidad permite un análisis conjunto, un entrecruzamiento


fértil de sus disposiciones y un desarrollo paralelo de sus institutos.
Siempre con la lente constitucional, en el respeto de las garantías y afincados en
la doctrina de los derechos humanos, optaremos en alguna ocasión por aplicar el texto
del reglamento a modo de interpretación o integración, a la ley, o el de ésta a aquel,
explicando en cada caso las razones que nos mueven a ello.
En adelante, cada vez que nos refiramos al Reglamento General de Procesados
lo haremos con el uso de las siglas R.G.P.
Acerca del ámbito de aplicación de uno y otro plexo normativo, debe tenerse en
cuenta que la ley 24.660 tendrá actuación sobre todo condenado con sentencia firme de
cualquier jurisdicción del país; en tanto que el R.G.P. “es aplicable a toda persona
mayor de dieciocho años de edad sometida a proceso penal por la justicia Nacional o
Federal, que se encuentre detenida en cárceles dependientes de la Dirección Nacional
del Servicio Penitenciario Federal.”(art. 1º). Es importante destacar la prohibición
absoluta que trae el art. 2º R.G.P. acerca de que “En las cárceles o alcaidías
dependientes de la Dirección Nacional del Servicio Penitenciario Federal, no se
alojará bajo ningún concepto persona alguna sin orden de detención extendida por el
juez competente, ni menores de dieciocho años de edad.” Por otro lado, la ley 24.660 es
ley nacional y en tal caracter es aplicable en todo el país, en tanto que el Reglamento sólo
lo es en el ámbito federal, y aún a aquellos procesados por la justicia provincial que se
encuentren alojados en cárceles o alcaidías dependientes de la Dirección Nacional del
Servicio Penitenciario Federal, recibidos de acuerdo a los convenios suscriptos con las
respectivas provincias. (Art. 139, R.G.P.)
Por otra parte, el Reglamento Disciplinario para Internos (Dec. 18/97, en el texto
bajo las siglas R.D.P.I.) incorporado al R.G.P. por su artículo 60, que es una mera
remisión a aquel, establece las normas de fondo y forma acerca de las faltas o
infracciones disciplinarias, y su modo de ejecución, tanto para condenados como para
procesados, dentro de las jurisdicciones nacional y federal.
Cada vez que el articulado del R.G.P. o del R.D.P.I. reproduzcan de forma
idéntica el de la ley, colocaremos su cita simplemente entre paréntesis.

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Ley de Ejecución de la Pena Privativa de Libertad (24.660),


sancionada el 19 de Junio de 1996.

Capítulo Uno.
Principios Básicos de la Ejecución.

Art. 1. La ejecución de la pena privativa de libertad, en todas sus modalidades,


tiene por finalidad lograr que el condenado adquiera la capacidad de comprender
y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social, promoviendo la
comprensión y el apoyo de la sociedad.
El régimen penitenciario deberá utilizar de acuerdo con las circunstancias
de cada caso, todos los medios de tratamiento interdisciplinario que resulten
apropiados para la finalidad enunciada.

Nuestro sistema penal distingue entre penas y medidas de seguridad, según que el
sujeto al que son dirigidas en virtud de ser autor de un hecho delictivo, fuera imputable o
inimputable. Hay unanimidad en la doctrina nacional y extranjera en cuanto a considerar
inimputable a aquel que no posee la aptitud de ser responsable de su acto. Esto es, en
términos técnicos, quien no posee la capacidad de culpabilidad. De acuerdo al art. 34
C.P. inciso primero, quien no haya podido comprender la criminalidad del acto, no es
punible. Sobre esta expresión, los autores de las obras de Derecho Penal argentinos han
ubicado la noción dogmática de la “inimputabilidad”8 .
Por otra parte, quien aún siendo imputable, haya cometido un hecho delictivo sin
en el caso concreto tener una visión íntegra y específica de su accionar y de su
significado jurídico, se encuentra bajo la figura del “error de prohibición”, el que de
acuerdo a su excusabilidad o inexcusabilidad, importará la condena o la absolución del
sujeto.
No comprender la criminalidad del acto supone, latamente, o la no internalización
posible de la norma de mandato (“debes proteger la vida”, por ejemplo, para el supuesto
del homicidio) o de la norma de prohibición (“no debes matar”) en un episodio concreto
y circunstanciado.

8
Bacigalupo, E.: “Derecho Penal, Pte. General”. Ed. Temis, Bogotá, 1984. Creus, C.: Derecho Penal.
Pte. General”. Ed. Astrea, Bs. As., 1990. Núñez, R. C.: Manual de Derecho Penal, Ed. Bibliográfica, Bs.
As., 1960. Soler, S.: “Derecho Penal Argentino”, Ed. TEA, Bs. As., 1988. Zaffaroni, E. R.: Manual de
Derecho Penal, ED. EDIAR, Bs. As., 1988.

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Mas, en virtud del artículo primero transcripto de la ley 24.660, tal parece que la
comprensión de la norma sólo podrá obtenerse una vez que la misma pena en su
ejercicio, la elabore, internalice y construya.
Imposible concluir en lo que sigue sin ironía, o didactismo perogrullesco: Si el fin
de la pena consiste en hacer comprender precisamente aquello que debe ser comprendido
para ser pasible de una sanción penal, esa télesis cae en el vacío práctico, al carecer, por
principio, de penados pasibles de recibirla. ¿Cómo es imaginable que la pena vaya a crear
en el condenado la posición de condenable?. Esta retroactividad imposible es sólo
producto del ejercicio del desprecio, que supone una categorización de idiota, de
disminuido, de objeto a modelar, en el delincuente.
La ley anterior asumía esa posición paternalista en el término “readaptación” 9 .
Ocurre que todas estas buenas intenciones son fungibles, ya que carecen de contenido
propio. Puede reemplazarse toda la latitud del art. 1º de la ley 24.660 por la palabra
“readaptación” que contenía la vieja ley, o por las expresiones “resocialización”,
“reinserción social”, (que este mismo artículo menciona en su segundo párrafo sin
distinguirla de la anterior) “readecuación social”, “rearmonización”, “reeducación”, etc.
Parábolas del hijo pródigo que se autolegitiman, sin mayor consulta a los marcos
histórico y político que subyascen en las categorizaciones del Derecho Penal.
Lineamientos genéricos que sólo están allí para desdibujar los contornos ciertos de la
penetración del sistema penitenciario o de la regulación carcelaria en la vida de quienes
quedan bajo su égida. Por otra parte, el artículo comentado agrega un calificativo a la
resocialización. Esto es, que la misma debe ser “adecuada”. Con lo cual se realiza una
doble adjetivación sin sustrato, una doble dependencia funcional, que sólo nos da la idea
de su caracter ambivalente.
La función del “tratamiento” supone una modelación, una conformación de vida,
que va mucho más allá de la mera privación de la libertad ambulatoria. Si, como hemos
dicho en la Primera Parte, ésta no debe trascender a la disponibilidad de la vida del
sujeto, este tratamiento coercitivo es violatorio de la dignidad humana y violenta la
integridad personal de cada individuo.
Sergio García Ramírez en su “Manual de Prisiones”10 , avizora con indudable
buena fe, un futuro en que la administración de las cárceles logre hacer lugar, por medio
9
Dec-Ley 412/58, art. 1: “La ejecución de las penas privativas de libertad tiene por objeto la
readaptación social del condenado. El régimen penitenciario deberá utilizar de acuerdo con las
necesidades peculiares de cada caso, los medios de prevención y de tratamiento curativo, educativo,
asistencial y de cualquier otro caracter de que pueda disponerse, de conformidad con los progresos
científicos que se realicen en la materia.”
10
Sergio García Ramírez: “Manual de Prisiones”, Ed. Porrúa, México, 1993.

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de su vena de “medicina social”, al derecho del individuo y de la comunidad a la


readaptación del reo. Esta exposición del problema, desde la voluntad del interno, nos
parece acaso más atinada, aunque, por supuesto, deja de lado todos los presupuestos que
conllevan a su conformación. No faltará entonces quien instando la voluntad de
someterse a la readaptación, estatuya una etapa previa de tratamiento cuyo fin es lograr
que el interno haga suya esa voluntad de acomodamiento. Todo ello visto desde el
criterio de una civilización dominante, en que se presume que la única libertad o voluntad
que merece tales nombres son las que nos permiten llevar a cabo nuestros papeles diarios
y clasemedieros, nuestras procuraciones resignadas a la mediocridad.
Todas aquellas ideas de recuperación de lo perdido, teñidas de cautivante labor
misional, sólo buscan hacer reunir al condenado con su penitencia. Hacerle llevar consigo
su contrición, que como el grillete antiguo, encadenado a una de las piernas, deforme el
caminar para siempre. Y que luego no se sepa distinguir entre el rostro de la compunción
y el de la desconfianza. El de la sumisión o el del esquivo, lateral, finalmente
impenetrable.
Es llamativo, de todos modos, que ante la reiteración de tales alegadas
pretensiones redentistas, la Ley Orgánica del Servicio Penitenciario Federal lo constituya
como “una fuerza de seguridad de la Nación destinada a la custodia y guarda de los
procesados y a la ejecución de las sanciones penales privativas de libertad” (art. 1º, Ley
20.416), con un modelo de organización militarizado, y sin la mínima avocación al
trabajo específico con el condenado, y no ya sobre el condenado.
El art. 5º R.G.P. dispone que “El régimen carcelario aplicable durante la
detención tendrá por objeto, además de retener y custodiar a las personas
comprendidas en el art. 1º, procurar que éstas mantengan o adquieran pautas de
comportamiento y de convivencia aceptadas por la sociedad.”
Es interesante observar de qué modo la presunción de inocencia se confunde con
la de sociabilidad. En el régimen de procesados, se utiliza al par de la adopción de pautas
culturales, el refuerzo de su mantenimiento. En relación a los condenados, presúmese
que no hay un sustrato que se deba preservar, sino en función de su cambio.
El sentido de la pena que se adopta es, sea cual fuere el sentido de la
transformación buscada en el interno, el de la prevención especial. A través de su
prisonización, entonces, se tiende a evitar que quien fuera hallado culpable de un delito
determinado, no vuelva a cometerlo. Mas, al fin del primer párrafo se agrega una suerte
de prevención general “al revés”, en cuanto procura obtener de la sociedad, el apoyo y la
comprensión para con el que se halle cumpliendo una pena privativa de libertad.

15
16

El único modo de lograr la autodisciplina es a través del ejercicio de la


responsabilidad. Y ella requiere de la posibilidad de darse a uno la propia norma.
Mas, el ejercicio de la “penitencia” requiere de la reproducción de una inacción.
Búscase inhibir todas las intenciones para relegar luego las necesidades. Así, el preso se
da menos cuenta de su situación, sufre menos por el sitio en que se encuentra, por las
visitas que no llegan, por la lejanía con sus afectos. Así el preso pierde toda raíz y pasa a
adherirse a los muros, como límite de sus manos. Allí, en la superficie de su sombra, va
dibujando el horizonte.

Art. 2. El condenado podrá ejercer todos los derechos no afectados por la condena
o por la ley y las reglamentaciones que en su consecuencia se dicten y cumplirá con
todos los deberes que su situación le permita y con todas las obligaciones que su
condición legalmente le impone.

Dispone el art. 41 del R.G.P.: “ El régimen carcelario se organizará sobre la


base del equilibrio entre los derechos y los deberes individuales de cada interno y los
del conjunto de los alojados promoviendo, al mismo tiempo, el orden, la seguridad y la
posibilidad de acceder, por lo menos, a la enseñanza y al aprendizaje en los niveles
obligatorios, la adecuada y oportuna atención de las necesidades psicofísicas y
espirituales, el mantenimiento de los vínculos familiares y el desarrollo de las
actividades laborales, sociales, culturales y recreativas.
“Para ello, el reglamento interno de cada cárcel o alcaidía será aprobado por
el Ministerio de Justicia, Secretaría de Política Penitenciaria y de Readaptación Social
a propuesta de la autoridad penitenciaria superior, contemplará la racional
distribución del tiempo diario, que asegure ocho horas de reposo nocturno y un día
semanal de descanso”.
Nuestra conformación de los derechos es de índole patrimonial. El modelo de
derecho subjetivo es el de la propiedad. Ello le da su caracter de potencial, de expuesto
siempre a la obtención de un objeto específico sobre el cual manifestarse, que lo
corporice, que le dé sustancia. Mas, la doctrina de los derechos humanos ha dejado en
claro que hay atributos que son propios de la condición humana, los cuales van implícitos
en cada uno, más allá de su situación o condición. Estos últimos toman su modelo de la
libertad, en cuanto carnalidad, dinamismo, existencialidad. No suponen una relación de
poder sino de inmanencia.

16
17

El Derecho es en ejercicio, pulsante, viviente. No es simplemente un orden


abstracto y estático a través de cuyas estructuras observar la realidad.
Por otro lado, los derechos subjetivos parecieran hallarse previamente dirigidos a
un fin. Esto es, que el ejercicio de los mismos está dado para conllevar a un logro u
objeto determinado. Tal focalización, tal devenir predispuesto, viene dado por su
inclusión en los modos de producción, en la preservación del “status quo”, en la
superficialidad de los intentos. Si tal fenómeno ocurre en toda la esfera social, en prisión
ello mismo se ve agravado, de forma tal que el mismo Servicio Penitenciario es quien se
hace cargo de objetualizar y proveer a los derechos del interno, quien ni siquiera, luego,
posee la capacidad de dirigir su acción hacia ellos, aún de un modo programado. Se les
provee, violentamente, la concretización de sus derechos. Así, por ejemplo, en lo relativo
a la libertad sexual, que es sometida más que satisfecha, a un modo compulsivo, absurdo,
expuesto, de la necesidad vital de amar. Administrada, como una suerte de regalía, por
los funcionarios de turno. El derecho al trabajo, que se convierte en una ocupación
impersonal, mecánica, al cumplimiento de funciones inútiles, al esfuerzo periódico en
tareas fabricadas para su atribución. A la comunicación con los abogados, que es
agresivamente prestada en una jaula, previo paso por los “buzones” de ínfimas medidas,
donde aguardarán junto a otros tantos internos, y a la que llegan aún extraídos de sus
visitas... Todo ello, la angustiante desesperación de no poder ejercer por sí tan siquiera
los derechos más próximos a las entrañas. más profundamente humanos, hace retirar al
individuo a una zona de automarginación, de conmiseración, de lástima. Donde ya su
cuerpo no le corresponde sino como resabio de percudidas zonas de la vergüenza.

El condenado a pena de reclusión o prisión de más de tres años, se encuentra con


las siguientes limitaciones:
1) Privación de la patria potestad (art. 12 C.P.)
2) Privación de la administración de sus bienes (art. 12 C.P.)
3) Privación de la disposición de sus bienes por actos entre vivos (art. 12 C.P.)
4) Privación de empleo o cargo público que ejerciera. (arts. 12 y 19 C.P.)
5) Privación del derecho electoral (arts. 12 y 19 C.P.)
6) Incapacidad para obtener cargos, empleos y comisiones públicas (arts. 12 y 19
C. P.)
7) Suspensión del goce de toda jubilación, pensión o retiro, civil o militar. (arts.
12 y 19 C.P.)

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18

Esta incapacidad de hecho que recae en cabeza de los condenados a más de tres
años de penas privativas de libertad, son rémora de las antiguas “capitii diminutio” del
Derecho Romano. El delito, despojado de su sentido, de su pulsión, de su ruptura, sólo
es mera marca, símbolo, designación. Y como tal, pasa a teñir todos los ámbitos de vida.
Del mismo modo en que se oscurecen, enturbian y estancan los pozos arrumbados a la
sombra.
Se priva al interno del ejercicio de derechos que le son implícitos por su
condición humana, como el de la patria potestad de sus hijos, y el de la libre
administración y disposición de su propiedad, la que precisamente estriba en esa facultad.
En relación al ejercicio de los derechos políticos electorales, coincidimos con la
Recomendación 505/PP/95 de la Procuración Penitenciaria, en cuanto propicia la
derogación de la inhabilidad a su respecto, en el entendimiento de que resulta violatoria
de los arts. 23 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 18 de la
Constitución Nacional.11
Esta inhabilitación absoluta del art. 12 C.P. importa en todos sus incisos, excepto
en aquellos referentes a los cargos y funciones públicas, de imposible realización, y de
caracter punitivo (art. 5 C.P.) en aquellos casos así tipificados; una medida protectiva, de
índole tutelar, sobre los intereses del condenado, en tanto éste pierde su contacto
cotidiano con su administración. De tal modo que los actos que el interno realice en
contra de lo dispuesto por tales disposiciones, son meramente anulables de nulidad
relativa, por lo que sólo el interesado (aquel en cuya protección se ha normado la
incapacidad) tiene en su poder el hacer caer aquellos actos (art. 1048 C.C.).
Con respecto a las limitaciones que esta norma dispone, debe entenderse que no
forman parte de la pena, ni se trata de medidas de seguridad accesorias a ella, sino que
suponen un medio de asegurar los derechos del condenado, quien se halla por el hecho
de su condena, imposibilitado de poseer un control acabado sobre ellos.
La CNCiv., por su sala “B”, en causa “Mendez Coronado, Ana B.” del 12 de
Octubre de 199012 , ha comprendido a las interdicciones del art. 12 C.P. como
obedecientes a un propósito tutelar del condenado y su familia, por lo que lograda la
libertad, por el medio que fuere (en el supuesto, a través de la libertad condicional), aún
no agotada la pena, los derechos suspendidos recuperan su libre ejercicio. Es claro en
este punto el dictamen del Asesor de Menores, Alejandro Molina, quien refiere que
11
Procurador Penitenciario, Informe Anual 1995/96, Tomo I, pag. 264.
12
L.L., Tº 1990-C, pag. 137. En sentido concordante acerca de la naturaleza jurídica de las restricciones
del art. 12 C.P.: CNCiv., sala B, 29/9/92, “F., E.A.” (L.L. Tº 1992-E, pag. 485 y L.L. 1993-B, p. 142);
Llambías, Jorge J. : “Derecho Civil, Pte. Gral.”, Tº I, p. 402; Borda, Guillermo A. : “Parte General”,
Tº I, p. 470

18
19

“aceptado el carácter tutelar de esta limitación a la capacidad, como máximo mientras


dure la pena, entendida ésta como encerramiento porque es tal circunstancia la que
impide al penado ejercer los derechos de que se trata, estimo que al concluir la privación
de libertad debe cesar la incapacidad.” Este principio es receptado en la presente ley, a
través del art. 220, en que se establece la “suspención” de las inhabilidades del art. 12
C.P. en los casos de libertad condicional o asistida. Acerca del término “suspensión” que
esta norma trae, se refiere a la misma condicionalidad de tales libertades ante el
cumplimiento de la conducta adecuada en relación con tales institutos. Más claro, y obra
de una mejor técnica legislativa hubiera sido prescribir la desaparición de las
inhabilidades en tanto el interno permanezca en estado de libertad condicional o asistida,
ya que únicamente su denegación judicial, colocará al condenado en situación de ser
privado nuevamente de su libertad, encerrado en prisión.
Es necesario recalcar este caracter, ya que en numerosos pronunicamientos, los
tribunales penales suelen utilizar la fórmula “condénase... a la pena de (más de tres años
de privación de libertad) con la accesoria del art. 12 C.P.” de un modo inconteste e
irreflexivo, cuanto que la única pena accesoria prevista como tal es la del art. 52 del
Código Penal.
Que el entendimiento con caracter de pena de las limitaciones establecidas por la
norma comentada, es en sí misma una “reductio ad absurdum” queda apodícticamente
comprobado en su violenta inconstitucionalidad. Con fecha 9 de Mayo de 1995, el
Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Mar del Plata en causa “Y, I. S/inf. Ley
23.737”I13 , se estableció que “La pena accesoria impuesta por el art. 12 del C.P. en
orden al ejercicio de ciertos derechos civiles atenta contra la condición de hombre, la que
no la pierde por estar privado de su libertad, produciendo un efecto estigmatizante,
innecesariamente mortificante, violatorio del art. 10 del Pacto Internacional de Derechos
Humanos, y del art. 18 de la Constitución Nacional”
De la naturaleza jurídica que apuntamos correcta para la interpretación del art. 12
C.P., de inexorable caracter civil y regulado consecuentemente por las normas referentes
a las incapacidades, sobreviene la necesidad de nombrar quien ejerza la curatela. En el
supuesto de no designarse un curador de confianza, quien ejerce tales funciones es el
juez de ejecución o de causa que tenga a su cargo al condenado. La designación de
curador debe hacerse por ante el juez del último domicilio en libertad del condenado.

13
E.D., 23/8/1995.

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Existen algunos fallos determinando esta competencia, entre ellos el de la CNCiv. Sala
E, del 23-3-95, causa “Sanchez, Luis A.”14

Art. 3. La ejecución de la pena privativa de libertad en todas sus modalidades,


estará sometida al permanente control judicial. El juez de ejecución o juez
competente garantizará el cumplimiento de las normas constitucionales, los
tratados internacionales ratificados por la República Argentina y los derechos de
los condenados no afectados por la condena o por la ley.

Art. 4. Será de competencia judicial durante la ejecución de la pena:


a) Resolver las cuestiones que se susciten cuando se considere vulnerado
alguno de los derechos del condenado;
b) Autorizar todo egreso del condenado del ámbito de la administación
penitenciaria.

Por el principio constitucional de la división de poderes, el juez siempre ejerce el


control de constitucionalidad, y ante él pueden revisarse todas las medidas y vías de
hecho adoptadas por la Administración. A partir del fallo “Fernandez Arias c. Poggio”, la
C.S.J.N. elaboró la doctrina del “control judicial suficiente” de toda actividad estadual
que involucre los derechos de los ciudadanos.
Estos dos artículos establecerían el principio rector de las atribuciones del juez
competente. La misma establece que el arbitrio judicial es genérico, mas luego veremos
(art. 10 de la presente ley) que este campo de actuación, si bien es amplio, no es
subsidiario, siendo que lo que no esté específicamente designado al juez, es de
competencia del Servicio Penitenciario Federal. Ello plantea una incoherencia que debe
ser salvada de algún modo.
Haciendo un análisis atenido a la letra de ambos normas, observamos que
mientras que los artículos 3º y 4º tienen enfocado en su consideración central al
condenado, el art. 10º se refiere más bien a la organización interna del mismo Servicio
Penitenciario. Luego, la distinción es bastante simple: Todo lo que importe a la
conformación de los agentes penitenciarios, al modo de coordinar sus funciones y dirigir
cotidianamente las mismas, es atributo de la administración; en tanto que toda incidencia
que ese accionar, esa puesta en movimiento, puedan provocar en el interno son de
competencia del juez competente.
14
L.L., Tº 1995-D, pag. 82.

20
21

Por tanto, toda medida que tenga relación con el órgano es competencia primaria
de la Administración, mas todo hecho que suponga en alguna medida afectación de los
derechos de los condenados o procesados, es de competencia decisoria del juez
competente.
Lo afirmado más arriba es coherente con la competencia que el art. 493, Tercer
Párrafo del Código Procesal Penal de la Nación instituye para el Juez de Ejecución, que
aquí se transcribe:
Art. 493 C.P.P., 3º parr.: “El juez de ejecución tendrá competencia para:
1) Controlar que se respeten todas las garantías constitucionales y tratados
internacionales ratificados por la República Argentina, en el trato otorgado a los
condenados, presos y personas sometidas a medidas de seguridad.
2) Controlar el cumplimiento por parte del imputado de las instrucciones e
imposiciones establecidas en los casos de suspensión del procedimiento a prueba (art.
293)
3) Controlar el cumplimiento efectivo de las sentencias de condena dictadas por
el Poder Judicial de la Nación.
4) Resolver todos los incidentes que se susciten en dicho período.
5) Colaborar en la reinserción social de los liberados condicionalmente.”
En oportunidad de definir acerca del alcance de la competencia del juez de
ejecución en relación a las condenas en suspenso, en el ámbito federal, materia que
provocara el Plenario Nº 1 de la Cámara Nacional de Casación Penal, en causa
“Maldonado, Marta y otro”, 27 de Abril de 1994 15 , los jueces conformantes de las
diferentes salas tuvieron oportunidad de explayarse acerca de las funciones de este juez,
cuyo campo de trabajo aparece descripto en sus líneas generales por el Cap. Vº del
Código Procesal Penal de la Nación. Así, se especificó la tarea de control de legalidad y
razonabilidad sobre los actos del Poder Ejecutivo.
Con motivo de la sanción de la ley 24.721, cumplimiento parcial de un
compromiso adoptado por el Estado argentino con la realidad carcelaria, que hubo
reducido las penas correspondientes al hurto calificado de automotor, los juzgados de
ejecución de la Capital Federal llevaron adelante administrativamente y vía de oficio o a
pedido de parte, los nuevos cómputos consecuentes. Ello ha venido a especificar a su
respecto, su competencia sobre la aplicación de leyes modificatorias de los límites
cuantitativos de la pena. Ello es coherente con la celeridad que debe imponerse a ese tipo
de tramitaciones, para evitar flagrantes desigualdades ante la ley, e ilegalidades
15
L.L., Tº 1994-C, pag. 329.

21
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manifiestas, evitando la prosecución de un recurso de revisión según como se encuentra


previsto n el art. 319 inc. del Código Procesal Penal. las modificaciones en el cómputo
de la pena sobre individuos que se encuentren llevando a cabo sus condenas pertinentes,
sólo pueden aplicárseles en los casos en que aquella es reducida (principio de exclusiva
retroactividad de la ley más benigna, art. 2 Código Penal, concordante con numerosas
disposiciones en el mismo sentido provenientes de los Tratados Internaciones asumidos
por nuestro Estado nacional y que conforman parte de su Carta Magna).
Con respecto a los procesados, quien ejerce el control y la garantía de la
privación de libertad de cada interno, es el juez de cada causa. A este fin, dispone el art.
24 R.G.P. que “El ingreso del detenido a la cárcel o alcaidía se comunicará
inmediatamente al Juez de la causa y a la Dirección General de Régimen Correccional,
con indicación del número de legajo personal asignado.
“En su caso, se incorporará la información a que se refiere el art. 16”
(consideraciones médicas).
Por otro lado, el art. 33 R.G.P. también prevé que “Toda salida o egreso
definitivo del interno deberá ser dispuesto por el juez de la causa, excepto en el caso
previsto en el art. 64” (traslado a centro médico o psiquiátrico, en situación de extrema
urgencia). Tal única excepción nos hace considerar que el caracter definitivo del que se
norma en este artículo no significa irreversible sino que remite a la idea de decisión firme.
Importa asimismo transcribir aquí lo dispuesto por el art. 34 R.G.P.: “Cuando el
Juez de la causa ordenare la comparecencia del interno y éste se negare a su
cumplimiento, el Director del establecimiento lo informará de inmediato al magistrado
requirente. Sólo se empleará la fuerza pública para hacer efectiva la comparecencia
cuando así lo ordenare el Juez mediante oficio”. Sobre este asunto cabe decir que
encontrándose el interno privado de su libertad, sin posibilidad de sustraerse a la acción
de la justicia, bien puede arbitrarse una visita del Juez de la causa a la Unidad en que se
hallare, o de su Secretario, cuando fuere posible, ante la negativa de ser trasladado al
juzgado por parte de aquel. Negativa que, por otra parte, se encuentra absolutamente
relacionada con el caracter insufrible de las comparecencias, en que se levanta al interno
a la madrugada, se le presiona junto a otros en el camión celular, en el que falta
literalmente el aire y sobra la sofocación, luego se le deposita en la unidad penitenciaria
de los tribunales competentes, o “leonera”, y recién serán atendidos una vez acabado el
horario judicial, con suerte, después del almuerzo de los empleados, en la oficina del
juzgado a la que se le hará desfilar esposado junto a un agente del Servicio Penitenciario.

22
23

Con respecto al procedimiento penitenciario, el mismo es consecución progresiva


del proceso penal que llevó a la condena; por tanto, todos sus principios y lineamientos
le son aplicables, incluso el de presunción de inocencia, que aquí pasaría a ser presunción
de inserción social, de capacidad de vínculo. Esta naturaleza del procedimiento
penitenciario, a su vez, supone la pregunta acerca de la labor del Ministerio Público
Fiscal en el mismo. En la diaria experiencia hemos visto en reiteradas ocasiones que su
función es tomada por el Servicio Penitenciario, el que hace uso de atribuciones que no
le corresponden, en cuanto a que es un órgano ejecutivo, análogo a la fuerza policial
preventiva en el proceso penal de instrucción.

Art. 5. El tratamiento del condenado deberá ser programado e individualizado y


obligatorio respecto de las normas que regulan la disciplina y el trabajo.
Toda otra actividad que lo integre tendrá carácter voluntario.
En ambos casos deberá atenderse a las condiciones personales, intereses y
necesidades para el momento del egreso, dentro de las posibilidades de la
administración penitenciaria.

La programación del tratamiento del condenado deberá efectuarse en el período


de observación. El interno va a ser primeramente depositado en una “zona de nadie”,
donde otros presos más viejos, oficiarán de guías, le indicarán los detalles de su
confinamiento, o intentarán captarlo para su servilidad.
Por el art. 13 del R.G.P., se establece que “El ingreso del detenido sometido a
proceso penal se efectuará en el Centro de Recepción de Procesados, donde se
procederá a verificar la orden judicial de detención, la nota o formulario de remisión
de la autoridad competente con los datos filiatorios y las fichas dactiloscópicas, a
efectos de su identificación, dejándose constancia del día y hora en que se realiza.
Cuando fuera posible se acompañará una fotografía de frente, cuerpo entero.
“La orden judicial consignará el número de causa y el delito imputado.”
Luego, el art. 14, continúa: “Con los elementos señalados en el artículo anterior
se iniciará o actualizará la confección de un legajo personal del interno, cuyo modelo,
confidencialidad y uso reglamentará la autoridad penitenciaria superior.
“El legajo personal de cada interno deberá consignar filiación, situación legal,
datos de salud, familiares, educativos, laborales, nómina de las personas cuya visita
desee recibir y los antecedentes judiciales y criminológicos. Al mismo se agregará o se
dejará constancia de toda documentación o dato posterior de interés para el caso.”

23
24

En cuanto a su documentación personal, el art. 15 R.G.P. dispone que “Se


recibirán los documentos de identidad personales del interno los que quedarán en
depósito en el establecimiento para serle reintegrados, bajo constancia, a su egreso.
“Si manifestare que se encuentran retenidos por la autoridad judicial o policial,
se dejará constancia en acta y se procederá a su requerimiento.
“Cuando se comprobare que el interno carece de ello, se procederá a su
tramitación”.
Con respecto a los condenados, la práctica adopta el mismo criterio.
Se intentará forjar al cuerpo extraño dentro de un organismo que lo rechaza.
Estará en la capacidad de adaptación (no de convivencia) el plano del que dependerá su
destino inmediato. Las rejas lo han cercado en un marco que lo excede. Lo que
constituía su raíz en el mundo ha quedado fuera. En ese, su nuevo espacio tan
pormenorizadamente dirigido, no tiene rumbo. Tiene dinero, sumisión o influencia. De
ese modo, si se le observa e identifica como de buena posición económica, será captado,
a manera de privilegio, por otros internos más instalados ya a la prisión. Hay presos que
alquilarán su celda. Sometidos a una comodidad prestada, no serán dueños ni de su
dolor.

Art. 6. El régimen penitenciario se basará en la progresividad, procurando limitar


la permanencia del condenado en establecimientos cerrados y promoviendo en lo
posible y conforme su evolución favorable su incorporación a instituciones
semiabiertas o abiertas o a secciones separadas regidas por el principio de
autodisciplina.

Es natural, para un sistema que se construye sobre la base de la racionalidad


burguesa del siglo XIX, apuntar a la idea de la progresividad. El tiempo, unidimensional,
sólo puede tener una dirección. Hacia delante. A la obtención de tierras sucederá la
acumulación de capital. A la simple continuidad del aprendizaje de oficios que tenía lugar
de generación en generación, va a suceder la formación integral, académica, organizada.
A la constancia y ocupación en las labores del taller, sucederá el engranamiento del
trabajo en las fábricas. No hay identidad entre el gasto y la ganancia. No se es ya dueño
de lo que se hace. Todo redunda en una progresión automática, que prescinde del

24
25

impulso de la sangre. Aún cuando se sostiene sobre la explotación de la carne. Fuerza


física, orgánica, conmensurable.16
El operario desconoce el producto final. Se limita a ensamblar las partes mínimas.
El resto de la producción le es ajeno, independiente, externo, irreal. Así, la progresividad
penitenciaria no presta mayor atención a la tarea del interno. Se constituye en un mero
resultado, que permanentemente se le enrostra como modelo.
Esa angustia de perseguir un cometido que de ninguna manera le es propio, sino
que responde a un diseño previamente armado por sus dominadores, le presenta a su
disposición la vía hipócrita del fingimiento o la rebeldía de la negación. Dos actitudes que
le dejan vacío. Como vacío es todo lugar que no podemos hacer propio.
La condena supone un tiempo fijo, en el que tendrá lugar el proceso del
tratamiento. Por tanto, se debe suponer que el mismo será retardado o acelerado en
función del lapso de trabajo disponible. Ello, se nos dirá, obedece a la lógica interna de
que una mayor condena es establecida en relación con un delito de índole más grave, el
que importaría en su autor, un grado de insociabilidad o desviación más acentuado. Por
tanto, corresponde tratamientos más prolongados a penas más prolongadas.
Este argumento es falaz. Por más de un motivo, que no hemos de reseñar aquí, ya
que no se trata el presente de un trabajo criminológico sino de mero comentario de una
ley, trazando las pautas generales de su posible interpretación y aplicación futuras, la
proporción entre gravedad de condena y de delito, y la que se da entre gravedad de
delito y valoración de la capacidad de socialización (con las comillas que este tipo de
expresiones nos merecen) no es directa, asumiéndose la confluencia de otros múltiples
factores en cada caso.
En razón de lo dicho, y en tanto la pena sólo funcione como una mera descarga
retribucionista, el tratamiento compulsivo funcionará como castigo. El Dec.-Ley 412/58,
Ley Penitenciaria Nacional, reemplazada y derogada por la presente, preveía en su
artículo segundo que “El condenado está obligado a acatar en su integridad el
tratamiento penitenciario que se determine.” Hoy, dicha expresión se encuentra perimida,
sin vigencia. La interdisciplina deberá ser seleccionada por el condenado, quien es el
único capaz de reconocer sus carencias, sus motivaciones. No puede seguirse
entendiendo al interno como una “tabula rasa” en la que se irán a imprimir ajenas
utilidades, sino como un impulsor de sus propias necesarias construcciones. Ello es
conteste con lo preceptuado en el artículo anterior, en cuanto que impone como

16
A este respecto, las analogías de cárcel y fábrica que caracterizan el momento sociológico del ascenso
de la burguesía, y el modo de dominación burocrático.

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obligatorio, dentro del tratamiento, únicamente aquellos puntos que sean conducentes al
trabajo y la disciplina en el penal, siendo lo demás de caracter voluntario. 17

Art. 7. El condenado podrá ser promovido excepcionalmente a cualquier fase del


período de tratamiento que mejor se adecue a sus condiciones personales, de
acuerdo con los resultados de los estudios técnico-criminológicos y mediante
resolución fundada de autoridad competente.

Los internos que se encontraren procesados, gozan de la presunción de inocencia,


razón por la cual, deberán, en caso de optar por el régimen de condenado (Dec. Nº
303/96, B.O.: 1º/4/1996.)18 , comenzar por la fase de confianza, al no poder
jurídicamente realizarse examen alguno de progresión o reincidencia de criminalidad.
Con respecto a los condenados, este artículo viene a flexibilizar el criterio del régimen
anterior del Dec.-Ley 412/58, que preveía la rígida progresión consecuente y lineal de los
períodos y fases del tratamiento. Quienes han sido declarados culpables de la
perpetración de un delito cuya condena suponga una pena privativa de la libertad, si bien
no poseen ya la presunción de inocencia (como es obvio) mas, ello no induce a crear
sobre esta su culpabilidad una presunción de peligrosidad. En primer lugar, porque dicho
entendimiento transformaría, de un modo abrupto y pronunciado, entre el antes y
después de la sentencia, a nuestro Derecho Penal de Acto (propio del proceso anterior)
en Derecho Penal de Autor (propio del proceso de ejecución). El juicio de peligrosidad,
si ha de hacerse, no deberá pautarse sobre la conducción en la vida del sujeto examinado.
Antes bien, deberá preocuparse centralmente en el hecho del que ha sido victimario. De
otro modo, transfórmase en una pesquisa en la que toda conducta está sospechada,
tabulada y medida, de acuerdo a tablas y valores, que nada tienen que ver con las
vivencias del interno. Por lo tanto, esta flexibilidad debe adoptarse como principio,
debiendo presumirse de un modo “iuris tantum” la viabilidad de la vida comunitaria y
social del sujeto, quien podrá comenzar su condena en las fases de confianza o en otras
cualesquiera de las establecidas a continuación. Ello hará por otro lado, mucho menos
traumático el alejamiento de su grupo afectivo, su retracción, debilitamiento y

17
En el mismo sentido, Kent, Jorge: “Derecho de la Ejecución Penal”, Ed. Ad-Hoc, Bs. As., 1996; pag.
333.
18
Art. 35 del Reglamento General de Procesados: “El procesado que en el último trimestre calificado
haya merecido comportamiento Muy Bueno, trabaje con regularidad, si hubiere ocasión, y asista a los
cursos que tenga pendientes para cumplir con la educación legalmente obligatoria podrá solicitar, por
única vez, su incorporación anticipada al régimen de ejecución de la pena.”

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desesperación que provoca el corte de los lazos, la pérdida de un sentido de vida, el


choque contra una perspectiva ciega, frente a una pared que se repite.
Todo este discurso hace retroceder a la ley penal cuando menos cincuenta años,
en que los estudios criminológicos aún tenían su base en las búsquedas etiologistas
centradas en cabeza de cada individuo en particular.
Los estudios criminológicos, dictámenes de los peritos en la materia, tendrán por
finalidad no la clasificación estructurante y estanca de los internos, sino la búsqueda y
captación de aquellos elementos que hechan por tierra con la presunción de aptitud para
ser regresado a la vía libre. En tanto ello no quede demostrado, el individuo del que se
trate, deberá ser tomado en el establecimiento que se le aloje, como cumpliendo la última
de las etapas de la progresividad del tratamiento previsto en su integridad.
Lo dicho es concordante con la transformación que supone la derogación de la
obligatoriedad estricta del tratamiento. A la rigidez del antiguo marco legal, sucede esta
apertura individualizada en la que el interno será impulsor y ejecutante.

Art. 8. Las normas de ejecución serán aplicadas sin establecer discriminación o


distingo alguno en razón de la raza, sexo, idioma, religión, ideología, condición
social o cualquier otra circunstancia. Las únicas diferencias obedecerán al
tratamiento individualizado.

(Art. 10 R.G.P.)
Por el art. 23 del R.G.P., se dispone: “Finalizado el procedimiento del ingreso,
para conformar grupos homogéneos y a fin de impedir la posible influencia negativa de
unos internos sobre otros, se dispondrá su alojamiento teniendo en consideración sexo,
edad, estado físico y mental, educación. antecedentes y naturaleza del delito que se le
atribuye.
“En consecuencia, se alojarán separadamente:
“a) Los hombres de las mujeres, debiendo éstas ocupar establecimientos o
secciones independientes con organización y régimen propios.
“b) Los jóvenes adultos de los adultos.
“c) Quienes presenten enfermedad o deficiencia física o mental u otros factores
personales que no les permitan adaptarse al régimen normal del establecimiento.
“d) Los drogadependientes que deban seguir un tratamiento asistencial
específico.”

27
28

A ello debe agregarse la previsión del art. 125 R.G.P.: “Conforme lo previsto en
el artículo 12 inciso d), quienes hayan cumplido veintiún años podrán permanecer en
instituciones especiales o en secciones para jóvenes adultos hasta cumplir veinticinco
años. Con posterioridad serán trasladados a un establecimiento para adultos.”
Los mismos cánones que se utilizan para la observación técnico-criminológica,
obedecen a un positivismo etiologista, cuyos prejuicios no son más sanos que los que se
basan en los caracteres enunciados por este artículo.
Por otro lado, existen unidades penitenciarias exclusivas para internos que
hubieran pertenecido a alguna fuerza pública o aún de vigilancia privada, cuyos
regímenes suelen ser mucho más tolerantes, discretos, y donde las relaciones entre
internos y guardias se lleva a cabo de un modo más tranquilo, y las intromisiones suelen
ser más superfluas.
También concurre, por otra parte, lo que se denomina cultura carcelaria o
sociedad carcelaria, tipificante de varios roles a ocupar por los distintos caracteres de
personalidad y en razón de valoraciones interactuantes, y que tienen influencia en las
relaciones cotidianas, de excepciones, pactos y privilegios en el penal. Estos roles o
posicionamientos son característicos de las instituciones penales, y pueden reconocerse
en otras sociedades. Así, con respecto a Norteamérica, en base a los estudios de Korn y
McCorkle19 , las agrupaciones intramuros de internos estarían conformadas de los
siguientes estratos: “Right guys” (o tipos derechos), quienes son estimados y respetados
en forma particular, por presentarse ubicados, solidarios, inflexibles e inteligentes, con un
sabio manejo sobre los guardias y un correcto trato con los compañeros. En nuestras
prisiones, este papel puede coincidir en sus caracteres generales con el llamado
“poronga”, quien posee un prestigio ganado en función de sus silencios, resistencias,
actos de preclaro compromiso con los internos y una relación de igual a igual con los
superiores de la institución. En oposición a este grupo se encontrarían los “ortivas”,
obsecuentes con los custodios, sumisos al establecimiento, llamados en la jerga
norteamericana “square John”, con el mismo perfil. Marginados, y expuestos a cualquier
tipo de medida, en peligro constante por su integridad física y hasta por su vida, se hallan
los “buchones”, “stool pigeon” o “rat”, quienes colaboran abiertamente con los agentes
penitenciarios suministrándoles información sobre los otros detenidos, granjeándose a
cambio ciertos favores que interpretarán como privilegios. Otro tipo reconocible es el de
los “bull busters” o “toros reventones”, “barderos” en nuestro argot penitenciario,

19
Cit. por Kaufmann, H.: “Ejecución Penal y Terapia Social”, Ed. Depalma, Bs. As., 1979, pags. 13 y
ss.

28
29

personalidades imprevisibles que explotan en situaciones inconvenientes, sin un sentido


solidario y con un caracter provocativo y molesto para con todos. Finalmente, un sector
de internos que puebla en buena medida el grueso de los penales, son los “cachivaches”,
quienes se evaden de la situación por la que atraviesan “empastillándose”, consumiendo
cierto tipo de somníferos, y descuidados para con su persona y relaciones. Habrá también
quienes con su dinero o mercancías pueda obtener determinados beneficios o
ubicaciones, con las que deben ser muy cautos, sin ostentación ni demostraciones
abiertas, para no exitar la lógica y natural envidia del resto.
El esquema muy sintético que antecede no debe impedir observar que muchas
veces las figuras de nota en un penal son impuestas con el objeto de controlar en cierta
forma ordenada y pacífica un pabellón, a través de un “poronga” o “right guy”
moderado. O impulsar a través de ciertos “barderos” o “bull busters”, personalidades
extrovertidas de reacciones desordenadas y violentas, ciertas movilizaciones que puedan
dar pié en su momento a respuestas esperadas de fuerza.
En relación al tipo de delito cometido, se nota un mayor compañerismo entre
ladrones, del tipo que sean, sobre todo aquellos condenados por robo con armas, por el
riesgo implícito de tal agravante. Por debajo se encuentran los “estafeta” o estafadores,
“biromistas”, cuyo caracter más pasivo e intelectual los coloca en posición menos viril.
Luego, los “giles” que son detenidos por delitos contra la ley de estupefacientes, quienes
han engrosado en muy buena medida la población carcelaria en los últimos tiempos,
grupo del que los más estarán desprotegidos, y unos pocos continuarán negociando,
ahora intramuros. En la humillación persecuente estarán los “violetas”, “violines” o
violadores, especialmente de niños, quienes recibirán un trato vejatorio constante, y
deben conseguir respaldo a muy alto costo. Con respecto a los homicidas la cosa es
menos sencilla, dependiendo siempre del sexo de la víctima (perseguidos si es mujer), su
rol social (respetados si se trataba de un policía), circunstancias anexas (motivos de
honor, por ejemplo, que se tienen en alta estima), etc.
Toda esta estructura social real, innegable, debe ser tenida en cuenta por los
decisores y por los responsables de las etapas del tratamiento, para poseer una mejor
idea acerca de la situación de padecimiento del interno del que se trate. Sin ocultar
debajo de una mentida igualdad, la despreocupación por ciertos estigmas que se imponen
a cada uno, que tendrá una muy seria influencia en su comportamiento, adecuado a
ellos.20

20
Véase Neuman, E. e Irurzun, V. : “La sociedad carcelaria”. Ed. Depalma, Bs. As.,

29
30

No olvidar a todo esto la permanencia de celdas y pabellones “V.I.P.” alquilados


por dinero o influencia, uno de los modos más descarados de evidenciar la profunda
desigualdad que el sistema carcelario argentino actual no sólo padece, sino que
promueve.

Art. 9. La ejecución de la pena estará exenta de tratos crueles, inhumanos o


degradantes. Quien ordene, realice o tolere tales excesos se hará pasible de las
sanciones previstas en el Código Penal, sin perjuicio de otras que le pudieran
corresponder.

(Art. 9 R.G.P.)
A este respecto, y en función del grado de violencia que se viene sosteniendo en
nuestras prisiones, la posible sanción penal, dependiente de una denuncia concreta, al
igual que cualquier otra medida de índole administrativa o burocrática, se encontrará
atrapada por el miedo, por la coerción interna del régimen cerrado. Por ello, entendemos
que debe adoptarse, en modo análogo a la aplicación de la doctrina del “fruto del árbol
venenoso”, una medida relacionada con el régimen de libertad del interno, en caso de
comprobarse lesiones sufridas por el abuso de autoridad, aún sin lograr individualizar al
culpable. En los supuestos de procesados, el argumento es exactamente el mismo que
nuestros tribunales han expedido al receptar la regla de exclusión. En el caso de los
condenados, ello es así, ya que análogamente a como se entiende por aquella doctrina,
que “la administración de justicia no puede constituirse en beneficiaria de un hecho
ilícito”, las desnaturalizaciones de la pena importan un claro menosprecio de la
legitimación y télesis de la misma, no pudiendo sostenerse por más tiempo prisonizado a
quien ha sido víctima directa de la agresión física o psíquica con el objeto supuesto de
proseguir un tratamiento adecuado en razón de una pena resocializadora. Pudiera decirse
que la prosecución de seguridad ciudadana no puede crear mayor inestabilidad jurídica
por sus mismos órganos. Que un miembro del Estado, en nombre de éste ejerza la
tortura física o psicológica es igualmente repugnante fuera de la prisión como dentro de
ella. En un estado de derecho de tradición liberal, la actuación de los funcionarios de la
administración se encuentra acotada al cumplimiento de sus fines, en tanto que los
ciudadanos poseen la libertad de fijarlos, darles sentido y ejercerlos. Por otro lado, no
basta con que ocurran sanciones contra quien haya cometido el hecho de agresión.
Ocurre que se establece intramuros, una red de temores y ocultamientos que harán muy
dificultosa la individualización del agente responsable, y que llevan a cabo una silenciosa

30
31

coerción que trasciende los efectos individuales. Queda instalado el terror en el


establecimiento, que luego funcionará con su sola presencia, reduciéndose los niveles de
la reacción, por lo que cabrá esperar respuestas cada vez más violentas, arrancadas, de
situaciones o comportamientos cada vez más simples. Dispuesta la tortura, luego la
persecución, no declarada, se hará constante. Se hostigará por a través de la misma
atmósfera nudosa y espesa que sucede a cualquier dolor injusto.
Se trata de delitos de lesa humanidad, tipificados por la Convención Internacional
contra la Tortura y Otros Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes, texto de rigor
constitucional en virtud del art. 75 inc. 22 C.N.; cuya violación compromete aquella zona
de la dignidad común que alcanza su significado sólo y en cuanto funcionen como
principios irreductibles. Así como la persistencia de un sólo esclavo pervierte todas las
libertades, la producción de hechos degradantes desde el sistema que custodiamos y
protegemos, nos convierte en cómplices de su sostenimiento.

Art. 10. La conducción, desarrollo y supervisión de las actividades que conforman


el régimen penitenciario serán de competencia y responsabilidad administrativa,
en tanto no estén específicamente asignadas a la autoridad judicial.

(Art. 11 R.G.P.)
Ya nos hemos referido, al comentar los arts. 3º y 4º a las atribuciones del control
jurisdiccional. Cada uno de los actos que se llevan a cabo en el proceso de ejecución de
la pena, ejercidos por la autoridad administrativa, son actos administrativos, poseyendo
en rigor todas las características que le definen. Estas son, en el ámbito nacional, las
siguientes: Suponen decisiones unilaterales, efectuadas en el ejercicio propio de su
atribución, que produce efectos jurídicos directos de alcance individual, y actuales. Por
tanto, al mismo tiempo debe poseer los siguientes elementos esenciales: Competencia,
objeto, voluntad y forma (art. 7º LNPA). La relación de estos elementos, a su vez,
supone la necesidad de motivación y causa. Luego, puede ser objetado, declarado nulo y
obligado el Estado a la reparación del daño causado, si lo hubiere, en razón de la falta de
uno de los elementos premencionados, o por los vicios de irrazonabilidad, ilegitimidad,
arbitrariedad o desviación de poder. Goza del principio de ejecutoriedad siempre que no
se hubieren tomado vías de hecho, ni se hubiera avanzado en esferas que excedieren su
marco, en función de alterar de algún modo el régimen regular de los internos, sobre los
que recae especialmente.

31
32

Consecuencia de la relegación político-jurídica de la ejecución penal es la


reducción de los tres juzgados de ejecución de la Capital Federal, competentes para
decidir, examinar y resolver sobre las causas llevadas adelante por todos los condenados
en su ámbito, de cumplimiento efectivo o no a un personal mínimo, arrinconado en una
misma oficina sobre la calle Lavalle al 1171, donde se acumulan causas y consultantes,
conllevando a una saturación de trabajo que sólo tiene como consecuencia la inoperancia
o inefectividad de cada uno de ellos.
Con respecto a los procesados, es evidente que el juez de su causa es responsable
y competente de toda materia relacionada con su prisión preventiva.
Existe en el ámbito federal, la figura del Procurador Penitenciario nacional. Este
cargo, funciona dentro de la esfera administrativa, dependiendo directamente en sus
funciones del Ministerio de Justicia. En sus comienzos, y por el término de cuatro años,
dicho cargo estuvo ocupado excelentemente por el Dr. Eugenio Friegas, de una manera
francamente progresista y elogiable. En la actualidad le sucede el Dr. Oscura Fappiano,
de quien esperamos continúe la fértil labor de su antecesor, desarrollándola en el marco
del fundamental respeto a la dignidad de la persona y a la garantización de los derechos
humanos en las prisiones. A pesar del real esfuerzo desarrollado por esta Procuración,
destacándose especialmente la labor de los asesores que son su rostro directo, su
pertenencia al ámbito de la Administración y la intersección de sus atribuciones con las
del juez de ejecución, han llevado a pensar acerca del caracter político buscado en la
sanción de esta institución.21
A todos los efectos del cumplimiento efectivo de las atribuciones y controles que
recaen en cabeza del juez de ejecución, es imperioso que el juzgado atienda durante las
veinticuatro horas del día, en las que los internos se encuentran a plena disposición de los
funcionarios del Servicio Penitenciario, para una acción rápida, efectiva, atenta y
vigilante sobre el respeto de sus derechos y la recta procuración de los principios de la
presente ley. Este es el criterio adoptado por los tribunales de Sorveglianza, en Italia,
creados por la ley 354 del 26 de Julio de 1975, con diversas modificaciones posteriores
aggiornada a los cambios políticos en dicho país.
La Cámara Nacional de Casación Penal, por su Sala 1ª (Causa Nº 57,
“Amamanto, Rodolfo”) distinguió la competencia del juez de ejecución en cuanto se
encuentre habilitada en ejercicio de sus funciones judiciales o administrativas. Para las

21
“No se confía en el rédito que pueda generar el desempeño de la magistratura como competente o
resulta imposible la tolerancia de aceptar la realidad de una supervisión judicial absolutamente
autónoma, incrustando un emisario del Poder Ejecutivo para amenguar la exelcitud de la Administración
de Justicia” Jorge Kent: “Ejecución Penal y el Nuevo Proceso”. Ed. Ad-Hoc, Bs. As., 1993.

32
33

primeras, entiende procedente la vía incidental para el procedimiento de los reclamos o


peticiones que tengan lugar, en tanto que para las segundas, expresa estar exceptuada
dicha vía, pudiendo el magistrado actuar de plano. Mas, en la decisión que se tome
contra actos propios de la administración penitenciaria, establece su competencia
exclusiva y definitiva, siendo inadmisible un recurso posterior. Este mismo criterio fue
sostenido por la Cámara Nacional Criminal Sala Vª, en causa 1.140 sobre el mismo
condenado “Amamanto, Rodolfo E.”, cuyo resolutorio es del 9 de Marzo de 1994. Allí
se sostuvo que “No es competencia de la Cámara de Apelaciones la impugnación
interpuesta por el condenado contra la decisión del Servicio Penitenciario que l denegó
recibir visitas íntimas en la unidad carcelaria (art. 497 C.P.P.), toda vez que es el Juez de
Ejecución penal el órgano natural revisor de la actividad administrativa desplegada en la
etapa de ejecución por las autoridades penitenciarias, no afectando ello la garantía de la
doble instancia, pues las resoluciones administrativas no requieren multiplicidad de
instancias, principio al que no escapa la etapa de ejecución penal”. De modo que por este
pase mágico, transfórmase la ejecución de la pena en Derecho Administrativo. Mas, por
imperio de los arts. 116 y 117 C.N., el Poder Jurisdiccional ejerce su competencia sobre
todos los asuntos que se rigen por nuestra Carta Magna. Siendo ello así, el mencionado
expediente divisorio de aguas entre los dos tipos de ejercicio de la competencia judicial,
es una aberrante construcción que no sólo limita en grado sumo la supervisión del
Servicio Penitenciario, sino que además, impide a los jueces ejercer el control de
constitucionalidad de los actos públicos, mandato sine que non del Poder Judicial,
cláusula pétrea de su institución y su más indelegable deber y atributo. En tal sentido,
coincidimos con la disidencia que en el último fallo citado realizara el Dr. Filozof en
cuanto a que “Debe hacerse lugar al recurso, y permitirse la realización de visitas íntimas
al condenado, ya que la imposición de una pena detentiva implica la privación,
únicamente, del derecho ambulatorio, pero no de los demás, que toda sociedad acuerda a
sus ciudadanos (art. 5 y ss. del C.P.). Por otro lado, y dado que tal derecho no se halla
expresamente prohibido (art. 497 C.P.P.), debe concluirse que se halla permitido (art. 19
C.N.).”
Los fallos reseñados están dando triste cuenta de que la privación de libertad no
es sólo eso, sino que impone una sumisión acabada y una reducción subordinada en
todos los órdenes de la vida diaria, a la disposición absoluta y arbitraria de las
autoridades del penal en que se encuentre, primero, y de la Dirección Penitenciaria
correspondiente, después. De acuerdo con ellos, existirían dos tipos de derechos de los
internos: Unos de raigambre constitucional y prosapie punitiva, y otros degradados y

33
34

bastardos, de herencia meramente penitenciaria. En materia de ejecución penal, cada uno


de los derechos establecidos por la presente legislación, y sus consecuentes y
basamentales, es aplicación directa de derechos reconocidos en nuestro sistema de
gobierno, para el ámbito del cumplimiento de la condena. Así, las visitas íntimas son
expresión penal del derecho a formar una familia, (sin olvidarnos de la libertad autónoma
de la visita) a llevar una vida de afectos, a relacionarse con los otros (arts. 14 y 33 C.N.);
la correcta alimentación y las condiciones sanitarias y edilicias hacen a la protección de la
integridad física, la salud, e incluso al derecho a un medio ambiente apropiado para la
vida (arts. 14 y 43 C.N.); la publicidad previa de los traslados de establecimiento, la
revisión de las sanciones disciplinarias y la calificación correcta y sistematizada de la
conducta y concepto del interno, importan la realización de los derechos a la
información, la razonabilidad de los actos de gobierno, los principios de reserva y ley
previa, y el de petición a las autoridades (arts. 14, 18 y 19 C.N.); la retribución del
trabajo penitenciario, la protección de los objetos personales del interno y de los que le
son entregados por sus visitas, es ejercicio del derecho a la propiedad (art. 17 C.N.);
pudiendo continuar en la enumeración en razón de cada uno de los aspectos de la vida
desarrollada bajo la ejecución de la pena privativa de libertad; encontrando en todos
ellos, en el centro mismo de su posibilidad existencial, el principio liminar de la dignidad
del hombre.
Por otro lado, el desglose realizado por la Sala 1ª de Casación y la mayoría de la
Sala Vª de la Cámara Criminal, entenderían al juez de ejecución penal como un neurótico
desdoblado con un rostro penal y otro administrativo. La competencia de este juez es
específica, como la de cualquier otra institución judicial, ya que cada una posee
estrictamente delimitado su campo de acción; mas, no se trata de un juzgado “especial”,
ya que ello, además de violatorio nuevamente del art. 18 C.N., importaría su aislamiento
del fuero Criminal y Correccional, el que de ninguna manera es permisible, dado que se
establece la integración de los juzgados de ejecución en la estructura general del fuero
Criminal y Correccional, dando competencia recursiva a los superiores de las
resoluciones que se emanen desde allí. (Arts. 23 y 24 C.P.P.N.). La creación de los
Juzgados de Ejecución no viene a incorporar un ámbito jurídico nuevo a la atribución
jurisdiccional, sino que se trata de la responsabilidad sobre aspectos ya pertenecientes a
los jueces ordinarios, sobre los que convenía un entendimiento específico y un desarrollo
propio. Sus decisiones se encuentran regidas y enmarcadas en el Derecho Punitivo. Sería
digno de verse la apelación de sus resolutorios por ante la Cámara Contencioso
Administrativa, arguyendo lo asentado por la jurisprudencia presentada. El ámbito de

34
35

desenvolvimiento de los jueces de ejecución fue recortado de entre las atribuciones de


los jueces de la causa. Por tanto, no puede estarse luego de su incorporación en situación
de mayor desamparo judicial que antes de su nombramiento.
Las sentencias traídas a cita en este comentario han sido dadas con anterioridad a
la sanción de la presente ley. Luego de ésta, está claro por sus arts. 3º y 4º a los que ya
nos hemos referido, queda establecida para los casos en que resulten vulnerados los
derechos de los internos, la “competencia judicial”, consolidándose así el principio de la
judicialidad en esta etapa del proceso penal. Dicha expresión, manifiesta
inequívocamente la avocación del poder jurisdiccional en atención al cumplimiento y
observancia de la ley 24.660, los derechos constitucionales que por ella se reglamentan y
la puesta al día de los cometidos de la legislación internacional al respecto. Por ello
entendemos que el presente cuerpo legal ha culminado en el entendimiento propugnado
por nosotros, receptándolo y constituyéndolo de forma unívoca.

Art. 11. Esta ley, con excepción de lo establecido en el art. 7º, es aplicable a los
procesados a condición de que sus normas no contradigan el principio de inocencia
y resulten más favorables y útiles para resguardar su personalidad. Las cuestiones
que pudieran suscitarse serán resueltas por el juez competente.

Art. 6º R.G.P.: “Mediando conformidad del procesado, sin afectar el principio


de inocencia ni la defensa en juicio, podrá ser incorporado a las normas vigentes para
condenados”. Esta posibilidad, paradójica por cierto, habla de la irrazonabilidad de la
prisión preventiva, por un lado, en tanto que ínsito a su caracter prima su
excepcionalidad; y por otra parte, señala una abierta contradicción con todo el sistema
represivo en su conjunto. A continuación, el art. 7 R.G.P. dispone que “A los efectos del
artículo anterior se desarrollarán programas que brinden a los internos oportunidades
de ejercer sus derechos a la salud, a la educación y al trabajo. Deberán respetarse sus
derechos al afianzamiento de los lazos familiares y sociales, a la libertad de
pensamiento y a la información”. Todo ello, simple transcripción de principios
constitucionales, no sólo tiene vigor para aquellos que opten por incorporarse al régimen
de condenado, sino que también cobra plena vigencia para todo interno que se encuentre
alojado en cualquier establecimiento del país.22

22
En relación a este asunto en particular, tener presente lo dicho en la advertencia sobre la cita del
R.G.P. al comienzo de este trabajo.

35
36

Muchas veces, ante la excesiva duración de los procesos penales, internos de


diferentes unidades reclamaban ser asociados al régimen para condenados, en tanto como
procesados no pueden acceder a trabajos, goce de peculio, salidas, y demás derechos que
en función del tratamiento penitenciario le corresponden a quienes ya poseen condena.
Alguna vez, como abogados, hubimos de bregar por la consideración en calidad de
condenado de clientes que se hallaban en espera de unificación de sentencias, por lo que
sus causas seguían abiertas en cierta forma.
Dicha situación, paradójica, en que se procura ser considerado como condenado,
nace como consecuencia directa del uso acendrado, mecánico e impersonal, de la prisión
preventiva.

Por principios generales de ejecución habrán de entenderse los lineamientos de


desarrollo, dinamismo, interpretación y aplicación de las normas e institutos establecidos
en esta ley. A modo de síntesis grupal de los artículos precedentes, en cuanto establecen
el marco de actuación de todo el sistema de las penas privativas de libertad,
enunciaremos los extremos a que dan lugar, en forma explícita e implícita, deducibles del
juego de los artículos que anteceden:
1. Prevención especial. A través del artículo primero queda asentado como norte de toda
la herramienta ejecutiva, la prevención especial, en tanto pueda significar una mera
legitimación de la privación de libertad, o la adscripción a ciertas modalidades
terapéuticas, las que únicamente podrán ser útiles en la medida de ser adoptadas
voluntariamente por los internos de las prisiones. (art. 5º)
2. Excepcionalidad. El régimen penitenciario, en todas sus consecuencias, debe ser
entendido siempre restrictivamente en cuanto pueda afectar los derechos de los internos,
quedando preservados aquellos derechos que tienen su sustrato en la dignidad humana en
cuanto a su pleno ejercicio durante la duración de la condena. (art. 2º y 5º)
3. Judicialidad. Por el juego de los arts. 3º,4º y 10º, en virtud de la hermenéutica
expuesta, queda fijado el control judicial de cada uno de los actos ligados a la ejecución
de las penas privativas de libertad, especialmente aquellos que incidan directamente sobre
los internos.
4. Progresividad. En función de la finalidad de la pena preceptuada por el artículo 1º, la
progresividad debe ser entendida no sólo en relación a la paulatina descompresión de las
condiciones de privación de la libertad (su cumplimiento en establecimientos de máxima

36
37

seguridad, media y mínima, por ejemplo), sino en razón del acercamiento del interno a un
responsable ejercicio de su libertad, refugiándole de la feroz desocialización que el
mismo ámbito carcelario pueda provocarle (art. 178º de la presente ley). El juego posible
entre una y otra acepción de esta progresividad está abierto por la voluntariedad de
someterse a tratamiento criminológico específico y a la flexibilidad estatuída en el art. 7º.
5. Igualdad. Por el artículo 8º, aplicación directa del art. 16 de nuestra Constitución
Nacional, no habrá distingos arbitrarios entre los internos. Ello impedirá al mismo
tiempo, la categorización o clasificación basada en pautas valorativas ajenas al hecho por
el que se encuentran condenados, o basados en la mayor o menor adscripción a los
esquemas prefijados de conducta (análisis de civilización dominante).
6. Humanidad. Este principio ha de teñir todas las áreas y movimientos dentro del penal,
en virtud de favorecer la convivencia, reestablecer vínculos socio-afectivos, e incluye la
absoluta prohibición de tratos crueles, inhumanos o degradantes (tal como lo prevé el
tratado internacional contra las torturas y tratos inhumanos o degradantes, de caracter
constitucional por a través del art. 75 inc. 22 de la Carta Magna). Asimismo, es extensivo
a todo el grupo socio-afectivo de los internos.
7. Intrascendencia de la pena. En función de los anteriores principios, establecidos
conforme a la individualización de la pena, el respeto por la intimidad y los derechos
humanos de los detenidos y condenados, se deriva el principio de intrascendencia de la
pena, en tanto su cumplimiento no puede provocar dolor extensivo a otras personas,
tales como el círculo afectivo de los internos, representantes legales, empleados, y hasta
quien hubiere resultado su víctima.

37
38

Capítulo Segundo.
Modalidades Básicas de la Ejecución.

Sección Primera. Progresividad del régimen penitenciario.

Períodos

Art. 12. El régimen penitenciario aplicable al condenado, cualquiera fuera la pena


impuesta, se caracterizará por su progresividad y constará de:
a) Período de observación;
b) Período de tratamiento;
c) Período de prueba;
d) Período de libertad condicional.

El vetusto Código de Ejecución Penal de la provincia de Buenos Aires denomina


a este régimen pintorescamente como “de adaptación progresiva”, al que escala en
cuatro grados sucesivos llamados respectivamente “período de observación, de
tratamiento básico, de prueba y de reintegración. Una vez más, en este aspecto, queda
demostrada la fungibilidad de las denominaciones. La división en períodos puede dar,
falsamente, la idea de un devenir, de un derrotero a realizar, de una actividad a cumplir.
Mas, es simplemente la rotulación estática, la clasificación y ordenamiento tabulados lo
que se busca obtener por su medio. El tratamiento tiene íntima relación con el sitio en
que el interno se encuentre soportando la pena. Esto es, se ubicará a cada uno en
pabellones diferenciados de acuerdo al pronóstico criminológico, cuyos nombres guardan
estrecha relación con las fases de resocialización previstas en el reglamento de
progresividad. Ubicar es designar. En el espacio vacío del encierro, esa inasibilidad del
estar sólo es un etiquetamiento, una vidriera expositiva para el diálogo académico y la
irreflexión penitenciaria.

Período de observación

Art. 13. Durante el período de observación el organismo técnico criminológico


tendrá a su cargo:

38
39

a) Realizar el estudio médico, psicológico y social del condenado,


formulando el diagnóstico y el pronóstico criminológico, todo ello se asentará en
una historia criminológica debidamente foliada y rubricada que se mantendrá
permanentemente actualizada con la información resultante de la ejecución de la
pena y del tratamiento instaurado;
b) Recabar la cooperación del condenado para proyectar y desarrollar su
tratamiento. A los fines de lograr su aceptación y activa participación, se
escucharán sus inquietudes;
c) Indicar el período y fase de aquel que se propone para incorporar al
condenado y el establecimiento, sección o grupo al que debe ser destinado;
d) Determinar el tiempo mínimo para verificar los resultados del
tratamiento y procederse a su actualización, si fuere menester.

El Reglamento Interno de la Progresividad del Régimen Penitenciario


(Resolución Nº 730/86 de la Dirección Nacional del Servicio Penitenciario, Boletín
Público Nº 1735, con las modificaciones de la Res. Nº 965/87, 704/88 y 829/89), hoy sin
vigencia en virtud de la derogación de la ley que reglamentaba (Dec.-ley 412/58) por la
presente, pero cuyo ejercicio se sigue reproduciendo de manera inercial y
consuetudinaria, fijaba por su artículo 5º que una vez receptado el testimonio de la
sentencia firme, habrán quince días como máximo para el comienzo del Período de
Observación. En treinta días a partir del ingreso del interno a aquel, el Centro de
Observación y Calificación así como los Servicios Criminológicos de cada unidad
penitenciaria, elevarán sus informes al Instituto de Clasificación, quien los evaluará y
establecerá el tratamiento y destino a seguir con el condenado del que se trate. (arts. 2º
al 4º). Esta observación se realiza en función de sujeto/objeto, analizando a cada
individuo de acuerdo con modelos, arquetipos y prejuzgamientos que vienen asignados al
rol de cada una de las partes de ese estudio.
Para la realización de este estudio se harán entrevistas, se realizarán los tests
predispuestos, se intentará fijar en el condenado la condición de su diferencia, en su
construcción y caracter.
El fundador de la etnometodología, H. Garfinkel, solía realizar la siguiente
experiencia: Alertaba a sus alumnos acerca de que iban a mantener una entrevista con
terapeutas, a quienes debían dirigirles preguntas que sólo pudieran ser respondidas por sí
o por no. Las respuestas, en el caso, eran aleatorias, mas, este dato era desconocido por
sus estudiantes. Sin embargo, cada uno de ellos asignó al término de la experiencia, una

39
40

significación total a todo lo dicho. Ello pone de manifiesto que detrás del contenido
explícito de cualquier verbalización, existe una percepción estructural, que es la que
finalmente salta a la vista en todo tipo de examen de personalidad, inteligencia, caracter
o rendimiento. Por lo que dichos estudios demuestran ser autorreferentes, circulares,
superfluos, pretendiendo asir en la exteriorización de ciertas conductas aquella parte de
ellas que es buscada por el mismo análisis. Del mismo modo en que las estadísticas no
nos revelan la cantidad exacta de delitos que se realizan a diario en un sector
determinado, sino sólo los criterios de selección de la persecución penal, así, los índices
reportados por los exámenes de observación de los internos, sólo nos darán una idea del
modelo de interno conque se trabaja estructuralmente.
Otro tipo de experiencias nos llevan a las mismas conclusiones. Se trata de las
que tienen lugar con objeto del desenmascaramiento de los falsos adivinadores. En este
sentido, puede citarse las siguientes: 1) Se le pide al adivinador que nos dé los
caracteres, idiosincracia y temperamento de determinadas personas, brindándole de ellas
todos los datos que nos solicite, aún su entrevista personal. Las conclusiones a las que
llegue, sin embargo, no debe comunicarlas directamente a sus consultantes, sino ponerlas
por escrito identificando por un seudónimo a cada uno de aquellos. Luego, se les invita a
éstos últimos a identificar las conclusiones que han acertado sobre su personalidad,
cotejándolos luego con las correspondientes identificaciones de cada seudónimo. 2) A
una cantidad de consultantes se les entrega un mismo resultado de la labor adivinatoria, y
se constata luego en qué medida cada uno se encuentra ciertamente reflejado en lo dicho
por él. 3) Una misma persona consulta en diferentes momentos y ocupando distintos
roles de comportamiento y de orden social frente al adivinador. Tales cambios (más o
menos autoritario, vestido de un modo más elegante o pordiosero, presentado como
profesional u obrero, demostrando más o menos excepticismo) se realizan de tal modo
que el adivinador no pueda notar que se trata del mismo sujeto. Luego, las diferentes
respuestas deben leerse en relación a las variables de rol adoptadas (esto es sumamente
importante en la observación de los internos de un establecimiento penal).
El interno será adscripto a una calificación prevista en tabulaciones dadas.
Diagnósticos DSM, cuadros de conducta predeterminados, respuestas estereotipadas,
mecanizaciones impersonales de los sentidos, caracteres, historias de vida y estados de
ánimo. Todo es conmensurable, extático, perfecto en su consideración burocrática.
Rigurosidad de archivo. La personalidad queda escindida y parcelada. Se hacen escalas
de ansiedad, hipocondria, histeria, desviación psicopática, de intereses, paranoica,
dicasténica, de esquizofrenia, de hipomanía, etc. Un “inventario” de Depresión estudia

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13 escalas de ésta, subdividiéndola en: 1. Tristeza; 2. Pesimismo; 3. Sensación de


Fracaso; 4. Insatisfacción; 5. Culpabilidad; 6. Autoaversión; 7. Autodestrucción; 8.
Retraimiento Social; 9. Indecisión; 10. Cambios en la Autoimagen; 11. Dificultad en el
Trabajo; 12. Fatiga; 13. Anorexia. Tal disección de cada aspecto de lo vivo convierte a la
observación en una biopsia de órganos separados e inconexos. A partir de allí, luego, se
perderá de vista, ocupando su lugar su calificación, dado que la misma prevé por sí las
causas, progresiones y consecuencias de aquel.
Todo lo dicho más arriba no va en desmedro de la seria labor de psicólogos y
psiquiatras que realizan su tarea de un modo responsable y consciente, sino en función de
la ritualización de estudios premoldeados y estereotipados, de conformación e
interpretación unidireccional, que suelen tener lugar en nuestras cárceles. Mientras más
pueda acercarse el estudio de la personalidad de los internos, al del resto de los pacientes
de un consultorio común, todas las variables que pudieran confundir en virtud de la
interactuación de los roles ocupados por observado y observador, en medio de la
relación de poder que se ve agravada por la cárcel se verán menos insidiosas, y nos
acercaremos a conclusiones más certeras y útiles para la comprensión de cada sujeto. La
burocratización de estas tareas representa al mismo tiempo una reducción de la labor
psicológica o social a la redacción de formularios repetitivos.
Art. 12 R.G.P.: “En las cárceles o alcaidías funcionará un Centro de
Evaluación presidido por el Subdirector e integrado por el jefe de cada una de las
áreas relativas a la aplicación del régimen carcelario.
“Son funciones de este centro:
a) Emitir dentro del plazo improrrogable de quince días hábiles desde el ingreso
del interno un dictamen único e integral, asesorando a la Dirección sobre el lugar de
alojamiento y las pautas del régimen aplicable al caso.
b) Calificar el comportamiento del interno.
c) Producir los informes solicitados por la autoridad judicial o penitenciaria.
d) Informar sobre la conveniencia de que permanezcan en los lugares de
alojamiento los jóvenes adultos que hallan cumplido la mayoría de edad y hasta los
veinticinco años y en el supuesto del art. 125..
e) Informar en los pedidos de los procesados para su incorporación anticipada
al régimen de ejecución de la pena.”
Asimismo, dispone el R.G.P. en su art. 74 que “Personal del servicio social a
partir de su ingreso entrevistará al interno a fin de elaborar su historia social para
incorporarla a su legajo personal.”

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Queda derogada en forma absoluta la calificación de “difícilmente adaptables o no


adaptados”,23 o cualquier otra análoga, sobre la que se realizaran regímenes de pura
sujeción y anulación del interno. Si la prisión les es inocua, poseyendo el Estado el deber
de legitimar el encierro con una función específica, dada en virtud del fin de la pena, no
se comprende cómo han sido capaces de pena o de culpabilidad, como lo señaláramos en
el comentario al art. 1º de esta ley.
Este período de observación es, llamativamente, en el que tiene lugar el mayor
retraso en el desarrollo del régimen de progresividad, el que es exclusivamente imputable
a la morosidad en la comunicación de las sentencias por los tribunales orales, la ralentada
conformación de los estudios pertinentes y la general postergación de sus lineamientos.

Período de tratamiento

Art. 14. En la medida que lo permita la mayor o menor especialidad del


establecimiento penitenciario, el período de tratamiento podrá ser fraccionado en
fases que importen para el condenado una paulatina atenuación de las
restricciones inherentes a la pena. Estas fases podrán incluir el cambio de sección o
grupo dentro del establecimiento o su traslado a otro.

De acuerdo al derogado régimen de la progresividad, el que aún sigue fijando las


pautas de comportamiento, de un modo ya prácticamente consuetudinario, el período de
tratamiento se divide en cuatro fases, cuales son: Orientación, socialización, pre-
confianza y confianza (art. 7º).
De acuerdo a los resultados de la elaboración, se destinará al interno al
establecimiento que se hubiera recomendado. Este traslado puede importar en muchos
casos la desvinculación y el desgarro familiar, separándolo a cientos de kilómetros de su
hogar, de sus vínculos afectivos, por no existir otro establecimiento del tipo adecuado en
la zona.
Una vez incorporado al respectivo penal, tendrá lugar, por el término de 15 días
como máximo, el período de orientación. Este período no es más que una reedición del
período de observación anteriormente citado. Con la única diferencia de que será
realizado por las autoridades del nuevo establecimiento.
Le sigue la fase de socialización, vendrá la aplicación intensiva del programa de
tratamiento. Durante esta fase, será examinado cuatrimestralmente por el Consejo
23
Art. 24 Código de Ejecución Penal de la Provincia de Buenos Aires, Ley 5619.

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Correccional. Al mismo tiempo, y en flagrante violación a los principios relativos a la


prevención especial, y al respeto por los derechos humanos, sólo se prevé el derecho a
una llamada telefónica cada cuatro meses. Desgarrando de ese modo, abruptamente,
todo vínculo cierto, siendo tomado literalmente por la institución penitenciaria al inicio
mismo de su condena. Situación traumática que difícilmente pueda remontarse en el
silencio retirado de la celda.
A continuación, sobreviene la fase de pre-confianza, en la que se le concederán (a
modo de dádiva o permiso, siempre sujeto a revocación) ciertas mejoras en su situación
penitenciaria, como disminución dela vigilancia, amplitud de los sectores de libre
tránsito, flexibilidad en sus horarios, mayores posibilidades de recibir visitas, y el derecho
a una llamada telefónica cada dos meses. Aquí, en el gobierno de lo mínimo, es donde
vemos en qué medida los reglamentos asumen toda la potestad sobre el interno, en un
modo oscuro, subterráneo y absolutamente desconocido por abogados y jueces.
El derogado reglamento disponía asimismo, y así se sigue observando en la
práctica, los requisitos para acceder a esta fase, en su artículo 11:
“A) No tener causa abierta donde interese su detención u otra condena pendiente;
B) Poseer conducta ejemplar o el grado mínimo que pudo haber alcanzado teniendo en cuenta el
tiempo de ejecución de la pena en Establecimiento de la Nación;
C) Poseer como mínimo la siguiente escala de concepto: 1. Condena de hasta tres años: Con el
sólo concepto favorable del Consejo Correccional; 2. Condena de más de tres años y hasta cinco años:
Un cuatrimestre de “bueno cinco”; 3. Condena de más de cinco años y hasta diez años: Dos
cautrimestres de “bueno cinco”; 4. Condena de más de diez años y hasta veinticinco años: Tres
cuatrimestres de “bueno cinco”; Pena perpetua: Cuatro cuatrimestres de “bueno cinco”.
D) Internos con la accesoria del art. 52 C.P.: 1. Condena de hasta tres años: Un cuatrimestre de
“bueno cinco”; 2. Condena de más de tres años y hasta cinco años: Dos cuatrimestres de “bueno cinco”;
3. Condena de más de cinco años y hasta diez años: Tres cuatrimestres de “bueno cinco”; 4. Condena de
más de diez años y hasta veinticinco años: Cuatro cuatrimestres de “bueno cinco”; 5. Pena perpetua:
Cinco cuatrimestres de “bueno cinco”.
E) Propuesta fundada del Consejo Correccional del Establecimiento.”
Este modo de reglamentar, prácticamente mnemotécnico, basado en simples
progresiones aritméticas, irracionalmente lógico, insustancial y sin vinculación empírica,
es nítido ejemplo del pensamiento mecanicista del Servicio Penitenciario.
La última fase, o fase de confianza, redundará en mayores beneficios, entre los
que tienen lugar la carencia de vigilancia directa, la realización de trabajos en el exterior
con discreta vigilancia, el tránsito fuera del cordón de seguridad móvil, alojamiento
diferenciado, mayores visitas, más tiempo y posibilidad de recreación y derecho a una
llamada telefónica mensual.

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Para ser incorporado a esta fase, aún hoy, por la mera inercia de los funcionarios,
se requiere (en función del derogado reglamento en su art. 15:
“A) No poseer causa abierta donde interese su detención u otra condena pendiente;
B) Poseer conducta ejemplar o el grado máximo que pudo haber alcanzado según el tiempo de
ejecución de la pena en Establecimiento de la nación;
C) Poseer concepto “bueno cinco” en el último cuatrimestre en Establecimiento de la nación;
D) Propuesta fundada del Consejo Correccional de la Unidad, y
E) Haber cumplido como mínimo los siguientes términos en la Fase de Pre-Confianza: 1.
Condena de hasta tres años: Un mes; 2. Condena de más de tres años y hasta cinco años: Tres meses; 3.
Condena de más de cinco años y hasta veinticinco años: Un mes por cada año de condena; 4. Pena
perpetua: Dos años y seis meses, y 5. Internos con la accesoria del art. 52 C.P.: a) Con condena de hasta
veinticinco años: Un mes por cada año de condena más cinco meses en razón de la medida de seguridad;
b) Pena perpetua: Tres años.”
Cabe destacar que de entenderse a cada fase como un derecho propio del interno,
no se ve de qué modo pueda quedar supeditado a la propuesta del Consejo Correcional
en cada caso. Este, de darse los demás requisitos, debía dar su visto bueno. Mas, en la
práctica contínua, ello se ejercitó contínuamente de un modo autoritario, entendiendo a
los ingresos en cada fase como permisos que la autoridad del penal otorgaba
graciosamente a los internos bajo su égida. Por otra parte, se llevan a cabo pocas veces,
apenas dos o tres en el año, por lo que muchos derechos se otorgan de un modo tardío.
A ello, hay que sumar el hecho de que cada traslado de Unidad de los detenidos supone,
en la monomaníaca burocracia penitenciaria, la producción de otros nuevos informes,
para lo que será preciso una y otra vez “hacer conducta”, es decir, pasar lo más
desapercibido posible por el ámbito carcelario. Todo lo que produce una evidente
angustia en el interno, que observa cómo sus esfuerzos se diluyen, no son tenidos en
cuenta, o sólo se aprecian tiempo después del esperado para el otorgamiento de los
derechos que legítimamente y en virtud de su comportamiento le corresponden.24
Sobre los tipos de tratamiento en sí propios, a más de toda la incidencia en los
mismos por el mero hecho de hallarse privado de la libertad, adscripto a la vida
autónoma de intramuros, están basados en relaciones unidimensionales, de tipo causal

24
Al respecto, debe señalarse que ante un traslado de jurisdicción federal a provincial, normas internas,
que sólo nos fueron mencionadas, rígidas en su letra y puesta en función, seguramente pensadas para el
supuesto de internos que transcurren provisoriamente un tiempo en sede extraña a la de su condena,
disponen la necesidad de un volver a empezar el período de tratamiento, ya que vuelve a contarse como
primer día el del ingreso del interno al penal provincial. Esta arbitraria y obtusa anquilosis ha hecho
decir al Dr. Hooft en fallo del 18 de Julio de 1997 de su Juzgado Crim. Y Correc. Nº 3 de Mar del Plata,
que “...no computar los tiempos de detención que ha sufrido el interno, en cualquiera de las situaciones
procesales alcanzadas, vale decir, como detención preventiva o cumpliendo pena, y en cárceles federales
o provinciales, para el acceso a beneficios expresamente contemplados por la ley, sin duda generaría
desigualdades con claas afectaciones a garantías constitucionales, que, como se apuntó, el Juez debe
remediar con el consabido control de la ejecución de la pena”.

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explicativos, meramente superficiales. Esto es, el pretender que la conducta de un sujeto


puede ser metamorfoseada por una técnica a aplicar, con prescindencia de su voluntad de
cambio, de su interés en el hallazgo o construcción de una nueva personalidad, es
trabajar con una imagen del ser humano realmente pobre, homogénea, mecánica y
maleable. Hilde Kaufmann nos refiere algunas de las terapias del comportamiento que se
legitiman en esta materia desde hace ya poco más de dos décadas, en los países
europeos. Así, por ejemplo, nos cita la “técnica de la aversión”, profundamente
reflexológica, al pretender inducir al buen comportamiento con suaves descargas
eléctricas producidas durante la realización de malas conductas, cuyo reverso es la
terapia del “acondicionamiento de evicción”, en que el interno debe comportarse de
cierta forma, y en cuanto no lo haga del modo adecuado recibe un estímulo doloroso.
Existe también una técnica basada en la hipnosis, denominada de la “desensibilización
sistemática”, la que consiste en introducir al interno en un estado hipnótico agradable y
hacerle representar en ese estado, todas aquellas situaciones que le provocaran angustia,
situaciones que serían las causales del delito. La idea es que al asociar la situación
angustiosa con la sensación agradable, esa compulsión desesperante al delito
desaparezca. Luego, con una base teórica más compleja, puede citarse la “terapia de la
configuración”, que intenta hacer reaccionar al interno en función del descubrimiento de
sus posibilidades de resocialización, a través de la administración de frustraciones
dirigidas a esa consciencia. Las descriptas, son técnicas aberrantes, aunque
inmediatamente consecuentes con la ideología de la prisión, surgentes del principio de
civilización dominante.
Otro tipo de tratamiento se da en los llamados “apoyos terapéuticos” donde el
mismo término nos está señalando que no se trata de una intromisión sino de un
acompañamiento. Mas, la pregunta que puede hacerse es, sobre todo en el ámbito de
nuestro país, si este acompañamiento es al sujeto de la terapia, en cuanto secundar sus
impulsos, búsqueda de lazos, recuperación de vínculos; o si a lo que se acompaña es la
administración de la pena, los tránsitos de establecimiento, la medición de las fases.
Es necesario comprender que el delincuente no llega a prisión por otra razón que
su preselección por el sistema penal. Por otra parte, que su instrucción en el mismo, es
funcional y mancomunada. Dentro del circuito del delito, la reproducción de
reincidencias es la energía renovable del aparato de su control. No es difícil observar a
este punto, que aquellos internos que más prisión han sufrido, mejor pueden organizarse,
hallar aliados, conseguir beneficios, mantener conversaciones eficaces con los agentes

45
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penitenciarios, que los primerizos. Ello funciona de modo tal que el mensaje directo que
se recibe por los internos es un llamado a la profesionalización delictiva.
Esta misma ley, en su art. 178, acerca de las cárceles o alcaidías para procesados,
les impone un régimen que tal que “permita evitar o reducir al mínimo posible, la
desocialización que pueda generar la privación de libertad”. Sobre este principio debe
articularse cualquier tipo de tratamiento que vaya a tener lugar de un modo metódico, en
nuestras prisiones. Por otro lado, tratando de evitar que se sistematiza la cadena
delictiva, como llevamos dicho, elevando los márgenes de vulnerabilidad al sistema de
los internos condenados o procesados.24
Acerca de los traslados y destinos acordes con la clasificación surgente de los
estudios realizados sobre los internos, se ha propuesto por Recomendación 701/PP/95 de
la Procuración Penitenciaria, reiterada por 975/PP/96, el dictado de las normas que
organicen de un modo coherente, igualitario y general los puntos a tener en cuenta para
tal proceder, los criterios de trabajo a manejar y su relación con los distintos tipos de
establecimiento o secciones del mismo; a los fines de lograr una transparencia y control
asequibles no sólo al interno y su grupo familiar, sino a los mismos órganos responsables
de su situación carcelaria y de sus posibilidades de reingreso en libertad. Aún dichas
normas no han sido sancionadas.

Período de prueba

Sergio García Ramírez en su ya citado “Manual de prisiones” ejemplifica la


frondosidad burocrática de nuestro régimen de progresividad con la mención de los
requisitos exigidos reglamentariamente para acceder a este período de prueba:
“Propuesta del Consejo Correccional, solicitud de la Dirección del establecimiento a la
Dirección Nacional, verificación de requisitos legales por parte de la División Judicial de
la Dirección de Régimen Correccional, dictamen de la Junta Asesora de Egresos
Anticipados, resolución de la Dirección Nacional, acuerdo por parte de la Dirección del
establecimiento y con intervención del Consejo Correccional de pase del interno a la
sección que corresponda, y comunicación sobre dicho pase a la División Judicial y al
Instituto de Clasificación”25 . Todos estos organismos, con sus respectivas normativas,
cada uno de estos pasos previsto en diferentes disposiciones, una legislación asincrónica
e improvisada, son la causa de este enjambre enmarañado de trámites. A partir de la

24
Zaffaroni, Eugenio Raúl: “En busca de las penas perdidas”. EDIAR, Bs. As.,
25
García Ramírez, Sergio, Op. Cit., pag. 565.

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presente ley, todo ello deberá blanquearse y organizarse de un modo coherente y


sistemático, sin dificultar por la vía reglamentaria la obtención de los derechos
legítimamente habidos por disposición de la requisitorias de aquella, ni la imposición de
cargas extras a las previstas en su letra. (Art. 28 C.N.)

Art. 15. el período de prueba comprenderá sucesivamente:


a) La incorporación del condenado a establecimiento abierto o sección
independiente de éste, que se base en el principio de autodisciplina;
b) La posibilidad de obtener salidas transitorias del establecimiento.
c) La incorporación al régimen de semilibertad.

Se trata aquí de la paulatina descompresión de las rigurosidades del


encarcelamiento. Poco a poco, se le va librando a su propia regulación, de la que ya ha
quedado ajeno. Le ha quedado tan distante la libertad que tendrá que desentumecerse los
modos de tejer sus contactos afectivos. No obstante, y en razón de lo apuntado en el
comentario al Capítulo Primero, la progresividad deberá adoptarse de un modo flexible
(art. 7º), entendiéndose siempre la presunción por la no peligrosidad del sujeto,
debiéndose fundar cada una de las restricciones a la libertad más allá del encarcelamiento
en sí propio, en los resultados de los estudios criminológicos con base firme en el hecho
por el que se halla condenado el interno.
El período de prueba real, que se lleva a cabo en nuestros establecimientos
penitenciarios, tiene que ver con la mayor o menor adaptación al medio carcelario.
Prueba en la que se pone en juego la capacidad de supervivencia. Allí, los valores del
silencio, el apartamiento, la estrictez y el hermetismo son considerados como fuentes de
respeto.
En ninguna medida la cárcel puede transformarse en un gran experimento
sociológico ni psicológico. Antes bien, deberá tratarse de neutralizar las compulsiones a
la artificialidad que supone el encierro. El gesto comprimido en un desierto consternado.

Salidas transitorias

Art. 16. Las salidas transitorias, según la duración acordada, el motivo que las
fundamente y el nivel de confianza que se adopte, podrán ser:

I. Por el tiempo:

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a) Salidas hasta doce horas;


b) Salidas hasta veinticuatro horas;
c) Salidas, en casos excepcionales, hasta setenta y dos horas.

II. Por el motivo:


a) Para afianzar y mejorar los lazos familiares y sociales;
b) Para cursar estudios de educación general básica, polimodal, superior,
profesional y académica de grado o de los regímenes especiales previstos en la
legislación vigente;
c) Para participar en programas específicos de prelibertad ante la
inminencia del egreso por libertad condicional, asistida o por agotamiento de
condena.

III. Por el nivel de confianza:


a) Acompañado por un empleado que en ningún caso irá uniformado;
b) Confiado a la tuición de un familiar o persona responsable;
c) Bajo palabra de honor.

Cada uno de estos puntos podrá ir acompañado de cualesquiera de los de los


otros grupos, para dar lugar a las salidas transitorias. Así, podrá haber salidas de doce
horas (I,a) para participar en programas específicos de prelibertad (II,c), confiado a la
tuición de un familiar o persona responsable (III,b); como así salidas de hasta setenta y
dos horas (I,c), para afianzar y mejorar lazos familiares y sociales (II,a), bajo palabra de
honor (III,c); etc.
En la ley 5619, estas salidas se encuentran contempladas en su art. 18 en su inciso
cuarto: “Posibilidad de salidas periódicas para el penado clasificado ejemplar y que
merezca absoluta confianza.”
El R.G.P. no trae medidas similares. Ni siquiera se halla previsto el trabajo
extramuros a pocos metros de cárcel o alcaidía. Sin embargo, la duración de los procesos
penales suele ser tan importante que así como cabría la calificación de conducta, por su
incorporación voluntaria al régimen de condenado (arts. 6 y 35 a 40)26 , sus
consecuencias necesarias deben tener lugar. Sobre todo en tanto que la prisión preventiva

26
Antecedente inmediato de esta norma es el Decr. 1294/89, cuyo artículo primero dispoe que “Los
internos con sentencias condenatorias no firmes podrán solicitar su incorporación a un régimen de
características similares al aplicable a los penados”, en que el alcance de la misma se reducía, como se
ve, a los procesados cuya sentencia, aunque no firme, ya hubo sido dictada.

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debe ser entendida como un instituto excepcional, debidamente fundamentado. Por otra
parte, gran cantidad de los procesados que se halla detenido en nuestras prisiones es
debido a la falta del dinero necesario para hacer frente a la caución impuesta por el
juzgado de instrucción o el tribunal oral actuantes. A su respecto, y en tanto les continúa
siendo aplicable el principio de inocencia en todo su rigor, la falta de sanciones y la
conducta correcta llevada adelante por el imputado, serán suficientes para que pueda
otorgársele, con los recaudos análogos correspondientes, el derecho a las salidas
transitorias. No puede ser coherente con un Derecho Penal garantista una solución
contraria. Dado que hasta se encuentra previsto en los códigos procesales la salida en
libertad de los procesados que hayan cumplido en prisión el término correspondiente a la
obtención de su libertad condicional, de haber sido condenados, sin más requisito que el
paso del tiempo, cuánto más le deben corresponder este tipo de derechos, ante la
excesiva pasividad de la prisión preventiva, su penosa influencia sobre el sujeto que la
padece y los efectos aflictivos y destructivos que provoca.

Art. 17. Para la concesión de las salidas transitorias o la incorporación al régimen


de la semilibertad se requiere:
I. Estar comprendido en alguno, de los siguientes tiempos mínimos de
ejecución:
a) Pena temporal sin la accesoria del artículo 52 del Código Penal: La mitad
de la condena;
b) Penas perpetuas sin la accesoria del artículo 52 del Código Penal: Quince
años.
c) Accesoria del artículo 52 del Código Penal, cumplida la pena: Tres años.
II. No tener causa abierta donde interese su detención u otra condena
pendiente.
III. Poseer conducta ejemplar o el grado máximo de ser alcanzado según el
tiempo de internación.
IV: Merecer, del organismo técnico-criminológico y del consejo correccional
del establecimiento, concepto favorable respecto de su evolución y sobre el efecto
beneficioso que las salidas o el régimen de semilibertad puedan tener para el futuro
personal, familiar y social del condenado.

Sobre los límites temporales, no cabe sino referirse a los progresos que cada
interno pueda ir realizando en razón de los estudios criminológicos. Mas, el requisito de

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no poseer causa abierta donde interese su detención o condena pendiente, no queda en


claro cuál es el rol que ocupa. En efecto, si el interno ya se encuentra condenado, las
acciones delictivas paralelas a la que se encuentra pagando, evidentemente hubieron de
llevarse a cabo contemporáneamente a la realización de sus delitos comprobados o
incluso con anterioridad. Se trata del miedo a salirse de las tabulaciones, de perder, en
función de una unificación de penas, el registro del tiempo que deberá conllevar la
administración con todo su cuerpo de profesionales, médicos, psiquiatras, asistentes
sociales, del tratamiento. Ocurre entonces que en el ámbito de la ejecución no habría
reparos con el ejercicio del “non bis in idem”, aún estando precisamente proscripto por el
art. 92 de esta ley.
La ley, a través de los artículos que establecen las condiciones de ejercicio del
período de prueba, ha pasado a ocupar el lugar que le corresponde, y cuyo vacío había
sido tomado por las sucesivas reglamentaciones de los órganos penitenciarios. Los
requisitos no podrán ser aumentados ni los derechos disminuidos en ninguna medida,
debiendo limitarse en todo caso la administración a fijar las pautas de modo, lugar y
tiempo (dentro de los marcos y plazos previstos en la ley) para hacerlos efectivos.
Los requisitos legislados bajo los numerales III y IV son la misma cosa. En
efecto, interesa sólo el desenvolvimiento del interno valorado de acuerdo a los
organismos de observación. Los puntajes alcanzados a ese respecto (sobre los que puede
recaer, como se ha dicho, el control judicial) son los datos personales necesarios al
interno para el reclamo de su derecho a los institutos de ejecución que aquí se
mencionan. Luego, la recomendación es a los fines del modo en que se llevará a cabo.
Estas salidas transitorias eran las únicas legisladas explícitamente en el Dec.-Ley
412/58. Los institutos que siguen, si bien no son innovaciones en la materia, a pasar a
integrar el plexo central de esta materia, deben obtener una raigambre mayor, un impulso
más comprometido, y una viabilidad más amplia.

Art. 18. El director del establecimiento, por resolución fundada, propondrá al juez
de ejecución o juez competente la concesión de las salidas transitorias o del
régimen de semilibertad, propiciando en forma concreta:
a) El lugar o la distancia máxima a que el condenado podrá trasladarse. Si
debiera pasar la noche fuera del establecimiento, se le exigirá una declaración
jurada del sitio preciso donde pernoctará;
b) Las normas que deberá observar, con las restricciones o prohibiciones
que se estimen convenientes;

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c) El nivel de confianza que se adoptará.

Hallándose cumplimentados los requisitos del art. 17, o las motivaciones de


índole urgente que estén más allá del régimen penitenciario, por importar ejercicio de
derechos personalísimos, o necesidades de estricta humanidad (como el supuesto de
grave enfermedad de un ser querido, cónyuge, padre, madre, hijo; o en ocasión de su
sepultura o velatorio), el interno ya se encuentra habilitado para obtener las salidas
transitoria, o en su caso, la semilibertad. Se trata de un derecho adquirido, único modo
en que el sistema progresivo sea realmente dirigido por la propia conducta del interno. El
director del establecimiento no es de ningún modo un representante directo del interno,
por lo que no se ve cuál es la razón para que la solicitud de salidas transitorias o
incorporación a la semilibertad debe realizarse por a través suyo. Toda resolución
negativa, o todo silencio que implique menoscabo de ese derecho, podrá ser apelada al
juez competente. En casos de urgencia, sin embargo, podrá dirigirse la petición a éste
último en forma directa. Lo mismo ocurrirá cuando se alegare aguardar una respuesta
negativa de parte del director del establecimiento, en virtud de haberle sido negadas con
anterioridad, existir acciones interpuestas por el interno contra el Servicio Penitenciario,
u otra razón que sugiera o pudiera sugerir desigualdad de trato a su respecto.

Art. 19. Corresponderá al juez de ejecución o juez competente disponer las salidas
transitorias y el régimen de semilibertad, precisando las normas que el condenado
debe observar y efectuar modificaciones, cuando procediere. En caso de
incumplimiento de las normas, el juez suspenderá o revocará el beneficio cuando la
infracción fuere grave o reiterada.

Recién aquí aparece la función del juez competente en la regulación de este


sistema de progresividad. Daría la impresión que sólo tendría intervención directa a partir
del período de prueba, siendo los de observación y tratamientos prioritarios y exclusivos
de la administración penitenciaria. Sin embargo, y desde esta competencia sobre el
período de prueba, el juez tiene asimismo el poder de control de la razonabilidad y
legalidad de todos los actos de la administración que hagan a los presupuestos exigidos
para la obtención de beneficios en dicha etapa. Tanto los informes criminológicos, como
las faltas disciplinarias que pudieran imputarse a un interno, y la aplicación en los
cómputos de las cifras correctas, con más la valoración de la existencia o no de causas
pendientes, deben ser revisados íntegramente por él, oficiosamente, y en la oportunidad

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de producirse cada acto, con más una revisión final al momento de cumplirse los
términos reseñados en la presente ley o en el art. 13 del C.P.
Más aún, durante el período de prueba, la reclamación de los institutos de
semilibertad y otras modalidades más despejadas de la pena de privación de libertad,
podrán ser dirigidos ante su jurisdicción, sobre todo en aquellos casos en que el período
hubiere sucedido sin que el director se expidiera en modo alguno sobre la procedencia de
alguna de aquellas. Si el juez es quien posee la atribución de decretar la libertad
condicional, con cuánta más razón podrá expedirse acerca de estas salidas transitorias y
régimen de semilibertad.

Art. 20. Concedida la autorización judicial, el director del establecimiento quedará


facultado para hacer efectivas las salidas transitorias e informará al juez sobre su
cumplimiento. El director podrá disponer la supervisión a cargo de profesionales
del servicio social.

El director del establecimiento no sólo queda facultado para efectividad las


salidas, sino que debe hacerlas efectivas en el corto plazo. La autorización se le da al
interno, no al director, ya que es un derecho de aquel y no de éste, el de disponer de
aquella. Claro está que dicha disposición también incluye la posibilidad de negarse a las
mismas, por lo que la redacción de este artículo, en cuanto prescribe como facultad del
director su puesta en práctica, tiene relación entonces con el caracter no compulsivo de
la medida con respecto al interno.

Art. 21. El director entregará al condenado autorizado a salir del establecimiento


una constancia que justifique su situación ante cualquier requerimiento de la
autoridad.

La constancia a que se refiere este artículo será la autorización de egreso o la


certificación de la misma. Su sola presentación bastará para cohonestar la legitimidad de
su puesta en libertad momentánea, evitándose así todo tipo de demoras, inclusive
aquellas que pudieran fundarse en Averiguación de Antecedentes, salvo, por supuesto,
los casos en que fueren hallados cometiendo una falta o delito determinados durante su
salida.

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Art. 22. Las salidas transitorias, el régimen de semilibertad y los permisos a que se
refiere el artículo 166 no interrumpirán la ejecución de la pena.

Esto es, que se seguirá computando los días de salida, semilibertad o de permiso,
como días de cumplimiento efectivo de la pena. Ello es especialmente importante es estas
últimas etapas de la condena, ya que el paso del tiempo irá paulatinamente dando la
posibilidad de obtener regímenes más abiertos y con mayores posibilidades.

Semilibertad

Art. 23. La semilibertad permitirá al condenado trabajar fuera del establecimiento


sin supervisión contigua, en iguales condiciones a las de vida libre, incluso salario y
seguridad social, regresando al alojamiento asignado al fin de cada jornada
laboral. Para ello deberá tener asegurada una adecuada ocupación y reunir los
requisitos del artículo 17.

De acuerdo con el Capítulo VIIº de esta misma ley, el Servicio Penitenciario


organizará y tendrá previsto para los internos la realización de trabajos que se regirán del
mismo modo que los de la vida libre y serán justamente remunerados en consecuencia.
Para aquellos que puedan participar de estas actividades, las que estarán fijadas asimismo
en relación a la demanda laboral del mercado de trabajo, quienes ya se encuentran en
relación de dependencia obteniendo su propio salario, tienen asegurada una “adecuada
ocupación”. Por tanto, para ellos, bastará con el cumplimiento de los requisitos del
artículo 17 para lograr acceder al sistema de la semilibertad.
El R.G.P. tampoco trae a este respecto ninguna mención. Mas, es de firme lógica
el hecho de la posibilidad de los jueces de disponer la prisión preventiva con la
modalidad presente; ya que si es posible cumplir total o parcialmente la condena
impuesta, en semilibertad, con mayor razón aún podrá pasarse de acuerdo a este régimen
la prisión preventiva. Insistimos a este respecto dado que la sobrepoblación de nuestras
cárceles en gran medida se debe a la cantidad de procesados que albergan, cuya
permanencia en aquellas sólo se debe a la falta de arraigo, de domicilio en la zona del
juzgado, de abogado particular, y especialmente, como ya hemos dicho, de dinero.

Art. 24. El condenado incorporado a semilibertad será alojado en una institución


por el principio de autodisciplina.

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Ante la escasez de trabajo, multiplicada y agravada por la situación de reo de un


delito, será extremadamente difícil que un interno pueda conseguir empleo, sin apoyo
familiar, social o de los organismos del Estado. Ahora bien, conseguido que fuere dicho
empleo, el que dará lugar a la posibilidad de incorporarse a este régimen, la ley exige que
se aloje al interno en una institución regida por el principio de la autodisciplina. Ello no
puede suponer un traslado, que acarrearía la consiguiente dificultad de acceder al lugar
de trabajo, que precisamente debía ser contiguo a su anterior alojamiento. Más bien que
el pase a una institución regida por el principio de la autodisciplina, y siendo que de
acuerdo a los arts. 184 y 185 de esta misma ley, todos los establecimientos penitenciarios
deben contar con un sector basado en dicho régimen; se tratará en el supuesto que
comentamos, de la ubicación del interno en dicho sector, dentro del mismo
establecimiento en que se encontrare.

Art. 25. El trabajo en semilibertad será diurno y en días hábiles. Excepcionalmente


será nocturno o en días domingos o feriado y en modo alguno dificultará el retorno
diario del condenado a su alojamiento.

Esta disposición debe entenderse como protectiva contra la explotación laboral


del interno en semilibertad, en cuanto cualquier empresa contratista de sus servicios
podría aprovecharse de su situación compeliéndolo a trabajar en el límite de sus
posibilidades, dado que mientras permanezca en el trabajo se encuentra fuera de la
prisión. Mas, cuando la labor sea apropiada a las facultades del penado y no se
encontrare sufriendo éste ningún tipo de abuso de derecho de parte de quien se sirve de
su trabajo, no se ve cuál pudiera ser el inconveniente de poseer una actividad nocturna o
en días inhábiles. De lo contrario sólo cabría pensar que fue la superstición de que la
nocturnidad tienta al crimen, o que los días no laborables son especialmente propicios a
la delincuencia y a los excesos, la que movió al legislador a limitar temporalmente la
escacísima fuente de trabajo que pudiera hallar un condenado.

Art. 26. La incorporación a la semilibertad incluirá una salida transitoria semanal,


salvo resolución en contrario de la autoridad judicial.

Esta salida transitoria deberá hacerse efectiva en lo posible, en aquellos días que
no estén dedicados a las tareas laborales del interno. Ello, en primer lugar, dados los

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fines y motivaciones de éstas, y en segundo lugar en virtud de que supone un instituto


extra que se suma al de la semilibertad, y no que se anexa dentro de éste.

Evaluación del tratamiento

Art. 27. La verificación y actualización del tratamiento a que se refiere el artículo


13, inc. d), corresponderá al organismo técnico-criminológico y se efectuará. como
mínimo, cada seis meses.

Estas evaluaciones, en tanto son trascendentes para el otorgamiento de


numerosos derechos relacionados con las distintas fases de la progresividad
penitenciaria, podrán ser solicitados por los internos con la previsión suficiente y de
manera tal que no se otorguen aquellos derechos, una vez sobrepasados los períodos que
les dan lugar, por la tardanza en la recepción de los informes técnico-criminológicos, sino
que tengan lugar a su debido tiempo. Este es el único modo de dotar de previsibilidad
este aspecto del sistema, es decir, de seguridad jurídica.

Período de libertad condicional

Art. 28. El juez de ejecución o juez competente podrá conceder la libertad


condicional al condenado que reúna los requisitos fijados por el Código Penal,
previo los informes fundados del organismo técnico-criminológico y del consejo
correccional del establecimiento. Dicho informe deberá contener los antecedentes
de conducta, concepto y dictámenes criminológicos desde el comienzo de la
ejecución de la pena.

Por lo referido en el comentario al artículo anterior, deberá habilitarse una acción


de preparación del pedido de libertad condicional, para la ordenación de los exámenes
técnico-criminológicos y la elaboración de los informes, con la antelación suficiente para
que la libertad condicional sea efectiva en el momento en que se cumplen las 2/3 partes
de la condena, como queda establecido por el art. 13 C.P. Dados los extremos para su
procedencia, una vez cumplido dicho lapso, cualquier duración de la prisonización más
allá de él, será privación ilegítima de libertad.

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Art. 29. La supervisión del liberado condicional comprenderá una asistencia social
eficaz a cargo de un patronato de liberados o de un servicio social calificado, de no
existir aquel. En ningún caso se confiará a organismos policiales o de seguridad.

Este artículo importa una prohibición absoluta a cualquier organismo de


seguridad a interferir en el control del cumplimiento de los recaudos de la
condicionalidad, a lo que debe limitarse la supervisión de que se trata. Ello supone que
cualquier intervención en ese sentido (ya sea vigilancia externa, seguimiento, escucha
telefónica, o la mera indagación por su conducta en el medio en que se desempeña),
puede atacarse por la vía del habeas corpus al constituir una persecución ilegal.
A este respecto, conviene referirse a una cantidad de instrumentos que funcionan
como atentatorios a este particular. Quien ha sido condenado (o a veces meramente
procesado) en una oportunidad, pasa a engrosar una lista de “sospechables”, apareciendo
su fotografía en un álbum de ese tenor, en el que se efectúan reconocimientos por las
víctimas de los delitos. Estas colecciones de “sospechables” son interpretadas como
contuvientes de toda la delincuencia conocida, sistematizada por tipos de delitos. Luego,
se efectúa el reconocimiento sobre el sujeto más parecido, en el entendimiento de que
debe encontrarse allí de una manera u otra, no procurando hallar al concreto victimario
de su episodio. La deducción es la siguiente: Si toda la delincuencia está en esos
registros, forzosamente el sujeto a reconocer debe hallarse allí, por tanto, forzosamente
habrá que reconocer a uno de ellos.
Ese estado de “sospechabilidad”, que viene a reemplazar en este punto al de
“peligrosidad”, suponiendo ya una propensión al delito declarada por la sentencia o
resolución pertinente, supone una suerte de “pedido eventual de captura”, que se
establece en cabeza del procesado/condenado de un modo genérico, impreciso y
suspensivo. Importa a más de una flagrante violación al “non bis in idem”, cuya
protección ha cobrado caracter explícitamente constitucional, una persecución abierta e
indeterminada. Esta utilización de las fotografías de los procesados/condenados a tal fin,
puede ser atacada en forma particular a través del habeas corpus tradicional o
preventivo, pudiendo utilizarse asimismo la vía del art. 1071 bis del Código Civil en
forma general. Abonan tales acciones los principios estructurales del Derecho Penal
Liberal sintetizados en los arts. 18 y 19 de nuestra Constitución Nacional.

Sección Segunda. Programa de Prelibertad.

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Art. 30. Entre sesenta y noventa días antes del tiempo mínimo exigido para la
concesión de la libertad condicional o de la libertad asistida del art. 54 el
condenado deberá participar de un programa intensivo de preparación para su
retorno a la vida libre el que, por lo menos, incluirá:
a) Información, orientación y consideración por el interesado de las
cuestiones personales y prácticas que deba afrontar al egreso para su conveniente
reinserción familiar y social;
b) Verificación de la documentación de identidad indispensable y su
vigencia o inmediata tramitación, si fuere necesario;
c) Previsiones adecuadas para su vestimenta, traslado y radicación en otro
lugar, trabajo, continuación de estudios, aprendizaje profesional, tratamiento
médico, psicológico o social.

Este programa de prelibertad, por no integrar los requisitos legales que impone el
art. 13 del C.P. para hacerse del beneficio de la libertad condicional, no tiene por qué ser
obligatorio, pudiendo asistirse al mismo en forma voluntaria. De otro modo, la salida se
vería postergada por el ejercicio de este programa, o anticipa por la administración la
resolución judicial que de lugar o no a la libertad condicional.
De acuerdo al artículo primero de esta ley, la ejecución de las penas privativas de
libertad, en su sentido íntegro, tienen por objeto la reinserción social de los condenados
internos en los establecimientos penitenciarios. Con lo que la preparación para la
libertad, siguiendo aquella suposición, comienza desde el primer día de condena. Por a
través de todos estos escalones intermedios entre la prisión y la concesión de la libertad,
la ley da cuenta del deterioro social que se produce en el interior de las prisiones. O por
lo menos, de la desidia conque se toma la función resocializadora de ellas.
De acuerdo entonces a la letra de la ley, todas estas previsiones de aprendizaje de
la vida extra muros, son superfluos, ya que la misma ejecución de la pena es la que
brinda dicho servicio. Mas, desde lo real, esta urgencia, propia de los últimos días de
privación de su libertad, por preparar la vida fuera de la prisión, se trata de una
reparación del total encierro de las facultades y posibilidades, de la voluntad y el ejercicio
de sí mismo, en el que se sometió al condenado.
Así, si bien la pena “resocializa”, es preciso, al final de la misma, un período de
preparación para la vida social. Y aún una vez alcanzada la libertad, el patronato de
liberados o cualquier otra institución afín, se encargará de encausar socialmente al ex

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interno para que pueda, ahora sí, resocializarse. Puerta sobre puerta, vedando la
posibilidad de darse.

Art. 31. El desarrollo del programa de prelibertad, elaborado por profesionales del
servicio social, en caso de egresos por libertad condicional o por libertad asistida,
deberá coordinarse con los patronatos de liberados. En los egresos por agotamiento
de la pena privativa de libertad dicha coordinación se efectuará con los patronatos
de liberados, las organizaciones de asistencia postpenitenciaria y con otros recursos
de la comunidad. En todos los casos se promoverá el desarrollo de acciones
tendientes a la mejor reinserción social.

Esta disposición se está refiriendo a la coordinación a priori en la elaboración de


programas y en su desenvolvimiento y ejecución. Por supuesto que cualquier
colaboración que instituciones o personas no vinculadas a los patronatos, u organismos
no gubernamentales, debe ser facilitada y promovida, aún cuando pudieran responder a
ideologías de tratamiento distintas de la llevada a cabo por la administración
penitenciaria, mediando la autorización del interno y su control externo por los órganos
habituales. Sólo podrán prohibirse u obligarse a retirar aquellas instituciones que
promovieran la violencia, el desprecio o el desorden entre los detenidos.

Sección Tercera. Alternativas para situaciones especiales.

La presente ley es complementaria del Código Penal. Por tanto, las alternativas a
la pena de prisión en los establecimientos y modos generales de su imposición, deben
entenderse como enumeradas en su artículo 5º, pudiendo los jueces de esa forma, y en
relación a la normativa que sigue con más el art. 41 C.P., determinar el tipo de
realización de la ejecución penal en la parte resolutiva de la sentencia.

Prisión domiciliaria

Art. 32. El juez de ejecución o juez competente confiará la supervisión de la


detención domiciliaria prevista en el artículo 10 del Código Penal a un patronato
de liberados o servicio social calificado, de no existir aquel. En ningún caso estará a
cargo de organismos policiales o de seguridad.

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Por el art. 10 del Código Penal: “Cuando la prisión no excediera de 6 meses


podrán ser detenidas en sus propias casas las mujeres honestas y las personas mayores de
60 años o valetudinarias”. No se hace mención alguna de antecedentes, por lo que cabe
esta modalidad aún para aquellos condenados a los que no se les pueda aplicar la
condena de ejecución condicional.
De nuevo debemos agregar que a pesar del silencio del R.G.P. no hay
impedimento legal alguno para que quienes se encuentran procesados puedan transitar su
prisión preventiva de la forma prevista por el artículo que se comenta.

Art. 33. El condenado mayor de setenta años o el que padezca una enfermedad
incurable en período terminal, podrá cumplir la pena impuesta en detención
domiciliaria, por resolución del juez de ejecución o juez competente, cuando
mediare pedido de un familiar, persona o institución responsable que asuma su
cuidado, previos informes médicos, psicológico y social que fundadamente lo
justifique.
Si lo estimare conveniente, el juez podrá disponer una supervisión adecuada
en la forma prevista en el artículo 32.

Por este artículo se crean dos nuevas hipótesis de detención domiciliaria. Se trata
de la posibilidad, sea cual sea el tiempo total de la condena, de cumplirlo bajo aquella
forma en el supuesto de l. Condenados mayores de setenta años, y 2. Condenados que
padecieran de enfermedad incurable en período terminal, posean la edad que posean. La
decisión deberá ser tomada por el juez competente o de ejecución, lo que junto a la
utilización de la voz “condenado”, demuestra a las claras que la misma pueda tener lugar
en el momento de la sentencia o aún durante el cumplimiento de la misma.
Estas nuevas hipótesis no poseen por regla genérica supervisión alguna, salvo que
así lo disponga la autoridad judicial de un modo expreso y se llevará a cabo de acuerdo
con lo dispuesto en el artículo anterior.
El 3 de Octubre de 1997 fue reglamentado el presente artículo por el Decreto
1058/97, el que transcribimos a continuación:
“Art. 1: Seis meses antes de que el interno cumpla setenta años de edad, a los
efectos de facilitar la posible aplicación de lo dispuesto en el art. 33, el Servicio Social
del establecimiento le informará los requisitos necesarios y, de haber expresado su

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voluntad de continuar cumpliendo la pena impuesta en prisión domiciliaria, se dará


cumplimiento a lo dispuesto en el art. 4º.
Art. 2: A los efectos del Art. 33, se considerará enfermedad incurable en período
terminal aquella que, conforme los conocimientos científicos y los medios terapéuticos
disponibles, no pueda interrumpirse o involucionar y de acuerdo a la experiencia clínica
lleve al deceso del interno en un lapso aproximado de seis meses. A tal fin, se aplicarán
los criterios generales vigentes en las distintas especialidades médicas.
Art. 3: En el caso particular del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, se
considerará que la enfermedad se encuentra en período terminal al reunirse los siguientes
elementos clínicos y de laboratorio:
a) Serología confirmatoria para HIV;
b) Más de una patología marcadora de SIDA (Fuente: Categoría C.- CDC
1993) según la siguiente nómina:
Candidiasis Traqueal - Bronquial o Pulmonar.
Candidiasis esofágica.
Carcinoma de cervix invasivo.
Coccidioidomicosis diseminada (en una localización diferente o además de
los pulmones y los ganglios linfáticos - cervicales o hiliares.)
Criptococosis extrapulmonar.
Criptosporidiasis con diarrea de más de un mes de duración.
Infección por citomegatovirus de un órgano diferente del hígado - bazo o
ganglios linfáticos.
Retinitis por citomegalovirus.
Encefalopatía por HIV.
Infección por virus del herpes simple que cause una úlcera mucocutánea
de más de un mes de evolución o bronquitis - neumonitis o esofagitis de cualquier
duración.
Histoplasmosis diseminada (en una localización diferente o además de los
pulmones y los ganglios linfáticos cervicales o hiliares).
Isosporidiasis crónica (más de un mes).
Sarcoma de Kaposi.
Linfoma de Burkitt o equivalente.
Linfoma cerebral primario.
Infección por M. Avium intracellulare o M. Kansassii diseminada o extra
pulmonar.

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Tuberculosis pulmonar.
Tuberculosis extrapulmonar o diseminada.
Infección por otras micobacterias diseminada o extrapulmonar.
Neumonía por P. Carinii.
Neumonía Recurrente.
Leucoencefalopatía multifocal progresiva.
Sepsis recurrente por especies de salmonella diferente de S. Typhi.
Toxoplasmosis cerebral.
Wasting Sindrome.
c) Dosaje de CD4 determinado con citometría de flujo inferior a cincuenta
células por milímetro cúbico en dos estudios sucesivos con treinta días de diferencia;
d) Falta de respuesta al tratamiento anterretroviral con indicación
adecuada y cumplimiento fehaciente;
e) Manifiesta dificultad psicofísica para valerse por sí mismo.
Art. 4: En todos los casos el informe social deberá acreditar la existencia del
pedido de un familiar, persona o institución responsable que asumirá el cuidado del
interno y su aptitud para ello, en caso de otorgarse la prisión domiciliaria. Juntamente
con los informes médico y psicológico, lo actuado será elevado al Juez de Ejecución o
juez competente.”
Este decreto, cuya regulación casuística no debe ser entendida como taxativa,
sino asimilarse en el sentido de la protección a la vida que la disposición sobre prisión
domiciliaria supone. Si bien la cortedad de sus miras pareciera dirigirse a la limpieza de
moribundos, movimiento de la lástima, presunción de inutilidad, la sanción de este tipo
de normas acallan muchos fárragos y pliegos, importando la presencia de una ultimada
real, fragilidad común. Temporalidad, al fin, de carne y hueso.

Art. 34. El juez de ejecución o juez competente revocará la detención domiciliaria


cuando el condenado quebrantare injustificadamente la obligación de permanecer
en el domicilio fijado o cuando los resultados de la supervisión efectuada así lo
aconsejen.

Esta materia se encontraba regida por el Decreto 8746/68. En un breve y conciso


texto, de apenas siete artículos, establecía el estudio e identificación del sujeto, su
traslado, en caso de no hallarse en su domicilio, y el control periódico que debía llevarse
a cabo sobre él. El organismo que tenía a su cargo la supervisión de la “detención

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domiciliaria”, nombre que acaso sea más adecuado que el presente, era la Dirección del
Régimen Correccional. Hoy, depende de un patronato o institución de asistencia social,
en la intención de resguardar la sacralidad del hogar y el respeto por su vida interna.
Otro distingo entre ambos sistemas se encuentra en la discrecionalidad judicial para el
establecimiento o no de la supervisión de que se cuenta. Ello surge del último párrafo del
artículo 33 en que se dice que el juez podrá disponer una supervisión adecuada “si lo
estimare conveniente”. Cuando no la hubiere, el condenado tendrá sobre sí la única
obligación de permanecer en su domicilio salvo causa justificada. Si la tuviere, la misma
funcionará a modo de valoración técnico-criminológica.

Prisión discontinua y Semidetención

Art. 35. El juez de ejecución o juez competente, a pedido o con el consentimiento


del condenado, podrá disponer la ejecución de la pena mediante la prisión
discontinua y semidetención, cuando:
a) Se revocare la detención domiciliaria prevista en el artículo 10 del Código
Penal;
3b) Se revocare la detención domiciliaria prevista en el artículo 33 de esta
ley en el caso de condenado mayor de setenta años;
c) Se convirtiere la pena de multa en prisión, según lo dispuesto en el
artículo 21, párrafo 2º del Código Penal;
d) Se revocare la condenación condicional prevista en el artículo 26 del
Código Penal por incumplimiento de las reglas de conducta establecidas en el
artículo 27 bis del Código Penal;
e) Se revocare la libertad condicional dispuesta en el artículo 15 del Código
Penal, en el caso que el condenado haya violado la obligación de residencia;
f) La pena privativa de libertad, al momento de la sentencia definitiva, no
sea mayor de seis meses de efectivo cumplimiento.

Esta modalidad de ejecución es subsidiaria de otras, mas de una subsidiariedad


obligatoria en cada caso. No podrá, por ejemplo someterse a quien tuviere revocada su
libertad condicional inmediatamente a su prisión originaria, de la que hubo egresado al
momento de su concesión. Ello, en virtud del principio “iuris tantum” de no peligrosidad,
la inconveniencia para la resocialización del retroceso abrupto a las condiciones de

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privación de la libertad, el principio del “non bis in idem”, el caracter progresivo del
sistema de ejecución penal y el respeto por el derecho adquirido.
No brinda la presente ley, ni el resto de la normativa penal, ninguna consecuencia
a las revocaciones de la detención domiciliaria del art. 10 C.P., del art. 33 anteriormente
comentado, a la conversión de pena de multa en prisión (ello cuando se comprobase
fehacientemente la real posibilidad de pago del monto de la misma y la negativa fuere
absolutamente libre y voluntaria), a la revocación de la libertad condicional por
incumplimiento de las reglas de conducta del art. 27 bis C.P., ni a la del art. 15 C.P. Por
tanto, su especificación por el artículo precedente hace funcionar el principio de ley
especial, por lo que comienza a distinguirse donde antes no se lo hacía, y en función
unívoca, de acuerdo a los institutos reseñados aquí. Al no haber otra alternativa normada
ante los supuestos enumerados, la ejecución en prisión discontinua y semidetención se
vuelve de rigor. Ello, no obstante la utilización del verbo “podrá” en relación a la
decisión judicial, el cual tiene que ver con el sometimiento a uno u otro instituto, y al
pedido o consentimiento del condenado, establecidas aquí como las únicas alternativas
de aquella posibilidad.
El inciso f) viene a establecer una variable interesante en relación al régimen final
de los condenados previo a su salida en libertad, como único modo de prepararle, como
se ha dicho repetidas veces, para ello. A este fin se entenderá sentencia definitiva a
aquella que haya quedado firme, ya que se está hablando de condena final. En cuanto al
efectivo cumplimiento, deberá entenderse como todo período de cumplimiento de la
pena en prisión, o bajo alguna de las modalidades de la misma, cuando no importara
situación de libertad. Latamente, debe correr hasta el egreso del condenado del
establecimiento o régimen privativo de libertad. El juego de este inciso con el instituto de
la libertad asistida regulado por el art. 54, hace posible la salida del interno del que se
trate un año antes del agotamiento de la pena temporal; el juego con el instituto de la
libertad condicional, por su parte, hará posible el egreso del interno seis meses antes del
cumplimiento de las dos terceras partes de la condena total.
Tanto la prisión discontinua como la semidetención pueden ser aplicables a los
procesados por las razones apuntadas más arriba (ver los comentarios a los arts. 16, 23 y
32)

Prisión discontinua

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Art. 36. La prisión discontinua se cumplirá mediante la permanencia del


condenado en una institución basada en el principio de autodisciplina, por
fracciones no menores de treinta y seis horas, procurando que ese período coincida
con los días no laborables de aquel.

Art. 37. El juez de ejecución o juez competente podrá autorizar al condenado a no


presentarse en la institución en la que cumple la prisión discontinua por un lapso
de veinticuatro horas cada dos meses.

Art. 38. Se computará un día de pena privativa de libertad por cada noche de
permanencia del condenado en la institución.

Es irrazonable tomar como unidad de tiempo la semana laboral (art. 36) o los
períodos de dos meses (art. 37) en función de la medida del efectivo cumplimiento en
prisión de la pena impuesta; y luego computar sólo aquel espacio que haya tenido lugar
entre rejas. Ello coloca a quien se halle bajo la modalidad de la prisión discontinua en
igual condición que a un prófugo discontinuo, o de quien se hubiere incumplido la
condicionalidad de su libertad. El instituto de la prisión discontinua regulado en conjunto
con el de la semidetención, obliga ante esta irrazonabilidad, a suponer un lapsus en la
redacción de este artículo, propio de la pésima técnica legislativa conque está
confeccionado el texto de esta ley, y nos compromete a una interpretación posible por la
vía de la analogía. En efecto, a través de ella, en el estudio del cómputo de pena de la
semidetención en relación con el cómputo de pena de la prisión discontinua, debemos
encontrar el criterio correcto. Así, la unidad de tiempo de la semidetención es el día. Por
cada día podrá darse a cumplir en prisión el período diurno o el período nocturno. Mas,
el cómputo de cumplimiento final de la condena se realizará del siguiente modo: por cada
mañana o cada noche corresponde un día de prisión efectiva. Por lo tanto, si el mismo
juez es quien está fijando la unidad de tiempo para la proporción entre espacios libres y
espacios en encierro, esa misma unidad de tiempo deberá tenerse en cuenta a los fines del
cómputo de la pena. Así, se entenderá una semana por cada serie de 36 horas continuas
en el supuesto del art. 36 y dos meses de cumplimiento de la pena por cada veinticuatro
horas de autorización de incomparescencia en un establecimiento penitenciario, en el
supuesto del art. 37. Esta es la única solución que guarda coherencia con la télesis de
este instituto, y es la que armoniza con las disposiciones referentes a su renuncia o al
incumplimiento de las medidas de su desarrollo, en las que se establecerá “nuevo

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cómputo” (arts. 48 y 49). Este nuevo cómputo no sería tal, si se adoptara la


interpretación literal de este artículo. (Ver asimismo, el art. 22 con respecto a las salidas
transitorias, régimen de semilibertad y los permisos del art. 166, todos ellos institutos
mucho menos exigentes que el que se trata).

Semidetención

Art. 39. La semidetención consistirá en la permanencia interrumpida del


condenado en una institución basada en el principio de autodisciplina, durante la
fracción del día no destinada al cumplimiento, en la medida de lo posible, de sus
obligaciones familiares, laborales o educativas. Sus modalidades podrán ser la
prisión diurna y la prisión nocturna.

La addenda “en la medida de lo posible” viene a relativizar de un modo


preocupante los términos de este instituto substitutivo de la pena de prisión tradicional.
Es de agregados de esta naturaleza de donde surgen muchas veces las procuraciones
dinerarias para la obtención de beneficios. El hacer depender de las autoridades
penitenciarias el límite posible de la fracción del día que se habrá de pasar entre rejas,
subvierte la realización de este instituto transformándolo en un privilegio. Una vez que se
ha fijado el término diario correspondiente en sede judicial, el mismo deberá ser
cumplimentado por la administración carcelaria correspondiente.

Art. 40. El lapso en el que el condenado esté autorizado a salir de la institución se


limitará al que le insuman las obligaciones indicadas en el artículo 39, que deberá
acreditar fehacientemente.

Por a través de este artículo podría entenderse que todo período de tiempo que
no se halle fehacientemente documentado como utilizado en función de las obligaciones
señaladas en el anterior, será tiempo entre rejas. Mas, tal interpretación importaría
invertir el principio enunciado por el art. 39, en el que la regla es el cumplimiento de las
obligaciones y necesidades personales. Lo correcto es la comprobación por medio de una
sencilla información sumaria, realizada por ante el juez de ejecución en el pedido de
otorgamiento de esta medida privativa de la libertad, o ante su otorgamiento. Una vez
dispuesto el término de su ejercicio por esa vía, continuará su cumplimiento salvo
posterior presentación por parte del sujeto al que se le aplique, demostrando que es

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precisa una mayor amplitud horaria, o que le es coartado el tiempo a su disposición por
la autoridad penitenciaria. Esta última sólo podrá modificar tales lapsos si comprobare el
incumplimiento recurrente por parte del interno de los tiempos asignados.

Prisión diurna

Art. 41. La prisión diurna se cumplirá mediante la permanencia diaria del


condenado en una institución basada en el principio de autodisciplina, todos los
días entre las ocho y las diecisiete horas.

El lapso de tiempo marcado por el artículo precedente es el período es el marco


referencial para la disposición concreta de la obligación de permanencia o presentación
del condenado al establecimiento. La franja horaria de efectivo cumplimiento es
dispuesta por la autoridad judicial pertinente, de acuerdo al art. 45, de las siguientes
Disposiciones Comunes.

Prisión nocturna

Art. 42. La prisión nocturna se cumplirá mediante la permanencia diaria del


condenado en una institución basada en el principio de autodisciplina, entre las
veintiuna horas de un día y las seis horas del día siguiente.

Lo dicho acerca de la franja horaria por aplicación directa del art. 45 siguiente, es
aplicable asimismo a la prisión nocturna. Deben recordarse a este respecto, las ocho
horas que deben asegurarse para el reposo nocturno (art. 177 de la presente ley).

Art. 43. Se computará un día de pena privativa de libertad por cada jornada de
permanencia del condenado en la institución conforme lo previsto en los artículos
41 y 42.

Art. 44. El juez de ejecución o juez competente podrá autorizar al condenado a no


presentarse en la institución durante un lapso no mayor de cuarenta y ocho horas
cada dos meses.

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Queda claro que los períodos que fueren autorizados de esta manera, continúan
computándose a los fines de la prosecución de la condena.

Disposiciones comunes.

Art. 45. El juez de ejecución o juez competente determinará, en cada caso,


mediante resolución fundada, el plan de ejecución de la prisión discontinua o
semidetención, los horarios de presentación obligatoria del condenado, las normas
de conducta que se compromete a observar en la vida libre y la obligación de
acatar las normas de convivencia de la institución, disponiendo la supervisión que
considerare conveniente.

Por este artículo, el juez dispondrá los horarios de efectivo cumplimiento de la


medida privativa de libertad, las prohibiciones referentes al ejercicio de su vida libre, con
más el tipo de control a que se hallará constreñido.

Art. 46. En el caso del inciso f) del artículo 35, si el condenado se encontrare
privado de libertad, previo a la ejecución de la resolución judicial, participará del
programa de prelibertad, establecido en el artículo 30, con una duración máxima
de treinta días.

La adscripción a este programa de prelibertad, como lo afirmáramos más arriba,


es de caracter voluntario, no pudiendo restársele 30 días al término específico que la ley
menciona a los efectos de hacerse acreedor del derecho de incorporación a los regímenes
establecidos en esta parte, de seis meses antes de la puesta en libertad. A tal fin, el
interno podrá realizar las gestiones que se abrieran a los efectos de solicitar en forma
previa al cumplimiento de estos últimos seis meses, para participar del programa de
prelibertad.

Art. 47. El condenado en prisión discontinua o en semidetención, durante su


permanencia en la institución, participará de los programas de tratamiento que
establezca la reglamentación, en la que se consignarán las obligaciones y
limitaciones que deberá observar.

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Quien se encontrare pronto a su egreso, máxime con la posibilidad de estar


participando del programa de prelibertad, mereciendo además el concepto suficiente para
ser incorporado a los regímenes de prisión discontinua o semidetención, sólo en el caso
de e haber comenzado con el tratamiento previsto por las instituciones penitenciarias,
continuará con él. De lo contrario, si bien participará de la estructura carcelaria mientras
se halle en prisión, respetando sus disposiciones y prohibiciones, no podrá ser obligado a
someterse a tratamiento alguno que no fuere de su elección, y dentro de las perspectivas
inmediatas y prácticas que en esa instancia urgirán al interno, sobre todo si ha llevado
mucho tiempo de condena.

Art. 48. El condenado podrá, en cualquier tiempo, renunciar irrevocablemente a la


prisión discontinua o a la semidetención. Practicado el nuevo cómputo, el juez de
ejecución o juez competente dispondrá que el resto de la pena se cumpla en
establecimiento penitenciario. En tal supuesto la pena se cumplirá en
establecimiento semiabierto o cerrado.

Tal renuncia, por la gravedad que implica en la vida del interno, su caracter
irrevocable (injustificado, por cierto) y la facilidad de su interposición, deberá ser
ratificada por ante el juzgado competente por el interno que así lo solicitase, previo ser
informado de todos los cambios que importará dicha decisión. Ello es así en virtud del
derecho a la información, al respeto de su voluntad y a la garantía de su situación
penitenciaria. Asimismo, deberá referirse el interno a las razones que le llevaran a tal
determinación, las que serán valoradas por el juez a fin de tomar las medidas pertinentes
en relación al régimen concreto, a sus controladores o al interno en sí propio.
Ello en cuanto a que la ley propende a la utilización de estos institutos como
pasos previos a la libertad definitiva, debiendo tenerse como principio siempre la mejor
situación legal y reglamentaria para el interno en función de su acercamiento a la
convivencia social extramuros, por lo que todo retraimiento en la obtención de medidas
más abiertas debe ser razonablemente fundado. El juez es quien hará aplicable la renuncia
en un supuesto determinado, ordenando la remisión a un establecimiento semiabierto o
cerrado. Esta resolución tiene caracter de sentencia que causa estado y por tanto debe
ser fundada, siendo viable la apelación en virtud de planteamiento de vicio de la
voluntad, deficiente fundamentación o (cuando las razones de la renuncia tuvieran que
ver con el irregular desenvolvimiento de la prisión discontinua o de la semidetención) no
aplicación correcta de sus funciones, de acuerdo al principio del “iura novit curia”.

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Asimismo, y de comprobarse razones atendibles y no encontrándose viciada la


voluntad del interno, el mismo podrá elegir, ya que es el dueño de su renuncia, el
establecimiento a que será remitido.

Art. 49. En caso de incumplimiento grave o reiterado de las normas fijadas de


acuerdo a lo previsto en el artículo 45 y previo informe de la autoridad encargada
de la supervisión del condenado, el juez de ejecución o juez competente revocará la
prisión discontinua o la semidetención practicando el cómputo correspondiente. La
revocación implicará el cumplimiento de la pena en establecimiento semiabierto o
cerrado.

A los efectos de la constatación del incumplimiento grave o reiterado de las


normas, se seguirán los mismos pasos procedimentales que en relación a las faltas
disciplinarias, regidas en el Capítulo IV de esta ley.

Trabajos para la comunidad

Art. 50. En los casos de los incisos c) y f) del artículo 35, cuando se presente ocasión
para ello y el condenado lo solicite o acepte, el juez de ejecución o juez competente
podrá sustituir, total o parcialmente, la prisión discontinua o la semidetención por
la realización de trabajo para la comunidad no remunerado fuera de los horarios
habituales de su actividad laboral comprobada. En tal caso se computarán seis
horas de trabajo para la comunidad por un día de prisión. El plazo máximo para el
cumplimiento de la pena con esta modalidad de ejecución será de dieciocho meses.

El trabajo comunitario reemplaza la comparecencia del sentenciado al


establecimiento penitenciario. De nuevo, debe agregarse que aquel puede ser dispuesto
en reemplazo de la prisión preventiva, para procesados. Sin necesidad de adoptarse la
“probation”, que tiene el inconveniente de la aceptación voluntaria, en contra del derecho
de defensa y del principio de inocencia, y que por otra parte se establece por el tiempo
mínimo de un año, esta solución traslada el mismo espíritu a un instituto irreprochable
constitucionalmente.

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Art. 51. El juez de ejecución o juez competente confiará la organización y


supervisión del trabajo para la comunidad de. artículo 50 a un patronato de
liberados o a un servicio social calificado, de no existir aquel.

Suele ocurrir que cuando se está refiriendo al trabajo comunitario, se esté


teniendo en mente funciones que no requieren preparación alguna, y en realidad se
menosprecia ese tipo de labores asimilándolos al cumplimiento de una pena. Asimismo,
como la imagen que se posee del condenado o aún de los inculpados por cualquier hecho
penal, es la de personas inútiles, poco inteligentes y sin mayor educación, tiéndese a
limitar las ocupaciones que pueden ser realizadas en función de las disposiciones que
aquí se comentan. Por el contrario, cada procesado o condenado, de acuerdo con sus
propias capacidades, podrá ser colocado en trabajo comunitario del tipo que fuere, con
las responsabilidades que suponga.

Art. 52. En caso de incumplimiento del plazo o de la obligación fijada en el artículo


50, el juez de ejecución o juez competente revocará el trabajo para la comunidad.
La revocación, luego de practicado el cómputo correspondiente, implicará el
cumplimiento de la pena en establecimiento semiabierto o cerrado. Por única vez y
mediando causa justificada, el juez de ejecución o juez competente podrá ampliar
el plazo en hasta seis meses.

Revocado el trabajo comunitario el juez puede optar entre las siguientes


soluciones, de acuerdo siempre a la gravedad de la falta motivo de la revocación:
1. Continúa bajo la modalidad del trabajo comunitario, mas, agregándose de
acuerdo a cada caso, hasta seis meses de su ejercicio. Esta resolución sólo podrá ser
dispuesta por una sola vez. Cabe preguntarse, sin embargo, si puede, mediando asimismo
causa justificada, tomarse esta decisión en más de una oportunidad si en la suma de
todos los aplazos se llegare finalmente a los seis meses, tope final definitivo de ellos. En
aras de la igualdad ante la ley, la afirmativa es la que corresponde contestar a aquel
interrogante.
2. Continúa bajo el régimen de prisión discontinua o semidetención que se había
substituido, regresando a la institución en los tiempos fijados. (Cumplimiento de la pena
en establecimiento semiabierto).
3. Cumple la prisión temporal en establecimiento cerrado.

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Art. 53. El condenado en cualquier tiempo podrá renunciar irrevocablemente al


trabajo para la comunidad. Practicado el nuevo cómputo, el juez de ejecución o
juez competente dispondrá que el resto de la pena se cumpla en prisión
discontinua, semidetención o en un establecimiento penitenciario.

Lo dicho acerca de la renuncia al régimen de la prisión discontinua o


semidetención, en el comentario al art. 48, es aplicable a éste. A él nos remitimos por
razones de brevedad.

Sección Cuarta. Libertad Asistida.

Art. 54. La libertad asistida permitirá al condenado sin la accesoria del artículo 52
del Código Penal, el egreso anticipado y su reintegro al medio libre seis meses antes
del agotamiento de la pena temporal.
El juez de ejecución o juez competente, a pedido del condenado y previo los
informes del organismo técnico-criminológico y del consejo correccional del
establecimiento, podrá disponer la incorporación del condenado al régimen de
libertad asistida.
El juez de ejecución o juez competente podrá denegar la incorporación del
condenado a este régimen sólo excepcionalmente y cuando considere, por
resolución fundada, que el egreso puede constituir un grave riesgo para el
condenado o para la sociedad.

La Libertad Asistida tendrá lugar seis meses antes de la culminación de la “pena


temporal”. Como tal, debe entenderse el lapso comprendido en la efectiva ejecución de la
privación de libertad27 . Por tanto, es aplicable a los reincidentes en ocasión de faltar
dicho lapso para la culminación de su condena nominal, y a los primarios en igual
situación previa a la obtención posible de su Libertad Condicional.
Queda recalcado el principio de su otorgamiento en virtud de que sólo
“excepcionalmente” y “por resolución fundada” podrá denegarse. Por otra parte, la
27
En igual sentido, se expide el Procurador Penitenciario en su Informe Anual 1995/96, en su página
237. Aduce a su respecto, que la Libertad Condicional se lleva a cabo ante el agotamiento de la prisión
temporal, siendo así que ante su revocación, deberá descontarse respecto de la pena, el período pasado
en libertad (art. 15 C.P.), que el régimen de Libertad Asistida supone mayores exigencias que las
dispuestas por el art. 13 C.P. Señala además, que esta interpretación otorga una viable resolución a
seguir en los supuestos de condenas cortas, siendo el término mínimo para acceder a la Libertad
Condicional, hasta la sanción de la presente ley, el de ocho meses. Por nuestra parte, coincidimos con los
razonamientos apuntados.

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fundamentación sólo podrá tener como argumento el hecho conteste de que el egreso
anticipado pudiera “constituir un grave riesgo para el condenado o para la sociedad”.
Cabría valorar si el condenado corre o no mayor riesgo para su integridad física y
espiritual en el establecimiento penitenciario que en libertad asistida.

Art. 55. El condenado incorporado al régimen de libertad asistida deberá cumplir


las siguientes condiciones:
I. Presentarse, dentro del plazo fijado por el juez de ejecución o juez
competente, al patronato de liberados que le indique para su asistencia y para la
supervisión de las condiciones impuestas.

II. Cumplir las reglas de conducta que el juez de ejecución o juez


competente fije, las cuales sin perjuicio de otras que fueren convenientes de
acuerdo a las circunstancias personales y ambientales del condenado, podrán ser:
a) Desempeñar un trabajo, oficio o profesión, o adquirir los conocimientos
necesarios para ello;
b) Aceptar activamente el tratamiento que fuera menester;
c) No frecuentar determinadas personas o lugares, abstenerse de actividades
o de hábitos que en el caso, se consideren inconvenientes para su adecuada
reinserción social.
Salvo expresa indicación en contrario, siempre regirá la obligación señalada
en el inciso a) de este apartado.

III. Residir en el domicilio consignado en la resolución judicial, el que podrá


ser modificado previa autorización del juez de ejecución o juez competente, para lo
cual éste deberá requerir opinión del patronato respectivo.

IV. Reparar, en la medida de sus posibilidades, los daños causados por el


delito, en los plazos y condiciones que fije el juez de ejecución o juez competente.
Estas condiciones regirán a partir del día de egreso hasta el de agotamiento
de la condena.

Examinemos una a una las condiciones impuestas para con el régimen de la


libertad asistida:

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I. La presentación regular por períodos es una buena manera de realizar el


seguimiento del desarrollo del liberado sin hostigarle en su vida personal con una
vigilancia constante.
II. a. El legislador ha tenido presente en este tipo de normas, una vez más, la
figura del ladrón de bajos recursos como ejemplo y presupuesto. De allí, la obligación de
demostrar cuál será la fuente de ingresos del liberado, que lo libraría de la necesidad de
cometer delito.
II. b. Estos serán supuestos en los que el juez disponga, excepcionalmente, y de
acuerdo con los informes y peritajes, la necesaria realización de tratamientos en la vida
libre, los que deberán estar exentos de cualquier prisonización, puesta a disposición, o
ejercicio de cualquier tipo de aflicción o pena, ya que se estaría desvirtuando el caracter
de liberado del sujeto que será su receptor.
II. c. La comprobación del estricto cumplimiento de este punto obligaría a una
vigilancia extrema sobre el modo de vida del liberado, el cual, mientras no afecte
intereses de terceros en términos sancionados por la ley, está fuera de la valoración de las
instituciones del Estado. Lo contrario implicaría una caza de brujas y la imposibilidad de
la reconstrucción de vínculos con las personas que hubieran tenido trato con el liberado
antes de su condena. Se estaría impidiendo, además, la influencia positiva que aquel
pudiera tener sobre ellos. Mantener alejado a alguien de personas o lugares determinados
es retacearle dignidad, desconocerle la libertad concedida y la madurez suficiente; al
mismo tiempo que se provoca la tentación de abrirse paso a ellos. esta disposición,
eminentemente peligrosista, rayana en lo absurdo de presumir un tipo de delincuencia
osmótica, es abiertamente inconstitucional, y como tal, deben ser declarados nulos de
nulidad absoluta los autos que fundados en ella revoquen la libertad, y aún los que la
reduzcan de acuerdo a sus lineamientos.
III. No es irrazonable fijar domicilio donde puedan hacérsele llegar notificaciones,
citaciones, y poseer una referencia firme en caso de incumplimiento de alguna norma.
Debe ser aclarado sin embargo hasta qué punto la opinión del patronato podrá evitar el
cambio de domicilio del liberado. La autorización judicial, entendemos, es a los fines de
su comunicación previa, mas, el dictamen del patronato está estrechamente relacionado
con el punto II.c. al que ya nos hemos avocado, siéndole por lo tanto aplicable la misma
crítica que realizamos en él.
IV. Vida en libertad también significa recuperación de su responsabilidad frente a
los sujetos de su comunidad, y especialmente frente a la víctima de su accionar delictivo,
a la que es preciso satisfacer.

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Todas estas condiciones expuestas para atender al régimen de la Libertad


Asistida, remarcan nuestra interpretacón de que podán bneficiarse con ella los internos
que se hallen a los seis meses anteriores a la posible obtención de su Libertad
Condicional, dado que sus restricciones son más estrechas que las que se prevén por el
art. 13 C.P. para aquel último instituto.

Art. 56. Cuando el condenado en libertad asistida cometiere un delito o violare la


obligación del apartado I del artículo 55, la libertad asistida será revocada.
El resto de la condena se agotará en un establecimiento semiabierto o
cerrado.
Si el condenado en libertad asistida incumpliere reiteradamente las reglas de
conducta impuestas, violare la obligación prescrita en el apartado III del art. 55, o
se sustrajere, sin causa, a lo prescrito en el apartado IV de ese artículo, el juez de
ejecución o juez competente podrá revocar su incorporación a la libertad asistida o
disponer que no se le compute en la condena todo o parte del tiempo que hubiere
durado la inobservancia. En tal supuesto, se prorrogarán los términos, hasta tanto
acatare lo dispuesto en el plazo que se fije, bajo apercibimiento de revocatoria.
En los casos de revocatoria, deberá practicarse nuevo cómputo no
considerándose el tiempo que haya durado la libertad.

Durante el Octavo Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito
y Tratamiento del Delincuente, se aprobaron las “Reglas Mínimas sobre las Medidas no
Privativas de la Libertad”, en Diciembre de 1990. Fundadas en el principio de la mínima
intervención (art. 2.6), y con la intención de “reducir la aplicación de las penas de prisión
y racionalizar las políticas de justicia penal, teniendo en cuenta el respeto de los derechos
humanos, las exigencias de la justicia social y las necesidades de rehabilitación del
delincuente” (art. 1.5), se establecen los principios de su construcción, naturaleza y
desarrollo. Divide su tratamiento en tres fases: Fase anterior al juicio, fase de juicio y
sentencia y fase posterior a la sentencia.
Para la primera menciona entre las medidas a adoptar, desde el retiro de los
cargos cuando la “protección de la sociedad, la prevención del delito , la promoción del
respeto a la ley y los derechos de las víctimas” no exijan llevar adelante el caso, hasta la
prisión preventiva, como “último recurso” (arts. 5 y 6)
Para la segunda, menciona las siguientes sanciones no privativas de libertad,
como recomendación para ser adoptadas por los Estados firmantes (art. 8.2):

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“a) Sanciones verbales, como la amonestación, la reprensión y la advertencia;


b) Liberación condicional;
c) Penas privativas de derechos o inhabilitaciones;
d) Sanciones económicas y penas en dinero, como multas y multas sobre los
ingresos calculados por días;
e) Incautación o confiscación;
f) Mandamiento de restitución a la víctima o de indemnización;
g) Suspensión de sentencia o condena diferida;
h) Régimen de prueba y vigilancia judicial;
i) Imposición de servicios a la comunidad;
j) Obligación de acudir regularmente a un centro determinado;
k) Arresto domiciliario;
l) Cualquier otro régimen que no entrañe internamiento;
m) Alguna combinación de las sanciones precedentes.”
Hasta allí, el régimen para procesados. En relación a los condenados, las medidas
enumeradas son las siguientes (art. 9.2):
“a) Permisos y centros de transición;
b) Liberación con fines laborales o educativos;
c) Distintas formas de libertad condicional;
d) La remisión;
e) El indulto.”
Claro que todas ellas deben ser integradas a un programa de política criminal que
se elabore sobre la base de las observaciones de la nueva criminología y en función de la
persecución de aquellos delitos que más daño social importen en su configuración.
Indulto en nuestro país a llegado a ser legitimación del terrorismo de Estado. Mas, un
correcto entendimiento de la realidad criminológica actual debe dotar a los operadores
penales de las herramientas suficientes como para utilizar las medidas alternativas en
aquellos sectores cuya culpabilidad sólo ha sido consecuencia de su marginalidad,
pobreza, vulnerabilidad a los controles sociales. Para ellos, quienes son hoy las víctimas
mayores de la prisonización deben priorizarse este tipo de medidas a las penas privativas
de libertad.
Otra observación que puede hacerse sobre las medidas legisladas en la presente
ley dentro del período de prueba, es que no prevé medidas colectivas. Esto es, salidas en
grupo, para la realización de ciertas actividades, realizaciones integradas entre los
miembros de un mismo pabellón, etc. Este tipo de medidas refuerza el caracter social y

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solidario que se pretende suministrar, y por otro lado, no implica los resentimientos y
compras de beneficios que violentamente suponen las salidas individuales.

Un análisis en la mirada antropológica que supone la progresividad del sistema


penitenciario, merece ser expuesto a la luz de la preocupación liminar acerca del egreso
interno, más que a la mera exposición del modo de cumplimiento efectivo de su pena.
Esto es, examinar las normas atinentes a la privación de libertad desde el punto de vista
del fin legitimaste de aquellas.
El oclusivo padecimiento de las fuerzas inercias en el Servicio Penitenciario, ha
dejado fuera la consideración del tiempo. Esto es, que reducido a la fijación categórica
en una cifra sustantiva, su transcurso no ejemplifica sino un mero cumplimiento, más allá
del cual no existe desarrollo alguno, sólo un artificial escalamiento abandonado a sí
mismo, y en el que cada peldaño es otro desierto encajonado, sin direcciones. Mas, se
encuentran elementos en la grafía de los institutos presentados en el capítulo presente,
que pueden significar la apertura hacia un paradigma distinto al de la simple
menstruación de la condena.
En efecto, los institutos de la prisión domiciliaria (arts. 32 a 34), la prisión
discontinua, la semidetención (arts. 35 a 49), la semilibertad (art. 23), los trabajos a la
comunidad (arts. 50 a 53) y la libertad asistida (arts. 54 a 56), encajan en una propuesta
más dinámica que la de la mera habitación del vacío. De este modo, la ejecución de las
penas privativas de la libertad pueden tomar más pronunciado caracter existencial, en el
sentido de que no se hallen instituidas de una vez y para siempre, sino que tomen en
cuenta al decurso de las experiencias como variable real, estructural y fuente de
derechos. La fijación del tiempo ocurre en los rostros, su carnalidad no puede ser negada
por la cifra.
La pena temporal, de ser un mero recuento progresivo de los días iguales hasta el
agotamiento efectivo de la sanción; pasa a ser una cuenta regresiva a partir del momento
en que le interno será colocado nuevamente en libertad. Ciertos derechos acordados por
esta ley, son dados a partir de ciertos plazos a contar no desde el día e su detención o
condena, sino en relación al día del egreso (Salidas Transitorias -art. 16, II c.-, Programa
de Prelibertad -arts. 30 y 31-, Prisión Discontinua, Semidetención -art. 35 inc. F-,
Trabajos para la Comunidad -art. 50- y Libertad Asistida -art. 54-). El cómputo, de esta
forma, se establece en función de la libertad, mientras que la tradicional consideración de
las cantidades mínimas de cumplimiento de condena no hallan sustento sino en una cínica

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relación al derecho de propiedad, en tanto que sólo se hacen poseer las horas pasadas,
los días que se han ido, en una carrera delirante hacia la incertidumbre.

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Capítulo Tercero.
Normas de Trato.

Este capítulo regula en forma general los aspectos relacionados con la vida
cotidiana del interno en el establecimiento en que se encuentra cumpliendo su condena.
Se verá en él cómo su situación allí se ve reducida a los aspectos meramente fisiológicos
de los mismos. Esto es, se les describe por a través de esta normativa como un sujeto
que sólo come, duerme y trabaja.

Denominación

Art. 57. La persona condenada o sujeta a medida de seguridad que se aloje en


instituciones previstas en esta ley, se denominará interno.
Al interno se le citará o llamará únicamente por el nombre y apellido.

(Art. 4 R.G.P.)
Una de tantas supuestas medidas de seguridad que recuerdo como signo de la
mecanización del personal penitenciario, de su impostación e imaginario, es la de hacerle
repetir al interno que va a ser excarcelado su nombre y apellido “en voz clara y alta” por
cada uno de los agentes que le van abriendo cada una de las puertas, aún aquellos que le
han visto a diario, y aún quien le hace entrega de su documento de identidad. El nombre,
así repetido, se desnaturaliza, pasa a ser la desnudez de una confesión situacional.
Nuevamente el interno es un receptor, sin función ni principio. Un mero gasto, un
consumidor final. Queda a expensas del exterior y al mismo tiempo atrapado por las dos
o tres limosnas que le acercan. Cuya dignidad socavan, pero que no puede exigírsele otra
actitud, ni reprocharle cinismo.

Higiene

Art. 58. El régimen penitenciario deberá asegurar y promover el bienestar psico-


físico de los internos. Para ello se implementarán medidas de prevención,
recuperación y rehabilitación de la salud, y se atenderán especialmente las
condiciones ambientales e higiénicas de los establecimientos.

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(Art. 43 R.G.P).
Acerca de la higiene obligatoria, puede verse cómo esta apreciación tiene un dato
valorativo, más asimilable al de pulcritud o decencia. En nombre de esta higiene, por
ejemplo, se prohibirá el uso del aro, del pelo largo, de la barba. Sobre el uso de ésta,
prohibido, restringido o molesto para las autoridades de cada establecimiento, por la que
se puede llegar a perder ciertos derechos propios del periodo de ejecución en que se
halle su portador, la CFEd de Bahía Blanca tuvo oportunidad de referirse en este sentido:
“Corresponde hacer lugar a la acción de amparo intentada por el condenado alojado en
una Unidad del Servicio Penitenciario, si la prohibición de que éste use barba, por la que
se agravia, no obedece a las razones de higiene aludidas por el art. 20 de la Ley
Penitenciaria”28 (S.,P., 1/9/1989. L.L., 1990-A, pag. 357; D.J., 1990-2, pag. 353)

Art. 59. El número de internos de cada establecimiento deberá estar preestablecido


y no se lo excederá a fin de asegurar un adecuado alojamiento. Todos los locales
estarán siempre en buen estado de conservación. Su ventilación, iluminación,
calefacción y dimensiones guardarán relación con su destino y los factores
climáticos.

(Art. 44 R.G.P.)
Se trata de una disposición eufemística, que no puede desconocer el actual estado
de saturación de nuestras cárceles, tanto para condenados como para procesados.
Careciendo nuestro país de una política criminal adecuada, basamentada en
principios retribucionistas, atrasada desde el punto de vista criminológico, y
pretendidamente universal, ocurre que cada vez más la sobrepoblación de las cárceles
evidencia la desatención de las responsabilidades del Estado en los otros ámbitos de su
debida actuación social. Delitos de poca monta, generalmente contra la propiedad, y
últimamente los correspondientes a la ley de estupefacientes, cuya aplicación rigurosa
linda ya con lo irracional, son los que habitan nuestros pabellones. Ambos, provenientes
de los sectores sociales más carenciados, quienes no pueden hacer frente a sus
dificultades económicas o psicológicas, y sobre los que se tiende el manto del delito de
modo tal que quedan abrazados por él. Luego, la selección penal se realiza en función de
los grados de exposición a los sistemas de control social. Esto es, en función de que la
persecución del delito es indiscriminada, aquellos más fáciles de atrapar serán los más

28
S.,P., 1/9/1989. (L.L., 1990-A, pag. 357; D.J., 1990-2, pag. 353.)

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atrapados. Aquí fácil no simplemente se refiere a la aprehensión, sino a la investigación y


sospecha del sujeto del que se trate.
Una política criminal seria debe plantearse una prioridad en atención a los delitos
de mayor daño social, y prever otro tipo de respuesta para situaciones de menor
trascendencia, como bien pueden ser los tribunales barriales o la realización de tareas
para la víctima o la comunidad.

Art. 60. El aseo personal del interno será obligatorio. Los establecimientos deberán
disponer de suficientes y adecuadas instalaciones sanitarias y proveerán al interno
de los elementos indispensables para su higiene.

(Art. 45 R.G.P.)
En relación a este punto, debe destacarse la imposibilidad de vivir aseado entre la
basura, el abandono, la pérdida de la autoestima. Las instalaciones sanitarias son
endebles, y por otro lado, no resguardan la intimidad de los internos. Ello, sin olvidar
que las celdas no poseen en su mayoría los implementos adecuados para una higiene
personal completa (bidet, lavamanos, inodoro), en tanto que los sitios de castigo carecen
en absoluto de ellos. En oportunidad de la interposición de un Habeas Corpus
Correctivo, presentado por una de las internas de la Unidad Penitenciaria Nº VIII (Los
Hornos), que judicialmente fue interpretado como una acción colectiva, en parte porque
los hechos de los que se trataba involucraban y afectaban de modo directo a todas las
internas de aquella unidad, y en parte para proteger el nombre y la seguridad de aquella
que la interpusiera, el juez Federico Hooft realizó una inspección ocular en el
establecimiento. Allí pudo comprobar la inexistencia de sanitarios en las celdas,
reemplazados por tachos viejos, bolsas de nylon en que se metían los excrementos y se
colgaba de las rejas que daban al exterior para que no contagiaran de su hedor al interior
de la celda de cada una. Finalmente, el juez resolvió, a más de iniciar la causa penal
pertinente, el emplazamiento a la regularización de esa situación, con la puesta en
funcionamiento de los servicios indispensables para las internas, en un tiempo mínimo.
Entre los fundamentos se dijo que “tanto de la carta internacional de los derechos
humanos (Declaración Universal de 1948 y Pacto de Derechos Civiles y Políticos de la
ONU de 1966), como de la Convención Americana de Derechos Humanos de 1969,
aprobada por ley 23.054/1984, resulta que el reconocimiento explícito de la dignidad de
todo hombre como persona, marca límites infranqueables para la ejecución penal y más
aún para las detenciones cautelares, en función del principio de humanidad derivado de la

80
81

dignidad de las personas” (Juz. Crim. y Correc. Nº 3, Mar del Plata, 10/3/1994. “Internas
Unidad Penitenciaria Nº VIII, Los Hornos, s/Habeas Corpus Correctivo Colectivo”29

Art. 61. El interno deberá cuidar el aseo de su alojamiento y contribuir a la higiene


y conservación del establecimiento.

(Art. 46 R.G.P.)
Tratándose de un deber del interno, la administración penitenciaria se encuentra
obligada a proveerlo de lo indispensable para su efectivo cumplimiento.

Alojamiento

Art. 62. El alojamiento nocturno del interno, en lo posible, será individual en los
establecimientos cerrados y semiabiertos.
En las instituciones o secciones basadas en el principio de autodisciplina se
podrán utilizar dormitorios para internos cuidadosamente seleccionados.

(Art. 42 R.G.P., sin el adjetivo “nocturno”, ni destacar el tipo de establecimiento


en cada caso.)
Las celdas propiamente dichas, confinamientos en los que el individuo pierde
todo rastro de sí, son utilizadas a modo de castigo y disciplina. En diversas unidades del
país es mayor el período de tiempo que se vive dentro de las celdas que fuera de ellas, en
el pabellón o en los lugares de estudio, recreación y trabajo. Una vez finalizadas las
tareas dadas a realizar por las autoridades del penal, sin más, se les vuelve a encerrar
celularmente. Dicha acción es conocida en la jerga como “engomar”, expresión que
representa de un modo bastante gráfico el estado de lucha contra un muro al que se
encuentran adheridos, en que cualquier tirantez puede provocar un desgarro.
Las instalaciones penitenciarias, como tales, deben ser consideradas como cosa
riesgosa a los efectos del art. 1113 C.C., y ello por constituir per se un continuum
habitable en el que se permanece expuesto de un modo permanente a condiciones de vida
elementales, por otra parte dependientes de la decisión de las autoridades responsables
de su mantenimiento y conservación.

Vestimenta y ropa
29
L.L.B.A., 1994, pag. 350; E.D., 157, pag. 406.

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Art. 63. La Administración proveerá al interno de vestimenta acorde al clima y a la


estación, para usarla en el interior del establecimiento. En manera alguna esas
prendas, por sus características, podrán resultar humillantes. Deberá cuidarse su
mantenimiento en buen estado de conservación e higiene.
Cuando el interno hubiere de salir del establecimiento, en los casos
autorizados, deberá permitírsele llevar sus ropas personales. Si no dispusiere de
ellas, se le facilitará vestimenta adecuada.

(Art. 48 R.G.P.: Única variación en el último párrafo:


“Cuando el interno saliere del establecimiento, en los casos autorizados, deberá
utilizar sus ropas personales. Si no dispusiere de ellas, se procurará facilitarle
vestimenta adecuada.”)
Ambas normas iguales, con la sola diferencia que en relación a las prendas a
utilizar. fuera del establecimiento, en oportunidad que no simplemente se le permitirá
egresar con su ropa, si la tuviera (de lo contrario se le proveerá), sino que deberá hacerlo
con ella.

Art. 64. Al interno se le proveerá de ropa suficiente para su cama individual, la que
será mudada con regularidad.

(Art. 49 del R.G.P.)


Parte del mobiliario indispensable para la mera subsistencia, por razones obvias
debe ser prodigado por la administración penitenciaria en condiciones higiénicas y de
seguridad. Una previsión relacionada con ésto último es la evitación de proveer
colchones, sábanas o mantas de material muy inflamable.

Alimentación

Art. 65. La alimentación del interno estará a cargo de la administración; será


adecuada a sus necesidades y sustentada en criterios higiénico-dietéticos. Sin
perjuicio de ello y conforme los reglamentos que se dicten, el interno podrá
adquirir o recibir alimentos de sus familiares o visitantes. La prohibición de
bebidas alcohólicas será absoluta.

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Art. 47 del R.G.P.. Única variación, al fin de la segunda oración, se agrega: “no
estando permitida su cocción en los lugares de alojamiento”
Desde la posición en la que está estructurada la vida del interno, incapacitado de
conducirse a sí mismo, toda posibilidad abierta será humanitarismo, gesto de piedad,
despojo de la lástima. Se le viste, se le da de comer, se le procura asistencia médica (por
supuesto, de condiciones subnormales), porque aquel es incapaz hasta de procurarse los
más elementales servicios. Se trata simplemente de sostener uno de los goznes de la gran
maquinaria.
El dominio ocurre por imposición de mandatos, no por orden de prohibiciones.
La dependencia debe estar omnipresente. Cada gesto debe ser recordado como una
dádiva, cada alivio como un sustento.
Todo ello coadyuvará por un lado al olvido de sí mismo, a su infantilización, al
desconocimiento de lo que le es propio, y no meramente concedido.
La alimentación supone un derecho básico del ser humano, una necesidad
biológica, una imposición de la naturaleza. De ningún modo el ejercicio de esta necesidad
puede ser coartado o disminuido. No se entiende cómo podrá limitarse la posibilidad de
adquirir o hacerse llegar alimentos desde el exterior, no pudiendo ejercerse ese poder
como castigo disciplinario ni mucho menos como “medida de seguridad”. A diario
pueden verse las colas de familiares ante los puestos de requisa, donde examinarán el
contenido de cada paquete, vaciándolo violentamente delante suyo, desperdiciado sobre
la mugrosa mesa en que se deja derramar el paquete de azúcar o yerba mate, para una
vez que ha sido requisada la persona, asomarse desde otra ventanilla y recoger, en una
bolsa de residuos, obligatoria, y que el mismo familiar o visitante debe adquirir, los
alimentos deteriorados, rasgados, manoseados minuciosamente. Como si el vejamen se
trasladara a los objetos. Que ingresan asimismo con esa carga impersonal y vergonzosa
de la intimidad violada. El gusto opacado, con que se traga el remordimiento.
El artículo precitado del R.G.P. es similar al de la ley, mas, agrega una garantía y
una imposición. La garantía es que las disposiciones que denieguen la adquisición de
determinados alimentos, o su recepción por parte de sus familiares y visitas, debe ser
emanada de autoridad superior. Esta precaución es de ningún valor por lo ya expresado
acerca de dicha denegación. La imposición es que no está permitida la cocción de los
alimentos en los lugares de alojamiento.
En oportunidad de ir a entrevistar a uno de nuestros defendidos en la Unidad Uno
de Capital Federal, en los primeros días de 1997, se atendía provisoriamente en unas
gavetas que eran utilizadas para los profesionales de la asistencia social o la psicología.

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Las mismas se encuentran a pocos metros de la reja del pabellón de ingresos. Delante de
ésta última se hallaba un recipiente mugroso y oxidado, cilíndrico aún a pesar de escamas
y abolladuras. Identificándolo con un cesto de residuos, dejé caer allí unos papeles de
deshecho. Los mismos, cayeron sobre una superficie acuosa que apenas si reaccionó
frente a aquel elemento extraño. Uno de los ingresos que allí se encontraba, me explicó
que el contenido de ese tacho era el mate cocido de la mañana, destinado a su pabellón.
A lo que agregó que no me preocupara, que nadie se atrevía a beberlo.

Información y peticiones.

Art. 66. A su ingreso al establecimiento el interno recibirá explicación oral e


información escrita acerca del régimen a que se encontrará sometido, las normas
de conducta que deberá observar, el sistema disciplinario vigente, los medios
autorizados para formular pedidos o presentar quejas y todo aquello que sea útil
para conocer sus derechos y obligaciones. Si el interno fuere analfabeto, presentare
discapacidad física o psíquica o no comprendiese el idioma castellano, esa
información se le deberá suministrar por persona y medio idóneo.

(Art. 21 R.G.P., agregando para el caso de los procesados, la información acerca


de la posibilidad de solicitar su incorporación anticipada al régimen de ejecución.)
Puede en alguna oportunidad alcanzársele al interno la normativa que va a regir
su conducta mientras dure el cumplimiento de su condena, mas, se trata de un guía
apresurada, genérica, poco práctica y que no es para nada arma de defensa o garantía
sino una mera integración a un sistema de ocultamientos, hipocresías, eufemismos y
falsas enunciaciones. Ocurrirá inclusive que cierto material de lectura en referencia a la
legalidad penitenciaria será tenido como elemento subversivo y provocará recelos en las
autoridades de aplicación.

Art. 67. El interno podrá presentar posiciones y quejas al director del


establecimiento y dirigirse sin censura a otra autoridad administrativa superior, al
juez de ejecución o al juez competente.
La resolución que se adopte deberá ser fundada emitida en tiempo
razonable y notificada al interno.

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El art. 22 R.G.P. estatuye la misma norma, dando un plazo máximo de cinco días
al Director para emitir resolución. Este plazo resulta razonable, pudiéndose aplicar en los
establecimientos para condenados, donde la seguridad jurídica exige su mayor claridad y
consustanciación, en el momento del ingreso del interno al régimen pertinente. Pudiendo
ocurrir que las peticiones tuvieran que ver con padecimientos estructurales o que
importan a un grupo de internos, las mismas pueden realizarse en forma colectiva. No
existirá muchas veces otro modo de expresar las quejas correspondientes, ya que se
encuentra siempre presente el temor a una represalia, menosprecio a consecuencia
directa del reclamo individual. Prohibiciones como las que contiene el art. 55 inc. 3º del
Código de Ejecución Penal de la provincia de Buenos Aires, que sanciona como falta el
“efectuar pedido o reclamaciones colectivas”, quedan definitivamente abrogados. Tales
previsiones sólo tienen su raíz en la lógica del miedo, y no es extraño que la misma
prohibición rija para el personal del Servicio Penitenciario, quienes ven asimismo
cercenado su derecho de asociarse y peticionar libremente en defensa también de sus
condiciones de desempeño.30

Tenencia y depósito de objetos y valores

Art. 68. El dinero, los objetos de valor y demás prendas propias que el interno
posea a su ingreso o que reciba con posterioridad y que reglamentariamente no
puedan retener consigo serán, previo inventario, mantenidos en depósitos. Se
adoptarán las disposiciones necesarias para su conservación en buen estado.
Conforme los reglamentos, el interno podrá disponer de su dinero y otros objetos.
Los efectos no dispuestos por el interno y que no hubieren sido retenidos o
destruidos por razones de higiene, le serán devueltos a su egreso. De todo depósito,
disposición o devolución se extenderán las correspondientes constancias y recibos.

Art. 18 R.G.P.: “Conforme lo establezcan las disposiciones emanadas de la autoridad


penitenciaria superior, la Dirección del establecimiento autorizará los elementos
personales que podrá ingresar o retener el interno.
“El dinero y otras pertenencias no dispuestos por el interno y que no hubiesen
sido decomisados o destruidos por razones de higiene, le serán devueltos a su egreso.
De todo depósito, disposición o devolución se extenderán las correspondientes
constancias o recibos”.
30
Ver el comentario al Capítulo XVI de la presente ley.

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El depósito parece ser el destino natural de las cosas en las unidades


penitenciarias. Una vez autorizados los ingresos de las pertenencias, deberían pasar a
disposición del interno, mas, aquellas se van administrando en función del mérito o
demérito de aquel, e inclusive se negocian por ciertos disfrutes o accesibilidades.

Cuidados de bienes

Art. 69. El interno deberá cuidar las instalaciones, el mobiliario y los objetos y
elementos que la administración destine para el uso individual o común y
abstenerse de producir daño en los pertenecientes a otros internos.

Art. 50 del R.G.P.: “El interno deberá cuidar las instalaciones, el mobiliario,
los objetos y elementos que la administración destina al uso individual o común y
abstenerse de producir daño en los pertenecientes a otros alojados. Caso contrario, se
dispondrán las actuaciones administrativas y/o judiciales que correspondieren”.
Por esta disposición, a la par que se exonera a la administración de una
responsabilidad propia, el habitante de su soledad debe adecuar el espacio en que recela.
El desarraigo debe asearse y el cubil ser ordenado. Mas, se trata de confines de la
disciplina y no desarrollo del cuidado personal. Únicamente se impulsará al mejoramiento
de las condiciones de las celdas interiores, en cuanto las visitas puedan tener acceso a
ellas. De tal modo, su aspecto funciona vincularmente con el interno, quien las hará
formar parte de su presencia, demostración de ánimo y comunicación de fortaleza.

Registro de internos y de instalaciones

Art. 70. Para preservar la seguridad general, los registros en las personas de los
internos, de sus pertenencias y locales que ocupen, los recuentos y las requisas de
las instalaciones del establecimiento, se efectuarán con las garantías que
reglamentariamente se determinen y dentro del respeto a la dignidad humana.

Art. 51 del R.G.P., con la única variación que especifica a la autoridad


penitenciaria superior como el órgano competente para determinar las reglamentaciones
citadas. Asimismo, el art. 17 de la citada norma prevé que “El interno y sus pertenencias

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serán sometidos a requisa, para evitar el ingreso de objetos o sustancias no autorizados


por razones de seguridad y de orden en el establecimiento.”
Todo contacto directo, toda manipulación sobre la persona del interno estará
limitada por la razonabilidad de la medida, en relación a su finalidad y a la
fundamentación en razón de su objeto. Por tanto, las garantías son y deben ser las
propias de cualquier requisa legal, en virtud del art. 230 del Código Procesal Penal de la
Nación, para el ámbito de la Capital, esto es:
1. Ordenada por autoridad competente.
2. Debidamente fundamentado.
3. Siempre que haya motivo suficiente para presumir que oculta en su cuerpo
elementos prohibidos.
4. Efectuada con por lo menos dos testigos, internos del mismo pabellón del
requisado.
4. Con revisión judicial posterior.
Este artículo especifica un grado superior en la decisión de proceder a la requisa,
lo cual es aplicable al régimen de condenados.

Traslado de internos

Art. 71. El traslado individual o colectivo del interno se sustraerá a la curiosidad


pública y estará exento de publicidad. Deberá efectuarse en medios de transportes
higiénicos y seguros.
La administración reglamentará las precauciones que deberán utilizarse
contra posibles evasiones, las cuales en ninguna circunstancia causarán
padecimientos innecesarios al interno.

Art. 52 del R.G.P., cambiando “seguros” por “adecuados” y con el agregado de


un tercer párrafo:
“Al efectuar el traslado se cumplirán las disposiciones judiciales o indicaciones
de caracter médico dictadas al efecto”.
Este último párrafo, agregado en el texto del decreto, es aplicable también al
traslado de condenados.
Los camiones celulares, a los que se levanta a los internos a primeras horas de la
madrugada, en las condiciones en que se encuentren, son verdaderas cámaras de tortura.
Se viaja de pie, cuerpo prensado contra cuerpo, como en ataúdes verticales en que el

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hedor orgánico y la reluctación de la chapa multiplican el ahogo, la claustrofobia, la


indignación. Muchas veces, por todo ello, el interno pierde el sentido de su traslado, el
cual puede ser prestar una declaración, someterse a un tratamiento médico, ser
examinado por un facultativo, y de resultas del retraimiento provocado por la pena del
viaje, vuelven inútiles o secundarias, despreciativas, las ocasiones personales. Queda
nada más que una sensación de náusea sumado a una dejadez abandonada de sí mismo.
Art. 141 R.G.P.: “El procesado que al ser condenado en definitiva sólo deba
cumplir, como máximo, seis meses de pena, por resolución de la autoridad
penitenciaria superior, podrá continuar en la misma cárcel en que se encuentre.
“Dicha resolución se dictará mediando fundadas razones que justifiquen la
excepción y previo informe del director con intervención del centro de evaluación”.
Esta continuidad en el establecimiento, importa una efectiva prohibición de
traslado.

Art. 72. El traslado del interno de un establecimiento a otro, con las razones que lo
fundamenten, deberá ser comunicado de inmediato al juez de ejecución o juez
competente.

Nos preguntamos, a consecuencia del artículo que antecede, cuáles son aquellos
traslados que pueden ser dispuestos sin la anuencia o la directa decisión del juez. Si aún
el llevado a cabo por razones de emergencia (ver art. 149 de la presente ley), debe ser
inmediatamente puesto en conocimiento de aquel, quien entre otras funciones posee la de
“autorizar todo egreso del condenado” (art. 4 inc. d), ordenar el cumplimiento de las
diferentes modalidades de la ejecución penitenciaria establecidos en el Capítulo II, en sus
respectivos establecimientos, fijando de antemano el régimen a que se le destinará a cada
interno; sólo razones de fuerza mayor pueden dar lugar a una decisión unilateral de la
administración penitenciaria para efectuar el traslado de internos de un establecimiento a
otro.

Art. 73. El traslado del interno de un establecimiento a otro será informado de


inmediato a las personas o instituciones con las que mantuviere visita o
correspondencia o a quienes hubieren sido por él designados.

Art. 53 del R.G.P.: “Todo traslado de internos a otro establecimiento será


informado de inmediato a las autoridades judiciales y administrativas competentes y al

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familiar o allegado, con los que mantuvieren visita o correspondencia o a quienes


hubieren sido designados al efecto.”
Los traslados, en la práctica, se realizan de manera inconsulta y violenta,
comunicándose inmediatamente después de producido, o con el interno ya subido al
camión que le transportará. Las decisiones son arbitrarias en cuanto al destino del
traslado y al momento de realizarse.
Cada movilización de un interno supone para éste una carga de angustia apenas
soportable. Deberá reacomodarse al nuevo sitio, volverá a tener que afirmarse un lugar
dentro de la sociedad carcelaria que hallará cerrada a su ingreso, construirse nuevamente
un perfil para los compañeros y el personal penitenciario, y sobre todo, prepararse a
perder de vista a su familia, abogados y amigos, que tendrán más dificultades para
llegarse hasta su nueva ubicación. No se puede desconocer, asimismo, que la falta de
todo tipo de control sobre los traslados hace que muchas veces éstos se dispongan con el
sólo objeto de justificar gastos, los que incluyen viáticos para los agentes encargados de
realizarlos.
Uno de los castigos no escritos, amansadoras creadas por la costumbre
penitenciaria, es el sacar a los internos seleccionados por la mañana, subirlos al camión,
hacerles padecer toda aquella amputación de sus vínculos, en la incertidumbre de su
destino, y volverlos a traer luego de unas horas a la misma unidad en que se hallaba.
Todo este comportamiento, mediando un control de las salidas y utilización de los
transportes de traslado, por parte del juez competente, con aviso previo en cada caso,
antes de producirse el embarque del interno, podría evitarse, con el consiguiente
restablecimiento de las garantías del proceso de ejecución.
No se debe olvidar, por otra parte, que los traslados figuran entre las sanciones
previstas a las faltas disciplinarias por el art. 87 inc. h)

Medidas de sujeción

Art. 74. Queda prohibido el empleo de esposas o de cualquier otro medio de


sujeción como castigo.

(Art. 54 del R.G.P.)


Por medio de sujeción debe entenderse todo instrumento que limite los
movimientos del interno en el interior del penal. Así, la reducida amplitud de ciertas
celdas de castigo, que obligan a permanecer doblado, las dimensiones del alojamiento

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individual, en cuanto no podrá provocar malposiciones forzadas, la colocación en los


llamados “buzones”, y hasta la privación de movilidad en el interior de los camiones
celulares.

Art. 75. Sólo podrán adoptarse medidas de sujeción en los siguientes casos:
a) Como precaución contra una posible evasión durante el traslado del
interno;
b) Por razones médicas, a indicaciones de facultativo, formulada por escrito;
c) Por orden expresa del director o del funcionario que lo reemplace en caso
de no encontrarse éste en servicio, si otros métodos de seguridad hubieran
fracasado y con el único propósito de que el interno no se cause daño a sí mismo, a
un tercero o a un establecimiento. En este caso el director o quien lo reemplace,
dará de inmediato intervención al servicio médico y remitirá un informe detallado
al juez de ejecución o juez competente y a la autoridad penitenciaria superior.

(Art. 55 R.G.P.)
a) La posible evasión sólo puede llevarse a cabo en las condiciones en que su
eventualidad sea apoyada, realizable, concretamente avizorada como intento. Así, sólo en
ocasión en que el interno se encuentre acompañado de un sólo agente penitenciario, en
un medio libre, creemos que cabe emplear la sujeción; también acaso en individuos cuya
personalidad sea reconocidamente temeraria en ese aspecto. Mas, el triste espectáculo de
tres o cuatro agentes apurando a un sujeto esposado, convenientemente armados todos
ellos y en áreas absolutamente custodiadas, como el Palacio de los Tribunales, por
ejemplo, no guarda proporción con los extremos de excepción fijados en este articulado,
para con el empleo de tales prevenciones.
b) también son contados los supuestos en que razones estrictamente médicas
puedan obligar a la manutención del interno. El peligro en el uso de las manos debe estar
acompañado de cierto vigor en ellas, como para comprometer alguna dolencia o
enfermedad, las que precisamente disminuyen esa impulsión y por sí solas aplacan al
sujeto. Este inciso es únicamente aplicable al uso de sedantes recetados y en virtud de la
guarda de un reposo postoperatorio o necesario en virtud de una contingencia análoga.
c) Finalmente se menciona el supuesto del incontenible, al que en virtud de
situaciones reiteradas y para evitar ulteriores ataques a sí, a otro o al establecimiento, se
le sujeta como medida de seguridad. No se trata de un castigo encubierto para
reincidentes, el que se encontraría prohibido en virtud del artículo anterior a éste, sino de

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la protección llevada a cabo por ante sucesos violentos de reconocido origen en el sujeto
del que se trate. De allí la comunicación inmediata al médico, además de para
salvaguardar la integridad física del interno y conocer las consecuencias de su sujeción,
para estudiar en aquel la sobreviniencia de una inimputabilidad.
Para llevarse a cabo con las garantías prescriptas por el artículo que se comenta,
todas y cada una de las anteriores manifestaciones reales de violencias hubieron de haber
sido oportunamente comunicadas en cada caso al juez competente.

Art. 76. La determinación de los medios de sujeción autorizados y su modo de


empleo serán establecidos por la reglamentación que se dicte. Su aplicación no
podrá prolongarse más allá del tiempo necesario, bajo apercibimiento de las
sanciones administrativas y penales que correspondan por el funcionario
responsable.

Art. 56 del R.G.P.: “La determinación de los medios de sujeción y su modo de


empleo, serán los que establezca el Ministerio de Justicia, Secretaría de Política
Penitenciaria y de Readaptación Social, a propuesta de la autoridad penitenciaria
superior. Su aplicación no podrá prolongarse más allá del tiempo necesario bajo
apercibimiento de las correcciones administrativas y penales que correspondan para el
funcionario responsable.”
Luego, en cuanto a la prohibición de su exceso, el texto sigue al pie de la letra al
anterior. En cuanto se trata de medidas de seguridad sobre sujetos a disposición del
Servicio Penitenciario, entendemos que es aplicable a condenados asimismo la fijación
específica de la competencia que en este punto establece el R.G.P., por otra parte, ley
anterior y específica a este respecto.
Ante cualquier sobrepaso en la sujeción, es procedente el Habeas Corpus
Correctivo, y la acción desplegada por el agente responsable, junto con el Director del
área correspondiente y todos los que hallan tenido conocimiento de ella, configura
apremios ilegales en concurso ideal con privación ilegítima de libertad por funcionario
público.

Resistencia a la autoridad penitenciaria

Art. 77. Al personal penitenciario le está absolutamente prohibido emplear la


fuerza en el trato con los internos, excepto en los casos de fuga, evasión o de sus

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tentativas o de resistencia por la fuerza activa o pasiva a una orden basada en una
norma legal o reglamentaria. Aún en estos casos, todo exceso hará pasible al
responsable de las sanciones administrativas y penales que correspondan.

(Art. 57 R.G.P.)
Las sanciones penales son las previstas especialmente en los arts. 143 al 144
quinto. Procede en cada caso como medida urgente el Habeas Corpus Correctivo, el que,
al igual que en el supuesto anterior, supondrá la constitución de una persona del juzgado
o tribunal que lo tramite en la sede del penal, y de ningún modo se podrá llevar a cabo
mediante el pedido de informes o de presentación del sujeto acusado. El magistrado
actuante debe “hallar el cuerpo” en las condiciones en que debe estar cumpliendo su
condena o el tiempo de su prisión preventiva. De allí que la presentación del interno
beneficiario de la acción debe llevarse a cabo en el seno mismo de la unidad
penitenciaria, en el momento de la llegada del personal judicial.

Art. 78. El personal que habitualmente preste servicios en contacto directo con los
internos no estará armado. Deberá recibir un tratamiento físico adecuado que le
permita actuar razonable y eficazmente para superar situaciones de violencia.
El uso de armas reglamentarias quedará limitado a las circunstancias
excepcionales en que sea indispensable utilizarla con fines de prevención o por
peligro inminente para la vida, la salud o la seguridad de agentes, de internos o de
terceros.

Art. 58 R.G.P.: “El personal que habitualmente preste servicios en contacto


directo con los internos no estará armado. Deberá recibir un entrenamiento físico
adecuado y una capacitación específica en técnicas de persuasión para intervenir en
situaciones que así lo requieran”. Se está refiriendo a los mismos agentes penitenciarios
que la ley que se comenta. No hace mención alguna a la posibilidad de utilizar armas, aún
en casos excepcionales.
Se asegura que el único personal armado de las prisiones es aquel que se
encuentra resguardando la seguridad en el perímetro exterior a aquellas. Mas, es un
hecho que se vive la permanente ostentación de armas en el interior de las prisiones.
Puede verse a diario a las llamadas “tropas antimotines” deambular con los cascos
colocados, como en dirección a la represión inmediata, cuando ocurre que sencillamente
se encuentran caminando de un sitio a otro del penal en función de vigilancia. Hasta

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dónde se trata de disuasión y a partir de dónde puede importar una provocación, tendrá
que ver con las variables de personas, tiempo y lugar en que dicha exhibición se esté
llevando a cabo.

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Capítulo Cuarto.
Disciplina.

Art. 79. El interno está obligado a acatar las normas de conducta que, para
posibilitar una ordenada convivencia, en su propio beneficio y para promover su
reinserción social, determinen esta ley y los reglamentos que se dicten.

Art. 8 R.G.P.: “El interno está obligado a acatar en su integridad las


disposiciones de este reglamento y las normas que se dicten en su consecuencia, que en
todo caso deberán respetar el principio de inocencia y el derecho a defensa”.
La posibilitación de una ordenada convivencia, la procuración del beneficio del
interno y la promoción de su reinserción social no son fuentes de normas sino una y la
misma ratio juris de su procedencia, pudiéndose reducir las tres a la primera de ellas, en
tanto que la convivencia es la red de vínculos constructivos que constituyen al ser
humano como tal. Cada vez que los reglamentos falten a esta motivación, o las
disposiciones administrativas no procuren su logro sino otro distinto de él, nos
hallaremos ante un supuesto de desviación de poder, y por tanto, nulo o anulable de
acuerdo a su gravedad.

Art. 80. El orden y la disciplina se mantendrán con decisión y firmeza. No se


impondrán más restricciones que las indispensables para mantener la seguridad y
la correcta organización de la vida de los alojados, de acuerdo al tipo de
establecimiento y al régimen en que se encuentra incorporado al interno.

(Art. 59 R.G.P., sin la salvedad sobre los tipos de establecimiento.)


Este artículo dispone sobre el mantenimiento diario de la convivencia pacífica, de
acuerdo a cada establecimiento en particular, y de ningún modo establece que en
instituciones cerradas podrán prodigarse castigos más severos que en otras de régimen
más abierto.

Art. 81. El poder disciplinario sólo puede ser ejercido por el director del
establecimiento, quien tendrá competencia para imponer sanciones, suspender o

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dar por cumplida su aplicación o sustituirlas por otras más leves, de acuerdo a las
circunstancias del caso.

(Art. 5º R.D. P.I..)


Cualquier acción desplegada por un agente subordinado al Director importará a
este respecto vía de hecho, pudiéndose efectuar el reclamo por vía jerárquica o ante el
poder jurisdiccional. Para la imposición de sanciones, el Director será informado del
hecho del que se acusa al interno, receptando al mismo tiempo el descargo de éste, en
ejercicio de su derecho de defensa.

Art. 82. El reglamento podrá autorizar, con carácter restrictivo, que un miembro
del personal superior legalmente a cargo del establecimiento, pueda ordenar el
aislamiento provisional de internos cuando existan fundados motivos para ello,
dando inmediata intervención al director.

Art. 35 R.D.P.I.: “Cuando la infracción disciplinaria constituya, prima fascie,


infracción grave o resulte necesario para el mantenimiento del orden o para resguardar
la integridad de las personas o para el esclarecimieno del hecho, el Director o quien lo
reemplace, podrá disponer el aislamiento provisional del o de los internos
involucrados, comunicando dicha medida al juez competente dentro de las veinticuatro
horas de su adopción”.
Sólo habrá motivos fundados cuando la situación de falta comprometa la
integridad física de otro interno, dado que por la proximidad y permanencia de los
mismos en los pabellones, en la convivencia obligada, hagan peligrar cualquier conducta
violenta. Cuando el conflicto tenga que ver sólo con roces con el personal penitenciario,
tal medida no podrá ser dispuesta. Ello es coherente con el art. 41 R.G.P. que dispone el
basamento del régimen carcelario en el “equilibrio entre los derechos y deberes
individuales de cada interno y los del conjunto de los alojados”, y no entre los derechos
de los internos por un lado, y los deberes o atribuciones del personal penitenciario, por el
otro. Aquellos conflictos serán definidos con traslados de los agentes, u otra medida
administrativa adecuada.

Art. 83. En ningún caso el interno podrá desempeñar tareas a las que vaya unido el
ejercicio de una potestad disciplinaria.

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(Art. 6º R.D.P.I.)
La utilización de internos para tareas disciplinarias no sólo es aberrante desde el
punto de vista de la seguridad jurídica, el orden administrativo y las responsabilidades de
la autoridad competente, sino que además resulta repugnante al círculo solidario que
convivencialmente es construido entre los internos y cuya integración es el único viso
existencial de repersonalización, de reconstrucción de uno mismo desde los otros. Sin
embargo, suele ser habitual que se utilicen a los llamados “buchones” a cambio de ciertos
privilegios, para la obtención de informes detallados sobre algunos de los internos que
comparten con ellos su experiencia carcelaria. Hemos visto en nuestro ejercicio de la
profesión hasta “presentaciones espontáneas” ante los juzgados de internos que se
encuentran dispuestos a declarar lo que les es confiado por otros; e inclusive se ofrecen a
encontrarse munidos de micrófonos a los efectos de tomar las declaraciones que se
realizan dentro de la prisión. La violación a la intimidad que ello supondría con más la
utilización de los internos para el “trabajo sucio”, no hacen más que poner de manifiesto
la indignidad moral que tal labor supone.

Art. 84. No habrá infracción ni sanción disciplinaria sin expresa y anterior


previsión legal o reglamentaria.

(Art. 7º R.D.P.I.)
Aplicación del principio de legalidad, el presente artículo no hace más que exigir
la ley previa escrita y estricta necesaria para la procedencia de una sanción. Las
infracciones son faltas a la norma, no a la motivación de la norma.

Art. 85. El incumplimiento de las normas de conducta a que alude el art. 79,
constituye infracción disciplinaria.

(Art. 14 R.D.P.I.). Se trata de una norma hermenéutica a los efectos de la


comprobación de las infracciones que se hallen previstas en los ordenamientos
pertinentes, en tanto conlleven como resultado el daño a la convivencia, ya de los
internos entre sí, con las visitas, o con los agentes del Servicio Penitenciario.

Las infracciones disciplinarias se clasifican en leves, medias y graves. Los


reglamentos especificarán las leves y las medias.

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(Art. 15 R.D.P.I.) Por este párrafo queda vedado a la administración en forma


absoluta el dictar las faltas graves, las que no pueden ser otras ni de otro modo que las
que siguen. Debe tenerse siempre presente que el bien jurídico que se tiende a proteger
por cada una de estas faltas, y en el que debe establecerse su interpretación teleológica,
es el de la convivencia armónica entre los internos
Son faltas graves:
a) Evadirse o intentarlo, colaborar con la evasión de otros o poseer
elementos para ello;
(Art. 18 inc. a. R.D.P.I.)
b) Incitar o participar en movimientos para quebrantar el orden y la
disciplina;
(Art. 18 inc. b. R.D.P.I.)
c) Tener dinero u otros valores que lo reemplacen, poseer, ocultar, facilitar o
traficar elementos electrónicos o medicamentos no autorizados, estupefacientes,
alcohol, sustancias tóxicas o explosivos, armas o todo instrumento capaz de atentar
contra la vida, la salud o la integridad propia o de terceros;
(Art. 18 inc. c. R.D.P.I.)
d) Intentar introducir o sacar elementos de cualquier naturaleza eludiendo
los controles reglamentarios;
(Art. 18 inc. d. R.D.P.I.)
e) Retener, agredir, coaccionar o amenazar a funcionarios y otras personas;
(Art. 18 inc. e. R.D.P.I.)
f) Intimidar física, psíquica o sexualmente a otra persona;
(Art. 18 inc. f. R.D.P.I.)
g) Amenazar o desarrollar acciones que sean real o potencialmente aptas
para contagiar enfermedades;
(Art. 18 inc. g. R.D.P.I.)
h) Resistir activa y gravemente al cumplimiento de órdenes legalmente
impartidas por funcionario competente;
(Art. 18 inc. h. R.D.P.I.)
i) Provocar accidentes de trabajo o de cualquier otra naturaleza;
(Art. 18 inc. i. R.D.P.I.)
j) Cometer un hecho previsto como delito doloso, sin perjuicio de ser
sometido al eventual proceso penal.
(Art. 18 inc. j. R.D.P.I.)

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El principio de legalidad en su sentido amplio, propio de un Derecho Penal liberal


y garantista, incluye la prohibición de ninguna sanción sin ley previa, escrita y estricta.
Supone, por derivación directa de aquellos, que la descripción típica del acto necesario
para producir la reacción penal, debe referirse a un acto concreto, indubitable y dañoso. 32
La enumeración que antecede, que deben considerarse normas penales (suponen un
castigo restrictivo de la libertad, y están inscriptos en la presente ley, complementaria del
Código Penal, según su art. 229), en cada uno de los tipos que menciona, es sumamente
vaga, indeterminada y abierta. Veremos a continuación, cada caso en particular, para un
estudio más pormenorizado de lo dicho:
a) Se traslada el delito de evasión (que se encuentra acabadamente dispuesto por
el art. 280 del C.P. como aquel que comete quien “hallándose legalmente detenido se
evadiere por medio de violencia en las personas o fuerza en las cosas.”) a su reducción
más absoluta, a sus períodos preparatorios, ni aún meramente tentados. Constituye un
supuesto de peligro abstracto, en que sólo interesa la interpretación de una actitud, no de
un acto. El hecho de “poseer elementos” para intentar la fuga, supone la atribución de un
fin que sólo puede ser derivado de un “soplón”, que obtendrá ciertos beneficios de los
agentes “descubridores”, una requisa de dudosa contabilidad, o la mera arbitrariedad
simple y llana, consecuente en la persecución de un interno, por la obtención de algún
favor de su parte, o el saldo de algún compromiso no declarable. Por otro lado, cómo
apreciar la idoneidad de aquellos elementos, sin tener a la vista el plan de evasión al que
serían posteriormente aplicados. Ello sólo aumenta el estado de inseguridad creado por
las requisas y excusa cualquier operación, inmiscusión y disposición con los bienes, la
celda y el cuerpo del interno.
b) “quebrantar el orden y la disciplina” es una fórmula abstracta, vacía de
contenido, cuyo verbo típico es metafórico, y cuyo sentido sólo puede ser el ampliar las
redes de los agentes penitenciarios contra la solidarización de los internos. Bajo el
pretexto de impedir la supuesta conspiración, se evitarán las reuniones de más de tres
internos, se les someterá a un régimen de horarios estricto, se les negará la posibilidad de
comunicarse desde distintos pabellones, mandarse cartas, o simplemente saber del otro.
Este inciso no requiere la producción de un resultado, ni tampoco describe una acción
específica, limitándose a los contenidos accesorios de toda ley penal, cuales son la
instigación y complicidad, aquí como sustantivos.

32
La previsión de las conductas que suponen falta grave en la presente ley, viene a llenar el vacío que
dejaba el Dec. Ley 412/58, que derivaba a la administración toda la explicitación de las mismas.

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99

Por el art. 68 inciso c del Reglamento para Procesados Dec. 303/96, modificado
por el R.D.P.I., se requería que su tuviese específicamente dinero en cuanto objeto de
valor típico. Debe entenderse que este requisito más restringido suponía una corrección
en el sentido de hacer más rígida la previsión de la falta. Como ha quedado legislado,
puede dar lugar a cualquier tipo de arbitrariedades, en tanto que cualquier objeto
intercambiable por otro será asimilado al dinero. La figura típica debe entonces dirigirse
al uso que pueda darse, dado que se trata de impedir la compra de influencias o
privilegios, aunque no será éste el mejor medio para lograrlo.
c) Otra vez la relación con los objetos personales, “capaz de alterar contra la
vida, la salud, o la integridad propia o de terceros”, como si el hecho punible fuera una
cualidad de la cosa, mera objetivación, que sólo permite la siembra de uno de estos
cuerpos “sospechosos” durante las requisas.
d) Eludir los controles reglamentarios, por cualquier razón que fuere, sin
constituir compromiso a bien jurídico alguno, que sólo quiera preservar ciertas áreas de
la afectividad o del secreto, es una medida de simple desobediencia que no puede
describirse como conducta punible.
e) Este inciso tampoco requiere de un resultado concreto, siendo sus verbos de
pura actividad. Su vaguedad debe ser comprendida dentro de la producción de los delitos
de los que viene derivada su sustancia. Así, retener, será privar de la libertad, apresar,
impedir el movimiento durante un lapso corto de tiempo; agredir, deberá interpretarse
como injuriar o lesionar aún legítimamente. Coaccionar y amenazar serán, en el ámbito
de las obligaciones mínimas penitenciarias y en relación a las funciones de los agentes,
constreñir de un modo serio, por medio de la posible acusación de un mal ilegítimo, a la
realización de conductas que supongan privilegios o miramientos especiales que no
puedan ser obtenidos de otra forma.
f) La producción de temor, de control y dominio sobre otra persona tiene que ver
con la asunción de actitudes de apoderamiento y venta de protección. es muy difícil aquí
definir conceptualmente dicha acción subterránea. Cualquier cooptación (una amenaza
velada, una secreta atadura, una posesión silenciosa), para configurar este tipo
disciplinario, deberá ser medianamente continua, mediando la reducción o indignidad de
la víctima.
g) Acciones “real o potencialmente actas para contagiar enfermedades” puede ser
desde estornudar sin llevarse las manos a la nariz hasta penetrar carnalmente sin
protección a otro interno. Como principio y límite general de todos y cada uno de estos
incisos, su producción debe ser claramente dolosa.

99
100

La norma anterior del Dec. 303/96 decía “preparar” en lugar de “amenazar”.


Aquí no se trata de una mera amenaza, sino que se requieren hechos de iniciación
concretos de tales acciones. Se exige que la conducta desplegada sea “real” -ello en el
caso del desarrollo de las mismas- o “potencialmente” -en el supuesto de su amenaza
producida por hechos principio de ejecución de su puesta en práctica provocadora del
resultado “contagiar enfermedades”- por lo que una estricta interpretación constitucional
avala la asimilación de los significados “preparar” y “amenazar” en esta falta.
h) La resistencia debe ser “activa” y “grave”. Ello da la idea de que supondrá un
entrenamiento de hecho con la autoridad penitenciaria en ejercicio legítimo de sus
funciones. Por lo tanto, debe requerirse tratarse de acciones objetivamente pasibles de
provocar o causar la imposibilidad temporaria o permanente de ejercer las órdenes
impartidas.
i) Otra vez, el requisito del dolo, impuesto en forma indubitable, será deficitario
de la existencia o no de una falta como la que se norma por este inciso. Recordar a este
punto la “Regressverbot” o prohibición de regreso acuñada como principio garantista
por Reinhard Frank.
Esta falta fue agregada por el R.D.P.I., ya que no se encontraba en el art. 68 del
R.G.P. Dec. 303/96. En cuanto a su ámbito de aplicación, si tales actos no importan
delitos, en cuyo caso se asimilarían a la falta siguiente, se reducirá a aquellos accidentes
cuya víctima es el mismo provocador, una vez que ello se haya acreditado
fehacientemente, por vía judicial. De otro modo, se estaría suspendiendo el derecho a la
justa indemnización y al cuidado del accidentado, previstos por la ley que se comenta,
con más todos los derechos conexos de índole laboral que quedan incorporados en su
Capítulo Séptimo. De todas formas, esta única interpretación posible está contemplada
en el art. 17 inc. f del R.D.P.I., por el que se lo considera falta media, por lo que la
infracción comentada queda derogada y sustituida por la valoración que de ella hace tal
decreto, posterior a la letra de aquella.
j) Es atinada a este respecto la observación que la Procuración Penitenciaria hace
respecto de este inciso en su Informe Anual 1995-633 , elevado al Honorable Congreso de
la Nación. Dicha institución expone la creación de “una situación irracional, pues
obligará a la substanciación simultánea en la mayoría de los casos que se presenten en la
práctica (pues los delitos dolosos por regla general son de acción penal pública,
conforme lo previsto en el art. 71 C.P.) de dos procedimientos por las autoridades
penitenciarias, uno en el cual actuarán como fuerza de seguridad preventiva en su calidad
33
Op. Cit., pag. 130.

100
101

de auxiliar de la justicia y en el que deberán informar y respetar los derechos del interno
eventualmente imputado, en especial la prohibición de recibirle ‘manifestaciones
espontáneas’ (conf. Art. 184 segundo párrafo del Código Procesal Penal) y otro,
tendiente a determinar la existencia de la falta cuestionada, en el cual deberán
obligatoriamente dar oportunidad de descargo al interno sobre el mismo hecho, lo que en
la práctica implica recibirle una ‘manifestación espontánea’ de las fulminadas por la
norma ritual citada”.
De todos modos, cualquier delito doloso previsto en nuestra legislación penal
necesariamente para su realización, preparación o consumación, será receptado en la
ejecución de una de las presentes faltas, cuya naturaleza estriba precisamente en
sancionar cualquier conducta predilecta.
Con respecto a las faltas leves y levísimas, previstas en los reglamentos, el
espectro de prohibición será aún más genérico y difuso. Por otra parte, es doctrina
reiterada de nuestros tribunales, y conteste con un estado de derecho, la prohibición a la
administración de legislar normas penales. A partir de los fallos “Defino” y “Mouviel”, la
Corte Suprema de Justicia ha delimitado las atribuciones a este respecto. Es privativo del
órgano legislativo la sanción de todas las conductas previstas como sancionables, así
como las sanciones consecuentes que en cada caso se aplicarán, quedando reservadas a
la administración la regulación relativa a la circunstanciación espacial y temporal, las
variables de su especificación. Proponemos que dicha regulación (aún por realizarse, en
virtud de la derogación en bloque de todas las disposiciones anexas y reglamentarias del
Dec-Ley 412/58), como corresponde a la esfera administrativa, se trate de la
especificación de las faltas por esta ley previstas y ya comentadas, con la calificación
graduada consecuente. Ello importa, asimismo, la implícita derogación del R.D.P.I. en
tanto coloca en la Secretaría de Política Penitenciaria y de Readaptación Social,
atribuciones que no les son propias. En algún punto, deberá entenderse a la falta grave
como ley penal en blanco. Por ejemplo, en relación a los elementos incorporados en
violación de los procedimientos carcelarios, podría realizarse una tabla en función de la
descripción de distintos grupos de elementos (armas, drogas, bebidas alcohólicas,
teniendo en cuenta la prohibición de su uso y el riesgo que puedan implicar en la vida del
penal). Por supuesto, toda regulación podrá ser revisada en función de su legalidad y
razonabilidad (arts. 18 y 28 C.N.), revisión que deberá ser sumamente pormenorizada,
tratándose de la integración administrativa de leyes penales, de imprecisa
constitucionalidad, en función del principio de legalidad formal.

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El R.D.P.I. en su art. 16 prevé como infracciones leves, las siguientes:


“a) No respetar injustificadamente el horario o la convocatoria a actividades;
(Esta infracción disciplinaria sólo debe tener lugar en función de aquellas actividades
cuya puntualidad sea ínsita a la obligatoriedad de la actividad a la que se refiera.
Necesidad de precisión horaria y estricto deber de llevar a cabo la tarea convocada son
requisitos presupuestos de su tipicidad.
“b) Descuidar el aseo personal o la higiene del lugar de su alojamiento o de las
instalaciones del establecimiento; (La utilización del verbo descuidar resulta
particularmente lábil y abierto, en cuanto a que invierte de un modo burdo el principio de
reserva, por el que todo lo que no está prohibido está permitido. Ello es así dado que no
se prohibe la acción dañosa sino que se estatuye el principio de observación por el que
todo aquello que no sea lo debido, esto es, lo preceptuado pulcro y aseado de la persona
y pertenencias del interno, entrará en la zona del descuido, y por tanto, será una
conducta típica de esta infracción. Por tanto, por ella, lo que no es deber es prohibición.
La lesiva inconstitucionalidad que ello importa da por tierra con cualquier aplicación o
interpretación de esta norma.)
“c) Cocinar en lugares, horarios o en formas no autorizados; (La presente es
una norma dictada en ejercicio del poder de policía en su sentido estricto. Sólo razones
de seguridad pueden importar la sanción de esta falta. Elementos inflamables, sectores de
alta tensión, sitios donde el cocinar pudiera importar un grave accidente que ponga en
peligro la integridad física de los internos o del establecimiento, serán los lugares de
mención de esta norma. En cuanto a la forma de cocción, debe seguirse el mismo
principio, cual es el de medida de seguridad por la utilización de mecheros rotos, cocinas
con pérdidas de gas, etc. No hay razón de seguridad a primera vista como para prohibir
la cocción en horarios determinados, por lo que no se ve por qué razón deba requerirse
una autorización previa siquiera para decidirse a cocinar.)
“d) Descuidar la higiene o el mantenimiento de la ropa de cama o de las
prendas personales; (Con respecto al verbo típico, ver el comentario al inciso b)
“e) Comportarse agresivamente durante el desarrollo de las prácticas
deportivas que realice; (Existe abundante doctrina acerca de las lesiones deportivas,
como no constitutivas de delito en tanto que suponen el consentimiento de las reglas y
consecuencias propias del juego (Soler), en tanto son atípicas en el estudio de la tipicidad
conglobante (Zaffaroni), y sobre todo debe tenerse en cuenta la emotividad conque se
llevan a cabo los encuentros de destreza, la cual es parte constitutiva de su desarrollo e
interés competitivo. Mas, aún en el supuesto en que lleguen a excederse límites gruesos

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del juego del que se trate, y las lesiones pasen a ser dirigidas contra la o las personas en
forma directa y descarada, con aprovechamiento de la situación creada por el
enfrentamiento lúdico, tales acciones pasarían a configurar la infracción del art. 18 incs. f
ó j del R.D.P.I. Por lo tanto, esta falta que aquí se comenta es inaplicable)
“f) No realizar en la forma encomendada las prestaciones personales en las
labores de limpieza o mantenimiento; (De nuevo puede verse cómo lo no dirigido es
prohibido).
“g) Alterar el orden con cantos, gritos, ruidos o mediante el elevado volumen de
aparatos electrónicos o autorizados; (La alteración del orden no constituye ninguna
acción típica, en cuanto a que no describe ninguna conducta específica ni ningún
resultado apreciable, sólo haciendo mención al medio utilizado. Alterar el orden muchas
veces significará molestar al agente de servicio, y muchas veces se tratará de descargas
naturales que, de comprimirse, pueden volverse mucho más gravosas. Sólo cuando se
tornara imposible la convivencia pacífica o el desarrollo de las actividades debidas del
penal, pueden tomarse medidas en el caso, mas, en ningún sentido puede considerarse
infracción salvo que constituya la figura del art. 17 inc. l o la del art. 18 inc. f, con lo
que la presente se vuelve asimismo inaplicable.)
“h) Formular peticiones o reclamaciones incorrectamente; (Sólo en cuanto sean
agraviantes puede entenderse como falta. La corrección en la forma, e incluso en el
contenido de la petición, de ningún modo pueden ser considerados infracciones. De otra
forma, la misma ley estaría desalentando uno de los pocos medios habilitados para que
los internos puedan hacer valer sus derechos o expresar sus inquietudes sobre el modo de
realización de su vida intramuros)
“i) No guardar la debida compostura y moderación en las acciones o palabras
ante otra u otras personas; (De nuevo, la pésima técnica legislativa correccional estatuye
una infracción definiéndola por la negativa. Ello, como hemos visto, en cuanto supone
que lo no debido es prohibido, es manifiestamente inconstitucional. Excepto en los casos
en que se llegue a las injurias o calumnias, se estará en presencia de la infracción del art.
18 inc. j del R.D.P.I. o el del art. 17 inc. y del mismo cuerpo legal. Razones por las que
esta infracción como tal, es inaplicable)
“j) No comunicar de inmediato al personal cualquier anormalidad, desperfecto
o deterioro producido en el lugar de alojamiento o en otras dependencias; (Las
comunicaciones a las que se refiere el inciso guardan relación con las normas de
seguridad del penal. Esto es, la anormalidad, desperfecto o deterioro que deben
comunicarse son aquellos que ocasionen un peligro cierto en las instalaciones de la

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Unidad en que se encuentre, o empeore las condiciones de vida de los internos. Este
deber de comunicar tiene estrecha relación con el derecho a peticionar, por lo que debe
hacerse fluido el diálogo con las autoridades de los establecimientos a los fines de
permitir llevar a cabo aquella prerrogativa y la presente obligación)
“k) Fumar en lugares u horarios no autorizados; (Otra norma referida a las
medidas de seguridad, análoga a la prescripta para la cocción de alimentos. Como se
apuntara allí, sólo se configurará la presente falta en el supuesto de fumar en un lugar
que por sus elementos, situación o funcionalidad, en los que dicha acción importe en sí
misma un riesgo cierto a las instalaciones del penal o a la integridad física de los internos,
agentes o visitas.)
“l) Fingir enfermedad para la obtención indebida de medicamentos o para
eludir una obligación;
“ll) Negarse a dar su identificación o dar una falsa a un funcionario en
servicio;
“m) Producir actos de escándalo en ocasión de ser trasladado a nuevo destino,
o conducido para la realización de diligencias judiciales u otras o durante las salidas
en los casos autorizados por la legislación vigente; (Existe un componente emocional
que es inevitable en cualquier disposición abrupta que se lleve a cabo sobre la vida de
una persona. El traslado en sí mismo es un hecho traumático y trascendente para
cualquier interno, ya que desconoce qué es lo que le espera en su nuevo lugar, si sus
visitas podrán seguir viéndole, si sus abogados se podrán comunicar con él, inclusive qué
será de sus compañeros a los que deja en el establecimiento que abandona; toda una
suma de angustias que hace inexigible la exaltación provocada por dicho traslado,
expresada a través de negativas o gritos en ocasión de llevarse a cabo.)
“n) No observar la consideración y el respeto debido a funcionarios y
visitantes; (Aquí, de un modo más que evidente se enuncia el principio de que “todo lo
no debido está prohibido, de flagrante inconstitucionalidad).
“ñ) Ausentarse, sin autorización del lugar que, en cada circunstancia, tenga
asignado.” (Claro está, siempre que ese lugar pueda satisfacer todas las necesidades
vitales, y entre ellas las de desentumecimiento provocado por el encierro cautivo, propias
de la jornada diaria de cualquier interno).
Puede verse a través de la enumeración de las faltas leves de qué modo está
cautivo el ámbito de lo mínimo, la vigilancia pesada no ya sobre los actos sino hasta de
los movimientos y actitudes. De ese modo, la punición de lo potencial acaba por impedir
cualquier desarrollo de lo propio.

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Son infracciones medias según el art. 17 del R.D.P.I.:


“a) Negarse al examen médico a su ingreso o reingreso al establecimiento, o a
los exámenes médicos legal o reglamentariamente exigibles; (Esta norma guarda
estrecha vinculación con el respeto a la dignidad humana. No sólo el recuerdo de viejas
experiencias genético-médicas con detenidos, sino también la atención precaria que
reciben por lo general en los centros hospitalarios de los establecimientos, y más aún, el
seno de la propia intimidad, último reducto de la libertad en la administración carcelaria,
impiden considerar falta la negativa a que se refiere este inciso cuando se encuentre
fundada en objeción de conciencia, o cuando se optare por un instituto o facultativo
distinto del organizado para tal fin, que le garantice al interno su seguridad y
tranquilidad, o en aquellos casos en que los exámenes fueran de realización meramente
estadística, y no tuvieren relación con enfermedades contagiosas dentro del
establecimiento.)
“b) Incumplir las normas de los procedimientos de registro personal o de sus
pertenencias, recuentos, requisas, encierros, desencierros o con las que regulan el
acceso a los diversos sectores del establecimiento; (La apresurada técnica legislativa que
inspiró este inciso derivó a las normas precitadas la tipificación de esta falta. Es doctrina
asentada en el Derecho Administrativo el que no se pueden delegar las funciones
delegadas, bajo sanción de nulidad de lo así dispuesto. Es lo que ocurre en este caso,
como en otros anteriores que implícitamente refieren a contenidos subreglamentarios,
propios del excesivo casuismo conque suele manejarse el Servicio Penitenciario y de la
estrechez de mirada sobre el fin último de las infracciones, cual es el de asegurar la
convivencia de los internos entre sí y con los agentes conque comparten buena parte del
día. Únicamente, pues, en el caso en que el interno se oponga en forma efectiva y real,
impidiendo la realización de cualquiera de las actividades reseñadas, a su respecto, tendrá
lugar la aplicación de este inciso. Todo aquello que tenga que ver con el desarrollo de
aquellas, es arbitrio de las normas inferiores.)
“c) Impedir u obstaculizar, sin derecho, la realización de actos administrativos;
(Entiéndese por acto administrativo toda aquella declaración unilateral efectuada en
ejercicio de la función administrativa que produce efectos jurídicos directos, los que
deben poseer todos los elementos del art. 7º de la Ley de Procedimiento Administrativo:
Competencia, Causa, Procedimiento, Motivación, Finalidad y Forma; con más la
notificación o publicación exigida por el art. 11 del mismo texto legal. Esto es, que no
procederá la configuración de esta falta cuando la Administración tome vías de hecho, en

105
106

el sentido del art. 9º de la ley referida. Recordemos asimismo, que el acto administrativo
goza de presunción de legitimidad a menos que “la ley o la naturaleza del acto exigieren
la intervención judicial”, según reza el art. 12 de la Ley 19.549)
“d) Destruir, inutilizar, ocultar o hacer desaparecer, total o parcialmente,
instalaciones, mobiliario y todo objeto o elemento provisto por la administración o
perteneciente a terceros;
“e) Resistir pasivamente al cumplimiento de órdenes legalmente impartidas por
funcionario competente o no acatarlas; (cabe preguntarse aquí dónde encuentra la
acción su materialidad, dónde el dolo su sustrato, dado que se trata de una infracción de
mera desatención o desobediencia. Al respecto, el Instituto Interamericano de Derechos
Humanos en su Documento Final sobre Sistemas Penales y Derechos Humanos en
América Latina34 , expresa: “Es posible, sin duda, tipificar la desobediencia cuando ésta
se traduce en una lesión o puesta en peligro a un bien jurídico de cierta entidad, como
puede ser la violación de un cordón sanitario, por ejemplo, pero es inadmisible elevar a
delito cualquier injusto administrativo de desobediencia a riesgo de consagrar una
tipicidad que sólo afecta a la autoridad del Estado en sí misma”)
“f) Autoagredirse o intentarlo; (Acerca de la autoagresión, debe tenderse a
examinar su motivación, fuente o sentido. Ocurrirá a veces que se trate de huelgas de
hambre en protesta de las condiciones del penal, otras, manifestación del encierro mismo,
con lo que una pena más rigurosa sólo agravaría el peligro para sí, como reflejo
neurótico, vuelto sobre su misma raíz, a carcomer su nervio ralo.)
“g) Dar a los alimentos suministrados o prescriptos un destino distinto al
previsto; (Los autores de este libro hemos confundido el almuerzo o el desayuno con
sendos tachos de basura. Cuál puede ser un destino distinto para los alimentos del
desprecio. Las sobras del sistema, el mero mantenimiento calórico a base de grasas e
hidratos de carbono. Un destino distinto al previsto para la dieta de la lástima es por
ejemplo, digerirlo como si fueran trozos de pan sobre la mesa. Excepto cuando suponga
un derroche injustificado de los alimentos para el penal, esta falta no tiene cómo
configurarse.)
“h) Negarse injustificadamente a recibir el tratamiento médico indicado o los
medicamentos conforme lo prescripto o darle a éstos un destino diferente; (Ver el
comentario reseñado al inciso a)

34
“Sistemas Penales y Derechos Humanos en América Latina”, Informe Final, Coord. por Eugenio
Raúl Zaffaroni, Ed. Depalma, Bs. As., 1986.

106
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“i) Desalentar, interferir o impedir a otros internos el ejercicio de sus derechos


al trabajo, a la educación, a la asistencia social, a la asistencia espiritual, a las
relaciones familiares y sociales; (Queda fuera de cualquier consideración típica seria el
verbo “desalentar”, en cuanto a que su remota vaguedad sólo dará pié a rencillas entre
internos que pasarán a tomar el caracter de movilización de la autoridad; la interferencia
puede llevarse a cabo, por ejemplo, mediante la compra-venta de privilegios, tristemente
común en más de un establecimiento nacional.)
“j) Promover actitudes en sus visitantes o en otras personas tendientes a la
violación de normas reglamentarias; (Se trata de una falta de peligro de peligro, y de
doble delegación, en un tercero que tendrá la “actitud” -no ya el acto- de violar las
normas que subreglamentariamente fijen en forma definida el o los puntos a tender
violarse. Evidentemente inaplicable dada la extensión inabarcable de su extrema
vaguedad y a los reparos constitucionales que ya nos merecieran disposiciones análogas,
a las que nos remitimos. Agregaremos aquí que es regla para el establecimiento de la
codificación contravencional, el no quedar bajo la esfera de la punición la tentativa de la
figura descripta para cada contravención35 )
“k) Negarse en forma injustificada a realizar personalmente las labores de
mantenimiento que se le encomienden; (Bastará pues, encomendar tareas que excedan
por cualquier razón el espíritu del interno, ya sea porque resultan humillantes, penosas,
agobiantes o sobrepuestas, para que se configure esta falta, construida como de mera
desobediencia. Teniendo en cuenta el bien jurídico apuntado, la correcta hermenéutica
de este inciso debe llevarse a cabo tomando como punto central de su enunciado al
adverbio “personalmente”, esto es, cuando el interno descargue sobre otro sus labores,
haciéndolo cumplir con las obligaciones que le son propias, y a su nombre. Sólo en
dicho supuesto puede hablarse de falta a la luz de este inciso, íntimamente relacionada
con la que sigue.)
“l) Amedrentar o intimidar física o psíquicamente a otro interno para que
realice tareas en su reemplazo o en su beneficio personal;
“ll) Organizar o participar en juegos de suerte, apuestas o azar, no autorizados;
(Todo lo no autorizado es prohibido. Otra vez este enunciado implícito en la sanción de
las faltas disciplinarias. No debe entenderse que una razón de preservación moral es la
protegida por este inciso, en cuanto a la protección contra el juego compulsivo.
Mientras el juego se mantenga dentro de su sentido lúdico no vemos en qué pueda

35
Ver, por ejemplo: Ricardo Levene (h) “Introducción al derecho Contravencional” de Ed. Depalma,
Buenos Aires, 1968.

107
108

afectar a la buena disposición a la convivencia, creyendo por el contrario, que tenderá


a despejar algunas durezas y confluir en un diálogo más relajado entre los internos. El
reparo constitucional y la carencia de un bien jurídico protegido concreto, vivencial,
hacen a este inciso inaplicable.)
“m) Peticionar colectivamente, directa o indirectamente, en forma oral o
escrita; (Ya nos hemos referido en el comentario al art. 67 de la Ley que disposiciones
como la presente deben quedar derogados por él. Precisamente es en medio del silencio
donde el reclamo colectivo es más urgente, solidario y preciso, pues de otro modo
persiste el anonimato, la pequeñez, el ahogo de cualquier reacción particularizada.)
“n) Preparar o colaborar en la elaboración de bebidas alcohólicas o sustancias
tóxicas o adulterar comidas y bebidas; (En cuanto a que la ebriedad puede alterar la
convivencia en el ámbito cerrado de la prisión, y sólo cuando dicha alteración se
demuestre vivamente con intolerancia, agravios, burlas o enconos contra otra u otras
personas del establecimiento. Es conocida en ellos la confección casera del “pajarito”,
bebida alcohólica de preparación “tumbera” y cuyo color es particularmente amarillo.)
“ñ) Usar o consumir drogas o medicamentos no autorizados por el servicio
médico; (Si las drogas o medicamentos en cuestión han sido recetados por otro
facultativo, éste posee la misma autoridad y responsabilidad médica como para que el
interno tenga derecho a consumirla aún si el criterio del servicio médico del penal no
aprobara las técnicas, el diagnóstico o el tratamiento prescripto. Ello se deduce de la
posibilidad brindada por el art. 148 de la presente Ley).
“o) Efectuar en forma clandestina conexiones eléctricas, telefónicas,
informáticas, de gas o de agua;
“p) Sacar, clandestinamente, alimentos o elementos varios pertenecientes a la
administración o a terceros de depósitos, economatos o de otras dependencias; o
materiales, maquinarias, herramientas o insumos de los sectores de trabajo; (Supuestos
de hurto de uso, ya que el hurto propiamente dicho está abarcado por el art. 18 inc. j,
por encontrarse previsto en la ley penal común. El uso, por lo tanto, deberá ser exclusivo
del sustrayente, y no servir al arreglo de instalaciones o lugares comunes, ni para reparar
daños que requieren una rápida ejecución, como ciertas fisuras, grietas o roturas que
puedan poner en peligro la integridad física de internos, visitantes o agentes en el corto
lapso.)
“q) Confeccionar objetos, clandestinamente, para sí o para terceros; (Esta falta
es realmente una joya de la arbitrariedad. Sólo la clandestinidad es definitoria de su
configuración. Pareciera que deben realizarse partes prolijamente detallados a cada

108
109

momento de cada actividad que realiza el interno en el seno del penal, comunicando lo
que a cada momento se esté llevando a cabo. Un barquito de papel puede confeccionarse
clandestinamente y regalarse a un tercero. Asimismo, cualquier otra cosa u objeto que se
quiera mencionar. Sólo es atendible este inciso en el supuesto de referirse a armas o
bebidas alcohólicas, mas, dichos extremos se encuentran previstos respectivamente por el
art. 18 inc. c. y por el 17 inc. n. del R.D.P.I.. En consecuencia, es impensable el ámbito
de aplicación del inciso comentado)
“r) No comunicar al personal cualquier accidente que sufra o presencie; (Existe
en las unidades penitenciarias o cárceles de procesados una solidaridad nuclear primaria
de quienes conviven en el mismo caracter, quienes intentarán resolver sus problemas
entre sí. En más de una oportunidad la no comunicación de las novedades que pudieran
ocurrir en el establecimiento, en el seno de un pabellón, por ejemplo, no son sino
expresión de esa cultura arraigada en el hombre de presidio. Sólo cuando exceda
totalmente a los internos la resolución de un accidente determinado, entonces se dará
parte a los agentes penitenciarios. Mas, la imposibilidad de integrar esta falta con la
norma pétrea que rige en los penales acerca de la autosuficiencia de los internos, la hace
inaplicable como tal.)
“s) Sabotear, interfiriendo o interrumpiendo el orden o la seguridad del
establecimiento; (Debe entenderse por acto de sabotaje aquel que “desorganizare,
destruyere, deteriorare o inutilizare, en todo o en parte, temporal o definitivamente,
documentos, objetos, materiales, instalaciones, servicios o industrias de cualquier
naturaleza” -art. 7º Ley 13.985- con los propósitos, viables en razón de dichos actos, de
interferir o interrumpir el orden o la seguridad del establecimiento, como dispone el
presente inciso.)
“t) Utilizar equipos o maquinarias sin la debida autorización o en
contravención con las normas de seguridad fijadas; (Claro que los equipos o
maquinarias de que trata este inciso, serán aquellos de propiedad del establecimiento,
afectados a determinada función, y como tales, de dominio público. Sólo cuando se los
utilizare con otro fin que el previsto para tales elementos, o se crearen a través de ellos
situaciones de riesgo innecesario, podrá darse por configurada esta falta)
“u)Mantener o intentar mantener contactos clandestinos dentro del
establecimiento o con el exterior; (De nuevo la clandestinidad por sí se encuentra
tipificando una figura contravencional. Las piedras muchas veces sólo pueden ser
atravesadas por las raíces, aquellos vínculos que se tienden hacia una mano, una voz, una
cara. Por encima de los barrotes, a veces colgados desde pisos superiores, los gritos

109
110

atraviesan el espacio para llevar un gesto de presencia a la mujer, al amigo, a los hijos. La
folklórica “paloma” que lleva con las manos la palabra distante. No vemos que haya
forma de internalizar esta norma, ya que su télesis va en dirección contraria a la íntima
necesidad del interno, y a su misma concepción del paso por el penal.)
“v) Divulgar noticias, antecedentes o datos falsos para menoscabar la
seguridad o el prestigio de las instituciones; (Deben ser noticias o datos falsos
verosímiles y concretamente direccionados a lograr acciones determinadas para el
menoscabo cierto de la seguridad penitenciaria. Acerca del prestigio, debe tomarse en
cuenta su tremenda subjetividad en quienes padecen encierro, y por otro lado, no debe
estatuirse como un deber ser, sino como el prestigio real que la institución posea, el que
por estos tiempos se halla bastante demacrado, por razones que se hallan expuestas a lo
largo de este trabajo, y por otras muchas oscuridades que permanecen ensimismadas, sin
tomar luz.)
“w) Regresar del medio libre en estado de ebriedad o bajo el efecto de
estupefacientes; (Análogamente a quienes consumen bebidas alcohólicas o drogas en el
interior del penal, en tanto resulten perturbadores de la convivencia, dificultándola,
despertando burlas o envidias, se sanciona por esta falta a quien regrese en ese estado al
establecimiento. La falta se configura, pues, al momento del reintegro, sin importar si el
sujeto hubo estado en otro momento bajo el mismo efecto.)
“x) Desatender, injustificadamente, o tratar con rudeza, en el caso de la interna
madre, a su hijo;
“y) Maltratar, de palabra o de hecho, a visitantes;
“z) Intentar o mantener relaciones sexuales no autorizadas. (Los jueces deberían
saber que cada vez que se dispone la prisión de un detenido por delitos contra la
honestidad, el mismo va a tener un alto riesgo de ser violado por otros internos. Deben
asimismo preverse la protección para grupos travestistas u homosexuales, de los que
suele malentenderse una predisposición fungible al sexo, en sectores como el que puebla
las prisiones, de uno y otro lado, sin hablar de lo que ocurre en las calles, víctimas del
desprecio y la caricatura sociales y cuando no, de la represión injustificada. Mas, si dos
internos llegaren a ser pareja en el interior del penal, sus relaciones deben ser respetadas
y protegidas como lazos desesperados a una ternura que fácilmente se olvide. Lo mismo,
en el supuesto en que una visita ordinaria o especial se transformara por sí en un
encuentro sexual, aún no estando prevista como visita “higiénica”. Siempre que se
respetaran las normas mínimas de recato y pudor frente a los otros internos y agentes, no
pueden configurar falta dichas situaciones)

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Art. 86. El interno estará obligado a resarcir los daños o deterioros materiales
causados en las cosas muebles o inmuebles del Estado o de terceros, sin perjuicio de
ser sometido al eventual juicio penal.

(Art. 28 R.D.P.I..)

Art. 87. Sólo se podrá aplicar como sanción, de acuerdo a la importancia de la


infracción cometida y a la individualización del caso, alguna de las siguientes
correcciones, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 89:
En cuanto a las sanciones, todas ellas misma incidirán en los puntales
referentes a los estudios criminológicos del interno, no ofreciéndonos reparo en tanto
tenga relación con su mayor o menor posibilidad de resocialización. muchas veces la falta
cometida tiene que ver con otra serie de motivaciones, impulsiones e incluso
padecimientos, de los que es respuesta, reclamo o expresión.
a) Amonestación;
(Art. 19 inc. a R.D.P.I. Este Reglamento, también prevé la forma de llevarlo a
cabo en su art. 51: “La amonestación impuesta será verbal, estará a cargo
exclusivamente del Director y constará en un acta que se incorporará al Legajo
personal del interno. Sin perjuicio de otras consideraciones apropiadas al caso, la
amonestación consistirá en una advertencia al interno predominantemente educativa
sobre las consecuencias negativas de la falta cometida y en una exhortación a
modificar su comportamiento.”)
b) Exclusión de las actividades recreativas o deportivas hasta diez (10) días;
(Art. 19 inc. b del R.D.P.I., el que dispone su modo de ejecución en el art. 52:
“La exclusión de las actividades recreativas o deportivas consistirá en privar al interno
de participar, activa o pasivamente según se disponga, en espectáculos artísticos,
deportivos o de naturaleza similar.”)
c) Suspensión o restricción total o parcial de derechos reglamentarios de
hasta quince (15) días de duración;
Los derechos reglamentarios, ya se ha dicho reiteradas veces, no importan
aquellos que surgen de la misma dignidad humana y que son producto de las necesidades
materiales, espirituales, afectivas y funcionales de los internos.
Con respecto a este inciso, con una mejor técnica legislativa y en resguardo de la
garantía de la previsión de la pena, se establece específicamente cuáles son los derechos

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afectados por tal medida en el art. 19 inc. d del R.D.P.I.: “Suspensión o restricción
parcial de los derechos reglamentarios de visita y correspondencia; suspensión o
restricción total o parcial de los siguientes derechos reglamentarios: Comunicaciones
telefónicas, recreos individuales o en grupo, participación en actividades recreativas,
culturales y deportivas, adquisición o recepción de artículos de uso y consumo
personal, de diarios o revistas y acceso a los medios de comunicación social de hasta
quince días de duración”. Al respecto, cabe decir que en relación a los derechos
consustanciales con el ser humano como tal, dichas medidas son arbitrarias e inviables.
No sólo el principio de intrascendencia de la pena se ve afectado por tales reacciones,
sino el sentido mismo de la pena privativa de libertad. En efecto, si se trata de encerrar
para lograr la apertura social del interno, todo cuanto pueda suponer un dar de su parte,
debe ser tomado como un avance en dicho camino. Sólo podrán coartarse los derechos
de índole recepticia, dependiente en forma excluyente e inmediata del Servicio
Penitenciario Federal.
El modo de ejecución de esta sanción viene establecido por el los arts. 54 y 55
R.D.P.I.:
“Suspensión o Restricción de Derechos Reglamentarios.
“Art. 54: La suspensión o restricción total o parcial de derechos
reglamentarios, por el término que en cada caso se determine que no excederá de
quince días, podrá consistir en la prohibición de:
“a) Acceder a los medios de comunicación social;
“b) Adquirir artículos de uso y consumo personal permitidos;
“c) Recibir artículos de uso y consumo personal permitidos;
“d) Mantener comunicaciones telefónicas;
“e) Recibir o remitir correspondencia por cualquier medio;
“f) Recibir visitas.
“Art. 55: El interno sancionado con lo previsto en el art. 54 inciso f), tendrá
derecho a recibir durante la vigencia de la sanción una visita en locutorio durante una
hora de familiar directo o de allegado en caso de e no contar con aquel.”
“El interno sancionado con lo previsto en el art. 54 inciso e) tendrá derecho a
recibir y remitir una pieza de correspondencia durante la vigencia de la sanción.
“El interno sancionado con lo previsto en el art. 54 inc. d) podrá solicitar se le
difiera el cumplimiento de mediar razones humanitarias debidamente comprobadas.”
d) Permanencia en su alojamiento individual o en celda cuyas condiciones
no agraven ilegítimamente la detención, hasta quince (15) días ininterrumpidos.

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113

Las celdas de aislamiento son estructuras metálicas sólidas y herméticas,


denominadas también “buzones”, de las que citaremos el ejemplo de la Unidad Nº 1 de
Encausados de la Capital Federal, modelo testigo por hallarse construida en un período
intermedio entre las más antiguas y modernas prisiones. En ella, de acuerdo al proyecto
que fuera dirigido por el arquitecto Roberto Sánchez36 , las dimensiones de tales celdas
de aislamiento son de 3 metros de largo por 1,65 de ancho, poseen una cama asimismo
metálica, donde son depositados sin mayores garantías los sancionados por razón o por
capricho, y en las que deben permanecer a merced absoluta del agente de custodia que
vigile el piso, seleccionada de entre el personal más inflexible y riguroso. Pierden allí
todo derecho, incluso el de la alimentación, que les llegará por vía de algún compañero
de otros pisos; y el de la salud, siendo sacado para dirigirlo al baño sólo una vez por día.
Ello, obviando la acumulación de infecciones que puede albergar, y la componía de las
ratas que harán al castigo insoportable más allá de su finalidad sancionatoria.
El R.D.P.I. instituye esta sanción en su art. 19 inc. e), y su ejecución en los arts.
siguientes:
“Permanencia contínua en alojamiento individual.
“Art. 56: Durante la permanencia contínua en su alojamiento individual o en
celda individual cuyas condiciones no agraven ilegítimamente la detención, el interno
deberá recibir diariamente la visita del médico, de un miembro del personal superior,
de un educador y, cuando lo solicite, del capellán o de un representante de culto
reconocido por el Estado.
“Se le deberá facilitar material de lectura, de estudio y de trabajo, cuando
hubiere posibilidad de efectuarlo en su alojamiento.”
“Art. 57 El médico informará todos los días al Director, por escrito, el estado
de salud del interno, las prescripciones que correspondieren y, en su caso, la necesidad
de atenuar o suspender, por razones de salud, la sanción impuesta.
“En caso de enfermedad del sancionado, y siempre que las circunstancias lo
aconsejen, se suspenderá el cumplimiento de la sanción hasta que el interno sea dado
de alta.”
“Art. 58: El cumplimiento de esta sanción llevará implícito la prohibición de
recibir paquetes, de adquirir artículos de uso y consumo personal, salvo los prescriptos
por el servicio médico y los indispensables para su aseo personal.

36
Ver: “Construcciones Penitenciarias”, publicación del Ministerio de Educación de Justicia, editada
por la División Publicaciones y Biblioteca, en Bs. As., 1962, con relato del proyecto y planos de la
Unidad de Encausados Nº 1 de la Capital Federal.

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“La posibilidad que el interno disponga de una hora al día de ejercicio


individual al aire libre, si las condiciones climáticas y la infraestructura del
establecimiento lo permiten.”
“Art. 59: El interno sancionado tendrá derecho a recibir, a su elección, durante
una hora en el locutorio, la visita de un familiar directo o de un allegado en caso de no
contar con aquel, en una oportunidad, y a remitir o recibir correspondencia con la
misma frecuencia. En caso excepcional y por razones humanitarias, podrá mantener
una comunicación telefónica.”
e) Permanencia en su alojamiento individual, o en celdas cuyas condiciones
no agraven ilegítimamente la detención, hasta siete (7) fines de semana sucesivos o
alternados.
El R.D.P.I. establece como sanción la precedente en su art. 19 inc. f), y sus
límites y condiciones están dispuestos en las normas que citamos a continuación:
Permanencia Discontinua en Alojamiento Individual.
“Art. 60: Las disposiciones de los artículos 56, 57 y 58 son aplicables a la
ejecución de la sanción de permanencia contínua en el alojamiento individual del
interno o en celda unipersonal cuyas condiciones no agraven ilegítimamente la
detención.”
“Art. 61: La sanción discontinua se hará efectiva cada fin de semana, desde las
dieciocho horas del viernes hasta las seis horas del lunes.”
“Art. 62: El interno sancionado tendrá derecho a recibir, a su elección, durante
una hora en el locutorio, la visita de un familiar directo o de un allegado en caso de no
contar con aquel, en una oportunidad, a remitir o recibir correspondencia con la
misma frecuencia. En caso excepcional y por razones humanitarias, podrá mantener
una conversación telefónica.”
f) Traslado a otra sección del establecimiento de régimen más riguroso;
Los traslados a sectores de un mismo establecimiento de régimen más riguroso
sólo podrán llevarse a cabo en las situaciones en que el interno haya rebajado en virtud
de su mal comportamiento reiterado y constante, su faz de tratamiento, de haberlo
seguido, o del quiebre de la presunción a su favor relatada en el comentario de los arts.
6º y 7º.
El art. 19 R.D.P.I. en su inciso g) fija esta misma sanción, en tanto que regula su
efectivización por su art. 63: “El cambio del interno a otra sección del establecimiento
consiste en su reubicación, en otra de régimen más riguroso.

114
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“Antes de disponer la reubicación, el Director deberá recabar un informe


fundado del Consejo Correccional si el interno fuere condenado o del Centro de
Evaluación en caso de ser procesado.”
g) Traslado a otro establecimiento.
Los traslados a otro establecimiento, como modo de castigo, deja a las claras el
hecho de que el alejamiento de su grupo afectivo (del que forman parte también los
internos que comparten su estadía en prisión, así como sus amigos, allegados y familiares
que viven cerca de la Unidad donde se encuentre) es una verdadera forma de hacer aún
más incisivo el dolor del encierro, multiplicado por el de la distancia. Como castigos,
entonces, deberán estar fundados. Se intentará en todo momento el no hacerlos contra
los derechos de aquellos que desean seguir teniendo vínculos con el interno (principio de
intrascendencia de la pena, que surge de los principios generales y más concretamente en
este título, en el art. 94 de la presente ley). Y siempre, será recurrible, con efecto
suspensivo, de allí su debida comunicación a los allegados y juez competente prevista en
el art. 73 de esta ley, dado que reside en ellos (en virtud de los arts. 3º y 4º la facultad de
decidir sobre los egresos e ingresos, con más los traslados de los internos de un
establecimiento a otro, en igual sentido en que son los revisores natos de cualquier
medida disciplinaria tomada contra un interno).
El R.D.P.I. fija esta misma sanción en su art. 19 inc. h), y lo regula por el art.
64:“El traslado del interno condenado a otro establecimiento consiste en reubicarlo en
uno de régimen más riguroso que, dentro de las posibilidades existentes, permita
neutralizar la influencia nociva que pueda ejercer o para evitar serios riesgos para sí u
otras personas.
“El traslado será dispuesto por el Director General de Régimen Correccional
del Servicio Penitenciario Federal, oído el Instituto de Clasificación, a propuesta del
Director del establecimiento y previo informe fundado del Consejo Correccional.
La ejecución de las sanciones no implicará la suspensión total del derecho a
vista y correspondencia de un familiar directo o allegado del interno, en caso de no
contar con aquel.
(Último párrafo del art. 19 R.D.P.I.)

“Exclusión de las Actividades en Común.


“Art. 53: La exclusión de las actividades en común consistirá en privar al
interno de participar en todo tipo de actividad grupal, incluyendo el trabajo y la
educación. En estos últimos supuestos, durante el período de vigencia de la sanción las

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116

actividades laborales y educativas se desarrollarán de manera individual, según se


disponga.”

“Disposiciones Transitorias.
“Art. 69: Si las condiciones físicas o edilicias del establecimiento no permiten
la ejecución de una sanción en la forma prevista en este reglamento, el Director
aplicará una de menor gravedad.”

Art. 88. El sancionado con la corrección de permanencia de su alojamiento


habitual no será eximido de trabajar. Se le facilitará material de lectura. Será
visitado diariamente por un miembro del personal superior del establecimiento,
por el capellán o ministro de culto reconocido por el Estado nacional cuando lo
solicite, por un educador y por el médico. Este último informará por escrito a la
dirección, si la sanción debe suspenderse o atenuarse por razones de salud.

(Arts. 56 y 57 R.D.P.I.)
El R.G.P., por otra parte, prevé tres modos de aislamiento que no obedecen a un
caracter correctivo en virtud de una falta disciplinaria:
1. Es aquel que meramente obedece a una causa de caracter procesal precautorio,
cuyo fin no puede ser otro que resguardar el derecho al silencio, privacidad e intimidad
de los detenidos al momento de su ingreso, y en relación a determinados otros internos
implicados en su misma causa. Tal instituto es el de la incomunicación, la que sólo puede
entenderse en función de ciertas y determinadas personas en particular, de ningún modo
en relación a su defensor o grupo afectivo directo. Este régimen, de los incomunicados,
se encuentra establecido en los arts. 25 a 27 del R.G.P.:
Art. 25: “Cuando el juez hubiere dispuesto la incomunicación del interno, el
funcionario que recibiere la orden la pondrá de inmediato en conocimiento del Director
del establecimiento, quien será responsable de su estricto cumplimiento.
“Sin que se quebrante la incomunicación, cuando sea posible, se le permitirá al
interno un recreo al aire libre de, por lo menos, una hora diaria.”
Art. 26: “Se permitirá al incomunicado el uso de libros u otros objetos que
solicite siempre que no puedan servir para eludir la incomunicacion, atentar contra su
vida o la ajena, facilitar una evasión o generar un peligro común.

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“Previa autorización del juez de la causa podrá realizar actos civiles


impostergables que no disminuyan su solvencia ni perjudiquen los fines de la
instrucción.”
Art. 27: “La incomunicación de la interna no le impedirá el contacto con el hijo
que retenga consigo por lo dispuesto en el art. 119.”
2. Aquel que traía el art. 63 del R.G.P., derogado por el R.D.P.I., de singular uso
consuetudinario en nuestras cárceles: “El interno por razones fundadas expuestas al
Director de la cárcel o alcaidía, podrá requerir el aislamiento previsto en el art. 62”
Aquí, el aislamiento a pedido del interno funciona como una falsa solución de un
problema real. Si bien no puede obligarse a convivir pacíficamente con los otros internos,
sí es posible establecer las condiciones mínimas de albergue digno, respetuoso, libre, no
hacinado y con la garantía de privacidad suficientes; todas ellas paupérrimamente
cumplidas cuando no despreciadas por las unidades penitenciarias del país.
Como se trata de una decisión voluntaria del interno, tal posibilidad puede
hacerse extensiva a los condenados.
Por otra parte, como evidentemente dicha elección supone una denuncia concreta
sobre el modo insoportable de la privación institucional de libertad, las razones serán
inmediatamente puestas a consideración del juez, para que arbitre las resoluciones
correspondientes a fin de subsanar y corregir las deficiencias que de ese modo queden
expuestas.
3. Asimismo, los arts. 34 a 38 del R.D.P.I. 37 establecen como medida cautelar el
aislamiento del interno, comunicando dicha medida al Juez dentro de las veinticuatro
horas de adoptada. Posteriormente, debe resolverse sobre su continuidad o no para las
siguientes veinticuatro horas, no pudiendo exceder de tres días el total del período de
aislamiento provisional, contándose el mismo a los efectos de la ejecución de la pena que
se dicte.
Esta disposición es incoherente con el sistema general de disciplina que establece
la presente ley y el reglamento en que ha sido sancionada. En efecto, debiéndose
proceder a la comunicación inmediata de las sanciones al juez de la causa o de ejecución,
en su caso (ver art. 96), y debiéndose resolver a su respecto en el término de las
veinticuatro horas siguientes a su aplicación (según expresa mención del art. 35
R.D.P.I.), es imposible hacer permanecer a un interno por hasta tres días en carácter de
“corrección preventiva”. Ello daría por tierra con los principio de legalidad, judicialidad,

37
Remitir aquí a la página donde se los transcribe.

117
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y razonabilidad de la privación institucional de libertad, importando inconstitucionalidad


manifiesta, contra la que procede la acción de habeas corpus correctivo.

Art. 89. El director del establecimiento con los informes coincidentes del organismo
técnico-criminológico y del consejo correccional del establecimiento, podrá
retrotraer al período o fase inmediatamente anterior al interno sancionado por
falta grave o reiterada.

Al no prever la faz de tratamiento, el R.G.P. no posee una norma análoga a la


anterior. Mas, en el supuesto de los procesados que optaren por la ejecución voluntaria
anticipada, dicha corrección podrá tener cabida, en los mismos casos que para los
condenados adscriptos a ese régimen. Así, el R.D.P.I. inserta esta sanción en su art. 65:
“Cuando el interno condenado fuere sancionado por infracción grave o reiterada,
previo los informes coincidentes del organismo técnico criminológico y del Consejo
Correccional, el Director podrá disponer su retrogradación al período o fase
inmediatamente anterior de la progresividad. Esta resolución, con los informes de
ambos organismos en los que se fundamenta, deberá ser comunicada inmediatamente
al Juez de la causa.”

El R.D.P.I. fija y establece un modo de determinación de las sanciones aplicables


en cada caso, en el juego de sus artículos 20, 21, 23, 25, 26 y 27, que transcribimos a
continuación:
“Art. 20: Las infracciones disciplinarias, teniendo en cuenta lo dispuesto en el
artículo 21, serán sancionadas conforme lo establecido en el artículo 19 de la siguiente
forma:
a) Infracciones Leves: con las previstas en los incisos a) y b);
b) Infracciones Medias: con las previstas en los incisos c), d), e) hasta siete días
ininterrumpidos y f) hasta tres fines de semana sucesivos o alternados;
c) Infracciones Graves: con las previstas en los incisos e), f), g) y h).”

“Determinación de las sanciones.


“Art. 21: La sanción deberá adecuarse a la importancia, naturaleza y
circunstancia de la infracción cometida, a sus atenuantes o agravantes, a los daños y
perjuicios ocasionados, a la culpabilidad del imputado, a las formas de participación,
a los motivos que impulsaron el acto y demás condiciones personales del interno.”

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119

“Art. 23: A los efectos de la determinación de la sanción se considerarán:


“a) Atenuantes: el buen comportamiento previo del interno y su permanencia
menor a tres meses en el establecimiento.
“b) Agravantes: existencia de sanciones anteriores en los últimos seis meses;
participación de tres o más internos en el hecho; haber puesto en grave peligro la
seguridad o la normal convivencia o la integridad física o psíquica de terceros.”
(La permanencia menor a tres meses en el establecimiento, prevista como
atenuante, importa prever un tiempo mínimo de amoldamiento a las normas del
establecimiento. Mas, dichas normas incluyen modos y concepciones que por otro lado,
van a minar la personalidad y la seguridad del ingresante, de manera que se irá
produciendo lo que los internos denominan la “tumberización” del sujeto, y los
sociólogos, su “prisonización”. A partir de allí, todo lo que sea revelarse contra tal
estado, debe ser de nuevo visto como atenuante, dado que es la misma privación de la
libertad, con su contexto de realidad artificial y recortada que le es inexorable, la que
provoca ciertas situaciones o actitudes que pueden llevar a ejecutar una falta.)

“Concurso de Infracciones.
“Art. 25: Cuando un mismo hecho cayere bajo más de una sanción o cuando
constituya el medio necesario para la comisión de otra infracción, podrá aplicarse la
sanción prevista para la falta más grave.”
(Este artículo traduce para la falta disciplinaria la previsión del art. 54 del Código
Penal, de concurso ideal, del que el supuesto que menciona a continuación es uno de sus
posibles ejemplos).

“Art. 26: Cuando concurrieren varias infracciones independientes en el mismo


expediente disciplinario le serán impuestas al interno las sanciones correspondientes a
cada una de ellas, para su cumplimiento simultáneo, si fuera posible, y no siéndolo, se
deberán cumplir por orden de mayor a menor gravedad. En caso de ser aplicadas dos o
más de las sanciones de los incisos b), c), d) y f) del art. 19, el máximo de
cumplimiento, en su conjunto, no podrá exceder de cuarenta días.”
(Se traslada por este artículo lo dispuesto sobre concurso real en el art. 55 del
Código Penal. El máximo que aquí figura es el máximo absoluto de cualquier tipo de
sanción, análogamente a la previsión de la norma premencionada.)

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“Infracción Continuada.
“Art. 27: Se podrá imponer hasta el máximo de la sanción correspondiente a la
infracción más grave cuando el interno cometa tres o más hechos, respondiendo a un
mismo propósito, que constituyan una misma infracción disciplinaria.”
(Se trata de una traslación de la figura del “delito continuado” a la faz
disciplinaria. Supone un concurso ideal en función de un mismo plan a seguir con
idénticos lineamientos repetidos en cuanto a bien jurídico protegido, y el contexto de su
realización)

Art. 90. Cuando la falta disciplinaria dé motivos para sospechar la existencia de


una perturbación mental en su autor, el director del establecimiento deberá
solicitar asesoramiento médico, previo a la decisión del caso.

(Art. 22 R.D.P.I., que agrega la obligatoriedad de la inclusión del informe médico


al expediente.)
Luego de tal asesoramiento es imperativo llevar el problema a la autoridad
jurisdiccional, que es la única habilitada para efectuar cualquier declaración de
inimputabilidad sobreviniente. Por otra parte, y en cuanto a que la perturbación mental
pueda tener por causa la permanencia del detenido en la prisión, la administración
penitenciaria deberá resarcir dicho daño.

Art. 91. El interno debe ser informado de la infracción que se le imputa, tener
oportunidad de presentar sus descargos, ofrecer prueba y ser recibido en audiencia
por el director del establecimiento antes de dictar resolución, la que en todos los
casos deberá ser fundada. La resolución se pronunciará dentro del plazo que fije el
reglamento.

El R.D.P.I. fija un procedimiento administrativo previo a la sanción por la falta


supuestamente cometida por el interno, en sus arts. 29 a 49:
“Art. 29: Los procedimientos para la comprobación de la infracción, imposición
de la sanción pertinente y su ejecución deberán ajustarse a las disposiciones de este
reglamento.

Iniciación

120
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“Art. 30: La investigación de una presunta infracción se iniciará por alguno de


estos medios:
“a) Parte disciplinario;
“b) Denuncia del damnificado;
“c) Denuncia de terceros identificados.
“Con dicha documentación se procederá a la apertura del expediente
disciplinario, para su trámite, el que será registrado en orden correlativo en el Libro de
Mesa de Entrada del establecimiento”.

“Art. 31: El parte disciplinario o el acta que se labre con la denuncia del
damnificado o de terceros deberá contener, bajo pena de nulidad, al menos:
“a) Relación sucinta del hecho con las circunstancias de tiempo y lugar;
“b) Indicación de partícipes, damnificados y testigos, si los hubiere;
“c) Mención de otros elementos que puedan conducir a la comprobación de la
presunta infracción;
“d) Medidas preventivas de urgencia que se hubieren adoptado;
“e) Día, hora, lugar en que se labró el parte o acta, los que deberán ser
suscriptos por el funcionario actuante con aclaración de e nombre y apellido e
indicación de la función que desempeña”.

“Art. 32: En el caso de que dos o más funcionarios constataren la presunta


infracción, corresponderá al de mayor jerarquía, la inmediata redacción del parte
disciplinario y su elevación al Director dentro de las dos horas de haber tomado
conocimiento del hecho”

“Art. 33: En ningún caso la redacción del parte disciplinario podrá estar a
cargo de personal que estuviere vinculado con el hecho”.

“Medidas Cautelares
“Art. 34: Cuando sea necesario evitar la persistencia de la infracción y sus
efectos y asegurar elementos probatorios, la autoridad de mayor jerarquía en servicio
podrá, como medida preventiva de urgencia, disponer:
“a) El secuestro de las cosas relacionadas con la infracción, de los elementos
no autorizados y de todo aquello que pueda servir como medio de prueba;
b) El registro de la persona, o de los lugares pertinentes.

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“De todo lo actuado se dejará constancia en el expediente disciplinario


elevándolo de inmediato al Director.
“Si la infracción se produjere durante el traslado del interno el funcionario a
cargo de la comisión ejercerá las facultades previstas en este artículo, dando cuenta al
Director de la Unidad de destino del o de los presuntos infractores, con los recaudos
del art. 31”.
(No puede utilizarse una medida cautelar consecuente con la iniciación de un
expediente administrativo por la supuesta infracción a una falta, como excusa para
efectuar requisas colectivas, caza de brujas o redadas de cualquier tipo. Toda medida que
no tenga relación inmediata y directa con la infracción denunciada, se realiza, pues, en
abuso de poder, y es teñida de nulidad en todas sus consecuencias)

“Art. 35: Cuando la infracción disciplinaria constituya, prima facie, infracción


grave o resulte necesario para el mantenimiento del orden o para resguardar la
integridad de las personas o para el esclarecimiento del hecho, el Director o quien lo
reemplace, podrá disponer el aislamiento provisional del o de los internos
involucrados, comunicando dicha medida al Juez competente dentro de las 24 hs. de su
adopción”.

“Art. 36: El aislamiento provisional podrá cumplirse en el lugar de alojamiento


individual del interno o en celdas individuales cuyas condiciones no agraven
ilegítimamente la detención ni impliquen castigo, limitándose a la separación del
régimen común
“El interno será visitado diariamente por el médico, quien deberá dejar
constancia en el expediente disciplinario del cumplimiento de esta obligación y de las
novedades que pudieran presentarse. Con la misma frecuencia será visitado por un
miembro del personal superior y un educador y, si lo solicitara, por el capellán o
representante de un culto reconocido por el Estado”

“Art. 37: El Director deberá resolver el levantamiento de la medida cautelar o


su prórroga dentro de las veinticuatro horas de su aplicación. En este último caso,
deberá hacerlo por resolución fundada”.

(Sobre el aislamiento, ver el comentario a los arts. 87 d) y 88 de la Ley.)

122
123

“Art. 38: En caso que se impusiere al interno las sanciones previstas en los
incisos b), c), d) y f) del Art. 19, se imputará a su cumplimiento el tiempo pasado en
aislamiento provisional”.
(Demás está decir que de todas formas, las medidas cautelares que se hayan
tomado sobre el interno, de ser sancionado con una pena menor, deberá tenérsela por
cumplida. De haberse hallado no culpable, el tiempo sufrido en aislamiento de algún
modo requiere una reparación, la que bien puede ser el adelanto en igual término de los
plazos previstos reglamentariamente para ser evaluado por la Juntas de Calificación a los
efectos de ser promovido a una faz posterior a la que se encuentre.)

“Investigación
“Art. 39: Recibido el parte disciplinario o, en su caso, el acta de la denuncia el
Director, si encontrare mérito para ello, dispondrá la instrucción del sumario. A tal
efecto, designará sumariante y secretario. La elección no podrá recaer en quienes
hubieran suscripto el parte disciplinario o estuvieren involucrados en el hecho.”

“Art. 40: El sumariante procederá en un plazo máximo de un día, a notificar al


imputado:
“a) La infracción que se le imputa;
“b) Las cargas existentes;
“c) Los derechos que le asisten.
“En ese mismo acto el interno ofrecerá sus descargos y las pruebas que
estimare oportunas.
“Con todo ello el secretario labrará un acta que, sin perjuicio de su lectura por
el interno, deberá leer en voz alta dejando constancia en el expediente disciplinario.
“El acta que se labre será suscripta por todos los intervinientes. Si el interno no
pudiere o no quisiere hacerlo, se lo hará constar y ello no afectará la validez del acta”
(Deberá comunicársele la posibilidad de consulta con un abogado de la matrícula
de su confianza o con el defensor del oficial de su causa o de la etapa de ejecución.)

“Art. 41: El sumariante admitirá sólo aquellas pruebas útiles y directamente


relacionadas con el hecho que investiga.”

“Art. 42: Con lo actuado el sumariante procederá, de inmediato, a realizar


todas las diligencias pertinentes para precisar:

123
124

“a) La existencia de la infracción cometida;


“b) Su autor, autores o partícipes si los hubiere;
“c) La gravedad de los daños, si los hubiere;
“d) Las circunstancias atenuantes o agravantes.”

“Art. 43: Agotada la investigación el sumariante formulará las siguientes


conclusiones:
“a) Si el hecho constituyera infracción disciplinaria;
“b) La identificación del autor o de los autores de la infracción, su grado de
participación, atenuantes y agravantes de la conducta;
“c) Si los hubiere, determinación de los daños materiales causados en las cosas
muebles o inmuebles del Estado o de terceros;
“d) Propuesta de la o las sanciones a aplicar y su modalidad de ejecución.
“Todo lo actuado deberá ser elevado a la Dirección en el plazo máximo de
cinco días a contar desde la recepción del expediente disciplinario, prorrogables por
otro plazo igual, cuando el caso así lo requiera, por resolución fundada y bajo
responsabilidad del Director.”

“Audiencia.
“Art. 44: Decepcionado el expediente disciplinario, el Director deberá recibir
de inmediato al interno en audiencia individual y dictar resolución del caso dentro del
plazo máximo de dos días hábiles de realizada aquella. (Se trata de una verdadera
Declaración Indagatoria, ya que se trata de la audiencia prestada por el acusado,
pudiendo proceder, de encontrárselo culpable, una pena determinada; constituyendo el
medio de defensa por excelencia de la imputación que recibe; y por lo tanto, la presencia
del abogado defensor, ya sea el correspondiente a la etapa de ejecución o aquel que
llevare la causa del interno procesado, es obligatoria bajo pena de nulidad. De otro
modo, no habría posibilidad de defensa cierta de Derecho -interposición de nulidades o
ataques al reglamento o a la ley- por lo que el derecho al debido proceso, en el ámbito
carcelario, dejaría de existir, colocando al interno en una notoria desigualdad de medios
frente al instructor de su procedimiento. Al respecto, la misma Corte suprema de Justicia
de la Nación se ha expedido en el sentido que en los procedimientos por faltas y
contravenciones, la garantía de la defensa en juicio lleva implícita la de contar con
asistencia profesional38
38
in re: “Casinelli, José G.”, CSN 304-1886 L.L., Rep.LIV, pag. 387, nº 7, entre otros.

124
125

“Resolución.
“Art. 45: La resolución que dicte el Director deberá contener:
“a) Lugar, día y hora;
“b) Hechos probados, su calificación y autor o partícipe de ellos;
“c) Constancia de que el interno ha sido, previamente, recibido por el Director;
“d) La merituación de los descargos ofrecidos por el interno;
“e) Sanción impuesta y su modalidad de ejecución; y en su caso, si será de
efectivo cumplimiento o quedará en suspenso total o parcialmente conforme lo
establecido en el art. 24; si se da por cumplida la sanción o se la sustituye por otra más
leve dentro de la correlación fijada en el art. 20;
“f) Orden de remitir al Juez competente dentro de las seis horas subsiguientes a
su dictado y por la vía más rápida disponible copia auténtica del decisorio;
“g) Orden de anotación en el Registro de Sanciones y en el Legajo del interno;
“h) Designación del miembro del personal directivo encargado de la
notificación, la que se efectuará de inmediato.”

“Notificación.
“Art. 46: En el acto de notificación al interno el funcionario designado deberá
informarlo de los fundamentos y alcances de la medida, exhortarlo a reflexionar sobre
su comportamiento e indicarle, bajo constancia, que en ese mismo acto o dentro de
cinco días hábiles, podrá interponer recurso ante el Juez competente, teniendo el
recurrente, en su caso, la posibilidad de reiterar las pruebas cuya producción le
hubiese sido denegada.”

“Recurso de Apelación.
“Art. 47: El recurso interpuesto deberá ser remitido al Juez competente por el
Director por la vía más rápida disponible dentro de las seis horas subsiguientes a su
interposición.”

“Art. 48: Tanto el recurso verbal, asentado en el acta, como el escrito que
presente el sancionado, serán agregados a las actuaciones y elevados al Juez
competente, previo asiento en el Registro de Sanciones y en el Libro de Mesa de
Entradas del establecimiento, dejando copia autenticada en el Legajo del interno
recurrente.”

125
126

“Art. 49: La interposición del recurso, no tendrá efecto suspensivo, a menos que
así lo disponga el magistrado interviniente”.

Art. 92. El interno no podrá ser sancionado dos veces por la misma infracción.

(Art. 10 R.D.P.I.)
Aplicación del principio del “non bis in idem”, interesa a los fines de no ser tenida
en cuenta la misma infracción en dos periodos evaluativos consecutivos, en pos de la
evaluación del interno. Por otra parte, se trata también de evitar que las sanciones
puedan realizarse en distintos ámbitos y fuera de las medidas previstas por el art. 87.

Art. 93. En caso de duda se estará a lo que resulte más favorable al interno.

(Art. 11 R.D.P.I.)
La duda podrá referirse sólo a la configuración o no de determinada falta, no en
cuanto a los hechos que se dieron lugar, los cuales deben estar fehacientemente
comprobados para dar lugar a una sanción.

Art. 94. En ningún caso se aplicarán sanciones colectivas.

(Art. 12 R.D.P.I.)
Una sanción dentro del presidio es toda medida mortificante más allá del encierro
en sí propio, que tiene lugar en virtud de una falta. En más de una ocasión, se practican,
en virtud de la supuesta búsqueda de elementos de fuga, o por simple rutina, la requisa
integral de todo el penal, o de zonas o pabellones determinados, en que son desnudados
los internos y violentada su intimidad, destruidas y arrojadas sus pertenencias y muchas
veces privados ilegítimamente de ellas. Es uno de los ejemplos más preclaros y
cotidianos de la sanción colectiva. A más de procederse. en más de una ocasión, a la
negación absoluta de la visita por la acción de riesgo de un interno, o la amenaza de
todos ellos como respuesta a una acción particular. Todas medidas que oponen a los
internos unos contra otros, desestabilizando cualquier lazo de alineación en pos de una
lucha común. Tales procedimientos, deben cejar en su accionar, y en cuanto se
produzcan, deberán tomarse las medidas sancionatorias, disciplinarias y penales
correspondientes.

126
127

Al margen de lo dicho, en relación a las medidas de aislamiento en general, se


están aplicando castigos trascendentes a las visitas, compañeros y grupo de afectos del
interno. Pensemos por ejemplo en un condenado que posea a su mujer o a su madre
detenida en otro penal, y que le sea imposibilitado verle o verla por una sanción que se
hubiera dictado contra uno de ellos. Supongamos una familia impedida de sustentar
mínimamente su ansia de padre, hermano o hija, desconociendo, con el terror y la
angustia que de ello se deriva, las condiciones en que se halla en ese momento su ser
querido. Todas estas sanciones implican ciertamente castigos colectivos, y por tanto,
deben ser reemplazados por otros, o de algún modo atenuada aquella trascendencia de su
aplicación.

Art. 95. La notificación de la sanción impuesta debe estar a cargo de un miembro


del personal directivo del establecimiento. El interno será informado de sus
fundamentos y alcances y exhortado a reflexionar sobre su comportamiento.

(Ver art. 46 R.D.P.I.)


En vista de que deben seguirse los principios procesales correspondientes, luego
de haber sido tomada la decisión sancionatoria por el Director, una vez escuchada la
defensa del interno, si la hubiere, tal medida será notificada inmediatamente. A partir de
esa notificación comienzan a correr los días de que cuenta el artículo siguiente. Debe
agregarse que en función de lo predicho, la falta de notificación hará nulo el acto
sancionatorio.

Art. 96. Las sanciones serán recurribles ante el juez de ejecución o juez competente
dentro de los cinco días hábiles, derecho del que deberá ser informado el interno al
notificársele la resolución. La interposición del recurso no tendrá efecto suspensivo,
a menos que así lo disponga el magistrado interviniente. Si el juez de ejecución o
juez competente no se expidiese dentro de los sesenta días, la sanción quedará
firme.

(Ver arts. 46 a 49 del R.D.P.I.) 39 “Las correcciones serán recurribles por vía
administrativa dentro de los tres días hábiles de notificadas, siendo la última instancia
administrativa la autoridad penitenciaria superior. De este derecho deberá ser

39
Remitir aquí a la página donde se los transcribe.

127
128

informado el interno al notificársele la resolución. El recurso no tendrá efecto


suspensivo a menos que así lo disponga la autoridad que impuso la corrección.”
De ningún modo el retardo de justicia puede significar un perjuicio para el
interno, ni una legitimación de lo actuado a contrario derecho. El juez competente en
cada caso tiene el deber de expedirse sobre la materia de la falta disciplinaria en relación
a su existencia, procedencia, antijuridicidad y reproche. En todo caso, la mora en la
decisión a tomar , una vez transcurridos los sesenta días, podrá dar la posibilidad de
reclamar por ante la Cámara la producción de un fallo al respecto, con la consecuente
solicitud de sanción para el juez que no cumpliera con sus funciones.
En el texto de R.G.P. Dec. 303/96, se preveía un primer recurso jerárquico ante la
jerarquía administrativa, cuya última instancia era la autoridad superior del
establecimiento, la que es, al mismo tiempo, la única facultada para imponer las
correcciones. Por el R.D.P.I. se pasa directamente al recurso judicial, manteniendo el
principio de judicialidad, por lo que debe entenderse que la derogación explícita de dicho
recurso administrativo previo no puede ser desentendida por reglamentos internos o
requisitos burocráticos que supongan una vía de habilitación de la instancia para dar al
Juez conocimiento jurisdiccional sobre el hecho del que se trate.

Art. 97. Las sanciones y los recursos que eventualmente interpongan los
sancionados, deberán ser notificados al juez de ejecución o juez competente por la
vía más rápida disponible dentro de las seis horas subsiguientes a su dictado o
interposición.

(Arts. 45 inc. f y 47 R.D.P.I.)

Art. 98. En el supuesto de primera infracción en el establecimiento, si el


comportamiento anterior del interno lo justificare, el director, en la misma
resolución que impone la sanción, podrá dejar en suspenso su ejecución. Si el
interno cometiere otra falta dentro del plazo prudencial que en cada caso fije el
director en la misma resolución, se deberá cumplir tanto la sanción cuya ejecución
quedó suspendida, como la correspondiente a la nueva infracción.

(Art. 24 R.D.P.I.)

128
129

Esta atribución también la poseerá el juez competente, en virtud del principio por
el que “quien puede lo más puede lo menos”. Esto es, si posee la atribución de retraer
absolutamente la medida sancionatoria, asimismo podrá suspenderla en su ejecución.

Art. 99. En cada establecimiento se llevará un “registro de sanciones”, foliado,


encuadernado y rubricado por el juez de ejecución o juez competente, en el que se
anotarán, por orden cronológico, las sanciones impuestas, sus motivos, su ejecución
o suspensión y el cumplimiento de lo dispuesto en el art. 88, dejándose constancia
de todo ello en el legajo personal.

El art. 68 del R.D.P.I. transcribe literalmente este artículo, agregando la


obligación de hacer constar en el libro “la observancia de lo dispuesto en el art. 88 de
la Ley Privativa de la Libertad”, disponiendo luego que “Este Registro estará a cargo y
bajo la responsabilidad del miembro del personal superior que designe el Director. Su
modelo será proyectado dentro de los treinta días y provisto por la Dirección Nacional
del Servicio Penitenciario Federal, previa aprobación de la Secretaría de Política
Penitenciaria”

129
130

Capítulo Quinto.
Conducta y Concepto.

Art. 100. El interno será calificado de acuerdo a su conducta. Se entenderá por


conducta la observancia de las normas reglamentarias que rigen el orden, la
disciplina y la convivencia dentro del establecimiento.

Art. 101. El interno será calificado, asimismo, de acuerdo al concepto que merezca.
Se entenderá por concepto la ponderación de su evolución personal de la que sea
deducible su mayor o menor posibilidad de adecuada reinserción social.

Nuestro art. 19 C.N. establece el principio de reserva por el cual se fija el ámbito
de dignidad personal y material de los individuos. 40 El examen de conducta no debe ser
un juicio de valor moral, sobre la base de la conducción en la vida del sujeto, sino en
función de su integración al cuerpo social, esto es, su posibilidad de convivencia, aún con
las normas propias de su estructura íntima. Por tanto, la calificación debe realizarse en
función de las faltas disciplinarias, esto es, con un enfoque en las actitudes y aptitudes
negativas a aquella integración, no orientadas a un deber ser integral del ser humano,
propio del complejo de civilización dominante del que hemos hablado en la primera
parte. Orientación esta que puede llegar a grados de arbitrariedad manifiesta y de
producción de dolor innecesario más allá del interés social en la pena.
No debe distinguirse, luego, entre conducta y concepto, en tanto que uno es la
expresión existencial de un comportamiento y el otro la interpretación normativa que la
califica.

Art. 102. La calificación de conducta y concepto será efectuada trimestralmente,


notificada al interno en la forma en que reglamentariamente se disponga y
formulada de conformidad con la siguiente escala:
40
El principio constitucional de que “todo lo que no está prohibido está permitido”, sufre una inversión
en cuanto las normas que se refieren a la ejecución de la pena privativa de libertad, al describir éstas los
deberes de los internos. Así, por ejemplo, el art. 54 de la ley 5619 de la provincia de Bs. As., que en su
inciso 1º establece que aquellos deben “obedecer pronto y respetuosamente al personal del
establecimiento, cualquiera sea su jerarquía, absteniéndose de formular cualquier observación”; y en su
inc. 2º obliga a “guardar silencio, salvo cuando les esté permitido hablar, en cuyo caso deberán hacerlo
en voz baja”.
La situación de encarcelamiento naturalmente provoca una dependencia del interno con
respecto al personal que administra la unidad en que se encuentre, por lo que sumar a ello disposiciones
de este tipo no hacen más que capturar la violencia de la prisonización, estrechar las paredes, levantar el
hostigamiento.

130
131

a) Ejemplar;
b) Muy Buena;
c) Buena;
d) Regular;
e) Mala;
f) Pésima.

Por el Art. 61 R.G.P. el órgano encargado de esta calificación es el denominado


Centro de Evaluación. Por otra parte, especifica de un modo más concreto los
presupuestos objetivos de cada uno de los resultados:
“a) Ejemplar: Cuando el interno no registre correcciones disciplinarias durante
dos trimestres consecutivos.
b) Muy Bueno: Cuando el interno no registre correcciones disciplinarias
durante el trimestre.
c) Bueno: Cuando el interno registre hasta dos correcciones por infracción leve
durante el trimestre.
d) Regular; Cuando el interno registre hasta dos correcciones por infracción
media o hasta cinco correcciones por infracción leve durante el trimestre.
e) Malo: Cuando el interno registre una corrección por infracción grave o hasta
tres correcciones por infracción media o hasta seis correcciones por infracción leve
durante el trimestre.
f) Pésimo: Cuando el interno registre dos o más correcciones por infracción
grave o más de tres correcciones por infracción media o más de seis correcciones por
infracción leve durante dos trimestres consecutivos.”
Tal como lo expusimos en el primero y segundo capítulos, el criterio para la
evaluación debe estar enfocado en razón de las faltas (o infracciones) que se cometan por
el interno, esto es, desde su objetivo incumplimiento de las normas disciplinarias, no así
en atención a la valoración de su conducta como tal, en cuanto proyección positiva. Aún
así, tales faltas deben ser exactamente referenciadas a la convivencia pacífica con los
internos, como lo pide el art. 79 de la Ley. Por otra parte, tales calificaciones poseen la
naturaleza jurídica de dictámenes emanados de un órgano técnico profesional, como es el
Centro de Evaluación. En tal caracter, no poseen fuerza vinculante para la administración
del establecimiento, ni mucho menos para la autoridad judicial, quien es en definitiva,
quien posee jurisdicción para evaluar los requisitos a los fines de otorgar las salidas
transitorias, la semilibertad, libertad condicional, asistida y en general cualquier aspecto

131
132

que haga a los derechos del interno, el desarrollo de su vida en el penal y las condiciones
del cumplimiento de su pena; cuánto más en el caso de los procesados, sobre quienes el
juez de la causa tiene responsabilidad inmediata. Lo contrario, sería trasladar a un órgano
consultivo, la decisión final de los puntos sobre los que tenga conocimiento.

Art. 103. La calificación de conducta tendrá valor y efectos para determinar la


frecuencia de las visitas, la participación en actividades recreativas y otras que los
reglamentos establezcan.

La frecuencia y continuidad de las visitas, configura el instrumento de control por


excelencia dentro de las cárceles y prisiones de nuestro país. No alcanza a determinarse
de qué manera la falta del interno puede afectar el derecho de aquellos familiares y
afectos de tener trato y comunicación con aquel. Se trataría de la aplicación refleja de
sanciones, las que caerían en cabeza de aquellos que de ningún modo, ni directo ni
indirecto, han cometido falta o infracción alguna. Otra vez, prima el sentido patrimonial
de la inacción: La visita se tiene o no se tiene.
Aquellas medidas que fundándose en el artículo presente u otros análogos,
restrinjan la posibilidad de las visitas de tener contacto con los internos, pueden ser
tachados de inconstitucionalidad en virtud de que nadie puede ser privado de hacer
aquello que la ley no prohibe (art. 19 y ccdtes. C.N.)

Art. 104. La calificación de concepto servirá de base para la aplicación de la


progresividad del régimen, el otorgamiento de salidas transitorias, semilibertad,
libertad condicional, libertad asistida, conmutación de pena e indulto.

Art. 62 R.G.P.: “Los elementos de juicio relativos a la valoración subjetiva del


comportamiento del procesado, serán consignados en el Libro de Actas del Centro de
Evaluación y en su legajo personal; a los efectos de ser utilizados, si resultare
condenado en definitiva, por el organismo técnico-criminológico para la
individualización de su tratamiento.”
Es precisamente esta incidencia de los estudios y evaluaciones realizados sobre
los internos, de las mismas características que las relacionadas con las sanciones
disponibles en función de las faltas disciplinarias, las que hacen que todas las previsiones
referentes a la comunicación, apelación, resolución y notificación de éstas debe aplicarse
a los contenidos de aquellos. Tal asimilación incluye la revisión y el control judiciales de

132
133

los datos incorporados de tal manera, pudiéndose actuar con perito de parte y contando
con la posibilidad de llamar a una junta examinadora en caso de duda razonable.

133
134

Capítulo Sexto.
Recompensas.

Art. 105. Los actos del interno que demuestren buena conducta, espíritu de
trabajo, voluntad en el aprendizaje y sentido de responsabilidad en el
comportamiento personal y en las actividades organizadas del establecimiento,
serán estimulados mediante un sistema de recompensas reglamentariamente
determinado.

Por el art. 60 del Código de Ejecución Penal de la provincia de Bs. As., se


dispone que “Podrán concederse, por hechos meritorios, las siguientes recompensas:
“1. Elogio hecho por el director en presencia de un alto empleado;
“2. Recomendación especial al Tribunal de conducta.”
Este tipo de recompensa entendido como la dádiva del patrón, indudablemente no
pueden importar un estímulo en los términos en que la norma del art. 105 pretende
hacerlo. Débese tener en cuenta las necesidades del interno más que la actitud generosa
para con él de las autoridades del establecimiento en que se encuentre, la buena relación
con las mismas o el ser tomado en cuenta por ciertos órganos decisorios que tienen
precisamente la obligación de hacerlo. Un sistema de recompensas, que por otro lado
ayudaría a acabar con el comercio instaurado y reconocido de los responsables de las
áreas correspondientes, podría relacionarse con la posibilidad de comunicarse con
familiares o amigos, acceder a trabajos en el exterior, y en general toda apertura en el
ejercicio de sus derechos propios, sin desmedro o reducción de los de sus compañeros. A
tal fin, por otra parte, debe ser público el reconocimiento y la recompensa, con la
mención del o los hechos que le hayan dado lugar.

134
135

Capítulo Séptimo.
Trabajo.

Principios Generales

Art. 106. El trabajo constituye un derecho y un deber del interno. Es una de las
bases del tratamiento y tiene positiva incidencia en su formación.

Art. 97 R.G.P.: “El trabajo debidamente remunerado constituye un derecho del


interno. Siendo el trabajo un elemento social relevante, el Ministerio de Justicia-
Secretaría de Política Penitenciaria y de Readaptación Social, reglamentará los
beneficios adicionales a que podrán hacerse acreedores los procesados que trabajen.”
El trabajo dentro de las unidades penitenciarias más que una ocupación, en
palabras de García Basalo, suponen una mera “organización de ocio”. Se crean funciones
artificiales, innecesarias, ritualistas, se le asocia al régimen farragoso de las disposiciones
carcelarias de la cotidianeidad, se le insta a la elaboración de figurines, artesanías,
manualidades pacientes que no poseen relación alguna con una posible fuente de trabajo.
Tareas de la resignación más que del estímulo.
A las mujeres, especialmente, no se les suministrará trabajos sino labores. Ello,
consecuente con el presupuesto eminentemente patriarcal de cualquier institución de
encierro, de limitación, de hostigamiento. Harán bordados, tortas, imágenes, imitaciones
de la dejadez. Símbolos de una alegría que no se ostenta.
En el ámbito federal, tal como viene prescripto por la norma citada del
Reglamento, no serán las autoridades de la Unidades quienes reglamenten este ejercicio,
sino el Ministerio de Justicia. La misma prescripción se recomienda, por razones de
unidad de acción y coordinación de criterios, para que se adopte en el ámbito provincial.
Por el art. 142 R.G.P. se dispone que: “Hasta tanto las cárceles posean los
recursos materiales necesarios se atenderá lo dispuesto en el artículo 97 teniendo en
cuenta las posibilidades existentes”.
Se trata de una postergación de obligaciones emergentes del mismo cuerpo legal
que tienen su sustento en la Ley que comentamos. Dicha postergación no corresponde al
derecho al trabajo y su correspondiente retribución, ya que los mismos emanan de
disposiciones contenidas en la misma Constitución Nacional (art. 14 bis) y explícitamente

135
136

por el presente título de la Ley. Sólo es aplicable a los beneficios a que se refiere la
última parte del art. 97.

Art. 107. El trabajo se regirá por los siguientes principios:


a) No se impondrá como castigo;
b) No será aflictivo, denigrante, infamante ni forzado;
c) Propendrá a la formación y al mejoramiento de los hábitos laborales;
d) Procurará la capacitación del interno para desempeñarse en la vida libre;
e) Se programará teniendo en cuenta las aptitudes y condiciones psicofísicas
de los internos, las tecnologías utilizadas en el medio libre y las demandas del
mercado laboral;
f) Deberá ser remunerado;
g) Se respetará la legislación laboral y de seguridad social vigente.

En virtud del último inciso, serán aplicables al trabajo penitenciario los principios
de buena fe, irrenunciabilidad, estabilidad, proporcionalidad y todos aquellos previstos en
el Derecho del Trabajo. Cualquier quita del trabajo sin causa justificada dará lugar a
indemnización. No son aplicables al trabajo penitenciario las normas de flexibilización
laboral, cuya finalidad es la promoción del empleo, dado que aquel no se realiza en
función de un contrato libre sino en virtud de disposiciones como la presente que obliga
a la administración a dar trabajo como parte de la función resocializadora o formadora de
la pena. Por otra parte, se trata de trabajadores cautivos, que no poseen elección alguna
de modalidades, patrones y ni siquiera de la actividad que realizarán o del horario y los
lugares de trabajo que se les asignen.

Art. 108. El trabajo de los internos no se organizará exclusivamente en función del


rendimiento económico individual o del conjunto de la actividad, sino que tendrá
como finalidad primordial la generación de hábitos laborales, la capacitación y la
creatividad.

(Art. 107 R.G.P.)


No debe convertirse a la prisión en una factoría con mano de obra barata. Antes
bien, puede aprovecharse la fuerza de trabajo disponible en nuestras prisiones para la
realización de labores no comerciales, propias de las obligaciones propias, aunque no
exclusivas, del Estado.

136
137

Art. 109. El trabajo del interno estará condicionado a su aptitud física o mental.

Art. 98 R.G.P.: “El trabajo estará condicionado a la aptitud física y mental del
interno y propenderá a que mantenga o adquiera hábitos de trabajo, actualice la
capacitación profesional que facilite su futura inserción en el mercado laboral y
mediante su salario contribuya, en lo posible, a su mantenimiento y al de su grupo
familiar dependiente.”

Art. 110. Sin perjuicio de su obligación de trabajar, no se coaccionará al interno a


hacerlo. Su negativa injustificada será considerada falta media e incidirá
desfavorablemente en el concepto.

Acerca de la no obligatoriedad cuya inobservancia provoca sanciones, no hay


mucho que decir. Evidentemente las palabras no logran ocultar lo real. Intención de toda
ley es mantenerse en el deber ser, en una zona de pureza e idealidad que abstraiga los
contenidos existenciales de lo normado. Sobre todo en relación con una ley que pretenda
regular el sistema carcelario, administrar la ejecución de la pena cuyo caracter es
precisamente la inacción, el retiro. El trabajo en las instituciones penales es, pues,
obligatorio. Para ello, se inventarán funciones innecesarias dentro de cada
establecimiento, que tendrán más que ver con una organización del ocio 41 , que con una
preparación laboral.

Art. 111. La ejecución del trabajo remunerado no exime a ningún interno de su


prestación personal para labores generales del establecimiento o comisiones que se
le encomienden de acuerdo con los reglamentos. Estas actividades no serán
remuneradas, salvo que fueren su única ocupación.

(Art. 99 R.G.P.)

Art. 112. El trabajo del interno estará basado en criterios pedagógicos y


psicotécnicos. Dentro de las posibilidades existentes el interno podrá manifestar su
preferencia por el trabajo que desee realizar.

41
García Basalo, C.: “La integración del trabajo en la economía nacional”, pag. 14.

137
138

Art. 104 R.G.P.: “El trabajo estará basado en criterios pedagógicos y


psicotécnicos. El interno podrá manifestar su preferencia por la tarea a realizar,
quedando a criterio de la autoridad penitenciaria la factibilidad y conveniencia de
acceder a ella, conforme las posibilidades y necesidades del establecimiento y la
individualización del caso.”

Art. 113. En el caso de internos que ejerciten o perfeccionen actividades artísticas o


intelectuales, éstas podrán ser su única actividad laboral si fuere productiva y
compatible con su tratamiento y con el régimen del establecimiento.

(Art. 105 R.G.P.)

Formación Profesional

Art. 114. La capacitación laboral del interno, particularmente la de los jóvenes


adultos, será objeto de especial cuidado.
El régimen de aprendizaje de oficios a implementar, será concordante con
las condiciones personales del interno y con sus posibles actividades en el medio
libre.

(Art. 100 R.G.P.)

Art. 115. Se promoverá la organización de sistemas y programas de formación y


reconversión laboral, las que podrán realizarse con la participación concertada de
las autoridades laborales, agrupaciones sindicales, empresarias y otras entidades
sociales vinculadas al trabajo y a la producción.

(Art. 101 R.G.P.)

Art. 116. Los diplomas, certificados o constancias de capacitación laboral que se


expidan, no deberán contener referencias de carácter penitenciario.

(Art. 102 R.G.P.)

Organización

138
139

Art. 117. La organización del trabajo penitenciario, sus métodos, modalidades,


jornadas de labor, horarios, medidas preventivas de higiene y seguridad, atenderán
a las exigencias técnicas y a las normas establecidas en la legislación inherente al
trabajo libre.

Art. 103 R.G.P.: “El trabajo se programará teniendo en cuenta la aptitudes y


condiciones psicofísicas de los internos, las tecnologías utilizadas en el medio libre y
las demandas del mercado laboral. Se deberá respetar la legislación laboral y de
seguridad social vigentes.”

Art. 118. La administración velará para que las tareas laborales se coordinen con
los horarios destinados a otros aspectos del tratamiento del interno.

(Art. 106 R.G.P.)

Art. 119. El trabajo y la producción podrán organizarse por administración, bajo


las formas de ente descentralizado, empresa mixta o privada, por cuenta propia del
interno o mediante sistema cooperativo. En cualquiera de esas modalidades la
administración ejercerá la supervisión de la actividad del interno en lo
concerniente al tratamiento.
Un reglamento especial establecerá las normas regulatorias de los aspectos
vinculados a la organización, funcionamiento, supervisión y evaluación de los entes
oficiales, mixtos, privados o cooperativos.
Las utilidades materiales percibidas por la administración penitenciaria se
emplearán únicamente en obras y servicios relacionados con el tratamiento de los
internos.

El art. 108 R.G.P. establece la misma norma, disponiendo que el encargado de


dictar el reglamento especial a que se refiere el segundo párrafo es la Secretaría de
Política Penitenciaria y Readaptación Social del Ministerio de Justicia.

Remuneración.

139
140

Art. 120. El trabajo del interno será remunerado, salvo los casos previstos por el
art. 111. Si los bienes o servicios producidos se destinaren al Estado o a entidades
de bien público, el salario del interno no será inferior a las tres cuartas partes del
salario mínimo vital móvil. En los demás casos o cuando la organización del
trabajo esté a cargo de una empresa mixta o privada la remuneración será igual al
salario de la vida libre correspondiente a la categoría profesional de que se trate.
Los salarios serán abonados en los términos establecidos en la legislación
laboral vigente.

Art. 109 R.G.P.: “El trabajo del interno será remunerado, salvo los casos
previstos por el artículo 99. Si los bienes o servicios producidos se destinaren al Estado
Nacional o a entidades de bien público, el interno percibirá el salario mínimo vital
móvil debiéndose realizar las previsiones presupuestarias pertinentes. En los demás
casos o cuando la organización del trabajo esté a cargo de una empresa mixta o
privada, la remuneración será igual al salario de la vida libre correspondiente a la
categoría profesional de que se trate. En todos los casos se deducirá el veinticinco por
ciento en concepto de reintegro de los gastos que causare al establecimiento.
“Los salarios serán abonados en los términos establecidos en la legislación
laboral vigente.”
El presente artículo viene a cercenar, arbitrariamente, el principio establecido por
los artículos anteriores, en el sentido en que el trabajo del interno poseerá todas las
características legales del derecho laboral. (arts 117 y ccdtes. de la presente ley). En
relación al salario a percibir, el que le es ampliamente indisponible y se encuentra desde
un principio reducido para la satisfacción de determinadas obligaciones pecuniarias del
condenado; vuelve aquí a padecer un nuevo recorte en función del destino a que se dirija
la labor del interno.
Por otro lado, y haciendo gala de la penosa técnica legislativa que a lo largo de
toda esta ley tiene lugar, la clasificación basada en el destino de los bienes o servicios
producidos, se contrapone a otra que tiene su criterio en cuanto al carácter privado o
semiprivado de la empresa organizadora. A los fines de aclarar este entuerto,
precisaremos los supuestos y efectos según se de una u otra situación:
Según el destino de los bienes y servicios producidos por el trabajo del interno:
a) El Estado, o entidades de bien público, con mínimo de sueldo: ¾ partes del Salario
Mínimo Vital y Móvil (condenados) o el Salario Vital y Móvil íntegro (procesados)
b) Otros: Salario igual al de la vida libre, correspondiente a cada categoría.

140
141

Según la categoría de la persona jurídica organizadora del trabajo:


a) Semiprivada o privada: Salario igual al de la vida libre, correspondiente a cada
categoría.
b) Pública: No dispone.
Ambos grupos de supuestos nos dan también otras dos posibilidades en cuanto
puedan ser combinados entre sí:
a) Empresa semiprivada o privada con productos que tienen por destino al Estado o a
entidades de bien público: No dispone.
b) Empresas públicas que no tengan por destino al Estado o a entidades de bien público:
No dispone.
Por tanto, la única interpretación posible es que el presente artículo no estatuye
un sistema de acuerdo a cada categorización, sino que se limita a plantear una excepción
particularizada con respecto al salario del interno, en relación con los trabajos
organizados por el Estado para el Estado o entidades de bien público.
Mas, aún con la anterior hermenéutica, dicha excepción no sólo es repugnante a
los principios del respeto por el trabajo humano, sino que además es inconstitucional, por
violar la disposición del art. 14 bis en cuanto dispone “igual remuneración por igual
trabajo”. Tal violación además, supone ir en contra de los intereses de los trabajadores en
libertad, por cuanto la explotación comercial de los internos supondrá mayor baratura en
la producción, con la consiguiente merma en los posibles reclamos que los primeros
pudieran llevar a cabo, en función de deber hacer frente a circunstancias económicas
inmediatas (manutención de grupo familiar, pago de impuestos, alquiler, etc.) Máxime
cuando por el mismo art. 23 de esta ley, el trabajo de quien permanece condenado en
semilibertad debe prestarse en las condiciones de libertad. El rebajar el salario previsto
para el trabajo que tenga por fin algún interés público, sólo vuelve humillante aquella
tarea y debe entenderse como un estímulo a trabajar por interés meramente pecuniario.
Nada más contrario a las supuestas recomendaciones resocializadoras y humanísticas
conque se pretende una y otra vez escudar la gran inoperancia de las prisiones. Ello
resulta por demás despreciativo de las funciones de manutención que el interno tiene
para con su familia.
Por otra parte, la reducción del 25 % referida en la normativa para procesados,
no tiene en cuenta la índole supuesta de servicio público que posee la cárcel o alcaidía en
que se encuentre.

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Art. 121. La retribución del interno, deducidos los aportes correspondientes a la


seguridad social, se distribuirá simultáneamente en la forma siguiente:
a) 10 % para indemnizar los daños y perjuicios causados por el delito,
conforme lo disponga la sentencia;
b) 35 % para la prestación de alimentos, según el Código Civil;
c) 25 % para costear los gastos que causare en el establecimiento;
d) 30 % para formar un fondo propio que se le entregará a su salida.

Art. 110 R.G.P.: “No habiéndose trabado medidas precautorias sobre los bienes
del procesado y comunicadas a la Dirección de la cárcel o alcaidía, deducidos los
aportes correspondientes a la seguridad social y al reintegro de los gastos que el
interno causare en el establecimiento de acuerdo con lo normado en el artículo
anterior, el salario será distribuido en la siguiente forma:
“a) Ochenta por ciento de libre disposición por el procesado.
“b) Veinte por ciento para formar un fondo de reserva que le será entregado al
ser puesto en libertad sin que medie sentencia condenatoria definitiva. Si resultare
condenado, ese fondo se aplicará de acuerdo a los incisos 1º, 2º y 4º del art. 11 del
C.P.”
Art. 111 R.G.P.: “Del salario del interno, deducidos los aportes
correspondientes a la seguridad social y al reintegro de los gastos que el interno
causare en el establecimiento de acuerdo con lo normado en el art. 109, podrá
descontarse, en hasta un veinte por ciento, los cargos por concepto de reparación d
daños intencionales o culposos causados en las cosas muebles o inmuebles del Estado
Nacional o de terceros.”

Art. 122. El salario correspondiente al interno durante la semilibertad, prisión


discontinua o semidetención podrá ser percibido por la administración
penitenciaria o por el propio interno. En todos los casos deberá ser aplicado al
cumplimiento de lo dispuesto en los incisos 1º, 2º y 4º del art. 11 del Código Penal.

El artículo 11 C.P. dispone que : “El producto del trabajo del condenado a
reclusión o prisión se aplicará simultáneamente:
“1) a indemnizar los daños y perjuicios causados por el delito que no se
satisficiera con otros recursos:
“2) a la prestación de alimentos según el Código Civil;

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“3) a costear los gastos que causare en el establecimiento;


“4) a formar un fondo propio, que se le entregará a su salida”
El hecho de que tales rubros deben ser satisfechos simultáneamente quiere decir
que no podrá por el exceso de uno de ellos reducir el monto de otro, de entre los que
hubiera lugar a satisfacer. De allí, los porcentajes establecidos en el artículo 121 de la
presente ley.
Si el salario puede ser “percibido por la administración o por el interno”, el
artículo no señala en función de qué dará uno u otro supuesto. La regla siempre deberá
ser el cobro por el interno o por quien éste autorice, incluyéndose aquí a los agentes o
autoridades del Servicio Penitenciario.

Art. 123. Cuando no hubiere indemnización que satisfacer, la parte que


correspondiere a la misma según el artículo anterior acrecerá el porcentaje
destinado a la prestación de alimentos.

Art. 124. Si el interno no tuviere indemnización que satisfacer, ni hubiere lugar a la


prestación de alimentos, los porcentajes respectivos acrecerán al fondo propio.

Art. 125. Si el interno tuviere que satisfacer indemnización, pero no prestación


alimentaria, la parte que pudiere corresponder a ésta, acrecerá el fondo propio.

Art. 126. En los casos previstos en el art. 122, la parte destinada para costear los
gastos que el interno causara al establecimiento, acrecerá su fondo propio.

Art. 127. La administración penitenciaria podrá autorizar que se destine como


fondo disponible hasta un máximo del 30 % del fondo propio mensual, siempre que
el interno haya alcanzado como mínimo la calificación de conducta buena. El
fondo disponible se depositará en el establecimiento a la orden del interno para
adquisición de los artículos de uso y consumo personal que autoricen los
reglamentos.

Art. 128. El fondo propio, deducida en su caso la parte disponible que autoriza el
artículo anterior, constituirá un fondo de reserva, que deberá ser depositado a
interés en una institución bancaria oficial, en las mejores condiciones de plaza.
Este fondo, que será entregado al interno a su egreso, por agotamiento de pena,

143
144

libertad condicional o asistida, será incesible e inembargable, sin perjuicio de lo


establecido en el artículo 129.
Los reglamentos establecerán en casos debidamente justificados y con
intervención judicial, la disposición anticipada del fondo de reserva. En el supuesto
de fallecimiento del interno, el fondo de reserva será transmisible a sus herederos.

Art. 129. De la remuneración del trabajo del interno, deducidos los aportes
correspondientes a la seguridad social, podrá descontarse, en hasta un 20 % los
cargos de concepto de reparación de daños intencionales o culposos causados en las
cosas muebles o inmuebles del Estado o de terceros.

Por el art. 121 queda distribuido el sueldo legítimamente habido por los internos,
en las porciones correspondientes: Un 10 % para indemnización de los daños producidos
por el delito, un 35 % para la prestación de alimentos, un 25 % para los gastos que su
detención produzca en el establecimiento y un 30 % apenas, restante, como fondo
propio. Esta última porción, luego, puede ser percibida por la administración o por el
interno (art. 122). Mas, es atribución del órgano administrativo el autorizar disponer de
hasta el 30 % de esta, su parte propia. Si a ello le agregamos el supuesto previsto por el
artículo 129, donde se le resta nuevamente un 20 %, sobre daños causados al
establecimiento o a terceros, lo que convierte al fondo propio en un 10 %, cuya
disponibilidad es irrisoria, nos hallamos ante un patético ejemplo de confiscatoriedad,
abolida como pena por el art. 17 C.N., y entendida por la Corte Suprema de Justicia en
un modo amplio, como cualquier quita de un haber legítimamente habido sin
indemnización previa. Así, se ha manifestado el superior tribunal en reiteradas
oportunidades42

Accidentes de trabajo y enfermedades profesionales

Art. 130. La muerte o los accidentes sufridos por internos durante o con motivo de
la ejecución del trabajo, así como las enfermedades profesionales contraídas por su
causa, serán indemnizables conforme la legislación vigente.

(Art. 112 R.G.P.)

42
Fallos 105: 50; 139: 295; 190: 164; 256: 550; 276: 355; 266: 171; 261: 28; 255: 283; 234: 129, entre
otros.

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Cada uno de los internos se encuentra bajo el cuidado permanente del Servicio
Penitenciario y de su juez competente en cada caso. Cualquier fallecimiento o accidente
que se lleve a cabo en su esfera de custodia, importará responsabilidad civil por parte de
la Administración y el juzgado de que se trate, en forma coherente y oportunamente
delimitada por las atribuciones de uno y otro.

Art. 131. La indemnización, cualquiera fuere el monto de la efectiva remuneración


percibida por el interno, se determinará sobre la base de los salarios fijados en los
convenios o disposiciones vigentes, a la fecha del siniestro, para las mismas o
similares actividades en el medio libre.

(Art. 113 R.G.P.)

Art. 132. Durante el tiempo que dure su incapacidad, el interno accidentado


enfermo percibirá la remuneración que tenía asignada.

(Art. 114 R.G.P.)

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Capítulo Octavo.
Educación.

Art. 133. Desde su ingreso se asegurará al interno el ejercicio de su derecho de


aprender, adoptándose las medidas necesarias para mantener, fomentar y mejorar
su educación e instrucción.

El art. 90 del R.G.P., luego de transcribir exactamente el párrafo que antecede


dispone que “a tales efectos, se le requerirá a su ingreso, certificado o constancia que
acrediten el nivel de instrucción alcanzado. De no cumplimentarse tal requisito, se
efectuarán las pruebas evaluativas pertinentes.”
La constante imagen del interno como hombre inculto, de bajos recursos y de
estrato social paupérrimo, retraen de la previsión del legislador ciertos desenvolvimientos
de los derechos de los internos, que no por ello no tienen vigencia ni pueden ser puestos
en práctica y hasta reclamados para su ejecución.
En lo que hace a la educación de los detenidos, su función no debe limitarse a un
mero papel pasivo. Quienes se encuentren en las condiciones de poder instruir a sus
compañeros, podrán hacerlo, en las áreas dentro de las que se encuentren capacitados.
Ello no sólo abrirá circuitos de comunicación sino que al mismo tiempo permitirá el
desarrollo de capacidades propias, útiles para la vida libre.
Por otro lado, existen numerosos oficios que la currícula tradicional de materias
no está preparada para enseñar, y cuyo conocimiento puede ser para muchos más
efectivo y necesario que el contenido de aquella. Tales oficios, aprendidos a lo largo de la
experiencia personal, a más del estudio propio de sus principios, pueden ser expuestos
por quienes los practican, para todos los que puedan estar interesados en participar de
ellos.

Art. 134. La enseñanza será preponderantemente formativa, procurando que el


interno comprenda sus deberes y las normas que regulan la convivencia en
sociedad.

Art. 135. Se impartirá enseñanza obligatoria a los internos analfabetos y a quienes


no hubieren alcanzado el nivel mínimo fijado por la ley. El director del
establecimiento podrá eximir de esta obligación a quienes carecieren de suficientes

146
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aptitudes intelectuales. En estos casos, los internos recibirán instrucción adecuada,


utilizando métodos especiales de enseñanza.

(Art. 91 R.G.P.)

Art. 136. Los planes de enseñanza corresponderán al sistema de educación pública


para que el interno pueda, a su egreso, tener la posibilidad de continuar sus
estudios sin inconvenientes.

Como hemos manifestado en el comentario al art. 133, muchas veces el sistema


de educación pública, pensado para niños en edad escolar, y en el modelo de clase media,
resulta inapropiado para las distintas necesidades, urgencias y padecimientos de los
internos. Sin dejar de brindar la enseñanza curricular, la que será voluntaria, deberán
ofrecerse también cursos de ocupaciones, oficios, actividades que pueden ser solicitadas
por quienes serán sus receptores.

Art. 137. La administración fomentará el interés del interno por el estudio,


brindándole la posibilidad de acceder a servicios educativos en los distintos niveles
del sistema.
Cuando el interno no pueda seguir los cursos en el medio libre, se le darán
las máximas facilidades a través de regímenes alternativos, particularmente los
sistemas abiertos y a distancia.

(Art. 92 R.G.P., que agrega un tercer párrafo: “A los efectos de rendir los
exámenes correspondientes, si fuere indispensable el traslado del interno a la sede
educacional, el mismo será efectuado previa autorización del juez competente y con los
medios y las medidas de seguridad que expresamente éste determine”)
El 27 de Agosto de 1993, la Corte Suprema de Justicia de la Nación tuvo
oportunidad de expedirse sobre la aplicación de los arts. 77 y 78 del Dec-Ley 412/58,
que establecían los mismos principios que anteceden, en virtud de habérsele negado a
Daniel Cocco, alojado en la Prisión Regional del Norte, Unidad Nº 7 de Resistencia,
Chaco, la posibilidad de inscribirse para rendir la primera materia de la Carrera de
Derecho, a la que se le había permitido inscribirse como alumno libre, alegando
asimismo, el derecho a la igualdad del art. 16 C.N. ya que otros internos en su situación
habían podido rendir materias universitarias, por hallarse en otros penales federales con

147
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criterio disímil. La Corte, con argumentos procesalistas (que hacen a la acción de amparo
que intentara Cocco), por no agotamiento de las instancias previas, se declaró
inadmisible el recurso. 43

Art. 138. Las actividades educacionales podrán ser objeto de convenios con
entidades públicas o privadas.

(Art. 93 R.G.P.)

Art. 139. Los certificados de estudios y diplomas expedidos por la autoridad


educacional competente durante la permanencia del interno en un establecimiento
penitenciario, no deberán contener ninguna indicación que permita advertir esa
circunstancia.

(Art. 94 R.G.P.)
Como en otras disposiciones similares, el sistema penitenciario se avergüenza de
sí mismo.

Art. 140. En todo establecimiento funcionará una biblioteca para los internos,
adecuada a sus necesidades de instrucción, formación y recreación, debiendo
estimularse su utilización.

(Art. 95 R.G.P.)
El acceso a la información y al recreo literario debe establecerse de modo tal que
se logre formular del modo más amplio posible. La biblioteca podrá integrarse con
volúmenes aportados por los internos o sus allegados, sin más censura que la
estrictamente necesaria para resguardar la seguridad del penal (libros sobre fabricación
de explosivos o de preparación de fermentos alcohólicos, por ejemplo), e inclusive con
escritos de los mismos internos, abriendo de esa forma una vía de expresión más a sus
necesidades comunicacionales y tendiendo redes de íntima solidaridad entre unos y otros.

Art. 141. De acuerdo al tipo de establecimiento y a la categoría de los internos


alojados, se organizarán actividades recreativas y culturales, utilizando todos los
medios compatibles con su régimen.
43
L.L., Tº 1994-A, pag. 263.

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Art. 142. El tiempo libre deberá ser empleado para organizar programas de
recreación con propósitos educativos, apropiados a las necesidades de los internos
que aloje cada establecimiento. El programa recreativo comprenderá prácticas
deportivas, preferentemente de equipo.

(Art. 96 R.G.P.)
Tales programas de recreación, por ser llevados a cabo precisamente en el tiempo
libre, no podrán tener caracter obligatorio alguno, y la participación o no en ellos no
podrá tener consecuencias en el régimen de cada interno. Por otra parte, tales programas
deberán impulsar la creación por parte de ellos de actividades sociales, debiendo la
administración penitenciaria promover toda iniciativa propia en ese sentido, permitiendo
las reuniones a que den lugar y autorizando la utilización de sectores del penal a tales
fines.
La utilización del tiempo libre no sólo, como aquí se presume, tiene que ver con
la recreación, sino que puede dar lugar a trabajos personales o colectivos e inclusive a
propuestas de índole penitenciaria con origen en los mismos interesados.

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Capítulo Noveno.
Asistencia Médica

Art. 143. El interno tiene derecho a la salud. Deberá brindársele oportuna


asistencia médica integral, no pudiendo ser interferida su accesibilidad a la
consulta y a los tratamientos prescritos.
Los estudios diagnósticos, tratamientos y medicamentos indicados, le serán
suministrados sin cargo.

Por el art. 63 R.G.P. sólo se agrega que la reglamentación respectiva de este


derecho deberá ser aprobada por la Secretaría de Política Penitenciaria y Readaptación
Social del Ministerio de Justicia. Tal atribución hubiere sido razonable concederla al
Ministerio de Salud.
En un trabajo realizado por la Dra. Paz Rojas, (del Equipo de Denuncia y
Tratamiento del Torturado y su Núcleo Familiar, y miembro del Comité de Defensa de
los Derechos del Pueblo), observa en sujetos prisonizados las mismas sintomatologías
que emergen con posterioridad al sufrimiento de torturas. Tales manifestaciones son
descriptas como trastornos ansiosos y depresivos, unidos o no a diversas alteraciones
psicosomáticas, reacciones psicóticas, y secuelas orgánicas. Todo ello producido por la
sumisión a la cárcel, en donde se pretende alcanzar su rehabilitación y estima social.
La pena de prisión no implica la condena a la humillación y al hacinamiento. No
pueden alegarse razones como la falta de estructuras edilicias o presupuestarias para la
negativa aplicar la ley.
Gran cantidad de las dolencias psíquicas de la cárcel son debidas a lo que se da en
llamarse la “reacción carcelaria”. Tal reacción constituye “una especie de adaptación a las
duras condiciones de la cárcel. El preso se aparta de la realidad y se concentra apenas en
lo que ocurre con él mismo y comienza a interpretar el mismo hecho de un modo
diferente a como lo interpretan los demás. Al tiempo, tiene que ser segregado dentro de
la misma prisión, como si fuese preso dos veces, porque la locura le hace perturbar la
disciplina.”44

Art. 144. Al ingreso o reingreso del interno a un establecimiento, deberá ser


examinado por un profesional médico. Éste dejará constancia en la Historia
44
Manifestaciones del Dr. Galotti, en “Pavilhao 9. O massacre do Carandiru” de Elói Pietá y Justino
Pereira. Ed.Página Aberta, Ltda., Sao Paulo, 1993.

150
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Clínica de su estado clínico, así como de las lesiones o signos de malos tratos y de
los síndromes etílicos o de ingesta de drogas. estupefacientes o cualquier otra
sustancia tóxica susceptible de producir dependencia física o psíquica, si los
presentara.
Detectadas las anomalías aludidas, el médico deberá comunicarlas
inmediatamente al director del establecimiento.

El art. 16 R.G.P, establece en forma similar la misma norma, con las siguientes
diferencias: Establece que el modelo de la historia clínica será dispuesto por la autoridad
penitenciaria superior, agrega a las anomalías que el médico debe comunicar a “otras que
considere de importancia”, fijando igualmente su comunicación al juez de la causa. Con
respecto a lo primero, parece dejar librado a la autoridad administrativa un documento
de índole médica, dotándole de contenidos y búsquedas de índole persecutoria. La
ampliación que luego se hace con respecto a las “anomalías” es abierta a valoraciones de
conducta, tal como apunta la disposición referente. Lo tercero es coherente con la
judicialidad que planteamos campea por toda la ley, por lo que éste sólo punto debe
aplicarse a los condenados, no así los anteriores, que quedan abrogados por la
disposición precedente. (Las garantías son derechos adquiridos a partir del hecho mismo
de su declaración).

Art. 145. La historia clínica en la que quedará registrada toda prestación médica,
se completará con la incorporación de los estudios psicológico y social realizados
durante el período de observación, previsto en el art. 13 inc. a), y la actualización a
que aluden el art. 13 inc. d) y el art. 27.
Copia de la historia clínica y de sus actualizaciones integrará la historia
criminológica.

Art. 146. Cuando el interno ingrese o reingrese al establecimiento con


medicamentos en su poder o los reciba del exterior, el director conforme dictamen
médico, decidirá el uso que deba hacerse de ellos.

(Art. 19 del R.G.P.)

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Art. 147. El interno podrá ser trasladado a un establecimiento penitenciario


especializado de carácter asistencial médico o psiquiátrico o a un centro apropiado
del medio libre, cuando la naturaleza del caso así lo aconseje.
En el segundo de los supuestos se requerirá previa autorización del juez de
ejecución o juez competente, salvo razones de urgencia. En todos los casos se
comunicará la novedad de inmediato al magistrado interviniente.

(Art. 64 R.G.P., especificando la necesaria orden judicial en todos los casos, salvo
situaciones de urgencia. )
Entendemos que “el segundo caso” al que se refiere la autorización precisa del
juez (en todos es necesario su conocimiento inmediato y la capacidad de su inhibición),
es la derivación a un centro psiquiátrico. Ello, debido a los contenidos jurídicos que
suponen tales padecimientos, su caracter de institución total y la razonabilidad de la
medida que se fuera a aplicar sobre el interno.
El R.G.P., por otra parte, agrega en su art. 65: “Cuando se constatare la
existencia de enfermedad infecto-contagiosa, se dispondrá inmediatamente, si
correspondiere, el aislamiento del enfermo y su posterior internación en medio
especializado”

Art. 148. El interno podrá requerir, a su exclusivo cargo, la atención de


profesionales privados. La autoridad penitenciaria dará curso al pedido, excepto
que razones debidamente fundadas aconsejen limitar ese derecho. Toda
divergencia será resuelta por el juez de ejecución o juez competente.

La atención requerida por el interno, a su cargo, de profesionales privados, no es


subsidiaria de la que pueda brindarle el Servicio Penitenciario, sino alternativa. Ha
ocurrido en nuestra experiencia por ante los juzgados de ejecución, que se niega el
permiso a ser atendido extramuros por contar el establecimiento con los equipos
adecuados o con los especialistas requeridos. A partir de lo prescripto por este artículo,
sólo razones de seguridad por grave y cierto peligro para la salud o en razón de la
facilitación de una fuga, podrán impedir el derecho por él instituido.

Art. 149. Si el tratamiento del interno prescribiere la realización de operaciones de


cirugía mayor o cualquier otra intervención quirúrgica o médica que implicare
grave riesgo para la vida o fueren susceptibles de disminuir permanentemente sus

152
153

condiciones orgánicas o funcionales, deberá mediar su consentimiento o el de su


representante legal y la autorización del juez de ejecución o juez competente,
previo informes de peritos. En casos de extrema urgencia, bastará el informe
médico, sin perjuicio de la inmediata comunicación al juez de ejecución o juez
competente.

A este respecto, debe requerirse siempre el consentimiento de quien va a ser


sometido a alguno de los tratamientos aquí previstos, ya sea explícito, presunto o dado
por familiar directo. En cuanto hubiera alguna disposición del interno acerca de no ser
sometido a ellos, no podrá obligársele a hacerlo. Principios que tocan muy de cerca a la
dignidad del hombre, así lo requieren.

Art. 150. Está expresamente prohibido someter a los internos a investigaciones o


tratamientos médicos o científicos de carácter experimental. Sólo se permitirán
mediando solicitud del interno, de enfermedades incurables y siempre que las
investigaciones o tratamientos experimentales sean avalados por la autoridad
sanitaria correspondiente y se orienten a lograr una mejora en su estado de salud.

Esta prohibición expresa, recordatoria de hechos atroces en el pasado de la


humanidad y en el nuestro propio, se extiende también a los tratamientos de índole
terapéutica o de resocialización. La excepción debe interpretarse en el sentido más
restringido posible.
Por enfermedad incurable se entiende aquella que no tenga sanación conocida en
el ámbito científico internacional, en estado terminal, y cuyo desarrollo devenga en
mortalidad segura.
Queda muy en claro, por otra parte, que la investigación o el tratamiento debe ser
requerido por el interno y no podrán ser propuestos por las autoridades del penal de
ningún modo.

Art. 151. Si el interno se negare a ingerir alimentos, se intensificarán los cuidados y


controles médicos. Se informará de inmediato al juez de ejecución o juez
competente solicitando, en el mismo acto, su autorización para proceder a la
alimentación forzada cuando, a criterio médico, existiere grave riesgo para la salud
del interno.

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154

(Art. 66 R.G.P.)

Art. 152. Los tratamientos psiquiátricos que impliquen suspensión de la


consciencia o pérdida de la autonomía psíquica, aunque fueran transitorias, sólo
podrán ser realizados en establecimientos especializados.

Sobre estos tratamientos, también deberá requerirse del consentimiento expreso o


presunto de quien será llevado a realizarlos sobre sí.

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Capítulo Décimo.
Asistencia Espiritual.

Art. 153. El interno tiene derecho a que se respete y garantice su libertad de


conciencia y de religión, se facilite la atención espiritual que requiera y el oportuno
contacto personal y por otros medios autorizados con un representante del credo
que profese, reconocido e inscripto en el Registro Nacional de Cultos. Ninguna
sanción disciplinaria podrá suspender el ejercicio de este derecho.

Art. 67 R.G.P., al que la presente ley agrega el último párrafo, que debe ser
aplicado también a los procesados, al tratarse de un íntimo derecho, de una profunda
necesidad y de un instrumento del cambio social.

Art. 154. El interno será autorizado, en la medida de lo posible, a satisfacer las


exigencias de su vida religiosa, participando de ceremonias litúrgicas y a tener
consigo objetos, libros de piedad, de moral e instrucción de su credo, para su uso
personal.

(Art. 68 R.G.P.)

Art. 155. En cada establecimiento se habilitará un local adecuado para


celebraciones litúrgicas, reuniones y otros actos religiosos de los diversos cultos
reconocidos.

(Art. 69 R.G.P.)

Art. 156. En todo establecimiento penitenciario se celebrará el culto católico, en


forma adecuada a las posibilidades edilicias de que disponga. La concurrencia a
estos actos será absolutamente voluntaria.

(Art. 70 R.G.P.)
La palabra del Evangelio sugiere una función salvífica y redentora en la alegría,
en la disposición de la entrega antes que la del sacrificio. No se detiene la labor católica

155
156

en la compunción del arrepentimiento, sino que intenta elevar el espíritu a la


consagración a Dios, por a través de los otros. (S.Mateo, IX, 9-13)
“¿Se puede privar de libertad a un hombre?...
“Pregunta vieja que, en nuestro caso, hace tan sólo referencia a la que
llamaríamos libertad primaria, la biológica, la de movimiento y personal verificación.
Libertad que corre pareja con la vital del ser que necesita alimentarse, respirar, pegar sus
gritos y al encuentro primero cubrirse con la o el “partenaire” haciendo lo que dicen
amor.
“Pues bien, tal conjunto de libertades primas son anteriores a toda sociedad, a
toda ciudad, a toda ley. Y por lo tanto no pueden, según creo, no pueden ser suprimidas
por ningún ser -diría que hasta el mismo Dios las respeta- por motivo alguno. Son
siempre antes que todo el serial de motivos.
“Quienes creemos que no sólo la pena de muerte es incalificable por lo que a
todos escandaliza y también los que no aceptamos ninguna, absolutamente ninguna razón
para declarar una guerra entre pueblos, pues en la misma línea, un mucho fatigada y para
los “sabios” ingenua, idiota, para nosotros, la cárcel, la prisión, todo medio o forma de
privar de la libertad al hombre, sea quien sea y sea por lo que sea, significa, manifiesta la
más lamentable y vergonzosa forma de negar al hombre en sus mismas raíces de ser”
José María de Llanos, Sacerdote Jesuita. 45 Revista “Mensaje”(publicación de los
internos de la prisión de Carabanchel), año II, Nº 10, 1987, p. 23.

Art. 157. Los capellanes de los establecimientos tendrán a su cargo la instrucción


religiosa y moral y la orientación espiritual de los internos, incluso de los no
católicos que la aceptaren.

(Art. 71 R. R.G.P.)
Debe establecerse que no podrá haber en función de la práctica religiosa ningún
privilegio para su libre desarrollo, expresión y crecimiento, para ninguno de los cultos
reconocidos que llevaran el mensaje y el apoyo de su fe a los internos. Así, la posibilidad
del ingreso, estadía, ejercicio y utilización de las instalaciones de que puedan gozar los
capellanes católicos, deberá ser idéntica a la de los ministros de los otros credos que se
acercaren a tal fin.

45
Revista “Mensaje”, publicación de los internos de la prisión de Carabanchel, año II, Nº 10, 1987, pag.
23. Cit. en el trabajo “Capellanías Penitenciarias” editado por el Instituto Vasco de Criminología, en San
Sebastián, año 1993.

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Capítulo Undécimo.
Relaciones Familiares y Sociales.

Art. 158. El interno tiene derecho a comunicarse periódicamente, en forma oral o


escrita, con su familia, amigos, allegados, curadores y abogados, así como con
representantes de organismos especiales e instituciones privadas con personería
jurídica que se interesen por su reinserción social.
En todos los casos se respetará la privacidad de esas comunicaciones, sin
otras restricciones que las dispuestas por el juez competente.

(Arts. 75 y 77 R.G.P.) Por el art. 78 R.G.P. se da a la “autoridad penitenciaria


superior con aprobación del Ministerio de justicia-Secretaría de política Penitenciaria
y de Readaptación Social” el poder de reglamentar las modalidades de las visitas, sus
requisitos y formalidades. Por expresa sanción del presente art. 158, tales
reglamentaciones no podrán de ningún modo importar restricciones al derecho del que se
trata, y sólo deben organizar el modo de llevarlo a cabo dentro del ámbito penitenciario.
Abogados: Nos ha ocurrido en numerosos penales del país que se nos negara o
retaceara la entrevista con un interno debido a su caracter de condenado. Los
reglamentos internos desconocen cualquier función del abogado durante la etapa de
ejecución, limitándose a normar el derecho a defensa sólo en la etapa procesal. Ello habla
a las claras de la puesta a disposición del condenado a las autoridades administrativas de
la unidad penitenciaria a la que sea llevado, quienes serán las encargadas de asumir su
control, vigilancia, represión, confinamiento, y ante quienes deberá interponer cualquier
petición, queja o reclamo de sus derechos.
El personal penitenciario es muy receloso respecto de lo que ocurre en el interior
del penal. Debe exigirse que desde ellos mismos surjan informes periódicos hacia el
exterior, como uno de los modos de comunicar ese islote abigarrado de la prisión con el
resto de la comunidad, que no puede estar ajena de lo que allí ocurre, desde que es ella
no sólo quien las mantiene sino también quien las reproduce y legitima.
Respecto al derecho de defensa de los procesados, sus entrevistas y relaciones
con el abogado están pautadas por los arts. 28 a 32 del R.G.P.:
Art. 28: “El interno deberá indicar nombre, apellido, domicilio y teléfono de su
o sus abogados, como asimismo todo cambio posterior de defensor.”

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Art. 29: “Los abogados defensores y otros profesionales vinculados con el


proceso, deberán acreditar su identidad y su condición de tales con la certificación
extendida por el juzgado correspondiente.
“Cuando el interno no hubiere aún designado defensor, se le autorizarán hasta
dos entrevistas previas con el o los abogados que indicare.”
Art. 30: “En todos los casos, el personal penitenciario dispensará al abogado
en el ejercicio de su profesión, la consideración y respeto debidos a los magistrados
según lo dispone la Ley Nº 23.187, art. 5º”.
Art. 31: “En ejercicio de su derecho de defensa, el interno deberá comunicarse
libre y privadamente con su o sus defensores, ya sea mediante entrevistas personales o
comunicaciones escritas u orales, confidenciales.
“Durante las entrevistas con su abogado, el interno podrá ser controlado
visualmente, sin que la conversación pueda ser escuchada o captada”.
Art. 32: “Las entrevistas con los abogados y otros profesionales vinculados al
proceso, podrán mantenerse durante todos los días de la semana, entre las ocho horas
y las veinte horas. Ello no obstará a que en caso de excepción se pueda autorizar la
visita fuera del horario establecido.”
Familiares y Allegados: A este respecto, el art. 20 R.G.P. menciona que “Se
requerirá al interno el nombre, apellido y domicilio de sus familiares y de sus
allegados, con quienes desee mantener comunicación. Se le permitirá comunicarse en
forma inmediata con un familiar o allegado”.
El registro de los visitantes se lleva a cabo rigurosamente en todas las unidades
de condenados.
Acerca de la privacidad de las comunicaciones, el R.G.P. expresamente dispone
en su art. 81: “La correspondencia y las comunicaciones telefónicas no podrán
interceptarse, salvo por orden judicial”. Esta previsión viene dada en función de la
utilización como instrumento de policía interna, de la intervención de las líneas
telefónicas de cada unidad penitenciaria, a más del examen cuidadoso de la
correspondencia, extensivo a cualquier material escrito, bajo la excusa de buscar
elementos subversivos o lenguajes cifrados. Dicha modalidad sigue siendo moneda
corriente en la generalidad de los centros penitenciarios.
Art. 82 R.G.P.: “En el caso que un interno haya afectado o intente alterar el
orden y la seguridad de la cárcel o alcaidía, o se sospeche fehacientemente que hubiere
impartido o recibido instrucciones para la comisión de delitos valiéndose de

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comunicaciones orales o escritas, el Director podrá suspenderlas, informando de


inmediato al Juez de la causa.
“La autoridad judicial podrá disponer en lo sucesivo, el control de la
correspondencia a cargo del Director de la cárcel o alcaidía, quien la retendrá y
remitirá al juez”.
En el universo penitenciario todo es objeto de sospecha. Se vive en calidad de
peligroso, se ejerce una constante persecución, semejante a una caza de brujas integral y
vejatoria. Todo debe ser controlado, vigilado, subsumido. No debe haber más que cárcel
en la cárcel. Sumisión y derrota. Resignación al tiempo. Por ello, todo lazo con el
exterior es pormenorizadamente examinado, porque representa riesgo. Son aberturas que
iluminan la presencia. Por el artículo que acabamos de transcribir, es evidente que en
función de la legalidad y judicialidad del trato penitenciario, el principio debe ser el
inverso. Sólo es posible inmiscuirse en los papeles y asuntos privados de los internos
(protegidos por el art. 17 C.N., entre otras normas de igual peso y caracter) en cuanto se
abra una causa judicial al respecto. Con ello, todas las medidas de seguridad
implementadas a consecuencia de la fórmula “por si llega a perpetrarse algún delito, falta
o conspiración...” dejan de tener ningún sentido. A ese fin, por otra parte, el art. 83
R.G.P. dispone: “La correspondencia deberá ser distribuida o despachada
inmediatamente. La que reciba el interno deberá ser sometida a sensores u otros
medios para evitar la introducción de objetos o sustancias no autorizadas.
“El mismo procedimiento se observará en el contralor de paquetes que se
envíen al interno”.
La seguridad, de ese modo, queda garantizada. Claro que se trata de trocar el
estado de peligrosidad abstracta que fue durante años el presupuesto de la actuación de
los agentes penitenciarios, por uno de peligro concreto. En absoluto podrá examinarse el
contenido de las correspondencias. Sólo se exige que (a los efectos de la no introducción
de drogas o armas de fuego, por ejemplo) los paquetes o sobres pasen por sensores
mecánicos, sin realizar valoración alguna sobre el interior de ellos, sino sólo en un
criterio negativo, es decir, en cuanto a cerciorarse de la ausencia de riesgo efectivo para
la seguridad interna.
Toda la legislación acerca de la pena privativa de libertad se refiere a la visita
como un derecho (cuando no un privilegio) del interno, olvidando de esa forma que los
visitantes poseen un derecho subjetivo fundado en la ley civil y en su relación humana, el
cual es independiente del régimen de premios y castigos que pueda establecerse al
respecto de aquel. Así, el art. 264 del Código Civil, referente a los incapaces (género al

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que en cuanto a determinados aspectos de su vida pertenecen los procesados y los


penados) establece la obligación de quien ostente su curatela de “permitir la visita de
parientes que se deban recíprocamente alimentos”, ello es, los ascendientes,
descendientes, hermanos, medio hermanos y los parientes por afinidad en primer grado, y
por supuesto, cónyuges y concubinos. Más aún, un derecho humano inalienable, de
mantener la amistad del otro, sustrato donde nacen los valores del honor y del
compañerismo, imponen el tratamiento de la visita como una prerrogativa de quien se
dirige a ella a más de la función permisiva que con respecto a los internos, las
reglamentaciones al uso administran.
Los afectos quedan relegados a horarios estrechos, para acceder a tener un
momento de satisfacción junto al ser querido. Colas en la calle, a la intemperie, sin
siquiera un techo del que guarecerse de la lluvia, donde se viven escenas de una
desesperación que manifiesta crudeza y desamparo. El sitio en la fila que se gana por
antigüedad, por aguante. Luego, la burocracia de los cuerpos, como meros repositorios
de caras extrañadas, ajenas. Las restricciones al vestido, que instituyen el particular
comercio del alquiler de prendas para visita.46 Un modo de agregar distancia al
encuentro. Y violencia. Que se padece en la espera, en la requisa, en el grito y el silencio.
En la ansiedad angustiante de ver al hombre o la mujer en ese arrinconamiento
irreconocible. Por a veces treinta o cuarenta minutos, el tiempo residual, tardío, después
de la estúpida peregrinación por los controles de seguridad.

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En la Unidad Nº 1 Cárcel de Encausados de Capital Federal, la lista de prendas y elementos no
permitidos al ingreso de la visita, consta, literalmente de:
01: Tapados de pelo largo, de piel o sintéticos.
02: Tapados con hombreras y hombreras en General.
03: Gamulanes en General.
04: Pantalón, pollera, camperas de cuero.
05: Pantalón elastizado, calzas, pescadores.
06: Blusas escotadas, transparentes, sin mangas o cortas.
07: Pantalón, camisa, campera color gris o azul similar uniforme penitenciario.
08: Pilotos de ninguna clase y botas impermeables (sólo día de lluvia)
09: Bufandas de ninguna clase, guantes, boinas, tiradores, cintos, pelucas y pañuelos.
10: Corpiños con armazón y vinchas forrada.
11. Camperas inflables.
12: Botas largas, plataformas, borceguíes, tacos aguja y zapatillas con tapones.
13: Capuchas de ninguna clase.
14: Lentes y anteojos.
15: Alhajas, cuchillas.
16: Valores en efectivo o documentos.
17: Medicamentos de uso personal.
18: Elementos ortopédicos.
19: Portabebés.
20: Mamaderas de vidrio.
21: Muda de ropa para bebé (máximo dos pañales).
22: Tampones, toallas femeninas (2)
23: Boddy.
24: Campera reversible.

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Los jueces de la causa y los de ejecución, por su parte, son los receptores
naturales de las peticiones de las visitas de los internos. Es a ellos a quienes compete la
responsabilidad por su seguridad y respeto.

Art. 159. Los internos de nacionalidad extranjera, gozarán de facilidades para


comunicarse con sus representantes diplomáticos y consulares acreditados.
Los internos nacionales de estados sin representación diplomática o consular
en el país, los refugiados y los apátridas, tendrán las mismas posibilidades para
dirigirse al representante diplomático del Estado encargado de sus intereses en el
país o cualquier autoridad nacional o internacional que tenga la misión de
protegerlos.

(Art. 76 R.G.P.)

Art. 160. Las visitas y la correspondencia que reciba o remita el interno y las
comunicaciones telefónicas, se ajustarán a las condiciones, oportunidad y
supervisión que determinen los reglamentos, los que no podrán desvirtuar lo
establecido en los arts. 158 y 159.

(Art. 80 R.G.P.)
Es inviolable la privacidad de las comunicaciones y la correspondencia, no
pudiendo someterse a censura previa sin desvirtuar lo preceptuado por el art. 17 C.N. y
el 158 de la presente ley. En este sentido se hubo expedido la C.S.J.N. en fallo del 19 de
Octubre de 1995 al expresar que la entonces Ley Penitenciaria Nacional “...no prevé la
censura de la correspondencia..., por lo que las disposiciones del reglamento que lo
autorizan representan una extralimitación de la facultad reglamentaria prevista en el art.
99 inc. 2 de la Constitución Nacional, autorizando, sin fundamento legal, un
indiscriminado y permanente allanamiento de los derechos constitucionales a la
inviolabilidad de la correspondencia y a la privacidad, amparados, respectivamente, por
los arts. 18 y 19 de nuestra Carta Magna”. La Procuración Penitenciaria, por medio de la
Recomendación Nº 184/PP/94 del 30/4/94 ya se había referido a este punto, y
nuevamente, tras la sanción del fallo reseñado, formuló la Recomendación Nº 963/PP/96
del 22 de Marzo de 1996, requiriendo la suspensión de la aplicación de lo dispuesto por
los arts. 66 y 67 del Reglamento de Visitas y Correspondencias, entonces vigente (que
permitían la censura previa de estas últimas), sugiriendo además al Honorable Congreso

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de la Nación la supresión de la facultad de reglamentar la “supervisión” a que se refiere


el artículo 160. Finalmente, por Resolución Nº 661 del 15 de Abril de 1996, se
derogaron las disposiciones de los artículos 66 y 67 del Reglamento premencionado.
Art. 79 R.G.P.: “La correspondencia que remita el interno y las comunicaciones
telefónicas que realice o reciba estarán a su cargo o al de sus familiares.”
A falta de disposición sobre este punto en la ley 24.660, y en tanto la
Administración del Servicio Penitenciario debe garantizar este derecho, tal garantía
significa procuración de su elemental posibilidad, en tanto el interno no pueda hacerse
cargo de los gastos que represente.

Art. 161. Las comunicaciones orales o escritas previstas en el artículo 160, sólo
podrán ser suspendidas o restringidas transitoriamente, por resolución fundada del
director del establecimiento, quien de inmediato, lo comunicará al juez de
ejecución o juez competente. El interno será notificado de la suspensión o
restricción transitoria de su derecho.

El único supuesto en que la ley tiene prevista la suspensión o restricción de tales


comunicaciones, es el que se refiere en el artículo siguiente. No hay otra restricción que
las señaladas en este capítulo (art. 160) para el intercambio escrito o telefónico.

Art. 162. El visitante deberá respetar las normas reglamentarias vigentes en la


institución, las indicaciones del personal y abstenerse de introducir o intentar
ingresar elemento alguno que no haya sido permitido y expresamente autorizado
por el director. Si faltaren a esta prescripción o se comprobare connivencia
culpable con el interno, o no guardare la debida compostura, su ingreso al
establecimiento será suspendido, temporal o definitivamente, por resolución del
director, la que podrá recurrirse ante el juez de ejecución o juez competente.

(Art. 85 R.G.P.)
Tales normas deben ser comunicadas a las visitas.
Art. 84 R.G.P.: “La administración deberá informar en forma clara y precisa al
visitante, las normas que deberá observar, la nómina de alimentos, ropas y otros
objetos que pueda introducir para el interno y la forma en que éstos deban ser
presentados para facilitar su registro sin que sean dañados.”

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Art. 163. El visitante y sus pertenencias, por razones de seguridad, serán


registrados. El registro, dentro del respeto a la dignidad de la persona humana,
será realizado o dirigido, según el procedimiento previsto en los reglamentos por
personal del mismo sexo del visitante. El registro manual, en la medida de lo
posible, será substituido por sensores no intensivos u otras técnicas no táctiles
apropiadas y eficaces.

(Art. 86 R.G.P.)
De acuerdo a las “Normas de Procedimiento de visitas y correspondencia para
internos condenados”, Boletín Público del Servicio Penitenciario Federal Argentino Nº
2076 del 19 de Agosto de 1992, en su art. 59 inc. b), derogado por la ley presente, los
visitantes tendrán derecho a “Rechazar el procedimiento de requisa minuciosa o
profunda vigente para visitantes. En tal caso la visita podrá ser realizada si las
disponibilidades de la Unidad lo permiten, en locutorios o lugares habilitados para
realizar visita sin requisa minuciosa o profunda previa”.
De más está decir que no podrá excusarse la autoridad penitenciaria por carecer
de lugar adecuado para el ejercicio de estas visitas que hicieran uso del derecho que se
menciona, ya que a tal fin podrán habilitarse las salas de abogados, las de asistentes
sociales y la de psicólogos, a todos los cuales no se les requisa de ningún modo, pura y
simplemente porque poseen un título profesional que los habilita a ingresar al penal como
partes integrantes del sistema.

Art. 164. El interno tiene el derecho a estar informado de los sucesos de la vida
nacional e internacional, por los medios de comunicación social, publicaciones o
emisiones especiales permitidas.

(Art. 89 R.G.P.)
No se entiende de qué modo podrá prohibirse el libre ejercicio de la lectura, a
modo de censura previa con respecto a los receptores de dicho material. Tal intromisión
en la consciencia es criticable desde el punto de vista del principio de reserva (art. 19
C.N.) y de ningún modo puede tener relación con la pena (art. 18 C.N.)

Art. 165. La enfermedad o accidentes graves o el fallecimiento del interno, será


comunicado inmediatamente a su familia, allegados o persona indicada

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previamente por aquel al representante de su credo religioso y al juez de ejecución


o juez competente.

(Art. 87 R.G.P.)

Art. 166. El interno será autorizado, en caso de enfermedad o accidente grave o


fallecimiento de familiares o allegados con derecho a visita o correspondencia, para
cumplir con sus deberes morales, excepto cuando se tuviesen serios y
fundamentados motivos para resolver lo contrario.

(Art. 88 R.G.P.)
Se trata de acompañar en sus últimos días, o en el dolor de su desaparición física,
a los familiares o allegados queridos del interno. Deber moral, que supone al mismo
tiempo un derecho ligado a las entrañas mismas del ser, una compulsión de la vida. Por
tanto, tratándose de aquellos derechos que son ínsitos a la categoría humana, el mismo
no puede ser retaceado por motivo alguno, y sólo no se hará efectivo cuando el
comparecimiento del detenido fuere imposible (por encontrarse, por ejemplo, en mal
estado de salud, no pudiendo ser trasladado sin grave riesgo de mortalidad) o por
expresa decisión de éste, expresada indubitablemente y por escrito, ante la autoridad
penitenciaria y por ante el resto del grupo familiar o de allegados.

Art. 167. Los internos que no gocen de permiso de salida para afianzar los lazos
familiares podrán recibir la visita íntima de su cónyuge o, a falta de éste, de la
persona con quien mantiene vida marital permanente, en la forma y modo que
determinen los reglamentos.

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Capítulo Duodécimo.
Asistencia Social.

Art. 168. Las relaciones del interno con su familia, en tanto fueren convenientes
para ambos y compatibles con su tratamiento, deberán ser facilitadas y
estimuladas. Asimismo se lo alentará para que continúe o establezca vínculos útiles
con personas u organismos oficiales o privados con personería jurídica que puedan
favorecer sus posibilidades de reinserción social.

(Art. 72 R.G.P.)

Art. 169. Al interno se le prestará asistencia moral y material y, en la medida de lo


posible, amparo a su familia. Esta asistencia estará a cargo de órganos o personal
especializado, cuya actuación podrá ser concurrente con la que realicen otros
organismos estatales y personas o entidades privadas con personería jurídica.

(Art. 73 R.G.P.)

Art. 170. En defecto de persona allegada al interno designada como curador o


susceptible de serlo, se proveerá a su representación jurídica, en orden a la curatela
prevista en el art. 12 C.P.

Art. 171. En modo particular se velará por la regularización de los documentos


personales del interno. A su ingreso se le requerirá información sobre los mismos.
La documentación que traiga consigo, se le restituya o se le obtenga, se depositará
en el establecimiento, para serle entregada bajo constancia, a su egreso.

Art. 172. Los egresados y liberados gozarán de protección y asistencia social, moral
o material postpenitenciaria a cargo de un patronato de liberados o de una
institución de asistencia postpenitenciaria con fines específicos y personería
jurídica, procurando que no sufra menoscabo su dignidad, ni se ponga de
manifiesto su condición. Se atenderá a su ubicación social y a su alojamiento, a la
obtención de trabajo, a la previsión de vestimenta adecuada y de recursos

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suficientes, si no los tuviere, para solventar la crisis del egreso y de pasaje para
trasladarse al lugar de la República donde fije su residencia.

Art. 173. Las gestiones conducentes al cumplimiento de lo dispuesto en el art. 172,


se iniciarán con la debida antelación, para que en el momento de egresar, el interno
encuentre facilidad en la solución de los problemas que puedan ser causa de
desorientación, desubicación o desamparo. A tales efectos se le conectará con el
organismo encargado de su supervisión en el caso de libertad condicional o asistida
y de prestarle asistencia y protección en todas las demás formas de egreso.

A los fines predispuestos por esta norma, con más la posibilidad de contar con
toda la requisitoria previa para la solicitud y otorgamiento de las libertades condicional y
asistida, deberá tenerse habilitada una vía de preparación de tal otorgamiento, a la que se
hará lugar con siete meses de antelación a cada uno de los términos fijados por la
legislación para con respecto a la posibilidad del reclamo de los derechos referidos. De
hecho, suele ocurrir en los tribunales ser rechazada “in limine” cualquier pretensión
ligada a la libertad condicional o a la asistida, cuando no se han cumplido aún los
términos legales previstos. Ello obliga a presentar las solicitudes sobre el plazo cumplido,
con el evidente retraso de su otorgamiento, con más la consiguiente privación ilegítima
de libertad que supone. En efecto, si se hace lugar finalmente a la libertad requerida, la
misma posee efectos desde el mismo día en que se debía otorgar. Por tanto, desde ese día
hasta el de su efectivo cumplimiento, existe un encarcelamiento incausado. Ocurre que
tiende a pensarse en estos institutos como “beneficios” o “permisos” que la ley impetra
para la utilización arbitraria de las autoridades. Mas, una vez que es reconocido el
cumplimiento de los requisitos expuestos por la ley para su reclamo, éste debe ser
acogido favorablemente, ya que se trata a partir de allí, de derechos adquiridos por el
interno.
Dar legitimidad procesal al reclamo de todas y cada una de las obligaciones de la
administración con respecto a la obtención de una libertad del caracter que sea, es el
único modo de hacer efectivas estas instituciones. El interno debe poder requerir su
examen criminológico en término, el ejercicio (voluntario) del programa de prelibertad, y
las gestiones anticipadas de las que habla el artículo presente.

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Capítulo Catorce.
Patronatos de Liberados.

Art. 174. Los patronatos de liberados concurrirán a prestar la asistencia a que se


refieren los artículos 168 a 170, la asistencia postpenitenciaria de los egresados, las
acciones previstas en el artículo 184, la función que establecen los arts. 13 y 53 del
Código Penal y las leyes 24.316 y 24.390.

La ley 24.316 de reforma al Código Penal instituyó la suspensión del juicio a


prueba, denominada comúnmente “probation” en nuestra legislación nacional. La función
de control y seguimiento de las reglas de conducta que el tribunal o juzgado competente
establecerá en su resolución (art. 76 ter C.P.) será llevada a cabo por estos Patronatos de
Liberados. En el ámbito provincial, la presente disposición en cuanto establece el órgano
encargado de llevar adelante dicha actividad, será aplicable a institutos análogos.
La ley 24.390 establece los límites de la prisión preventiva (arts. 1 y 2) y el modo
de computar el tiempo sufrido durante la misma a partir de los primeros dos años de su
padecimiento (art. 7). La excarcelación que proceda al cumplirse el máximo legal de
duración de tal medida, en cuanto imponga deberes o marcos de actuación a los así
liberados, serán controlados por los Patronatos de Liberados. Asimismo, éstos podrán a
tales efectos reclamar la procedencia de la liberación de los internos o promoverán la
confección de un nuevo cómputo ajustado a derecho, a los fines del cálculo de los
tiempos precisos para lograr el acceso a salidas, libertad condicional, etc.

Art. 175. Los patronatos de liberados podrán ser organismos oficiales o


asociaciones privadas con personería jurídica. Estas últimas recibirán un subsidio
del Estado, cuya inversión será controlada por la autoridad competente.

Los patronatos de liberados suelen ser asociaciones civiles o fundaciones


reconocidas como tales por la Inspección General de Justicia, que ejercen la función
pública que por esta ley y los reglamentos consecuentes les es confiada. A tal fin, estas
instituciones deben firmar convenios con las distintas unidades penitenciarias, o con la
autoridad que las agrupe a nivel provincial, municipal o nacional, en el que constarán las
responsabilidades, deberes y atribuciones de su desenvolvimiento. Ello incluye el libre
acceso a los establecimientos penales, a la información sanitaria y criminológica de los

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internos, al contacto directo con ellos, la creación de alternativas al tratamiento llevado a


cabo en aquel, a la provisión de los elementos indispensables para llevar adelante su labor
y acompañar a los internos en su paso por las prisiones con la mayor dignidad y
compromiso con su vida futura.

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Capítulo Quince.
Establecimientos de Ejecución de la Pena.

Art. 176. La aplicación de esta ley requiere que cada jurisdicción del país, en la
medida necesaria y organizados separadamente para hombres y mujeres, posea los
siguientes tipos de establecimientos:
a) Cárceles o alcaidías para procesados;
b) Centros de observación para el estudio criminológico del condenado y
planificación de su tratamiento de acuerdo con lo previsto en el art. 13;
c) Instituciones diferenciadas por su régimen para la ejecución de la pena;
d) Establecimientos especiales de caracter asistencial médico y psiquiátrico;
e) Centros para la atención y supervisión de los condenados que se
encuentren en tratamiento en el medio libre y otros afines.

De acuerdo a los arts. 313 C.Pr.P.N. y al 3º R.G.P., los procesados estarán


alojados en distinto establecimiento que los condenados, o en distintas partes,
concretamente separadas, de un mismo establecimiento.
En el Plan Director de la Política Penitenciaria Nacional, publicado por el
Ministerio de Justicia a comienzos de 1995, en relación a la remodelación, refacción y
construcción de unidades penitenciarias, prevé un Programa de Acción Inmediata que
comprende:

a) Unidad 26.
Población: Jóvenes Adultos. Condenados.
Capacidad: 150 Internos.
Ubicación: Localidad de Marcos Paz, Pcia. de Buenos Aires.
Plan: Reciclar actuales instalaciones para el alojamiento exclusivo de jóvenes
condenados. Con módulo para drogadependientes (48 plazas).
Cronograma: Iniciada la obra el 9/2/95. Proyectaba culminar el 5/4/96.

b) Complejo Penitenciario Ezeiza.


Población: Hombres adultos. Condenados y procesados.
Capacidad: 1620 internos.
Ubicación: Ptdo. de Ezeiza, Pcia. de Bs. As.

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Plan: Reemplazar a las actuales Unidad 1 de Encausados de la Capital Federal


(Caseros) y Unidad 16 de Capital Federal (Caseros vieja).
Contará con un Centro de Ingreso y Selección (300 plazas), dos módulos de
máxima seguridad (300 plazas cada uno), dos módulos de mediana seguridad (300 plazas
cada uno), un módulo para personalidades anormales graves (120 plazas), un Hospital
Penitenciario Central (150 camas) y demás servicios anexos.
Cronograma: El inicio se hallaba previsto para Julio de 1995. Su finalización se
proyecta para julio de 1997.

c) Complejo Penitenciario Marcos Paz.


Población: Hombres adultos. Procesados y condenados.
Capacidad: 1500 internos.
Ubicación: Antiguo Instituto Ricardo Gutiérrez, Marcos Paz, Pcia. de Buenos
Aires.
Plan: Reemplazar a la actual Unidad 2 de Detención de la Capital Federal
(Devoto). Módulos de 300 plazas cada uno, de máxima y mediana seguridad. Un espacio
para condenados.
Cronograma: Inicio de la obra previsto para julio de 1995. Su finalización se
espera para julio de 1997.

d) Rehabilitación del Hospital Penitenciario Central (en la Unidad de Encausados Nº 1 de


Capital Federal, Caseros) hasta la apertura del Complejo Ezeiza.

e) Ampliación Instituto Correccional de Mujeres.


Construcción de guardería y sector de madres. (Ezeiza, Pcia. de Bs. As.)

f) Recuperación de Plazas.
Reapertura de alojamientos por más de 300 plazas, que se hallan fuera de servicio
por falta de mantenimiento, en las Unidades 4 (Sta. Rosa, La Pampa), y 6 (Rawson,
Chubut).

g) Centros de Recuperación de Drogadependientes.47


Población: Hombres y Mujeres.
47
Debido a la proporción adquirida por la población femenina en la Unidad Nº 3 de Ezeiza, el
establecimiento que iba a ser destinado a este centro hubo receptado gran parte de aquella,
convirtiéndose en el actual Centro Federal de Detención de Mujeres (Unidad 31).

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Capacidad: 192 (hombres) y 72 (mujeres).


Ubicación: Ezeiza, Pcia. de Buenos Aires.

Asimismo, se ha tejido un Programa de Acción Mediata, en el marco de un plan


quinquenal 1995/1999, que consta de:

a) Institutos para Jóvenes Delincuentes.


Población: Hombres. Menores.
Capacidad: 120 internos. Total del Conjunto de Institutos: 300 plazas.
Ubicación: Marcos Paz, Pcia. de Buenos Aires)
Cronograma: Se prepara su inicio para el Tercer Trimestre de 1996, mientras que
su finalización está prevista para el Tercer Trimestre de 1997.

b) Complejo Penitenciario Campana.


Población: Hombres. Condenados.
Capacidad: 970 internos.
Plan: Complejo para ejecutar todas las etapas del tratamiento. Con sectores de
régimen cerrado, semiabierto y abierto. Se pretende lograr la ocupación laboral de los
internos en el eje industrial de la Ruta 9.
Cronograma: Se espera su inicio en el Primer Trimestre de 1997, en tanto que su
finalización operaría en el Primer trimestre de 1999.

c) Instituto Correccional de Mujeres II.


Población: Mujeres condenadas. Adultas y jóvenes adultas
Capacidad: 300 plazas.
Ubicación: Localidad de Campana, Pcia. de Bs. As.
Plan: Creación de nuevas áreas diferenciadas y equipado con espacios para cada
etapa de la progresividad.
Cronograma: Inicio de las obras preparado para el Primer Trimestre de 1996. Su
finalización se proyecta para el Primer Trimestre de 1997

d) Centros Penitenciarios del Noroeste.


Población: Hombres. Procesados y Condenados
Capacidad: 600 plazas.
Ubicación: Pcia. de Salta.

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Plan: Construcción de dos centros de 300 plazas cada uno.


Cronograma: El inicio está fijado para el Primer Trimestre de 1998, y su
finalización, para el Primer Trimestre de 1999.

e) Centro Penitenciario del Noreste.


Población: Hombres y Mujeres. Procesados.
Capacidad: 200 plazas.
Ubicación: Pcia. de Misiones.
Cronograma: Se espera el inicio de la obra para el Segundo Trimestre de 1998, y
su finalización para el Primer Trimestre de 1999.

f) Centro Penitenciario Cuyo.


Población: Hombres. Procesados. Con espacio para condenados.
Capacidad: 250 plazas.
Ubicación: Pcia. de Mendoza.
Cronograma: Se prevé el inicio de la obra para el Tercer Trimestre de 1998, y su
finalización para el Tercer Trimestre de 1999.

g) Centro Penitenciario Litoral.


Población: Hombres. Procesados y Condenados.
Capacidad: 300 plazas.
Ubicación: Pcia. de Santa Fe.
Cronograma: Inicio previsto para el Segundo Trimestre de 1998. Final previsto
para el Cuarto Trimestre de 1999.

h) Centro Penitenciario Mar del Plata.


Población: Hombres. Procesados y Condenados.
Capacidad: 200 plazas.
Ubicación: Mar del Plata, Pcia. de Bs. As.
Cronograma: Inicio planeado para el Tercer Trimestre de 1998. Finalización
programada para el Segundo Trimestre de 1999.

Como puede verse, el sistema de institucionalización goza de muy buena salud, a


pesar de no cumplir, evidentemente con los cronogramas previstos, no pretendiéndose
cambiar el rumbo de la política penitenciaria hacia sanciones no privativas de la libertad

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en los casos en que ella no sólo no resulta adecuada sino hasta perjudicial. Los
establecimientos penitenciarios se alejan de los centros urbanos. Ello significa también
alejarse de los familiares, abogados y amigos de los internos; lo que a más de la
trascendencia de la pena que importa es un claro despropósito en pos de la recuperación
de vínculos humanos de aquellos.
Una disposición íntimamente relacionada con este punto es la del art. 138 R.G.P.:
“El Gobierno Nacional cuando no disponga de servicios propios, convendrá con los
Gobiernos Provinciales, por intermedio del Ministerio de Justicia - Secretaría de
Política Penitenciaria y de Readaptación Social, el alojamiento de los procesados a
disposición de los Juzgados Federales en las cárceles o alcaidías provinciales”.
Los proyectos reseñados dan cuenta asimismo del prejuicio del trabajo rural
rudimentario y penoso como único adecuado a la vida en prisión, lo que asimismo
evidencia un desprecio integral de esas labores como propias de la gleba en términos
feudatarios, propios de la administración penitenciaria. En las ciudades pueden ponerse a
disposición de los internos trabajos administrativos, industriales, asistenciales y de
muchos otros tipos, tratándose siempre en cada caso de aprovechar las aptitudes de cada
uno y su desempeño habitual en la vida libre.

Art. 177. Cada establecimiento de ejecución tendrá su propio reglamento interno,


basado en esta ley, en su destino específico y en las necesidades del tratamiento
individualizado que deban recibir los alojados. Contemplará una racional
distribución del tiempo diario que garantice la coordinación de los medios de
tratamiento que en cada caso deban utilizarse, en particular la enseñanza en los
niveles obligatorios, la atención de las necesidades físicas y espirituales y las
actividades laborales, familiares, sociales, culturales y recreativas de los internos,
asegurando ocho horas para el reposo nocturno y un día de descanso semanal.

Art. 178. Las cárceles o alcaidías tienen por objeto retener y custodiar a las
personas sometidas a proceso penal. Su régimen posibilitará que el interno pueda
ejercer su derecho al trabajo y afrontar la responsabilidad de asistir a su grupo
familiar dependiente e incluirá programas y actividades que permitan evitar o
reducir, al mínimo posible, la desocialización que pueda generar la privación de
libertad.

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Hemos dicho que la pena de prisión es consecuencia del tipo de sociedad que la
implementa, y que al mismo tiempo simboliza. Este quedarse puertas adentro,
resguardados de posibles agresiones, sin otra búsqueda que la de la seguridad, este
poblarnos de brumas vaciadas de nosotros mismos, van a erigir las cárceles, que harán de
la exclusión su norma y su contacto. La marginación dentro de la marginación, la tensión
dentro de la violencia, el padecimiento dentro del dolor. Así, los grupos vulnerables,
pobladores de nuestras cárceles, serán nuevamente victimizados en ellas. El proceso de
desocialización que pudieran sufrir en su interior es reflejo e intensificación del mismo
rechazo del exterior. Su expulsión hacia lo contrito, su supresión hacia lo ralo. La ley
reconoce este fenómeno de multiplicación de las disociaciones, del arrancamiento de los
vínculos humanos. Pero lo reconoce sólo en relación a los procesados. Como si el
caracter de la condena transformara mágicamente los rostros, endurecidos, de la prisión.
Confundiendo así inocencia con sanidad, culpabilidad con egoísmo. En nuestro margen,
el Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni ha acuñado la noción de terapéutica de la vulnerabilidad.
Esto es, ya que los efectos nocivos de la privación de libertad son inevitables, dándose a
lugar por el sólo y simple hecho de su estanca permanencia, el tratamiento al que debe
dedicársele mayor impulso es aquel que logre neutralizar aquellos efectos. En su artículo
“Sociologías de la prisión”48 , define a este tratamiento de la vulnerabilidad como De
cómo este tratamiento incluye, por la misma contraposición a los efectos de la prisión, a
aquellos sustratos sociales que pudieron provocar su marginación y cuyo sistema se
reproduce y evidencia de manera mucho más explícita en ese medio.49

Art. 179. Los establecimientos destinados a procesados no podrán alojar


condenados.

Esta es una norma de cuyo incumplimiento puede alegarse una extensa tradición
en los penales del país. La falta de medidas de seguridad preventivas distintas de la
prisión (las alternativas tienden a manejarse en la etapa de ejecución, una vez que se ha
dictado la sentencia), la reticencia de los juzgados a sostener al instituto de la
excarcelación como principio, la insufrible duración de los procesos, la falta de una
política criminal que seleccione de alguna manera aquellos delitos de índole más gravosa,
48
En “Cuadernos de la Cárcel”, edición especial de “No hay Derecho”, Bs. As., 1991.
49
Hilda Marchiori, en “El estudio del delincuente”, Ed. Porrúa, México, 1982 establece que “el objetivo
del tratamiento penitenciario no es adaptación a la cárcel, a la familia o al medio social, sino es
tranformación en el proceso de comunicación entre el interno-delincuente y su medio. El terapeuta
ayuda en esa transformación de la comunicación para que el individuo no se comunique a través de la
violencia” (pag. 117)

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para los que utilizar todos los medios de control posibles sobre sus presuntos autores,
llevan inexorablemente a la sobrepoblación, de la que en muchas cárceles de la Nación
alcanza proporciones violentas.

Art. 180. En las cárceles y establecimientos de ejecución de la pena no se podrá


recibir, bajo ningún concepto, persona alguna que no sea acompañada de una
orden de detención expresa extendida por juez competente.

Aplicación inmediata del art. 18 de la Constitución Nacional, este artículo impide


cualquier cualquier vía de hecho o disposición “ad-hoc” respecto de la prisonización de
personas. La desatención a esta norma importará la incursión en el delito de privación
ilegítima de libertad para el o los funcionarios públicos que fuera el responsable de tal
acción.

Art. 181. Para la realización de las tareas técnico-criminológicas que dispone el


artículo 13, según las circunstancias locales, se deberá disponer de:
a) Una institución destinada a esa exclusiva finalidad;
b) Una sección separada e independiente en la cárcel o alcaidía de
procesados;
c) Una sección apropiada e independiente en una institución de ejecución de
la pena.

Con el objeto de hacer viables las acciones a desarrollar por el organismo técnico-
criminológico durante el período de observación (art. 13) es necesario contar con las
garantías suficientes para que sea llevado a cabo con la mayor seriedad posible, libre de
todo otro interés que no sea el propio de la labor de estudio a realizar sobre el interno.
De allí que se procure una institución independiente de la administración penitenciaria, o
por lo menos autárquica, es decir, sin relación de subordinación alguna con las
autoridades del penal o del servicio penitenciario de que se trate. Esa independencia es
remarcada luego en la exigencia de realización de su labor en una sección separada y
fijada exclusivamente a tal fin dentro de las cárceles o alcaidías como dentro de los
establecimientos de ejecución penal. Este tipo de previsiones reafirma la paridad de
procesados y condenados.

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Art. 182. Según lo requiera el volumen y la composición de la población penal y las


necesidades del tratamiento individualizado de los internos, deberá contarse con
instituciones abiertas, semiabiertas y cerradas.

El volumen y composición de la población penal darán las coordenadas de la


cantidad de establecimientos de cada tipo con que se deberá contar. Mas, tales datos no
podrán funcionar como límites a las necesidades del tratamiento individualizado. Si se
tiende a la prevención especial como norte de la penalización, aún cuando las
posibilidades generales no hagan presupuestariamente conveniente la preparación o
acondicionamiento de instituciones adecuadas, en cuanto tiene que ver con un derecho
del interno en virtud de una posición ganada en la escala de la progresividad, se deberán
tomar las medidas conducentes a su establecimiento.

Art. 183. Los establecimientos de caracter asistencial especializados podrán ser:


a) Centros hospitalarios diversificados cuando sea necesario y posible;
b) Institutos psiquiátricos.
La dirección de estos centros asistenciales sólo podrá ser ejercida por
personal médico debidamente calificado y especializado.

Art. 184. Los centros de reinserción social deben ser instituciones basadas en el
principio de la autodisciplina destinados a la recepción de condenados que se
encuentran en semilibertad, prisión discontinua y semidetención. Serán dirigidos
por profesionales universitarios con versación criminológica y, cuando las
circunstancias lo posibiliten, podrán estar a cargo de un patronato de liberados y,
de no existir aquel, de un servicio social calificado.

Tanto los establecimientos de caracter asistencial como los centros de reinserción


social, suponen una labor no sólo garantista de protección al interno, sino que también
implican obligaciones de índole positiva en dirección a dotar a aquel de todas las
herramientas necesarias para el desarrollo de su personalidad, la reunión de sus vínculos
reales y su proyección vital. Luego, no sólo deberán contener los elementos enunciados
por el artículo siguiente, descriptivo de lo mínimo indispensable para la actuación de
establecimientos de ejecución de las penas privativas de libertad. Estos últimos sólo
representan el mínimo indispensable para su habilitación y continuidad funcional, mas,
dentro de las funciones acotadas de los penales a los que se destinan. Con respecto a los

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establecimientos de que se trata en los dos artículos anteriores, tales previsiones no son
en modo alguno suficientes, debiéndose exigir la satisfacción de todos aquellos
elementos necesarios para con la preservación de la salud de los internos, su apoyo
material y su estímulo efectivo.

Art. 185. Los establecimientos destinados a la ejecución de las penas privativas de


libertad, atendiendo a su destino específico, deberán contar, como mínimo, con los
medios siguientes:
a) Personal idóneo, en particular el que se encuentra en contacto cotidiano
con los internos, que deberá ejercer una actividad predominantemente educativa;
b) Un organismo técnico-criminológico del que forme parte un equipo
multidisciplinario constituido por un psiquiatra, un psicólogo y un asistente social
y en lo posible, entre otros, un educador y un abogado, todos ellos con
especialización en criminología y en disciplinas afines;
c) Servicio médico y odontológico acorde con la ubicación, tipo del
establecimiento y necesidades;
d) Programas de trabajo que aseguren la plena ocupación de los internos
aptos;
e) Biblioteca y escuela a cargo de personal docente con título habilitante,
con las secciones indispensables para la enseñanza de los internos que estén
obligados a concurrir a ella;
f) Capellán nombrado por el Estado o adscripto honorariamente al
establecimiento;
g) Consejo correccional, cuyos integrantes representen los aspectos
esenciales del tratamiento;
h) Instalaciones para programas recreativos y deportivos;
i) Locales y medios adecuados para alojar a los internos que presenten
episodios psiquiátricos agudos o cuadros psicóticos con graves alteraciones de la
conducta;
j) Secciones separadas e independientes para el alojamiento y tratamiento
de internos drogadependientes;
k) Instalaciones apropiadas para las diversas clases de visitas autorizadas.

Art. 186. En las instituciones de ejecución no se alojarán internos comprendidos en


el art. 25 del Código Penal mientras subsista el cuadro psiquiátrico y a quienes

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padezcan enfermedad mental crónica. Con intervención del juez de ejecución o


juez competente, serán trasladados para su atención a servicios especiales de
carácter psiquiátrico o servicios u hospitales psiquiátricos de la comunidad.

Art. 187. Los internos que padezcan enfermedades infectocontagiosas u otras


patologías similares, de tal gravedad que impidan su tratamiento en el
establecimiento donde se encuentran, serán trasladados a servicios especializados
de carácter médico asistencial o a servicios u hospitales de la comunidad.

Art. 188. En los programas de tratamiento de todas las instituciones y con


particular énfasis en las abiertas y semiabiertas, se deberá suscitar y utilizar en la
mayor medida posible los recursos de la comunidad local, cuando resulten
provechosos para el futuro de los internos y compatibles con el régimen de la pena.

Art. 189. En los establecimientos de ejecución no podrán alojarse procesados, con


excepción de aquellos recibidos en virtud de sentencia definitiva y que tengan otra
causa pendiente o posterior a su ingreso.

Establecimientos para mujeres.

Art. 190. Las internas estarán a cargo exclusivamente de personal femenino. Sólo
por excepción podrán desempeñarse varones en estos establecimientos en tareas
específicas.
La dirección siempre estará a cargo de personal femenino debidamente
calificado.

(Art. 115 R.G.P)

Art. 191. Ningún funcionario penitenciario del sexo masculino ingresará en


dependencias de un establecimiento o sección para mujeres sin ser acompañado
por un miembro del personal femenino.

(Art. 116 R.G.P., que requiere que el personal acompañante femenino debe ser
designado por la directora o por la jefa de sección.)

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Art. 192. En los establecimientos para mujeres deben existir dependencias para la
atención de las internas embarazadas y de las que han dado a luz. Se adoptarán las
medidas necesarias para que el parto se lleve a cabo en un servicio de maternidad.

Art. 117 R.G.P.: “Para la atención de las internas embarazadas y de las que
han dado a luz deben existir dependencias especiales. Se adoptarán las medidas
necesarias para que el parto se lleva a cabo en el servicio de maternidad de la cárcel o
alcaidía, si lo hubiere; en su defecto en otro servicio público del medio libre. La interna
podrá optar por un servicio privado a sus expensas”
Este último párrafo, por aplicación directa del art. 148 de la Ley, es aplicable a las
condenadas.
Art. 120 R.G.P.: “En caso de ser necesaria una prestación médica para su hijo,
previa autorización judicial, la madre podrá acompañarlo”.
Esta norma, consecuencia lógica de la anterior, y simple aplicación de los
principios de la integridad física, dignidad espiritual y respaldo en la constitución familiar,
es de absoluta aplicación a las condenadas.

Art. 193. La interna embarazada quedará eximida de la obligación de trabajar y


de toda otra modalidad de tratamiento incompatible con su estado, cuarenta y
cinco días antes y después del parto. Con posterioridad a dicho período, su
tratamiento no interferirá con el cuidado que deba disponer a su hijo.

(Art. 118 R.G.P., cuya eximición es genérica a cualquier actividad perjudicial.)

Art. 194. No podrá ejecutarse ninguna corrección disciplinaria que, a juicio


médico, pueda afectar al hijo en gestación o lactante. La corrección disciplinaria
será formalmente aplicada por la directora y quedará sólo como antecedente del
comportamiento de la interna.

(Art. 123 R.G.P. y 66 R.D.P.I.)


Asimismo, el art. 67 R.D.P.I. agrega: “La interna que tenga consigo hijos
menores de cuatro años, deberá cumplir la sanción impuesta salvo que por prescripción
médica debidamente documentada, ésta pudiera afectar física o psíquicamente al
menor. En este último supuesto, la Directora podrá suspender la ejecución de la
sanción hasta que cese el riesgo para el menor.

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“En ningún caso la sanción afectará la actividad que normalmente desarrollen


los menores alojados en el establecimiento.
Ambas normas no son sino extensión del principio de intrascendencia de la pena.
De ningún modo la prisión preventiva o la condena de privación de la libertad pueden
afectar a cualquier otro que no fuere el directamente procesado o condenado en tal
sentido, mucho menos los menores, a quienes no debe llegar absolutamente ninguno de
los padecimientos de la prisión, a los que debe protegerse de cualquier inmiscusión de
“las tumbas” en su tierna vida.
Art. 122 R.G.P.: “No se aplicarán a las internas procesadas, madres, medidas
de sujeción en presencia de sus hijos”.
Esta disposición especifica en una materia concreta la importancia del vínculo
maternal, en cuanto prohibición de impedirle el contacto pleno con su hijo, o la visión
traumática de su sujeción. Es una evidente materialización del principio de
intrascendencia de la pena, con respecto al hijo y la familia, a más del de resocialización,
por lo que es de exacta aplicación en el caso de las condenadas.

Art. 195. La interna podrá retener consigo a sus hijos menores de cuatro años.
Cuando se encuentre justificado se organizará un jardín maternal a cargo de
personal calificado.

Art. 119 R.G.P.: “La interna podrá retener consigo a sus hijos menores de
cuatro años. En lo posible, se procurará la concurrencia de esos niños a un jardín
maternal a cargo de personal especializado”.
Por el art. 195 de la ley, los niños concurrirán al jardín maternal sólo en cuanto se
justifique por alguna causa (en uso de una pésima técnica legislativa se dispone que en
ese momento se organizará aquel, cuanto que toda unidad penitenciaria de mujeres debe
contar previamente con un jardín maternal). En cambio, por el 119 del Reglamento, el
principio parecería ser el de la concurrencia de los niños al jardín maternal. El principio,
en todo caso, para uno y otro supuesto, debe estar dado por la voluntad de la madre y
las necesidades de la criatura.
Lo dicho corresponde aplicarse no sólo a hijos naturales sino también adoptivos.
Nada impide a las internas de la adopción de una criatura junto a sus respectivas parejas.
Ello no sólo está abonado por lo ya dicho en el comentario del art. 2º de esta ley, sino
que es derecho explícitamente reconocido en esta norma, y por otra parte, desde el punto
de vista de la formación de motivaciones personales de esfuerzo responsable, es

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indudable que la experiencia del amor maternal es el más notable lazo con la realidad
afectiva, y el modo más profundo de reconocer en quien la vive, sus posibilidades, su
vigor y fortaleza.
Cabría pensar en el supuesto de la existencia de un niño cuya madre o bien ha
dejado de existir o lo ha dejado abandonado al cuidado de su padre, en tanto que éste,
único afecto directo de la criatura, se halla en prisión. ¿Por qué no habrá de poder tener a
su hijo consigo durante los primeros cuatro años?. La presencia del progenitor no es tan
sólo una función alimentaria, sino que recoge en sí todo el misterio de la unión paternal.

Art. 196. Al cumplirse la edad fijada en el artículo anterior, si el progenitor no


estuviere en condiciones de hacerse cargo del hijo, la administración penitenciaria
dará intervención a la autoridad judicial o administrativa que corresponda.

(Art. 121 R.G.P.)


El desgarro que se lleva a cabo a la edad de los cuatro años, en cuanto los niños
son retirados del cuidado personal de sus madres, es uno de los modos en que la pena
trasciende en relación a terceras personas cuya constitución afectiva es aún
extremadamente delicada. Se trata aquí de la disosiación traumática, la amputación
afectiva llevada a cabo con excesiva indiferencia. Mas, es claro que la permanencia de
aquellos en las prisiones del país es especialmente victimizante. La asistencia material del
menor debe ser garantizada por la administración penitenciaria o judicial. Asimismo,
deberán establecerse salidas periódicas para la madre, con el objeto de que la separación
de su hijo no sea llevada de modo abrupto, cuyas secuelas emocionales son llevadas por
ambos durante todo el resto de sus días, intentando luego llevar a cabo las visitas en
sitios especialmente adecuados, donde pueda establecerse un diálogo íntimo y cálido
entre madre e hijo.

Jóvenes adultos.

Art. 197. Los jóvenes adultos de dieciocho a veintiún años deberán ser alojados en
instituciones especiales o en secciones separadas o independientes de los
establecimientos para adultos. En su tratamiento pondrá particular empeño en la
enseñanza obligatoria, en la capacitación profesional y en el mantenimiento de los
vínculos familiares.

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El art. 124 del R.G.P., análogo al presente, sólo agrega el estímulo en la práctica
de los deportes. Mas, los mismos, son parte implícita de los establecimientos y
tratamientos penitenciarios para condenados, por lo que su operatividad a su respecto es
idéntica.

Art. 198. Excepcionalmente y mediando los informes favorables del organismo


técnico-criminológico y del consejo correccional del establecimiento, quienes hayan
cumplido veintiún años podrán permanecer en instituciones o secciones especiales
para jóvenes adultos hasta cumplir veinticinco años. Luego serán trasladados a un
establecimiento para adultos.

“Ante la inexistencia de instituciones y medios humanos y materiales, destinados


a la rehabilitación de los menores que han delinquido y que requieren un tratamiento en
ese sentido, el Estado provincial no solamente infringe un deber jurídico al respecto, sino
que concreta un serio menoscabo a derechos esenciales de la personalidad que, como
tales han sido reconocidos en el art. 5º de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos” (C 1ª Crim. y Correc. General Roca, 6/4/1989 “Internos de la Cárcel de
Encausados”)50

El R.G.P. contiene en su Título XII de “Grupos Diferenciados”, a más de las


mujeres y los jóvenes adultos (que trata en sus capítulos I y II), en su capítulo III, a los
siguientes “casos especiales”:

“Enfermos Mentales y Personalidades Anormales Graves.


“Art. 126: Los procesados que presenten signos y síntomas de enfermedad
mental con grave alteración del juicio serán alojados en establecimientos diferenciados
o en secciones especiales de las cárceles o alcaidías y tratados por un equipo
interdisciplinario.
“Art. 127: Los procesados con graves trastornos de conducta que alteren la
convivencia normal con los otros internos serán alojados en establecimientos
diferenciados o en secciones especiales de las cárceles o alcaidías y tratados por un
equipo interdisciplinario.

50
L.L., 1990-D, pag. 358, con nota favorable de Luis Jorge Cevasco.

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“Art. 128: Los tratamientos psiquiátricos que impliquen suspensión de la


consciencia o pérdida de la autonomía psíquica, aunque fueran transitorias, sólo
podrán ser realizados previa autorización del juez de la causa”
Sobre estos tratamientos, en resguardo del derecho a la intimidad e integridad
humana, deberá consultarse asimismo la voluntad del interno. (Ver fallo Bahamondez de
la C.S.J.N., entre otros)

“Drogadependientes
“Art. 129: Los internos con antecedentes en el abuso o dependencia de
estupefacientes serán alojados en establecimientos diferenciados o en secciones
especiales de las cárceles o alcaidías donde se les brindará un tratamiento
interdisciplinario específico.
“En todos los casos se procurará persuadir a los internos con antecedentes en
el consumo de estupefacientes para que consientan o cooperen con un tratamiento
específico.
“Art. 130: Para la admisión, permanencia y exclusión de un procesado a un
programa de comunidad terapéutica, regirán las normas establecidas en un reglamento
específico aprobado por la autoridad penitenciaria superior.”

“Infecto-contagiosos.
“Art. 131: Los internos que padezcan enfermedades infecto-contagiosas u otras
patologías similares de tal gravedad que impidan su tratamiento en la cárcel o alcaidía
donde se encuentren, serán trasladados a servicios penitenciarios especializados de
carácter médico-asistencial o a servicios u hospitales de la comunidad.”

Es extremadamente doloroso ver retirados a una doble condena a los internos


padecientes de S.I.D.A. Recluidos a su desesperación final, a su total despojo, a los
restos de vida adheridos a los rostros acabados. La muerte resulta demasiado humana
para la prisión. Por ello no existe siquiera la intimidad del morir. El secreto o la companía
últimas. La lucha agónica o la entrega resignada. Tiempo de espera. Durante el que no se
espera ya nada.
Es por ello indignante dar cuenta de la definitiva estupidez de buena parte de
nuestros jueces, caricaturizada por una de sus sentencias del 24 de Noviembre de 1993,
dictada por el Tribunal Oral Criminal Nº 1 en la causa “S/N s/robo automotor en grado

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de tentativa”51 , en la quese afirma la siguiente barbaridad: “La enfermedad que padece el


condenado desde hace ocho años es terminal, por lo que un eventual desenlace fatal no
resultaría consecuencia directa de la privación de libertad, sino de la inmunodepresión
que aquella produce, siendo el peligro para la vida preexistente a la condena, por lo que
nos e da el supuesto previsto por el art. 495 inc. 2º del Cód. Procesal Penal, según el
cuel hallándose gravemente enfermo el condenado, la inmediata ejecución de la pena
pondría en peligro su vida”; sólo superada por la siguiente, del mismo fallo: “La soltura
del condenado lo colocará en una situación más desfavorable que la que vive
actualmente, ante la nula posibilidad de inserción laboral y obtención consiguiente de
medios de subsistencia y su falta de interés por el tratamiento integral de su patología,
con lo cual se incrementaría su deterioro psicofísico, además de convertirlo en factor y
receptor de contagio de enfermedades; ello sin dejar de tener en cuenta la probabilidad
de que vuelva a delinquir. Por tanto, aún reconociéndose las deficiencias del sistema
penitenciario, la permanencia intramuros le evitará al condenado un desamparo mayor,
cuyas consecuencias pueden ser más perjudiciales.”
Dicho razonamiento, efectuado desde un peligrosismo paternalista, que, como
tal, supone una explicitación eufemística del temor explícito al contagio, es objetable
desde el punto de vista del más preclaro sentido común. Eclipsado, ensombrecido el
hombre portador del V.I.H., sólo posee sobre sí la certeza de la muerte. Siendo una
patología terminal y, por lo pronto, incurable, la cercanía de lo fatal sólo tiene que ver
con la apertura de los horizontes vitales. Así, a quien sólo posee sobre la tierra las raíces
afectivas, el nutriente de la esperanza, se le desplanta e injerta en la inmovilidad del
cautiverio. Allí donde ni aún la velada concurrencia de un destino posible se atesora.
Luego, a la cuenta regresiva de la muerte se le sobrepone la cuenta progresiva de
la libertad. Patética reunión de las cifras inexorables. El paso del tiempo, mudo, frío,
incoherente en el estaticismo de los días, en la obligada soledad. El cuerpo doblado sobre
las piernas dobladas.52
Sin embargo, buena parte de nuestra jurisprudencia demuestra hallarse dispuesta
a lo real. Así, dan cuenta los pronunciamientos que, fundados en razones humanitarias, y
por a través de lo dispuesto por el art. 495 del C.P.P.N., han decidido la excarcelación o
suspensión de la ejecución a internos padecientes de enfermedades terminales.53

51
E.D., 19/9/94.
52
Ver nota al art. 33, Dec. 1058/97.
53
Cam.Fed.Apel.Crim. y Correc. San Martín, Causa 321/96, del 8/5/96; Toral Fed. Mar del Plata, fallo
del 5/4/96; Juz.Crim. y Correc. Nº 2 Capital Federal, fallo del 31/5/96; entre otros.

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“Internos en tránsito.
“Art. 132: Los internos citados a comparecer por la autoridad judicial se
alojaran en alcaidías.
“Cuando un interno cometiere una infracción disciplinaria durante su
alojamiento en ella, la aplicación y el cumplimiento de la corrección se efectuará en la
cárcel de destino.
“Art. 133: Las previsiones de los arts. 12, 72, 79, 90, 92, 94, 95, 96, 98, 117,
124, 129 y 130, y del Título IV no serán aplicables en las alcaidías que alojen internos
en tránsito o por períodos inferiores a los diez días.”

“Internos arrestados.
“Art. 134: “Los arrestados por el Poder Judicial, deberán ingresar
acompañados con la resolución pertinente y con su documento personal.
“Quedarán sujetos a las instrucciones que imparta el Tribunal interviniente.”

Privatización parcial de servicios.

Art. 199. Cuando medien fundadas razones que justifiquen la medida, el Estado
podrá disponer la privatización de servicios de los establecimientos carcelarios y de
ejecución de la pena, con excepción de las funciones directivas, el registro y
documentación judicial del interno, el tratamiento y lo directamente referido a la
custodia y seguridad de procesados o condenados.

La industrialización del delito pasa a fijarse de un modo sinceramente


mercantilista a través de la posibilidad de ingresar capitales privados, con el sólo objeto
del lucro consecuente, en el sistema de ejecución de las penas privativas de libertad.
De hecho, ante la evidencia de la desocialización producida por la prisión, la falta
de fe en los intentos preventivistas y el fracaso de todo positivismo legitimador de las
instituciones carcelarias, ha llevado a la consideración meramente utilitaria de tales
establecimientos. Haciéndose eco del tipo de críticas derivadas del prejuicio y la
exclusión (mantenimiento de los internos a costa del erario público, capacitación y
posibilidad de trabajo, en tanto que en el exterior las dificultades laborales son

185
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crecientes), este tipo de normas pretende hacer funcional la feudalización de las prisiones
desde el punto de vista de la redituabilidad.54
La reproducción del sistema necesita de su alimentación económica. Esta se lleva
a cabo acompañada del exceso en la plusvalía facilitado por la situación de explotación
de los internos, quienes con su sola manutención movilizan toda una estructura
empresarial sin riesgo, clientela cautiva y mano de obra gratuita o regalada.
Cada detenido, por el sólo hecho de serlo, está elaborando con su mera presencia,
una fuente de ingresos notable para un gran sector de la economía pública privada.
En razón de la oscuridad conque es manejado el presupuesto carcelario, la falta
de controles efectivos y la situación de desconocimiento e imposibilidad de reclamo de
los internos (por tratarse de “intereses difusos” o de mero ejercicio de la denuncia), el
dinero de los establecimientos es desviado en provecho de los funcionarios o cualquier
otro tipo de intereses ajeno a su destino específico.
El poder de policía de los ministerios, como así también el de las municipalidades
y demás encargados de velar por el cumplimiento estricto de las normas de orden público
(todas las que son relativas al cumplimiento y modo de cumplimiento de las penas
privativas de libertad, lo son), debe funcionar a pleno en los ámbitos penitenciarios. Así,
las inspecciones de “higiene y seguridad en el trabajo”, de “bromatología”, de “estructura
edilicia” y demás, deberán coordinarse y dirigirse periódicamente a la comprobación del
cumplimiento de las medidas que requieren la normativa en vigencia. Ello es así, en tanto
que no sólo se encuentran servicios privatizados sino que el ejercicio mismo de la
prisonización, al importar la disposición sobre casi todos los ámbitos de la vida cotidiana
del interno, supone una captación del individuo que dependerá en buena medida del
funcionamiento de las instituciones públicas. Es allí, donde el reclamo privado será
dificultado, fragmentario o inexistente, donde los engranajes predispuestos del control
público deben ejercerse de un modo más firme y riguroso.

54
Ver Christie, Nils: “La industria del Control del Delito”, Ed. del Puerto, Bs. As., 1993; y Neuman,
Elías: “Los que viven del delito y los otros” Ed. Siglo XXI, 1993.

186
187

Capítulo Dieciséis.
Personal.

Personal institucional

Art. 200. El personal de las cárceles y establecimientos de ejecución debe ser


cuidadosamente seleccionado, capacitado y especializado, teniendo en cuenta la
importancia de la misión social que debe cumplir.

Existe lo que se conoce como el Estado Penitenciario, esto es, la condición


jurídica de los funcionarios del Servicio Penitenciario Federal. Su marco normativo
general está expuesto en la Ley 20.416, por los artículos que transcribimos a
continuación:

Capítulo II de la Ley Orgánica del Servicio Penitenciario Federal: “Estado Penitenciario”:

“Art. 34: Estado penitenciario es la condición creada por el conjunto de derechos y obligaciones que esta
Ley y sus reglamentaciones establecen para los agentes del Servicio Penitenciario Federal.
Art. 35. Son obligaciones de los agentes penitenciarios, sin perjuicio de lo que impongan las leyes y
reglamentos particulares de los distintos establecimientos y servicios:
a) Cumplir las leyes y reglamentos, las disposiciones y órdenes de sus superiores jerárquicos,
dadas por éstos, conforme a sus atribuciones y competencia;
b) Prestar personalmente el servicio que corresponde a la función que les fuera asignada
con la eficiencia, dedicación, capacidad y diligencia que aquella reclame en cualquier lugar del
país donde fueren destinados. (los traslados no sólo son trascendentes y arbitrarios con
respecto a los internos sino inclusive con relación a los agentes penitenciarios)
c) Someterse al régimen disciplinario;
d) Observar para con las personas confiadas a su custodia y cuidado un trato firme pero digno y
respetuoso de los derechos humanos;
e) Observar en el Servicio y fuera de él una conducta decorosa;
f) Seguir los cursos de capacitación, preparación, perfeccionamiento, información y
especialización que se dicten y someterse a las pruebas de idoneidad y competencia que se determinen;
g) Usar el uniforme y el correspondiente armamento provisto por la Institución; (este
artículo constituye un símbolo de la institución penitenciaria, en cuanto adscripta a
caracteres feudatario-militaristas. Nada más alejado del caracter de empleados públicos
con función social que las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas estatuyen (R. 46)

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188

h) Mantener la reserva y el secreto de los asuntos del servicio que por su naturaleza lo
exijan;
i) Declarar bajo juramento su situación patrimonial y modificaciones ulteriores;
j) Encuadrarse en las disposiciones sobre incompatibilidad y acumulación de cargos;
k) Promover las acciones judiciales o administrativas que correspondan cuando fuere objeto de
imputaciones delictuosas o que afecten su buen nombre y honor;
l) No hacer abandono del cargo;
m) Conocer las leyes, reglamentos y disposiciones permanentes del servicio en general y, en
particular, las relacionadas con la función que desempeña.”
Prohibiciones para los agentes penitenciarios (art. 36 de la Ley Orgánica del Servicio
Penitenciario Federal):
“Art. 35. Queda prohibido a los agentes penitenciarios sin perjuicio de lo que establezcan las leyes y los
reglamentos del Servicio Penitenciario Federal:
a)Prestar servicios remunerados o no, asociarse, administrar, asesorar, patrocinar o representar
a personas físicas o jurídicas, empresas privadas o mixtas que tengan por objeto la explotación de
concesiones o privilegios de la administración en el orden nacional, provincial o municipal, o fueren
proveedores o contratistas de la Institución; así como tener intereses de cualquier naturaleza que fuere,
por sí o por interpósita persona, con las mismas y utilizar en beneficio propio o de terceros los bienes de
aquellas;
b) Recibir beneficios originados por transacciones, concesiones, franquicias, adjudicaciones y
contratos otorgados por la Institución o cualquier dependencia pública;
c) Intervenir directa o indirectamente en la obtención de concesiones de la administración
pública o de cualquier beneficio que importe un privilegio;
d) Realizar o patrocinar trámites o gestiones administrativas referentes a asuntos de terceros
que se encuentren o no oficialmente a su cargo, hasta un año después del egreso;
e) Hacer o aceptar dádivas o presentes de los internos, liberados, de sus familiares o cualquier
otra persona, como asimismo utilizar a aquellos en servicio propio o de terceros;
f) Comprar, vender, prestar o tomar prestada cosa alguna de los internos o liberados, de sus
familiares o allegados y en general contratar con ellos;
g) Encargarse de comisiones de los internos, servirles de intermediario entre sí o con personas
ajenas al establecimiento, dar noticias y favorecer la comunicación, cualquiera fuera el medio empleado
y obrase o no en atención o retribución por parte de aquellos o de terceros;
h) Dar otro destino que no sea el indicado por su naturaleza a los equipos, vehículos, viviendas,
alojamientos, uniformes, armas, y todo otro objeto de pertenencia del Estado que les haya sido provisto
para su uso;
y) Especular con los productos del trabajo penitenciario;
j)Ejercer influencia con los internos para la intervención de defensor o apoderado;
k) Participar en las actividades de los partidos políticos;
l) Formular peticiones, quejas, o reclamos en forma colectiva, apartarse de la vía
jerárquica, o no guardar el respeto debido al superior.
Exceptúase de las prohibiciones contenidas en los incisos d) y g) al agente que obre en
cumplimiento de una norma legal o reglamentaria.”

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El Régimen Disciplinario para el personal en Situación de Retiro del Servicio


Penitenciario Federal (Dec. 534/83) establece en forma específica las siguientes
infracciones:

Faltas leves (art. 3º):


“a) No comparecer el agente penitenciario retirado cuando debe prestar declaración testimonial
en actuaciones administrativas, o en todo otra circunstancia en que sea citado por el Director Nacional.
b) Formular peticiones improcedentes.
c) No observar en todo lugar y circunstancia la corrección que exige su condición de agente
penitenciario retirado.
d) No guardar frente al superior la debida compostura.
e) Usar en actos públicos u oficiales incorrectamente el uniforme o con prendas, distintivos
o insignias que no le correspondan.
f) Interponer los recursos previstos reglamentariamente en términos irrespetuosos o apartándose
de la vía jerárquica.
g) Adoptar actitudes inconvenientes, usar un lenguaje incorrecto, interjecciones impropias
o gritos innecesarios en el trato con otros agentes penitenciarios.”
Faltas graves (art. 4º):
“a) Embriagarse en público cuando dicho acto comporte menoscabo al respeto debido a la
Institución en virtud de haber trascendido su condición de agente penitenciario.
b) Provocar, amenazar o desafiar a otro agente penitenciario, o utilizar las vías de hecho contra
los mismos.
c) Imputar falsamente actos o cualidades desdorosas a superiores iguales o subalternos.
d) Negarse a tomar conocimiento de la actuación que impone el cumplimiento de una sanción
disciplinaria.
e) Proporcionar informaciones a la prensa sobre los hechos ocurridos en la Institución,
cuyos detalles puedan perjudicar el buen nombre de la misma o revelar informe, órdenes o
constancias si media prohibición para ello.”
Faltas gravísimas (Art. 5º) :
“a) Desobedecer o quebrantar la orden que impone el cumplimiento de sanción disciplinaria.
b) La condena impuesta por delito doloso a pena privativa de libertad o inhabilitación especial
para el ejercicio de la función pública.
c) Todo acto que por cualquier medio afecte gravemente el prestigio y el respeto debido a
la Institución o la dignidad del funcionario.”

En el juego de roles pétreos de las prisiones, la artificialidad del perfil impuesto a


los agentes penitenciarios procede en buena parte de ese encorsetamiento normativo que
administra símbolos de una ostentación de poder ajena a la diaria labor, al trabajo de
servicio. Luego, se requiere el compromiso en la representación de un caracter, no en la

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ejecución de una tarea, la prosecución de un objetivo. La imposibilidad de asociarse


coarta la solidaridad con el compañero, en tanto que su sostenimiento en el rol, le priva
de cualquier trato con los destinatarios finales de su ejercicio.

Art. 201. La ley y los reglamentos determinarán un adecuado régimen de selección,


incorporación, retribuciones, estabilidad, asignación de funciones, ascensos, retiros
y pensiones, teniendo en cuenta el riesgo, las exigencias éticas, intelectuales y físicas
y la dedicación que su misión social requiere.
El contenido de esas normas legales y reglamentarias deberá considerar las
Reglas Mínimas de las Naciones Unidas sobre Tratamiento de los Reclusos, las
Recomendaciones de las Naciones Unidas sobre la Selección y Formación del
Personal Penitenciario adoptadas en Ginebra, 1955 y la Resolución 21 A del
Octavo Congreso de las Naciones Unidas, celebrado en La Habana en 1990.

Como ha quedado de manifiesto en la Introducción al presente estudio de la Ley


de Ejecución Penal de la Nación, existe en nuestra normativa un acendrado caracter
militarista de la función penitenciaria.

Art. 202. La conducción de los servicios penitenciarios o correccionales y la


jefatura de sus principales áreas así como la dirección de los establecimientos
deberán estar a cargo de personal penitenciario con título universitario de carrera
afín a la función.

Las exigencias para pertenecer al Servicio Penitenciario son bastante pobres,


razón por la que no se estimula de manera alguna el contínuo aprendizaje. Ver a este
respecto, por otro lado, la actitud paternalista del art. 225, con respecto a este artículo
en particular.
De acuerdo al Capítulo III de la Ley 20.416 (arts. 40 al 53), regulatoria del
Servicio Penitenciario Federal, el mismo se encuentra organizado institucionalmente del
siguiente modo:
Jerarquías y Grados (Art. 40 Ley 20.416)
Personal Superior. Personal Subalterno.
Oficiales Superiores: Inspector General. Suboficiales Superiores: Ayudante
Mayor.
Prefecto. Ayudante Principal.

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Subprefecto. Ayudante de Primera.


Oficiales Jefes: Alcaide Mayor. Suboficiales Subalternos: Ayudante de Segunda.
Alcaide. Ayudante de Tercera.
Subalcaide. Ayudante de Cuarta.
Oficiales: Adjutor Principal. Ayudante de Quinta.

Adjutor. Subayudante.
Subadjutor.
Subadjutor Auxiliar.

Dichas jerarquías, se encuentran organizadas, a su vez, en los siguientes escalafones (art.


41 Ley 20.416):
“I. Escalafón Cuerpo General:
“Personal Superior: Desempeña funciones de conducción, supervisión y ejecución den las áreas
de la seguridad y técnica penitenciarias, del tratamiento de los internos, y las relacionadas a la
inteligencia, al apoyo aéreo y a las comunicaciones de la Institución.
“Personal Subalterno: Desempeña funciones ejecutivas y subordinadas propias del personal
comprendido en el Escalafón Cuerpo General.
“II. Escalafón Administrativo:
“Personal Superior: Desempeña funciones administrativas especializadas en el orden
presupuestario, contable, económico, financiero y patrimonial, que requieren los títulos habilitantes
mencionados en los arts. 43 y 52.
“III. Escalafón Profesional:
“Personal Superior: Desempeña funciones científicas, docentes, asistenciales y de asesoramiento
técnico, que requieran título habilitante universitario, secundario o especial. Se subdivide en los
siguientes subescalafones:
“a) Criminología: Comprende a los médicos, psiquiatras y abogados con versación
criminológica; psicólogos y sociólogos afectados a los servicios de observación, clasificación y
orientación criminológica del tratamiento penitenciario;
“b) Sanidad: Comprende a los facultativos afectados a los servicios de medicina psicosomática
preventiva y asistencial y los profesionales afines (médicos, odontólogos, famacéuticos, bioquímicos,
psicólogos, psiquiatras, etc.);
“c) Servicio Social: Comprende a los asistentes sociales diplomados, afectados a los servicios de
asistencia penitenciaria y pospenitenciaria;
“d) Jurídico: Comprende a los abogados y procuradores afectados a los servicios de
asesoramiento, representación y asistencia técnico jurídica;
“e) Docente: Comprende a los maestros, bibliotecarios y profesores afectados a los servicios de
educación correccional;
“f) Clero: Comprende a los capellanes afectados a los servicios de asistencia espiritual;
“g) Trabajo: Comprende a los ingenieros, veterinarios y otros profesionales, así como a los
técnicos industriales y agrónomos y otros con título habilitante a nivel secundario de enseñanza agrícola
o industrial, encargados de planificar y dirigir el trabajo penitenciario;

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“h) Construcciones: Comprende a los ingenieros, arquitectos, maestros mayores de obra y otros
profesionales encargados de organizar, proyectar y dirigir las construcciones.
“Personal Subalterno: Colabora e la realización de las funciones propias del personal
comprendido en el Escalafón Profesional. Se subdivide en los siguientes subescalafones:
“Subprofesional: Comprende al personal que colabora en la realización de los servicios propios
de los subescalafones del Escalafón profesional;
“Maestranza: Comprende al personal afectado a la realización de actividades laborales y a la
enseñanza de los internos.
“III. Escalafón Auxiliar:
“Personal Subalterno: Desempeña las funciones auxiliares que se requieran para la realización
de la misión específica asignada a los escalafones Cuerpo General, Administrativo y Profesional. Se
subdivide en los siguientes subescalafones:
“Oficinista: Comprende al personal necesario para la realización de tareas de oficina;
“Intendencia: Comprende al personal de choferes, motoristas, mayordomos, mozos, ordenanzas
y en general todo el personal de servicio.”

Toda esa farragosa estructuración corresponde a una compartamentización de


funciones, incoordinadas unas respecto de las otras y en las que la inercia cumple la labor
de su desenvolvimiento conjunto. La utilización de una pésima técnica legislativa logra
una mera clasificación nominal, en el que el detalle de cada cuadro específico es de una
vaguedad contrastante con las minuciosas divisiones, agrupaciones, subdivisiones y
ordenamientos. Nuevamente, la forma sobre el contenido.
Llama la atención la inclusión del clero como funcionarios escalafonados del
Servicio Penitenciario Federal. Como si hubieran de recibir órdenes en el ejercicio de su
tarea, cuya trascendencia excede la institucionalización, sobre todo castrense, a la que
obligadamente aparece integrando.

Art. 203. Las funciones comprendidas en el artículo anterior se cubrirán por


concurso interno. Entre los requisitos se exigirá, además, experiencia y
capacitación administrativa, un adecuado perfil para el cargo y otras condiciones
que fijen los reglamentos.
Cuando por dos veces consecutivas un concurso interno se declarase
desierto, se llamará a concurso abierto de antecedentes y oposición.

Art. 204. En cada jurisdicción del país se organizará o facilitará la formación del
personal, según los diversos roles que deba cumplir, así como su permanente
actualización y perfeccionamiento profesional.

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Art. 205. Los planes y programas de enseñanza en los cursos de formación,


actualización y perfeccionamiento, con contenido predominantemente
criminológico, deberán incluir el estudio de las Reglas Mínimas de las Naciones
Unidas para el Tratamiento de los Reclusos y el Código de Conducta para
Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir la Ley, aprobado por Resolución
34/169 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, del 17 de Diciembre de
1979.

Art. 136 R.G.P.: “En cada cárcel o alcaidía se elaborarán manuales de


procedimiento, aprobados por su Director, los que incluirán acciones detalladas y
secuenciales que necesariamente deban ser ejecutadas para asegurar la correcta
aplicación de leyes y reglamentos. Estos manuales serán accesibles al personal,
revisados y actualizados, por lo menos, anualmente.”

Asimismo, deberán ser accesibles a los internos y sus abogados, ante su


requerimiento.
Personal no institucional.

Art. 206. El personal de organismos oficiales y de instituciones privadas con


personería jurídica, encargado de la aplicación de las diversas modalidades de
ejecución de la pena privativa de la libertad y de las no institucionales, será
seleccionado y capacitado teniendo en consideración las Reglas Mínimas de las
Naciones Unidas sobre Medidas no Privativas de Libertad. Reglas de Tokio 15-19.

Personal de servicios privatizados.

Art. 207. Para cumplir tareas en las cárceles o establecimientos de ejecución, las
personas presentadas por el contratista de servicios privatizados deberán contar
con una habilitación individual previa. Esta será concedida luego de un examen
médico, psicológico y social que demuestre su aptitud para desempeñarse en ese
medio.

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Capítulo Diecisiete.
Contralor Judicial y Administrativo de la Ejecución.

Art. 208. El juez de ejecución o juez competente verificará, por lo menos


semestralmente, si el tratamiento de los condenados y la organización de los
establecimientos de ejecución se ajusta a las prescripciones de esta ley y de los
reglamentos que en su consecuencia dicte el Poder Ejecutivo. Las observaciones y
recomendaciones que resulten de esas inspecciones serán comunicadas al ministerio
competente.

Este denominado contralor no es sino una mera labor inspectora de los


establecimientos. Las visitas de los magistrados a las cárceles del país suelen ser paseos
preparados por quienes pudieran hallar interés en la ocultación de las verdaderas
condiciones de la estructura y de los internos. El juez de ejecución tiene audiencia con
ellos en una sala especialmente acondicionada para ello, no requiere visitar los pisos
superiores ni mucho menos las celdas de castigo. Razones de temor, inseguridad o
desidia provocan esta situación, cuya repetición debe dar lugar a la desvinculación del
cargo del juez de que se trate por no hallarse en condiciones de poder desempeñar
fielmente el cargo que ostenta.

Art. 209. El Poder Ejecutivo dispondrá que inspectores calificados por su


formación y experiencia, designados por una autoridad superior a la
administración penitenciaria efectúen verificaciones, por lo menos semestrales con
los mismos propósitos que los establecidos en el art. 208.

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Capítulo Dieciocho.
Integración del Sistema Penitenciario Nacional.

Art. 210. A los efectos del artículo 18 del Código Penal, se considerará que las
provincias no disponen de establecimientos adecuados cuando los que tuvieren no
se encontrasen en las condiciones requeridas para hacer efectivas las normas
contenidas en esta ley.

Reza el art. 18 de nuestro Código Penal: “Los condenados por tribunales


provinciales a reclusión o prisión por más de 5 años serán admitidos en los respectivos
establecimientos nacionales. Las provincias podrán mandarlos siempre que no tuvieren
establecimientos adecuados.” Este disposición debe integrarse con el siguiente art. 212,
que posee una mayor amplitud en orden a los sujetos pasivos de los traslados que
importaría su recepción en establecimientos conforme a lo preceptuado por la presente
ley para cada caso. No es criterio mensurador de la admisión de los internos en el ámbito
nacional o provincial el monto de la pena, sino si una u otra jurisdicción se encuentra en
condiciones de dar las garantías suficientes para preservar la integridad y la dignidad de
aquellos, con más servir a su tránsito hacia la posterior libertad. A este respecto deben
tomarse en cuenta las distintas categorías de internos que esta ley señala a ese fin (ver
Capítulo 15 de esta ley).

Art. 211. El Poder Ejecutivo Nacional queda autorizado a convenir con las
provincias la creación de los establecimientos penitenciarios regionales que sean
necesarios para dar unidad al régimen de ejecución penal que dispone esta ley.

Art. 212. La Nación y las provincias y éstas entre sí, podrán concertar acuerdos
destinados a recibir o transferir condenados de sus respectivas jurisdicciones, a
penas superiores o menores de cinco años, cuando resultado conveniente para
asegurar una mejor individualización de la pena y una efectiva integración del
sistema penitenciario de la República.

Art. 213. La transferencia de internos a que se refiere el artículo 212 será a título
oneroso a cargo del Estado peticionante.

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Art. 214. El gobierno nacional cuando no disponga de servicios propios, convendrá


con los gobiernos provinciales, por intermedio de Ministros de Justicia, el
alojamiento de los procesados a disposición de los juzgados federales en cárceles
provinciales.
Dictada sentencia definitiva y notificada, el tribunal federal, dentro de los
ocho días hábiles, la comunicará al Ministerio de Justicia con remisión del
testimonio de sentencia en todas sus instancias, cómputo de la pena y fecha en que
el condenado podrá solicitar su libertad condicional o libertad asistida a fin de que
adopte las medidas necesarias para el cumplimiento de la pena en una institución
federal.

Art. 215. El condenado con sentencia firme trasladado a otra jurisdicción por tener
causa pendiente será sometido al régimen de penados. En este caso las direcciones
de los establecimientos intercambiarán documentación legal, criminológica y
penitenciaria.

El traslado en situación de penado deberá respetar como derechos adquiridos las


etapas alcanzadas por el interno en su proceso de tratamiento en el establecimiento de
origen. No puede entenderse de ningún modo retrasado o vuelta atrás los avances
conseguidos con su propio esfuerzo y en función del labor de elaboración positiva de su
paso por el penal.

Art. 216. El Ministerio de Justicia, por intermedio de la Secretaría de Política


Penitenciaria y de Readaptación Social, organizará anualmente una reunión de los
ministros de todo el país con competencia en la problemática carcelaria y
penitenciaria. Estas reuniones tendrán por objeto evaluar todos los aspectos
vinculados a la aplicación de esta ley. Podrán ser invitados representantes de
instituciones oficiales y privadas que participen en la ejecución de la condenación
condicional, libertad condicional, libertad asistida, semilibertad, prisión
discontinua, semidetención y trabajo para la comunidad o brinden asistencia
postpenitenciaria.

Art. 217. El Ministerio de Justicia, por intermedio de la Secretaría de la Política


Penitenciaria y de Readaptación Social, organizará y dirigirá la compilación de la

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estadística nacional relativa a la aplicación de todas las sanciones previstas en el


Código Penal.
A tal fin convendrá con los gobiernos provinciales el envío regular de la
información.

Art. 218. El Ministerio de Justicia, por intermedio de la Secretaría de Política


Penitenciaria y de Readaptación Social, organizará un centro de información sobre
los organismos estatales o institucionales privadas de todo el país vinculados a la
reinserción social de los internos o al tratamiento en el medio libre.
Los patronatos de liberados y los institutos oficiales y privados deberán
suministrar la información que a tales efectos se les requiera.

Art. 219. Las provincias podrán enviar a su personal para que participe en los
cursos de formación, actualización y perfeccionamiento que se realicen en el orden
nacional.

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Capítulo Diecinueve.
Disposiciones Complementarias.

Suspensión de inhabilitaciones.

Art. 220. Las inhabilidades del artículo 12 del Código Penal quedarán suspendidas
cuando el condenado se reintegrare a la vida libre mediante la libertad condicional
o la libertad asistida.

Existen cantidad de inhabilidades del art. 12 C.P. que muy bien pueden asimismo
suspenderse en función de los regímenes de salidas ajenos a los mencionados en este
artículo, los que sólo deben tomarse como ejemplificativos, sintetizantes de todos
aquellos medios por los que el interno vuelve a tener contacto con la vida social, política
y económica del exterior. El que sólo haga mención a la libertad asistida y a la
condicional, obedece a un anacronismo del legislador, quien aún preveía, como en el
Dec.-Ley 412/58, estos dos modos de ejecutar los últimos períodos bajo un régimen más
abierto.

Transferencia internacional de la ejecución.

Art. 221. De acuerdo a lo previsto en los convenios y tratados internacionales:


a) Los extranjeros condenados por los tribunales de la República podrán
cumplir la pena impuesta en su país de origen;
b) Los argentinos condenados en el extranjero podrán cumplir su pena en
nuestro país.

Restricción documentaria.

Art. 222. En las actas de nacimiento, matrimonio y defunción ocurridos en un


establecimiento de los previstos en esta ley no se dejará constancia alguna que
permita individualizar tal circunstancia.

(Art. 135 R.G.P.)

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En evidente referencia a la estigmatización del ámbito carcelario, la que se da


tanto en los procesados que pueden ser sobreseídos como en los condenados que han
cumplido su llamada “deuda social”, esta disposición prohibe la mención de aquel en
documentos que hacen a la vida privada de quienes deben transcurrir por él. Se subraya
la separación entre la vida y la cárcel, no sólo entre la libertad ambulatoria y su
restricción. El universo de acontecimientos personales queda por fuera de los muros de
un establecimiento penitenciario. Dentro no ocurre sino la mera forma.
Un nacimiento en prisión es ciertamente paradójico. Fuerza vital que irrumpe en
medio de la piedra. Como esas hiedras que nacen y se adhieren, quebrándole. Retazos de
humanidad que permiten desgarrar un poco el cerco. Gritos gestuales que interrumpen el
penoso, pesado, silencio.

Suspensión de derechos.

Art. 223. En los supuestos de graves alteraciones del orden en un establecimiento


carcelario o de ejecución de la pena, el ministro con competencia en materia
penitenciaria podrá disponer, por resolución fundada, la suspensión temporal y
parcial de los derechos reconocidos a los internos en esta ley y en los reglamentos
dictados en su consecuencia. Esta suspensión no podrá extenderse más allá del
tiempo imprescindible para restablecer el orden alterado.
La resolución deberá ser comunicada, inmediata y fehacientemente al juez
de ejecución o juez competente.

(Art. 137 R.G.P., que dispone en un segundo párrafo: “La disposición


precedente no podrá afectar los derechos enumerados en el art. 27.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos -Pacto de San José de Costa Rica- incorporada a
la Constitución Nacional, art. 75 inc. 22.” y agrega:
“La resolución deberá ser comunicada, inmediata y fehacientemente, a la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional competente” )
A través de este artículo queda incorporada al régimen de la ejecución penal, el
Estado de Sitio penitenciario. Su declaración es facultad privativa del ministro
competente, con conocimiento inmediato del juez. Este, en tal caso, decidirá sobre la
procedencia de la medida, pudiendo ordenar su cese. Es atribución del juez el revisar
fehacientemente la existencia de las condiciones que prevé para su procedencia (“graves

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alteraciones del orden”) y posteriormente, entender cuándo deberá cejar la suspensión de


los derechos reconocidos por esta ley, de los internos.
Se trata de un supuesto excepcional, y por lo tanto de interpretación
absolutamente restrictiva. Por graves alteraciones del orden debe entenderse un conflicto
estructural que comprometa de un modo serio y efectivo la continuidad del
funcionamiento integral del establecimiento del que se trate. Tal fenómeno podrá darse
en virtud de actos provocados tanto por los internos como por el mismo personal
penitenciario. En cuanto a los derechos que se suspenden, el artículo comentado
claramente especifica que se tratará de aquellos reconocidos “por esta ley y por los
reglamentos dictados en su consecuencia”. Esto es, se refiere sobre todo a los privilegios
y concesiones que ambos cuerpos de normas distribuye entre diferentes tipos de internos.
No podrán quedar afectados de modo alguno aquellos derechos que hacen a la más
profunda dignidad humana, los que deben ser exaltados en el caso de la prisión,
preservando en su medio la integridad de la persona en todos sus aspectos, único modo
de mantenerla en pie, con la firmeza de su propia convicción de ser libre. El art. 27 inc. 2
de la Convención Americana de Derechos Humanos impide la suspensión de los
siguientes derechos: 1) Al reconocimiento de la personalidad jurídica, 2) a la vida, 3) a la
integridad personal, 4) a la prohibición de la esclavitud y la servidumbre, 5) a los
principios de legalidad y retroactividad, 6) a la libertad de conciencia y de religión, 7) a la
protección de la familia, 8) al nombre, 9) a los derechos del niño, y 10) a la nacionalidad.
Los derechos políticos quedan suspendidos en virtud de la misma condena (arts. 12 y 19
C.P., y 23 de la Convención Americana). Por otra parte, todas las previsiones
constitucionales sobre los límites del Estado de Sitio, le son aplicables enteramente.

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201

Capítulo Veinte.
Disposiciones Transitorias.

Art. 224. Hasta tanto no se cuente con los centros de reinserción social a que se
refiere el art. 184, el condenado podrá permanecer en un sector separado e
independiente de un establecimiento penitenciario sin contacto alguno con otros
alojados que no se encuentren incorporados a semilibertad, prisión discontinua o
semidetención.

No se especifican, aún por el artículo de mención, las características que deberá


reunir este establecimiento especial, destinado a albergar a internos incorporados a los
regímenes de semilibertad, prisión discontinua o semidetención. Sólo su basamento en el
principio de la autodisciplina, lo que no los hace particularmente diferentes de los
pabellones o sectores de otras prisiones regidas por él. Asimismo, la versación
universitaria de sus directores y personal jerárquico es de obligada imposición, como en
el resto de los establecimientos carcelarios, según reza el art. 202 de la presente ley. Sin
embargo, en este aspecto, como se verá, es de inmediata operatividad para los centros de
resocialización, quedando para el resto de las unidades penitenciarias, la suspensión que
establece el artículo siguiente.

Art. 225. Las disposiciones de los artículos 202 y 203 comenzarán a regir a partir
de los diez años de la entrada en vigencia de esta ley.
La administración penitenciaria brindará el apoyo necesario para que el
personal actualmente en servicio pueda reunir el requisito del título universitario
en el plazo previsto en el apartado anterior, a cuyo efecto podrá celebrar convenios
con universidades oficiales o privadas.

No se entiende con qué fin el Servicio Penitenciario se ocupará de realizar


convenios con las universidades. La obtención del título universitario es preocupación
individual de cada uno de los funcionarios de aquel. Debe entenderse que se trata de una
suerte de padrinazgo que tiene lugar en virtud de la idea de la perpetuación de los
cargos, del hermetismo de la vida interna del Servicio, de la preservación de sus filas.
Por otro lado, el hecho de suspender la exigencia de la preparación universitaria
en los cuadros decisores de la administración penitenciaria, a más de una conservación de

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202

las líneas y los estratos estancados que existen en la actualidad, va en desmedro de los
mismos agentes penitenciarios que quieran esforzarse en este sentido, y bregan por una
mejor formación, en lucha permanente contra el sistema improvisado y rígido de nuestras
prisiones.
Este padrinazgo, por su naturaleza de privilegio o excepción, debe ser entendido
de manera restrictiva. De manera que en relación al art. 184, ya comentado, que exige
claramente que los centros de reinserción social “serán dirigidos por profesionales
universitarios con versación criminológica”, la suspensión establecida por la norma
comentada no tiene lugar, ya que la misma sólo se refiere a los arts. 202 y 203 de la
presente ley. Ello, abonado aún por el principio de ley especial en tanto que los dos
últimos arts. se refieren a las instituciones penitenciarias en general, en tanto que el 184
legisla sobre los centros de reinserción social específicamente. Con esto último,
entonces, queda claro que el personal de dirección de estos centros, o de los
establecimientos o sectores que por el momento los sustituyan (art. 224), deberán
provenir de extracción universitaria a partir de la toma de vigencia de la presente ley.

Art. 226. Dentro de los ciento ochenta días de la vigencia de esta ley, el Poder
Ejecutivo Nacional, por intermedio del Ministerio de Justicia, procederá a revisar
los convenios existentes con las provincias a fin de que puedan asumir las funciones
que constitucionalmente le pertenecen respecto a los procesados y condenados por
sus tribunales.

Art. 227. El Ministerio de Justicia convocará dentro de los noventa días de la


vigencia de esta ley a la primera reunión de ministros a que se refiere el artículo
216 con la finalidad de examinar los problemas que pueda suscitar su
cumplimiento.

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Capítulo Veintiuno.
Disposiciones Finales.

Art. 228. La Nación y las provincias procederán, dentro del plazo de un año a
partir de la vigencia de esta ley, a revisar la legislación y las reglamentaciones
penitenciarias existentes, a efectos de concordarlas con las disposiciones contenidas
en la presente.

Por nuestro sistema federal de gobierno, las provincias han tenido la prerrogativa
de dictar sus propios códigos de ejecución penal. Así, por ejemplo, la provincia de
Buenos Aires posee su ley 5619, promulgada el 7 de Noviembre de 1950. A raíz del
caracter de ley complementaria del Código Penal, la presente pasa a ser ley nacional, y
por lo tanto, goza de autoridad en todas las provincias del territorio argentino.
Sin embargo, la presente norma parecería contradecir dicho supuesto, dado que
por ella se establece una obligación de concordancia y no una relación de subordinación.
Que el plazo de un año que por este artículo se estatuye no viene a condicionar la
entrada en vigencia de este cuerpo normativo, ello es evidente dado que dicho lapso debe
contabilizarse a partir de ella misma. Tampoco tiene relación con la operatividad de las
disposiciones que contiene, dado que las normas programáticas, necesitadas de
infraestructura edilicia, institucional o de otro tipo de concretización a partir de un hecho
futuro sobreviniente y debido, están expresamente referidas de ese modo.
Por una y otra razón, se entiende que las provincias tendrán la oportunidad de
adaptar sus sistemas de ejecución de pena de acuerdo con lo que se dispone por esta ley,
la que queda de esa forma convertida en un plexo de reglas mínimas, a partir de las
cuales se podrá construir, en la misma dirección, nuevas ideas y desarrollos de los
principios en ella consagrados. Con respecto a los derechos que se reconocen a los
internos por la presente ley, los mismos, por razón de estricta igualdad, son
inmediatamente aplicables a todo interno de cualquier unidad carcelaria o penitenciaria
del país (art. 16 C.N.). Ello viene abonado, además, por el principio de retroactividad de
ley más benigna (art. 2º C.P.). Las variables que a partir de la presente ley podrán erigirse
en el seno provincial, sólo podrán hacerlo en el ámbito de la administración de esos
derechos invariables.

Art. 229. Esta ley es complementaria del Código Penal.

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Esta complementariedad del Código Penal convierte a la presente ley en norma


vigente para todo el territorio de la Nación Argentina. Cada provincia, en el ejercicio de
su proceso penal, deberá integrar su normativa y actuaciones de acuerdo a los
lineamientos establecidos por ella. Asimismo, el régimen de procesados, por principio de
igualdad ante la ley y en virtud de que su tránsito por las prisiones supone en lo empírico,
en lo vivencial, una pena anticipada, un castigo incausado, deberá adecuarse a este
marco, sin excederlo en perjuicio de sus destinatarios. De este modo, el cuerpo jurídico
que se establece en esta Ley 24.660 debe servir de piso a partir del cual cada legislación
podrá maximizar sus desarrollos y energías, en procura de alcanzar los objetivos y
proposiciones estatuidas, en función de un mayor respeto por la dignidad del hombre, y
su consecuente valor inmanente. Al descubrimiento de sus lazos con lo social, a la
anudación de sus angustias en el tronco de su propia firmeza.

Art. 230. Deróguese el decreto-ley 412/58 ratificado por ley 14.467.

Art. 231. Comuníquese al Poder Ejecutivo.

Alberto R. Pierri, Esther H. Pereyra Arandía de Pérez Pardo.

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