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1 5 Betty Edwards
1 5 Betty Edwards
del
Dibujo
por
Harold Speed
Associé de la Société Nationale des Beaux-Arts, París; Miembro de la
Sociedad Real de Retratistas, & c.
LONDRES
SEELEY, SERVICIO & CO. LIMITED
38 Great Russell Street
1913
Editorial Albatros
Cuatro fotografías de la misma pintura monocromática en diferentes etapas que ilustra un
método de estudio de las masas con el pincel.
Biblioteca de Arte
LA PRÁCTICA Y LA CIENCIA
DEL
DIBUJO
por
HAROLD SPEED
De la Sociedad Nacional de Bellas Artes.
Miembro de la Real Sociedad de Pintores
de Retratos, etc.
3ª Edición.
Editorial ALBATROS
MADRID
PREFACIO
Séame permitido, ante todo, anticiparme a la decepción de los aficionados
que abran este libro pensando encontrar en él, cuando no “recetas” para
hacer caras, árboles, nubes, etc., sí rápidos procedimientos para dominar
el dibujo o algunos de aquellos secretos del oficio tan del gusto de los
profesores de nuestros abuelos y de los cuales siguen profundamente
enamoradas muchísimas personas. Nada bueno puede esperarse de tales
métodos. Pues para llegar a la perfección no existen atajos. Ofrecer una
ayuda de carácter eminentemente práctico es el sólo objeto de las páginas
que siguen; y aún para ello será necesario hacer un llamamiento a la
inteligencia del aficionado, mayor del requerido por los métodos de la
época de la reina Victoria.
Sólo tiempo después de haber terminado el plan de estudios en dos de
nuestras principales escuelas de arte, puede el autor de este libro darse
cuenta de lo que realmente significa dibujar. Consistía la enseñanza de
entonces en copiar fielmente una serie de objetos que partiendo de las
formas más sencillas, cubos, conos, cilindros, etc. (Método excelente de
iniciación, actualmente en peligro de caer en desuso), pasaba luego a
objetos más complicados en yeso, para terminar reproduciendo
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pelada montaña primitiva, donde harían surgir con gusto un nuevo raudal,
comenzando todo otra vez. Sin embargo, por muy necesario que sea
conceder un puesto más prominente en la nueva corriente a las aguas de
esta primitiva nostalgia, fuente de todos los raudales, es imposible que
pueda conseguirse gran cosa de ningún empeño de abandonar las
turbulentas aguas, volver atrás y comenzar todo de nuevo, sólo pueden
correr hacia delante. Para hablar con más claridad: la complejidad de las
influencias que aparecen en el arte moderno puede hacer necesario el
llamar la atención sobre los primitivos principios de expresión, que jamás
deben perderse de vista en ninguna obra; pero difícilmente justifica la
actitud de aquellos anarquistas del arte que quisieran hacer burla y
escarnio de la herencia que poseemos en intentar un nuevo punto de
partida. Cuando son sinceros tales intentos, tienen interés y pueden
añadir cierta vitalidad nueva a la masa de la corriente principal. Pero ha de
ser siguiendo esta, sin romper sus márgenes y en armonía con la tradición,
como ha de buscarse el principal progreso. Aunque hayamos creído
necesario consagrar bastante espacio al intento de descubrir los principios
generales, que pueden considerarse como la base del arte de todas las
naciones, la parte práctica, de ejecución, no ha sido desentrañada en
modo alguno. Es de espera que el método lógico de estudiar el dibujo
desde los puntos de vista opuestos de línea y mancha que aquí seguimos,
ha de ser de gran utilidad y la de ayudar al aficionado a evitar la confusión
que resulta de intentar simultáneamente el estudio de esas diferentes
modalidad en la forma de expresión.
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LA PRÁCTICA Y CIENCIA DE DIBUJO
I
INTRODUCCIÓN
La mejor de la obra del artista depende tanto de la intuición, que es muy
disculpable la opinión de los que quisieran disuadirle de todo estudio
especulativo de los fenómenos artísticos. Las intuiciones son algo tímidas y
propensas a desaparecer si se las examina de muy cerca y existe, además,
el riesgo de que una ciencia e instrucción excesivas puedan suplantar a la
sensibilidad intuitiva natural del aficionado, dejando sólo en su lugar un frío
conocimiento de los medios de expresión. En cuanto al artista, si lo es por
verdadero temperamento, al hacer lo mejor de su obra tiene el
sentimiento íntimo de que hay un algo que actúa, “no en él, sino por medio
de él”; como ha dicho Ruskin. El, por decirlo así, no es más que el agente a
través del cual se expresa ese algo.
Puede decirse del talento que es “algo que nosotros poseemos”, y del
genio, que es algo “que nos puede a nosotros”. Ahora bien, si sobre este
poder “que nos posee” tenemos poco dominio y quizá convendría
entregarnos
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Lámina II
forma y del color, para que el pintor pueda desdeñarlas. Los conocimientos
adquiridos, por muchos que sean, no podrán suplir la sensibilidad y dirigir
al pinto en esa selección de lo bello con tanta seguridad.
No faltan quienes acostumbran a decir: “Todo eso está muy bien; pero lo
que le importa al pintor es la forma y el color, y nada más; si pinta
fielmente la montaña desde este punto de vista, ello sugerirá estas otras
asociaciones a que lo desee.” En cambio, otros suelen decir que la forma y
el color sólo han de usarse como un lenguaje para expresar los
sentimientos comunes a todos. “El arte por el arte” y ”El arte por la idea”.
Son estas dos posiciones extremas de que hay que tener en cuenta, y del
individuo dependerá de qué lado ha de inclinarse su obra. Podrá
interesarse más por el lado estético; por las sensaciones, directamente
relacionadas con el color y la forma, o por las asociaciones derivadas de su
aspecto, según su temperamento; pero ninguna de las posiciones pueden
desentender a la otra sin graves daños. La pintura de sólo forma y color
jamás podrá evitar las asociaciones unidas a las cosas visuales, ni la pintura
de todo por la idea logrará desprenderse de su forma y color. Es un error
decir; “Si pinta la montaña fielmente desde el punto de vista de la forma y
del color, ella sugerirá todas estas otras asociaciones al que las desee”, a
manes de tratarse de algún ingenuo pintor, que movido por profundos
sentimientos, fuese llevado a seleccionar inconscientemente lo que los
expresare, sin pensar más que en su cuadro. Lo probable será, sin
embargo, que éste interprete lo que ocupaba su espíritu, y que por lo tanto
en vez de darnos la impresión grandiosa de la montaña nos diga algo
parecido a esto:
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Posible sobre sus oyentes y les transmita algo de la emoción que le agita,
sino hace más que eso no será un artista, por muy patética que sea la
narración de episodio tan horrible. Pero desde el momento que concierta
sus palabras para que expresen de modo eficaz no sólo los puros hechos,
sino también la horrible sensación experimentada a su vista, se transforma
en un artista. Si además las somete a cierto rítmico compás de acuerdo con
la naturaleza del asunto, más artista será y una forma primitiva de poesía
será su resultado.
En la construcción de una cabaña, en tanto que un individuo se interesa
únicamente en un aspecto utilitario, como tantos arquitectos de hoy día, y
sólo levanta los muros precisos para protegerse de los animales salvajes y
su techo para evitar la lluvia, no será todavía un artista; pero desde el
momento en que empieza a examinar su obra con cierta emoción y
dispone las dimensiones relativas de sus muros y de su techo, de forma
que respondan a cierto concepto que tiene de la belleza de las
proporciones, se convierte en un artista y su cabaña adquiere ciertas
pretensiones arquitectónicas.
Si esta cabaña es de madera y la pinta para preservarla de los elementos,
nada forzosamente artístico ha hecho; pero si elige colores que por su
combinación le agradan y dibuja con cierto gusto personal, las formas de
sus manchas de color, habrá inventado un modo primitivo de decoración.
Igualmente el salvaje que, deseando ilustra la descripción de cualquier
animal extraño que ha visto, toma un tizón y traza en la pared una imagen
de lo que le pareció que era, como un catálogo de las partes de su figura,
no es necesariamente un artista.
Lámina III
ESTUDIO PARA “ABRIL”.
Tiza roja sobre papel entonado.
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Sólo cuando dibuja bajo la influencia de cierta emoción, de cierto placer
que le produjo el aspecto del animal, se transforma en artista.
Excusado es decir que en todos los casos anteriores se supone que esos
individuos son capaces de sentirse impresionados por estas cosas, y que el
que sean buenos o mediocres artistas ha de depender de la calidad de su
emoción y de lo adecuado de su interpretación.
La forma más pura de esta “rítmica expresión del sentimiento” es la
música, que, como nos muestra Walter Peter en su ensayo Sobre la escuela
de Giorgione “es el tipo del arte”. Las demás son más o menos artísticas,
según se acercan a sus condiciones. La poesía es la forma más musical de la
literatura, y también la más artística. Y en los cuadros más admirables,
forma, color e idea se unen para estremecernos con armonías análogas a
las de la música.
El pintor expresa sus sentimientos por medio del mundo visible de la
naturaleza y de aquellas combinaciones de forma y color inspiradas en su
imaginación, pero derivadas originalmente de esa misma naturaleza visible.
Si no consigue, por falta de habilidad, que convenzan a las personas de
buen sentido, por muy sublime que haya sido su intención artística, habrá
caído en el ridículo. Sin embargo, es tan grande la fuerza inspiradora
ejercida por las emociones sobre el artista, que rara vez deja de expresar su
obra algo, cuando ha sido movido por un sincero sentimiento. Por el
contrario, el pintor falto de impulso artístico alguno, que hace
laboriosamente un cuadro vulgar de un asunto ordinario y ostentoso, ha
fracasado igualmente como artista por
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mucha fama que pueda gozar entre la gente por la habilidad de su cuadro.
Este estudio, por lo tanto, de la representación de la naturaleza visible y de
la fuerza en sí misma de la forma y el color, es el objeto de la educación del
pintor y le dan un dominio sobre este poder de representación y de
expresión; es la primera necesidad si ha de ser capaz de hacer algo digno
de su arte.
Esto es todo lo que puede intentarse enseñar en arte. La pauta relativa a la
emoción está fuera de su alcance. No se puede enseñar a sentir a la gente.
Lo más que puede hacerse es rodearla de condiciones adecuadas para
estimular cualquier sentimiento que naturalmente posean. Y esto se
consigue familiarizando a los aficionados con las mejores obras del arte y
de la naturaleza. Es sorprendente el escaso número de ellos que tienen
cierta idea de lo que constituye el arte. Se sienten impulsados, es de
presumir que por su natural deseo, a expresarse a sí mismos al pintar, y
cuando su facultad instintiva es bastante fuerte, quizá importe poco que
sepan o no; pero para el mayor número que no sean movidos con tanta
violencia, es esencialísimo el que tangan mejor concepto del arte que el de
creer que consiste en sentarse ante su lienzo frente a la naturaleza y
copiarla.
Deficiente como es este imperfecto estudio de un asunto tan
profundamente interesante, quizá pueda servir para dar una idea del punto
de vista desde el cual hemos escrito las páginas siguientes; y si además
consigue modificar “la teoría de la copia” en el espíritu de algún aficionado
y alertarle a proseguir sus estudios, habrá cumplido un fin útil.
Lámina IV.
ESTUDIO SOBRE PAPEL EN TIZA ROJA PARA LA FIGURA DE BOREAS.
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II
EL DIBUJO
Por dibujo se ha de entender aquí la expresión de la forma sobre una
superficie plana.
Probablemente debe más al arte a la forma, por su valor expresivo, que al
color Muchas de las cosas más elevadas que puede comunicarnos se
expresan más directamente por la forma que por ningún otro medio. Y es
curioso observar la gran parquedad de algunos de los más grandes artistas
del mundo en el uso del color y como han preferido servirse de la forma
como principal recurso. Se cuenta que Apeles sólo utilizaba tres colores:
negro, rojo y amarillo, y Rembrandt, pocos más. El dibujo es la primera y
también la última cosa que generalmente estudia el pintor. Hay más en él
susceptible de ser enseñado, y que recompensa el esfuerzo y la aplicación
constante. El color, en cambio, parece depender mucho más de una
facultad natural y pertenecer menos a la esfera de la enseñanza. Una
buena educación de la vista, pues, para poder apreciar las formas es lo que
debe proponerse adquirir todo aficionado con todas las fuerzas de que sea
capaz.
31
El dibujo, por lo tanto, para merecer este nombre debe tener algo más que
corrección. Debe presentar las cosas más vívidamente que lo que
ordinariamente vemos en la naturaleza. En la historia del arte, todo nuevo
dibujante ha descubierto un nuevo sentido de la forma de las cosas
corrientes y ofrecido al mundo una visión también nueva. Ha representado
sus calidades bajo el estímulo de la emoción que le inspiraron, con color y
acento, por decirlo así; añadiendo una página al libro de estampas que
atesora el mundo en su arte, libro en modo alguno terminado aún.
Así decir de un dibujo, como se dice a menudo, que carece de exactitud
porque no representa correctamente el aspecto común y corriente de un
objeto, es una tontería. Su corrección depende de la perfección con que se
exprese el particular significado emocional que es objeto del dibujo. Este
significado variará enormemente con la personalidad del artista, pero sólo
con este patrón puede juzgarse de corrección.
Es esta diferencia entre corrección científica y corrección artística la que
desconcierta a tantos. La ciencia exige que se observen os fenómenos con
la impasible exactitud de una balanza, mientras la corrección artística pide
que los objetos sean vistos por un individuo dotado de sensibilidad que
registre las sensaciones que le producen los fenómenos de la vida. Las
personas de mentalidad científica, tan en boga actualmente entre
nosotros, al contemplar un cuadro o un dibujo en el que se expresan
emocionalmente los llamados hechos, si son modestos, confirman que no
lo entiende, y si no, se burlan de lo que consideran un evidente desacierto,
sin ver que la falta está siempre en su equivocado punto de vista.
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Pero, si bien no existe un punto artístico fijo desde el cual pueda juzgarse la
corrección de un dibujo, ya que necesariamente ha de variar con el fin
asignado por cada individualidad; no debe servir para aquellos dibujos
evidentemente incompetentes. Donde con excusas de la expresión
emocional da lugar a lo grotesco. Adquirir es patrón físico de exactitud ha
de ser el objeto de la educación escolar del aficionado, y cuanta ayuda
pueda prestarle la ciencia por estudios como el de la Perspectiva, Anatomía
y has de Geología y Botánica en el caso del paisaje. Debe aprovechar para
aumentar la fidelidad de sus reproducciones. La fuerza atractiva de una
obra artística dependerá mucho de la facultad que posea el artista de
expresarse a sí mismo por medio de representaciones que sorprendan a
todos por su verdad y realismo. Y si bien la verdad y el realismo sin
expresión artística poco importante al arte, por otra parte, cuando la
expresión artísticamente fiel se viste con representaciones que hieren
nuestras ideas de exactitud física, pocas son los capaces de olvidar esta
trasgresión en gracia de la realidad de sentimiento que detrás de ella
perciben.
Hasta que punto las necesidades de expresión pueden permitirse pasar por
encima de las reglas de exactitud que impone la estructura física al aspecto
de los objetos, será siempre algo muy debatido.
Lámina VI
ESTUDIO DEL NATURAL CON TIZA ROJA POR ALFRED STEPHENS
De la colección de Charles Ricketts y Charles Shannon
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hieren la retina, y su conjunto forma en ella una imagen de lo que esté ante
el ojo, semejante a lo que podríamos ven en el vidrio deslustrado del fondo
de una cámara fotográfica o en el tablero de una cámara obscura, aparatos
ambos construidos según el mismo plan, aproximadamente, que el ojo
humano. Estos rayos de luz, al reflejarse en un objeto y a al pasar de nuevo
a través de la atmósfera sufren ciertas modificaciones. Si es un objeto de
color rojo, los rayos amarillos, verdes, azules, todos en realidad, serán
absorbidos por él., salvo los rojos, que podrán reflejarse. Al herir éstos la
retina producirán ciertos efectos que habrán de traducirse en nuestra
conciencia por sensación de rojo, y diremos; “Este objeto es rojo.”
Pudiera haber, sin embargo, bien humedad o partículas de polvo en el aire
que modificasen dichos rayos de tal modo que al llegar al ojo resultasen ya
algo diferentes. Esta modificación, naturalmente, alcanza su mayor
intensidad cuando han de atravesar grandes zonas de la atmósfera, hasta
el punto de que los objetos muy distantes pierden a veces en absoluto su
color natural, que se reemplaza por el del medio, como podemos observar
en las montañas lejanas cuando el aire no es completamente diáfano. A
pesar de su encanto, no nos hemos de detener en este aspecto del color.
Lo que principalmente nos interesa aquí es el hecho de que las imágenes
de nuestra retina son planas; de dos dimensiones, igual que el lienzo sobre
el que pintamos. Si examinamos estas imágenes ópticas sin prejuicio
alguno, como si estuvieran en una cámara obscura, veremos que se hallan
compuestas de manchas de color de infinita variedad y complejidad,
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43
Por encima de estos groseros ejemplos, ¡que riqueza de asociaciones se
agolpa a nuestro espíritu cuando nos conmueve lo que estamos
observando! Póngase a dos individuos, uno del vulgo y otro un poeta ante
una escena, y pídaseles que describan lo que ven. Suponiendo que ambos
posean una mediana facultad de expresarse correctamente, ¡qué
diferencia habrá en el valor de sus descripciones! O escójase a dos pintores
dotados de igual capacidad para reproducir sus percepciones visuales y
colóqueseles ante esa escena para que la pinten.
En el supuesto de que no sea un hombre vulgar y el otro un gran artista,
¡qué diferencia habrá entre sus obras! El pintor vulgar hará un cuadro
también vulgar, mientras forma y color serán como excitantes de
profundas asociaciones y sentimientos en el espíritu del otro, que le
llevarán a pintar de tal modo la escena que las mismas esplendorosas
asociaciones se transmitan al que la contempla.
Pero volvamos al espíritu del niño. Conforme se ha ido desarrollando su
facultad de percibir las cosas, cada vez ha descuidado más la observación
de la imagen retiniana, de forma y color, hasta el punto de que cuando ya
intenta dibujar no es el sentido de la vista el que consulta. La imagen
mental del mundo objetivo se ha formado en su cerebro se halla ahora
asociada más directamente con el tanto que no con la vista, con la forma
palpada que con su aspecto visual. Así que si le pedimos que pinte una
cabeza, se la imaginará primero como un objeto dotado de un límite
continuo en el espacio, que su cerebro concebirá instintivamente como
una línea.
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rara vez, si acaso alguna, consulta su vista por sí misma, sino, como auxiliar
y de algún otro sentido. Se mira al cielo para ver si va a mejorar el tiempo;
al campo, para observar si está bastante seco como para pasear o si habrá
una buena cosecha de heno; a un río, no para contemplar la hermosa
imagen del azul del cielo de los verdes campos, agitándose en su superficie,
o la riqueza de matices de su obscuro fondo, sino para calcular su
profundidad, la fuerza que suministraría para mover un molino, la cantidad
de peces que contiene o cual otra clase de asociaciones ajenas a su imagen
visual. Si se alza la vista para contemplar una hermosa masa de nubes-
cúmulus en una calle de Londres, en general, el transeúnte que sigue
nuestra mirada esperando ver un dirigible o un aeroplano por lo menos, al
no percibir más que nubes, se queda sin saber probablemente qué es lo
que observamos. La hermosa forma y color de la nube parece no advertirla.
Las nueves sólo significan para él una acumulación de vapor de agua que
puede traer la lluvia. Esto explica en cierto modo la gran cantidad de
buenas pinturas que son incompresibles para la mayoría de las gentes. Sólo
aquellas en que se ha buscado la imagen visual de los objetos con
suficiente perfección para que puedan sugerir estas otras asociaciones son
entendidas por completo. Las demás, según ellos, no están bastante
acabadas. Y es raro que una pintura pueda conseguir una interpretación
realista tan acabada y al mismo tiempo expresar aquellas amplias calidades
emocionales que constituyen un buen cuadro.
Las primeras pinturas de la “Asociación pre-rafaelista” parecen ser una
chocante excepción de esto. Pero en sus obras, el excesivo realismo de
todos los detalles formaba
47
IV
DIBUJO DE LINEA
La mayor parte de los dibujos primitivos que nos da a conocer la historia, a
semejanza de los infantiles que hemos discutido en el último capítulo,
entran de lleno en la categoría de dibujos de contorno. Es digno de notarse
este hecho si se considera la relación algo remota que tiene la línea de con
todo el fenómeno de la visión. Los contornos no puede decirse que existan
en las imágenes son como límites de las manchas. Y aun en este sentido,
las líneas parecen algo muy pobre desde el punto de vista plástico, pues
esos límites no están siempre claramente definidos, si no fundiéndose
continuamente en las masas circundantes, perdiéndose, para volver de
nuevo a aparecer más tarde y destacarse otra vez. Su relación con la
imagen visual no justifica suficiente esa tendencia instintiva el dibujo por
líneas. Procede, a mi juicio, como ya se ha dicho, del sentido del tacto.
Cuando se palpa un objeto, esa fusión en las masas circundantes no existe,
sino, por el contrario, una firme definición de sus límites, que
instintivamente concibe nuestro espíritu como líneas.
51
Sentido del dibujo, del que tanto depende el atractivo que ejerce sobre la
imaginación la obra de arte.
La gran abundancia de nuevos conocimientos acerca de la visión, que puso
de manifiesto el movimiento naturalista del siglo XIX, es especialmente
responsable de haber obscurecido en su época aquellas cualidades más
encillas y primitivas que son la base de todo buen arte. En el momento de
apogeo de este movimiento, el dibujo por líneas quedó en desuso, y el
carboncillo y esa cosa terrible llamada difumino vino a reemplazar la punta
del lápiz en las escuelas. El carboncillo es un admirable instrumento bien
manejado, pero más a propósito para el dibujo de mancha que para el de
línea. Respecto al difumino, cuando menos se hable de él, mejor, aunque
según creo, perdura todavía en algunas escuelas.
Afortunadamente, el dibujo por líneas resucita actualmente, y nada más a
propósito para introducir en las extravagancias de la pintura naturalista visa
y fuerza nuevas y devolver al arte la hermosa expresión del trazo.
Este obscurecimiento de la fuerza directa del arte por la acumulación de
excesivos detalles realistas, con la pérdida de vigor que implica, ha sido la
causa de que los artistas hayan vuelto ocasionalmente a los
convencionalismos más primitivos. Así nació el movimiento arcaizante en
Grecia, y así hombres como Rosetti y Burne-Hones, buscaron en la técnica
del siglo XV medios más adecuados de traducir sus impresiones. También
fue indudablemente un íntimo convencimiento de la influencia enervante
que ejerce sobre la fuerza expresiva del arte la estudiada ejecución de las
escuelas modernas, lo que llevó a Puvis de Chavannes a invertir su amplia
factura de primitivo. En estos ejemplos podrá obsérvese que es
56
V
DIBUJO DE MASAS
Espero que en el anterior capítulo habrá quedado patente que el dibujo de
contorno es instintivo en los artistas de Occidente y l ha sido siempre desde
los tiempos más remotos; que esto se debe a que la primera imagen
mental de los objetos nace de la sensación de su forma, no como algo
visto, sino como algo palpado, y que, finalmente, un dibujo de contornos
satisface y evoca directamente la imagen mental de objetos.
Pero hay otro medio de expresión directamente relacionado con las
imágenes visuales, que, desarrollado a través del tiempo, ha ejercido una
influencia considerable en el arte moderno. Este modo de dibujar se basa
en la observación de las imágenes planas que en la retina se pintan,
dejando olvidada por el momento nuestra experiencia táctil de la forma de
los objetos. En oposición al dibujo por líneas, podremos llamarlo dibujo de
mancha. La exactitud científica de este punto de vista es evidente.
Si fuese la copia fiel de las imágenes que nos ofrece la naturaleza del único
objeto del arte (idea extendida entre los aficionados) el problema de la
pintura sería más sencillo de lo que es, y ha largo tiempo probablemente
que estaría resuelto por la cámara fotográfica.
61
Esta forma de dibujo es el medio natural de expresión artística cuando
tenemos en nuestras manos un pincel lleno de pintura. La reducción de
una imagen complicada a unas cuantas manchas sencillas es la primera
necesidad que siente el pintor. Pero esto será explicado con todo detalle
en un capítulo posterior, en que se tratará más prácticamente de la técnica
de esta clase de dibujo.
Lámina X
Ejemplo de trabajo del siglo xv en China por Lui Liang (British Museum)
Mostrando cómo los primeros maestros chinos habían desarrollado el punto de vista de la
masa.
El arte de la China y el del Japón parecen haber sido más influidos por este
modo de ver las formas de la naturaleza que lo fe el occidental hasta muy
recientemente. El espíritu de los orientales no parece tan obsesionado por
el carácter corpóreo de las cosas como el de los occidentales. Entre
nosotros, el sentido práctico del tacto es más poderoso de todos. “Sé que
es así porque lo he tocado con mis manos”, suele ser una expresión
característica nuestra, de la que no creo se serviría una mentalidad
oriental. Para ellos, la esencia espiritual de las cosas es la más real, a juzgar
por su arte. Y, ¿quién aseguraría que no tienen razón? La impresión que
nos producen sus hermosas producciones pictóricas, con su ligereza
estructural y su tendencia a evitar la atención de corporeidad, es
ciertamente esa. Tiene su origen en la contemplación de la naturaleza
considerada como una imagen plana, y no como una colección de objetos
sólidos. El uso que hacen de la línea es también mucho más que restringido
que entre nosotros, y rara vez se sirven de ella para acentual el releve de
las cosas, sino principalmente como medio para indicar los contornos de
las manchas y expresar el detalle. El claroscuro, que da la sensación de
corporeidad, jamás lo utilizan; una amplia luz, sin sombra alguna, se
extiende a todo, y el dibujo se hace por manchas con el pincel.
62
Sin embargo, ganó un nuevo punto de vista. Con este modo subjetivo de
enfocar las apariencias – “visión impresionista” se le ha llamado – muchas
cosas demasiado feas, por su forma o por las asociaciones que despiertan,
para suministrar materiales al pintor, al ser consideradas como pare de un
esquema de sensaciones de color pintado en la retina, que el artista
contempla por su valor rítmico o emocional, se vio que podían prestarse a
nuevas y hermosas armonías, a “conjuntos” ni siquiera sospechados por las
anteriores fórmulas. Además, muchos efectos de luz extraordinariamente
complicados para ser trasladados al lienzo según los antiguos principios del
claroscuro (la luz solar a través de los árboles en un bosque, por ejemplo),
resultaban completamente pintables, considerados como una impresión de
manchas de diverso color. La fórmula primitiva jamás podía desprenderse
de la idea de los objetos como cosas sólidas, y, consiguientemente,
limitaba su atención a los hermosos. Desde el nuevo punto de vista, las
figuras resultaban de las formas y calidades de las masas de color pintadas
en la retina y lo que pudieran ser los objetos, causas externas de estas
formas, importaba muy poco al impresionista
64
Nada es feo visto bajo un hermoso efecto de luz, y ese efecto es todo para
ellos.
Esta consideración de la apariencia visual como primordial exigía una
mayor dependencia del modelo. Como realiza sus dibujos a partir de sus
percepciones mentales, el artista no puede escoger el material de sus
cuadros hasta que éste ha existido como algo visto para él; hasta que
posee una impresión visual de él en su espíritu. Desde el antiguo punto de
vista (la representación, como una descripción pictórica basada, por decirlo
así, en la imagen mental de un objeto) el modelo no era tan necesario. En
el caso del impresionista, la percepción mental se llega por la impresión
visual, y en el antiguo punto de vista la impresión visual es un resultado de
la percepción mental. Ocurre así, que el movimiento impresionista ha
producido principalmente obras inspiradas en el mundo real de los
fenómenos visuales que nos rodean, y el antiguo punto de vista casi
siempre cuadros sugeridos por los destellos de la imaginación en el mundo
mental del espíritu del artista. Y aunque se han hecho interesantes
ensayos, para producir obras de fantasía basados en el punto de vista
impresionista, la pérdida de excitantes e imaginativos, consiguiente a la
destrucción de los contornos por la gran luminosidad, por la atmósfera,
etc. Y la pérdida también del ritmo lineal que esto lleva consigo, ha
impedido conseguir hasta ahora resultados bastante satisfactorios. Sin
embargo, indudablemente ha salido a luz mucho material nuevo debido a
este movimiento, que está esperando ser utilizado por la imaginación. Pues
ofrece un campo desconocido para la selección de calidad expresivas. Este
punto de vista, aunque adoptado por la escuela española en cierto modo,
no llegó
65
Lámina XII
Estudio atribuido a Miguel Ángel (British Museum).
Tenga en cuenta el deseo de expresar la forma como una cosa sólida sentido, los contornos
resultantes de las formas que se superponen. La apariencia visual se llega a como resultado de
dar expresión a la idea mental de un objeto sólido.
Lámina XIII.
Estudio de Degas (Luxemburgo)
En contraste con el dibujo de Miguel Ángel, tenga en cuenta la preocupación por la silueta de
los espacios ocupados por las diferentes masas en el campo de visión; cómo las formas sólidas
de la apariencia es el resultado de retratar con precisión este aspecto visual.
Levi foto
70
VI
LO ACADEMICO Y LO CONVENCIONAL
sobre estudios previos está en eso: en que al hacer en frío la copia es fácil
omitir esos pequeños detalles del dibujo, que tanto contribuyen a expresar
la vida.
Lámina XV
A partir del dibujo de lápiz de Ingres.
Foto Bulloz.
VII
EL ESTUDIO DEL DIBUJO
Hemos visto que hay dos puntos de vista extremos desde los cuales se
puede enfocar la presentación de las formas: el del contorno, directamente
relacionado con la imagen mental de ellas y con sus asociaciones táctiles,
por un lado, y el de las manchas, estrechamente unido a la imagen visual
formada en la retina, por otro.
Ahora bien: entre estos dos puntos de vista extremos hay una infinita
variedad de estilos, que combinando ambos se inclinan más a uno o a otro,
según los casos. Sin embargo, conviene al aficionado estudiarlos por
separado, pues son diferentes las cosas que ha de aparecer y diferentes
también las calidades expresivas de la naturaleza que ha de estudiar en
cada uno.
Por el estudio del dibujo de contorno se acostumbra el ojo a observar con
exactitud y aprende el valor expresivo de la línea. También la mano se
adiestra a una ejecución precisa, siendo llevado gradualmente el aficionado
desde el simple contorno a intentar la completa representación de la forma
con toda la complejidad de luz y sombra. Pero al mismo tiempo deberá
ejercitarse en el dibujo de manchas, enfocado desde el punto de
83
Diagrama II
VIII
DIBUJO DE LINEA, PRÁCTICA
Diagrama III.
Un dispositivo para permitir a los estudiantes observar apariencias como motivo plano.
el número de centímetros, perfórese con una aguja enhebrada con hilo
negro el punto A (al cual se ha de fijar con lacre uno de los cabos) y pásese
al punto correspondiente del lado opuesto. Desde allí sígase al inmediato
como muestra la línea de puntos, y vuélvase a travesar el espacio vacío, y
así sucesivamente hasta llegar a B, donde por medio del lacre ha de
mantenerse completamente
90
Diagrama IV.
Muestra tres principios de construcción empleadas para la observación de la figura. Fig. X,
masas, Fig. Y, curvas. Fig. Z. posición de puntos
brazo extendido y conservando el ojo la misma posición durante la
operación; y ya, colóquese horizontal o verticalmente, siempre ha de
ponerse o bien derecha de alto a bajo
92
Es siempre muy útil fijar como unidad de medida alguna importante que no
vale en el objeto (en los modelos vivos, la mayor parte de ellas cambian
constantemente), y con la cual puedan todas compararse.
Para encajar un dibujo, es la fijación de nuestros puntos salientes es lo
primero que ha de hacer el aficionado. La reproducción en la lámina XVIII
ha sido hecha como ilustración del método que convendría seguir para
acostumbrar el ojo a observar con precisión. Se advirtió que una línea
vertical que pasase por axila del brazo sería utilísima para referir a ella
todas las medidas, y así fue la primera trazada y debida su longitud en
consecuencia. Habituémonos a dibujar dentro de límites determinados
desde el principio. Nos será de gran utilidad cuando queramos colocar una
figura en la posición exacta que debe ocupar en el cuadro. Inmediatamente
hubo de procederse a tomar la altura de los diferentes puntos señalados
sobre la línea. El pliegue del ombligo resulta hallarse exactamente en el
centro; feliz comienzo, pues si es generalmente provechoso marcar desde
luego dónde ce el punto medio, es muy conveniente que coincida con un
lugar de evidente importancia. Otras medidas fueron tomadas, en la misma
forma que los puntos A, B, C, D., E, de diagrama de la pág. 92, trazando las
líneas horizontales y determinando las distancias trasversales en relación a
las alturas. He dejado sin concluir estas líneas en el dibujo, así como
también varias pare de él, para mostrar las diversas fases de la obra. Estas
líneas directrices se hacen más tarde mentalmente y con más precisión que
la que da la tosca aguja de calceta, cuando el aficionado ha avanzado más.
Pero antes de adquirir el hábito de tener siempre presente en la
imaginación
94
95
la variación de curvatura de las formas, pues ella nos permitirá verlas con
precisión. Nótense primero los puntos en que empieza y termina, y
después, las distancias a que se encuentra de la línea que une estos dos
puntos, colocando un lápiz o una aguja de calceta contra el modelo en caso
necesario.
Después de encajar nuestro dibujo tal como aparece en la pierna y pie del
último plano de nuestra demostración (lámina XVIII), ha llegado y al
momento de empezar el dibujo propiamente dicho. Hasta ahora sólo
hemos amojonado, por decirlo así, el terreno que va a ocupar. Este
andamiaje inicial, tan necesario como disciplina del ojo, debe hacerse con
la mayor exactitud posible, pero no hemos de dejar que estorbe nuestra
libertad de interpretar las formas más adelante. El trabajo hasta este
momento ha sido mecánico, pero ya es tiempo de que examinemos el
tema con cierto sentimiento de la forma. Aquí, el conocimiento de la
estructura de los huesos y músculos que recubre la piel ha de ayudarnos a
apoderarnos de lo que hay de significativo y expresivo de la forma de la
figura. Nada mejor puede hacer el aficionado que estudiar el excelente
libro de sir Alfred Fripp sobre este asunto, titulado Anatomía humana para
aficionados al arte. Reparemos especialmente en la violencia de la postura,
el retorcimiento general determinado por el brazo que descansa sobre el
muslo contrario y el relieve que da a las formas losa tirantez de la piel de
los hombros. También son de advertir las líneas firmes de la espalda
encovada y el arrugamiento de las formas de la parte anterior del cuerpo.
Obsérvese la superposición de los contornos, dónde se acentúan y
96
Proyección del cono A, iluminado por la ventana BC. Posición del ojo, D.
Dibujo demostrativo de la aplicación de los principios del claroscuro.
98
de que el principiante habitúe su ojo a observar con tal precisión que
pueda prescindir de él.
Cuando se trata de escorzos, el ojo, sin la ayuda de la caja, tiene siempre
tendencia a extraviarse. En ese caso ha de servir de mucho fijarse en la
figura que dibuja el objeto contra el fondo. El aspecto de los objetos
escorzados es tan distinto de lo que sabemos, que son los cuerpos sólidos,
que convienen concretar la atención en el fono d más que en la misma
forma, cuando se produce a encajarlos. En realidad, trátese de escorzos o
no, cuando se hace la caja la forma de ese fondo ha de observarse con
tanto cuidado como otra cualquiera. Pero ya al hacer el dibujo
propiamente dicho las formas deben examinarse en sus relaciones
internas, es decir, las líneas limitantes de un lado deben ser consideradas
en relación a las del otro lado, puesto que la verdadera expresión de la
formas, que es el objeto del dibujo, depende de la debida relación de estos
límites. El dibujo de los dos lados debe ejecutarse simultáneamente para
poderlos comparar constantemente.
Los límites de las formas de cierta complejidad, como las de la figura
humana, por ejemplo, no son líneas continuas. Una forma tapa en parte a
tora como las líneas continuas. Una forma tapa en parte a otra como las
líneas de una serie de colinas. Esta superposición debe ser buscada en
interpretada cuidadosamente, pues los contornos están constituidos por
una sucesión de tales recubrimientos parciales.
En el dibujo de línea, el sombreado debe usarse sólo para ayudar a la
interpretación de la forma. No es conveniente pretender utilizarlo para
representar los verdaderos valores de los tonos.
99
esto es, formada por multitud de facetas que son heridas por la luz a
diferentes ángulos.
Las líneas B 4 y C 3 representan los límites extremos de las que puede
recibir el cono, y, por consiguiente, en os puntos 3 y 4 comenzará la
sombra. El hecho de que alcance hasta el mismo punto 3 la posibilidad de
relejarse la luz hacia el ojo, no destruye la teoría de que sólo puede
acontecer esto donde el ángulo de incidencia es igual al de reflexión, como
pudiera parecer, puesto que, siendo rugosa la superficie, presenta facetas
de ángulos diferentes, desde las cuales puede producirse ese fenómeno. El
número de esas facetas capaces de reflejar es mayor, naturalmente, con
las proximidades de las luces vivas, y va progresivamente disminuyendo
conforme la superficie se aleja de ellas, hasta que, alcanzado el punto en
que comienza la sombra, que es aquel en que la superficie se vuelve por
completo contra la luz, cesa en absoluto la reflexión de la luz directa. Más
allá del punto 3 no llegaría al ojo ninguna luz del objeto si no fuese por que
recibe la luz relejada. Ahora bien: la mayor cantidad de esta clase de luz ha
de venir de una dirección opuesta a la de la directa, pues todos los objetos
que en ella se hallan están vivamente iluminados. La superficie de la pared
entre los puntos E y H, directamente opuesta a la luz, ha de dar la mayor
reflexión. Entre los puntos 5 y 6 esta luz se reflejará hacia el ojo con su
máxima intensidad, puesto que en ellos los ángulos de incidencia son
iguales a los de reflexión. Las demás partes de la sombra recibirán cierta
cantidad de luz reflejada, que irá disminuyendo a uno y otro lado de esos
puntos. Ente los puntos extremos 7 y 8, ningún rayo de luz llega ya al ojo
procedente del cono. Desde
101
Lámina XX
DIBUJO DE LA FIGURA DEL AMOR EN LA IMAGEN “AMOR DEJANDO LA
PSIQUE”. ILUSTRACIÓN DE UN MÉTODO DE DIBUJO.
Las líneas paralelas de sombreado dan dirección a las formas más
prominentes.
Para el dibujo por medio de manchas. Rara vez veremos sombra alguna en
los dibujos de Holbein; se diría que ha colocado sus modelos cerca de un
ventanal, pegado al cual ha trabajado. Ha de escogerse también un fondo
lo más cercano posible al tono de luz más viva del objeto que se ha de
dibujar. Esto hará destacarse claramente el contorno. Cuando se trata de
un retrato, un periódico colgado detrás de la cabeza servirá muy bien a
este propósito, y es fácil también siempre de tener a mano. Su tono puede
variarse con la distancia a que se coloque de la cabeza y según el ángulo
que forma al volverse frente o contra la luz.
No ha de recargarse un dibujo de líneas con pesadas medias tintas ni
sombras; manténgase siempre ligero. La belleza de su particular dominio es
la de los contornos, que se frustraría con luces y sombras densas.
Los grades dibujantes utilizan sólo lo estrictamente necesario para
interpretar las formas, pero jamás para reproducir el tono. Consideran las
medias tintas como pare de las luces y no de las sombras.
Hay muchos procedimientos de dibujos de línea, y cualquier aficionado de
cierta originalidad ha de encontrar alguno que se adapte a su
temperamento. Sin embargo, quisiera ilustrar uno que es en todo caso
lógico y puede servir como un tipo perfecto de dibujo de líneas en general.
Ha de considerarse primero la imagen de un objeto como una serie de
contornos, unos formando los límites de las formas sobre el fondo y otros
los de las formas secundarias dentro de los anteriores. La luz, la sombra y
las diferencias de color local (como la de los labios, de las cejas y de los ojos
de una cabeza) se consideran todas
105
Del mundo entero, en forma adecuada y por poco dinero. El peligro no está
en la inanición, como en la indigestión. Los aficionados se encuentran tan
ahítos de cosas excelentes que, a menudo, no pueden digerir algunas;
pasan rápidamente de una a otra obra maestra sin tomar por decirlo así,
más que vistas instantáneas de las bellezas que ofrecen, hasta que su
facultad natural de apreciar se convierte en un remolino de ideas confusas.
¿Qué debemos hacer? Ya que no podemos evitar la excesiva abundancia de
cosas buenas que nos asedian por todas partes en los días presentes,
cuando tropecemos con alguna que nos impresione especialmente por su
belleza, saciemos en ella nuestro apetito. Colguémosla donde podamos
verla constantemente, en nuestro mismo dormitorio, por ejemplo: allí
distraerá nuestras horas de insomnio, si tenemos la desgracia de
padecerlo.
Al principio probablemente sólo nos gustarán los dibujos mediocres; lo
bonito, lo pintoresco, lo efectista, nos atraerá quizá antes que la sublimidad
de las cosas hermosas. Pero seamos honrados y alimentémonos de lo que
realmente nos agrada más, que cuando lo hayamos ya digerido y
comprendido por completo nos cansaremos de ello y desearemos algo
mejor, y así, poco a poco, llegaremos al máximum posible de nuestra
capacidad crítica.
Antes de terminar este capítulo queremos llamar la atención sobre lagunas
cuestiones referentes al dibujo de cabezas, a las cuales no siempre prestan
los aficionados la atención debida. Supongamos que la figura 1 de nuestro
dibujo esquemático de la página 112 representa un ojo en su aspecto
normal. En la figura 2 hemos apartado la piel y los músculos, y puesto de
manifiesto los dos
110
Diagrama VI.
Ilustración sobre algunos puntos conectados con los ojos
No siempre observados en el dibujo de la cabeza.
112
Participar de modelo, y, por lo tanto, su tono no podrá ser uniforme.
Nótese especialmente el cambio brusco de planos, generalmente indicado
por un pliegue, en la parte en que el párpado inferior encuentra la
superficie del pómulo. Falta muy corriente en todos los ojos al ser pintados
es olvidar la construcción de estos planos. Obsérvese también, donde el
párpado superior se aproxima a la carnosidad existente bajo la ceja
(generalmente hay un pliegue muy acusado) y la diferencia de planos, que
se determina en esta unión. En algunos ojos existe aquí una profunda
depresión cuando es pequeñas la fofa carnosidad del párpado y éste se
destaca bajo la prominencia ósea C D. Constituye una líneas estructural
importante, por marca el límite de la superficie esférica del globo ocular,
que recubren los párpados.
La figura 4 es un tosco esquema de la dirección que generalmente siguen
los pelos que forman las cejas. De A, en la parte superior de la nariz, parten
en forma de radios muy escasos pelos, que bruscamente, entre B y E, en
que se encuentra el fuerte mechón de pelos en dirección superior con el
que desciende, se produce generalmente la parte más obscura de la ceja,
así como al juntase los que se dirigen hacia D dan lugar, frecuentemente, a
otra
113
Imagen XXIV
Conjunto de cuatro fotografías de la misma pintura en cuatro etapas
diferentes.
Nº 3. La misma que la última, con la adición de las sombras; variedad que se
obtuvo de la misa manera como en el caso de las luces, sólo que aquí la parte
más delgada es más ligera, mientras que en el caso de las luces era más
opaca.
Nº 4. La obra acabada, se añaden mejoras y se corrigen errores.
Otro modo de utilizar el pincel consiste en trazar con él una serie de rayas
paralelas de igual o distinto espesor, que producirán tonos más claros o
más obscuros, con todas sus gradaciones, según sean aquéllas gruesas o
delgadas. Su efecto es semejante, como vemos, al del sombreado en el
dibujo de línea. Siempre que se desee una gran exactitud en un modelado
complicado y resulte difícil modificar cualquier parte por medio de una
hábil pincelada, es de recomendar su empleo. Después de trazadas etas
rayas puede arrastrase el pincel seco a través de ellas, para unirlas al resto
de la obra. Este procedimiento que describimos ha sido últimamente muy
usado por los artistas que tratan de pintar con colores puros y asilados al
modo llamado de Monet, aunque este maestro rara vez recurrió a artificio
tan mecánico.
A medida que dominemos nuestros medios de expresión gracias al dibujo
de línea, que no habremos dejado de hacer, debemos intentar la copia de
yesos de manos y cabeza en la forma explicada. En las láminas XXIII al XXIX
damos algunos ejemplos de esta clase de ejercicios. Desgraciadamente, las
fotografías que tomamos de uno de ellos en las distintas fases de
ejecución, han resultado bastante desiguales; especialmente la
correspondiente al momento en que se den las primeras luces, aparece
demasiado obscura. Sin embargo, muestran bien el partido que puede
sacarse de un solo tono respecto a la variedad, cuando pintamos sobre una
media tinta. Los dos tontos usados aparecen en el ángulo inferior de la
derecha.
Debemos procurar que estos estudios queden terminados en una sola
sesión. De no poderlo conseguir, usaremos
126
Una de sus caras, con la precaución de que cubra las aristas para no
herirnos los dedos. También puede pintarse de negro el dorso,. De pie y
con la espalda vuelta al objeto y a nuestro cuadro, lo mantendremos muy
cerca de un ojo (), de tal modo que podamos percibir por reflexión tanto el
modelo como el estudio. Viendo así reducidos y simplificados los tonos, la
corrección de nuestro trabajo será más fácil.
Quisiera recalcar bien la importancia que hay que conceder a los trabajos
preliminares necesarios a todo dibujo hecho por medio del pincel, pues si
en ellos la arte expresiva no es precisa, la perfecta corrección y exactitud
requieren la mayor atención. Sería realmente lamentable que después de
haber construido una hermosa composición nos encontrásemos con que
eran falsos sus cimientos y había que deshacer y cambiarlo todo. Por eso es
de absoluta necesidad que en esa primera fase de nuestro trabajo no
omitamos ninguno de los artificios señalados del encaje por cuadrícula,
medición con la aguja, etc., para asegurarnos de la exactitud de las
proporciones. Las desviaciones y acentuaciones que puede dictar la
sensibilidad artística podrán hacerse cuando llegue el momento de pintar.
En esta primera fase no se trata en modo alguno de un dibujo, sino
simplemente de un bosquejo, y como tal debe ser considerado. La única
razón quizá de minucioso esmero que a veces ponen los aficionados en la
ejecución de estos dibujos preparatorios hechos sobre el lienzo está en el
conocimiento que así adquieren acerca del tema para cuando hayan de
pasar, y esto da siempre por resultado un cuadro mediocre.
128
Lámina XXVI
Serie de cuatro fotografías del mismo estudio del natural en diferentes fases
de ejecución.
Nº 1. Bosquejados con carboncillo los espacios que han de ocupar las
distintas manchas.
Lámina XXVII
Serie de cuatro fotografías del mismo estudio del natural en diferentes fases
de ejecución.
Nº 2. Se ha velado el conjunto con una media tinta y pintado dentro los
claros; la variedad de tonalidades se ha obtenido modificando el espesor del
color. Las sombras se deben a las líneas de carboncillo del dibujo inicia, que
aparecen a través de la media tinta.
Lámina XXVIII
Serie de cuatro fotografías del mismo estudio del natural en diferentes fases
de ejecución.
Nº 3. Igual que la anterior pero añadidas las sombras; la variedad de
tonalidades se ha obtenido modificando el espesor del color, como antes.
Lámina XXIX
Serie de cuatro fotografías del mismo estudio del natural en diferentes fases
de ejecución.
Nº 4. La cabeza terminada.
Cuando tomemos al pincel para interpretar ya nuestras propias
impresiones, no debemos vacilar en el daño que puede causarse a un
dibujo preparatorio, cuya única finalidad ha sido el bosquejo de las
manchas. Evitemos siempre esa pobreza de espíritu, o nada bueno aremos
nunca en el arte pictórico. Dibujar es interpretar formas, y esto es algo que
debemos atender siempre. En el arte, “el que ha de salvar su obra tiene
que perderla muchas veces”, si se me permite parafrasear este dicho
profundo, que, como todos los de su clase, se extiende a más cosas que a
las que primitivamente se aplicó.
Con frecuencia nos veremos obligados a borrar por completo un dibujo casi
perfecto para conseguir aquel detalle en apariencia pequeño que lo separa
de lo que debiera ser. Es algo semejante a lo que ocurre cuando una
persona quiere subir con su automóvil a una altura superior a la que puede
alcanzar la fuerza del motor; emprende antes una larga carrera, y así el
primer intento llega casi a la cumbre, pero no a ella misma, tiene que
volver atrás y tomar de nuevo otro impulso que le lleve a ella.
Otro procedimiento para examinar los tonos de un dibujo es de entornar
los ojos, de que ya hablamos antes. En esta forma aparecen algo
aminorados, y se amplía el foco, facilitando la labor de corrección. En estos
dibujos hechos a base de tondos distintos no sólo ha de observarse la
forma de las manchas., sino también sus valores, es decir, el lugar que cada
uno ocupa en una escala imaginaria, que va del más obscuro al más claro.
Lar relación que guardan entre sí es de extrema importancia en la pintura,
pero en realidad su estudio pertenece a otro capítulo del arte, el del color,
que requiere un libro por sí sólo.
129
Algo, sin embargo, hemos de decir acerca de esto al tratar del ritmo.
Hemos visto al hablar del dibujo de líneas que el carácter particular de
éstas ha de buscarse en su relación con las rectas. Del mismo modo, el
carácter de un modelado hemos de encontrarlo observando los planos que
lo constituyen. Así, por lo tanto, cuando hayamos de construir alguna
forma complicada, una cabeza o una figura completa, por ejemplo, es a
esos planos (tonos homogéneos) a los que hemos de prestar atención.
Igual que el escultor que trabaja en piedra esboza su obra por una serie de
superficies planas, el que modela una figura o cualquier forma complicada
debe bosquejarla por un serie de planos de tonalidades uniformes,
pintando primero los mayores y luego los más pequeños, hasta que
fundiendo los bordes de unos y otros, surja el relieve.
Los buenos modelados están llenos de estos planos sutilmente unidos
entre sí, así como no hay nada más característico de los mal hechos que
esa “tosca redondez” propia de la superficie de la esfera, que con la línea
del círculo es la más desprovista de carácter y la que más debe evitarse.
Para el estudio de las formas son sin duda los conocimientos anatómicos,
muy particularmente los de las estructuras óseas, de la mayor importancia.
Sin embargo, en la época en que la escultura naturalista y realista hicieron
furos, fueron objeto de duras censuras, y con razón, pues si han de ser
utilizados por pura ostentación y ara exagerar los efectos que la naturaleza,
paraca en este respecto, nos ofrece, con perjuicio dela gracia y expresión
de visa, vale más prescindir de ellos. Hay que reconocer,
130
X
RITMO
Este tema del ritmo, en las llamadas Bellas Artes, es tan impreciso y tan
poca atención ha merecido, que se necesita cierto valor y aun quizá
temeridad para atacarlo. Al ofrecer las siguientes ideas fragmentarias,
reunidas al azar en mi limitada experiencia personal, no pretendo que sean
aceptadas sino por lo que ellas valgan, pues no puedo invocar en su favor
autoridad alguna suficiente. De todos modos, quizá sirvan de estímulo
ofreciendo ciertas orientaciones que pueda seguir el aficionado para
proseguir el estudio de esta materia por sí mismo.
La palabra ritmo la usamos aquí para expresar la propiedad que tiene
líneas, tonos y colores de afectarnos por su disposición y arreglo al modo y
manera de las diferentes notas y combinaciones de sonidos en la música. Y
así como éstos, sin tener relación inmediata con la naturaleza, nos
impresionan, excitando directamente nuestra propia vida interior,
igualmente en la pintura, en la escultura y en la arquitectura existe una
música que por sí misma nos conmueve, parte toda significación unida a la
representación de fenómenos naturales. Hay, pues, por decirlo así, una
música abstracta de línea, tono y color.
135
Lámina XXX.
Estudio para el cuadro “Rosalinda y Orlando”
“Nos llama; mi orgullo ha desaparecido con mis venturas”.
geométricas serían suficiente. Claro es, sin embargo, que las asociaciones
producidas por los objetos representados aumentarían mucho esa
impresión, si las líneas y disposición de masas están de acuerdo con lo que
ellos expresan. De no ser así, tal vez disminuirían, obscurecerían o
destruirían por completo la música de la línea y de los tonos. Es decir, que
si estos elementos expresan en sí mismos la idea de sublimidad, y los
objetos a cuya representación sirven de base son algo cómico, como, por
ejemplo, un burro rebuznando, las asociaciones que despierta la figura
ridícula se superpondrán a las relaciones con aquéllos. Es digno de notarse,
sin embargo, que rara vez ocurre esto en la naturaleza, pues la sensación
que las cosas producen por sus líneas y distribución de tonos está
generalmente en armonía con los objetos mismos. Es indudable que el
efecto de la línea de un burro descansando es mucho menos ridícula que
rebuznando.
Hay dos elementos en el ritmo que permiten establecer una división en el
examen de este tema, dos puntos de vista desde los cuales puede
enfocarse: Unidad y Variedad, cualidades que en cierto modo se copien
una a otra, como la armonía y el contraste en el dominio del color. Se
refiere la unidad a la relación de las partes con la idea total que debe
dominar en cada uno de los detalles de la obra artística. Todas las
cualidades más fundamentales, las notas sentimentales más profundas,
pertenecen a este aspecto del tema. Por otra parte, la variedad posee el
secreto de la gracia, de la animación de lo pintoresco, es el dither, el juego
que debe quedar entre las partes más libres y que contribuye a dar vida y
carácter. Sin variedad no puede haber vida.
140
Permite la colocación de un pie delante del otro en las figuras erguidas; los
brazos, cuando no caen verticales a los lados, se doblan rígidamente en el
codo en ángulo recto; la cabeza mira fijamente al frente. La expresión de
sublimidad es completa, y esto es lo que pretendían. Pero ¡qué horrible
sensación de frialdad produce la falta de esa libertad y variedad única
capaz de dar vida! ¡Qué consuelo se experimenta en British Museum al
pasar de las frías salas egipcias a las de los mármoles traídos por lord
Elguin, en que se siente todo el fuego que palpita en las obras griegas!
Lo que nos encanta en lo que llamamos una cara perfecta no es la absoluta
regularidad de sus facciones, no es ninguna de las cualidades propias de un
tipo ideal, sino más bien aquellas ligerísimas desviaciones de ésta, que son
exclusivas de la cabeza que admiramos. Un tipo idealmente perfecto de
cabeza, dado que pudiera existir, excitaría tal vez nuestra admiración, pero
nos dejaría fríos. De todos modos, no es posible que se dé en la vida real; la
expresión va siempre acompañada de leves movimientos de nuestras
facciones, que por ser habituales forzosamente han de moldear nuestros
rasgos en formas individuales distintas de ese modelo de perfección, sea
cual fuere la intención de la naturaleza en el primer momento.
Si llamamos imperfecciones, como suele hacerse, a estas desviaciones de
los rasgos del tipo común, si diría que son precisamente las imperfecciones
de la perfección las que nos encantan y conmueven, y que la perfección sin
ellas es una abstracción fría, muerta, desprovista de alma, ya que la unidad
sin variedad es algo inanimado e incapaz de afectarnos.
144
Por otra parte, la variedad sin unidad que sobre ella impere dará una
exuberancia desordenada de vida, desprovista de fuerza y de frenos,
malgastada en locos excesos.
Así, pues, en el arte ha de buscarse un equilibrio entre estas dos cualidades
opuestas. En las obras buenas, la unidad es la cualidad dominante; toda
variedad estando en armonía con alguna amplia idea del conjunto que
jamás se pierde de vista, ni en los menores detalles de la obra. El buen
estilo ha sido definido como la variedad dentro de la “unidad”, y la
definición de Hogarth de la composición como el arte de “variar bien” es
semejante. En cuanto a mí, me atrevería a afirmar que "contras“ es con
armonía” tal vez fuese una definición sugestiva bastante aceptable.
Examinemos primero la variedad y la unidad en cuanto se refieren al dibujo
de líneas y después al dibujo de mancha.
145
XI
RITMO: LA VARIEDAD EN LA LINEA
El ritmo o música de las líneas depende de la forma de éstas y de la
relación que guardan entre sí y con los lados del tablero. En toda obra bien
hecha ha de estar en armonía con el tema (intención artística) de nuestro
cuadro o dibujo.
Las dos líneas que ofrecen menos variedad son la completamente recta y la
circunferencia. La primera carece evidentemente de ella; la segunda, por
ser uniforme su curvatura en todo su desarrollo, tampoco la tiene, y es de
todas las curvas la más desprovista de esta cualidad. Son, pues, estas dos
líneas las menos graciosas de todas, y rara vez se usan si no es para realzar
la belleza y variedad de otras, y aun en este caso se introducen en ellas
sutiles variaciones y cierto grado de libertad que compense su extrema
sencillez. Utilizadas de este modo, las líneas verticales y horizontales tienen
un gran valor, pues ligan la composición a las del marco, merced su
paralelismo con él. También como contraste a la gracia y riqueza de las
curvas prestan gran servicio, y con ese fin se usan a cada momento. La
serie de molduras con que se recorta la cabeza de un retrato o las líneas de
una columna
147
con que se acentúan las curvas de la cara y de la figura, son ejemplos bien
conocidos de esto. El pintor de retratos busca, siempre en el fondo de su
cuadro, un objeto que le proporcione estas líneas rectas. También puede
observarse cómo las líneas que se trazan sobre un estudio para copiarlo (lo
que se llama cuadriculado) mejoran el aspecto de un dibujo, aumentando
la belleza que da la variedad de las curvas pro su contraste con las rectas.
Esquema VII
Molduras de óvalos y flechas tomadas de una de las
Cariátides del Erecteo (Museo Británico).
Éste era el tipo corriente griego es, a mi juicio, inexacta, pues en las
estatuas retratos no aparece. En la realidad, sólo raras veces y en las
naciones más occidentales se presenta, y no creo que haya bastantes
pruebas de haber sido un tipo común en ninguna parte.
Esquema VIII
Demostración de la variedad existente dentro de la simetría. Nótese cómo
las depresiones marcadas con las A se oponen a laos abultamientos
indicados por las B.
Al dibujar o pintar un perfil, es este ritmo, esta unidad de la línea, lo que
tenemos que sentir, si queremos interpretar su particular belleza.
Tratándose de un cuadro, se consigue esto mejor dibujándolo al final con el
150
Esquema IX
Demostración de la variedad dentro de la simetría. Obsérvese cómo las
depresiones indicadas por las A se oponen a los abultamientos señalados
por las B.
152
Variantes, que han de dar vida a sus dibujos. No es para él, en plena
inspiración, para quien se han escrito libros como el presente. Sin embargo,
puede llegar un momento en que haya algo que no resulte, y en ese caso
será muy útil saber dónde hemos de buscar el punto débil de nuestro
trabajo. Las líneas de igual grosor tienen algo de frío e inexpresivo si se las
compara con las que, acentuándose en determinados sitios, poseen cierta
variación. Si observamos los contornos de las cosas en la naturaleza,
notaremos que en ciertas partes se destacan más y atraen especialmente
nuestra atención el único procedimiento para traducir esto en un dibujo
hecho sólo por líneas, consiste en hacer más obscuras y vivas éstas. Por el
contrario, cuando esos contornos aparecen como desvanecidos, las líneas
conviene que sean suaves y borrosas.
Es imposible enumerar las infinitas clases de variedad que un buen
dibujante puede introducir en su obra; es preciso estudiarlas directamente.
Sin embargo, gran pare de la vitalidad de nuestros dibujos ha de
encontrarse en ese cambio de grosor y calidades de líneas que nos
referimos.
153
XII
RITMO: LA UNIDAD EN LA LINEA.
___
Lámina I
Lámina IV
___
Lámina XXI
___
Lámina X
Las líneas horizontales que produce la brisa sobre el agua tranquila, o las
que se ven en el cielo con frecuencia a la postura del sol, nos emocionan
por la misma causa.
El pino y el ciprés son dos ejemplos típicos que nos ofrece la naturaleza de
esta asociación de la idea de sublimidad a las verticales. Hasta la chimenea
de una fábrica, destacándose en lo alto de una ciudad lejana, a pesar de las
desagradables asociaciones que pudiera despertar resulta impresionante,
para no hablar ya de las bellísimas agujas de nuestras catedrales góticas
apuntando al cielo. El partido que ha sacado Constable de esa sensación de
sublimidad que da la vertical en las agujas de la catedral de Salisbury puede
apreciarse en el Museo de Victoria y Albert, en aquel cuadro en que las ha
puesto en contraste con la alegre tracería de un arco de olmos. La
grandiosidad de las catedrales góticas, en general, depende mucho de esta
sensación de verticalidad de sus líneas.
Los romanos no ignoraron esta fuerza expresiva cando erigieron una
columna aislada como monumento conmemorativo de un gran hecho o de
un personaje notable. Quizá a una expresión inconsciente de sublimidad se
debería la manía de levantar esas torres y esos obeliscos en lugares
elevados, que vemos en todo nuestro país, y que vulgarmente se llaman
caprichos.
Los dibujos esquemáticos que acompañamos. A, B, C y D, E, F, en las págs.
163 y 164 son claros ejemplos del efecto inherente a las líneas horizontales
y verticales. El señalado con la letra A no es más que un conjunto de seis
líneas rectas trazadas dentro de un rectángulo,
161
Esquema XIII
“El Amor y la Muerte”, por G. F. Watts.
Esquema en que se ponen de relieve las líneas de que depende la fuerza
rítmica de este cuadro.
Lámina XXXV
“El Amor y la Muerte”, por G. F. Watts.
Composición de la gran nobleza basada en la fuerza del ángulo recto de la
figura de la Muerte en contraste con las líneas curvas de la figura del Amor.
(Véase el esquema en la página anterior).
frente dé la sensación de una mayor capacidad cerebral, pues una frente
saliente, pero combada, como vemos en C, lo pierde, aunque
evidentemente posea un mayor volumen.
Estos efectos de los ángulos rectos aparecen muy bien en El Amor y la
Muerte, de Watts, reproducido en la página 169. En esta composición,
llena de nobleza y que, a juicio nuestro, es una de las más sublimes
manifestaciones del arte del siglo XIX, la fuerza irresistible y majestad de la
figura de la Muerte avanzando lentamente se debe, en gran parte, al
ángulo recto, que domina en toda la actitud. No pudiendo hacer que
aparezca en la silueta, lo traza el autor valientemente dentro de la figura,
por medio del sombreado del brazo izquierdo y la acentuación de luz sobre
el borde superior, del que está extendido, desvaneciendo al mismo tiempo
un poco el contorno de la cabeza. Obsérvese, además, el vigoroso efecto
que da a esta figura la repetición de las formas a escuadra de los pliegues
del ropaje; efecto que aún se subraya más por las líneas rigurosamente
rectangulares de los escalones y particularmente por la horizontal del
primero de ellos, en ángulo recto con la líneas vertical del personaje y con
las de vano de la puerta. En este contraste de líneas y formas, tan
conforme con el profundo sentimiento en que está inspirado este cuadro,
es donde ha de encontrase el valor expresivo de la composición.
En la ilustración que acompaña a la reproducción del cuadro he tratado de
señalar esquemáticamente algunas de las líneas principales en su
anatomía. En estos esquemas, que reproducen la anatomía de una
composición, las líneas seleccionadas no siempre aparecen con gran
170
El ojo de ellos y dirijan la atención al centro del cuadro. Toda línea tiene la
virtud de arrastrar tras de sí de un modo instintivo la vista, y, por lo tanto
ha de prestar un gran servicio para conducir al espectador donde radica el
principal interés de la composición.
Precisamente este inconveniente de los ángulos es lo que hace tan molesto
el problema de pintar un cuadro. En una tabla rectangular de las corrientes
disponemos de espacio libre suficiente en el centro, y la dificultad de llenar
pasablemente los ángulos no se presenta has que hemos terminado con
aquél; pero cuando se trata de un cuadro, en cuanto nos apartamos un
poco del centro, tropezamos con alguno de ellos, y el problema a que nos
referimos es mucho más importante que en todas las otras formas. Es un
excelente ejercicio, que deben practicar los aficionados para darse cuenta
de sus dificultades y aprender a vencerlas.
Después de estas líneas, son las diagonales las que poseen una relación
más estrecha con las formas rectangulares. Gran parte de las
composiciones, que no se basan en las verticales y horizontales, están
construidas sobre ellas y así relacionadas con la forma del marco.
Cuando hablamos de líneas horizontales, verticales o diagonales, no ha de
entenderse en un sentido literal. No hay ninguna vertical pura en un pino
piñonero ni en ciprés, como tampoco existe ninguna horizontal,
estrictamente hablando, en una llanura: hay sólo una sensación general de
verticalidad u horizontalidad en todas sus líneas. Del mismo modo, cuando
decimos que una composición está basada en una diagonal, es raro que tal
líneas exista en ella con toda la pureza, sino simplemente un movimiento
general a través del dibujo, en consonancia
172
Lámina XXXVI
“La Rendición de Breda”, por Velázquez (Prado).
Con alguna de las dos diagonales. En este caso se establece cierta unidad
entre el dibujo y su marco. Un buen ejemplo de cómo pueden utilizarse
verticales, horizontales y diagonales para dar unidad a un cuadro, es la
Rendición de Breda, de Veláquez, que reproducimos en la lámina XXXVI.
Obsérvese la nota de verticalidad que dan las lanzas de la derecha,
sostenida por la pata del caballo y la pierna adelantada de la figura que
recibe las llaves, así como la líneas horizontal que limita la mancha obscura
de la lejana ciudad, continuado pro el mosquete que lleva al hombro la
figura cubierta con sombrero de fieltro que se halla detrás del grupo
principal. Velázquez, en este caso, se ha salido de su manera realista
habitual, pues difícilmente podía ser costumbre llevar el mosquete en esta
forma, apuntando a la cabeza del hombre que le sigue. No sólo éstas, sino
otras líneas horizontales aparecen también en el celaje y en la lejanía del
paisaje, siendo una de ella las la que atraviesa la línea de lanzas. El uso de
las diagonales es también otra cosa digna de atención en la composición de
este cuadro. Si colocamos una regla sobre la línea oblicua de la bandera
situada detrás de la cabeza del caballo, a la derecha, nos encontramos con
que es exactamente paralela a la diagonal trazada desde el vértice del
ángulo superior de la derecha, al inferior de la izquierda. Otra líneas
prácticamente paralela a esta diagonal, es la de la espalda de la figura que
está ofreciendo las llaves, cuya orientación continúa en la mano y llave del
mismo personaje. Puede también advertir que la pata derecha trasera del
caballo del primer plano, es paralela a la otra diagonal y que su parte
inferior coincide realmente con ella, relacionándola así con el marco del
cuadro.
173
Esquema XIV (I)
Dibujos demostrativos de la energía
expresada por las líneas curvas.
174
Esquema XIV (2)
175
Diagrama XV
Ilustración del flujo de líneas sobre el cual la unidad del ritmo depende en
este cuadro.
Lámina XXXVII
“El nacimiento de Venus”, por Botticelli (Florencia).
Hermoso ejemplo del refinado ritmo de líneas de Botticelli (Véase el
esquema en la página anterior).
176
Puedan estas líneas, con ser muy visible su artificio, le dan un aspecto de
nobleza y de perfecta unidad, muy en armonía con la naturaleza del
asunto.
Las líneas curvas carecen de lo que llamaríamos la entereza moral de las
rectas. No son sólo un propósito para ofrecer la expresión de lo sublime;
como para incitarnos al sabroso gusto de los sentidos. Ponen el secreto de
la gracia y del encanto; pero sin el poder equilibrador de las rectas, carecen
de freno y pierden su fuerza. En la arquitectura, el estilo barroco es un
ejemplo de este exceso. Si es verdad que toda expresión de vida y fuego,
de encanto y gracia ya del efecto de las líneas curvas, también lo es que las
producciones más refinadas y bellas del arte se inclinan más a las formas
rectangulares que a las circulares, pues cuando se ce en el abuso de estas
últimas y no se contrarrestaron por la influencia de ninguna recta, el efecto
es poco delicado. Así, ha de evitarse todo exceso de curvatura en los
buenos dibujos. Esta expresión de entereza de las líneas rectas las
reconocemos todos. Cuando decimos de una persona “que es un hombre
recto”, queremos indicar con ello su alto valor moral.
Rubens fue uno de los pintores que más se deleitaron en interpretar
libremente el ansia de vivir, de gozar profundamente de la vida, y aun
siendo muchas de sus obras de esplendorosa belleza y admirables todas, el
excesivo uso de curvas y formas redondeadas les quita vigor a las últimas
producidas, que llegan a molestarnos por su grosera sensualidad.
En las mejores es precisamente donde abunda el dibujo algo anguloso y los
planos.
177
Tratemos, pues, siempre que las formas curvas se acerquen lo más posible a
las rectas y que el modelado se haga por planos.
Volvamos ahora aquellas formas más sencillas de composición que nos da
un trozo de mar y cielo, y substituyamos las líneas rectas que antes tenía
por curvas. Observemos cómo las líneas del esquema Z (pág. 174), aunque
sólo ligeramente incurvadas, expresan ya cierta energía, en vez de la
sensación de reposo que nos producían las rectas del diagrama anterior, y
cómo a medida que ve aumentando en B y C la curvatura también va
decreciendo esa energía hasta llegar a d, en que las líneas, girando en
violento torbellino, dan la impresión de un huracán desencadenando. Este
último esquema es aproximadamente el que sirve de base rítmica al Anibal
cruzando los Alpes, de Turner, en la Galería de este nombre.
Una de las formas más sencillas y graciosas que pueden adoptar las líneas
unitivas de una composición es la de una corriente interrumpida de todas,
naciendo unas de otras y desarrollándose en airoso ritmo, que arrastrando
el todo a todas sus partes hace fijar la atención en las notas más
interesantes.
Dos ejemplos excelentes de esta disposición de línea son el Nacimiento de
Venus, de Botticelli, y el Rato de Europa, del veronés, reproducidas en las
láminas XXXVII y XXXVIII., En el cuadro del veneciano, la claridad de las
líneas básicas nos importa tanto como en el del florentino. Es interesante
advertir cuánto más se aproximan a la forma circular las líneas de Europa
que las de cuadro de Venus. Y es que si a esta última obra, pintada al óleo,
se hubiese aplicado la misma factura
178
Lámina XXXVIII
“El Rapto de Europa”, por Paolo Veronese (Venecia).
Composición de gran riqueza y exuberancia de formas y color (Véase el
esquema de la página siguiente para el análisis del ritmo de las líneas.)
Esquema XVI
Esquema en que se muestran las líneas principales que dan su rítmica
unidad a este cuadro.
Lámina XXXIX
Batalla de San Egidio. Paolo Ucello.
Esquema XVII
Muestra el efecto de líneas discordantes en la composición. (Véase la
reproducción de la lámina anterior). Una serie de árboles cuyo carácter
rectilíneo y vertical acentúa.
Lámina XL
La Ascensión de Cristo. Por Domenico Theodocupulo llamado El Greco.
Obsérvense el ritmo y forma de líneas de las ascendentes como llamas y el
exaltado sentimiento que conllevan.
181
Lámina XLI
“El bautismo de Cristo”, por Dominico Theotocopuli, llamado el Greco.
Otro ejemplo de sus composiciones como llamas.
Photo Anderson.
Otra disposición rítmica que pueden adoptar las líneas básicas de una
composición, es la de una corriente general constituida por curvas, que
uniéndose y separándose y entrecruzándose en un continuo movimiento
ascensional, dan la sensación de llamas. Un ejemplo notabilísimo de este
caso es la obra del admirable pintor español vulgarmente llamado “El
Greco”, dos de cuyas obras mostramos aquí (láminas XL y XLI). Dígase lo
que se quiera de incorrección de su dibujo, desde un punto de vista
académico, no puede haber más que una opinión respecto a la admirable
vitalidad de su obra. El ritmo ascensional de sus líneas y la llameante
ondulación de sus manchas de luz nos producen el mismo
estremecimiento que la contemplación de un incendio abrasador. Hay algo
estimulante y exaltador en él, si bien usado con exceso, como lo hace a
veces este autor; la absoluta falta de quietud tiende a perjudicarle. Dos
ejemplos de sus cuadros reproducimos y en ellos puede advertirse esta
forma del movimiento de las líneas y manchas de la composición. En
ninguna parte descansa el ojo, que se ve obligado a seguir la misma
ondulante dirección a través de todas sus manchas y siluetas. Lo más
extraordinario de este notable pintor es que , aunque esta inquiera y
desenfrenada forma de composición asemeja su obra a las barrocas del
último período, hay, sin embargo, una ardiente sinceridad y gravedad en
todo, sólo igualadas por los primitivos del siglo XIV y XV, y absolutamente
diferentes del falso sentimiento de la escuela citada
182
Esquema XVIII
A. Líneas trazadas al azar. – B. La línea 1-2 se ha tomado como principal. –
C. Lo mismo que en B, pero con adición de manchas para cubrir los cruces
de líneas y restablecer el equilibrio. – D, se ha tomado como principal la
línea 3 – 4. – E. Igual que en D, pero agregando manchas para cubrir los
cruces y equilibrar. – F. Se han tomado las líneas 5-6 como principal. – G.
Igual que en F, pero con manchas que cubren cruces y equilibran.
183
Esquema XIX
Es la que sirve para enlazar las diferentes partes de una composición y dar
unidad al conjunto.
El corte de líneas en ángulo casi recto, siempre duro y discordante, sólo es
útil cuando se desea atrae vivamente la atención sobre un punto particular;
en los demás casos procuraremos evitarlo, y si no, ocultarlo por completo.
En los garabatos de nuestro dibujo primitivo hay un horrible choque de
líneas cruzadas; así en C hemos añadido una mancha para encubrir esto, e
igualmente el ángulo que forma l líneas 3-4. A atravesar el grupo de las
radiantes por encima de 1-2. Con otra pequeña mancha, en 11
estableceremos cierto equilibrio, y obtenemos una base para una
composición (esquema C) no del todo desagradable en su disposición, pues
si bien partimos de una agrupación de líneas discordantes trazadas al azar.,
las hemos puesto en armonía por medio de este artificio de las líneas
radiantes.
En el rectángulo D tenemos el mismo grupo; pero en este caso es la línea 3-
4 la que utilizamos como dominante. La 7-8 pone en relación la 3-4 con la
1-2, pues con ambas tiene afinidad. La 9-10 y la 11-12, por la misma razón,
une la 3-4 a ña 5-6, y la 11-12, por la misma razón, une la 3-4 a ña 5-6, y las
demás obedecen a igual principio. Añadiendo, como antes, algunas
manchas que oculten los cruces, obtendremos un esquema rítmico para
una composición (E) enteramente diferente de la anterior (C) y basado en
idéntico grupo de líneas trazadas de cualquier modo.
En el cuadrito F, 5-6 es la línea elegida como dominante, y las que se
encuentran en relación armónica con ella se han trazado por el mismo
procedimiento, y, por lo tanto, también en este caso, cubriendo los cruces
y equilibrando masas, lograremos otra disposición sin cambiar los
garabatos primitivos.
187
Quisiera sugerir con este análisis un nuevo juego a los aficionados; uno de
ellos, por ejemplo, presentaría a otro unas cuantas líneas trazadas al azar, y
éste, como si resolviese un problema, tendría que buscar un agrupamiento
armonioso, introduciendo otras en simpática relación con ellas.
No es rato que al comenzar un cuadro nos encontremos con ciertas
condiciones que se nos imponen; a veces tenemos que tratar
pictóricamente cosas tan horribles como nuestro grupo de líneas trazadas
al azar, y sólo por los medios indicados podremos destruir su discordancia y
armonizar el conjunto con la forma de nuestro lienzo. Loas mismo s
principios e aplican al color; las notas discordantes dejan de serlo por la
introducción en otras relacionadas con los colores originales, llevando el
ojo de unos a otros por fáciles transiciones que evitan el choque violento
de ellos. Es algo semejante a lo que hace el músico, que nos conduce de un
tono a otro muy distinto por miedo de unas cuantas notas de transición; si
no lo hiciera en esta forma resultaría horrible el encuentro de ellas, pero
así nos sorprenden agradablemente y son de un gran efecto.
Eh H I he introducido una línea recta en nuestros grabados originales, con
objeto de aumentar la dificultad de enlazarlos. Sin embargo, con sólo trazar
las líneas 7-8 y 9-10, convergentes con 1-2, ya conseguimos relacionar ésta
con 5-6, pues aunque 5-6 y 9-10 no irradian exactamente del mismo punto,
tienen evidentemente cierta concordancia. Solo una pequeña parte en el
extremo señalado con el 5 desentonaría; si hubiese 5-6 seguido el
188
Esquema XX
Dibujo en que se pone de manifiesto el ritmo armonioso de líneas que da
unidad a esta composición.
190
Lámina XLII
Retrato de la hija del artista Sir Eduardo Burne-Jones, Baronet.
Ejemplo de ritmo armónico. (Véase el esquema de la página de anterior.)
El cuidado que hay que poner para que sean los más bellos y no los peores
los que resulten acusados.
Esta regla general es más conocida en lo que respecta al color; todo el
mundo sabe que el azul de unos ojos se realza por simpática relación con el
azul del traje o con toques de este color en el sobrero, etc. Sin embargo, el
mismo principio se aplica a las líneas. La cualidad de línea de unos ojos y
cejas hermosas resaltan con la alargada curva de un sombrero de granes
alas, y el efecto armónico de un collar se debe en parte a la misma causa,
pues sus líneas concuerda con las de los ojos o con el óvalo de la cara,
según penda más o menos. El efecto de las líneas largas consiste en
destacar aquellas de la cara que “ritman” con ellas y acentuarlas.
Como ejemplo ilustrativo de esto reproducimos la lámina XLII “Retrato de
la hija del autor”, del baronet Eduardo Burne Jones.
Hay dos cosas que la particular agrupación de líneas pone de manifiesto en
este retrato: la belleza de los ojos y el corte de la cara. En vez del sombrero
de anchas alas, a que nos referimos antes, nos encontramos con un espejo,
cuyos amplios círculos giran rítmicamente alrededor de los ojos y
concentran en ellos la atención. El de la izquierda (mirando el cuadro), por
estar más cerca del centro y guardar más armonía con las líneas del espejo,
se destaca con más relieve. Si nos tomásemos el trabajo de recortar en un
trozo de papel opaco un agujero del tamaño de la cabeza, y lo colocásemos
sobre el grabado, veríamos la cara sin la influencia de esas líneas exteriores
y notaríamos que la atención se dividía por igual entre los dos por faltar el
realce que da a uno de ellos el espejo. Este contribuye a la unidad de la
191
Impresión, que, buscada en los dos ojos, tal vez perjudicaría a la intensidad
del foco. El espejo, formando una especio de eco de la cúpula, con la
imagen de la ventana reflejada en el ángulo izquierdo, que es donde
corresponden las luces vivas, ayuda enormemente a la impresión
fascinadora del ojo.
La otra forma actúa por la particular disposición de líneas es el óvalo de la
cara. Tenemos primero el collar, cuyas líneas vemos continuadas por los
que forman el reflejo, que se percibe a la derecha. La evidente analogía
que se observa entre él y el contorno de la cara no es pura casualidad;
difícilmente se podría sostener largo tiempo en la posición que está; y debe
haber sido colocado en esa forma por el artista con la intención (consciente
o instintiva) de realzar las líneas del rostro. Las que forman los reflejos de la
izquierda también guardan analogía con el marco del espejo, e igualmente
todas las que vemos, tanto en los pliegues del vestido como en los
contornos de manos y brazos, acentúan aún más esa línea de la cara,
dando a todo el lienzo una unidad de expresión interesante y armoniosa.
La influencia que ejercen sobre el rostro las diferentes clases de peinado,
aparecen de manifiesto en los esquemas que damos en las páginas
siguientes. Los dos perfiles que en ellos pueden verse son exactamente
iguales, lo que no se concibe sin cierto esfuerzo. Resulta realmente
sorprendente cómo estos dos peinados imprimen aspecto tan diferente a
la misma fisonomía. El ritmo ascendente que observamos en los cabellos
de la figura. A concuerda en general con el perfil y con los rasgos más
prominentes de la cara (véase la línea de puntos), mientras las fuertes
curvaturas de los pertenecientes a B,
192
Con la convexidad dirigida hacia abajo, armonizan con las redondeces del
rostro y acentúan especialmente la gordura de la papada, tan temida por
las bellezas que han pasado su primera juventud. Sólo a una cara muy
Esquema XXI
A. Efecto que ejerce sobre las facciones el moño alto. Las líneas ascendentes acentúan la agudeza de
las facciones.
Angulosa puede convenir el moño bajo; pero en ese caso no hay otro
peinado más sencillo y hermoso, pues así como el pelo echado hacia atrás y
anudado en lo alto
193
Quiere esto decir que siempre que nos encontremos ante cierto
agrupamiento de líneas, sea cual fuere la naturaleza de los objetos que nos
lo ofrezca, sentiremos indefectiblemente el especial estímulo emocional
que le es propio.
Pongamos algún ejemplo: en el caso que tengamos ante nosotros una larga
línea horizontal, que sin interrupción atraviesa un cuadro, desposeída de
todo contraste violento que destruya su efecto, una impresión de quietud y
sosiego se apoderará de nuestro espíritu, lo mismo representen esas líneas
una dilatada llanura con un celaje de alargadas nueves que la superficie de
un estanque suavemente rizada por la brisa o un montón de vigas en un
almacén de maderas.
Si se trata de las líneas verticales de una composición, lo mismo da que
pertenezca al interior de una catedral que a los maderos de un andamio;
siempre tenderemos la sensación que despierta una serie de ellas en
abstracto. Igualmente las onduladas líneas de una voluta darán siempre
una impresión de energía, trátese de olas rompiendo contra la playa, de
nueves amontonadas, de remolinos de polvo o simplemente de una
maraña de flejes de hierro en los talleres de un fabricante de carretas.
Como hemos dicho en otra ocasión, estos efectos pueden ser subrayados,
modificados y hasta destruidos por las asociaciones que despiertan las
cosas representadas. Si el pintar un almacén de maderas atiende más el
artista a que parezca realmente un montón de leños con todas sus
asociaciones comerciales que a aprovechar el material artístico que le
ofrece para un buen cuadro, quizás pase por alto la impresión armoniosa
que sus líneas alargadas presenten. Si al contemplar su obra lo
195
Primero que se nos ocurre pensar es en leños de verdad, será evidente que
no acertó a interpretar las bellas sensaciones que eran capaces de
producir. Lo mismo podríamos decir del andamiaje de vigas y de los aros de
hierro del patio del fabricante de carros.
Esta estructura de líneas abstractas queda más o menos oculta según lo
requiera el carácter del asunto por la debida fidelidad a toda la rica
variedad de formas que posee la naturaleza. Así, en una amplia obra
decorativa, en que la pintura sólo figura como parte de un esquema
arquitectónico, la desnudez de este esquema será obligada para unirla a las
formas que la rodean, y la liberad de entrar en detalles realistas habrá de
limitarse mucho para no quedar obscurecida a la idea principal; pero si se
trata de una pequeña salita de pintura, que ha de ser examinada de cerca,
ya no es tan esencial esa base sustentadora de líneas y podremos
entregarnos de lleno a la interpretación de la rica variedad de pormenores
de la naturaleza. Así sucede que los interiores que gustan de la abundancia
de detalles pintan siempre cuadros pequeños; y los que prefieren una más
amplia realidad utilizan los de grandes dimensiones. Parece algo paradójico
afirmar que los cuadros pequeños deben contener más detalles que los
grandes, pero es absolutamente exacto, pues bien no es forzoso que estos
últimos hayan de formar siempre parte de un conjunto arquitectónico, por
sus condiciones han de ser contemplados a larga distancia, desde la cual no
podrían ser vistos esos pormenores y sólo servirían para debilitar su fuerza
expresiva.
Por otra parte, el cuadro pequeño entra fácilmente en el campo de visión y
puede ser percibido en su totalidad
196
sin subrayar, por decirlo así, sus líneas constructivas; pero en el grande es
de la mayor dificultad conseguir que nos hable con claridad, que produzca
en nuestra retina una impresión dotada de unidad. Su tamaño impide que
sea cómodamente percibido, y todo artificio será poco para darle esa
“amplia factura”, como suele decirse, a la que nada perjudica tanto como
el pequeño detalle.
197
que impone la estructura física al aspecto de los objetos, será siempre algo
muy debatido.
En los mejores dibujos, estas desviaciones de la exactitud mecánica son tan
sutiles que no dudo que haya muchos que nieguen en absoluto su
existencia. Buenos artistas de vigorosa inspiración natural, pero de espíritu
sencillo, no se dan cuenta en absoluto casi nunca de haber pintado algo
que se aparte de la más estricta exactitud posible.
198
XIII
LA VARIEDAD EN LAS MANCHAS
Las manchas de que todo cuadro esté formado son distintas no sólo por su
forma, tonalidades y bordes, sino también por su calidad o textura y por
gradación. Lista realmente formidable, pero imprescindible, pues cada una
de esas particularidades posee alguna cualidad rítmica propia, sobre la cual
será necesario decir algunas palabras. Respecto a la variedad de formas, la
mayor parte de cuanto hemos dicho acerca de las líneas puede aplicarse a
los espacios que debilitan. Sería imposible, por otra parte, enumerar todas
las posibilidades rítmicas que posee la infinita variedad de formas que nos
ofrece la naturaleza, y sólo cabe señalar la necesidad de un estudio directo
de ésta, ya que el inventarla es de su mayor dificultad, y, en cambio, en la
realidad son la cosa más corriente. Por mucha imaginación de que estemos
dotados, y por mucha habilidad que poseamos ara interpretar sus
creaciones por medio del dibujo, llegará un momento en que
necesitaremos recurrir al estudio del natural si nuestra obra no ha de
carecer de esa variedad que la vivifica y la hace interesante. Para
convencernos de la dificultad de inventar formas no tenemos
199
Lámina XLIII
Monte Solaro. Capri
Estudio sobre papel pardo al carboncillo y clarión.
Ritmos también al color, y así decimos de éste que tiene un tono caliente o
frío.
Hay en toda distribución bien ordenada de los valores de los tontos una
belleza particular de ritmo que constituye un importantísimo elemento de
la composición pictórica. Esta música de tonos que ha aparecido en el arte,
aunque de un modo rudimentario desde los primeros tiempos, ha sido
objeto recientemente de especial atención, que ha arrojado nuevas luces
sobre el asunto, en parte gracias al movimiento impresionista y en parte
también al estudio del arte chino y japonés, bellísimos casi siempre en este
respecto.
Esta calidad musical de los tonos aparece más de relieve cuando las
manchas son amplias y sencillas, pues entonces ni la escasa variedad del
conjunto ni las pequeñas diferencias de textura o gradación perturban su
contemplación. A esto se debe precisamente el que el tono de un paisaje
gane muchas veces cuando se extiende sobre él una ligera neblina, que,
simplificando tonos, funde las manchas y hace desaparecer las pequeñas
variedades. Incluso tengo oído de otra clase de cuadros que han sido
mejorados extendiendo también sobre ellos, a modo de barniz, neblinas
semejantes.
Los polvos que se dan las señoras en la cara, cuando no son excesivos,
favorecen por idéntica razón; no sólo simplifican los tonos apagando las
luces demasiado vivas, tan desagradables que hace aparecer como
recortadas ciertas partes, sino que destruyen muchas medias tintas,
extendiendo las luces hasta el comienzo de las sombras.
El efecto armonioso más agradable de los tonos se obtiene cuando
utilizamos únicamente los valores medios de nuestra escala, es decir,
cuando las luces son de tono
203
bajo y las sombras vivas; y es más intenso y dramático cuando son fuertes
los contrastes y bruscas las transiciones de sombras a luces.
El simpático atractivo de los efectos de media luz se debe en gran parte a
que en ella sólo se usan los tonos del medio de la serie; en cambio, la
enorme impresión dramática de un paisaje brillantemente iluminado por la
brusca aparición del sol frente a las densas nubes de una tempestad que va
alejándose, obedece al contraste. Contraste fuerte no sólo de los tonos,
sino también ente el color caliente de la tierra abrasada por el sol y el frío
azul de las lejanas nubes. Más adelante, al ocuparnos de la unidad de
tonos, trataremos con más detenimiento este tema de los valores.
La variedad de calidad y textura es de naturaleza tan sutil, que difícilmente
puede decirse nada de ella con la pretensión de ser bien comprendido. El
efecto que su diferencia produce sobre las manchas que forman un cuadro
ha de observarse, pues, directamente. La pintura al óleo es susceptible en
este respecto de una variedad casi ilimitada; pero su estudio debe dejarse
para cuando hayamos dominado ya oros aspectos más sencillos de ella.
Para la particular música de tonos de que venimos hablando, esta clase de
variedad sirve de muy poco; es, por el contrario, la unidad de calidad de
toda la obra la que más contribuye a que se manifieste. Así vemos que los
grandes maestros en particular, como Whistler, ponen el mayor cuidado en
mantener esa unidad en sus producciones, buscando principalmente el
grano de un lienzo áspero la variedad necesaria para evitar la flojedad en la
calidad de sus tonos.
204
están bien fundidos y son suaves, mientras que los de los paños están muy
acusados, cosa que igualmente puede observarse en muchos cuadros
posteriores de la escuela veneciana. Si rara vez acentúan mucho los rasgos
de la cabeza, salvo ocasionalmente en los ojos, les gusta mucho que alguna
nota fuerte, como la de una camisa destacando sus vivos rizos sobre el
dulce modelado del cuello, venga a contrarrestar los fundidos contornos de
las carnaciones. En la cabeza de Felipe IV de nuestra Galería Nacional, la
única parte en que Velázquez se ha permitido algo así como un borde duro
es en las luces vivas de la cadena que pende del cuello. En esas
composiciones la suavidad de los rasgos principales imprime una vaguedad
y misteriosa sobre ellos, que para restablecer el equilibrio se hace
necesario introducir cierta dureza en las partes no esenciales.
Obsérvese en la figura vestida de blanco del fragmento del cuadro de
Velázquez que reproducimos en la lámina XLIV, la portentosa variedad que
ha sabido dar a los bordes de las manchas blancas del coleto y de la cabeza
del caballo, reservando los acentos más agudos para las partes accesorias,
tales como los pliegues del traje y las crines sueltas de la frente del animal.
Estos bordes de Velázquez son realmente maravillosos, y nunca será
excesivo el cuidado que pongamos en estudiarlos. Su técnica, amplia, de
tonos lisos y unidos, no hace parecer a sus obras frías e insulsas como las
de algunos de sus discípulos, gracias a esa riqueza y variedad de bordes.
Desgraciadamente, esta variedad no aparece tan bien en la reproducción
como hubiésemos deseado, debido a que el procedimiento fotográfico
tiene tendencia en las medias tintas a acentuar monótonamente los
bordes.
209
plano, era absurdo, pues ese foco no podía hallarse en uno y en otro al
mismo tiempo.
Naturalmente que hay muchas otras maneras de pintar con más primitivos
convencionalismos, en que no encuentra para nada esta consideración del
foco. Pero en todas las que pretenden reproducir las impresiones
directamente producidas por las imágenes naturales tiene una gran
importancia en general y particularmente por su influencia sobre la calidad
de los bordes.
Algunas consideraciones dedicaremos a la forma de sierra que adoptan
esos bordes en ciertas manchas, como, por ejemplo, cuando se trata de
árboles destacándose en un celaje. En general, son uy difíciles de tratar, y
cada paisajista tiene una fórmula diferente. El aspecto fotográfico duro,
recortado y excesivamente elegante, les priva de toda belleza.
Tres son los tipos principales que pueden servir de ejemplo de esas
distintas técnicas, entre las cuales hemos de encontrar en primer lugar los
árboles de los primitivos pintores italianos, que ilustramos en la página
213. En éstos se elige siempre un árbol esbelto, cuyas hojas, destacando
sobre el fondo claro del celaje su rítmico dibujo obscuro, ofrecen un
contraste de gran efecto con los tonos más suaves del centro de la copa.
Actualmente esta técnica se aplica con más frecuencia a la parte del
ramaje, cuyo dibujo produce así delicadísimo efecto. Los álamos del Valle
del descanso, de Millais, están pintados conforme a esta manera de los
italianos y construyen una excepción entre los árboles de los artistas
modernos. También el mismo ha sabido dar realce al color de las partes
obscuras, de modo muy semejante al de Bellini y otros muchos primitivos.
211
Giorgone añade otro árbol al arte del paisaje: el de formas ricas, llenas con
espesas masas, que aparece en el Concierto campestre, del Louvre,
reproducido en la lámina XXXIII. En él podemos observar los dos tipos de
técnica; a la izquierda, el de hojas de variados modelos, y a la derecha, el
de grandes masas espesas.
Corot, en sus últimas obras, desarrolla un procedimiento que ha sido muy
imitado más tarde. Enfocando ampliamente los árboles omite las hojas
como elementos individuales y las resuelve en manchas de tonos unas
veces desvanecidos y otras veces, fuertemente acusados contra el celaje.
Del mismo modo trata las manchas secundarias del follaje dentro de estas
grandes líneas, descomponiéndolas en otras de infinita variedad de bordes.
Este juego de acusados y desvanecidos es uno de los principales encantos
de los árboles de Corot. Los que ha pintado desde este punto de vista de
grandes manchas, pueden presentar quizá algunas hojas en un lado o
algunas ramas en otro, frecuentemente acusadas contra el celaje; pero, en
general, en todas sus últimas obras (véase la ilustración de la página 230),
encontraremos este crescendo y disminuyendo como base de su música de
tonos.
Estos son los tres tipos extremos que hallamos en el arte con todas sus
variantes, que son numerosísimas. Pero sea cual fuere el procedimiento
que adoptemos, los árboles deben ser siempre considerados como un
todo, a cuya amplia impresión han de subordinarse las formas rítmicas que
elijamos. Este principio de conformar el pequeño detalle de los bordes a
una cierta ordenación general, se aplica a todas las figuras en forma de
sierra.
Esta cuestión delos bordes es siempre de gran importancia, si bien es
objeto de mayor preocupación por
212
Esquema XXIII
Ejemplos del modo de tratar los árboles, de los primitivos italianos.
A. Pinturas del Oratorio de San Ansano, “Il Trionfo dell Amore”,
atribuido a Botticelli.
B. De “L´Annunziazione”, de Botticelli, Florencia.
C. De “La Vergine”, de Giovanni Bellini, en la Academia, Venecia.
Pero aun los cuadros que manifestar más esa libertad, cuando están bien
hechos, descansan en una fortísima estructura de líneas y manchas
perfectamente construidas. Quizá nunca aparezca ésta de relieve, pero su
influencia estabilizadora se deja sentir siempre. Por esto, debemos más
bien pecar pro dureza en nuestras obras de aprendizaje que por flojedad, si
queremos aprender a dibujar bien. Sólo ocasionalmente podremos
entregarnos a una técnica más libre.
La variedad de gradación está, naturalmente, condicionada en gran parte
por las formas y por las luces y sombras de los objetos que constituyen
nuestra composición. Sin embargo, nunca debemos dejar, al estudiar las
gradaciones de tono con que trataos de interpretar las formas y dar el
modelado, de tener la vista puesta sobre la relación que debe guardar la
parte que pintamos con el conjunto. Nada debe hacerse que no esté en
armonía con esta amplia concepción. Es, indudablemente, una de las cosas
más difíciles, determinar la cantidad de variedad y fuerza expresiva que se
ha de conceder a los pequeños detalles par que no desentonen dentro de
la unidad de impresión, así como el señalar los límites dentro de los cuales
hemos de utilizar nuestra escala de valores en el modelado de cada parte.
En las mejores obras existe una gran economía a este respecto, con el fin
de tener en reserva la mayor fuerza posible ya que sólo podemos disponer
de una octava, la escala del negro al blanco, para componer nuestras
sinfonías. No habiendo otras más altas o más bajas, como hay en la música
para reforzar los efectos, se impone la mayor moderación en el uso de los
tonos.
214
XIV
LA UNIDAD EN LAS MANCHAS
No es muy realista podrá usarse de una mayor libertad en ésta, sin pérdida
de verosimilitud.
De todos modos, como hay una unidad en la combinación de tonos en la
naturaleza que es muy difícil de mejorar, en general resulta provechoso
basar la de nuestros cuadros en un estudio profundo de los valores que ella
nos ofrece.
Efectos tales como los de crepúsculo, de luz de la luna y hasta de fuerte sol,
rara vez fueron acometidos por los antiguos pintores en los asuntos de
figuras. Toda esa deliciosa distribución armónica de tonos que presenta la
naturaleza en esos aspectos no corrientes, constituye un estudio moderno
que ofrece al artista materiales nuevos ilimitados. Muchos artistas se
limitan a utilizarlos por el valor que en sí mismos encierran, encontrando
que la belleza de estos efectos raros de tonos es subiente para formar un
cuadro con los más sencillos aditamentos. Sin embargo, ¡qué cosas nuevas
admirables podrían imaginarse combinando alguno de esos extraños
aspectos de la naturaleza con una figura hermosamente dibujada!
Estos valores no son fácilmente percibidos con precisión, aunque su
influencia puede ser sentida por muchos. Por eso debemos poner el mayor
empeño en que nuestra vista se acostumbre a la percepción exacta de esas
sutiles distribuciones de tonos. ¿Cómo podremos conseguirlo? Es muy
difícil, por no decir imposible, enseñar a nadie a ver, y de todos modos
poco podríamos añadir a lo ya dicho sobre esta materia en el capítulo en
que tratamos de la variedad en las manchas. Cada una de éstas ha de ser
considerada en relación a una escala imaginaria de tonos en que, como
hemos visto, el negro es la luz más obscura y el blanco la más viva. Un
cristal negro, disminuyendo
217
Llegaremos a las luces vivas de nuestra paleta antes de lograr las que nos
ofrece la naturaleza, y así como con el anterior tendríamos que modificar
todos los tontos del extremo obscuro de la escala, con éste habremos de
alterar los de la parte luminosa. Cundo se trata de pintar la luz solar, el
último procedimiento es el más conveniente, pues con él se pueden
interpretar efectos de gran luz y brillantez. Con el primero, en cambio, por
empezar la escala con los tonos más claros habría de quedar tan gran parte
del cuadro obscuro, que la sensación de aire y luz desaparecería y en su
lugar nos hallaríamos con un paisaje cuya lobreguez más bien sería
acentuada que mitigada por las franjas de cárdena luz de los sitios heridos
por el sol.
Rembrandt es un buen ejemplo del primer método citado, y por eso gran
parte de sus lienzos aparece siempre obscura. Bastien Lepage es otro del
segundo, y en él podrá notarse que, generalmente, se limita a los efectos
suaves de luz de los días grises, que pueden ser reproducidos
perfectamente dentro de la escala de su paleta. El procedimiento de
empezar por la parte obscura, observando exactamente su gradación de
tonos y dejando que las luces se dispongan por sí mismas, fue usado quizá
por vez primera por Turner. Actualmente se aplica mucho, siempre que se
desea un efecto fuerte de luz. Las manchas luminosas dominan en estos
cuadros en vez de las obscuras, dando por resultado efectos de gran
brillantez.
Los valores de los tontos sólo pueden ser percibidos en su exacta relación
cuando el ojo tiene ante sí un amplio campo de visión. Con la costumbre
corriente de enfocar únicamente elementos individuales de la composición
que
220
Lámina XLV
Correggio, Venus, Mercurio y Cupido (Galería Nacional)
Hermoso ejemplo de una distribución de tintas del mayor efecto; una masa
clara de opulento modelado y vivamente iluminado sobre un fondo oscuro.
224
Esquema XXIV
Demostración de los principios en que se asiente la distribución de
manchas y el ritmo de los tonos del cuadro de la lámina XLVII.
Lámina XLVII
El Embarque con Rumbo a Citerea. Watteau (Louvre)
Ejemplo típico de composición basada en la gradación de tonos. (Véase el
análisis en la página de enfrente.)
Esquema XXXV
Demostración delos principios en que se funda la distribución de manchas y
el ritmo de los tonos del cuadro de Turner, de la Galería nacional, “Ulises
riéndose de Polifemo”.
228
230
En el centro del cuadro aparece una serie alineada de graciosas figuras, que
empezando a la izquierda en las masas de las rocas con pequeños cupidos
alados, y siguiendo a lo largo del cuadro, termina bruscamente a la derecha
con la nota clara de una mujer bajo los obscuros árboles. Es digno de
notarse el precioso juego de pequeñas manchas que produce esta línea de
figuras a través del cuadro introduciendo una sucesión de tonos claras
dentro de las manchas obscuras, de las cuales es la más acentuada la que
hemos indicado a la derecha, y otra de notas obscuras en las masas claras,
que termina con los cupidos, junto al celaje.
Un cierto efecto de equilibrio se introduce en este flujo de tonos por la
verticalidad acentuada de los troncos de los árboles y de las estatuas que
están bajo las obscuras manchas de la derecha, así como también por la
línea horizontal de la lejanía a la izquierda y los rectos báculos que
empuñan algunas figuras.
En el esquema al carboncillo, con que ilustramos esta composición, he
procurado evitar con el mayor cuidado todo dibujo preciso de figuras y
árboles para mostrar como la música de tonos no depende tanto de la
fidelidad al aspecto real como de la distribución de los valores en sí y de su
juego rítmico.
Excusado es decir que la naturaleza contiene toda la variedad imaginable
de música de tonos, pero que no es fácil encontrarla en una copia
ininteligente de ella, salvo raras excepciones. La frase de Emerson:
“Aunque recorráis el mundo entero en busca de la belleza, no la hallaréis a
menos de llevarla con vosotros mismos”, puede aplicarse con gran
exactitud a esta rítmica distribución de tonos.
231
Esquema XXV
XV
EL EQUILIBRIO
Parece existir en el fondo de todas las cosas una lucha entre fuerzas
opuestas, en la cual jamás se alcanza un perfecto equilibrio sin que la vida
desaparezca. Los mundos se mantienen en sus órbitas gracias a tales
fuerzas antagónicas, que por no hallarse nunca completamente
contrapesadas sostienen su vital movimiento; los Estados permanecen
unidos por ese mismo principio, no pareciendo ninguno capaz de conservar
largo tiempo su estabilidad: surgen nuevas fuerzas, el equilibrio se altera, y
el Estado se tambalea hasta que vuelve a encontrar otro nuevo. Parecería
sin embargo objetivo vital el esforzarse en conseguirlo, pues cualquier
violeta desviación de él va acompañada de calamidades.
En el arte también tenemos el mismo juego de factores opuestos, líneas
rectas y curvas, luz y sombra, colores fríos y calientes, luchando entre sí. Si
fuese perfecto su equilibrio, el resultado habría de ser algo muerto y falto
de gracia. Por el contrario, cuando es muy señalada su ausencia, el ojo se
siente molesto y el efecto de inestabilidad es excesivo. Naturalmente que
en los cuadros que tienden a expresar la calma, la tranquilidad, debe ser
237
Ese equilibrio lo más completo posible, y en los temas más vivos será
menos necesario, pero en cierto grado ha de existir en todos, aún en los de
mayor agitación; como en las buenas tragedias no ha de permitirse que el
horror de las situaciones se sobrepongan a la belleza del estilo.
Examinemos en primer lugar el equilibrio entre las líneas rectas y las
curvas. Cuando más ricas y acentuadas sean estas últimas, más severas han
de ser las primeras si se busca un efecto de tranquilidad absoluta; pero si el
asunto exige exceso de movimiento y vida, naturalmente que será menos
necesaria esa influencia compensadora de las rectas. Por el contrario, si el
tema ha de expresar la idea de reposo y meditación, hemos de inclinarnos
del lado de las rectas. De cualquier modo, un cuadro compuesto
enteramente de curvas plenas y ricas es algo demasiado movido e
inquietante para ser contemplado sin que llegue a producir verdadera
exasperación. De los dos extremos, aquel en que sólo hay rectas es
preferible al que carece en absoluto de formas rectangulares que suavicen
la riqueza de las curvas, pues aquellas sirven para interpretar las cosas más
hondas y permanentes de la vida, la energía que dirige y refrena, lo infinito,
etc., y las curvas ricas (esto es, las más alejadas de las líneas rectas)
expresan más bien la fuerza desordenada, la alegría exuberante, y , aunque
el exceso en cualquier sentido será siempre vicioso, generalmente se ha
considerado el ascetismo como más noble que la voluptuosidad.
El arte rococó del siglo XVIII es un ejemplo del uso excesivo de formas
curvas, que por serlo en la expresión de lo sensual hace de él el estilo
decorativo predilecto
238
Esquema XXVII
Muestra cómo puede equilibrarse el efecto de las manchas con el interés de
la composición.
y alegre de la vida, lo que hace de este mundo morada tan deliciosa, y que
a la segunda incumbe relacionar esa variedad con los principios básicos e
inconmovibles sobre los cuales descansa tanto la naturaleza como todo
arte digno de este nombre. Del carácter del artista y del asunto dependerá
el determinar hasta que punto la unidad subyacente ha de dominar como
elemento expresivo en su obra o ha de estar oculta y cubierta por la rica
vestidura de la variedad.
Ambas ideas han de ser reflejadas en la obra. Si se consiente que la unidad
de la composición excluya por competo toda variedad, el resultado será
una abstracción fría y muerta, y si, por el contrario, la última no se somete
en modo alguno a la influencia moderadora de la primera, se llegará a las
más desenfrenadas extravagancias.
244
XVI
RITMO: PROPORCIÓN
250
Esquema XVIII (2).
B
E
H
251
C
F
I
Esquema XVIII (3).
252
de los espacios laterales, presentándonos todo el cuadro dividido en tres
partes iguales. Observamos después las líneas circulares de los arcos del
fondo, curvas dotadas de la menor variedad posible, y por lo tanto, las más
expresivas de calma y tranquilidad; las líneas horizontales de los peldaños
de la escalera y las verticales del trono y del conjunto arquitectónico, así
como la sarta de perlas pendientes, acentúan más esta sensación de
infinita quietud. En cambio, cuando llegamos a las figuras, esta simetría se
altera en todas sus partes. Mientras las cabezas se inclinan todas hacia la
derecha, las líneas de los paños siguen libremente diversas direcciones.
Con ello se contrarresta el efecto de aquéllas hasta que el ojo recupera el
equilibrio en el báculo, fuertemente acentuado, del San Nicolás, a la
derecha. El de San Juan, necesario para compensar algo de esta línea, está
tratado con tal delicadeza que tiene casi la transparencia del cristal, para
no aumentar la inclinación hacia la derecha de las cabezas. Son dignas de
notarse las frutas del ángulo inferior de la derecha añadidas en el último
momento, podríamos decir que arrojadas al suelo para establecer un
equilibrio con el Niño Jesús de la izquierda. En nuestra humilde opinión, el
artificio demasiado visible con que han sido equilibradas las líneas y el
escueto y seco convencionalismo de esta composición, desentonan en
general con la gran cantidad de detalles naturalistas, y especialmente con
la verdad admitida en modo de tratar las figuras y cosas accesorias. La oca
fidelidad a la realidad visual en las obras de los primitivos, dice mejor con el
formulismo de tales composiciones. Con tan escasa variedad vivificadora
en su modo de tratar el aspecto natural de las cosas, no se siente uno
inclinado a
253
XVII
EL DIBUJO DE RETRATOS
Hay algo en todo individuo que probablemente habrá de resistir largo
tiempo al análisis científico. Aunque consiguiéramos hacer un recuento
completo de todos los átomos, electrones o lo que sean los elementos
constitutivos de los tejidos, y de las innumerables y complejas funciones
realizadas por los diferentes órganos, nada habríamos adelantado proa
llegar al individuo que dirige todo el mecanismo. El efecto de esta
personalidad sobre la forma externa y su influencia modificadora del
aspecto del cuerpo y las facciones, es lo que interesa al que ha de dibujar
retratos. Su fin es sorprender e interpretar vigorosamente el carácter
individual del moderno, en cuanto se refleja en su aspecto externo.
Esta interpretación del carácter por medio de la forma ha sido considerada
en cierto modo como contraria a la belleza. Entre los mismos que posan
ante el artista hay muchos a quienes desagradan las características
particulares de su fisionomía. Así los fotógrafos de moda, que conocen esto
bien, suelen borrar del negativo todos los rasgos salientes del modelo, que
en él parecen. A juzgar por el resultado es dudoso que se gane en belleza, y
259
Lámina L
De un dibujo a la sanguina por Holbein, en la Sala de Estampas del Museo
Británico.
Obsérvese cómo se ha buscado la mayor variedad posible; la diferencia de
los ojos, de los dos lados de la boca, etc.
Y a su vez, ¡qué difícil nos es reconocer a un individuo cuando oculta los
ojos y sólo deja ver la parte inferior del rostro!
Si tratamos de recordar una cabeza que nos es familiar, no es tanto la
forma particular de sus rasgos lo que enfocamos, como la impresión, la
resultante de todos ellos combinados, el acorde, por decirlo así, que daría
la fisonomía sin sus elementos componentes. Es la relación de las
diferentes partes con este acorde, la impresión de la personalidad de una
cabeza, lo más importante de todo en lo que vulgarmente se llama “captar
el parecido el aire”.
Al dibujar un retrato hemos de dirigir nuestra atención a esto,
subordinando a ello todos los elementos particulares. Desde el momento
en que el ojo se interesa solamente por alguna parte especial y olvida su
relación con la impresión total, el parecido tiene que subir.
Habiendo tanto de semejante en todas las cabezas, es evidente que lo que
hemos de tratar de describir y de dominar enérgicamente, si ha de resaltar
lo peculiar de cada una, son las diferencias que pueden existir. El dibujo de
retratos debe, pues, orientarse en este sentido de do diferencia; es decir,
que lo primero que hemos de buscar son aquellas cosas en que nuestro
sujeto difiere del tipo corriente, ya por su disposición general o por sus
proporciones, y dejar por el momento abandonadas a sí mismas las que
son comunes todas. La razón de esto está en que el ojo no fatigado ve las
diferencias más fácilmente que cuando ha trabajado algún tiempo. El ojo
cansado sorprende a percibir menos lo diferencial y a insistir en lo
monótonamente informe. Hay que ponerse, pues en contacto
inmediatamente
261
Nunca sería una gran obra la que produjese. Me parece muy natural la
respuesta del criado de Darwin, cuando se le preguntaba cómo se
encontraba su amo: “Malísimamente; ya ve usted, se pasa los días enteros
yendo de un lado para otro como atontado. Le he visto mirando fijamente
una flor cinco o diez minutos seguidos. Si tuviese que trabajar, mucho
mejor le iría”. Una gran biografía que merezca este nombre sólo puede
escribirla un hombre capaz de comprender a su biografiado y de tener una
perfecta visión de su posición entre los demás, separando lo trivial de lo
esencial, lo que es común a todos, de lo que es particular a él sólo. Y
exactamente lo mismo pasa en los retratos. Únicamente el pintor, que
posee la facultad instintiva de apoderarse de lo que hay de más
significativo en los rasgos expresivos de su modelo, de apartar lo vulgar de
lo importante y que además sabe transmitir esto al que contempla su
lienzo, con vigor, con más vigor que podría hacerlo la vista casual del
original, es el que puede abrigar la esperanza de pintar un retrato
realmente bien hecho.
Es indudable que la interpretación honrada y sincera de cualquier pintor
será siempre de interés, como lo sería igualmente la biografía de Darwin
escrita por su jardinero; pero, ¡qué enorme diferencia entre el punto de
vista de éste y el de uno que comprendiese perfectamente a su héroe!
No es que necesite el artista apoderare del espíritu de su modelo. Aunque
en ello no habría desventaja alguna, su punto de vista no es éste. Lo que a
él le interesa es el efecto que sobre el aspecto exterior ejerce el hombre
que llevamos dentro. Necesita, sí, aquella facultad intuitiva que sorprende
instintivamente los cambios
264
Mejor que lleve dentro de sí. Pero nunca ha de ser insincero. Si no es capaz
de apreciar las cosas delicadas que hay en las obras de los maestros
consagrados, permanezca fiel a la honrada reproducción de lo que ve en la
naturaleza. El único criterio para saber de lo que es capaz ha de buscarlo en
esta dirección. Hasta que no consiga ver en la realidad aquellas excelencias
que pudo admirar en las obras de otros, no está en condiciones de
introducirlas honradamente en sus propios trabajos.
Probablemente, el punto de vista más en boga actualmente en el arte de
retratar, es lo que podría calificarse de “perfecta evocación de persona
viva”. Este es el retrato que atrae a la multitud en una exposición. No
puede pasar inadvertido, la vida brota de él y todo parece sacrificarse a
este efecto de pasmosa semejanza con lo vivo. Algunos retratos modernos
realmente admirables, han sido pintados en este estilo; pero, ¿no se ha
renunciado a demasiadas cosas en aras de ese efecto? En uno, es una
señora levantándose precipitadamente de un sofá; en otro, es un caballero
que, saliéndose del marco, avanza a saludarnos. Violencia y animación por
todas partes; pero, ¿qué se ha hecho de aquella serenidad, de aquella
armonía de color y forma, de aquella sabia ordenación y relación de los
elementos de la visión a que nos tenían acostumbrados os grandes
retratistas del pasado? Si el técnico que llevamos dentro queda pasmado,
perplejo ante esta brillante virtuosidad, nuestro artista interior protestará
de tanto sacrificio para conseguir lo que, después de todo, no es más que
una emoción pasajera. El paso de los años puede mejorar, sin duda,
algunos de los retratos de esta clase, apagando un poco el color y los
tonos. Los que realmente son buenos por el
266
Lámina LII
John Redmond (Miembro del Parlamento)
De un dibujo de la colección de Sir Robert Essex (Miembro del Parlamento)
al lápiz rojo Conté, esfumado. Los claros intensos han sido sacados con la
goma.
Dibujo y la composición resistirán esto, sin pérdida de su excelencia; pero
aquellos en que se haya sacrificado todo a esa cualidad de perfecta
semejanza con lo vivo, sufrirán considerablemente. Esta cualidad especial
depende tanto de la frescura del color, que cuando éste se haya suavizado
y perdido su brillantez nada quedará de valor si las cualidades menos
ostentosas de dibujo y composición han sido olvidadas por ella.
Franz Hals es el único maestro entre los antiguos, a lo que creo, con el cual
pueda establecerse una comparación respecto a esta clase de retratos.
Habrá de observarse, sin embargo, que además de dibujar cuidadosamente
sus lienzos, acostumbra a compensar el vigor y vitalidad de sus formas con
una gran sobriedad en el color. En realidad, en algunas de sus últimas
obras, que son en las que más evidente aparece esa inquietud de vida,
apenas hay otros colores que el negro y el blanco, como un poco de ocre
amarillo y rojo de Venecia. Es esa extrema sensación de quietud del color la
que contrarresta la agitación de la forma y sirve para restablecer el
equilibrio y serenidad en el cuadro. Es interesante observar la constante
irregularidad de los contornos en Franz Hals, que, en tanto que puede,
jamás permite que se desarrollen con suavidad, manteniéndolos siempre
en movimiento y dejándolos cortados. Relacionemos esto con lo que
hemos dicho acerca de la sensación de vida que da la variedad.
Otro punto de vista es el del artista que trata de darnos una visión clara y
reposada del aspecto exterior del modelo, algo así como un plano
expresivo de lo característico de sus formas, dejándonos a nosotros el
cuidado
267
Por la parte exterior de uno de los originales para agrandar así sus pupilas.
Esto de ningún modo se percibe claramente en la reproducción, pero es
distintamente visible en el original. Y a mi juicio, fue hecho al dictado de la
vívida impresión mental que deseaba expresarse su dibujo. Pocos habrá
que no queden admirados al pasar revista a esta admirable colección de
dibujos ante la intensidad de vida que pone en sus retratos, y que nace de
la absoluta fidelidad a la fuerte impresión que sobre el autor ejercieron los
modelos y no meramente a los datos fríamente observados.
Otro punto de vista es el de buscar en el rostro un símbolo de lo íntimo de
la persona y seleccionar en la cabeza aquellas cosas que lo expresan. Como
ya hemos dicho, la actitud mental habitual ejerce con el tiempo una
señalada influencia sobre la cara, y, en realidad, sobre todo el cuerpo, de
tal modo que, para el que sabe ver, todo hombre o mujer es un símbolo de
sí mismo. Pero esto en ningún modo es perceptible a todos.
El ejemplo más sorprendente de este estilo es la espléndida serie de
retratos del ya fallecido F. F. Watts. Contemplando aquellas cabezas se
llega a conocer a las personas retratadas de un modo más completo y más
profundo que si estuviesen ante nosotros en carne y hueso. En efecto,
Watts trata de descubrir la personalidad a través del aspecto externo y de
pintar sus cuadros como un símbolo viviente de ella. Para ellos se tomó el
trabajo de penetrar lo más posible en el espíritu de sus modelos antes de
pintarlos, buscando en su figura la expresión de su personalidad íntima. Así,
mientras Holbein nos da la misma viva impresión con que vemos una
270
XVIII
LA MEMORIA VISUAL
XIX
PROCEDIMIENTOS
XX
MATERIALES
Los materiales de que se sirve el artista son de altísima importancia para
determinar, en la infinita complejidad de la naturaleza, las cualidades que
ha de elegir para expresarse. Un buen dibujante sabrá encontrar siempre
las más adecuadas al instrumento que ha escogido para su obra, y pondrá
el mayor cuidado en no intentar más de lo que aquél es capaz. Todos
poseen ciertas cualidades peculiares suyas, que el artista ha de descubrir y
utilizar en provecho de su dibujo. Cuando se traba, por ejemplo, con tinta y
pluma, la necesidad de seleccionar ciertas cosas solamente es evidente;
pero cuando se utiliza la pintura al óleo, de mayores posibilidades, se olvida
con gran frecuencia ese principio de que es el instrumento el que ha de
determinar la naturaleza de la obra. Tanto puede acercarse este género de
pintura a una ilusión perfecta de la apariencia real de las cosas, que se ha
empleado erróneamente un gran esfuerzo en subordinar el goce que por sí
mismo puede producir este medio al intento artificioso de engañar el ojo.
Depende esto, a mi juicio, de la idea tan vulgar y corriente de que el arte
tiene por fin, principalmente, crear esta ilusión. Sin embargo, ninguna
interpretación
295
El dibujo de las líneas generales tenga un gran vigor para que cuando
queden rebajadas sean aún visibles a través de la media tinta que cubre la
obra. Después ha de procederse a abrir las luces con la miga de pan o la
goma y a dar las sobras con el carboncillo de la misma forma que
describimos ya al tratar de los ejercicios monocromos.
Todos los preparativos necesarios para hacer un lienzo se ejecutan pro
medio del carboncillo, que naturalmente ha de fijarse. Para los cuadros
grandes, como los retratos de tamaño natural, por ejemplo, se fabrican
barras de casi una pulgada de diámetro, que permiten tratar largas líneas
ondulantes sin romperse.
Cuando se busca la particular belleza del dibujo en sí mismo, y no se le
considera como un estudio preparatorio para un cuadro, el carboncillo
quizá no sea un instrumento tan perfecto con otros muchos. Se parecen
demasiado sus efectos a los de la pintura para poseer las bellezas propias
del dibujo, y demasiado a los de éste, para tener las cualidades de aquélla.
Sin embargo, se han hecho con él cosas realmente artísticas.
En os estudios en que se busca un gran acabado es muy conveniente ir
fijando nuestro trabajo a medida que se va dibujando, pues así podremos
seguir sin temor a borrar continuamente con las manos lo ya hecho. Cando
sea necesario, podremos acudir a la goma fuerte, ya hasta a un
cortaplumas, para hacer desaparecer lo que queremos. Salvo en los
estudios académicos o trabajos auxiliares, no es recomendable esta
fijación, porque estropea la belleza y frescura propias del carboncillo. Los
estudios hechos con este instrumento pueden rematarse con el lápiz
Conté.
301
que no son nada ásperas, pero que por no tener la dureza de la sanguina
natural, se gastan pronto y no son a propósito para trazar líneas finas.
Restregada con las yemas de los dedos o con un trapito, la sanguina deja
sobre el papel una capa de una media tinta muy igual, en la cual, con la
goma o con miga, pueden abrirse las luces. Las baritas puntiagudas de
goma dura, que se venden en todas partes, y cortadas en bisel, producen
un hermoso efecto sobre los dibujos hechos con este instrumento. Cuando
se desea una luz menos viva, la miga de pan también es excelente. Este
procedimiento de la sanguina permite corregir y volver a dibujar
continuamente, pues con sólo frotarla con los dedos o con un trapo,
haremos desaparecer las luces y las sombras en una gran extensión,
facilitando el emprender de nuevo nuestro trabajo más cuidadosamente.
Por esta razón es muy de recomendar para los dibujos preparatorios de los
cuadros, en que es necesario mucho manoseo antes de encontrar los
efectos que se desean. Al contrario del carboncillo, no necesita fijarse, y
permite un estudio más profundo de las formas.
La mayoría de los trabajos del autor reproducidos en este libro han sido
hechos con este instrumento, que es uno de los más preciosos cuando se
trata de dibujos que han de tener un valor por sí mismos. En realidad, tiene
el peligro para el aficionado, en su período de aprendizaje, de que hace
parecer tan perfectos los dibujos, que se siente inclinado a satisfacerse
demasiado pronto. En os dibujos de retratos, sin embargo, no tiene rival.
Pueden obtenerse además ocasionalmente efectos obscuros mezclando un
poco de sanguina reducida a polvo con agua y una exigua cantidad de
goma arábiga.
303
Esta mezcla se aplica, como en la acuarela, con un pincel de marta. Da un
magnífico tono obscuro aterciopelado.
El papel es necesario elegirlo con cierto cuidado. El corriente tiene
demasiada cola, que se agarra a la sanguina y la impide marcar. Mejor es
uno que tenga poca o que, por ser ya viejo, la haya ido perdiendo. El de la
marca O.W., hecho para grabados, me parece tan bien como cualquier otro
para el trabajo corriente. Aunque no es perfecto, da muy resultado. El más
a propósito sería un papel muy suave, sin brillo ni satinado; pero no se
encuentra fácilmente.
Algunas veces, para dar cierta fuerza a la sanguina, se usa en combinación
con el negro, procedimiento del que sacan algunos dibujantes el efecto de
casi la totalidad de los colores.
Holbein que usaba mucho de este medio en la mayoría de sus retratos,
tenía el papel con los tonos más variados, a veces lavándolos con un blanco
ce cinc, que le permitía añadir a su obra alguna línea con la punta de plata y
vencer además todas las dificultades que ofrece el apresto. Su propósito
parece haber sido siempre buscar unos cuantos rasgos esenciales de la
cabeza y dibujarlos con la mayor seguridad y exactitud posibles. En muchos
de sus dibujos, los trabajos preparatorios han sido hechos con la sanguina y
el negro, que después borraba para rehacer su obra, o bien con un pincel
empapado en una solución de la pasta del lápiz en agua y goma, o con la
punta de plata, de líneas tan puras. En otros comenzaba a dar una tinta con
colores a la acuarela, que hacía desaparecer, dejando visible el banco del
papel donde se requería una luz viva, o utilizaba con el mismo fin el blanco
de China.
304
El negro Conté se fabrica en barritas de dureza, y a veces también como
mina de lápices de madera de cedro. Algo más áspero que la sanguina y
que el carboncillo, es el instrumento preferido de algunos. Puede suplir con
ventaja a éste cuando se desea una gran precisión y nitidez, y en cuanto a
la calidad de las líneas, es tan semejante a él, que no parece un
instrumento distinto. Puede también borrarse con la misma facilidad que la
sanguina y el carboncillo, y tampoco hay diferencia en el modo de
extenderlo sobre el papel.
Los lápices de carbón son semejantes al conté, pero más suaves que éstos,
y no rayan el papel.
El clarión se usa a veces sobre papel ya entintado, que hace las veces de
medio tono para dar las luces. Las sombras y la silueta se dibujan en negro
y rojo, cuidando mucho que el clarión no esté en contacto con ellos, para lo
cual se deja siempre en medio de la media tinta del papel.
Para trabajos en que hay que restregar, el pastel blanco es preferible al
clarión, que ordinariamente se encuentra en el comercio, por no ser tan
duro. En la lámina VIII reproducimos un dibujo hecho con la sanguina y el
pastel blanco, y en la LIV, otro con el clarión duro.
Este procedimiento es el seguido generalmente para los estudios de paños,
por la extrema rapidez con que puede reproducirse la distribución de luces
y sombras, cosa importantísima cuando se trata de dibujar algo tan
inestable como es la disposición de pliegues de un traje.
La litografía, como medio de reproducción artística, ha perdido mucho en
la estimación del público pro prestarse a toda clase de aplicaciones
comerciales, que nada
305
Tiene que ver con el arte. Es, sin embargo, uno de los más admirables
procedimientos para reproducir obras de verdadero valor, por ser sus
resultados tan semejantes al original, cuando éste ha sido dibujado sobre
papel, que, vistos juntos, es casi imposible percibir diferencia alguna en la
mayoría de los casos. En realidad, igual que en el grabado al aguafuerte,
puede decirse que las planchas son los verdaderos originales, pues la obra
inicial no es sino un medio para llegar a éstas.
El dibujo se hace sobre una piedra litográfica, esto es, sobre una piedra
caliza, a la que se ha dado una superficie casi absolutamente lisa. Los
lápices empleados son de una clase especial grasienta, con diversidad de
grados de dureza. Aunque su huella no puede borrarse, sin embargo, es
susceptible de ser raspada con un cortaplumas, y hasta puede darse un
tono más claro a ciertas partes trazando con este mismo instrumento
líneas blancas sobre ellos. En este primer dibujo sobre la piedra existe una
gran libertad. En ocasiones puede desleírse el lápiz con un poco de agua,
como se haría con una pastilla de las usadas para la acuarela, y aplicarse la
solución con un pincel. El lápiz puede reservarse para dar la variedad de
tonos que se desea.
Hay que tener cierto cuidado en vitar que nuestros dedos toquen la piedra,
por que podrían dejar huellas grasientas, que saldrían en la estampación.
Hecho ya este dibujo inicia a la satisfacción del artista, se pasa, en el
procedimiento más usado, a tratar la piedra con una solución de goma
arábiga y un poco de ácido nítrico. Después de secada, se lava la goma en
lo posible con agua, dejando alguna en la piedra porosa, salvo donde
aparecen las líneas y tonos grasientos del dibujo.
306
Lámina LVI
Estudio a pluma, tinta y lavado para árboles, del cuadro de Rubens “La Caza
del Jabalí” (Louvre)
Para obtener las planchas ya no hay más que pasar por encima de la piedra
un rodillo impregnado en una tinta compuesta de un barniz de aceite de
linaza hervido y cualquiera de los colores litográficos que se encuentran en
el comercio.
Como la tinta no agarra en la parte húmeda engomada, sino únicamente
donde el lápiz litográfico ha dejado su huella grasienta, el facsimil obtenido
cuando se coloca una hoja de papel sobre la piedra y se somete a la prensa
es de una perfección grandísima.
Este procedimiento del que estamos tratando debía merecer más atención
de los dibujantes que a que suelen concederle, porque no es posible
imaginar ninguno más adecuado para la reproducción de sus obras.
Dado lo molesto que es el manejo de la piedra litográfica., el dibujo
primitivo puede hacerse sobre el papel y transportarse después aquélla.
Cuando se trata de un dibujo sólo de líneas, el resultado es prácticamente
igual; pero cuando se han prodigado mucho los tonos y los efectos, es
mucho mejor utilizar directamente la piedra. Existen muchas clases de
papel litográfico de diferente textura; cualquiera de ellas sirve, con tal que
el dibujo se haga con el lápiz litográfico.
La pluma y la tinta han sido los instrumentos favoritos que utilizaron los
antiguos maestros en sus estudios, especialmente Rembrandt, que,
uniéndolos a la aguada para acentuar sus efectos, consiguió expresar
maravillosas ideas con los más sencillos trazos. Para el joven aficionado,
este procedimiento tiene, sin embargo, demasiadas dificultades para
esperar mucho de él en sus estudios, aunque es muy recomendable para
acostumbrar el
307
XXI
CONCLUSION
Los conocimientos e inventos mecánicos, y hasta la teoría mecánica del
universo, han ejercido tal influencia sobre la mentalidad de la mayoría de
nuestra generación, que he creído necesario combatir con todas mis
fuerzas, en las páginas precedentes, la idea de un patrón mecánico de
corrección en el dibujo artístico. Si existiera tal patrón, la cámara
fotográfica serviría perfectamente a nuestro propósito. Teniendo en cuanta
lo extendida que está esta creencia, no debe sorprendernos el que algunos
artistas usen la fotografía; por el contario, más bien debemos admirarnos
de no se sirvan de ella con más frecuencia, ya que nos da la suma
perfección en cuanto a esa exactitud mecánica, que parece ser el objetivo
que ellos persiguen en sus obras. Sin duda puede ser útil al artista, pero
solamente a aquél que tiene la suficiente competencia para trabajar sin su
ayuda, es decir, a aquel que sabe ver, por decirlo así, a través de la
fotografía y dibujar de ella con la misma libertad y espontaneidad que lo
haría del natural, huyendo de la fría corrección mecánica, tan difícil de
evitar en estos casos.
311
Estilo dependerá del brillo y valor de la visión mental en que nos hemos
inspirado y que tratamos de comunicar; en otras palabras, de la calidad del
hombre. Esta es materia en que de poco puede servirnos la enseñanza;
depende de nuestra propia conciencia y de los altos poderes que la dirigen.
314
APENDICE
Si añadimos una línea recta de cinco pulgadas a ora de ocho obtendremos
una de 13, y si continuamos sumando siempre las dos últimas llegaremos a
formar un aserie de longitudes tales como 5, 8, 13, 21, 34, 55, etcétera. Mr.
William Shoolin ha tenido la amabilidad de comunicarnos que la razón
entre dos líneas cualesquiera adyacentes es prácticamente la misma; es
decir, que la de ocho pulgadas es 1,600 veces la de cinco; la de 13, 1,625
veces la de ocho; la de 21, 1,615 veces la de 13, y así sucesivamente. Con el
particular gusto por la precisión propia de un matemático, Mr. Schooling ha
determinado la exacta relación que tiene que guardarse en una serie de
cantidades par que sea la misma la razón que existe entre dos
consecutivas, y al mismo tiempo cada uno sea igual a la suma de las dos
anteriores. La única razón que satisface estas condiciones es la indicada,
que aunque verdaderamente aterradora en su exactitud matemática, para
fines prácticos, puede reducirse a la que existe entre cinco y ocho, u una
fracción. Determinada exactamente con los once primeros decimales es
Es ésta una relación evidentemente excepcional. Míster Schooling la ha
llamado relación Fi (o), por comodidad usaremos este nombre.
Ensayando esta relación sobre las reproducciones de los cuadros, en el
orden en que aparecen en este libro, hemos encontrado los siguientes
notables resultados:
“Las Meninas”, de Velázquez (lám. XI). – El lado derecho del vano de la
puerta del fondo, que da luz a la estancia, guarda exactamente la relación
Fi con los lados verticales del cuadro; igual ocurre con la parte inferior del
mismo respecto a los lados horizontales del cuadro. Obsérvese que este
punto es importantísimo en la construcción de la composición.
“Fiesta campestre”, de Giorgione (lám XXXIII). – El extremo inferior de la
flauta que tiene la figura femenina senada, se halla en exacta relación Fi
con los lados verticales del cuadro, y la parte inferior de la mano (un poco
más arriba) con las horizontales del lienzo. También este punto es un
centro importante de la composición.
“Baco y Ariadna”. Ticiano (lám. XXXIV). – En este cuadro, es en la sombra
que hace la barbilla de Baco donde
316
Aparece la relación, tanto respecto a los lados horizontales como a los
verticales del lienzo. El punto más importante en esta composición es,
precisamente, el que ocupa la cabeza.
“El Amor y la Muerte”, de Watts (lám. XXXV). – El punto de donde irradian
los paños de la figura de la Muerte está en exacta relación Fi con los lados
superior e inferior del cuadro. Igualmente el punto en que la cara derecha
de la pierna derecha del Amor corta el borde obscuro de los escalones, lo
está con los lados verticales del cuadro.
“Rendición de Breda”, por Velázquez (lám. XXXVI).- La primera de las lanzas
verticales que se ve en la parte superior, a la derecha del cuadro, se
encuentra en exacta relación Fi con los lados verticales del lienzo. La altura
del mosquete que lleva horizontalmente el hombre situado en el segundo
plano y encima del grupo central del cuadro, está en exacta relación Fi con
los lados superior e inferior del lienzo. Esta línea da la altura del grupo de
figuras de la izquierda y es la más importante de todas las horizontales del
cuadro.
“Nacimiento de Venus”, de Botticelli (lám. XXXVII).- La altura de la línea del
horizonte está en relación Fi con los lados superior e inferior del cuadro. La
altura de la concha sobre la cual se yergue Venus, está también en relación
Fi con los mismos; pero esta vez la cantidad menor está representada por
la parte inferior. Lateralmente, el extremo del borde del traje obscuro que
sostiene la figura de la derecha que está soplando a Venus, se halla en
relación fi con los lados verticales del cuadro.
“El rapto de Europa”, de Paolo Veronese (lám. XXXVIII). – La parte superior
de la cabeza de Europa está en exacta relación Fi con
317
INDICE
PREFACIO … 9
I. Introducción … 15
II. El Dibujo … 31
III. Visión … 39
V. Dibujo de mancha … 61
X. Ritmo … 135
Apéndice … 315
319
LAMINAS
Cuatro fotografías de un mismo cuadro en diferentes fases de
I.
ejecución … 9
V. De un estudio de Botticelli… 35
ESQUEMAS
XXIII. Ejemplos del modo de tratar los árboles los primitivos italianos … 213
326
BIBLIOTECA DE ARTE
PUBLICADOS
SPEED (Harold):
La práctica y la ciencia del Dibujo.
Con 56 láminas fuera del texto y 28 esquemas.
A. P. Laurie M. A.
La práctica de la Pintura.
Métodos y materiales empleados por los artistas.
C. Bellanger
El Pintor. Manual de Pintura.
22 figuras, 38 láminas fuera de texto y 4 en color.
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