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Universidad Evangélica de El Salvador

Facultad de Ciencias Sociales

Título: “EL SALMO 137:1-9, UNA LECTURA CONTEMPORÁNEA DE LA


MIGRACION DESDE LA REALIDAD SALVADOREÑA”

Materia: Seminario de Pre-Especialización.


Alumno: Daniel Edgardo Reyes Pérez.
Catedrático: Miguel Rivas.

Martes 04 de marzo de 2019.


TEMA GENERAL: EL SALMO 137:1-9 UNA LECTURA CONTEMPORANEA DE LA
EMIGRACION DESDE LA REALIDAD SALVADOREÑA.

I. GENERALIDADES DEL SALMO 137:1-9 Y SU CONTEXTO DEL EXILIO


BABILONICO (586-539) A.C.

A. GENERALIDADES DEL SALMO 137.

Género literario.
El género literario de este salmo es discutido, algunos lo presentan como un cantico

de Sion; como un salmo histórico; o de lamento y de sufrimiento que involucra un

elemento imprecatorio. Así lo comenta Meta (2010):

Es difícil precisar el tipo de salmo, según las categorías tradicionales, ya que este va

cambiando a lo largo del mismo y pasa por diversas situaciones. Quizás lo podríamos situar

dentro de un tipo de salmos que es del estilo compuesto, ya que en su interior se entrelazan

diversos estilos de salmos. Por ejemplo, en este salmo según Gunkel comienza con canto

de lamento, luego cambia a un himno de alabanza y termina con un mensaje de maldición.

Por otro lado, podríamos pensar que también es un salmo relacionado con Sion por las

reiteradas referencias que aparecen a lo largo del salmo. También la primera parte del salmo

constituye una especie de salmo histórico ya que hace referencia a una situación puntual,

que como hemos señalado, que muchos autores se refieren al exilio babilónico. (Pág. 4)

En torno a esto también se puede decir que hay otros autores que involucran en el

salmo elementos de elegía e imprecatorios “En ellas puede haber momentos de

esperanza, imprecaciones, apóstrofes, recuerdos...; el afecto y el tono que mueve


y unifica el poema es la lamentación. En castellano usamos también el término

llanto” (Schökel, 1993, p. 616).

En definitiva, se puede decir que los primeros cuatro versículos relatan la historia

pasada y el dolor que sintieron estas personas en Babilonia; luego los versículos

cinco y seis hablan sobre su relación con Sion y sobre la necesidad de recordar la

tierra de Israel y su significado, está redactado de manera similar a un juramento;

El salmo termina con los últimos tres versículos pidiendo venganza por quienes los

arrancaron de su tierra. Así también lo comenta y lo concluye Schökel (1993):

En el Salmo 137,7 se pide “acuérdate”, es imprecando y pidiendo venganza de los idumeos,

no es petición que domine el poema. Lo mismo que incluye una imprecación, puede incluir

un juramento de fidelidad y una bienaventuranza sarcástica. Un sentimiento unitario de pena

se desahoga en formas diversas. El Salmo 137 es una elegía que el poeta ha querido

comprimir en pocos versos. (p.617)

Autor del Salmo.

Así como es discutido determinar el género literario del Salmo 137 es lo mismo que

sucede con respecto al autor de este salmo; ya que por parte de la tradición se le

atribuía los contenidos de los Salmos a la autoría de David; pero eso no es así ya

que en la actualidad se sabe que el libro de los Salmos contiene una gran variedad

de géneros literarios y de autores quienes los escribieron. Tal es el caso de este

Salmo. “En cuanto a la autoría del mismo, con seguridad podemos afirmar… que se
trata de algún grupo de Leviim, de los cantores y músicos del antiguo templo de

Jerusalén”. (Meta, 2010, p.5).

Así también lo comenta otro autor “El Salmo 137, aunque se atribuye al rey David

por convención, fue probablemente escrito varios siglos después de su reinado, por

exiliados judíos en Babilonia, como parece demostrar el propio texto: Junto a los

ríos de Babilonia” (Tubau, 2012, p.5). Aunque para Schökel (1993) el autor es

anónimo y se preocupa más por la situación del cual se escribe el texto que por

demostrar quién es el autor pues propone lo siguiente:

No es imposible que el autor haya establecido una segunda distancia, es decir, que haya

compuesto su poema al final del destierro o ya repatriado. Creo que el salmo se entiende

mejor si se supone compuesto en Babilonia para uso de los desterrados. La repatriación

sucede bajo el persa Ciro, cuando el imperio babilónico ha sido liquidado y Edom está

sometido lo mismo que Judá. (p. 617).

Lugar y fecha de escritura.


Tomando en cuenta tanta dificultad con respecto al género literario y el autor quien

escribe el Salmo 137 se puede tomar en cuenta que el salmo desarrolla la escritura

durante el periodo del exilio; ya que el salmo tiene un elemento histórico que

desarrolla parte de ese periodo; Si bien es cierto que Jeremías profetizó sobre él,

pero él no fue con los cautivos a Babilonia. Ezequiel estuvo en Babilonia, pero

profetizó a los cautivos que allí se encontraban. Sólo podemos imaginar por

deducción las condiciones del pueblo. Este profeta estaba más preocupado por sus

visiones que con la historia. También Daniel estuvo en Babilonia durante ese
período; pero se encontraba en la corte real, profetizando a los gobernantes no

judíos. De él no se tiene ningún relato relacionado con los cautivos. Así que los

setenta años del cautiverio babilónico constituyen un período de silencio. Dicho

período es como un espacio vacío, en lo que concierne a los libros históricos. Los

dos libros de los Reyes, y los dos libros de Crónicas nos conducen hasta la

destrucción de Jerusalén y el cautiverio. Los siguientes libros históricos, Esdras,

Nehemías y Esther retomaron la historia una vez terminado el período de setenta

años del cautiverio, y cuando el pueblo israelita se encontraba en su tierra. Por eso

Tubau (2012) nos menciona lo siguiente:

Se supone que el salmo fue escrito durante la cautividad de los judíos en Babilonia, cuando

Jerusalén fue invadido por los babilonios de Nabucodonosor II y el rey Jeconías fue

deportado a Babilonia. Ya antes, su padre, el rey Joaquín de Judá, se había entregado a los

invasores y había sido deportado a Babilonia, junto con diez mil judíos. (p.5)

Hay autores que ponen el salmo escrito en dos líneas de lugares; una es que el

Salmo 137 fue escrito en una parte durante el exilio y otra cuando ya no están allí y

lo hace de manera retrospectiva.

El Salmo 137 es el único salmo del Salterio que no puede fecharse con seguridad. En él se

hace referencia a la situación de los judíos deportados a Babilonia. Existe aún el imperio

babilónico (v. 8). Ahora bien, el cantor, que en el (v. 5) irrumpe fuera de la lamentación y

eleva su voz, no mora ya probablemente “junto a los ríos de Babilonia” en el momento de la

composición del cántico en los (v. 2-3). Lo contempla todo retrospectivamente. En los (v.1-

3) se describen en tiempo perfecto los acontecimientos que tuvieron lugar en el extranjero.

(Kraus, 1995, p. 691).


Es claro que el Salmo 137 comienza con una descripción temporal y geográfica de

la situación; El autor Meta (2010) menciona lo siguiente:

Con certeza podemos identificar la situación geográfica siendo esta Babel. El momento

histórico del cual refiere el salmo, es el exilio Babilónico que comienza en el año 586 a.e.c

cuando la ciudad de Jerusalén es destruida (como señala el salmo en el versículo 7). Este

primer versículo es la apertura para el salmo, para marcar el contexto situacional del salmista

a la hora de redactar. (p. 6)

B. CONTEXTO DEL EXILIO BABILONICO (586-539) A.C.

Nabucodonosor II y su poder militar (604-562 a.C.).


Nabucodonosor II, llevará al imperio babilónico a su máxima expansión, llegando a rivalizar

con las dos grandes potencias de la época: el Egipto faraónico (dinastía XXVI) y el imperio

medo-persa. Pero la acción militar que va marcar para siempre su reinado es la toma y

saqueo de Jerusalén en dos ocasiones, 597 y 587-586 a.C. De ello nos habla la Biblia en

varios libros del Antiguo Testamento (II Reyes, 24-25; Jeremías, 37-43 y 52). (Fenollós,

2007, p.3)

Babilonia contó con un ejército permanente poco profesionalizado, cuyo número de

efectivos debió variar en el tiempo y según las circunstancias. En algunos casos, y

dado el tradicional ambiente bélico de Mesopotamia, se podía recurrir a reclutar

mercenarios o a establecer alianzas con otros pueblos, para aumentar así el poder

militar. Nominalmente el jefe del ejército era el rey, aunque de hecho la dirección de

las tropas recaía en generales y otros mandos. Estos rangos recibían una generosa

compensación por su actividad, un pago llamado ilkum o servicio del rey.


En Babilonia se le daba al ejército una gran importancia. Los amorritas, que poseían

sociedades tribales, estaban gobernados por jefes que recibían el rango militar de rab

amurrum (jefe amorrita). Cuando se mezclaron con los sumerios sus tradiciones se

mezclaron. Existía el ilkum, una institución dedicada al reclutamiento de soldados que

servían al rey y, como recompensa, recibían concesiones de tierras. Su oficio incluía,

además de la guerra, el trabajo policial y el físico en obras de ingeniería. Todo soldado

reclutado estaba obligado a acudir a cada llamamiento o era muerto, según se recoge el

código de Hammurabi. El ilkum garantizaba ciertos derechos. Si un soldado era hecho

prisionero y la tierra que se le había concedido se le había dado a otro, tenía derecho, una

vez liberado, a ser su propietario nuevamente. Su rescate, además, corría a cargo del templo

o del Estado. Así mismo, si un funcionario de estas instituciones intentaba hacerse con las

tierras de un soldado, era castigado, incluso con la muerte. (Souza, 2008, p.55)

La concepción bélica evolucionó a lo largo del tiempo; en época paleobabilónica los

combates eran a pie y en ellos sólo intervenía la infantería, equipada con arcos o

armas de asta. En el siglo XV a.C. se produjo una auténtica revolución cuando

apareció el carro de combate tirado por caballos. Estos carros, con dos ruedas de

al menos seis radios, otorgaron gran movilidad a los ejércitos y obligaron a cambiar

el concepto de guerra tradicional. Desde el siglo IX a.C. se sabe de la existencia

del cuerpo de caballería, en el que expertos jinetes sobre veloces caballos actúan

como fuerza de choque gracias a su alta movilidad y rapidez. Importantes eran

también otros cuerpos especialistas, como el de intendencia, encargado de

suministrar lo necesario a la tropa, o los zapadores, quienes construyen caminos y

puentes para el paso de los ejércitos. El paso del tiempo hace evolucionar a la

guerra de manera conceptual, más que material, pues las armas no sufren grandes
variaciones. Mazas, puñales, arcos, espadas, lanzas, cascos, escudos o corazas,

entre otras, se usan a lo largo de todo el periodo imperial.

La infantería, subdividida en tropas ligeras, y equipadas, componía el grueso del ejército,

complementado con un número escaso de carros de dos ruedas tirados por caballos. Las

tropas ligeras se utilizaban en escaramuzas y exploraciones. Los talleres de los palacios

suministraban el material bélico a las tropas, que solían ser transportadas en botes mediante

la extensa red de ríos canales de Mesopotamia. No obstante, las redes de suministro

utilizaban carros tirados por animales. Algunas tropas se movían constantemente y estaban

encargadas de realizar señales de fuego para alertar de ataques enemigos. Muchas de las

tropas utilizadas no eran babilónicas, sino de reyes vasallos o aliados de Babilonia. El hecho

de recurrir a tropas ajenas fue la tónica general de los reinos amorritas de la época. En el

periodo casita, Babilonia parece haber adoptado la tradición hurrita del carro de guerra ligero,

cuya inclusión modificó la organización y el armamento del ejército grandemente. (Souza,

2008, pp. 56-57)

La situación geo-estratégica de Israel y de Judá.

La Tierra de Israel no era particularmente rica e importante, frente a los grandes

imperios o potencias de los dos milenios anteriores a Cristo. Pero geográficamente

tenía un importante valor estratégico, ya que por él pasaban las grandes vías de

comunicación entre los dos centros de poder, Mesopotamia y Egipto. Tanto la vía

del mar, como el camino real eran decisivos para el comercio y para el transporte

de tropas. De aquí el interés por lograr que esta zona estuviese bajo influencia y

control. De aquí la razón de él porque Israel se viese siempre envuelto

prácticamente en todas las contiendas internacionales. En esta época sólo subsiste


el pequeño Reino de Judá o Reino del Sur, pues el Reino de Israel o Reino del Norte

había sido liquidado en el 722 a.C. por el ejército asirio. Es un territorio pequeño,

sus límites no alcanzan territorios por donde circulen grandes vías de comunicación

y tiene entre doscientos y doscientos cincuenta mil habitantes. Se halla sometido,

primero a Asiria, después a Babilonia, hasta el año 586 en que se convertirá en una

provincia de Babilonia.

El exilio en Babilonia fue consecuencia de las revueltas de los reyes judíos contra el Imperio

babilónico, que controlaba el Oriente Próximo desde el 605. En el 598 tuvo lugar el primer

sitio de Jerusalén, y una parte importante de los intelectuales y de la corte real fue deportada.

Sedecías, el rey impuesto por los babilonios, intentó una rebelión, lo que provocó la

destrucción de Jerusalén entre el 587 y el 586. La ciudad fue incendiada, el Templo destruido

y se decretó una segunda ola de deportaciones. El reino de Judá había dejado de existir,

pasando a formar parte de la provincia babilónica de Samerina. (Römer, 2007, p. 55).

Judá llevado al exilio.

Los judíos que fueron llevados a Babilonia eran los dirigentes políticos, eclesiásticos

e intelectuales del país. Todos estos fueron seleccionados para la deportación. En

Jeremías 52 se da a entender que hubo tres deportaciones y el número de los

hombres fue de 4.600; tal vez en este grupo no se incluya a las mujeres. El número

de los deportados aparentemente no era numeroso, pero evidentemente constituye

las personas más representativas del país, empezando con el rey Sedequías quien

fue llevado entre los cautivos. La suerte del pueblo llevado en cautiverio parece no

haber sido extremadamente severa.


Algunos textos bíblicos dan la impresión de que Judea quedó totalmente desolada y sin

habitantes en esta época (2Re 25,21), pero, en realidad, la deportación afectó sólo a un 10-

15% de la población. No obstante, es a esta “minoría intelectual” a quien hay que atribuir la

invención y redacción de la mayoría de las respuestas del momento ante la crisis de la

destrucción de Jerusalén. (Römer, 2007, pp. 55-56).

Fueron ubicados al sur de Mesopotamia, no lejos de la misma Babilonia, y no fueron

dispersados entre la población local sino asentados en establecimientos propios

(Eze. 3:15). Al pueblo en cautiverio se le permitía construir casas, dedicarse a la

agricultura (Jer. 20:5 ss.), y según parece ganarse la vida del modo que pudieran.

Podemos imaginarnos a los desterrados repartidos en tres grupos. Los que han encontrado

nueva patria en Babilonia: familia, negocios, bienestar, incluso prácticas religiosas. Los

desesperados o resignados inertes que piensan que todo ha terminado, aunque sea por

culpa propia. Los que siguen fieles al pasado político y religioso y cultivan la esperanza. Los

tres grupos forman el trasfondo de la predicación de Ezequiel y de Isaías Segundo, y explican

las invectivas, las llamadas a la esperanza, la polémica con los dioses paganos. El contenido

histórico de las cartas de Jeremías (Jr 29) pudo haber contribuido a fomentar la esperanza.

(Schökel, 1993, p. 617)

Les estaba permitido reunirse y continuar alguna especie de vida en comunidad. Al

pueblo en cautiverio se le permitió realizar actividades religiosas. Ezequiel fue el

profeta de mayor gravitación durante el exilio, e hizo analizar y reflexionar al pueblo

del porqué estaba en la cautividad. El pueblo aprendió lecciones fundamentales, se

purificó la fe en Jehová y se purificó el monoteísmo. El exilio, si bien fue una dura


escuela, de todos modos, fue una gran escuela. El pueblo no estaba completamente

recluido en su asentamiento, tuvo comunicación con los babilonios y aparentemente

Israel no era un pueblo despreciado por los babilonios sino apreciado,

especialmente por sus canciones a Jehovah (Sal. 137).

El futuro que los exiliados esperaban era el retorno a su tierra. Esta esperanza

nunca murió y para que esta esperanza se mantuviera latente contribuyeron los

profetas, especialmente Jeremías y Ezequiel. La posibilidad del retorno se dio con

la desaparición de Nabucodonosor, ya que con los sucesores de Nabucodonosor el

poder de Babilonia declinó rápidamente. Faltando la estabilidad interna finalmente

el imperio babilónico fue derrotado y destruido, apareciendo en la historia un nuevo

pueblo, los persas y con ellos una nueva política de dominación mundial.

Habitantes de Judá en Babilonia y en la provincia babilónica de Judá.

Los deportados de Jerusalén fueron conducidos al mismo corazón del Imperio, junto a los

ríos de Babilonia, cerca del canal Quebar, a orillas del cual tuvo Ezequiel su célebre visión.

El propio nombre de esta vía de agua (kabaru tiene el sentido de “espeso”) la designa como

eje importante, si bien su localización precisa sigue planteando problemas. En sentido norte-

sur, en paralelo al Éufrates y al Tigris, el canal Quebar fluía por la Babilonia del norte y

central. Parece haber servido, en época aqueménida, de vía regular para el transporte de

productos agrícolas entre Babilonia y la región de Susa y, probablemente desde la época

neobabilónica, comunicó los vastos dominios reales. (Joannés, 2007, p.83).


El grupo cualitativamente más importante fue el de los deportados a Babilonia,

aunque no debían ser muchos (los números bíblicos oscilan entre 4.000 y 11.000

en total), se trataba de los más cualificados; clase dirigente política, clase sacerdotal

y técnicos y artesanos especializados. Fueron ubicados al sur de la ciudad de

Babilonia, en sus inmediaciones, cerca del “gran canal”, al que en la Biblia se

denomina río Quebar. El régimen que tenían era de gran libertad: podían trabajar,

comprar terrenos, construir casas, comunicarse con Judá. Este grupo de judíos

será decisivo para la historia de Israel, para la formación del judaísmo y para el

nacimiento de la Biblia; así lo propone Römer (2007):

El exilio en Babilonia no provocó el fin del pueblo judío, sino que, paradójicamente, facilitó el

nacimiento del judaísmo, el cual bebería en las fuentes de la Tora, y desde el siglo IV antes de

nuestra era, su identidad. Y es que fue precisamente la deportación de la intelligentsia judía a

Babilonia lo que preparó de manera definitiva el advenimiento del Libro. (p. 53).

Hay que entender con respecto a la situación del exilio, que la mayoría de judío se

quedó en Judá ya que esta forma parte de una especie de provincia babilónica. Hay

que entender también en términos numéricos que esto significa unas cien mil

personas. Se calcula que en tiempos preexílicos Judá tenía unos doscientos mil

habitantes. Las guerras de resistencia y las opresiones babilónica y egipcia costaron

muchas vidas, en especial en el año 587. Así lo plantea el autor Caro (2010):

Los que permanecieron en Judá sobrevivieron, especialmente los que habían recibido tierras de

las autoridades babilonias. Tenemos noticias asimismo de peregrinaciones a Jerusalén por

aquellos años (quizás el templo no estaba totalmente destruido); de este tiempo son los poemas
elegíacos coleccionados en el libro de las Lamentaciones, inexactamente atribuido al profeta

Jeremías. La población fue prácticamente diezmada. (p. 4).

La población que se quedó en Judá se trataba sobre todo de la población campesina

que habitualmente vivía y sembraba en Judá. Los que permanecieron era el "pueblo

de la tierra", aquéllos que durante siglos estuvieron situados alrededor de las

ciudades y que habían sido despojados por ellas. Estos campesinos eran ahora los

ocupantes de todo el territorio de Judá cuando el Estado estaba desmantelado y

Jerusalén en ruinas.

Se quedó en Judá también la gente pobre. En 2 Re 25,12 se lee "Solamente dejó

una parte del pueblo, los más pobres, para trabajar las viñas y la tierra". Los

babilonios beneficiaron a los pobres. Hicieron una especie de reforma agraria,

facilitaron tierra a los que no tenían, es decir a “los pobres de la tierra”. En Jer 39,10

se dice también que “En cuanto a los pobres, que no poseían ninguna cosa, los dejó

en la tierra de Judá, dándoles, al mismo tiempo, viñas y campos”.

Grupos proféticos, de cantores y sacerdote también se mantuvieron en Judá. Se

sabe que Jeremías quiso permanecer allí. Más tarde lo llevaron a la fuerza a Egipto.

El representa todo un grupo de profetas, para los que la historia del pueblo

continuaba en tierra palestinense, no en el destierro. También se cree que el profeta

Abdías permaneció con él.


Entre los que quedaron también hubo representantes o sobrevivientes de Jerusalén,

personas que habían conseguido escapar de la catástrofe del año 587. Entre ellos estaban

los litúrgicos del pueblo, los cantores. Junto a las ruinas del templo se realizaban

celebraciones cúlticas de penitencia y lamento. De eso nos informa el libro de Jeremías 41,4-

7. Tales ceremonias eran coordinadas por los cantores. El lamento estaba entre sus

especialidades. Hasta conocemos una parte del cancionero comunitario compuesto para

tales ocasiones. Me refiero al libro de las Lamentaciones. Creo que también hacemos bien

en suponer que, en Judá, quedaron muchos de aquellos sacerdotes y levitas desalojados de

los santuarios destruidos y cerrados por Josías (en el 622). No existen pruebas mayores

para afirmarlo. Pero, lo podemos suponer. (Schwantes, 1987, p. 14)

Estructuralmente hablando, Babilonia no se mantenía presente. El territorio no fue

militarmente ocupado. Al principio fue nombrado una especie de gobernador, un

representante de los intereses babilónicos en el área. Pero este Godolías fue

asesinado (2 Re 25,22-25). Y por lo que consta, no fue sustituido. Judá permaneció

entregado a su propio destino.


II. CLASIFICACION SOCIAL DE LOS GRUPOS; LOS QUE FUERON

EXILIADOS EN BABILONIA Y LOS QUE SE QUEDARON EN JUDA.

A. LOS QUE FUERON EXILIADOS EN BABILONIA.

Cualquiera pudiera pensar que la situación de los exiliados fue de sufrimiento y de

dolor y en parte lo fue, para los judíos el separarse de su familia, de su tierra y de

los elementos de fe que poseían era desde ya una tragedia; pero esto no es del

todo negativo ya que se dieron factores a favor y factores en contra en esta

situación.

Si bien es cierto que los judíos llevados a Babilonia en cierto tiempo pasaron una

situación de esclavitud y de sometimiento en Babilonia aun los esclavos gozaban

de ciertos beneficios; también no hay que olvidar que la población que fue llevada

al exilio fue mano de obra calificada, así como también la clase real y desarrollada

en las ciencias; lo que sería en la actualidad una población intelectual.

En este sentido la condición de los esclavos en Babilonia no era una condición de

siervos oprimidos; disfrutaban de ciertos derechos, y podían, por redención y otros

medios, mejorar su suerte e incluso ganar la completa libertad. Es evidente que

poco después de su deportación muchos de los judíos en Caldea estaban en

posiciones de construir hogares y plantar jardines (Jer. 29,5). “Tanto el profeta

Ezequiel en el mismo lugar del destierro, como Jeremías desde Jerusalén les invitan
a arraigarse en Babilonia, a edificar casas, adquirir campos y establecerse para

largo en esa tierra” (Caro, 2010, p.5).

Babilonia era eminentemente un país agrícola, y los israelitas del Sur también, que

en casa y en conjunto, había sido un pueblo vitícola y pastoral, ahora por elección

y por necesidad, se dieron a la labranza de la tierra y a la cría de ganado en las

ricas planicies aluviales de Mesopotamia aunque es importante tomar en cuenta

que, por ser mano de obra calificada y ser de la clase real y sacerdotal el cambio

fue abrupto ya que esta clase estaba acomodada de por sí a la explotación de la

clase más pobre de Judá.

Ciertamente trabajan en el campo, en la producción agrícola. Me imagino que tuvieron que

dedicarse a la producción de cereales. Pasaron, pues, a la producción primaria. ¡Qué cambio

en sus vidas! Al fin y al cabo, los exiliados habían sido la élite de la capital. Habían sido

sacerdotes, generales y artesanos. Ellos no tenían contacto con los del campo. Más bien

vivían de la explotación de los campesinos. Para ellos el exilio fue un cambio radical. Pasaron

a hacer lo que antes hacían sus súbditos. Se puede decir que asumieron el papel de sus

víctimas. (Schwantes, 1987, p. 13)

Los productos de Babilonia; especialmente los cereales, formaban el artículo

principal de su ocupado comercio interno, y sin duda el gran emporio en Babilonia,

Nippur y en otros lugares, atraían a muchos judíos a empresas mercantiles. Las

actividades mercantiles y los exactos y bien regulados métodos comerciales de


Babilonia deben haber estimulado y desarrollado el genio comercial innato de la

raza de expatriados.

Plantaban productos para la subsistencia. Los babilonios no intervenían a nivel de la

producción. Una producción de mano de obra esclavista no les era conocida. Los babilonios

solamente les debían haber asignado cuotas para la entrega de productos. Lo mismo en lo

que respecta a los tributos especiales. Su opresión consistía en recoger cuotas y tributos. Y,

además de eso, consistía en impedir el libre movimiento de los deportados fuera de los

asentamientos. (Schwantes, 1987, p. 13)

B. LOS QUE SE QUEDARON EN JUDA.

A pesar de las atrocidades que comete Nabucodosor II en la ciudad de Jerusalén

destruyendo sus muros e incendiando la ciudad y el templo; el como parte de su

política decide dejar a un encargado en lo que aún quedaba de la población, pero

al ser visto como colaboracionista de los babilonios fue asesinado junto con su

pequeña guardia, entre ellos algunos representantes babilónicos.

El exilio a Babilonia constituye la primera gran diáspora judía, pero los judíos no

habían escrito sus últimas páginas en la historia, en el territorio de Judá aún

quedaron los más pobres de la población, la cohesión lograda por la religión y cierta

renovación religiosa durante el cautiverio, mantuvo a los que quedaron y a los que

estaban dispersos, unidos, por lo que tras el cautivo babilónico Judá volvería a

resurgir.
Con la caída del reino de Judá, el territorio quedo desolado, pero no totalmente deshabitado,

en la tierra aún quedaron los más pobres de la población para que labraran las viñas y las

tierras, así como el hecho de que los Babilonios dejaron a un gobernador para el resto del

pueblo de Judá que dejaron en la tierra, de acuerdo al relato que nos llega de 2 de Reyes

25: 12 - 22, por lo que la presencia judía fue permanente en la zona… la destrucción de

Babilonia fue severa pero no total o sin sentido, sin embargo, sí ocasionó una seria depresión

económica en una amplia zona, así que Edomitas, Amonitas, Filisteos y Fenicios, sacaron

ventaja aprovechando lo escaso de la población para tomar territorios de Judá. (Zaldívar,

2013, p.109).

Factores sociales que se generaron en Judá.

 Cambios geográficos en la organización de la ciudad; ante la destrucción de

Jerusalén, es muy probable que los grupos mayoritarios se refugiaran en la zona

de Benjamín y que la principal ciudad fuera Mizpah, la que al parecer se convirtió

en una capital administrativa de Judea.

 Los babilonios no hicieron nada para revertir el daño causado, su política de

destruir, quemar, saquear y deportar al grueso de los habitantes, así como la

destrucción de los puertos, no permitió el renacimiento de las ciudades y arruinó

las relaciones comerciales internacionales, dejando en una precaria situación

económica a toda la zona, sumiendo en la pobreza a la población que a duras

penas sobrevivía.
 Cambios culturales también se generaron el desarrollo ya que existe una

marcada relación entre pobreza, conocimiento y desarrollo, las necesidades

básicas ocupan la mayor parte del tiempo en sociedades con escasez de

recursos, si a ellos le sumamos que las personas ilustradas de la sociedad

habían sido deportadas, no debía haber muchos que pudieran servir de

maestros o que su educación fuera muy limitada, ante la falta de enseñanza la

creatividad se ve detenida, y no es de esperarse muchos progresos en el arte o

la ciencia. Aunque esto es debatido ya que en el surgimiento del pensamiento

planteado en la Biblia se ve reflejado la identidad de los que se quedaron en

Judá: “La mayor parte de la literatura de la Biblia hebrea se debe a los exiliados

o a sus descendientes. En contraposición, las tradiciones sobre los patriarcas

fueron transmitidas por la población rural, que no fue deportada” (Römer, 2011,

p.58).

 Si bien la situación económica era caótica, y los judíos perdieron la

independencia política, la religión sobrevivió con su carácter monoteísta gracias

a los profetas, ya que al parecer el pueblo inició un renacimiento espiritual, hay

indicios de eso el libro en Jeremías 41:5.

Los que se quedaron en Judá son considerados como pobres.

Hay varias consideraciones que se deben tomar en cuenta en relación a este

planteamiento; ya que se creen varias cosas y una de ellas es que esta gente que

se quedó en Judá es una población sin educación, pero el sentido del concepto
“pobre” tiene más que ver con gente que sus derechos han sido violentados a nivel

de injusticia y que en vista de tanta necesidad se aferran a las promesas de los

patriarcas como modelo de persistencia en un panorama desolador.

Ezequiel 33,24 pone de manifiesto que Abrahán ofrecía una figura de identificación a quienes

se quedaron en el país. El pasaje sugiere, en efecto, que la población de los no deportados

se servía del Patriarca para legitimar la posesión del país contra la reivindicación de algunos

exiliados: Uno solo era Abrahán y obtuvo el país en herencia, mientras que nosotros somos

muchos; a nosotros se nos ha dado el país en posesión. Abrahán era, pues, un personaje

conocido en la época babilónica; aunque parece que la primera redacción del ciclo del

Patriarca se produjo precisamente en esta época (Römer, 2011, pp.58-59).

Los anawin y los am ha arez.

Las primeras referencias de estos conceptos se dan hacia el siglo VII a. C., durante

la época del exilio, cuando parte del reino de Judá fue deportado a Babilonia y no

había más templo ni culto, sino la escucha de la palabra. En el libro del profeta

Sofonías destacan dos elementos importantes de lo que se vivió en este periodo:

primero, la llamada que hace el inspirado a retomar el camino de la fidelidad a

Yahvé; y segundo, la promesa que hace Yahveh a los pobres, los anawin, de recibir

las bienaventuranzas divinas.

“EL AT. La Biblia hebrea indica a los pobres con varios términos: entre ellos, el más

frecuente es ciertamente el sustantivo 'aní o 'anaw (unas 105 veces), que aparece
con mucha frecuencia en plural (anawin); la fórmula “los pobres del Señor”.

(Panimolle, 1982, p.2)

Sofonías emite un juicio severo ante el estado de cosas que violaba los derechos

humanos del pueblo, y a la vez contra todo lo que promovía los ritos idolátricos

cananeos, las supersticiones astrales asirias, todo lo que auspiciaba la corrupción

de los comerciantes de Jerusalén. Ante esta situación, advierte que acontecerá el

día de Yahveh (Sof. 1,7), en el que solo resultarán favorecidos los humildes, los

pobres, quienes hayan sido fieles a Yahveh.

En el estrato principal de la literatura tannaítica, el término am ha-areẓ se usa regularmente

para referirse a la población judía común que no pertenecía a las élites religiosas e

intelectuales de veraverim (compañeros) y ḥakhamim (sabios). el término am ha-areẓ Indica

principalmente la ausencia de educación (paralela a "no cultivada"). (Gale, 2007, p.1)

La frase am ha arez, que literalmente significa persona de la tierra, no suena como

una crítica. Por cierto, aunque “am” suele ser plural, en este caso las fuentes se

refieren a una sola persona, tanto masculina como femenina. En la Biblia, “am ha

arez” solo significa gente normal. Durante el segundo período del templo, comenzó

a referirse a personas simples que no eran muy instruidas porque vivían lejos de los

lugares de estudio. Es solo al final del segundo período del templo (primer siglo EC)

que se convirtió en un término despectivo, que denota a alguien que es ignorante,

específicamente de la Torá y la ley judía.


A los pequeños y pobres que son hijos de la tierra “am ha arez” se les reconoce la herencia de

las promesas futuras de Israel (Sof. 2,3) porque han confiado en Dios y se han dispuesto

humildemente a su palabra. Ellos “heredarán la tierra” (Sal 37,11), y no los políticos corruptos,

los profetas falsos o los sacerdotes perversos que no “escucharon”, que no “confiaron” ni se

“acercaron” a su Dios (Sof. 3,2-4). (Luciani, 2016, p.429)


III. SUFRIMIENTO.

Al igual que los judíos que estaban lamentándose a orillas de los ríos de Babilonia;

así también nos ha correspondido vivir la historia en nuestro país El Salvador, en

situaciones tales como: injusticias, atropello de nuestros derechos humanos, guerra,

pobreza, violencia y explotación no de Babilónicos, sino más bien de nuestros

propios hermanos salvadoreños; y más aun de la clase alta, política, y hasta

religiosa, etc.

Lo más triste es que cuando aplicamos este texto a nuestra realidad salvadoreña, y

al contextualizarlo, nos damos cuenta que, seguimos siendo un país de exiliadosi,

un país en el cual nuestros hermanos salvadoreños tienen que emigrar hacia otros

países para encontrar un mejor futuro; dejando aquí familia y tierra, que aunque no

lo creamos la historia de algunas personas es; que al emprender el viaje de

“mojados o ilegales” van llorando en todo el camino, sabiendo que van a la

Babilonia, encontrándose con los opresores que al igual que en el salmo obligan a

nuestros compatriotas a divertirlos en esa tierra ajena, con condiciones diferentes

claro está con un poco más de desarrollo pero quiérase o no volverán a ser

explotados, con la etiqueta de indocumentados y por lo tanto de personas que no

son deseables en ese país, recibiendo el maltrato del racismo y de derechos

igualmente atropellados.

Los judíos lloraban por su situación; lloraban por la muerte de tantos seres amados,

Lloraban por la pérdida de casi todo lo que poseían, lloraban por la destrucción de

la ciudad de Jerusalén y de su gran templo, lloraban por la agonía de una marcha

forzada de Judea a Babilonia, lloraban por la crueldad de sus captores, lloraban por
la pérdida de un pasado tan tranquilo y bendecido, lloraban por la cautividad forzada

de su presente. lloraban por la débil naturaleza de su futuro.

Basta tomar en cuenta los eventos que a El Salvador le ha tocado vivir, a grandes

rasgos se pueden mencionar: La matanza de 1932; la guerra civil de 1980-1989; el

terremoto de 1986 y los del 2001; la aparición del fenómeno de las pandillas como

consecuencia de la guerra civil y de acuerdos de paz incumplidos, pero sobre todo

una sociedad fragmentada o dividida por el fenómeno de la migración, ausencia de

los padres, y unos gobiernos alejados de la realidad en que vive la población.

Al igual que los judíos se sentían abandonados en un panorama de desolación y

desconsuelo, la actitud de ellos se puede notar en algunos rasgos que se encuentra

en el texto. En esta lamentación colectiva se encuentran expresiones profundas y

punzantes del dolor humano, llanto amarguísimo de quien perdió lo que era tan

querido en su corazón: la familia y la tierra de la promesa. Indignados, los

desterrados interiorizan el sufrimiento. Por amar a la tierra distante, Jerusalén, y el

templo que allí existía, ellos sufrían injurias de los opresores.

IV. INJUSTICIA. “EXILIO Y CAUTIVERIO”


V. SOCIEDAD FRAGMENTADA Y DIVIDIDA.
VI. MEMORIA HISTORICA.
VII. LA VIOLENCIA.
VIII. LA VENGANZA.
IX. LA RECONCILIACION.
BIBLIOGRAFÍA.

i
El exilio es el hecho de encontrarse lejos del lugar natural debido a la expatriación, voluntaria o forzada, de un
individuo mientras que alguna circunstancia, generalmente por motivos políticos, deniega explícitamente el
permiso para regresar por amenazas de cárcel o muerte.

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