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Lo que sigue es una manera de pensar absolutamente personal, es decir que no compromete la
doctrina tradicional sobre cuerpo y alma. Lo que queremos aclararnos es que en el lenguaje de
las cartas de Pablo hay expresiones que hacen pensar que en el ser huamno haya dos niveles de
corporeidades, bien distintas y absolutamente reales, de los cuales el segundo nivel es el más
relevante.
Sin embargo, lo que necesitamos es una herramienta literaria que nos permita interpretar desde
la perspectiva de las dos corporeidades, distintas pero reales, relacionadas pero discontinuas los
textos paulinos, de manera que no forzemos el sentido de los textos para fundamentar nuestra
perspectiva.
Esta herramienta literaria es una teoría sobre la metáfora que tomamos de este libro: Mariana
di Stefano (coordinadora), Metáforas en uso, Ciencias del Lenguaje, Buenos Aires: Biblos, 2006.
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La perspectica cognitivista de la metáfora
Max Black en la década del 60 define la metáfora con la siguiente cláusula: “Cuando utilizamos
una metáfora tenemos dos pensamientos de cosas distintas en actividad simultánea y apoyados
por una sóla palabra o frase cuyo significado es una resultante de su interacción”. Dicho de otro
modo. La metáfora es una palabra o frase cuyo significado resulta de otras dos palabras o
expresiones yuxtapuestas, es decir interrelacionadas simultaneamente.
En Apoc 5, 1 – 5 se lee que en una visión, el profeta ve “en la mano derecha del que está
sentado en el trono”, es decir de Dios, un libro “escrito por el anverso y el reverso,
sellado con siete sellos”. Nadie es capaz, ni en el cielo ni en la tierra, de abrir el libro ni
de leerlo. La reacción del profeta es de angustia, pero una voz lo reanima diciéndole:
“No llores, ha triunfado el León de Judá, el Retoño de David, él abrirá el libro y sus sellos.”
Se suele interpretar el libro como la historia de la humanidad, una catarata avasallante de un sin
número de acontecimientos contrastantes y caóticos que nadie domina, pero que están
perfectamente controlados por Dios. Las otras dos expresiones, León de Judá y Retoño de David,
son las metáforas que vamos a analizar. Ambas se refieren a la persona de Jesús resucitado que,
y esto es lo carcaterístico de una metáfora, no es indicado por su nombre, sino descrito mediante
dos sustantivos León y Retoño, que nada tienen que ver con una persona, y dos genealogías,
una de una tribu, la otra de una familia, que nada tienen que ver con animales. En efecto, el
conjunto de las dos expresiones metafóricas es en cierto modo desconcertante: no tiene sentido
hablar de genealogía en referencia a un animal o a un vegetal en cuanto que no tienen una
ascendencia que lo cualifiquen, y tampóco es usual hablar de un animal o un vegetal como si
fueran un hombre. Sin embargo, usados como metáfora insinúan que algunas propiedades del
león (animal) y del retoño (vegetal) aplicadas a esa persona nos aumentan el rango de
información sobre ella, por ejemplo en cuanto muy agresiva o que tiene una gran fuerza interior
de desarrollo y reconociédole una historia lo individuan como un ser real, miembro de la gran
familia humana.
Volviendo ahora a la definición de Black, las dos cosas distintas en actividad simultanea son por
un lado la persona de Jesús resucitado (que podemos llamar dominio meta) y por el otro las
expresiones león de Judá y retoño de David (que podemos llamar dominio fuente). La sóla
palabra o frase cuyo significado es una resultante de la interacción de los dos dominios es la
figura de Jesús resucitado, es decir un ser humano con un nivel de existencia ya fuera de los
avatares del espacio y del tiempo, pero que es ahora el que domina con un poder decisivo sobre
de todos los fuerzas negativas de muerte y corrupción que se suceden en el tiempo y el espacio
de la historia humana.
La metáforas que hemos analizado hasta aquí pertenecen al mundo apocalíptico, es decir que
hacen referencia a una realidad que hoy no es evidente, pero que se va construyendo y que
aparecerá perfectamente realizada al final de los tiempos: Jesús es el Mesías que ha guiado la
historia humana hacia un “Cielo Nuevo y Tierra Nueva”, superando toda dificultad u oposición.
Quiero decir con esto que las dos metáforas me han hecho conocer de antemano una realidad
futura que hoy no es de ninguna manera manifiesta. la metáfora no es un adorno literario, del
lenguaje, sino que tiene que ver con el conocimiento del mundo. Por eso tambén podemos decir
que conocemos a determinados fenómenos abstractos a través de metáforas…
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Todo este razonamiento es para tener una base de interpretación de la expresión de Pablo en
la Carta a los Gálatas 4,19: …¡Hijos míos! Por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver
a Cristo formado en Uds… Ahora abien, el dominio fuente (hijos… por quienes sufro dolores de
parto) es el texto que nos interpela, es más bien concreto, habla de una corporeidad física, pero
lo hace utilizando expresiones incongruentes: Pablo que evangeliza es varón; dar a luz es propio
sólo de la mujer, es metáfora de nacimiento, de pasar de la oscuridad a la luz, del estar encerrado
o constringido en un espacio pequeño a un mundo abierto, de estar dependiente a
independiente etc), en cambio el dominio meta está ausente y es más bien abstracto (¿una
corporeidad de otro nivel?). Entonces el problema es ¿de qué corporeidad habla Pablo?
1 Co 6, 13:
La comida para el vientre y el vientre para la comida. Lo uno y lo otro destruirá Dios.
El cuerpo es para el Señor y el Señor para el cuerpo. Dios resucitó al Señor y resucitará a nosotros
¿O no saben que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella?
Más el que se une al Señor se hace un solo espíritu con él.
Pablo utiliza la palabra carne que es muy concreta y contraria a lo abstracto de espíritu que, a
su vez, está con minúscula. El sentido del verbo sembrar no concuerda con la palabra carne: se
siembra en un terreno concreto. Puedo presumir que la palabra espíritu aquí indique una
corporeidad de otro nivel, que pueda corresponder al verbo sembrar y la expresión vida eterna
hace pasar todo a un nivel nada que ver con las palabras carne y corrupción.
“ Co 4, 10 – 11 Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin
de que también la vida de Jesús se manifeste en nuestro cuerpo. Pues, aunque vivimos, nos
vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús a fin de que también la vida
de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal…
En este texto hay una oposición entre nuestros cuerpos y nuestra carne mortal. Este adjetivo
cualifica el sustantivo carne y lo diferencia de la expresión nuestros cuerpos, que entonces
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expresa una corporeidad distinta a la de la carne mortal. Por eso puede decir que nuestros
cuerpos pueden manifestar el morir y la vida de Jesús. El cuerpo biológico no es sino una
creatura del orden natural de este mundo del cual comparte las leyes físicas y biológicas, pero
es la mediación necesaria para que la otra corporeidad manifieste la vida de Jesús en nosotros.
En la carta a los Gálatas aparece un texto que puede corroborar esta afirmación. Dice en Gal 2,
20: “… no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí: la vida que vivo al presente en la carne la
vivo en la fe del Hijo de Dios…” La Biblia de Jerusalén así comenta esta frase: Aunque todavía en
la carne, la vida del cristiano está ya espiritualizada por la fe. Esto es posible, para que tenga
sentido, que haya una corporeidad que sea soporte de una vida espiritualizada. Karen, nuestra
bendecida compañera de trabajo, me hizo notar con acierto que la Eucaristía es el alimento para
esta corporeidad. Me parece que Karen tuvo un gran intuición. En el evangelio de Lucas 8, 40 –
56, el evangelista narra que Jesús entró en la casa de Jairo, el jefe de la sinagoga, al ver el cadaver
de la niña lo tomó de la mano y retornó el espíritu en ella y al punto se levantó y él mandó a que
le dieran a ella de comer. ¿A quién mandó Jesús? Los presentes eran padre y madre y además
Pedro, Santiago y Juan, las columnas de la Iglesia primitiva según Pablo en Gálatas 2, 9. Creo que
aquí hay una alusión a la Eucaristia como el único alimento que puede hacer vivir un cuerpo
resucitado. Pero, en base a Juan 6, no sólo la Eucaristía, sino también la Palabra de Dios, como
nos dice su evangelio en 6, 63: El espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada. Las
palabras que yo les he dicho son espíritu y son vida.
Hay varias expresiones de Pablo en la 2da Carta a los Corintios que val la pena leerlas en la
perspectiva que estamos tratando: la de dos corporeidades distintas en esta vida, ambas reales,
pero de diferente nivel.
La primeras están e 4, 16 – 18. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el
hombre interior se va renovando día a día… (v 16b); …a cuantos no ponemos nuestros ojos en
las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles
son eternas (v 18) y: el hombre interior es el que puede ver lo invisible y eterno, dos niveles muy
diferente de el hombre exterior que ve cosas pasajeras y visibles.
A estas siguen en 5, 4: esta tienda que es nuestra morada terrestre se desmorona
¡Sí!, los que estamos en esta tierra gemimos abrumados. No es que queramos ser desvestidos,
sino más bien sobrevestidos para que lo mortal sea absorbido por la vida…(5, 4). El hombre
exterior de 4, 16b es paralelo a: los que estamos en esta tierra geminos abrumados… y de las
expresiones: lo mortal, y de la segunda.
Todo esto a su vez sería la corporeidad de nivel comida, vientre, prostituta de 1 Co 6. El hombre
interior de la primera (4, 16) es paralelo a las dos expresiones: queremos ser sobrevestidos; y
sea absorbido por la vida de la segunada (5, 4).
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