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LA SENTENCIA Y SU EJECUCION

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LA SENTENCIA Y SU EJECUCIÓN. NOCIONES PRELIMINARES. CONCEPTO DE EJECU-
CIÓN DE SENTENCIA. EL TÍTULO Y LA INSTANCIA EN LA EJECUCIÓN DE SENTENCIA.
FASES Y FORMAS DE EJECUCIÓN. SENTENCIAS EJECUTABLES. EL JUEZ DE LA EJE-
CUCIÓN Y SUS PODERES . LA DELEGACIÓN DE LA EJECUCIÓN. FASES DE LA EJECU-
CIÓN. AMPARO CONSTITUCIONAL CONTRA LA EJECUCIÓN.

LA SENTENCIA Y SU EJECUCIÓN. NOCIONES PRELIMINARES.


Sostiene Eduardo García de Enterría, aludiendo a explícita posición reiterada del
Tribunal Constitucional español con respecto al contencioso administrativo (lo cual mu-
tatis mutandi es perfectamente aplicable al concepto general de la ejecución en gene-
ral),
"que en el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva está el derecho
a obtener la ejecución de los fallos, que dicho derecho fundamental no se
satisface simplemente con un fallo declarativo" (Hacia una Nueva Justicia
Administrativa. Segunda edición ampliada. Editorial Civitas, S. A. Madrid,
1992. p. 71).
Esta tesis está expresamente recogida por la Sala Político-Administrativa de la
Corte Suprema de Justicia en sentencia de 18-5-95, Plásticos El Guárico C. A. c/ Cor-
poindustria. Ponente: Dr. Humberto J. La Roche. Exp. 5.274. Pierre: A. 95. T. 5. pp.
343-348.
En el plano de la ley, la ejecución como función propia de la jurisdicción se con-
sagra en el artículo 4° de la Ley Orgánica del Poder Judicial, en el cual se le atribuye a
los órganos jurisdiccionales conocer de los conflictos (notio), decidirlos definitivamente
(iuditio) y ejecutar o hacer ejecutar las sentencias que dictaren (executio). Esto se ratifi-
ca, en el plano civil, por lo establecido en el artículo 21 del Código de Procedimiento
Civil, conforme al cual los jueces deberán cumplir y hacer cumplir, haciendo uso de la
fuerza pública, si fuere necesario, las sentencias, autos y decretos que dicten en el
ejercicio de sus atribuciones legales, que no son otras que las atribuciones derivadas de
su potestad jurisdiccional.
En fase de ejecución de sentencia, el Estado realiza el derecho en forma coacti-
va, pues para ese momento ya el órgano jurisdiccional declaró la certeza del mismo en
la previa fase de cognición y dispuso la condena correspondiente a esa declaración.
Para la ejecución, la sentencia ya es firme, ejecutoriada y está cubierta por el atributo
de la cosa juzgada.
Se ejecuta a quien no cumple voluntariamente con el dar, hacer o no hacer con-
tenido en el mandato jurisdiccional expresado en la sentencia, mandato que deviene de
la certeza declarada para consolidar como una verdad indiscutible la pretensión del ac-
tor que estuvo discutida hasta el momento del fallo definitivo y que, como consecuencia
del no cumplimiento espontáneo, se ha convertido en una pretensión insatisfecha que
debe el Estado tutelar por la vía coactiva.
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Es incuestionable que, una vez declarado cierto el derecho discutido del preten-
sor, sea ello por un fallo definitivo y firme, sea por virtud de un laudo arbitral ejecutable,
sea como consecuencia de un título equivalente (convenimiento o transacción homolo-
gados1), sea por cualquier título que apareje ejecución, debe aquél que resulte jurídi-
camente obligado dar cumplimiento a esa obligación de manera espontánea. Mas, pue-
de suceder que, a pesar de todo, el obligado no cumpla voluntariamente, caso en el
cual queda inobservado el mandato que la norma impone al particular obligado por la
condena judicial. En ese supuesto, no puede el Estado ("órgano específico del dere-
cho", como lo denomina Ugo Rocco, profesor de la Univ. de Nápoles, en Tratado de
Derecho Procesal Civil, Vol. IV, Parte Especial, Proceso Ejecutivo, p. 4, Temis-
Depalma, Bogotá-Buenos Aires, 1976) permitir que el ordenamiento jurídico -cuya ob-
servancia por todos los asociados es fundamental para el equilibrio y la paz social- se
vea alterado por una resistencia injusta de parte de quien carece del derecho para ha-
cerlo, con lo cual también, en modo cierto, se afecta el principio de autoridad del Esta-
do.
Esa resistencia de adecuar la conducta a la norma y, desde luego, al mandato
jurisdiccional, fuerza a desembocar en que si no se reprime coactivamente por el Esta-
do mismo esa rebeldía, el derecho del justiciable quedará sin la tutela jurídica que se le
ha garantizado como miembro de la sociedad desde el momento mismo en que se su-
primió la justicia privada como método de composición de los conflictos y asumió el Es-
tado, en su lugar, el deber de resolverlos (reserva estatal de la jurisdicción) a través de
los jueces (órganos especializados investidos por el mismo Estado de facultad jurisdic-
cional). Con la eficacia de la tutela jurisdiccional actuando coactivamente el derecho, se
garantiza la observancia y respeto del derecho objetivo y la tutela jurídica de los dere-
chos subjetivos vulnerados.2
De otra parte, la ejecución de sentencia supone, en términos de instancia prima-
ria, el ejercicio de una acción de condena con remota pretensión a una sentencia de la
misma naturaleza y a la eventualidad, en caso de incumplimiento por parte del conde-
nado, de una subsiguiente actuación jurisdiccional para la obtención coactiva de la sa-
tisfacción de la pretensión insatisfecha del derechohabiente.
CONCEPTO:

1 Como tema de interés, vale comentar una decisión de la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, de fecha 28 de no-
viembre de 1996, con el voto salvado del Magistrado César Bustamante Pulido (a nuestro juicio con la razón de su lado), en
la cual se consideró como un convenimiento y no como una transacción, en un juicio de resolución de contrato de arren-
damiento, esta expresión del demandado: "Convengo en la demanda en todas y cada una de sus partes..., sin embargo a
los fines de proceder a la entrega del inmueble descrito, solicito de la parte actora le conceda a mi representado un plazo
hasta el 30 de octubre de 1995, contado a partir de la presente fecha...". Convino además la parte demandada en cancelar
una suma de dinero. Ni ese plazo ni el pago indicado fueron parte de la pretensión del actor. Creemos, con el auto del voto
salvado, que en ese caso se dio una transacción, pues el demandado no convino en forma pura y simple, sino que además
de convenir, propuso una modificación a las pretensiones del actor que éste aceptó, con lo cual hizo una concesión distinta
a los pretendido en la demanda. Oscar Pierre Tapia. Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia. A. 96, T. 11, pp. 377-
381.
2 Sostiene UGO ROCCO que en caso de inobservancia por parte del obligado, "para que se respete y observe aquel todo

armónico que está constituido por el ordenamiento jurídico, sin el cual desaparecería el ordenamiento social mismo, y para
que se actúe prácticamente aquella tutela que, en el caso singular, la norma jurídica, mediante mandatos, prohibiciones o
permisos de carácter abstracto y general, concede a determinado interés, es necesario que el tal Estado, órgano específico
del derecho, intervenga con la fuerza coactiva proveniente de su soberanía, para realizar prácticamente dicho interés, aún
sin la voluntad del obligado o en contra de ella, y frente al cual resulta declarada cierta la tutela que las normas de derecho
objetivo han reconocido al interés de otro sujeto (derechohabiente)". ROCCO, Ugo. Tratado..., Vol. IV, p. 4.
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Ejecutar una sentencia es, pues, el acto jurisdiccional por el cual el Juez
de la causa hace efectivo el mandato de condena contenido en la senten-
cia ejecutoriada.
“Es el proceso de ejecución aquel en el que se pide del órgano jurisdiccio-
nal una manifestación de voluntad, una conducta determinada, distinta de
la declaración que caracteriza los procesos de cognición, para hacer efec-
tiva una pretensión reconocida por una sentencia firme” (Manuel Alonso
Olea y César Miñambres Puig. Derecho Procesal del Trabajo. 9ª ed revi-
sada. Editorial Civitas, S. A., Madrid, 1997, p. 435).
La ejecución de una sentencia “integra el derecho fundamental a la tutela judicial
efectiva” (Olea-Miñambres, p. 435-436). En nuestro ordenamiento jurídico se integra en
lo previsto en el artículo 26 CRBV.
Constituye ella un título ejecutivo a favor del ejecutante, con el cual, generalmen-
te a solicitud suya, se inicia el proceso de ejecución (Cfr. Olea-Miñambres, p. 436).
Derecho comparado en lo laboral.
ESPAÑA: La ley de Procedimiento Laboral 1995 no se remite a la Ley de Enjui-
ciamiento Civil como lo hacía la derogada ley rituaria laboral venezolana y no lo hace
ahora sino para lo no previsto, la Ley Orgánica Procesal del Trabajo, Se crea así un
orden propio de ejecución en la señalada área social: “la acumulación de títulos ejecuti-
vos, la aplicación de los principios de la par conditio creditorum y de proporcionalidad en
el reparto de los bienes ejecutados entre los distintos acreedores, la competencia de un
único órgano para conocer de la ejecución de las sentencias dictadas en una misma
circunscripción, etc.” (Olea Miñambres, p. 437).
¿Es la ejecución de la sentencia una función jurisdiccional o una función adminis-
trativa? Al respecto, en la Exposición de Motivos del Proyecto correspondiente al vigen-
te CPC (redactado por los doctores Arístides Rengel-Romberg, Leopoldo Márquez
Añez, José Andrés Fuenmayor y Luis Mauri C.), se dice:
"Esta última fase del proceso, hace posible que el mandato concreto con-
tenido en la sentencia, pueda ser prácticamente operativo, porque de otro
modo, la finalidad del derecho y la de la jurisdicción misma quedarían frus-
tradas si el Estado no dispusiese de los medios prácticos para hacer cum-
plir el fallo".
"Se mantiene así en el Proyecto, la posición que desde antiguo había to-
mado el legislador venezolano, de considerar la ejecución forzada forman-
do parte del "Officium iudicis" —del oficio del Juez— y comprendida, por
tanto, dentro de la función jurisdiccional".
"Mediante el sistema que se mantiene, la ejecución no es objeto de una
nueva acción (actio iudicati), como en otros derechos, ni da origen a una
nueva relación jurídica procesal, sino que constituye el desenvolvimiento
final de la única relación jurídica procesal que se constituye entre las par-
tes desde el momento mismo en que la demanda judicial es notificada al
demandado".
Lo dicho se concreta en el artículo 523 del CPC, conforme al cual
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"La ejecución de la sentencia o de cualquier otro acto que tenga fuerza de


tal,3 corresponderá al Tribunal que haya conocido de la causa en primera
instancia. Si fuere un Tribunal de arbitramento el que haya conocido en
primera instancia, la ejecución corresponderá al Tribunal natural que hu-
biere conocido del asunto de no haberse efectuado el arbitramento".
El artículo 625 dispone:
"Todo Laudo Arbitral se pasará con los autos al Juez ante quien fueron
designados los árbitros, quien lo publicará al día siguiente de su consigna-
ción por éstos, a la hora que se señale. Desde este día comenzarán a co-
rrer los lapsos para los recursos a que haya lugar".
En cuanto a los laudos arbitrales, los árbitros no pueden ejecutar las decisiones
que dicten porque ellos carecen de imperio.
En fecha 12 de marzo de 1996, distinguido con el N° 684, y publicado en la Ga-
ceta Oficial N° 35.924 de fecha 20 del mismo mes y año, el Consejo de la Judicatura
aprobó un "instructivo para la práctica de las medidas de tipo ejecutivo y preventivo pre-
vistas en el Código de Procedimiento Civil dentro de la Circunscripción Judicial del Area
Metropolitana de Caracas". El fundamento legal de competencia para dictar el instructi-
vo lo ubicó el Consejo de la Judicatura en el literal a) del artículo 15 de la Ley Orgánica
que lo rige y por virtud de él ordenó al juez que
"al decretar alguna de las medidas de tipo ejecutivo o preventivo previstas
en el Código de Procedimiento Civil que deban practicarse dentro de la
Circunscripción Judicial del Area Metropolitana de Caracas, ordenará in-
mediatamente, de oficio, al Alguacil del Tribunal, que entregue en la Ofici-
na Ejecutora de Medidas el oficio dirigido a la Oficina Ejecutora con la pro-
videncia en la cual se acuerda la medida y los demás recaudos pertinen-
tes".
Así pues que, en el Area Metropolitana de Caracas la ejecución de las sentencias
las decreta el juez de la causa pero la ejecución de la medida corresponde a un funcio-
nario administrativo perteneciente al cuerpo de ejecutores de la Oficina Ejecutora de
Medidas. Una vez ejecutada la medida y cancelados los Aranceles correspondientes, el
funcionario ejecutor (la Oficina Ejecutora de Medidas, señala el instructivo) deberá remi-
tir las actuaciones al juez de la ejecución, a quien corresponde continuar con el resto
del procedimiento hasta el remate.
AUTO QUE ORDENA LA EJECUCIÓN.

3 Artículo 255 CPC: “La transacción tiene entre las partes la misma fuerza que la cosa juzgada”.
Artículo 256: “Las partes pueden terminar el proceso pendiente, mediante la transacción celebrada conforme a las disposi-
ciones del Código Civil. Celebrada la transacción en el juicio, el Juez la homologará si versare sobre materias en las cuales
no estén prohibidas las transacciones, sin lo cual no podrá procederse a su ejecución”.
Artículo 262: “La conciliación pone fin al proceso y tiene entre las partes los mismos efectos que la sentencia definitiva-
mente firme”.
Artículo 263: “En cualquier estado y grado de la causa puede el demandante desistir de la demanda y el demandado con-
venir en ella. El Juez dará por consumado el acto, y se procederá como en sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada,
sin necesidad del consentimiento de la parte contraria. El acto por el cual desiste el demandante o conviene el demandado
en la demanda, es irrevocable, aun antes de la homologación del Tribunal”.
Artículo 1.718 CC: “La transacción tiene entre las partes la misma fuerza que la cosa juzgada”.
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Ha dicho la Sala de Casación Civil que el auto que ordena la ejecución de la sen-
tencia no es un auto de mera sustanciación o de mero trámite que puede ser reformado
o revocado por el Tribunal que lo haya pronunciado, pues no constituye un auto de or-
denación del proceso cuya única finalidad es la del impulso procesal sin significar un
pronunciamiento del juez sobre un punto sometido a su decisión. En efecto, en ese auto
el juez hace pronunciamiento expreso sobre la solicitud de la parte interesada de que se
proceda a la ejecución del fallo, para lo cual el Tribunal debe constatar si ciertamente se
ha producido la firmeza de la sentencia, hecho lo cual, de ser procedente lo solicitado,
deberá ordenar la ejecución y fijar el lapso dentro de los límites legales para que se de
cumplimiento voluntario a lo decidido. Se aprecia, entonces, que el decreto de ejecución
de la sentencia contiene decisiones sobre cuestiones planteadas por una de las partes,
siendo susceptible de causar gravamen a la otra. Y siendo así, cabe el recurso de ape-
lación por quien considere que lo decidido lo agravia (v. sent. 11-8-93. A Elite c/ G. Di
Giulio. Exp. 92-458. Ramírez: T. 126. N° 858-93. pp. 461-462).
EJECUCIÓN DE SENTENCIA POR VÍA DE AMPARO.
Existiendo un procedimiento legal expedito para la ejecución de los fallos definiti-
vamente firmes y empero que es consecuencia natural del derecho a la defensa el que
el victorioso en un juicio pueda no solo obtener la declaración de certeza de su derecho,
sino que luego de ello pueda lograr que el Estado le garantice la ejecución de lo decidi-
do, no es por la vía del amparo constitucional que se puede obtener la ejecución de un
fallo. En ello están contestes la doctrina y la jurisprudencia. En cuanto a esta última, v.
sent. Casación Civil como Tribunal Constitucional de 12-7-95. Carlos Enrique Monsalve.
Exp. 95-008. Ponente: Dr. Aníbal Rueda. Pierre: A. 95. T. 7. pp. 68-74)
CONCEPTO DE EJECUCIÓN DE SENTENCIA.
Declarada judicialmente la certeza de un derecho y producida la condena por
medio de la sentencia u otro título equivalente, aquel contra quien obre esa condena
debe cumplir con lo ordenado y si opusiere resistencia deberá procederse a la realiza-
ción coactiva del derecho declarado cierto, ello en virtud de que no cumpliría el Estado
con su deber de tutelar los derechos subjetivos y de velar por la estricta observancia del
ordenamiento jurídico si no tuviere la potestad de lograr que voluntaria o coactivamente
se cumpliera con lo ordenado por el órgano jurisdiccional al hacer su pronunciamiento
sobre la composición de la litis. O, como se dice en la Exposición de Motivos del Pro-
yecto de Código Civil (el vigente), si no se ejecutare la sentencia "la finalidad del dere-
cho y la de la jurisdicción misma quedarían frustradas si el Estado no dispusiese de los
medios prácticos para hacer cumplir el fallo", o como decía Couture, "en el orden del
derecho, ejecución sin conocimiento es arbitrariedad; conocimiento sin posibilidad de
ejecutar la decisión, significa hacer ilusorios los fines de la función jurisdiccional" (Fun-
damentos del Derecho Procesal Civil. Tercera edición póstuma. Ediciones Depalma.
Buenos Aires, 1981, p. 444).
Podemos afirmar entonces que la ejecución de la sentencia es la obliga-
ción jurídica pública del Estado a la cual se corresponde el derecho subje-
tivo público del ciudadano para que, una vez presumida o declarada la
certeza legal del derecho, se proceda a la realización coactiva del derecho
si hubiere resistencia al cumplimiento voluntario.
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Ugo Rocco, al tratar el tema, sostiene:


"...para que se respete y observe aquel todo armónico que está constituido
por el ordenamiento jurídico, sin el cual desaparecería el ordenamiento
social mismo, y para que se actúe prácticamente aquella tutela que, en el
caso singular, la norma jurídica, mediante mandatos, prohibiciones o per-
misos de carácter abstracto y general, concede a determinado interés, es
necesario que el tal Estado, órgano específico del derecho, intervenga con
la fuerza coactiva, proveniente de su soberanía, para realizar prácticamen-
te dicho interés, aun sin la voluntad del obligado o en contra de ella, y fren-
te al cual resulta declarada cierta la tutela que las normas de derecho ob-
jetivo han reconocido al interés de otro sujeto (derecho habiente)" (Tratado
de Derecho Procesal Civil. Vol. IV. Parte Especial. Proceso Ejecutivo. Te-
mis-Depalma. Bogotá-Buenos Aires, 1976. p. 4).
Hugo Alsina, sobre el mismo tema y dejando claramente establecido (con lo cual
comparte el criterio abrumadoramente dominante de la doctrina) que la ejecución forza-
da solo procede cuando la sentencia contenga un mandato de condena, hace las si-
guientes reflexiones:
"Cuando el proceso de conocimiento resulta insuficiente como instrumento
para el restablecimiento del orden jurídico, el Estado pone a disposición
del vencedor un procedimiento sumario, y, subsidiariamente, el auxilio de
la fuerza pública. En el proceso de conocimiento el juez declara el derecho
mediante la sentencia en juicio contradictorio; en el de ejecución hace
efectiva la sanción contenida en la norma; en el primero desarrolla una ac-
tividad puramente lógica, en tanto que en el segundo ejercita una faculta-
da ejecutiva. Puede entonces definirse el proceso de ejecución como la
actividad desarrollada por el órgano jurisdiccional, a instancia del acree-
dor, para el cumplimiento de la obligación declarada en la sentencia de
condena, en los casos en que el vencido no la satisface voluntariamente"
(Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial. Segunda
edición. Ediar Soc. Anon. Editores. Buenos Aires, 1962. pp. 24-25).
Gian Antonio Michelli, de su parte, afirma:
"Por ejecución forzada se entiende aquel tipo de tutela jurisdiccional que
es necesaria al objeto de actuar efectivamente determinados intereses,
cuando la declaración de certeza de los derechos se manifiesta como in-
suficiente. La declaración de certeza es, pues, el presupuesto lógico de la
ejecución forzada, aunque a veces la ley no exija una previa declaración -
autoritativa- del juez y se contente en cambio con actos de parte que con-
tengan una autodeclaración de certeza, ya sea porque provengan de
aquel que resulte deudor (letras de cambio, cheques), ya sea por los parti-
culares poderes de supremacía reconocidos a ciertos acreedores (actos
administrativos...). Pero, en todo caso, hay una intervención del juez -
siempre a instancia de parte- que realiza, a través de una serie de actos,
una determinada forma de tutela que no se agota en la reafirmación so-
lemne del derecho en el caso concreto, sino que consigue la satisfacción
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del derecho tutelado, sustituyéndose a la voluntad, que falta, del deudor.


El comportamiento de este último es por eso irrelevante respecto de este
momento -eventual- de la tutela jurisdiccional; en otras palabras, el acree-
dor puede obtener la tutela denominada ejecutiva aun sin, y hasta también
contra, la voluntad del deudor. En eso está la esencia última de este re-
medio jurisdiccional que representa la prosecución más avanzada de la
obra de actuación concreta de la ley por parte del juez" (Derecho Procesal
Civil. Tr. Santiago Sentís Melendo. Ediciones Jurídicas Europa-América.
Buenos Aires, 1970. T. III, p. 4).
Eduardo J. Couture sostenía:
"La coerción permite algo que hasta el momento de la cosa juzgada o del
título ejecutivo era jurídicamente imposible: la invasión de la esfera indivi-
dual ajena y su transformación material para dar satisfacción a los intere-
ses de quien ha sido declarado triunfador en la sentencia. Ya no se trata
de obtener algo con el concurso del adversario, sino justamente en contra
de su voluntad. Ya no se está en presencia de un obligado, como en la re-
lación de derecho sustancial, sino en presencia de un subjectus, de un
sometido por la fuerza coercible de la sentencia" (Fundamentos de Dere-
cho Procesal Civil. Tercera edición póstuma. Ediciones Depalma. Buenos
Aires, 1981. p. 439).
Enrico Tullio Liebman nos dice:
"Para describir la ejecución forzada de un modo sumario y provisorio pue-
de decirse que es aquella actividad con la cual los órganos judiciales tra-
tan de poner en existencia coactivamente un resultado práctico equivalen-
te a aquél que habría debido producir otro sujeto, en cumplimiento de una
obligación jurídica. Es, pues, el medio por el cual el orden jurídico reaccio-
na ante una forma particular de ilícito, consistente en la transgresión de
una regla jurídica concreta, de la cual surge la obligación de un determi-
nado comportamiento de un sujeto a favor de otro sujeto. En otros térmi-
nos, es la actuación de la sanción establecida por la ley para el tipo de ilí-
cito ahora descrito (ilícito civil), con la consecuencia de restablecer el im-
perio de la ley y de reintegrar correlativamente, mediante la satisfacción
coactiva, el patrimonio del titular del derecho subjetivo que había sufrido la
lesión" (Manual de Derecho Procesal Civil. Tr: Santiago Sentís Melendo.
Ediciones Jurídicas Europa-América. Buenos Aires, 1980. p. 150).
Por su parte y con respecto a la ejecución de la sentencia como requisito de efi-
cacia estatal, la Sala Político-Administrativa de la Corte Suprema de Justicia ha dicho:
"El derecho a la ejecución de las sentencias, como forma de hacer efectivo
el derecho a la tutela judicial, está implícito en el artículo 68 de la Consti-
tución".
"En este sentido se ha pronunciado la Sala Político-Administrativa al seña-
lar que:
'El derecho constitucional de acceso a la justicia, no sólo comprende la
acción como derecho subjetivo público y autónomo de acudir a los tribuna-
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les, sino también el lograr la ejecución de los fallos que éstos dicten...' (Sa-
la Político-Administrativa, Sent. de fecha 9-5-81, caso: Servicios Sanitarios
Municipales C.A. vs. Instituto Municipal de Aseo Urbano, Imau)".
"El autor Eduardo García Enterría sobre el particular expresa:
'Un sistema de tutela judicial efectiva no es sólo un sistema que permita
abrir los procesos y en cuyo seno se produzcan sentencias ponderadas y
sabias. Estas sentencias tienen también que ser efectivas ellas mismas y,
por tanto deben necesariamente que poder ejecutarse. El derecho a la tu-
tela judicial efectiva incluye necesariamente el derecho a la ejecución de
las sentencias contra la administración' (García de Enterría, Eduardo, Ha-
cia una Nueva Justicia Administrativa, segunda edición ampliada, Edit. Ci-
vitas, S.A. Madrid, España, 1991).
"Es por esto que la ejecución de las sentencias es de capital importancia
para la efectividad del estado social y democrático de derecho, por ello re-
sulta difícil hablar de un estado de derecho cuando no hay efectividad al
momento de la ejecución de las mismas" (Sent. 18-5-95. Plásticos El Guá-
rico C. A. c/ Corpoindustria. Ponente: Dr. Humberto J. La Roche. Exp.
5.274. Pierre: A. 95. T. 5. pp. 343-348).
LA REALIZACIÓN FORZOSA.
Concluida la fase de cognición ordinaria o la de cognición abreviada —según se
trate de un proceso de cognición o de uno ejecutivo—, proferido y firme que sea el fallo
definitivo o firme que quede la intimación, se procede a la ejecución forzada, también
conocida en doctrina como realización forzosa, la cual se puede conceptuar como la
forma general y ordinaria “de convertir a los bienes embargados en objetos idóneos pa-
ra que el Juez decida del modo que se precisa en una ejecución procesal” (Jaime
Guasp, Derecho Procesal Civil (2 tomos), 3ª ed. corregida, Instituto de Estudios Políti-
cos, Madrid, 1968, t. I, p. 446).
En el Derecho Comparado, esa realización forzosa puede presentarse como una
adjudicación forzosa (se utiliza el bien embargado en sí mismo), como una enajenación
forzosa (se utiliza el bien en su valor de cambio) y como una administración forzosa (se
utiliza el bien en su valor de uso) (Cfr. Guasp, o. c., t. I, p. 440 et alli). La realización for-
zosa y sus tres manifestaciones típicas constituyen actos procesales instructorios de
ejecución, en el sentido que doctrinariamente se les atribuye, genéricamente, a los ac-
tos de esta naturaleza como “aquellos que se proponen, directa o inmediatamente, utili-
zar, de modo específico, los medios necesarios para que la institución procesal consiga
su verdadera finalidad”, y específicamente en el proceso de ejecución, como el medio
específico para que éste cumpla con su fin obteniendo bienes que permitan al Juez lle-
var a cabo las operaciones materiales para lograr satisfacer la pretensión del acreedor,
obtención que se logra incorporándolos al proceso y convirtiéndolos, por realización
procesal, en entes idóneos para que se pueda verificar la decisión procesal. El acto por
el que se incorporan al proceso se llama embargo y el acto por el que se convierten se
llama realización forzosa (adjudicación, enajenación y administración) (Cfr. Guasp, o. c.,
t. I, p. 265).
ADJUDICACIÓN FORZOSA.
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En la adjudicación forzosa, se utiliza el bien embargado en sí mismo para satis-


facer la pretensión del acreedor ejecutante, pero no tomando en cuenta que el bien se
entrega por ser el objeto propio e inmediato de la pretensión, sino porque se le utiliza
compensatoriamente (mediata e indirectamente) al no poderse obtener el bien que de
manera principal, inmediata y directa se perseguía por el acreedor (Cfr. Guasp, o. c., t.
I, p. 440).
No debe confundirse la adjudicación forzosa (en el sentido ya señalado de entre-
ga sustitutiva y compensatoria) con la adjudicación judicial, la cual obra cuando el bien
es el objeto principal, directo e inmediato de la pretensión del acreedor, siendo así que
la adjudicación judicial, en lugar de ser “un acto instrumental, de desarrollo”, es “un acto
final, de decisión” (Cfr. Guasp., o. c., t. I, pp. 440-441). Sería ejemplo típico de la adjudi-
cación judicial en Venezuela, la entrega de cosa mueble o inmueble ordenada por la
sentencia (artículo 528 CPC) cuando esa haya sido la pretensión principal del acreedor
en etapa de cognición del proceso. Se aprecia que en este tipo de sentencia lo perse-
guido fue el bien mismo objeto de la pretensión y no otra cosa, razón por la cual se sa-
tisface la pretensión entregando al acreedor la cosa mueble o inmueble que se ordenó
entregar por el mandato jurisdiccional.
Puede decirse que en Venezuela —por lo menos en términos ordinario y gene-
ral— no se regula positivamente la adjudicación forzosa, pues el sistema de ejecución
tiende más bien a la realización del bien embargado en pública almoneda para obtener,
con el precio de la venta, el dinero que permita satisfacer la pretensión del acreedor.
En todo caso, la adjudicación forzosa, de carácter eminentemente procesal, no
debe confundirse con las típicas figuras civiles de la dación en pago y de la tradición o
puesta en posesión de la cosa, pues en la primera de ellas se procede a cancelar la
obligación con un bien voluntariamente entregado por el deudor o un tercero dador de
pago, mientras que la ejecución supone la ausencia de voluntad por parte del deudor,
no dándose ni el pago voluntario ni la dación contractual, sino un acto de derecho públi-
co típico del proceso; y de la segunda figura difiere mientras ésta es típicamente una
figura jurídica material, la adjudicación forzosa es un acto eminentemente procesal rea-
lizado por el órgano jurisdiccional (Guasp. o. c., t. I, p. 441).
Sujetos que intervienen en la adjudicación forzosa.
1. El órgano jurisdiccional, sujeto activo y principal de la adjudicación, pues de él
emana el acto procesal que se corresponde con ella. Obviamente que el ór-
gano, para una eficaz y eficiente adjudicación, deberá contar con jurisdicción,
competencia y ausencia de motivos inhibitorios.
2. Las partes, ya asumida por el acreedor la posición de ejecutante y por el deu-
dor la posición de ejecutado.
En la adjudicación forzosa, el acreedor es el receptor del bien que se le adjudica,
convirtiéndose así en adjudicatario, debiendo converger en él la aptitud de recibir, la
legitimación y la postulación como requisitos esenciales.
Por lo que concierne al deudor ejecutado, ya tiene él asumida la posición de titular del
bien adjudicado, sin que esto signifique que de su voluntad dimana la decisión de trans-
ferir el dominio del bien a favor del adjudicatario, pues tal decisión corresponde —como
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ya se ha dicho— al oficio judicial. En el ejecutado deben darse los requisitos de aptitud,


legitimación y postulación procesal.

Objeto de la adjudicación forzosa.


Tratándose que en el adjudicación forzosa nos encontramos ante un objeto que
consiste en la transmisión de un derecho, el mismo —siguiendo la clasificación pro-
puesta por Eloy Maduro Luyando, Curso de Obligaciones - Derecho Civil III, Universidad
Católica Andrés Bello, Caracas, 1993, pp. 431-434— debe presentar las siguientes
condiciones concurrentes:
1. Debe existir, consistiendo en un bien físico con realidad concreta de existencia.
Sin embargo, el problema puede surgir si se trata de objetos futuros, que bien
pueden ser elemento de una obligación, pero que, en lo procesal, podría con-
ducir a dudas. Empero, cuando se trata p. ej., de créditos no vencidos, o cuan-
do se trata de cosechas o crías futuras, no cabe duda que el objeto de la adju-
dicación puede perfectamente ser de esa característica, pues, en fin de cuen-
tas, si el acreedor ejecutante lo adepta, ese objeto futuro podrá perfectamente
satisfacer su pretensión, quedando el deudor ejecutado liberado frente a su
acreedor ejecutante.
2. Debe ser posible, es decir, no sólo que exista sino que pueda ser obtenido en la
realidad. De allí que cuando el objeto no sea posible (tocar el cielo con las ma-
nos, p. ej., l objeto de la adjudicación será irrealizable por imposibilidad material
de obtenerlo.
3. Puede darse también la imposibilidad jurídica de obtener el bien, como es el ca-
so de los bienes que están fuera del comercio. De modo que no habrá cumpli-
miento de la condición de posibilidad cuando el objeto de la adjudicación esté
excluido del tráfico comercial, como es el caso de los bienes de los institutos de
manos muertas.
4. Debe representar un interés para el acreedor. Ese interés, que deberá ser sus-
ceptible de evaluación en dinero por lo menos para una de las partes, lo cual
permitirá en definitiva la evaluación económica tanto para el acreedor como pa-
ra el deudor, deberá estar presente en el objeto de la adjudicación.
5. Debe ser lícito, en el sentido de que “debe ser tolerado, consentido, amparado y
autorizado por el ordenamiento jurídico positivo”, enmarcándose así dentro de
la definición doctrinaria que precisa al objeto lícito “como aquel que no viola el
orden público ni las buenas costumbres” (p. 434).
6. Debe ser idóneo, en el sentido que, para los fines satisfactorios de la ejecución,
el bien debe ser uno embargado, pues resulta contrario al derecho y al fin mis-
mo de la ejecución que se adjudique un bien que no ha sido embargado pre-
viamente para afectarlo a los fines de la ejecución forzosa.
7. Debe ser justificado, en el sentido que, siendo la adjudicación forzosa una for-
ma compensatoria de satisfacer la pretensión del acreedor (por no ser el bien
mismo el objeto de la pretensión del acreedor, sino otro bien), deberán justifi-
13

carse las causas y motivos por los cuales se procede a la satisfacción por esa
vía. Siendo la adjudicación forzosa una vía compensatoria con respecto a la sa-
tisfacción de la pretensión del acreedor, y por ende mediata e indirecta, ella se
da usualmente cuando se trata de realización forzosa de créditos embargados
que son entregados al acreedor (art. 1.481 de la LEC española, conforme al
cual “se hará pago inmediatamente... si lo embargado... fueren créditos”) y
cuando han resultado infructuosos los intentos de realización por enajenación
forzosa del bien embargado (art. 1.504 de la LEC española, que lo autoriza
cuando en la subasta no se logra obtener el precio mínimo para satisfacer al
acreedor).
Lugar, tiempo y reglas de la ejecución forzosa.
1. Se verifica ella en el la circunscripción, sede y local del Tribunal que adelanta
la realización forzosa.
2. Se realiza en el tiempo correspondientes a la realización forzosa.
3. Deben cumplirse a cabalidad las reglas de forma comunes al proceso, en el
sentido que las declaraciones de voluntad deben manifestarse por escrito y las
manifestaciones de voluntad de una manera oral o escrita, o de la forma que
la práctica permite en este tipo de realización.
Procedimiento de la adjudicación forzosa.
En el procedimiento se pasará por el que tenga previsto el ordenamiento jurídico
correspondiente, debiendo recordarse que en Venezuela, por lo menos en lo general y
ordinario, la realización por adjudicación forzosa no está positivamente regulada. Sin
embargo, cabría preguntarse, como ejercicio académico, si agotadas que sean las po-
sibilidades de enajenación forzosa característica del sistema venezolano, no podría el
acreedor solicitar la adjudicación directa del bien embargado. En todo caso, a nuestro
juicio, el problema debería manejarse como de lege ferenda.
Efectos de la adjudicación forzosa.
El principal efecto de la adjudicación forzosa —como en los otros dos tipos de
realización forzosa— es la transmisión del derecho de propiedad del bien adjudicado en
favor del adjudicatario, cambiando así, de titular, el dominio del bien, absolutamente
saneado, pues esa transferencia se hace libre de toda posibilidad de evicción, rescisión
o reducción por vicios ocultos (salvo que la ley lo permita), así como libre de posibilidad
que un tercero reclame dominio, el cual sólo es posible antes de la adjudicación.
No obstante, sí van con el bien adjudicado los derechos reales distintos al domi-
nio, desapareciendo los derechos personales del deudor, aunque fueran precedentes al
del adjudicatario, ello por la misma razón por la que se niega la tercería de dominio,
pues la tercería de mejor derecho debe proponerse antes de la adjudicación (Cfr.
Guasp, o. c. t. I, p. 444-445).
ENAJENACIÓN FORZOSA.
Procedimiento en la enajenación forzosa.
14

En el procedimiento para la enajenación forzosa podemos distinguir XX fases:


designación y juramentación del colegio pericial, derecho de audiencia de las partes,
tasación del precio, titulación, publicidad y remate.
Designación y juramentación.
Como una aplicación de los principios dispositivo y de la bilateralidad, una vez
ejecutado el embargo ejecutivo del bien del bien que habrá de convertirse a los fines de
satisfacer la pretensión del ejecutante, como un primer paso en el procedimiento se de-
be justipreciar el bien, reservando la ley (art. 556 CPC) a las partes (acreedor-
ejecutante y deudor-ejecutado) el derecho de conformar el trío pericial que habrá de
realizar el justiprecio, permitiendo a cada una designar un perito, constituyéndose en
una exigencia para cada parte consignar, para el momento de la designación, la acep-
tación por escrito del designado de aceptar el encargo. Paso siguiente, las partes, en el
mismo acto, deberán, por común acuerdo, designar el tercer perito.
Sin embargo, como la eficacia del Derecho no puede quedar sujeta al capricho
de las partes, prevé la ley que para el caso en que una de las partes no concurra al acto
de designación de los peritos o, si concurriendo ambas, no pueden acordarse sobre el
tercer perito, éste lo designará el Tribunal, designación que también le corresponderá
cuando la parte interesada no presentare la aceptación por escrito del perito propuesto
por ella.
Como requisitos subjetivos esenciales concurrentes en el perito tasador del pre-
cio del bien embargado, debe ser residente en el lugar donde se encuentre el bien y de
debe tener conocimientos prácticos que le permitan avaluar el bien con atención a sus
características, calidad y precio, siendo indispensable que se designen tantos peritos
conocedores como bienes de diferente especie y naturaleza que se menester avaluar,
correspondiendo al Tribunal la determinación de esos avalúos por separado.
Como auxiliares de justicia que son —la pericia de tasación de precio no es un
medio probatorio sino un auxilio para el Juez—, quedan sujetos los peritos a recusación
por la parte contraria a la que lo designó, lo cual deberá plantearse por diligencia (art.
92 del CPC) ante el Juez, el mismo día del nombramiento del perito recusado o dentro d
los dos días de despacho subsiguiente, luego de lo cual, el mismo perito o quien lo
nombró, deberá, dentro de los tres días de despacho siguientes a la proposición de la
recusación, expresar por escrito lo que tenga que invocar contra la pretensión del recu-
sante, quedando abierta a pruebas la incidencia, ope legis, por un lapso de ocho días
de despacho común para promover, proveer y evacuar, debiendo el Juez decidir al no-
veno día. Si la decisión fuere estimatoria de la recusación, corresponde al oficio judicial
designar el perito que sustituya al recusado.
Designados los peritos, su pueden presentar la siguientes situaciones:
1. Las partes designan los tres peritos, en el entendido que cada una designa
uno y de común acuerdo designan al tercero. Como en este supuesto la de-
signación ocurre en el mismo acto, la ley les impone la carga de presentar a
los tres peritos nombrados en la fecha u hora de despacho que fije el Tribunal
en el acto mismo de designación, a objeto de tomarles el juramento de cumplir
su encargo con honradez y conciencia.
15

2. Una de las partes comparece en la oportunidad de designar los peritos y la


otra no lo hace. En este supuesto, la parte compareciente designa el suyo y el
Tribunal designa el perito de la parte inasistente y el tercer perito. En este su-
puesto el Tribunal deberá fijar una fecha y hora de despacho contada a partir
de la notificación por boleta del último de los peritos designados por él, para
que tenga lugar la juramentación de los tres.
3. Cada parte designa su perito, pero, por desacuerdo de ellas, el Tribunal de-
signa el tercer perito. En este supuesto, el Tribunal deberá fijar una fecha y ho-
ra de despacho contando desde la notificación por boleta del perito designado
por él, para que tenga lugar la prestación del juramento.
4. Puede suceder —porque así lo autoriza la ley— que el o los peritos designa-
dos por el Tribunal comparezcan voluntariamente a manifestar la aceptación
de su nombramiento, corriendo a partir de esa fecha el lapso que haya fijado
el Tribunal para que comparezcan los peritos a juramentarse en la fecha y ho-
ra de despacho que previamente indique, ello porque entendemos, conforme a
la regulación del procedimiento señalado en el art. 558 del CPC, que la jura-
mentación de todos los peritos debe ocurrir en un acto único, a objeto que, en
el mismo, el Juez acuerde con ellos fijar la oportunidad (fecha y hora de un
despacho posterior) en que concurrirán al Tribunal para oír, reunidos, las ob-
servaciones que deseen hacer las partes sobre la fijación del valor racional de
la cosa a justipreciar.
No cabe duda que tratándose de un requisito esencial para poder entrar el perito
en el ejercicio de su cargo, que preste juramento ante el Juez, si no se cumpliere con
esta exigencia —de orden público por demás— el justiprecio quedará fulminado de nu-
lidad radical y ningún efecto podrá producir durante la ejecución, pues ocurrirían los ac-
tos subsiguientes a la falta de juramentación (sea absoluta, sea por haberse prestado
ante funcionario distinto al Juez) con violación del artículo 7º de la Ley de Juramento y
del artículo 104 del código civil ritual, conforme a los cuales:
“Artículo 7º.- Los jueces y demás funcionarios judiciales accidentales,
prestarán juramento ante el juez o tribunal que los haya convocado”.
“Artículo 104.- El Secretario actuará con el Juez y suscribirá con él todos
los actos, resoluciones y sentencias”.
“El Secretario suscribirá también con el Juez los actos de contestación, re-
cusación, declaraciones, aceptaciones, experticias y demás a que deban
concurrir las partes o terceros llamados por la ley”.
En un caso en que el juramento del defensor judicial fue prestado ante el Secre-
tario del Tribunal, la Sala de Casación Civil consideró que la falta de juramentación ante
el Juez “vicia de nulidad la aceptación y juramento del referido funcionario, y es materia
que afecta el orden público” (Sent. Nº 73 de 12-3-92, caso: Carlos Tortolero c/ Eusebio
Agüero, ponencia de René Plaz Bruzual, ratificada en sent. de 10-3-98, caso: Mireya
Acuña de Vásquez c/ Corporación Vasqueza, C. A., expe. 96-043, ponencia de César
Bustamante Pulido. Oscar Pierre Tapia, Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia,
A. 98, T. 3, pp. 430-433).
16

Y en otra sentencia, —sin dificultad calificable como emblemática— la Sala de


Casación Civil se pronunció —refiriéndose concretamente a un caso en ejecución— de
la siguiente manera:
“El artículo 584 del Código de Procedimiento Civil se refiere a la petición
de nulidad del acto de remate, el cual no puede atacarse como un acto
aislado por vicios o defectos de forma o de fondo. Se trata de una norma
específica que prohibe se ventile —por cualquier causa— la nulidad del
acto de remate como tal. Pero observa esta Sala, que la recurrida no or-
denó la nulidad del acto de remate, sino que anuló actuaciones anteriores
a dicho acto, que conllevan como consecuencia de los vicios declarados,
la nulidad del resto de las actuaciones procesales, por no tratarse de la
nulidad de ese acto aislado de procedimiento. Se repone el proceso al es-
tado que renueve el acto nulo y debido a su proyección sobre los actos
subsiguientes, todos ellos también se anulan y entre ellos se encuentra el
acto de remate”.
“Lo que prohíbe la ley es el ataque al específico acto de remate, pero ello
no significa que, porque surja un remate, las nulidades anteriores se con-
validan porque el remate es inatacable; pensar tal cosa es interpretar la
ley al absurdo, ya que si un tribunal sin embargar los bienes, sin fijar cartel
de remate y sin cumplir los pasos procesales establecidos en materia de
ejecución de sentencia, rematare un bien, mal podría pretenderse que por
la existencia de dicho acto se convalidarán los vicios precedentes”.
“La recurrida anuló los actos precedentes al remate y con ellos, por ser su
consecuencia lógica y natural, quedó el remate anulado” (Sent. Nº 140 del
13-8-97, caso: Ricardo Carrillo c/ Margarita Campos, pornencia Jesús
Eduardo Cabrera Romero. Oscar Pierre Tapia, Jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia, A. 97, T. 8-9, pp. 452-453).

Derecho de audiencia de las partes y tasación del precio.


Ya constituido y juramentado el trío pericial, y oídas las partes en lo que a bien
tuvieren expresar para contribuir a la fijación del valor racional de la cosa a justipreciar,
en la misma sede el Tribunal conferenciarán los peritos en privado y, por unanimidad o
por mayoría de votos, harán la fijación del justiprecio, el cual harán constar en un acta o
escrito que presentarán al Tribunal el día fijado para la reunión con las partes, acta o
escrito que deben contener las razones y argumentos que hayan servido de fundamen-
to para la fijación del justiprecio y el valor asignado al bien avaluado. Pero si ocurriere
que los peritos no pueden llegar a un acuerdo por esa mayoría, por lo menos, entonces
corresponderá al Tribunal establecer el justiprecio, previa audiencia de las razones de
cada perito para su desacuerdo. Hemos de apreciar aquí el interés del ordenamiento en
que la ejecución no se detenga por sutilezas de mera forma o por inconvenientes de
desacuerdo, siendo el interés del Estado que el mandato jurisdiccional se realice a la
mayor brevedad.
El mismo día en que los peritos fijen el precio, pueden las partes, por error de
hecho y no por error de derecho, impugnar el resultado de la pericia avaluadora, de-
17

biendo basarse el error imputado en la identidad o calidad de la cosa justipreciada, te-


niendo un lapso de cinco días de despacho para probar el error, debiendo resolver el
Juez al sexto día la pretensión del impugnante, decisión que no tendrá apelación, y si
fuere ella desestimatoria de la impugnación, deberá imponer una multa de un mil bolíva-
res al impugnante.
De esencial trascendencia es que el justiprecio fijado por los peritos tasadores
será vinculante para el Tribunal, el que no podrá apartarse de la opinión pericial bajo
ningún argumento.
Publicidad del remate.

ADMINISTRACIÓN FORZOSA.

EL TÍTULO Y LA INSTANCIA EN LA EJECUCIÓN DE SENTENCIA.


Título ejecutivo. En la ejecución de sentencia, el título ejecutivo es la sentencia
misma, con la particularidad que en este caso el título genera seguridad y certeza en el
derecho del ejecutante, lo que la diferencia del resto de los títulos ejecutivos que solo
generan una presunción de certeza sobre el derecho, sin menoscabo de la posibilidad
de discutir sobre ello luego de la admisión de la demanda o de la solicitud de ejecución,
inclusive, de la posibilidad de que sea desestimada la pretensión ejecutiva del actor.
Instancia ejecutiva. En la ejecución de la sentencia no puede el juez, de oficio,
decretar su ejecución, pues ello solo procede a solicitud de parte interesada, quien pue-
de ser tanto el ejecutante como el ejecutado. Con esto se consagra a partir del Código
vigente el principio dispositivo de la instancia procesal de parte que, para el proceso de
cognición, se consagra en el artículo 11 del CPC. Vale decir, sin embargo, que en el
Código derogado la ejecución la ordenaba el Juez de oficio. Se establecía en el artículo
448:
“Cuando la sentencia ejecutoriada haya quedado definitivamente firme, el
Tribunal pondrá un decreto mandándola ejecutar”.
“De la misma manera obrará cuando el laudo arbitral hubiere quedado de-
finitivamente ejecutoriado”.
FASES DE LA EJECUCIÓN.
En nuestro derecho la ejecución consta de dos fases:
FASE DE EJECUCIÓN VOLUNTARIA.
Conforme al artículo 524 del CPC,
"Cuando la sentencia haya quedado definitivamente firme, el Tribunal, a
petición de la parte interesada, pondrá un decreto ordenando su ejecución.
En dicho decreto el Tribunal fijará un lapso que no será menor de tres días
ni mayor de diez, para que el deudor efectúe el cumplimiento voluntario, y
no podrá comenzarse la ejecución forzada hasta que haya transcurrido ín-
tegramente dicho lapso si que se hubiere cumplido voluntariamente la sen-
tencia".
18

Ha dicho la Sala de Casación Civil que la concesión del lapso para el cumpli-
miento voluntario de lo ordenado en la sentencia
"...es de orden público, pues, es el momento en que el vencido puede
cumplir pacíficamente con la sentencia y sin más obligaciones que las im-
puestas por el propio dispositivo del fallo; y, si bien, aun habiendo sido de-
cretada la ejecución forzosa, se puede ejecutar voluntariamente la senten-
cia..." (Sent. 12-12-95. Caso: Agropecuaria C. S. C., C. A., c/ Cristóbal
Santana Pérez Araujo y otros. Ponente: Carlos Trejo Padilla. Exp. 95-158.
Pierre: A. 95. T. 12. pp. 329-331).

FASE DE EJECUCIÓN FORZADA.


Si el condenado no cumple voluntariamente con lo ordenado en la sentencia, se
pasa a la fase de ejecución forzada, caso en el cual se procede por el órgano jurisdic-
cional a sustituir la voluntad del deudor en favor del ejecutante.
SENTENCIAS EJECUTABLES.
Como principio, no toda sentencia es ejecutable, pues lo son tan solo:
1. Las sentencias ejecutoriadas (definitivamente firmes), es decir, aquellas con-
tra las cuales, por agotamiento de los recursos o por preclusión, no cabe ya
ningún tipo de impugnación recursiva.
2. Generalmente las sentencias de condena que tengan un contenido cierto y lí-
quido en el quid y en el quantum.
3. Se ejecutan, además de las sentencias de fondo, de condena y definitivamen-
te firmes, las siguientes decisiones:
 Los decretos intimatorios de juicios ejecutivos firmes.
 Las providencias de liquidación de costas y honorarios de abogados y
auxiliares de justicia.
 Las sentencias extranjeras y los laudos arbitrales (en ambos casos la
condena está en la sentencia, pero la ejecutividad en el pronunciamiento
del Juez nacional en el primer caso y del Juez natural que le hubiera co-
rrespondido conocer del asunto en el segundo caso).
 Las soluciones anormales del proceso que impliquen un cumplimiento de
condena patrimonial.
Una excepción a esta regla lo constituye la ejecución de las sentencias proferidas
en juicios interdictales posesorios, pues la sentencia definitiva de primera instancia se
ejecuta a pesar de la apelación, pues así lo prevé el artículo 701 del CPC, conforme al
cual,
"Esta sentencia será apelable en un solo efecto, pero el Tribunal remitirá al
Superior el expediente completo de las actuaciones".
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Es elemento común a toda sentencia el que contenga una declaración de certeza


con respecto a un derecho, declaración con la cual el juez aplica la voluntad abstracta
de la ley al caso concreto sometido a su decisión. Empero, no hay un procedimiento
común para la ejecución de todas las sentencias. Así:
1. Sentencias merodeclarativas. Ellas se bastan por si solas para satisfacer el
interés en favor de quien se hace actuar la voluntad concreta de la ley, sean
estimatorias o desestimatorias de la demanda. Ejemplos: la sentencia deses-
timatoria de toda demanda, inclusive de aquellas cuyo haya sido una preten-
sión de condena; y la sentencia que se dicte en los juicios de rectificación del
estado civil (art. 506 CC).
2. Sentencias constitutivas. Las sentencias que constituyen un estado o derecho
no requieren de ejecución pues se bastan por sí mismas y proyectan sus
efectos constitutivos hacia el futuro, siendo meramente declarativas hacia el
pasado. Ejemplos: la sentencia de divorcio, o sobre el reconocimiento o de-
claración de filiación, o sobre el desconocimiento de hijos, o sobre la nulidad o
disolución del matrimonio.
Empero, vale decir, al igual que en el caso de las sentencias mero declarativas,
que es posible con respecto a algunas sentencias constitutivas la necesidad para ex-
tender los efectos a terceros el cumplimiento de ciertas formalidades posteriores al fallo
(p. ej. la inscripción en el Registro Público), formalidad cuyo incumplimiento, en todo
caso, no priva a la sentencia de sus efectos.
En un caso concreto en el cual la sentencia de nulidad de un negocio jurídico no
fue registrada, la Sala de Casación Civil dijo:
"Considera la Sala, que la norma [art. 1.281 CC) sí contiene un concepto
transitorio, pues, si se trata de interrumpir la prescripción una vez efectua-
da la citación del demandado, el registro de la demanda pierde efecto,
pues la citación interrumpe la prescripción en forma definitiva. Y si se trata
de poner conocimiento al tercero de la demanda de simulación, también
tendrá carácter transitorio, pues si la demanda es declarada sin lugar, ce-
san los efectos que se persigue con el registro de la misma".
"En el caso concreto, la recurrida expresa, que el acto de disposición efec-
tuado es válido, pues la sentencia que declaró la simulación no fue regis-
trada y ello es perfectamente lógico, pues lo que surte efecto contra los
terceros es el registro de la sentencia, no el registro de la demanda. Ya se
explicó antes que con el registro de la demanda lo que se persigue es inte-
rrumpir la prescripción de la acción y poner en conocimiento a los terceros
que existe una demanda por simulación sobre el bien inmueble que pien-
san adquirir, pero que no impide la realización de la operación de compra-
venta" (Sent. de 19-11-92. Caso: Eugenia Natividad Tineo Molina c/ María
Leticia Salinas de Mejías y otra. Ponente: Dr. Héctor Grisanti Luciani. Exp.
90-490. Pierre: A. 92. T. 11. pp. 143-144).
3. Sentencias de condena. Son aquellas sentencias que además de la declara-
ción del derecho agregan contra el vencido un mandato de condena por un
dar, un hacer o un no hacer. Para su ejecución, al vencido se le da la oportu-
20

nidad para el cumplimiento voluntario de lo condenado, mas si ese cumpli-


miento voluntario no se diere se procede a la ejecución forzada por el órgano
jurisdiccional.
En lo concreto, el procedimiento de ejecución de sentencia sólo es aplicable a las
sentencias declarativas de un derecho que contengan un mandato de condena, debien-
do aclararse que la ejecución ni obra ni puede obrar contra terceros que no hubieren
intervenido en el proceso de cognición, pues res iudicata tertio non nocet y solo inter
alios acta.
El desistimiento en la ejecución.
Por lo que al desistimiento concierne, es principio insoslayable que en la ejecu-
ción de sentencia no puede desistirse de la acción ejercida para instar el proceso de
cognición, pues ya para el momento de la ejecución han precluido todas las oportunida-
des de alegar con respecto a los hechos que allá se debatieron. Empero, nada impide
que el ejecutante pueda desistir de la ejecución y con ello renunciar a obtener la satis-
facción de su pretensión o de lo condenado a su favor, pero esa renuncia sólo puede
recaer sobre elementos patrimoniales y no sobre situaciones de estado y capacidad de
las personas, las cuales, por ser de orden público, no son ni renunciables ni relajables
por convenios particulares.
EL JUEZ DE LA EJECUCIÓN Y SUS PODERES.
Principio: Iudex cognitionis est iudex executionis.
Por mandato de lo establecido en el artículo 523 del CPC, el juez de la ejecución
de la sentencia ejecutoriada o de cualquier otro acto que tenga fuerza de tal (conveni-
miento, transacción), lo es el juez que haya conocido la causa en primera instancia o el
juez natural a quien hubiera correspondido ese conocimiento en el caso de las senten-
cias arbitrales.
Sobre el particular, Arminio Borjas expresó:
“La ejecución es el último estado del juicio; y las actuaciones que le son
correspondientes no tienen por qué incumbir a la competencia de autori-
dades judiciales distintas de las que conocieron de él hasta llevarlo a ese
estado. Al contrario, para resolver las cuestiones que pudieran surgir entre
las partes, o sean suscitadas por terceros en relación con los actos, de la
ejecución, (sic) ningún Juez o Tribunal puede hacerlo con mejor conoci-
miento de causa que aquél que la sustanció, porque esas cuestiones, ver-
sen o no sobre los puntos que fueron decididos, se relacionarán necesa-
riamente con ellos, y sin dividir la continencia del juicio, no podrían ser
sometidas a la decisión de otro Tribunal” (Comentarios al Código de Pro-
cedimiento Civil, 3ª ed., Ediciones Sales. Caracas, 1964, t. IV, p. 253).

Poderes del juez de la ejecución.


Los poderes del juez de la ejecución están delimitados por los términos de la
sentencia, de tal manera que tiene que ejecutarla solo en favor del vencedor (ejecutan-
te), sólo contra el vencido (ejecutado) y sólo en cuanto a la obligación objeto de la con-
21

dena, sin poder modificar nada de tales extremos. El hacerlo es recurrible inclusive has-
ta Casación.
Puede sí el juez, a nuestro criterio, rectificar errores materiales contenidos en el
dispositivo del fallo, siempre que la corrección se base en elementos que consten en el
propio texto de la sentencia.
LA DELEGACIÓN DE LA EJECUCIÓN.
La ejecución de la sentencia puede verificarse por intermedio de un juez comi-
sionado a tales efectos específicos, quien deberá cumplir la comisión en los términos
exactos que le fueren encomendados.
Pero puede verificarse también por vía de cualquier juez de la República, a quien
el juez de la ejecución le delega por vía de un mandamiento de ejecución en términos
generales todo lo concerniente a los actos de ejecución del embargo y depósito de los
bienes que habrán de ser sustraídos del patrimonio del ejecutado para satisfacer la pre-
tensión insatisfecha del ejecutante. Ese mandamiento de ejecución, que está regulado
en el artículo 527 del CPC, ordenará al juez a quien se le presente:
1. Si se trata de cantidades líquidas de dinero, que se embarguen bienes pro-
piedad del ejecutado en una cantidad que no debe exceder del doble de lo
condenado a pagar, más las costas por las cuales se siga la ejecución.
2. Si se trata de la entrega de un bien mueble o de un inmueble, que se cumpla
con la entrega.
3. Que se depositen los bienes embargados en los términos regulados para el
depósito por el CPC.
4. Que solo a falta de bienes embargables, se embargue cualquier sueldo, sala-
rio o remuneración del ejecutado en las proporciones legalmente autorizadas.
ACCIÓN DE AMPARO PARA IMPEDIR LA EJECUCIÓN.
Acción para impedir la ejecución de una sentencia ejecutoriada de primera ins-
tancia.
En un caso en el que se pretendió impedir la ejecución de una sentencia definiti-
va por vía de amparo, alegando el quejoso que la sentencia definitiva de primera ins-
tancia fue declarada con lugar en su contra por la inacción de su apoderado judicial, la
Sala de Casación Civil declaró inadmisible la acción por considerar que lo denunciado
no es un motivo para ser tramitado por vía de amparo constitucional, habida cuenta que
el quejoso tuvo a su disposición los recursos ordinarios para defenderse (Cfr. sent. 14-
12-95. Caso: Alicia Amelia Manzanilla Tejada. Ponente: Alirio Abreu Burelli. Exp. 91-94.
Pierre: A. 95. T. 12. pp. 98-99).
22
23

II
MODOS DE LA EJECUCIÓN. NOCIÓN PRELIMINAR. SENTENCIAS QUE CONDENAN
A DAR. SENTENCIAS QUE CONDENAN A HACER. SENTENCIAS QUE CONDENAN A
NO HACER. SENTENCIAS QUE CONDENAN A LA ENTREGA ALTERNATIVA DE CO-
SAS. LAS CONDENAS POR OBLIGACIONES DE HACER Y DE NO HACER EN EL
PROYECTO DE CÓDIGO VIGENTE. SANCIONES POR EL INCUMPLIMIENTO DE LO
CONDENADO. EJECUCIÓN DE SENTENCIAS EXTRANJERAS.

MODOS DE LA EJECUCIÓN. NOCIÓN PRELIMINAR.


Para el procedimiento cognoscitivo existe un proceso común (juicio ordina-
rio, breve, oral o especial), pero en cuanto a la ejecución sus modos o formas va-
rían según la naturaleza de la obligación declarada en la sentencia o reconocida
por el deudor en el título extrajudicial.
Puede afirmarse que cada obligación tiene un procedimiento especial de
ejecución (Cfr. Alsina) y que "cada título tiene su forma particular de llegar hasta el
fin propuesto" (Couture).
SENTENCIAS QUE CONDENAN A DAR.
A. Cantidad líquida de dinero. Cuando en la sentencia se ordena pagar una
cantidad determinada de dinero, se pueden dar los siguientes modos de ejecución:
a1. Si la suma se encuentra visiblemente en el patrimonio del deudor con-
denado (ejecutado), la ejecución se cumple tomando la suma de donde se en-
cuentre y entregándola al acreedor, más las costas.
Debe destacarse que cuando se embarga dinero en efectivo no es menes-
ter embargar el doble de la cantidad condenada a pagar, sino que será embarga-
ble solo el monto en cuestión, más las costas de ejecución, no siendo necesario
cumplir los actos de publicidad, justiprecio y remate.
a2. Si no hubiere dinero en efectivo visible en el patrimonio del ejecutado,
se procederán entonces conforme lo establecido en el artículo 527 del CPC:
"Si la condena hubiere recaído sobre cantidad líquida de dinero, el
Juez mandará embargar bienes propiedad del deudor, que no exce-
dan del doble de la cantidad y costas por las cuales se siga ejecu-
ción".
En este caso, con el embargo lo que se persigue es sustraer bienes sufi-
cientes del patrimonio del deudor para, o transformarlos en dinero efectivo por vía
de enajenación en pública subasta y con el producto de la venta pagar al acree-
dor, o adjudicar esos bienes al ejecutante para satisfacer su acreencia, supuesto
este último que se desprende del contenido del artículo 568 del CPC.
Sobre la cantidad líquida que se condene a pagar, es indispensable que
esa cantidad esté claramente precisada en el fallo o, por lo menos, si no está cla-
ramente precisada, que con una simple operación aritmética se pueda establecer
el monto.
24

En un caso en que el Tribunal de la causa condenó a pagar la suma debida


en forma determinada y unos intereses vencidos y por vencer sin determinarlos, la
Sala Civil casó el fallo por la imposibilidad de su ejecución. Dijo la Sala entonces:
"Esta Corte considera que la expresada condenatoria al pago de in-
tereses no es expresa, positiva y precisa, porque con los elementos
contenidos en dicho dispositivo es imposible determinar el monto de
los réditos que debe pagar la demandada a la actora. En efecto, con
los solos datos suministrados en el dispositivo sobre el monto del ca-
pital, tasa mensual de interés, y la simple alusión a la fecha, que allí
no se indica, de la introducción de la demanda, se colocaría al juez
ejecutor del fallo en la imposibilidad de conocer o calcular la cuantía
de los referidos intereses".
(Omissis)
"Para tratar de determinar el monto de dichos intereses sería necesa-
rio que el juez ejecutor procediera a realizar, no un simple cálculo
aritmético, sino un completo estudio de los datos pertinentes que pu-
dieren encontrarse en el fallo, para en esa forma poder llegar a algu-
na conclusión sobre la materia. Ello revela que la sentencia del juez
de la causa no contiene decisión expresa, positiva y precisa sobre la
condenatoria de intereses, puesto que para conocer en ese punto el
alcance de su dispositivo debe ser sometida a un proceso de inter-
pretación y complementación por el juez de la ejecución" (Sent. de 6-
8-69. Caso: Ana Popelka c/ María J. Soto F. de Montiel. Ramírez: T.
22, N° 390-69, pp. 281-284).
B. Cantidad ilíquida de dinero.
Cuando no esté líquida la cantidad condenada a pagar, el juez deberá or-
denar su liquidación haciendo uso del procedimiento previsto para la experticia
complementaria del fallo en el artículo 249 del CPC, en todo cuanto sea aplicable.
La liquidación del monto la harán tres peritos que se nombrarán uno por cada par-
te, asociados a un tercero que elegirán las partes de mutuo acuerdo o que desig-
nará el Tribunal si ese acuerdo no se da. Se trata en este caso, obviamente, de la
incorporación perfectamente válida dentro del procedimiento de ejecución de sen-
tencia de un proceso cognoscitivo, en el cual las partes pueden reclamar sobre la
decisión de los peritos, alegando que están fuera de los límites de lo ordenado del
Tribunal, o de lo condenado a pagar, o que es inaceptable la estimación por exce-
siva o exigua, caso en el cual el Tribunal debe oír a los asociados que hubieren
concurrido a dictar el fallo en primera instancia, si tal hubiere sido el caso, y en su
defecto, a otros dos peritos de su elección para decidir sobre lo reclamado, con
facultad para fijar definitivamente el monto líquido de lo condenado, siendo apela-
ble libremente lo determinado.
Una vez que lo condenado a pagar ya sea líquido, se procederá al embargo
como si se tratare de cantidad líquida de dinero.
C. Cuerpo cierto (bien mueble o inmueble).
c1. La cosa está en el patrimonio del deudor.
25

En este supuesto, la ejecución forzosa se puede cumplir en especie. Así:


c1.1. Cuando la sentencia ordena entregar una cosa mueble o una inmue-
ble, la ejecución se verifica extrayendo la cosa de la esfera de influencia del ejecu-
tado, mediante actos de desapoderamiento material, y poniéndola en manos del
ejecutante, haciendo uso de la fuerza pública si fuere necesario, tal como lo orde-
na el artículo 528 del CPC.
c1.2. Si se trata de joyas y alhajas, se las tomará de donde se encuentren a
esos fines, aún cuando el propio ejecutado las tenga sobre su cuerpo, al menos
así lo opina Hugo Alsina quien en su obra Tratado Teórico Práctico de Derecho
Procesal Civil y Comercial relaciona un caso ocurrido en Argentina.
c1.3. Si se trata de un bien mueble propiedad del ejecutado poseído por un
tercero, no existe ninguna dificultad en cuanto al desapoderamiento material para
entregarlo al ejecutante, habida cuenta que se cumple con el requisito legal de la
propiedad en la esfera jurídica del ejecutado.
c1.4. Si se trata de un bien inmueble propiedad del ejecutado poseído por
un tercero por virtud de un contrato de arrendamiento opera la ejecución y corres-
ponderá al tercero probar su condición de arrendatario (o de tercero con derecho
exigible sobre la cosa, en otro caso), a fin de que al rematarse el bien aquel a
quien se adjudique respeto ese derecho (v. art. 546 CPC).
c1.5. Si el bien es un inmueble ocupado por el propio ejecutado, el Tribunal
deberá fijar, ajustado en lo posible a las disposiciones sobre regulación de alquile-
res, la cantidad que dicho ejecutado debe pagar para continuar ocupándolo duran-
te el proceso de la ejecución y hasta el momento del remate. Todo ello de confor-
midad con lo establecido en el artículo 537 del CPC, conforme al cual, también, los
pagos los deberá efectuar el ejecutado por mensualidades anticipadas, so pena de
que el Tribunal ordene la desocupación del inmueble, llevándolo a cabo con el uso
de la fuerza pública si fuere necesario.
c1.6. Si la condena versa sobre cosas in genere (aquellas que son aprecia-
bles por su número, calidad o medida y que son sustituibles por otras), la ejecu-
ción forzosa en especie es perfectamente verificable, salvo la imposibilidad de lo-
grarlo, caso en el cual se procederá a darle valor al bien a los fines de hacer líqui-
da la obligación, en los términos del artículo 527 del CPC, cumplido lo cual se pro-
cederá como en los casos de obligaciones líquidas de dinero, embargando bienes
propiedad del deudor.
c2. La cosa no está en el patrimonio del deudor.
En este caso el cumplimiento forzoso en especie es imposible y el mismo
debe verificarse por equivalente. Así:
c2.1. Si se tratare de una cosa mueble que no puede ser habida, a petición
del solicitante (quien, a nuestro criterio, puede ser el propio ejecutado) y por reso-
lución del Tribunal se podrá estimar su valor para el cumplimiento por equivalente
(habida cuenta de la imposibilidad del cumplimiento en especie). En este caso se
deberá proceder así:
26

 Como se trataría de un caso de cantidad ilíquida, habría que liquidarla


como se prevé en el artículo 527 del CPC.
 Ya liquidada la cantidad se procederá como si se tratara de una condena
a pagar cantidad líquida de dinero, procediéndose al embargo.
c2.2. Si se tratare de una cosa inmueble (como el caso de las bienhechu-
rías construidas sobre terreno municipal, por ejemplo) que ha perecido (incendio,
p. ej.), pensamos que el cumplimiento deberá verificarse de la misma forma por
equivalente, con previa liquidación, como se ejecuta la condena de cosa mueble
que no puede ser habida.
SENTENCIAS QUE CONDENAN A HACER.
Cuando la condena recaiga sobre una obligación de hacer por parte del
ejecutado, su cumplimiento en especie sólo será posible de manera voluntaria por
su parte.
En nuestro Derecho, el supuesto está regulado en el artículo 529 del CPC.
Empero, sustantivamente en el encabezamiento del artículo 1.266 del Código Civil
se prevé:
"En caso de no ejecución de la obligación de hacer, el acreedor puede ser autori-
zado para hacerla ejecutar él mismo a costa del deudor".
De consiguiente:
A. Si la obligación es personalísima:
En este supuesto el acreedor nunca podrá obtener el cumplimiento en es-
pecie si el deudor se niega a cumplirla, quedándole tan solo la alternativa del
cumplimiento por equivalente, dándole valor a esa obligación incumplida, liquidan-
do la cantidad como se prevé en el artículo 527 del CPC y procediendo luego de
liquidada la cantidad al embargo de bienes propiedad del deudor.
B. Si la obligación no es personalísima:
En este supuesto se pueden dar estas dos posibilidades:
a. Si el deudor se negare al cumplimiento voluntario de la obligación y la
misma puede ejecutarse por otra persona (construir un paredón, p. ej.), podrá el
juez autorizar al acreedor, a solicitud suya, para hacer ejecutar él mismo la obliga-
ción a costa del deudor, obteniendo así un cumplimiento en especie.
b. El acreedor obtiene el cumplimiento por equivalente, procediendo como
si se tratara de una cantidad ilíquida de dinero, dando valor a la obligación en los
términos del artículo 527 del CPC y luego procediendo al embargo de bienes pro-
piedad del deudor, por darse una cualquiera de las siguientes razones:
b1. El acreedor opta por no pedir la autorización judicial para hacer ejecutar
él mismo la obligación a costa del deudor.
b2. La naturaleza de la obligación no permite la ejecución en especie.
b3. La naturaleza de la obligación hace que la ejecución en especie resulte
demasiado onerosa.
27

C. Si la obligación es un hecho abstracto:


Si lo condenado a hacer es un hecho abstracto, que no sólo no requiere de
la intervención personal del deudor, sino que se puede dar por realizado por volun-
tad de la ley, entonces es posible la ejecución forzosa en especie por la misma
sentencia, que de ese modo se convierte en un medio indirecto de ejecución in
natura. Es el caso concreto previsto en el artículo 531 del CPC, conforme al cual,
"Si la parte que resulte obligada, según la sentencia, a concluir un
contrato, no cumple su obligación, y siempre que sea posible y no es-
té excluído por el contrato, la sentencia producirá los efectos del con-
trato no cumplido. Si se trata de contratos que tienen por objeto la
transferencia de la propiedad de una cosa determinada, o la constitu-
ción o la transferencia de otro derecho, la sentencia sólo producirá
estos efectos si la parte que ha propuesto la demanda ha cumplido
su prestación, de lo cual debe existir constancia auténtica en los au-
tos".

SENTENCIAS QUE CONDENAN A NO HACER.


Al igual que en el caso de las obligaciones de hacer, cuando la condena
recaiga sobre una obligación de no hacer por parte del ejecutado, su cumplimiento
en especie sólo será posible de manera voluntaria por su parte.
En nuestro Derecho el supuesto está regulado en el artículo 529 del CPC.
Empero, al igual que en el caso de las obligaciones de hacer, en las de no hacer el
único aparte del artículo 1.266 del Código Civil estatuye, para el caso de incum-
plimiento, lo siguiente:
"Si la obligación es de no hacer, el deudor que contraviniere a ella
quedará obligado a los daños y perjuicios por el solo hecho de la
contravención".
De su parte, el artículo 1.268 eiusdem, dispone:
"El acreedor puede pedir que se destruya lo que se haya hecho en
contravención a la obligación de no hacer, y puede ser autorizado pa-
ra destruirlo a costa del deudor, salvo el pago de los daños y perjui-
cios".
De consiguiente:
A. El incumplimiento puede ser borrado:
a1. Si el incumplimiento del deudor puede ser borrado, la ejecución forzosa
en especie se puede obtener por medio indirecto, autorizando el Tribunal al acree-
dor, a solicitud suya, para que haga destruir lo que se haya hecho en contraven-
ción de la obligación de no hacer.
a2. En otro supuesto, el acreedor obtiene el cumplimiento por equivalente,
procediendo como si se tratara de una cantidad ilíquida de dinero, dando valor a la
obligación en los términos del artículo 527 del CPC y luego procediendo al embar-
28

go de bienes propiedad del deudor, por darse una cualquiera de las siguientes
razones:
b1. El acreedor opta por no pedir la autorización judicial para hacer ejecutar
él mismo la obligación a costa del deudor.
b2. La naturaleza de la obligación no permite la ejecución en especie.
b3. La naturaleza de la obligación hace que la ejecución en especie resulte
demasiado onerosa.

B. El incumplimiento no puede ser borrado:


Si se da el caso de que el incumplimiento del deudor no puede ser borrado
(el caso Montaner, p. ej., quien por contrato con un canal de televisión no podía
cantar en otro canal y sin embargo lo hizo), la ejecución nunca podrá permitir la
ejecución en especie, sino por equivalente como resarcimiento de daños y perjui-
cios.
SENTENCIAS QUE CONDENAN A LA ENTREGA ALTERNATIVA DE COSAS.
El artículo 530 del CPC, dispone:
"Si en la sentencia se hubiere condenado alternativamente a la en-
trega de una de varias cosas y el deudor a quien corresponda la
elección no diere cumplimiento a la sentencia en el lapso indicado en
el artículo 524, el acreedor puede pedir la entrega de una cualquiera
de ellas, a su elección, y se procederá como indica el artículo 528 de
este Código; todo sin perjuicio de lo previsto en la Sección Tercera,
Capítulo II, Título Tercero, Libro Tercero, del Código Civil para los
casos en que ha perecido una o todas las cosas prometidas alterna-
tivamente".
Cabe decir que conforme a las reglas de las obligaciones alternativas con-
tenidas en el Código Civil:
1. El deudor de una obligación alternativa se libera con la entrega de una
cualquiera de las cosas comprendidas en la obligación.
2. La elección de esa cosa liberatoria corresponde al deudor, salvo que se
le haya concedido expresamente al acreedor.
3. Cuando el deudor no cumpla naturalmente con su obligación y sea de-
mandado para ello y fuere condenado alternativamente a la entrega de
una de varias cosas, el acreedor puede solicitar que se le entregue una
cualquiera de ellas, a su elección, salvo el derecho del deudor de libe-
rarse entregando en ese momento al acreedor una cualquiera de las
otras.
4. Si la elección correspondía al acreedor y éste no lo hace después del
vencimiento de la obligación, el deudor puede pedir al juez que le acuer-
29

de un plazo al acreedor para que haga la elección y si este plazo vence


sin la elección, entonces el deudor ejercerá la opción.
5. En el caso de perecimiento, se pueden dar los siguientes supuestos:
 Si para el momento de la exigibilidad sólo una cosa subsiste o
cuando solo una de las cosas prometidas puede ser objeto de obli-
gación, entonces la obligación se tendrá por pura y simple. No podrá
el deudor en estos supuestos ofrecer el precio de la cosa en lugar de
ésta.
 Si todas las cosas han perecido y una de ellas ha perecido por
culpa del deudor, deberá él pagar al acreedor el precio de la última
en perecer.
 Si la elección corresponde al acreedor:
 Todas las cosas han perecido, menos una, sin culpa del
deudor, el acreedor debe recibir la que subsista.
 Todas las cosas han perecido, menos una, por culpa del
deudor, quedará a elección del acreedor aceptar recibir la
que subsista o el precio de cualquiera de las otras.
 Todas las cosas han perecido, sea que todas lo hayan
sido por culpa del deudor, sea que unas lo hayan sido por su
culpa y otras no, el acreedor podrá exigir el precio de cual-
quiera de ellas.
 Sin antes de la mora del deudor todas las cosas han pe-
recido sin su culpa, la obligación se extingue de conformidad
con lo establecido en el artículo 1.344 del CC (pérdida de la
cosa debida).
LAS CONDENAS POR OBLIGACIONES DE HACER Y DE NO HACER EN EL PROYECTO
DE CÓDIGO VIGENTE.

El artículo 529 proyectado era del tenor siguiente:


"Si en la sentencia se hubiere condenado al cumplimiento de una
obligación de hacer o de no hacer, se determinará el crédito en una
cantidad de dinero, y luego se procederá como se establece en el ar-
tículo 527".
"Sin embargo, a solicitud del acreedor éste puede ser autorizado por
el Juez para ejecutar él mismo la obligación de hacer o para destruir
lo que se haya hecho en contravención a la obligación de no hacer, a
costa del deudor".
"En estos casos, el Tribunal indicará la forma de la ejecución y orde-
nará que se determine mediante peritos los gastos de la misma, pro-
cediéndose luego como si se tratara del pago de cantidad de dinero".
Leopoldo Márquez Añez, para justificar la radical transformación del texto
de la norma proyectada a la norma sancionada, expresa lo siguiente:
30

"Con respecto a la ejecución de las sentencias que condenaren al


cumplimiento de obligaciones de hacer o de no hacer, ya el artículo
529 del Proyecto original contemplaba explícitamente esta modalidad
de ejecución, para cubrir la ostensible laguna que en la materia pre-
sentaba el código de 1.916 (sic), y con él toda la legislación procesal
anterior que rigió en Venezuela. En este sentido, el artículo 529 del
Proyecto original, si bien contemplaba esta especie de cumplimiento
de obligaciones de hacer o de no hacer, ciertamente estipulaba como
regla general la de que se debía determinar el crédito en una canti-
dad de dinero y procederse como se establecía en el artículo 527, es
decir, como en los casos de condena recaída sobre cantidad líquida
de dinero. Excepcionalmente, por solicitud del acreedor, el juez podía
autorizar a éste para que ejecutara la obligación de hacer o para des-
truir lo hecho en contravención a la obligación de no hacer, a costa
del deudor. Se preveía también que en estos casos el tribunal indica-
ría la forma de la ejecución y ordenaría que se determinase mediante
peritos los gastos de la misma, procediéndose luego como si se tra-
tara del pago de cantidad de dinero. Observaciones recibidas por la
Comisión Redactora y por la Comisión Legislativa de estudiosos en
la materia, aconsejaron una detenida revisión de este artículo, a obje-
to de lograr una formulación más completa, y más acorde con la
orientación general de la doctrina, y del derecho procesal comparado
habida cuenta del contenido y finalidad de los artículo 1.266 y 1.268
de nuestro Código Civil. Ha expresado José Melich Orsini (La ejecu-
ción forzosa en especie de las obligaciones de hacer y de no hacer,
en Estudios de Derecho Civil, páginas 128 y siguientes), que una
opinión extendida entre procesalistas observa que no toda satisfac-
ción del acreedor a través de un sustituto de la conducta no puesta
por el deudor constituye propiamente ejecución forzosa en forma es-
pecífica, y que de esta observación se suele sacar la consecuencia
de que no bastan los textos de los artículos 1.266 y 1.268 del Código
Civil Venezolano para apoyar la afirmación de existir entre nosotros
verdadera y propia ejecución forzosa en especie de las obligaciones
de hacer y de no hacer, y que, por el contrario, la ausencia en nues-
tro ordenamiento procesal de normas dirigidas a autorizar y regular
expresamente la invasión de la esfera jurídica del deudor en los ca-
sos en que la actividad sustitutiva deba cumplirse en el ámbito pose-
sorio del deudor, debe conducir a la conclusión de que los citados
textos del Código Civil configuran apenas un medio indirecto de liqui-
dación de los daños, o, si se prefiere, un procedimiento para hacer
viable el resarcimiento del daño en forma específica. Agrega Melich
Orsini que se ha afirmado que para que los artículos 1.266 y 1.268
del Código Civil pudieran constituir verdaderas formas de ejecución
forzosa en forma específica, sería necesario que, como complemento
de ellas, existieran normas procesales que autorizaran todavía la pe-
netración por la fuerza en la esfera posesoria del deudor para realizar
la conducta sustitutiva contra la voluntad del mismo; y que mientras
31

no se haga una reforma de nuestro Código de Procedimiento Civil


que incluya en él normas análogas a las de los artículos 612 a 614
del vigente Código de Procedimiento Civil italiano, debe excluirse que
en nuestro ordenamiento positivo exista verdadera y propia ejecución
forzosa en forma específica de las obligaciones de hacer y de no ha-
cer, con la única excepción del caso de la obligación de entregar una
cosa mueble o inmueble que ya regula el artículo 449 del Código de
Procedimiento Civil, en donde, ciertamente, sí se obtendría contra la
voluntad del deudor, y por el empleo de la fuerza pública, el mismo
resultado práctico que debió obtenerse con el espontáneo acto de
entrega de la cosa por parte del deudor (Obra citada, página 130)".
"El artículo 612 del Código de Procedimiento Civil italiano, establece
que quien pretende obtener la ejecución forzada de una sentencia de
condena por violación de una obligación de hacer o de no hacer debe
pedir al pretor que se determinen las modalidades de la ejecución; el
artículo 613 autoriza al oficial judicial para hacer uso de la fuerza pú-
blica; y el artículo 614 dispone que al término de la ejecución, o en el
curso de ella, la parte ejecutora debe presentar la estimación de las
costas y el pretor provee sobre ellas por decreto. En resumen pues,
las citadas disposiciones del Código de Procedimiento Civil italiano
consagran expresamente la posibilidad de ejecución forzada de las
obligaciones de hacer y de no hacer. Es útil tomar en consideración
que de acuerdo al artículo 2.931 del Código Civil italiano, "Si no se
cumple una obligación de hacer, el derecho habiente puede obtener
que la misma se ejecute a costa del obligado en las formas estable-
cidas por el Código de Procedimiento Civil"; y el artículo 2.933 dispo-
ne: "Si no se ha cumplido una obligación de no hacer, el derecho ha-
biente puede obtener que se destruya, a costa del obligado, lo que se
ha hecho en violación de la obligación. No se puede ordenar la des-
trucción de la cosa y el derecho habiente puede conseguir sólo el re-
sarcimiento de los daños, si la destrucción de la cosa es perjudicial
para la economía nacional".
"En esta línea se ubicó la modificación del artículo 529 del Proyecto
original, es decir, en la línea de asegurar como regla general, y como
principio procesal destacado, la de la ejecución forzosa de las obliga-
ciones de hacer y de no hacer, regla y principio que quedan exclui-
dos únicamente, cuando el acreedor no formule la solicitud, o cuando
la naturaleza de la obligación no permita la ejecución en especie, o la
hiciere demasiado onerosa" (El Nuevo Código de Procedimiento Ci-
vil. Fondo de Publicaciones UCAB-Fundación Polar. Caracas, 1988.
pp. 222-224).

SANCIONES POR EL INCUMPLIMIENTO DE LO CONDENADO.


32

En algunas legislaciones, el incumplimiento por parte del deudor de lo con-


denado en la sentencia le apareja sanciones. Es el caso por ejemplo del astreintes
del Derecho francés y del specific perfomance del Derecho angloamericano.
El astreintes consiste en una coacción económica contra el condenado, re-
presentado en el pago diario de una suma de dinero hasta el cumplimiento definiti-
vo. La doctrina ha considerado que este mecanismo se presta a la arbitrariedad
del juez y a la desproporción en la fijación del monto a cancelar.
De su parte, el specific perfomance sujeta al deudor al poder disciplinario
del juez, sin derecho a la defensa. A este mecanismo se le denomina también con-
tempt of Court.
En el Código Arandino (1836), si no se cumplía en tres días la sentencia
ejecutoriada, se apremiaba al deudor con multas diarias que se iban duplicando en
proporción a la resistencia del vencido, y si él no tenía con que pagar, a solicitud
de la contraparte se le podía reducir a prisión.
EJECUCIÓN DE SENTENCIAS EXTRANJERAS.
Se regula la eficacia en Venezuela de los actos de autoridades extranjeras
en los artículos 850 al 858 del Código de Procedimiento Civil (Libro Cuarto, Parte
Primera, Título X).
En una sentencia emblemática de la Sala Político-Administrativa, se preci-
saron importantes aspectos del exequátur, tales como la naturaleza de la senten-
cia que lo concede, sus efectos y los requisitos de forma y de fondo para la proce-
dencia del pase a la sentencia extranjera (V. sent. del 12-12-96. Ponente: Hilde-
gard Rondón de Sansó. Exp. 9.145. Sent. 841. Pierre: A. 96, T. 12, pp. 321-332).
Son los siguientes los detalles de la decisión bajo comentario:
Naturaleza de la sentencia de exequátur.
"...el rol de la sentencia de exequátur consiste en certificar, resolver o
aplicar en el Estado receptor lo que certificó, resolvió o aplicó el juez
sentenciador. En consecuencia, se trata de dos sentencias indepen-
dientes, con el mismo contenido. La sentencia de exequátur es de
naturaleza constitutiva en el sentido puramente procesal. Como afir-
ma Luis Loreto '...Su momento constitutivo está en abrirle la frontera
a los efectos jurisdiccionales, ya producidos en el exterior, que ahora
se reciben en el ordenamiento doméstico como si fuesen propios...".

Efectos de la sentencia de exequátur.


"La naturaleza procesalmente constitutiva de la sentencia de exequá-
tur determina sus efectos jurídicos que son de carácter formal y que
consisten en otorgar, a la sentencia extranjera, la fuerza ejecutoria en
el Estado receptor. Los efectos materiales ya preexistían, en la sen-
tencia extranjera, por ello deben considerarse como producidos des-
de la fecha en que quedó ejecutoriado y firme el fallo extranjero...Por
ende, los efectos de la sentencia extranjera deben considerarse reci-
33

bidos en el ordenamiento jurídico del Estado receptor ex tunc. Esta


consecuencia reviste una particular importancia: ella permite conside-
rar legalmente válidos y eficaces actos y situaciones jurídicos produ-
cidos anteriormente por la sentencia extranjera".
Requisitos de forma y de fondo que deberán cumplirse para el exequátur de
una sentencia extranjera.
1. Reciprocidad (art. 850).
"Por cuanto el Código de Procedimiento Civil exige que se pruebe la
reciprocidad con instrumento fehaciente, esta Corte aplica, analógi-
camente, los medios de prueba señalados en el Código Bustamante,
que consisten en: una copia certificada y legalizada de las normas
extranjeras respectivas; o una declaración de dos abogados en ejer-
cicio en el país de donde proviene la sentencia. Este documento de-
be encontrarse debidamente certificado y legalizado y ser de fecha
'prudencialmente reciente', es decir, de fecha cercana".
En la Integración y Comentario de la Exposición de Motivos del Código de
Procedimiento Civil de Leopoldo Márquez Añez, se lee sobre el punto de la reci-
procidad:
"El requisito de la reciprocidad, que ciertamente no aparecía en el
texto original del Proyecto, fue incorporado por la Comisión Legislati-
va a sugerencia del Ministerio de Relaciones Exteriores, que en oficio
de 19 de junio de 1985 expresó al respecto lo siguiente: 'Luego de
revisados los textos propuestos por la comisión que usted dignamen-
te coordina, consideramos procedente hacerle ciertas observaciones
en aras de contribuir, en la medida de lo posible, con la labor legisla-
tiva que sobre el particular adelanta el Congreso Nacional. Así pues,
el artículo 850 del Proyecto debiera conservar en su redacción la exi-
gencia de la prueba documental de la reciprocidad, en idéntica forma
a la establecida en el artículo 747 del Código de Procedimiento Civil
actual. Efectivamente, como quiera que el sistema de la reciprocidad
legal ha sido el adoptado en nuestro ordenamiento jurídico procesal
desde 1897, creemos que éste deba mantenerse ya que es el que in-
forma todas nuestras relaciones de derecho internacional salvo, claro
está, en aquellos casos en que el Pase o Exequatur se conceda a los
fallos extranjeros por reciprocidad convenida en tratados públicos
suscritos a este fin. En consecuencia merece todo respeto la obser-
vación que los proyectistas formularon al citado artículo 850" (El
Nuevo Código de Procedimiento Civil. Fondo de Publicaciones
UCAB-Fundación Polar. Caracas, 1988, p. 281).
2. Competencia del juez sentenciador (art. 851, ord. 1°).
"La jurisdicción debe entenderse aquí como la facultad que tienen los
tribunales de impartir justicia. La competencia es la medida de la fa-
cultad jurisdiccional. Desde el punto de vista internacional, las expre-
siones jurisdicción y competencia procesal internacional son equiva-
34

lentes, por cuanto ambas se refieren a la competencia general que


corresponde al Estado sentenciador y no a su competencia interna.
En consecuencia, el Estado venezolano ejerce control respecto a las
sentencias extranjeras únicamente en lo que concierne a la compe-
tencia internacional del Estado sentenciador en su conjunto, compe-
tencia esta que, a falta de normas expresas, se determina mediante
la aplicación analógica de las normas que regulan la competencia
procesal internacional de los propios tribunales venezolanos (compe-
tencia directa). Dichas normas son las contenidas en los artículos 53,
54 y 57 del Código de Procedimiento Civil, con las restricciones pre-
vistas en el artículo 2 eiusdem que establece, de manera expresa, un
límite convencional a la derogatoria de la jurisdicción venezolana en
favor de una jurisdicción extranjera, cuando se trate de bienes in-
muebles o situados en Venezuela o sobre otras materias que intere-
sen al orden público o las buenas costumbres. Por consiguiente, en
aquellos casos en que la sentencia extranjera, cuyo pase se solicita,
verse sobre una controversia en materia de bienes inmuebles situa-
dos en Venezuela o sobre otras materias que interesen al orden pú-
blico, se estará arrebatando la jurisdicción a los tribunales venezola-
nos y no podría tener dicha sentencia eficacia en Venezuela".
3. Cosa juzgada de la sentencia de acuerdo a la ley del Estado sentencia-
dor (art. 851, ord. 2°).
4. La sentencia debe ser dictada en materia civil o mercantil, o, en general,
en materia de relaciones jurídicas privadas (art. 851, ord. 3°).
5. La parte demandada en el juicio debió ser debidamente citada (art. 851,
ord. 4°).
6. La sentencia no debe chocar contra una sentencia firme dictada por un
Tribunal venezolano (art. 851, ord. 5°).
7. La sentencia no debe ser contraria al orden público ni debe violar en for-
ma alguna el orden jurídico venezolano (art. 851, ord. 6°).
8. Requisitos de forma (art. 852).
En resumen:
1. Sólo la Corte Suprema de Justicia, en Sala Político-Administrativa, puede
ordenar la ejecución de una sentencia extranjera.
2. Sin ese pronunciamiento del máximo Tribunal, la sentencia extranjera no
produce efecto alguno en el país, por tanto no goza del atributo de la co-
sa juzgada ni puede ejecutarse.
3. Producirán efecto en Venezuela, por aplicación de la reciprocidad, las
sentencias de países que acepten la eficacia de la sentencias naciona-
les, sin revisión de fondo, lo cual debe ser probado por instrumento feha-
ciente.
4. Requisitos de validez:
35

 Que no se haya arrebatado la jurisdicción a Venezuela (arts. 53 y ss


del CPC).
 Que la sentencia que aspira el exequátur haya causado ejecutoria en
el país de origen.
 Que el objeto del dispositivo del fallo verse sobre relaciones privadas.
 Que en el proceso originario se haya dado y respetado la garantía del
derecho a la defensa del demandado.
 Que la sentencia extranjera no colida con una sentencia venezolana.
 Que la sentencia no viole el orden público interno ni el orden público
internacional.
 Que la pretensión de exequátur conste en una solicitud escrita de eje-
cución, acompañada con las pruebas auténticas requeridas.
 Que la persona contra quien obrará la sentencia sea citada para com-
parecer y alegar en un lapso de 10 días hábiles más el término de dis-
tancia.
 Que si no comparece, se le designe un defensor judicial de conformi-
dad con lo establecido en el artículo 39 de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia.
 En los casos no contenciosos, será el Juez Superior quien de el pase.
La sentencia extranjera como medio de prueba.
Dispone el artículo 850 del Código de Procedimiento Civil que sin la decla-
ratoria por la Corte Suprema de Justicia de la ejecutoria de la sentencia extranjera,
ésta no tendrá ningún efecto, ni siquiera como medio de prueba.
Leopoldo Márquez Añez, en la Integración y Comentario de la Exposición
de Motivos del Código de Procedimiento Civil, expresa lo siguiente:
"En cuanto a la negativa de reconocimiento a la sentencia dictada por
tribunales extranjeros como medio de prueba, se trata ciertamente de
un asunto delicado, que ha sido objeto de críticas, pero que se justifi-
ca como una necesaria declaración de principios, a objeto de evitar
que por vía de la consideración de la sentencia extranjera como me-
dio de prueba, pueda abrirse paso a una peligrosa situación, pues el
concepto mismo de la sentencia extranjera como medio de prueba no
se encuentra definitivamente esclarecido ni en la doctrina procesal, ni
en la doctrina del derecho internacional privado. Se trata pues, de
haberse adoptado una posición conservadora cuyas atenuaciones y
correctivos corresponderá establecer a la propia Corte Suprema de
Justicia, ya que desde el punto de vista conceptual la línea de de-
marcación entre la sentencia como documento, indicativa e ilustrativa
de hechos, y la sentencia como acto jurisdiccional de decisión pro-
piamente dicho, es en extremo tenue, y de consiguiente expuesta a
36

muy peligrosas confusiones" (El Nuevo Código de Procedimiento Ci-


vil. Fondo de Publicaciones UCAB-Fundación Polar. Caracas, 1988,
pp. 281-282).
En la sentencia antes comentada se lee sobre el particular:
"Este criterio (se refiere la sentencia a la necesidad del pase para
que pueda surtir efectos en Venezuela la sentencia extranjera) fue
acogido por nuestra doctrina y aplicado por nuestro máximo Tribunal
en forma reiterada y constante, lo cual reafirma la improcedencia de
la discusión sobre la necesidad o no de cumplir con el requisito de
exequátur para que toda sentencia extranjera tenga efecto en Vene-
zuela, salvo la lógica excepción, establecida ya en la citada sentencia
dictada en el año 1946 y que se refiere a '...efectos de naturaleza
probatoria que surjan de la sentencia, extranjera, no como acto juris-
diccional, como decisión, sino como documento público, o sea, en
función puramente instrumental...'.
"Esta excepción se ve seriamente comprometida con la redacción ac-
tual del encabezamiento del artículo 850 del Código de Procedimien-
to Civil que reproduce el artículo 746 del Código derogado, al atribuir
competencia a la Corte Suprema de Justicia para declarar la ejecuto-
ria de las sentencias de autoridades extranjeras, sin lo cual no ten-
dría ningún efecto, ni para producir cosa juzgada, para ser ejecutada
y, además, agrega la exigencia del juicio previo de exequátur para
que estas sentencias puedan desplegar eficacia 'como medio de
prueba'. En efecto, resultará difícil condicionar al juicio previo de exe-
quátur la utilización de una sentencia extranjera como simple prueba
de que fue dictada en el país sentenciador o de cualquier otro hecho,
que ello contenga".
(Omissis)
"Así ratifica esta Sala el criterio expresado en la sentencia del 8 de
febrero de 1946, en el caso Blanco Peñalver vs. Ortiz Cordero, con el
cual ha coincidido la jurisprudencia y doctrina venezolanas. Por ello
la correcta interpretación debería relacionar el término 'ni como me-
dio de prueba' solamente con la prueba de efectos jurisdiccionales,
quedando exceptuados los efectos probatorios derivados de la sen-
tencia considerada como documento público, es decir, en su función
puramente instrumental".
37

III

CONTINUIDAD DE LA EJECUCIÓN. DEFENSAS CONTRA LA EJECUCIÓN. LA TER-


CERÍA EN LA EJECUCIÓN DE SENTENCIA. RECURSO DE CASACIÓN EN LA EJE-
CUCIÓN DE SENTENCIA. DESISTIMIENTO EN LA EJECUCIÓN.

CONTINUIDAD DE LA EJECUCIÓN.
Es de principio (y principium est primus según las escolásticos) que una vez
iniciada la ejecución continúa de derecho y no se interrumpe. Así está recogido en
el artículo 532 del CPC.
Además, el procedimiento de ejecución de sentencia debe ser sumario, en
atención a la finalidad de efectuar el mandato legal.
Causales de interrupción de la ejecución.
1. El mutuo acuerdo de las partes, el cual debe constar en los autos, puede
suspender el curso de la ejecución por un tiempo determinado con exactitud y no
por tiempo indefinido. Así se establece en el artículo 525 del CPC.
2. El alegato por parte del ejecutado de la prescripción de la ejecutoria con-
sumada, lo cual debe evidenciarse de las actas del proceso. Así se dispone en el
ordinal 1° del artículo 532 del CPC, pero si el ejecutante alegare haber interrumpi-
do la prescripción, deberá abrirse una articulación probatoria por 8 días para pro-
mover y evacuar, debiendo el juez decidir el noveno día, decisión contra la cual
cabrá apelación libremente si fuere ordenando la suspensión y en un solo efecto si
fuere lo contrario.
Conforme al único aparte del artículo 1.977 del CC, la acción que nace de
una ejecutoria prescribe a los veinte años.
3. El pago íntegro de todo lo ordenado por la sentencia, siempre que sea
alegado por el ejecutado en su oposición, acompañando en el mismo acto prueba
auténtica que demuestre el pago. De la decisión del juez suspendiendo la ejecu-
ción se oirá apelación libremente y si fuere ordenando la continuación, la apela-
ción será oída en un solo efecto. Así se establece en el ordinal 2° del artículo 532
del CPC.
4. Cuando un tercero se opusiere a la ejecución antes de haberse ejecutado
la sentencia y fundare su tercería en instrumento público ("instrumento público
fehaciente" según la norma, lo que me parece una reiteración innecesaria, pues el
documento público "hace fe") o, cuando sin presentar el requerido instrumento
público, diere caución bastante, a juicio del Tribunal, para suspender la ejecución.
En todo caso, el tercero será responsable por los daños que causare el retardo si
su tercería resultare desestimada. Así está establecido en el artículo 376 del CPC.
5. En el caso del juicio de invalidación, cuando el recurrente diere garantía
de las previstas en el artículo 590 del CPC, a fin de responder del monto de la eje-
38

cución y del perjuicio por el retardo en caso de no invalidarse el juicio. Así se pre-
vé en el artículo 333 del CPC.
En la ejecución de la sentencia sólo pueden oponerse defensas que no me-
noscaben la incontrovertibilidad de la cosa juzgada.
La Sala Civil ha sido reiterativa al sostener que en la ejecución de la sen-
tencia sólo pueden ejercerse defensas que no menoscaben la inctrovertibilidad de
la cosa juzgada.
Así, por ejemplo, en la sentencia dictada en fecha 14 de diciembre de 1994,
con ponencia del Magistrado Aníbal Rueda, caso Construcciones y Mantenimiento
Sertec, S. R. L. C/ E. Llovera y otro, en la que, por Casación de oficio, se dijo:
"En fase de ejecución sólo pueden oponerse hechos o circunstancias
que dejen incólume la verdad ya incontrovertible de la res iudicata y
así se infiere del mandato del legislador, contenido en el artículo 532
del Código de Procedimiento Civil, al establecer que, salvo acuerdo
en contrario de las partes, una vez comenzada la ejecución, ésta
continuará sin interrupción, excepto en dos (2) casos: 1°) cuando el
ejecutado alegue haberse consumado la prescripción de la ejecutoria
y así se evidencie de las actas del proceso, y 2°) cuando el ejecutado
alegue haber cumplido íntegramente la sentencia mediante el pago,
consignando en el mismo acto de la oposición documento auténtico
que así lo demuestre".
"Nuestra Ley Procesal no consagra ningún otro recurso en la ejecu-
ción, que el que pudiera resultar de las alteraciones del dispositivo
pronunciado por el Juez ejecutor y dentro de estas características no
encaja una solicitud de reposición de la causa al estado de notifica-
ción de la cónyuge del ejecutado, por cuanto, no se está rematando
la totalidad del bien perteneciente a la comunidad conyugal sino los
derechos pro indivisos del ejecutado en ese bien, por efecto de la
ejecución de la sentencia adversa a sus intereses".
"La ejecución no es un estado del juicio sino una consecuencia de la
terminación del mismo".
"La incorporación del contenido del artículo 532 del Código de Pro-
cedimiento Civil, en la normativa adjetiva pretende evitar la paraliza-
ción injustificada de la ejecución, mediante solicitudes de reposición
por vicios en la intimación o en el trámite de la ejecución".
"Comoquiera que en el asunto examinado no era procedente la repo-
sición de la causa, ni mucho menos la nulidad del acto de remate ni
la de las actuaciones relacionadas con él, el sentenciador de la recu-
rrida infringió los artículos 15 del Código de Procedimiento Civil al
romper el equilibrio procesal y el principio de igualdad de las partes y
el 208 eiusdem por ordenar indebidamente la reposición de la causa
en una etapa del juicio en la cual era improcedente decretarla y el ar-
tículo 532 del mismo Código Procesal, el cual señala los casos taxa-
tivos que harían procedente la interrupción de la ejecución de la sen-
tencia; violaciones que la Sala declara de oficio en uso de la facultad
39

que le acuerda el artículo 320 del Código de Procedimiento Civil"


(Exp. N° 94-614. Ramírez: T. 132, N° 1169-94, pp. 547-548).
Como comentario a la sentencia que precede:
No nos parece cierto que "nuestra Ley Procesal no consagra ningún otro
recurso en la ejecución, que la que pudiera resultar de las alteraciones del disposi-
tivo pronunciado por el Juez ejecutor", porque no cabe duda que en etapa de eje-
cución se pueden ejercer defensas de otra naturaleza, tanto porque ello se des-
prende así del contenido del artículo 533 del CPC, ubicado en el Capítulo que se
ocupa "de la continuidad de la ejecución", como porque existen razones fundadas
en los presupuestos generales que permitirían esas otras defensas (sentencia no
firme, o no firmada por el Juez en los Tribunales unipersonales, o por alguno de
los Jueces en los colegiados; ausencia de instancia ejecutiva; no otorgamiento de
la oportunidad para el cumplimiento voluntario, considerado de orden público por
la misma Sala; embargo de cosas inembargables; etc.).
La falta de notificación del Procurador General de la República no es causal
de suspensión de la ejecución.
Así lo estableció la Sala Civil en fallo de fecha 30 de noviembre de 1994,
con ponencia del Magistrado Héctor Grisanti Luciani:
"Ahora bien, en el caso bajo análisis, la decisión dictada en esta fase, orde-
nó la continuación de la ejecución de la sentencia, en virtud de que el ar-
tículo 532 del Código de Procedimiento Civil es claro al señalar cuáles son
los únicos casos en que podrá suspenderse la ejecución y, entre ellos, no
se encuentra establecido lo planteado por el recurrente, es decir, a falta de
notificación del Procurador General de la República, a quien, en todo caso,
lo que le quedaría sería intentar el recurso de invalidación contra dicha sen-
tencia, si lo cree necesario para la defensa de los intereses que resguar-
da..." (Caso: Auto Reconstrucciones Erika, C. A. C/ Ingenieros y Técnicos
Venezolanos, C. A. Ramírez: T. 132, N° 1126-94, pp. 473-474).
Paralización de la ejecución por inactividad del ejecutante.
Sala Civil:
"...en la etapa de ejecución de sentencia, no existe curso de la causa que
pueda ser paralizado por la inactividad del ejecutante, pues éste, se repite,
puede en cualquier momento, solicitar la continuación del proceso de ejecu-
ción. (Sentencia del 23-7-63)".
"Adviértese que la ratio legis de la necesidad de citación a la contraparte en
el caso de que el juicio esté paralizado, es la de que mientras tanto no debe
transcurrir ningún término procesal dentro del cual dicha parte puede ejer-
cer algún derecho o facultad relacionada con su defensa. Pero tal eventua-
lidad no ocurre en la etapa de ejecución, ya que, en esta fase, el proceso de
conocimiento, dentro del cual existe la posibilidad de defensa, está comple-
tamente terminado y sólo resta hacer efectiva la declaración o la condena
contenida en el dispositivo del fallo, mediante los actos que permite el Códi-
go de Procedimiento Civil, en el Título que trata "De la ejecución de la sen-
40

tencia", al cual la ley se remite, como se dijo, para la ejecución de la hipote-


ca" (Sent. de 2-7-80. Caso: Alejandro Augusto Betancourt González y otros
c/ Modesta Campos de Rodríguez Acosta. Ponente: Carlos Trejo Padilla.
Pierre: A. 80, T. 7, pp. 101-103).
DEFENSAS CONTRA LA EJECUCIÓN.
Como regla general, durante la ejecución solo pueden promoverse defen-
sas con respecto a los hechos y actos de la ejecución, sin que puedan promoverse
defensas correspondientes a los hechos y actos de la etapa cognoscitiva del pro-
ceso. Sin embargo, durante la ejecución, si bien quien hace los señalamientos a
los fines del embargo es el ejecutante, se deben proteger los derechos e intereses
patrimoniales del ejecutado, para evitar excesos que le produzcan perjuicios, ha-
bida cuenta que la ejecución produce serios efectos sobre el patrimonio del ejecu-
tado.
Entre las defensas que podrían ejercerse en la etapa de ejecución estarían,
por ejemplo, la incompetencia del juez de la ejecución, la falta de capacidad del
ejecutado, la no ejecutoriedad de la sentencia ejecutada, la falta de firma del juez
en la sentencia, la falta de firma de uno o más jueces en el caso de tribunales co-
legiados, la falsedad material de la sentencia, la inexistencia de la sentencia como
título y no como verdad declarada, la adulteración de la misma o la falsedad de la
copia que la prueba, la existencia de plazo pendiente para el cumplimiento de lo
ordenado en la sentencia, la falta de otorgamiento del lapso para el cumplimiento
voluntario, la falta de representación de quien actuando como presunto apoderado
ha solicitado la ejecución del fallo, que el juez de oficio ordenó la ejecución volun-
taria, que la ejecución se está verificando contra quien no fue parte en el juicio,
etc.
Una defensa muy particular que puede promoverse en ejecución lo es la
falta de jurisdicción.
Dispone el artículo 59 del Código de Procedimiento Civil, lo siguiente:
"Artículo 59.- La falta de jurisdicción del Juez respecto de la adminis-
tración pública, se declarará aun de oficio, en cualquier estado e ins-
tancia del proceso".
"La falta de jurisdicción del Juez venezolano respecto del Juez ex-
tranjero, se declarará de oficio, en cualquier estado e instancia del
proceso cuando se trate de causas que tienen por objeto bienes in-
muebles situados en el extranjero".
"En cualquier otro caso, mientras no se haya dictado sentencia sobre
el fondo de la causa en primera instancia, la falta de jurisdicción sólo
podrá declararse a solicitud de parte".
"En todo caso, el pronunciamiento del Juez sobre la jurisdicción se
consultará en la Corte Suprema de Justicia en Sala Político-
Administrativa, conforme a lo dispuesto en el artículo 62".
De modo que, si la falta de jurisdicción con respecto a la Administración
Pública se puede plantear por la parte interesada en cualquier estado y grado del
41

proceso (no misma cosa con respecto a la falta de jurisdicción del juez venezolano
con respecto al tercero que sólo se declarará de oficio), y siendo la ejecución de la
sentencia la última parte del proceso, no cabe duda que esta etapa se puede plan-
tear la falta de jurisdicción del juez.
Sin embargo, la Sala Político-Administrativa tiene asumida una posición
contraria, la cual consignó en sentencia de fecha 8 de febrero de 1988. Dijo la Sa-
la entonces:
"...la etapa de ejecución de la sentencia definitivamente firme recaída no es
un 'estado del proceso', porque éste ha concluido en su fase de cognición,
de manera que es la consecuencia de la terminación de la contención o litis,
por lo que es extemporáneo, en tal situación, plantear una falta de jurisdic-
ción" (Ponente: Pedro Alid Zoppi. Caso: Administradora Faisa, C. A. c/
Mercedes González Falagan. Gaceta Forense. Tercera Etapa. Año 1988
(Enero-Marzo). Vol. I. N° 139, pp. 153-156).
Integraban la Sala para aquel entonces los Magistrados René De Sola
(Presidente), Domingo A. Coronil (Vicepresidente), Pedro Alid Zoppi, Josefina Cal-
caño de Temeltas y Luis H. Farías Mata.
En decisión más reciente, de fecha 7 de noviembre de 1996, la Sala (con
otra integración) ratificó el criterio, pero esta vez salvó su voto la Magistrada Hil-
degard Rondón de Sansó, voto salvado con el que coincido plenamente. Este es
el texto del voto salvado:
"...considera la disidente que la interpretación que se dé del artículo
59 del Código de Procedimiento Civil, debe atenerse estrictamente a
su sentido, por lo cual, si el mismo establece que la falta de jurisdic-
ción puede oponerse 'en cualquier estado e instancia del proceso', no
puede excluirse como lo hace el fallo, la fase de ejecución. Se plan-
tea la disidente la hipótesis de que la indicada ejecución hubiese sido
remitida a un Tribunal arbitral, y se discutiese el cumplimiento de la
misma, sí podría plantearse una regulación de jurisdicción. Existen
múltiples hipótesis en las cuales puede valederamente plantearse la
duda sobre la potestad de un órgano jurisdiccional para poner fin en
definitiva a una controversia y satisfacer la pretensión de alguna de
las partes, casos en los cuales debe admitirse que por la vía del re-
curso de regulación de jurisdicción se determine la autoridad que ha
de satisfacer, mediante la ejecución los derechos vencedor en la litis"
(Ponente: Humberto J. La Roche. Caso: Amercoat de Venezuela, S.
A. y otra. Exp. 12.640. Sent. 711. Pierre: A. 96, T. 11, pp. 339-341).
Para ejercer las defensas en la etapa de ejecución no hay plazo alguno,
solo que deben ser promovidas antes de concluirse.
Toda defensa que se plantee en la etapa de ejecución de la sentencia debe
tramitarse y resolverse por el procedimiento sumario previsto en el artículo 607 del
CPC, conforme al cual
42

"Si por resistencia de una parte a alguna medida legal del Juez, por
abuso de algún funcionario, o por alguna necesidad del procedimien-
to, una de las partes reclamare alguna providencia, el Juez ordenará
en el mismo día que la otra parte conteste en el siguiente, y hágalo
ésta o no, resolverá a más tardar dentro del tercer día, lo que consi-
dere justo; a menos que haya necesidad de esclarecer algún hecho,
caso en el cual abrirá una articulación por ocho días sin término de
distancia. Si la resolución de la incidencia debiere influir en la deci-
sión de la causa, el Juez resolverá la articulación en la sentencia de-
finitiva; en caso contrario decidirá al noveno día".
LA TERCERÍA EN LA EJECUCIÓN DE SENTENCIA.
Con respecto al particular, la Sala Civil ha tenido una posición inestable.
Veamos:
Una vez dictado el auto acordando la ejecución no cabe la intervención de
tercero.
Bajo la ponencia del fallecido e ilustrísimo Magistrado Carlos Trejo Padilla y
voto salvado del Magistrado René Plaz Bruzual, en fecha 22 de noviembre de
1990 se produjo un fallo de la Sala de Casación Civil (caso: Promotora Dimay, C.
A., c/ Karoly Menartovics Mihaly. Exp: 89-665. Pierre: A. 90. T. 11. pp. 256-262) en
el cual se fijó la siguiente doctrina:
1. "...la tercería debe proponerse antes que la sentencia quede firme, ya
que al ejecutarse el fallo, se da fin a la causa principal, y no sería dable
que el tercerista pueda afectar una controversia judicial ya resuelta", con
lo cual ratificó la doctrina establecida en sentencia de fecha 21 de marzo
de 1985, cuando aún no estaba en vigencia al actual Código de Proce-
dimiento Civil.
2. Si la demanda de tercería se propone con posterioridad a la fecha en
que se dicte el auto decretando la ejecución de la sentencia (puede ser
al día siguiente, p. ej.), esa tercería es extemporánea, pues ya la sen-
tencia está en trámites de ejecución.
3. El tercerista puede introducirse en la controversia solo hasta un momen-
to antes del decreto de ejecución, pues después de ese momento "sólo
podrá defenderse contra los efectos que le causa ese fallo, intentando la
acción ordinaria común, la cual no producirá efectos suspensivos sobre
la ejecución de la sentencia".
Este fallo, que se ha reiterado, cuenta con el voto salvado del Magistrado
René Plaz Bruzual (cuya posición adherimos plenamente), quien precisó:
"Respecto a las razones aducidas a favor de la inadmisión de la ter-
cería -que no del recurso- considero que son erradas, y se aplica una
doctrina que si bien se reiteró en varias oportunidades, no fue pacífi-
ca, y la cual quedó desvirtuada por la reforma del Código de Proce-
dimiento Civil".
43

"La disposición derogada -art. 392 C.P.C.- encabezada estableciendo


como requisito: «Siempre que la tercería apareciere propuesta antes
de la sentencia ejecutoriada en lo principal...»; de lo cual se deriva el
requisito de que no existiese sentencia definitivamente firme y man-
dada a ejecutar. La disposición del 376 vigente, es diferente, pues
exige que la tercería fuese intentada «antes de haberse ejecutado la
sentencia»; o sea, que puede tratarse de una sentencia definitiva-
mente firme, pero no ejecutada. Ahora bien, cabe preguntarse si la
Ley se refiere a que la situación fuese irremediable, porque se hubie-
se consumado la ejecución; o por el contrario debe entenderse -
como lo hace la ponencia- que debe intentarse antes de que se inicie
la ejecución, mediante la orden del juez. Creo que la solución ade-
cuada es la primera, pues el tercero generalmente sólo tiene noticias
del asunto cuando se trata, por ejemplo, de ejecutar en sus bienes".
La tercería sí se puede proponer después del auto que ordene la ejecución.
Pronunciándose en forma distinta al fallo de fecha 22 de noviembre de 1990
y esta vez con ponencia del Magistrado René Plaz Bruzual, la Sala (si manifestar
que cambiaba de doctrina) dijo lo contrario con respecto a la intervención del ter-
cero después del auto que ordene la ejecución del fallo en sentencia de fecha 16
de diciembre de 1991:
"La doctrina ha establecido como requisito, además de la presentación por el ter-
cerista de un instrumento que tenga fuerza ejecutiva, entendido éste, en el caso,
como documento público o auténtico, o documento privado reconocido judicial-
mente, que compruebe clara y ciertamente el derecho que se reclama; que la ter-
cería sea propuesta antes de que la sentencia que se ejecutoriare o estuviere ya
ejecutoriada sea ejecutada, o sea, antes de que se haya cumplido lo ordenado en
la misma".
"Este requisito doctrinario fue, incluso, acogido en el vigente Código de Procedi-
miento Civil, el cual establece, en su artículo 376 que, si la tercería fuere propues-
ta antes de haberse ejecutado la sentencia, el tercero podrá oponerse a que la
sentencia sea ejecutada cuando la tercería apareciere fundada en instrumento
público fehaciente".
"Ello es así porque la intervención del tercero interrumpiría las actuaciones, pero
no dejaría sin efecto lo ya consumado; por ello debe entenderse que la doctrina se
refiere, cuando señala como requisito que la sentencia no estuviese ejecutada, no
a que no se hubiesen iniciado los actos de ejecución, como interpreta la Alzada,
sino a que no debe haberse consumado la ejecución, dando cumplimiento a lo
decidido".
"En el caso de autos, el remate no se había verificado, por tanto no se había dado
cumplimiento a lo decidido en la sentencia definitivamente firme; por tanto la Alza-
da, antes de revocar la decisión de Primera Instancia y ordenar la continuación del
remate, debió aplicar el artículo 392 del Código de Procedimiento Civil derogado,
aplicable al caso, y mantener la suspensión del mismo" (Caso: San Isidro Land
Development Corporation, C. A. C/ Hospital La Paz, S. A. y otra, Exp. N° 87-388,
Ramírez: T. 119, N° 1170-91 b), pp. 510-513).
44

Nuevamente la Sala estableció la doctrina que no se puede.


El criterio de la mayoría de la Sala en la sentencia de 1990 fue retomada en
la sentencia de 18-5-92. Caso: Rosina Clemente de Adamo y otro c/ María Felici-
dade Dos Santos de Moniz y otros. Ponente: Dr. Aníbal Rueda. Exp. 92-052. Pie-
rre: A. 92. T. 5. pp. 264-268.
4. Se abandona nuevamente la doctrina y se dice que si se puede.
En fallo de fecha 7 de diciembre de 1994, con ponencia del Magistrado Ra-
fael Alfonzo Guzmán, dijo lo siguiente la Sala:
"Dictada la sentencia definitiva, su publicación no extingue el proce-
so, por el contrario, éste continúa existiendo, sólo que en otra etapa
procesal, como lo es la ejecutoria. No es un proceso nuevo, o distin-
to, sino el mismo, que se inicia con la introducción de la demanda y
finaliza con la total ejecución del dispositivo del fallo definitivo".
"La fase de ejecución comienza en el momento en que se decreta la
ejecución de la sentencia, y finaliza una vez que el dispositivo de la
sentencia es satisfecho en su totalidad. Esto indica que la ejecución
de la sentencia se puede verificar en un solo acto o unidad de tiem-
po, así como en diversos actos y distintos tiempos, pero todos dentro
de un mismo y único proceso...".
"Es errado pretender que la sentencia se entiende ejecutoriada una
vez que se ha decretado su ejecución. La acción de tercería tendría
como efecto que la decisión judicial se suspenda en su ejecución,
evitando de este modo que la sentencia alcance el status de ejecuto-
riada. En este estado, ciertamente, no se podría interponer la acción
de tercería, ya que carecería de objeto en razón de haberse extingui-
do el proceso principal respecto al cual la tercería se explica" (Caso:
A. Nunes c/ J. De Sousa y otros. Exp. N° 92-425. Ramírez: T. 132, N°
1149-94, pp. 513-514).
Una vez más se regresa al primitivo criterio de no poder intervenir el terce-
ro.
En sentencia de fecha 22 de marzo de 1995, con ponencia nuevamente del
Magistrado Trejo Padilla, se dijo:
"El legislador, en los artículos 370 y 382 del Código de Procedimiento
Civil, admite la intervención voluntaria y forzada del tercero. La terce-
ría, tal como lo asentó la Sala en sentencia del 09 de noviembre de
1967, reiterada posteriormente:
"...es una acción especial que, con más eficacia y mayor prontitud
que la acción ordinaria, les permita defender sus derechos mediante
demanda acumulable, de ser posible, a la del juicio principal, y con la
virtualidad de lograr la suspensión de los efectos de la cosa juzgada
o de condicionar la ejecución a la constitución de una caución a favor
del tercero".
(...)
45

"Ahora bien; con base en la preinserta disposición legal los jueces de


la recurrida declararon extemporánea la tercería propuesta en el ca-
so concreto, en atención a que la acción se promovió con posteriori-
dad a la existencia de sentencia pasada en autoridad de cosa juzga-
da, originada en el convenimiento del demandado en lo que hubiese
sido el juicio principal; convenimiento homologado y ejecutado para
la fecha de la introducción de la tercería, como lo expresan los sen-
tenciadores en su decisión".(...)
"(...) Así las cosas, resulta obvio que la demanda de tercería fue pro-
puesta en etapa d ejecución, y la doctrina de la Sala enseña que:
"...la tercería debe proponerse antes que la sentencia quede firme, ya
que al ejecutarse el fallo, se da fin a la causa principal, y no sería da-
ble que el tercerista pueda afectar una controversia judicial ya resuel-
ta". (Sent. 21 de marzo de 1985. G.F. N° 127, V. III, 3a etapa, pág.
1.786). (...)
"(...) Cabe agregar, que el artículo 532 del Código de Procedimiento
Civil preceptúa que una vez comenzada la ejecución del fallo, la
misma continuará sin interrupción, salvo en los supuestos excepcio-
nales que esa norma consagra".
"Como se destaca en la Exposición de Motivos, con las reformas in-
troducidas en el artículo 532 se trató, en lo posible, de evitar la para-
lización del proceso de ejecución de la sentencia, lo cual sucedía no
pocas veces con anterioridad, con los perjuicios que ello acarreaba a
la parte que resultaba vencedora".
"Una de las excepciones a lo anteriormente expuesto, es la que es-
tablece el artículo 376 del Código de Procedimiento Civil, el cual con-
templa que si la tercería es propuesta antes de haberse ejecutado la
sentencia, el tercero podrá oponerse a que la misma se ejecute
cuando la tercería apareciere fundada en instrumento público feha-
ciente. De lo contrario, el tercero estará obligado a ofrecer caución
suficiente, a juicio del Juez, para suspender la ejecución de la sen-
tencia definitiva. Pero –se reitera– que por cuanto en el juicio princi-
pal la sentencia ya estaba en trámite de ejecución, la sucesión de
José Alejandro Sardi Sardi, a través de una demanda de tercería no
podía suspender ese proceso" (Caso: Frío King, C. A. C/ Finca Gio-
condo, C. A., Exp. N° 94-730, sent. N° 108. Pierre: A. 95, T. 3, pp.
381-383).
Y en una de fecha 24 de mayo de 1995, casó de oficio porque el Tribunal
de la ejecución admitió una tercería de dominio propuesta por un tercero cuando
ya el asunto se encontraba en la fase de entrega material de un juicio de reivindi-
cación en el que se ordenó la entrega de un inmueble al actor reivindicante (Exp.
N° 94-911. Ponente: Aníbal Rueda. Caso: M. Aramburu y otros c/ J. Maldonado.
Ramírez: T. 134, N° 597-95, pp. 409-411).
Análisis del punto en el derecho italiano
En la legislación italiana existe el artículo 404 del CPC, conforme al cual:
46

"Un tercero puede hacer oposición contra la sentencia pasada en au-


toridad de cosa juzgada o, en general, ejecutiva, pronunciada entre
otras personas, cuando perjudique a sus derechos".
Texto del artículo 392 del CPC derogado:
"Siempre que la tercería apareciere propuesta antes de sentencia
ejecutoriada en lo principal, el tercero podrá oponerse a que la sen-
tencia que se ejecutoriare sea ejecutada, mientras no dé caución
bastante aquel a quien corresponda, para responder de las resultas
del juicio de tercería; pero si el tercero presentare instrumento que
tenga fuerza ejecutiva en apoyo del derecho que reclame, no podrá
ejecutarse la sentencia definitiva en lo principal que se ejecutoriare o
que estuviere ya ejecutoriada, sino después que, sentenciado el jui-
cio de tercería, haya quedado desechada, definitivamente y por sen-
tencia firme, la pretensión del tercero".
"Suspendida la ejecutoria por no haberse dado la caución exigida por
el tercero en el caso previsto en la primera parte de este artículo, se
condenará al tercero a indemnizar el perjuicio ocasionado por el re-
tardo, si la tercería resultare temeraria".
Ejecutoria: Es ejecutoria una sentencia firme que ha adquirido la autoridad
de cosa juzgada. Por consiguiente, a tenor de lo establecido en el artículo 524 del
CPC, son ejecutables las sentencias ejecutoriadas, o dicho en otras palabras, sólo
se pueden ejecutar las sentencias contra las cuales no quepa recurso alguno,
pues han pasado en autoridad de cosa juzgada.
Pues bien, la doctrina de la Sala de Casación Civil que se ha reiterado a lo
largo de todos estos años y que nace en aquella sentencia de 1992, trasladó a la
vigencia del Código de 1987 la interpretación que se le dio al art. 392 del Código
derogado, la tercería tenía que proponerse antes que la sentencia adquiriera fir-
meza, es decir, antes de que se ejecutoriara. Si así se hacía, podía el tercerista
lograr que la sentencia, luego de ejecutoriada, se ejecutara. Por argumento a con-
trario, si la demanda de tercería se proponía después de que la sentencia adquiría
firmeza, era inadmisible.
En la terminología del Código vigente, ya aquel requisito de demanda antes
de la ejecutoria quedó suprimido, y en el artículo 376 se prevé la posibilidad de
demandar antes de haberse ejecutado la sentencia. Y una sentencia no se ejecuta
sino cuando ha concluido todo el procedimiento de ejecución, el cual se inicia con
el auto ordenando el cumplimiento voluntario. Nótese incluso que aún después de
ordenada la ejecución puede un tercero hacer oposición al embargo por los moti-
vos indicados en el artículo 546 del CPC.
Requisitos de la tercería: El tercero puede oponerse a la ejecución de la
sentencia (art. 376 CPC):
1. Fundando la tercería en un instrumento público fehaciente, el cual ha si-
do definido por la Sala de Casación Civil como "el documento público o auténtico,
reconocido judicialmente o documento privado también reconocido judicialmente,
que comprueba clara y ciertamente el derecho que reclama el tercerista, no siendo
47

necesario, por tanto, que tenga las condiciones que lo hagan idóneo para la vía
ejecutiva" (Sents. de 24-9-69 y 22-11-90. Apud esta última sentencia. Pierre: A.
90. T. 5. p. 260).
2. Caucionando suficientemente a juicio del Tribunal, cuando no se tiene el
instrumento público fehaciente.
En todo caso, como también ocurría en el pasado, el tercerista siempre res-
ponderá por los daños que causare el retardo en la ejecución la tercería resultare
desestimada.
En apoyo a nuestra tesis, Enrico Tullio Liebman:
"No les faltan a los terceros los medios para defender sus derechos
de las repercusiones eventualmente dañosas de las sentencias pro-
nunciadas en procesos en los cuales no han participado. Mientras el
proceso está en curso, pueden, en determinadas condiciones, inter-
venir y hacer valer sus razones (arts, 105, 344). En cambio si el pro-
ceso está terminado y la sentencia ha sido pronunciada, la primera y
fundamental defensa de que disponen está dada por la facultad de
rechazar cualquier efecto de la sentencia en daño suyo por la razón
de que no fue pronunciada respecto de ellos. Res inter alios iudicata
tertio non nocet. Hay terceros, es cierto, a los que la ley no considera
verdaderamente tales, extendiendo a ellos una eficacia de la senten-
cia idéntica a aquella a la que están sujetas las partes (cfr. art. 2009
del Cód. civil). Pero, prescindiendo de estos casos, siempre excep-
cionales, sin embargo, los terceros pueden hacer lo que no pueden
hacer las partes: discutir y rechazar la eficacia de la sentencia en da-
ño suyo" (Manual de Derecho Procesal Civil. Tr. de Santiago Sentís
Melendo. EJEA. Buenos Aires, 1980. pp. 557-558).
Al analizar los terceros que estarían legitimados para oponerse a la ejecu-
ción en su perjuicio de la sentencia, Liebman los clasifica en dos grupos: los que
son "titulares de un derecho incompatible autónomo" y los que son "titulares de un
derecho incompatible conexo por prejudicialidad".
Con respecto a los primeros, sostiene:
"Pero, se entiende, no basta ser tercer: hace falta, además, que la
sentencia ajena pueda originarle perjuicio y esto ocurre en el caso en
que un derecho suyo o, en general, una posición jurídica suya, sea
incompatible con el pronunciamiento de la sentencia, por que éste
implícita o indirectamente lo niega o excluye. Ciertamente, la senten-
cia pronunciada inter alios no puede haber juzgado sobre el derecho
o sobre la relación jurídica del tercero y, si lo hubiese hecho sin que
él haya sido llamado a defenderse, sería, más que nula, inexistente.
Pero puede ocurrir que, al juzgar la controversia surgida entre las
partes, la sentencia tenga un contenido tal que no pueda coexistir
con el derecho, o con la posición jurídica, del tercero: o es errada la
sentencia, o bien el derecho afirmado por el tercero no existe".
(Omissis)
48

"Una primera hipótesis en que se verifica una situación como la aho-


ra descrita (y es ésta la opinión de la corriente más autorizada de la
doctrina) se tiene cuando el derecho incompatible del tercero es au-
tónomo respecto de la relación sobre la cual ha pronunciado la sen-
tencia. El ejemplo clásico es aquel que puede presentarse en materia
de propiedad: si una sentencia, en la causa entre A y B, ha declarado
a A, o bien a B, propietario del bien X, C, que se considera el verda-
dero propietario del bien X, podrá oponerse como tercero contra la
sentencia. No ocurre de otra manera si la sentencia ha condenado a
B a pagar una cierta suma o a consignar una cosa a A; C podrá opo-
nerse si afirma ser a título autónomo el verdadero titular de aquel
crédito".
"Así también si la sentencia declara a A padre de B, el tercero podrá
oponerse afirmando ser el verdadero padre de B".
"En estos y en otro casos similares, si bien el tercero conserva intac-
tos los medios que le corresponden en vía ordinaria para la defensa
de su derecho, es sin embargo innegable que la sentencia represen-
ta un obstáculo y una amenaza al pacífico goce de su derecho: por el
solo hecho de existir, la sentencia hace legítimamente pensar que él
se jacte de un derecho que no le pertenece, creando así -y es poco
decir- la mayor falta de certeza sobre el mismo".
"La eventual ejecución de la sentencia entre las partes, espontánea o
forzada, desplazando de uno a otro la posesión del bien (o, en los
otros casos, haciendo entrar la suma o la cosa debida del uno al otro
patrimonio, o modificando los registros del estado civil, etc.), puede
hacer más difícil al tercero el ejercicio victorioso de la acción o de la
ejecución de que dispone para hacer valer sus razones. "El tercero
tiene el derecho de prevenir la ejecución incompatible con su dere-
cho"" (O.c. pp. 560-561).
Por lo que se refiere a los terceros "titulares de un derecho incompatible
conexo por prejudicialidad", Liebman sostiene:
"Pero en la opinión profesada por mí, a la categoría de terceros aho-
ra individualizada, sea agrega otra: la de los terceros, cuyo derecho
incompatible con la sentencia ajena está ligado a la relación jurídica
que fue objeto de la sentencia por una relación de conexión por pre-
judicialidad. En este caso, la sentencia despliega una eficacia refleja
sobre la relación jurídica del tercero, que podrá ser favorable o des-
favorable, según el resultado del juicio. El caso más frecuente es
aquel en que al vencido le corresponde una acción de garantía o de
regreso hacia el tercero: el vendedor, obligado a la garantía frente al
comprador por evicción; el deudor solidario, obligado al regreso fren-
te al codeudor, condenado a pagar la deuda entera; el asegurador de
la responsabilidad civil, obligado a reembolsar al responsable del in-
cidente caminero eventualmente condenado al resarcimiento del da-
ño frente a la víctima, etcétera" (O.c., p. 561).
49

Este sería el caso de los terceros que podrían haber intervenido como ad-
hesivos o llamados forzosamente como garantes, p. ej.
Concluye el autor y sostiene:
"La oposición ordinaria es, pues, un arma ofrecida además por la ley
al tercero para su defensa. La misma es en sustancia una acción de
declaración de certeza, pero el hecho de su inserción en el proceso
como impugnación tiene una importante consecuencia porque le
permite alcanzar un resultado que ningún otro medio habría podido
obtener: el de anular la sentencia, al menos en lo que se refiere al
tercero" (O. c. p. 563).
Caso: ¿Podrá un tercerista oponerse a la ejecución de un fallo sobre un in-
mueble fundado en un acta de remate no registrada?.
El Juzgado Superior Cuarto en lo Civil, Mercantil y del Tránsito del Area Me-
tropolitana de Caracas (Sent. 14-3-94. Caso: Inmobiliaria Diecinueve Cero, C. A..
Ramírez: T. 129, N° 4-94, pp. 23-26) resolvió el problema en los siguientes térmi-
nos:
1. El a quo suspendió la ejecución basado en que el tercerista se opuso
con un acta de remate no registrada por virtud de la cual antes, en juicio
contra el hoy ejecutado, se le adjudicó la propiedad del inmueble que se
remataba como de la propiedad de éste.
2. Para justificar su decisión, el a quo consideró que si bien el acta de re-
mate no estaba registrada, en ella concurrían los elementos del artículo
1.357 del Código Civil, convirtiéndose por ello en un instrumento público
sui generis.
3. La Alzada estimó, en su motivación, que el artículo 376 del CPC hace
referencia a un instrumento público y fehaciente, entendiéndose por tal
el que reúna los requisitos de los artículos 1.357, 1.359 y 1.360 del Có-
digo Civil. Consecuentemente, el Juez que presenció el acto de remate y
firmó el acta respectiva, "solo dió fe pública de los hechos contenidos en
ese instrumento sin que pueda atribuírsele por sí mismo, otras conse-
cuencias jurídicas que las en él establecidas".
4. Que la prueba fehaciente legalmente exigida al tercerista no es otra "que
una "prueba" fehaciente de propiedad de la cosa por un acto jurídico vá-
lido es decir, por un instrumento registrado que es el acto por el cual se
transmite la propiedad de los inmuebles (?), naturalmente el documento
registrado donde se hace oposición debe consistir en un título que tenga
por objeto el mismo inmueble que se está ejecutando".
La tercería cuando los bienes embargados sean muebles.
Sala Civil:
"En materia de pruebas, cuando lo embargado son bienes muebles,
la doctrina suele distinguir dos supuestos. Si el tercerista se encon-
traba en posesión de las cosas en el momento del embargo, probada
50

dicha posesión, la tercería tiene éxito, porque el poseedor invoca a


su favor la presunción de que en materia de bienes muebles por su
naturaleza la posesión vale título (Artículo 794 del Código Civil). Pero
si al practicarse el embargo, los bienes se encontraban en posesión
de otra persona, al tercerista le corresponde probar su derecho de
propiedad sobre los mismos, pues el acreedor le bastará invocar la
falta de posesión del tercerista para destruir aquella presunción"
(Sent. de 27-6-85. Caso Jorge Gadler Facin c/ Oscar Antonio Moreno
Lobo. Ponente: Adán Febres Cordero. Pierre: A. 85, T, 6, pp. 102-
103).
RECURSO DE CASACIÓN EN LA EJECUCIÓN DE SENTENCIA.
A. Dispone el artículo 312 del Código de Procedimiento Civil, que
"El recurso de casación puede proponerse:
(Omissis)
3° Contra los autos dictados en ejecución de sentencia que resuelvan
puntos esenciales no controvertidos en el juicio, ni decididos en él; o
los que provean contra lo ejecutoriado o lo modifiquen de manera
sustancial, después que contra ellos se hayan agotado todos los re-
cursos ordinarios".
El artículo 423 del Código de Procedimiento Civil de 1916 traía un dispositi-
vo de inadmisibilidad del recurso de casación,
"4° Contra los autos que dictaren los Tribunales sobre ejecución de
sentencia, a no ser que versen sobre puntos esenciales no controver-
tidos en el juicio, ni decididos en él, o que se provea contra lo ejecu-
toriado, o modificándolo de manera sustancial".
Siguiendo a Arminio Borjas (Comentarios al Código de Procedimiento Civil
Venezolano. 3ª ed. Ediciones Sales. Caracas, 1964. T. IV, p. 155-156) sobre este
punto, tenemos:
1. Partiendo de que la ejecución de la sentencia no es en sí un juicio por
haber cesado ya toda posibilidad de contención sobre el punto objeto de
la sentencia firme y ejecutoriada, lo que se da en esta parte del proceso
son "meros decretos de ejecución", a partir de lo cual construye su tesis
de que la etapa de ejecución de la sentencia se asemeja a un procedi-
miento de ejecución voluntaria.
2. Si se permitiese a los jueces "adicionar, cercenar, contrariar o modificar
las sentencias que estuviesen encargados de ejecutar", se harían nuga-
torios los efectos de la casación y particularmente de la cosa juzgada.
3. Corresponde a los Jueces de la casación "apreciar los hechos y las cir-
cunstancias todas, para resolver si los puntos sobre que versa el auto
recurrido son o no esenciales, fueron o no controvertidos, o contrarían o
modifican sustancialmente lo ejecutoriado". Ej.: La sentencia solo decla-
ra la nuda propiedad del demandante y el ejecutor procede a ponerlo en
51

posesión del inmueble, o lo reconoce solo como simple poseedor o co-


mo usufructuario.
B. La Sala de Casación Civil ha sostenido en forma reiterada:
1. Por autos de ejecución de sentencia deben entenderse "aquellos nece-
sarios para el cabal cumplimiento de lo ordenado en la sentencia defini-
tiva y para hacer efectivas las providencias y medidas que aseguren la
ejecución de los decidido" (V. sent. 27-3-96. Pierre. A. 96, T. 3, pp. 340-
341).
2. Que las disposiciones concernientes a la ejecución de sentencia son de
interpretación estricta, lo que obliga a los jueces a ser cuidadosos en el
estudio de cada caso para los fines de la admisión racional del recurso
de casación contra un auto de ejecución de sentencia (Vid misma sent.
27-3-96).
3. Que en ejecución de sentencia, el principio rector es la inadmisibilidad
del recurso de casación contra los autos dictados en esta etapa (v. mis-
ma sent. 27-3-96. Pierre. A. 96, T. 3, pp. 340-341), salvo los dos únicos
casos de excepción previstos en el numeral 3° del artículo 312 del CPC
(V. sent. 9-5-96. Pierre. A. 96, T. 5, p. 322).
4. Que, por lo que concierne a puntos esenciales no controvertidos en el
juicio, ni decididos en él (reiterando la doctrina establecida desde el 15
de noviembre de 1984, caso Rafael Vicente Carrillo c/ Desarrollos Rura-
les El Naranjal, S. A.), ha de entenderse aquellos que "deben estar ínti-
mamente relacionados con los que se decidieron en el litigio en ejecu-
ción, no de simples incidencias que pueden surgir en todos los pleitos;
pues de lo contrario, sería fácil detener la ejecución con sólo suscitar an-
te el Juez respectivo problemas no sólo sin vinculación con lo que fue
controvertido en el proceso, sino absolutamente extraños a él" (V. mis-
ma sent. 9-5-96). Por vía de ejemplo, un caso es: El juez de la ejecución
declara inejecutable la sentencia definitivamente firme. Apelada esa de-
cisión, el juez de la alzada la revoca y ordena una experticia comple-
mentaria del fallo, orden esta que modifica lo ejecutoriado en forma sus-
tancial (v. sent. Casación Civil 12-7-95. Elio Enrique Gutiérrez García y
otra c/ Simone Zuber. Ponente: Dr. Alirio Abreu Burelli. Exp. 93-742. Pie-
rre: A. 95. T. 7. pp. 429-430).
5. Que no es un argumento para negar el acceso a la casación decir, por
ejemplo, que "la sentencia dictada en el presente proceso se encuentra
definitivamente firme", pues ello no implica la imposibilidad de acceder a
la casación si se da alguno de los motivos previstos en el articulo 312,
ord. 3° del CPC (Auto 28-6-95. Caso: Olga Gerig Misle y otros c/ Kek
Duna, S. R. L. Ponente: Magaly Perretti de Parada. Exp. 95-110. Pierre:
A. 95. T. 6. pp. 335-337).
C. Ha resuelto también la Sala de Casación Civil que contra la entrega ma-
terial de un bien adjudicado en remate no cabe ninguna oposición, ni tampoco el
recurso de casación, pues se trataría de un juicio concluido (Cfr. sent. 13-12-95.
52

Caso: Consorcio Indian Creek, C. A. c/ Inversiones Canayvén, C. A. Ponente: Héc-


tor Grisanti Luciani. Exp. 94-420. Pierre: A. 95. T. 12. pp. 402-404).
D. También ha dicho que en el caso del procedimiento por intimación, si el
decreto de intimación adquiere firmeza y pasa en autoridad de cosa juzgada, el
paso inmediato es la ejecución de la sentencia (el decreto hace el papel de ésta) y
en esta etapa no cabe el recurso de casación, salvo por los motivos legales con-
templados en el artículo 312, ordinal 3°, del CPC (Cfr. sent. 21-6-95. Caso: Carlos
Alejandro Rodríguez Cirimele c/ Técnica Manrique, C. A. Ponente: Aníbal Rueda.
Exp. 95-71. Pierre: A. 95. T. 6. pp. 256-258).
E. En auto del 9 de noviembre de 1989, estableció:
"Ahora bien, la sentencia recurrida es un auto dictado en fase de eje-
cución de sentencia, en el cual están dados los supuestos necesarios
para que sea procedente el recurso de casación anunciado, pues la
decisión acerca de si fue o no formulada oposición al procedimiento
de ejecución de hipoteca, es un punto esencial que no fue controver-
tido en el juicio ni decidido en él; al contrario, si prospera la reposi-
ción en la forma como fue ordenada, el intimado no tendría oportuni-
dad procesal alguna de que se le revise en el futuro la cuestión rela-
cionada con los términos de su oposición, sobre todo si efectivamen-
te ella contaba con fundamentos suficientes para sostenerla".
"Como se trata de un procedimiento de ejecución de hipoteca, se lle-
gare a hacerse firme la decisión de la Alzada que estimó que todo el
incidente relacionado con la oposición no tiene razón de ser y es
inexistente, de acuerdo con la doctrina de la Sala precedentemente
transcrita, la pretensión del ejecutante quedaría jurídicamente conso-
lidada al continuar sin oposición el procedimiento de ejecución de hi-
poteca, llevándose a cabo el remate del inmueble hipotecado".
"Por consiguiente, el recurso de casación anunciado contra la sen-
tencia recurrida era procedente y debió ser oído de inmediato" (Caso:
C. Duarte c/ Inversiones La Rochela, C. A. Ramírez: T. 110, N° 853-
89, pp. 433-435).
EL DESISTIMIENTO EN LA EJECUCIÓN DE SENTENCIA.
Cuando se trate de condenas patrimoniales puede perfectamente el vence-
dor renunciar por vía de desistimiento a la que la sentencia le ha concedido. Mas,
cuando se trata de sentencias que resuelven asuntos no patrimoniales, como es el
caso del divorcio, p. ej., no podría el actor ganancioso desistir luego de la senten-
cia ejecutoriada, pues por esa vía consensual se estaría restableciendo la vigencia
del matrimonio que solo el Estado autoriza y disuelve (V. auto. Sala de Casación
Civil de 10-2-93. Caso: María Caridad Páez de Alfonzo c/ Francisco Ignacio Alfon-
zo Miranda. Ponente: Dr. Carlos Trejo Padilla. Exp. 92-233. Pierre: A. 93. T. 2. pp.
192-194).
53

IV
EL EMBARGO. CONCEPTO. EMBARGO PREVENTIVO Y EMBARGO EJECUTIVO.
NATURALEZA JURÍDICA DEL EMBARGO. OBJETO DEL EMBARGO. SUJETOS DEL
EMBARGO. EJECUCIÓN DEL EMBARGO. EMBARGOS SUCESIVOS. MULTIPLICI-
DAD DE EMBARGOS. TRASLADO Y SUSTITUCIÓN. PROPORCIONALIDAD DEL EM-
BARGO. BIENES SUSCEPTIBLES DE EMBARGO. COSAS INEMBARGABLES.
EFECTOS. OPOSICIÓN AL EMBARGO Y SU TRÁMITE.

EL EMBARGO.
“El proceso de ejecución tiene por finalidad, como su concepto ense-
ña, obtener, no una declaración de voluntad, sino una manifestación
de voluntad del Juez, es decir, una operación material que provoque
un cambio real en las situaciones a que el proceso se refiere. Para
llevar a cabo tal mutación de hecho el Juez necesita, como instru-
mento específico, bienes de carácter físico sobre los que o con los
que operar del modo que le exija una decisión auténticamente ejecu-
tiva. Las actividades de instrucción en el proceso de ejecución tien-
den, pues, en primer término, a proporcionar al Juez tales bienes, ya
que sólo contando con ellos es posible terminar normalmente el pro-
ceso de tal clase” (Itálicas de mi autoría. Jaime Guasp, Derecho Pro-
cesal Civil, 3ª Ed. corregida (Dos tomos), Instituto de Estudios Políti-
cos, Madrid, 1968. Tomo I, p. 418).
CONCEPTO.
La necesidad instrumental que tiene el Juez para obtener bienes que permi-
tan —bien por adjudicación forzada directa, bien por realización de los mismos—
la satisfacción de la pretensión del acreedor ejecutante se concreta en la ejecución
a través del acto procesal instructorio conocido como embargo.
Con el embargo se afectan bienes propiedad del deudor a las resultas fina-
les de la ejecución, de modo que quedan ellos estrechamente ligados —sin posibi-
lidad de desvinculación por vía distinta a una composición por las partes o a una
desafectación por pertenencia a tercero— a las resultas de la misma.
“Embargo es, pues, toda afectación de bienes a un proceso con la fi-
nalidad de proporcionar al Juez medios necesarios para llevar a nor-
mal término una ejecución procesal” (Guasp, o. c., t. I, p. 419).
El concepto que precede ajusta perfectamente para su aplicación tanto al
embargo preventivo como al embargo ejecutivo, si tenemos en cuenta que ambos
embargos tienden a garantizar que, en definitiva, el acreedor sea satisfecho en su
pretensión.
Por el embargo se permite la individualización y disponibilidad de un bien
para realizarlo judicialmenete y satisfacer con su producto el interés del acreedor
ejecutante.
54

Empero, como ya veremos, el solo embargo no desapropia al ejecutado


sino que inmoviliza el bien de su pertenencia, sustrayéndolo de toda posibilidad de
negocio jurídico mientras esté afectado por la medida ejecutiva.
Consiguientemente, el embargo ejecutivo no es en sí un derecho real (en
contra, Jaime Guasp, como ya veremos), ni es una hipoteca judicial, ni concede al
ejecutante derecho alguno sobre la cosa embargada. De allí que, como principalí-
simo efecto, el embargo deja la cosa sólo a disposición del Juez.
Ahora, como el embargo es una restricción al libre derecho de propiedad al
establecer una excepción a la libre disponibilidad del bien, la acción que obra so-
bre el mismo debe ser restrictivamente interpretada y aplicada.
En resumen, pues, el embargo consiste en la afectación de de un bien por
parte del órgano judicial para satisfacer la pretensión del ejecutante, derivada el
mandato de condena (crédito de ejecución) contenido en la sentencia ejecutoria-
da.
EMBARGO PREVENTIVO Y EMBARGO EJECUTIVO.
Partiendo del omnicomprensivo concepto que hemos tomado prestado del
tratadista Guasp, podemos conceptuar en forma específica ambos tipos de em-
bargo así:
Embargo preventivo:
El “que sirve como medio precautorio o cautelar para asegurar las resultas de una
ejecución que aún no ha sobrevenido ni se sabe siquiera con certeza si acaecerá”
(Guasp, o. c., t. I, p. 419).
De cara al Derecho Positivo venezolano se puede conceptuar el embargo
preventivo así:
Es la afectación de un bien, con desposesión jurídica y material (embargo y se-
cuestro de cosa), anotación registral (prohibición de enajenar y gravar) o afecta-
ción simplemente por notificación (embargo de créditos y derechos), para garanti-
zar que no quede ilusoria la ejecución del fallo al cual sirve como instrumento la
medida.
Embargo ejecutivo:
El “que funciona como medio instrumental de una ejecución no ya potencial,
sino actual, pendiente y en curso de desarrollo” (Guasp, o. c., t. I, p. 419).
Conforme la normativa ritual patria (arts. 536 y 587 CPC), puede concep-
tuarse el embargo ejecutivo así:
Es la desposesión jurídica y material de un bien perteneciente al deudor
ejecutado para afectarlo a la realización efectiva de la pretensión del acreedor eje-
cutante.
Puede decirse también y por último, que el embargo ejecutivo es la afecta-
ción de un bien por parte del órgano judicial para satisfacer la pretensión del eje-
cutante derivada del mandato de condena (crédito en ejecución) contenido en la
sentencia ejecutoriada.
55

NATURALEZA JURÍDICA DEL EMBARGO.


“... el embargo es un acto procesal y, más precisamente, un acto de
instrucción que se refiere a un proceso de ejecución, dentro del que
integra, e unión de la realización forzosa, la categoría de tales actos
instructorios. Constituye así el reflejo exacto de los actos de alega-
ción del proceso de cognición, pues mientras que éstos tienen por fi-
nalidad proporcionar al Juez datos de carácter lógico que le sirvan
para su fallo, aquéllos tratan de proporcionar al Juez bienes de ca-
rácter físico que le permitan igualmente realizar su decisión”
(...)
“Innegablemente, el embargo origina un cuadro peculiar de poderes y
deberes para los distintos sujetos procesales que en él intervienen.
Fijándose en que por esencia la figura es en sí la afectación de un
cierto bien físico a un proceso, cabría preguntarse cómo quedan alte-
radas, en virtud de tal afectación, la diversas titularidades jurídicas
que sobre tal bien recaen. Importa, sobre todo, determinar la índole
de los derechos que aparecen de este modo entre las diversas per-
sonas que guardan relación con el bien embargado”.
“Podría pensarse, en primer término, que estos derechos son de na-
turaleza estrictamente personal y que, por lo tanto, se limitan a con-
ceder nuevos poderes de carácter simplemente intersubjetivo entre
las distintas personas que en el embargo actúan. Así, cabría hablar
de una nueva potestad personal del Juez frente al titular del bien em-
bargado o de un nuevo derecho subjetivo personal del acreedor em-
bargante frente al mismo. Pero lo primero sería innecesario y lo se-
gundo insuficiente para explicar la verdadera consistencia del em-
bargo. El hecho de que tanto el Juez como el acreedor embargante
puedan actuar directamente sobre el bien embargado, excluyendo a
terceros, obliga a considerar a estos efectos procesales como una si-
tuación jurídica que excede del ámbito puramente personal”.
“En consecuencia, no es erróneo hablar, en este sentido, del embar-
go como de un verdadero derecho real. Las dos características fun-
damentales de los derechos reales: recaer inmediatamente sobre
una cosa y poderse hacer valer frente a todos, se dan, indiscutible-
mente, en el embargo. El bien embargado responde de las resultas
del proceso de modo directo, cualquier que sea su poseedor. Esto
explica cómo se conceden por el embargo las dos facultades esen-
ciales del derecho real: el ius persequendi, que autoriza a hacerse
con el bien aunque su titularidad haya variado con posterioridad del
embargo mismo, y el ius prioritatis, que garantiza al primer embar-
gante en el tiempo la preferencia jurídica en la satisfacción de su de-
recho”.
“Lo que no sería aceptable, en cambio, sería la constitución del em-
bargo como un derecho real de naturaleza civil, o mejor, privada. La
norma del art. 1.911 del CC, según la cual «del cumplimiento de las
obligaciones responde el deudor con todos sus bienes presentes y
56

futuros» no fundamenta específicamente un embargo, el cual tiene


su base en imperativos de orden público y no en responsabilidades
de orden estrictamente privadas; de aquí que sea artificioso hablar
de un derecho de prenda general, que tiene el acreedor sobre los
bienes del deudor, y del que el embargo sería la realización en cada
caso particular. Y lo mismo puede decirse de las categorías más
concretas que dentro del derecho privado se han ideado para expli-
car la función indudablemente procesal de los institutos de esta cla-
se, especialmente los llamados derechos reales de garantía, caracte-
rizados a veces como derechos de efectuación o realización para di-
simular con estas palabras su palmario significado procesal. Las
mismas prendas e hipoteca no son en sustancia más que figuras de
naturaleza procesal, modalidades del embargo, que cabe llamar, co-
mo luego se verá, embargo anticipado, pues en sustancia lo que
prenda e hipoteca proporcionan a sus titulares no es más que una
afección predeterminada del bien pignorado o hipotecado a la futura
y eventual ejecución que pueda seguirse para la satisfacción del cré-
dito, habiendo resultado infructuosos todos los intentos de la doctrina
civil para destruir esta fundada reivindicación procesal”.
(...)
“El embargo, por lo tanto, en todas sus variedades, es un derecho
real de carácter procesal, una potestad real que el Juez adquiere so-
bre ciertos bienes, un derecho real del embargante que no puede ex-
ceder, no obstante, ni hacerse valer fuera del ámbito del proceso en
que se obtiene” (Itálicas, con exclusión de los vocablos latinos, agre-
gadas por mí. Guasp. o. c., t. I, pp. 420-422).

OBJETO DEL EMBARGO.


Cualquier bien puede ser objeto del embargo, siempre que esté en el co-
mercio, que no sea inherente a la persona humana y no esté expresamente ex-
cluido por la ley de la embargabilidad.
SUJETOS DEL EMBARGO.
El ejecutante, el ejecutado, el juez y los terceros (analizar que el tercero es
una parte potencial).
De esos sujetos, cuando se trata de embargo ejecutivo es el ejecutante
quien lo dirige, bajo el control y protección de los derechos del ejecutado por parte
del juez (art. 534 CPC).
En cambio, cuando se trata del embargo preventivo el mismo lo dirige el
embargado (art. 597 CPC), siempre que no se cause perjuicio al embargante.
La razón de tal distinción en cuanto a la conducción del embargo radica en
que el embargo ejecutivo el derecho actúa coactivamente sobre el patrimonio del
57

ejecutado ante un incumplimiento que se le imputa a él. En el otro, el derecho se


encuentra discutido y es por ello solo una expectativa.
Sin embargo, existe una excepción que deja al ejecutado con el derecho de
indicar el bien sobre el cual debe ejecutarse el embargo. Así, el artículo 537 del
Código de Procedimiento Civil autoriza el ejecutado, por razones humanitarias y
de protección para ofrecer un bien distinto al de su morada cuando la pretensión el
ejecutante se insinúe sobre ella.
EJECUCIÓN DEL EMBARGO.
Embargo de bienes inmuebles
Art. 535 CPC:
"Cuando la cosa embargada fuere un inmueble o un derecho que
tenga sobre él el ejecutado, el Juez participará de oficio el embargo
al Registrador del Distrito donde esté situado el inmueble, indicando
sus linderos y demás circunstancias que lo determinen distintamente,
a fin de que se abstenga de registrar toda escritura que verse sobre
gravamen o enajenación del inmueble embargado. El Registrador se-
rá responsable de los daños y perjuicios que cause por el incumpli-
miento de la orden del Juez".
A pesar de la claridad de la norma, conforme a la cual debe el Juez indicar
al Registrador los linderos del inmueble embargado, la Sala de Casación Civil no
lo consideró así necesario y dijo:
"De tal manera, pues, que la citada disposición no obliga al Tribunal a
indicar los linderos del inmueble. Es el solicitante quien en el escrito
donde solicita la medida, debe individualizar el inmueble con su si-
tuación y linderos y demás determinaciones. Esto es con la finalidad
de que el Juez pueda practicar la medida sin riesgo de equivocarse"
(Sent. 5-5-92. Caso: Carlos Enrique Galarraga y otros c/ Horacio Al-
varez Vidal. Ponente: Dr. Luis Darío Velandia. Exp. 91-426. Pierre: A.
92. T. 11. pp. 257-259).
A pesar de ello, en la misma sentencia, precisa (y ello si es incuestionable),
que en el acta de embargo no es necesaria la determinación de los linderos, pues
basta que el Juez constate los indicados en la solicitud y genere una certeza de
que el inmueble embargado se corresponde con aquél.
EMBARGOS SUCESIVOS.
Se permiten los embargos sucesivos cuando el bien embargado sea insufi-
ciente para cubrir la pretensión del ejecutante.
MULTIPLICIDAD DE EMBARGOS.
Sobre un mismo bien es posible que se ejecuten varios embargos (arts. 534
y 632 CPC).
TRASLADO Y SUSTITUCIÓN.
Traslado: CPC artículos 548 y 632.
58

Sustitución: CPC art. 582.


PROPORCIONALIDAD DEL EMBARGO.

BIENES SUSCEPTIBLES DE EMBARGO.


Embargo de acciones de una sociedad mercantil.
Código de Comercio:
"Artículo 213.- El documento constitutivo y los estatutos de las so-
ciedades anónimas y de las sociedades en comandita por acciones,
deberán expresar:
(Omissis)
"4° El nombre, apellido y domicilio de los socios, o el número o valor
nominal de las acciones, expresando si éstas son nominativas, o al
portador, si las nominativas pueden convertirse en acciones al porta-
dor, y viceversa, y el vencimiento e importe de la entregas que los
socios deben realizar".
(Omissis)
"Artículo 214.- El documento constitutivo de las sociedades de res-
ponsabilidad limitada deberá expresar:
"1° El nombre, domicilio y nacionalidad de los socios fundadores".
(Omissis)
"4° El monto de la cuota de cada socio, si se ha aportado en dinero o
en especie; y en este último caso, con indicación del valor que se
atribuye a los créditos y demás bienes aportados y los antecedentes
y razones que justifiquen esa estimación".
(Omissis)
"Artículo 217.- Todos los convenios o resoluciones que tengan por
objeto la continuación de la compañía después de expirado su tér-
mino; la reforma del contrato en las cláusulas que deban registrarse y
publicarse, que reduzcan o amplíen el término de su duración, que
excluyan algunos de sus miembros, que admitan otros o cambien la
razón social, la fusión de una compañía con otra, y la disolución de la
compañía, aunque sea con arreglo al contrato, estarán sujetos al re-
gistro y publicación establecidos en los artículos precedentes".
"Artículo 221.- Las modificaciones en la escritura constitutiva y en
los estatutos sociales de las compañías, cualquiera que sea su espe-
cie, no producirán efectos mientras no se hayan registrado y publica-
do, conforme a las disposiciones de la presente Sección".
"Artículo 296.- La propiedad de las acciones nominativas se prueba
con su inscripción en los libros de la compañía, y la cesión de ellas
se hace por declaración en los mismos libros, firmada por el cedente
y por el cesionario o por sus apoderados".
(Omissis)
59

"Artículo 19.- Los documentos que deben anotarse en el Registro de


Comercio, según el artículo 17, son los siguientes:
(Omissis)
"9° Un extracto de las escrituras en que se forma, se prorroga, se
hace alteración que interese a tercero o se disuelve una sociedad, y
las en que nombren liquidadores".
Código de Procedimiento Civil:
"Artículo 593.- El embargo de créditos se efectuará mediante notifi-
cación que hará el Juez al deudor del crédito embargado, en la mo-
rada, oficina o negocio de éste. Si no se encontrare al deudor, la noti-
ficación se hará a cualquiera de las personas indicadas en el artículo
220, si se tratare de personas jurídicas. Si se tratare de personas na-
turales, la notificación se hará en persona que esté a su servicio, o
sea pariente del deudor, que se encuentre en su morada, oficina o
negocio, dejándose constancia en el acta del nombre, apellido y cé-
dula de identidad de la persona notificada".
"Si se tratare de créditos o derechos litigiosos, bastará con dejar
constancia del embargo en el expediente del juicio respectivo, me-
diante acta que suscribirán el Juez, el Secretario y los comparecien-
tes".
"Artículo 594.- Al momento del embargo del crédito, o dentro de los
dos días siguientes, el deudor manifestará al Tribunal el monto exac-
to del crédito, la fecha en que debe hacerse el pago, la existencia de
cesiones o de otros embargos, indicando también el nombre de los
cesionarios y de los otros embargantes, y las fechas de notificación
de las cesiones y embargos".
"Si el deudor no hace la manifestación a que se refiere este artículo,
quedará responsable por los daños y perjuicios que su omisión cause
al embargante".
Sentencia del Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil y del Tránsito
de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal y Estado Miranda:
"Considera este Tribunal que el simple traslado del juzgado comisio-
nado al Registro Mercantil para declarar embargadas las acciones de
los demandados en la Compañía "...", no constituye medio eficaz de
practicar el embargo pues bien pudiera pasar que las acciones hu-
biesen sido cedidas a otras personas en el Libro de Accionistas, que
es el medio idóneo para demostrar la propiedad accionaria, según el
artículo 296 del Código de Comercio" (Sent. de 28-5-92. Caso: Banco
Unión, C. A. c/ J. Freites y otro. Ramírez: T. 121, N° 305-92, pp. 12-
14).
COSAS INEMBARGABLES.

EFECTOS DEL EMBARGO.


60

OPOSICIÓN AL EMBARGO Y SU TRÁMITE.


Sobre la inutilidad de abrir la articulación probatoria.
Sala Civil. Sent. De 22-7-87. Caso: A. Burgos c/ Servicios Técnicos Maríti-
mos, C. A. Y otro. Ramírez: T. 100, N° 753-87, pp. 450-452.
Esta sentencia se pronunció comentando el artículo 469 del CPC derogado,
equivalente al 546 del vigente, solo que entonces bastaba la posesión de la cosa
por parte del tercero y no la propiedad como hoy ocurre.
"...No basta con que el ejecutante o el ejecutado contradigan la prue-
ba o pretensiones del tercero opositor para que se abra la articula-
ción probatoria, sino que es necesario que, previamente, el juzgador
haya considerado procedente la oposición por llenar los extremos
que la ley señala, es decir, por encontrarse realmente el opositor en
posesión de la cosa y tener derecho a ella de acuerdo con una prue-
ba fehaciente. Si el sentenciador desecha la oposición del tercero,
por faltar alguno de los indicados requisitos, ningún sentido tiene
proceder luego a la articulación probatoria, que sólo se justifica
cuando habiéndose dado aquéllos, el ejecutante o el ejecutado insis-
ten en contradecir los planteamientos del opositor con una contra-
prueba también fehaciente".
61

V
EL DEPÓSITO. EL DEPOSITARIO. DERECHOS, OBLIGACIONES Y RESPONSABILI-
DAD DEL DEPOSITARIO. EL DEPÓSITO PROVISIONAL. EL DEPÓSITO DE CANTI-
DADES DE DINERO.

EL DEPÓSITO.
Código Civil: Depósito consensual
Código de Procedimiento Civil: Depósito judicial.
Ley Orgánica del Poder Judicial. Art. 41.
EL DEPOSITARIO.
Depositario Judicial es “el funcionario público que recibe una cosa para su
guarda y conservación por orden judicial (Duque Sánchez, Procedimientos..., p.
93).
Características del depósito judicial.
1. Es una función pública, de modo que la función del depositario no es
convencional, no deriva de un contrato, nada se asemeja al contrato de
depósito regulado por el Código Civil.
2. Como funcionario público, el depositario responde de acuerdo a lo esta-
blecido en el artículo 121 de la Constitución Nacional, conforme al cual
“el ejercicio del Poder Público acarrea responsabilidad individual por
abuso de poder o por violación de la ley”. Además, responde por daños
y perjuicios conforme lo establecido en el artículo 17 de la Ley de Depó-
sito Judicial.
3. La función pública del depositario judicial no es permanente, sino que
nace al ser designado por el Juez. Es, por consiguiente, una función ac-
cidental, pues no dura más allá de la duración del depósito.
4. Es el depositario judicial un auxiliar de justicia y, como tal, colabora en
su administración.
5. Por ley (arts. 13 de la LDJ y 542, ord. 3º, del CPC), el depósito judicial
es oneroso, estando sujeta la función al arancel que corresponde.
¿Quiénes pueden ser depositarios judiciales?
Quienes hayan sido autorizados por el Ministerio de Justicia en Resolución
mtivada (art. 3 LDJ),
No pueden serlo:
1. Quienes no estén autorizados, con la excepción prevista en el artículo
35 de la Ley de Depósito Judicial.
62

2. El ejecutante, salvo disposición expresa de la ley, como es el caso del


Fisco Nacional en el juicio de cobro de créditos fiscales regulado en el
Código Orgánico Tributario (art. 201), o cuando lo tolere el ejecutado.
3. Los funcionarios y empleados del Tribunal.
4. Los parientes del ejecutante y de esos funcionarios y empleados cuando
estén comprendido con ellos dentro del cuarto grado de consanguinidad.
5. Los dependientes y sirvientes domésticos del ejecutante y los de los
funcionarios del Tribunal, preguntándonos por qué el legislador no inclu-
yó a los sirivientes y dependientes de los parientes del ejecutante y de
los empleados del Tribunal.
6. El ejecutado, sus parientes y sirvientes, salvo que lo tolere el ejecutante.
7. Como dato histórico, en el ordinal 1º del artículo 462 del Código de Pro-
cedimiento Civil derogado se incluían los parientes por afinidad hasta el
segundo grado.
Ius persequendi del depositario judicial.
El depositario judicial, como está obligado a cuidar el bien que se le ha con-
fiado en depósito por el oficio judicial con la diligencia de un buen padre de familia,
está legitimado para perseguirlo y recuperarlo de manos de quien lo tomare sin
autorización del Juez, teniendo cualidad para ejercer las acciones que fueren me-
nester para esos fines, sean judiciales, sean extrajudiciales, pudiendo reclamar los
frutos civiles o naturales que produzca la cosa en manos de ese tercero.
DERECHOS, OBLIGACIONES Y RESPONSABILIDAD DEL DEPOSITARIO.
Rendición de cuentas.
Es una de las obligaciones del depositario, conforme lo establecido en el
ordinal 6° del artículo 541 del Código de Procedimiento Civil,
"Presentar la cuenta de su gestión dentro de los cinco días siguientes
al remate judicial, o dentro del plazo que le fije el Juez. Si la cuenta
no fuere presentada dentro de dicho lapso el Depositario sufrirá la
pérdida de su derecho a cobrar emolumentos. Deberá también pre-
sentar estados de cuenta mensuales".
De su parte, el artículo 544 establece:
"Presentada la cuenta por el Depositario se seguirá para la aproba-
ción y objeciones de la cuenta el procedimiento establecido en la Ley
sobre Depósitos Judiciales".
Sobre la obligación del depositario de rendir cuentas, la Sala Político-
Administrativa de la CSJ fijó los siguientes criterios:
"Leopoldo (rectius: Arminio) Borjas señala que si bien el juicio de
cuentas se presenta de ordinario como un proceso autónomo, puede
excepcionalmente proponerse un juicio de cuentas por vía incidental,
63

en aquellos casos en que la rendición de cuentas deba efectuarse


dentro del propio juicio".
(Omissis)
"La presentación de cuentas, en definitiva, constituye un deber de in-
eludible cumplimiento para los depositarios de bienes embargados.
Dicha obligación encuentra su fundamento en la necesidad de que el
afectado por la medida de embargo pueda ejercer un control sobre la
gestión del depositario, a modo de asegurar un correcto ejercicio de
las actividades de ese funcionario y exigir su responsabilidad si hu-
biere lugar a ello".
"Como resulta lógico de suponer, firme la decisión que se dicte en la
incidencia de rendición de cuentas, ella adquiere fuerza ejecutiva.
Por ello, si el depositario incumple la sentencia firme, mediante la
cual se le ordena restituir los bienes que le fueron confiados en de-
pósito y que no fueron rematados -como en efecto ocurrió en el caso
de autos- el solicitante de las cuentas puede -y debe- obtener un
mandamiento de ejecución forzosa que haga posible el reintegro -por
equivalente- de los bienes que le debían ser devueltos".
"Es evidente entonces, que el Juez de la causa sí tiene competencia
para conocer y decidir la solicitud de cuentas propuesta en vía inci-
dental contra el depositario de los bienes embargados, facultad ésta
que se extiende a todas las fases o etapas de la incidencia de rendi-
ción de cuentas, la cual comprende desde la determinación sobre si
existe o no la obligación de rendir la cuenta, hasta la completa ejecu-
ción (en especie o por equivalente) de la orden de restitución de los
bienes que debían ser devueltos por el depositario".
(Omissis)
"Por virtud del principio anteriormente enunciado (el principio de la
perpetuatio iurisdictionis, paréntesis de la cita), los jueces competen-
tes para conocer del juicio principal, lo son también para decidir cual-
quiera de las incidencias, salvo disposición en contrario de la Ley"
(Sent. de 21-11-96. Ponente: Cecilia Sosa Gómez. Caso: Corpora-
ción Venezolana de Fomento c/ Carlos González Ortiz y otro. Exp.
8.042, sent. 752. Pierre: A. 96, T. 11, pp. 353-358).
EL DEPÓSITO PROVISIONAL.
Artículo 539 CPC. Ver Ley de Depósito Judicial.
EL DEPÓSITO DE CANTIDADES DE DINERO.
Artículo 540 CPC. Ver Ley de Depósito Judicial.
64

VI
JUSTIPRECIO. PROCEDIMIENTO. EFECTOS. JUSTIPRECIO POR LAS PARTES.

JUSTIPRECIO.
Se justifica el justiprecio por las siguientes razones:
1. Con la enajenación forzosa del bien embargado se va a desapropiar to-
talmente al ejecutado, por ello la justeza del valor de la cosa debe esta-
blecerse de la manera más precisa psosible.
2. El justiprecio permite evitar mayores daños de los que ya va a sufrir en
su patrimonio el ejecutado con la expropiación.
3. Permite concluir el asunto, satisfaciendo plenamente la pretensión del
ejecutante.
4. Permite fijar la base de la puja.
5. Proscribe el precio vil.
PROCEDIMIENTO.

EFECTOS.

JUSTIPRECIO POR LAS PARTES.


65
67

VII
LA VENTA DE LO EMBARGADO. PUBLICIDAD. SUBASTA. PROCEDIMIENTO.
POSTORES. LA CAUCIÓN. CONTINUIDAD DEL REMATE. LA CANCELACIÓN DEL
PRECIO. EFECTOS DEL REMATE. PURGA DE LA HIPOTECA. LA COSA HIPOTE-
CADA Y LA NO HIPOTECADA. VENTA ANTICIPADA.

LA VENTA DE LO EMBARGADO.
Para explicar la venta de lo embargado ejecutivamente se han ensayado
varias teoría por la doctrina:
1. Una de ellas sostiene que el órgano jurisdiccional sustituye la voluntad
del acreedor (Rocco), partiendo de la idea que suprimida la justicia pri-
vada, el acreedor ya no actúa directamente sobre los bienes del deudor,
sino que lo hace a través del oficio judicial, quien lo sustituye en su vo-
luntad. De manera que, por esta teoría, el acreedor hace vender el bien
por el Juez.
2. Otra sostiene (la más universal y generalizada) que el órgano jurisdic-
cional sustituye la voluntad del deudor, pues realiza la transformación
del bien para obtener el medio físico de satisfaccion del interés del
acreedor sin la concurrencia de la voluntad del ejecutado quien debió
cumplir voluntariamente con el mandato.
3. Una tercera teoría afirma que la venta la realiza el ejecutado.
4. Y una última sostiene que el Estado expropia al ejecutado y vende el
bien para hacer efectiva la realización del derecho. En ese orden, actúa
un interés público para realizar un interés privado.
PUBLICIDAD.
Es de interés, por los derechos, posiciones e intereses involucrados en la
enajenación forzosa, que la venta del bien se publicite suficientemente, tanto para
permitir a cualquier interesado con derecho sobre la cosa ejercer la defensa de su
derecho, como para traer al acto de la pública almoneda al mayor número de pos-
tores posible.
En la ejecución ordinaria (lo cual deja a salvo, claro está, lo previsto en le-
yes especiales), los carteles deberán indicar:
 Los nombres y apellidos, tanto del ejecutante como del ejecutado.
 La naturaleza de la cosa, y una breve descripción de ella, y si fuere in-
mueble, su situación y linderos, expresándose si el remate versará sobre
la propiedad o sobre cualquier otro derecho. El requisito de la expresión
de si el remate versará sobre la propiedad abona a favor de la necesi-
dad de titulación del bien a rematar cuando fuere inmueble, que en otras
legislación es una carga impuesta al ejecutado, pero que en la nuestra
parece ser una carga impuesta al ejecutante, como lo podemos deducir
del último aparte del artículo 555 del código ritual civil que pone a cargo
68

del ejecutante las diligencias para obtener los gravámenes que pesen
sobre la cosa en una gestión anticipada a la publicidad que debe desa-
rrollar el Juez por oficio ante el Registrador del lugar donde se encuentre
ubicado el inmueble.
 En el último o en el único cartel cuando hubiere supresión de carteles
por convenio de las partes, se indicará el justiprecio, los gravámenes
que pesen sobre la cosa y el lugar día y hora en que se efectuará el re-
mate.
De esas enunciaciones de los carteles, hay acuerdo en la doctrina en con-
siderar como substanciales, y por consiguiente de ineludible inclusión a riesgo de
la nulidad del remate, las siguientes.
 El valor de la cosa a rematar, tomando del justiprecio realizado por los
peritos avaluadores.
 La naturaleza de la cosa que será objeto del remate.
 Los gravámenes que pesen sobre ella, si fuere inmueble.
 El lugar, día y hora del remate.
 La falta de publicación de uno o de todos los carteles.
Carteles y su publicación. Lapsos.
Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil, Mercantil y del Trabajo.
Sentencia de fecha 22 de marzo de 1961:
2Cuando la ley indica que los carteles deben publicarse de
diez en diez días, esos intervalos son mínimos, razón por la
cual pueden publicarse con intervalos de más duración, lo cual
permitiría a las partes y los terceros interesados beneficiarse y
no perjudicarse, pues tienen más tiempo disponible para ver y
examinar el inmueble subastable y prepararse para su adqui-
sición, si es de su interés2 (Itálicas agregadas. Ramírez & Ga-
ray, Jurisprudencia Venezolana,: T. 3, Nº 105-61 b), pp. 358-
360).
SUBASTA.
Con la sentencia ejecutada concluye el proceso.
En sentencia (amparo constitucional) de 27 de junio de 1996, dijo la Sala de
Casación Civil:
El Juzgado Segundo de Primera Instancia en lo Civil y Mercantil de la Cir-
cunscripción Judicial del Estado Zulia había decretado la nulidad de los actos
cumplidos en el proceso a partir de la ejecución de la medida de embargo el 27-
10-94 y repuso la causa al estado de ejecutar nuevamente la medida. El bien ha-
bía sido adjudicado en remate y el adjudicatario planteó el amparo constitucional.
Dijo entonces la Sala:
69

“Este auto de fecha 7 de abril de 1995 es a todas luces violatorio del


derecho de defensa (declaratoria ésta que hace la Sala de oficio) y
del derecho de propiedad de la hoy quejosa, en razón de que una
vez finalizada la ejecución el Tribunal pierde su jurisdicción para co-
nocer”.
“Concluida la fase de conocimiento con la sentencia ejecutada con-
cluye el proceso como tal. Una vez rematado el inmueble y materiali-
zado el pago correspondiente, el Tribunal de la ejecución carece to-
talmente de jurisdicción para dictar reposiciones que atenten grave-
mente contra el principio de la seguridad jurídica”.
(Caso R & R Proyectos C. A. en amparo. Exp. 96-056. Ponente:
Aníbal Rueda. RAMÍREZ: T. 138, Nº 606-96, pp. 536-537).
PROCEDIMIENTO.

POSTORES.

LA CAUCIÓN.

CONTINUIDAD DEL REMATE.

LA CANCELACIÓN DEL PRECIO.

EFECTOS DEL REMATE.


Conforme el artículo 572 del CPC, el adjudicatario tiene derecho a que,
después de pagado el precio, se le ponga en posesión de la cosa que se le adju-
dicó, mas ello solo es posible si el ejecutado estaba en posesión del bien antes de
la ejecución, pues si no lo estaba no se puede poner en posesión al adjudicatario
porque, de acuerdo al encabezamiento del mismo artículo 572 la adjudicación en
remate transmite al adjudicatario, una vez pagado el precio, los mismos e iguales
derechos que sobre ella tenía la persona a quien se le remató. Es esta la doctrina
sostenida por la Sala de Casación Civil, la cual está expresada en los siguientes
términos:
"De acuerdo con el encabezamiento de la disposición transcrita [se
refiere la Sala al artículo 572 del CPC], la adjudicación transmite los
mismos derechos que sobre ella tenía la persona a quien se le rema-
tó, y transmite no sólo la propiedad sino la posesión que tenía el eje-
cutado".
"Es en relación con ello que debe entenderse el único aparte, seña-
lado como infringido, por el cual, después de pagado el precio, el ad-
70

judicatario tiene derecho a ser puesto en posesión de la cosa que se


le adjudicó".
"La propiedad otorga el derecho a poseer, pero no constituye ni de-
muestra la posesión misma. Si el ejecutado, además de propietario,
era poseedor del bien, tendrá derecho el adjudicatario a ser puesto
en posesión del mismo, pero si no lo era, tal actuación no es posible,
pues la adjudicación en remate transmite los mismos derechos y la
misma situación de hecho en que se encontraba el ejecutado" (v.
sent. 7-7-93. J. Rojas y otro c/ Consorcio Inmobiliario Intercal, C. A.
Exp. 91-576. Ramírez: T. 126. N° 781-93. pp. 322-323).
Ha dicho también la Sala Civil, con respecto a los efectos del acta de rema-
te, lo siguiente:
"El acta del remate en que se hubiere acordado la buena pro consti-
tuye la prueba plena de los derechos adquiridos por el adjudicatario;
en otro términos, esa acta es en la venta judicial lo que la escritura
otorgada por el vendedor en la venta voluntaria: el título de propie-
dad, según las palabras del artículo 501 del Código de Procedimiento
Civil, expresa el autor patrio Borjas, debiendo registrarse si se trata
de inmuebles o de otros bienes o derechos susceptibles de hipoteca,
para que surta efectos contra terceros. La buena pro y adjudicación
que se acuerda en el remate judicial al postor, expropia o vende por
ministerio de la ley al deudor ejecutado y transfiere la propiedad de la
cosa rematada al adjudicatario".
"Es de advertir que la cosa rematada pasa al licitador sometida a las
mismas cargas que la afectaban en poder del ejecutado, y queda ex-
puesta a las contingencias de las acciones de nulidad, rescisión o re-
solución y otras semejantes que podían ser intentadas respecto de
ella contra el referido expropiado, salvo cuando se trate de una cosa
hipotecada que se vende en remate judicial con citación de los
acreedores hipotecarios, en cuyo caso, por virtud de lo que se llama
«purga de la hipoteca», la cosa rematada pasa al licitador, después
de pagado el precio libre de todo gravamen de hipoteca, reputándose
que dicho gravamen se ha trasladado al precio del remate, como lo
disponen los artículos 1.899 y 1.911 del Código Civil" (Sent. de 6-8-
69. Caso: César A. Pineda P. c/ Ernestina Perié de González R. y
otras. Ramírez: T. 22, N° 393-69, pp. 290-297).
AMPARO CONSTITUCIONAL CONTRA REMATE JUDICIAL.
Contra el remate judicial no cabe el amparo constitucional (sería inadmisible
conforme el numeral 5° del artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Dere-
chos y Garantías Constitucionales), pues, como tiene dicho la Sala de Casación
Civil actuando como Tribunal Constitucional, "cualquier acto del Tribunal derivado
de error, exceso o indebida interpretación de la referida norma [art. 572 del CPC]
sólo se puede atacar mediante la acción reivindicatoria, en conformidad con lo
dispuesto en el artículo 584 del Código de Procedimiento Civil, razón por la cual
de conformidad con lo establecido en el numeral 5 del artículo 6° de la Ley Orgá-
71

nica de Amparo, al existir un medio ordinario idóneo para enervar los efectos jurí-
dicos del remate, considera la Sala que la acción de amparo presentada es inad-
misible" (Sent. 5-4-95. Comunidad de Propietarios del Edificio Residencias Mapa-
ra. Ponente: Dr. Alirio Abreu Burelli. Exp. 93-117. Pierre: A. 95. T. 4. pp. 64-67).
PURGA DE LA HIPOTECA.
Sentencia de la Sala Civil casando de oficio un fallo violación del debido
proceso al no aplicar el artículo 1.911 del CC:
"Expresa el artículo 1.911 del Código Civil:
«La cosa hipotecada que se vende en remate judicial, con citación de
los acreedores hipotecarios, pasa al comprador, después que se pa-
gue el precio, libre de todo gravamen de hipoteca sobre ella, repu-
tándose que dicho gravamen se ha trasladado al precio del remate».
"La citación de los acreedores hipotecarios al remate judicial está di-
rigida a dejar sin efecto el derecho de persecución que tiene el titular
del derecho real de hipoteca sobre la cosa hipotecada, el cual permi-
tiría ejecutar la hipoteca, aun cuando el bien se encuentre en manos
de un tercero, garantizando a la vez el derecho del acreedor hipote-
cario, porque al ser citado, éste podrá pujar en el remate evitando
que la cosa se venda a un precio vil, que afectaría sus intereses,
pues de acuerdo a la regla bajo análisis, el gravamen se traslada al
precio del remate".
"El extremo a verificar por el Juez de la ejecución es la existencia de
la hipoteca, constatación que es previa a la citación del tercero, quien
podrá incluso no acudir, sin que por ello deje de producirse el efecto
de purga de la hipoteca y traslado del gravamen al precio".
"En nuestro proceso real con frecuencia las partes interesadas
acuerdan en la ejecución el pago de las cantidades adeudadas al
acreedor hipotecario, pero el presupuesto de tal uso judicial es el
acuerdo, puesto que de oponerse a ello, por cualquier razón el ejecu-
tante o el ejecutado, o no solicitarlo el acreedor hipotecario, el cual,
se reitera, podría no asistir al remate, puesto que nada tiene que de-
mostrar, el juez, sin más aplicará la regla legal y declarará que la ga-
rantía se traslada al precio. Todas las controversias sobre la existen-
cia o monto del crédito garantizado por la hipoteca se dirimirán du-
rante el juicio que deberá iniciar el acreedor que había llamado a la
ejecución, pues resolver la cuestión de la existencia de la deuda en
una breve incidencia viola el derecho del tercero al debido proceso
legal" (Sent. de 21-6-95. Exp. N° 92-153. Ponente: Alirio Abreu Bure-
lli. Caso: Inversora Royese, C. A. c/ Desarrollos Algarven, C. A. Ra-
mírez: T. 134, N° 658-95, pp. 527-528).
LA COSA HIPOTECADA Y LA NO HIPOTECADA.
Subasta con bienes hipotecados: Arts. 582 y 548 CPC.
En la vía ejecutiva: Art. 632 CPC.
VENTA ANTICIPADA.
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COSAS CORUPTIBLES.
Artículo 538 CPC.
COSAS UTILIZABLES.
Artículo 543 CPC.

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