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Sor Juana, una filosofía barroca

Mauricio Beuchot

1
[Indicaciones de paginación en nota ]
[Notas al final del documento]

—III→
Introducción
Entregamos, a continuación, el estudio de algunos aspectos relacionados con la obra de Sor Juana Inés de la Cruz. Son
trabajos que aparecieron en diferentes ocasiones y medios, pero que se unifican por el común objetivo de rastrear el saber
filosófico y teológico de Sor Juana. En su ambiente novohispano del siglo XVII, en plena época barroca, ella reunió una notable
erudición filosófica y teológica, que manifiesta en su poesía, tanto lírica como dramática. La antigüedad, la escolástica, el
hermetismo y aun la modernidad, le dejan su huella. Fue atenta a todos esos movimientos del pensamiento, los supo recibir y
transmitir.
Sobre todo es preciso destacar la abundancia del saber filosófico de Sor Juana, ya que no era usual en las religiosas de aquel
tiempo. Nuestra genial monja jerónima exhibe un caudal filosófico muy amplio, plasmado en sus poesías y demás producciones
literarias, pero adquirido por un estudio prolongado y profundo. La base de su filosofía es la escolástica aristotélica, pero también
deja un lugar muy importante al neoplatonismo, al hermetismo y a la incipiente filosofía moderna. Se han estudiado muchos los
aspectos no escolásticos de la poetisa, y queremos colaborar a destacar los contenidos escolásticos de su obra, que son los más
numerosos, cual sucedía en aquella época. En ella, a pesar de la recepción de otras corrientes como el neoplatonismo
renacentista, el hermetismo barroco y la filosofía y la ciencia moderna, la corriente base y el cimiento era la escolástica.
Queremos contribuir a subrayarlo. Con todo, vemos la importancia que cada una de esas corrientes de pensamiento tuvo en la
obra de Sor Juana.
Además, como una gran escritora barroca, supo transubstanciar esos elementos según lo pedía el momento literario, la
situación epocal cultural. Sin corromperlos, les da un ser nuevo, novedoso, original. Se conjuntan en ella el ansia de preservación
de lo antiguo, característico del humanismo renacentista, y el vértigo creativo del barroco. Juntos en su imaginación y en su
inteligencia, la llevan a producir y a inventar un mundo simbólico, de resonancias dispares unidas armoniosamente, un cosmos
analógico que supo ser confluencia del macrocosmos (natural y cultural) que la envolvía y del microcosmos (natural y cultural)
que era ella misma.
Queremos, por último, expresar nuestro agradecimiento a algunas personas que discutieron con nosotros partes de este libro:
Laura Benítez Grobet, Dolores Bravo, Rafael Moreno, Bernabé Navarro (†), José Pascual Buxó, Margarita Peña, Aureliano Tapia
Méndez y Elías Trabulse.

—1→

El Universo filosófico de Sor Juana


Para poder apreciar, más en particular, las influencias filosóficas que se hallan en Sor Juana, daremos una especie de mapa
cosmográfico de las corrientes filosóficas que confluyen en ella. Son varias las corrientes que concurren hacia ella. Por un lado se
encuentra la inevitable escolástica, la línea oficial en la colonia, sobre todo en el sendero de Santo Tomás de Aquino, el tomismo.
Esa vertiente está cargada de la tradición de Aristóteles y los desarrollos que añadió el Aquinate, recogiendo muchas otras cosas
de la Edad Media. También estaba la filosofía hermética, la cual había sido fomentada mucho en el Renacimiento, y era un
eclecticismo muy fuerte, que pretendía reunir enseñanzas que se habían desplegado desde la más remota antigüedad, a partir del
mitológico Hermes Trismegisto en Egipto. Pero más bien era un conglomerado de doctrinas neoplatónicas del helenismo, como
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fue mostrado por Isaac Casaubon ya en el año 1614 . Finalmente, pueden señalarse rasgos de incorporación de la modernidad,
sobre todo de Descartes, quien era estudiado, entre otros, por el amigo de Sor Juana, el catedrático de matemáticas y astronomía
en la Universidad Mexicana, Don Carlos de Sigüenza y Góngora. Tenemos, así, tres corrientes principales (que a su vez agregan
otras corrientes), a saber, tomismo, hermetismo y racionalismo cartesiano. Tal vez este último, el cartesianismo, pigmentó a Sor
Juana de cierto escepticismo, muy acorde con el criticismo del filósofo francés iniciador de la modernidad.
Tanto el neoplatonismo como el hermetismo han sido señalados en el pensamiento de Sor Juana. El neoplatonismo, por
3
Robert Ricard y por Octavio Paz . El hermetismo, por Carl Vossler, por Francisco de la Maza, por el mismo Ricard, por Paz y
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por Elías Trabulse . Igualmente se ha resaltado su modernismo cartesiano, por obra de Francisco López Cámara, José Gaos,
5
Rafael Moreno y Laura Benítez . Pero el tomismo de Sor Juana lía sido escasamente tratado. A veces se lo ha mencionado en
6
forma de aristotelismo, como por Ramón Xirau y José Pascual Buxó . Propiamente de su tomismo, algo dijo de él Alfonso
Méndez Plancarte, en algunas notas al Primero sueño; Octavio Castro López lo menciona en un par de páginas de su comentario
7
a ese poema; y C. M. Montross en un libro, pero sólo en el plano de la ética y no en el de las otras partes de la filosofía . A
8
resaltar esta vena escolástica sorjuaniana hemos dedicado otros trabajos . Haremos un balance de esas influencias y cómo se
presentan en Sor Juana, insistiendo en esa presencia de la escolástica que hemos venido señalando.
—2→
Escolástica

Una cosa que llama mucho la atención es que en las bibliografías se reportan unas súmulas de lógica escritas por Sor Juana,
9
ahora perdidas . Es lástima que no se conserve esa obra lógica de la monja, ya que nos mostraría muy a las claras su vena
escolástica, pues no había nada más escolástico que las súmulas. Eran éstas unos compendios (de ahí su nombre, proveniente del
latín, de «súmulas» o pequeñas sumas) en que se albergaba lo más esencial de la dialéctica. Encontramos también mención de las
súmulas en la Respuesta a Sor Filotea, donde dice: «Todo esto pide más lección de lo que piensan algunos, que, de meros
gramáticos, o, cuando mucho, con cuatro términos de Súmulas, quieren interpretar las Escrituras y se aferran del Mulieres in
10
Ecclesia taceant, sin saber cómo se ha de entender» . Se refiere a los que quieren hacer exégesis bíblica sin suficiente
preparación, no sólo teológica sino también filosófica; que apenas han cursado la gramática y un poco de la filosofía,
representada en la disciplina más básica de las que la configuran, a saber, la lógica, en las súmulas que son su comienzo, antes de
la dialéctica, y de ello sólo un poco también, apenas algunos conceptos.
En la misma Respuesta a Sor Filotea alude Sor Juana a la lógica como una disciplina auxiliar de la teología, sobre todo y
precisamente para la interpretación de la Escritura, para la cual es necesarísima. Dice: «Proseguí dirigiendo siempre los pasos de
mi estudio a la cumbre de la Sagrada Teología; pareciéndome preciso, para llegar a ella, subir por los escalones de las ciencias y
artes humanas; porque ¿cómo entenderá el estilo de la Reina de las Ciencias quien aún no sabe el de las ancillas? ¿Cómo sin
11
Lógica sabría yo los métodos generales y particulares con que está escrita la Sagrada Escritura?...» . Junto con ella agrupa las
demás partes de la filosofía, que sirven de criadas al saber teológico.
Muchos textos de Sor Juana son paradigmáticos de su conocimiento y utilización de la escolástica. Pero atenderemos ahora
al Primer sueño, donde encontramos varios pasajes que lo indican. En él aparecen, de entrada, alusiones a la filosofía del hombre.
Se enumeran las facultades cognoscitivas del ser humano, y entre ellas son mencionados los sentidos internos. En la escolástica
eran cuatro: el sentido común, la fantasía o imaginación, la cogitativa o estimativa y la memoria sensitiva. Sor Juana equivoca un
poco el nombre de la cogitativa, y la llama «estimativa», que era más bien el nombre con el que se designaba esa facultad en los
animales: el hombre tenía cogitativa y los animales estimativa. O tal vez en ese momento se usaban de manera indistinta e
intercambiable. La —3→ cogitativa era muy importante, pues se dedicaba a percibir las representaciones que no eran captadas
12
por los sentidos (intentiones insensatae) . El sentido común no era tanto lo que hoy entendemos por él, sino lo que daba unidad
a los datos de los sentidos propios o particulares, que eran los cinco ya consabidos. La memoria sensitiva guardaba en su
reservorio los datos de los sentidos, tanto externos como internos. Por lo que hace a la fantasía, Sor Juana la ve como una especie
de pintor:

... así ella, sosegada, iba copiando


las imágenes todas de las cosas,
y el pincel invisible iba formando
de mentales, sin luz, siempre vistosos
colores, las figuras
no sólo ya de todas las criaturas
sublunares, mas aun también de aquellas
que intelectuales claras son Estrellas...13

Para el funcionamiento del conocimiento sensible y del inteligible, los escolásticos ponían las especies (cf. v. 403), o
representaciones mentales de las cosas, que eran las formas mismas de los objetos que en ellas tenían un ser físico, y en el alma
un ser psíquico o intencional, signo interior de las cosas. Las especies intelectivas (no las sensitivas) eran los conceptos. Mas,
dado que muchos nominalistas negaban estos intermediarios cognoscitivos, Sor Juana pone buen cuidado en subrayar que son
indispensables para el funcionamiento del conocer:
... como el entendimiento, aquí vencido
no menos de la inmensa muchedumbre
de tanta maquinosa pesadumbre
(de diversas especies conglobado
esférico compuesto),
que de las cualidades
de cada una, cedió...14

Cómo se ve la desesperación de nuestra monja jerónima al atender a las especies o conceptos confusos, que se obtienen
muchísimas veces, cuando no es alcanzable un conocimiento distinto y preciso. Eso ocurría con su entendimiento,

... permitiéndole apenas


de un concepto confuso
—4→
el informe embrión que, mal formado
inordinado caos retrataba
de confusas especies que abrazaba...15

Allí señala bien la teoría aristotélico-escolástica del conocimiento como información, en el sentido de recibir las formas de
las cosas en el alma. Pero como en muchos casos es una información defectuosa, la llama «informe embrión», confeccionado con
especies confusas o conceptos imprecisos. Avanzando a otra disciplina filosófica, Sor Juana habla de la física aristotélica, la que
apenas estaba siendo suplantada por la cartesiana, ya no cualitativa, sino cuantitativa, ya no dinamicista, sino mecanicista. Pero
nuestra monja jerónima todavía guarda mucho de esa física escolástica, por ejemplo cuando habla de Dios como causa final hacia
la que tienden todas las cosas, causalidad que iba a ser excluida de la nueva ciencia. Dice:

... y a la Causa Primera siempre aspira


-céntrico punto donde recta tira
la línea, si ya no circunferencia,
que contiene, infinita, toda esencia-16.

Igualmente es escolástica la partición que nuestra monja admite del alma en vegetativa, sensitiva y racional, división a la que
Descartes fue muy opuesto. También aborda la metafísica, la más subida de las ciencias humanas. Ya al mencionar las causas lo
hacía, pero también lo hace ahora al hablar de las categorías. Son las diez categorías aristotélicas: la substancia y nueve
accidentes, a saber, cantidad, cualidad, relación, acción, pasión, lugar, tiempo, situación y hábito. Eran el esquema de
predicamentos en los que tenían que caber todas las cosas; por eso ella tenía que hacer esto:
... una por una discurrir las cosas
que vienen a ceñirse
en las que artificiosas
dos veces cinco son Categorías17.

Podría desconcertar el que Sor Juana llame «artificiosas» a las categorías. Estaríamos tentados a interpretar eso como otro
rasgo más del fuerte criticismo y sutil escepticismo de la monja, como crítica o incluso oposición y rechazo de la teoría
tradicional, signo de su modernidad o, por lo menos, de su libertad de espíritu. Pero no parece serlo, sino más —5→ bien algo
menos peyorativo. Octavio Castro nos dice que «artificiosas» debe entenderse no como «artificiales» o «arbitrarias», sino como
18
«ingeniosas» . Es decir, no como contrapuestas a lo natural en cuanto antinaturales, sino como obra del ingenio humano, que
reflejaba lo natural. Aunque siempre queda abierta la duda de si estaba en verdad criticando al aristotelismo.
Un indicio de que tal vez no era crítica del aristotelismo en bloque es que a Sor Juana no se la ve rechazar la metafísica, sino
plantearla como camino de conocimiento, aunque ciertamente con reservas. Su propuesta principal es la reducción metafísica. La
reducción o resolución -ambos nombres le daban los escolásticos- era el análisis de los griegos, principalmente tal como lo había
expuesto Aristóteles. Tal reducción era un ascenso inductivo por el que se resolvían las cosas en sus principios y causas más
universales. En cambio, el análisis de los modernos, como el de Descartes y Leibniz, consistía en descomponer las nociones en
partes cada vez más simples. Después de llevar las cosas a sus causas y principios, se realizaba la composición o síntesis, que era
el descenso opuesto, el camino deductivo, por el cual se daba cuenta explicativamente de todas las cosas a partir de esos
principios encontrados. La metafísica era al mismo tiempo intelecto y ciencia, intuición y discurso, pero preponderantemente
intuición, por ser inducción, más que deducción. Sin embargo, Sor Juana, alegando que la intuición intelectiva no puede brindar
el conocimiento firme, lo coloca en el discurrir argumentativo, aunque para darse cuenta luego de que tampoco éste colma sus
aspiraciones.

(... reducción metafísica que enseña


los entes concibiendo generales
en sólo unas mentales fantasías
donde de la materia se desdeña
el discurso abstraído)
ciencia a formar de los universales,
reparando, advertido,
de no poder con un intüitivo
conocer acto todo lo crïado,
sino que, haciendo escala, de un concepto
en otro va ascendiendo grado a grado
y el de comprender orden relativo
sigue, necesitado
del de entendimiento
limitado vigor, que a sucesivo
discurso fía su aprovechamiento...19

—6→
Cuando se topa Sor Juana con este fracaso de lo filosófico, en sus más altas expresiones, da paso a la teología, que conoce
con la fe, más que con la razón, y sobrepasa su conocimiento racional con un conocimiento místico. Más que una racionalista
cartesiana, vemos que Sor Juana es como algunos escolásticos que, desde un sistema a veces muy cerrado y pesado, llegaron,
después de criticarlo, a una postura mística de fe por encima de todo. Pensamos en el canciller Juan Gerson y aun en Nicolás
20
de Autrecourt, ambos del siglo XIV .

Hermetismo

Sor Juana recibe el hermetismo sobre todo a través de Athanasius Kircher, el erudito jesuita, que llegó a mantener
21
correspondencia con algunos novohispanos . Hay varios temas herméticos en sus poemas, singularmente en el Primero sueño.
Sólo aludiré a algunos de ellos, para dar apoyo a mi afirmación de la presencia que en ella tuvo el hermetismo. Uno de esos temas
es la torre de Babel, mencionada en dicho poema. Es un tema que aparece en la obra de Kircher Turris Babel, de Amsterdam,
1679. Igualmente el tópico de las pirámides y los jeroglíficos, que aparece en otras obras de Kircher, principalmente en Lingua
22
aegyptiaca restituta, Roma, 1643; Oedipus aegyptiacus, Roma, 1656; y Obeliscus aegyptiacus, Roma, 1666 .
También se puede ver en el influjo renacentista, como en el motivo del microcosmos, que nos recuerda mucho a Pico de la
Mirándola, con su diálogo sobre la dignidad del hombre y a Luis Vives, con su fábula del ser humano. El mismo motivo del
sueño es hermético, porque como que separa el alma del cuerpo, y parece hacerlo más sutil y ágil. Por una parte es la abstracción,
por otra parte es una especie de revelación, como la que daba Dios a los profetas por medio de algún ángel o espíritu puro. En
todo caso, permitía una intuición muy sutil, precisamente porque arrebataba el alma del cuerpo y de los sentidos. Era una
intuición intelectual, y la más pura que se podía alcanzar.

Modernidad

Un rasgo de modernidad en Sor Juana es la manera como en el propio Primero sueño trasciende el hermetismo hacia el
racionalismo, cambiando el medio de conocimiento del hermetismo, que era la intuición, por el de la modernidad, que es el
raciocinio deductivo. Este último es el que prefiere Sor Juana, declarando impotente a la intuición —7→ para dar la verdad;
23
pero sólo pasa al deductivismo cartesiano para declararlo incapaz al poco de haberlo adoptado .
Otros rastros de un sutil escepticismo, aunque no declarado ni pleno, se encuentran en algunos poemas de Sor Juana. No
llegan, ni mucho menos, a un escepticismo fuerte como el pirrónico, ya que Pirrón no aceptaba ningún argumento, ni los suyos, y
no era cognitivista, con lo cual se apartaba de la discusión filosófica y se condenaba al silencio; o, mejor dicho, buscaba la paz
del alma. Ni siquiera llega Sor Juana al escepticismo académico, centrado no en la suspensión del juicio -como el anterior-, sino
en la duda, y, por lo mismo, menos completo y radical. El escepticismo académico, el dubitativo, encontraba un representante en
Descartes, con su duda metódica. Es innegable que hay rasgos de este escepticismo en algunos versos de Sor Juana, como los
siguientes:

Todo el mundo es opiniones


de pareceres tan vanos,
que lo que el uno que es negro,
el otro prueba que es blanco.

[...]
Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.

[...]

Para todo se halla prueba


y razón en que fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto24.

Pero no se le puede adjudicar un escepticismo académico que sea completo. Allí alude a la contraposición clásica entre
Heráclito, a quien se representaba siempre llorando, y Demócrito, a quien se pintaba siempre riendo. Ambas posturas mostraban
que tanto valía lo uno como lo otro. Parece también recoger la inquietud cartesiana del continuo desacuerdo entre los filósofos,
con lo cual Descartes criticaba los fundamentos de toda la filosofía, y decía que sólo en matemáticas se llegaba a algo claro. Pero
también parece tratarse de una actitud lúcida que ve con humildad realista la finitud y las limitaciones del conocimiento. Por eso
se refugia en el no-saber de la teología y la mística, un no-saber que es, sin embargo, el mayor saber, según lo decía Nicolás de
Cusa en su concepción de la docta ignorancia, con lo cual Sor —8→ Juana se muestra como tocando el renacimiento y la
modernidad. Esto se ve en algunos versos como:

No es saber, saber hacer


discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.

[...]

¡Qué feliz es la ignorancia


del que, indoctamente sabio
habla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!25

Este saber por padecimiento, pathos o empatía, es también el de la mística, según lo exponía el Pseudo Dionisio, saber no
por discurso, sino por connaturalidad, con la cual sobre todo se conocía -de acuerdo con lo que de ese autor recogía Santo Tomás
de Aquino- lo que podía conocerse de Dios. Llevaba a un conocimiento de Él más pleno y perfecto que el que se alcanzaba en el
raciocinio. Por lo demás, Sor Juana alude asimismo a un conocimiento contrapuesto al teórico, un saber útil, cual era el saber
moral, más bien del lado de la teología, que en la concepción cristiana se postula como un saber de salvación:
También es vicio el saber:
que si no se va atajando,
cuanto menos se conoce
es más nocivo el estrago;
y si el vuelo no le abaten,
en sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso
olvida lo necesario.

[...]

Este pésimo ejercicio,


este duro afán pesado,
a los hijos de los hombres
dio Dios para ejercitarlos.

[...]

¡Oh, si como hay de saber,


hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!26

—9→
Hay, pues, en Sor Juana un innegable criticismo, pero no parece llegar a constituir escepticismo. Por otra parte, en
el Primero sueñoencontramos asimismo la mención de los átomos y de los espíritus vitales. La idea de átomos ya venía desde los
griegos, pero fue subrayada por modernos como Descartes y Gassendi en la idea de los corpúsculos básicos. Los espíritus vitales
parecen corresponder a los espíritus animales, que para Descartes «son partículas sutiles de sangre que pasan del corazón al
cerebro y mueven la glándula pineal para que ésta envíe información al alma o bien reciben los movimientos de la glándula y se
27
mueven a través de los nervios para producir las respuestas de los diferentes músculos de nuestro cuerpo» . Igualmente, como
28
ya se ha dicho, el subrayar los límites de la razón es un rasgo general del cartesianismo .

Balance

Vemos, pues, a Sor Juana, distendida entre su gran ansia de saber y su desengaño del conocimiento, su duda y su
29
desconfianza del conocimiento perfecto, su desencanto de los alcances del conocer humano . Pero de alguna manera colmó sus
aspiraciones de saber, cuando entró en el silencio místico, y sobre todo cuando entró en el silencio de la muerte. Es lo que trata de
cantar acerca de nuestra poetisa-filósofa el doctor don Juan de Avilés en un soneto fúnebre dedicado a ella, que dice:
Si en la pequeña clara luz de un día
vive la fresca Rosa edad entera,
la Rosa -cuando el día muere- muera,
pues ya no ha de crecer su gallardía.

Si su débil fragante bizarría


no ha de ser más -aunque su vida fuera
émula de la Délfica carrera-,
muera, que ocioso su vivir sería.

Pues si esta Rosa, que la Fama llora,


en nueve lustros siglos ha tenido,
ya no ha de saber más, ya nada ignora.

Muera ya, pues que docto acuerdo ha sido


que a quien todo lo sabe en una hora
le sobra mucho tiempo en lo vivido30.

—[10-12]→ —13→
La escolástica en algunas piezas de Sor Juana
Además del conocimiento que tenía Sor Juana del hermetismo y de la filosofía moderna, encontramos en ella un manejo
bastante aceptable de la filosofía y teología escolásticas. Ya que esto ha sido poco resaltado, ofreceremos un puñado de muestras
tomadas de algunas composiciones de la ilustre monja jerónima. La escolástica era la corriente de pensamiento que atravesaba la
época colonial; y, dados sus intereses intelectuales, Sor Juana no podía permanecer ajena a dicha corriente. Y llama la atención el
conocimiento tan notable que la poetisa alcanzó en este ámbito.
En uno de los Romances que escribió, precisamente el que funge como Prólogo al lector, Sor Juana aborda el problema que
tanto preocupó a los teólogos escolásticos sobre el libre albedrío. Aunque Dios impulsa al hombre y en todo lo apoya, sin
embargo, no lo mueve ni fuerza a hacer nada contra su voluntad. Además, todo lo que el hombre hace Dios lo conoce como
libre, id est como realizado con libertad. Sor Juana presenta esta doctrina de manera correcta y abreviada:

No hay cosa más libre que


el entendimiento humano;
¿pues lo que Dios no violenta,
por qué yo he de violentarlo?31
En otro romance, Sor Juana habla de las operaciones ontológicas y cosmológicas (o metafísicas y físicas) de las cualidades
de las cosas. Las cualidades que se allegan a los cuerpos son las que producen en ellos las alteraciones. Esto se ve en el amor.
Explica que, a semejanza de Dios, su naturaleza no es abarcable por el humano entendimiento; y sólo se conocen sus efectos,
pero a través de ellos no se alcanza a llegar plenamente a su esencia. Dice, pues, acerca del amor:

No hay cualidad que en él pueda


imprimir alteraciones,
del hielo de los desdenes,
del fuego de los favores.
Su ser es inaccesible
al discurso de los hombres,
que aunque el efecto se sienta
la esencia no se conoce32.

—14→
Habiendo partido de las propiedades accidentales, sigue hablando de las propiedades en general de un ente individual o
sujeto, señalando que las propiedades contradictorias no pueden darse simultáneamente en él:

Mira que es contradicción


que no cabe en un sujeto,
tanta muerte en una vida,
tanto dolor en un muerto33.

Alude a un tema de la lógica y la filosofía del lenguaje, el de la denominación extrínseca. La denominación o significación
hecha por los vocablos respecto a las cosas no altera la substancia íntima de éstas:

Varias denominaciones
a una misma cosa hallamos,
sin que la substancia inmute
lo exterior de los vocablos34.

En otra parte muestra una idea escolástica de cosmología. Los elementos son contrarios, pero el movimiento de las esferas,
que discurren por celestiales ejes, hace que lleguen a un equilibrio, ya que no a la armonía perfecta, que es impensable entre ellos,
dada su oposición:
De los Celestiales Ejes
el rápido curso fija,
y en los Elementos cesa
la discordia nunca unidas35.

Habla también de las causas, tema de física y de metafísica. La causa, si es tal, lo es porque produce un efecto. Así, una
potencia o facultad se especifica y determina por su objeto. Es lo que significan dos de sus versos:

¿Hay causa sin producir?


¿Hay potencia sin objeto?36

Cita a Aristóteles y a Galeno, príncipes del saber antiguo. Menciona una cuestión de índole escolástica, la de si es posible
una presencia bilocada o el estar presente un mismo cuerpo en dos lugares al mismo tiempo. Alude a la privación como un estado
negativo. Y habla del supuesto, que es el ente individual o substancia completa en todos sus constitutivos, ya dispuesta para la
existencia o inclusive con existencia. Al hablar del queridísimo hijo de los virreyes, dice:

Es una Filosofía
que Amor pone en sus cuadernos
-que ni Aristóteles supo,
—15→
ni la conoció Galeno-,
donde la cuestión reñida
por tan agudos ingenios,
de Presencia Bilocata,
resuelve sin argumentos.

[...]

Quien se aparta de la Gloria


se va a la pena derecho;
que basta la privación
sin positivo tormento.
[...]

a gozar en vuestro hermoso


feliz heroico Heredero,
el ver vuestras dos mitades
unidas en un supuesto37.

Como ya se ha mencionado al hablar de la causalidad, las potencias o facultades tienen un objeto, al que se aplicaban; y
cuando se aplican a él, realizan su ejercicio propio. Por eso dice Sor Juana que sólo saliendo del ocio podrá la voluntad ganarse el
nombre de potencia activa:

o porque la voluntad,
saliendo del ocio, pueda
con un poco de ejercicio
legitimarse potencia38.

Se refiere también a la sindéresis, hábito de los primeros principios prácticos, radicado en el mismo intelecto. Allí se
contiene el primer principio de la vida práctica que es buscar el bien y evitar el mal. Por ello dice que con la sindéresis elegirá lo
mejor:

¿No hay sindéresis en mí


con que lo mejor elija,
y ya que bien no lo entienda
por lo menos lo perciba?39

En un poema al capitán don Pedro Velázquez de la Cadena, menciona a varios filósofos y literatos de la tradición, mostrando
así la erudición que tenía en diversas letras:

A vos, de quien aprender


pudiera a hacer en su siglo
Tácito los documentos,
—16→
y Platón los silogismos,
Aristóteles lo agudo,
Demóstenes lo bien dicho,
Séneca lo sentencioso,
y lo métrico Virgilio40.

En otro poema a un caballero que le había escrito un romance burlesco, Sor Juana parece apuntar a la discusión escolástica
de la naturaleza de los ángeles, es decir, la de si cada individuo angélico constituía una especie, al no tener un principio material
que lo individualizara:

¿Que yo soy toda mi especie


y que a nadie he de inclinarme,
pues cualquiera debe sólo
amar a su semejante?41

Dice eso con mucha ironía, rechazando el que ella sola llenara una especie. También trata de la acción inmanente, que es la
que se queda en el agente, cual sucedía con las acciones anímicas, o sea, el entender y el querer. Se contraponía a la acción
transeúnte o transitiva, que salía al exterior, como era la mayoría de las acciones del ser humano:

Con que quedándose en vos


lo que es sólo de vos digno,
es una acción inmanente
como verbo intransitivo...42

Menciona la teoría aristotélico-escolástica de los opuestos. Cuando se trata de un amor según Dios, se tiene una cualidad sin
opuesto, no existe esa pugna que puede deshacer el compuesto, sino que se tiene sólo armonía. Más aún, se ocupa el centro
natural o el lugar propio en el que se realiza el equilibrio:

¡Oh cuánta fineza, oh cuántos


cariños he visto tiernos!
Que amor que se tiene en Dios,
es calidad sin opuestos.
De lo lícito no puede
hacer contrarios conceptos,
con que es amor que al olvido
no puede vivir expuesto.

Yo me acuerdo ¡oh nunca fuera!,


—17→
que he querido en otro tiempo
lo que pasó de locura
y lo que excedió de extremo;

mas como era amor bastardo,


y de contrarios compuesto,
fue fácil desvanecerse
de achaque de su ser mesmo.

Mas ahora, ¡ay de mí!, está


tan en su natural centro,
que la virtud y razón
son quien aviva su incendio.

[...]

Tan precisa es la apetencia


que a ser amados tenemos,
que, aun sabiendo que no sirve,
nunca dejarla sabemos43.

Se centra en la teoría de los hábitos. La costumbre engendra el hábito, en el sentido más fuerte de cualidad inherente en el
hombre; si es un hábito bueno, es llamado virtud, y si es malo, vicio. Pero ambos surgen de la costumbre y tienen la misma
dificultad en ser removidos. Por eso, dado que Sor Juana tenía adquirida ya una costumbre, le era difícil quitarla y suplirla por la
virtud que le interesaba:

La virtud y la costumbre
en el corazón pelean,
y el corazón agoniza
en tanto que lidian ellas.
Y aunque es la virtud tan fuerte,
temo que tal vez la venzan,
que es muy grande la costumbre
y está la virtud muy tierna44.

Las potencias o facultades requieren de un incentivo para llegarse mejor a su objeto. La necesidad es lo que más las agudiza
para que operen. Debido a eso, si no hubiera necesidad, la potencia se quedaría sin objeto sobre el cual ejercerse, y así sería
frustránea o vana:

que a no haber necesitados,


no hallara objeto capaz,
y era frustránea potencia
a faltar necesidad45.

—18→
Entre las endechas compuestas por Sor Juana, encontramos una que hace hablar a una viuda que llora mucho al marido
muerto. Allí vuelve el tema de la información del cuerpo por el alma, que es en lo que consiste la relación hilemórfica en el
compuesto humano. Hace decir a la viuda afligida:

¿Él sin vida, y yo animo


este compuesto débil?46

Hay asimismo uno de los sonetos en el que menciona los silogismos, de una manera muy especial, pues aquí son hechos por
los colores, que, por ser perecederos, resultan en engaño y tienen entonces carácter de argumento falaz o sofístico:

Este que ves, engaño colorido,


que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido...47

Siguiendo con el tema de la lógica, en otro de los sonetos usa términos de la disputa escolástica: «negar», «conceder»,
«poner en contra» un argumento:
Niégasme ser capaz de ser querido,
y tú misma concedes esa gloria:
con que en tu contra tu argumento ha sido...48

En una de sus Letras, alude a la posibilidad como elemento de la lógica modal, es decir, nombrado con su tecnicismo: «en el
modo posible», es decir, con el modalizador o functor modal de posibilidad, que afecta a lo que adyace a él con esa cualificación
modal o modalidad de lo meramente posible, abierto continuamente:

Es porque su inmenso Amor,


de penar no satisfecho,
quiere, en el modo posible,
estar siempre padeciendo...49

En una de las loas agrupadas bajo el rubro general de «Otras loas», más precisamente, en la Loa de la Concepción, la
Devoción en su parlamento usa el adjetivo «sofísticas», aplicado a unas redes, como —19→ sinónimo de «engañosas», que es
como se toman en la lógica las falacias o sofismas. La Devoción dice:

enmendar la furia loca


de tus sofisticas redes50.

Allí mismo, al hablar la Música, distingue, en el ámbito de la física y la metafísica, el cambio accidental del cambio
substancial. Cuando se da este último, hay un cambio de esencia, y la cosa se transforma en otra; pero en el caso del primero, sólo
cambian los accidentes, permaneciendo la esencia inmutada:

¡Que aunque los accidentes


distintos sean,
no puede la substancia
mudar la esencia!51

Continuando con el tema cosmológico, en la primera Loa a los años del rey Don Carlos II, el Amor, en su parlamento, se
refiere a los cuatro elementos, que, aun cuando son contrarios entre sí, unidos dan origen a muchas cosas, tanto con su oposición
como con su acuerdo. El cielo, que tiene movimientos rotativos debidos a sus esferas, también produce efectos en la tierra, como
las estaciones, las lluvias y otros fenómenos meteorológicos:

Y ya que juntos os miro,


nobles Elementos cuatro,
cuya fecunda discordia
es madre de efectos tantos:
vosotros, que variamente
con paz y guerra luchando,
sois contrarios muy amigos,
y amigos muy encontrados;
y a ti, Cielo, que influyendo
en sus movimientos varios,
divides hermosamente
en cuatro partes el año,
pues todo lo sublunar,
a expensas de tu cuidado,
vive a merced de tus lluvias
y al influjo de tus astros...52

—20→
El Amor vuelve a tomar la palabra, y hace alusión a la razón de estado, inventada por Maquiavelo y muy usada
por Guicciardini, con la cual se justificaban muchas malas acciones que pudieran beneficiar a un gobernante (pocas veces a su
pueblo):

El Mundo con tal agrado,


os reverencie, Señor,
que a la razón del Amor,
sobre la razón de Estado53.

En la segunda loa a los años del rey, la Vida habla de los derechos naturales como trascendiendo a las leyes positivas, al paso
que exalta la prioridad del vivir sobre el gobernar, o de la vida sobre el gobierno. Es decir, aplica el dicho escolástico de que
primero es el ser y luego cualquier otra acción («primero es el ser y luego el obrar», o «el obrar sigue al ser», operari sequitur ad
esse):

¡Bueno es, Majestad, que quieras


que contra razón se rindan
los derechos naturales
a las leyes positivas!
El vivir es en el hombre
lo primero; y tan precisa
es en él esta elección,
que escoger, si le brindan
con una de las dos cosas,
el que más mandar estima,
la Vida sin Majestad,
no la Majestad sin Vida54.

Allí mismo, la Música reafirma lo anterior. Gobernar es un acto operativo o accidental, mientras que vivir es un acto
entitativo o esencial. Está diciendo que el vivir es el ser o el existir (según otro adagio escolástico: «el vivir, para los vivientes, es
el existir», Vivere viventibus est esse), y que la existencia adviene a la esencia; pero no dice que el hombre tenga por esencia la
existencia (cosa que sólo puede darse en Dios):

¡Pues en el ser del hombre,


si bien se prueba,
mandar es accidente;
vivir, esencia!55

—21→
En seguida la Majestad explica que lo preciso o necesario no es unívoco, es decir, tiene jerarquías. No por ser necesaria una
cosa es más perfecta. Puede ser de necesidad inmediata, pero menos perfecta. Así, la materia es necesaria para el compuesto
físico, o cuerpo, pero la forma es más perfecta. Asimismo, el alimentarse es necesario para discurrir, pero el discurrir es más
perfecto que el alimentarse, etcétera:

No en el ser precisa, sólo,


fundes el ser preferida;
que no puede hacer las cosas
mejores, el ser precisas.
La Naturaleza, siempre,
de lo imperfecto camina
a lo perfecto, y no habrá
quien, por eso sólo, diga
que es lo imperfecto mejor.
La materia se anticipa
a la forma; y no, por eso,
es por más noble tenida.
Del corporal alimento
vemos que se necesita
más que del discurso; y no hay
tan ciega Filosofía,
que diga que es mejor, que
la potencia discursiva56.

A la Majestad se le discute el que la vida sea esencial al hombre, ya que el hombre muerto también es hombre. A lo cual ella
responde que no lo es. En efecto, ya no es hombre, sino cadáver; ya no tiene forma substancial humana, sino de cadáver. Se han
dividido el cuerpo y el alma, y, así separados, se destruye el compuesto humano, y aquello no es ya un hombre, sino algo distinto:
cadáver de hombre. El alma sola no es un hombre, sino un alma humana suelta, y el cuerpo solo no es un hombre, sino restos
materiales de un hombre o cadáver. Sólo es hombre el compuesto de los dos, de alma y cuerpo:
MAJESTAD Y eso asentado, no sufro
el pasar, porque me digas
que eres esencia en el hombre;
que el hombre, también sin vida
es hombre.
—22→
VIDA No es hombre tal:
que, en estando divididas
las porciones de alma y cuerpo
(que allí el cadáver se mira
y allí el alma separada),
de entrambas se verifica
que es alma y que es cuerpo de hombre,
no que es hombre; y convencida
te debes mostrar, supuesto
que, sin que la unión las ciña,
no componen hombre, conque
no hay hombre mientras no hay vida.
MÚSICA ¡Que si el compuesto humano
es alma y cuerpo,
no puede quedar hombre
sin el compuesto!57

Esto último es reafirmar lo mismo que se dijo antes. Sor Juana da muestras de haber comprendido bien esta doctrina
hilemórfica de la antropología filosófica aristotélico-escolástica. En general, da muestras de tener un conocimiento muy aceptable
de la filosofía y la teología según esa corriente, y no sólo de la hermética, como ya se ha estudiado bastante (por Octavio Paz y
Elías Trabulse), así como cierto contacto con la filosofía moderna (señalada por Rafael Moreno y Francisco López Cámara).
—[23-24]→ —25→
La filosofía escolástica en algunos poemas de Sor Juana
Señalaremos a continuación algunas ideas y términos escolásticos que utiliza Sor Juana en poemas suyos, agregando
clarificaciones y explicaciones sobre dichos términos.
En el poema en el que se opone al poeta José Montoro, Sor Juana menciona la díada substancia y accidente, que trata
ontológica y lógicamente, distinguiéndolos bien por el carácter de necesidad respecto del ser que tiene el primero, y el carácter de
contingente del segundo. La substancia es necesaria, pero los accidentes pueden estar en ella o faltar, sin que eso signifique la
desaparición de aquél; lo necesario es la substancia o esencia:

Mas no es esto esencia suya,


sino un accidente anexo
que tal vez los acompaña
y tal vez deja de hacerlo58.

No sólo trata a la substancia como esencia, sino que también se refiere a ella como supuesto (30, 41), a saber, como ente
concreto e individual. Un poema festejando el nacimiento del hijo de los virreyes expresa el deseo que dice haber tenido la monja
de que viniera al mundo, y lo hace utilizando términos metafísicos:

¡Cuánto deseé el que salierais


de ser mental compañero
de las criaturas posibles
que ni serán, son ni fueron!

[...]

No dejé Santo ni Santa


de quien con piedad creemos
que de impetrar sucesiones
obtienen el privilegio
que no hiciera intercesora,
que no hiciera medianero,
porque os sacase de idea
al ser, el Poder Supremo59.

En efecto, el mundo de los posibles era visto como una región de las ideas divinas, el mundo pensado por Dios; por eso Él lo
había hecho pasar de la idea al ser.
—26→
Junto con estas nociones tan fundamentales, se encuentran ciertos principios de la escolástica. Algunos son de metafísica, por
ejemplo del orden de la causalidad, como aquel que se enunciaba «cessante causa, cessat effectus», y que Sor Juana pone en
verso así:

Si de tus méritos nace


esta pasión que me aflige,
¿cómo el efecto podrá
cesar, si la causa existe?60

Otro parecido:

que es, si registras la causa,


preciso hallar el efecto61.

Dentro de ese orden de la causalidad, la causa principal era la final, cuyo máximo axioma era que el fin es lo primero en la
intención y lo último en la ejecución, lo cual expresa así:

que aunque es muy bueno el intento,


es mejor la ejecución62.

Pasando de la metafísica u ontología a la física o cosmología, también susceptible de ser llamada filosofía natural, alude a los
cuatro elementos, en algún paso, de manera general (8, 15), y de manera específica en otro:

Y todos concordes
se van a mi Dueño,
que Humanado le sirven
los cuatro elementos:
el Agua a sus Ojos,
el Aire a su Aliento,
la Tierra a sus Plantas,
el Fuego a su Pecho;
que de todos, el Niño
hoy hace un compuesto63.
Igualmente aparecen otros conceptos cosmológicos, por ejemplo los que dan expresión a esa idea fundamental del
hilemorfismo, es decir, la composición de los cuerpos a base de materia y forma:

cuando, sin ser maravilla,


se hallaban en tu belleza
dos cuerpos en un lugar,
dos formas y una materia64.

—27→
El hilemorfismo vuelve a mostrarse no sólo como ese conocimiento de la díada materia y forma, sino con la sutil distinción
entre la forma natural y la artificial:

en quien la Naturaleza,
del arte competidora,
siendo forma natural
finge ser artificiosa65.

También sabe discernir la forma natural en inanimada y animada. Esta última, la animada, tiene como principal el alma
racional, que es peculio de los seres humanos. Por eso dice:

¿No soy yo gente? ¿Ni es forma


racional la que me anima?66

De otra manera:

gloria mucha en poco vaso,


gran forma en parva materia67.

Asimismo:
Probable opinión es que, conservarse
la forma celestial en su fijeza,
no es porque en la materia hay más firmeza
sino por la manera de informarse.
Porque aquel apetito de mudarse,
lo sacia de la forma la nobleza;
con que, cesando el apetito, cesa
la ocasión que tuvieran de apartarse.
Así tu amor, con vínculo terrible,
el alma que te adora, Celia, informa;
con que su corrupción es imposible,
ni educir otra con quien no conforma,
no por ser la materia incorruptible,
mas por lo inamisible de la forma68.

En el ámbito de la misma física aristotélico-escolástica, menciona la idea antigua de la tendencia natural que se suponía en
las cosas hacia un lugar determinado, que era su lugar natural, el centro que la atraía, o el peso que la arrastraba o inclinaba:

Carecer por vos de todo,


no hubiera sido en mi afecto
fuerza, que aun lo insensible
lo hace, por irse a su centro69.

Como una parte de la filosofía natural o física, se veía a la biología. Y conocimientos de esta disciplina, en su versión
aristotélico-escolástica, se encuentran en Sor Juana. El alma es un acto del cuerpo (de hecho, —28→ para Aristóteles, era el
acto primero del cuerpo, el más fundamental). Por eso llama al cuerpo «tierra organizada», la cual es vivificada por el alma, que
es acto o forma (76, 96). Alma y cuerpo se unen como compuesto (78, 98). Y el alma puede ser vegetal, animal o racional,
aunque en el hombre es una sola, con esos tres aspectos. Así, no sólo habla de la dimensión racional y sensible o animal, sino
también de la vegetal:

y cuando el vegetable
humor en él perece,
nos parece que vive
y no es sino que muere70.
También posee Sor Juana la teoría del conocimiento, que en la escolástica tiene que ver con las potencias o facultades
cognoscitivas y sus objetos. La potencia o facultad es la que pone el acto, y el objeto es el aspecto de la cosa que se conoce, por
ello está por parte de la cosa (a parte rei) conocida, y no por parte del cognoscente:

Ser potencia y ser objeto,


a toda razón se opone;
porque era ejercer en sí
sus propias operaciones.
A parte rei se distingue
el objeto que conoce;
y lo amable, no lo amante,
es blanco de sus arpones71.

Una de las actividades del intelecto es la de abstraer o prescindir; por ello habla de una

precisión que sólo pudo


formarla tu entendimiento72.

La abstracción es división, y esta precisión es la más fina, esto es, división de razón o mental. Toma muy en cuenta el
axioma capital o primer principio del ser y del conocer, tanto de la metafísica como de la gnoseología y la lógica, que es el de no
contradicción (6, 13).
También muestra el conocimiento de las relaciones, poniendo a la relación como una tensión que media entre dos extremos,
los cuales son los correlatos, esto es, un término a quo y otro ad quem; en el primero se encuentra el fundamentum de la relación,
que es lo más constitutivo de la relación misma, sin lo cual no puede darse. Esta teoría de la relación le sirve para plantearse, en
el terreno de la ética, el problema de la búsqueda del bien, que es a lo que esta disciplina se dedica:

El término no es a quo,
que causa el pesar que veo:
—29→
que siendo el término el Bien,
todo el dolor es el medio73.
Ya que se refiere al bien, avanza en esa línea y nos muestra que conoce distintas clases de bienes, como el bien útil, que es el
que prepara para el bien deleitable y el bien honesto, los cuales son superiores a él. Sor Juana alude asimismo a la
comunicabilidad del bien, que la escolástica había reflejado en aquel adagio suyo del «bonum est diffusivum sui», en cuanto que
siempre se deja participar:

El bien es comunicable,
y si llegara a faltar
con quién, siempre fuera bien,
más no fuera utilidad74.

En este mismo campo de la ética, se expone la doctrina de la virtud en el aristotelismo y el tomismo como tendencia al justo
medio:

La confianza ha de ser
con proporcionado medio:
que deje de ser molesta
sin pasar a ser despego75.

Recordándonos algunos puntos de lógica o metodología escolástica, Sor Juana menciona la ley de las definiciones que
ordena usar términos positivos para dar a conocer las ideas:

Aquel decirte más


cuando me explico menos,
queriendo en negaciones
expresar los conceptos76.

Comenzando el camino de la lógica, Sor Juana menciona conceptos escolásticos del tratado de los signos o semiótica y la
filosofía del lenguaje. Hurgando en la relación del lenguaje con el pensamiento, revisa la conexión de los signos con la mente, a
saber, cómo se daba la vinculación del término con el concepto o palabra de la mente (verbum mentis) o del corazón (verbum
cordis), como preferían algunos, siguiendo a San Agustín:

Salgan signos a la boca


de lo que el corazón arde,
—30→
que nadie creerá el incendio
si el humo no da señales77.

Está aludiendo a la idea escolástica de que las palabras son signos y efectos del pensamiento, antes que de las cosas, aunque
son signos de las cosas de manera definitiva y principal. En cuanto a los signos, que se dividen en naturales y artificiales,
menciona al humo como signo natural del fuego, ejemplo que era muy frecuente en los manuales de lógica al uso.
Tiene Sor Juana varios versos y aun poemas que son todo un ejercicio y aplicación de la teoría escolástica de la
argumentación, así por el modo de hablar y exponer, como por los términos técnicos que aparecen. De este modo, encontramos
que dice a José Montoro:

Al modo de aquellos que


sutilmente defendieron
que de la nieve los campos
se visten de color negro,
de tu sutileza fue
airoso galán empeño,
sofística bizarría
de tu soberano ingenio.
Probar lo que no es probable,
bien se ve que fue el intento
tuyo; porque lo evidente
probado se estaba en ello.
Acudistes al partido
que hallastes más indefenso
y a la opinión desvalida
ayudastes, Caballero.
Este fue tu fin; y así,
debajo de este supuesto,
no es ésta ni puede ser
réplica de tu argumento,
sino sólo una obediencia
mandada de gusto ajeno,
cuya insinuación en mí
tiene fuerza de precepto.

Extraño gusto que tenía Sor Juana por la argumentación lógica, que nos hace creíble el que haya escrito esas Súmulas de
78
dialéctica que se le han atribuido y que ahora andan perdidas . Vuelve a mostrarnos su posesión del arte y los tecnicismos de la
argumentación en estos versos:
—31→

en quien tienen, cuerpo y alma


un tan indeciso pleito,
que de cuál vence, se están
en utrum los argumentos.
Una Gramática nueva
es su hermosura y talento,
donde el más se verifica
sin que se suponga el menos.
No hay Lógico que se atreva
a definir cómo, siendo
sólo un término, en él solo
se da relación y exceso.
Ni yo sé cómo os explique
este enigma; sólo entiendo
que aquello parece más,
que se imagina primero.
Porque como a su beldad
es corto el conocimiento,
para comprehenderla toda
va de concepto en concepto79.

Pero con mucha modestia y pudor comenta:

yo en mi lógica vulgar
os pusiera un silogismo
que os hiciera confesar
que ése fue sólo el motivo80.

Por otra parte, a un caballero le dice:

Edipo en los enigmas, tu ingenio,


énfasis intrincados penetra:
físico, si las causas conoce;
lógico, si la forma argumenta81.

Y sigue jugando, con idéntica sonoridad y cadencia de esdrújulos:

Júbilos de mi amor a tus años


plácidos, a tus aras ofrezcan
índices de una Musa que, inculta,
Súmulas de escribir sabe apenas82.

¿Será ésta una alusión a su trabajo de sumulista, que debió ser muy competente, así haya sido sólo de ocasión y tal vez sin un
mayor propósito? Quizá no dio clase de súmulas a nadie, pero su estudio le permitió bromear y conjuntar ahora la lógica y el
amor:

No sé en qué lógica cabe


el que tal cuestión se pruebe:
—32→
que por él lo grave es leve,
y con él lo leve es grave83.

En otros versos se alude a la teoría de la argumentación más de pasada, apuntando de modo especial a la forma lógica de los
silogismos, dado que la función de esta disciplina es desentrañar esa forma lógica de los conceptos, definiciones, enunciados,
razonamientos, etc. De ahí que señale una verdadera catástrofe cuando dice:

Perdióse (¡oh dolor!) la forma


de sus doctos silogismos84.

Mas el texto que nos muestra más a las claras la pericia de Sor Juana en estas cosas tan arduas, es un villancico, todo él
escrito en registro de lógica, lleno de expresiones escolásticas, que bien vale la pena reproducir entero:

Estribillo

¡Oigan un Silogismo, señores, nuevo,


que solamente serlo tendrá de bueno!
Es punto tan escondido
y misterio tan subido,
que ni en la Antigüedad cupo
ni Aristóteles lo supo,
de donde ser nuevo pruebo.
¡Oigan un Silogismo, señores, nuevo!
¡A los Lógicos digo: sic argumentor!

Coplas

Cual Sumulista pretendo


iros, Pedro, replicando;
y pues vos, a lo que entiendo,
hicisteis juicio negando,
yo haré discurso infiriendo.

¿Quién os trajo a tanto mal,


que al mismo que antes, altivo,
con ánimo sin igual,
confesasteis por Dios vivo,
negáis por hombre mortal?

Dejadme, pues, que me asombre,


que al Hijo del Hombre allí
le deis de Dios el renombre,
y al Hijo de Dios aquí
le neguéis conocer Hombre.
—33→

Mirad, que en esta ocasión,


como es Dios-Hombre mi compuesto
por hipostática unión,
para negar el supuesto
no os vale la distinción.

Mal lógico, Pedro, estáis,


pues cuando a Dios conocéis
y por tal le confesáis,
antes se lo concedéis
y ahora se lo negáis.

Dicen que las señas son


las que os hacen más patente,
y sin mirar la ilación,
dejando el antecedente,
le negáis la conclusión.

Si de una mujer la ciencia


tiene razones precisas,
mirad, Pedro, que es violencia,
concedidas las premisas,
negarle la consecuencia.

¿Quién de vos, Pedro, dijera,


siendo de ciencia un abismo,
que el argumento temiera,
pues el Evangelio mismo
dice que os hicisteis fuera?

Mejor las razones hila


vuestro acero sin misterio,
pues cuando su corte afila
contra Malco, arguye en ferio,
y en caelarem con la ancilla.

Vuestros bríos arrogantes


negaron con juramento
el que le servisteis antes:
pues, Pedro, no hay argumento
contra principia negantes.

Mas ya veo que advertido,


viendo el caso sin remedio,
lloráis como arrepentido;
que es arte de hallar el medio
de no quedar concluido85.

Sor Juana sabe afirmar, negar, distinguir, conceder e inferir con los términos propios de la técnica de la discusión escolástica;
lo hace con expresiones muy formales. Ello nos muestra un conocimiento muy amplio y profundo que tenía Sor Juana de la
lógica de su momento, y se —34→ ve que muy bien pudo escribir ese tratado de Súmulas de lógica que se le adjudica.
Principalmente, nos muestra lo mucho que sabía aquella que llegó a afirmar que vivía estudiando:
Fuerza es que os llegue a decir
que sin salud llego a estar,
de vivir para estudiar
y no estudiar el vivir86.

Llegando a la conclusión, podemos decir que estos poemas de Sor Juana nos hacen ver que su conocimiento de la filosofía
era muy amplio, y no sólo en las líneas hermética y cartesiana, muy reconocido y estudiado, sino también en la escolástica, que,
por lo demás, era el ingrediente de su contexto cultural que tenía más extensión. En su espíritu abierto, curioso y estudioso a la
vez, no pudo faltar ese elemento cultural.

—[35-36]→ —37→
Ideas escolásticas en las loas de Sor Juana
Sor Juana se caracterizó siempre por su gran amor al saber. Recorrió y abarcó muchos ámbitos de éste. Entre ellos estuvo el
de la filosofía y, concretamente, según ya hemos visto, la filosofía escolástica. Esta sale a relucir en sus escritos, tanto en verso
como en prosa. Muestra un buen conocimiento de la filosofía tomista, que era la parte principal y más extendida de la escolástica,
corriente más estudiada en esa época. Se cultivaba la filosofía hermética, de corte renacentista, y ya se comenzaba a conocer en la
Nueva España la filosofía moderna, sobre todo cartesiana. Pero estaba muy presente el tomismo. Veremos algunas muestras de
ello en poemas de Sor Juana, especialmente en algunas de las loas que escribió para diversas ocasiones.
En uno de sus poemas, expresa Sor Juana su aprecio por el saber, el cual era tan grande, que llega a ver el saber como
intercambiable con el vivir, de manera que sólo es vivir el saber, y sólo por el saber se puede en verdad vivir. Esta es una idea de
abolengo aristotélico, recogida por la escolástica. La primacía de la vida teórica sobre la vida práctica, o la directividad de la
contemplación sobre la acción, de modo que la vida mejor es la del conocimiento:

Quien vive por vivir sólo,


sin buscar más altos fines,
de lo viviente se precia,
de lo racional se exime;
y aun de la vida no goza:
pues si bien llega a advertirse,
el que vive lo que sabe,
sólo sabe lo que vive87.

En otra parte, contrasta el rigor de las escuelas (que puede tomarse como la universidad, los colegios y, sin más, la
escolástica) con la blandura de la corte palaciega. Con ello muestra su aprecio por la discusión cerrada y formal que se estilaba
entre los escolásticos, y no el discurso más bien superficial y basado sólo en el ornamento que se usaba entre los cortesanos.

(si alguno repara el modo,


respóndele, Lisi bella,
que no se entiende en Palacio
el rigor de las Escuelas)88.

—38→
De hecho, Sor Juana tiene piezas en las que, como vimos, reproduce la disputa escolástica en alguno de los diálogos. Pero
también tiene palabras un poco duras para la escuela, o la teología que se hacía en las escuelas. Le reprocha apartarse de la
devoción, que nutre la reflexión teológica, pues sin ella se corre el peligro de encerrarse en la erudición y en la vanidad. Tiene el
riesgo de quedarse en palabras vacías, que, sin el fervor, se marchitan. Alude a la frase de San Pablo: «la ciencia hincha, el amor
edifica» (I Cor., 8:1) . También se refiere a las palabras del libro de la Sabiduría: «la sabiduría no entra en corazón
malévolo» (Sab., 1:4). Señala con ello las condiciones morales del conocimiento, es decir, hay condiciones de posibilidad para la
marcha del intelecto que se hallan en el corazón o la voluntad, y que, juntamente con las del entendimiento, configuran la vida
moral, la cual no puede desprenderse de la vida intelectual. Esto se da en la Loa en la celebración de los años del rey Carlos II,
donde el Entendimiento increpa así a la Escuela:

¿Y tú, Escuela, cómo necia,


de la Devoción te apartas?
Pues tus razones, sin ella,
más serán, que doctas, vanas.
¿No ves que las sutilezas,
aunque vuelen remontadas,
si el calor no las fomenta,
se mueren en las palabras?
Pablo dice que la ciencia
ensoberbece y levanta;
y el que la Ley ejecuta,
no el que la sabe, se salva.
La Eterna Sabiduría
nos amonesta, y declara,
que no entrará la sapiencia,
cuando es malévola el alma89.

En esa vena intelectualista. Sor Juana habla del amor espiritual, radicado más en el entendimiento que en los sentidos. Por
ello no necesita del alimento material que pudiera brindarle la vista. Es un amor que se nutre de la consideración interior, con el
recuerdo del ser amado, sobre el cual reflexiona y pondera los motivos que lo hacen amable:

Y también sabéis que como


es mi amor de entendimiento,
no ha menester de la vista
materiales alimentos,
—39→
pues radicado en el alma,
independiente y exento,
desprecia de los sentidos
el inútil ministerio90.

Pasando a la teoría del conocimiento, Sor Juana se refiere al dato cognoscitivo o contenido del conocimiento como un
simulacro, refiriéndose a la teoría de la species o especie, es decir, semejanza o similitud (simulacro) de la cosa, semejanza o
asimilación realizada en los sentidos para conocer el objeto por medio de un intermediario psíquico o «intencional» en el que
pueda estar representado dentro del alma. Inclusive, siendo un simulacro, se resalta su carácter de signo, ya que es un signo
formal, el más perfecto de los signos:

Celebrad ese, de vuestra


propia aprehensión, simulacro,
para que en vosotros mismos
se vuelva a quedar el lauro91.

Habla del orden y del caos, su opuesto. El mayor orden es el del cosmos, el cual tiene sus grados o jerarquías, no sólo de
lugar, sino en el ser. Esos grados son precisamente los que constituyen el orden natural. Es el orden creado por Dios, y alude a la
creación a partir del caos. Pero no parece desdecir la creación a partir de la nada, sino que le da otra forma de expresión, como si
el caos fuera la nada. Hubo algunos, como San Agustín, que al ver el pasaje del Génesis que dice que Dios había creado primero
la tierra, pero que ésta estaba caótica, lo interpretaban como que había creado primero la materia, y ésta se hallaba informe, en
espera de las distintas formas. Pero Sor Juana no parece hacerlo así. Por la escolástica tomista sabía que la materia no puede
subsistir sola y sin formas, de modo que no podía haber sido creada en estado de desnudez de toda forma. Así, en una de las loas,
dice el Amor:

El orden será, decir


siguiéndose por sus grados,
guardando el natural orden
que la poderosa Mano
de Dios a todos nos puso,
cuando nos sacó del Caos92.

En otra loa a los años del rey (la III.ª), reproduce ideas cosmológicas de la filosofía antigua, platónica, pero que también pasó
a la escolástica.
—40→
Los astros giran y, al hacerlo, producen una armonía que sólo pueden oír los que atienden a ella con la clave de los números,
esto es, la astronomía como una ciencia matemática, y la música como algo conectado con ella. Es también una idea que recogió
el renacimiento, en clave y registro platónico, semejante a la que expresa Fray Luis de León en su famoso poema a Francisco de
Salinas y semejante también a lo que recoge Galileo Galilei de esa tradición platónica (y, en el fondo, pitagórica). Con todo, a
pesar de ese carácter platónico, la idea de la astronomía como una ciencia matemática también es aristotélica y escolástica. Dice
el Cielo:

Oye, pues, la armonía


que hacen, con giros varios,
mis Orbes, que se mueven
con giración, trepidación y rapto93.

Otra idea de filosofía natural escolástica es la que atribuye al sol la virtud generativa que hace crecer a las plantas y les da
vida. En efecto, las plantas tienen vida por su ánima vegetativa, y sin el sol (y otros elementos nutrientes) se morirían. Por eso el
sol era considerado un universal en el causar; esto es, siendo uno, con su virtud generativa causaba el nacimiento, y propiciaba el
crecimiento, de muchos seres vivos. Esto aparece en otra loa (la IV.ª) a los años del rey, donde habla así el dios Pan:

Y pues la generativa
virtud del Sol es quien puede
hacer entoldar los troncos
de lozanos capiteles...

[...]

Semidioses que, silvestres,


son vegetativas almas
que hacen las Plantas vivientes,
los convocar, porque
al ver que el Sol amanece,
¡crezcan, crezcan, crezcan lucientes!94

Una cosa muy importante es el recuerdo que hace Sor Juana de Mercurio o Hermes, como el dios de la oratoria. Así lo
proclama el Sol, en la V.ª de las loas a los años del rey; y el propio Mercurio dice de sí mismo que es el que, con la elocuencia,
hace ostentación del saber. En efecto, sin la elocuencia no se logra transmitir el saber, ni tampoco el —41→ deseo; por eso
dice que quien no sabe persuadir no es temido ni amado. Y termina diciendo que la elocuencia aprisiona en el oro de sus cadenas.
SOL Mercurio suba, que del Cielo gloria,
es elocuente Dios de la Oratoria95.
MERCURIO Yo, que tengo la eminencia
de ser el más elocuente,
para que la ciencia ostente,
le quiero darla Elocuencia:
pues goza tal preeminencia
la suavidad del decir,
que aunque llegue a conseguir
en otras prendas el grado,
nunca es temido ni amado
quien no sabe persuadir.
MÚSICA ¡Que la Elocuencia
aprisiona en el oro
de sus cadenas!96

Hay una clara idea en Sor Juana de que el ornato del discurso ayuda a comunicar el saber, e incluso a profundizar en él. En
este caso, es la retórica, pero también es la poética, la que apoya al conocimiento. Tímidamente hace mención de los Hados, que
gobiernan las contingencias humanas; pero pone buen cuidado en aclarar que de todas maneras existe ese reducto de la libertad
que es el libre albedrío o arbitrio del hombre, por el que trasciende esos influjos de los astros y conserva la capacidad de decidir
su acción, esto es, de elegir lo bueno o lo malo, con lo cual es susceptible de premio o castigo por su responsabilidad, y así no
desaparece la ética. Dice allí el Sol:

de cuyo supremo arbitrio [el de los Hados],


y gobierno soberano,
dependen las contingencias
de los sucesos humanos!
Pues dejando la excepción
—42→
que, por privilegio raro,
le dio Dios al Albedrío,
para que obrase espontáneo
(cuyo siempre libre obrar
para elegir, bueno o malo,
no lo fuerzan los influjos,
aunque pueden inclinarlo)...97

Menciona los cuatro elementos, y su relación con lo animado y lo inanimado. Coloca lo viviente en la tierra y en el agua, y lo
inerte en el viento y en el fuego. Aunque en el aire se podría situar el reino de las aves, Sor Juana prefiere colocarlas en la tierra,
ya que en el aire sólo están secundariamente, y en la tierra de manera principal. Prefiere ver el aire, al igual que el fuego, como
inhóspito lugar para lo vivo. Por eso dice el planeta Marte:

Cuanto animado linaje


en Agua y en Tierra asiste;
y en Fuego y en Viento, cuanto
existe, pero no vive98.

En la Loa a los años de la reina Doña María Luisa de Borbón, se tocan los objetos del sentido, que son signos sensibles
(metáforas) de las ideas del entendimiento. Las esencias son el contenido de las ideas, y son de suyo invisibles; pero pueden
representarse en las imágenes simbólicas. En dichas imágenes se representan allí las tres potencias del alma: entendimiento,
memoria y voluntad. Así, aunque las tres son una misma cosa en el alma, al igual que el alma es una sola cosa en el cuerpo, así en
la loa de Sor Juana son tres cosas, representadas por tres personajes, pero que hablan de su unidad. Así, dice el Entendimiento:

Ya que, en objetos visibles


de metafórica idea,
de la interior perfección
del Alma, racional muestra
queremos dar en los tres,
porque pueda la rudeza
del sentido percibir
las invisibles esencias,
y por aquéllos alcance
(con su condición grosera)
y pueda elevarse a amar
las cosas que no penetra,
—43→
haciendo, con esta industria,
que de un mismo asunto, sea
una cosa la que mire
y otra cosa la que entienda;
y pues yo al Entendimiento,
tú a la Voluntad, y aquélla
representa a la Memoria,
siendo todos una mesma
cosa en el Alma, aunque somos
operaciones diversas
(pues todas tres son el Alma,
y el Alma es toda cualquiera,
en que cada parte es todo,
como indivisible esencia),
y pues al Entendimiento
tocan todas las propuestas,
que después la Voluntad
las admite o las reprueba,
yo quiero empezar99.
Al hablar de la memoria, se menciona de pasada la estimativa, que es, junto con ella -y el sentido común y la imaginación-,
uno de los cuatro sentidos internos. Se alude otra vez a las especies cognoscitivas, «mentales caracteres» con los que se
representan las cosas y se guardan en el recuerdo. Se trata, en verdad, de las ideas e imágenes consideradas como signos, pues
son en verdad -para la escolástica, y así lo recupera puntualmente Sor Juana- signos formales, distintos de los signos
instrumentales, que son los restantes. Habla el Pasado:

Memoria: pues a ti sólo te es dado


hacer que sea presente lo pasado;
pues resucitas, en tu estimativa,
de la ya muerta gloria, u imagen viva,
guardando en sus mentales caracteres,
las cosas que tener presentes quieres,
¡ya está aquí, a tu mandado,
el volumen del Tiempo que ha pasado!100

En una Loa a los años del virrey, marqués de la Laguna, aparece la idea de supuesto, que es lo mismo que substancia
individual o esencia individualizada, la cual está dispuesta para la existencia, y cuando ella le adviene resulta un ente individual.
La personificación de Belona exclama:
—44→

Vivan Marte y Adonis


en un supuesto,
porque también sean una
Belona y Venus101.

Finalmente, en una loa representada en unas huertas donde se divirtió la virreina, un personaje, el Céfiro, habla de metafísica
de las causas y dice un axioma en verso:

pues cesando las causas,


es preciso que cesen los efectos102.
Ciertamente era un principio muy conocido, casi de sentido común; pero también recibe en ella la formulación adecuada que
tenía en las escuelas. Así se expresaba como principio escolástico de la suspensión del influjo causal sobre los efectos. Téngase
en cuenta que no se puede decir con propiedad que Sor Juana usara los conceptos filosóficos escolásticos para hacer un tratado o
una disquisición sobre esos asuntos, pues su intencionalidad es poética. Se vale de esos conceptos porque en parte estaban en el
legado común de la mentalidad de su época y porque en parte eran señal de cultura, erudición y hasta buen gusto, dado que
también eran vistos como la enseñanza superior brindada en los colegios y universidades.
Tanto en metafísica, como en teoría del conocimiento y en las demás disciplinas, Sor Juana da muestras de conocer la
filosofía escolástica, y de conocerla no de modo superficial o cursi, sino de modo bastante logrado y hasta profundo. Esto es lo
que manifiestan los versos suyos que hemos considerado, confeccionados con nociones de esta escuela filosófica. Y, aunque
pudiera decirse que sólo ocasionalmente son puestos allí, o que se usan de pasada y sin un propósito de hacer explícitamente
disertaciones filosóficas, su uso es correcto y adecuado, inteligente y oportuno; y, así, esa utilización poética de tales conceptos
nos revela la competencia filosófica que había llegado a tener Sor Juana, precisamente en la corriente que inundaba su tiempo, a
saber, la complicada y difícil filosofía de las escuelas, la escolástica.
La conclusión a la que nos conduce la consideración de la obra de Sor Juana es que manejó muchas cosas, y las manejó con
holgada competencia. Tanto en la filosofía como en la teología escolásticas muestra un uso fino y acertado de las nociones, que
refleja en sus poemas. Ellos nos sirven de camino y de indicador para rastrear los conocimientos que acumuló nuestra célebre
monja literata. No podemos —45→ pensar en ella como alguien que tuviera profesión de filósofa o de teóloga, que nunca lo
hizo, ni lo pretende en sus escritos, que son de índole literaria y no ejercicios de esas disciplinas. Pero tiene un conocimiento muy
notable en cada una de ellas. Sin ser especialista en esas materias, está informada de ellas, y llega a hacer un uso de esos saberes
que la coloca como una de las personas más instruidas en la Nueva España de ese momento.

—[46]→ —47→
La presencia de la Filosofía escolástica en los Villancicos de Sor Juana
103
En los villancicos de Sor Juana Inés de la Cruz palpamos la presencia de la filosofía. El villancico III del primer nocturno
a la Asunción, de 1676, es todo él un dechado de conceptos filosóficos y teológicos. Si quitamos el estribillo, encontramos sus
ocho estrofas cargadas de este tipo de conocimientos. Tiene alusiones a las costumbres de las escuelas, esto es, de la universidad
y de los colegios, que tal vez conoció por lecturas o por relatos de sus amigos profesores, como el propio Carlos de Sigüenza y
Góngora. Comienza así:

La soberana Doctora
de las Escuelas divinas,
de que los Ángeles todos
desprenden sabiduría,
por ser quien inteligencia
mejor de Dios participa,
a leer la suprema sube
Cátedra de Teología.
Por Primaria de las ciencias
es justo que esté aplaudida,
quien de todas las criaturas
se llevó la primacía104.

Alude a la participación ontológica que la Virgen tenía de la Inteligencia de Dios, por el singular privilegio que le concedió
por ser su madre. En efecto, ella tuvo primacía ante todas las creaturas. Y, dado que la sabiduría participada o infusa es superior a
la adquirida o teológica, por eso ella es la que puede tener la cátedra más subida de teología. Y demuestra que la Virgen tuvo el
mejor conocimiento de las principales materias del currículum teológico, porque las experimentó en su propia vida y persona.

Ninguno de Charitate
estudió con más fatiga,
y la materia de Gratia
supo aun antes de nacida.
Después la de Incarnatione
pudo estudiar en sí misma,
con que en la de Trinitate
alcanzó mayor noticia.

—48→
Esto hace que la Virgen esté por encima de los ángeles, que tienen un intelecto muchísimo más puro que el del hombre, e
intuitivo. Ella les da clase en el cielo, dice Sor Juana, fabricando, por supuesto, una imagen graciosa, pues los ángeles no
necesitan lecciones, al ser espíritus puros, no discursivos. Y los llena tanto de amor a ella, que recibe su aplauso y su asentimiento
completo:

Los soberanos Cursantes


que las letras ejercitan
y de la Sagrada Ciencia
los secretos investigan,
con los Espíritus puros
que el eterno Solio habitan
(e Inteligencias sutiles,
Ciencia de Dios se apellidan),
todos la votan iguales,
y con amantes caricias,
le celebran la victoria
y el triunfo le solemnizan105.

Juega Sor Juana diciendo que los ángeles le dan su voto a la Virgen, como hacían los alumnos con los profesores cuando
concursaban por alguna cátedra. Y alude al «vítor» o aplauso de victoria que se le daba a alguien cuando se doctoraba o
conseguía ganar alguna oposición. Otro de los villancicos, el VII de esa parte, es toda una lección de retórica (que en ese
entonces estaba aparejada a las artes o filosofía), con varios de sus principales elementos. Ello es muestra de que Sor Juana tenía
un conocimiento nada despreciable de estas cuestiones. Galanamente introduce su exposición de la retórica mencionando a dos
de los más grandes oradores clásicos, como son Demóstenes y Cicerón, uno de la tradición griega y otro de la romana o latina. Lo
hace en el estribillo, que dice así:

La Retórica nueva
escuchad, Cursantes,
que con su vista sola persüade,
y en su mirar luciente
tiene cifrado todo lo elocuente,
pues robando de todos las atenciones,
con demóstenes mira y Cicerones106.

También es aquí la Virgen la catedrática. Al paso que la presenta, Sor Juana define la retórica como el arte de hablar bien, y
el objeto de la —49→ misma, que es la cuestión, en este caso la de Dios, por lo cual es interminable y puede darse en un
discurso sin fin.

Para quien quisiere oír


o aprender a bien hablar,
y lo quiere conseguir,
María sabe enseñar
el arte de bien decir.
En enseñar ejercita
la dulzura de su voz
que a tiempo no se limita;
que como su asunto es Dios,
siempre es cuestión infinita.

Enumera las partes del sermón, o pieza oratoria, que son: exordio, narración, confirmación y epílogo, pues en la primera se
capta la benevolencia del público y se plantea el problema o el caso; en la segunda se expone la tesis que se va a sustentar; en la
tercera, que es la más ardua, se argumenta a favor de la mencionada tesis, no sólo con lo intelectual sino con lo sentimental; y en
la última se saca la conclusión y se acaba de persuadir de ella.

Su exordio fue Concepción


libre de la infausta suerte;
su Vida la narración,
la confirmación su Muerte,
su epílogo la Asunción.

También da indicios Sor Juana de conocer los tres famosos tipos de retórica, que son el epidíctico, el judicial y el
deliberativo. En el primero se hace elogio o vituperio de las personas; en el segundo se trata un caso forense; y en el tercero se
ventila una cuestión, sobre todo política. Ella sólo alude al segundo, pero no podía hacerlo sin conocer los que lo acompañan:

De persuadir la eminencia
lo Judicial lo pregona,
pues rendido a su elocuencia
el Juez Eterno, perdona
cuando lo mueve a clemencia.
Retórica se acredita
con todos los que la ven,
y a deprender los incita;
—50→
mas, ¿qué mucho diga bien
quien en todo fue Bendita?

Menciona además los instrumentos argumentativos de la oratoria, que son el problema o pregunta (al que no alude porque ya
lo había hecho bajo la forma de la cuestión), la proposición y el silogismo. En ellos se plantea la tesis y con ellos se defiende. Y
se añade la complexión, que es la composición efectuada con los adornos.

Hace de su perfección
al silogismo galante
segura proposición,
y con su Asunción triunfante
va a la eterna complexión.

En el ámbito de esa complexión por el ornato, habla de varios recursos de la ornamentación elocutiva, y si excluye algunos,
se ve que lo hace por las exigencias de la rima y porque sólo le bastaban unos pocos para dejar constancia de que los conocía.
Tales recursos son los tropos y las figuras. De entre los tropos menciona la sinécdoque, la antonomasia y la metáfora, el énfasis y
el enigma; y alude a las figuras:

Si a los tropos la acomodo,


ha ejercitado en el arte
el sinécdoque, de modo
que eligió la mejor parte
y la tomó por el Todo.

Como Reina, es bien acete


la antonomasia sagrada
que como a tal le compete;
y hoy, al Cielo trasladada,
la metáfora comete.

Siendo Virgen, ha nacido


el Verbo, de ella humanado
énfasis tan escondido
y enigma tan intrincado,
que sólo Dios lo ha entendido.

Sus figuras peregrinas


son las antiguas mejores
que las figuras divinas;
que en sus retóricas flores
nunca se hallaron espinas.
—51→
Al terminar el villancico, Sor Juana nos deslumbra con una brillante paradoja: la exposición teológica de la Virgen es la más
completa y amplia, a la vez que la más lacónica, porque se reduce a decir una sola Palabra o Verbo, que es el Hijo de Dios. Por
ello merece el lugar más encumbrado en el cielo:

Tan lacónica introduce


la persuasión, que acomoda
cuando elegante más luce,
que su Retórica toda
a sólo un Verbo reduce.

En fin, por ser su oración


en todo tan singular,
hoy con muy justa razón
al Cielo sube a gozar
la eterna colocación.

Algo de los usos de la discusión dialéctica y del conocimiento de la lógica por parte de Sor Juana se ve en otro villancico a la
Inmaculada Concepción de la Virgen. Sin necesidad de expresar muchos de los términos usuales en la lógica o dialéctica
aristotélico-escolástica, la monja jerónima da la impresión de una capacidad inferencial y argumentativa que iba a la par de su
habilidad poética. En efecto, allí dice:
1 La Maternidad sacra
es en María
prueba de que sin mancha
fue Concebida.
2 La Concepción es, de eso,
premisa clara,
pues para tanto sólo
fue Preservada.
1 ¿Quién la ve de Dios Madre
que no discurra
que de quien la Luz nace,
nunca fue oscura?107

Allí se detecta la presencia de las nociones de premisa, discurso y prueba. Y un poco más adelante, en el estribillo, se pone
un ejemplo de esa inferencia limpia y precisa a la que hemos aludido:
—52→
1 Luego a la Preservación
prueba la Maternidad.
2 Luego es, de esa Dignidad,
premisa la Concepción.
1y2 La ilación
de uno y otro hemos sacado,
y aun convertibles mostrado,
porque a dos sentidos cuadre:
1 ¿Sin pecado? ¡Luego Madre!
2 ¿Madre? ¡Luego sin pecado!108

Donde aparecen, además de las anteriores, otras dos nociones de la lógica, como son la de la ilación y la de convertibilidad
entre enunciados. Asimismo, en otro villancico, al hablar de cómo Dios determinó conservar a la Madre de Cristo limpia de
pecado, Sor Juana da muestras de conocer el modo como en la teología se explica el conocimiento que tiene Dios de las cosas.
Dice:

Dios, que con un acto puro


mira todo lo crïado,
del infinito pasado
al infinito futuro,
determinó su Poder,
que todo lo considera,
prevenir lo que no era
para lo que había de ser109.

110
Menciona más adelante lo formal y lo material , haciendo alusión al hilemorfismo aristotélico. Y, al hablar de Santa
Catarina mártir de Alejandría, muestra buena parte de su defensa de la condición femenina contra todas las privaciones que se le
imponían -sobre todo la del cultivo del intelecto-, y dice con mucho gracejo:

Ésta (qué sé yo,


cómo pudo ser),
dizque supo mucho,
aunque era mujer.
Esperen, aguarden,
que yo lo diré.

Porque, como dizque


—53→
dice no sé quién,
ellas sólo saben
hilar y coser...
Esperen, aguarden,
que yo lo diré.
Pues ésta, a hombres grandes
pudo convencer;
que a un chico, cualquiera
lo sabe envolver.
Esperen, aguarden,
que yo lo diré.

Y aun una Santita


dizque era también,
sin que le estorbase
para ello el saber.
Esperen, aguarden,
que yo lo diré111.

Esta es una de las defensas más decididas a la vez que discretas y garbosas que Sor Juana ha hecho de la mujer, sobre todo en
lo que más padeció ella, que fue el que por su condición femenina vieran mal el que tuviera erudición. Por eso uno entiende lo
que ha dicho Rosario Castellanos: «En la historia de México hay tres figuras en las que encarnan, hasta sus últimos extremos,
diversas posibilidades de la femineidad. Cada una de ellas representa un símbolo, ejerce una vasta y profunda influencia en
sectores muy amplios de la nación y suscita reacciones apasionadas tanto de adhesión como de rechazo. Estas figuras son la
112
Virgen de Guadalupe, la Malinche y Sor Juana» . Es símbolo por el afán que siempre mantuvo firme de avanzar en las letras,
hasta donde su sociedad y su momento histórico se lo permitieran. Trascendió la moral de su época en punto de educación
113
femenina, por su intencionalidad decidida .
Y, hablando de moral, en las «Letras Sagradas para cantar», hay una que habla del valor que en la ética tiene la intención
recta o buen deseo:

A Dios le basta el deseo,


que en estando consentido,
lo da por ejecutado
en la cuenta de su Libro114.

—54→
Es decir, el deseo cuenta tanto en el acto moral, que el consentir a algo es casi como ejecutarlo, y así lo toma Dios para el
Libro de la Vida, donde se apuntan las obras buenas de los hombres que han de salvarse.
Y junta los procedimientos de discusión con los conocimientos o, más bien, creencias relativas a la cosmografía y al cielo
como casa de Dios, en otra letra que dice así:
La más decente morada
de la Majestad Divina,
es la Esfera cristalina
del Empíreo dilatada,
en que bienaventurada 5
vista lo goza sin velo:
luego es más feliz el Cielo.
3 Niégolo
2 Pruébolo115

Pasando a los villancicos atribuibles a Sor Juana, en uno de ellos vuelve a hablar de la Virgen como teóloga, que es algo que
ya le hemos visto hacer varias veces, aunque ahora de manera un tanto diferente:

Cuantos conceptos espacia


y en capítulos conforma,
son un argumento en forma
de la materia de Gracia116.

Pero el asunto es el mismo: la Virgen es una demostración viva e insuperable en la materia, disciplina o tratado de la gracia.
117
Y, después de llamar a los ángeles «Celestiales substancia» , repite el tema aludido, y que ya había tratado antes, de que los
ángeles son los discípulos de la Virgen en su cátedra del cielo. También alude allí mismo a varias costumbres de la universidad.
Por ejemplo, el de los puntos o temas de examen:

A la Minerva Divina,
para darle el mayor Lauro,
sobre el punto más subido
le están a puntos tocando.
Repitiendo para Reina
con puro, elocuente garbo,
por el tiempo de su vida,
ya su hora se ha llegado.
En el examen de Pura fue
su lección un milagro,
—55→
por el punto que le cupo,
sola De Verbo incarnato118.

Viene la oración o discurso, el claustro, la urna de los votos, la aprobación, la defensa o argumentación, la pompa y el paseo,
el vejamen, el grado y el cancelario:
A la Oración, con Gabriel
entró; y al salir del Claustro,
en la urna de su opinión
Tres Personas la aprobaron.

La venia de su argumento,
sin réplica se la han dado
en la Escuela de la Gloria
Aquéllos más graduados.

Sin dispensarle la pompa,


para el Empíreo Palacio
vistosamente el Paseo
es, de majestad y aplauso.

[...]
Sin el vejamen de Adán
con todo el género humano,
entre todas las criaturas
hoy se le da el mejor Grado.

Coronándole las sienes


el divino Cancelario,
por la virtud de su ciencia
ocupa el mayor Teatro.

La oración, que era la defensa de la tesis, se tenía en claustro pleno, el cual aprobaba por votos, que estaban en la urna
aludida; después de eso se tenía el paseo, con la pompa de los graduados, que incluía las ínfulas correspondientes al grado
obtenido. Eso lo concedía el rector, pero estaba atento a ello el cancelario. Y el vejamen era un juego en el que en forma de pieza
teatral, se hacía burla de los que se recibían. Así es la Virgen coronada con el grado de doctora en teología y titular de la cátedra
más excelsa.
119
Algo parecido, de expresiones acostumbradas en las aulas, lo vemos en otro de esos villancicos dedicados a San Pedro :
1 Y pues tiene la duda solución,
¡cese, cese, pues, la cuestión!
—56→
2 ¡Cese, cese en buena hora,
que el gozo se mejora,
siendo penas de Pedro tan crecidas
glorias accidentales repetidas!120
No solamente sobresalió Sor Juana en la poética castellana, sino que incluso se animó a hacer varias composiciones latinas, a
veces glosas de otros poetas, a veces ensayos propios. Cosas muy curiosas de filosofía dice en uno de esos villancicos en latín:

Nec Philosophia Platonem


adibit; qui etsi profusis
verbis det explicationem,
clarius tu divinae Lucis
aperiebas intentionem.

[...]

memor nostri, Regina,


in Caelo imbuta Theosophia;
Stella eris Matutina,
Lingua, Poesis, Philosophia,

Eloquentia ac Medicina!

121

Se canta otra alabanza de San Pedro cuando se menciona su lucha contra Simón el Mago, gnóstico que le quiso comprar su
poder de hacer milagros, para usarlo en volar, y no pudo, cayendo con gran estruendo:

-Hoy al Cielo me avecindo,


dijo un mago; y Pedro oró,
conque dio en tierra, y quedó,
¡oh, qué feo! -¡Oh qué lindo!
-¡Oh, qué corrido que vas
sin correr!, le dijo Pedro;
y el mago: Contigo medro
eso menos. -¿Eso más?122

Y culmina:

Díganme los teólogos, díganme,


¿cuál será la razón
de que Pedro se lleve la gloria
de más docto en el ser del Hijo de Dios?123

—57→
Como se puede ver, Sor Juana da muestras cada vez más notables de solía de todo aquello que su inmensa lectura le hizo
adquirir. Ella solía dolerse de que, por ser mujer, le fueron cerradas las puertas de la universidad. Pero la verdad es que en su
convento logró entregarse de manera muy amplia al cultivo de las letras, tanto divinas como profanas. Tal vez no sea
deslumbrante en sí el caudal de conocimientos que en sus poemas muestra Sor Juana; pero lo es si pensamos en las dificultades
que ella misma tuvo que arrostrar para poder dedicarse al estudio, dificultades que, como sabemos, se le presentaron en todas las
épocas de su vida.
Influjo profundo de la filosofía tomista en Sor Juana
Vemos en Sor Juana Inés de la Cruz una presencia de la filosofía, bajo la forma de filosofía tomista, escolástica, que era la
que más se cultivaba en su época (al lado de la filosofía neoplatónica, hermética, y ya la moderna). Es una presencia e influencia
poco destacada y estudiada en las obras de Sor Juana. No creemos que se haya dejado de lado porque se la da por obvia y ya ni
atrae la consideración. Es un aspecto que se ha relegado por negligencia, y a veces por prejuicio. Se ha llegado a querer presentar
una Sor Juana más bien hermética, neoplatónica y hasta moderna, pero no escolástica, como si ello fuera en desdoro y vergüenza
de sus talentos. Pero, por una parte, es real y comprobable esa influencia en los escritos de Sor Juana; y, por otra, no creemos que
sea demérito, sino, antes bien, una más de las virtudes de la genial monja este conocimiento y manejo de esa filosofía tomista que
se deja ver en sus poemas.
Por ejemplo, Sor Juana recoge la enseñanza de la cosmología o filosofía natural propia de la escolástica, que era la
correspondiente a laPhysica de Aristóteles. Así, en la loa dedicada al cumpleaños del hijo de los virreyes, un personaje que
representa a la Tierra, y lleva el nombre de Telus, explica las propiedades de los cuatro elementos según sus oposiciones mutuas:

Si el Agua (que es quien al Fuego


diametralmente se opone,
porque, como húmeda y fría,
es en todo desconforme
al Fuego, cálido y seco)
vencida se reconoce,
¿qué hará la Tierra, que aunque
en una calidad logre
(que es la fría) el defenderse,
con la seca es tan conforme
al Fuego, que si, invadida,
a resistir se dispone,
con una mano lo aparta
y con la otra lo acoge?124

Ciertamente esta parte de la filosofía aristotélica, la de la física, fue la más perecedera y que pronto iba a ser destronada por
la ciencia moderna. Pero brindaba cosas que aun ahora siguen siendo valiosas y —62→ válidas en el ámbito de la filosofía
natural. Esto es, no en cuanto teorías científicas de la física, sino en cuanto teorías filosóficas u ontológicas de los fenómenos
físicos. En seguida Sor Juana hace un silogismo acerca de la prioridad de la luz en la creación, donde menciona de pasada la
distinción esencia/accidente en las propiedades, así como la distinción esencia/existencia en los principios del ente. Los
razonamientos son válidos (i. e. con verdad y corrección), a pesar de las exigencias de la versificación y del uso de metáforas. Por
eso hace decir a Neptuno:

Y argumento en esta forma:


La luz, primero que el Sol,
fue el primer día creada,
y después fue vinculada
a ese luciente Farol:
de modo que su arrebol,
después a su ardor unido,
fue un accidente añadido,
para que fuese luciente;
luego es esencia lo ardiente,
y accidente lo lucido.
Luego (si su ardor ha sido
su principal existencia,
en que consiste su esencia),
alumbrar y no encender,
no puede ser.

También hace ver que una propiedad esencial no puede negarse sin destruir la entidad, lo cual sería «con necia filosofía». En
efecto, uno de los temas que más atraían a los escolásticos era esa especie de dialéctica que se hacía entre las propiedades
opuestas de los cuatro elementos. Aunque eran opuestos, llegaban a una armonía por la que se producían las cosas. Ya era algo de
lo que se admiraban los primeros filósofos griegos, singularmente Anaximandro, que hablaba de que de tiempo en tiempo había
una colisión universal por la que se reparaba el predominio de alguno de los elementos. También se dio ese tópico en los
aristotélicos y los escolásticos, y es una observación que aparece varias veces en los poemas de Sor Juana. Por eso, en esa misma
loa, dice en seguida el Sol:

Al Fuego yo no le niego
el ardor (que eso sería,
con necia Filosofía,
negarle su esencia al fuego);
—63→
mas quiero que notes luego,
que, para haber de quemar,
es preciso aproximar
la materia combustiva,
y la llama más activa
de lejos puede alumbrar125.

En la escolástica, recogiendo la tradición clásica, a través de Boecio, se consideraba la matemática formada por la aritmética
y la geometría; pero la música estaba subordinada o subalternada a la aritmética, en cuanto que ésta le daba ciertos principios y
elementos. En un poema encomiástico a los años de la virreina, el personaje que representa a la Música sabe que ésta es una
disciplina subalternada a la aritmética; también sabe que la aritmética versa sobre la cantidad discreta, y que a ella pertenecen los
sonidos musicales, todas ellas son ideas de esa tradición. La propia Música dice:

Facultad subalternada
a la Aritmética, gozo
sus números; pero uniendo
lo discreto y lo sonoro126.
Hace también mención de un punto de ontología de las relaciones o de los seres relativos. En efecto, según Aristóteles en
las Categorías, los relativos se implican de tal manera que el conocimiento de uno lleva al conocimiento del otro. Sor Juana, de
manera muy perspicaz, hace que la nota Re diga que cuando aparece el Do (o «Ut», como se lo llamaba en aquel entonces) ella
también aparece, pues su ser es relacional, y donde está un correlato se presenta otro, según aquella mutua implicación que tienen
los relativos:

Llamando al Ut, es fuerza


que a mí me nombren,
pues nuestro ser es sólo
de relaciones.
Y así, sigo sus pasos;
porque es preciso
que si el uno al otro llamen
los relativos127.

Hay una alusión a la quintaesencia, como dechado de perfecciones. De hecho, se pensaba que, además de las 4 esencias
sublunares (agua, —64→ aire, tierra y fuego), había una quinta esencia, la de los cuerpos celestes, que era la más perfecta de
128
todas. Los alquimistas la buscaban, como capaz de transmutar o transformar a las otras esencias en metales preciosos . En este
caso, es el Sol quien concentra y sintetiza todas las perfecciones en su quinta esencia, la propia de los cuerpos celestes. Por eso, el
personaje que lo representa dice:

Y salgo, porque quiero


que en mí se vea
que de las perfecciones
soy quintaesencia129.

Sor Juana recoge la enseñanza escolástica de la epistemología, relacionada con la ontología de las causas. Estas causas son
los principios explicativos de la cosa, por lo cual ella emplea el esquema causal aristotélico para explicar lo que es un instrumento
musical. La Música misma, al aclarar el funcionamiento de un instrumento musical, explica las cuatro causas de éste, siguiendo
el esquema explicativo dado por Aristóteles en los Segundos Analíticos, y preservado por los escolásticos. En ese instrumento, el
fin es la melodía, la materia y la forma están dados por el ente, que lo fabrica para lograr ese efecto armonioso, pero si la causa
eficiente, a saber, el ejecutante, no es adecuada, sonará mal:

Destemplado un instrumento,
(aunque tenga la madera
más apta para el sonido;
aunque las más finas cuerdas
se le pongan; y en fin, aunque
en la forma y la materia
se apure el primor del Arte),
como sin concierto suena,
más que deleita, disgusta;
más que acaricia, atormenta130.

Dentro de esta línea del pensamiento cosmológico o de filosofía natural, se dejan ver otras ideas escolásticas acerca de la
naturaleza. En la loa por el cumpleaños de Fray Diego Velázquez de la Cadena, la Naturaleza se proclama causa segunda
supeditada a esa Causa Primera, que es Dios. Sor Juana explica, de manera muy erudita, que la idea operativa de la Naturaleza es
131
la que configura la unión de materia y forma. En efecto, en su Del ente y de la esencia, capítulo 1 , Santo Tomás —65→
dice que la naturaleza es la esencia en cuanto operativa (y no sólo definible, como en lógica, o entitativa, como en metafísica), y
de esta manera es propia de la física, cosmología o filosofía natural. Ella es la que cuida del dinamismo del mundo, haciendo que,
aun cuando los individuos perezcan, las especies se conserven. Igualmente cuida la sucesión de la generación y la corrupción, de
modo que de lo corrompido se genere otra cosa, y así sucesivamente:

Ya que de la Primer Causa


dispuso la Omnipotencia
que yo, como su segunda,
dominio absoluto tenga
en las obras naturales
(pues soy la Naturaleza
en común, a cuya docta
siempre operativa idea
se debe la dulce unión
de la forma y la materia),
yo soy quien hago que el Mundo
tenga ser, haciendo, atenta
a que las especies vivan,
que los individuos mueran;
y porque a la corrupción
la generación suceda,
hago corromper las cosas
para que rejuvenezcan132.

Nótese cómo la naturaleza es la que hace acoplarse a la materia y la forma, ya que en esa composición de ambas consiste la
naturaleza o esencia de cada cosa. Y ella, además, por la parte de la forma conserva a los universales (especies) y por parte de la
materia conserva a los individuos. Asimismo, por la corrupción de una forma, hace que advenga otra, y así la cosa «rejuvenece»,
ya que la transformación se da como sustitución de una forma por otra en la materia. Cuando hay privación de una forma,
adviene otra a la materia, y se da un cambio o rejuvenecimiento del ente corpóreo. Por otra parte, aparecen nuevamente los cuatro
elementos, mencionados por la Naturaleza, la cual pondera la diversidad de sus características o cualidades, pero tan
perfectamente conciliadas y en equilibrio, que resulta un verdadero misterio. Es un tópico que ya hemos encontrado antes:
que con esférica forma
a la Tierra el Mar rodea,
—66→
al Agua el Aire circunde,
y al Aire el Fuego contenga,
haciendo sus cualidades
ya hermanadas, y ya opuestas,
un círculo tan perfecto,
tan misteriosa Cadena,
que a faltar un eslabón
de su circular belleza,
todo acabara, y el orden
universal pereciera133.

Por supuesto que aquí esa «misteriosa Cadena» que une a los seres le sirve a Sor Juana de pretexto para aludir al
homenajeado, esto es, a Fray Diego Velázquez de la Cadena. Por lo demás, en un contexto de antropología filosófica o filosofía
del hombre, la monja jerónima recibe un hermoso símbolo que viene desde la Antigüedad, recorre la Edad Media y cobra vigor
en el Renacimiento: el del hombre como microcosmos y como compendio de todo. Aquí reviste una modalidad muy bella, pues
es el entendimiento el microcosmos, y no tanto el hombre en cuanto tal; efectivamente, de modo ideal o intencional (es decir,
cognoscitivamente) es una cifra o compendio de todo lo creado. Así pues, expresa el Entendimiento:

A tus plantas heroicas viene atento,


oh gran Madre, el humano Entendimiento,
en cuyo ser divino está cifrado
un compendio de todo lo crïado134.

Todo un mundo se contiene en el pensamiento, esto es, en el entendimiento del hombre, el cual tiene dos aspectos muy
distintos: uno de entendimiento propiamente dicho, o de intelección, y otro de razón, o razonamiento, o raciocinio, o discurso.
Por eso, el discurso es lo que se sigue del entendimiento, pues el segundo es conocimiento directo y simple, intuitivo, mientras
que el primero es complejo, sucesivo y fatigoso. Pero si el entendimiento es perspicaz, el discurrir será sutil. Habla el Discurso:

Yo me sigo, del concurso;


pues si a buena luz lo siento,
por fuerza al Entendimiento
ha de seguir el Discurso.
Y así, mi incesable curso
ofrezco a su discernir:
—67→
pues llegándolo a advertir
todo, y todo a comprender,
a un perspicaz entender
sigue un sutil discurrir135.

El discurso o raciocinio es lo propio de la ciencia, mientras que la intuición es más propia de la sabiduría. Aun cuando ésta
sigue usando del discurrir científico, lo que tiene como más peculiar es la captación intuitiva del orden cósmico. Y la sabiduría
filosófica es la metafísica u ontología. De ahí que, por boca de la Música, se menciona la díada ontológica de principios que son
la potencia y el acto. El acto es la perfección de la potencia, su culmen y realización, y puede ser entitativa u operativa. El acto
entitativo es el de ser o existir, y el operativo se refiere a las distintas operaciones que puede efectuar el ente ya existente. Oímos
exclamar a la Música:

¡Bien ha dicho que puede


perfeccionarlo,
porque el uno es potencia
y el otro es acto!136

Sor Juana domina, pues, los conceptos y principios clave de la ontología o metafísica escolástica. Pues bien, así como el
entendimiento, con su dinamismo daba origen al discurso o raciocinio, así -de acuerdo con lo que dijimos- este último da origen a
la ciencia, pues ella es el razonamiento que hace conocer las causas. El intelecto da los enunciados que sirven de premisas, y el
discurso extrae de ellas la consecuencia o conclusión. Y la conclusión es científica cuando en las premisas se indican las causas
de la cosa. Y la ciencia, según la expresión de Sor Juana, se fabrica a partir de la experiencia propia, o a partir de la ajena,
mediante el estudio de los que han experimentado. Por eso dice la Ciencia:

Yo, que soy Ciencia (que fija


enseña el conocimiento),
como él del Entendimiento,
soy yo del Discurso hija.
Porque sus acciones rija,
le doy, de experiencias lleno,
del estudio el prado ameno
en cuyas flores me copio:
—68→
porque el estudio hace propio
el Entendimiento ajeno137.
La experiencia, que alimenta la intelección y, por lo mismo, la ciencia, puede venir de uno mismo o de los demás. En el
segundo caso, conjuntamos las experiencias que nos transmiten los otros y se da la enseñanza, con la cual avanzamos de
ordinario, pues la invención personal es más bien rara, y es más frecuente adquirir los conocimientos mediante el aprendizaje. Sor
Juana juega con el segundo apellido del fraile festejado (Fray Diego Velázquez de la Cadena), pues además de tener en el cielo
como protector a San Agustín, quiere tener a Santo Tomás, el cual escribió una Cadena dorada, es decir, su Catena aurea, hecha
de textos de los Santos Padres acerca de los evangelios. El también tiene una cadena de oro, como el del nombre. Esto lo afirma
la Naturaleza del siguiente modo:

Puesto que ya está formada


de perfecciones y letras
aquesta Cadena (en quien
el Cielo quiere que tenga
Agustín, como Tomás,
también una Aurea Cadena),
sólo falta que supliquen
humildes las voces vuestras,
que pues la forma tan rica,
quiera conservarla eterna138.

Finalmente, en esa misma loa a Fray Diego, Sor Juana se refiere a dos conceptos que se podían encontrar tanto en la lógica
como en la física: la intensión y la extensión. La intensión, en la lógica, se encuentra en los conceptos, y es el contenido
significativo, mientras que la extensión son los individuos a los que designa. En física, la extensión es la cantidad de la cosa
corpórea, y la intensión es el aumento o incremento de sus propiedades. Sor Juana habla de vivir, más que en cantidad (en la
extensión), en la calidad (en la intensión). Aquí seguramente que no se refiere a la intención (con «c»), sino a la intensión (con
«s»), pues de esta última forma significa la intensidad cualitativa, la intensio (como la llamaban los lógicos y físicos
escolásticos), como acrecentamiento o condensación de la cualidad de algo. Tal expresa el Entendimiento:

Vivid, más que en la extensión,


en la intención: porque sean,
—69→
las que en todos, temporales,
en vos, edades eternas139.

Con base en todos los ejemplos anteriores que hemos analizado, se ve, por consiguiente, la habilidad que Sor Juana había
adquirido en filosofía. Su manejo de las nociones es adecuado, y sabe hacer poesía con conceptos filosóficos. Si se quiere, sin
llegar a hacer una poesía filosófica, ni hacer filosofía en su poesía, sabe hacer un uso conveniente de los filosofemas en sus
poemas, se vale de lo filosófico para dar mayor fuerza a lo poético. En este caso, podríamos decir, la filosofía está al servicio de
la poesía; el arte se sirve de los otros saberes para quedar más logrado y perfecto. Pero, aun en esa utilización de lo filosófico en
aras de lo poético, hay un aprovechamiento muy fino, y una precisión en el manejo de las ideas, que nos hace darnos cuenta de
que Sor Juana alcanzó a tener un conocimiento más que pasable, notable, de la filosofía de su época, singularmente de esa
filosofía escolástica que era la más extendida, a saber, el tomismo. Esta es una influencia y presencia intelectual que, no se sabe
por qué, fue dejada de lado por los estudiosos de Sor Juana, y sólo poco a poco está siendo reconocida, y es la que nos hemos
dedicado a recoger y resaltar en los renglones este trabajo.

—[70]→ —71→
Sor Juana y el hermetismo de Kircher
Un rasgo de la historia del pensamiento en la Nueva España es la presencia de la filosofía hermética, sobre todo a través de
las obras de Atanasio Kircher, S. J. Este fue un erudito y fecundo escritor que se dedicó a sistematizar el hermetismo en
numerosos libros que ambicionaban llegar a constituir una especie de enciclopedia. A través de él llegó la filosofía hermética a
muchos de los novohispanos, entre ellos a Sor Juana Inés de la Cruz. Para poder entender el legado y la importancia del
pensamiento hermético en Sor Juana, veamos primero un poco en qué consiste ese sistema. Después veremos qué recepción tuvo
por parte de nuestra poetisa.

La tradición hermética

Llena de misterios y aun de confusiones, la filosofía hermética trataba de conjuntar a Platón y a Aristóteles, es decir, la
especulación y laempirie, y en ese sentido era neoplatónica, realizada por griegos establecidos en Egipto (a pesar de que se ha
140
creído que fueron escritos por sacerdotes egipcios helenizantes) . Con todo, es indudable que en esta filosofía predominaba
Platón, y así es comprensible que en el terreno de la ciencia ella se lanzaba a una apasionada especulación a partir de unos pocos
datos experimentales que al final no contaban mucho. Inclusive en la tradición hermética se iba más allá de Platón, y se pensaba
que el fundador de esa filosofía era el mitológico Hermes Trismegisto, esto es, el tres veces grande, por su sabiduría, bondad y
141
poder .
Así pues, su origen se remontaba fantasiosamente al antiguo Egipto, a su equivalente el dios Theut o Thot, inventor de la
escritura y, por tanto, potenciador del saber, ya que la memoria humana no podía retener sino una cantidad muy limitada de
conocimientos, mientras que si el hombre escribía, guardaría más de ese saber. Era, pues, creador de las artes y por lo mismo de
la cultura. Pero era también el que, con la escritura, había domeñado y domesticado el lenguaje, hábil en el habla. Por eso tenía
para los griegos y romanos (con los nombres de Hermes y Mercurio, respectivamente) el carácter de mensajero e intérprete de los
dioses, el que traducía o explicaba sus designios a los hombres. Astuto y buen intermediario, había acumulado una gran sabiduría
y la había legado a los mortales que le daban culto, guardada celosamente por los sacerdotes egipcios, quienes la habían
transmitido a los demás. Con ellos —72→ habría aprendido Platón, e inclusive lo habría hecho también Moisés; por eso la
fácil asociación con la religión judeocristiana (y no faltaba quien dijera que el propio Jesucristo la había aprendido en el tiempo
de su huida a Egipto).
Alberto Magno, en su Metaphysica, dice que Platón tomó la doctrina de las ideas de la Tabla Esmeraldina, que recoge
enseñanzas de Hermes, y en la que se dice que «como es arriba es abajo», esto es, se indica la participación de las ideas
142
celestiales por parte de las cosas terrenas o sublunares . Aunque, efectivamente, lo que pasaba era que los cristianos habían
introducido su doctrina del Verbo de Dios en la teoría platónica de las ideas ejemplares. Así, en el Poimandres se dice,
platónicamente, que la Voluntad de Dios, «habiendo recibido en sí misma al Verbo y habiendo visto el bello mundo arquetipo, lo
143
imitó, una vez modeladas en un mundo ordenado, según sus propios elementos y sus propios productos, las almas» , y esas
ideas prototípicas fueron plasmadas en la naturaleza por el Verbo y el Demiurgo que éste engendró. Se recoge así la idea del
Verbo creador del Prólogo del Evangelio de San Juan, que era la sabiduría de Dios, es decir, el receptáculo de sus ideas divinas, y
el que las había plasmado en la creación; pero todo esto se ve inundado de ideas neoplatónicas y gnósticas. Clemente de
Alejandría llega a decir que Platón tomó sus doctrinas de Moisés, por lo cual el que un cristiano utilice el platonismo no es más
144
que un acto de justicia y de recuperación de lo que es propio .
La ciencia hermética acudía de una manera muy importante al argumento de autoridad. Muchas de las obras que se
produjeron en ella fueron muy tardías, y se han fijado cronológicamente en el periodo helenístico, sobre todo en el
neoplatonismo, como lo señala el propio Festugière, y, sin embargo, para todas ellas se buscaba de una manera u otra la autoría
del mismo Hermes Trismegisto. Comenzado el siglo XVII, en 1614, el erudito Isaac Casaubon puntualizó que, aun cuando podía
haber existido un personaje antiguo con el nombre de Hermes Trismegisto, los que pasaban por escritos suyos eran fechables
después de Cristo, incluso falsificados por los cristianos para su provecho, restándoles con ello autoridad; pero siguieron
145
influyendo durante todo ese siglo .
Era, además, esta ciencia hermética una ciencia ya inicialmente utilizadora de la experiencia, pero mayormente basada en la
autoridad y en el secreto. En lo que se transmite con sigilo y sólo a los iniciados. Todos estos investigadores, a veces llamados
«magos», arrancaban con una mezcla de supuestos vagos y experimentos repetidos sus secretos a la —73→ naturaleza; y
también los transmitían por la vía de la iniciación secreta, como un secreto que se concede al iniciado. Al discípulo se le pedía
que continuara esa tradición, en el secreto que lo protegiera de los poderosos. Por eso aureolaban sus conocimientos con un
nimbo de misterio, de revelación, como lo hizo Raimundo Lulio, que tanto influiría en Kircher y en Leibniz. Lulio recibió la
revelación de su arte combinatorio, universal y enciclopédico, esto es, que contenía en su fuente y origen todo saber, para ser
desarrollado lógicamente, cuando estaba de ermitaño haciendo penitencia en el monte Randa, en Mallorca. Fue incorporado a la
146
corriente hermética sobre todo en el renacimiento, de modo que entonces lulismo y hermetismo eran casi la misma cosa . Pico
de la Mirandola, Ficino, Bruno..., todos ellos se iniciaron en el ars magna de Lulio y la usaron como instrumento algorítmico
para obtener los conocimientos, como una especie de alquimia del saber, que alambicaba toda la realidad procesándola a favor
147
del mago o filósofo. Además, Lulio tenía un sincretismo y un universalismo muy fuertes , que le hacían pensar,
herméticamente, que podría hacerse entender por todos y, lo que es más, persuadir a todos de la verdad universal del cristianismo,
como trató de hacerlo con los árabes y fue martirizado.
Muchas veces los conocimientos eran presentados en los escritos en forma de diálogos, diálogos entre maestro y discípulo, y
aun entre el hermético y algún enviado del cielo, nuevo Hermes que le transmitía un mensaje de lo alto, como se ve en la obra
que emprendió el padre Alexandro Favián, corresponsal de Kircher en México. Algo de eso se ve en Sor Juana, fuertemente
influida por el hermetismo, que adoptó la forma de un sueño como camino revelador del saber.

La transmisión del hermetismo a los mexicanos por Kircher

Atanasio Kircher encarnó en sus obras y en su persona esa tradición, reunió todo el saber que se había recibido y
desarrollado en la escuela hermética, que habían adoptado los jesuitas debido a que su eclecticismo se lo permitía. Ese
eclecticismo era parte de la Contrarreforma, y, sobre todo dejaba mucho lugar a la imaginación, como se ve en el manejo del
lenguaje figurado, en la retórica de Gracián y otros, en tanto que la línea protestante o reformada se centró en el sentido literal.
Pero Kircher influyó también en los reformados, por ejemplo en Leibniz, quien lo toma muy en cuenta para su libro De arte
combinatoria.
La obra de Kircher influyó ampliamente en México. Elías Trabulse nos dice que los inventarios de bibliotecas, hechos por la
Inquisición, reportan la presencia de sus obras. Para cosas de magnetismo lo cita fray —74→ Diego Rodríguez, catedrático de
matemáticas en la universidad y maestro de Sigüenza y Góngora. Muchos de los que hablaron sobre el cometa aparecido a fines
de ese siglo en México usaban los libros de Kircher. Así se ve en el propio Sigüenza, pero también en sus adversarios: el padre
Kino, Joseph de Escobar y Gaspar Juan Evelino. También lo citan el geómetra Joseph Sáenz y, ya en el siglo XVIII, Eguiara y
Eguren, Clavijero, Alzate y León y Gama, Borunda y fray Servando Teresa de Mier, para asuntos de jeroglíficos, y el padre
148
Gamarra para asuntos de física .
Célebre y especial fue el caso de Sor Juana. En el retrato de ésta pintado por Miguel Cabrera aparecen las obras de Kircher
149
junto a las de Galeno . Además, el mencionado corresponsal mexicano de Kircher, Alexandro Favián, consiguió muchas obras
del jesuita alemán, tanto para él como para el obispo Fernández de Santa Cruz, muy cerca del cual estaba. Este obispo fue el que
dirigió a Sor Juana la famosa carta acerca de su mayor afición al estudio que a los rezos, con el seudónimo de Sor Filotea de la
150
Cruz . En su respuesta a esa carta, Sor Juana dice: «Así lo demuestra el R. P. Atanasio Quirquerio en su curioso libro De
Magnete. Todas las cosas salen de Dios, que es el centro a un tiempo y la circunferencia de donde salen y donde paran todas las
151
líneas criadas» . Con ello acepta Sor Juana el esquema hermético-kircheriano de Dios como el círculo o la esfera cuyo centro y
cuya circunferencia están en todas partes, por ser infinitos. Vemos la cita explícita del De Magnete de Kircher (Quirquerio) hecha
por Sor Juana.
Por otra parte, la propia Sor Juana tiene un romance en el que dice:

Pues si la Combinatoria,
en que a veces kirkerizo,
en el cálculo no engaña
y no yerra en el guarismo...152

Y en un soneto al virrey marqués de la Laguna:

Vuestra edad, gran Señor, en tanto exceda


a la capacidad que abraza el cero,
que la combinatoria de Kirkero
multiplicar su cantidad no pueda153.

Ermilo Abreu Gómez, en su intento de reconstrucción de la biblioteca de Sor Juana, manifiesta la presencia de la tradición
hermética. Sin embargo, el padre Alfonso Méndez Plancarte lo critica por incluir a ese —75→ personaje mitológico e
154
inexistente, Mercurio Trismegisto . Con todo, podemos decir que Sor Juana conoce la obra de Hermes, si no directamente, al
menos por medio de compiladores y transmisores, como el propio Kircher. Acerca de éste, el mismo Abreu Gómez menciona su
155
presencia en la obra de nuestra monja . Sobre la relación de Sor Juana con la tradición hermética habló expresamente Robert
156
Ricard, al relacionar El sueño de la Décima Musa Mexicana con los sueños filosóficos herméticos . Octavio Paz enlaza a Sor
Juana con la tradición hermética a través de la obra de Kircher. Dice: «Por Kircher, sor Juana se enlaza a una tradición universal
y todavía viva, una tradición que no ha cesado de inspirar a los poetas de nuestra civilización, desde el Renacimiento hasta la
época contemporánea. Pero esta tradición, por su naturaleza misma, ha sido siempre una corriente subterránea. Sólo hasta ahora
empezamos a conocer sus orígenes y percibimos sus ramificaciones. No deja de ser extraordinario que una de esas ramificaciones
se encuentre en el México de fines del XVII y que se haya manifestado en uno de los textos más complejos, rigurosos e,
157
intelectualmente, más ricos de la poesía de lengua española: Primero sueño» . En concreto, el modelo de Sor Juana habría sido
el Iter Extaticum de Kircher; pero también sus dos obras Oedipus Aegyptiacus y Musurgia Universalis. Por su parte, José Pascual
Buxó dice prudentemente: «Así, pues, el indudable conocimiento que tenía Sor Juana de las obras del padre Kircher, si bien nos
confirma su insaciable curiosidad científica, no es bastante para persuadirnos de que la doctrina de su poema sea esencialmente
hermética y "egipciana" ni que la traza de El sueño haya de seguir fatalmente la del Iter Extaticum o la Musurgia Universalis; de
esta última -hace poco también- Elías Trabulse aseguraba ser la obra que inspiró a Sor Juana "las etapas que el espíritu ha de
recorrer a efecto de conocer la armonía... de todas las cosas creadas", y causa de que -a su juicio- El sueño no sea otra cosa que
una versión en verso de "lo que Kircher había tratado 'científicamente' al describir cómo lo que preside las relaciones entre todos
158
los seres creados... es la armonía musical"» . Es cierto que no se debe exagerar la influencia del hermetismo en Sor Juana; hay
también otras influencias. Pero tampoco se puede minimizar, ya que era algo muy peculiar a ese mundo extraño del siglo XVII
que convivía con el surgimiento de la modernidad.
Sor Juana está muy poco en el mundo moderno. Más bien se coloca en esa reacción contra éste que fue el barroco,
tensionado entre la escolástica y el hermetismo. La escolástica era medieval, y el hermetismo propiamente renacentista, aunque
recorrió varias épocas. El —76→ barroco, contrastado con la modernidad, nos hace pensar en la Edad Media; no en balde
Irving Leonard llama a la Nueva España «sociedad neomedieval». De alguna manera eso es el barroco: un tiempo que tiene algo
de neomedieval. Ciertamente sucumbió ante los embates del mundo moderno, pero fue un repunte del medioevo, conviviendo
con lo nuevo, y sobre todo retardándolo. Los filósofos y científicos que originaron la modernidad tuvieron todavía algo de
barrocos, pero eso fue desplazado por lo nuevo que nacía. Descartes con sus retorcimientos religiosos, Leibniz con su metafísica
optimista, Galileo, Tycho y Kepler, y aun Newton, al que alguna vez se ha llamado «el último de los magos». Esos primeros
científicos tuvieron resabios herméticos: resquicios de magia, confusiones astrológicas, etc. Pues bien, en el barroco mexicano,
que era la alternativa no moderna, se daban muchos rasgos de detenimiento, embrollo y aun rechazo de lo moderno, que tienen
mucho parecido con las últimas y más nuevas proclamas posmodernas.
Sor Juana está interesada en la teología, saber de salvación. La teología en la época del barroco oscilaba entre el conceptismo
y el gongorismo, en todo caso padecía de una abigarramiento y recargo. Lo que se hacía en los retablos, que se sobrecargaban de
adornos, se hacía en las páginas de los libros teológicos, que se sobrecargaban de erudición prolífica, cuestiones sutiles y
distinciones menudas. Si a eso añadimos la influencia del hermetismo, se tiene una mezcla que explica muchos de los fenómenos
literarios y de pensamiento en Sor Juana. De hecho la escolástica medieval y el hermetismo renacentista convivían en España y
sus provincias de ultramar. Ermilo Abreu Gómez afirma: «La Edad Media y el Renacimiento no tienen fronteras en el espíritu de
España. Una franja inefable, de espacio y de tiempo, los separa sin dividirlos. Se diría que sus valores, sin confundirse, conviven
en el espacio. Al cambiar las épocas no fueron los hechos sino su sentido filosófico lo que varió en la conciencia ibérica. Más que
la esencia, fue el rumbo, el ritmo de la marcha humana lo que se alteró. Se ha dicho que el Renacimiento español fue tardío. Debe
aclararse esta apreciación: fue lento en concordar con los aspectos del Renacimiento europeo; pero era antiguo en sus gérmenes
159
clásicos como en Italia o en Francia» . De este barroco conceptista, Sor Juana cita al padre Baltasar Gracián: «como dijo
doctamente Gracián, las ventajas en el entendimiento lo son en el ser»

—77→
Fantasmagorías ilusorias
160
Hay un retrato muy notable de Kircher. El que aparece en la portada de su libro Mundus subterraneus . Es una litografía,
un grabado en bronce. En él se ve a Kircher a sus 76 años de edad, en 1678, es decir, cuando faltaban dos años para su muerte. Su
fisonomía es vigorosa. Los ojos muy abiertos y la mirada inquisitiva y penetrante. Parece que devora lo que ve. Sus pómulos
salientes, la cara adusta. La nariz recta y firme. Los labios apretados, con gesto fuerte y hasta rígido, con un rictus notorio en la
quijada. La vestimenta parece el abrigo usado en lugares de mucho frío, tal vez por hallarse en el invierno europeo. En la cabeza
lleva el bonete jesuítico, que nos revela o nos recuerda su pertenencia a la Compañía, como no deja tampoco de decirlo la leyenda
que aureola el grabado, en la que además nos enteramos que erafuldensis, esto es, de Fulda, en Alemania.
Tiene unos ojos brillantes, con los que da la impresión de estar viendo más de lo que parece. Tal vez la cercanía de la muerte
o tal vez su misma sapiencia alcanzada le hacían ver algo de la Trascendencia. Uno recuerda sus libros cargados de esa «ciencia»
más pretenciosa que la moderna, pues quería llegar a cosas imposibles, como la invención del arca de Noé y el estudio de la torre
161
de Babel . Nos desconcierta esa mirada de Kircher, mirada que puede ser la de un visionario y también la de un iluso. Un poco
atractiva y un poco sobrecogedora, esa mirada parece hundirse en el horizonte, en busca de sueños perdidos que rescatar. Esa
mirada nos habla del tipo de conocimiento que el hermetismo barroco buscaba. Conocimiento de la realidad a través de sus
símbolos el imán magnético, los jeroglíficos y el caracol.
¿Por qué esta relación del hermetismo con el barroco? Pues Kircher, al igual que sus cofrades Sebastián Izquierdo y Baltasar
Gracián, así como Quevedo y Leibniz, pueden ser ubicados como sabios barrocos. El barroco es entusiasta (piénsese en la
metafísica optimista de Leibniz): exuberante en el culteranismo y más parco en el conceptismo. Pero tanto en uno como en otro
162
da la impresión de ser muy animoso . ¿Qué dificultad le representa el acometer esas utopías e ideales, o incluso obsesiones y
fantasías? Es, en verdad, reino de la fantasía, no sólo de la razón. La imaginación creativa se entremezcla con el esfuerzo
racional; pero en una verificación empírica todavía incipiente y rudimentaria. Kircher habla del pez magnético del que le informa
163
por carta Alejandro Favián, desde las aguas de México , pero como algo apendicial, no —78→ decisivo y ni siquiera como
prioritario. Ya que era creíble porque era más fantástico que empíricamente constatable.
Este saber kircheriano llegó a Sor Juana. Kircher fue uno de sus principales paradigmas de conocimiento. Eso concuerda con
su barroquismo gongorista y sofisticado (aunque también tiene momentos conceptistas y alambicados). La lleva al simbolismo
mitologista del Neptuno alegórico, se deja ver en el Sueño, con sus alusiones al conocimiento enciclopédico de los arcanos
misterios del cosmos, tanto del macrocosmos como del microcosmos (quizá más de este último), y transmina en otros escritos
suyos. Sor Juana, sabia barroca como Sigüenza y Góngora, hace convivir el hermetismo con el escolasticismo. El hermetismo, tal
vez no recogido directamente de los textos de Hermes, pero sí a través de hermetistas como el propio Kircher, le da ese regusto
gnóstico, hermético en el sentido de oculto y que busca lo cerrado, que gusta ocultarse y exigir una laboriosa exégesis para poder
penetrar en su secreto. Así como llegó a ser tan penetrante la mirada de Kircher, en el grabado al que nos referimos.
La mirada penetrante, pero un tanto perdida, de Kircher nos fascina. El sabio barroco se permitía brincar de su raíz
escolástica al arrebato hermético-gnóstico. Convivían en él la argumentatividad escolástica con la fantasía neoplatónica, es decir,
el concepto y la imagen. Eso se da en Sor Juana. En ella encontramos esos aspectos conjuntados. Sor Juana que da brillantez
conceptual a sus escritos, Sor Juana que se deja ir en el vuelo de su fantasía. Sor Juana que piensa. Y Sor Juana que sueña.

—[79-80]→ —81→
La filosofía moral en Los empeños de una casa, de Sor Juana
En algunas de las obras de Sor Juana, sobre todo en sus piezas teatrales, se ven muchos puntos de la ética o filosofía moral
que tenía ella, o que reflejaba las opiniones de su época. Preferimos Los empeños de una casa, porque Amor es más laberinto no
fue escrita en su totalidad por Sor Juana, sino que en ella interviene el numen, bastante menor, de Juan de Guevara. Por eso
solamente trataremos de esta que fue la única comedia escrita totalmente por la genial monja.

El asunto
164
La comedia Los empeños de una casa , de Sor Juana Inés de la Cruz, habla del apasionado amor de Don Carlos y Doña
Leonor.
Para realizar sus propósitos de unirse, el primero había raptado a la segunda, y había dejado herido a uno de los familiares
del padre de ésta, Don Rodrigo. Por supuesto, este último estaba persiguiendo al raptor y a la raptada. En esa fuga, Doña Leonor
llega a pedir refugio a casa de Doña Ana, hermana de Don Pedro. Éste se hallaba enamorado de Doña Leonor y deploraba que
ella correspondiese a Don Carlos.
Por su parte, Don Juan, amigo de Don Pedro, amaba a la hermana de éste, Doña Ana, pero ella no lo tomaba en cuenta, y
estaba, a su vez, enamorada de Don Carlos, y resuelta a quitárselo a Leonor. Doña Ana y su criada Celia amparan y esconden a
los fugitivos; a Leonor en la casa y a Carlos y a su criado Castaño en las caballerizas, para que no se enterara de ello Don Pedro.
En su amor desesperado por Carlos, Doña Ana maquina engañar a Leonor y disuadir a Carlos del amor de ésta. Lo quería
para sí. Por eso, con la ayuda de Celia propicia el que Don Pedro pueda hablar con Leonor. Éste le declara su amor, pero ella se
mantiene fiel a Carlos, y rechaza todas las propuestas que le hace. Sin embargo, Castaño, para poder salir de la casa, tiene que
disfrazarse con ropas de mujer, tapando su cara con un velo. En esa ficción, Don Pedro lo confunde con Leonor, y Castaño,
teniendo que aparentar que es ella, le da esperanzas de su amor. La finalidad por la que Castaño tenía que salir de esa casa era
llevar a Don Rodrigo un papel en el que Carlos reconocía lo que había hecho, y prometía casarse con Leonor. Esto le urgía, pues
ya sabía que Don Rodrigo, queriendo a toda costa lavar su honor y el de su hija, sobre todo con ventaja económica, había
aceptado que Don Pedro se casara con —82→ ella. Lo que a Don Rodrigo le preocupaba era que Leonor no quedara
deshonrada sin matrimonio.
Doña Ana, mientras tanto, procuraba convencer a Carlos de que ella lo amaba más que Leonor, dado que esta última había
dado esperanzas a su hermano. Y había logrado que Carlos la viera y abrigara la duda en su corazón. Por ello Carlos mismo llega
a flaquear, por resentimiento, con Doña Ana, y a considerar la posibilidad de dirigir hacia ella su amor. Doña Ana, ayudada por
Celia, había dispuesto que Leonor presenciara esa flaqueza de Carlos. Pero Castaño alcanza a llevar el papel a Don Rodrigo, y él
accede a que Don Carlos se case con Leonor. Con ello Don Pedro se da cuenta de que estuvo hablando a Castaño, y no a Leonor,
como él creía, por el disfraz de éste. Entonces Don Juan aprovecha que a Doña Ana se le malogran sus amoríos con Carlos, para
ofrecer desposorios a ésta, la cual lo acepta, como una especie de premio de consolación. Don Pedro acepta que no pudo
conquistar a Leonor, y regaña a su hermana por haber hecho tantos enredos para conseguir a Carlos, al punto de poner en peligro
su honra. Por su parte, Carlos se queda con Leonor, que comprende lo que ha pasado; y hasta Castaño se queda con Celia. Sólo se
queda sin pareja Don Pedro.

Contexto ético

Esto último, la frustración de Don Pedro, parece obedecer a que trató de aprovecharse de la situación de Leonor, y se muestra
como un castigo. Aunque la principal truculenta y enredadora fue Doña Ana, que así con trampas quiso conseguir el amor de
Carlos, ella sólo recibe una reprimenda de su hermano, quien le dice que expuso demasiado su honor para lograr lo que tal vez
podía haber intentado de buen modo. Pero, en fin, se queda con Don Juan, que la pretendía en secreto, como recompensa a la
perseverancia de éste. Fidelidad y perseverancia son vistos por nuestra monja jerónima como valores muy encomiables.
La que se exhibe como virtuosa es Leonor, que mantiene firme su amor por Carlos en todo momento, a pesar de que éste
llega a obnubilarse al ver a Leonor flirteada por Don Pedro. Leonor es el prototipo de la mujer amorosa y fiel, de pasiones
fuertes, pero en la línea de la veracidad, que es lo que Sor Juana plasma como ideal de mujer. Con todo, a Carlos se le toma en
cuenta la fuerza de su amor por Leonor, y es recompensado con la posesión de su dama. Sor Juana procura poner de relieve que
actuó movido por los celos y el engaño. Pero, en el fondo, el premio a Carlos de la posesión de su dama parece más un premio a
ella misma que a él.
—83→
En la persona de Don Rodrigo Sor Juana llega a burlarse de la cuestión de honor, pues se le ve más deseoso de lavar su honra
haciendo que Leonor se case con cualquiera, o Carlos o Don Pedro. Además, se hace ver que está venido a menos y que llegó a
tentarle la mejor posición de este último. Quiere para su hija lo mejor que pueda conseguir, como si fuera la mejor oferta por una
mercancía cualquiera.
Da la impresión de que la entrega incondicional es muy valorada por Sor Juana, bajo la forma de la fidelidad como virtud.
Ya sea, en primer lugar, en la fidelidad de Leonor, ya sea en el amor impulsivo de Carlos, que, aun cuando tiene algún titubeo a
favor de Doña Ana -al imaginarse que Leonor flaqueaba con Don Pedro-, sin embargo, de suyo la quiere, y fue capaz de arrostrar
por ella tantos peligros y sinsabores. Castaño y Celia, los pícaros, se hacen simpáticos por sus agudezas de ingenio, además de
hacerlo por el afecto que se tomaron.

Los adornos de la trama

Sor Juana adopta un tono conceptista, el cual queda bien dentro de su barroquismo, ya que es una parte de este fenómeno
estético, y además maneja muy bien la paradoja o antífrasis, cuando hace decir a Doña Leonor:

Si de mis sucesos quieres


escuchar los tristes casos
con que ostentan mis desdichas
lo poderoso y lo vario,
escucha, por si consigo
que advirtiendo tu agrado,
lo que fue trabajo propio
sirva de ajeno descanso,
o porque en el desahogo
hallen mis tristes cuidados
a la pena de sentirlos
el alivio de contarlos165.

Los contrarios se unen allí para causar los efectos que son deseados, modulando y hasta aprovechando su oposición. Por lo
demás, en esta comedia puede verse a Sor Juana describiéndose a sí misma cuando en boca de ese personaje sigue diciendo:

Inclineme a los estudios


desde mis primeros años
—84→
con tan ardientes desvelos,
con tan ansiosos cuidados,
que reduje a tiempo breve
fatigas de mucho espacio.
Conmuté el tiempo industriosa
a lo intenso del trabajo,
de modo que en breve tiempo
era el admirable blanco
de todas las atenciones;
de tal modo, que llegaron
a venerar como infuso
lo que fue adquirido lauro.
Era de mi patria toda
el objeto venerado
de aquellas adoraciones
que forma el común aplauso.
Y como lo que decía
fuese bueno, o fuese malo,
ni el rostro lo deslucía,
ni lo desairaba el garbo,
llegó la superstición
popular a empeño tanto,
que ya adoraban deidad
el ídolo que formaron.
Voló la fama parlera,
discurrió reinos extraños,
y en la distancia segura
acreditó informes falsos166.

Dice Sor Juana que la superstición popular llegó a un empeño desmedido; pero su propio empeño, «el empeño de su casa»,
fue el estudiar y adquirir un saber fuera de lo común en su época. Asimismo, allí es notorio su ingenio y su gracejo, que se acerca
al retruécano. Otro juego de palabras se encuentra allí mismo, cuando ella expresa:

Sin temor en los concursos


defendía mi recato
con peligro del peligro
y con el daño del daño167.
En sus intervenciones, Castaño representa lo práctico y realista, mientras que Don Carlos representa al enamorado idealista,
casi un carácter quijotesco o de poeta romántico. El primero dice al segundo, —85→ cuando éste dice haber visto a Doña
Leonor en casa de Doña Ana, donde lograron a duras penas esconderse:

¿A Leonor? ¿Hazlo soñado?


¡Ay tan grande bobería!
Yo por loco te tenía,
pero no tan declarado.
De oírlo sólo me espanto,
señor, vete poco a poco;
mira, muy bueno es ser loco,
mas no es bueno serlo tanto.
La locura es conveniente
por las entradas de mes,
como luna, un si es no es
cuanto ayude a ser valiente.
Mas no, señor, de manera
que oyendo esos desatinos
te me atisban los vecinos
porque saben la tronera168.

Por su parte, Celia hace gala de su talento pícaro cuando sabe inculcar con habilidad en Don Carlos la duda acerca de Doña
Leonor, haciendo caso a su ama, Doña Ana, que deseaba hacerlo desistir del amor de aquélla:

Temo, señor, que es pecado


descubrir vidas ajenas;
mas supuesto que tú has dado
en que lo quieres saber
y yo en que no he de contarlo;
vaya, mas sin que lo sepas,
y sabe que aquel milagro
de belleza, es una dama
a quien adora mi amo
y anoche, yo no sé cómo
ni cómo no, entró en su cuarto.
Él la enamora y regala;
¿con qué fin? yo no lo alcanzo,
ni yo en conciencia pudiera
afirmarte que ello es malo,
que puede ser que la quiera
para ser fraile descalzo.
Y perdona, que no puedo
decir lo que has preguntado,
—86→
que estas cosas mejor es
que las sepas de otros labios169.

Pero ya la duda está sembrada, y es poderosa productora de celos y desasosiego. Además de los juegos de ingenio, Sor Juana
muestra un dejo de teología moral -algo dura y centrada en el castigo- cuando pone en boca de Don Rodrigo estas palabras:

Veis aquí cómo es el mundo,


a mí me agravia don Pedro,
don Carlos le agravia a él,
y no faltará un tercero
también que agravie a Don Carlos.
Y es que lo permite el cielo
en castigo de las culpas
y dispone que paguemos
con males que recibimos
los males que habremos hecho170.

Algo muy interesante para conocer las ideas de la época, la cual tenía en buen concepto al hermetismo (que era una de las
facetas del pensamiento de Sor Juana), se ve en la alusión a la astrología, oficio -entre otros- de su amigo Sigüenza y Góngora, lo
cual reluce al decir Don Carlos:

que entre mil dudas el pecho,


astrólogo de mis males,
me pronostica los riesgos171.

Como algo en lo que nuestra monja jerónima parece anticiparse a ciertos recursos de la vanguardia más moderna, un curioso
metadiscurso o meta-comedia se abre de repente cuando Castaño hace que Don Carlos calle, apurándole así:

Vamos, y deja lamentos,


que se alarga la jornada
si aquí más nos detenemos172.
Se refiere a que ya debía terminar la segunda jornada de la comedia, y allí es en efecto donde adquiere abruptamente punto
final. Una alusión a Calderón de la Barca, en la que Sor Juana indudablemente se inspiraba —87→ para muchas de sus piezas
teatrales, y al cual alude en otros lugares, se encuentra cuando Castaño exclama:

¡Quién fuera aquí Garatuza


de quien en las Indias cuentan
que hacía muchos prodigios!
que yo, como nací en ellas,
le he sido siempre devoto
como a santo de mi tierra.
¡Oh tú, cualquiera que has sido,
oh tú, cualquiera que seas,
bien esgrimas abanico,
o bien arrastres cantera,
inspírame alguna traza
que de Calderón parezca
173
con que salir de este empeño!

También se refiere a Calderón, por ejemplo, en el sainete segundo que se representó en uno de los descansos de esa comedia.
174
Uno de los personajes dice que pudo haberse escogido, para ser representada, una de Calderón, Moreto o Rojas .
Un si es no es de feminismo se le escapa a Sor Juana cuando hace decir a Castaño, que ha terminado de disfrazarse con ropas
de mujer y de cubrirse la cara con un velo:

Ya estoy armado, y quién duda


que en el punto que me vean
me sigan cuatro mil lindos
de aquestos que galantean
a salga lo que saliere,
y que a bulto se amartelan,
no de la belleza que es,
sino de la que ellos piensan175.

Pero también, como en un acto de justicia, muestra un mucho de conocimiento de lo femenino, y algo de crítica a las mujeres
se alcanza a notar cuando el mismo personaje aclara, al ser galanteado en su disfraz mujeril:

¡Gran cosa es el ser rogadas!


Ya no me admira que sean
tan soberbias las mujeres,
—88→
porque no hay que ensoberbezca
cosa, como el ser rogadas176.

Con ello muestra Sor Juana ser equitativa en observaciones críticas. Critica tanto el papel del hombre como el de la mujer
que se había dado en su época. También critica la pretendida defensa de la honra, que hacían los padres o las personas
«ofendidas». Así señala hacia Don Rodrigo, que se preocupaba más de sí mismo, sintiéndose, como se sentía, ofendido en el
honor de su hija Leonor. Él cuida mucho el honor,

porque es un cristal tan terso,


que si no le quiebra el golpe
le empaña sólo el aliento.
Esto habréis pensado vos,
y haréis bien en pensar esto,
pues también esto me trae.
Mas no es esto a lo que vengo
principalmente, porque
quiero con vos tan atento
proceder, que conozcáis
que teniendo de por medio
el cuidado de mi hija
y de mi honor el empeño,
con tanta cortesanía
procedo con vos, que puedo
hacer mi honor accesorio
por poner primero el vuestro177.

Vemos un matiz de reclamo en ese metro de Sor Juana. Y ahora, pasando al sainete segundo, al que ya nos hemos referido al
mencionar su alusión a Calderón, uno de esos personajes, Muñiz, dice los siguientes juegos de ingenio y de ironía:

Amigo, mejor era Celestina,


en cuanto a ser comedia ultramarina;
que siempre las de España son mejores
y para digerirlas los humores
son ligeras; que nunca son pesadas
las cosas que por agua están pasadas.
Pero la Celestina que esta risa
os causó, era mestiza,
acabada a retazos,
y si le faltó traza, tuvo trazos,
y con diverso genio
—89→
se formó de un trapiche y de un ingenio.
Y en fin, en su poesía
por lo bueno, lo malo se pulía;
pero aquí ¡vive Cristo! que no puedo
sufrir los disparates de Acebedo178.

Hay aquí un verdadero derroche de ingenio. Estamos ante un sainete en verdad brillante, en el que Sor Juana se dedica a
burlarse de su propia comedia. Y, cuando los personajes del mismo le silban, dice con sorna:

Gachupines parecen
recién venidos,
porque todo el teatro
se hunde a silbos179.

No carece de fineza el chiste, y no quiere ser ofensivo, sino resaltar la dicción característica de los españoles peninsulares
(gachupines), con la que se distinguían notoriamente de los criollos y demás estamentos de Indias. Como se ve, ya se les llamaba
«gachupines» a fines del siglo XVII, y ya se marcaba una prosodia muy distinta a ambos lados del mar. Todos ellos eran
elementos de la identificación y del nacionalismo de los mexicanos, y en Sor Juana se ve la búsqueda de la identidad de lo
mexicano, por mucho que sea incipiente, como lo era también en el caso de Sigüenza y Góngora, pero ya en ambos decidida y
abierta.

Balance

En síntesis, los contenidos filosófico-morales de esta comedia de Sor Juana apuntan a resaltar ciertos valores, que para ella
son muy importantes. En ellos se ve su sensibilidad de mujer, además de su postura cristiana sincera y coherente. Virtudes como
la fidelidad, tanto en la perseverancia como incluso en la vehemencia del amor mismo, son subrayadas por ella, más allá del mero
apasionamiento. La sensatez y prudencia de las mujeres, como en Leonor, y el denuedo para superar las dificultades que se
interponen entre los enamorados, como en Carlos, obtienen su premio en la realización de su anhelo. Aun la paciencia y la
constancia de Don Juan logra su fruto. En cambio, la inconstancia de Doña Ana y el oportunismo de Don Pedro son castigados en
el incumplimiento de sus objetivos. En los pícaros, como en Castaño y Celia, se alaba la rapidez de la inteligencia y la habilidad,
y el afecto se ve recompensado. Todo esto nos habla no solamente del mundo de Sor —90→ Juana, como una cultura precisa y
bien delimitada, sino de tipos y caracteres que trascienden su momento histórico y se erigen en prototipos y paradigmas del
comportamiento humano.
Los autos sacramentales de Sor Juana: tres lugares teológicos
La filosofía y la teología ocuparon desde muy pronto un lugar relevante en la vida de la Nueva España. Ya el primer siglo de
la colonia, el siglo XVI, tuvo expositores notables, tanto en los conventos y colegios de los religiosos como en la universidad.
Fray Alonso de la Veracruz, Fray Tomás de Mercado, el padre Antonio Rubio, entre otros, fueron representantes destacados de la
escolástica. Era una escolástica, la de ese siglo, influida por el humanismo renacentista. Y aunque en el siglo XVII la corriente de
fondo siguió siendo la escolástica, se trataba ya de una escolástica en contacto con la filosofía hermética y con la naciente
filosofía moderna. Para este siglo se puede hablar de una escolástica barroca, a veces culterana y a veces conceptista, tanto en
filosofía como en teología. El padre jesuita Diego Marín de Alcázar es un buen ejemplo de escolástica culterana y rebuscada,
180
mientras que Fray Diego de Basalenque puede servir como ejemplo de escolástica conceptista y mesurada . Ya a principios del
siglo se siente un nacionalismo criollo en la filosofía y en la teología de algunos novohispanos; por ejemplo, en el agustino Fray
Juan Zapata y Sandoval (tío del famoso poeta Sandoval y Zapata). Destaca la figura de Carlos de Sigüenza y Góngora, en quien,
además de la presencia del hermetismo kircheriano, se percibe la de la modernidad cartesiana. Sigüenza, gran amigo de Sor
Juana, es un preclaro modelo para ella en estas corrientes, que parecen confluir en su obra.
Sor Juana Inés de la Cruz manifestó un notable conocimiento de la escolástica, tanto en filosofía como en teología. Estos
conocimientos, al ser transportados a su poesía, adquieren un ropaje literario con el que no sólo conservan su condición de ideas
filosóficas y teológicas, sino que adquieren una fuerza especial que los potencia aún más para lograr llegar al ánimo del público.
Singularmente filosófico-teológicos son sus autos sacramentales. En ellos Sor Juana recoge ese tipo de ideas y con amor las
engasta en los ornamentos barrocos de su poesía dramática. Ejemplo de estas producciones son sus autos sacramentales: El divino
Narciso y El mártir del sacramento, San Hermenegildo, así como El cetro de José, auto histórico sobre José, hijo de Isaac. Las
tres son piezas muy complejas; en las dos primeras se aborda uno de los principales misterios del cristianismo y en la otra aparece
un interesante antecedente de Cristo. (Aunque también podría verse su relación con la —94→ eucaristía, ya que José aporta el
trigo, esto es, el pan, que salva a su pueblo del hambre).
Apreciamos en Sor Juana la habilidad para servirse de la mitología, la historia y la Sagrada Escritura (respectivamente en
cada uno de los autos señalados), con el fin de comunicar las ideas filosóficas y teológicas del cristianismo. Precisamente era ése
el cometido de los autos sacramentales, algo que también se aprecia en Calderón de la Barca, el gran maestro, a quien Sor Juana
181
sigue de cerca . Sólo que en Calderón encontramos una utilización mayor de vidas de santos, o de personajes creados por él
mismo, que de aquellos surgidos de la mitología. Da la impresión de que Calderón es más conceptista y Sor Juana más culterana
en este aspecto; en todo caso, él es más parco en esa búsqueda de recursos expresivos y comunicativos del dogma, y Sor Juana
parece explorar con mayor libertad en otros lugares teológicos, o fuentes de donde se podría echar mano para presentar los
misterios revelados.
No deja de aproximarse esta idea de los lugares teológicos, que fue la preocupación principal del dominico Melchor Cano
(1509-1560), a la concepción dialéctica y hasta retórica de los lugares o tópicos. De hecho, la obra de Cano se intitula De locis
theologicis (Salamanca, 1563), es decir, de los lugares teológicos o, con el otro nombre, de los tópicos teológicos. Tópico se
entiende aquí como lugar común, y esto no en el sentido peyorativo de algo trillado, puesto que es aceptado por todos, sino que
tiene el sentido de lugar o apoyo en el que puede fundamentarse la construcción teológica, o, como en este caso, la edificación de
su vehículo comunicativo. Es la concepción humanista y después barroca de la retórica y la poética como actuantes en la teología.
Los lugares teológicos eran, por supuesto, la Sagrada Escritura, la tradición de la Iglesia, los concilios, los papas, los santos
182
padres, los teólogos y aun los filósofos y los historiadores. Es decir, también se daba cabida a los filósofos .
La filosofía tenía, obviamente, una acción más reducida, sólo como ayuda ancilar que aportaba el método y muchas de las
nociones que servirían en las argumentaciones. Junto con la filosofía, y a veces en ella misma, dado que era el saber humano, se
ponía lo que ahora llamamos la literatura, o sea, la poesía y la mitología. Estas eran vistas con más recelo por los teólogos, pero
se las destinaba a la labor retórica de transmisión del mensaje cristiano. Los oradores sagrados, sobre todo en el Barroco, daban
lugar a la utilización de la poesía y la mitología, —95→ llegando inclusive a algunos excesos en su uso. Se veía como parte de
la comunicación del misterio cristiano o del kerigma, dentro de lo que podría llamarse ya teología kerigmática.
A esta teología kerigmática -pues no otra cosa era la oratoria sagrada, y aun la poética «sacra»-parece haber contribuido Sor
Juana con su brillante exposición de los misterios al pueblo, a través de sus autos sacramentales. Estas son piezas teatrales que
transmiten y facilitan la comprensión de ciertos dogmas cristianos a la gente que los veía representar, y a la que había que
entregar esos contenidos teológicos digeridos y bien dispuestos, no sólo hechos comprensibles para la mentalidad de los
espectadores, sino con los adornos que los hicieran conmovedores y amables. Tenían que afectar emocionalmente a los asistentes
y no sólo llegar a su intelecto. Era una labor muy parecida a la que hacían los predicadores u oradores sagrados, que, como decía
uno de los mayores entre ellos, Fray Luis de Granada, tenían no sólo que hacerse entender por sus oyentes, sino mover sus
183
corazones al verdadero arrepentimiento, al odio del pecado y al amor de la virtud .
En este sentido, Sor Juana fue muy atenta al público que iba a ver sus obras teatrales, los espectadores a los que destinaba su
producción. Cosa muy difícil, si se toma en cuenta la disparidad de extracción social, de nivel cultural, etc., y la necesidad de
agradar a unos y a otros. Nuestra monja jerónima tuvo que hacer un alarde de inteligencia y de habilidad dramatúrgica para que
esas piezas llegaran a la mente y al corazón de sus destinatarios. Era como fabricarse un auditorio ideal (en el sentido de Chaïm
Perelman), que en promedio entendiera y gustara sus obras. Lo veremos en cada uno de ésos tres autos sacramentales.

Sor Juana y la Eucaristía: El divino Narciso

En El divino Narciso, Sor Juana toca el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Jesucristo es el divino Narciso, porque,
así como el Narciso mitológico se enamoró de su ser (más bien en la dimensión de la existencia), el nuevo Narciso, a saber, el
Hijo de Dios, se enamora de su ser en la dimensión de la esencia o naturaleza. Esto es, ama el tener naturaleza humana. En
efecto, él tiene dos naturalezas, la divina y la humana, en un mismo supuesto existencial que es el individuo Jesucristo. Por ello, a
diferencia del Narciso mitológico, que se enamora de su propia individualidad o de su misma existencia y de su yo, el Hijo de
Dios es el divino Narciso que se enamora de una de sus dos esencias, —96→ la naturaleza humana, que es la que viene a tomar
en la historia además de su naturaleza divina, la cual ya tenía y conocía desde la eternidad. Así, uno de los personajes representa a
la Naturaleza Humana, y hay otro personaje que encarna a Eco, la ninfa enamorada de Narciso, y que en la pieza teatral de Sor
Juana es la naturaleza diabólica, esto es, la de los ángeles caídos. En su soberbia, Eco quiere con amor de concupiscencia al
divino Narciso y envidia a la Naturaleza Humana el amor que éste le tiene; a toda costa, Eco está decidida a evitar que Cristo ame
a Naturaleza Humana.
Gran parte del auto sacramental tiene como objetivo el mostrar cómo la ninfa Eco, que coincide con la naturaleza diabólica,
se empeña en impedir que el galán Narciso ame a alguien que no sea ella, y, sobre todo, que ame a la Naturaleza Humana. El
divino Narciso podía sucumbir ante los encantos de Eco, pero se encuentra a la Naturaleza Humana y queda prendado de ella,
mientras que la ninfa se transforma, como sabemos por la mitología, en un árbol. El divino Narciso se enamora, pues, de la
Naturaleza Humana, y se entrega a ella, que es como Sor Juana quiere resaltar el amor de Cristo hacia el ser humano, por cuya
184
salvación y redención entrega su vida. Al mostrar las finezas con las que el divino Narciso se entrega al amor de la Naturaleza
Humana, Sor Juana tiene una intención didáctica, catequética o kerigmática: resaltar con sus mejores tintas el amor de Cristo por
el hombre. Mueve al pensamiento de que Cristo tenía la naturaleza divina, y podía haberse cerrado en su carácter de Dios, y no
haberse preocupado de la Naturaleza Humana caída, la cual, a diferencia de la diabólica, sí tenía salvación.
Al presentar las cosas de esta manera, Sor Juana manifiesta un notable conocimiento de la filosofía y la teología en su
versión escolástica. Se ha comentado el conocimiento que tenía de la filosofía moderna de su tiempo, sobre todo de René
185
Descartes . Pero también nos parece muy notable su conocimiento de la filosofía (y la teología) escolástica. Vamos a
dedicarnos a subrayar este conocimiento y resaltaremos algunos de los trozos como muestra en esta pieza dramática.
Ya en la loa que hace para el auto sacramental del Divino Narciso, Sor Juana habla de la conversión de América a la religión
cristiana y llega a admitir que primero fue preciso vencerla por la guerra para mejor llevar a cabo la evangelización. Después de
que el personaje que representa al Celo menciona la victoria de las armas españolas, y quiere —97→ matar a América, se
queja de que la religión le impida hacerlo, y, al preguntarle por qué la deja viva, la Religión responde:

Sí, porque haberla vencido


le tocó a tu valentía,
pero a mi piedad le toca
el conservarle la vida:
porque vencerla por fuerza
te tocó; mas el rendirla
con razón, me toca a mí,
con suavidad persuasiva.
(vs. 210-217)

186

No admite, pues, Sor Juana la evangelización por la fuerza, sino por la persuasión mediante el razonamiento. Pero acepta que
primero tuvo que ser vencida, para España, y luego para la fe cristiana. Con ello vemos a Sor Juana participar en el arduo debate
de los juristas, filósofos y teólogos acerca de la conquista y la evangelización, o por lo menos se le ve recoger algunas opiniones
de éstos, y a través de sus compactos versos dejar caer su opinión en el ánimo de la gente.
En la propuesta de evangelización que Sor Juana plasma en el parlamento de sus personajes, se ve el aprovechamiento de las
deidades indígenas para llegar, a partir de ellas, al Dios cristiano. Todos los efectos que los indios atribuían a muchos de sus
dioses son operaciones que ella remite al único Dios. Expone algunos de los predicados o atributos divinos, tan difíciles de
entender para los indios, como su inmaterialidad o espiritualidad, su inmensidad, etcétera; pero, al ver el grado de su dificultad,
decide poner en boca de Religión estos versos:

Pues vamos. Que en una idea


metafórica, vestida
de retóricas colores,
representable a tu vista,
te la mostraré; que ya
conozco que tú te inclinas
a objetos visibles, más
que a lo que la Fe te avisa
por el oído; y así,
es preciso que te sirvas
de los ojos, para que
por ellos la Fe recibas.

(vs. 401-412)

—98→
Sor Juana se da cuenta del poder de las imágenes visuales, esto que bellamente llama «idea metafórica, vestida de retóricos
colores»; y ella misma dice que «alegoriza» un auto sacramental. También se refiere, muy segura de sí misma, a que ese auto
puede representarse tanto en México como en Madrid; y hace gala de su conocimiento de la gnoseología escolástica, al decir
también en boca de Religión:

Como aquesto sólo mira


a celebrar el Misterio,
y aquestas introducidas
personas no son más que
unos abstractos, que pintan
lo que se intenta decir,
no habrá cosa que desdiga,
aunque las lleve a Madrid:
que a especies intelectivas
ni habrá distancias que estorben
ni mares que les impidan.

(vs. 462-472)

Es decir, las especies intelectivas, o los conceptos, al ser inmateriales, trascienden el espacio y el tiempo, y por eso no las
dañará el que tengan que ir hasta la metrópoli, y nada podrá evitar que representen lo que representan como signos formales, los
187
más perfectos que existen .
Ya metidos en el auto sacramental del Divino Narciso, la Naturaleza Humana, de la que surgen la Gentilidad y la Sinagoga,
dice que, por ser madre de una y otra, «a entrambas es bien que toque / por ley natural oírme» (vs. 25-26). Ella misma nos deja
conocer la erudición escolástica de Sor Juana al mencionar que la Sinagoga, a través de los profetas, veneraba a Dios y llegará a
darse cuenta de que Cristo es su Hijo, dejando ya de discutir en sus «oposiciones», que eran los alegatos de los maestros en las
escuelas.
Además del conocimiento revelado que tuvieron los indios a través de la predicación de los misioneros, Sor Juana acepta el
conocimiento natural que algunos gentiles alcanzaron de ciertos misterios del cristianismo, como semina verbi o semillas del
Verbo de Dios, que es su sabiduría. Dice Naturaleza Humana:

pues muchas veces conformes


Divinas y Humanas Letras,
dan a entender que Dios pone
aun en las Plumas Gentiles
—99→
unos visos en que asomen
los altos Misterios Suyos.

(vs. 125-130)

En todos está de alguna manera el Espíritu Santo, quien inspira a los gentiles ciertos vislumbres de la fe cristiana; ésta es una
idea que viene de los Santos Padres. Para Clemente de Alejandría, el Espíritu Santo había inspirado a los mismos filósofos
paganos como Platón y Aristóteles la verdad que habían proclamado. A ello añade Sor Juana -palabras de Gentilidad- un rasgo
del hilemorfismo aristotélico-escolástico, como es la materia o cuerpo por el alma:

Yo, aunque no te entiendo bien,


pues es lo que me propones,
que sólo te dé materia
para que tú allá la informes
de otra alma, de otro sentido
que mis ojos no conocen,
te daré de humanas letras
los poéticos primores
de la historia de Narciso.

(vs. 140-148)

En boca de la ninfa Eco, que también es la naturaleza demoníaca -y que no soporta la envidia y los celos por el amor que el
divino Narciso tenía a los seres humanos-, se menciona la ciencia infusa, que según la teología escolástica es la que no puede
adquirir la creatura con su esfuerzo, sino que le ha de ser otorgada por Dios. Es la que tenían los ángeles, tanto los buenos como
los malos (o demonios); pero marca con tintas muy fuertes la desgracia que es la soberbia (característica de esa ninfa y de esa
naturaleza diabólica). Eco proclama

Pues yo os diré lo que infiero,


que como mi infusa ciencia
se distingue de mi Propio
Amor, y de mi Soberbia,
no es mucho que no la alcancen,
y es natural que la teman.
Y así, Amor Propio, que en mí
tan inseparable reinas,
que haces que de mí me olvide,
por hacer que a mí me quiera
(porque el Amor Propio
es de tal manera,
—100→
que insensato olvida
lo mismo que acuerda);
Principio de mis afectos,
pues eres en quien empiezan
y tú eres en quien acaban,
pues acaban en Soberbia
(porque cuando el Amor Propio
de lo que es razón se aleja,
en Soberbia se remata,
que es el afecto que engendra,
que es aquel que todas
las cosas intenta
sólo dirigidas
a su conveniencia),
escuchadme...
(vs. 295-321)

Sor Juana alude aquí a la paradoja de la soberbia, que en realidad impide al individuo amarse a sí mismo, pues lo aparta del
sano y verdadero amor propio, que exige el amor a los demás para ser completo. Esto es lo que ahora enseña el divino Narciso, el
nuevo Narciso, que por amarse a sí mismo amó al género humano al que pertenecía. Después de un largo poema que entona la
Naturaleza Humana a Narciso, y que tiene numerosas resonancias del bíblico Cantar de los Cantares, Sor Juana vuelve a hablar
de las especies cognoscitivas o conceptos -según la escolástica-, ya que la Naturaleza Humana le dice a la Gracia que tiene de ella
las especies tan borradas, que no puede reconocerla. Y ella le responde que puede pedirla a Dios, en cuanto que le es imposible
alcanzarla con el propio esfuerzo:

No está en tu mano, aunque está


el disponerte a alcanzarla
en tu diligencia; porque
no bastan fuerzas humanas
a merecerla, aunque pueden
con lágrimas impetrarla,
como don gracioso que es,
y no es justicia, la Gracia.

(vs. 1005-1012)

Ésta es una doctrina muy importante en la teología escolástica, la del auxilio de Dios y la respuesta que viene por parte del
hombre. Originó muchas discusiones entre dominicos y jesuitas sobre todo en la —101→ segunda mitad del siglo XVI y la
primera del XVII. Sor Juana recoge de manera muy sencilla la enseñanza de la Iglesia y evita entrar en complicaciones, dado que
se dirige a personas no avezadas en esas discusiones. Al punto, la Gracia insta a la Naturaleza Humana a que se refleje en las
aguas, ya que Cristo, el divino Narciso, podrá reconocerse en ella, como especie o género a que pertenece:

Procura tú que tu rostro


se represente en las aguas,
porque llegando Él a verlas
mire en ti Su semejanza;
porque de ti se enamore.

(vs. 1163-1167)

En efecto, Cristo había tomado la naturaleza humana, además de la divina, que ya tenía; con ello había aceptado la
semejanza de hombre, y, si -según el mito de Narciso- había de enamorarse de sí mismo al verse en el agua, si viera a la
Naturaleza Humana, se enamoraría de ella, reconociéndose como miembro de ese género humano, al que él mismo había elegido
pertenecer. Cuando Eco se da cuenta de que Cristo está viéndose en la Naturaleza Humana reflejada en el agua, se queja
diciendo:

Si quiero articular la voz, no puedo


y a media voz me quedo,
o con la rabia fiera
sólo digo la sílaba postrera;
que pues Letras Sagradas, que me infaman,
en alguna ocasión muda me llaman
(porque aunque formalmente
serlo no puedo, soy lo causalmente
y eficientemente, haciendo mudo
a aquel que mi furor ocupar pudo:
locución metafórica, que ha usado
como quien dice que es alegre el prado
porque causa alegría,
o de una fuente, quiere que se ría),
y pues también alguna vez Narciso
enmudecer me hizo,
porque Su Ser Divino publicaba,
y mi voz reprendiéndome atajaba,
no es mucho que también ahora quiera
que, con el ansia fiera,
—102→
al llegar a mirarlo quede muda.
Mas, ¡ay!, que la garganta ya se anuda;
el dolor me enmudece.
¿Dónde está mi Soberbia? ¿No parece?
¿Cómo mi mal no alienta?
Y mi Amor Propio, ¿cómo no fomenta,
anima mis razones?
Muda estoy, ¡ay de mí!

(vs. 1422-1449)

La aplicación del mito de Narciso por parte de Sor Juana tiene mucho ingenio. Por un lado maneja una identidad de tipo
concreto que es la individual o meramente numérica, y pasa a una identidad específica o universal. Es decir, Narciso se había
enamorado de sí mismo en un sentido individual, mientras que Cristo, nuevo Narciso, se enamora de sí mismo en cuanto
miembro de la raza humana, esto es, se enamora de la especie humana. Es una utilización peculiar de la doctrina escolástica de la
identidad, que no solamente era individual, cuando dos cosas eran indiscernibles, sino que también admitía una identidad bajo
cierto concepto o naturaleza, esto es, una identidad universal, ya sea de especie o de género. Así por ejemplo, Sócrates es idéntico
a sí mismo y, si «Sócrates» y «El hijo de Sofronisco» designan lo mismo, tienen significados indiscernibles; pero Sócrates y
Platón son idénticos bajo el concepto o la naturaleza universal hombre, es decir, son idénticos en cuanto a la especie humana, son
idénticamente hombres o miembros de la raza humana. Tal es el juego de identidades -de distinto tipo lógico- que hace Sor
Juana. De paso se ve aquí el conocimiento de cuando hace la distinción, Eco, de la mudez que no se da en ella formalmente, sino
causalmente, es decir, como causa eficiente de la misma en quien la ve. También se aprecia cuando, en un parlamento de Narciso,
lo hace decir: «que es poca la materia de una vida / para la forma de tan grande fuego» (vs. 1694-1695); otra vez se centra en las
causas, esta vez en la formal y en la material, como aspectos del hilemorfismo aristotélico-escolástico.
En el auto sacramental de Sor Juana, Narciso entrega su vida por la Naturaleza Humana, y al hacerlo usa expresiones del
Evangelio, poetizadas por la monja jerónima. Igualmente versifica en español el canto latino-gregoriano de la pena de la Virgen
María por la muerte de su hijo: «Oh, vos omnes, qui transitis per viam, attendite et videte si est dolor sicut dolor meum». Sor
Juana lo pone así pronunciado por Naturaleza Humana:
—103→

¡Oh vosotros, los que


vais pasando, atendedme,
y mirad si hay dolor
que a mi dolor semeje!

(vs. 1883-1886)

Pero Cristo resucita; por eso Narciso, después de muerto, resurge con nuevas galas. El poder y la gloria del resucitado son
equiparables con su benignidad y misericordia. Le ofrece la salvación a la misma Eco, quien tiene mucha dificultad en
comprender esos misterios. Y, al preguntar a Narciso cómo podrá captarlos, éste le dice:

Pues para darte más pena,


porque ha de ser el mayor
tormento el que tú lo sepas,
y por manifestación
de Mi sin igual fineza,
¡llega, Gracia, y recopila
en la metáfora mesma
que hemos hablado hasta aquí,
Mi Historia!

(vs. 2032-2040)

Ya son varias las veces que Sor Juana alude a su estar hablando en símbolos, en locuciones figuradas, haciendo un discurso
figurado que aquí personifica en la metáfora, una grandiosa metáfora, o una magna analogía. Pero lo hará en este momento de
manera muy especial, pues la Gracia metaforizará los hechos de este divino Narciso que es el redentor. Así, la Gracia narra en
compendio lo que hizo Cristo por el ser humano. Primero se refiere a que el Hijo de Dios tenía un glorioso resplandor en el Cielo,
al que renunció para bajar al valle de lágrimas que es el mundo inferior. Y lo dice Gracia con variados énfasis poéticos, cuya
belleza nos autoriza a transcribirlos con algún detalle:

Érase aquella belleza


del soberano Narciso,
gozando felicidades
en la gloria de Sí mismo,
pues en Sí mismo tenía
todos los bienes consigo:
Rey de toda la hermosura,
de la perfección Archivo,
Esfera de los milagros,
y Centro de los prodigios.
—104→
De Sus altas glorias eran
esos Orbes cristalinos
Coronistas, escribiendo
con las plumas de sus giros.
Anuncio era de Sus obras
el firmamento lucido,
y el resplandor Lo alababa
de los Astros matutinos:
Le aclamaba el Fuego en llamas,
el Mar con penachos rizos,
la Tierra en labios de rosas
y el Aire en ecos de silbos.
Centella de su Beldad
se ostentaba el Sol lucido,
y de Sus luces los Astros
eran brillantes mendigos.
Cóncavos espejos eran
de Su resplandor divino,
en bruñidas superficies,
los Once claros Zafiros.
Dibujo de Su luz eran
con primoroso artificio
el orden de los Planetas,
el concierto de los Signos.
[...]
Maremagnum Se ostentaba
de perfección, infinito,
de quien todas las bellezas
se derivan como ríos.
En fin, todo lo insensible,
racional, y sensitivo,
tuvo el ser en Su cuidado
y se perdiera a Su olvido.

(vs. 2045-2102)

Tal era la situación del Hijo de Dios, gracias a su naturaleza divina. Pero por el hombre renunció a su alta jerarquía de Dios,
abandonando la gloria que tenía, y se rebajó y tomó la carne del ser humano, haciéndose como un esclavo, y llegó hasta la muerte
ominosa de la cruz en su amor por el hombre. Habiendo estado en lo más alto, se bajó hasta lo más ínfimo, todo por amor al
hombre. Aquí Sor Juana está siguiendo a San Pablo, en su carta a los filipenses: «Sentid entre vosotros lo mismo que Cristo: El
cual, siendo de condición divina, no hizo alarde de ser igual a —105→ Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando
condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su parte como hombre; y se humilló a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para
que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es
188
Señor para gloria de Dios Padre» .
Ese abajamiento tan total es una de las finezas del amor de Dios por su creatura, que Sor Juana se empeña en resaltar. Esto es
lo que canta ahora la Gracia en el relato que hace de la acción salvífica de Jesucristo:

Éste, pues, hermoso Asombro,


que entre los prados floridos
Se regalaba en las rosas,
Se apacentaba en los lilios,
de ver el reflejo hermoso
de Su esplendor peregrino,
viendo en el hombre Su imagen,
Se enamoró de Sí mismo.
Su propia similitud
fue Su amoroso atractivo,
porque sólo Dios, de Dios
pudo ser objeto digno.
Abalanzóse a gozarla;
pero cuando Su cariño
más amoroso buscaba
el imán apetecido,
por impedir envidiosas
Sus afectos bien nacidos,
se interpusieron osadas
las aguas de sus delitos.
Y viendo imposible casi
el logro de Sus designios
(porque hasta Dios en el Mundo
no halla amores sin peligro),
Se determinó a morir
en empeño tan preciso,
para mostrar que es el riesgo
el examen de lo fino.

(vs. 2103-2130)

—106→
En esto resume Sor Juana las finezas del amor de Cristo por el hombre. Pero no paró en la muerte su amor, sino que se quedó
con el ser humano a través de la Eucaristía, por su transubstanciación en el pan y el vino, gracias a la cual puede estar a
disposición continuamente. Esto ya era un gesto de amor insospechado, algo que el hombre no podría con sus solas luces ni
imaginar por parte de Dios, y es lo que ha tenido que aprender por revelación de lo alto. Un profundo e incomprensible misterio
de amor, que no puede ser abarcado con la mente, sino sólo cantado con el corazón. Por ello Sor Juana canta al Santísimo
Sacramento del altar, a la Eucaristía. Y para eso Eco y la Naturaleza Humana entonan el himno que en latín compusiera Santo
Tomás de Aquino a Jesús sacramentado, el Pange lingua, que la monja jerónima convierte en poema castellano. Dicen Eco y
Naturaleza Humana:

¡Canta, lengua, del Cuerpo glorioso


el alto Misterio, que por precio digno
del Mundo Se nos dio, siendo Fruto
Real, generoso, del Vientre más limpio!
Veneremos tan gran Sacramento,
y al Nuevo Misterio cedan los Antiguos,
supliendo de la Fe los afectos
todos los defectos que hay en los sentidos.
¡Gloria, honra, bendición y alabanza,
grandeza y virtud al Padre y al Hijo
se dé; y al Amor, que de Ambos procede,
igual alabanza Le demos rendidos!

(vs. 2227-2238)

Con esto, el auto sacramental de Sor Juana trata de hacer lo que quiso en su momento Santo Tomás: ser el poeta-teólogo del
sacramento. Él había logrado, como teólogo, llegar a las profundidades metafísicas más recónditas del misterio de la
transubstanciación; pero su aliento místico lo llevaba a la poesía, en la que cantaba su amor a ese misterio de amor.
La pieza teatral de Sor Juana El divino Narciso, al igual que sus demás obras, constituye un testimonio de su capacidad lírica
y su acervo cultural. Manifiesta muy a las claras la condición del Barroco, distendido entre la exacerbación de la estructura y la
emoción de fondo. No se sabe si en el Barroco se da una alocada carrera de la forma, por hacerse omnipresente, en follajes y
pámpanos, en verbosidades y conceptos, o si se trata de una sobrecarga de contenido que fuerza a la —107→ forma a
expandirse en una especie de hipertrofia de sentido. En todo caso, la obra de Sor Juana es una buena muestra de la difícil tensión
entre la forma y el contenido. Es verdad que la forma estética predomina, pero también lo es que esa forma embellece los
contenidos que toca. Y esos contenidos son muy profundos, tomados de la filosofía y la teología escolásticas, y llevados a una
lograda expresión por la poetisa mexicana.
A veces da la impresión, en el Barroco, que tanto la forma como el contenido llegan a la exacerbación, que ambos se rompen
y que se fusionan entre sí. Más que sobredeterminación, hay una conversión del uno en el otro, producida por la
sobredeterminación de ambos. La excesiva carga de contenido rompe la forma, que no sólo llega al paroxismo, sino que se
confunde con el contenido. Uno y otro están desbordados, desbordados por ellos mismos, desde ellos mismos. A veces se cree
que este fenómeno de la sobredeterminación de sentido se da sólo en uno de los aspectos del Barroco, a saber, en el lado
culterano. Mas José Rojas Garcidueñas ve que el barroquismo de Sor Juana reúne los dos aspectos que suelen marcarse para el
189
Barroco, a saber, el culteranismo y el conceptismo . Por lo general, esos aspectos se indican como separados, a veces casi
como irreconciliables. Para el culteranismo se señala por antonomasia a Góngora y para el conceptismo, a Quevedo. El primero
es vehemente y exuberante, cargado de metáforas; el segundo es moderado y juicioso, sintetizado de símbolos y alegorías. Sor
Juana sabe reunir ambas vertientes del barroquismo; barroca por esencia fue ella misma. A veces muestra la discreción austera
del conceptismo, a veces el entusiasmo exacerbado del culteranismo en que se distendía esa época. ¿O serán tan sólo dos
tendencias en que se debate el ser humano? ¿No serán, en el fondo, sino dos aspectos cuyo equilibrio cuesta a todo hombre?

Sor Juana y la Eucaristía, II: El mártir del sacramento

En su auto sacramental El mártir del sacramento, San Hermenegildo, Sor Juana se ocupa también
del tema de la Eucaristía. Como era un misterio teológico muy discutido, en la loa que acompaña a este
auto Sor Juana coloca a unos estudiantes en plena discusión. En el modo como relata esa discusión, la
monja jerónima demuestra un notable conocimiento de la forma en que se llevaba la disputa escolástica.
De ésta se tenían muestras en actos públicos de la —108→ universidad y los colegios, y, por supuesto,
en los mismos libros se seguía ese esquema. Es claro que Sor Juana pudo conocer esas disputas
escolásticas en los libros, pero también es factible que las haya presenciado, y nos viene a la memoria la
discusión pública que sostuvo en la corte virreinal con doctores de la universidad, cuando apenas tenía
unos quince años de edad y lució tanto sus dotes intelectuales.
En efecto, en la loa es muy vívida y nada libresca la discusión entre los estudiantes, si bien siguiendo
190
los métodos y cánones que se encuentran en los manuales de lógica . Tal se ve en los siguientes
versos:
Escena 1

Dentro, ruido de ESTUDIANTES; y dicen:

ESTUDIANTE
¡Que niego la Mayor, digo!
1
ESTUDIANTE ¡Y yo digo que la pruebo
2 y que el supuesto no admito!
ESTUDIANTE ¡Yo la consecuencia niego!
1 (Salen DOS ESTUDIANTES.)
Pues prosiguiendo en negarla,
de esta manera argumento.
ESTUDIANTE Déjame probarla a mí,
2 y luego irás respondiendo.
ESTUDIANTE
Supuesto que...
1
ESTUDIANTE Ya te he dicho
2 que no te admito el supuesto,
y así su ilación no sale.
ESTUDIANTE ¿Cómo no, cuando del Texto
1 consta, sin la autoridad de Augustino,
a quien me llego?
ESTUDIANTE ¡Si por eso es, mi opinión
2 no es parto de mi talento,
sino del grande Tomás!
Escena II

Sale OTRO ESTUDIANTE [mayor, y de aspecto grave].

—109→
ESTUDIANTE Que esperéis un poco os ruego,
3 y que no tan encendidos
en vuestra opinión, y tercos,
vayáis librando en las voces
la fuerza del argumento.
Ésta no es cuestión de voces
sino lid de los conceptos;
y siendo juez la razón,
que será vencedor, pienso,
el que más sutil arguya,
no el que gritare más recio.
En ninguna parte tanto,
como en las Escuelas, creo
que es el que lo mete a voces
el que tiene más mal pleito.
(vs. 1-32)

Sor Juana nos muestra en esos versos que sabe negar la premisa mayor de un silogismo, y que el
oponente la ha de probar, lo cual hace rechazando el supuesto del proponente. También niega la
consecuencia de todo el argumento que se le ofreció. El oponente se empecina en mantener su supuesto,
y el otro en rechazarlo. Y, pasando al argumento de autoridad, uno se apoya en San Agustín y otro en
Santo Tomás. Juiciosamente un tercer estudiante pide que no confundan con la fuerza de los gritos la
fuerza de los argumentos; más aún, dice que en las lides escolásticas el que más grita es el que suele
llevar la peor parte y la más improbable.
Pero también se nos descubre otro aspecto del pensamiento de Sor Juana, a saber, el del hermetismo,
que tenía como una de sus inclinaciones principales la magia natural. Es cierto que este tipo de magia, a
veces entendida en el sentido de ciencia y no en el de nigromancia, recorre la Edad Media y se manifiesta
en algunos puntos, como en Gerberto de Aurillac o de Auxerre (después Papa Silvestre II) y en San
Alberto Magno, pero no era tan propia de los escolásticos como lo fue, después, de los herméticos
191
renacentistas y barrocos . Tal vez haya que decir que en los medievales esa magia natural era más bien
lo que no podían comprender por su ciencia demasiado rudimentaria, y que después comprendería la
ciencia moderna. Lo mismo podría decirse en el caso de los renacentistas y herméticos; esa magia natural
estuvo a veces vinculada a clérigos piadosos, como en el caso de Kircher y de su asiduo seguidor, el
también jesuita Gaspar Schott. Esta presencia de la —110→ magia natural en el contexto de Sor Juana
se ve en lo que dice uno de los estudiantes, precisamente el que trata de mediar en la discusión:
Pues ahora,
ya sabéis que mis desvelos
a naturaleza apuran
los más ocultos secretos
de la magia natural,
y que con mis ciencias puedo
fingir, ya en las perspectivas
de la luna de un espejo,
o ya condensando el aire
con los vapores más térreos;
o ya turbando los ojos,
mostrar aparentes cuerpos.
Y cuando aquesto no pueda,
demos que el entendimiento
con alegóricos entes
hace visibles objetos.
Y eligiendo lo segundo,
si no admitís lo primero,
os pretendo mostrar...

(vs. 171-188)

Esa magia natural se vale del espejo, obsesión barroca; usando vapores o, engañando los ojos,
haciendo ver aparentes cuerpos, lo cual parece tener que ver con la famosa linterna mágica, tan cara a
Kircher. Mas, dejando todo ello, con esos «entes alegóricos» que serán los personajes del auto
sacramental, se propone dar a conocer el misterio de la Eucaristía, a través de uno de los santos que más
ha adorado dicho misterio, hasta dar la vida por él, como lo hizo San Hermenegildo; tal sería el tema del
auto.
Además, en boca del primer estudiante que discute, Sor Juana pone autoridades tales como San
Agustín, San Bernardo, el cardenal Hugo, que debe ser Hugo de San Caro, dominico y excelente biblista,
192
y Pererio, esto es, Benito Pererio, que también era exégeta de las Sagradas Escrituras . Aquí Sor Juana
da también un ejemplo de exégesis literal o histórica y de exégesis alegórica o espiritual, cuando
interpreta el lavatorio de los pies de los discípulos por parte de Jesús en la última cena, primero como una
costumbre judía y ritual de hospitalidad, pero también como alegoría de la confesión y la penitencia, que
limpia no el cuerpo, sino el alma, de los pecados que se han cometido.
—111→
Pues bien, San Hermenegildo fue el príncipe godo (puesto a gobernar en Sevilla por su padre) que se
convirtió al catolicismo, abandonando el arrianismo que tenía este pueblo en España. El arrianismo, la
secta del hereje Arrio, negaba la divinidad de Jesucristo, dejándolo en un hombre de Dios muy especial,
pero no hijo de Dios. Esta herejía fue combatida por San Atanasio, que proclamaba la divinidad de Jesús.
Se veía de manera singular en el sacramento de la Eucaristía, que adquiría un significado muy distinto
que el que tenía en el catolicismo. Convertido por San Leandro de Sevilla, San Hermenegildo y su
esposa, Ingunda, adoran la hostia. Pero Leovigildo, padre del monarca godo, y Recaredo, su hermano, lo
consideran alta traición, y le hacen la guerra. Vencido Hermenegildo, se le pide que abjure de su
catolicismo y de su devoción a la Eucaristía; y, al no hacerlo, es martirizado. Pero su padre y su hermano
reaccionan y se arrepienten, al grado de convertirse ellos y todo el reino a la fe católica.
Hermenegildo se encuentra en una tienda de campaña, donde duerme y sueña que unas virtudes lo
alientan a luchar por su fe y otras a deponer las armas. Él mismo trata de explicar su sueño por el
desasosiego que padece, y las palabras que Sor Juana pone en sus labios para hacerlo revelan que ella
193
emplea la doctrina aristotélico-escolástica del sueño . En efecto, él mismo explica:
La gravedad del cuidado
que me oprime, y las contrarias
imaginaciones que
mis discursos embarazan,
son tales, que aun en el sueño
no dan treguas a mi vaga
confusa imaginación.
Y es que, impresas en el alma
(aunque falten los sentidos),
las especies que guardadas
tiene mi imaginativa,
mientras el cuerpo descansa,
se representan tan vivas,
que lo que es sólo fantasma
finge tanta corpulencia,
que aun ya despierto, jurara
que oigo a la Misericordia...

(vs. 214-230)

—112→
Las especies son los vehículos o intermediarios del conocimiento, son las representaciones que
contienen aquello mismo que representan. La escolástica decía que los entes tienen esencia y existencia;
pues bien, en el conocimiento la esencia de la cosa pasa a la facultad cognoscitiva del cognoscente con
una existencia intencional o psíquica, distinta de la existencia física que tiene en la cosa misma. Pero es
la cosa presente en el cognoscente. La especie es el vehículo que guarda ese contenido cognoscitivo que
es la esencia en cuanto conocida. Si el conocimiento se da en los sentidos, se produce una especie
sensible; si es de la imaginación, se produce una imagen o fantasma; y si es de la inteligencia, se produce
una especie inteligible o concepto. En los versos de Sor Juana se dice que el sueño hace revolotear las
especies impresas en la mente, ya sensitivas, ya imaginativas, ya intelectivas. En este caso son las
imaginativas, que operan aun sin la presencia de los sentidos, pues están en la memoria, como imágenes
o «fantasmas» -según se las llamaba entonces.
Hermenegildo siente en su propio interior la lucha de las virtudes, que parecen contrarias entre sí;
unas le piden que pelee y otras que se apacigüe. Hay una reflexión de Sor Juana -en palabras de él- que
dice que las virtudes no tienen oposición entre ellas y que debe buscarse su armonía:
¿Qué es esto, ínclitas Virtudes?
Si un vínculo, el que os enlaza,
es de Caridad, ¿en mí
cómo parecéis contrarias?
Si os ayudáis unas a otras,
¿cómo ahora en mí batallan
Virtudes contra Virtudes?
Mas, sin duda, es mi ignorancia
quien a conciliar no acierta
los primores que os engarzan;
pues en el círculo hermoso
de la Divina Guirnalda,
lo que oposición parece
es lo que más os hermana;
mas en mí la discreción
para componernos falta,
dándoos debido lugar.

(vs. 323-339)

—113→
Ésta es una idea de la filosofía escolástica. No se puede tener sólo alguna o algunas de las virtudes,
ya que forman un cortejo y se van acompañando unas a otras dentro de cierto equilibrio armónico. La
llave de las virtudes es la prudencia, que tiene entre otros el cometido de darles esa armonía que evita el
que unas crezcan sin las otras. Asimismo, Sor Juana nos manifiesta de nuevo su saber teológico, bien
aprendido; menciona que la caridad es el vínculo que enlaza a todas las virtudes. Y, en verdad, en la
teología cristiana ella es la forma virtutum, esto es, lo más constitutivo de la vida virtuosa, la clave de
bóveda del edificio de las virtudes, sin la cual se derrumbarían todas. Un embajador y consejero áulico,
Geserico, cuenta a Hermenegildo la historia de su linaje real. Sus reyes han sido arrianos, ¿por qué
cambiar al catolicismo? Además, así han tenido unidos a sus súbditos:
La razón de estado fue
de tus Mayores más grave,
mantener a los vasallos
en la Religión iguales.
Y ya que en aqueste punto
quieras seguir tu dictamen,
¿qué razón honesta puedes
hallar para rebelarte
contra aquel de quien el ser
y la fortuna heredaste?

(vs. 547-556)

Llama la atención la presencia aquí de la famosa razón de estado, que pusieron en circulación
Maquiavelo y Guicciardini, su seguidor. La objetaron mucho los pensadores españoles de aquel tiempo:
Quevedo, Gracián, etc. Y tal vez por eso la pone aquí Sor Juana como la única razón por la que estaban
los godos en esa facción herética del cristianismo. San Hermenegildo se debate entre obedecer a su padre,
que por medio del embajador le pide que vuelva al arrianismo, y deje su fe católica, que lo hace resistir a
esa tentación. A resistir le insta su esposa, Ingunda, que conoce el dilema en el que Hermenegildo se
debate. Acude también San Leandro, el arzobispo de Sevilla, que le trae un despacho del emperador
romano Tiberio, en el cual le promete ayudarlo con las armas, pero al precio de que entregue como
rehenes a Ingunda y a su hijo Teodorico. Hermenegildo acepta. Mientras tanto, su padre, que amenaza
guerra contra él por su cambio de religión, recibe de su propia fantasía la revelación de la historia de los
reyes godos que, en número —114→ de catorce, desfilan ante él recitando sus principales acciones.
Todos ellos se habían distinguido en punto de religiosidad. Por ello Leovigildo se ve comprometido a
seguir su ejemplo de celo. Llega Geserico, su embajador, y le comunica que Hermenegildo no quiso
obedecer sus órdenes. Entre otras cosas, Geserico le dice a Leovigildo:
Llegué, en fin, a Sevilla, que su nombre
solo la explica; y con la autorizada
comisión de mi oficio, di en tu nombre
al Rey Hermenegildo la embajada.
Sin olvidar lo Rey, mostró ser hombre
la ternura, que tarde reportada
del alma, cuanto más se reprimía,
manifestaba aquello que escondía.

(vs. 1145-1152)

Leovigildo monta en cólera y da órdenes a su hijo Recaredo de preparar las cosas para guerrear al
hijo apóstata. Recaredo se duele, pues ama a su hermano Hermenegildo, no menos que a su padre.
Comenta que Tiberio sólo quiere apoderarse de España so pretexto de ayudar al monarca godo.
Hablan entre sí las virtudes, acerca de este suceso, encomiando la entereza de Hermenegildo. Entre
las mismas virtudes hay jerarquía, y unas han de imponerse a las otras. Hablan de una innegable prioridad
que tiene la virtud de la justicia. Ésta hace que también se dé su lugar a la fe y a la caridad, pues una de
las formas de la justicia es la virtud de la religión, que hace dar el culto debido a Dios, y por ello conecta
con esas dos virtudes y hace amar a Dios sobre todas las cosas, inclusive más que a la propia vida, o a la
familia, etc. La Paz da la definición aristotélico-escolástica de la Justicia así:
Ahí veréis
que hago bien en no lidiar:
porque (siendo, como es,
la Justicia la Virtud
que siempre da, recto juez,
a cada uno lo que es suyo,
y tú la que más fiel conoces lo que es Verdad)...

(vs. 1292-1299)

Efectivamente, la justicia es la virtud que impulsa a dar a cada quien lo suyo. Entendiendo por
este suyo lo que le es debido, sea porque —115→ se le debe a causa de su necesidad, sea porque se le
194
debe a causa de su dignidad u otros merecimientos . Lo debido es lo que le corresponde a cada quien
en el intercambio (justicia conmutativa), o por parte de la autoridad (justicia distributivo), o en el ámbito
forense (justicia legal); pero siempre trata de conllevar equidad. Con todo, es una equidad o igualdad
proporcional, según lo que cada quien necesita o merece, y no una igualdad sin más.
El poderío bélico de Leovigildo es mayor, y con Recaredo vence a Hermenegildo. Éste se ve
derrotado y clama al cielo no tanto por su vida, sino porque no sea su padre quien se la quite. También
Recaredo se duele de tener que luchar contra su propia sangre, pero apresa a su hermano. En el camino,
Recaredo conmina a Hermenegildo a rendir obediencia a su padre:
Pues si de ella te apartó
de la Religión el celo,
para moverle la guerra
no fue bastante pretexto:
pues la diversidad sola
de ella (cuando no hay exceso
de tiranía) no basta
a dar razón ni derecho
a los rebeldes, y bien
sabes que mi Padre en eso
no ha puesto violencia, pues
ha permitido en sus Reinos
libre el uso de la tuya;
y si tú lo irritas, temo
que antes con eso la dañas,
pues lo haces romper el sello
a perseguirla, y mejor
les estará tus intentos
disimular, hasta que
goces el Solio Supremo:
que entonces, ya apoderado,
podrás mejor, con tu ejemplo,
reducir a los demás.
Nuestro Padre, aunque severo
se muestra, es tu Padre al fin;
y si tu propio respeto
le tiene armados los brazos,
su amor se los tiene abiertos,
—116→
como de Padre; y en fin,
ya para llegar a ellos
no hay en ti, Hermano, elección:
pues en lance tan extremo,
cuando el amor no te traiga,
será la llama o el hierro.
Ven conmigo y no le temas,
que yo librarte prometo
de sus iras, procurando
que te conserve su afecto,
como antes, en los Estados;
pues siendo tú su Heredero,
será, si a ti te los quita,
quitárselos a sí mesmo.

(vs. 1461-1502)

Con todo, San Hermenegildo sigue firme en el fondo de su ser, fiel a la religión católica, aunque
podría salvar su vida y aun su reino haciendo caso a Recaredo y fingiendo ante su padre que acepta ser
arriano, sólo para dejar de serlo al subir al trono e imponer como obligatoria la fe católica. Por eso,
cuando va ante su padre, persiste en su actitud, y éste lo manda encerrar mientras decide qué hacer con él.
Leovigildo sigue queriendo que Hermenegildo abjure del catolicismo. Para ello se le dan múltiples
argumentos, los cuales vuelven a ser categoría de falaces y malos. Dice Leovigildo a la Apostasía:
Estas razones de estado
y estos motivos de afecto,
se frustran si Hermenegildo
en su dictamen protervo
persiste. Ahora, tú mira,
como docto y como cuerdo,
qué medio hay de persuadirlo,
pues ves cuánto importa el medio.

(vs. 1661-1668)

Esta alusión a la importancia de los medios es referencia a Maquiavelo, cuya idea de razón de estado
vuelve a mencionarse. Se le adjudica la doctrina de que el fin justifica los medios, mientras que los
escolásticos decían que no, ya que medios equívocos llevan a fines equívocos, es decir, son malos
moralmente. Sor Juana habla de esto, al mencionar con sorna la cuestión del medio. En la prisión,
Hermenegildo reflexiona sobre la mudanza de la fortuna mundana. Ayer era obedecido —117→ por
toda Andalucía, y ahora estaba a merced de un bajo alcaide. Piensa en su esposa y en su hijo; pero se
consuela meditando que todo eso es por su fe, y sus palabras alcanzan un desprendimiento parecido al de
Job, y que Sor Juana dice con expresiones tomadas de ese libro bíblico. Hermenegildo habla, igual que
Job, a Dios:
Vos mismo me lo disteis;
Vos me lo habéis quitado.
¡Sed por siempre alabado,
pues en mí hacer quisisteis
que tantos bienes juntos poseyese,
para que qué dejar por Vos tuviese!

(vs. 1743-1748)

Todo eso le hace estar en paz y le recuerda la idea de que, aun cuando se perdiera la dinastía gótica,
lo tendría todo en su santa fe. La apostasía se le presenta, como personaje del auto sacramental, en la
figura de sacerdote arriano y lo tienta para que abandone sus creencias. Hermenegildo resiste y es
ayudado por la fe, que va encarnada en otro personaje. Otras virtudes acuden en su apoyo, como la
verdad, la justicia, la paz y la misericordia. El sacerdote arriano (la Apostasía) le dice que, sin meterse a
discutir otros puntos teológicos, reciba de él la comunión, puesto que coinciden en sostener la Eucaristía.
Hermenegildo le responde que no puede ser auténtico sacramento el que él le da. Admite que ambos son
cristianos, y que podría aceptar su bautizo; pero no su eucaristía, ya que no puede reconocer como válida
su ordenación sacerdotal. Y, como no acepta su comunión, el sacerdote arriano se ofende y pide que se
ejecute la sentencia por no recibir los sacramentos arrianos: el degüello. Así es llevado a la muerte, y las
virtudes cantan su alabanza por haber preferido el martirio antes que recibir una falsa eucaristía.
Recordando el versículo del Salmo 85:11, en que se dice que la justicia y la paz se besan, la Verdad
habla:
Y pues Hermenegildo,
de virtudes ejemplo,
nos hizo a todas una,
¡como una nos portemos!
Y puesto que en su muerte
se llegó el feliz tiempo
en que Misericordia
y yo nos encontremos,
la Paz y la Justicia
—118→
aquel místico beso
se den, que signifique
nuestro vínculo eterno.

(vs. 1921-1932)

Todas vuelven a cantar la alabanza de San Hermenegildo, que queda como un mártir de la religión
católica, pero específicamente sacrificado por su fe en el sacramento de la Eucaristía, que era el objeto
del auto sacramental. Es un mártir de la fe en la Eucaristía, en ese misterio de amor por el que Jesucristo
se entrega al hombre como alimento que lo robustece contra todas las adversidades y pruebas. Inclusive
el martirio, el dar la vida, es, como el propio Jesús lo decía a sus discípulos y aludiendo a sí mismo, la
prueba más contundente e irrefutable de amor. Por eso la Paz proclama:
Y aladas Jerarquías
a venerar el Cuerpo
del Mártir, y a adorar
tan alto Sacramento,
de las Esferas bajen,
todos diciendo
que éste es el mártir solo
del Sacramento.

(vs. 1949-1956)

Después de lo cual repiten los coros:


¡Que éste es el Mártir solo del Sacramento!
¡Llore, llore la Tierra,
y cante, cante el Cielo,
que éste es el Mártir solo del Sacramento!

(vs. 1957-1962)

Sor Juana logra su intento de hacer ver al espectador de su auto sacramental un ejemplo de
seguimiento de Jesucristo hasta las últimas consecuencias. Si Jesucristo había manifestado su amor al
hombre dando la vida por su salvación y quedándose con él bajo las especies o apariencias del pan y del
vino, quien aceptara creer en él tendría que dar un testimonio de amor no menor. Y eso es lo que hace
San Hermenegildo, que no escatima dar su vida por aquel que la dio por él. De esa manera ofrenda su
vida por su fe en el sacramento en el que Jesús se da al ser humano con todo su amor.

—119→
Sor Juana y la Eucaristía, III: Una prefiguración simbólica de Cristo, la de José, hijo
de Isaac, salvador de su pueblo

Otra muestra del saber teológico de Sor Juana es su trabajo sobre un relato bíblico, El cetro de José. El auto es llamado
«historial», no «sacramental», ya que se refiere a un relato del libro del Génesis, que es la historia de José, el hijo de Isaac. Pero
también podría contarse, como lo hacemos, entre los autos sacramentales, ya que el tema de fondo es la Eucaristía, pues José
salva a su parentela de la muerte, durante una hambruna, dándoles trigo, esto es dándoles pan, como es lo que hace Cristo en la
Eucaristía, con su nueva parentela, con su nuevo pueblo, que es la Iglesia. Demos los elementos imprescindibles para reconstruir
someramente una narración tan conocida. José es el hijo de Isaac y nieto de Abraham. Es también el penúltimo de doce
hermanos, cabezas u orígenes de las doce tribus de Israel. José era el preferido de su padre, por lo cual fue envidiado y odiado de
sus hermanos. El colmo llegó cuando José dio a conocer sus sueños, que después resultarían proféticos: sus hermanos lo
reverenciarían. Ellos decidieron matarlo y lo llevaron a un sitio despoblado. Rubén, el mayor, insistió en que echaran a José a una
195
cisterna vacía, de la cual pensaba rescatarlo después. Pero Judas propuso venderlo como esclavo a unos mercaderes ismaelitas
que lo llevaron a Egipto. Allí trabajó en casa de Putifar, ministro del faraón. La esposa de Putifar quedó prendada de él, y, al no
ser correspondida en sus proposiciones, fingió que José la había querido violar, por lo cual Putifar lo envió a prisión.
En la cárcel José supo que el faraón había tenido unos sueños y que se atormentaba mucho porque sus aduladores sabios no
le daban una interpretación satisfactoria. José ya era avezado en sueños, pues desde que estaba en casa de su padre fue celado por
sus hermanos a causa de aquellos sueños que les había contado, y lo llamaban «el soñador». Pide ir ante el faraón para resolverle
el enigma y revelarle el significado de esos sueños.
En el primer sueño del faraón aparecían siete vacas gordas y después siete vacas flacas que las devoraban. En el segundo
sueño había siete espigas lozanas y luego siete tan tristes y mustias, que acabaron por hacer que las otras se marchitaran. José
interpretó estos dos sueños como uno solo, ya que decían lo mismo en esencia: la sucesión de siete años buenos y siete malos, lo
cual indicaba que en los siete años de bonanza había que guardar lo suficiente para los siete que vendrían de —120→ hambre.
La interpretación profética satisfizo al faraón, el cual premió a José haciéndolo su ministro, a fin de que administrara las
provisiones en el tiempo malo. En ese tiempo malo acudieron los hermanos de José, a quienes su padre Isaac había enviado a
comprar víveres, pues ellos padecían también la escasez. José los reconoce con sorpresa, y manda que los atrapen, con el pretexto
de ver si no son espías. Los interroga y se da cuenta de que en efecto son ellos, que habían venido y habían dejado al más
pequeño, Benjamín, con su padre. Ellos le dicen quiénes son, y que habían perdido a su hermano José, y que tenían a su hermano
menor con su padre. José pide, como prueba, que dejen como rehén a alguno de ellos y los demás vayan por Benjamín. Fueron y
lo trajeron. Entonces José les reveló quién era, y ellos se aterrorizaron, pensando que se vengaría de lo que le hicieron; pero él los
perdonó y los abrazó. Pidió que además trajeran a su padre, y de esa forma todos se reunieron otra vez.
José es figura de Cristo, que fue dañado siendo inocente, y lo único que da es perdón. Ha sido vida para los que procuraron
su muerte; ha sido la salvación para los que padecían necesidad. De ser víctima se transforma en salvador; o precisamente por ser
víctima se convierte en salvador. Esto es algo que obviamente está suponiendo Sor Juana; su pieza teatral implica este
simbolismo.
Pero también José es el hombre de los sueños. Soñador y descifrador de sueños. Emisor y receptor adecuado de
ensoñaciones. Advertido conocedor de presentimientos y presagios que surgían de lo profundo del ser humano, sus miedos y
temores; su temblorosa captación de lo que no alcanza a ver la vigilia racional; su atesorada luminosidad a veces surgida de lo
oscuro del inconsciente, revelando alegrías y angustias.
Apenas al comenzar el auto sacramental de Sor Juana, después de que José es vendido por sus hermanos a los ismaelitas, la
Conjetura, haciendo gala de conocimiento de la lógica y la argumentación, dice al Lucero, que quiere ponderar la gravedad de ese
crimen:
Eso dirá mejor tu Conjetura,
pues hija tuya soy y de tu Ciencia,
y después sacarás la consecuencia.

(vs. 44-46)
Y el propio Lucero sigue diciendo:
primicias le dará a la Conjetura,
para que de uno y otro antecedente
saque, si no evidente,
—121→
probable conclusión, por ver si acierto
en el daño, que ya imagino cierto.

(vs. 96-100)

Por su parte, la Ciencia asegura:


Y pues tiene retórica licencia
de fabricar, la Ciencia,
sus entes de razón, y hacer posible
representarle objeto lo invisible,
vuelve los ojos hacia el Paraíso
y verás cómo al barro quebradizo,
en su culpa infelice,
dice... Pero ya el mismo Dios lo dice

(vs. 113-120)

Es cuando Sor Juana aprovecha para presentar un cuadro en el que aparecen la voz de Dios, Adán y Eva. Se relata el pecado
original, a lo cual el Lucero comenta:
Y añade a ese discurso, que no alcanzas
el de poner al pie las asechanzas,
o el carcañal, en que tu luz me avisa
de cuán distintas cosas simboliza:
pues la Filosofía, allá en su ciencia,
por símbolo lo da de la inocencia;
y por de libertad, el más temido
jeroglífico ha sido
en Egipto; y también, de la victoria,
es en otras naciones. ¡Oh memoria!

(vs. 202-211)

Vemos aquí un testimonio palpable del aprecio que tenía Sor Juana por el hermetismo, que se hacía provenir de Egipto, y
después de mencionar la filosofía se habla de los misteriosos jeroglíficos egipcios, que tienen simbolismo inagotable. Sigue el
Lucero mostrando su saber lógico cuando dice:
... Pero no lo entiendo,
ni discurrirlo por ahora quiero,
hasta ver las premisas por entero;
y pues estas figuras, que he mostrado,
son del tiempo pasado,
porque saques mejor las ilaciones
de las que ya sospechas conclusiones,
queden estos notables, ya pasados,
para cuando nos sirvan, asentados.

(vs. 287-295)

—122→
En verdad, no conviene discurrir precipitadamente sobre una cosa, sin antes ver con detenimiento las premisas, como se nos
aconseja aquí; y mientras, para sacar mejores conclusiones, con válidas ilaciones o inferencias, se dejan asentados los notables
o notabilia, como les decían los escolásticos, esto es, las cosas que tenían que hacer notar para que procediera mejor la discusión
(praenotamina, praenotanda). Cuando el faraón menciona los misteriosos sueños que ha tenido, y que está triste y asustado
porque ninguno de sus sabios los ha podido descifrar, al hablar de que desea el conocimiento cabal de los mismos, usa términos
de la gnoseología escolástica:
Pero de cualquiera modo
que la desgracia conciba,
bien como contingente,
bien ya como precisa,
faltan a la provisión
los medios, pues la noticia
falta también de la especie
en que vendrá la desdicha;
y mal puede, quien la ignora,
hacer, por más que se aflija,
diligencias de estorbarla
ni paciencia de sufrirla.

(vs. 558-569)

La desgracia que teme le anuncien los sueños puede ser conocida como contingente, en cuyo caso puede estorbarse, o como
precisa, en cuyo caso nada aprovecha hacer. Pero los medios del conocimiento son insuficientes: la noticia, que es lo sabido en el
conocimiento, y la especie, que es el medio en el cual y por el cual es conocido aquello, y ese medio mental o intencional
coincide con lo que se llama también el concepto. Sor Juana aprovecha este ambiente egipcio para juntar los jeroglíficos con los
magos, que también se decía provenían de ese país, todo ornamentado con tintes herméticos, ya que Hermes mismo, el origen de
196
la magia, había surgido de entre sus pirámides . Cuando José descifra los sueños del faraón, el Lucero pregunta si eso pudo
hacerse por medios naturales, a lo que la Inteligencia le responde:
No, porque a tener premisas,
ya en los aspectos celestes,
ya en los vientos que dominan,
o ya en los temperamentos
—123→
que diferencian los climas,
o en otras ocultas causas,
que aunque nunca comprendidas
son de los hombres, lo es el
efecto que pronostican
[...]
y si hubieran, como he dicho,
precedido estas premisas,
se pudieran alcanzar,
o ya por ciencia adquirida
o por razón natural
o Astrológica pericia,
siendo humana conjetura,
no Revelación Divina,
y entonces yo, mejor que él,
lo alcanzara, y la noticia
les diera a los Agoreros.

(vs. 732-769)

Es decir, si no fuera un conocimiento revelado el que tuvo José cuando descifró los sueños, sino un conocimiento
naturalmente adquirido, la Inteligencia hubiera podido darlo de manera mejor y más clara a los agoreros del faraón, que eran
sabios y entendidos en esas cosas ocultas. Para evitar cualquier mal entendimiento, Sor Juana hace bajar a la Profecía y
proclamar:
Ved que del Solio excelso, donde habita
Majestad Infinita,
al mundo Dios me envía,
pues Su Espíritu soy de Profecía,
a asistir a Josef, en quien procura
un bosquejo formar, una figura
del que será en el siglo venidero
Redentor verdadero...

(vs. 867-874)

De esta forma se aclara que José prefigura a Cristo, quien también será salvación para las gentes, pero esta vez para todas. La
Conjetura se refiere al objeto de conocimiento y a la substancia, y a las locuciones humanas. Y recurriendo a una estrategia
teatral -el teatro dentro del teatro-, Sor Juana efectúa un salto de discurso, elabora un metadiscurso teatral, como lo ha hecho
en Los empeños de una casa. Explicando al público, hace decir a la Conjetura:
—124→
Buscando (vuelvo a decir)
al Lucero vengo, para
darle una nueva feliz,
entre tantas desgraciadas.
Pero él con la Inteligencia
viene: que como ella es sabia,
siempre en orden me precede
de operación, pues las causas
y efectos ella primero
discurre, y las circunstancias;
y luego entro yo, infiriendo,
conforme a lo que me alcanza
a proponer. Ya sin duda
le habrá dicho lo que pasa;
mas ahora entraré yo,
pues a inferir hago falta.

(vs. 1025-1040)

Una función muy importante cumple aquí este personaje de la Conjetura, tanto porque José ha tenido que descifrar sueños,
adivinar y profetizar, como porque en él se conjetura a Jesús, el Mesías. Sor Juana le hace establecer un orden muy conforme con
el del conocimiento y el del ser: la inteligencia conoce primero las causas, los efectos, las circunstancias, y luego la razón lanza
sus conjeturas, para inferir los resultados que habrán de probarse por contraste con lo que ocurra en realidad. Haciendo esa
ostentación de conocimiento de la lógica y la teoría de la argumentación de la escolástica, Sor Juana pone en boca de la misma
Conjetura -en discusión con la Inteligencia- estas palabras:
Tu proposición es que
o José miente, o se engaña,
pues o ignora, o sabe que
son sus Hermanos. Si alcanza
que lo son, con fingimiento
como a enemigos los trata,
diciendo que son Espías,
y afirma cosa tan falsa
por tres veces. Y si ignora
que los son, es cosa clara
que padece engaño, pues
que lo son. En que, por ambas
partes arguyendo, infiero
o su culpa o su ignorancia:
—125→
pues si ignora, no es Profeta;
y no es Justo, si lo alcanza.

(vs. 1055-1070)

Sor Juana pone aquí un célebre dilema, o, como los llamaba su patrono San Jerónimo -al menos así se lo adjudica la
tradición- un cornuto, esto es, un silogismo con dos cuernos. Ante él repone la Inteligencia:
Fuerte es tu argumento, porque
es un dilema, que abraza
negación y afirmación;
mas mi ciencia no se sacia
ni se quieta mi inquietud
sin ver cuál es la culpada
de las dos.

(vs. 1071-1077)

Efectivamente, se trata de un dilema en forma, bien puesto, y cuyos cuernos no pueden romperse para escapar, ya que se han
planteado bien y completamente las alternativas, resultando en cada una de las dos algo que el contrario no desea conceder ni que
le resulte como consecuencia. Y ya que José salva con el trigo de Egipto la vida de su familia y su pueblo, se encuentra también
en él un antecedente de la Eucaristía. Así, dice el Lucero, cuando los doce hermanos de José están a la mesa con él, en clara
alusión a la última cena de Jesús con sus apóstoles:
¿Qué enigmas, Cielos, son éstos?
¿Qué otra Mesa? ¿Qué otros Doce
han de ser éstos? ¿Ni cómo,
si que es Convite propone
que hará la Sabiduría,
sin mentar otros más nobles,
manjar sólo nombra el Pan?

(vs. 1183-1189)

Y da una explicación metafísica u ontológica de la Eucaristía, mediante la noción de transubstanciación, que involucra las de
substancia y accidentes, y otras del hilemorfismo aristotélico-escolástico. A pesar de que se veían las cualidades y demás
accidentes de pan y de vino, éstos eran sólo aparentes, pues la substancia había ya cambiado y era la del cuerpo y la sangre de
Cristo. Sigue diciendo el Lucero:
—126→
Y no que, antes, dice que
el Pan (¡oh, qué confusiones!)
ha de dejar de ser Pan.
Y si acaso se interpone
la corrupción, para que
otra nueva forma tome,
repudiada la primera,
ya después que se transforme,
no quedará Pan. Pues ¿cómo
que un Pan de Vida propone?
Dejar de ser Pan, el Pan,
fácil es, si se corrompe
y admite otra forma: que es
conforme al natural orden
que tiene Naturaleza
en todas sus sucesiones.
¿Pero ser Pan, y no Pan?
¿Quién estas contradicciones
podrá concertarme?...

(vs. 1203-1221)

Un poco más adelante sigue Sor Juana adjudicando a la Conjetura las premisas con las que tendrá que formarse un juicio, a
197
través de un silogismo o inferencia . Dice el Lucero:
¡Qué Conjetura, si tiene
sólo el ser que tú le das,
y ahora tan vanamente
discurres, que no la dejas
que a conjeturar acierte,
y donde la Conjetura
las premisas convenientes
no halla para formar juicio,
al punto se desvanece!

(vs. 1368-1316)

Ahora que ha hablado de la Inteligencia y de la Ciencia, y con base en ellas, Sor Juana sabe contraponer la intelección y el
raciocinio. La primera es inmediata, instantánea y reposada, corresponde a la inteligencia o intelecto, que tiene como propia la
simple aprehensión; el segundo es mediato, discursivo y cansado, corresponde a la ciencia, que es discursiva. La Inteligencia
asevera:
—127→
Vamos, Lucero, a asistirle;
que quizá sólo con verle
obrará la aprehensión simple,
ya que la ciencia no acierte.

(vs. 1397-1400)

Al final del auto, Jacob besa el cetro de su hijo, ahora príncipe de los egipcios, un cetro que, para hacer la doble alusión al
pan que los salvó y al pan eucarístico, Sor Juana hace adornar con una torta de pan en la punta. Jacob pronuncia algunos versos
del cántico litúrgicoRorate coeli desuper y, como en un adviento, se dirige a Cristo, del que dice:
a Quien yo adoro, y a Quien
(en el Espíritu) miro
en tu Vara figurado,
no sólo en mi Carne unido
con Hipostática Unión,
mas en el velo escondido
de esa insignia que, en tu Cetro,
de tu providencia indicio
ha sido. Pues, como siempre
por costumbre se ha tenido,
en Egipto y otras partes,
que de la hazaña en que ha sido
el Héroe más señalado,
jeroglífico esculpido
traiga, en que a todos declare
las hazañas que antes hizo;
y como la tuya fue
haber socorrido a Egipto
con el Trigo, te pusieron
la empresa también en Trigo
en el fastigio del Cetro,
que adoro por sacro Tipo
del más alto Sacramento
que los venideros siglos
adorarán, y por quien
el Vaso dirá Elegido,
de mí hablando, que «muriendo
en la fe, adoré el fastigio
de tu Vara», adonde veo
tanto Misterio escondido.

(vs. 1549-1578)

—128→
Después de esta revelación, la Inteligencia queda vencida; por eso el personaje que en el auto la representa exclama:
Ya yo vencida
respecto de lo que he visto,
siendo el Abismo mi cárcel,
juzgo mi centro el Abismo.
Para mí no habrá descanso;
pues siempre me martirizo,
si con lo que miro, aquí,
allá con lo que imagino

(vs. 1588-1595)

No deja de verse un cierto matiz de ese escepticismo con respecto a la inteligencia que Sor Juana pone en varios de sus
versos. Por último, en palabras de Profecía, la monja jerónima luce su erudición y registra a un misterioso rabino:
(Pero por si algún curioso
quiere averiguar prolijo
la erudición, en lo que
del Cetro dejamos dicho,
sobre el Génesis, Rabí
Moisés nos lo dejó escrito,
citando el lugar de Pablo
sobre «adorar el fastigio»)...

(vs. 1622-1629)

Eso nos da muestra de la erudición no común que poseía Sor Juana en filosofía, teología y hasta en la exégesis bíblica. Hacía
en sus poemas interpretaciones muy sencillas pero muy adecuadas de los textos de la Sagrada Escritura, llenas de unción
espiritual y muy racionalmente elaboradas. Por lo demás, la presencia, en este auto, de la filosofía escolástica y la filosofía
hermética nos muestran en pleno el barroquismo de Sor Juana. De alguna manera el Barroco trata de conjuntar el aristotelismo y
el platonismo (o neoplatonismo, porque ya es un híbrido muy especial). El aristotelismo había triunfado en la Edad Media, y el
platonismo vuelve por sus fueros en el Renacimiento, muy mezclado con otras cosas, sobre todo con hermetismo. Tal vez éste
sirvió de cauce para que volviera dicho platonismo. En el Barroco se conjuntan y como que tratan de convivir ambas corrientes,
tal como apreciamos en este auto sacramental de Sor Juana. Se manifiestan varios temas aristotélicos o escolásticos, pero
también, de alguna manera —129→ aprovechando el ambiente egipcio, se nos muestran rasgos del hermetismo, que era de
fondo platónico o neoplatónico, aureolado con la pretendida procedencia de Hermes Trismegisto, deidad del antiguo Egipto.
Tales son la dialéctica y pugna de corrientes de pensamiento que se dan en el Barroco. No entraremos aquí a precisar qué tanto de
armoniosa convivencia se dio en el encuentro de estas corrientes, si una de ellas predominaba sobre la otra, o si se fusionaron de
manera perfecta, ni si lo hicieron con demasiado eclecticismo, de modo que fuera más bien un irenismo o un sincretismo mal
estructurado. Lo cierto es que el propio pensamiento de la contrarreforma, el jesuítico, barroco por excelencia, tuvo este
sincretismo de manera muy fuerte, y eso marcaba lo que era propio del modo de pensar del Barroco.

Balance

Por todo lo anterior, vemos que, en efecto, Sor Juana Inés de la Cruz tuvo un conocimiento nada despreciable de la filosofía
y la teología escolásticas. También hemos visto que al llevar a sus conocimientos a una expresión poética les da una mayor fuerza
connotativa. Adquieren un gran poder de evocación imaginativa que los hace llegar a un público muy amplio por la energía
dramática con que son transmitidos, vehiculados. De Sor Juana reciben una presencia semántica y, sobre todo, pragmática que los
vuelve más vívidos.
Con eso, nos hace ver muy a las claras esa actitud del Barroco de conjuntar lo conceptual con lo imaginativo y lo simbólico,
como si lo simbólico, lejos de distraer de lo conceptual, o de disminuir su contenido, lo ayudara a una mejor recepción por parte
del destinatario, sobre todo tratándose del pueblo. Tal parece que ese pensamiento barroco, a veces culterano, a veces conceptista
-pero sobre todo el primero, a semejanza de don Luis de Góngora-, se complace en el revestimiento «carnal» de las ideas, es
decir, literario, en su expresión estética, en su encarnación en formas bellas. De esta suerte se quería dotar con una fuerza mayor a
la recepción de las ideas, a diferencia de lo que realizó la modernidad, que poco hizo intervenir a la poética -y aun a la retórica, si
exceptuamos a Pascal- en sus reflexiones. Con ello tenemos en Sor Juana un representante de este simbolismo conceptual en el
que se fusionaban poesía y conocimiento. Singular escolástica barroca la de la escritora novohispana, que en sus autos
sacramentales e —130→ históricos da cátedra de filosofía y teología en la que los conocimientos se adornan con la belleza de
su poesía.
El saber teológico y el filosófico de Sor Juana, por cuanto podemos ver en sus autos sacramentales, son muy notables. El
tema sacramental en las tres piezas es en el fondo el de la Eucaristía, pues en El divino Narciso se alude a que Cristo se quedó
con el hombre bajo las apariencias de pan para hacerle compañía; en El mártir del Sacramento se hace referencia a San
Hermenegildo, que, al comprender el misterio de amor que se encierra en el pan consagrado, entregó su vida por Cristo; y en El
cetro de José, los hermanos de este personaje son salvados con el trigo -es decir, con el pan- que éste les consigue en Egipto,
donde había sido esclavizado por culpa de ellos, antes de llegar a ministro del faraón. Pero estas presentaciones del tema
sacramental van acompañadas de una cristología muy consistente, según se aprecia en su tratamiento de la unión hipostática, en
la primera de esas obras; en su ataque de la herejía arriana, como se ve en la segunda; y en su exposición de la misión redentora
de Cristo, tal como se contempla prefigurado en José, de acuerdo con lo que transmite la tercera.
Tanto la cristología como la teología sacramental -en el punto de la Eucaristía- llevan como acompañamiento muchas
nociones de metafísica muy complicadas y arduas, sin las cuales no puede entenderse la unión hipostática en Jesucristo ni la
transubstanciación en el pan y en el vino. Sin llegar a exponerlas de manera directa, lo cual no se podría hacer en esas obras
teatrales, Sor Juana deja entrever su competencia nada usual en esas materias. Claro que estamos haciendo una aplicación o
extensión, ya que Sor Juana no era un clérigo, ni mucho menos un teólogo, que por oficio tenía la obligación de entender lo mejor
posible esas cuestiones. Más bien, en el recogimiento de su celda, en soledad y sin maestro, aprendió como pudo ciertos temas
difíciles y que requieren de alguien que los explique. No en balde se queja de que no tuvo a la mano un maestro que la llevara
como de la mano por esos caminos tan ásperos. Con todo, a pesar de esa doblada dificultad, Sor Juana llegó a ser no sólo una
monja bien preparada y culta, como ya había habido en otros tiempos, por ejemplo aquella pléyade de monjas germanas o
nórdicas (Hedwigis o Eduviges, la abadesa Gerberga, Hrosvita de Gandersheim, y otras), sino que alcanzó una erudición notable
de esos temas. Estuvo a la altura de esas grandes mujeres que tuvieron —131→ igualmente que estudiar por su cuenta y que,
sin embargo, adelantaron mucho en ese camino del saber teológico.
Por lo que hace concretamente a la dimensión filosófica, si bien no era Sor Juana filósofa de oficio ni profesora de filosofía,
supo adquirir un apreciable conjunto de conocimientos pertenecientes a dicha disciplina, y, sobre todo, plasmarlos en esa
enseñanza al público que se daba a través de las obras teatrales. Y, al igual que en la teología, tuvo que hacerse maestra del
pueblo, con una enseñanza indirecta, la que le permitían sus autos sacramentales, para hacer llegar a las gentes las ideas que
sembraba entre sus versos.
Todo ello fructificó, y así vemos a Sor Juana convertida en una transmisora de la cultura, por medio de su dramaturgia, como
habían hecho ya tantos célebres escritores, de la talla de Calderón, Alarcón y Lope, y de muchos otros. La relación de Sor Juana
con la filosofía y la teología fue de un profundo estudio y de una gran difusión entre el pueblo, pero no como tratadista, dominio
que pertenecía sobre todo a los profesores de la universidad o de los numerosos colegios que tenían las órdenes religiosas. No
fue, pues, una filósofa o teóloga en el sentido estricto de estos vocablos, pero lo fue en otro sentido no menos digno e
indispensable: el de la enseñanza masiva, el de la difusión. Así como grandes filósofos -desde Parménides, pasando por Séneca, y
hasta llegar recientemente a Russell o a Sartre- no desdeñaron ofrecerse a los grandes públicos mediante el teatro, la novela o la
poesía, de la misma manera lo hizo Sor Juana. No escribió sesudos tratados de invención o de polémica, sino que se dio a la
difícil labor de divulgar generosamente lo que con tanto esfuerzo había aprendido, y empleó como medio de difusión lo que tenía
a su alcance: el teatro. En este arte colaboró con la gracia y facilidad que ella misma ingenua y candorosamente confiesa que
tenía para casi hablar en verso. Pero sobre todo se alcanza a ver algo mucho más hondo y radical; que es la profundidad del
espíritu de Sor Juana, su genio para captar los principios filosóficos y para penetrar los misterios teológicos, sin el cual no
hubiera sido posible que los transmitiera como lo hizo.
Conclusión: Sor Juana y el saber filosófico

Caudal de conocimientos

Sor Juana es conocida como erudita en muchas cosas, había asimilado muchos elementos de la cultura de su época:
literatura, música, teología, etc. Pero es poco conocida su relación con la filosofía, sobre todo con la filosofía escolástica. En
efecto, tres influencias principales de corrientes filosóficas se han detectado en Sor Juana: la de la filosofía hermética, la de la
filosofía moderna y la de la filosofía escolástica. La de la filosofía hermética la recibió a través de Atanasio Kircher; la de la
moderna, a través de Descartes, y la de la escolástica a través de Santo Tomás. El conocimiento de las obras de Kircher le vino
por el obispo de Puebla, el que adoptó el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz, Manuel Fernández de Santa Cruz, quien era amigo
de Alejandro Favián, corresponsal del jesuita austríaco y que poseía varios de sus libros y los hacía circular entre algunos
novohispanos connotados. También quizá por Sigüenza y Góngora, que cita a Kircher y a Schott en su Libra astronómica y
filosófica. El conocimiento de Descartes no se sabe bien a bien si fue directo o a través de expositores; en todo caso pudo ser por
libros que le habría prestado su buen amigo don Carlos de Sigüenza y Góngora, catedrático de astronomía en la universidad, y
que cita a Descartes, Gassendi y otros en sus obras astronómicas, como la mencionada Libra. Pero también conoce Sor Juana el
tomismo; era uno de los ingredientes de la cultura de la época, se aprendía tanto en la universidad como en varios de los colegios
de los conventos, y había una bibliografía muy abundante, parte de la cual habría llegado a esa ávida lectora y estudiosa que era
sor Juana. (De hecho, en uno de sus retratos, el pintado por Cabrera, aparece en su librero el nombre de Santo Tomás).
En cuanto a la filosofía hermética, Sor Juana cita varias veces a Kircher (en ese mismo cuadro de Cabrera aparece el nombre
del sabio jesuita), y muchas de las ideas propias de esa corriente están dispersas por su obra. El verbo «kirkerizar» aparece en
la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz y en algunos versos. Además, del legado renacentista, conoce y se opone a Maquiavelo, en
su idea de la «razón de estado», vulgarizada por Guicciardini, y que aparece en un par de versos. (Por ejemplo, en la II.ª loa al
cumpleaños del rey Carlos II, en Obras completas, ed. de A. Méndez Plancarte, México, Porrúa, 1972, p. 511b). También se ve la
idea de microcosmos, que, aun cuando atraviesa toda la historia, desde los griegos a la modernidad, pasando por los medievales,
se hizo muy —136→ presente en los renacentistas. (Sor Juana se refiere a ella en el Primero sueño).
Mucho se ha escrito sobre la recepción que hizo Sor Juana de la filosofía moderna; tal vez se le ha adjudicado más de lo que
se podría documentar. Ciertamente en el Primero sueño menciona ideas modernas, como los átomos, que, aun cuando venían de
los griegos, habían sido revitalizados por Gassendi; pero sobre todo porque se ha llegado a ver en ella cierta actitud crítica y hasta
escéptica, como la de la filosofía cartesiana. En fin, se ha creído encontrar en ella la presencia de Descartes, Gassendi y otros
modernos.
Lo que ha sido poco estudiado es la presencia de la filosofía escolástica, la cual es innegable y puede documentarse con
numerosísimos textos de la monja jerónima. Menciona (con un rango igual al de San Agustín) a Santo Tomás y también se
advierte la presencia de otros escolásticos. Pero sobre todo se ve la del Aquinate. No que deseemos ver en Sor Juana una
profesora de filosofía en la universidad o en las escuelas, que no lo era; tampoco pretendemos ver en ella una filósofa de
profesión, aunque tenía los vuelos necesarios para ello; lo que vemos en ella es una plasmación de la filosofía en su poesía, y con
pasable erudición. Era tanta su sed de conocimientos, que no se escaparon de su ámbito la filosofía ni la teología. Y era de
esperar, pues ellas constituían lo más elevado del saber humano. Da muestras de haber hecho un buen estudio y asimilación de
las mismas. Si se toma en cuenta que fue autodidacta, puede decirse que las asumió y asimiló para su cosmovisión, dentro de ese
caudal de conocimientos, manifestado en sus poemas, que resulta cada vez más desconcertante. Ni profesora de filosofía (aunque
sepamos de unas Súmulas de lógica que escribió, pero que no se conservan), ni filósofa por dedicación expresa, con todo Sor
Juana integra esos conceptos filosóficos en su poesía, y nos da en varias ocasiones versos llenos de alto contenido filosófico.

Las disciplinas filosóficas

Se puede apreciar un cierto conocimiento de las diferentes materias de la filosofía por parte de Sor Juana. Menciona a Platón
y a Aristóteles, así como a otros personajes de la historia de la filosofía, mostrando así que no le era desconocida. También, como
hemos dicho, conoce a varios de los filósofos de su tiempo, especialmente a Kircher, de cuyo hermetismo filosófico se había
empapado. Lo mismo se ven trazas de algunos filósofos modernos, como Descartes y Gassendi.
—137→
Por lo que hace a la lógica, se dice que había escrito las mencionadas súmulas o compendios de esta materia, las cuales se
han perdido, y nos habrían revelado mucho sobre su saber, de haberse conservado. Eso nos habla del conocimiento que tenía de
la lógica, la cual, aunque era materia introductoria, era difícil además de árida, no imaginable en la pluma de una poetisa. Se la ve
hablar de las tres operaciones de la inteligencia: conceptualización, juicio y raciocinio. En cuanto a los conceptos, habla de su
intensión y su extensión, diferenciándolas nítidamente. Maneja los predicables: género, especie, diferencia, propiedad y
accidente. Se refiere a los diez predicamentos o categorías. Conoce los silogismos, alude a algunos de sus modos, inclusive con
sus nombres mnemotécnicos (Barbara, Celarent, Darii...). Menciona algunos puntos de lógica modal (el modo posible, por
ejemplo). Usa algunos términos propios de la argumentación o disputa escolástica, como «conceder», «negar», « poner en
contra», «pasar», etc. Y habla de premisas, inferencias, y de poner argumentos en forma. Señala también los sofismas («sofísticas
redes»). Y, en cuanto a la retórica como teoría de la argumentación, maneja muchos conceptos de esa disciplina y elogia en varias
partes su poderío persuasivo. En cuanto a la filosofía de la ciencia, sostiene que la ciencia es hija del discurso o raciocinio, apunta
a la teoría de la subalternación de los saberes, cuando expresa que la música está subalternada a la aritmética, y por ser una de sus
diferencias, esto es, uniendo lo discreto con lo sonoro. Por lo que hace a la filosofía del lenguaje, que se asociaba a la lógica,
habla de la denominación de una cosa a partir de otra, y los cambios que hay en ello, sin que las mutaciones de los vocablos
inmuten la esencia o substancia de las cosas. Menciona la convertibilidad de las proposiciones y la ilación; y hasta hace algunos
silogismos y otras inferencias en sus versos.
También de retórica, que se veía como aledaña a la filosofía -junto con la gramática y la lógica-, hace una muestra de
conocimientos. Menciona a dos de los más grandes retores, uno griego y otro romano: Demóstenes y Cicerón. Define la retórica
como el arte de hablar bien, su objeto es la cuestión de la que hay que persuadir. Enumera las partes de la pieza oratoria, que son
exordio, narración, confirmación y epílogo. Habla de los principales tipos de retórica: el epidíctico, el judicial y el deliberativo.
Sus instrumentos son la cuestión, la proposición y el silogismo, a los cuales se añade la complexión, como encargada del ornato.
Inclusive recita algunos de los recursos para el ornato, como son los tropos y las figuras. De entre los primeros alude a la
sinécdoque, la antonomasia, la metáfora, el énfasis y el enigma.
—138→
Tocante a la teoría del conocimiento, Sor Juana habla del origen sensorial del conocer en la experiencia, de lo cual se eleva
hasta la ciencia más sutil. Inclusive la experiencia ajena puede servir para hacer ciencia. Menciona la antecedencia del entender
sobre el discurrir. El entendimiento sirve para obtener principios o premisas, el raciocinio para extraer conclusiones o probar
tesis. El entender es perspicaz, y el discurrir es sutil. Pero el primero es más perfecto que el segundo, ya que el primero es
intuitivo, propio de Dios y los ángeles, mientras que el segundo es fatigoso y arduo, el que de manera peculiar y característica
pertenece al ser humano. Por eso el raciocinio es el más propio de la ciencia, en tanto que la intuición es más propia de la
sabiduría. Alude al conocimiento de las causas por los efectos (i. e. a posteriori). Explica que las potencias o facultades tienen
objetos a los que se dirigen y por los que son actualizadas. Toma en cuenta los simulacros o especies de las cosas que se forman
en los sentidos, así como en el intelecto. Son los objetos visibles e inteligibles, a los que a veces llama «ideas». Hace alusión a la
fantasía o imaginación y a la estimativa, que son de los sentidos internos. Habla del conocimiento de los relativos, en el que al
conocer a uno se conoce al otro por estar implicado. Dice que la sabiduría infusa por Dios es superior a la adquirida mediante el
estudio. También habla del conocimiento que Dios tiene de las cosas, con un acto puro e infinito, con el cual ve todo lo pasado y
lo futuro como presente.
En lo concerniente a la filosofía natural o cosmología, se la ve en varias partes aludir al hilemorfismo, o la teoría de la
composición de los entes corpóreos de materia y forma. Menciona asimismo la privación, que es el otro principio fundamental
junto con esos dos. Alude a que la materia es menos perfecta que la forma. Pero la materia y la forma constituyen la esencia o
naturaleza, por ello se refiere a la Naturaleza como la causa segunda de todas las cosas, siendo Dios la causa primera, a la cual
ayuda y sirve. Mas, ya que habla de las naturalezas o esencias, también considera las cuatro esencias básicas o elementos (agua,
aire, fuego, tierra). Y no las menciona a sólo ellas, sino además a la famosa quinta esencia, que es la de los cuerpos celestes. Así,
la esencia es la naturaleza, y la naturaleza es la causa segunda, supeditada a la primera, que es Dios. De los elementos, alude a sus
cualidades opuestas, y a cómo éstas entran en equilibrio cuando forman parte de los cuerpos. Habla de las alteraciones de las
cualidades de esos cuerpos, realizadas por los cambios de equilibrio de los elementos. Dice que el agua es húmeda y fría, y se
opone diametralmente al fuego, que es cálido y seco. La tierra es fría y seca, con lo cual sólo queda que el aire sea húmedo y
caliente. Trata de la generación y la corrupción, del cambio substancial y del —139→ accidental. En un texto hace mención de
la bilocación, que es ocupar dos lugares, como problema que se discutía en las escuelas, hecha de manera milagrosa. También
habla del compuesto substancial o supuesto, que es el ente individual y concreto. Lo mismo de la acción, en especial la
inmanente. Se refiere al centro natural de las cosas, que era donde se creía que tenían su lugar propio y al cual tendían. Anota el
movimiento del cielo y el influjo de los astros sobre los seres sublunares. Por otro lado, los orbes del cielo, al moverse, ejecutan
una armonía. Por eso ve que la matemática contiene como una de sus partes a la música, subalternada a la aritmética, en cuanto
ésta le brindaba algunos principios y elementos para sus explicaciones. Pero es que entiende la música, como lo hacían los
pitagóricos y pasó a la cristiandad a través de Boecio, como la armonía de las esferas, escrita por Dios en números, y que había
que desentrañar. Habla de la virtud generativa atribuida al sol, que hacía brotar y crecer a las plantas. Ellas tienen alma
vegetativa. Hace alusión a la luz. (Llega a mencionar la búsqueda de la cuadratura del círculo, que algunos -como Kircher-
llevaban a cabo). Maneja la idea que también pertenece a la lógica de intensión, sólo que aquí aplicada a los cuerpos. La
intensión de los cuerpos es el crecimiento en alguna propiedad accidental que tienen, e inclusive se discutía si podía haber un
crecimiento o intensificación de la misma forma substancial.
La metafísica también tiene presentes aspectos suyos en los textos de Sor Juana. Se habla de las causas, y se añade que al
cesar la causa cesa el efecto. La conexión entre el efecto y la causa, y también del efecto de una cosa con la esencia de la misma.
Menciona todo el esquema causal completo de Aristóteles (guardado por los escolásticos), con las cuatro causas: final, eficiente,
formal y material. Se distingue entre esencia y accidentes, entre substancia y accidentes, y entre esencia y existencia. Sabe que la
esencia es lo más constitutivo del ente, de manera que, si se negara ésta, se ha de negar también aquél. Se habla de la acción y la
pasión, principalmente de la acción inmanente. Distingue la potencia del acto. También se refiere a los universales, diciendo que
las especies subsisten aunque los individuos mueran. Menciona que los individuos se dan por parte de la materia y los universales
por parte de la forma. Hace mención de la ontología de las relaciones, esa categoría que es la más débil de todas, pero que une a
los entes con sus cadenas, de tal manera que al conocer uno de los relativos se conoce al otro, dado que se implican mutuamente.
Conoce la participación de todas las creaturas del Ser de Dios.
En la antropología filosófica, Sor Juana habla de las tres potencias o facultades anímicas del hombre: memoria,
entendimiento y voluntad. —140→ Insiste en la libertad, ni siquiera violentada por Dios, ni tampoco por los astros, a pesar de
que se admitía cierta influencia suya en las acciones humanas. También, por supuesto, habla del amor, sobre todo del que se tiene
conforme al bien. Y pondera el apetito de amor que tiene todo ser humano. Trata de los hábitos y las virtudes. La costumbre
engendra el hábito, que puede ser bueno (virtud) o malo (vicio). El hombre es un compuesto de materia y forma, esto es, de
cuerpo y alma. La vida es el ser para el hombre, como viviente que es. Es el acto esencial, los demás son actos accidentales. El
hombre sin vida no es hombre, sino cadáver, pues donde están divididos el cuerpo y el alma no hay ser humano, que es el
compuesto de ambos. Habrá, por una parte, un cadáver y, por otra, un alma separada. La vida más alta es la racional o intelectual.
En efecto, el alma es la parte más perfecta, y se eleva a conocer y amar las cosas inmateriales o espirituales. El alma está toda en
todas las partes del cuerpo, pues es de esencia indivisible. El hombre es un microcosmos, y, dentro de él, el entendimiento es el
compendio de todo lo existente.
Por lo que respecta a la ética, menciona a la sindéresis, que es el hábito de los primeros principios en el intelecto práctico, el
primero de los cuales es buscar el bien y evitar el mal, con lo cual se funda el orden moral. Es decir, el hombre, con su libre
albedrío puede elegir lo bueno o lo malo, y eso funda la posibilidad de lo moral. La razón y la virtud son las que deben orientar
esa vida ética y, buscando el bien, combatir los vicios. La razón del amor debe sobreponerse a la razón de estado (que es
maquiavélica). Habla de los derechos naturales y de los derechos positivos. Pero no hay que separar el conocimiento del amor,
sobre todo, respecto de Dios. Esto último constituye el mayor bien y fin del hombre. También recalca que la recta intención es lo
más constitutivo del acto moral, y la que decide la bondad o maldad del mismo.

—141→
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Notas

1
[Esta edición presenta las siguientes enmiendas y correcciones respecto a la paginación del original.
Las páginas 10-12, 23-24, 35-36, 46, 58-59, 70, 79-80, 91 y 132-134 presentan el apartado de notas bibliográficas del
original. (N. del E.)]

2
F. A., Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética, Barcelona, Ariel, 1983, p. 201. (N. del A.)

3
Cf. R. Ricard, «Reflexiones sobre El sueño de Sor Juana Inés de la Cruz», en Revista de la Universidad de México, XXX,
4, pp. 25-32, donde traza la influencia de León Hebreo y de Saavedra Fajardo; O. Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas
de la fe, México, FCE, 1983 (3.ª ed.), pp. 221 ss. (N. del A.)

4
Cf. C. Vossler, en su edición del Primer Sueño, Buenos Aires, 1953, pp. 13-14; F. de la Maza, Sor Juana Inés de la Cruz en
su tiempo, México, SEP, 1967, R. Ricard, art., cit., p. 26; O. Paz, op. cit., pp. 224 ss.; E. Trabulse, El círculo roto, México: FCE-
SEP, 1984, pp. 75-91. (N. del A.)

5
Cf. F. López Cámara. «El cartesianismo en Sor Juana y Sigüenza y Góngora», en Filosofía y Letras, n. 39 (1950), pp. 107-
131; J. Gaos, «El sueño de un sueño», en Historia Mexicana, 10 (1960), pp. 54-71; R. Moreno, «La filosofía moderna en la
Nueva España», en Varios,Estudios de historia de la filosofía en México, México, UNAM, 1980 (3.ª ed.), pp. 123-
132; L. Benítez, «Sor Juana Inés de la Cruz y la filosofía moderna», en J. Pascual Buxó y A. Herrera (eds.), La literatura
novohispana. Revisión crítica y propuestas metodológicas, México,UNAM, 1994. (N. del A.)

6
Cf. R. Xirau, Genio y figura de Sor Juana Inés de la Cruz, Buenos Aires, EUDEBA, 1970 (2.ª ed.), p. 151; J. Pascual
Buxó, Sor Juana Inés de la Cruz en el conocimiento de su «Sueño» (Discurso de ingreso a la Academia Mexicana),
México, UNAM, 1984, pp. 18-19. Ver también, de este último, «El sueño de Sor Juana. Alegoría y modelo del mundo», el
Sábado, México, 15 de agosto de 1981, también recogido en su obra Las figuraciones del sentido, México, FCE, 1982, pp. 235-
262. (N. del A.)

7
Cf. A. Méndez Plancarte (ed.), Obras completas de Sor Juana Inés de la Cruz, I: Lírica personal, México, FCE, 1976
(1.ª reimpr. de la 1.ªed. de 1951), notas al Primero sueño, vv. 267, 297-301, 490-493, 581 ss., 695-703, 830-853; O. Castro
López, Sor Juana y el «Primero Sueño», Xalapa, Universidad Veracruzana, 1982, p. 46; C. M. Montross, Virtue or Vice: Sor
Juana's Use of Thomistic Thought, Washington, University Press of America, 1981. (N. del A.)

8
Cf. M. Beuchot, «Microcosmos, filosofía y poesía en Sor Juana», en Universidad de México, n. 424, mayo 1986, pp. 29-32;
«Poesía y filosofía escolástica en sor Juana», en Literatura mexicana (UNAM), 3 (1992), pp. 269-281. Nos complace ver que ya
empieza a ser tratado este aspecto, por ejemplo en el trabajo, de A. Soriano Vallès, «La invertida escala de Jacob: filosofía y
teología en El sueño de Sor Juana Inés de la Cruz», en A. Soriano Vallès-E. F. Carbajal López, Premio Nacional de Ensayo Sor
Juana Inés de la Cruz 1995, Toluca, Edo. de México, Instituto Mexiquense de Cultura, 1996, pp. 41 ss. (N. del A.)

9
Cf. E. Valverde Téllez, Bibliografía filosófica mexicana, ed. facsimilar de la de 1913, Zamora, El Colegio de Michoacán,
1989, t. I, p. 50,núm. 256. Habla de unas «Summulas, que escritas de propia mano de la poetisa conservaba el Padre José Porras,
teólogo de la Compañía de Jesús». (N. del A.)
10
Sor Juana Inés de la Cruz, Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, en R. Salazar Mallén, Apuntes para una biografía de Sor
Juana Inés de la Cruz, México, UNAM, 1978 (2.ª ed.), p. 109. (N. del A.)

11
Ibid., p. 82. (N. del A.)

12
El que explica con más acierto la cogitativa es Octavio Castro, siguiendo a Santo Tomás, Summa
Theologiae, I, q. 78, a. 4, c., Méndez Plancarte no entra en ello. Cf. O. Castro, op. cit., p. 89. (N. del A.)

13
La misma, El sueño, v. 258. (N. del A.)

14
Ibid., vv. 469-475. (N. del A.)

15
Ibid., vv. 547-551. (N. del A.)

16
Ibid., vv. 408-411. (N. del A.)

17
Ibid., vv. 579-582. (N. del A.)

18
Ver O. Castro, op. cit., p. 82. (N. del A.)

19
Sor Juana, El sueño, vv. 583-599. (N. del A.)

20
Ibid., vv. 757 ss. Ver P. Gómez Alonso, «Ensayo sobre la filosofía en sor Juana Inés de la Cruz»,
en Filosofía y Letras, n. 60-62 (1956),pp. 59-74. (N. del A.)
os

21
Cf. I. Osorio Romero, La luz imaginaria. Epistolario de Atanasio Kircher con los novohispanos,
México, UNAM, 1993; M. Beuchot, «Kircher y algunos filósofos mexicanos en el siglo XVII»,
en Intersticios (UIC, México), n. 1 (1994), pp. 87-95. (N. del A.)

22
Cf. I. Gómez de Liaño, Athanasius Kircher. Itinerario del éxtasis o Las imágenes de un saber universal,
Madrid, Siruela, 1990, p. 41. (N. del A.)

23
Por supuesto que también la intuición y la deducción eran peculio de los escolásticos, como se ve en
Ockham; y en el hermetismo se usaba la deducción, pero en él predominaba la intuición, y en el racionalismo
cartesiano la deducción, por más que la intuición tuviera asimismo un lugar muy importante. (N. del A.)

24
Sor Juana, Romances, en la citada edición de Méndez Plancarte, Romance núm. 2, vv. 13-16, 25-28 y 41-
44. (N. del A.)

25
Sor Juana, Romances, núm. 2, vv. 69-72 y 81-84. (N. del A.)

26
Ibid., vv. 89-96, 125-128 y 133-136. (N. del A.)

27
L. Benítez, art. cit., p. 210. (N. del A.)

28
Ibid., pp. 213-214. (N. del A.)

29
Cf. R. Xirau, Genio y figura de sor Juana, Buenos Aires, EUDEBA, 1970 (2.ª ed.), pp. 85 ss. (N. del A.)

30
Dr. D. Juan de Avilés, «Soneto fúnebre a Sor Juana» (Fama y Obras póstumas del Fénix de México),
en A. Méndez Plancarte (ed.),Poetas novohispanos, segundo siglo (1621-1721), parte segunda,
México, UNAM, 1945, p. 88. (N. del A.)

1
Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas, México, Ed. Porrúa, 1972 (2.ª ed.), p. 3.ª (N. del A.)

32
Ibid., p. 11, n. 4. (N. del A.)

33
Ibid., p. 13, n. 6. (N. del A.)

34
Ibid., p. 14, n. 7. (N. del A.)

35
Ibid., p. 15, n. 8. (N. del A.)
36
Ibid., p. 27, n. 19. (N. del A.)

37
Ibid., p. 41, n. 30. (N. del A.)

38
Ibid., p. 45, n. 36. (N. del A.)

39
Ibid., p. 55, n. 42. (N. del A.)

40
Ibid., p. 60, n. 46. (N. del A.)
41
Ibid., p. 67, n. 49. (N. del A.)

42
Ibid., p. 72, n. 50. (N. del A.)

43
Ibid., p. 76-77, n. 56. (N. del A.)

44
Ibid., p. 77, n. 57. (N. del A.)

45
Ibid., p. 89, n. 68. (N. del A.)

46
Ibid., p. 98, n. 78. (N. del A.)

47
Ibid., p. 134, n. 145. (N. del A.)

48
Ibid., p. 151, n. 181. (N. del A.)

49
Ibid., p. 308, n. 345. (N. del A.)

50
Ibid., p. 501, b. (N. del A.)

51
Ibidem. (N. del A.)

52
Ibid., p. 509 ab. (N. del A.)

53
Ibid., p. 511b. (N. del A.)
54
Ibid., p. 518b. (N. del A.)

55
Ibid., p. 518b-519a. (N. del A.)

56
Ibid., p. 519b. (N. del A.)

57
Ibid., pp. 518b-519b. (N. del A.)

58
En Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas, prólogo de F. Monterde, edición de A. Méndez
Plancarte, México, Porrúa, 1972, 3, 7. La primera sigla corresponde a la numeración de poemas de Méndez
Plancarte y la otra a la paginación de esa edición. (N. del A.)

59
25, 35. (N. del A.)

60
5, 11. (N. del A.)

61
19, 27. (N. del A.)

62
326, 297. (N. del A.)

63
285, 260. (N. del A.)

64
23, 32. Ver también 300, 278. (N. del A.)

65
40, 54. (N. del A.)

66
42, 52. (N. del A.)

67
64, 55. (N. del A.)

68
183, 153. (N. del A.)

69
39, 52. Vuelve a mencionar el «natural centro» en 56, 76. (N. del A.)

70
Ibidem. (N. del A.)

71
4, 11. También en 19, 27, en 36, 45 y en 68, 89. (N. del A.)

72
3, 8. (N. del A.)

73
56, 76. (N. del A.)

74
68, 89. (N. del A.)

75
3, 8. (N. del A.)

76
75, 95. (N. del A.)

77
9, 15. (N. del A.)

78
Cf. E. Valverde Téllez, Bibliografía filosófica mexicana, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1989 (edición facsimilar de la
de 1913), t. I,p. 50. (N. del A.)

79
39, 53. (N. del A.)

80
50, 72. (N. del A.)

81
62, 81. (N. del A.)

82
62, 82. (N. del A.)

83
84, 102. (N. del A.)

84
317, 291. Ver también 277, 255; 330, 299, y una alusión a la lógica modal, donde se habla de «modo posible», en 343, 308.
(N. del A.)

85
247, 230-231. (N. del A.)
86
121, 122. (N. del A.)

87
Citamos por la edición de las Obras Completas de Sor Juana hecha por A. Méndez Plantarte, y publicada en México por la
Editorial Porrúa, 1972 (2.ª ed.), p. 22, n. 15. (N. del A.)

88
Ibid., p. 32. (N. del A.)

89
Ibid., p. 502. (N. del A.)

90
Ibid., p. 53. (N. del A.)

91
Ibid., p. 74. (N. del A.)

92
Ibid., p. 510. (N. del A.)

93
Ibid., p. 526. (N. del A.)

94
Ibid., p. 536. (N. del A.)

95
Ibid., p. 548. (N. del A.)

96
Ibid., p. 550. (N. del A.)

97
Ibid., pp. 548-549. (N. del A.)

98
Ibid., p. 553. (N. del A.)

99
Ibid., p. 556. (N. del A.)

100
Ibid., p. 560. (N. del A.)

101
Ibid., p. 585. (N. del A.)

102
Ibid., p. 593. n. 8 (N. del A.)
103
Sobre su importancia, ver J. M. Galaviz, Juana Inés de la Cruz, Madrid, Historia 16-Quorum-Programas del V Centenario,
1987. (N. del A.)

104
Citaremos por las Obras completas, de Sor Juana Inés de la Cruz, editadas en México por la Editorial Porrúa, 1972
(2.ª ed.), p. 206. (N. del A.)

105
Ibid., p. 207. (N. del A.)

106
Ibid., p. 210. (N. del A.)

107
Ibid., p. 255. (N. del A.)

108
Ibid., p. 255-256. (N. del A.)

109
Ibid., p. 256. (N. del A.)

110
Ibid., p. 278. (N. del A.)

111
Ibid., p. 259. (N. del A.)

112
R. Castellanos, «Otra vez Sor Juana», en la misma, Juicios sumarios, México, FCE, 1984, p. 22. (N. del A.)

113
Sobre esta defensa de la mujer hecha por Sor Juana a propósito de Santa Catarina, habla Mirta Aguirre Carreras, Del
encausto a la sangre. Sor Juana Inés de la Cruz, México, Secretaría de Obras Públicas, 1975, pp. 78-84. (N. del A.)

114
S. J. I. de la Cruz, op. cit., p. 298. (N. del A.)

115
Ibid., p. 299. (N. del A.)

116
Ibid., p. 322. (N. del A.)

117
Ibid., p. 324. (N. del A.)

118
Ibid., p. 325. (N. del A.)

119
Sobre estos y otros poemas en loor de San Pedro, cf. M. Olimón Nolasco, Luces de la Nueva España. Obra poética dedicada
a San Pedro de Sor Juana Inés de la Cruz, folleto publicado por la Universidad Pontificia de México, 1988. (N. del A.)

120
S. J. I. de la Cruz, op. cit., p. 354-355. (N. del A.)

121
Ibid., p. 357. En versión libre, podrían quedar así esas dos estrofas: «Ni la filosofía a Platón visitó; el cual, aunque con
abundantes palabras dé la explicación, tú abrías [i. e. exponías] más claramente la intención de la luz divina [i. e. de la
Revelación]. [...] Acuérdate de nosotros, Reina, imbuida de teosofía en el [mismo] cielo; ¡serás la Estrella Matutina, lengua,
poesía, filosofía, elocuencia y medicina!». (N. del A.)

122
Ibid., p. 364. (N. del A.)

123
Ibid., p. 366. (N. del A.)

124
Sor Juana Inés de la Cruz, Obras, ed. A. Méndez Plancarte, México, Editorial Porrúa, 1972 (2.ª ed.), p. 597a. (N. del A.)

125
Ibid., p. 600b. (N. del A.)

126
Ibid., p. 605a. (N. del A.)

127
Ibid., p. 605b. (N. del A.)

128
Cf. F. Sherwood Taylor, La alquimia y los alquimistas, Barcelona, Ed. AHR, s. f., pp. 134 ss. (N. del A.)

129
S. J. I. de la Cruz, op. cit., p. 606a. (N. del A.)

130
Ibid., p. 607a. (N. del A.)

131
Cf. Sto. Tomás, De ente et essentia, ed. I. Sestili, Taurini-Romae, Marietti, 1948, 3.ª ed., c. 1, n. 2, p. 10. (N. del A.)

132
S. J. I. de la Cruz, op. cit., p. 615ab. (N. del A.)

133
Ibid., p. 616b. (N. del A.)

134
Ibid., p. 617ab. (N. del A.)

135
Ibid., p. 619b. (N. del A.)

136
Ibid., p. 619b. (N. del A.)

137
Ibid., p. 620a. (N. del A.)

138
Ibid., p. 622a. (N. del A.)

139
Ibid., p. 622b. (N. del A.)

140
Cf. J. Festugière, La révélation d'Hermès Trismégiste, París, Les Belles Lettres, 1989 (reimpr. de la 2.ª ed.), p. 86. (N. del A.)

141
Cf. H.-Ch. Puech, «Hermes encarnado tres veces», en el mismo, En torno a la Gnosis, Madrid, Taurus, 1982, t. I, pp. 161-
163. (N. del A.)

142
Cf. A. Magnus, Metaphysicorum, lib. I, tr. 1, c. 1; en Opera Omnia, ed. A. Borgnet, Paris, L. Vivès, 1890, vol. 6, p. 2b. (N.
del A.)

143
Hermes Trismegisto, «Poimandres», en el mismo, Tres tratados, Buenos Aires, Aguilar Argentina, 1984, pp. 36-37. (N. del
A.)

144
Cf. C. de Alejandría, Stromata, I, 15; en J. P. Migne, Patrologia Graeca, vol. 8, col. 768. (N. del A.)

145
Cf. F. A. Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética, Barcelona, Ariel, 1983, pp. 201 ss. (N. del A.)

146
Cf. F. A. Yates, «Ensayos sobre el arte de Raimundo Lulio, Introducción», en la misma, Ensayos reunidos, I: Lulio y Bruno,
México,FCE, 1990, p. 19. (N. del A.)

147
Cf. F. A. Yates, «Lulio y el lulismo», en la misma, Ensayos reunidos, II: Renacimiento y Reforma: la contribución italiana,
México,FCE, 1991, p. 154. (N. del A.)

148
Cf. E. Trabulse, «El hermetismo y Sor Juana Inés de la Cruz», en el mismo, El círculo roto, México, FCE-SEP, 1984, p. 87,
nota 16. (N. del A.)

149
Cf. Ibid., p. 88, nota 17. (N. del A.)

150
Cf. Ibid., p. 90, nota 21. (N. del A.)
151
Sor J. I. de la Cruz, Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, México, Eds. Hispánicas, 1990 (4.ª ed.), p. 39. (N. del A.)

152
Sor Juana Inés de la Cruz, Romances, n. 50, en Obras completas, México, Porrúa, 1972, p. 72. (N. del A.)

153
Ibid., Sonetos, n. 193, p. 157. (N. del A.)

154
Citado por O. Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, México, FCE, 1983 (3.ª ed.), p. 325. (N. del A.)

155
Cf. E. Abreu Gómez, «Vida y obra de Sor Juana», en el mismo, Clásicos, románticos, modernos, México, Eds. Botas,
1934, p. 84: «Más todavía, Sor Juana misma cita la obra Ars Magna, de Kircherio (1671), en donde se glosan y comentan, no
sólo los principios de Descartes, sino también los de Keplero, Bacon y Copérnico». (N. del A.)

156
Cf. R. Ricard, «Reflexiones sobre El sueño de Sor Juana Inés de la Cruz», en Revista de la Universidad de México, XXX, 4,
1975. (N. del A.)

157
O. Paz, op. cit., p. 239. (N. del A.)

158
J. Pascual Buxó, Sor Juana Inés de la Cruz en el conocimiento de su Sueño, México, UNAM, 1984, pp. 44-45. (N. del A.)

159
E. Abreu Gómez, «Prólogo» a Sor Juana, Poesías, México, Eds. Botas, 1970 (2.ª ed.), p. 14. (N. del A.)

160
Reproducido en I. Gómez de Liaño, Athanasius Kircher. Itinerario del éxtasis o las imágenes de un saber universal,
Madrid, Eds. Siruela, 1990, p. 34. (N. del A.)

161
Una de sus obras se llama Arca Noe (Amsterdam, 1675) y otra Turris Babel (Amsterdam, 1679). (N. del A.)

162
Cf. H. Kurnitzky-B. Echeverría, Conversaciones sobre lo barroco, México, UNAM, 1993, pp. 32 y 80. (N. del A.)

163
Cf. I. Osorio. La luz imaginaria. Epistolario de Atanasio Kircher con los novohispanos, México, UNAM, 1993, pp. 126. (N.
del A.)

164
Utilizamos la edición de Sor Juana Inés de la Cruz, Los empeños de una casa, México, UNAM, 1940. (N. del A.)

165
Ibid., p. 15. (N. del A.)

166
Ibid., pp. 16-17. (N. del A.)
167
Ibid., pp. 18-19. (N. del A.)

168
Ibid., p. 58. (N. del A.)

169
Ibid., p. 87. (N. del A.)

170
Ibid., pp. 97-98. (N. del A.)

171
Ibid., p. 98. (N. del A.)

172
Ibid., p. 111. (N. del A.)

173
Ibid., p. 127. (N. del A.)

174
Ibid., p. 185. (N. del A.)

175
Ibid., p. 130. (N. del A.)

176
Ibid., p. 133. (N. del A.)

177
Ibid., pp. 156-157. (N. del A.)

178
Ibid., p. 186. (N. del A.)

179
Ibid., p. 192. (N. del A.)

180
Así como en el Barroco literario se habla de culteranismo y conceptismo, así se ha aplicado esta denominación a la filosofía,
de modo que la culterana abulta el discurso y la conceptista lo lleva a límites precisos. (N. del A.)

181
Respecto a esta influencia de Calderón sobre Sor Juana, cf. P. Henríquez Ureña, «Sor Juana Inés de la Cruz», en Estudios
mexicanos, México, FCE-SEP, 1984, p. 57: «Ante todo, [la obra de Sor Juana consiste en] dos comedias, y esto es importante:
una monja que escribe "comedias de capa y espada". En realidad escribió una sola, Los empeños de una casa. El título nos indica
que estamos en el reinado de Calderón, quien tiene una comedia de título parecido, Los empeños de un acaso. La otra
comedia, Amor es más laberinto, es la elaboración de un tema mitológico, aunque los personajes se vistan con capa y espada,
pero esta obra no es toda de Sor Juana, pues el segundo acto que tenemos es de otro ingenio, muy inferior a ella: el bachiller Juan
de Guevara. Tenemos además tres autos sacramentales: El divino Narciso,San Hermenegildo y El cetro de José: los autos
sacramentales, cuyo principal cultivador fue Calderón, nos recuerdan también su proximidad». (N. del A.)
182
Cf. Melchioris Cani, Opera, Matriti, E Typographia Regia (vulgo de la Gazeta), 1770, t. I, pp. 541 ss. (N. del A.)

183
«Mas, como naturalmente suceda que nada hay sublime y grande en las cosas que dexe de ser arduo y dificultoso; es
ciertamente tan difícil este sagrado oficio, si se exercita útil y rectamente, quanto tiene de digno y provechoso. Porque siendo el
principal oficio del Predicador, no solo sustentar á los buenos con el pábulo de la doctrina, sino apartar á los malos de sus
pecados y vicios; y no solo estimular á los que ya correr á sino animar á correr á los perezosos y dormidos; y finalmente no solo
conservar á los vivos con el ministerio de la doctrina en la vida de la gracia, sino también resucitar con el mismo ministerio á los
muertos en el pecado; ¿qué cosa puede haber mas árdua que este cuidado y esta empresa?» (L. De Granada, Los seis libros de la
rhetórica, Madrid, por don Plácido Barco López, 1793, p. 17). (N. del A.)

184
Son todas las consideraciones que tiene para con la Naturaleza Humana y el alto lugar de dignidad que le concede. (N. del
A.)

185
Cf. Francisco López Cámara, «El Cartesianismo en Sor Juana y en Sigüenza y Góngora», en Filosofía y Letras, 39
(1950), pp. 107-131; Rafael Moreno, «La Filosofía moderna en la Nueva España», en Estudios de historia de la filosofía en
México, México, UNAM, 1973 (2.ªed.), pp. 121-167; Bernabé Navarro, «La presencia de Descartes», en su libro Cultura
mexicana moderna en el siglo XVIII, México, UNAM, 1983 (2.ª ed.), p. 94. (N. del A.)

186
Se citará la edición de Alfonso Méndez Placarte, publicada por el Fondo de Cultura Económica, México, 1951. Se pondrá
entre paréntesis y en el texto, el número de página y la letra de la columna. (N. del A.)

187
Cf. Juan de Santo Tomás, Ars logica. Secunda Pars: Super Libros Peri hermeneias (1634), ed. B. Reiser, Taurini, Marietti,
1930, p. 693b. En castellano, J. de Sto. Tomás, De los signos y los conceptos, trad. M. Beuchot, México, UNAM, 1989, p. 117.
(N. del A.)

188
Flp. 2:5, versión de la Biblia de Jerusalén. (N. del A.)

189
Cf. J. Rojas Garcidueñas, «Esencia del barroco en poesía y música de Sor Juana Inés de la Cruz», en su obra Temas literarios
del virreinato, México: Miguel Ángel Porrúa, 1981, p. 100. (N. del A.)

190
Cf. J. de Sto. Tomás, Ars logica. Prima Pars: Summulae (1634), ed. B. Reiser, Taurini, Marietti, 1930, pp. 3-5. En
castellano, J. de Sto.Tomás, Compendios de lógica, trad. M. Beuchot, México, UNAM, 1986, pp. 9-11. (N. del A.)

191
Cf. A. Koyré, Místicos, espirituales y alquimistas del siglo XVI alemán, Madrid, Akal, 1981, pp. 69 ss.; F. A. Yates, La
filosofía oculta en la época isabelina, México, FCE, 1982, pp. 38 ss. (N. del A.)

192
Parece haber una confusión en el estudiante que contesta, pues sigue siendo el Estudiante 1, y es el que acababa de hablar.
Tal vez se trata de un error en el número, o de una errata, y es el Estudiante 2. (N. del A.)

193
Ésta es una doctrina que Sor Juana utiliza en su Primero Sueño. Es algo que considera, por ejemplo, José Pascual Buxó en
varios trabajos suyos sobre ese magno poema. (N. del A.)

194
Cf. J. Pieper, Justicia y fortaleza, Madrid, Rialp, 1968, pp. 102 ss. (N. del A.)

195
Aquí el nombre de Judas, hermano de José, es asociado al del apóstol que traicionó a Jesús. (N. del A.)

196
Cf. I. Gómez de Liaño, Athanasius Kircher. Itinerario del éxtasis, o las imágenes de un saber universal, Madrid, Siruela,
1990, pp. 41 ss.(N. del A.)

197
Cf. J. de Santo Tomás, Cuestiones de lógica (1634), trad. M. Beuchot, México, UNAM, 1987, pp. 243 ss. (N. del A.)

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