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7-25]
RETÓRICA Y ORALIDAD
TOMÁS ALBALADEJO
Universidad Autónoma de Madrid
1
de retórica académica, por ejemplo, pero no puede hablarse de oratoria de los textos
periodísticos escritos ni de oratoria de los textos legales y sí, en cambio, de oratoria
parlamentaria o académica. 'Retórica' se presenta así como un término más amplio que
'oratoria'.
Toda práctica oratoria tiene un soporte teórico retórico, consciente o
inconscientemente asumido por el orador, del mismo modo que la retórica en su dimensión
teórica tiene una muy estrecha relación con la oratoria o retórica práctica. La explicación de la
retórica como «análisis sistemático del discurso humano que busca disponer de preceptos
útiles para el futuro discurso» que ofrece James J. Murphy (1989: 9) da cuenta de la necesaria
relación que hay entre la construcción de los discursos concretos, en el ámbito de la oratoria,
y la teorización retórica. Precisamente esta relación entre la retórica como técnica abstracta y
su realización práctica en la construcción de discursos orales concretos sustenta la conexión
tanto de ésta como de aquélla con la oralidad.
La oralidad de la retórica no es, en general, oralidad primaria, es decir, oralidad de una
cultura desconocedora de la escritura, sino oralidad secundaria, esto es, oralidad que se da en
una cultura con conocimiento de la escritura1. No obstante, no hay que descartar la práctica
oratoria en la fase de oralidad primaria de la cultura griega. La presencia de discursos en la
Ilíada es prueba de la existencia de esta práctica con anterioridad a la configuración de la
retórica como arte2.
En cuanto a su objeto, la retórica se conecta tempranamente con la escritura. La
retórica, sin perder su condición principalmente oral, deriva ya en la Antigüedad a la
instrucción de la escritura, con lo que se convierte en una disciplina completa del discurso,
tanto oral como escrito3. Como es sabido, la poética no llegó a desarrollar una sistematización
propia de los recursos de expresividad lingüística en la literatura porque tomó la producida
1
Para los conceptos de oralidad primaria y oralidad secundaria, véase principalmente
Ong (1996: 20); también Havelock (1996: 76 ss.). De gran interés es Cole (1991: 33-46).
2
Véase Murphy (1989: 9-11), Cole (1991: 34 ss.), López Eire (1995: 13, 1996: 9) y
Ong 1996: 109-110.
3
George A. Kennedy se ocupa de esta relación de la retórica con la escritura, sin dejar
de insistir en la fundamental relación con el discurso oral: «We should not, however,
exaggerate the influence of writing in the history of rhetoric; it was an important tool for
developing rhetorical theory in treatises and handbooks and for studying rhetorical models to
be imitated. But the objective of the study of rhetoric in the classical period was primarily the
ability to speak in public, including extempore speaking; only secondarily did instruction in
rhetoric take on the goal of teaching students how to compose or analyzing written texts»
(Kennedy 1994: 28). Walter J. Ong explica el paso de la retórica desde la oralidad a la
escritura (Ong 1996: 115-116).
por la retórica (García Berrio 1984: 12-13), en lo que es una manifestación de la conciencia
común retórico-poética del arte de lenguaje. La retórica acoge, de este modo, las figuras y los
tropos no sólo de discursos orales, sino también de obras escritas. El desarrollo en la Edad
Media de las artes dictaminis y de las artes poeticae, asociadas a la escritura, junto a las artes
praedicandi4, relacionadas con la oralidad, refuerza esta doble implicación oral-escrita de la
retórica (Chico Rico 1987: 111-113). Por otra parte, en cuanto a su constitución como
disciplina, la retórica no puede separarse de la escritura. Como recuerda Walter J. Ong, la
retórica tiene como objeto el discurso oral, pero como técnica del mismo se formula por
escrito; como reflexión teórica, la retórica se configura en la escritura (Ong 1996: 109-110)5.
4
Sobre la retórica medieval, véase Murphy (1986).
5
La relación entre oralidad y escritura constituye una de las cuestiones más importantes
en el estudio de la comunicación lingüística artística en la medida en que permite confrontar
la constitución de dos sistemas con sus divergencias y confluencias dentro del sistema general
del lenguaje (Ong 1992; Havelock 1996; Derrida 1978; Lázaro Carreter 1980: 158 ss.; Cole
1991: 44-45). Es de gran interés la traslación a la escritura de rasgos retóricos de oralidad
(García Berrio 1994: 100-102; Jiménez Cano 1996: 157; Gauger 1998: 10, 19-20).
6
He propuesto el concepto de hecho retórico en Albaladejo (1989: 43-57) como
adaptación del esquema de la comunicación lingüística de Jakobson (1975: 352-353).
7
Para estos ejes, véase Heilmann (1975: 14). Véase también Gauger (1998).
dictaminis o de determinados textos periodísticos. En cambio, los componentes retóricos
presentes en los textos literarios no hacen que éstos sean textos retóricos. A este respecto, es
conveniente insistir, frente a una panretórica para la que todos los textos serían textos
retóricos, de cuyos riesgos ha advertido Antonio García Berrio (1984: 53), en que la retórica
está conectada con las distintas clases de discursos puesto que de la constitución esencial de
éstos forma parte una más o menos marcada dimensión retórica, la cual, por sí sola, no hace
que sean textos retóricos.
Así pues, al objeto lingüístico que es el texto retórico le es inherente primariamente la
oralidad y secundariamente la escritura. El texto retórico puede ser un texto oral, que es lo
más frecuente, o un texto escrito. La fuerza de la oralidad, como rasgo presente en la retórica
desde sus orígenes, es tan grande que aspectos de la misma penetran en los textos retóricos
escritos.
El hecho retórico prototípico es aquel en el que la comunicación es oral,
encontrándose envueltos en la oralidad todos los elementos que lo componen. La emisión del
texto se produce a través de un canal situado sobre el eje acústico-momentáneo, que también
tiene implicaciones visuales (Gauger 1998); el orador pronuncia su discurso y los oyentes lo
interpretan al escucharlo. Esta comunicación requiere que orador y oyente estén en posesión
del código lingüístico con todos sus mecanismos de oralidad. La oralidad está asociada en una
primera instancia a la inmediatez comunicativa, lo cual implica la coincidencia temporal y
espacial de los contextos en los que se desdobla el contexto de la comunicación retórica, el
contexto de pronunciación y el contexto de recepción del discurso, a diferencia de lo que es
normal en la comunicación escrita; no obstante, en una segunda instancia, con la traslación
del discurso a la escritura o con la ayuda de los medios de difusión y de grabación visual y
fónica existentes en la actualidad, esa inmediatez puede llegar a ser sólo temporal o sólo
espacial e incluso desaparecer, no coincidiendo los contextos de pronunciación y de recepción
del discurso (López Eire 1995: 10-12). El hecho retórico está organizado contando con la
oralidad como rasgo constitutivo; su configuración escrita es una realización derivada.
El discurso retórico se extiende al conjunto central del hecho retórico formado por el
orador, el oyente, el referente y el propio discurso; escribe Aristóteles: «Porque consta de tres
cosas el discurso: el que habla, sobre lo que habla y a quién; y el fin se refiere a éste, es decir,
al oyente» (Aristóteles Retórica: 1358a39-1358b2). Por ello, cualquier cualidad o
característica del discurso retórico es compartida por los demás componentes de dicho
conjunto central y, a partir de éste, por el resto del hecho retórico. En este sentido, un
elemento fundamental de la comunicación retórica es la poliacroasis 8, audición múltiple, por
la que el orador se encuentra con importantes diferencias entre los oyentes de su discurso, las
cuales determinan sus interpretaciones y sus actitudes y actuaciones; es un rasgo propio del
discurso que se extiende a la totalidad del conjunto orador-discurso-referente-oyente y que
afecta a los demás elementos del hecho retórico. La poliacroasis es un concepto basado en la
oralidad del discurso retórico y, en definitiva, en la oralidad del hecho retórico. Si la
poliacroasis se produce en relación con el auditorio de un mismo discurso, la polifonía
retórica9 se establece en conjuntos de discursos retóricos como los que se pronuncian en
situaciones retóricas parlamentarias, judiciales o de otro tipo, correspondiendo a cada una de
las voces, a cada uno de los oradores que intervienen en las mismas, uno o más discursos.
Esta polifonía retórica responde plenamente, como la poliacroasis, a la oralidad del discurso
retórico: diferentes voces hacen sus propuestas oralmente en sus respectivos discursos, que
son verdaderas manifestaciones verbal-estéticas de contenidos y posiciones ideológico-
sociales enraizados éticamente en los oradores10.
El orador construye su auditorio al delimitar el conjunto de oyentes en quienes intenta
influir con su discurso (Perelman, Olbrechts-Tyteca 1989: 55 ss.). La oralidad retórica, a la
que está unida la visualidad, es la vía de ampliación del auditorio que puede llevar a cabo el
orador con su proyección en los medios de comunicación audiovisuales11, con la consiguiente
extensión del hecho retórico, que crece, lógicamente, en cuanto al auditorio, pero también en
cuanto al contexto de recepción.
8
He construido este término a partir de la palabra griega akróasis: audición,
interpretación (Albaladejo 1997, 1998).
9
Para la polifonía retórica a partir de la noción de polifonía de Bajtin (1968: 9, 11-63),
véase Albaladejo (1997).
10
En el sentido del elemento cognitivo, el elemento ético y el elemento estético de Bajtin
(1989: 24 ss.).
11
Martínez Arnaldos (1990); Buell (1996); Pujante, Morales (1997).
memoria y actio o pronuntiatio—, que son aquellas que están al servicio de la emisión del
discurso, y en las constituyentes de discurso —inventio, dispositio y elocutio—, que son las
que conjuntamente dan como resultado el discurso retórico que va a ser emitido12. No en
vano, para Walter J. Ong, la retórica es prueba de la persistencia de restos de oralidad
primaria (Ong 1996: 109).
Puesto que estas operaciones son las que hacen posible la llegada del discurso retórico,
una vez construido, a los oyentes, son, de todas las partes artis, las más directamente
relacionadas con la oralidad. Son la memoria, de la que depende la memorización por el
orador del discurso que ha construido por medio de las operaciones constituyentes de
discurso, y la actio o pronuntiatio, operación que consiste en la comunicación efectiva del
discurso ante el auditorio.
La operación de memoria13 y la operación de actio o pronuntiatio están muy
estrechamente relacionadas entre sí en la emisión del discurso retórico, en su comunicación a
los oyentes. Del trabajo que lleve a cabo el orador en la memoria dependerá en gran medida
su realización de la actio o pronuntiatio. La operación de memoria está plenamente orientada
a la oralidad del discurso retórico: el orador memoriza el discurso resultante de su actividad
en las operaciones constituyentes de discurso con el fin de estar en condiciones de
pronunciarlo de manera plenamente oral ante los oyentes.
El orador puede aprender de memoria el discurso retórico oración por oración, palabra
por palabra, es decir, microestructuralmente, o bien de manera global, esto es,
macroestructuralmente (Beristáin 1997: 308-309). Quintiliano se ocupa de estas dos
posibilidades de memorización del discurso en un fragmento decisivo para la teoría de las
macroestructuras textuales:
12
Para la distinción entre operaciones constituyentes de discurso y operaciones no
constituyentes de discurso, véase Albaladejo (1989: 57 ss., 1993).
13
Sobre la memoria como facultad y como técnica en la que se sitúa la operación
retórica de memoria, véase Yates (1974).
sit superuacuum) [...]. Si uero aut memoria natura durior erit aut non suffragabitur
tempus, etiam inutile erit ad omnia se uerba alligare, cum obliuio unius eorum
cuiuslibet aut deformem haesitationem aut etiam silentium indicat, tutiusque multo
comprehensis animo rebus ipsis libertatem sibi eloquendi relinquere (Quintiliano
Institutio oratoria: XI, 2, 44-49).
Quo modo autem dicatur, id est in duobus, in agendo et in eloquendo. Est enim actio
quasi corporis quaedam eloquentia, cum constet e voce atque motu (Cicerón Orator:
17, 55)14.
14
Quintiliano explica el nombre de la operación en estos términos: «Pronuntiatio a
plerisque actio dicitur, sed prius nomen a uoce, sequens a gestu uidetur accipere» y, tras
referirse a la idea de esta operación en Cicerón, expone: «Idem tamen duas eius partes facit,
quae sunt eaedem pronuntiationis, uocem atque motum: quapropter utraque appellatione
indifferenter uti licet» (Quintiliano Institutio oratoria: XI, 3, 1-2).
Dividitur igitur pronuntiatio in vocis figuram et in corporis motum (Retórica a
Herennio: III, XI, 19).
Cum sit autem omnis actio, ut dixi, in duas diuisa partis, uocem gestumque,
quorum alter oculos, altera aures mouet, per quos duos sensus omnis ad animum
penetrat adfectus, prius est de uoce dicere, cui etiam gestus accommodatur
(Quintiliano Institutio oratoria: XI, 3, 14).
Establece, pues, Quintiliano, correspondencia entre voz y oídos y entre gesto y ojos.
Puede considerarse que tanto los oyentes en la oratoria como los espectadores en el teatro son,
en realidad, oyentes-espectadores, pues escuchan y ven. La oralidad del discurso, asentada
sobre la operación de actio/pronuntiatio, tiene como correspondencia la auralidad y la
visualidad de la interpretación por sus receptores15. Aristóteles equipara la acción retórica al
arte teatral y reconoce la importancia de la influencia de aquélla en el efecto del discurso
sobre los oyentes (Aristóteles Retórica: 1403b1-1404a39).
La importancia de la operación de actio/pronuntiatio radica en que es la operación por
la que el orador y su discurso son conectados con los oyentes; es la operación en la que
culmina la serie de las operaciones retóricas y, por tanto, el esfuerzo de construcción y
comunicación discursivas del orador; es la operación de presentación del discurso a los
oyentes. Una mala actio/pronuntiatio puede significar el fracaso de un buen discurso,
mientras que un discurso mediocre puede ganar mucho gracias a una buena realización de esta
operación (Quintiliano Institutio oratoria: XI, 3, 2-5).
La rhetorica recepta proporciona una sistematización exhaustiva de los diversos
recursos de los que el orador dispone en la actio/pronuntiatio para cumplir con la exigencia de
pronunciar efectivamente el discurso16.
15
Véase Gentili (1996: 24). Al ocuparse de la poesía y la música en Grecia, Bruno
Gentili se refiere al «sistema cultural de la Grecia arcaica, basado casi exclusivamente en la
oralidad de la comunicación del mensaje poético, en la auralidad y la visualidad de su
recepción: poesía-espectáculo, pues, que se convierte en el principal instrumento de difusión y
transmisión del saber» (Gentili 1996: 60). Véase también Menéndez Pidal (1957), Auerbach
(1969: 229 ss.), Ong (1996), Havelock (1996) y Zumthor (1989).
16
El libro XI de la Institutio oratoria está dedicado a la memoria y a la
actio/pronuntiatio (Quintiliano Institutio oratoria: XI). Véase la interpretación que hace
David Pujante del tratamiento de la actio/pronuntiatio en Quintiliano (Pujante 1996: 219-
218).
La operación de memoria y la de actio/pronuntiatio confluyen en una comunicación
adecuada del discurso retórico en esta última operación. La actividad del orador en la
memoria está orientada a la actio/pronuntiatio, operación para cuyo adecuado desarrollo
aquélla es imprescindible: «[...] et memoriter dicat, cum quadam etiam actionis dignitate»
escribe Cicerón (De oratore: I, XV, 64). El resultado de la operación de memoria y el
desarrollo y el resultado de la de actio/pronuntiatio contribuyen a afianzar el ethos del orador
ante los oyentes. La opinión de los oyentes sobre el orador, que es importante para que éste
consiga la persuasión que intenta con su discurso, puede resultar gravemente debilitada si el
discurso retórico no es pronunciado a partir de una adecuada realización de la operación de
memoria. La oralidad está asociada al ethos del orador, pues en la medida en que los oyentes
valoren positivamente la capacidad de aquél para memorizar razonablemente el discurso y
comunicarlo de manera verdaderamente oral, sin leerlo, podrán sentirse en disposición más
favorable ante el discurso17. La presencia del orador en la pronunciación del discurso retórico
es inherente a la oralidad de su comunicación y a la inmediatez propia de ésta. Dicha
presencia está unida a la visualidad de la recepción del discurso retórico y hace posible que
los oyentes obtengan la imagen visual del orador y de su actuación en la pronunciación, con
las consiguientes implicaciones en cuanto a la influencia que éste pueda ejercer en aquéllos.
La importancia de la activación de la memoria y la realización de una
actio/pronuntiatio firmemente basada en la oralidad tiene una relación muy estrecha con los
géneros retóricos: judicial, deliberativo y demostrativo o epidíctico (Aristóteles Retórica:
1358b2-8). Como es sabido, en la sistematización que Aristóteles hace de los discursos
17
De la importancia de que la pronuntiatio esté apoyada por una adecuada realización de
la operación de memoria es prueba el rechazo a un discurso fúnebre con motivo de la muerte
de Nebrija, según Juan Huarte de San Juan: «A propósito de lo que dijo Cicerón, que el buen
orador ha de hablar de memoria y no por escrito, es de saber que el maestro Antonio de
Librija había venido ya a tanta falta de memoria, por la vejez, que leía por un papel la lección
de retórica a sus discípulos; y como era tan eminente en su facultad y tenía su intención bien
probada, no miraba nadie en ello. Pero lo que no se pudo sufrir fue que, muriendo éste
repentinamente de apoplejía, encomendó la Universidad de Alcalá el sermón de sus obsequias
a un famoso predicador; el cual inventó y dispuso lo que había de decir como mejor pudo.
Pero fue el tiempo tan breve, que no hubo lugar de tomarlo de memoria; y así se fue al púlpito
con el papel en la mano, y entró diciendo así: "Lo que este ilustre varón acostumbraba hacer,
leyendo a sus discípulos, eso mesmo traigo yo determinado de hacer a su imitación; porque
fue su muerte tan repentina, y el mandarme que yo predicase en sus obsequias tan acelerado,
que no ha habido lugar ni tiempo de estudiar lo que convenía decir, ni para recogerlo en la
memoria. Lo que yo he podido trabajar esta noche traigo escrito en este papel: suplico a
vuestras mercedes lo oigan con paciencia y me perdonen la poca memoria". Pareció tan mal al
auditorio esta manera de predicar por escrito y con el papel en la mano, que todo fue sonreír y
murmurar» (Huarte de San Juan 1575: 191-192).
retóricos en géneros, la diferencia fundamental se da entre el género demostrativo o
epidíctico, del que forman parte discursos ante los que el oyente no toma decisiones, y los
géneros judicial y deliberativo, ante cuyos discursos el oyente decide, en el caso del género
judicial sobre hechos pasados y en el caso del deliberativo sobre hechos futuros. En los
discursos de estos dos últimos géneros, el orador pone al servicio de la obtención de una
decisión favorable a su propuesta todos los medios retóricos posibles, entre ellos una
adecuada realización de la memoria y de la actio/pronuntiatio.
Conscientes de esta unión entre memoria y actio/pronuntiatio y de la importancia de
una comunicación oral del discurso retórico no basada en la lectura del mismo, quienes tienen
la facultad de regular la pronunciación de discursos públicos han optado, en general, por fijar,
mediante las oportunas normas, la oralidad como forma de comunicación discursiva. Es lo
que sucede, en general, en la regulación de los debates parlamentarios (Cazorla 1985: 117-
123). El Reglamento del Congreso de los Diputados establece:
En este artículo, la expresión «de viva voz» refuerza la oralidad de los discursos y
descarta implícitamente la lectura de los mismos18.
Por su parte, el Reglamento del Senado prescribe:
18
Como es sabido, «viva voz» significa «Expresión oral, por contraposición a la
escrita», segunda acepción, DRAE (1992).
19
En el Capítulo Primero, «De la oralidad, publicidad y lengua oficial», del Título III,
«De las actuaciones judiciales», de la Ley Orgánica del Poder Judicial se determina: «Las
actuaciones judiciales serán predominantemente orales, sobre todo en materia criminal, sin
perjuicio de su documentación» (Poder Judicial 1985: artículo 229.1). Sobre los informes
La intellectio20 puede ser considerada una operación no constituyente de discurso, en
la medida en que su funcionamiento no produce directamente discurso retórico, a diferencia
de la inventio, la dispositio y la elocutio. Esta operación es decisiva para la puesta en marcha
de la serie de operaciones retóricas constituyentes y no constituyentes de discurso y regula el
funcionamiento de todas ellas. La intellectio continúa activada en la pronunciación oral del
discurso, durante la cual el orador examina las reacciones de los oyentes a su discurso, en
función de las cuales puede reconducir el mismo, modificando no sólo la pronunciación, sino
incluso estructuras y elementos referenciales y textuales que ha obtenido en su realización de
las operaciones constituyentes de discurso.
orales del fiscal y las partes en el juicio oral, véase Enjuiciamiento Criminal (1882: artículos
734-737); véase también Jurado (1995: artículo 48.3). La Ley de Enjuiciamiento Criminal
establece en su Título III, «Del procedimiento abreviado para determinados delitos»,
redactado conforme a la Ley Orgánica 7/88, lo siguiente: «Terminada la práctica de la prueba,
el Juez o Presidente del Tribunal requerirá a la acusación y a la defensa para que manifiesten
si ratifican o modifican las conclusiones de los escritos inicialmente presentados y para que
expongan oralmente cuanto estimen procedente sobre la valoración de la prueba y la
calificación jurídica de los hechos» (Enjuiciamiento Criminal 1882: artículo 793.6, párrafo
primero), donde es importante la expresión «expongan oralmente», en la medida en que la
exposición oral es distinta de la lectura. De gran interés es la Exposición de Motivos de esta
Ley, por la defensa de la oralidad en el proceso que hace Manuel Alonso Martínez: «No
desconoce el Ministro que suscribe que la aplicación y cumplimiento de la nueva Ley,
singularmente en los primeros años, tropezará con graves dificultades, siendo la mayor de
todas ellas la falta de costumbres adecuadas al sistema acusatorio y al juicio oral y público.
Educados los españoles durante siglos en el procedimiento escrito, secreto e inquisitorial,
lejos de haber adquirido confianza en la Justicia y de coadyuvar activamente a su recta
administración, haciendo, como el ciudadano inglés, inútil la institución del Ministerio
público para el descubrimiento y castigo de los delitos, han formado ideas falsas sobre la
policía judicial y se ha desviado cada vez más de los Tribunales, mirando con lamentable
recelo a Magistrados, Jueces, Escribanos y Alguaciles, y repugnando figurar como testigos en
los procesos. [...]» (Enjuiciamiento Criminal 1882: Exposición de Motivos).
Para las operaciones constituyentes de discurso la oralidad supone una influencia o
condicionamiento en la realización y en el resultado de cada una de ellas, en la medida en que
estas operaciones son activadas para producir un discurso que va a ser comunicado oralmente.
Igualmente, la memoria y la actio/pronuntiatio influyen en dichas operaciones (Gómez
Alonso 1997).
La oralidad está presente en la elocutio, operación de la que depende la configuración
final del discurso retórico como construcción textual. La elocutio, como operación
principalmente asentada en la microestructura, produce el nivel textual en el que entran en
contacto comunicativo el orador y los oyentes: este nivel es punto de llegada del orador en su
elaboración textual y punto de partida del oyente en su interpretación. La inmediatez
comunicativa que hace posible la oralidad implica una firme y directa confluencia entre
orador y oyente en el discurso. Por otro lado, muchos de los recursos de expresividad
lingüística de la elocutio (García Berrio 1994: 69 ss.) tienen una raíz eminentemente oral, por
su constitución fónica, como es el caso de la aliteración o de la paronomasia, y por su
fundamentación en la linealidad del significante, como sucede con la anáfora o con el
quiasmo.
Las partes orationis o partes del discurso retórico, vinculadas tanto a la dispositio
como a la inventio (Albaladejo 1989: 82-108), presentan una organización conectada con la
comunicación oral del discurso. La sucesión de las partes del discurso responde no solamente
a la estructura lógica del discurso, sino también a la linealidad de la oralidad, que, a diferencia
de la linealidad de la escritura, no permite la vuelta atrás del receptor en su interpretación; así,
el exordium, introducción del discurso, y, sobre todo, la peroratio, con su recapitulación, son
partes estratégicamente situadas al comienzo y al final del discurso, respectivamente, en
función de la interpretación del discurso oral, que es recibido por el oyente de modo lineal.
La conciencia de la oralidad del discurso que tiene el orador actúa en las diferentes
operaciones retóricas constituyentes de discurso determinando la configuración de éste en los
niveles discursivos correspondientes a dichas operaciones. La conciencia de la oralidad
funciona como ahormadora del discurso, conduciéndolo a la construcción más idónea para la
comunicación oral, tanto en lo referencial como en lo textual. Por su parte, la interpretación
que, desde su perspectiva de auralidad discursiva, lleva a cabo el oyente está vinculada
también a su conciencia de la oralidad de la comunicación en la que participa. Esta conciencia
20
A propósito de la intellectio, véase Chico Rico (1987: 93 ss., 1989) y Albaladejo
(1989: 65-71).
forma parte de la conciencia retórica, gracias a la cual el orador construye y pronuncia un
discurso en una variedad diafásica (Coseriu 1981: 305-306) con entidad propia21.
21
A la conciencia retórica está unida la realización de los distintos estilos en la oralidad
retórica (Curtius 1976: I, 217 ss.; Auerbach 1969: 30 ss.; Coseriu 1981: 28-29; García Berrio
1994: 100-102).
reacciones de aquél, que constituyen una forma de respuesta, ante las cuales el orador puede
reaccionar modificando su proyecto de discurso y, en definitiva, el discurso mismo.
La relación entre discursos que se da en las situaciones retóricas en las que hay
polifonía retórica, relativa a varios discursos, constituye un diálogo interdiscursivo, un
diálogo global de carácter oral cuyos componentes son discursos. Esta interacción se produce
en las situaciones retóricas en las que son pronunciados varios discursos; tales situaciones
pueden ser de varias clases, dependiendo del género retórico al que pertenezcan los discursos
que acogen. En las situaciones retóricas en las que se pronuncian discursos de género judicial,
el diálogo interdiscursivo, con su correspondiente polifonía retórica, está constituido por los
discursos que pronuncian los acusadores y los defensores, debiendo tenerse en cuenta que,
dado que los oradores de estos discursos mantienen entre sí un orden de intervención, los
discursos pronunciados posteriormente son en parte respuesta a los pronunciados antes. Los
discursos constituyen un entramado de interrelaciones y respuestas que los enlaza sobre la
base de que tratan de una misma causa y presentan diferentes planteamientos a propósito de
aquélla. El diálogo interdiscursivo se produce también en las situaciones retóricas en las que
se pronuncian discursos de género deliberativo, los cuales tienen su principal realización en el
espacio político, sobre todo en el ámbito parlamentario (Cazorla 1985), en el que tienen lugar
sesiones con intervenciones de varios oradores pertenecientes a diversos grupos
parlamentarios. En el ámbito electoral del espacio político el diálogo interdiscursivo no suele
producirse en una misma situación retórica con la misma intensidad que en las sesiones
parlamentarias, ya que lo más frecuente es que en un acto electoral intervengan oradores de la
misma o parecida ideología; en este ámbito dicho diálogo puede extenderse a la relación que
se establece entre discursos pronunciados por oradores de distintas ideologías en diferentes
actos electorales. En las situaciones retóricas propias de discursos de género demostrativo o
epidíctico también se da el diálogo interdiscursivo a partir de la relación entre los discursos
que pronuncian los distintos oradores en un acto organizado para conmemorar un hecho
histórico o celebrar un acontecimiento político; la trascendencia política de estos discursos
hace que, a propósito de ellos, aunque no se tomen decisiones, se presenten, muy matizadas,
las confrontaciones que se dan entre los discursos deliberativos de carácter político.
Son de gran importancia en esta organización pluricomunicativa oral de la interacción
retórica las interrupciones que oradores que no están en el uso de la palabra llevan a cabo
sobre el discurso del que son oyentes22. Las intervenciones de los oradores están, en general,
perfectamente reguladas en las situaciones retóricas de los distintos géneros; hay prohibición
explícita de las interrupciones en el ámbito parlamentario23, lo cual no impide que a veces se
produzcan dichas interrupciones, de carácter excepcional salvo en algunos casos, como el de
la oratoria parlamentaria mexicana entre 1920 y 1960, en la que, a pesar de estar prohibidas,
son frecuentes y no son impedidas por la presidencia de la sesión (Carbó 1992: 25). Las
interrupciones parlamentarias suponen una ruptura de los espacios reservados a los discursos
y también de los discursos mismos, dentro de cuyos límites institucionales se sitúan de este
modo voces que no son introducidas por los oradores que están pronunciando los discursos.
Las interrupciones son posibles solamente en la oralidad de los discursos.
La interacción retórica hasta ahora expuesta se produce entre discursos y otras formas
de intervención pública de índole oral. Una interacción relacionada con la retórica puede
darse también con participación de lo oral y lo escrito, con respuestas no sólo orales, sino
también escritas, a los discursos retóricos. Es lo que sucede cuando un discurso retórico oral
genera respuestas que se materializan en textos de crítica retórica, en textos periodísticos, en
discusiones y comentarios escritos, etc. La estructura dialogística fundamental del lenguaje
permite, por tanto, la combinación de intervenciones orales y escritas en una cadena de la que
no están excluidas las respuestas que, a su vez, puedan darse, con discursos orales e incluso
escritos, a los textos escritos que han sido respuesta a los discursos orales iniciales
(Voloshinov 1992: 132-133); se llega así a un diálogo interdiscursivo no exclusivamente
retórico, no completamente retórico, pero conectado con la retórica.
La forma más inmediata de interacción retórica con constitución de diálogo
interdiscursivo plenamente retórico es la oral, en la medida en que las intervenciones de
réplica, algunas de ellas por alusiones, se producen a continuación del discurso que las genera.
De igual modo que el diálogo tiene su forma inicial y básica de configuración asociada a la
oralidad, este diálogo interdiscursivo, que no en balde se establece sobre la dimensión
dialéctica de la retórica, es también fundamentalmente oral.
El diálogo interdiscursivo formado por diferentes discursos retóricos se asienta sobre
un conjunto de relaciones semióticas entre los mismos. La correferencia, las implicaciones
22
Sobre la interrupción conversacional, véase Bañón (1997); en la oratoria
parlamentaria, véase Carbó (1992).
23
El Reglamento del Congreso de los Diputados prescribe: «Nadie podrá ser
interrumpido cuando hable, sino por el Presidente, para advertirle que se ha agotado el
tiempo, para llamarle a la cuestión o al orden, para retirarle la palabra o para hacer llamadas al
orden a la Cámara o a alguno de sus miembros o al público» (Congreso 1982: artículo 70. 3).
pragmáticas y las relaciones intertextuales que se dan entre los distintos discursos contribuyen
al establecimiento de un entramado interdiscursivo retórico que refuerza la constitución
sintáctica, semántico-extensional y pragmática del discurso global que es este diálogo.
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