Está en la página 1de 7

Rodríguez Hernández Carlos Adrián

Escritura y melancolía en la literatura mexicana del siglo XIX


Dra. Ana Laura Zavala Díaz

Sobre el sentimiento de lo sublime en la amistad y su relación con la


melancolía en la narrativa mexicana del siglo XIX.

Introducción.
La reflexión que Kant ofrece en el siglo XVIII sobre el sentimiento de lo bello y lo
sublime, se circunscribe en una disputa filosófica que tiene dos corrientes de
pensamiento como antecedente. La primera de ellas es la idea de belleza platónica
y la segunda, la idea moderna. Aunque estas posturas son diferentes y en ambas
el sentimiento de lo sublime parce supeditado al de lo bello, lo que comparten, es
que en ellas los dos sentimientos están sujetos a un ejercicio de contemplación
objetiva para el caso de la idea platónica y subjetiva para la idea moderna.
Kant se distancia de estas posturas en dos puntos relevantes; el primero es que
para él el sentimiento de lo sublime supera, y esta valorado muy por encima al de
lo bello, pues entiende que este ultimo es un sentimiento pasajero, lo que llama una
virtud adquirida, y para el segundo estos sentimientos adquieren un carácter de
ejercicio práctico, casi antropológico y en intima relación con la dinámica social.
Además para Kant, el temperamento melancólico tiene una mayor disposición a lo
sublime y en éste encuentra, lo que este filosofo alemán califica como genuina
virtud.
Así, el presente ensayo tiene como objetivo demostrar que en la narrativa
mexicana del siglo XIX, es posible encontrar este principio de virtud anclado a la
melancolía, pero dándole el carácter práctico como principio moral que Kant le había
asignado. Los dos textos sobre los que trabajare para alcanzar dicho cometido son:
Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime1 como texto teórico y el

1
Immanuel Kant, Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, Edición
Bilingüe alemán-español, Traducción, estudio introductorio, notas e índice analítico de

1
cuento de Bernardo Cuto Castillo titulado “Los dos colaboradores”2 como texto de
análisis y reflejo de los postulados teóricos de Kant.

Hipótesis.
Si a lo largo del siglo XIX, la melancolía como fenómeno social y como
representación artística en la literatura mexicana cumplió diferentes funciones,
desde utilizarse como herramienta para la creación del proyecto nacional, pasando
por la auto-legitimación artística del héroe melancólico, del artista universal, hasta
convertirse en síntoma de enfermedad, también puede ser posible entenderla como
ejercicio social, y encontrarla en esta narrativa mexicana, pero arraigada a una
actitud moral, que vista desde la perspectiva kantiana puede entenderse como
principio de genuina virtud y manifestada en la amistad como otra cara del ser
melancólico.

Dos temperamentos nobles como virtudes adoptadas.


Existen dos temperamentos que nos permiten distinguir a que se refiere Kant con
su idea de genuina virtud, en contraposición con lo que él llama virtudes adoptadas.
A continuación serán expuestas las características de ambos temperamentos de
manera general, pero necesaria para ir entendiendo la importancia de lo sublime y
porque Kant encuentra en este sentimiento la raíz de esta genuina virtud.
Algunas cualidades morales que son consideradas como bellas y amables,
tienen que ser tratadas con cuidado, pues aunque éstas simpatizan con la virtud por
su carácter noble, no se deben de confundir con ésta3. El primero de estos
temperamentos en el que se pueden manifestar estos sentimientos, es el
sanguíneo. En él aparece un “carácter bondadoso, una condición bella y sensible

Dulce María Granja Castro, Revisión técnica de traducción de Peter Storandt, México,
Fondo de Cultura Económica, Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Nacional
Autónoma de México, 2004.
2
“Los dos colaboradores” en Bernardo Couto Castillo, Obra reunida, Edición, introducción,
estudio preliminar y notas por Coral Velázquez Alvarado, México, Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, 2014.
3
Idem.

2
del corazón.”4 El problema para este temperamento y su motivación “compasiva y
benévola […]”5 es que dicha motivación esta sujeta al cambio y es mediada por las
formas que toman los objetos, así, puede entenderse que este temperamento está
inclinado a la diversión y en estrecho vínculo con el sentimiento de lo bello. Un
ejemplo: “El alegre y amable Alcestes dice: Amo y estimo a mi mujer porque es bella
cariñosa y lista. Pero: ¿y si deformada por la enfermedad, agriada por la vejez y
pasada la primera fascinación dejara de parecerle más inteligente que cualquier
otra? Cuando el fundamento ha desaparecido, ¿qué pasará con la inclinación?.”6
El siguiente temperamento a tratar es el del hombre colérico. Al sujeto sensible
a este sentimiento lo invade el carácter del honor, que se pude tener en alto estima
por sí mismo, pero que desde la perspectiva kantiana, este sentimiento y toda la
honorabilidad que de el se desprende, está basada en la máxima preocupación de
la opinión ajena muy por encima de la propia. Entonces podemos deducir que la
moralidad de este temperamento “mayormente se preocupa sólo del lustre.” 7
Hay una característica que ambos temperamentos –junto con sus
manifestaciones de belleza y benevolencia- comparten; ambos son inconstantes,
sólo aparecen como impulsos momentáneos, pero pueden ser opacados por
muchos factores, principalmente externos. Esta inconstancia es la que los aleja de
la genuina virtud. Esto es lo que Kant refirió como virtudes adoptadas,8 es la manera
en la que la Providencia puso un freno al poderoso egoísmo en la disposición de
ánimo, pues no todo ser humano tiene inclinación a lo sublime.

La amistad como un sentimiento sublime en su relación con el temperamento


melancólico y como virtud genuina en la obra de Bernardo Couto.
Kan encuentra que tanto para el sentimiento de lo bello como para el de lo sublime
la emoción es agradable, pero esa agradabilidad se presenta de dos formas; para
el primero puede presentarse unida a alegría y sonrisas,9 mientras que para el

4
Ibid. p. 18.
5
Idem.
6
Ibid. p 19.
7
Idem.
8
Ibid. p. 16.
9
Idem.

3
segundo aparece unido a un sentimiento de terror y melancolía. “Entre las
cualidades morales sólo la verdadera virtud es sublime,”10 así, el hombre de
temperamento melancólico presenta esta genuina virtud moral a través de su
relación con el sentimiento de lo sublime.
El fundamento sobre el que descansa todo sentimiento profundo de belleza y
dignidad humana es un principio de genuina virtud, éste se aproxima “a la
melancolía, sentimiento suave y noble […].” “Las cualidades sublimes inspiran
respeto; las bellas inspiran amor”.11 Así, el hombre melancólico al tener mayor
inclinación al sentimiento sublime, tiene una mayor conciencia de respeto, tiene una
mayor claridad de la belleza y dignidad humana, esta conciencia actúa en él como
principio moral, como virtud genuina, que se caracteriza por su constancia en el
actuar. Es por eso que para éste, la amistad tiene una validez muy por encima del
amor sexual, el cual radica en el sentimiento de lo bello y así se relaciona con el
goce, la alegría frívola y pasajera.
Alfredo y Jorge dos amigos que se conocieron en la infancia son los
protagonistas de esta historia. Desde el comienzo, el narrador presenta a estos
personajes con una peculiaridad en su carácter; “melancólico y soñador; en las
horas en que sus compañeros se entregaban a juegos bulliciosos, ellos siempre
unidos se retiraban al fondo del jardín y ahí permanecían largo tiempo, silenciosos
[…]” pues “el silencio meditativo es sublime […]”13, quizá serios, quizá perplejos, o
12

tal vez sintiendo “una admiración silenciosa…una belleza que se extiende sobre el
plano de lo sublime.”14 De los muchos sentimientos que pueden manifestarse en el
hombre, el de lo bello y lo sublime “son de una naturaleza más refinada.”15 Estos
exigen un alma con una sensibilidad distinta “que a la vez la hacen apta para los
movimientos más virtuosos o porque pone de manifiesto talentos y cualidades

10
Ibid. p. 13.
11
Ibid. p. 8.
12
Bernardo Couto, op. cit. p. 167.
13
Immanuel Kant, op. cit. p 20.
14
Ibid. p. 5.
15
Immanuel Kant op. cit. p. 4.

4
intelectuales mientras que los otros pueden tener lugar en una completa indigencia
mental.”16
“Las amistades del colegio, aunque generalmente son las más sólidas están
expuestas a romperse por la separación […].”17 Esta situación orilla a Alfredo y José
a frecuentarse cada vez menos, hasta que el distanciamiento total fue inevitable, sin
embargo no se olvidaron el uno al otro pues “su simpatía y su cariño habían echado
profundas raíces.”18 Dos amigos que no se olvidan tras el alejamiento, un rasgo que
resalta una cualidad del hombre melancólico; el recuerdo de una amistad pasada
aún sigue inspirando en él el mismo respeto que le prodigaba al estar juntos, pues
como el principio de genuina virtud, tiene como principal característica su
constancia, no se pierde ni se modifica por situaciones exteriores. Seis años
pasaron para que Alfredo y José volvieran a encontrarse en el funeral de un
importante escritor. Entre el jubilo y la emoción del encuentro, supieron que de ahí
en adelante la literatura sería el motor que movería sus existencias, el fundamento
de su amistad, y así, personificando el temperamento melancólico se alejan del
“bullicio mundano […],”19 desbordan todo su ánimo, sus pensamientos y su amistad
en crear su obra.
Existe una debilidad para el melancólico. Sus principios llegan a ser tan firmes
que pueden degenerar en obstinación,20 misma que se presenta en nuestros
protagonistas al luchar hasta el cansancio por obtener el éxito. Al fin lo obtienen y
como es natural su emoción se intensifica, su cariño se exalta; “siempre, siempre,
seremos hermanos”21 se decían, mientras el jubilo y la alegría propios del
sentimiento de lo bello se apoderaban de ellos. Pero la frivolidad de estos
sentimientos triviales, al igual que el éxito, son quimeras pasajeras, un momento
fugas, y así aconteció para estos recién revelados escritores. Tuvieron que conocer
el sabor del fracaso y su virtud fue engañada por el orgullo lastimado que se disfraza
de odio.

16
Idem.
17
Bernardo Couto, op. cit. p. 167.
18
Idem.
19
Ibid. p. 168.
20
Immanuel Kant, op. cit. p 20.
21
Ibid. p. 169.

5
Finalmente, Alfredo en un arranque de ira y en un penoso accidente mata a
Jorge. Un hombre de temperamento melancólico arraigado en su naturaleza y
aumentado por la triste perdida de su amigo, el principio de virtud moral es llevado
a un extremo trágico, a lo que Kant entiende como un sentimiento degenerado. Este
fue el caso de Alfredo. El dueño de este temperamento “es un severo juez de sí
mismo y de los demás y no es extraño que sienta hastío de sí y del mundo.”22 Esta
severidad impiden que Alfredo encuentre perdón y consuelo. El remordimiento de
haber quebrantado su alto sentimiento de respeto por la dignidad humana y la
amistad, lo llevan a morir de tristeza, repitiendo las palabras que desde niño fueron
el fundamento de su existencia al lado de su querido Jorge: “siempre, siempre
seremos hermanos.”23

Conclusiones.
Aunque no es sencillo encontrar la forma del ser melancólico kantiano en la literatura
mexicana del siglo XIX, creo que en el cuento presentado de Bernardo Couto, es
posible ver como se refleja este ideal. Así el valor que Kant le da a la amistad como
una forma del ser melancólico me parece una propuesta idealista y romántica,
características que el hombre moderno ah perdido, sustituyendo estos mecanismos
del pensar por el nuevo racionamiento científico, mismo que se convierte en una
especie de patología del pensar, y la herramienta que debía funcionar como
impulsora del progreso se transforma en una forma de dominio, censura y
discriminación. La “alta” sociedad del siglo XIX pretendía medir su nivel de progreso
a través de su obtención del éxito, que podía entenderse de diferentes formas y
medirse de distintas maneras, pero que fragmentó a la sociedad de una manera
radical, las personas dejaron de mirar a las personas, la sociedad emprendió una
encarnada lucha por obtener la alegría frívola y pasajera, una búsqueda
interminable por la felicidad, el sentimiento de belleza que el nuevo modelo de
sociedad imponía a la vez que promovía. De esta manera para fines del siglo XIX la
melancolía degrada en enfermedad mental, pero vista desde el crisol kantiano la

22
Immanuel Kant, op. cit. p 20.
23
Bernardo Couto, op. cit. p. 170.

6
amistad en su relación con el temperamento melancólico podría ser la única arma
de restaurar los principios de respeto y dignidad humana que el México
decimonónico había perdido.

También podría gustarte