La familia es el primer espacio de socialización del niño y la niña. Es en ese
entorno donde se encuentran los modelos de aprendizaje, empiezan a desarrollar habilidades sociales, capacidades y se establecen vínculos socio- emocionales que proporcionan las bases de seguridad para el desarrollo de sus aptitudes y actitudes interpersonales. En un primer momento, esas habilidades sociales se ponen a prueba en la relación de hijos e hijas con sus padres. Pero cuando existen hermanos o hermanas también se activarán esas habilidades sociales en la relación entre ellos. Aunque la familia es el primer y principal espacio de socialización para niños y niñas, no debemos olvidar que no es el único agente socializador. También lo son el sistema educativo y el entorno. Educar es ayudar y acompañar a los niños y niñas a que sean independientes, autónomos, adquieran las habilidades necesarias para la toma de sus propias decisiones y puedan valerse por sí mismos. Y esa independencia se manifiesta marcando diferencias respecto a otras personas, entre ellas sus hermanos y hermanas. Y ese marcar diferencia a veces da origen al conflicto. Las relaciones entre hermanos y hermanas son tan variadas como las relaciones entre los seres humanos. Esta relación se mueve desde hermanos que son los mejores amigos del mundo hasta hermanos que no tienen muy buena relación. Lo normal es que la convivencia de muchos años incluya diferentes situaciones en la relación entre los hermanos. Con momentos de gran cercanía y complicidad y con otros de enfrentamientos, incomunicación e incluso peleas. Debemos ser conscientes que se van a producir conflictos entre los hermanos. Lo importante es que creemos un ambiente familiar en el que ellos mismos sean capaces de resolver esos conflictos, superándolos, aprendiendo así a relacionarse y enseñarles la importancia de fomentar un buen trato entre hermanos y la familia en general. Un ambiente de peleas entre hermanos no es bueno, es evidente, pero lo importante no es evitar que existan conflictos, lo importante es que aprendan a solucionarlos, ese es nuestro papel como progenitores. En la relación entre hermanos y hermanas se aprenden las reglas de la empatía, la negociación, se aprende el autocontrol, se aprende a compartir, se aprende a trabajar en grupo, se aprenden los elementos de la relación entre iguales. Los hermanos y hermanas aprenden entre ellos a competir pero también a compartir, y eso les ayudará a aprender a gestionar las relaciones humanas. En esta relación, como algo diferente a la relación con los padres, aprenden que existen diferentes grupos sociales y que las normas varían y son diferentes para cada uno de ellos. La relación entre hermanos es la que más dura en el tiempo y en el ciclo vital, puesto que el vínculo que lo une lo instauran desde la infancia, sin embargo esta relación también tiene altibajos puesto que cuando llegan a la etapa adulta cada uno está en busca de su independencia lo que prioriza otras actividades y ocurre un distanciamiento, pero llega una etapa de sus vidas donde se sienten nuevamente la necesidad de estar unidos. En el libro Desarrollo Humano de Papalia apalia (Las relaciones entre hermanos desempeñan un papel distinto en la socialización. Los conflictos entre ellos pueden convertirse en un medio para entender las relaciones sociales (Dunn y Munn, 1985; Ram y Ross, 2001). Las lecciones y las destrezas aprendidas en las interacciones con los hermanos pueden transferirse a las relaciones fuera del hogar (Brody, 1998). Por lo general, los bebés se apegan a sus hermanos y hermanas mayores. Si bien puede estar presente la rivalidad, también lo está el afecto. Entre más seguro sea el apego de los hermanos con sus padres, mejor se llevan entre sí (Teti y Ablard, 1989). No obstante, a medida que los bebés empiezan a desplazarse e incrementan su nivel de asertividad, es inevitable que entren en conflicto con los hermanos, por lo menos en la cultura estadounidense. Este conflicto aumenta considerablemente después de que el niño menor cumple los 18 meses (Vandell y Bailey, 1992). Durante los siguientes meses, los hermanos menores empiezan a participar más de lleno en las interacciones de la familia y a involucrarse más en los problemas familiares. Cuando lo hacen, toman mayor conciencia de las intenciones y los sentimientos de los demás. Empiezan a reconocer qué tipo de conducta disgustará o molestará más a un hermano o hermana mayor y qué conductas se consideran “malas” o “buenas” (Dunn y Munn, 1985), A medida que aumentan la comprensión cognoscitiva y la social, los conflictos entre hermanos suelen volverse más constructivos y el hermano menor participa en los intentos de reconciliación. El conflicto constructivo entre hermanos ayuda a los niños a reconocer las necesidades, los deseos y puntos de vista del otro y también les enseña cómo pelear, discutir y llegar a un acuerdo en el contexto de una relación segura y estable (Vandell y Bailey, 1992).
1. Expresar afecto: El afecto es una expresión de cariño, de amor, de
amista, con la que demostramos que alguien nos importa, que hay una vinculación. Esta puede ser verbal, física y también por medio de conducta de apoyo.
2. Crear un ambiente familiar positivo: Evitar las discusiones de pareja
ayuda. Solucionar los problemas familiares hablando y con calma. Que todos los miembros de la familia se sientan cómodos para expresar sus sentimientos y emociones. 3. Fomentar la autonomía, la independencia, la responsabilidad y la comunicación en nuestros hijos: Que se sientan queridos, respetados y apoyados. 4. Dedicar tiempo a nuestros hijos e hijas: Tiempo compartido con todos ellos y tiempo individualizado con cada uno de ellos. 5. Fomentar las actividades conjuntas: de toda la familia y de los hermanos y hermanas: Aprender a vivir juntos, a disfrutar de la vida juntos. 6. Evitar las etiquetas y las comparaciones: Cada niño es una persona independiente que vive momentos diferentes. Está en un proceso de aprendizaje. 7. Enseñarles a pedir perdón. El que recibe el perdón se siente reconfortado e inmediatamente acepta las disculpas y sigue tranquilo con su hermano agradecido porque se haya reconocido el error. 8. Estimula el diálogo y la charla entre hermanos. La confianza entre ellos es fundamental para sentar las bases de lo que será una buena relación futura de apoyo y cariño. 9. Enseñar el valor de la empatía. Es uno de los valores fundamentales a la hora de educar a un niño. Enseñarle a pensar y ponerse en el lugar del otro, para saber si una conducta puede herir a un hermano, hacerle sentir mal o ponerle triste es fundamental para generar una mejor relación. 10. Enseñar el respeto. Aprender a convivir en familia, a aceptar que el hermano puede tener otras ideas, formas de ver las cosas o manera de comportarse siempre dentro de unos límites y que éstos pueden ser tan buenos como los suyos. 11. Formar en la resolución de conflictos: esto le permitirá a los hijos desenvolverse ante sus diferentes problemáticas de manera autónoma y sana. 12. Promover valores: valores como la solidaridad, la compasión, la humildad, la responsabilidad, la tolerancia.