Está en la página 1de 18

Análisis de la novela: Madame Bovary de Gustave Flaubert

La obra

Madame Bovary es una novela realista, psicológica y costumbrista. Puramente


realista, por lo que tiene las características de dicho movimiento, tales
como: procurar mostrar una reproducción fiel y exacta de la realidad, hacer un uso
minucioso de la descripción, para mostrar perfiles exactos de los temas,
personajes, situaciones e incluso lugares; lo cotidiano y no lo exótico es el tema
central, exponiendo problemas políticos, humanos y sociales, el lenguaje utilizado
abarca diversos registros y niveles de lenguaje, ya que expresa el habla común y
se adapta a los usos de los distintos personajes, que son complejos, evolucionan
e interactúan influyendo en otros. Muestra además una relación entre las
personas y su entorno económico y social, del cual son exponentes; la historia
presenta a los personajes como testimonio de una época, una clase social, un
oficio; analiza, reproduce y denuncia los males que aquejan a la sociedad y
transmite ideas de la forma más verídica y objetiva posible. Costumbrista porque
refleja los usos y costumbre del momento.

También, por medio de la narración que hace la obra, se evidencia el contexto en


que se desenvuelve el autor: el llamado Siglo de las Luces, donde se da el triunfo
de la razón, la ciencia y el respeto a la humanidad, demostrado por Emma Bovary
con su gran ilustración. Flaubert intenta reflejar el aburrimiento y la monotonía
burguesa a través del adulterio, y la forma de pensar de la época. Todo esto
ocurre tras el final de la Revolución Francesa (1789-1799). Flaubert, además,
expresa con gran acierto la tragedia de este personaje, por lo que Madame Bovary
ha resultado ser una obra de referencia constante, hasta el punto de estar
considerada como una obra maestra del realismo.

Psicológica por la profundidad de sus personajes, quienes empiezan a ver el lado


interior desde cómo actúan por sus sensaciones y su subconscientes. Flaubert
nos introduce en la lucha emocional interior que vive la protagonista a través de un
narrador omnisciente y con la inclusión también de un estilo indirecto libre. Gracias
a las excelentes descripciones de los pensamientos de Emma, el lector se
introduce en la cabeza de una mujer romántica que se hunde en la desesperación
al no encontrar la dicha y la pasión que tanto veía en las historias que ella
devoraba en sus novelas. Infeliz en el matrimonio, cada vez más agobiada por las

1
deudas, Emma se refugia en el adulterio pero allí tampoco encontrará la alegría
que esperaba. Y nuestra protagonista se hundirá más y más en un pozo de
infelicidad en el que no verá más que una salida.

Si bien la insatisfacción existencial es suavizada, aunque no superada, con el


adulterio de la protagonista, el tedio hacia todo lo que la rodea que constituye una
vida de una floreciente burguesía invade cualquier efímero sentimiento que no
trascienda y cristalice en su forma de profunda crisis existencial. En esta
desmedida pasión que solo encontrará contención en tanto ávida lectora de
novelas románticas y se propondrá para Emma como un modelo de vida imposible
de alcanzar y que agotará con el último aliento de su vida. El suicidio fue muy
común en los artistas románticos quienes quedaban atrapados en su propia visión
y de esta manera víctimas de la misma. La obra nos da muestras de momentos
claves en los que la tensión entre lo real y lo ideal crujen en la conciencia de la
señora Bovary. Ejemplo de esto lo encontramos en el vals con el Vizconde, hecho
que encarna su deseo novelesco y que más tarde cobrará con su desesperación y
angustia al no poder sostenerlo en el tiempo real, sumergiéndola nuevamente en
su vida rutinaria y monótona que la consumía. Todos los acontecimientos de su
vida son quemados rápidamente en el fuego de la infelicidad y la insatisfacción, el
símbolo del ramo de novia quemado no es más que una desilusión de no ser esto
lo que buscaba para su vida, su maternidad cumple con el mismo fin, pasando
completamente inadvertida la presencia de su hija en su vida cotidiana, sus
amantes también son rápidamente consumidos por la destructiva idealización de
sus expectativas románticas. La compulsión que padece por los bienes materiales
la conducen por un camino sin retorno, adeudándose hasta perderlo todo y
entonces concretar su final.

La novela se divide en tres partes, la primera parte consta de nueve capítulos, la


segunda parte, quince capítulos y la tercera parte en once capítulos. La historia
transcurre en Francia, primeramente en Rouen, Tostes, Les Berteaux, Neuffchatel
y Yonville.

Flaubert dotó los espacios de gran contenido significativo, hasta el punto de


permitir hacer una relación directa de espacios concretos con personajes
específicos. Por consiguiente, tres son las ciudades que van a marcar el camino
de la trayectoria de Emma: Tostes, Yonville y Rouen. El reparto de estos espacios
tiene relación con la vida de la protagonista y, por ello, a pesar de que Rouen
aparece al principio de la novela, ya que es el lugar donde se forma

2
académicamente Charles, carece de relevancia en la funcionalidad de la vida de
Emma (es este momento). Por tanto, empezamos con Tostes, lugar en el que
Emma iniciará su vida de casada y al mismo tiempo comenzará su frustración por
la vida. Este es el espacio en el que la pareja vivirán juntos por primera vez.
Tostes es un lugar que aburre y desespera a Emma, «todo lo que la rodeaba
inmediatamente, ambiente rural aburrido, pequeños burgueses imbéciles,
mediocridad de la existencia» (Flaubert) aumentaban la insatisfacción de Emma y
esto la llevaba a perderse en sus sueños. Yonville, se considera el segundo
espacio que marca la trayectoria de la novela. En este pueblo forma su segundo
hogar con Charles, es protagonista de dos relaciones adúlteras y ahí termina
muriendo. Ambos pueblos, Tostes y Yonville, son iguales en el sentido de que los
dos constituyen un referente rural pequeño rodeado de granjas y se sitúan en la
misma provincia, Normandía, con una calle central.

Entonces la función del cambio de residencia de encontrar la felicidad no se


cumple, ya que en Yonville siguen las frustraciones e incluso se multiplican:
“volvieron los malos días de Tostes”. “Se creía ahora mucho más desgraciada,
pues tenía la experiencia del sufrimiento, con la certeza de que no acabaría
nunca” (Flaubert). No obstante, Rouen simboliza todo lo contrario: no se
corresponde con el mundo rural, sino que más bien se acerca al prototipo de
ciudad de provincias, tan anhelado por Emma. Además, es el lugar donde
mantiene las relaciones adúlteras con León, quien le da vida y comparte la
perspectiva idílica que tiene de París. Este último punto es el que se ha
considerado pertinente para focalizar Rouen como la cuidad de la tercera parte de
la novela. Así pues, se bifurca la funcionalidad de las localidades, puesto que las
dos primeras son el reflejo de la prisión de Emma, mientras que la última es todo
lo contrario: la libertad de la protagonista.

Madame Bovary de Gustave Flaubert se considera una de las obras culminantes


del realismo, a pesar del rechazo del autor por este mismo. Es preciso aclarar en
este momento el nacimiento de Madame Bovary, ya que la historia surge de un
suceso verídico. En el Caso de Madame Bovary los acontecimientos tienen lugar
el «6 de marzo de 1848, en el que la mujer del médico de una aldea próxima a
Rouen se había suicidado envenenándose». Bajo esta premisa muchos críticos
han interpretado relaciones entre los espacios de la novela y lugares reales: el
pueblo de Yonville-Abbaye se ha relacionado con el pueblo de Ry, próximo a
Rouen y el castillo de La Huchette con el castillo de Cressenville, entre otros.
Nuestra intención no es centrarnos en la relación espacio-realidad y, por ese

3
motivo, dichas observaciones se consideran en un segundo plano, ya que no es
demostrable en su totalidad. De hecho, el mismo Flaubert afirmó «en 1857, en una
carta a la señorita Leroyer de Chantepie que "Madame Bovary no tiene nada de
verdadero"; del mismo modo que en otra carta dirigida a Monsieur Cailleteaux
precisaba que "Madame Bovary es pura invención"»). Así, Flaubert «se inspiró en
la realidad pero supo metamorfosearla» (Sales, 1982, XXII).

Llegados a este punto es interesante señalar que Flaubert concebía la novela


como un cuadro y, a menudo, empleó técnicas pictóricas para hacer muchas
descripciones. Un ejemplo de ello sería una de las descripciones de Rouen: «visto
desde arriba, todo el paisaje tenía el aire inmóvil de una pintura; los barcos
anclados se amontonaban en un rincón; el río redondeaba su curva al pie de las
colinas verdes, y las islas, de forma oblonga, parecían sobre el agua grandes
peces negros parados» (Flaubert).

Consideramos a Emma una mujer nómada, en el sentido de ser una mujer que a
lo largo de su vida ha cambiado constantemente de hogar. Los lugares en los que
vive son un convento, la granja de su familia (granja de los Bertaux), la casa de
Tostes, que heredó Charles de su difunta esposa Héloïse Dubuc, y la casa de
Yonville, que había pertenecido al antiguo médico del pueblo. El primer hogar es
en el que la protagonista descubre la lectura y, por extensión, inicia su perdición.
Pasa su infancia entre la granja y el convento, aunque más tiempo en la granja.
De hecho, Berthe, la hija de Emma, es criada también en una granja, la Maison
Rolet, en sus primeros momentos de vida. Sin embargo, resulta desacertado
llamar hogares a estos espacios, puesto que para Emma es más bien una cárcel y
no termina de encajar en ellos. Del mismo modo le ocurrirá en las dos casas en
las que vivirá con su marido. En la casa de Tostes intenta adaptarse y lucha con el
vacío que le produce su insatisfacción haciendo cambios en la decoración con el
objetivo de poder rodearse del lujo y la elegancia que había leído en sus novelas:
«los primeros días se dedicó a pensar en los cambios que iba a hacer en su casa.
Retiró los globos de los candelabros, mandó empapelar de nuevo, pintar la
escalera y poner bancos en el jardín» (Flaubert). Sin embargo, todo esfuerzo será
en vano, ya que no consigue adaptarse y, lo que resulta aún más dramático, caerá
enferma como consecuencia de su inadaptación. Esta enfermedad será el
condicionante que les llevará a hacer el cambio de residencia a otro lugar y de ahí
intentará hacer su vida de nuevo en otro lugar. No obstante, de nuevo no
conseguirá adaptarse al medio y su vida será fruto de su única realidad existente:
los acontecimientos de las novelas.

4
Emma está enjaulada en su casa, puesto que es lo que le corresponde por su
condición natural de mujer y de madre. Emma es prisionera del hogar, debe cuidar
a su hija y hacer las tareas, aunque esta última labor es irrealizable para ella:
«ocurrió con sus lecturas lo mismo que con sus labores, que, una vez
comenzadas todas, iban a parar al armario; las tomaba, las dejaba, pasaba a
otras» (Flaubert). El hecho de no terminar aquello que empieza es el reflejo de la
frustración de Emma, que se pierde en su desesperación. En contraposición, las
escenas ambientadas en el espacio del hogar se representan como momentos en
los que se respira tranquilidad y calidez: «se quedaba pasmada ante la calma de
las cosas, mientras dentro de ella se producían tantas conmociones» (Flaubert)

En relación con este espacio es preciso contemplar el escenario más importante


de la obra: el dormitorio de Emma, puesto que es el lugar en el que lee, hace vida
familiar, piensa y agoniza sus último momentos de vida, en suma, el lugar donde
ocurren más cosas. Flaubert no se consideró amante ni defensor del realismo ni
del naturalismo, pero acuñó el método teórico naturalista en la descripción del
cronotopos de su obra, tal y como se observa en la descripción fisiológica del
dormitorio de Emma en la que se diluyen la sensualidad y el misticismo. En
relación con la casa hay que hacer notar también los objetos que en ella aparecen,
ya que están cargados de una fuerte simbología. Apuntaremos algunos de ellos
con el fin de mostrar la nueva perspectiva de Flaubert a la hora de tratar los
objetos. Por ejemplo, las ventanas de las casas, objeto arquitectónico más
emblemático en toda la obra, puesto que a través de él Emma, y varios de los
personajes, observan pasar la vida y los acontecimientos de ésta como
espectadores que no pueden hacer nada: «la ventana en provincias, sustituye los
teatros y al paseo» (Flaubert). Las ventanas funcionan como puerta de acceso al
mundo tanto real como imaginario y proporcionan un marco a la historia que se
narra a través de las imágenes. Por otro lado, el vestido de nupcias, con el que se
casa Emma, será el mismo que lleve el día de su muerte. Esto puede considerarse
como símbolo de frustración de su vida y de su matrimonio, como un momento de
reivindicación. Los libros son otro objeto a destacar, puesto que «Emma habita de
acuerdo a lo que lee». También los ramos, los bouquetes, simbolizan la
destrucción del contrato matrimonial.

Aparecen dos castillos en la obra que tienen una fuerte carga simbólica. El primero

5
es el castillo de La Vaubyessard, que tiene un importante sentido en la vida de
Emma, puesto que tras palpar la vida de la alta sociedad, a la que no pertenece,
se pierde aún más en sus fantasías. Acude a un baile que se celebra en dicho
castillo y esta será una de las consecuencias de su primera enfermedad y, por
extensión, causa de su traslado a Yonville. El contacto con ese mundo la seduce
de tal manera que enfatiza su ignorancia frente al mundo de la alta sociedad. Esto
mismo le ocurre a la protagonista de La Regentea, Ana, cuando entra en el Casino
de Vetusta. Al mismo tiempo, esto alimenta las ilusiones de la protagonista para
que crea que sus fantasías son alcanzables. El segundo es el castillo de La
Huchette, escenario de los adulterios de Emma con Rodolophe y último lugar en el
que recurre para la salvación de sus problemas económicos.

Se puede establecer un correlato entre las relaciones adúlteras de Emma y los


espacios en los que se consuman y viven las relaciones. Por un lado, está la
primera relación adúltera que mantiene con Rodolophe, un terrateniente que vive
en el castillo de La Huchette. Con este consuma por primera vez sus relaciones en
el campo, «la tela de su vestido se prendía en el terciopelo de la levita de
Rodolphe; inclinó hacia atrás su blanco cuello, que dilataba con un suspiro; y
desfallecida, deshecha en llanto, con un largo estremecimiento y tapándose la
cara, se entregó» (Flaubert). Por otro lado, está la relación que mantiene con
León, a quien se entrega finalmente por ser lo que «se hace en París». En este
caso la primera relación se mantiene en un coche: «el coche se paró en una
callejuela del barrio Beauvoisine y se apeó de él una mujer con el velo bajado que
echó a andar sin volver la cabeza» (Flaubert, 2007, 327).

Hay una clara diferencia marcada por el prototipo de amante que permite vincular,
por tanto, unos espacios específicos con los personajes: en el caso de Rodolphe
su residencia, el castillo de la Huchette, y en el de León el Hotel de Boulogne.
Asimismo, estos espacios se asocian con la personalidad de cada uno de ellos,
puesto que el castillo es frío, elegante, con corredores desiertos y alcobas
elegantes, derrocha poder y representa la posición social y espíritu calculador del
terrateniente; y el hotel es más un refugio, un lugar de tránsito e inestable como
León .

6
Estilo

Describe sus mundos con una inexorable minuciosidad, es el arte por el arte.
Busca la belleza de la imaginación y la exactitud en la expresión. Su mirada
impasible y satírica ante el ridículo de la humanidad es exaltada en su forma de
escribirla. Perfecta adecuación del dialogo y descripción, tiene en cuenta a la
acción y la dota de interés y dramatismo constante. Elección de los adjetivos y
jerarquización de las palabras, sobresale un trabajo de convicción riguroso y
perfeccionista. Prosa elevada, elegante y bien escrita. Hereda del romanticismo
especialmente de Víctor Hugo el amor por la magnificencia verbal a las imágenes,
forma y color. “Si bien en la traducción es inapreciable cuida la armonía sonora en
las oraciones” (Profesor Bindi).

Descripción de los personajes:

Emma Bovary: Hija de un campesino de alma novelesca y perpetuamente


insatisfecha. Por el afán de escapar a la vida rustica se casa con Charles, médico
del pueblo, pero no tarda en descubrir la irremediable mediocridad de ese hombre
gris y limitado aburriéndose desesperadamente. El hastío hará de ella la presa
fácil del primer joven que le parecerá encarnar su ideal; luego se enamorará de un
pasante notario; y la degradación iniciada continuará sin que ella llegue a darse
plena cuenta, arrastrada por el torbellino del placer, se imagina estar viviendo en
una novela. Bruscamente surge la realidad: un acreedor implacable acosa a
Emma, amenazándola con revelar a su marido que ha contraído deudas sin su
consentimiento. Es una mujer que aspira a un mundo y a una sociedad para la que
no está formada, desdichada a causa de su modesta condición en que el destino
la ha colocado, olvida sus deberes de madre, esposa e introduce en su hogar el
adulterio y la ruina, acaba miserable y en el suicidio: « ¡Ah, es bien poca cosa, la
muerte! -pensaba ella-; voy a dormirme y todo habrá terminado.» Bebió un trago de agua
y se volvió de cara a la pared. Aquel horrible sabor a tinta continuaba. -¡Tengo sed!, ¡oh!,

7
tengo mucha sed –suspiró. Se mantenía inmóvil por miedo a que la menor emoción la
hiciese vomitar. Entretanto, sentía un frío de hielo que le subía de los pies al corazón. -
¡Ah!, ¡ya comienza esto! -murmuró ella. --¿Qué dices? Movía la cabeza con un gesto suave
lleno de angustia, al tiempo que abría continuamente las mandíbulas, como si llevara
sobre su lengua algo muy pesado. A las ocho reaparecieron los vómitos. Después empezó a
quejarse, al principio débilmente. Un gran escalofrío le sacudía los hombros, y se ponía
más pálida que la sábana donde se hundían sus dedos crispados. Su pulso desigual era casi
insensible ahora. Unas gotas de sudor corrían por su cara azulada, que parecía como yerta
en la exhalación de un vapor metálico. Sus dientes castañeteaban, sus ojos dilatados
miraban vagamente a su alrededor, y a todas las preguntas respondía sólo con un
movimiento de cabeza; incluso sonrió dos o tres veces. Poco a poco sus gemidos se hicieron
más fuertes, se le escapó un alarido sordo; creyó que iba mejor y que se levantaría
enseguida. Pero presa de grandes convulsiones, exclamó: -¡Ah!, ¡esto es atroz, Dios mío!

A partir de su instalación en Tostes todo gira en torno a ella. Después de haber


pasado por todos los grados de la condición humana más humillante. A través de
ella Flaubert profundiza el alma humana, hace que la novela sea de personaje
donde todo gira en torno a Madame Bovary, lo más importante es el personaje.

¿Podemos inferir que la trágica muerte de Madame Bovary simboliza la muerte del
Romanticismo?

Charles Bovary: Su padre lo educa con rigor para hacer un “hombre” de él, sin
lograrlo, su hijo se transforma en su opuesto. Contrariamente su madre lo
sobreprotege aunque ambos lo someten y dominan sin permitirle libre elección de
su vida:” fue mimado como un príncipe. Su madre lo alimentaba con golosinas; su padre
le dejaba corretear descalzo, y para dárselas de filósofo, decía que incluso podía muy bien
ir completamente desnudo, como las crías de los animales. Contrariamente a las
tendencias maternas, él tenía en la cabeza un cierto ideal viril de la infancia según el cual
trataba de formar a su hijo, deseando que se educase duramente, a la espartana, para que
adquiriese una buena constitución. Le hace(a acostarse en una cama sin calentar, le daba
a beber grandes tragos de ron y le enseñaba a hacer burla de las procesiones. Pero de
naturaleza apacible, el niño responda mal a los esfuerzos paternos. Su madre le llevaba
siempre pegado a sus faldas…”.En consecuencia Charles ante cada problema de su
vida, ya en su adultez, acude al seno familiar. Esta condición de hombre dominado
la extenderá a su vida matrimonial. Como esposo es ingenuo e individualista
incapaz de ver más allá de si mismo, no registra la problemática de su mujer.
Hombre de personalidad, gustos, gestos y modales campesinos. Rutinario y
aburrido ante la muerte de Emma y al descubrir sus infidelidades muere de
tristeza: “Tenía la cabeza vuelta hacia la pared, los ojos cerrados, la boca abierta, y

8
sostenía en sus manos un largo mechón de cabellos negros. -¡Papá, ven! -le dijo la niña. Y
creyendo que quería jugar, lo empujó suavemente. Cayó al suelo. Estaba muerto”.

Como profesional era mediocre y cometió errores de diagnóstico en uno de sus


pacientes.

León Dupuis: Pasante notario de Jonville, donde Emma lo conoce y simpatizan


rápidamente pues tienen gustos afines por las lecturas sentimentales y las
evocaciones románticas. Sin concretar su relación parte a Ruán para seguir
estudiando. Luego de vivir un amor apasionado, abandona a Emma para casarse
con una “buena” mujer.

Rodolphe Boulagner: Rico galán, poseedor de unos castillos en Yonville. Frívolo


y seductor, manipula a Madame Bovary convirtiéndola en su amante. Escapa
dejándola en cuanto ella quiere ir más allá en la relación, frustrando el plan de
fuga. En el futuro ella acudirá a él nuevamente para pedirle dinero y se lo negará.
Cuando muere Emma él se hace presente y humilla a Charles: “Todo es culpa de
la fatalidad”, expresa.

Monsieur Homrais: Farmacéutico de Yonville, petulante e ignorante se siente con


derecho a opinar de todo. Es el típico Burgues del pueblo con ínfulas de sabiondo,
se cree anticlerical, pero es tan vulgar como el cura del pueblo.

Madame Bovary madre: responsable de la debilidad de su hijo a causa de su


excesiva protección. Es intrigante y detesta a su nuera Emma porque no se
adapta a las convenciones sociales impuestas. Es abierta enemiga de que su
nuera se dedique a la lectura y no a su casa. Terminan su relación con su hijo
cuando pretende quedarse con su nieta Bertha y este se niega rotundamente.

Padre Charles: Hombre de la noche de gustos lujuriosos, afecto a las mujeres, al


alcohol y a la haraganería, mantenido por su mujer. Termina su vida en un infarto.

Eloísa Dubuc: Primera mujer de Charles, viuda enfermiza y celosa, mayor que él.
Muere repentinamente cuando se descubre que no tenía dinero.

Bertha: Hija de Emma y Charles, es rechazada por su madre, quien solo cuando
se encuentra abandonada por sus amantes la busca. Víctima de toda la tragedia
luego de las muertes de sus padres es recogida por la tía quien es pobre y la
envía a trabajar en una hilandería.

El cura de Yonville: Cuando Emma le pide ayuda, su insensibilidad no le permite


contenerla siendo un fracaso como consejero. Es antagonista del Señor Homais
aunque Flaubert los iguala en su condición poniéndolos a dormir frente a frente en
el velorio de Emma.

9
Felicité: empleada y cómplice de la Señora Bovary, la acompaña en sus
desventuras. Al morir Emma se va con Teodoro llevándose toda la ropa de Emma.

Padre de Emma: Viudo, mayor, bonachón, campesino, idealiza a su hija. Muere


después de su hija, víctima de una parálisis.

Hipólito: Joven sirviente de la hostería, es cojo y por esta razón Charles lo


interviene quirúrgicamente procediendo con la mala praxis lo que provoca la
amputación de la pierna. Ante esto Emma le regala una pierna artificial.

Monsieur Lhereux: Es el comerciante del pueblo, embaucados y delincuente


quien enreda a Emma en una serie de cuentas que ella no puede pagar, siendo
responsable indirecto del suicidio de la protagonista.

Justin: Empleado de Homais, está enamorado platónicamente de Emma.


Personaje tierno y uno de los pocos que se destaca por su nobleza y fidelidad.

Doctor Cannivet: Medico prestigioso que ante la incompetencia de Charles se ve


en la obligación de sustituirlo en dos ocasiones. En la gangrene de Hipólito y luego
en el caso del envenamiento de Emma.

El ciego mendigo: Es el mal augurio que Emma recibe antes de su muerte y a la


última persona que oye sobre la tierra. Es el que abría la puerta de los carruajes y
que fue rechazado por Madame Bovary con asco y repulsión.

¡Silencio en la corte!

Hace 160 años, en enero de 1857, un hombre llamado Ernest Pinard se levantó de
su silla en la atiborrada sala de un tribunal y declaró:

"El arte que no observa las reglas deja de ser arte; es como una mujer que se
desnuda completamente. Imponer las reglas de decencia pública en el arte no es
subyugarlo sino honrarlo".

Pinard era el fiscal del Imperio de Francia y al frente suyo se encontraba el escritor
Gustave Flaubert.

Su novela, "Madame Bovary", había sido declarada "un afronte a la conducta


decente y la moralidad religiosa".

10
"Madame Bovary" había sido serializada en la revista La Revue de Paris desde
principios de octubre hasta mediados de diciembre de 1856, y muchos la habían
calificado de obscena.

Por eso que ese día, además de Flaubert, "el autor, el ofensor principal", había
dos acusados más.

León Laurent Pichat, director de la publicación literaria, por difundir el texto, y


Auguste-Alexis Pillet, por imprimirlo pues, en opinión del fiscal, quienes imprimen
"no son máquinas; tienen un privilegio, hacen un juramento, están en una situación
especial y son responsables".

"¡Denle la pena más liviana a Pillet, sean tan indulgentes como quieran con el
director de La Revue, pero para Flaubert reserven toda su severidad!", urgió el
funcionario.

¿Qué le molestó, Monsieur Pinard?

Aunque Emma Bovary no era quien estaba en el banquillo, la única manera de


juzgar al creador era a través de los actos y carácter de su personaje, de manera
que fue ella la verdadera protagonista del proceso.

Decía Pinard:

"¿Trató de mostrarla por el lado de la inteligencia? Nunca. ¿Del lado del corazón?
De ninguna manera. ¿Del lado de la mente? No. ¿Del lado de la belleza física? Ni
siquiera eso. (...) El retrato es por encima de todo lascivo, la imagen es
voluptuosa, la belleza es una belleza de provocación".

El fiscal justificaba sus afirmaciones con muchas citas de la novela, pero resalta
cuatro para señalar lo que -en su opinión- son los más graves pecados:

 Su amor por Rodolphe Boulanger, su primer amante

 Su búsqueda de consuelo en la religión cuando éste la abandona

 Su amor por Léon Dupuis

 Y finalmente, su muerte.

¡Hago mal, hago mal!", decía Emma.

"¿Por qué? ... ¡Emma! ¡Emma!"

"¡Oh, Rodolfo! ...", exclamó lentamente, poniendo la cabeza sobre su hombro.

11
Inclinó hacia atrás su blanco cuello que se hinchaba con un suspiro y, desfallecida,
deshecha en lágrimas, con una largo estremecimiento y tapándose la cara, se
entregó.

Esa escena ofendía al fiscal pero no tanto como la que le sigue.

Emma regresa a casa.

"Tras esta caída, este primer adulterio, este primer error, ¿siente remordimiento
en presencia de su esposo engañado que la adora? ¡No! Con una actitud
atrevida, entra, glorificando el adulterio", condena Pinard.

"¡Eso, caballeros, es mucho más peligroso e inmoral que la caída misma!".

En la iglesia

Tras múltiples encuentros, Emma, enamorada, le ruega a Rodolphe que se


fuguen.

Él acepta el plan y se fuga... solo, dejándole apenas una carta y provocando que
ella se enferme.

Al borde de la muerte, recurre a la religión.

"¿Hay en esta adultera algo de la fe arrepentida de una Magdalena? No, no;


ella siempre es la misma mujer apasionada, en pos de ilusiones, buscándolas
hasta entre las cosas más augustas y sacras", denuncia Pinard.

"¿Con qué lengua uno le reza a Dios en el lenguaje dirigido a un amante en la


efusión del adulterio?", reclamaba.

Pecado sin castigo

Pero más allá de lo que Emma hace y cómo lo hace, el gran problema con la
novela parecía ser que no emitía un juicio claro.

Si bien es cierto que la protagonista -en su eterna búsqueda por el amor soñado-
sufre, se enferma, se desilusiona y no llega a alcanzar la felicidad que tanto
anhela, no es juzgada.

Hasta el hecho de que sea ella quien, ahogada en deudas y en penas de amor,
decide terminar con su vida, no satisface como el castigo que merecía.

12
Es ella quien toma arsénico y, por horrible que sea su muerte -que Flaubert
describe con lujo de detalles-, "ella murió cuando quiso y de la manera que
quiso, no porque cometió adulterio sino porque así lo deseó", declara Pinard.

"¿Quién condena a esta mujer en el libro? Nadie. Esa es la conclusión. No hay


en el libro una persona que la condene", agrega.

Peor: ni siquiera después de su muerte recibe su merecido, señala la fiscalía.

Su marido la sigue llorando, a pesar de que por culpa de ella le embargan sus
bienes. Y cuando encuentra las cartas de sus amantes, su amor crece.

El final de la pecadora Emma es un desenlace, no una condena.

Todos de acuerdo

La defensa, que fue liderada por Antoine Marie Jules Sénard, se apoyó en la
distinción de la familia Flaubert y su buena posición en la sociedad, así como en la
opinión de respetables figuras de la época que defendían la obra.

Respecto a las citas usadas como pruebas de delito, alegó que fueron sacadas de
contexto y las desmenuza mientras asegura que lo que el escritor hizo fue ofrecer
el espectáculo del vicio para exponer su horror.

El veredicto: no hubo pruebas suficientes para encontrar a Pichat, Flaubert y Pillet


culpables de lo que se les acusaba.

Pero la sentencia incluía una cláusula en la que todas las partes estaban de
acuerdo: "los peligros que resultan de una educación inapropiada para el
medio en el que se debe vivir".

Emma es, dice el veredicto, "una mujer que aspira a un mundo y sociedad que no
le corresponden que, descontenta con la condición que el destino le asignó, olvida
sus deberes de madre, falta a los de esposa, introduciendo adulterio y ruina en su
hogar...".

Absolución

Los argumentos en el juicio giraron en torno al arte, la moralidad, el sexo y el


matrimonio... y aseguraron la fama de la novela y su autor.

"Madame Bovary" fue publicada en un sólo tomo en abril de 1857, y fue todo un
éxito de ventas.

13
La novela se convirtió en un hito de la literatura realista. Ha sido traducida varias
veces en diferentes lenguajes e interpretada desde distintos puntos de vista una y
otra vez.

Gustave Flaubert escribió más novelas, entre ellas "La educación sentimental",
así como cuentos y obras de teatro. Sigue siendo conocido principalmente por
"Madame Bovary", y por su incansable búsqueda de le mot juste ('la palabra
exacta').

1.
Gustave Flaubert

Hijo de un médico, la precoz pasión de Flaubert por la literatura queda patente en


la pequeña revista literaria Colibrí, que redactaba íntegramente, y en la que de una
manera un tanto difusa pero sorprendente se reconocen los temas que
desarrollaría el escritor adulto. Estudió derecho en París, donde conoció a Maxime
du Camp, cuya amistad conservó toda la vida, y junto al que realizó un viaje a pie
por las regiones de Turena, Bretaña y Normandía. A este viaje siguió otro, más
importante (1849-1851), a Egipto, Asia Menor, Turquía, Grecia e Italia, cuyos
recuerdos le servirían más adelante para su novela Salambó.

14
Excepto durante sus viajes, Gustave Flaubert pasó toda su vida en su propiedad
de Croisset, entregado a su labor de escritor. Entre 1847 y 1856 mantuvo una
relación inestable pero apasionada con la poetisa Louise Colet, aunque su gran
amor fue sin duda Elisa Schlésinger, quien le inspiró el personaje de Marie Arnoux
de La educación sentimental y que nunca llegó a ser su amante.

La obra de Gustave Flaubert

Los viajes desempeñaron un papel importante en su aprendizaje como novelista,


dado el valor que concedía a la observación de la realidad. Flaubert no dejaba
nada en sus obras a merced de la pura inspiración, antes bien, trabajaba con
empeño y precisión el estilo de su prosa, desterrando cualquier lirismo, y
movilizaba una energía extraordinaria en la concepción de sus obras, en las que
no deseaba nada que no fuera real; ahora bien, esa realidad debía tener la belleza
de la irrealidad, de modo que tampoco le interesaba dejar traslucir en su escritura
la experiencia personal que la alimentaba, ni se permitía verter opiniones propias.

Su voluntad púdica y firme de permanecer oculto en el texto, de estar («como


Dios») en todas partes y en ninguna, explica el esfuerzo enorme de preparación
que le supuso cada una de sus obras (no consideró publicable La tentación de
San Antonio hasta haberla reescrito tres veces), en las que nada se enunciaba sin
estar previamente controlado. Las profundas investigaciones eruditas que llevó a
cabo para escribir su novela Salambó, por ejemplo, tuvieron que ser completadas
con otro viaje al norte de África.

Su primera gran novela publicada, y para muchos su obra maestra, es Madame


Bovary (1856), cuya protagonista, una mujer mal casada que es víctima de sus
propios sueños románticos, representa, a pesar de su propia mediocridad, toda la
frustración que, según Flaubert, había producido el siglo XIX, siglo que él odiaba
por identificarlo con la mezquindad y la estupidez que a su juicio caracterizaba a la
burguesía.

De esa misma sátira de su tiempo participa toda su producción, incluido un


brillante, aunque inacabado, Diccionario de los lugares comunes. La publicación
de Madame Bovary, que supuso su rápida consagración literaria, le creó también
serios problemas. Atacado por los moralistas, que condenaban el trato que daba al
tema del adulterio, fue incluso sometido a juicio, lo cual lo decidió a emprender un
proyecto fantasioso y barroco, lo más alejado posible de su
realidad: Salambó(1862), que relataba el amor imposible entre una princesa y un
mercenario bárbaro en la antigua Cartago.

Su siguiente gran obra, La educación sentimental (1869), fue, en cambio, la más


cercana a su propia experiencia, pues se proponía describir las esperanzas y

15
decepciones de la generación de la revolución de 1848. Su última gran
obra, Bouvard y Pécuchet, que quedaría inconclusa a su muerte, es una sátira a la
vez terrible y tierna del ideal de conocimiento de la Ilustración.

La abundancia de los trabajos que posteriormente se han dedicado a Gustave


Flaubert, y en particular a su estilo, confirma el papel central que desempeñaría en
la evolución del género novelístico hasta la mitad del siglo XX. Más visible sería
aún su influencia más inmediata: el tema de la insatisfacción vital (bovarismo) que
aboca al adulterio se convertiría en recurrente dentro del realismo, y sería
abordado desde diferentes perspectivas por figuras de la talla de León
Tolstói (Ana Karenina, 1877) o Leopoldo Alas «Clarín» (La Regenta, 1885).

“Al menos un hombre es libre, puede tener pasiones, correr países, salvas
obstáculos, saborear dichas más lejanas. Pero una mujer está privada
constantemente de todo.”

16
7 DATOS SOBRE MADAME BOVARY

Madame Bovary dio nombre a una enfermedad. El personaje de Flaubert dio


nombre a una patología psicológica, el bovarismo, que consiste en la
insatisfacción crónica producida por el frustrante contraste entre la ilusión y la
realidad.

Madame Bovary es víctima de un sistema que penaliza la emancipación de la


mujer y la castiga psicológicamente hasta llevarla al suicidio.

2. Un símbolo feminista. La repercusión social de la obra se tradujo en que el


personaje fuese adoptado por el movimiento feminista como símbolo del
despertar de la conciencia femenina (por mucho que la lucha de Emma Bovary
fuera individual e instintiva).

3. Basado en hechos reales. Para construir a su heroína, Flaubert se inspiró en


la historia real de Delphine Delamare, la segunda esposa de un médico rural de
Normandía, conocido de los padres del escritor. Delphine se suicidó a los
veintiséis años, después de acumular deudas y amantes, dejando huérfana a su
hija de seis años.

4. Crítica a los valores burgueses. Madame Bovary describe el ascenso de la


pequeña burguesía rural a través de la caracterización de tres de sus personajes
principales: el conformista y apocado marido de Emma, el usurero y manipulador
comerciante con quien esta se endeuda y el arribista e hipócrita farmacéutico.
Tres hombres que conforman los tres vértices de un triángulo de valores
burgueses en cuyo interior se verá atrapada la señora Bovary, la víctima de
un sistema que penaliza la emancipación de la mujer y la castiga psicológicamente
hasta llevarla al suicidio.

La agónica muerte de Emma permitía interpretar la obra desde un punto de vista


moralizante, algo de lo que sacó partido el abogado defensor.

17
5. Escandaloso ataque a la moral. La traslación a la ficción de un personaje así,
cuya conducta atentaba directamente contra los valores morales de la
Francia de mediados del siglo XIX, no pasó desapercibida. Madame Bovary,
publicada por entregas en 1856 en la Revue de Paris, supuso un gran éxito, pero
también un enorme escándalo. El autor y su editor fueron procesados en 1857 por
“ultraje a la moral pública y religiosa y a las buenas costumbres”.

6. Salvada por la campana. A diferencia de la otra obra maestra de las letras


francesas condenada ese mismo año, Las flores del mal, de Charles
Baudelaire, la novela de Flaubert salió bien parada. Y lo consiguió gracias sobre
todo a su final. La muerte de Emma permitía interpretar la obra desde un punto de
vista moralizante, algo de lo que sacó partido –de forma farisea, claro está– el
abogado defensor. Desde esa perspectiva, la novela estaría condenando el
pecado al mostrar cuáles son sus consecuencias. Al final, los argumentos de la
defensa lograron su objetivo, y tanto el editor como el escritor fueron absueltos
tras recibir una amonestación oficial.

7. El detalle irónico. La gran paradoja de este juicio por inmoralidad es que el


fiscal imperial, Ernest Pinard, se reveló con el tiempo como un escritor (anónimo)
de poemas eróticos. Un toque de hipocresía burguesa que a buen seguro hubiera
divertido al propio Flaubert.

18

También podría gustarte