Está en la página 1de 5

Diálogo Criollo

Dos amigos criollos se encuentran después de mucho tiempo en una calle rural, justo
frente al portón de entrada hacia una hacienda. Al toparse, casi por accidente,
comienzan la siguiente conversación.

Criollo 1: Hola estimado, ¡gusto en verlo! ¿Qué lo trae por aquí?

Criollo 2: ¡Muy buenos días! ¡Tanto tiempo sin hablar! La verdad es que vine
principalmente por negocios, pero también para ver mi antigua casa y a mis padres.
Había estado muy lejos del campo y mi familia.

Criollo 1: Así veo, pues, llevaba largo tiempo sin saber de usted. Nunca es bueno
alejarse mucho tiempo de la familia y los seres queridos; un hombre no es nada si no
respeta su origen e identidad. Cuénteme entonces, querido amigo, ¿cómo lo trata la
vida?

Criollo 2: Aun acostumbrándome a la ciudad, es todo muy diferente allá.

Criollo 1: Ah, pues me imagino que sí. Debe haber mucha más gente, más ruido, los
carruajes y demás. Las personas deben de ser distintas allá también.

Criollo 2: En eso no se equivoca. Me ha costado un poco adaptarme al ritmo de la


ciudad, pero sobre todo a su gente.

Criollo 1: ¿Y eso por qué?

Criollo 2: Porque es allá donde están las autoridades y la gente de alta alcurnia. En el
centro de la ciudad está la Plaza de Armas. Allí es donde se reúne la gente en las tardes
a conversar y a hacer vida social. Es un buen lugar para conocer a tus vecinos, sobre
todo cuando se organizan fiestas en honor la Virgen del Carmen o algún Santo. De vez
en cuando se aparecen autoridades importantes, provenientes de España, ¡ahí es
cuando todos se visten más elegantes que nunca!

Criollo 1: ¡Me imagino, pues! No todos los días se recibe a un virrey o algún
representante de la mismísima Corona… Óigame, tengo una duda. Ya que la tarde la
dedican al esparcimiento, supongo que las mañanas las destinan al Señor, como
buenos cristianos, ¿o me equivoco?

Criollo 2: Otra vez acertado, caballero. Todas las mañanas, antes del desayuno,
dedicamos tiempo al culto. Se celebra una Sagrada Misa en la Iglesia, que está justo a
un costado de la Plaza de Armas. Luego de eso, dejamos tiempo para atender nuestros
negocios, hasta que llega la hora de almuerzo. Los niños atienden su educación escolar
y regresan a casa por la tarde. Es todo muy organizado y estructurado.

Criollo 1: Suena bastante pacífica la vida en la ciudad, pero me gustaría saber, ¿a qué
se dedican allá? Como usted bien sabe, la vida en el campo es mucho más sacrificada y
bastante peligrosa.

Criollo 2: Sin dudas, eso último es algo que no pretendo discutirle. En la ciudad nos
dedicamos principalmente al comercio. Llegan mercaderías, bienes y especias desde
las Europas y Oriente, principalmente a los puertos de Valparaíso y Talcahuano.
Después esos bienes se transportan por tierra y se distribuyen a las principales
metrópolis. Gracias a la compra y venta de ciertos productos, como el tabaco, algunos
se han hecho millonarios. Además, varios comerciantes no tienen competidores en los
productos que venden, por lo que tienen una clientela segura.

Criollo 1: ¡Negocio redondo, pues! Y con tanta gente importante a su alrededor, ¿no le
ha llamado la atención ser gobernador? Creo que le haría usted un gran bien a su
ciudad.

Criollo 2: Ufff, ni aunque quisiera podría. Los cargos más importantes los siguen
ocupando españoles puros. Mestizos y criollos somos una casta de segundo orden.
Afortunados los criollos, en todo caso, de estar bien diferenciados de tanto negro,
mulato y zambo que ha aparecido.

Criollo 1: ¡Dios nos libre! Pero, escuché por ahí que desde España quieren hacer una
serie de reformas en favor nuestro. Los Borbones quieren darnos más autoridad,
aunque no entiendo bien con qué fin.
Criollo 2: ¿En serio? Yo viviendo en la ciudad no tenía idea, ¡y usted acá desde su
fundo estaba ya al tanto! ¡Como usted no hay dos, mi buen amigo! Mire, al menos hasta
ahora, los cargos importantes como el de Virrey, Gobernador u Oidor de Audiencias
son de designación puramente española. A nosotros nos dejan cargos administrativos
de segundo orden y relevancia. Los españoles puros no nos aprecian demasiado, pues
nuestra sangre se ha ensuciado con la de los indios de acá. Sin embargo, no tengo
vergüenza alguna en reconocerlo: soy criollo a mucha honra.

Criollo 1: Le repito, ¡debería de ser usted el Gobernador! Deténgase a pensar en ello


por un segundo. Los criollos acá tenemos tierras, tenemos educación, somos familias
numerosas e instruidas. Si me lo pregunta a mí, somos una casta en ascenso.
Probablemente no tengamos la autoridad de nuestros padres o abuelos europeos,
pero nacimos y crecimos aquí. Esta tierra es más nuestra que suya.

Criollo 2: Tiene usted mucha razón, señor. No deja de ser sospechoso, pero si se
concretan las reformas que usted señala, tendríamos mucho más peso en la toma de
decisiones y bastante más autonomía. Mal que mal, España está bastante lejos y varias
de las Reales Cédulas que los reyes crean no tienen nada que ver con nuestra realidad
local. Pero bueno, bueno, ¡suficiente de mí! ¿Cómo siguen las cosas aquí en el campo?

Criollo 1: Como ya se habrá percatado, acá nada cambia. La vida sigue igual de difícil.
Creo que por eso hay más gente yéndose hacia la ciudad, y no sólo criollos
hacendados, también hay varios mulatos y zambos que van a por mejor vida en la
urbe.

Criollo 2: No me extraña en lo absoluto, se vive más cómodo y tranquilo allá. Además,


siempre están buscando gente para trabajar. Sea para mano de obra en
construcciones, como asistentes en el comercio o empleadas domésticas, se necesita
de toda la gente posible. La vida citadina va en alza.

Criollo 1: Acá las cosas siguen como siempre, aunque con menos gente, como señala
usted. El ganado y la agricultura siguen siendo la actividad principal. Más hacia el
norte, la minería es fuente casi inagotable de riquezas, muy a pesar de lo peligroso que
es la actividad. Un pariente de mi mujer quiso probar suerte en la minería y perdió a la
mitad de su encomienda y sus criados en un accidente. Así como la ganancia es alta, el
riesgo también lo es.

Criollo 2: Cada cual con lo suyo, pues, querido amigo. Supe que por acá estaban
teniendo problemas con los mapuches nuevamente, ¿o me equivoco?

Criollo 1: Efectivamente. No he podido pegar una pestaña durante dos semanas ya.
Estos bárbaros se lanzan al ataque sin previo aviso y destruyen y saquean lo que
encuentran a su paso, ¡son brutales! Para colmo de males, los del Ejército Español son
unos ineptos. Hemos tenido que salir nosotros mismos, armarnos y defender nuestras
cosechas y animales. Algunos clanes raptan mujeres y hasta niños, ¡los toman como
botines de guerra! Aunque ya se han hecho avances y hay algunos clanes de indios
amigos, la mayoría sigue siendo muy hostil.

Criollo 2: Dios mío, ¡qué terrible! Los mapuches son verdaderamente una raza brava.
Tanto tiempo defendiéndose, haciendo resistencia y no ha sido posible doblegarlos. Es
bastante heroico de su parte, si me permite la expresión.

Criollo 1: Le concedo que es algo admirable, pero no tanto cuando los tienes cerca y al
acecho. Pero bueno, es el precio de vivir en el campo, ¡nadie dijo que sería fácil!

Criollo 2: Tiene toda la razón… Hm, y dígame una cosa, estimado. Pienso yo que una
de las labores más difíciles para un hacendado como usted es la de mantener leales a
sus criados y sirvientes, ¿cómo logra eso? ¡Ya quisiera verlo yo tener que lidiar con un
motín en su terreno!

Criollo 1: ¡Esa es una labor muy sencilla para alguien como yo! Soy un excelente
anfitrión y maestro de ceremonias, así que un par de veces al mes organizo bailes y
chinganas, a fin de mantenerlos entretenidos. Me encargo de conseguir un conjunto
musical que anime la fiesta y procuro vigilar que no se armen peleas ni líos. Si quiere
que le cuente una infidencia, más de alguna vez he terminado yo mismo bailando con
ellos, ¡ay si me vieran mis compañeros de tertulia!
Criollo 2: ¡Ja ja ja! Le repito, querido amigo, ¡como usted no hay otro!

Criollo 1: Ja ja ja es usted muy bueno con las loas y halagos. ¿Le parece si seguimos
conversando en mi casa? Ya está haciendo mucho calor a esta hora del día. Si no tiene
inconvenientes, le invito a almorzar. Hoy tendremos cordero asado.

Criollo 2: Imposible negarme a semejante invitación, ¡vamos!

FIN

También podría gustarte