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EVANGELIZACIÓN PERMANENTE
DIÓCESIS SANTIAGO DE MARIA
Papa Francisco
FORMACIÓN PARA EVANGELIZADORES
Presentación
INTRODUCCIÓN
Con el magisterio del Papa Francisco y del Episcopado latinoamericano, sobre todo
de la Vd Conferencia de Aparecida, Brasil, la Iglesia ha tomado conciencia de su
responsabilidad de cumplir con el mandato de Jesús: “Id y haced que todos los pueblos
sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a observar todo lo que os he mandado” (Mt 28,19-20).
El Papa Francisco ha hecho el urgente llamado a la Iglesia a salir con el Evangelio y
evangelizar al mundo: “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que
el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia
comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesita la luz del Evangelio”
(Evangelii Gaudium n. 20). En este mismo documento, el Papa actual expresa su sueño
misionero: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las
costumbre, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un
cause adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la
autopreservación” (n. 27).
También los Obispos de nuestra América Latina y El Caribe, reunidos en la V
conferencia en Aparecida, Brasil 2007, hicieron este mismo llamado misionero: “Esta
firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes
pastorales de la diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier
institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con
todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las
estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe” (Documento de
Aparecida n. 365).
Este urgente llamado de la Iglesia nos ha motivado e impulsado a organizar y
estructurar un proyecto de evangelización para las parroquias de nuestra Diócesis, en esta
dimensión misionera. El quehacer de la parroquia es ser misionera. La presente temática
tiene como objetivo formar evangelizadores. Se trata de una iluminación, motivación y
preparación para la misión. No habrá una misión sólida, efectiva y permanente si antes no
contamos con laicos convencidos, formados y comprometidos con la misión. La presente
temática nos ayuda a comprender, asimilar y comprometernos con la visión y
preocupación actual de la Iglesia: la MISIÓN. El Papa Francisco habla de la
transformación misionera de la Iglesia (EG 19)
Los temas son once en total. El primero está tomado de la Evangelii Gaudium; los
siguientes tres del documento de Aparecida, sobre el proceso para ser discípulos; los siete
restantes temas se han tomado del pastoralista mexicano, José H. Prado Flores, Cómo
evangelizar a los bautizados, formación de evangelizadores. Como él mismo escribe:
“Ante tarea tan gigantesca y misión tan compleja, todos quisiéramos encontrar un método
sencillo, pero eficaz, que diera respuesta a tan inmenso desafío. Afortunadamente sí existe
solución: formar evangelizadores. Hacer de cada católico un evangelizador, que cada
bautizado se convierta en evangelizador. Jesús formó evangelizadores, Pablo también. Éste
es el reto del que depende la misión de la Iglesia” (Introducción, pág. 8). Esperamos que
esta temática sea de mucha utilidad para la formación de los futuros evangelizadores.
Pbro. Arnoldo Rivera
Vicario de Pastoral Profética
19. La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: «Id y haced que todos
los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20). En
estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a
predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se
difunda en cada rincón de la tierra.
21. La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es
una alegría misionera. La experimentan los setenta y dos discípulos, que regresan de la
misión llenos de gozo (cf. Lc 10,17). La vive Jesús, que se estremece de gozo en el
Espíritu Santo y alaba al Padre porque su revelación alcanza a los pobres y pequeñitos (cf.
Lc 10,21). La sienten llenos de admiración los primeros que se convierten al escuchar
predicar a los Apóstoles «cada uno en su propia lengua» (Hch 2,6) en Pentecostés. Esa
alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto. Pero siempre
tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de
nuevo, siempre más allá. El Señor dice: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las
poblaciones vecinas, porque para eso he salido» (Mc 1,38). Cuando está sembrada la
semilla en un lugar, ya no se detiene para explicar mejor o para hacer más signos allí, sino
que el Espíritu lo mueve a salir hacia otros pueblos.
vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas
las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el
pueblo, no puede excluir a nadie. Así se lo anuncia el ángel a los pastores de Belén: «No
temáis, porque os traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo» (Lc
2,10). El Apocalipsis se refiere a «una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a
los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo» (Ap 14,6).
25. No ignoro que hoy los documentos no despiertan el mismo interés que en otras
épocas, y son rápidamente olvidados. No obstante, destaco que lo que trataré de expresar
aquí tiene un sentido programático y consecuencias importantes. Espero que todas las
comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una
conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve
una «simple administración». Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un
«estado permanente de misión».
26. Pablo VI invitó a ampliar el llamado a la renovación, para expresar con fuerza
que no se dirige sólo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera. Recordemos este
memorable texto que no ha perdido su fuerza interpelante: «La Iglesia debe profundizar en
la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio […] De esta
iluminada y operante conciencia brota un espontáneo deseo de comparar la imagen ideal de
la Iglesia —tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya santa e inmaculada
(cf. Ef 5,27)— y el rostro real que hoy la Iglesia presenta […] Brota, por lo tanto, un
anhelo generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos
que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del
modelo que Cristo nos dejó de sí».
27. Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las
costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en
un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la
autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede
entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la
pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los
agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de
todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los
Obispos de Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión
como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial».
28. La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran
plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad
misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la única institución
evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la
misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas». Esto supone que
realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en
una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí
mismos. La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la
Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad
generosa, de la adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia
alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de
comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro
de constante envío misionero. Pero tenemos que reconocer que el llamado a la revisión y
renovación de las parroquias todavía no ha dado suficientes frutos en orden a que estén
todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y se
orienten completamente a la misión.
30. Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo,
también está llamada a la conversión misionera. Ella es el sujeto primario de la
evangelización, ya que es la manifestación concreta de la única Iglesia en un lugar del
mundo, y en ella «verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa,
Católica y Apostólica». Es la Iglesia encarnada en un espacio determinado, provista de
todos los medios de salvación dados por Cristo, pero con un rostro local. Su alegría de
comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares
más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o
hacia los nuevos ámbitos socioculturales. Procura estar siempre allí donde hace más falta
la luz y la vida del Resucitado. En orden a que este impulso misionero sea cada vez más
intenso, generoso y fecundo, exhorto también a cada Iglesia particular a entrar en un
proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma.
32. Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en
una conversión del papado. Me corresponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las
sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al
sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización. El
Papa Juan Pablo II pidió que se le ayudara a encontrar «una forma del ejercicio del
primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una
situación nueva». Hemos avanzado poco en ese sentido. También el papado y las
estructuras centrales de la Iglesia universal necesitan escuchar el llamado a una conversión
pastoral. El Concilio Vaticano II expresó que, de modo análogo a las antiguas Iglesias
patriarcales, las Conferencias episcopales pueden «desarrollar una obra múltiple y fecunda,
a fin de que el afecto colegial tenga una aplicación concreta». Pero este deseo no se realizó
plenamente, por cuanto todavía no se ha explicitado suficientemente un estatuto de las
Conferencias episcopales que las conciba como sujetos de atribuciones concretas,
incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal. Una excesiva centralización, más
que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera.
34. Si pretendemos poner todo en clave misionera, esto también vale para el modo de
comunicar el mensaje. En el mundo de hoy, con la velocidad de las comunicaciones y la
selección interesada de contenidos que realizan los medios, el mensaje que anunciamos
corre más que nunca el riesgo de aparecer mutilado y reducido a algunos de sus aspectos
secundarios. De ahí que algunas cuestiones que forman parte de la enseñanza moral de la
Iglesia queden fuera del contexto que les da sentido. El problema mayor se produce cuando
el mensaje que anunciamos aparece entonces identificado con esos aspectos secundarios
que, sin dejar de ser importantes, por sí solos no manifiestan el corazón del mensaje de
Jesucristo. Entonces conviene ser realistas y no dar por supuesto que nuestros
interlocutores conocen el trasfondo completo de lo que decimos o que pueden conectar
nuestro discurso con el núcleo esencial del Evangelio que le otorga sentido, hermosura y
atractivo.
36. Todas las verdades reveladas proceden de la misma fuente divina y son creídas
con la misma fe, pero algunas de ellas son más importantes por expresar más directamente
el corazón del Evangelio. En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del
amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado. En este sentido, el
Concilio Vaticano II explicó que «hay un orden o “jerarquía” en las verdades en la doctrina
católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana». Esto vale tanto
para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para
la enseñanza moral.
37. Santo Tomás de Aquino enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también
hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden. Allí lo que cuenta es
ante todo «la fe que se hace activa por la caridad» (Ga 5,6). Las obras de amor al prójimo
son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu: «La
principalidad de la ley nueva está en la gracia del Espíritu Santo, que se manifiesta en la fe
que obra por el amor». Por ello explica que, en cuanto al obrar exterior, la misericordia es
la mayor de todas las virtudes: «En sí misma la misericordia es la más grande de las
virtudes, ya que a ella pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias.
Esto es peculiar del superior, y por eso se tiene como propio de Dios tener misericordia, en
la cual resplandece su omnipotencia de modo máximo».
39. Así como la organicidad entre las virtudes impide excluir alguna de ellas del ideal
cristiano, ninguna verdad es negada. No hay que mutilar la integralidad del mensaje del
Evangelio. Es más, cada verdad se comprende mejor si se la pone en relación con la
armoniosa totalidad del mensaje cristiano, y en ese contexto todas las verdades tienen su
importancia y se iluminan unas a otras. Cuando la predicación es fiel al Evangelio, se
manifiesta con claridad la centralidad de algunas verdades y queda claro que la predicación
moral cristiana no es una ética estoica, es más que una ascesis, no es una mera filosofía
práctica ni un catálogo de pecados y errores. El Evangelio invita ante todo a responder al
Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos
para buscar el bien de todos. ¡Esa invitación en ninguna circunstancia se debe
ensombrecer! Todas las virtudes están al servicio de esta respuesta de amor. Si esa
invitación no brilla con fuerza y atractivo, el edificio moral de la Iglesia corre el riesgo de
convertirse en un castillo de naipes, y allí está nuestro peor peligro. Porque no será
propiamente el Evangelio lo que se anuncie, sino algunos acentos doctrinales o morales
que proceden de determinadas opciones ideológicas. El mensaje correrá el riesgo de perder
su frescura y dejará de tener «olor a Evangelio».
41. Al mismo tiempo, los enormes y veloces cambios culturales requieren que
prestemos una constante atención para intentar expresar las verdades de siempre en un
lenguaje que permita advertir su permanente novedad. Pues en el depósito de la doctrina
cristiana «una cosa es la substancia […] y otra la manera de formular su expresión». A
veces, escuchando un lenguaje completamente ortodoxo, lo que los fieles reciben, debido
al lenguaje que ellos utilizan y comprenden, es algo que no responde al verdadero
Evangelio de Jesucristo. Con la santa intención de comunicarles la verdad sobre Dios y
sobre el ser humano, en algunas ocasiones les damos un falso dios o un ideal humano que
no es verdaderamente cristiano. De ese modo, somos fieles a una formulación, pero no
entregamos la substancia. Ése es el riesgo más grave. Recordemos que «la expresión de la
verdad puede ser multiforme, y la renovación de las formas de expresión se hace necesaria
para transmitir al hombre de hoy el mensaje evangélico en su inmutable significado».
42. Esto tiene una gran incidencia en el anuncio del Evangelio si de verdad tenemos
el propósito de que su belleza pueda ser mejor percibida y acogida por todos. De cualquier
modo, nunca podremos convertir las enseñanzas de la Iglesia en algo fácilmente
comprendido y felizmente valorado por todos. La fe siempre conserva un aspecto de cruz,
alguna oscuridad que no le quita la firmeza de su adhesión. Hay cosas que sólo se
comprenden y valoran desde esa adhesión que es hermana del amor, más allá de la claridad
con que puedan percibirse las razones y argumentos. Por ello, cabe recordar que todo
adoctrinamiento ha de situarse en la actitud evangelizadora que despierte la adhesión del
corazón con la cercanía, el amor y el testimonio.
44. Por otra parte, tanto los Pastores como todos los fieles que acompañen a sus
hermanos en la fe o en un camino de apertura a Dios, no pueden olvidar lo que con tanta
claridad enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: «La imputabilidad y la responsabilidad
de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la
inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores
psíquicos o sociales».
Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con
misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van
construyendo día a día. A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una
sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien
posible. Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable
a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar
importantes dificultades. A todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor salvífico
de Dios, que obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus defectos y caídas.
45. Vemos así que la tarea evangelizadora se mueve entre los límites del lenguaje y
de las circunstancias. Procura siempre comunicar mejor la verdad del Evangelio en un
contexto determinado, sin renunciar a la verdad, al bien y a la luz que pueda aportar
cuando la perfección no es posible. Un corazón misionero sabe de esos límites y se hace
«débil con los débiles […] todo para todos» (1 Co 9,22). Nunca se encierra, nunca se
repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez autodefensiva. Sabe que él mismo
tiene que crecer en la comprensión del Evangelio y en el discernimiento de los senderos
del Espíritu, y entonces no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse
con el barro del camino.
46. La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los
demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y
sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar
a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al
costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las
puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad.
47. La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos
concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes. De ese
modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se
encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas. Pero hay otras puertas que tampoco se
deben cerrar. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden
integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una
razón cualquiera. Esto vale sobre todo cuando se trata de ese sacramento que es «la
puerta», el Bautismo. La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental,
no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los
débiles. Estas convicciones también tienen consecuencias pastorales que estamos llamados
a considerar con prudencia y audacia. A menudo nos comportamos como controladores de
la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde
hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.
48. Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin
excepciones. Pero ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se
encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino
sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a
aquellos que «no tienen con qué recompensarte» (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni
caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, «los pobres son
los destinatarios privilegiados del Evangelio», y la evangelización dirigida gratuitamente a
ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un
vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos.
49. Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda
la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero
una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia
enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero
una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de
obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra
conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la
amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de
sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a
encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos
vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras
afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de
comer!» (Mc 6,37).
287 Esto constituye un gran desafío que cuestiona a fondo la manera como estamos
educando en la fe y como estamos alimentando la vivencia cristiana; un desafío que
debemos afrontar con decisión, con valentía y creatividad, ya que, en muchas partes, la
iniciación cristiana ha sido pobre o fragmentada. O educamos en la fe, poniendo realmente
en contacto con Jesucristo e invitando a su seguimiento, o no cumpliremos nuestra misión
evangelizadora. Se impone la tarea irrenunciable de ofrecer una modalidad operativa de
iniciación cristiana que, además de marcar el qué, dé también elementos para el quién, el
cómo y el dónde se realiza. Así, asumiremos el desafío de una nueva evangelización, a la
que hemos sido reiteradamente convocados.
290 Recordamos que el itinerario formativo del cristiano, en la tradición más antigua
de la Iglesia, “tuvo siempre un carácter de experiencia, en el cual era determinante el
encuentro vivo y persuasivo con Cristo, anunciado por auténticos testigos”. Se trata de una
experiencia que introduce en una profunda y feliz celebración de los sacramentos, con toda
la riqueza de sus signos. De este modo, la vida se va transformando progresivamente por
los santos misterios que se celebran, capacitando al creyente para transformar el mundo.
Esto es lo que se llama “catequesis mistagógica”.
291 Ser discípulo es un don destinado a crecer. La iniciación cristiana da la
posibilidad de un aprendizaje gradual en el conocimiento, amor y seguimiento de
Jesucristo. Así, forja la identidad cristiana con las convicciones fundamentales y acompaña
la búsqueda del sentido de la vida. Es necesario asumir la dinámica catequética de la
iniciación cristiana. Una comunidad que asume la iniciación cristiana renueva su vida
comunitaria y despierta su carácter misionero. Esto requiere nuevas actitudes pastorales de
parte de obispos, presbíteros, diáconos, personas consagradas y agentes de pastoral.
292 Como rasgos del discípulo, al que apunta la iniciación cristiana destacamos: que
tenga como centro la persona de Jesucristo, nuestro Salvador y plenitud de nuestra
humanidad, fuente de toda madurez humana y cristiana; que tenga espíritu de oración, sea
amante de la Palabra, practique la confesión frecuente y participe de la Eucaristía; que se
inserte cordialmente en la comunidad eclesial y social, sea solidario en el amor y fervoroso
misionero.
293 La parroquia ha de ser el lugar donde se asegure la iniciación cristiana y tendrá
como tareas irrenunciables: iniciar en la vida cristiana a los adultos bautizados y no
suficientemente evangelizados; educar en la fe a los niños bautizados en un proceso que
los lleve a completar su iniciación cristiana; iniciar a los no bautizados que, habiendo
escuchado el kerygma, quieren abrazar la fe. En esta tarea, el estudio y la asimilación del
Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos es una referencia necesaria y un apoyo seguro.
294 Asumir esta iniciación cristiana exige no sólo una renovación de modalidad
catequística de la parroquia. Proponemos que el proceso catequístico formativo adoptado
por la Iglesia para la iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente como la
manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y como la catequesis
básica y fundamental. Después, vendrá la catequesis permanente que continúa el proceso
de maduración en la fe, en la que se debe incorporar un discernimiento vocacional y la
iluminación para proyectos personales de vida.
admirable el gran número de personas que se sienten llamadas a hacerse catequistas, con
gran entrega. A ellas esta Asamblea les manifiesta un sincero reconocimiento.
298 La catequesis no debe ser sólo ocasional, reducida a los momentos previos a los
sacramentos o a la iniciación cristiana, sino más bien “un itinerario catequético
permanente”. Por esto, compete a cada Iglesia particular, con la ayuda de las Conferencias
Episcopales, establecer un proceso catequético orgánico y progresivo que se extienda por
todo el arco de la vida, desde la infancia hasta la ancianidad, teniendo en cuenta que el
Directorio General de Catequesis considera la catequesis de adultos como la forma
fundamental de la educación en la fe. Para que, en verdad, el pueblo conozca a fondo a
Cristo y lo siga fielmente, debe ser conducido especialmente en la lectura y meditación de
la Palabra de Dios, que es el primer fundamento de una catequesis permanente.
299 La catequesis no puede limitarse a una formación meramente doctrinal sino que
ha de ser una verdadera escuela de formación integral. Por tanto, se ha de cultivar la
amistad con Cristo en la oración, el aprecio por la celebración litúrgica, la vivencia
comunitaria, el compromiso apostólico mediante un permanente servicio a los demás. Para
ello, resultarían útiles algunos subsidios catequéticos elaborados a partir del Catecismo de
la Iglesia Católica y del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, estableciendo
cursos y escuelas de formación permanente para catequistas.
verdadera “educadora de la fe”, que nos lleva a asemejarnos cada vez más a Jesucristo,
provoque la apropiación progresiva de sus actitudes.
277 El itinerario formativo del seguidor de Jesús hunde sus raíces en la naturaleza
dinámica de la persona y en la invitación personal de Jesucristo, que llama a los suyos por
su nombre, y éstos lo siguen porque conocen su voz. El Señor despertaba las aspiraciones
profundas de sus discípulos y los atraía a sí, llenos de asombro. El seguimiento es fruto de
una fascinación que responde al deseo de realización humana, al deseo de vida plena. El
discípulo es alguien apasionado por Cristo, a quien reconoce como el maestro que lo
conduce y acompaña.
282 Cada sector del Pueblo de Dios pide ser acompañado y formado, de acuerdo con
la peculiar vocación y ministerio al que ha sido llamado: el obispo que es el principio de la
unidad en la diócesis mediante el triple ministerio de enseñar, santificar y gobernar; los
presbíteros, cooperando con el ministerio del obispo, en el cuidado del pueblo de Dios que
les es confiado; los diáconos permanentes en el servicio vivificante, humilde y
perseverante como ayuda valiosa para obispos y presbíteros; los consagrados y
consagradas en el seguimiento radical del Maestro; los laicos y laicas que cumplen su
responsabilidad evangelizadora, colaborando en la formación de comunidades cristianas y
en la construcción del Reino de Dios en el mundo. Se requiere, por tanto, capacitar a
quienes puedan acompañar espiritual y pastoralmente a otros.
283 Destacamos que la formación de los laicos y laicas debe contribuir, ante todo, a
una actuación como discípulos misioneros en el mundo, en la perspectiva del diálogo y de
la transformación de la sociedad. Es urgente una formación específica para que puedan
tener una incidencia significativa en los diferentes campos, sobre todo en el mundo vasto
de la política, de la realidad social y de la economía, como también de la cultura, de las
ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios y de otras realidades abiertas
a la evangelización.
285 Cuando el impulso del Espíritu impregna y motiva todas las áreas de la
existencia, entonces también penetra y configura la vocación específica de cada uno. Así,
se forma y desarrolla la espiritualidad propia de presbíteros, de religiosos y religiosas, de
padres de familia, de empresarios, de catequistas, etc. Cada una de las vocaciones tiene un
modo concreto y distintivo de vivir la espiritualidad, que da profundidad y entusiasmo al
ejercicio concreto de sus tareas. Así, la vida en el Espíritu no nos cierra en una intimidad
cómoda, sino que nos convierte en personas generosas y creativas, felices en el anuncio y
el servicio misionero. Nos vuelve comprometidos con los reclamos de la realidad y
capaces de encontrarle un profundo significado a todo lo que nos toca hacer por la Iglesia y
por el mundo.
Así como son cuatro los puntos cardinales, cuatro son las condiciones necesarias
para poder llegar a ser evangelizador y más tarde un formador de evangelizadores. Sin
ellas la misma lectura y estudio de este libro sería como una semilla que, por no caer en
tierra preparada, no dé el fruto esperado.
EL EVANGELIZADOR NECESITA:
Experiencia de salvación
Celo por el Evangelio
Análisis de la realidad
Vivir el Evangelio
Cuando Jesús liberó al hombre poseído por una legión de demonios, le dio esta
orden: Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales que Dios ha tenido misericordia de ti:
Mc 5,19-20. Sólo quien ha tenido experiencia de salvación, puede dar testimonio eficaz del
poder del Evangelio.
El celo por el Evangelio es un anhelo para que Cristo Jesús sea conocido, amado y
servido por todos los hombres, y al mismo tiempo es compromiso con el hombre, para que
sea más digno, más libre y más hombre.
Este celo debe convertirse en pasión, que coloca el trabajo evangelizador por encima
de cualquier otra cosa en la vida. Es más: es necesaria una obsesión en la que lo único
importante en la vida sea el anunciar la persona, la vida y las enseñanzas de Jesús, así
como instaurar su Reino de justicia, gozo y paz en este mundo.
Si el buen pastor conoce a cada una de sus ovejas y las llama por su nombre, cada
evangelizador ha de ser sensible a la situación de vida de las personas, grupos o pueblos
que evangeliza. De otra manera no llegará a enraizar profundamente el Evangelio y se
quedará como un simple barniz superficial. Si no se aborda al hombre en el plan de Dios,
así como en su marco histórico, social y cultural, la evangelización corre el riesgo de no
transformar el centro de las decisiones, ni los valores ni los criterios que rigen la sociedad.
El mensaje no es una camisa de fuerza que se impone, sino una opción que se
propone a hombres libres, enmarcados en una cultura, para que con su voluntad hagan una
decisión de vivir el Evangelio, insertando los principios del Reino en su realidad histórica.
Vivan de una manera digna de la vocación a la que han sido llamados: Ef 4,1.
Felipe corrió hasta él y le oyó leer al profeta Isaías; y le dijo: "¿Entiendes lo que vas
leyendo?"
El etíope contestó:
"¿Cómo lo voy a entender si nadie me lo explica?"
Felipe entonces, partiendo de este texto de la Escritura, se puso a anunciarle la
Buena Nueva de Jesús.
Siguiendo el camino llegaron a un lugar donde había agua. Entonces el eunuco dijo:
Aquí ¡hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?"
PROFETICA
EVANGELIZACIÓN
Palabra Proclamada:
Anuncio Verbal de la Buena Nueva
SACERDOTAL
Palabra Celebrada:
La liturgia, memorial de la obra salvífica
REGIA
Palabra celebrada:
Instauración del Reino de Dios
Las tres áreas van íntimamente unidas Son inseparables y se entrelazan entre sí. Son
como un trípode donde cada pie sostiene los otros dos.
Este estudio se limitará a tratar la evangelización profética, que anuncia con palabras
eficaces y testimonio de vida, la obra salvífica realizada por Cristo Jesús.
KERYGMA
Primer anuncio del Mensaje Cristiano
PROFÉTICA
CATEQUESIS
Enseñanza progresiva de la fe
Para que una vida crezca, es necesario que antes haya nacido. No se puede crecer en
la fe, si antes no se ha nacido a ella. El kerygma lleva precisamente esta finalidad:
mediante la presentación de Jesús muerto, resucitado y glorificado, tener una experiencia
de vida nueva gracias a la fe y la conversión, y experimentar a Jesús vivo, como Salvador
personal, como Señor de toda la vida y como Mesías que da el Espíritu Santo para
transformar nuestro mundo por el amor.
Una tarde de primavera estaban dos jóvenes enamorados a la orilla del lago Ipacaraí.
Mientras el sol se ocultaba y doraba las tranquilas aguas, el joven comenzó a decir con
dulce voz a la joven: “Casi todo en ti es hermosura y perfección: tus grandes y verdes ojos;
tu pelo bien cuidado; tu linda boca, roja y pequeña; en fin, todas las partes de tu rostro son
maravillosas; pero tienes un pequeño defecto... ¡todo lo tienes mal acomodado!"
Eso mismo sucede en la evangelización cuando prescindimos del kerygma: la moral
es perfecta, la doctrina ortodoxa, la liturgia precisa y el compromiso total. Todo está bien,
muy bien, hermoso y bello, pero tiene el mismo defecto: mal acomodado...
LO PRIMERO ES LO PRIMERO:
EL KERYGMA:
JESUS
Hoy día, más que nunca, la Iglesia y el mundo están precisando ese nuevo
Pentecostés que manifieste con claridad y poder la vida abundante que Cristo vino a traer a
esta tierra.
EVANGELIZAR
NO ES LA TAREA PRINCIPAL DE LA
IGLESIA
ES LA UNICA
KERYGMA CATEQUESIS
Crecer en Cristo.
OBJETIVO Nacer de nuevo. Tener vida.
Tener vida en abundancia.
JESUS
Muerto Salvador Doctrina de la fe Moral
CONTENIDO
Resucitado Señor Dogma, Biblia etc
Glorificado Mesías
Se proclama a Jesús como la Se enseña ordenada y
Buena Noticia progresivamente
MÉTODO Se dirige principalmente a la Se dirige principalmente al
voluntad entendimiento
Testimonio personal Fe de toda la Iglesia
Evaluación
A B C
JESUS
=
EVANGELIO
=
EVANGELIZADOR
Si de alguna manera se pudiera sintetizar su mensaje, sería con esta corta frase: el
Reino.
El Reino no es un sistema político ni se reduce a un espacio geográfico, sino que se
refiere a la efectiva y real soberanía de Dios sobre su pueblo, que libremente acepta su
autoridad mediante la obediencia de su Palabra (J. Jeremías).
EL MENSAJE DE JESUS:
EL REINO
La Buena Nueva de que el Reino ya había irrumpido en este mundo, era gritada a los
cuatro vientos; por eso se le llama kerygma. Los tres primeros evangelistas coinciden en
sintetizar así la proclamación de Jesús. Mientras Marcos recalca la inminencia de su
llegada del Reino (Mc 1,14), Mateo insiste en que el Reino mismo es una Buena Noticia
(Mt 4,23), y Lucas subraya la necesidad de anunciar dicho mensaje (Lc 4, 43).
Para iluminar este misterio, Jesús usó una gran variedad de imágenes, en las cuales
resaltaba diferentes elementos. No hizo grandes disertaciones filosóficas, ni
complicaciones rituales sino con la sencillez de sus parábolas, definió el perfil del Reino de
Dios.
La Buena Noticia del Reino no era sólo el anuncio de promesas, sino la presencia
misma de Jesús, activando la salvación de Dios. El Reino se personifica de alguna manera
en él mismo, Palabra hecha carne.
"Evangelio de Jesucristo.1, 1, quiere decir que Jesús- Mesías es la Buena Noticia. Lo
más importante no es lo que dice con su boca. Su persona es la Palabra misma de Dios que
muestra un mensaje: "Tanto amó Dios a este mundo, que envió a su Hijo único, para que
todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida": Jn 3,16.
Por eso, en siete ocasiones, Jesús se atrevió a referirse a sí mismo como el mensaje
mismo:
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come este pan, vivirá para siempre: Jn
6,51.
Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la
luz de la vida: Jn 8,12.
Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo: Jn 10,9.
Yo soy el buen pastor, que da la vida por las ovejas: Jn 10,11.
Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá: Jn 11,25.
Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino pormí: Jn 14,6.
Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. El que permanece en mí; da mucho fruto:
Jn 15,5.
En el Reino no existe una ley que deba ser cumplida, sino una persona que encarna
los valores del Reino: Jesús. Él es la Buena Noticia. Su mensaje no es una teoría, sino un
estilo de vida Por eso, más que hablar del perdón, perdonó siempre a la Magdalena, a
Pedro y de manera singular a sus verdugos. Amó a todos, especialmente a sus doce
discípulos, a los pobres y a los pecadores. No vino a que le sirvieran, sino a servir. Todo lo
hizo bien y nunca hubo doblez en su corazón. Habló siempre con la verdad y, siendo
pobre, abanderó la justicia y la paz.
Armonizaba siempre con la naturaleza y con toda la creación. El mar, el desierto o
un monte se transformaban en el púlpito para su proclamación. Hablaba de los pájaros del
cielo, los lirios del campo, las estaciones del año y el relámpago que fugazmente aparece
en el firmamento. Convivía con las bestias del campo y respetaba tanto el equilibrio
ecológico, que permitía que trigo y cizaña crecieran juntos por un tiempo. Hasta concedía
una nueva oportunidad a la higuera estéril.
Su estilo de vida era una lámpara para iluminar el itinerario de la autenticidad. No
aceptó el camino fácil del triunfalismo mesiánico, Renunció a ser rey, para hacerse el
servidor de todos. No vendió su libertad interior para complacer a los que ostentaban el
poder civil o religioso. Nunca se sintió menos que los ricos de este mundo, pero tampoco
más que los pobres y pecadores. Supo relacionarse perfectamente con Dios como un Padre,
pues tenía la experiencia de ser el Hijo de las complacencias.
En su corazón jamás germinó la cizaña de la ambición o la Codicia. Era libre de todo
apego a las cosas materiales. Siendo rico, se hizo pobre, No tenía ni dónde reclinar la
cabeza y llegó al extremo de morir desnudo. No aceptó todos los reinos de la tierra cuando
le fueron propuestos por Satanás, o el trono que los judíos quisieron ofrendarle, después de
la multiplicación de los panes.
La forma como Jesús resolvía los conflictos y su postura frente a los poderosos, su
determinación ante las tentaciones y su respuesta frente al dolor y la muerte; en fin, su
jerarquía de valores y sus prioridades, eran Buena Noticia, porque así enseñaba cómo vivir
la libertad y la solidaridad que realizan a la persona y construyen el Reino de Dios.
En resumen, Jesús mismo, con su estilo de vida, no sólo es el mensajero sino que
encarna el mensaje. Precisamente por eso, con toda autoridad proclama: "aprendan de mí",
porque su vida misma es la más grande enseñanza del Reino (Mt 11,29).
- Signos: Los ciegos recobran la vista, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y
los muertos resucitan (Mt 11,5). Los pobres son evangelizados, el Espíritu es derramado
sin medida y los demonios son expulsados con el poder de Dios. Estos signos
corresponden a los moldes proféticos sobre el Mesías prometido.
- Palabras: Su Palabra, cual semilla que va creciendo continuamente, produce una
generosa cosecha. Palabra sin igual, que no admite parangón, y todo mundo reconoce que
se trata de una nueva doctrina expuesta con autoridad (Mt 7,29).
Dios es papá
El kerygma de Jesús estaba cimentado sobre una roca firme y estable. En el Reino ya
no tiene sentido la noción de un Dios temible y justiciero, sino que se trata de un Padre
bueno que hace salir el sol sobre justos y pecadores. Su amor no se mide de acuerdo a la
conducta de los hombres, sino que brota de su ser de padre amoroso. Los judíos tenían
tanto respeto a Dios, que casi se adentraban en la frontera del temor. Jesús viene a revelar
que ese Dios santo y trascendente, ama a todos los hombres, especialmente a los más
necesitados.
Es más, no solamente es padre, sino "abbá", papá amoroso, que acoge a su hijo
fugitivo; y antes de ponerle un vestido nuevo, lo arropa con besos y abrazos. En vez de
rechazarlo por dilapidar la herencia o recriminarlo por haber difamado el nombre de la
familia, lo recibe con una gran fiesta, matando el becerro que había estado engordando
para ese día. Le otorga otra vez el anillo que da derecho a los bienes, le devuelve el vestido
de la dignidad de hijo, y concede sandalias nuevas para realizar contratos de compra-venta
con los bienes paternos. Su misericordia es siempre mucho mayor que cualquier pecado.
Por su Darte. El hijo mayor, que representa a quienes se consideran justos y buenos,
Solamente cumplía las órdenes laborales, pero nunca había experimentado que tenía
derecho a matar el becerro cebado y vivir en permanente fiesta. No se consideraba hijo,
sino simple siervo (Le 15,11-32).
afirma que el Buen Pastor decide ir a buscar la oveja perdida. Por eso, Jesús no va a la
Sinagoga de Jericó, donde se encuentra la "gente buena" de la ciudad, sino a la casa del
pecador más grande de la región: Zaqueo (Lc 19,1-10). Se sienta a la mesa de gente de mal
vivir y transita por la tierra de los Samaritanos. Esto le cuesta el poco honroso título de
"amigo de Publícanos" (Mc 2,15-16).
Al banquete del Reino son invitados los desheredados, pues el Hijo del hombre no ha
sido enviado a los justos sino a los pecadores. Son los cansados y agobiados quienes
pueden ser liberados de sus fardos. Incluso afirma que nadie que a él recurra, será echado
fuera. Así pues, todo hombre gozará de la garantía de la aceptación divina, cualquiera que
sean sus antecedentes penales.
Desde entonces, el pecado no es obstáculo para acercarse a Dios. Al contrario, si se
reconoce, es el punto de partida para ser justificado. Ciertamente este mensaje no era
comprensible, porque contradecía la actitud farisaica de quererse salvar por sí mismo. Por
eso simplemente se acepta o se rechaza. Ante la persona de Jesús no puede haber términos
medios. El que no está con él, está en su contra.
No es el sacerdote que lleva prisa por ofrecer sacrificios en el templo quien cumple
la voluntad de Dios, sino el samaritano que atiende a su hermano en necesidad. Los
deberes religiosos del Levita pasan a segundo término, pues el examen final no versará
sobre temas litúrgicos o dogmáticos, sino que se tomará el pulso al corazón: ¿se asistió al
hermano en necesidad? De allí que no se pueda llevar una ofrenda el altar de Dios, si se ha
profanado el santuario de la presencia divina que es el corazón del hermano.
Para los judíos de entonces, como para mucha gente de hoy, el cumplimiento formal
de la Ley, era el valor supremo. Sin embargo, él, como Señor del sábado, curaba, arrancaba
espigas y hasta hacía lodo para restablecer la vista de un ciego de nacimiento. Con esto
significaba que el amor estaba por encima de la Ley misma.
Jesús realizó un milagro muy significativo un sábado, en una sinagoga: la curación
de un hombre que tenía la mano derecha paralizada (Lc 6,6-11). Un pobre hombre,
incapacitado para Servil, se encontraba en el cruce de las dos coordenadas de la religión de
Israel: "la sinagoga", que representa la institución religiosa y "el sábado", que simboliza la
Ley. Sin embargo, ninguna de ellas fue capaz de restablecerlo. Entonces Jesús, para
mostrar la caducidad del sistema religioso imperante, realiza un signo profético: puso al
hombre enfermo "en el centro", para dar a entender que la persona debe situarse en el
corazón de toda institución y legislación. Entonces, a la Vista de todos, cura a este hombre,
mostrando así su Superioridad sobre la sinagoga y el sábado. Los fariseos, que
comprendieron perfectamente el significado y las consecuencias de esta acción profética,
allí mismo comenzaron a tramar cómo eliminarle (Mc 3,6).
Se trata de una revolución más trascendente que la de Copérnico, pues según Jesús,
Dios no es satélite de ningún sistema religioso, ni su órbita está marcada por un calendario
que deba obedecer inexorablemente. El centro alrededor del cual gira la religión, la ley y
toda la vida, es el ser humano, al cual ama tanto, que le ha enviado a su Hijo único.
El sencillo predicador de Galilea, que no estudió en ninguna de las prestigiadas
escuelas rabínicas, pone soberanamente todas las cosas en su lugar:
En el Reino, los últimos serán los primeros.
Hay más dicha en dar, que en recibir.
Las prostitutas y pecadores aventajarán a piadosos escriba? y meticulosos fariseos
en el Reino de los cielos.
El más grande, es el que sirve.
El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado.
Hay más alegría en el Reino por un pecador que se convierte, que por 99 justos que
no tienen necesidad de penitencia.
En el Reino, lo más importante no son los ayunos, las largas oraciones o las anchas
filacterias, sino la justicia, la misericordia y la fe.
Valor de la persona
Pureza de intención
En el Reino hay una regla que no sigue los cánones de las apariencias de este mundo.
Lo más importante no es la acción que se realiza, sino la intención con la cual se llevan a
cabo cada uno de los actos. Lo que aparenta ser bueno y meritorio, como ayunar, orar o dar
limosna, si se realiza para ser vistos, saludados o reconocidos por los demás, no tienen
ningún sentido en el Reino (Mt 6,1-6).
Jesús reaccionó permanentemente contra los sepulcros blanqueados, o quienes
quisieron aprovecharse de Dios, convirtiendo el templo en una cueva de ladrones. Aceptó a
los pecadores y hasta se sentó en su mesa, pero nunca consintió en que se escondiera al
sanguinario lobo bajo el disfraz de una piel de oveja. Odiaba el maquillaje de los fariseos,
que se consideraban mejores que los demás y despreciaban a los otros. Por cumplir las
minucias del ayuno y los diezmos, desatendían lo más importante: la justicia, la
misericordia y la fe (Mt 23,23).
Lo que importa no es lo que se hace, sino la intención del corazón. Por eso, la viuda
que ofrece todo cuanto tiene, da mucho más que los ricos que acompañan sus cuantiosas
ofrendas con trompetas, para ser honrados por los hombres. Dios no considera la cantidad
que damos, sino con cuánto nos quedamos (Lc 21,1-4).
En el Reino no existe un código que se deba cumplir rigurosamente. A veces se debe
decir "sí", e ir más lejos de lo que se solicita (Mt 5,41), pero también hay que negarse
rotundamente cuando se nos pide renunciar a la luz (Las diez vírgenes: Mt 25, 1 - 13).
En ocasiones, hay que ofrecer la mejilla que no ha Sido golpeada, pero en otras se
debe cuestionar al agresor: "¿Por qué me hieres?". A veces no hay que resistir al mal, pero
también hay circunstancias en que se debe tomar el látigo contra los ladrones que atentan
contra los derechos divinos.
Todo el sistema religioso del pueblo de Israel giraba en torno a este presupuesto: hay
que ser bueno para acercarse a Dios; o por lo menos, hay que purificarse para no ser
fulminados por el fuego de su santidad. Con variedad de signos y parábolas, Jesús ponía el
centro de atracción en otro polo: la salvación ni se compra ni se merece, sino que es un don
del amor de Dios, que invita a su banquete a quienes no ostentan ninguna riqueza ni
privilegio de este mundo (Lc 14,12-14). Cuando un pecador, rechazado por la religión y
condenado por la ley escuchaba este mensaje de salvación gratuita, no podía permanecer
indiferente ante la oferta del perdón de Dios. Por eso, los fariseos estaban celosos de Jesús,
porque todo mundo lo seguía (Jn 12,19).
Cuando Saulo, ferviente fariseo, que cumplía escrupulosamente los 613 preceptos de
la ley, entendió esto, exclamó:
"nada vale mi justicia que viene de las obras, sólo cuenta la justicia que viene de
Dios". Había comprendido la esencia del mensaje de la Buena Noticia: la gratuidad de la
salvación. Lo que antes tenía por ganancia, ahora lo consideraba pérdida y estiércol, en
comparación del conocimiento de la Buena Nueva (Fil 3,4-11).
Jesús derribó de su pedestal a todos cuantos confiaban en sus méritos, cuando narró
la parábola del dueño de la viña que salió desde las seis de la mañana a contratar operarios
para su campo. A las nueve, las doce y las tres volvió a buscar más obreros. A las cuatro de
la tarde lo hizo por última vez. Al caer el sol, llamó a quienes trabajaron sólo una hora y
les dio un denario completo. Los que habían llegado muy temprano se imaginaron que
ganarían mucho más, pero recibieron su paga de acuerdo a su contrato (Mt 20,1-16).
A quienes trabajaron sólo una hora, no les pagó, sino que les compartió de su
abundante generosidad. En cierto sentido no fue justo, porque su misericordia estaba por
encima de su justicia. Ciertamente la parábola guarda una gran dificultad para los que se
sienten con derechos delante de Dios. Pero para quienes reconocen estar en el grupo de los
que carecen de méritos, resulta muy esperanzadora. Todo depende en cuál equipo se
ubique el oyente.
Aunque la puerta del Reino está abierta y no se exige cuota de entrada, el camino es
estrecho y está sembrado de obstáculos que impiden su ingreso:
- Considerarse justo y mejor que los demás: Tal vez la parábola que más sacudió la
institución de Israel, fue la del fariseo y el publicano, que subieron juntos a orar al templo.
El que confiaba en sus buenas obras, ayunos y cumplimiento formal de la ley, no recibió la
justificación. En cambio, quien simplemente reconoció su pecado y se abrió a la
misericordia divina, pudo experimentar el perdón (Lc 18,9-14).
- Confiar en las riquezas: La palabra del maestro de Galilea fue un látigo que fustigó
a los potentados, cuando expresó con toda claridad: es más fácil que pase un camello por el
ojo de una aguja a que un rico se salve (Mc 10,23-27). Las riquezas zanjan un abismo de
indiferencia frente a las necesidades de los pobres (Lc 16,19-31).
- El pecado: Porque esclaviza (Jn 8,34), se opone a la libertad que caracteriza a los
hijos del Reino. Entre los pecados más graves en el tabulador del Evangelio, se encuentran:
no compartir, ignorar al necesitado, la hipocresía y el aprovecharse de las cosas santas en
beneficio personal.
Nuevo Templo
Jesús inició su ministerio al impulso del Espíritu que recibió en el Jordán. Gracias a
su fuerza, podía anunciar el Evangelio a los pobres, liberar a los cautivos y libertar a los
presos. El Espíritu de Dios lo animaba, dándole testimonio de ser Hijo amado del Padre.
La Fuerza de lo Alto, como también lo llamaba, lo capacitaba, no sólo para superar toda
adversidad y oposición, sino para un día dar la prueba máxima del amor: la vida por los
que amaba.
Como el derramamiento del Espíritu sobre toda carne identificaba los tiempos
mesiánicos, Jesús se comprometió a enviar "La Promesa del Padre" a todos cuantos
creyeran en él. Por eso, el día más solemne de la fiesta de las Tiendas, puesto en pie en la
explanada del templo, gritó: "Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí".
Esto lo decía refiriéndose al Espíritu Santo que debían recibir los que creyeran en él (Jn
7,37-39).
El Mesías, ungido con este Espíritu, era capaz de compartirlo, para participar la vida
en abundancia que había venido a traer. El Espíritu de la verdad recordaría todas sus
palabras y sería la fuente de la Nueva Vida de los hijos de Dios. Por otro lado, el que no
naciera del agua y Espíritu, no podría entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5).
Jesús se comprometió solemnemente a bautizar en Espíritu, a quienes creyeran en él
como Salvador y Señor, porque la nueva vida sólo se posibilita gracias al Espíritu de Dios,
que es quien vivifica. El Espíritu construye el Reino de justicia, gozo y paz (Rom 14,17).
Pascua
El itinerario de Jesús tenía como meta subir a Jerusalén. En la ciudad de David, junto
con los suyos, habría de comer aquella pascua tan ardientemente esperada. Tan importante
y significativo era este momento, que lo llamó "la hora" de su glorificación, y lo anunció
en repetidas ocasiones a los suyos.
Llegada la noche en que habría de ser entregado, habiendo amado a los suyos que
estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Tomó pan en sus manos y, después de dar
gracias, lo partió y dijo: Este es mi cuerpo para la salvación de los hombres. Luego tomó el
cáliz de la Nueva Alianza y entregó su sangre como rescate de la humanidad.
la prueba máxima del amor, dar la vida por sus amigos. En la cruz, Jesús vivió todo lo que
había predicado y al mismo tiempo sintetizó íntegramente su mensaje en siete frases.
Pero al tercer día, como lo había anunciado, resucitó de entre los muertos y está vivo
para nunca más morir. Se convierte así en signo de esperanza para todos, especialmente del
pobre y necesitado. Vence la muerte y es constituido Señor, lleno de todo poder en el cielo
y en la tierra. Con toda autoridad, envía a los suyos a anunciar su muerte y proclamar su
resurrección, anunciando la Buena Nueva hasta los confines del mundo.
Con la Pascua de Jesús, su muerte y resurrección, el Reino queda ya inaugurado. Han
comenzado los últimos tiempos, la era de la gracia y la verdad (Jn 1,17).
Formación de un pueblo
Conclusión
El Reino supera con mucho toda expectativa y sueño de los hombres. Es el más
invaluable de los tesoros; ante el cual, palidecen los demás valores. Es el hallazgo de la
Perla Preciosa, por la que se venden las otras perlas, pues se ha encontrado el valor
supremo de la vida (Mt 13,44-45). Quien ha encontrado el Reino, ha encontrado el sentido
de su existencia. Todo lo demás se considera simple añadidura (Mt 6,33).
Donde Jesús vive todo lo que había predicado y sintetiza toda su predicación.
Evaluación
Si con una sola frase nos atreviéramos a sintetizar la misión central de Jesús, sería:
ser portador y actor de la salvación de todo el hombre y de todos los hombres. Su nombre,
Yeshuá, resume su misión: Dios salva. Por otro lado, él mismo lo confirma cuando afirma:
la salvación viene de los judíos: Jn 4,22.
I- Programa de trabajo
Dios quiere tanto la salvación de todos los hombres, como la salvación integra de
todo el hombre, que incluye otros dos aspectos que son complementarios.
El pecado, ruptura con DIOS, división entre los hombres y desarmonía en el interior
de cada uno, es la causa de todos los males en este mundo. Por eso la salvación, ofrecida
por Dios a través de Jesús, va directamente a la raíz del problema: nos libera del pecado.
Estamos en paz con Dios por nuestro Señor Jesucristo: Rom 5,1.
El efecto principal de la muerte y resurrección de Jesús es "reconciliar": hacer las
paces después de la guerra del hombre con Dios, y volverlo a la intimidad con el Creador.
Estando muertos por nuestros delitos y pecados; alejados sin esperanza, sin Dios (Ef 2,12),
hemos sido reconciliados en el Hijo y ya estamos en paz con Dios (Ef 2,14-18; Rom 5,1).
Si por la desobediencia del primer Adán nos separamos de Dios, con mayor razón, por la
obediencia del nuevo Adán hemos vuelto a la unión y comunión con El (Rom 5,12-21). Ya
fuimos reconciliados en Cristo Jesús quien, siendo una sola persona, es verdadero Dios y
verdadero hombre. En él está unida para siempre la humanidad con la divinidad.
El pecado ya no dominará sobre ustedes, porque ya no están bajo la Ley sino bajo la
gracia: Rom 6,14.
Jesús no sólo borra y quita los pecados (en plural), sino que nos libera de la
esclavitud de todo pecado. Es decir, nos capacita para vencer el pecado en nosotros, para
que la maldad no señoree más en nuestras vidas y ya no sirvamos a la carne y sus malos
deseos que nos llevan a la muerte, sino que obedezcamos a Dios por la ley del Espíritu que
ha sido grabada en el interior de nuestro corazón. Para ser libres nos libertó Cristo: Gal 5,1.
Así como los hebreos, habiendo sido liberados del yugo del faraón, fueron adquiridos
como posesión divina, así también el nuevo Israel, libre de pecado, es propiedad de Dios,
gracias al alto precio de la sangre de Cristo (1 Cor 6,20; 7,23).
Para Dios ser justo y justificador del que cree en Jesús: Rom 3,26.
El hombre, siendo pecador, no se puede justificar ni por buenas obras ni por justicia
propia (Ef 2,8-9). Sólo Dios Justo es capaz de justificar. Lajusticia de Dios no es una
justicia vengativa que castiga, sino una justicia salvífica, a través de la cual Dios muestra
su fidelidad y su amor. Cuando Dios hizo la promesa de salvación, quedó comprometido.
De no cumplir, Dios sería injusto con el hombre y consigo mismo. Por tanto, la justicia de
Dios es la fidelidad divina a Sí mismo y a los hombres.
Todos son justificados por el don de su gracia... para mostrar su justicia...
en orden a mostrar su justicia en el tiempo presente para ser El justo y ¡Justificador
del que cree en Jesús: Rom 3,24-26.
Herencia
Pero Jesús no sólo nos liberó del pecado. También venció la causa y quitó las
consecuencias:
Jesús es la vida (Jn 14,6). Por tanto, quien tiene al Hijo tiene la vida: 1Jn 5,12, y no
le falta nada. Él es lo único realmente necesario en esta vida, porque quien lo ve o se
encuentra con él, ve y se encuentra con Dios: Jn 14,8-10.
La nueva vida no es saber muchas cosas, como Nicodemo, sino un nuevo nacimiento
que viene de arriba y que consiste en comenzar a vivir las primicias del Reino desde ahora.
Esta vida se manifiesta en todos los ámbitos de la realidad humana: dimensión política,
económica, cultural y religiosa. Es la implantación del Reino de Dios en este mundo a
través de la justicia, la libertad y la paz, en un desarrollo integral de la persona y la
sociedad.
LA SALVACION IMPLICA:
LIBERACION DEL PECADO
Y COMUNION CON DIOS
Y CON LOS HERMANOS
Evaluación
1- Explicar la misión de Jesús, partiendo de Lc 4,18-19.
2- -¿En qué consiste la liberación del pecado?
3- ¿En qué consiste ia Nueva Vida?
En verdad te digo: El que no nazca de lo alto, no puede ver el Reino de Dios: Jn 3,3.
Es tan definitivo que si no se nace de nuevo, del agua y del Espíritu, no se puede ver
el Reino de Dios. Se trata, por tanto, de una obra de Dios, pero que exige nuestra libre
cooperación. Implica también mantenerse alertas y vigilantes, con la lámpara encendida, y
trabajar los talentos que fueron entregados.
Los sinópticos ofrecen tres facetas es este nacer de nuevo:
- Arrepentirse y creer
- Hacerse pobre
Jesús usó una metodología eficaz para proclamar el Reino. Esta pedagogía es la base
para todo trabajo pastoral de sus seguidores, pues Dios no ha cambiado su método de
proclamación de la Buena Nueva de salvación.
sus preferidos son siempre los desposeídos, los marginados y los que no tienen ningún
derecho social ni religioso.
Con palabras: Una palabra sin igual que no admite parangón ninguno, que hacía
exclamar a sus oyentes: Nadie ha hablado como este hombre: Jn 7,46.
Con hechos: Jesús no sólo predicó con palabras, sino también mediante signos
proféticos. Cada acción de su vida estaba preñada de buena noticia. Por ejemplo, el perdón
de los pecados, el lavatorio de los pies y, de manera especial, su Pascua.
Con autoridad
Maestro itinerante
Jesús recorría toda Galilea... proclamando la Buena Nueva del Reino: Mt 4,23.
Jesús no tenía un lugar fijo de predicación, sino que iba por todas las regiones y
comarcas. Él tomaba la iniciativa, y como buen pastor, buscaba las ovejas perdidas:
entraba a la casa de Zaqueo, iba al encuentro de los pecadores. Incluso, traspasó los límites
de la tierra santa y entró en Samaría (Lc 17,11) y llegó hasta Tiro y Sidón (Mc 7,24.31).
Jesús recorría toda Galilea… sanando toda enfermedad y toda dolencia del pueblo:
Mt 4,23.
Otro elemento de la metodología de Jesús eran sus milagros y curaciones, a las que
San Juan llama señales, porque estaban llenas de simbolismo. No eran elementos
accidentales ni simplemente para convocar multitudes, sino que eran parte integral de su
pastoral salvífica. Entre ellos sobresale la liberación de endemoniados, por ser un signo
eminentemente mesiánico.
Pero si por el Espíritu de Dios expulso los demonios, es que ha llegado a ustedes el
Reino de Dios: Mt 12,28.
Cuando Pedro resume la acción de Jesús, afirma: Pasó haciendo el bien y sanando
a todos los oprimidos por el Diablo: Hech 10,38.
Jesús enseñaba de manera sencilla para que todo mundo le pudiera entender. Usaba
imágenes de la vida diaria, la naturaleza y situaciones humanas normales. Se refería tanto a
animales como a los aspectos rurales y urbanos de la vida. A veces exageraba los
extremos, para llamar la atención o acentuar la importancia: la viga en el ojo, la piedra de
molino en el cuello, la deuda de diez mil talentos y tragarse un camello.
Por otro lado, recurrió frecuentemente a los textos de la Escritura. Hizo referencia
por lo menos a doce personajes del Antiguo Testamento. Citó la ley y los profetas, pero sus
libros preferidos eran los Salmos de su antepasado David y el de Isaías, el profeta
mesiánico.
San Mateo, que escribe para judíos, ha recalcado constantemente cómo viene a dar
cumplimiento a las promesas hechas a los Patriarcas y anunciadas por los profetas.
Jesús nunca trabajó solo. De manera especial, el evangelio de Marcos nos presenta la
indisoluble unidad del Maestro con sus discípulos. Jesús formó una comunidad, y envió a
los suyos como el Padre lo había enviado a él. La obra del Bautista acabó con su muerte,
porque sólo formó discípulos y no apóstoles que a su vez formaran a otros. Jesús sí lo hizo.
Por eso su obra continuará hasta el fin de los tiempos.
¿Pero, qué era lo que se presentaba de este personaje? ¿Qué se decía de él? Lo
fundamental se encuentra maravillosamente resumido en los seis "discursos kerygmáticos,"
que son la síntesis de la predicación primitiva: Hech 2,14-39; 3,12-26; 4,9-12; 5,29-32;
10,34-43; 13,16-41.
Se llaman "kerygmáticos" por ser discursos de proclamación, de anuncio de la Buena
Nueva de la salvación. Los cinco primeros fueron pronunciados por Pedro y el último por
Pablo.
Se han agregado dos textos fundamentales:
muertos 10 10
Hech 4,
30
Hech 5,
con él
Dios le resucitó de entre los Pidieron a Pilato que le hiciera De la descendencia de David,
muertos para nunca más volver a la morir 28 Dios ha suscitado a
41
51
FORMACIÓN PARA EVANGELIZADORES
JESUS
Por principio, no se le identifica por sus grandes títulos, sino simplemente por su
nombre propio:
Yeshúa que significa: "Yahvéh salva". Jesús es la Buena Nueva, que hace presente
el Reinado de Dios. En él se identifican la salvación y el salvador: Jn 4,22; Hech 4,2; 1 Tm
2, 5; Lc 2, 11.
Hombre: Es un personaje que pertenece cien por ciento a la raza humana. No se
proclamaba a Jesús como Dios sino primeramente como un hombre igual a los otros: Heb
4,15. Simplemente se afirma que Dios estaba con él: Hech l0, 38.
De Nazaret o Nazareno: Enmarcado en la geografía. De Galilea de los gentiles: Mt
4,12-16. Pertenece al pueblo elegido: Is 8,23-9,6.
De la descendencia de David: Enmarcado también en la historia, la historia de Israel
y en la familia de David (pastor y rey). Es el descendiente: 2Sam 7,11; Is 7,14; 9,5; 11,1;
Mq 5,3; etc., que instaurará el Reino de Israel: Hech 1,6.
Ungido con el Espíritu Santo: La característica más importante de Jesús de la cual
todos los evangelistas dan testimonio es que Dios lo ha ungido con Espíritu Santo: Lc 4,
18; Mc 1,9-11; Mt 3,13-17; Jn 1.32-34.
Profeta: No era un teólogo ni un maestro profesional, sino un carismático inspirado
por Dios: Mc 6,15; Mt 21,11; Lc 7,16; Jn4, 19.
Poderoso en obras y palabras: Síntesis de su ministerio donde se unen la acción
poderosa y la palabra eficaz. Luego se explícita más: hizo él bien, curó y liberó. Los
milagros, prodigios y señales no eran adornos accidentales ni sólo pruebas de la veracidad
de su doctrina, Sino la salvación integral realizándose. El evangelio de Mateo resume las
palabras de Jesús cómo el de Marcos los milagros.
MURIÓ
RESUCITADO
Jesús no resucitó sino que fue resucitado por el Dios de nuestros padres. Pablo usa la
forma verbal que es un tiempo perfecto de voz pasiva: 1 Cor 15,3-4.
Al tercer día: no Significa setenta y dos horas sino simplemente un corto lapso de
tiempo.
Se apareció a los testigos: Las apariciones son manifestaciones y experiencias para
quienes son testigos. Entre todos ellos destaca Simón o Cefas.
Jesús resucitado es:
- El Viviente: participio presente del verbo "vivir". Jesús está vivo hoy.
- Vivificante: participio presente del verbo "vivificar". Jesús resucitado es fuente de
vida y de fe: 1 Cor 15, 45;2 Cor 4,14 .
¡...para bendición!
Jesús fue resucitado en primer lugar para nosotros, capacitándonos con su poder para
apartarnos de nuestras iniquidades: Hech 3,26.
GLORIFICADO
Jesús, muerto y resucitado, fue exaltado y glorificado por el Dios de Abraham, Isaac
y de Jacob. Se continúa la línea salvífica del Antiguo Testamento.
A su diestra o por la diestra de Dios: Por el poder infinito de Dios recibe un puesto
de honor y los títulos más gloriosos:
- Salvador: El que nos libra de toda Opresión, especialmente del pecado, su causa y
sus consecuencias: Mt 1,21; Lc 2, 11; Jn 4,42.
- Señor: El nombre que ésta sobre todo nombre. Él es el Dueño y Administrador
regio de todo cuanto existe en el cielo y tierra: Flp 2,11; Mt 28,18.
- Mesías: El ungido con Espíritu Santo: Is 11,1; 42,1; 61,1 ¡queda Espíritu Santo: Jn
1,33; 7,39; 16,7.
CONCLUSION
El Evangelio no es algo, sino alguien: Jesús, cuya acción salvífica llega hasta
nosotros. Sólo se presenta y se proclama a una persona con una sola conclusión teológica:
por nosotros y para nosotros. San Pablo, lo resume así:
Jesús Señor nuestro, fue entregado por nuestros pecados, y fue resucitado para
nuestra justificación: Rom 4,24-25.
TESTIGOS.
Ahora bien, todos los discursos kerygmáticos terminan invariablemente diciendo que
los Apóstoles son testigos, no reporteros, de lo que están narrando. Ellos han
experimentado los frutos de la muerte y la resurrección de Jesús, y es por eso que no
pueden dejar de hablar de lo que han visto y oído.
Jesús muere en la cruz para sustituirnos en la muerte que merecíamos, para pagar el
salario del pecado.
- Resucitó para bendición: Hech 3,26.
Resucita para comunicarnos su vida de Hijo de Dios que nos permite ser herederos
de todas las bendiciones.
- Glorificado para conversión y perdón: Hech 5,31.
KERYGMA APOSTOLICO:
JESUS
con sus tres hechos salvíficos:
MUERTE, RESURRECCION Y GLORIFICACION
y sus tres títulos:
SALVADOR, SEÑOR Y MESIAS
en favor nuestro
fuera efectiva en diferentes lugares? ¿Cómo cruzar el túnel del tiempo para hacer presentes
los efectos de la muerte y la resurrección de Jesucristo y que su sangre preciosa perdonara
a personas de diferentes latitudes?
Cuando los apóstoles predicaban, tenían un objetivo invariable: que el Espíritu Santo
hiciera presente y eficaz en todo tiempo y lugar la salvación realizada por Cristo Jesús,
formando la comunidad de redimidos.
El culmen del proceso evangelizador es la recepción del Espíritu, para hacer presente
y eficaz la salvación de Jesucristo.
El Espíritu Santo otorga las primicias de la salvación definitiva que culmina en la
otra vida. Por eso, el derramamiento del Espíritu era una de las principales características
de los tiempos mesiánicos. Tan abundante sería, que tanto Juan Bautista como Jesús la
nombraron como "bautismo en el Espíritu" (Lc 3,16).
El Espíritu es quien revela la verdad completa sobre el plan de salvación y da
testimonio de Jesús como el único Salvador. No solamente está con nosotros, sino en
nosotros para hacer presente a Jesús y su salvación en todos los tiempos y lugares.
Es el Espíritu Santo quien abre los corazones para que se crea en la Palabra de
salvación, y él mismo es quien capacita para confesar a Jesús como el único Salvador y
Señor. El hombre puede tener todas las buenas intenciones para transformar su vida, pero
sin el poder del Espíritu Santo es imposible. El ser humano puede comprometer todo su
esfuerzo y buena voluntad para mejorar, pero ningún sistema, terapia, programa o
institución es capaz de transformar su corazón. Podría cambiar exterior- mente la conducta,
pero no los apetitos, deseos y motivaciones. Necesita el poder del Espíritu Santo que le
otorga nueva vida y lo hace nacer de nuevo para capacitarlo para lo que él no puede por sí
solo. En una palabra, su presencia y su actividad no son optativas sino absolutamente
necesarias.
EL ESPIRITU SANTO
hace presente y efectiva
LA SALVACION
Para permanecer con Jesús es necesario formar la comunidad cristiana. Por eso,
quienes recibieron el don del Espíritu en Pentecostés, perseveraban en la comunidad. Por
tanto, es imperativo permanecer con Jesús en su comunidad, viviendo el amor de Dios que
ha sido derramado por el Espíritu Santo que nos ha sido dado, creciendo en la nueva vida a
través de cuatro medios de crecimiento señalados en Hech 2,42-44:
mesa, y se comparte con el hermano, especialmente con el más necesitado. Jesús está tan
presente en cada persona, que cualquier asistencia o indiferencia frente a las necesidades
del hermano, se consideran hechos al mismo Jesús (Mt 25,31-46).
EL OBJETIVO DE LA PROCLAMACION
KERYGMATICA ES RECIBIR EL DON DEL
ESPIRITU SANTO, QUE HACE PRESENTE A
JESUS Y EFICAZ SU ACCION SALVIFICA
LA SALVACION
necesita un puente de dos carriles:
FE Y CONVERSION
Fe
La salvación ya está realizada plenamente por el sacrificio de una vez para siempre
de Cristo en la cruz. Jesús ya nos salvó, pero ¿cómo entrar en comunión con él para hacer
nuestra la obra salvífica? Primeramente por la fe, a través de la cual nos apropiamos lo que
nos corresponde por don de Dios: los méritos de la muerte y la resurrección de Cristo
Jesús. En él somos herederos de todas las bendiciones celestiales y salimos más que
vencedores en toda prueba y tribulación. La fe, pues, nos conecta directamente con la
fuente de gracia y nos permite tener acceso a la presencia divina, libres de todo temor al
castigo, porque ya nuestros pecados fueron perdonados y estamos en paz con Dios.
No nos salvamos por nuestra propia capacidad, sino mediante la fe. San Pablo es tan
enfático como intransigente en este campo, afirmando que no es el cumplimiento de la ley
ni las obras buenas lo que nos salva, sino la fe.
Por eso, Pedro y Pablo terminan con una invitación a creer para apropiarse todos los
frutos de la redención:
En concreto, la fe nos lleva a creer que ya fuimos perdonados y a vivir como tales,
sin ninguna condenación, porque ya nuestra cuenta fue saldada y estamos en paz con Dios.
Ya no somos esclavos del pecado ni siervos de Satanás, sino plenamente libres de toda
prisión y atadura. Experimentamos las primicias del Reino en nuestras relaciones con Dios,
con los demás, con la creación y con nosotros mismos, instaurando el cielo nuevo y la
tierra nueva.
a- Creer
Creer no se limita a creer en Dios, sino que significa creerle a Dios, lo cual es muy
distinto. Creer en Dios no tiene ningún mérito, pues hasta Satanás cree en El. Creerle a
Dios, implica la entrega total y sin condiciones. No es creer en algo sino en Alguien. La fe
no se reduce a un asentimiento intelectual sino que es un modo de relacionarnos con Dios.
En definitiva es aceptar su plan de salvación.
b- Confiar
Se trata de un abandono incondicional en las manos de Dios, Padre amoroso y
todopoderoso. No dependemos de nuestras culpas o buenas acciones, sino de los méritos
de Cristo Jesús en la cruz. Es la seguridad que Dios va actuar de acuerdo a sus promesas, y
por tanto nos libera de todo temor porque sabemos en quién hemos depositado nuestra
confianza.
c- Depender
La fe incluye obedecer a Dios o no es fe. La fe que salva hace que nos sometamos,
no por legalismo, ni por temor u obligación a Dios, sino por ser el Padre que nos ama y
quiere lo mejor para nosotros. En fin, la fe nos lleva a vivir de acuerdo a lo que creemos,
so pena de ser reducida a ideología, teoría o sentimiento.
Hay cristianos que están cerca de Dios, a veces muy cerca, como el ladrón del lado
izquierdo de la cruz, pero no le han dado la cara oculta, donde está la tiniebla del pecado o
alguna actitud antievangélica. Al volverse a Dios, todo cambia; o mejor dicho, cambiamos
nosotros. El cambio de moral no es condición para la salvación, sino consecuencia de
habernos vuelto a Dios.
El otro carril del puente que nos conecta con la salvación, es la conversión, la cual es
expresión necesaria de la fe. Fe sin conversión sería como fuego que no quema o luz que
no ilumina. Sería una fe muerta e ineficaz.
LA CONVERSION:
VIDA DE JESUS
X
NUESTRA VIDA
Es darle la espalda al pecado, pero sobre todo es darle la cara a Dios; o mejor dicho,
entregarle el corazón.
Otro aspecto de la conversión es el siguiente: vivir como hijos. Algunas personas han
centrado su cristianismo en estar alejados del pecado, pero no tienen la alegría de vivir en
fiesta, aun en medio de las adversidades de la vida.
Cuando se habla de la conversión de San Pablo no se refiere a que haya dejado su
vida de pecado, pues sabemos que era un ferviente fariseo y fiel cumplidor de los 613
mandatos de la ley judía. Saulo de Tarso se convirtió de justo a hijo. A raíz de su encuentro
personal con Jesús en el camino de Damasco, comenzó a vivir no tanto como justo, sino
como hijo de Dios.
Todos necesitamos de la conversión. De una nueva conversión. Por esta razón todos
los discursos kerygmáticos, después de presentar a Jesús muerto, resucitado y glorificado,
siempre culminan haciendo un llamado al corazón del hombre para que responda mediante
la fe y el arrepentimiento: Hech 2,37-38; 3,19; 5,31; 10,43; 13,38-39; Cf: Lc 24,46-48.
Aspecto personal
Aspecto comunitario
Aspecto social
Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común: Hech 2,44.
El evangelizado, como la comunidad no están cerrados, sino que prestan un servicio
al mundo. Su conversión es expansiva en orden a instaurar la civilización del amor. El
Evangelio transforma las estructuras sometidas bajo el poder del pecado: injusticias,
guerras, sistemas represivos que no valoran a la persona o instrumentalizan al hombre. El
Evangelio impregna las dimensiones política, económica, cultural y ecológica de los que
creen.
La fe involucra a todo el hombre, y no sólo a una parte de su ser. Por tanto, debe
manifestarse en el exterior, cuanto haya profundizado en el corazón del creyente. Si la
conversión no se expresa de alguna forma, habría que dudar si es real. Por eso San Pablo
declara que para alcanzar la salvación se necesita no sólo creer con el corazón, sino
también declararlo con la boca:
Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y que Dios le resucitó de entre los
muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia y con la boca
se confiesa para conseguir la salvación: Rom 1 0,9-1 0.
Cuando San Pablo se refiere a corazón y boca, está hablando tanto de lo más íntimo
como de lo más externo del hombre. Es decir, la fe debe ser tan profunda como manifiesta.
Por tanto, hay que expresar con hechos y palabras lo que creemos y esperamos. Así pues
en el proceso de la evangelización kerygmática es absolutamente necesario un momento
expreso para que el evangelizado tenga la oportunidad de manifestar su fe y conversión,
confesando a Jesús como el único Salvador y el Señor de toda la vida.
Hay quienes tomando fundamentalista mente este texto piensan que es algo
automático: quien un día crea y una vez confiese que Jesús resucitó y es Señor, ya tiene
asegurado un lugar eterno en el paraíso. Pero también hay quienes precisamente por
reacción a la exageración anterior, no le dan ninguna importancia a la profesión pública de
la fe.
Creemos que lo correcto radica en entender la mentalidad de San Pablo. Lo que se
cree interiormente debe tener una expresión pública que nos comprometa a ser fieles al
Evangelio, ante los testigos ante los cuales declaramos nuestra adhesión total a Jesucristo.
Ciertamente no es cuestión de un acto aislado que automatiza la Salvación, sino de
una actitud de fe, ya que quien persevere hasta el fin ese se salvará (Mt 10,22). No se trata
de hacer un acto ocasional de fe, sino vivir la fe. El justo vivirá por la fe: Rom 1,17. La fe
es el medio por el cual Dios comparte su vida divina con el hombre.
En el ministerio de Jesús encontramos frecuentemente diversos tipos de
manifestaciones de fe que desatan el poder salvífico:
No hay otro nombre dado a los hombres por el cual podamos ser salvados: Hech 4,12.
Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo
resucitó de entre los muertos, serás salvo: Rom 10,9.
1- Contenido
- El acumulador o batería: Jesús, fuente de energía. Con tres hechos salvíficos y sus
tres títulos.
2- Objetivo
- Foco o bombilla apagada: El hombre pecador.
- Foco encendido: Hombre salvado por Jesús.
- Luz: La vida nueva expulsa las tinieblas. Nos libera del pecado.
- Sello: El don del Espíritu para los creyentes.
- La cruz: La comunidad, cuerpo de Cristo, que está marcada por la Pascua (muerte y
resurrección de Jesús).
3- Medio
- Cables: A través de ellos llega la energía al foco (bombilla):
- La fe que hace presente a Dios en el hombre.
- La conversión que nos hace volvernos a Dios.
Los Apóstoles siguieron la metodología delineada por Jesús, adaptándose a cada una
de las circunstancias.
Tienen conciencia de ser enviados, No predican por cuenta propia ni por obedecer a
hombre alguno, sino a Dios mismo: Hech 5,29.
Un elemento que aparece sobre todo en las cartas paulinas, es su gran amor a los
evangelizados. No es posible hacer el bien a quien no se ama. Evangelizar es hacer
presente el amor de Dios a la comunidad, pero no de manera teórica o como propaganda,
sino entregando la propia alma por amor a los evangelizados (1Tes 2,8).
Unidad
La unidad es la faceta externa del amor que caracteriza a los verdaderos discípulos de
Jesús. Por eso el gran signo y hasta condición para que la evangelización tenga fruto, es la
unidad de los evangelizadores (Jn 17,21).
En esto reconocerán que son mis discípulos: si se aman los unos a los otros: Jn 13,35.
conclusion
El kerigma de los apostoles es la continuacion del anuncio de Jesus, solo que a la luz
del Espiritu Santo, el centro del mensaje es Jesus mismo. Su objetivo es recibir el don del
Espiritu para parcipar de la nueva vida traida por Jesus; pero la hacemos nuestra mediante
un encuentro personal con Jesus, a traves de la fe y la conversión.
El kerygma no está aislado, sino integrado dentro del plan salvífico. Es el núcleo que
corona toda la historia de la salvación. Por tanto, hemos de conocer su interrelación, para
presentarlo dentro de este proceso y no como un aerolito sin relación con el pasado ni con
el futuro. De esta forma se nos facilitará ubicarlo, para vivirlo y trasmitirlo.
Dios quiere que todos los hombres se salven, es decir, que participen de la vida
abundante. Para ello diseñó la economía de la salvación, con diferentes pasos
sucesivos en la historia. La esencia de este plan es una Buena Noticia, que Pablo llama el
Evangelio de la salvación. Dios es amor y nos creó a su imagen y semejanza,
destinándonos a la comunión con El, con los demás y en armonía con nosotros mismos y la
creación. Toda la obra di vina fue muy bien hecha.
1TÍm 2,4
Jn 10,10 Ef 1,13 Gn 1, 27
Hech 8,35 1Jn 4, 8 Gn 1, 31
Pero, por el engaño del padre de la mentira, entró la cizaña del pecado. El delito de
uno solo atrajo la condenación sobre todos los hombres.
El hombre prefirió sus propios medios para eternizar su felicidad y perdió la unión
con Dios, acusó a su mujer, y la creación misma se rebeló contra él.
A causa del pecado, nos alejamos de Dios y se abrió un abismo de separación
por no confiar en el plan divino y preferir el nuestro. Por tanto, fuimos expulsados del
paraíso, que significa el estado de armonía, comunión y felicidad.
El Prontoevangelio
El acusador
Mientras tanto, Satanás continuamente nos acusaba de nuestro pecado. De mil
formas nos mostraba, con fracasos y desilusiones, que no teníamos remedio, y que por
tanto estábamos condenados al sinsentido de la existencia, pues habíamos perdido la
brújula de la felicidad y nos habíamos extraviado del camino de la verdad.
Sin embargo, no le bastó acusarnos en nuestra conciencia, creando un complejo de
culpa, sino que de día y de noche estaba con su queja delante del trono de Dios. De
acuerdo a la ley, que afirma que el salario del pecado es la muerte, exigió que se aplicara
todo el rigor de la ley contra los culpables.
Nuestro caso estaba perdido, pues nos habíamos enemistado precisamente con el
único que tenía la capacidad de rescatarno.
Ap 13,7 Ap 12,10
El Abogado
Dios, como justo juez que se apega a la ley, tenía que condenar a la humanidad
eternamente. Sin embargo, para que el hombre fuera juzgado de acuerdo a la misma ley,
necesitaba ser defendido por un abogado.
Tanto amó Dios al mundo, que propuso esta difícil tarea a su Hijo único, el cual, por
amor al hombre, aceptó la defensa de un caso insalvable, respondiendo: heme aquí, que
vengo para hacer tu voluntad.
Llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido bajo la ley, no para
condenar a nadie, sino para que el mundo se salve por él.
Para tomar entre sus manos nuestra defensa, siendo de condición divina, no retuvo
ávidamente el ser igual a Dios, sino que asumió nuestra carne sarx para poder comprender
la debilidad del ser humano y tener misericordia de todos los caídos.
El juicio
Así pues, hace dos mil años se realizó el juicio de este mundo:
Dios, cual justo juez, debe dictar sentencia valorando los hechos presentados por el
acusador y los argumentos de la defensa. Su juicio ha de ser imparcial, sin favoritismos y
con apego a la ley.
Todos son pecadores, por lo cual demando la que se aplique todo el peso de la ley
condena de muerte para todos, porque no hay un justo siquiera. No hay quien pueda pagar
la deuda contraída por el pecado.
Ante estos cargos, el abogado preguntó: ¿No hay un solo justo que pueda salvarlos?
El acusador respondió con violencia: No hay ni un justo capaz de morir por los
injustos... Luego añadió, con sonrisa de satisfacción: La única solución es la muerte eterna
de todos...
Juez: Hijo, te amo tanto como para permitir tu muerte, pero al mismo tiempo los amo
a cada uno de ellos. Por mi parte, no hay problema, pero ¿el hombre estará de acuerdo en
que tú lo suplas? ¿Te dejarán morir en vez de ellos? ¿Creerán realmente que tú pagas la
cuenta que ellos adeudan?
Jn 12,31a Rm 3,23
Rm 3,10-18 Rm 3.10
Rm 3,23 Mc 16 ,16
El abogado, por su parte, en vez de cobrarnos, pagó la cuenta que nosotros teníamos
pendiente, muriendo por nosotros en la cruz. Gracias a su sangre preciosa somos
perdonados de todos nuestros pecados.
Hay quienes mueren por su patria o entregan su vida por una causa. Mas para la
salvación de la humanidad, nadie podía entregar su vida por otro, ya que todos éramos
pecadores. Sería como si un miembro de una pandilla que roba y asesina, es encarcelado y
sentenciado por el tribunal. Días antes de su ejecución, su compañero se presenta a la
policía para interceder por él: Yo vengo a entregarme para que dejen libre a mi compañero.
Obviamente la policía, en vez de liberar al otro bandido, lo condena también a él por sus
crímenes.
Aquí radica el mérito de la entrega voluntaria de Cristo Jesús: El, siendo santo,
inocente e incontaminado, y no teniendo culpa personal qué pagar, murió por los impíos
para ser nuestro justificador.
Para que, libres de temor, volviéramos a la casa del Padre que nos espera con una
fiesta, porque hay más alegría por un pecador que se Convierte, que por cien justos que no
tienen necesidad de penitencia.
Quien reconozca sus pecados y los confíe a la defensa de Jesús, fiel y justo es El,
para perdonarlo y purificarlo.
Col 2,14 Rm 3,26 Lc 15,7
2 Co 3,6 Lc 1,74 1 Jn 1,9
Hb 7,26 Lc 15,18
1 Pe 3,18 Lc 15,23
Y no sólo eso. Su obra salvífica va más a fondo: Aniquila la ponzoña del pecado
mismo, para que ya no señoree sobre nosotros. Con su entrega de amor vence el egoísmo.
Muriendo pobre y desnudo, derrota la ambición de tener. Perdonando a sus enemigos
destruye el rencor.
Por su sangre sin tacha que significa la entrega en holocausto de amor y fidelidad,
ingresó al Santuario de Dios y nos adquirió el derecho de llegar hasta la misma presencia
divina, sin necesidad de pasar por recepcionista; como el niño que entra con plena
seguridad a la oficina del papá, sin pedir cita ni anunciarse previamente. Por este nuevo
camino de Cristo Jesús, no por el nuestro, podemos acercarnos a la presencia de Dios, pues
se derriban los muros que nos separan.
A las tres de la tarde del Viernes Santo sucedieron cuatro acontecimientos que
explican el valor Salvífico de la muerte de Jesús:
- El velo del templo se rasgó en dos: Fin del culto y la legislación mosaica, que han
sido sustituidos por una nueva ley y un nuevo santuario. Por otro lado, simboliza que ya
tenemos libre acceso a Dios.
- Muertos que resucitan: La muerte de Jesús produce vida a todos los hombres. La
vida de Dios se ha manifestado en este mundo.
El crucificado ha resucitado
El condenado a muerte está vivo, como primogénito de entre los muertos, para
garantizar la victoria sobre la muerte, el pecado y la ley. El que entregó su vida por
nosotros, al resucitar entrega su vida a nosotros. Así pues, en él fuimos resucitados. Como
nuevo Adán, es fuente de vida. La total justificación que no se obtiene por la ley, la obtiene
por él todo el que cree.
Al morir en la cruz parecía que Satanás había salido con la victoria; pero al tercer
día, el acusador es vencido, condenado y su reino destruido, mientras que a nosotros se nos
da la capacidad de llegar a ser hijos de Dios. Por tanto, ya no tenemos ningún miedo,
porque nuestro enemigo ha sido vencido completamente, gracias a la entrega voluntaria del
cuerpo de Jesús.
Mc 16.6 1Co 15,45 Rm 8, 15
Lc 24,5 Hch 13,38-39 1Co 15,55
1Co 15,20 Lc 24, 21 Hb 10,10
Rm 8.2 Jn 12,31
Rm 8,11 Jn 1,12
Glorificado
Exaltado a la diestra del trono de Dios, recibe todo poder en la tierra, los cielos y los
abismos. El mismo Satanás, vencido, dobla sus rodillas ante el nombre de Jesús y se
convierte en basal lo del Rey victorioso.
Y si en Jesús hemos muerto al pecado, participamos de su vida sentados en los cielos
a la derecha del poder de Dios. Es decir, compartimos ya las primicias del Reino
definitivo, ¡... y todavía no se manifiesta sino un destello de lo que seremos después...!
Nos da la capacidad de cumplir la voluntad de Dios para lo que antes estábamos
incapacitados. Por nosotros mismos no podíamos cambiar de vida, pero gracias al poder de
la resurrección de Jesús, todo es posible para el que cree. Al resucitar ha vencido a la
muerte, y nos ha resucitado con él para ser más que vencedores de todo lo que sea muerte:
pecado, envidia, tristeza, egoísmos, lujuria, etc. Por su resurrección, existe la posibilidad
real de apartarnos de las iniquidades. Por su glorificación es posible la conversión: vivir la
comunión con Dios y el amor a los hermanos.
Al terminar Jesús su carrera en este mundo, fue honrado por su Padre con los títulos
más gloriosos, mismos que no son como medallas con decorativas, sino en favor de todos
nosotros. He aquí los más importantes:
Salvador
Señor
Tiene todo el poder en el cielo y en la tierra y señorea sobre nuestra vida, no para
tiranizarnos, sino para hacernos libres y participarnos su victoria.
Mesías
Jesús es el Mesías = Cristo lleno de Espíritu Santo, que lo recibe de manera especial
en su glorificación y que lo comparte con los suyos el día de Pentecostés.
No bastaba que nuestra deuda fuera condonada. Necesitábamos una fuerza nueva
para no volvernos a endeudar. La fuerza para no caer otra vez bajo el engaño de Satanás ni
bajo la esclavitud del pecado se llama "Poder de lo alto", el amor del Espíritu Santo que ha
sido derramado en nuestros corazones.
Precisamente por eso Jesús afirmó la víspera de su muerte, que convenía su partida
para enviar desde el cielo a otro abogado, cuya función sería no sólo estar con nosotros,
sino capacitarnos para vivir las primicias del Reino de justicia, gozo y paz.
Rm 5,8 Jn 3,3
Rm 10,9 Lc 18,16-17
Perseverar en la comunidad
La caravana que se encamina a la tierra prometida pasa por el desierto, y éste sólo se
cruza en comunidad: Formamos un sólo cuerpo, siendo miembros los unos de los otros,
para realizar el crecimiento en Dios, gracias al amor derramado en nuestros corazones por
el Espíritu Santo que nos edifica como un templo de piedras vivas, donde Cristo Jesús es la
piedra fundamental y la columna son los Apóstoles y Profetas.
La segunda venida
Jesús volverá otra vez; entonces sí como juez de vivos y muertos, para entregar a su
Padre el Reino.
Urge estar despiertos y haber duplicado los talentos que nos fueron confiados. Ya
Cristo viene y su llegada se prepara con las lámparas de la fe encendidas.
Habiendo recibido la salvación por la fe, estamos en paz con Dios y ya no tenemos
que escondernos de su presencia ni temer a un castigo celestial. Ahora podemos acercarnos
al trono de la gracia para obtener misericordia. En vez de la condena eterna, somos
herederos de una herencia eterna.
Decisión
El hombre no tiene sino esta disyuntiva: VIVIR bajo las acusaciones, el sin sentido
de la vida y la muerte eterna, o ser heredero de todas las bendiciones en el Hijo, gracias a
la fe. Aceptar la vida en el Hijo, o rechazar la Buena Nueva. Vida o muerte. Creer o no
creer.
Un 5,12 Rm6,23
De esta forma podemos elaborar el siguiente esquema, que integra tanto el Plan de
salvación como el Kerygma primitivo:
1- El amor de Dios, que busca nuestra felicidad
2- El pecado, que impide la manifestación de este amor.
3- La salvación de Jesús por su muerte y resurrección.
4- Fe y conversión para apropiarse la salvación.
5- Don del Espíritu, que hace presente y eficaz la salvación.
6- La comunidad donde se vive el Reino.
Presentación pedagógica
Antes de entrar a cada tema y su correlación, vamos a considerar que cada uno de
ellos debe reunir tres características:
- Directo: a ti
No se trata de hablar impersonal o teóricamente del amor de Dios, sino que "Dios te
ama personalmente a ti". No se presenta con erudición el tema sobre la esencia del pecado,
sino se interpela directamente al evangelizado más o menos de esta manera: "Tú necesitas
de salvación, porque no te puedes salvar por ti mismo". Más que una clase de Cristología,
se debe hacer presente a un Cristo Jesús vivo, con quien es posible tener un encuentro
personal para recibir el don de su Espíritu. En fin, se trata de aplicar cada punto a cada
evangelizado, para no hablar en abstracto, sino en concreto.
- Actual: hoy
No se trata de hablar de acontecimientos perdidos en el pasado, ni siquiera de lo que
sucedió hace dos mil años, sino de forma actual, haciendo presente la eficacia de la
salvación. Por ejemplo, más que referirse al Dios eterno, presentar al Dios que hoy ama,
hoy sana y hoy libera; que el hombre actualmente necesita ser salvado y que en estos
momentos puede experimentar la salvación, si hoy cree y se convierte; que el don del
Espíritu es para estos tiempos, y que urge vivir el Evangelio en la comunidad cristiana.
EVANGELIZADO EVANGELIZADOr
! Dios te ama hoy!
R/ porque eres pecador,
- Pero ¿por qué no lo experimento?
necesitado de salvacion
¿Cuál es la solución? R/ Jesus ya te salvó.
R/ Cree y conviértete ya,
¿Cómo hago miá la salvación? proclamando a Jesus como
salvador y Señor
R/ pide y recibe el don del
¿Como sucede eso?
Espíritu Santo
R/ Persevera con Jesus en la
¿Como continuo Creciendo?
comunidad.
Este dialogo es lógico, por lo que normalmente el mismo evangelizador lo induce en nombre del
evangelizado.
San Pablo evangelizaba a tiempo y a destiempo. Lo hacía en las plazas, las sinagogas
y las calles. Mientras viajaba en un barco, en el mismo Templo de Jerusalén o el areópago
ateniense. Se dirigía tanto a judíos como a gentiles, a pobres como a ricos. Sin embargo,
una de sus formas preferidas, era a través de epístolas, que hoy día son el gran tesoro de la
Iglesia.
Elabora una carta a una persona o familia concreta que sabes que necesita recibir la
Buena Noticia de la salvación en Cristo Jesús. Recuerda hacerlo de manera directa, actual
y concatenando los seis puntos. No olvides usar los textos bíblicos que ya sabes de
memoria.
Ahora bien, dicho objetivo no puede ser cambiado sin traicionar la esencia del
Evangelio. De esta forma, el objetivo de anuncio de la Buena Nueva es que el hombre
íntegro, y todos los hombres, experimenten la acción salvífica de Jesucristo.
Ahora nos enfocaremos a considerar las diferentes facetas del único Objetivo. Se
trata de seis metas intermedias que, todas cumplidas, configuran el objetivo general. Sería
como un dado que, siendo único, tiene varias facetas.
Había una mujer cuya mala reputación se había extendido por toda Galilea. Los
hombres la buscaban en la oscuridad del prostíbulo, pero la despreciaban en la claridad del
día. Quienes a ella se acercaban la usaban como juguete pasajero, caricaturizando el amor.
Nadie la amaba, ni ella tampoco amaba a ninguno. Sus afectos eran farsa y mero interés
comercial.
Pero un día llegó a su vida un hombre que anunciaba el amor incondicional de Dios
para los pecadores. Ella creyó inmediatamente en él y se presentó en casa de Simón el
fariseo, donde el Mensajero de buenas noticias estaba reclinado a la mesa. Se acercó por
atrás y comenzó a acariciar los pies del Maestro. Ante la admiración y el escándalo de los
comensales, Jesús no la rechazó; al contrario, colocó cariñosamente su mano sobre la
cabeza de ella.
El Maestro no se resistía, a pesar de las críticas de los que se creían mejores que ella.
A través de esta aceptación incondicional, ella experimentó el amor salvífico de Dios.
Jesús le mostró cuánto Dios la amaba y, porque la amaba, la perdonaba y restablecía. Esta
experiencia del amor que perdona, cambió su vida.
Jesús no le impartió un tema sobre el amor de Dios, citando a los Profetas y
explicándole las etimologías hebrea y griega de esa palabra. No. Simplemente le mostró en
vivo y en directo ese amor divino.
Muchos creen que el pecado impide acercarse a Dios y no se dan cuenta que
reconocerse pecador es la condición, la única, para experimentar el perdón divino.
El ladrón crucificado del lado izquierdo de Jesús procuraba "su" salvación, pero en
ningún momento reconoció su pecado. Se quería aprovechar de Jesús, pero sin aceptar que
era pecador condenado justamente a la cruz.
Por otro lado, en este tema, también se deben descubrir las mentiras de Satanás que
de mil formas sigue seduciéndonos para apartarnos del plan de Dios
La tarde del día de resurrección, estando ausente Tomás, Jesús se les apareció a sus
discípulos, mostrándoles que estaba vivo y dándoles el Espíritu Santo para ir por todo el
mundo anunciando que había resucitado y vencido la muerte.
Sin embargo, todo fue inútil y contraproducente, pues Tomás contestó: "No creo en
su historieta. Es más, no voy a creer ni aunque vea lo que ustedes vieron. Yo necesito un
encuentro personal con Jesús resucitado, donde yo pueda tocar las heridas que dejaron los
clavos y meter mi mano en la hendidura de su costado hecha por la lanza".
A Tomás no le bastaba lo que para otros era suficiente. El exigía una prueba
personal. Ocho días después, Jesús respondió al reto propuesto por "el gemelo". Se
apareció de nuevo y entonces confrontó directamente al escéptico Tomás: le mostró sus
llagas y le presentó la herida de la lanza, aún abierta. En ese momento, Tomás cayó de
rodillas haciendo la confesión de fe más importante de todo el Evangelio: "Señor mío y
Dios mío": Jn 20,28.
Los discípulos de Emaús conocían perfectamente vida y milagros del Maestro. Hasta
se dieron el lujo de impartir una clase de Cristología al mismo Jesús resucitado que les
acompañaba en el camino de regreso a su villa natal. Sin embargo, a pesar de sus
conocimientos, no les bastó oír que Jesús había resucitado para dejar de estar tristes.
Fue hasta que convidaron al misterioso peregrino a que se quedara esa noche en su
casa, cuando su vida se transformó. Hicieron una formal invitación a Jesús: "Quédate con
nosotros porque se hace tarde". En ese momento la historia tomó sentido. Reconocieron a
Jesús y fueron llenos de la esperanza que nace de la victoria de Cristo sobre la muerte...
ACTO DE FE Y CONVERSION
Dios propone la salvación en Jesús y el hombre responde por la fe y conversión a
esta propuesta divina. El encuentro con Jesús conlleva un acto de entrega incondicional a
su persona, su obra y sus enseñanzas.
- Acto de fe
LO MAS IMPORTANTE NO ES HABLAR DE LA FE, CON SUS FUNDAMENTOS
BIBLICOS O TEOLOGICOS, SINO LLEVAR AL EVANGELIZADO A QUE SE DECIDA Y
TENGA LA OPORTUNIDAD DE HACER UNA PROFESIONDE FE, EN LA QUE SE
ENTREGUE TOTALMENTE A JESUS Y LO CONFIESE SU SALVADOR PERSONAL
SI EN EL PROCESO EVANGELIZADOR NO EXISTE UN MOMENTO Y UN
AMBIENTE DETERMINADO PARA QUE EL EVANGELIZADO EXPRESE
Innumerables casos del evangelio, por no decir que todos, manifiestan cómo una
expresión de fe, desata la acción salvífica de Cristo Jesús:
En cambio el otro ladrón, que también estaba muy cerca de Jesús, no alcanzó la
salvación porque nunca entregó su vida a Jesús ni se abandonó a su misericordia. Es que
no basta estar cerca de Jesús. Es absolutamente necesario proclamar que es el Señor.
Jesús logró que la mujer del cántaro lleno de agua, reconociera que tenía sed y
solicitara esa agua viva que salta hasta la vida eterna, el Espíritu Santo.
María Magdalena fue liberada de siete demonios, pero luego Jesús la integró a su
comunidad, para restablecerla plenamente.
Ella prestaba sus servicios a la comunidad y esto la ayudó a crecer en la nueva vida.
Analizaremos algunos de los principales aspectos que deben ser tomados en cuenta
para aprender a transmitir mejor el mensaje de salvación.
Los apóstoles daban testimonio con poder de la resurrección del Señor Jesús: Hech 4,33.
Todo lo que decimos podrá siempre ser discutido, hasta la existencia de Dios o de
Jesús. Lo único que es irrefutable, es cuando presentamos vivencias de la salvación de
Dios y cómo Él ha cambiado nuestra vida.
Alegre
Breve
No es necesario contar toda la vida, sino sólo lo que guarda relación directa con la
conversión. Las situaciones de pecado especialmente cuando involucren a otros) deben ser
tratadas con delicadeza y prudencia. No conviene identificar personas que puedan ser de
alguna manera afectadas con lo que se expone.
Centrado en Cristo
Un testimonio no se centra en quien lo da, para que los demás lo admiren, sino en
Cristo mismo y su obra salvífica.
El pronombre personal de primera persona, "yo", casi no debe aparecer: "yo hice, yo
cambié, yo soy, yo tengo". Más bien, la frase preferida debe ser: "El Señor me....' El Señor
me salvó, él me amó, él me dio su Espíritu, etc."
EL TESTIMONIO ES
A legre
B reve
C entrado en Cristo
- El encuentro personal con Jesús por la fe: Se presenta qué sucedió y cómo
aceptamos la salvación de Jesús; centrándose en la fe y la conversión como medios para
alcanzar la salvación.
Hay quienes piensan que los testimonios edificantes, son únicamente las
conversiones milagrosas y los cambios rotundos e inmediatos. No necesariamente siempre
sucede así. A cada quien Dios lo ha bendecido como más le convenía. Por eso, el mejor
testimonio que existe es el que cada uno puede dar.
Cada testimonio toca a personas que están recorriendo un itinerario semejante. Hay
mucha gente que se parece a cada uno de nosotros y no necesita cosas extraordinarias.
Nuestro testimonio le será una gran bendición. Además, un testimonio bendice a unas
personas, y otro bendice a otras.
Un testimonio debe ser un resumen del plan salvífico, ya que Dios hace con cada uno
de nosotros lo que quiere hacer con todos. Cuando logramos exponerlo así, el evangelizado
se refleja en los diferentes puntos o etapas de su propia historia de salvación.
Aquí exponemos un esqueleto que deberá ser llenado por los aspectos personales de
cada uno. Naturalmente es muy artificial. Lo único que nos interesa es que se tenga clara la
idea que un testimonio debe tener la columna vertebral del plan de salvación y el marco del
kerygma, y éste a su vez ha de ser verificado y ejemplificado con el propio testimonio:
- Dios me amaba...
- Pero yo no lo experimentaba por mi pecado...
- Y vin embargo él estaba conmigo...
- Hasta que tuve mi encuentro personal con Cristo...
- Que murió por mi pecado y me dio Nueva Vida...
- Lo experimenté cuando le creí y me Convertí...
- Confesándolo mi Salvador personal...
- Y el Señor de toda mi Vida...
- El me dio nueva vida por su Espíritu...
- Y ahora vivo en la familia de Dios...
No me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de
mí, para conseguir la obediencia de los gentiles, de palabra y de obra, en virtud de señales
y prodigios, con el poder del Espíritu de Dios: Rom 15,18-19.
La obra de nuestra salvación es ante todo una obra divina. El alma y el motor de la
evangelización es el Espíritu Santo que da testimonio de Jesús. Él toma la iniciativa. Él
envía y unge a los evangelizadores. Él trabaja el alma para que escuche el llamado, la
ilumina y la dispone para recibir el don de la salvación.
Muchos creen que los milagros y curaciones han desaparecido y que ya no son para
nuestro tiempo. Pero más bien parece que lo que se estaba extinguiendo era la
proclamación kerygmática de Jesús, Señor y Mesías. Mas, ahora, que se está renovando
con fuerza insospechada esta herencia de la Iglesia, no es raro ser testigo de estos signos
milagrosos que acompañan la auténtica proclamación del Evangelio.
Hoy, más que hace dos mil años, el mundo y la Iglesia necesitan estas
manifestaciones de la acción salvífica de Dios.
Sin embargo, el signo más importante y por el cual los demás los reconocerán, será
su unidad y su amor (Jn 17,21; 13,35). Seguramente el día que las Iglesias cristianas se
unan en torno a Cristo formando un solo rebaño, entonces el mundo creerá que hay
solución a todos los problemas de la humanidad.
A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida la gracia de anunciar a los
gentiles la inescrutable riqueza de Cristo: Ef 3,8.
Actúa con pureza de intención porque sólo tiene un objetivo en su vida y no busca
ninguna compensación humana de beneficio personal: que Cristo Jesús sea más conocido,
seguido y amado por todos los hombres.
Amor
Sufre en su propio ser el pecado de los que viven sin Cristo, lamenta la dureza del
corazón humano y tiene un amor compasivo y misericordioso para con los evangelizados,
los cuales no sólo saben, sino que de alguna manera experimentan, un destello del amor de
Dios a través de cada gesto y actitud del evangelizador. "La obra del evangelizador supone
un amor fraternal hacia aquellos que evangeliza": E.N. 79.
Alegría
Qué alegres son sobre los montes los pies del mensajero que trae buenas noticias:
que anuncia la salvación: Is 52,7.
Se trata del gozo del Espíritu, fruto de la acción salvífica de Dios en todo el Ser
humano. Es la alegría evangélica que brota más de dar que de recibir (Hech 20,35).
Ejemplos y parábolas
Para cada tema o verdad se deben encontrar ejemplos actuales y modernos que
faciliten su comprensión.
Uso de la Escritura
Es también muy conveniente que cada evangelizado tenga su Biblia, para que se
alimente del pan de la Palabra de Dios. En caso que no tenga ni pueda comprarla, hay que
buscar la forma de regalarle por lo menos un Nuevo Testamento.
En todo momento damos gracias a Dios por todos ustedes, recordándolos sin cesar
en nuestras oraciones: 1Tes 1,2.
Del evangelizador
que pueda resistir tan gran peso. Esta humildad sólo es fruto de la oración de la criatura
frente al Creador. Dios no nos dará el éxito mientras no podamos resistirlo.
Del evangelizado
María
Vas a concebir en tu seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre
Jesús: Lc 1,31.
Por lo tanto, ella está presente de alguna manera en cada evangelización en la que
Cristo Jesús nace en el corazón del creyente.
Tomar decisión
Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, cenaré
con él y él conmigo: Ap 3,20.
Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a ver cómo les va a los hermanos que les
anunciamos la Palabra de Dios: Hech 15,36.
Nuestro compromiso no termina con hacerlo nacer de nuevo, sino en ofrecerle los
medios de crecimiento y de integración a una comunidad y de servicio dentro de la Iglesia.
La paternidad responsable exige darle crecimiento en la fe y alimento permanente. Por lo
tanto, hay que regresar con el evangelizado, seguirlo acompañando en la fe.
Hacer Iglesia
La comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes: 2Cor 13,13.
La Iglesia evangeliza en cuanto es Iglesia, comunidad de amor del Padre, vida del
Hijo y comunión del Espíritu Santo. La verdadera evangelización sólo es posible cuando es
presentada por una comunidad llena del Espíritu Santo. Comunidad, evangelización y
Espíritu Santo, están íntimamente unidos entre sí. Faltando uno de estos tres elementos los
demás quedan disminuidos o anulados.
- Espíritu Santo y evangelización, sin una comunidad que respalde el mensaje que se
proclama, pierden la fuerza del testimonio de unidad necesario para que el mundo crea.
Falta precisamente el amor de unos a los otros, que es el corazón del mensaje cristiano.
En la evangelización intervienen tres personajes, cada uno con su papel bien claro y
definido, que no debe ser suplantado.
Proclama el kerygma
Proclama a una Persona viva y sus hechos de salvación.
Anuncia gozosamente la Buena Noticia: ya fuimos salvados.
Presenta a Jesús, Salvador, Señor y Mesías, como la única solución para cada
hombre, la sociedad y el mundo entero.
Es testigo y testifica
Con su propia vida y en todo tiempo y lugar, es testigo de que gracias a Jesús es
posible vivir de una manera nueva en este mundo; y que su muerte y resurrección son
eficaces el día de hoy.
Testifica con palabras lo que Dios ha hecho en él. Tres testimonios siempre son
convenientes:
El más fuerte: el que manifiesta cómo por la fe y la conversión se tuvo un
encuentro personal con Jesús, que cambió efectiva y concretamente su vida y es
capaz de cambiar la de los demás.
El más reciente: que presenta a un Dios vivo que actúa el día de hoy.
El que se adapte a la circunstancia concreta.
No le corresponde
Enseñar teorías; trasmitir ideas o presentar doctrinas
Defender a Dios. El abogado es el Espíritu Santo.
Convencer al evangelizado con argumentos, citas bíblicas, sugestión o cualquier
tipo de manipulación de los sentimientos.
Convertir y cambiar a las personas.
Suplir al evangelizado en su respuesta personal a Dios.
Chantajear o asustar al evangelizado.
Ver el fruto terminado de la obra de evangelización.
En el evangelizador
Le da el celo por el Evangelio, para que lo anuncie a tiempo y a destiempo y no se
avergüence de la cruz de Cristo Jesús.
Le unge y lo usa como canal de su obra, para que produzca un fruto abundante que
permanezca.
Lo llena de poder para que realice prodigios y milagros, Que manifiesten que a
salvación ha llegado a este mundo.
En el evangelizado
Usando las palabras y las actitudes del evangelizador como vehículo de su obra
salvífica, el Espíritu Santo es quien realiza a fondo y con eficacia la obra de la
evangelización, infundiendo la fe, para convencer al evangelizado de que es pecador
necesitado de salvación y luego que proclame a Jesús como su Salvador y Señor.
Convence
Abre el corazón para acoger la Palabra: Hech 16,14.
Convence experienciaImrnte que Dios es amor y nos ama a cada uno: Gal. 4,6.
Convierte
Hace eficaz la Palabra proclamada.
Toca de manera misteriosa, pero poderosa, a toda la persona para que se vuelva a
Dios y crea en Jesús.
Da la fuerza para entregarse a Cristo Jesús.
No le corresponde
Acusar de pecado. Esa es la obra de Satanás.
El no habla, pero está presente en las palabras, sobre todo cuando se citan las
Sagradas Escrituras.
Escucha la palabra
Su papel es escuchar la Palabra, pues la fe entra por el oído: Rom 10,17.
Responde a Dios
El, y sólo él, da una respuesta a la Palabra proclamada, con una actitud interior,
tanto como exterior.
Él se confiesa pecador y pide perdón de sus pecados.
Proclama a Jesús como Señor de toda su vida.
Pide a Jesús Mesías el Espíritu Santo, y lo recibe.
No le corresponde
Discutir, aunque toda pregunta y duda son legítimas.
Justificarse a sí mismo: yo no hago nada malo (fariseos), ni condenarse: "yo no
tengo perdón".
Por esta razón Jesús comenzó su ministerio proclamando expresamente que estaba
lleno del Espíritu, para llevar a cabo la obra mesiánica de liberar a la humanidad:
La obra salvífica realizada por Jesús era de una magnitud universal para perpetuarse
en la historia. No se reducía sólo a Israel, sino que se extendería a toda la humanidad. De
allí que Jesús necesitara estar revestido de una fuerza de lo alto para llevar a cabo esta
misión universal. Cuando Pedro predica por primera vez a los gentiles, lo certifica:
(a) Jesús de Nazaret, Dios lo ungió con Espirítusanto y con poder. Pasó
haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios
estaba con él: Hech 10,38.
Jesús, profeta poderoso en obras y palabras, manifestaba esa fuerza divina tanto en
sus enseñanzas llenas de autoridad, como en los milagros y curaciones, que Dios actuaba
por su medio.
De esta manera es lógico concluir que ninguno de sus colaboradores podrá continuar
la obra liberadora del Maestro, sin el Espíritu Santo y su poder. Por eso, las últimas
recomendaciones de Jesús resucitado a sus cooperadores en la obra salvífica fueron:
Luego añadió:
Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en Espíritu Santo dentro de
pocos días.
testimonio de los Apóstoles, ese día se convirtieron unas tres mil personas. Gozaban ya de
una fuerza que antes no tenían, pero aún les faltaba algo más...
Inmediatamente después de ese glorioso momento, San Lucas nos cuenta cómo
Pedro y Juan subían un día al templo para la oración matutina Sentado junto a la puerta
Hermosa, se encontraba un paralítico pidiendo limosna. Viendo fijamente a la pareja de
apóstoles, esperaba recibir algo de ellos. Simón le dijo:
Oro y plata no tengo, más lo que tengo te doy: en nombre de Jesús Nazareno,
levántate y ponte a andar: Hech 3,6.
Él se levantó y comenzó a brincar, sin dejar de alabar a Dios por lo sucedido. Tan
espectacular curación a hombre tan conocido por todos, motivó que una inmensa multitud
se congregara en torno a Pedro y Juan, lo cual fue aprovechado por ellos para anunciar la
resurrección de Cristo Jesús. En esta segunda proclamación se convirtieron cinco mil
personas. Pero todavía había una fuerza superior que ellos debían recibir. No era suficiente
la que tenían.
Pasaron la jornada entera anunciando a todos aquellos que venían a buscar un Dios
escondido detrás de los inaccesibles muros del templo, que ya tenían libre ingreso a su
presencia por la sangre preciosa de Cristo en la cruz.
Al día siguiente hubo reunión plenaria de las autoridades religiosas de Jerusalén para
discutir el caso. Mandaron llamar a los revolucionarios predicadores, que se presentaron
junto con el hombre que había sido sanado, Simón Pedro tomó la palabra y comenzó a
predicarles la Buena Nueva de salvación gracias a la resurrección de Cristo Jesús, a los
mismos que le habían matado. Jamás había estado delante de gente tan importante y no
podía dejar pasar tal ocasión.
Los jefes y escribas le escucharon con indignación. Los ancianos se tapaban los ojos,
porque delante de ellos estaba brincando aquel hombre que por más de cuarenta años había
sufrido parálisis. Entonces, haciendo uso de su autoridad, decidieron prohibirles seguir
predicando en el nombre de Jesús, cosa a la cual ellos se opusieron decididamente. Con
lógica irrefutable Simón Pedro argumentó: Tenemos que obedecer primero a Dios que a
los hombres. Luego Juan añadió: No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y
oído. Entonces les amenazaron con cárcel, les incautaron sus pocas pertenencias y los
expulsaron del templo.
Para percibir bien el contraste debemos recordar que la situación ante las autoridades
de Jerusalén era delicada en extremo. Tanto política como religiosamente, estaban ante una
gran encrucijada: Herodes y Poncio Pilato se habían aliado en contra de Jesús y sus
discípulos; los fariseos y saduceos, antes enemigos irreconciliables, se habían unido con tal
de acabar con todo seguidor del Nazareno, el cual les estaba resultando más peligroso
muerto que vivo. Los guardianes de la ortodoxia y pureza de la religión de Israel estaban
decididos a exterminar de raíz la peligrosa secta de los nazarenos, que se extendía más y
más.
¿Qué debía hacer la comunidad, para no sucumbir ante el mar embravecido? ¿No
sería mejor dejar pasar un poco de tiempo sin hacer nada, para que los ánimos se
sosegaran? ¿Por qué no huir de Jerusalén y refugiarse en otra ciudad más pacífica? Sin
embargo, ellos no se dejaron llevar por ninguna presión. Para resolver el problema de la
manera más fácil, había que tomar el camino más difícil: luchar. Ciertamente no con las
armas de los hombres, ni menos con las de sus adversarios, sino con las de Dios.
Se dieron cuenta de que necesitaban un poder especial no sólo para resistir a los
embates de sus enemigos, sino principalmente para ganar la victoria en beneficio de la
predicación del Evangelio. Entonces levantaron las manos al cielo y exclamaron desde lo
más profundo de su ser:
Señor, ten en cuenta sus amenazas. Concede ahora a tus siervos que puedan
predicar con toda valentía. Extiende tu mano para realizar signos y milagros en el
nombre de tu santo siervo Jesús: Hech 4,29-30.
Ellos nunca pidieron que cesaran los problemas, ni siquiera que Dios acabara con sus
enemigos. Su atención estaba puesta en la predicación, y por eso lo único que solicitaron
fueron dos armas para entrar en combate: valentía para predicar y poder realizar milagros
en el nombre de Jesús.
Ciertamente, ellos contaban desde antes con la efusión del Espíritu en Pentecostés.
Sin embargo, reconocieron que les faltaba una fuerza especial en vistas a la predicación,
pues sentían que no les era suficiente lo que habían recibido. Las circunstancias exigían
una capacidad que todavía no poseían.
Por su parte, ellos respondieron con la misma fe con que habían orado. Nos consta
por el libro de los Hechos de los Apóstoles, que salieron inmediatamente y predicaban con
toda valentía, ya no sólo en Jerusalén, sino en toda Judea y hasta Samaría y Galilea.
De igual manera sucede con cualquier evangelizador: sin duda que ha recibido el
Espíritu Santo el día de su bautismo, que ha sido ungido con él en su confirmación y tal
Esta donación del Espíritu no es para todo mundo. Sólo para los proclamadores del
Evangelio; y entre éstos, únicamente para quienes reconozcan que son débiles y que
necesitan ser revestidos del poder de Dios. Esta fuerza de Dios es ofrecida a quienes estén
urgidos del fuego que incendia el mundo. Por eso:
...entonces, tú estás necesitando la fuerza del Espíritu que Cristo Jesús prometió a sus
apóstoles y proclamadores de su Evangelio. Tú necesitas ser bautizado en fuego, para
incendiar al mundo con el amor a Cristo. Necesitas la fuerza de lo alto para hacer un
mundo nuevo, renovar la sociedad y cambiar los corazones de los hombres.
Jesús sabía que el poder de su Espíritu nos era absolutamente necesario para
continuar su obra salvífica. Por eso lo concedió tanto a sus apóstoles como a los setenta y
dos discípulos, extendiéndolo generosamente a todo aquel que crea en su Nombre.
Prometió que señales y prodigios acompañarían la predicación de su Nombre.
Padre Santo, tanto amaste al mundo, que nos enviaste a tu Hijo único, ungiéndolo
con Espíritu Santo y con poder para realizar la salvación de cada hombre y de la
humanidad entera. Por su muerte y resurrección, diste vida al mundo y nos rescataste del
poder de Satanás. Así como tú lo enviaste, Padre Bueno, él nos envió a nosotros a
continuar su obra en todo tiempo y hasta los confines de la Tierra. Reconocemos, Padre
Justo, que somos incapaces de cumplir tan gran misión, a no ser que tú mismo nos revistas
de la Fuerza de lo alto con que lo ungiste a él. Extiende tu mano poderosa, Padre Eterno,
para realizar milagros y curaciones en el nombre de tu santo siervo Jesús. Danos tu Palabra
que penetra hasta el fondo de los corazones y concédenos anunciar con valentía la
salvación en el nombre de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Espíritu Santo, ven a cada uno de nosotros. Llénanos de tu poder, para ser eficaces
cooperadores de Cristo Jesús en la salvación del mundo. Tú eres quien tocas los corazones
para que se conviertan y proclamen a Jesús como Salvador y Señor. Sólo tú renuevas la faz
de la tierra y cambias los corazones. Ven, Espíritu Santo, a formar la familia de Dios que
clama "Abbá Papá" a Dios.
Gracias, Padre, porque sabemos que has escuchado nuestra oración y nos has llenado
del poder de tu Espíritu. Como signo de nuestra fe en que cumples tus promesas, saldremos
a proclamar valientemente al mundo que tu Hijo vive y da vida a todo aquel que cree en su
Nombre. Amén.
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE