Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.
Es una traducción de fans para fans.
Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprando su libro.
También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en
redes sociales y ayudándolo a promocionar su libro.
¡Disfruta la lectura!
Te desea todo el staff
Love Books
2
Página
CRÉDITOS
MODERADORA DE TRADUCCIÓN
Camila Cullen
TRADUCTORAS
∞Jul∞ lvic15
Camilla Culle Hdiliwi
Dahi Zara 1789
Feña St. Clair Jessibel
Mich Fraser Erinea
Getzee Kari
Pagán Moore
MODERADORA DE CORRECCIÓN
Jessibel
CORRECTORAS
Jessibel
florpincha
Daliam
Juliee
Pagán Moore
Nuwa Loss
Ivettelaflaca
LECTURA FINAL
Jessibel
DISEÑO
Mich Fraser
3
Página
Sinopsis
Bienvenidos al Salón Índigo, el lugar escandalosamente sexy donde todo puede suceder….
4
Página
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Agradecimientos
Sobre El Autor
Próximo Libro 5
Página
1
Traducido por Getzee & Mich Fraser
Corregido por Jessibel
La primera cosa que Bethany Green vio cuando abrió su buzón la tarde del viernes
fue el sobre color índigo. Descansando contra el correo basura y las cuentas, destacaba como
una joya exótica en el polvo.
Incluso mientras advirtió a sí misma en contra de la emoción, su corazón rebotó con
varios latidos. Con los dedos temblorosos, alcanzó el sobre rectangular y lo sintió, real y
pesado en su mano.
—Oh dios mío, llegó. Realmente llegó. —Dándose cuenta de que estaba hablando sola
(aunque en el vestíbulo vacío del edificio de su apartamento), rápidamente metió el correo
en su bolsa de mano de tamaño desmesurado y se apresuró al elevador.
A penas había picado el botón para el cuarto piso cuando sacó nuevamente el sobre.
Las palabras escritas en el frente con letras en un relieve dorado eran simples: Tu invitación.
Lo giró. Sin remitente. No era sorpresa. Porque, de verdad, sólo una persona demente
regresaría esta invitación.
Diez minutos después, Bethany, a pesar de haber sido enriquecida con la mitad de
una copa de vino, aún no había reunido el coraje para abrirlo. El violento zumbido de su
móvil la hizo saltar. Incapaz de apartar su mirada del sobre que ahora descansaba en la mesa
de café, se dejó caer en el sofá por unos segundos antes de que sus dedos se cerraran sobre
su móvil.
—¿Todavía vamos a ir de tapas1 en una hora, verdad? — chasqueó Keely Benson, su
mejor amiga, con su acento de Brooklyn.
Keely era una neoyorkina pura, no como Bethany. Muchas veces durante su larga
amistad, Bethany le agradeció a Dios por tener a Keely en su vida. Había estado ahí para
Bethany cuando a ésta le golpearon las peores noticias de su vida.
—Um… sí… supongo —respondió Bethany, su atención aún absorbida por el sobre.
—¿Supones? ¿Cuántas veces durante la semana pasada te dije qué tan importante es
6
esta noche para mí? Carajo, Bethany, si te acobardas, nunca te lo perdonaré. Sabes que Clark
Página
nunca se acercará si soy muy brusca. Te necesito para frenarme. Una vez que lo tenga de
1 Las tapas son un aperitivo que se sirve en la mayoría de los bares o restaurantes acompañando a la bebida. A este
consumo itinerante se le llama tapeo, o ir de tapas.
regreso en mi lugar, estaré bien, pero no puedo tenerlo dando vueltas sobre mí en la cena y
para que eso suceda, ¡te necesito ahí!
—Jesús, Keel. Nunca he entendido tu extraña adicción por los cerebritos.
Su amiga dio una generosa risa que comenzó como la risilla de una colegiala y terminó
como el gruñido de una dominatriz. Bethany había visto a grandes hombres babear como
niños pequeños cuando Keely reía.
—No lo entiendes, niña. Todo lo que necesitas hacer es aparecer y ayudar a una
amiga.
—Yo… sí, seguro. Estaré ahí.
Keely jadeó con impaciencia.
—De acuerdo, dime qué sucede. ¿No has tenido otro encuentro con el travesti,
verdad?
Bethany hizo una mueca ante el apodo que le habían puesto a la patea bolas de su
jefa.
—No, está fuera de la ciudad hasta el martes.
—¿Entonces cuál es tu problema?
—Llegó eso —soltó Bethany, incapaz de guardar las noticias para ella por más
tiempo.
—¿Eso? ¿Qué eso? —demandó Keely.
—Una invitación para el Salón Índigo.
Silencio. Todo el tiempo que Bethany la había conocido, Keely nunca se había quedado
sin palabras. El hecho de que estuviera en silencio ahora hizo que el corazón de Beth
martilleara. Su amiga, al igual que ella, sabía la gravedad del asunto.
—Me. Estás. Jodiendo —susurró finalmente.
—No. —Un sonido burbujeó de la garganta de Bethany, mitad incrédula, mitad
aterrada. Porque aún no podía creer lo que sus ojos le estaban diciendo.
—¿Lo has abierto? ¿Qué dice? ¿Cuándo te vas? ¿Por cuánto tiempo? ¿Tienes permitido
llevar a un invitado? Maldita sea, chica, ¡escúpelo!
—No… No lo he abierto aún. Seriamente Keely, no creo querer hacerlo.
—¿No crees querer abrirlo o no crees querer aceptar la invitación?
—Umm… ¿ambas? Digo, no hay manera en la que pueda escapar en tan poco
tiempo… aparte, tengo mucho trabajo que hacer por el momento… Junio es nuestro mes más
ocupado porque es justo antes de que todos desaparezcan por el verano… simplemente no
es práctico…
7
—¿Sí?
—¿Qué tanto vino tienes en tu lugar?
Bethany finalmente parpadeó y se enfocó en algo más que el sobre índigo. Mirando
hacia la alcoba colocada en el pequeño pasillo que guiaba hacia la cocina, contó:
—Tres rojos, uno blanco, uno rosa. ¿Por qué?
—Estaré ahí en veinte minutos. Llevaré comida.
—¿Qué hay de Clark?
Keely suspiró:
—Tanto como me mata negarme al pene de un cerebrito súper atractivo, Clark puede
esperar. Es más importante dejarte hacer lo que sé que estás pensando hacer.
—Pero…
—Veinte minutos. —Colgó.
Bethany se forzó a respirar. Deseó que sus manos dejaran de temblar. Tomando otro
trago de vino, recogió la invitación.
El Salón Índigo… perteneciente al billonario de treinta y un años de edad Zachary
Savage, el quinto hombre más rico de América.
Bethany recordó el fragmento que leyó sobre Savage en la revista Time el año pasado.
Había expuesto su sabio toque de Midas en los negocios e insinuado su trasfondo de pobre
a rico pero incluso mientras lo leía sabía que el reporte era en gran parte refrito de otros
artículos; el muy privado Zach Savage revelaba casi nada sobre su pasado en la entrevista.
Incluso la foto que se utilizó en la pieza fue una antigua. Pero no disminuyó el hecho
de que a los veinticinco años, Zachary Savage era magnético y apuesto con ojos que
capturaban y retenían la atención de una mujer y la hacía querer conocer al hombre detrás
de esa enigmática y atractiva sonrisa.
En estos días, todo lo que se sabía sobre Zachary Savage es que vivía en algún lugar
de la Costa Este, probablemente en San Francisco, poseía bastantes casas alrededor del
mundo y tenía dedos en varias tartas empresariales, siendo el Salón Índigo la de más
renombre.
Operando desde diez jets privados súper jumbo, los salones ofrecen entretenimiento
adulto de manera privada y de primera calidad. Los rumores decían que eran lugares
voladores de sexo, pero las especificaciones eran un secreto bien guardado con los que sólo
la crema y nata estaban familiarizados.
Las propuestas que la compañía de eventos en la que ella trabajaba había hecho para
el negocio de él el año pasado, se encontraron con una negativa rotunda. Bethany había sido
parte del equipo que hizo la oferta y le asignaron con antelación que buscara todo lo que
pudiera sobre Zachary Savage.
8
Llegar con las manos casi vacías tuvo más que enojados a sus jefes e hizo de su
Página
posición en Neon Events Inc. algo precario. Tuvo que partirse el culo trabajando después de
ese desastre para redimirse ante los ojos de su supervisora inmediata, Sheena Malcom.
El sonido del interfono interrumpió sus pensamientos. Saltando sobre sus pies, dejó
entrar a Keely y esperó por ella en la puerta delantera.
Su amiga rubia de ojos verdes salió del elevador con su usual activo y sensual paso,
cargando una bolsa con comida para llevar de su lugar chino favorito en una mano y dos
bolsas Louis Vuitton en la otra.
Bethany frunció el ceño mientras Keely pasaba a lado de ella para entrar en el
apartamento.
—¿Para qué son las bolsas?
Keely tiró las maletas en el piso al lado del sofá más cercano y se dirigió a la cocina.
—Una está vacía y es para que la uses una vez que te convenza de ir a ese viaje. La
otra es por si he perdido todos mis poderes de persuasión y no tengo éxito. En cuyo caso, tú
y yo iremos a dar un paseo por los Hamptons el fin de semana. El pronóstico del clima dice
que la temperatura alcanzará los treinta y dos grados centígrados. Si no voy a estar sudando
en mis sábanas con Clark, bien podría ir a sudar en la playa y broncearme mientras
discutimos cómo vives tu vida.
Tomó dos platos y regresó a la sala de estar donde dejó la comida en la pequeña mesa
escondida en una esquina y comenzó a servir el pollo Kung Pao y los tallarines.
Bethany frenó la oleada de reacciones ante la palabra playa e intentó esconder los
temblores inducidos por el miedo. Keely los vio de cualquier manera.
La simpatía ablandó su mirada.
—Mierda. Tacha la idea de la playa. De hecho, tacha todo el plan de contingencia. No
te hará falta.
—De hecho, sobre la intervención…
Keely hizo una mueca y le apuntó con sus palillos.
—Has estado debatiéndote sobre ir, ¿verdad?
—No creo que pueda tomarme tiempo fuera del trabajo, Keel.
—Claro que puedes. Tu tía Melanie ha sufrido su segundo ataque al corazón en dos
meses. Todas esas donas y pequeñas costillas grasosas de las que los doctores le advirtieron
al fin están haciendo estragos. No saben si la pobre tía Mel lo logre esta vez.
—Jesús, Keely, la tía Mel está igual de sana, si no es que hasta más sana que el caballo
que monta varias veces al día. Hablé con ella en su cumpleaños y está mejor que nunca.
—Sheena bolas de acero no sabe eso. Te dejó tomar todas las vacaciones que has
acumulado en los últimos dos años para visitar a tu tía en su lecho de muerte, en Montana.
Y… —Keely sacó su teléfono del bolsillo y lo ondeó hacia Bethany—. Me acaba de responder,
9
Página
para decir que también está feliz de que la mantengo al día, así no necesitas ir y reportarte
cada maldito día.
Bethany quedó boquiabierta.
—¿Empacaste una maleta, ordenaste comida para nosotras y enviaste un mensaje a
mi jefa para pedirle unos días libres todo en qué… veinte minutos? ¿Todo para que yo pueda
ir a este viaje?
—Sí.
—¿Y Sheena creyó la excusa que hiciste?
—¿Por qué no lo haría? Aún piensa que renuncié a Neon el año pasado porque me
indujo a una crisis nerviosa y no porque Rubio Events me contrató. Apuesto a que está
asustada de que tal vez la demande. —Keely sonrió y le entregó un plato humeante—. Me
encanta cuando tienes esa mirada en tu rostro.
—¿Qué mirada?
—Esa que dice que no sabes si darme un beso por haber venido o una bofetada por
triturar tus excusas.
—Sí, porque he aprendido que cuando estás tan determinada, uno de nosotras termina
haciendo algo que le va pesar. Y en su mayoría esa soy yo.
Keely le hizo un gesto y se acercó al sofá que Bethany había dejado hace unos minutos.
Se quedó mirando el sobre con el mismo temor que Bethany había sentido desde que abrió
el buzón hace casi una hora. —Guau. Quiero decir… jodidamente guau.
Bethany dio un suspiro tembloroso y se sintió un poco mejor que ella no le había
restado importancia a la situación fuera de proporción. —Lo sé, ¿verdad?
Keely asintió. —Todavía tenemos que abrirlo, nena. No tendremos los detalles jugosos
si lo vemos toda la noche. —Con una respiración profunda, ella lo agarró de la mesa y lo
abrió.
Bethany contuvo la respiración hasta que la necesidad de oxígeno la hizo inhalar con
vives. —¿Qué dice?
—El domingo te vas a Newark. La primera parada es Shanhai… tendrás tu propio
guía personal, un cocinero y un guardaespaldas durante toda la experiencia… ¡Santa
Mierda!
—¿Guardaespaldas? Por qué iba a necesitar uno….
Keely levantó una mano. —La segunda parada es Bora Bora. Jesús, Bethany, ¡mataría
por ir a Bora Bora! La tercera parada es, las islas Aleutianas, ¿dónde coño está eso?
Cuando Bethany se encogió de hombros, ella continúo—: La cuarta parada es Londres,
la quinta parada es Monte Carlo. —Ella miraba al vacío y suspiró—. Esto es jodidamente
increíble, Bethany. ¿Piensas que sacaste la lotería cuando investigaste el Salón Índigo y
encontraste que ellos le dan una tarjera gratuita a alguien una vez al año?
10
—No. A ambas nos pareció que era una broma en ese momento, ¿recuerdas? Es decir,
Página
¿Qué tiene que ganar una organización de millones de dólares en ofrecerle su única
oportunidad a alguien de esta manera?
—¿Tal vez Zachary Savage no quiere que el mundo crea que es un súper cretino
engreído y rico?
—¿Por qué debería importarle lo que piensa el mundo a un tipo que no da entrevistas
personales y prácticamente es un solitario? —preguntó Bethany.
—Por Dios, no lo sé. Pero no nos quedaremos mirando este regalo como ternero en la
boca. —Señalo el borde del sobre—. Está invitación ha caído en tu regazo. Y. Tú. Vas. A. Ir.
Bethany apretó los labios para detener el torrente de objeciones creciendo dentro de
ella. Por un lado, estaba más que encantada, más que emocionada. Por el otro, su
autoconfianza le había dado un golpe duro hace seis meses, cuando su novio de largo plazo
la había dejado… por otro hombre. Su conmoción doble por la traición de Chris todavía no
había desaparecido. Y cada vez se estaba preguntando, últimamente, si alguna vez iba a
desaparecer.
—¿Qué más dice? —preguntó para distraer a las dos ya que las razones para tomar
este paso se sintió muy desalentador.
Keely miró el sobre. —Las restricciones, una total confidencialidad o pierdes tus
riñones, sin drogas en los jets… no drogas en los jets… no drogas en los jets o serás
procesada… Jesús, ellos realmente martillan la cosa de no drogas como en casa.
—¿Tal vez alguien tuvo una mala experiencia con las drogas a bordo?
—Hmm… tienes veinticuatro horas de entrenamiento a bordo, sin embargo las
habitaciones son privadas. Joder, si vuelves y me dices que nunca saliste de tu habitación, te
voy a matar. —Keely la miró.
—Todavía no he acordado si iré, Keel.
Su mejor amiga suspiró y dejo caer el sobre. —Escucha. Sé por qué no quieres ir. Chris
el culo infinito y profundo realmente te hizo un número con eso de prefiero las cosas de
hombre. Demonios, si eso me sucediera a mí, estuviera jodidamente traumatizada. Pero hay
que seguir adelante, nena. Te has acabado seis vibradores en los últimos meses y Dios sabe
cuántos más consoladores y eso es lo que me dijiste acerca de…
—¡Keely!
—Vas a romper tu maldito clítoris si no dejas de utilizar aparatos con baterías en el y
créeme, necesitas un clítoris para cuando un hombre de verdad se presente. De verdad, ¿me
puedes decir que te perderás una cosa real? ¿Un cuerpo caliente contra el tuyo, un pene
dentro de ti?
El calor inundó la cara de Bethany y se dejó caer en el sofá. —Bien, bien, lo haré,
pero…
11
—Sin peros.
Página
—¡Claro que habrá peros! Mierda, Keely. El último pene duro dentro de mí decidió
que lo prefería anal con otros hombres. ¿Te has preguntado el tipo de complejo que tengo?
Los ojos verdes de Keely se suavizaron con simpatía. —Por supuesto que no.
—Esas historias son las que leemos en las revistas de mala calidad y nos reímos a
carcajadas de eso. ¿Sabes lo que se siente cuando le pasa a una chica? ¿El no poder mantener
a su hombre feliz, porque se metió con otro hombre en la cama? —Incluso después de todo
ese tiempo, solo decir las palabras le hacían revolver el estómago con dolor, ira y disgusto.
Lentamente, Keely sacudió la cabeza, pero luego la miró a los ojos. La mirada decía,
te amo pero… —No, no sé lo que se siente, pero tampoco voy a dejar que te ocultes por lo que
te hizo ese idiota. ¿Qué mejor manera de conseguirlo que abriéndote a nuevas experiencias?
Irás, tendrás sexo, sin ataduras y volverás y seguirás con tu vida. Bethany, el Salón Índigo no
puede ser más perfecto para ti en este momento.
—No es así de fácil.
—Sí lo es. Es necesario que saques a tu ex de tu sistema y volar en el palacio del sexo
es sólo la forma en que lo conseguirás. Realmente debes renunciar a tratar de pelear conmigo
porque no voy a dejar el pollo fuera del asador, B. Es el momento de salir de nuevo al mundo
—Ella agarró su plato y se hecho hacia atrás—. Ahora come, necesitarás fuerza para
mantenerte al día con la lista de tareas que escribieron para ti.
Zachary Savage levantó la vista de los papeles que estaba hojeando y observó a tres
hombres entrar en la suite ejecutiva de huéspedes.
Desde su posición detrás de la pared de cristal de la oficina de entresuelo que había
requisado de su ayudante, los siguió con atención con los ojos entrecerrados.
El elemento principal de la banda de rock de Friday’s Child fue inmediatamente
reconocible. De vuelta en lo sentía como otra vida, Zachary había asistido a un par de sus
conciertos. Pero eso fue antes de que todo se hubiera ido al infierno.
Como de costumbre, alguna idea de cómo su vida había cambiado durante los últimos
seis años hizo su mandíbula apretarse con la ira y la tristeza.
Si hubiera sabido que su escala entraría en conflicto con uno de sus vuelos del Salón
Índigo, habría hecho otras disposiciones, se colocó muy lejos de los recordatorios duros del
pasado.
Qué demonios; él estaba aquí ahora.
Intentó que su cerebro volviera al modo de trabajo. Hasta ahora había ido a través de
la información de todos los pasajeros subiendo a su avión, excepto uno.
Eso normalmente hacía, la investigación de antecedentes desde la comodidad de su
oficina en San Francisco no era ni aquí ni allí. La parada de Londres a repostar su avión estaba
llevando más tiempo de lo esperado. Trabajar mientras esperaba ayudaba a contener esa
inquietud que siguió merodeando dentro de él.
Por lo que había sido capaz de determinar, los miembros de la banda estaban limpios.
No hay evidencia de uso de drogas o consumo excesivo de alcohol. Los otros seis partidos
que viajan en esta experiencia en el Salón Índigo habían sido igualmente investigados. Siguió
a los miembros de la banda a la recepción, los vio coquetear con la recepcionista.
Su tedia escalada, su mirada volvió a sus papeles. Sólo había una cantidad
desconocida.
Echó un vistazo a los papeles.
Bethany Green. El comodín.
15
cara.
Página
—¿Serena, puedes comprobar a la señorita…? —La miró con una ceja levantada.
Bethany se obligó a concentrarse. —Green. Bethany Green.
Los ojos de él brillaron, entonces sus pestañas bajaron para así ocultar su expresión.
Él asintió y se giró hacia Serena. —Compruebe a la señorita Green y haga los arreglos para
que mi equipaje sean movidos, también. Me estoy uniendo al viaje.
Las cejas de Serena se fruncieron cuidadosamente. —¿Ya no se dirige a la costa oeste?
Sus fosas nasales se abrieron ligeramente y su mandíbula sobresalió como si estuviera
luchando consigo mismo. Finalmente, sonrió. —No, cambio de planes. ¿Puedo confiar en
usted para arreglar eso, Serena?
La sonrisa de Serena indicaba que el Dios del sexo podía confiar en ella para arreglarle
todos los caprichos, incluyéndose a ella misma.
—En seguida, Señor.
El Dios del sexo sonrió. —No del todo inmediato, Serena. En primer lugar, por favor
atiende a la señorita Green —Los tormentosos ojos grises se clavaron en ella una vez más.
Había algo en él que era devastadoramente poderoso; Bethany tuvo que obligarse a apartar
la mirada, deseando desesperadamente sus células cerebrales para continuar cuando Serena
le pidió su pasaporte.
Se lo entregó, junto con una copia del acuerdo del Salón Índigo, que había firmado
tres veces. Al mismo tiempo, que la mirada de él la marcaba.
Cuando Serena sonrió falsamente y le regresó su pasaporte, la mano de Bethany
tembló mientras lo colocó en su bolso. La fuerza de su mirada era demasiado.
—Si deja sus maletas aquí, serán tomadas para llevarlas al avión. Tu azafata, Tracy,
estará aquí en un momento para introducirte en tu equipo y hacer la búsqueda final.
—¿Búsqueda?
La sonrisa falsa de Serena se extendió más. —Es nuestra política de empresa buscar
drogas antes de que nuestros clientes estén a bordo. Están allí en el acuerdo firmado. Las
normas del consumo de drogas en los aviones del Sr. Savage son muy estrictas.
Los dientes de Bethany se apretaron, sin embargo forzó una sonrisa.
—Claro. Si el Sr. Savage insiste.
—Lo hace —enfatizó Serena, echando otro vistazo
al Dios del sexo junto a ella.
Bethany también lo miró y le llamó la atención su expresión de entretenimiento. Pero
en el momento en que sus ojos se encontraron, la diversión fue remplazada por el calor
chisporroteando, una vez más posesivamente.
Él se removió como si la misma energía inquieta hubiera irrumpido a través de él. Sus
dedos se flexionaron mientras los metió a su bolsillo trasero. El movimiento hizo que la tela
de su camiseta se estirara sobre sus poderosos bíceps, haciendo su boca agua.
19
Tenía dificultad para controlar sus sentidos tambaleándose. Nunca se había sentido
Página
muslos tonificados por el ejercicio, cincelados con el ballet desde muy temprana edad, su
Página
trasero la dejó abajo cada vez. Por eso había renunciado a sus sueños de convertirse en una
bailarina.
Llegó a la parte superior de las escaleras y rápidamente dejó caer la mano.
Antes de que ella pudiera abrirla, é llegó junto a ella y la abrió.
En el momento en que entró, supo por qué había sentido la sensación extraña cuando
entró en la habitación ejecutiva.
Entrando, se detuvo delante de una pared de vidrio, con el corazón golpeando
violentamente en su garganta mientras miraba al gran espacio abierto debajo.
—Estabas en está habitación cuando entré. —No era una pregunta. Era la certeza.
—Sí —Su voz, hipnótica como el infierno, se apoderó de ella.
—Me viste.
—Sí —Estaba más cerca, lo suficiente para olerlo.
—¿Y bajaste?
—No pude evitarlo.
Se giró. Poniéndose al menos a un paso de distancia de esos hipnotizantes ojos en ella.
De nuevo, sus hombros y manos estaban inquietos, como si estuviera conteniéndose de
tocarla.
—Así que, ¿qué pasa ahora?
Su mirada la recorrió de arriba abajo y viceversa. Sus labios se abrieron y su lengua
trazó su labio inferior. —Ahora vas a colocar las manos en la pared detrás de ti y separar tus
piernas.
Aturdida, se obligó a respirar, para mantener su lucidez. —P… ¿por qué debería hacer
eso?
Su sonrisa estaba llena de pecado puro. —Para buscar drogas, por supuesto.
—¿Qué… qué pasa con Tracy?
Su sonrisa desapareció. —Ella no buscará. Te traje aquí porque te vi, ahora te voy a
tener, Bethany Green, me rehúso a que alguien más te toque.
Dio el último paso hasta que estuvieron separados por un suspiro. Su cabeza bajó y
sus fosas nasales la olieron. —¿Estás lista? —dijo sin aliento.
Ella levantó la mirada hacia él, con cada nervio de su cuerpo tensándose con
necesidad.
—No. Estás a punto de poner las manos en mí y ni siquiera conozco tu nombre.
—Mi nombre es Zachary Savage. Puedes llamarme Zach. De hecho, prefiero eso.
Porque Zachary es muy largo para las muchas veces que tengo la intención de hacer que
21
Sus fosas nasales aletearon. —No para nosotros. En nuestra mente, ya hemos follado
cien veces de cien maneras diferentes, la follada mental es tan potente como la real.
Página
—Date la vuelta.
Su sexo latía con más fuerza, el calor liquido goteando entre sus muslos. Estuvo a muy
poco de convertirse en un lío caliente cuando se dio la vuelta y colocó las manos calientes
contra el frío cristal.
Esta vez inició desde la parte superior.
Le levantó el pelo y acarició su largo y pesado cabello lentamente. En un momento
dado, Bethany pensó que levantó un mechón a su nariz y lo inhalo, pero sus sentidos estaban
tan abrumados que no podía estar segura.
Una vez más buscó los tirantes de su sujetador y luego los movió hacia abajo hasta su
cintura.
Estaba a punto de rozar sus bragas cuando el clic del intercomunicador resonó en la
habitación.
—¿Los invitados del Salón Índigo podrían por favor llegar a la sala VIP? El embarque se
encuentra a punto de comenzar.
Ella exhalo deprisa y comenzó a bajar los brazos.
—Aún no. No hay prisa.
—Pero, nosotros… tengo que ir.
Se acercó más enjaulándola, con una mano a cada lado de ella en la pared.
—Soy el propietario del avión, hermosa —susurro en su oído —.No vuela a menos
que yo lo diga.
—Está bien, pero está ofreciendo un servicio y tiene la obligación de proporcionar uno
genial.
—También tengo el deber de asegurarme que mis reglas se cumplan. Y que no salgas
de esta habitación hasta que esté seguro de que está totalmente hecho según mis deseos.
Sus dedos se acercaron al cristal para descansar sobre los suyos. Entrelazándolos con
los de ella, bajando lentamente sus brazos. Soltó sus manos, y se movió detrás de ella. Otro
brote de energía eléctrica quemó cuando sintió sus manos moviéndose sobre su culo. Ella
cerró los ojos contra la sensación potente y gimió como un gatito indefenso.
Tomó los pesados globos, moldeándolos, y a continuación apretó con fuerza. Luego
murmuró algo que no alcanzó a entender, duro y urgente en voz baja.
—¿Qué dijiste? —Preguntó ella, su propia rápida y urgente respiración.
El intercomunicador sonó de nuevo, interrumpiendo su respuesta y llamando a los
huéspedes de la sala VIP.
Zach gruñó molesto, pero cuando volvió a hablar, su voz tenía una única promesa
oscura, caliente e implacable. Esta vez, cuando la enjauló, la empujó justo en contra suyo,
26
hasta que la rígida y dura impronta de su cuerpo era inconfundible contra su espalda.
Página
Agarrándose a su trasero y empujándose contra ella hasta que su grueso, y pesado martillo
descansaba entre sus nalgas.
—Pronto. Muy pronto, cuando sea el momento adecuado, Bethany Green, voy a poner
mi pene entre estos magníficos melocotones y voy a follarte hasta que me ruegues venirte. Y
eso será solo el comienzo.
La última gota había sido cuando Zachary había dicho adiós con la mano antes a los
Página
—Gracias —Tomó un sorbo de su mimosa, con los ojos fijos en ella. —Te daré una gira
después de despegar.
—¿Por qué conformarse con un empleado cuando se puede tener al jefe?
—Tal vez yo no quiera al jefe. Tal vez el jefe me parezca un poco abrumador —
respondió ella.
Él sonrió, su cara una vez más transformándose en una intensidad impresionante para
detener a su corazón encantado.
Bethany se dio cuenta en ese momento que quería ver más de esas sonrisas. No es que
la intensidad no tenga sus beneficios. Era solo que temía por su funcionalidad cardiaca si
continuaba con ésta intensa electricidad.
—Voy a ir lento, lo prometo.
De alguna manera la ronca suplica no disipó sus temores. Pero se encontró asintiendo
a todo igualmente.
—¿Entooooonces? ¿Has tenido ya la gira?
Ella se volvió a enfocar en la pregunta de Keely atravesando sus pensamientos.
—No. El viene a buscarme en cinco minutos. —Un pequeño escalofrío la recorrió. Un
rápido vistazo al espejo del baño mostró su emoción en los ojos. Girando, hizo su camino de
regreso a su pequeña sala de estar, a la vez deseando que su pulso disminuyera.
Era solo un recorrido por el avión: parte del servicio normal del Salón Índigo. Nada
más.
Si, claro.
—Recuerda que necesito pruebas fotográficas.
No creo que se pueda tomar fotografías en el interior del avión.
Del avión no, tonta. Del Señor Sexi y Solitario.
—Oh —Bethany frunció el ceño. —No puedo tomarle una foto, Keel.
—Por supuesto que puedes. Solo tienes que esperar hasta que haya terminado de
follarte hasta los sesos.
Bethany se rio y luego saltó cuando oyó que llamaban a su puerta.
—Está aquí. Me tengo que ir —susurró y luego se encogió ante la falta de aire en su
voz.
—Vete. Que te diviertas. No gastes un segundo pensando en tu amigo carente de sexo.
Bethany se detuvo con la mano en la puerta. —Correcto. ¿Me recuerdas otra vez quien
de nosotras ha tenido más sexo en el último mes del que los otros han tenido en el último
año? —La risa de suficiencia de Keely sonó en sus oídos. —¡Culpable!
—Si no te quisiera tanto, te mataría —le lanzó un beso a la línea, colgó y abrió la
29
puerta.
Página
30
Página
4 Traducido por Dahi
Corregido por Jessibel
—Entonces, ¿Quién ha tenido más sexo en el último mes que lo que tú has tenido en
el último año?
Dejó caer la pregunta casualmente haciéndola tropezar a mitad de camino por las
escaleras que daban al piso superior.
Zachary la agarró del brazo por debajo del codo y la estabilizó. Como si no tuviera
suficiente para hacerle frente, ahora se veía como una torpe. Que a su vez le molestaba. Ella
se enfrentó a él en la escalera, otro hecho que explotó en su vientre cuando sus ojos se
enfrentaron a los suyos.
—¿Estabas escuchando a escondidas?
—Estaba esperando por ti para que abrieras tu puerta. Elegiste decir eso al alcance
de mi oído —respondió sin una pizca de remordimiento, mientras sus ojos hicieron que
rastrillara sobre su cara, lo que encontró caliente y desconcertante.
—Incluso si eso es lo que pasó, ¿no te parece que es un poco inadecuado repetir una
conversación privada?
Sus labios se pusieron firmes cuando el puso una mano sobre la barandilla a una sola
pulgada de la de ella.
—Tal vez, pero no puedo pasar por alto lo que oí, Bethany. Y te dije, no soy bueno en
fingir y no puedo fingir en no estar interesado en saber con quién estabas hablando.
Especialmente cuando estaban discutiendo un tema que tiene una cierta importancia para
mí.
El corazón martillaba con el efecto extrañamente hipnotizaste de sus palabras.
Luchó muy duro en pensar racionalmente. Este era el mundo real, aunque uno raro en este
momento, pero el mundo real, sin embargo.
Las personas no se dicen cosas como estas el uno al otro.
—¿Cómo puede tener importancia para usted? Nos conocimos hace poco más de dos
horas. —Él solo la miró como si pudiera ver a través de ella, al corazón y a sus deseos. Todos
sus deseos.
31
irritada por esa compulsión por las respuestas y también por su demanda para saber los
detalles íntimos sobre ella. —Vamos a dejar algo claro en este momento. Lo que ocurrió en
su oficina no le da el derecho de indagar en mis conversaciones privadas.
Sus manos en puños en los costados, y una vez más dio la impresión de que iba a
frenarse a si mismo de llegar a ella —No estoy de acuerdo, pero si lo prefieres, podemos
aprovechar esta lentitud…
—O podemos dejar de hacer lo que esto sea —dijo. Bethany no tenía miedo de admitir
que la dirección de la conversación la perturbaba. Había una mirada en sus ojos, una que
implicaba una posesividad que la emocionó y la molestaba al mismo tiempo. Ningún hombre
la había mirado con ese enfoque y la intensidad con la que Zachary Savage la estaba mirando
a ella en este momento. Se le pusieron las palmas húmedas y su corazón se aceleró como si
hubiese corrido un maratón. Se pasó la lengua por el labio inferior y contuvo el aliento
cuando él se concentró en ese revelador movimiento. —Um, tal vez esta gira fue una mala
idea. Puedo obtener mi guía personal en…
Con un solo movimiento de cabeza, un largo rizo negro cayó entre sus ojos. Con una
mano casual, lo colocó nuevamente.
—No, vamos a guardar esta conversación para más tarde. Te prometí un tour. Creo
que encontrarás este piso superior incluso más interesante que la cubierta inferior —sonrió,
pero la sonrisa no alcanzó a sus ojos.
Se puso a caminar a su lado, y fueron a través de un amplio arco.
Sus ojos se abrieron cuando vio la vista ante ella. En el otro extremo, un escenario se
había establecido con claridad para el entretenimiento musical.
—Tenemos un grupo de rock, Friday`s Child, a bordo. Van a estar proporcionando la
música para los viajes de Shanghái y las Montañas Aleutianas. Pero hay otras formas de
entretenimiento a bordo, también. Recogemos a un nuevo grupo cada dos ciudades para
darles a los huéspedes una experiencia fresca y para permitirles a la tripulación un descanso.
Miró hacia el lado opuesto de la zona. Los asientos íntimos proporcionan zonas de
entretenimiento privadas e incluso a través del vasto espacio, vio un poste que solo tenía un
propósito.
—¿Son las bailarinas de las barras invitadas especiales o cualquiera puede unirse y
tener un turno?
—Todo el entretenimiento es proporcionado por el Salón Índigo, pero los clientes son
libres de participar tanto o tan poco como ellos quieran. El objetivo es tener un gran tiempo
fuera del escrutinio no deseado.
—Justo, ya veo.
En otro espacio, vio un área de proyección privada, aunque las cabinas estaban
32
máxima privacidad. Cada zona de asientos podría acomodar a un grupo de diez. Había una
cajonera tallada en el extremo de cada fila de asientos. Ella abrió el primero de los cinco
cajones y sus ojos se abrieron.
Juguetes sexuales en todas las formas y tamaños, incluyendo una réplica exacta de lo
que llevaba en su propio equipaje, adornaban el cajón superior. El segundo contenía látigos
y esposas de diferentes tamaños.
Lentamente, cerró los cajones y su mirada se encontró con los ojos
de Zach observándola.
—¿Debo suponer que no presentan solo dibujos animados aquí? Un rubor se precipitó
en su cara mientras cerraba sus ojos.
Una vez más, esa sonrisa que apenas tocó sus labios.
—No, pero si se te antoja dibujos animados, estoy seguro que puedo encontrar algo
de nuestra amplia selección.
La condujo a través de otra puerta codificada, música oriental delicada sonó por los
altavoces discretos. Cuando sus ojos se aclimataron a la baja iluminación, vio camas de
masaje agrupadas en parejas intimas y rodeadas de velas, sin luz. Una azafata, vestida con
un vestido corto tanque de Índigo con ribetes de oro, apareció desde detrás de una cortina
discreta y se inclinó.
—Nuestros masajistas ofrecen una amplia gama de terapias —explicó Zachary en voz
baja. —Todo lo que necesitas hacer es pedir y será hecho. El viajar, incluso sobre lujo, puede
ser muy agotador —murmuró. —¿Qué mejor manera de relajarse que con un masaje, ya sea
de forma individual o con alguien especial? —su voz olía a puro sexo.
Por una lado, Bethany estaba aliviada de que su helada ira se había desvanecido, pero
regresó a su sexi-letal, y cuando ella lo miró y vio su estrecha mirada en sus ojos sobre ella,
sabía que alivio era lo último que debería estar sintiendo.
El último espacio que le mostró olía a limpio en la distancia. Quedaba en la punta de
la nariz del avión. Ante ella, tenía una visión de ciento ochenta grados del cielo. Puesto que
había sido solo una hora de viaje y con las nubes claras por debajo, todo lo que Bethany podía
ver era el cielo azul puro.
—Guau —respiró.
Él se inclinó detrás de ella, con las manos a cada lado en la barandilla. La enjaulaba
igual que lo había hecho en su oficina y su respiración se atascó en la garganta cuando él
vino más cerca.
—Voy a traerte hasta aquí un par de horas antes de que el sol se ponga —dijo en voz
baja, que pulsaba una oscura promesa, sensual, incluso cuando él no estaba diciendo nada
sexual. —Es increíble ver el cielo justo antes de salir las estrellas.
33
Había oído a Keely ponerse como loca por la voz de actor, pero Bethany nunca había
experimentado la excitación sexual a través de la voz de un hombre. Hasta ahora. Ella sintió
Página
una baja resistencia en el estómago y deseó que siguiera hablando solo para fundirse con esa
voz.
—Me gustaría… realmente me gustaría mucho eso.
—Bien —Se quedaron así durante varios minutos, observando la vista en un cálido
silencio mientras el avión volaba hacia el este. Cada respiración, estaba cada vez más
atrapada en su aroma, en la esencia de Zach Savage y las cosas increíbles que su aura le
hicieron.
—No me refería a entrometerme en tu vida anterior —se detuvo y lo sintió mover la
cabeza —No, tacha eso. Me refería a hacer exactamente eso.
—¿Por qué? —ella preguntó.
—Porque quiero saber todos los detalles sobre ti, Bethany. No me disculparé si te
parece excesivo o atrevido, es la verdad.
Se quedó sin aliento y su control contra la barandilla se tensó. Se sintió como si
estuviera balanceándose a pesar de que ella no se movía.
—Realmente no crees en recubrir con dulzura tus palabras, ¿verdad?
—No hay lugar para ambigüedades en mi vida. Estoy obligado a hacer grandes
decisiones todos los días. No puedo darme el lujo de tener pelos en la lengua.
—Pero sin duda se aplica en su vida empresarial, ¿pero en lo privado? —preguntó,
todavía no se había podido mover de donde la tenía aprisionada.
Se acercó todavía más, hasta que su pelvis rozaba su culo. El calor fluyó a través de
ella. Bajó la mirada hacia sus manos, las suyas delicadas junto a su agarre fuerte y poderoso.
Tan cerca y sin tocarse.
—Cuando llega el momento para ello, se aplican los mismos principios de todas las
áreas de mi vida. No voy a dejarla pensar que esto es algo más o menos de lo que es o será
nunca. Te deseo. Tengo la intención de tenerte y voy a hacer todo lo necesario para lograr ese
objetivo, incluso la búsqueda de todo lo que pueda acerca de ti. Tú puedes a
ayudar respondiendo mis preguntas.
—Tu sabes, podrías simplemente indicar qué deseas conocer de mí y dejar que esto
evolucione de forma más natural.
La pequeña exhalación de su respiración le dijo que estaba sonriendo. Mantuvo la
mirada fija hacia adelante. Podrían haberse conocido hace poco tiempo, pero ella ya sabía
que un sonriente Zachary Savage era letal para sus sentidos.
—En efecto. Y era lo que quería hacer al final del tour. Pero entonces el tema del sexo
apareció. No he sido capaz se pensar en otra cosa desde entonces.
—Creo que entiendo como aquello podría descarrilar las mejores intenciones.
34
Se echó a reír bajo, un sonido rico y precioso, que disparó directamente el calor en su
núcleo. Sus dedos se aferraron a la barandilla con más fuerza, luego facilitó sus manos más
Página
Se había mudado a Nueva York a causa de él, se había ido a vivir con él por su pedido
Página
y en la mejor parte del año, se había engañado a si misma haciéndose creer que estaban en
las etapas finales de cortejo antes de la propuesta. En un primer momento, los viajes de
negocios de fin de semana no se habían ajustado a su radar. Pero después de ocho semanas
consecutivas y el conocimiento desconcertante que estaba teniendo relaciones sexuales con
más consoladores que con Chris, había sabido que algo estaba muy mal.
Pero ni siquiera en sus más salvajes y furiosas pesadillas habría soñado que el hombre
que ella había pensado que pasaría el resto de su vida le confesaría que ahora prefería los
hombres.
—Oye, allí.
Se arrastró de fuera de la jodida línea de memoria para encontrar al chico que había
visto en el mostrador de registro de salida, frente a ella. El resto de su grupo también había
llegado a cubierta con su anfitriona y estaban comprobando la vista.
—Uh… hola —esperaba que su sonrisa no revelara sus pensamientos internos.
Le
tendió la mano. —Soy Jackson Blaine. Mis amigos me llaman Jax.
—Bethany —respondió y le dio la mano. Su cara era abierta y amable, con ojos
marrones chispeantes y una sonrisa con hoyuelos que la puso feliz. Con todo, era muy
sencillo a los ojos.
—Soy el baterista de Friday`s Child. Estaremos dando un concierto en un par de horas
en el piso inferior. Pasa si quieres.
Estaba a punto de asentir cuando miró más allá de él y sintió la fuerza de la mirada
con los ojos estrechos de Zachary Savage. Un escalofrío la recorrió y el corazón le dio varios
golpes antes de que tratara de tranquilizarse.
—Yo… voy a pensar en ello.
—Genial —Jax sonrió. —Esa es cierta vista, ¿eh? —Indicó al cielo más allá de la
cubierta.
Con enorme esfuerzo, apartó la mirada de Zach, pero no antes de observar su giro de
atención hacia Jax.
—Si, es increíble —se dio la vuelta, y se quedó sin ver la vista, otro escalofrío la
recorrió. No tuvo la necesidad de darse la vuelta para saber que estaba siendo objeto de la
atención de Zachary Savage.
A su lado, Jax habló un poco. Hizo respuestas apropiadas hasta que su grupo se unió
a él.
Se hicieron las presentaciones que luego apenas recordaba.
Se las arregló para asentir cuando sonreía.
—Así que, ¿nos vemos en un par de horas?
—¿Por qué lo vas a estar viendo en un par de horas?
36
Zach se había materializado junta ella. Una vez más se puso de pie cerca, tan cerca,
Página
pero no la tocó. Se preguntó si había practicado ese movimiento en particular o si era algo
natural para él, una parte inherente de su aura sexual. Fuera lo que fuese, le dio tan
condenadamente fuerte que ella quería gruñir. Ella, que nunca había gruñido en su vida.
—La estaba invitando al concierto de Friday`s Child.
Sus cejas subieron con desagrado. —He cambiado mis planes debido por ti.
Mezclarme con otros huéspedes no me interesa.
Una vez más la arrogancia en sus palabras la irritaba. Pero el conocimiento de que
había cambiado sus planes debido a su tour era mucho más de lo que podía hacer frente
racionalmente.
Jesús, necesitaba recuperar la razón aquí, antes de perder la maldita mente.
—Pero me interesa. Le prometí a Keely que al menos trataría de salir de mi habitación
al menos una vez al día.
Se puso rígido y se acercó más. —¿Quién es Keely?
—Alguien que me importa.
—¿Y por qué divertirse es importante para ti en este viaje?
Porque… —ella se detuvo y volvió a preguntarse por qué sentía la necesidad de
desnudarse a este hombre. Lo más fácil hubiera sido decirle que se ocupara de sus asuntos.
Que la dejase sola.
Pero ella no quería que Zachary Savage la dejara en paz. De hecho era la última cosa
que quería que hiciera.
—Porque tengo que poner algunos fantasmas a descansar.
Sus ojos brillaban, se volvieron oscuros, a continuación, acomodándose
en su intenso enfoque habitual. Él asintió y otra vez su mirada cayó hacia su boca.
—Yo sé un poco sobre fantasmas, corazón. Déjame ayudar.
—Casi no te conozco.
—Puedo ayudar con eso también. Deja tu suite. Múdate a la mía.
37
Página
5
Traducido por Camila Cullen & Dahi
Traducido por Jessibel
Él iba en serio. Por supuesto que lo estaba. Una cosa que estaba aprendiendo bastante
rápido sobre Zachary Savage era que no decía cosas que no quisiera decir. El temblor que fue
a través de ella la aturdió́ hasta las profundidades de su alma.
—Mi suite es perfectamente adecuada, pero gracias por la oferta.
—No te estoy invitando a mi cama, Bethany. No aún.
La decepción corrió a través de ella, pero Keely le había enseñado una cara de póquer
pasable, que ella esperaba que pegara ahora. —Te ruego que me digas, ¿por qué no?
—El tiempo no es el correcto.
—Hipotéticamente hablando, si no voy a estar compartiendo tu cama, entonces por
qué invitarme del todo, bien, es una cosa posesiva.
El grupo había comenzado a dejar el área de observación del cielo. Cuando empezó a
seguirlos, la retuvo.
—No creo que necesite mantener un ojo sobre ti, —ignoró su resoplido aturdido y
continuó—, solo quiero tranquilizarme sobre que tus necesidades son enfrentadas hasta el
momento apropiado cuando podamos llevar esto al siguiente nivel. Además, éste es
técnicamente mi lugar de trabajo, y no follo donde trabajo, aunque estoy seriamente tentado
de hacer una excepción por ti.
—¿En serio esperas que te crea que nunca has tenido sexo en tu avión antes? Sus ojos
se oscurecieron, volviéndose inescrutable. —No en mis aviones Índigo. —¿Pero eres un
miembro del club de la altura?
Hizo una pausa por muchos segundos. —Encuentro ese término pegajoso, pero sí, he
tenido sexo en un avión. Si deseas una experiencia similar, te proveeré una, pero no será en
este avión.
Ella se puso más caliente y valía la pena. La mirada en sus ojos prometía toda clase de
pecados sucios. Sus pezones se endurecieron, tensos contra su vestido. Su mirada cayó a sus
pechos, presenció la evidencia de sus palabras en ella y una sonrisa lenta curvó sus labios.
38
—¿Eso te pone cachonda, Bethany? ¿El pensamiento de ser follada en un avión que
corre hacia las estrellas?
Página
No, eso no era totalmente correcto. Había emociones que no temía demostrar. Había
visto el modo en que se comportaba con sus empleados y con los invitados en el avión. Para
2 Es un juego donde hay carteles en el suelo y la gente camina en el borde de ellos con música. Cuando la música se
detiene, la persona parada en el cartel con el pastel obtiene una sorpresa.
ellos, vestía una sonrisa que decía amigable pero mantente lejos. Y con ella, hasta ahora había
expuesto desagrado, molestia, orgullo y la siempre presente hambre tan limitada.
—Entonces no hay nada que te detenga.
—No, no hay nada. Excepto yo.
—¿Te detendrás a ti misma de disfrutar de mi compañía solo por el beneficio de
probarme que puedes?
Se encogió de hombros. —Puede que no quiera. No creas que me conoces porque
nuestros cuerpos reaccionan de cierta manera el uno con el otro, Zachary.
Sus ojos se oscurecieron. —Amo la manera en que dices mi nombre. Puede que te deje
decirme Zachary después de todo.
—Por eso, gracias por el honor.
Su tono sarcástico captó su atención. Suspiró. —Bethany, ¿sobre qué se trata esto?
Todo lo que quiero es tu compañía.
—No, en serio dudo eso.
—Estás en lo cierto, quiero totalmente mucho más. Pero por ahora solo quiero una
cena.
Ella suspiró. —De acuerdo. Solo una cena. ¿En tu lugar a las ocho?
Inclinó su cabeza en una manera que lo hacía verse casi majestuoso. —Vendré a
recogerte.
—No, Philip, mi muy capaz guardaespaldas a quien conocí brevemente antes de que
reclutaras mi atención, me escoltará.
Sus ojos brillaron con una pista de desagrado, pero asintió. —Voy a disfrutar hacerte
convertir todos esos no en sí.
Ella citó una sonrisa de alguna parte, a pesar del hecho de que mirar en esos ojos suyos
hacía girar su cabeza. —Buena suerte con eso.
Dio un paso más cerca, bajando su cabeza como si fuera a besarla.
Los pulmones de Bethany crecieron, todo su cuerpo se preparó para el contacto pero
en el último momento, él se congeló y dio un paso atrás.
En silencio, la escoltó de regreso a su suite. Pasó a Tracy, su sobrecargo, quién les
sonrió, pero Bethany leyó las preguntas en su mirada de ojos muy abiertos.
En la puerta, él se recargó en el marco de la puerta mientras ella introducía su código
para abrir. —Bien, te veo más tarde.
Se enderezó entonces lentamente cepillando sus dedos sobre su mejilla, una caricia
que golpeó cada nervio de su cuerpo. En contra de su mejor juicio, empezó a balancearse
40
hacia él. Pero otra vez, él se congeló y atascó sus manos en sus bolsillos traseros de la manera
Página
—Estoy escuchando.
Página
—Quiero ser tu guía en Shanghái. Vamos a resumir dos días en uno, pero me
aseguraré de ver todos los lugares de interés. Luego quiero abandonar la experiencia de Salón
Índigo y que vengas conmigo a Marrakech.
Zach observó su increíble rostro pasar a través de innumerables expresiones. Contuvo
la respiración, obligándose a permanecer inmóvil mientras su pregunta rebotaba a través de
su mente.
Jesús, nunca había deseado a una mujer tanto como él la deseaba. El hecho de que no
podía tenerla de inmediato, que su integridad le exigía que arreglara las cosas en otro sitio,
lo carcomía como una maldita enfermedad.
Ese vestido que llevaba, el cuero que se acercaba a mitad de muslo... Cristo, era un
milagro que pudiera permanecer consiente mientras que toda su sangre se precipitaba al sur.
En cuanto a los patrones de arco iris ridículos en sus medias, que con mucho gusto le haría
trizas con sus dientes para llegar a su suave carne, sin parar excitándola.
En su lugar, tomó un sorbo de su bebida y esperó a que ella respondiera. —¿Que hay
en Marrakech?
Exhaló con alivio. No fue un sí definitivo... pero ella no estaba diciendo que no. Y
maldita sea si estaba dispuesto a darle la oportunidad de decir que no.
—Una de mis casas. Está en la ladera de la cordillera Atlas a la derecha del oasis del
desierto.
Ella se sacudió y sus ojos se agrandaron.
—¿Un oasis como adentro, hay un cuerpo de agua allí? —Susurró, su cara cada vez
más pálida.
Zach frunció el ceño, odiando la expresión en sus ojos. —¿No te gusta el agua?
Ella frunció los labios, sus anchos labios, que estaba muriendo por besar y sacudió la
cabeza. —No soy un gran fan de cualquier cuerpo de agua.
Mierda. Eso podría ser un problema. Pero ninguno tenía la intención de dejar que se
interponga en el camino de su objetivo.
Porque Bethany Green se había convertido en su misión número uno. Ella lo atraía
como una polilla a la llama. Quería quemarse en su calor, morirse en su fuego.
No tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo, lo que había comenzado a suceder
cuando había establecido sus ojos en ella, pero al carajo si iba a reducir la velocidad para
averiguarlo. Estaba bien y verdaderamente lo cautivaba. El episodio en su oficina casi había
quemado su limpia mente a la distancia. Nunca había hecho algo así antes. En algunas
circunstancias, podría ser motivo de algunas serias dudas acerca de sus prácticas de trabajo,
pero en el momento no había dudado un comino. Diablos, lo haría de nuevo en un latido de
corazón.
42
por un solo momento. Pretendía que la progresión avanzara todo el camino a su dormitorio.
—Habrá otras cosas que explorar además del agua. Muchas, muchas otras cosas —sus
ojos azules exquisitos que se establecían dentro de una cara aún más exquisita se le quedaron
mirando. Un rubor calentó las mejillas a su descarada respuesta. Tomó otro sorbo de vino y
lamió una gota fuera de su labio inferior.
Su gemido hizo que sus ojos se abrieran aún más.
—¿Cuánto tiempo tenemos que quedarnos en Shanghái?
—El I. L. se detiene allí durante dos días. Podemos hacer un recorrido abreviado de
doce horas.
—Así que, ¿Marrakesh significa que me perderé el resto de la gira?
—Sí.
Su regordete labio inferior hizo un puchero. —Estaba deseando conocer Bora- Bora.
—Te daré Bora Bora. Tengo un lugar allí también. Pero antes de hacer eso, tengo
asuntos que atender en Paris, a continuación en Marruecos. Entonces estoy libre para estar
contigo. No quiero dejarte. Di que sí, Bethany.
Ella contuvo el aliento. Uno que presionó sus generosos pechos contra el cuero,
mostrando sus apretados pezones. Cuando ella descruzó sus largas piernas, y las volvió a
cruzar, Zach sintió el martilleo del pulso en sus sienes. Él quería esas piernas abiertas para él
mientras lamia su clítoris rollizo y la veía venir, una y otra vez. Entonces él quería levantarlos
alrededor de sus hombros mientras conducía su pene en ella.
Su pene se endureció tan rápido y tan dolorosamente que casi dejó caer su mano para
aliviar el malestar intenso.
Como si sintiera su agitación, fijó su mirada en su entrepierna. Ella no podía olvidar
el efecto sobre él, y él no se molestó en ocultarlo. Quería que ella viera la cantidad de calor
que el tenía por ella.
Lo mucho que la deseaba.
Poco a poco, se humedeció los labios. Su respiración salió suave, caliente. A
continuación, sus párpados se levantaron y murmuró las palabras que quería oír.
—Sí.
43
Página
6
Traducido por Dahi & SOS por Jessibel
Corregido por Florpincha
Pero incluso cuando estaban solos, a pesar de que se quedaba cerca, era muy
Página
Ella se volvió hacia él. —Entonces, ¿cuántos idiomas hablas, además de mandarín e
Página
inglés?
—Cinco. Siete si se cuentan las palabras poco menos saludables en otros dos idiomas
—respondió.
—¿Quieres decir malas palabras?
Su boca se curvó en una de esas sonrisas malvadas. Su sexo se apretó con fuerza y sus
pezones se apretaron en necesitados puntos.
—No, me refiero a las palabras para follar, Bethany. Soy fluido en griego y armenio.
Si lo deseas, puedo describir todos tus movimientos, cada sonido y cómo tu dulce sexo se
siente alrededor de mi pene cuando follamos. ¿Te gusta hablar sucio durante el sexo
Bethany?
El fuego la envolvió. Sus manos se apretaron sobre su regazo mientras lo vió acercarse
más, su mirada febril corriendo por su rostro.
—¿Por qué eso es importante? —Se las arregló para decir.
—Quiero educarme en lo que te agrada; en lo que te motiva. Del mismo modo que
tengo la intención de enseñarte cómo satisfacerme. —Se inclinó aún más cerca, trayendo ese
olor embriagador de masculinidad cara y exclusiva loción para después de afeitarse.
Sus sentidos se tambalearon, ya que habían estado tambaleándose desde que entró en
el hangar privado ayer.
—¿Quieres saber lo que me gusta?
Él asintió con la cabeza.
—Descubrir un poco sobre el hombre con el que tengo la intención de abandonar mi
viaje estaría bien.
Su mirada se enfrió y se relajó en su asiento. Volviendo la mirada cautivante hacia
ella, echó un vistazo por la ventana.
—Sabes quién soy, eso es todo lo que cuenta.
—Siento disentir. Conozco tu nombre y algunas de las empresas que te pertenecen.
¿Cómo sé que debajo de esa ropa cara no eres un hombre de setenta años de edad, adicto a
la cirugía plástica y los esteroides?
Se echó a reír, un sonido cálido y áspero que la hizo curvar los dedos de los pies.
—La cirugía plástica es fácil de demostrar. Como la alegación de esteroides.
Más calor la inundó. Lo había visto despertar ayer por la noche en su suite. Su erección
había sido inconfundible debajo del blando material de sus pantalones. El tamaño del mismo
había puesto su garganta seca y su sexo se apretó con avidez. No hubo un largo plazo de uso
de esteroides allí.
46
—Sea como fuere. Necesito un poco más. Si ayuda, voy primero. Tengo veinticuatro
Página
años, cumplo veinticinco en dos semanas. Me mudé a New York hace dos años. Antes vivía
en una casa en Westchester con mis padres, ambos profesores universitarios y me gradué con
honores en Cornell.
La sonrisa que le dio fue críptica. —Ya sé todo eso.
Bethany sintió una sacudida por el shock. —¿Lo sabes?
El asintió con la cabeza. —La mitad de la información la obtuve de las formas que
llenaste.
—¿Y la otra mitad?
Sus labios se fruncieron por la segunda parte. —Cada huésped del Salón Indigo está
vetado completamente antes de que ellos estén aprobados para la experiencia. Estaba
leyendo tus papeles cuando llegaste.
Su sorpresa se desvaneció y ella asintió. —Eso tiene sentido. Así que ya sabe todo
sobre mí...
—No todo, pero tengo la intención de averiguarlo. —La promesa oscura envió un
pulso con mezcla de alarma y de emoción a través de ella.
—¿Me permites la misma cortesía, entonces?
Se encogió de hombros. —Sabes mi nombre. Tengo treinta y uno. Soy heterosexual y
soy dueño de varios negocios en todo el mundo. Me gustan los aviones y el béisbol, pero no
llego a ver o participar en muchos juegos. —Su mirada se fijó en ella, la intensidad
reclamándola con su contundencia, luego cae a sus pechos antes de volver a su cara—. Y en
este momento no puedo pensar más allá del momento de llegar a follarte.
Le estaba dando el exterior brillante, la pieza de pelusa que cualquier persona con
acceso a internet podría encontrar, a continuación, enterrando su renuencia a revelar nada
de sí mismo al hablar de sexo. Luchó contra el deseo que se arrastraba a través de su vientre
y trató de concentrarse.
—¿Y qué sobre tu familia? ¿Tienes a alguien?
Un escalofrío helado congeló su rostro y sus ojos se oscurecieron. Observó aturdida
cómo su mandíbula se apretaba y apretaba, y el hombre que había estado mirándola con
avidez un momento atrás había desaparecido completamente.
—Nadie del que quiera hablar.
Una respuesta definitiva, tan dura y tan directa como podía conseguirla.
Su brazo cayó desde la parte trasera del asiento, con las manos curvándose en puños
en los muslos cuando se volvió a mirar por la ventana.
47
Savage. Incluso con una mueca helada estampada en su rostro, el hombre estaba más allá de
la descripción de caliente.
Estaba claro que había abordado un tema sensible. Ella quiso retomar nuevamente la
pregunta, pero se mordió la lengua.
Llegar a conocer al hombre que trataba de dormir con ella no era un crimen. Diablos,
en estos días y en tiempos de pavor en cada esquina, era obligatorio.
De todos modos, ella contuvo el aliento cuando él suspiró y se volvió hacia ella.
—Probablemente tengas unas cuantas cajas que te mueres por comprobar antes de
estar tranquila de que lo que va a pasar entre nosotros, está bien. Confía en mí, Bethany, no
podría ser más correcto. ¿Estarías más tranquila si te dijera que nunca he hecho algo como
esto antes?
—¿Te refieres a tomar una mujer de uno de tus aviones y hacer planes para dormir
con ella?
Una esquina de su boca se elevó, pero su rostro permaneció muy serio. —No he estado
en un vuelo del Salón Indigo desde el primer vuelo hace seis años. Y ciertamente nunca actué
en el calor del momento por ir en uno.
Una vez más, ella experimentó una conmoción, cuando recordó sus instrucciones en
el aeropuerto. —Tu equipo debe haberse sorprendido por haber cambiado tus planes —
murmuró.
—Eso se debe a que sólo se detuvo en Newark para reabastecer mi jet. Estaban a punto
de terminar cuando llegaste. Otra media hora y yo me hubiese ido.
Dejó que la última pieza de información persistiera, dejando que ambos
absorbiéramos el descubrimiento inesperado de nuestra reunión.
Cuando sus ojos se encontraron con los de ella de nuevo, se había ido el frío. Y el deseo
volvió con toda su fuerza golpeando en ella, implacable e inflexible.
Y, sin embargo, maldita sea, no hizo ningún movimiento para tocarla. O de acercarse
más.
Era casi como si Zachary Savage tuviese la intensión de seducirla con sus palabras
solamente.
Y que grandioso trabajo estaba haciendo. Bethany se movió cuando sintió sus bragas
humedecerse por la mirada hambrienta de sus ojos. El cosquilleo entre sus piernas se hizo
cargo sobre su completo estado palpitante, y sus pechos se sentían tan pesados y llenos que
quería sujetarlos con las palmas de sus manos, necesitaba apretarlos para aliviar su dolor.
—Así que ya ves, todo lo demás es superfluo. Lo importante somos tú y yo, y nuestro
deseo de explorar lo que hay entre nosotros.
48
Se salvó de responderle cuando el coche se detuvo debajo del exquisito pórtico del
Página
hotel de Zachary. Cuando el portero vio que estaba en el coche, saltó por atención y corrió a
abrir la puerta.
En el momento en que emergió a la vereda junto a ella, Zach había asumido la
personalidad casualmente distante que había representado durante todo el día. Respondió a
varios saludos mientras la conducía a través del vestíbulo diseñado con suelo de mármol,
hacia los ascensores privados que llevaban a su suite y a la de él.
El hotel estaba decorado como el resto de las empresas de Zach que había visto en
línea y en persona hasta el momento, exquisitos toques de estilo con la indirecta más desnuda
de añil que anunciaba el toque personal de su amo.
Entraron en el ascensor e inmediatamente se volvió hacia ella.
—Recuerda que salimos para el aeropuerto en cuatro horas —dijo, mientras las
puertas se cerraban, un íntimo capullo de espacio trasladándose hasta el piso dieciocho.
Eran tan sólo las seis. Había tomado el consejo de Tracy y quedó en que iba a
aclimatarse a la zona horaria local cuando aterrizaron. El avión privado de Zachary los
recogería en París, pero estarían volando en un vuelo comercial desde Shanghái. —Eso me
da el suficiente tiempo para un masaje antes de la cena.
Él contuvo rápidamente la respiración y luego se metió las manos en los bolsillos. Un
vistazo rápido mostró que sus ojos se habían oscurecido. Ella no sabía si la idea de que
consiguiese un masaje lo encendía o le desagradaba, porque su cara seguía siendo tan neutral
como lo había sido desde que habían salido de la limusina.
—Indigo Flame sirve la mejor langosta en Shanghái. He reservado una mesa para las
ocho.
—Estupendo. Friday Child estarán presentándose en el club de al lado a las nueve,
por lo que va a ser perfecto. —Jax le había enviado otro mensaje cuando ella no acudió a su
ensayo en el avión. Un doble rechazo sería grosero.
Una vez más vio los labios de Zachary fruncirse y esta vez ella sabía que él estaba
disgustado.
Demasiado. Él no tenía derecho a mostrar ninguna emoción, sutil o de otra manera,
cuando ni siquiera habían llegado a primera base aún. O cuando él parecía decidido a
mantenerse a distancia.
Los últimos meses le habían enseñado a ella serias cadencias en la lectura de los
hombres, pero a pesar de eso, Zachary Savage había dejado claro (gráficamente claro), lo que
pretendía que pasase entre ellos. Sus palabras la habían dejado tan caliente, que estaba a unos
milisegundos de saltarle encima.
Excepto que él parecía no tener prisa para seguir adelante. Haciéndola una completa
49
tonta de que Chris le hubiese dejado cicatrices de las que estaba aterrorizada de nunca poder
sanar. Lo último que necesitaba eran señales mixtas de otro hombre.
Página
Él lo había dicho, cuando expresó que no tenía interés en la banda. De hecho, Zach
parecía desconcertado hasta el punto del nerviosismo, y estaban apenas a treinta minutos del
concierto privado de Friday`s Child`s.
—No te gustan las bandas de rock, ¿es eso? —Ella tuvo que apoyarse estrechamente
para ser escuchada por encima del ruido del rugido del cantante, lo suficientemente cerca
como para sentir el calor de la piel de Zach, justo por encima del cuello de la camisa y oler el
aroma fuerte y picante de su loción de afeitar.
En el club semi lleno de humo, pudo ver a mujeres y algunos hombres, dándole una
mirada, y detenerse para mirar de nuevo. Ni una vez devolvió la mirada o mostró interés. Su
atención se centraba exclusivamente, de lleno, en ella, de una manera que la hacía sentir como
si estuviera vinculada de forma permanente a una conexión eléctrica, por sólo sus ojos.
El negó con la cabeza y un mechón de su pelo le rozó la cara. Un temblor la recorrió.
—Me gustan las bandas de rock.
—¿Pero? —sondeó ella, deseando echarse a sus huesos. A pesar de que él digiera que
no necesitaban los artilugios superfluos de la totalidad de conseguir o saber una u otra cosa,
ella quería saber algo sobre el enigma que era Zachary Savage.
Hizo un sonido que estaba a medio camino entre un suspiro y un resoplido. —Alguien
que conocí amaba esta música. Oírla trae recuerdos.
Ella estaba tan sorprendida de que la hubiese dado algo personal que no quería
reconocer lo que le había dicho. Y sintió la próxima pregunta borbotear antes de que pudiera
detenerla.
—Alguien. ¿Te importaría profundizar?
51
Una vez más, duro y contundente. No tuvo que decir las palabras para ella saber que
necesitaba dar marcha atrás.
Esta vez, ella siguió el consejo. Empujando la vista de su mirada enérgica, observó el
escenario donde la canción llegaba a su conclusión.
Jax pasó por un elaborado riffs de batería, que terminó en un clímax ensordecedor que
hizo que la habitación se volviera salvaje.
A medida que aceptaron los aplausos, miraba hacia ella, apuntándola con un palillo y
le hizo un guiño.
—Le estas enviando señales equivocadas. Detente —dijo Zach, empezando a
reconocer cuando su voz se sostenía al borde.
—¿Discúlpame?
—No dejes que piense que te encuentras disponible, porque no lo estás. Y antes de
que me retes en eso, piensa en la inutilidad de ello por un momento. ¿Prefieres pasar tus
últimas horas en Shanghái discutiendo conmigo o disfrutando de la banda?
—Me destaco en las multitareas. Puedo hacer ambas.
—En lugar de discutir puedes decirme que está mal con tus pies —dijo.
—¿Mis pies?
—Has estado frotándote los arcos contra la pata de la mesa en los últimos diez
minutos.
—Me duelen más de lo que pensé que lo harían. La masajista me preguntó si quería
que los frotara pero lo rechacé porque no quería llegar tarde a la cena.
Ella había estado impaciente de verlo otra vez. Y él parecía saberlo. La sonrisa que él
le dio, envió escalofríos por toda su piel. Sus párpados descendieron y parecía debatir con él
mismo por varios segundos. Entonces, su palma cálida se deslizó bajo la pantorrilla y levantó
la pierna en su regazo.
Comenzó por detrás de la rodilla. Las manos cálidas y placenteras masajeaban los
músculos de sus muslos, en un masaje que de seguro la hizo expulsar todo el aire de sus
pulmones, e hizo a la sangre golpear fuertemente en sus oídos. Con los ojos fijos en el rostro
de ella, aplicó una delicada presión por todo el camino de su pierna hasta que pulsó el punto
previamente necesario, justo en el centro de su pie.
Bethany no pudo evitar el gemido que escapó de su garganta. Él lo escuchó. Sus ojos
grises se oscurecieron, casi negros, y sus fosas nasales se ensancharon en reacción. Presionó
su dedo pulgar sobre el músculo liso otra vez, lo suficientemente fuerte como para causar
placer y dolor. Su sexo palpitó violentamente.
52
Ella estaba demasiado lejos para tan siquiera pensar en ser ambigua. —Si.
La respuesta simple lo hizo sonreír. Fue una sonrisa de suficiencia, llena de
satisfacción desenfrenada. Ella le había dado al hombre lo que quería. Un sentimiento de
inesperada satisfacción hirvió en ella.
—¿Ves lo fácil que era? —El aumentó la presión, confirmando que esta no era la
primera vez que él daba un masaje de pie. Una lanza caliente la atravesó. Aturdida, se dio
cuenta de que estaba celosa.
—No presumas, Savage —espetó tratando de disipar el sentimiento—. Es un apagón.
Das buenos masajes de pies. ¡Vaya cosa!
Su sonrisa fue letalmente erótica. —Doy todo lo bueno.
—Y ahora sólo alardeas.
El la miró fijamente por un largo momento, luego miró alrededor, una breve mirada
de impaciencia turbulenta acompañó su movimiento. —¿Tenemos que quedarnos aquí? —
preguntó.
—Contestaré eso después de que hayas visto mi otro pie.
Él lo hizo, tan efectivamente que el gemido que había jurado no pronunciar de nuevo,
saltó fuera, antes de que lo pudiera detener.
Sus manos apretaron por unos segundos. —Dios, no puedo esperar para oír tu gemido
así cuando mi penr se hunda dentro de ti.
Ella tiró de su pie ante la imagen que se elevó en su mente. El arrastró su pie cerca,
más profundamente entre su entrepierna. Cuando ella se dio cuenta exactamente de a dónde
el cojín de su pie se apoyaba, jadeó.
Era grande, pleno y sólido como el acero. Antes de que pudiera desechar el
pensamiento, su pie se flexionó contra él.
Su gemido fue bajo y grueso, un sonido que retumbó a lo largo de sus nervios y se
estancó directamente entre sus piernas. Apretó su pie contra él por un segundo, luego a
regañadientes lo sacó. Con cuidado, bajó su pie y puso los zapatos de regreso.
—No es que no aprecie los trabajos de pie, melocotón, pero la primera vez que hagas
que me corra, quiero estar sentado completamente en tu dulce sexo, con tus gritos sonando
en mis oídos.
Su cerebro se estaba friendo pero ella aun consiguió dejar escapar: —Umm...
¿Melocotón?
Su sonrisa era amplia, caliente y tan hermosa que hizo que su pecho doliera justo al
verlo. —Ese trasero tuyo me hace pensar en los endurecidos y suculentos melocotones. No
puedo esperar para dar mi primera mordida.
53
Ella estaba aún absorbiendo eso cuando él se acomodó, atravesó una mano
Página
ligeramente temblando a través de su cabello y se paró. Él la miro desde arriba con una mano
extendida.
La banda estaba en el medio de una melodía alrededor de una caliente noche
sofocante, cuando ella le dio la mano y dejaron el club.
Tracy esperaba por ella, tanto Louis Vuitton de fin de semana como Keely, habían
insistido que llegara a un acuerdo satisfactorio en la compra de un portero cuando llegó a su
habitación.
La pequeña morena contempló vacilando, entre Zach y ella, y Bethany capturó una
ligera mirada escondida de envidia mientras sus ojos seguían a Zach hacia la puerta de la
habitación.
Ella se dio vuelta y capturó la mirada de Bethany, entonces sonrió rápidamente. —Es
un placer ser su anfitriona, señorita Green —dijo, con un tono que no traicionaba nada
excepto puro profesionalismo.
Bethany sonrió acerca de los sentimientos extraños que corrían a través de ella. —
Gracias, Tracy. Lo siento pero no me quedaré para el viaje completo.
—Eso está bien. Será un placer ser su anfitriona otra vez sí... quiero decir, cuando se
una a nosotros en otro viaje.
Puesto que no había ninguna oportunidad de que pasara de nuevo en esta vida,
simplemente Bethany sonrió. Amplió su sonrisa cuando Philip surgió de la habitación de
Zach, cargando unas grande maletas de diseñador.
Él intercambió algunas palabras con Tracy antes de seguir a Bethany hacia el elevador.
Bethany giró cuando Zach llegó. Inmediatamente, ella sintió que su rodilla fue
golpeada por una chispa de reconocimiento y aumentó la frecuencia de su pulso observando
sus movimientos.
Como si se sintonizaran a la perfección, su cabeza se quebró y sus ojos se estrellaron
con los de ella.
Una leve sonrisa levantó sus labios y ella se olvidó de respirar.
—No me percaté de que Philip estaba contigo en este viaje, también —dijo ella.
—Phillip ha estado conmigo por alrededor de diez años —contestó.
La sorpresa hizo que su paso vacilara. —Pero pensé que era mi guardaespaldas
personal.
—Pude haber hecho algunos ajustes a los arreglos antes de salir de New York.
—Algunos ajustes... ¿Quieres decir que estabas muy seguro de conseguir este final?
¿De que vendría contigo?
54
—Seguro, no. Esperanzado. Además, creo en Philip. Más que en cualquier ser
Página
humano.
La inesperada revelación de su vida la hizo contemplarlo, reteniendo su aliento
mientras esperaba por más.
Pero él simplemente entró al elevador y pulsó el botón para el primer piso.
El viaje en limosina al aeropuerto fue diferente del viaje que los había traído al hotel
de su gira.
Con el negocio mundial y activo al otro lado del globo, Zach Savage entró en el
completo modo empresarial. El auricular en su lugar, encendió la computadora portátil,
murmuró una excusa y luego, procedió a hacer una llamada, después de llamar por todo el
trayecto hacia el aeropuerto. Él cambiaba de francés a inglés, luego al alemán, con una fluidez
que la hizo estrechar sus ojos con asombro. Apenas se detuvo para enseñar su pasaporte
antes de volver al teléfono otra vez.
Estaban dejando el salón VIP para abordar su vuelo cuando dio vuelta hacia ella con
esos ojos aplastantes como rayos de sosiego. —Me disculpo por esto, pero estoy tratando de
despejar mi agenda tanto como me sea posible antes de que lleguemos a París. ¿Está bien
eso?
La idea de ese caliente, deliciosamente sexi billonario, preguntándole a ella si estaba
bien conducir negocios, se derretían con el trazo de irritación que estaba sintiendo. El
pensamiento de que él estaba despejando su agenda sólo para ella, hizo que su pecho doliera
en una forma no familiar. Buscó su bolso.
—Está bien. Adelante. Tengo que hacer algunas llamadas.
Cuando él se heló y levantó una ceja, ella contestó—: Mis padres. Les prometí estar en
contacto cuando llegara a Shanghái. —Ella también necesitaba dejarle saber a Keely que
estaba desviándose hacia su experiencia de una vez en la vida.
En cuanto a si sería Keely subyacente para ella o no, era otra situación. Por toda su
actitud de coge la vida por los cojones Keely podría ser extremadamente fundada y
conservadora en ciertas situaciones.
Ella no podría pensar que Bethany estaba cometiendo un error al aceptar lo que fuera
que Zachary Savage estuviera ofreciendo. Incluso otra vez, ella podría.
Lo cual fue por qué Bethany se acobardó y envió a su mejor amiga un mensaje de texto
en lugar de llamarla, después de hablar con sus padres. A pesar de que ellos se sorprendieran
de su abrupto cambio de planes, aceptaron su despreocupada explicación sobre por qué
había abandonado la experiencia del Salón Indigo... Había decidido unirse a un amigo en
París y Morroco en vez de terminar su viaje.
Ella apagó su teléfono y siguió a Zachary Savage hacia primera clase. Notando que
ellos eran los únicos ocupantes, se giró hacia él. Su mirada estaba firmemente fija en ella
55
mientras conversaba en un fluido italiano y cortaba la conexión sólo cuando una azafata dio
Página
un paso adelante y les mostró sus asientos. Bethany aceptó la copa de champaña fría y las
trufas de chocolate con una sonrisa y trató de no mirar atemorizada los alrededores lujosos.
Zach cortó sus conversaciones, el tiempo suficiente para despegarse. —¿Todo fue bien
con tus llamadas?
—Mis padres no saben mucho sobre mi viaje para preguntar por qué estoy
descendiendo hacia la locura por abandonarlos. Todo lo que quieren saber es que estoy a
salvo.
El asintió. —Tu seguridad está garantizada. Nunca dudes eso.
Había una intensa convicción en su tono que le hizo creer en él. Tomó un pedazo de
chocolate, le dio a ella de comer, observando su boca con hambre, con ojos intensos, mientras
ella masticaba y lamía sus labios.
Con lo que parecía un esfuerzo monumental, él finalmente apartó su mirada y se sentó
hacia atrás en su silla. —Trata de dormir un poco, melocotón. Necesitaras tu fuerza en las
horas y días por venir.
—¿Otro alardeo, Savage?
—Un aviso muy amistoso de un carnívoro muy hambriento quien tiene la intención
de parar sólo cuando estés en peligro de convertir tus piernas en unas torcidas —dijo
oscuramente. Él tomó su copa de champaña casi vacía y la puso a una lado. Luego, desplegó
suavemente la manta de casimir de lujo que la azafata le entregó.
Antes de que ella pudiera preguntarle qué estaba haciendo, presionó el botón en su
asiento y Bethany cayó reclinada con un casi silencioso quejido.
Cuando estuvo totalmente reclinada, colocó la manta sobre ella y la arropó. Agarró su
copa y levantó una ceja a ella.
Ella sacudió su cabeza porque no necesitaba más alcohol. Entre el poder de sus
palabras y gentileza de su toque, todo su cuerpo estaba zumbando.
Este hombre era fuerte, poderoso, pero sensitivo en una manera que levantaba miedos
profundos en su corazón. Si ella no era cuidadosa, él podría devastarla. Y todo, incluso, antes
de poner un sólo dedo en ella.
Él se giró hacia ella y le dio una de esas sonrisas derrite almas. Luego, colocó el
auricular de vuelta a su sitio, iniciando otra conversación de negocios.
Ella trató de leer una revista por un rato, entonces sintió sus párpados comenzando a
cerrarse. Era como si se sintiera adormecida, protegida en una manta gruesa y lujosa de
casimir que irrumpió su pensamiento.
Ella nunca le preguntó lo que había querido decir con; cuando el tiempo es correcto.
56
Página
7
Traducido SOS por Michelle M, Pagan Moore & Jessibel
Corregido por Florpincha
El aliento de ella quedó atrapado por la visión de infarto de la Torre Eiffel. A su lado,
en su lujurioso coche un Maybach Laundaulet, Zachary se giró hacia ella y sonrió, pero había
una distancia en sus ojos, la misma distancia que ella notó cuando habían llegado hace media
hora, lo que la hizo alarmar.
—¿Es tu primera vez en París? —él preguntó.
—No, mis padres me trajeron aquí por mis veintes. Me prometí que algún día
regresaría. —No dijo que prometió regresar con el hombre que amaba. El hombre que pensó
durante mucho tiempo que sería Chris.
Apretó las manos agitadas en el asiento de piel blanco y suave, y se obligó a apartar
esos pensamientos. Ellos estaban en la ciudad de los amantes.
Cuándo, exactamente, ella y Zachary alcanzarían ese estado, era algo que empezaba a
vislumbrarse como un espectro de incertidumbre en su mente. Lo miró y se dio cuenta que
su mandíbula estaba más tensa de lo que lo estaba hace minutos.
¿Estaba preocupado por su reunión? ¿La ciudad le traía malos recuerdos?
—Esta no es tu primera vez, obviamente —se aventuró a decir.
—No, no lo es. Pero estoy esperando que después de hoy pueda permanecer alejado
por un tiempo.
Ella frunció el ceño. —¿Por qué quieres alejarte?
—Espero que mis negocios se cierren el día de hoy. Entonces no habrá ninguna
necesidad de volver.
Su móvil pita con otra llamada entrante. Las últimas doce horas habían demostrado
lo ocupado que está. Su móvil no dejó de sonar. Ella se sorprendió que logró mantenerse en
forma mientras se encontraban turisteando en Shanghái con ella.
Está vez la conversación se hizo en un bajo y seductor francés, que resultó ser
sorprendentemente corta antes de colgar.
—¿Todo bien? —No pudo evitar preguntar. Cada vez se daba cuenta de lo poco que
lo conocía.
Volteó con esos ojos hipnotizantes hacia ella, pero cuando sonrió, parecía tenso.
—Todavía no, pero me ocuparé de eso. Nosotros estamos aquí.
57
ocupaba una esquina orgullosa y posesiva en Rue de Rivoli, con una impresionante
arquitectura histórica de piedra. Exudaba riqueza y clase de una manera que muy pocas
construcciones podían, desde las banderas en los pórticos que se agitaban junto con banderas
francesas que al parecer tenían mástiles de oro.
El corazón de ella martilleaba mientras fue ayudada desde el asiento trasero por un
portero uniformado. Igual que en Shanghái, Zach fue tratado como un rey.
Observó desconcertada mientras el director hizo una reverencia y se encaminó al
ascensor que los llevó a la suite presidencial.
Apenas habían entrado cuando Zach se giró hacia ella. La distancia aún seguía,
haciendo que su corazón latiera con temor. Antes de que pudiera reunir el valor para
preguntarle en qué estaba pensando, él empezó a retroceder.
—Siéntete como en casa. Pide servicio a la habitación. Estaré de vuelta en unas pocas
horas.
—B... bueno.
Él empezó a caminar hacia la puerta y se detuvo, y luego se giró sobre sus talones.
—¿Y Bethany?
—¿Sí?
Extrañamente, la vista de sus puños a sus costados la hizo sentir mejor. Su mirada la
devoraba aterradoramente, pero aún asegurándole que estaba loco por la carga sexual hacia
ella. No estaba sola en ello.
—Quiero que sepas esto. Todo cambiará a mi regreso.
Todo cambiará a mi regreso.
Las palabras resonaron en su cabeza mientras las horas pasaban con una lentitud
insoportable. Se duchó, cambió de canal en canal, acomodó de nuevo su ropa ya organizada.
Después pidió una hamburguesa y papas fritas que fueron lo más celestial que había
probado.
Y aún así sólo habían pasado dos horas.
Incapaz de seguir sentada por más tiempo, Bethany agarró la brillante guía de viajes
del hotel. Las boutiques en la lista de compras hicieron que saltara y agarrara su bolso.
Mientras salía de la habitación, le agradeció a las estrellas de no sucumbir a la presión
de Chris para romper el cascarón que había recibido de sus abuelos de un depósito para un
apartamento más grande. Claro, derrochar el dinero en ropa interior para su cita con un
multimillonario caliente no era exactamente lo que había tenido en cuenta, pero a la mierda,
el imbécil de Chris no le había dejado ninguna duda que el mundo podía ponerse patas arriba
y volcarse sobre ella en un abrir y cerrar de ojos.
¡Ve a lo grande o regresa a casa!
Compró seis pares a juego de sujetadores y bragas en la primera tienda. Maquillaje
con algunos consejos sobrecargados vinieron de la asistente de la segunda tienda. Pero fue
la tercera tienda la que le quitó el aliento. Los vestidos estaban en tonos índigo. El corazón le
martilló mientras se movió a través de los largos vestidos de noche y ropa informal de día,
58
pero sofisticada. Tocar el color que era tan especial para Zachary la hacía sentirse cerca de él,
Página
de alguna manera.
Bethany no estaba segura de cuánto tiempo se quedó en la tienda, pero comenzó a
notar las miradas curiosas de las asistentes de ventas.
Después de que se le preguntó por quinta vez si necesitaba ayuda, eligió un vestido
corto de encaje, a mitad de su muslo, junto con unos pendientes.
Saliendo, se precipitó hacia la última tienda, una perfumería, y se abasteció con sus
aromas favoritos.
El portero la estaba esperando junto a la puerta y la abrió para ella. —Tomaré sus
maletas, señora.
Ella se rió. —Tengo veinticuatro. La palabra señora hiere mis sentimientos. Y puedo
llevar mi propio equipaje, gracias.
Él asintió con dignidad pero parecía en desacuerdo. Llamó el ascensor y fueron al
penthouse en silencio.
En un rápido vistazo a su reloj demostró que había estado fuera por dos horas. Con
un poco de suerte, no tendría mucho tiempo para esperar a Zach...
—¿Dónde demonios has estado?
Las bolsas cayeron de sus manos.
Él se quedó de pie sin moverse, más grande que la vida, con los ojos en llamas por el
hambre y... ¿ansiedad?
—Estás de regreso —dijo ella estúpidamente, pero una vez más, la belleza de él había
robado su inútil cerebro. Y el hecho de que había estado preocupado por ella, le envió un
estremecimiento de placer.
Entonces vio su mandíbula tensa y la piel fruncida alrededor de su boca. El tipo estaba
seriamente irritado por algo.
—Pensé que te habías ido.
Ella frunció el ceño. —¿Por qué habría de irme?
Él pasó una mano por su cabello. —No tenía intensión de estar fuera por tanto tiempo
y cuando regresé y no estabas aquí... pensé que habías cambiado de opinión. No le dijiste a
Philip a dónde ibas...
—Porque sólo bajé por algunas cosas...
Su mirada fue de ella hacia las bolsas de compras. Pero apenas un segundo después
esa mirada imparable estaba sobre ella de nuevo, inmovilizándola en el lugar, deteniendo la
respiración de sus pulmones.
Él caminó más cerca. Esta vez se dio cuenta que sus puños no estaban apretados. Y la
mirada en sus ojos cambió de hambrienta a advertencia depravadora. —¿Te fuiste de
compras?
Ella asintió, incapaz de hablar más allá de la locura martilleando en su corazón.
—Philip te habría conseguido lo que necesitabas.
—Yo... me estaba volviendo loca aquí. Quería salir solo por un rato.
Él la alcanzó, pasó a su lado y cerró la puerta. Al cerrar la casa retumbó con un
59
Pero sólo a escasas pulgadas, como si ahora él se había dado el permiso de tocar, como si no
Página
pudiera soportar estar más de un pelo de distancia. Tocó su frente con la de ella.
—Oh, dulce bebé. Voy a disfrutar de follarte. Voy a follarte muy duro durante mucho,
mucho tiempo. Y vas a amar cada segundo de eso.
Sus manos dejaron su pelo y fluyeron por su cuello hasta los hombros. Él miró hacia
abajo, vio sus pezones apretados y duros y gruñó. —Y cuando estés demasiado cansada para
moverte, voy a chupar esas bonitas tetas hasta que me supliques follarte de nuevo.
Él la agarró por la cintura, la tomó en sus brazos y se dirigió hacia el gran sofá en la
sala de estar. La luz del sol temprano por la noche se inclinaba en la habitación, fundiéndola
en un brillo dorado. A su alrededor, la riqueza y la influencia de Zachary exigía la admiración
y la apreciación, pero Bethany sólo tenía ojos para el hombre increíblemente hermoso delante
de ella. El hombre que humedeció sus labios mientras su mirada la recorría de arriba abajo y
viceversa.
Ella dejó que su propia mirada fluya sobre él, el pecho duro que había sentido bajo
sus manos momentos atrás se levantó al respirar. Y debajo del cinturón de su pantalón, la
erección rígida que ella había sentido se esbozó, grande y gruesa.
Ella fue a su cinturón, incapaz de esperar un momento más para ver su pene.
La necesidad ardiente a través de ella se sentía ajena, cruda, la anticipación era casi
dolorosa.
—Bethany, espera.
Ella gimió. —No, no quiero esperar. Te quiero. Dentro de mí. Ahora mismo.
Su mandíbula se apretó y sus fosas nasales se encendieron. —Mierda.
—Esto no era parte de tu plan, ¿verdad? —Una sensación de poder burbujeó a través
de ella cuando notó que la mano que arañaba su pelo temblaba visiblemente.
—Quise probarte por todas partes, el banquete de esa dulce vagina...
—También quiero eso. Pero más tarde. Por favor, Zach, me has hecho esperar durante
dos días. No me hagas esperar más.
—Bethany... ah mierda.
El vestido que había usado para ir de compras en la planta baja fue arrancado de su
cuerpo. Su sencillo sujetador de algodón sufrió el mismo destino. En la primera vista de sus
pechos desnudos, él se congeló.
—Jesús. Eres increíble. —Él bajó la cabeza y pasó la lengua por las laderas superiores
de su pecho, las dos manos ahuecándola y moldeándola mientras rozaba sus dientes
ligeramente sobre su carne. Chupó un pezón, y gimió fuerte y profundamente apreciándola.
Hizo distintos movimientos largos con su lengua y luego se movió al otro pecho y entregó el
mismo tratamiento.
Sus gemidos de agradecimiento enviaron una calentura de necesidad a través de ella.
—Dios, eres tan hermosa.
Ella se balanceó y él la sujetó con un brazo alrededor de su cintura, se volteó y la
tumbó en el sofá.
—No puedo devolverte el cumplido si insistes en estar completamente vestido.
61
Bethany nunca se habría imaginado que iba a conseguir mojarse sólo con la risa de un
hombre. Pero al escuchar la risa de Zachary mientras él se desabotonaba la camisa, hizo un
cosquilleo sexual aún más severo mientras el placer líquido la manchaba.
En la primera vista de su suave pecho, cincelado, el deseo golpeó a través de ella.
Sintió que sus ojos se abrieron cuando lo acogió. Sus hombros eran poderosos, se adaptaron
con bastante facilidad para mantener a sus piernas mientras él se estrellaba contra ella. Con
los brazos, con el músculo liso, flexionados mientras alcanzaba su cremallera. Su respiración
se volvió irregular. Cuando volvió a mirarlo a los ojos, su mirada estaba fija en ella.
—Lames tus labios así cuando ves mi cuerpo y uno de nosotros va a terminar pagando
un precio muy elevado.
Desde el principio, Bethany se dio cuenta de que eso era exactamente lo que había
estado haciendo. —No puedo evitarlo. Eres maravilloso —espetó ella.
Él aspiró con fuerza, como si lo hubiera sorprendido. Sus movimientos eran
ligeramente espasmódicos mientras él se quitaba los zapatos, los calcetines y los pantalones.
Maravillosamente desnudo, Zachary Savage era una obra de arte puro. Pero la mirada
de Bethany estaba fija en la abundante longitud de su pene, que ahora él se agarró al mirar
con avidez hacia abajo en su cuerpo.
¡Jesús, era grande! Un pico de aprehensión perforó su deseo causando un escalofrío a
través de su cuerpo.
Él se dio cuenta y se acercó más. Dejándose caer sobre ella, la besó hasta que la
aprehensión se derritió. —No tienes que preocuparte, hermosa Bethany. Me ocuparé de ti.
Su mano se deslizó sobre su pecho cuando él selló su boca sobre la de ella, otra vez. El
placer rebotó a través mientras él pellizcaba sus pezones y luego fluía sobre su abdomen
inferior. Suaves dedos trazaron la costura de sus bragas y entonces se dejó caer más bajo.
Un dedo grueso rozó su clítoris. Sus caderas se sacudieron con tanta fuerza, que casi
desalojó su mano.
—Cristo, eres tan sensible —gimió él contra su boca, luego sumergió el dedo de nuevo,
burlándose, torturándola, entregándole placer, enviando un fuego que se precipitó sobre sus
nervios.
Su boca abandonó la de ella, mordiendo el lóbulo de su oreja antes de succionarla.
Abajo, uno de sus dedos se unió al otro y comenzó a un ritmo constante, implacable.
—¡Zach! ¡Oh, Dios! —Sus muslos se sacudieron y se abrieron para acomodarlo,
meciendo sus caderas a un ritmo de los suyos cuando su placer se intensificó.
La boca de Zach se arrastró hacia abajo, capturó un pezón y tiró de éste
profundamente en su boca. Ella gritó cuando su pulgar substituyó su dedo en una fricción
cada vez mayor que hizo explotar estrellas detrás de sus labios. Sumergió un dedo en su
vagina. Sus músculos se apretaron inmediatamente a su alrededor, agarrándola con una
necesidad salvaje cuando el hambre abrazador la atravesó.
—¡Qué vagina codiciosa tienes! ¿Quieres más? ¿Quieres otro dedo? ¿Hmm? —Su
lengua se arremolinó alrededor de su pezón mojado, su aliento caliente sobre su carne
62
mientras hablaba.
Página
de golpe dentro de ella. Abrumada por la intensidad de este, sus ojos comenzaron a cerrarse.
Página
El apretó su muslo y miró al expuesto sexo. —Mierda, no. Ese debería ser mi
Página
pensamiento. Porque eres el premio por el que cualquier hombre mataría, Bethany. Pero estas
aquí ahora, conmigo.
—No cualquier hombre —dijo ella, el dolor del bárbaro recuerdo la atravesó. Cuando
él se tensó, ella se maldijo a sí misma por ser incapaz de empujar totalmente, los fantasmas
indeseados, por arruinar este momento increíble.
Pero era demasiado tarde. Los ojos de Zachary se habían agudizado con interés.
—¿Quién fue él? —preguntó, mientras colocaba su otra pierna sobre el estrecho sofá.
—Nadie... él fue...
—Dime —insistió con sus fuertes manos apretando su muslo en una orden mortal.
—Su nombre era... es Chris. Fuimos al colegio juntos. Nos mudamos a New York.
Pensé que éramos... seríamos...
—¿Te lastimó?
Su aliento temblaba, ella trató de apartar la mirada, pero su mirada lo evitó.
—Si. Me lastimó muchísimo.
—¡A la mierda con él! Fue un imbécil por dejarte ir... —Su mirada caliente se deslizó
sobre ella, hasta que se quemó entre sus piernas otra vez—. Por dejar ir esto, pero agradezco
que se haya ido. Porque eres mía ahora... Toda mía. —La posesividad en su tono de voz la
habría sorprendido si ella no estuviese abrumada— . Dilo Bethany.
—Soy... Soy tuya —susurró.
La satisfacción se esparció sobre su rostro cuando bajó a su cuerpo, entre sus piernas.
Deslizó sus manos bajo las caderas, mientras agarraba su cintura desde debajo. La visión de
sus poderosas manos sosteniéndola hacia abajo para su atención, explotó su mente.
Por supuesto, no era nada comparado con el primero, el vago deslizamiento de su
lengua subiendo las paredes de su sexo, el mero placer en su rostro mientras lamía sus labios
ante la primera muestra de ella.
—Jodidamente hermosa. Cristo, melocotón, podría comerte todo el día.
Ella sintió su rubor inundando su pecho y disparándose por su rostro. El rió por su
vergüenza y continuó lamiéndola. Fue cuidadoso de evitar su clítoris, ya tan en sintonía con
ella que supo que un solo toque la dispararía por las nubes. No es una mala idea, pero ella
estaba genuinamente asustada que otro orgasmo así de pronto la volvería loca.
Zach estaba en lo cierto. Su atención apática hizo que bajara su pulso lo suficiente para
ella disfrutar al observar lo que él le estaba haciendo. El tiempo dejó de importar cuando él
le dio placer con movimientos lentos y seguros.
Después de lo que pareció una eternidad, besó el interior de sus muslos y arqueó una
ceja. —¿Te sientes mejor?
—Si... Me gusta eso. Se siente muy bien. Él sonrió, la tensión de momentos atrás había
desparecido por completo. —Lo sé. Pero voy a follarte ahora, bebé. Se sentirá bien también.
Lo prometo.
65
Página
8
Traducido por Dahi, SOS por Camila Cullen y Michelle M
Corregido por Florpincha
Antes de que pudiera responder, le sumergió dos dedos dentro. Sus caderas se
arquearon fuera del sofá con las sensaciones aumentando, más alto que antes.
Él lamió su clítoris con la lengua mientras flexionaba los dedos, estirándola.
Preparándola para su posesión.
Con su mano libre, con pereza sacó un condón del bolsillo del pantalón. Con los ojos
en ella arrancó el envoltorio con los dientes y lo extendió por la ancha cabeza de su pene.
La sorprendió cuanta práctica parecía tener, pero la idea fue arrastrada un segundo
más tarde, cuando sus dedos se deslizaron y se sumergieron nuevamente.
—Estás tan húmeda para mí —canturreó con satisfacción—. Tan magnífica.
Acabó de rodar el condón y se estiró sobre ella, su cuerpo dorado, un paisaje
impresionante que le secaba la boca. Cuando fundió su boca en la de ella, Bethany la abrió
inmediatamente, su necesidad por él rayaba la locura.
El ancho de la corona de su pene le dio un empujón y se estremeció. —Zach...
—Me encanta la forma en que dices mi nombre. Gimes de una manera que me hace
querer sacar la mierda fuera de ti una y otra vez.
—Hazlo. Ahora —ella rogó.
—Ah, querida. ¿Cómo puedo resistirme a una invitación como esa, eh?
Se deslizó en ella, una pulgada perfecta a la vez hasta que ella se estiró tan apretada
que flotaba en la frontera entre el placer y el dolor.
—Voy a cuidar de ti, Bethany. Pero tienes que decirme si es demasiado, ¿de acuerdo?
Con el placer gritando a través de ella, asintió. Agarró su cadera mientras él
presionaba contra ella, ondulando un movimiento increíblemente suave que la ponía incluso
más húmeda.
Su renovada astucia la hizo gemir. —Jesús, ¿sabes lo que eso me hace? —se quejó.
Hundiéndose más profundo, se enterró casi hasta la empuñadura. No importaba el tiempo
que la había preparado, todavía no podía tomar todo de él.
66
rostro cuando se corcoveó salvajemente encima de ella, haciendo que se alargara sin fin su
Página
Su escalofrío visible lo hizo reír, incluso mientras dejaba llevar sus nudillos sobre su
sexo aún hormigueante.
—Pero antes, una ducha. Y algo de comida para ti.
Se puso de pie y sostuvo su mano para ella.
Mientras Bethany seguía su alto y esbelto cuerpo, trató de darle sentido a la infinidad
de emociones cayendo a través de ella.
Acababa de experimentar el más increíble episodio sexual de su vida. Euforia,
confusión y agitación peleaban dentro de ella.
Zach sintió sus emociones agitadas mientras la guiaba dentro del baño.
Demonios, él aún estaba tambaleándose por lo que acababa de pasar en el sofá de la
sala. Nunca se había corrido tan duro por tanto tiempo.
¿Y esa orden para ella de mirar en sus ojos mientras se corría? ¿De dónde demonios
había venido eso? La última cosa que quería era que cualquier mujer mirara dentro de su
alma.
La oscuridad de su alma y los ecos estériles de dolor que habían sido parte de él por
tanto tiempo, que difícilmente los notaba ahora, eran la última cosa que quería compartir con
Bethany; esta mujer ligeramente vulnerable y aún valiente, que no había corrido una milla
cuando captó un vistazo del tipo de hombre que era debajo del brillo civilizado.
Pero de alguna manera, al follar a Bethany, la necesidad de conectar con ella en ese
momento se había vuelto visceral, necesario. Su necesidad por ella había ciertamente sido
suficiente para impulsarlo en otro viaje del Salón Indigo después de que juró nunca poner
un pie en uno de sus aviones de nuevo.
Y, chico, casi había fastidiado su pene con la intensidad de eso.
Su pene, que se había despertado de nuevo cuando ella había mencionado su culo y
su anterior intento de ser bailarina, se puso más duro.
Mientras pasaban un gran espejo de pie, él miro su reflejo, vio su cuerpo sonrojado,
aún sudoroso por sus esfuerzos y peleó para no aplanarla contra la pared y cogerla otra vez.
Tiempo, ella necesitaba un poco de tiempo para recuperarse.
Que la verdad fuera dicha, también él.
Aún no se había sacudido el pánico residual que había sentido cuando volvió para
encontrar que se había ido. La sensación de pérdida y decepción habían sido tan agudas que
se preguntó si había perdido la cabeza. Había estado en el proceso de llamar a seguridad
para rastrearla cuando había aparecido. Eso por sí mismo lo había dejado estupefacto.
¿Cuándo había sentido esto fuertemente por alguna mujer lo suficiente para rastrearla
después de que se hubiera alejado de él?
70
Nunca.
Página
Y aun así el pensamiento de Bethany Green, una mujer que había conocido apenas por
dos días, caminando lejos de él...
Manos suaves tocaron su espalda y su mente se derritió.
Girando, la enfrentó ante el espejo.
Ojos azules, ahora más claros cuando no estaba atrapada en el torbellino de
sensaciones, lo miró. Cuando esos ojos cayeron a su boca, el calor se disparó a su ingle.
La forma descarada en que ella lo deseaba, lo excitaba más de lo que había estado en
un largo tiempo. Sus ojos se posaron de nuevo en él y pudo ver la duda en sus profundidades.
Él acunó su cara e inclinó su cabeza hacia arriba. —No tengas miedo de decirme lo
que quieres, Bethany. No retengas nada entre nosotros. Si quieres besarme, bésame.
Cualquier cosa que quieras, tómalo. Porque seguro como el infierno que yo no me voy a
retener cuando se trate de ti. ¿Entendido?
Los ojos de ella se abrieron, esta vez con emoción y una pizca de temor que había visto
antes. Cualquier cosa que la idiota de su ex le hubiera hecho, la había hecho dudar de su
sexualidad y feminidad. Apenas se detuvo de maldecir y esperó a que ella respondiera.
Cuando no lo hizo, pasó el pulgar por su labio inferior. Sintió que temblaba bajo su toque.
—¿Bethany? Dime lo que quieres.
Ella tomó una respiración profunda. —A ti. Te deseo tanto que no puedo entenderlo.
Acabamos de tener sexo y sin embargo te deseo de nuevo. Como ahora mismo...
El alivio atravesó el pecho de él. Al sexo podría hacerle frente, incluso si esta marca
loca de sexo fuera algo nuevo con la que no estaba familiarizado.
Sonriendo, la besó. —Me alegro que te sientas así, nena. No me gusta que pensaras
que era un loco obsesionado con el sexo que devora orgasmos para el desayuno.
—Un Dios del sexo.
—¿Disculpa?
—Dios del sexo. Eso es lo que pensé en el momento en que te vi.
Él sintió que su sonrisa creció. —Y yo pensé que ibas a irte antes de que tuviera la
oportunidad de conseguir mi boca en ese jugoso capullo que tienes.
La sonrisa de ella se hizo más amplia. —¿Pensaste que me iba a ir?
—Estuviste en esa maldita puerta por tanto tiempo, que pensé que te habías
convertido en una estatua. Luego entraste y Johnny Boy tenía sus ojos de perro en ti, quería
romper sus dientes.
—Jason es un tipo dulce.
Una sensación desagradable amenazó con arruinar su estado de ánimo. —Él quería
follarte.
La sonrisa de ella se atenuó un poco y se dio cuenta que él gruñó la respuesta. Pero no
71
las retiró. Las partes de sí mismo podían revelar a Bethany lo necesario para que se acercara
Página
rápidamente. Él no quería que hubiera algún malentendido cuando se trataba de lo que
quería.
—¿Qué es lo que te preocupa? —preguntó, conteniendo el aliento por su respuesta.
—No lo sé. Nadie me ha hecho sentir de esta manera antes. —Una vez más el dolor
ensombreció sus ojos.
De nuevo él luchó contra una maldición. —Me siento de esa manera por ti. Estoy
increíblemente posesivo por ti. El pensamiento de otro tipo acercándose — se echó hacia atrás
para mirar la perfección de su cuerpo—, me vuelve loco.
—Apenas nos conocemos por dos semanas, Zach.
—Sabía cómo me iba a sentir antes que viera tu cara.
La respiración de ella se entrecortó. —¿Qué... qué estás diciendo?
—Que no sé qué demonios es esto. Pero ningún otro tipo se te va acercar mientras
nosotros estemos saliendo.
—¿Y cómo vamos a seguir saliendo? Ni siquiera sé dónde vives o si nos veremos de
nuevo una vez que este viaje termine.
—Me verás. Eso te lo prometo.
Las preguntas llenaron sus ojos. Preguntas que no estaba listo para responder todavía,
porque aún no había descubierto las respuestas. Y sobre todo cuando su pene se puso tan
duro que podía clavar clavos. Tirando de ella cerca, reanudó su viaje al baño. La miró para
encontrar su mirada en el ancho baño, con sus rasgos pálidos.
—¿Qué pasa?
—No me gustan las tinas.
Zach dejó llevar su boca por su mandíbula y cuello. —Para lo que tengo en mente, es
mejor tomar una ducha.
Ella se alivió y se echó hacia atrás. —¿Qué es exactamente lo que tienes en contra de
las tinas de baño?
Ella sacudió la cabeza, sus manos se deslizaron por su pecho mientras se inclinaba
más cerca. —No quiero hablar de eso ahora mismo, ¿si no te importa?
—Si me importa. Pero voy a dejar que me distraigas con esos deliciosos pezones que
estás frotando contra mi pecho.
En la inmensa ducha, programó la temperatura en el panel electrónico y encendió la
ducha grande. Seis chorros de agua caliente se arrojaron en el espacio. Él miró por encima
hacia el gran banco al lado opuesto de la cabina de ducha y la descartó.
Eso vendría después. Por ahora, él tenía un deseo más urgente.
—He querido azotar ese culo carnoso y apretado que tienes. Lo he querido sostener
mientras te follaba en el sofá. Pero en realidad no lo he visto completamente. Así que,
72
Le golpeó el culo con la fuerza suficiente para picar, a continuación, se quejó. —Dios,
Página
acabo de poner tu culo rosado. —Lo golpeó de nuevo por si acaso, luego reverentemente
frotó la loción, apretando y acariciando su piel una y otra vez.
Con cada caricia, se sentía amortiguar su sexo, calor líquido exudaba para unirse a la
flor nata de su orgasmo, haciéndola más resbaladiza de lo que nunca había estado en su vida.
Cuando Zachary dio un gruñido animal, ella se quejó con el erotismo de él. Que,
finalmente, le llamó la atención. Lo que vio en su cara hizo que sus ojos de plata se
oscurezcan. Él se sacudió hacia adelante, pulsando su pecho sobre su espalda. Su creciente
barba rozó la mejilla mientras que sus afilados dientes atrapaban los lóbulos de su oreja.
—¿Recuerdas lo que dije acerca de poner mi pene entre esos dulces globos?
—¿Si?
—Pon las manos en la pared, melocotón. —Estoy a punto de cumplir mi promesa.
Ella se preparó. Dio un paso adelante.
La sensación de su caliente, aterciopelado duro pene deslizándose entre sus nalgas era
la sensación más sensacional del mundo. La boca de Bethany se abrió cuando sus muslos
temblaron con la fuerza de oposiciones.
—Jesús... ¿Cómo...?
Zack dio una media sonrisa, mitad gemido. —Lo sientes, también. Es una locura lo
bien que se siente, ¿no es así?
Se apretó más profundo entre sus globos, deslizó su pene arriba y abajo. Nunca se
había imaginado lo sensible que era hasta que sintió la cabeza del pene acariciando el espacio
entre su vagina y el ano. En el primer paso de su corona contra su apretada apertura, ella se
sacudió con una sensación diferente derramándose dentro de ella.
—¿Te gusta eso?
—Se siente... diferente.
Se deslizó sobre la entrada de nuevo, presionando la parte inferior de su ondulación
y las venas de su pene contra ella.
Una vez más, la sensación le debilitó sus rodillas.
La idea de que ella podría recibir el juego anal ni siquiera se le había ocurrido. A pesar
de su estrecha relación con su vibrador, nunca había sido lo suficientemente valiente para
aventurarse más allá de su clítoris.
Ahora el demencialmente erótico, y Dios, si, pensamientos aterradores se precipitaron
en su cabeza.
¿Podría ella...?
Sacudió la cabeza para disipar la idea. Zach se rió como si hubiera leído su mente.
—¿En qué estás pensando, niña traviesa?
—Umm... nada —jadeó, cuando apretó su ritmo.
74
minutos.
Página
—¿Treinta minutos?
—Sí. Eso es todo lo que podría haber impedido que esto suceda. —Hizo un gesto entre
ellos, sin apartar la mirada de su cara.— No creo en las coincidencias o el karma o cualquiera
de esa basura. Pero no puedo evitar pensar que estaba allí en Nueva York por una razón.
Porque ahora que esto ha sucedido, no puedo imaginar cómo habría sido el resto de mi vida
sin esta experiencia.
Justo así, la había derribado. Las lágrimas brotaron de sus ojos y parpadeó a toda prisa
para alejarlas.
Tragó. Entonces volvió a tragar saliva, pero el nudo en la garganta se negó a moverse.
Habló alrededor de eso. —Para un tipo que no cree en el karma, es una gran
responsabilidad el poner esto a los pies de la coincidencia.
—Tengo la sensación que nos habríamos conocido en algún momento. Tarde o
temprano.
—¿Y cómo lo sabes?
Se encogió de hombros.
—Trabajas en la organización de eventos. Tengo varias empresas que utilizan a
organizadores de Nueva York.
—Eso sigue siendo grande.
—¿Así que tú piensas que era el destino?
Lo que había sucedido entre ellos, lo que estaba ocurriendo, se sentía demasiado
poderoso para ser cualquier cosa ocasional. Y para ser honesto, la asustaba.
—No lo sé. Tal vez.
—Sea lo que sea, me alegro que haya sucedido. Ahora.
—¿Por qué?
—¿Preferirías que nos hubiéramos conocido cuando tuviera noventa y no pudiera
cogerte más que una vez a la semana?
Ella rió. —Creo que no. —Tomó otro bocado de la comida y masticó, sumamente
consiente de que todavía la estaba mirando fijamente. Bethany se preguntó si alguna vez se
acostumbraría a la mirada sin vergüenza e invasiva de Zach cada vez que estaban en la
misma habitación. Era casi como si quisiera hacer una madriguera bajo su piel y aprender
todos sus secretos.
Lo extraño era que una parte de ella quería entregarle esa libertad. —Así que treinta
minutos, ¿y a dónde te habrían llevado exactamente? —Preguntó.
Tomó un sorbo de vino antes de contestar. — San Francisco. Ahí es donde estoy en la
sede. Tengo una casa en las palizadas. Paramos en Newark para reabastecer.
77
—No —sus párpados bajaron, ocultando la mirada de sus ojos. Cuando los
levantó de nuevo, su expresión era cuidadosamente neutral.— Crecí en Luisiana.
Su voz le advirtió de no investigar más allá. A pesar de la viva curiosidad que la asaltó,
prestó atención a su voz. Había una razón por la que Zachary Savage vigilaba su privacidad
rabiosamente. Fuera de este mundo de sexo no le dio el derecho a conocer todos sus secretos
o viceversa. Aunque había una cosa que le daba curiosidad.
—¿Por qué Índigo? —preguntó— ¿Es tu color favorito o algo? Una esquina de su boca
se elevó en una sonrisa que estaba fuera de la escala de atractiva. Sus entrañas se apretaron
con más fuerza.
—Parcialmente. Índigo es mi segundo nombre.
Su boca se abrió. —De ninguna manera. ¿Tu nombre es Zachary Índigo Savage?
¿Fueron tus padres hippies o algo?
La sonrisa desapareció.
—Si... algo. ¿Podemos cambiar de tema? —Los ojos grises oscuros la atravesaron, una
ceja se planteó de manera que dijo el signo de interrogación etiquetado al final de la frase la
cual era solo una formalidad. Una gran cólera se arremolinaba a través de ella.
—Podemos, pero necesitas saber por adelantado. No me gustan los secretos. Mi ex
mantuvo un gran secreto de mí y me hizo creer que éramos sólidos cuando no lo éramos.
—Te dije que era un idiota.
—Sea como fuera, preferiría no tener otra bomba cayendo a mis pies cuando menos lo
espero. Si no quieres que te conozca mejor, está bien. Me gusta pensar que mis instintos son
lo suficientemente inteligente para no estar durmiendo con un asesino en serie o un sádico
golpeador de cachorros. Pero quiero cierta seguridad de que nada de lo que estamos
haciendo ahora tendrá ninguna repercusión en mi futuro.
—Te puedo garantizar que nunca he pateado a un cachorro en mi vida y no poseo un
hacha, ninguna que haya empuñado personalmente. En cuanto al resto, nadie puede
garantizarlo, melocotón. Pero te puedo dar ciertas garantías.
—¿Cómo cuáles? —presionó ella. —Como exclusividad. Y el conocimiento de que no
hay nada en mi pasado que te afectará directamente de ninguna manera perjudicial.
—¿E Indirectamente?
Se encogió de hombros.
— Trato de mantener mi vida privada en privado, pero no siempre tengo éxito. No
con la tecnología moderna tan generalizada como lo está. Los medios de comunicación
podrían descubrir que estas conectada a mí. ¿Eso te molesta?
—Depende. ¿Quieres que sea tu pequeño y sucio secreto?
78
Tomó otro sorbo y se lamió una gota de vino de los labios de una manera que hacía
querer saltar por encima de la mesa, alimentarse de cada pulgada de su boca y luego trabajar
Página
el resto de su cuerpo bien hasta que estuviese tan necesitado como ella lo estaba.
—Melocotón, te quiero tan sucia como pueda conseguirte y empapada con frecuencia.
Un rubor se arrastró sobre su cara.— Eso no es lo que quería decir, y lo sabes.
Se encogió de hombros.
— La prensa amarilla inventa historias que a veces pueden ser dolorosas. He crecido
inmune a ellas, en cierta medida, pero hay que estar preparados.
—¿Qué es exactamente lo que necesito para estar preparada?
—Ellos pueden tratar de profundizar en tus antecedentes, averiguar quién eres y lo
usarán para definir tu posición en mi vida.
—De modo de que si se enteran que solo soy una chica normal que creció en el norte
de Nueva York, ¿podrían concluir que soy una especie de buscadora de oro que trata de
hundir sus garras en ti?
—No puede ser tan malo. Puede que lleguen a la conclusión de que te tomo por una
chica completamente extraordinaria cuyo cuerpo hace girar mi cabeza y hace que mi pene se
ponga más duro que nunca.
El calor la envolvió pero la ansiedad que corrió a través de su estómago no
desapareció.
— Pero lo más probable es que vaya a ser lo primero.
Dio un solo movimiento de cabeza grave, entrecerrando sus ojos hacia su cara.
— ¿Puedes hacerlo?
Se humedeció sus labios y trato de hacer caso omiso a la basura.
— Tal vez no vaya a necesitarlo. Solo accedí a ir contigo a Marrakech. Si terminamos
las cosas después de que...
—No lo haremos. —Dijo con calma mientras reponía su vino. El corazón hizo esa cosa
estúpida de hincharse en su pecho que la dejó sin aliento.
—¿Qué te hace estar tan seguro?
—Melocotón, estás perdiendo el tiempo persiguiendo la línea errónea en el
argumento. No vamos a terminar en Marrakech. Ni por asomo. Eso te lo prometo. También
puedo garantizar la privacidad allí. Lo que suceda cuando volvamos a los Estados Unidos
no debería preocuparte.
Ella jugó con el último bocado de pasta de su plato.
—Pero tú vives en San Francisco. Yo vivo en Nueva York. ¿Cómo haremos eso del
trabajo?
—Puedo trabajar desde cualquier lugar del mundo. Además, tengo un gran avión
privado, varios coches y un teléfono celular para trabajar adecuadamente. Si estoy fuera.
79
Extrajo sus manos y piernas, se ajustó la ropa, regresó a su asiento, volvió a llenar su
vaso casi vació y lo bebió.
—Cuéntame sobre tu trabajo. ¿Amas lo que haces?
Correcto. ¿Se suponía que ella debía realizar una conversación coherente mientras
flotaba al borde del orgasmo?
Arrastró los dedos desesperadamente a través de su pelo.— Yo... mmm... supongo.
Tengo un grado en industria hotelera y la organización de eventos parecía la elección perfecta
cuando me gradué.
—¿Por qué la elección perfecta? —preguntó.
—Mi abuela era propietaria de B&B en Connecticut cuando era joven. Me pasaba los
veranos allí cuando era niña y me encantó armar juegos y actividades para las familias que
iban allí. Parecía una elección natural cuando se trataba de una carrera.
—¿Es Neón tu primer trabajo?
Lo miró sorprendida.— ¿Cómo sabes dónde trabajo?
—Rellenaste tus datos personales cuando solicitaste tu adhesión a Índigo.
—Oh. Sí, me uní como organizadora junior hace tres años y fui promovida a titular de
cuenta el año pasado, antes de que...
—¿Antes de qué?
Lo pensó por un momento, y se encogió de hombros. No había nada malo en dejar
que supiera lo que había sabido de él antes de que se uniera a su viaje.
— Mis jefes querían tu negocio. Me pidieron que te investigara. Que averiguara si
alguno de tus intereses comerciales coincidía con el nuestro. Sin embargo, las empresas que
utilizas son de la línea mega. Cuando informé de nuevo que no podía encontrar una manera
de entrar, se obstaculizaron mis perspectivas en Neón por un tiempo.
—Ah, ¿así que nuestra reunión no era kármica después de todo. —Sonaba ligeramente
decepcionado y la mirada que le dirigió estaba ligeramente calculada.
—¿Qué, piensas...? ¡No tenía ni idea de que estarías en Newark! Y mi presencia en el
viaje de Índigo no tiene nada que ver con el trabajo. Además, teniendo en cuenta que tenían
más de cinco mil aspirantes para elegir, hubiera sido una gran apuesta la remota posibilidad
de ser elegida.
—Pero lo fuiste.
—¿Preferirías no haberme conocido?
—Creo que hemos establecido mis sentimientos en ese momento. Pero me pregunto
qué habrías hecho si había surgido la oportunidad...? —presionó.
Dejó el vaso sobre la mesa.
81
— Zach, he hecho un punto de nunca dormir con un cliente o estar de cualquier otra
Página
manera, nunca.
—¿Alguna vez ha surgido la tentación?
—En el setenta y cinco por ciento de los eventos que debo organizar son eventos
sociales o fiestas, galas, viajes de fines de semana. El alcohol como combustible y la
testosterona tiende a resultar en algunas insinuaciones.
Su mano se apretó alrededor de su vaso, su mirada se volvió dura, descansando sobre
ella.
— ¿Ha ido más allá de una insinuación? —preguntó con voz sedosa.
—Solo una vez. Por suerte, mis reflejos de la rodilla a la entrepierna fueron de gran
nitidez. En el momento en que se le pasó la borrachera, se había olvidado del incidente.
Se relajó un poco.
—¿Así que he obstaculizado tus posibilidades de una promoción?
—Sheena, mi jefa, fue severa conmigo para conseguir tus negocios poco después que
el Salón Índigo arriesgase darle una patada. Se ha estado muriendo por expandir la compañía
hace un tiempo. Hemos presentado una propuesta, pero es débil debido a la falta de
información.
—La mayoría de mis empresas están en el listado del mercado de valores.
—Si, pero quería una ventaja extra.
Asintió con la cabeza.
—Lo suficientemente justo. Yo haría lo mismo en esa situación.
—Sí, por lo que visité tus oficinas en Nueva York y hablé con uno de tus oficiales de
prensa sobre Índigo. No reveló nada más allá de lo que ya era de dominio público.
Sonrió sin complejos.
—Pero ella me dijo sobre los huéspedes adicionales que permitía en sus aviones. Se lo
dije a Keely...
—Tu amiga sexualmente activa —replicó con sequedad.
Bethany se rió. — Sí. Me empujó a firmar y supongo que el resto es historia.
Sacudió la cabeza.
—No es historia. Estamos solo empezando, bebé. —Se levantó de su silla, descartando
su vaso con una gracia casual que mantuvo su interior apretándose con deseo. La alcanzó y
la atrajo cerca de su cuerpo. Estaba totalmente sorprendida al encontrar que su erección no
había disminuido. Una mano agarró su pelo, dejando al descubierto su mandíbula y el cuello
para sus suaves besos, con la otra la sujetó por la cintura. —¿Cuál es el apellido de Keely?
—¿Por qué? —Preguntó después de forzar la respiración en sus pulmones.
82
—Porque le debo una grande por su papel de traerte a mi vida. —Su lengua se apoderó
de sus labios. La acción tuvo el efecto inmediato y contundente al licuar sus entrañas y mojar
Página
su sexo.
—¿Incluso tomando en cuenta que sospechabas que tenía un motivo ulterior en este
momento?
Se retiró un momento y la miró.— No me disculpo por chequear doblemente mi
posición en tu vida, Bethany. Un hombre en mi posición tiene que aprender a interrogar a
cualquiera en todos los ángulos. Además, no confió fácilmente.
—Lo sé. Recuerdo una revisión muy completa en tu oficina.
Una esquina de su boca se elevó, pero su rostro seguía siendo grave.
— Solo el tiempo probará nuestras intenciones. ¿Espero que estés de acuerdo con eso?
Vaciló. Lo que decía tenía sentido, aunque una irracional parte de ella deseaba su
confianza, que fuera inmediata e incuestionable. En el fondo sabía que confiaba en él en algún
nivel, al menos lo suficiente para haber tomado la decisión de abandonar el Salón Índigo para
venir a Paris con él.
Pero entonces, había confiado en Chris implícitamente. Hasta que había dejado caer
la bomba en su regazo.
La precaución era buena. La precaución era esencial.
—Sí. Estoy de acuerdo con eso.
Exhaló y una mirada de alivio cruzó su cara antes de que deslizara ambas manos sobre
su culo y lo apretara con fuerza.
Cuando se estremeció en respuesta, gimió, la atrajo hacia sí y la levantó.
—Pon tus piernas alrededor de mí, bebé.
Lo hizo, con lo que su húmedo centro quedó al ras de la roca dura de su erección.
Empezó a caminar nuevamente hacia la suite. Estar tan cerca de su cuerpo cálido y precioso
hacia que el deseo quemara más caliente. No podía esperar más, agarró su cara entre las
manos y tomó su boca en un beso caliente y necesitado.
Tropezó y oyó a su mano dar una palmada en la puerta de vidrio para mantener el
equilibrio. Con el pecho agitado profundizó el beso, su lengua deslizándose contra la suya
con una promesa erótica. De lo que su pene le haría en un futuro próximo. Lo necesitaba más
de lo que nunca había necesitado nada en su vida, balanceaba sus caderas contra su rígida
longitud.
—Mierda. No puedo pensar con claridad cuando haces eso.
—Bueno, no quiero pensar con claridad. Es lo justo, porque no puedo pensar con
claridad tampoco. —Frotó sus pechos contra el suyo y fue recompensada con otra concisa
maldición.
—Un momento, melocotón. Por favor, solo un minuto más.
83
Gimió y apretó su culo. Oyó que la puerta se abría de modo que tropezaron en la sala
Página
de estar. Esperando su caída en el sofá como lo había hecho antes, se sacudió de sorpresa
cuando siguió caminando.
—No tengo ningún preservativo aquí.
Dio otro gemido patético. Se necesitarían por lo menos un par de minutos en llegar a
su suite. Esos eran dos minutos demasiados largos.
—!Lo quiero ahora, Zach! Por favor... duele.
—Lo sé, dulce bebé. Voy a hacerlo mejor en un minuto. Lo prometo. Solo espera.
Sus dedos se clavaron en sus hombros mientras incrementaba sus pasos. Incluso antes
de que hubiese entrado completamente en el dormitorio, estaba arrancando sus bragas. Su
vestido continuó tan pronto como la dejó. Su mirada caliente se deslizó sobre ella mientras
su mano fue a su cinturón y se lo quitó.
En el momento en que estaba desnudo, la agarró y la tiró sobre la cama. Dos dedos se
deslizaron en su calor húmedo antes de que pudiera tomar otra respiración, envió sus
sentidos ya aumentados en un espiral fuera de control.
—He estado muriendo por coger este pequeño capullo apretado durante la última
hora. —Murmuró justo antes de cerrar la boca sobre un duro pezón.
Su cabeza cayó, extendiendo sus muslos más amplios.
—¿Entonces qué estás esperando?
84
Página
10
Traducido por Dahi
Corregido por Daliam
estaba mirando más de cerca la imagen y vio la ropa que llevaba ayer, cuando la había dejado
Página
aquí durante horas y horas. Solo para confirmar, echó un vistazo a la fecha del periódico. El
vicio hizo que se le apretara más duro su pecho.
Ella levantó la mirada hacia él.
—¿Esto era lo que estabas haciendo ayer?—Su voz se sacudió casi tan dura como sus
dedos. Irritada consigo misma por ese espectáculo humillante de emoción, cerró el periódico
a un lado. Incapaz de permanecer sentada por más tiempo, empujó la silla hacia atrás y se
alejó de la mesa—. ¡Que te jodan, Savage!—Tiró por encima de su hombro.
—¡Bethany, espera!
Ella oyó el roce de la silla al otro lado de la terraza y se echó a correr. Era una locura
lo mucho que le dolía. Loco y aterrador.
Él la alcanzó justo cuando ella entró en el pasillo que conducía a su suite. Una mano
en su brazo la detuvo. Cuando ella luchó contra su agarre, él la inmovilizó contra la pared,
sus muslos duros ahorquillados en ella.
—Bebé, escúchame.
—¿Por qué debería? Me dejaste aquí esperándote para ir a botar a tu antigua novia y
volver para coger una nueva. No es exactamente el territorio del asesino del hacha, pero está
a la altura junto a canalla. Jesús, ¿sabes cómo me hace sentir?
Ella trató de apartarse. Él la abrazó más fuerte.
—Eso no fue todo lo que hice ayer...
—Dios, no me digas que la follaste de despedida. —La idea hizo que su estómago se
volcara. Su mandíbula se tensó.
—¡Por supuesto que no! Hasta anoche, no había cogido a otra mujer en meses.
La respuesta la había apaciguado un poco, pero el conocimiento de lo que había estado
haciendo todavía estaba metido como una piedra debajo de su pecho, la asustaba de muerte.
¿Cómo este hombre había llegado a significar tanto para ella en un tiempo tan corto?
—¿Por qué me muestras esa imagen? Podrías haberla mantenido para ti mismo.
—Ayer por la noche me dijiste que no te gustaban los secretos. No puedo compartir
toda mi vida contigo, pero en lo que pueda voy a hacer lo más transparente posible para ti.
—¿Así que tienes la intención de decirme de cada mujer con las que has dormido
desde que tus bolas descendieron?
Su mirada se endureció. —No seas insolente, Melocotón. O tendré que pegarle a ese
maravilloso culo. Yo solo te dije sobre Sadie porque estabas en mi vida antes de que yo la
hubiese dejado en claro a ella que estaba fuera de la mía. Pero te aseguro que no era nuevo
para ella.
Un súbito pensamiento la golpeó. —Eso es lo que significaba ¡cuando sea el momento
adecuado!
87
novia.
Tomó un mechón de mi cabello y se lo llevó a sus labios. Observar la boca que estaba
Página
muriendo por devorar trabajando a través de su cabello era tan curiosamente erótico que solo
podía mirar.
—Preferiría que me quieras más. —Su boca bajó a rozar a lo largo de mi mandíbula,
él envió un millar de chispas de deseo a través de sus terminaciones nerviosas.
—Creo que eso es imposible en este momento. —No con esa boca moviéndose cerca
de su boca. No cuando ella podía sentir al depredador sexual apenas contenido rondando
cerca, el propósito la consumía.
Su suave risa hizo cosquillas en su oreja. —Pero puedes tratar más duro.
—Tal vez. Espera. —Ella lo empujó por los hombros hasta que se echó hacia atrás. —
Has dicho que no fue todo lo que hiciste. Entonces, ¿dónde estuviste durante el resto del
tiempo?
—Asistí a una reunión de tres horas y finalicé el trato en que había estado trabajando.
—Oh, bien. —Ella hizo un cálculo rápido. —Pero eso no compensa por cuanto tiempo
estuviste ausente.
Soltó su caliente risa nuevamente. —¿Estabas contando las horas?
—Responde la pregunta, Zach. —No quería ser esa novia que necesitaba saber dónde
estaba su hombre en cada momento, pero Zach había tirado la puerta de par en par en este
caso. Además, después de haber sido sorprendida con lo de Chris, su confianza había tomado
una excursión de buceo en aguas profundas.
— No, no estuve solo en la reunión.
Ella lo miró a los ojos, y con expectación. —Hay más, ¿no es verdad?
—Muchacha lista. Tenía la esperanza de que me lo preguntaras.
—¿De verdad? ¿Por qué?
Contuvo el aliento cuando él metió la mano en el bolsillo de atrás y sacó una hoja de
papel.
—Debido a que también me detuve en la oficina de mi doctor.
Ella se echó hacia atrás tan rápido que su cabeza golpeó la pared.
Él frunció el ceño. —Oye, cuidado. —Acunó la parte posterior de la cabeza y la frotó
suavemente en donde se había golpeado.
—¿En tu médico? ¿Por qué? ¿Estás enfermo? —No podía disimular el ligero pánico en
su voz. Dios, ¿qué estaba mal con ella? Hace tres días, este hombre había sido un enigma en
un pedazo de papel, fuera de su alcance, como las estrellas eran para el ser humano. Ahora,
de repente, la idea de que podría estar sufriendo hizo a su corazón dar un salto alarmante.
—No, no estoy enfermo. Puedo confirmar eso con el cien por ciento de seguridad
porque fui a conseguir hacer un análisis de sangre. —Sus ojos grises la abrazaban con una
89
intensidad extrema, mucho más de lo habitual haciendo que su corazón se saltara varios
Página
latidos.
—¿Por qué te harías un análisis de sangre?
—Porque, si bien no me importa el uso de condones y lo continuaré haciendo si así lo
deseas, quería demostrarte que estaba sano. Incluso antes de tocarte sabía que tenías el poder
para destrozar mi control con el mínimo esfuerzo, Melocotón.
Ella contuvo el aliento. —¿Lo... hago?
—Sí. Y ese mensaje se ha confirmado un centenar de veces desde que follamos. ¿Estás
en control de la natalidad? —Preguntó.
Ella asintió. —Dosis trimestrales para regular mi periodo. Mi última dosis fue hace
tres semanas.
Su mirada se oscureció y su boca se curvó en una sonrisa maliciosa. —Bueno. —Puso
el papel en su mano. —Esto es para ti.
Con él tan cerca, le tomó varios minutos leer el informe sobre su salud. Zach estaba
limpio, sano, un macho desenfrenadamente atractivo.
—¿Hiciste esto para mí?
—Para nosotros. Necesitaba que supieras que si alguna vez ocurre un desliz y no uso
protección, nunca tendrás que temer por tu salud. Y también, que podemos disfrutar siempre
que queramos sin el temor a las repercusiones.
El documento se agitaba en su mano y aterrizó en el suelo. —¿Quieres decir ...
podemos... yo puedo... —se humedeció los labios, incapaz de transmitir la profundidad de
las emociones que estaban a través de ella con imágenes bombardeando su cerebro.
La agarró con un movimiento espasmódico, un movimiento necesitado, como si
tenerla tan lejos físicamente le hiciera daño. Sus manos curvadas sobre su culo, la tomó con
contacto violento contra su cuerpo. Su pene estaba duro.
Querido Dios, ¿cuándo su pene no estaba dura para ella?
El conocimiento sin embargo, envió otra potente ráfaga de gran alcance a través de su
excitación. El conocimiento de que ella, la mujer cuyo novio la había dejado por otro hombre,
podría afectar a un tipo tan caliente y sexual como Zach, la emocionaba y le infundía la
confianza que necesitaba.
Inclinándose, le mordió el lóbulo de la oreja. —Esto significa que puedes tenerme
cuándo y dónde lo desees. Satisfacción inmediata. No tenemos que esperar. Todo lo que
tienes que hacer es subirte y montarme.
Él rió ante el estremecimiento en su cuerpo que fue a través de ella y lo hizo un poco
más difícil.
—¡Zach!
90
Él calmó la picadura con su lengua. —¿Esa idea idea te complace? ¿No te enciende?
Porque eso es lo que quiero. A ti, encendida para mí veinticuatro siete. La idea de eso me
Página
necesita, puedo esperar. Mientras que no me estés negando o yo sosteniendo detrás de esto,
puedo esperar. Jesús, ya estoy agradecido, llegar a tenerte de cualquier manera que pueda.
Página
¿Estás lista para mí? —Un dedo rozó su clítoris y clavó su apretado sexo. Luego unió
rápidamente otro. Él la cogió con sus dedos hasta que vio bailar estrellas detrás de sus
párpados.
Desesperada por más, le arañó los hombros. —Ahora, Zach. Estoy lista. Por favor...
Con un gruñido hambriento, pateó las piernas más separadas y colocó la gruesa
cabeza de su pene en su entrada.
En el primer empuje, ella gritó.
Ásperas manos se clavaron en sus caderas mientras la mantuvo inmóvil por su
penetración. Ella no duró mucho tiempo.
Dentro de un minuto se estaba deshaciendo. —¡Oh Dios! Oh...
—¡Mierda! Oh bebe, me encanta la forma en que me aprietas cuando llegas. Cógeme,
sí. Así. Justo así... ¡ah!
Enterró la cara en su garganta y dejó escapar un sonido agudo mientras bombeaba
dentro de ella.
Bethany se aferró mientras su liberación prolongaba la de ella.
Cuando el pensamiento bailó en su cabeza, lo dejó entrar. ¿Cómo se sentiría estar piel
contra piel con Zach Savage?
93
Página
11
Traducido por Camila Cullen, ∞Jul∞, Zara 1789 & SOS por Lvic15
Corregido por Daliam
—¡Bethany, gracias a Dios! ¿Qué mierda está pasando? —gritó Keely en su oído
cuando respondió el teléfono.
—¿Por qué? ¿Qué está pasando? —Los ojos de Bethany corrieron a toda velocidad a
donde Zach estaba sentado a su lado, sus dedos peligrosamente revoloteando por su muslo.
Incluso a través de la tela de los pantalones capri que llevaba, su toque la electrizaba.
Había muchos otros lugares en el avión, pero había escogido el asiento justo a su lado.
Y claro que sabía que su proximidad estaba causando el caos con sus habilidades de
pensamiento porque tenía una sexy sonrisa engreída.
—Me entregaron una caja de Dom Perignon y los más hermosos alcatraces morados
en mi departamento esta mañana —gritó Keely.
—Y eso es malo, ¿por qué?
—Estaba firmado, Gracias por mi Melocotón. No tengo idea de dónde vinieron o quién
demonios es Melocotón. Pero estaba firmado con una Z... ¿entonces?
Los ojos de Bethany se ampliaron hacia Zach, y su sonrisa se hizo más grande cuando
articuló, ¿Qué demonios? Cuando su mirada le prometió un infierno, él contestó moviendo
sus dedos más arriba hasta que rozaron su montículo.
La falta de bragas hizo su toque ultra sensible. Su respiración se atoró y mordió su
labio duro para prevenir los gemidos. La acababa de tomar, con un condón, en su lujoso
dormitorio en la parte de atrás del avión hace apenas media hora, y aún así ardía por él más
intensamente que nunca. Lo profundo de su necesidad la aterrorizaba, de ahí su necesidad
de contactar a Keely. Su mejor amiga trajo una refrescante dosis de cordura que sentía
escurrirse de ella cada vez que ponía los ojos en Zach Savage.
—Hola, ¿estás ahí?
—Sí, Keel, estoy aquí, pero estoy en un avión así que no sé cuan buena es la conexión...
—La conexión es perfecta —ofreció Zach lo suficientemente alto para que lo oyera
Keely.
94
—Bueno... ¿puede alguien con un buen manejo del inglés por favor decirme que está
pasando? —Demandó Keely, su voz chispeando con impaciencia.
Página
Zach calmadamente sostuvo su mano libre hacia el teléfono. Bethany levantó una ceja
y frunció la boca. Él contraatacó presionando sus dedos más duro entre sus piernas. Renunció
rápidamente al teléfono.
Él presionó el botón de altavoz y sostuvo el teléfono en su rodilla. —Keely, habla
Zachary Savage.
—Hola.
La boca de Zach hizo esa cosa de levantarse de un lado que hacia latir su clítoris. —
Quería mostrarte mi apreciación por hacer que Bethany firmara para el tour de El Salón
Indigo y por llevarla a Newark el domingo. Entiendo que tuviste un gran papel en eso.
—Sí, fue todo gracias a mí —respondió Keely engreídamente.
—Espero que te guste la champaña y las flores.
—¿Una caja de champaña Oenothèque antigua que vale diez mil dólares? ¿Qué hay
para no gustar? ¿Pero qué hay de Melocotón?
Giró su cabeza y la miró, aún con esa sonrisa. —¿Te importa si no divulgo eso? —Sus
ojos rastrillaron lentamente sobre Bethany. Cuando alcanzaron el lugar donde descansaban
sus dedos, se oscurecieron un toque antes de levantarse para encontrar los suyos de nuevo.
Estaba excitado. Profundamente, eróticamente, hambrientamente excitado solamente
de verla.
Bethany no podía acostumbrarse a la idea.
—Bueno, está bien, de acuerdo. ¿Pero me prometes una cosa? —Demandó su amiga.
Zach habló con tono áspero. —Lo intentaré.
—Lo que sea que hagan no se gradúen a llamarse el uno al otro Cariñito Boo Boo. No
quiero vomitar en mi Dom P.
—Bienvenida seas, Keely.
Ella gruñó. —Lo mantendrás, Zachary Savage. Solo cuida de mi chica o iré detrás de
ti con un instrumento cortante. Dom Perignon o no.
Sus ojos bailaron con alegría. —Entendido. —Puso el teléfono fuera de altavoz y se lo
pasó de regreso.
—¿Estás bien? —preguntó Bethany.
—Mientras tú lo estés. Estoy manteniendo a Bolas de Acero al tanto con noticias de la
tía Mel. Se está poniendo peor en el día.
Bethany se rió y luego suspiró. —Mientras te asegures que mi tía Mel tendrá una
recuperación milagrosa antes de que regrese, te dejaré hacerlo. El karma puede ser una perra,
y no voy a dejar que jueguen con la vida de mi tía.
—No te preocupes, te dije que cubría tu espalda. Emm, ¿todavía estoy en altavoz?
95
Su mirada parpadeó hacia Zach. Había recostado su cabeza contra el cabezal, pero su
Página
oficial, una vez habían encontrado un lugar para vivir. Están viviendo juntos en un loft en el
Página
Soho.
—Mierda. —La tomó por la nuca y la levantó en su regazo. Una vez la había
acomodado, su mano volvió a su posición entre sus muslos. —¿Sabe qué es él? — Chirrió.
Las lágrimas que se habían reunido en la garganta hacía difícil hablar. Ella sacudió su
cabeza.
—Es un cobarde y un imbécil. Cualquier tipo que necesita apoyo moral para romper
las cosas no te merece. Y cualquier tipo que no puede ver el tesoro de valor incalculable que
eres no te merecía en primer lugar.
Las lágrimas se precipitan sorprendido el infierno fuera de ella que en realidad no
debería tener. Iba a través de todo un nuevo nivel de experiencias con Zach. Experiencias
que sabía que iba a sorprender a la mierda de ella antes de que esto se hubiera terminado.
Parpadeando para contener la amenaza de las lágrimas, trató de reír, pero sólo logró
una tos ronca. —Estas ganando para ti mismo puntos en este momento.
Hizo una mueca. —Los tomaré. Pero no necesito decirte lo hermosa que eres. Cuán
terriblemente hermosa, sexy, generosa y de buen corazón eres. Lo increíblemente dadivosa
y continuamente fascinante. No podía ver eso, así que es su pérdida.
Esta vez no pudo detener la inundación. Maldiciendo, él las apartó con el pulgar.
—No llores, nena. No por un imbécil como ese.
—No estoy llorando por él. Estoy llorando porque... porque... —Ella sacudió la
cabeza—. Gracias.
—¿Por decir la verdad? ¿Por querer que veas que mereces ser adorada? Tengo la
intención de decírtelo a menudo y consecuentemente. Hasta que lo creas.
—Me hace querer creerlo. Cuando me tocas, me siento hermosa.
—Esto se debe a que lo eres. Cada. Pulgada. De ti. Cada vez que estoy contigo, quiero
mostrarte lo hermosa que eres. Demonios, melocotones, camino con mi pene lo
suficientemente duro para clavar clavos. Estoy sorprendido de que hay suficiente sangre en
mi cerebro para ser capaz de poner un pie delante del otro.
Ella se rió y la intensidad de sus ojos se suavizó, pero no alivió el hambre. El hambre
estaba siempre allí.
Y el hecho de que se dirigiera a ella la excitaba con tanta fuerza que temblaba. —Estás
poniendo esa mirada otra vez —reflexionó. —¿Qué mirada?
—Esa mirada vidriosa que me dice que estás teniendo malos pensamientos. —Su
mano se deslizó por la nuca y en su pelo, acariciando su cuero cabelludo antes de empuñar
sus dedos en un agarre posesivo.
—¿Puedes culparme? Puedo sentir tu grueso, hermoso pene debajo de mi culo. Estás
diciéndome hermosas cosas. Entre tu boca y tu pene, estoy irremediablemente perdida y sin
97
Él gimió y apoyó su frente contra la de ella. —También te deseo. Pero por mucho que
quiero hacer algo preciso y placentero de eso ahora, no podemos. Estamos aterrizando en
menos de diez minutos.
Ella se irguió. —¿De Verdad?
Estirando el cuello, miró por la portilla más cercana. Todo lo que podía ver era el árido,
inquietantemente y hermoso desierto entremezcla con grupos aislados de vegetación.
—Síp. Y no luzcas tan decepcionada. Tengo la intención de satisfacer cada deseo que
has tenido.
La devolvió a su asiento, se inclinó y aseguró su cinturón de seguridad. — Ahora
repite conmigo. A menudo y a fondo.
—A menudo y a fondo.
Él sonrió. —Buena chica.
Zach observó Bethany de cerca cuando ella consiguió su primer vistazo de Marrakech.
No era para todo el mundo. Ciertamente, cuando había llevado Sadie aquí, ella se había
quejado largo y claramente de la humedad y el calor.
En cambio no le importaba. Crecer en Louisiana había significado veranos sofocantes
largos. Y mientras él había deseado a sí mismo alejarse de su lugar de nacimiento mucho
antes de que él se escapara, había algo de calor que había encontrado profundamente
excitante y casi espiritual.
Los veranos que había pasado con su madre cuando ella había estado lo
suficientemente lúcida como para la actividad habían sido especial.
El dolor se deslizó a través de él, pero lo apartó y se concentró en la mujer junto a él.
La mujer a la que estaba empezando a sospechar podría enterrarse bajo su piel si él
bajaba su guardia. La mujer a la que no podía conseguir lo suficiente no importa cuánto
follaran.
Y chico, le encantaba follarla.
—¿Dónde estamos ahora? —Preguntó ella mientras su aire acondicionado se repartió
en el Jeep que conducía a través de calles llenas de gente vestida de jellebah locales y turistas
ansiosos.
—Estamos pasando por el casco antiguo. Ahí esta la Medina, el casco histórico.
Su cabeza se giró hacia donde señalaba, sus ojos llenos de placer.
—¿Te gusta?
Ella sonrió. —Me encanta lo que he visto hasta ahora. ¿Cuánto para llegar a tu casa?
Él asintió con la cabeza hacia las altas montañas cubiertas de nieves que se elevaban
98
en la distancia. —Media hora. El helicóptero hubiera sido más rápido, pero quería vieras la
Página
ciudad de cerca.
—¿Por qué Marrakech?
Zach vaciló, arraigado a la autoconservación provocando patearlo. La idea de que tal
vez Marrakech no era el destino correcto elegido flotaba por su mente. Cuando su sonrisa
empezó a apagarse, apretó los dientes. —Fui de mochilero por África hace seis años.
Marruecos fue una de mis paradas. Creció en mí, así que compré un lugar aquí abajo.
Su cara se iluminó de nuevo y se dio cuenta de que había estado conteniendo el
aliento. Él la soltó y se acercó más a ella. Ciertamente no tenía nada que ver con el hecho de
que fracasaba cada vez que reveló un poco más de sí mismo. Partes de sí mismo que nunca
había revelado a nadie, que de repente se sintió obligado a compartir, no porque quisiera,
sino porque vio lo mucho que significaba para ella.
—No puedo imaginarte de mochilero.
Su sonrisa se sintió tensa. La mochila en sí no era gran cosa. Fue la razón detrás de ello
la que él no quería revelar. —Bueno, lo hice. Todo el camino hasta en chancletas.
—Hmmm, en chancletas... sexy. —Se balanceó hacia él. Él cerró la distancia y frotó
el pulgar sobre sus labios. Cuando sus vivos ojos azules se oscurecieron, gimió y se retiró.
—Marruecos no es un país estricto en demostraciones de afecto en público nena, pero
tenemos que estar alerta. Sobre todo porque no voy a ser capaz de controlarme una vez que
empiece a besarte.
No podía permitirse su necesidad de ella en este momento, pero las ventanas del jeep
estaban lo suficiente tintadas como para que pudiera deslizar su mano por sus muslos para
descansar entre sus piernas, en ese lugar donde él más deseaba estar.
Cuando ella se sacudió contra su toque, él se endureció más. Dios, él no podía recordar
cuando había estado tan duro constantemente. Si no le gustara tanto follarla sería un maldito
inconveniente.
—Tal vez deberíamos haber tomado el helicóptero después de todo— murmuró ella,
su mirada en la evidencia de debajo de sus pantalones vaqueros, muy reveladora de su
entusiasmo.
—Confía en mí, Melocotón, no voy a cometer el mismo error otra vez.
Agarrando su mano, la colocó sobre su erección y luego volvió a gemir cuando el
placer amenazó con desgarrarlo.
Fuera de la vista de Philip, que estaba al volante, él apretó su mano más duramente
en su tensa erección y trabajó su mano de arriba a abajo. Observó su rostro y vio la excitación
crecer a medida que crecía más grueso en su mano. Cuando su lengua rodeó sus labios, él
tragó una sucia maldición. Agarró su nuca y la arrastró hacia sí.
—Deja de hacer eso —advirtió en su oído.
99
—Zach, has atrapado mi mano debajo de la suya —susurró ella con fiereza.
Página
—No me refiero a eso. Me refiero a lo que estás haciendo con tu lengua. Me hace
pensar que deseas chupármela hasta la parte posterior de tu garganta, todo el camino y
disfrutar completamente haciéndolo.
Su mano libre sujetaba con fuerza su muslo.
—¿Qué pasa si quiero hacer eso? —Le respondió con valentía—. Tienes un pene
excepcionalmente hermoso.
—Entonces digo que obtendrás tu oportunidad más pronto que tarde. —Se apartó y
apretó el interfono que los conectaba a la parte delantera. —Hemos terminado con la ruta
panorámica, Philip. A casa lo antes posible. —Él se echó hacia atrás y vio una delicada ola de
rubor sobre su cara—. Ahora no es el momento de ser tímida, Melocotón. Has declarado un
deseo y es mi deber cumplirlo.
Ella se rió con un sonido ronco que provocó un murmullo de placer dentro de él.
—¿Estás a punto de conseguir una mamada y lo haces sonar como que me estás
haciendo un favor?
—Tengo la intención de hacer la experiencia placentera para ambos. Y nunca lo dudes
nena, me encargaré de ti antes de que terminemos.
La vio tragar y tomar una respiración profunda. Intentó alguna de esas él mismo y se
sintió ligeramente más en control de su violenta hambre.
—¿Cuánto tiempo antes de llegar?
La tensión en su voz era exactamente cómo él se sentía.
—Diez minutos.
—Está bien, necesito una distracción. Así que tú enviaste a Keely champán y flores.
¿Te importaría discutirlo?
—No hay nada que discutir. Quise decir lo que dije. Quería mostrarle mi
agradecimiento.
—Pero no la conocías por Eve. ¿Qué te hace pensar que no habría corrido al tabloide
más cercano a vender su historia una vez que supiera que le enviaste el regalo?
—Confié en que no podrías tener por amiga a alguien así.
Ella contuvo el aliento mientras sus impresionantes ojos conectaban con los suyos.
—Te lo agradezco.
—De nada.
Él se abstuvo de decirle que había hecho investigar a Keely silenciosamente. No
lamentaba haber tomado esa precaución. Había quedado tan quemado en el pasado que no
iba a correr riesgos nunca más.
100
Pero confiaba en Bethany. Algo en ella le daba ganas de dejar de lado sus rígidos
problemas de confianza.
Página
La casa de Zach era más como un palacio. Era impresionante. Sólo había un
inconveniente. Había agua por todas partes.
El viejo temor se estrelló contra Bethany con la fuerza de un huracán y siguió chocando
contra ella cuando pasaron por cada habitación, todo lo que vio fue una visión de las
diferentes características del agua exterior.
Zach estaba demasiado concentrado en llegar a su destino, su dormitorio, sospechaba,
al notar su tensión. Bethany se alegró de esto porque era una forma de combatir el miedo y
la ansiedad que corrían a través de ella.
Ricos tapices y relucientes pisos de mármol zumbaban mientras ellos casi trotaban a
través de salas llenas de historia y belleza.
101
Y una vez que llegaron allí, su suite era igual de impresionante. La cama elevada, una
de las más grandes que jamás había visto, haciendo una declaración audaz que hizo que su
Página
pulso se acelerara.
Más allá de las anchas ventanas con cortinas de muselina, el sonido de una fuente sonó
en el aire.
En el interior, la tensión creció cuando Zach la localizó donde ella dejó caer su bolso y
se quitó los zapatos. Jadeaba mientras tomaba respiraciones profundas.
Tomándose su tiempo, ella se quitó sus gafas de sol Oliver Peoples de su cabeza y las
colocó en lo alto de la cómoda más cercana.
Luego desabrochó el botón y se quitó los pantalones Capri y el oscuro dorado top sin
mangas de encaje y lino.
El aire frío del discreto aire acondicionado lavaba su piel caliente mientras se
levantaba el sujetador de color índigo que había comprado en París y se puso después de su
sesión de sexo en el avión.
La mirada de Zach se oscureció, cayó a sus bragas con apertura, y su aliento silbó.
—Llevas mi color favorito.
—¿Te gusta?
Él comenzó a desabrocharse la camisa.
—Ven aquí y te lo haré saber.
Antes de que hubiera dado un paso, él estaba encogiéndose de hombros para quitarse
su camisa blanca. La visión de su glorioso torso hizo que sus entrañas se derritieran y la boca
se le hiciera agua. Era tan hermoso. Su rostro era una obra de arte y su cuerpo hizo que ella
quisiera cantar en señal de adoración. Todavía le costaba creer que él estaba realmente
interesado en ella.
Ella le alcanzó y se detuvo. Él siguió mirándola mientras se desabrochaba el botón de
sus pantalones vaqueros y bajaba la cremallera.
—¿Qué es lo que quieres hacer, Melocotón? —dijo con voz áspera. Ella se humedeció
el labio inferior.
—Quiero tu pene en mi boca.
Él cerró los ojos por unos segundos intentando controlarse mientras empujaba sus
vaqueros y los tiraba. Cuando ella se acercó y agarró su cintura, sus ojos se abrieron de golpe.
Manteniendo sus ojos en él, poco a poco cayó de rodillas.
Él gimió largo y duro.
—Dios, verte de rodillas me pone tan malditamente duro.
Sus dedos acariciaron con suavidad su erección que hacia una tienda de campaña con
sus boxeadores y ella sonrió.
102
explotar, nena.
Sus dedos fervientes liberaron su pelo sujeto por su broche mientras pasaba sus manos
por sus muslos, sintiendo el músculo bien definido bajo sus dedos.
—No todavía. Quiero probarte un poco durante un rato.
—Joder, sí —Sus dedos pasaron a través de su pelo para acunar la parte posterior de
su cráneo—. Te necesito tanto, nena —Su rostro era una rígida máscara de cruda necesidad.
Ella ahuecó sus bolas y sintió como estas se apretaban en su palma.
—Te necesito también.
Mojando sus labios un poco más, ella tomó su ancha cabeza en su boca. Él se empujó
contra su boca y maldijo.
Ella jugó con la lengua por el borde rugoso y sintió la oleada de sangre debajo de la
piel aterciopelada.
—¡Cristo!
Habiendo aprendido muy rápidamente que a Zach no le gustaba perder el control por
mucho tiempo, Bethany decidió moverse rápido. Arremolinó la lengua alrededor de él y lo
tomó tan profundo como pudo en la boca. Él la llenó, pulsando con energía y vitalidad
mientras lo trabajaba. Venas gruesas llenaban su boca mientras le chupaba.
Ella sonrió con orgullo femenino mientras él gemía su aprecio.
—Oh, Melocotón, eres tan buena.
Si lo conocía bien, él lo haría, pronto se haría cargo. Con ambas manos ahuecando la
parte posterior de su cabeza, Zach impulsó su pene en su boca, para luego establecer un ritmo
que le hizo golpear la parte posterior de su garganta una y otra vez.
Era tan decadente, tan bellamente sucio, calor líquido humedeció su sexo y su clítoris
se hinchó de la calentura por esto.
—Mírame, Bethany —Inclinó la cabeza y lo miró con los ojos pesados y excitados—.
Te encanta tenerme a tu merced, ¿no? ¿Amas verme así de deshecho?
—Hmm.
Su respuesta murmurada le hizo sacudirse más fuerte mientras su campanilla vibrante
golpeaba su cabeza sensible.
—¡Dios, vas a hacer que me corra!
—Hmmm. —Lo intentó de nuevo. Sus muslos temblaron y sus pelotas se contrajeron.
Sus piernas se estremecieron y sus bolas se contrajeron. El primer chorro de semen
casi la hizo vomitar. Tuvo problemas para tragar tanto de su cálido y salado sabor como
pudo.
103
—Más —demandó.
—¡Jesús! ¿Cuán codiciosa eres? —Volvió a entrar en su boca y se quedó allí,
bombeando fuerte en su boca. Su pecho convulsionaba y su boca estaba abierta mientras
respiraba. Profundos temblores le estremecieron de la cabeza a los pies mientras se vaciaba
dentro de su boca.
Bethany no podía tener suficiente. Haciendo el vacío con sus mejillas, chupo hasta la
última gota antes de que él saliera de su boca con una mueca de dolor. Pero se dio cuenta de
que todavía estaba lleno y semiduro. Zach nunca se volvía completamente blando. Era casi
como si estuviera preparado todas las veces para satisfacer todas sus necesidades.
—Bebé, creo que me has dejado vacío. —Elevando su barbilla, tomó su boca en un
beso caliente antes de levantarla del suelo—. Creo que es justo que te lo devuelva.
La tiró en la cama después la miró con ojos hambrientos mientras ella se movía de
espaldas hasta la mitad. —Quítate el sujetador. Es tan bonito, y no quiero arruinarlo.
Con manos temblorosas, ella desabrochó su sujetador y se lo lanzó. Él lo cogió con sus
dientes y pretendió atacarlo. Riendo pese al deseo que estaba en su estómago, ella se asentó
más profundamente en la cama.
Él lanzó el sujetador a un lado y se subió a la cama. Acariciando su cuello, inhaló
profundamente. —Hueles tan bien. Y apuesto a que también estás completamente
mojada.¿Te has puesto así por chupármela, Melocotón?
—Sí —dijo jadeando.
Cogiendo un cojín, lo puso al lado de su cadera. —Gírate y ponte encima del cojín
para mí. —Esperó hasta que lo hizo—. Ahora quiero que abras tus piernas. Tanto como
puedas.
Su corazón latía lo suficientemente alto como para ensordecerla. Bethany abrió sus
piernas. Pero él no estaba satisfecho.
—Vamos, bebé. Puedes hacerlo mejor que eso —le animó.
Ella las abrió más, hasta que sus piernas estaban casi perpendiculares con su cuerpo,
y su sexo estaba abierto ante su mirada abrasadora.
Bethany enrojeció por la vergüenza y la aguda anticipación. Estaba increíblemente
mojada por haberlo tenido a su merced, por sentir su fuerza bombear por su garganta. Nunca
se había sentido más expuesta. O más excitada.
Zach hizo un sonido de aprobación en su garganta y se posicionó entre sus piernas.
Sus manos pasaron por encima de su culo y golpearon ambos globos. Ella jadeó mientras el
dolor combinado con su excitación hacía que se mojara todavía más. Él le volvió a dar una
cachetada después gruñó.
104
—Tan rosado. Tan bonito. Tan mojado por mí. Eres increíble, ¿lo sabías?
Ella jadeó, necesitando tener su boca allí donde una empalagosa necesidad la
Página
Una renovada excitación la golpeó por dentro mientras miraba su hermosa cara. El
Página
hambre voraz estaba aún allí. Cuando la besó con una profunda intensidad, ella probó sus
jugos en los labios. La boca que había devorado su sexo hacía unos momentos ahora
devoraba su boca. Después estaba poniendo besos calientes por toda su cara, a lo largo de su
mandíbula hasta su oreja.
—¿Condón o no? —dijo ásperamente en su oído.
A pesar de que sabía que este momento vendría, Bethany se congeló ante la cuestión.
Estaba entrando en terreno totalmente desconocido aquí. No sólo físicamente. Esta era la
primera vez para ambos. Una vez que tomara este paso, no habría vuelta atrás.
Pero ya se había alejado de su zona de confort más de lo que había hecho nunca. En el
momento en que puso sus ojos en Zachary Savage, había estado perdida. Él no era como
ningún otro hombre que hubiera conocido.
Y le creía cuando decía que la protegería.
Le miró a los ojos. —Quiero sentir tu piel contra la mía. Dentro de mí.
Sus ojos se oscurecieron y su respiración golpeó desde su pecho. —Melocotón —jadeó.
Una mano se deslizó debajo de su nuca y la otra cogió su rodilla y la curvó por encima
de su cadera.
Lentamente, se deslizó dentro de ella, delicioso centímetro a delicioso centímetro. La
sensación era gloriosa, cruda y terrenal. Sus tejidos, hinchados por la fuerza de su orgasmo
anterior, se abrieron mientras él empujaba más profundamente en ella. La cabeza de su pene
tocó el borde de su útero, rozó contra ese lugar secreto que hacía que todo su cuerpo
hormigueara con un placer súper sensible.
—Zach...
—Lo sé, bebé. Yo también lo siento. —Su mandíbula apretada, se alejó y miró por
encima de su cuerpo a su pene, que brillaba con sus húmedos jugos—. Dios — gruñó. Volvió
a meterse dentro de ella, sus movimientos no tan refinados como antes. Un profundo
estremecimiento lo atravesó de la cabeza a los pies, y ella mordió su labio con el profundo
conocimiento de que ella le estaba haciendo esto a él.
Bethany abrió más sus piernas para acomodarle, para acomodar la abrumadora
sensación de ser follada en crudo por la primera vez en su vida. Cuando bajó su cabeza, ella
se elevó para besarle.
Su boca se fusionó con la suya y sujetándose a sus hombros como si le fuera la vida,
se encontró con él en cada acometida, absorbiéndole codiciosamente dentro de su cuerpo
cada vez. Sus gruñidos escalaron a prolongados gemidos mientras luchaba por respirar.
El éxtasis bailaba cerca, burlándose de ella con la promesa del mejor clímax de su vida.
La anticipación era casi tan mala como el final—. Oh Dios... no puedo... ¡es demasiado, Zach!
Él cogió su pelo con sus manos y la mantuvo quieta. —Puedes. Sólo un poco más,
106
bebé. Valdrá la pena, lo prometo. —Él movió sus caderas en una serie de movimientos
profundos y punzantes que la mantuvieron jadeando.
Página
—Vale la pena ahora. Más que la pena. Por favor... ¡tengo tantas ganas de correrme!
—Ella puso sus piernas alrededor de su cintura y apretó, sintiendo el indicador de la euforia
en ella.
—Eso es, bebé. Apriétame con tu dulce y apretado sexo. —Él bajó su cabeza y puso un
duro pezón en su boca.
La sensación se transmitió directa al hambre entre sus piernas, causando que sus
músculos se contrajeran. Se corrió largo y fuerte con una fuerza que la meció de la cabeza a
los pies.
—¡Mierda! —Gruñó Zach—. Voy a venirme tan fuerte dentro de ti, Melocotón. —Su
grito de liberación fue el más profundo que había oído. El cálido semen fluyó dentro de ella
con tanta fuerza que temió que se ahogaría en él. Se corrió sin cesar, sus gemidos eran música
para sus orejas mientras se estremecía impotente en sus brazos.
El pensamiento de que esta era su primera vez envió una sensación de poder a través
de ella. Pasó una mano por su espalda hasta que sus temblores pasaron a ser ocasionales
espasmos, y no se preocupó ni un poco por el hecho de que su peso la aprisionara contra la
cama.
Después de unos minutos interminables, él levantó su cabeza. —Lo siento, sé que te
estoy aprisionando pero no puedo moverme. —Su cuerpo volvió a estremecerse.
—Estoy bien. Además, tampoco puedo moverme.
Él se rió, después se relajó de nuevo en sus brazos.
—Oye, ¿ Melocotón?
—¿Hmm?
—Quizás quieras considerar coger un seguro para todo tu cuerpo. No puedo prometer
que no vayas a estar permanentemente con las piernas arqueadas para el momento en que
acabe contigo.
—Lo mismo digo —susurró en su oreja.
Su profunda risa resonó dentro de ella.
—Vamos a la ducha, después voy a darte un recorrido completo.
107
Página
12
Traducido por Jessibel & Kary
Corregido por Daliam
Se encogió de hombros y dejó caer la caja vacía. —El dinero no importa. ¿Te gustan?
Página
—¿Estás bromeando? ¡Las amo! —Estúpidas lágrimas picaban detrás de sus párpados.
Ella les obligó a retroceder y miró hacia él—. Pero no sé cuando pueda llegar a utilizarlas.
—¿Has considerado la posibilidad de bailar otra vez, sólo por placer?
—Realmente no. Pero supongo que no está fuera de cuestión—. Acarició las zapatillas,
con el viejo anhelo tomando la delantera—. He puesto demasiado peso para pensar en ello.
—Mierda. Eres perfecta. Si te hace feliz, hazlo.
Las lágrimas picaron más fuerte y el corazón le dio esa estúpida patada otra vez. De
repente la respiración se hizo más difícil, ya que las sensaciones que no tenían nada que ver
con el sexo la golpearon. Podía caer por este chico muy fácil.
—Además, mis motivos no eran del todo altruista.
Ella parpadeó. —¿Oh enserio?
Él negó con la cabeza, tomándola por la cintura y haciéndola girar una vez antes de
tirar hacia sí. —Desde que me dijiste acerca de tu formación de ballet, he soñado con follarte
mientras te mantienes en la posición arabesca —liberó el aliento en su boca. Él se tragó un
jadeo y lo convirtió en aire que dejó salir un minuto más tarde.
—Creo que he caído en los brazos de un gigante excéntrico.
Él rió. —No tienes ni idea.
Tomando las zapatillas de ella, las colocó de nuevo en la caja y la dejó en el suelo. La
tomó de la mano. Después de besar sus nudillos, entrelazó los suyos a través de ellos y los
llevó por la habitación.
El pasillo tenía las mismas pinturas al fresco elaboradas pero en un tema más amplio,
que se inclinaba hacia influencias más orientales. —Estos son impresionantes —dijo.
—Se desmoronaron un poco cuando compré la casa. La restauración tomó un tiempo,
pero me alegro de que me haya quedado con ella.
—Sigues llamándola casa. Creo que el término correcto es palacio. Es enorme. Sin
duda más que suficientemente grande para una persona.
Volvió la cara lejos de ella. —Necesitaba un lugar privado. Se adaptaba a mi propósito.
La condujo a una terraza envolvente que daba a las montañas. El aire era seco y
húmedo y punzó sus pulmones. Pero los olores combinados de las especias y el aire limpio
encantaban sus receptores sensoriales. Volvió a respirar, se dio la vuelta y vio la enorme
bañera de hidromasaje.
Congelada, ella se quedó mirándolo.
Zach miraba de su rostro afligido a la bañera y viceversa. Ella lo oyó hablar, pero
estaba fijando su atención a la vista delante de ella.
—¡Bethany!
109
—Sólo toma unos segundos, Bethany. —Sus ojos se abrieron más tormentosos—. ¿Le
dijiste a tus padres?
—No.
—¿Seguramente se deben de haber preguntado por qué no nadabas más?
Ella se encogió de hombros. —Creo que supusieron que mi viejo miedo había vuelto.
No es un gran problema, Zach...
—Lo es para mí. —Sosteniendo su cara entre sus grandes manos, inclinó la cabeza y
la miró fijamente a los ojos—. Has sufrido dos experiencias cercanas a la muerte y discutiste
con ese idiota ex encima de todo eso. Puede que no sea mucho para ti, pero es un gran asunto
para mí. Dime cómo hacerlo mejor —dijo.
El corazón le dio un vuelco. —Zach, no es necesario —respondió ella.
—Sí lo es. Tantas cosas que podrían haberte mantenido lejos de mí. Te quitaré todos
tus miedos, Bethany. Todos y cada uno de ellos. O voy a morir jodidamente en el intento.
El jadeo de ella hizo que los dos se congelaran. Sus ojos se mantuvieron directamente
en los de ella. Inquebrantable. No obstante, sintió que él se retiró ligeramente, como si él
también se diera cuenta del significado emotivo e impactante de sus palabras.
De repente, él dejó caer las manos. —Vamos. Ya casi hemos terminado.
Ella lo siguió, tranquila en el exterior, cruda e inestable en el interior. Exuberantes
plantas, palmeras y hamacas de lujo forman el jardín de elaborado diseño.
Pero, de nuevo, el amor de Zach por el agua era lo que le llamó la atención.
La piscina se extendía desde debajo del lado oeste de la casa y corta el jardín antes de
caer en un diseño de estilo infinito casi un centenar de metros a la distancia. Forrado de color
gris pizarra, el fondo de la piscina era casi imperceptible, incrementando su nerviosismo.
Los dedos de Zach se cerraron alrededor de ella y la obligó a detenerse.
—El agua no es profunda en este lado. No es necesario venir aquí si no quieres. El otro
lado de la casa tiene un jardín sin piscina. Si tienes que venir aquí por alguna razón, yo estaré
contigo. Si no es así, un miembro de mi personal siempre estará contigo.
Ella hizo un gesto espasmódico y sus dedos relajaron el toque.
Él curvó la mano sobre su nuca y la acercó a él. —No dejes que los pendejos ganen,
Bethany. Sólo di la palabra y voy a ayudarte a poner los malos recuerdos a descansar.
Ella se echó hacia atrás y lo miró a los ojos. —¿Me dejas hacer lo mismo por ti?
Sus ojos se ensombrecieron de inmediato y apartó la mirada, mirando hacia los
blancos picos de las montañas del Atlas. —No hay necesidad, bebé. Tengo mis demonios
bien y verdaderamente cubiertos.
111
—¿Así que los tienes? —Sondeó ella, su corazón se detuvo y luego se aceleró a la
espera de saber un poco más acerca de este hombre enigmático.
Página
en la isla central. A medida que pasó a su lado, se detuvo y le dio un beso en la cima de su
cabeza.
Él agarró una olla de barro vidriado grande y la puso en el otro extremo de la isla.
—¿Qué es eso?
—Es una olla de tagine. —Él encendió el fuego portátil por debajo de ella antes de que
volviera al centro de la isla, donde estableció la tabla de cortar.
La luz del sol que se inclinaba a través de los grandes ventanales se reflejaba en el
cuchillo y en los cortos pelos sedosos de su muñeca mientras cortaba las verduras y el pollo
en trocitos. Arrojó el pollo en la olla con hierbas y una pizca de aceite a continuación,
comenzó en la ensalada.
—¿Dónde aprendiste a cocinar?
Se encogió de hombros. —Aquí y allá. Aprendí un poco en mis viajes, pero no siempre
recibo la oportunidad de disfrutarlo. —Él la miró—. Perdóname si estoy un poco oxidado.
—Estás hablando con una chica cuyo otro mejor amigo es el menú del local italiano
para llevar. No recibirás ninguna queja de mí. —Tomó un sorbo de vino y se dijo que
viéndolo cortar las verduras en realidad no era tan atractivo como sus hormonas saltonas
estaban tratando de implicar.
Pero no podía apartar la mirada.
Se acercó a la olla tagine y levantó la tapa. El olor a pollo chisporroteando, humo
llenaba el aire. Veinte minutos más tarde, Zach sirvió su comida y se sentó junto a ella.
Llenó un tenedor con cuscús dorado, infusión de hierbas y un bocado de pollo, que le
ofreció a ella. —Necesito un veredicto.
Ella abrió la boca, tomó el bocado y masticó. Ricas texturas explotaron en su lengua y
ella apenas logró impedir gemir de placer. Obligándose a mantener una cara seria, se encogió
de hombros.
—Está bien, supongo.
Sus ojos se abrieron un toque antes de que él frunciera el ceño hacia su plato. —¿Qué
está mal?
—No estoy segura, exactamente. ¿Tal vez otro bocado para asegurarme? —Sugirió.
Todavía con el ceño fruncido, llenó otro bocado y le dio de comer. De nuevo tomó
muestra del plato exquisito y sacudió la cabeza. —No lo sé, Zach. Creo que vas a tener que
alimentarme con todo el plato antes de que pueda hacer que mi mente vaya de un modo u
otro.
—Tengo que... —Él captó el temblor de la risa moviendo sus hombros y dejó caer el
tenedor en el plato.
113
Él se agarró a ambos lados de su taburete y lo giró para que lo enfrentara. Se inclinó
hacia adelante, él la besó con fuerza. Se entiende como castigo por burlarse de él, pero era un
precio que estaba más que dispuesta a pagar.
Él lo corta agonizantemente pequeño y la miró cuando levantó la cabeza.
—Come tu comida, Green. Necesitarás tu fuerza para hacer las paces con el chef por
ese insulto triturador de ego.
Los próximos tres días pasaron en la lenta, dicha sensual. Ella tomaba el sol en el
solárium antes de que el sol del mediodía fuera demasiado caliente o temprano en la tarde.
Escuchó la música en su iPhone o se quedaba atrapada con sus correos electrónicos mientras
Zach nadaba, un ritual que estaba aprendiendo es que él repetía dos veces al día durante casi
una hora cada vez.
Después de la primera vez que lo había visto a caminar hacia el interior, con gotas de
agua que se aferran a su piel y su grueso pene firmemente esbozado en su bañador, había
renunciado a fingir no mirarlo.
Ella se retorció ahora cuando lo oyó encender la ducha después de su baño. No
importa cuántas veces se habían devorado entre sí, esa necesidad desesperada por él se
negaba a disminuir.
Sus pezones alcanzaron su punto máximo por debajo de su bikini blanco mientras
escuchaba a Pink gritar sobre ser una puta.
Bienvenida a mi mundo, hermana.
Ni siquiera necesitaba estar en la misma habitación que Zachary Savage para llegar al
estado de la húmeda anticipación. Y cuando él entró con paso atractivo y seguro, y sus ojos
se concentraron en ella como lo estaban ahora, supo que apretar los muslos juntos para frenar
el dolor voraz edificándose en su interior era inútil.
—¿Buen baño? —preguntó ella, con la voz entrecortada de esa manera cachonda de
la que Pink estaría orgullosa.
—Hmm —murmuró, fuertes párpados deslizándose sobre su cuerpo con poca ropa—.
Pero hubiera sido mejor contigo.
—No, yo sólo te haría perder tiempo. O te saltaría encima en la mitad de la carrera.
—Hmm. —La determinación se encendió en sus ojos, pero él la guardó un momento
después.
Bethany estaba agradecida de que él no la estaba presionando para superar su miedo.
Era algo que había vivido durante tanto tiempo que no estaba segura de que nunca pudiera
superarlo y se alegró de que Zach lo dejara ser por ahora.
Mientras lo miraba, él se quitó lentamente su traje de baño y lo pateó. — Siéntete libre
114
de saltarme encima ahora —ofreció generosamente. Su grueso pene se levantó del cabello
sedoso que le cubría la entrepierna.
Página
Una gruesa vena latía debajo de la longitud rígida y su boca se hizo agua con la
anticipación de deslizar su lengua sobre él.
Nerviosa, miró hacia las puertas francesas que se abren para adentro. —No está... ¿no
está el personal alrededor?
—No, les he dado el día libre. Tenemos todo el lugar para nosotros solos. Durante
todo el día. —Él se inclinó hacia delante y tiró del lazo que sostiene la parte de arriba de su
bikini junto—. Vamos, Melocotón. Es tiempo de trabajar en esas líneas de bronceado.
En cuestión de segundos la tenía gloriosamente desnuda. Su marca favorita de
protector solar estaba sobre la mesa al lado de su tumbona. Él tomó y volcó el aceite en su
mano ahuecada. Lentamente, se frotó las manos, su mirada paseándose acaloradamente
sobre su cuerpo.
Sentándose en el borde de la tumbona, bajó las manos a su estómago. Su inhalación
brusca trajo una sonrisa a sus labios.
Zach amaba el efecto que tenía sobre ella, parecía desearlo, de hecho. Sólo necesitaba
estar cerca del brazo de él para encontrar una excusa para poner sus manos sobre ella. No es
que necesitara una excusa. Ansiaba tener las manos sobre ella tanto como lo hacía.
Sus manos se movieron hacia los lados sobre su cintura y hacia abajo hasta las caderas
antes de volver de nuevo hasta deslizarse debajo de sus pechos. Él repitió el movimiento,
una y otra vez, cada vez deslizándose más cerca, pero evitando sus duros pezones.
El deseo la atravesó y sus caderas se movían inquietas. Un gemido se levantó en su
garganta, pero Bethany lo forzó a bajar. Ella se negó a pedirle. Había rogado muchas veces
desde que conoció a Zach Savage, y aunque ella lo había tenido a su merced el día que
llegaron a Marrakech cuando ella le dio sexo oral, pronto se había enterado de que el
momento no se repetiría. Claro, ella le hizo sexo oral varias veces desde entonces, pero ese
momento de quiebre del control había sido difícil de alcanzar.
Obligó a sus caderas a parar e inhaló profundamente para regular su ritmo cardíaco
en aumento. Su piel continuó sintiendo un cosquilleo y la excitación continuó mordiéndola
profundamente, por supuesto, pero tenía la intención de aferrarse a su control durante el
mayor tiempo posible.
Sus ojos se estrecharon lentamente mientras sus manos se deslizaron hasta sus
hombros en una caricia suave, devastadora. Ojos intensos evaluaron su reacción mientras se
movía hacia abajo y alrededor de sus pechos. Cuando ella permaneció inmóvil, él fue más
abajo, sobre su estómago hacia los huesos de la pelvis. Amasando su carne, el calor de sus
manos envío corrientes eléctricas a lo largo de sus terminaciones nerviosas.
Otro gemido amenazó con salir y ella se lo tragó. Sus manos dejaron su cuerpo por un
momento, pero sólo para poner más aceite en su palma antes de comenzar un asalto aún más
115
intenso en sus muslos. Pulgares firmes se clavaron en su piel en círculos eróticos, cada
rotación acercándose a la cara interna sensible de su muslo.
Página
Él susurró su camino sobre la piel exterior de su sexo, cuando ella se apartó.
—Todo cubierto en la parte frontal, creo.
Ella se dio la vuelta y fue recompensado con un momento de triunfo cuando su aliento
silbó. Durante varios segundos, no se movió. Entonces oyó el lento deslizamiento de palmas
que se rozan entre sí. Se dirigió directamente a su culo, como había sabido que lo haría.
Protegida de su aguda y eléctrica mirada, reafirmó su control deslizándose. Pero
incluso con los ojos cerrados, no podía negar la excitación electrizante que irrumpió a través
de su cuerpo. El placer se elevó más y más alto hasta que flotaba en el borde de la felicidad.
Bethany estaba contemplando rendirse y suplicar que la tomara, cuando su aliento le
rozó la oreja izquierda
—Bravo, Melocotón. Creo que ya estás lista para visitar mi cuarto de juegos. —Su
cabeza se dio vuelta y su mirada chocó con la de él.
Tormentosos ojos grises la miraron con una mezcla de admiración y especulación.
—¿Disculpa? ¿Me estabas poniendo a prueba?
Sacudió la cabeza. —No conscientemente. Me gusta tu respuesta desinhibida. Pero
creo que podemos tener aún más diversión si estás dispuesta a practicar un poco más de
moderación.
—¿Y sólo me permites entrar a este cuarto de juegos tuyo si no cedo fácilmente?
—Siempre has tenido acceso. Te dije sobre él antes de salir de París, pero no has
mostrado ningún interés. —Se encogió de hombros—. No tienes que verlo si no quieres.
Se humedeció los labios secos, sin saber a dónde iba esta conversación. Y si, ella quería
seguir más a fondo. Pero la emoción hormigueó a lo largo de su piel, su curiosidad picó.
Divertido. Eso era por lo que estaba allí. ¿Verdad? ¿Para ser lo suficientemente valiente
para aprovechar la aventura?
—Bueno, ya que nunca he visto una habitación de juegos antes, no puedo decir una u
otra forma.
Sus ojos brillantes, se oscurecieron un poco. —¿Así que te gustaría verlo?
Ella pensó por un segundo y se encogió de hombros. —Por supuesto. ¿Por qué no?
La lenta, malvada sonrisa que se dibujó en su rostro hizo que su radar de auto-
conservación vibrara con fuerza.
Se puso de pie a su larga altura, su erección gruesa y orgullosa.
El estómago le dio la vuelta cuando una debilidad invadió sus huesos. Ella apenas
podía levantar la mano cuando él se la tendió.
—Ven.
116
Página
13
Traducido por Feña St. Clair, Zara 1789 y Kari
Corregido por Nuwa Loss
La condujo por el largo pasillo que iba más allá de su suite en el ala oeste de la casa.
La idea de que ella estaba caminando a través de un verdadero palacio, desnuda, se
sumó al momento surrealista.
Pero no tuvo tiempo de pensar en ello. Los dedos envueltos alrededor de ella no le
dieron lugar a la ambivalencia o a huir. Y la emoción que aumentaba a través de ella hacía
imposible cambiar de opinión.
Zach se detuvo frente a una gran puerta arqueada e introdujo un código en el panel
de seguridad que estaba en el marco.
El mecanismo hizo clic y se abrió. Dando un paso a un lado, él la empujó suavemente
hacia la habitación.
Bethany no había estado segura de qué esperar de una sala de juegos. En sus más locas
fantasías, ella había esperado una réplica de los salones decadentes de los aviones de Zach.
No podía estar más equivocada. Cuando el mencionó juguetes, el realmente había
querido decir juguetes.
Aparatos, grandes y pequeños habían sido dispuestos alrededor de la habitación, cual
más sugerente que el anterior.
En el medio de la habitación, un gran columpio de cuero, completo con soporte y
arnés, había un trípode resistente. Había visto una en una despedida de soltera una vez, pero
no estaba cerca de ser tan sofisticado como este.
Hipnotizada por las ideas que se atravesaban por su mente, ella levantó la mano y
rozó sus dedos sobre el liso y fresco cuero.
—¿Te imaginas a ti misma atada, melocotón?—Le dijo Zach al oído—. ¿Tu hermoso
cuerpo abierto mientras me introduzco en ti?
El calor de su cuerpo le acariciaba la espalda y se estremeció ante el decadente pecado
en su voz. Sus pezones se irguieron ante pensamiento de representar esa escena y el deseo
117
que lo llevaban alrededor de todo el mundo. Ella se ataría en nudos en el momento en que él
se fuera hasta que volviera. Su capacidad de confianza había sido reducida a la nada gracias
a Chris.
¿Era una vida que quería para sí misma, incluso en un corto plazo? Su respiración se
estremeció, y él se volvió bruscamente hacia ella.
— ¿Qué pasa?—preguntó, con los ojos entrecerrados.
Ella sacudió la cabeza rápidamente. —Nada. ¿Qué es eso? — Ella señaló al último,
gran objeto en la habitación.
Estaba cubierto en un paño de seda negra y estaba fijo en la pared del fondo de la
habitación.
Dándole otra sonrisa sorprendente, él la llevó hasta que estuvieron frente a la pieza.
Con un solo jalón, tiró de la tela.
Una cruz de San Andrés hecha de acero y cuero, y de unos siete pies de altura
descansaba en un ángulo.
Los estribos para manos y pies estaban desamarrados, listos para una víctima
dispuesta a intensificar y ensancharse a sí mismos para el placer. Remaches dobles alineaban
bordes de la cruz y, cerrando los ojos por un segundo, una imagen impactante de sí misma
en la cruz, su cuerpo frotándose contra esos remaches, pasó por su mente.
Una mirada furtiva a Zach captó su intensa mirada sobre ella. La pequeña sonrisa que
cruzó sus labios dijo que había leído su mente.
—Ahora, con esto sin duda podemos divertirnos.
—Quieres decir que tú puedes. No te molestes en negarlo, Savage. Puedo ver como
salivas ante el pensamiento de mantenerme cautiva y hacer lo que quieras conmigo.
Se rió y ella era incapaz de resistir ese profundo y rico sonido que llegaba bajo la piel
y la seducía. Cuando curvó la mano sobre su nuca y la acercó a él, ella fue de buena gana.
Frotó su pulgar hacia atrás y adelante sobre sus labios antes de bajar la cabeza para sellar su
boca sobre la de ella. Cuando llegaron a tomar aire varios minutos más tarde, los dos estaban
respirando con dificultad—. ¿Puedes culparme? Descubrir variadas formas de hacer que te
corras se está convirtiendo en mi obsesión. Simplemente no puedo tener suficiente de ti,
Bethany.
La debilidad que invadía su cuerpo no era nada nuevo. Pero saber que estaba en serio
riesgo de enamorarse de este hombre lo era.
—Entonces, ¿Quieres escoger algo y probarlo? ¿La cruz, tal vez? — murmuró contra
sus labios.
Ella quería tanto responder que sí, su cuerpo se sacudió con deseo. Se tomó cada onza
119
Él negó con la cabeza, dio un paso atrás y tomó su mano—. Es una sorpresa. Pero
necesitas vestir cómodamente, preferiblemente pantalones. Y se te permite llevar las bragas.
Solo esta vez.
Intrigada, ella asintió con la cabeza lentamente. Entraron en su habitación y él se
detuvo.
—¿Qué? —Preguntó ella.
—No creo que debería estar aquí. Ve a ducharte y prepárate. Voy a usar otro baño.
Su mirada se deslizó sobre el cuerpo que le hacia agua la boca, hasta la notable
erección que no había disminuido. El deseo la golpeó tan fuerte que se preguntó en qué
estaba pensado cuando pidió no tener sexo.
—Yo... mmm... —Dios, incluso hablar era difícil. Sus fosas nasales se abrieron y dio
un paso atrás.
—Ve, Bethany.
Se dio la vuelta y se dirigió a la ducha. Ella no tuvo que mirar hacia atrás para saber
que sus ojos estaban clavados en su culo. La sensación caliente chisporroteando en toda su
piel era prueba suficiente.
—¿Con empezar qué? —preguntó ella, la sospecha en sus ojos creciendo. Zach asintió
a los asistentes en espera. El primero de ellos dio un paso adelante con la silla parecida a una
montura.
Con unas pocas palabras agudas en el dialecto beduino, el animal se dobló con gracia
en el suelo.
Varios asistentes hicieron lo mismo con sus animales mientras unos cuantos invitados
iban a la deriva por las diversas tiendas. Oyó el suave jadeo de Bethany.
—Umm, espero que esto no sea lo que creo que es.
Detrás de él, Philip se puso de pie con el sombrero de ala ancha que él le había pedido
que llevara consigo. Zach lo tomó y lo puso en su cabeza.
—Es exactamente lo que piensas que es, melocotón. Vamos a hacer una carrera de
camellos.
El grito de alegría de Bethany un poco más tarde hizo a Zach mirar por encima de ella
mientras trotaba y pasaba junto a él. Apretó con fuerza alrededor de los dos agarres de
madera que sobresalían de la silla de montar.
Por la siguiente media hora, montaron hacia lo más profundo del desierto con otros
quince corredores. Dunas altas y bajas de arena onduladas en el horizonte rojizo. Bajo sus
pies, la arena roja levantó el polvo mientras los pies de camellos molían a través de ella.
El jinete guía beduino dio un grito agudo y los animales aceleraron.
Bethany lo miró de nuevo y él cogió el aliento ante el puro placer de su rostro. Hasta
ahora, sólo había visto esa mirada cuando follaban. Estaba convirtiéndose rápidamente en
adicto a esa mirada. Demonios, sabía por qué le resultaba condenadamente duro mantener
sus manos fuera de ella. ¿Y por qué había empujado el pensamiento de la vuelta al mundo
real cada vez más lejos?
A pesar de lo que él había declarado con valentía en París, había tenido dudas serias
en cuanto a si esta cosa entre ellos pudiera sobrevivir fuera de la burbuja donde él los había
colocado. Claro, que todo lo que había afirmado que podía hacer que sucediera
probablemente podría hacerlo, pero incluso él sabía que había fuerzas fuera de su control.
Las mismas fuerzas que habían arrancado a Farrah lejos de él.
Dios, ¿por qué demonios estaba pensando en ella hoy? Apretó los dientes mientras
reconoció que en algún nivel había usado el sexo con Bethany para sofocar lo que estar aquí,
en Marrakech, le hizo.
Pero por mucho que se negó a pensar en ello, sabía que tendría que enfrentar al mundo
real muy pronto. Incluso si quería quedarse aquí indefinidamente, que sabía que no podía,
Bethany tenía una vida a la que volver. Una vida de la que anhelaba ser parte...
Sólo necesitaba elaborar un plan sólido para que esto ocurriera.
123
—Tierra a Savage.
Se centró en la mujer sentada encima del camello blanco, su pelo largo elevándose por
Página
la brisa.
—¿Estás disfrutando, melocotón?
—Diablos, sí, estoy amando cada minuto de ello.
Su mirada cayó a su boca y ella se lamió los labios.
El conocimiento de que quería besarlo hizo que su estómago se apretara por la lujuria
ardiente que lo atravesó.
—Gracias.
—Puedes darme las gracias adecuadamente después —contestó.
Sus ojos se oscurecieron y su agarre se apretó en la silla de montar. La tentación de
inclinarse y besarla amenazaba con superarlo.
El grito agudo del jinete guía beduino le trajo una bienvenida distracción. Sus ojos se
encontraron de nuevo con una mirada que hizo su interior chisporrotear, y luego pateó los
flancos de su camello y le dio la vuelta.
Habiendo crecido con más confianza con cada minuto en la silla, Bethany se volvió en
su propia montura y se alineó con el resto de los corredores. La mirada que le envió mientras
el líder de la carrera alzaba su pistola era muy desafiante y excitante. Al disparar, ella clavó
los talones con dureza en su montura y corrió lejos. Zach le dejó tomar la iniciativa, feliz de
disfrutar de su entusiasmo, y de ver la forma tentadora de su culo, desde justo detrás de ella.
La vio entrar con determinación en segundo lugar, y sonrió mientras ella gritaba con triunfo
y agitaba el sombrero sobre su cabeza como un pillo conquistador.
Acercó su camello y tiró de ella tan pronto como ambos hubieron desmontado.
Dios, amaba como se sentía en sus brazos. Tanto es así que un hilo de miedo acuchilló
a través de su placer. Pero no era suficiente para que aflojara su agarre sobre ella.
—Hey, melocotón —murmuró en voz baja.
—Hey —respondió ella, deslizando sus manos alrededor de su cintura. Su respiración
lavó su cara y tragó saliva con fuerza.
—¿Estas adolorida?
Ella gimió y se movió con cautela.
—Más de lo que he estado en toda mi vida.
Él soltó una risa baja y se acercó más para que sus siguientes palabras no fueran
escuchadas.
—Hmm, no debo estar follándote bien, entonces.
Sus dedos se apretaron convulsivamente alrededor de su cintura.
—Maldita sea, solamente tú te tomarías eso como un reto. Este es un dolor totalmente
124
diferente, Savage.
Dios, incluso le encantaba cuando lo llamaba Savage. Echó un vistazo a su boca llena
Página
y cada célula de su cuerpo gritó que la saboreara. Se obligó a permanecer inmóvil, a ser
respetuoso con su entorno.
—Vamos, almorcemos algo. Luego te llevaré a un lugar donde vamos a hacer todo
mejor.
—¿Otra sorpresa?
Él asintió con la cabeza. —Te va a encantar esta, también. Lo prometo.
Bethany salió de los vestuarios en el spa de lujo al que Zach la había llevado también
después de la carrera de camellos y sonrió a la asistente que le entregó su bata gruesa.
—Por aquí, por favor.
La asistente la condujo a lo largo de un pasillo con paredes de color gris oscuro. Velas
cortas instaladas en las paredes proporcionando suave y romántica iluminación, música
oriental hipnótica sonando por los altavoces invisibles. A través de ventanas de arco, una
suave brisa llevaba aromas preciosos de los cuidados jardines y ella suspiró cuando la
asistente abrió una puerta y se hizo a un lado para dejarla pasar.
La habitación estaba decorada con azulejos de mosaico de oro y plata donde había una
mesa de masaje. Una cortina blanca fue puesta a través del centro de la habitación,
escondiendo lo que había más allá.
Curiosa, dio un paso hacia ella y se quedó sin aliento cuando la cortina se deslizó y
Zach salió de detrás de él. La toalla blanca atada a la cintura no hizo nada para ocultar su
virilidad.
El corazón se le disparó mientras su mirada se deslizó sin poder hacer nada por su
piel húmeda. Con manos firmes sobre sus hombros, se volvió a su alrededor y la acompañó
de nuevo a la mesa de masaje.
—Hora de tu masaje.
Él le quitó la bata de sus hombros, la colgó detrás de la puerta y le puso seguro a la
puerta antes de regresar a ayudarla en la mesa.
—¿Vale la pena siquiera preguntar si se te permite hacer esto aquí?
—¿Hacer qué? Tú has establecido un día sin sexo, ¿recuerdas? Estoy aquí sólo para
asegurarme de que tienes el mejor tiempo posible. Sin sexo.
La aguda punzada de decepción le hizo morderse el labio mientras se sentaba en la
mesa.
Él se inclinó sobre ella para agarrar la botella que contiene un líquido de color ámbar.
La flexión de sus abdominales y el calor de su piel dorada le dieron ganas de retirar lo
establecido de no sexo y saltar sobre él allí mismo. Pero al estar lejos de su casa, al verlo
125
interactuar con los demás durante la carrera y el almuerzo, y sentado junto a él en lo que
probablemente se podría llamar su primera cita le había mostrado que quería a Zachary
Página
Savage fuera de la habitación, también. Quería más citas. Quería saber más acerca de qué lo
hizo más fuerte y cuánto tiempo podría mantenerse en control en la cama. Para hacer eso,
tenía que ser capaz de soportar verlo así y no tocarlo. Necesitaba sentir sus manos sobre ella
y pensar en caminar a través de esto. De lo contrario, el sexo sería lo único que tendrían.
Se quedó sin aliento.
¿Qué demonios pasó con simplemente divertirse?
Ella captó su mirada en ella y cerró los ojos. Ella no estaba lista para responder esa
pregunta, no estaba lista para reconocer que algo estaba pasándole que la asustaba hasta la
mierda.
Sus manos se deslizaron por su cintura y ella se enfrentó al deslizamiento hacia la
locura.
¿Valía la pena contemplar el futuro con este hombre? Su instinto gritaba que sí, pero
su cabeza le advirtió en contra.
Zach dijo en París que no serían nada después de este viaje.
Y, sin embargo, después de una semana, no sabía más que un puñado de hechos sobre
el hombre que cumplió todas y cada una de sus fantasías sexuales. Enamorarse de él, si ella
se permitía enamorarse, sería como enamorarse de un fantasma.
—Puedo oírte pensar, melocotón. Estás tan rígida como una tabla. Relájate.
Se aclaró la mente de sus pensamientos inquietantes y cedió al íntimo e hipnótico
masaje relajante.
Se fue alejando felizmente en un mar de placer cuando su mano flotó sobre sus
hombros y se alejó.
—Marcaste la casilla de un elemento de la lista que ni siquiera sabías que tenía con la
carrera de camellos. ¿Qué tal que superes algo más?
Abrió lentamente los ojos. Una pequeña sonrisa levantó las comisuras de sus labios,
pero sus ojos eran graves—. ¿De qué estás hablando? —preguntó ella, con la sensación de
confort evaporándose.
La levantó de la mesa y lentamente la bajó de un salto. Entrelazando sus dedos con
los suyos, la condujo a la cortina y cogió un extremo de la misma.
—Tus músculos siguen doloridos. Creo que un baño caliente trabajará
magníficamente...
El miedo congeló su estómago—. No. El masaje y la ducha era todo lo que necesitaba.
—Bethany...
—Zach...
126
Él se quedó quieto, pero no dijo nada, ojos grises clavados en los de ella.
—Quiero hacer esto.
128
Página
14
Traducido por Hdiliwi
Corregido por Nuwa Loss
—¿Segura?—Preguntó Zach.
Bethany miró al agua, su corazón todavía martillando, después lentamente asintió. —
Quiero intentar.
La sonrisa retenida de Zach era de admiración a la fortaleza de ella. —Buena chica. —
Bajando su cabeza, el frotó su boca a través de la de ella, después tiró de ella gentilmente
atrás al borde de la bañera.
—Prométeme que no me dejarás ir—soltó bruscamente cuando el miedo amenazó otra
vez.
Una mirada pasó sobre su rostro pero desapareció antes que ella pudiera descifrarla.
—Lo prometo—dijo simplemente, pero había un toque de oscuridad en su voz. Había
estado preocupada por conquistar sus miedos y acercándose al borde de la bañera, ella se
preguntaba por qué.
Pero él se estaba metiendo en el agua con pétalos de rosa y volteándose de cara a ella.
—Aférrate a mi. Acostúmbrate al agua alrededor de tus pies antes de tomar aún más, ¿está
bien?
—Está bien —murmuró. Dio un paso en la bañera.
Sus dedos convulsionaron alrededor de sus bíceps conforme la sensación de terror
atravesaba su cuerpo. Desesperadamente, trató de tragarse el temor que quería tomarla.
—Cálmate, bebé. Lo estás haciendo realmente bien. Deja de pensar acerca de lo que el
agua puede hacerte y piensa como se siente en tu piel. Descríbemelo.
Ella humedeció sus labios y trató de formar las palabras.
—Está tibia. Suave—miró abajo y vio un pétalo pegado a su rodilla. La vista era tan
inofensiva que alivió su miedo un poco. —Huele como el cielo.
—Bien —dio un paso enfrente de ella, su espalda descansando en la bañera,
bloqueando la mayoría del agua.
129
—Ahora trata de bajar por ti misma. Tu sabes cuan profundo es. Si sientes que es
demasiado. Nos salimos.
Página
Deslizando sus manos desde su nuca, poco a poco ella misma descendió hasta que sus
rodillas desaparecieron debajo del agua. Mas pétalos de rosas se pegaron a su piel, su olor
más fuerte.
Zach la siguió, hasta que sus rodillas estaban enfrente de ella. Después, sin dejarla ir,
el arrastró su cuerpo nivelándolo con el suyo. —Estas haciéndolo muy bien, bebé.
Su estímulo quitó otra capa de su temor. Entrelazando sus manos con las de él, ella
lentamente se hundió hasta que su culo tocó sus talones. El agua atrapada entre sus piernas
justo por encima de su cintura.
Permanecieron así por varios minutos antes que el lentamente liberara una mano.
Alcanzando una gran esponja que estaba en el borde de la bañera, lavó su cuerpo de los
aceites de masaje.
El miedo no se había disipado suficientemente para estar completamente relajada,
pero Bethany no era más prisionera de su temor.
Al menos ella estaba suficientemente coherente para mirar su cara mientras la lavaba.
—¿Por qué esto es tan importante para ti?— preguntó ella.
El permaneció quieto por tanto tiempo que ella pensó que él no contestaría su
pregunta. Después sus párpados bajaron mientras sus manos siguieron debajo de su vientre
a sus muslos—. Cuando era más joven, la natación significaba todo para mi. Era mi vía de
escape.
—¿Escape de qué?
—De las cosas que no quería enfrentar. —Su mirada capturó la de ella, y el profundo
dolor que vio en sus ojos quebró su respiración—. Cosas de las que no quiero hablar ahora
mismo. Ahora mismo solo quiero cuidar de ti. —Había una cruda súplica en sus ojos y ella
no tuvo el corazón para refutar.
Y realmente, ¿cómo podría ella demandar cualquier cosa de él en este momento,
cuando el sin pedírselo había tomado el miedo con el que ella había estado viviendo por
tanto tiempo y lo comprimió de tamaño monstruo gigante a ser algo manejable?
Ella levantó su mano aún entrelazada con la de él a su cara y besó el dorso de esta.
La respiración de él se atascó y la miró por varios segundos antes de continuar
lavándola.
—¿Recuerdas que me dijiste acerca de llevar mi temor fuera Zach?— preguntó ella
suavemente.
El asintió.
—Yo haré lo mismo por ti —observó el duro destello de negación en sus ojos y sacudió
su cabeza. —No. No necesitas ser el tipo macho que toma los problemas del mundo pero
130
nunca afrontas los tuyos propios. No sé cómo o siquiera si puedo ayudarte pero voy a tratar.
—Asumes demasiado, Beth. No tomo los problemas del mundo. Solo los tuyos. En
Página
cuanto a los míos propios —se encogió de hombros—, he aprendido a vivir con ellos.
Antes que ella pudiera contradecir eso, él se desplazó alrededor hasta que estaba atrás
de ella. En silencio, el lavó su espalda después la levantó fuera del agua. Caminó hacia el
asiento acolchonado donde un hermoso juego de té había sido puesto.
Sirviendo el té de menta, él le entregó una pequeña taza. Ella acunó la porcelana y lo
vio sorber su propio té. Una vez más, el mensaje que no quería hablar de él mismo vino alto
y claro. La frustración peleó con la gratitud por lo que había hecho por ella, y al final echó
para atrás la necesidad de presionar por respuestas que estaban clamando dentro de ella. Por
ahora, al menos.
Su mirada se deslizó del baño y regreso a él. —Gracias.
—Tú lo hiciste todo Bethany. Tú mataste tu propio miedo y triunfaste.
—Nosotros dos sabemos que eso no es verdad. Yo nunca hubiera sido capaz de
hacerlo sin tu ayuda.
Su sonrisa fue lenta y devastadora para sus sentidos. —En ese caso, acepto tu
agradecimiento. Puedes enseñarme tu gratitud más tarde.
Ella sonrió en respuesta. —Estoy subiendo bastante la barra allí, Savage. ¿Piensas que
nunca seré capaz de pagar esta deuda?
—Estoy seguro que lo harás, melocotón. Cuando el momento llegue, solo déjate llevar
—guiñó un ojo y puso abajo el resto de su té.
El esperó hasta que ella finalizó su té antes de sonar la campanilla para llamar al
asistente.
—¿Qué sigue? —preguntó a él, llegando para desbloquear la puerta.
—Tengo una manicura pedicura. O depilación. O alguna cosa —el letargo pasando a
través de ella, el resultado del té relajante y la adrenalina del temor avivado dejando su
sistema.
—Escoge la manicura o pedicura o al facial. No necesitas ser depilada.
Ella no pudo evitar la risa que amenazó con salir. —Es tu hombre de las cavernas
interno hablando.
Él se inclinó y la besó, vio una chispa diabólica en sus ojos, mientras había una llamada
en la puerta.
—Si, y no daré una disculpa por él —tiró la bata con más firmeza alrededor de ella y
dio un paso atrás—. Voy a la piscina. ¿Te veo en una hora?
Ella asintió y fue con él a la puerta. Tomaron diferentes caminos al final del pasillo, y
lo vio alejarse, incapaz de apartar sus ojos de su impresionante cuerpo.
Dos mujeres usando pequeñas túnicas pasaron caminando, después se volvieron para
131
mirar a Zach, su abierto interés envió un repunte de celos a través de ella. Que él ni siquiera
se volvió para reconocer su mirada en alguna manera hizo que sus puños que
Página
¿entiendes? —Dijo.
Su asentimiento era desigual y sus ojos picaban con lágrimas contenidas. Ella estaba
Página
parpadeando para alejarlas cuando la camioneta desaceleró hasta parar. Miró por la ventana
y vio que habían parado en una saliente junto a la orilla de la carretera. Zach se bajó y la
ayudó a salir.
—¿Por qué nos detenemos?
—Porque necesitas ver esto.
133
Página
15
Traducido por Feña St. Clair y Florpincha
Corregido por Ivettelaflaca
Su mandíbula se tensó.
—¿No se te ocurre que no necesito ayuda? Te lo dije desde el comienzo, no hay nada
Página
funcionará para cualquiera de nosotros a largo plazo. —Se detuvo y tragó—. O tal vez no
habrá un largo plazo.
Página
—Bethany...
—No estoy exigiendo. Diablos, era la novia tan confiada y ajena a lo que su novio tenía
entre manos que tuvo que explicármelo, ¿recuerdas? Pero hoy me has llamado valiente. Me
ayudaste a tomar posesión de mi miedo y aplastarlo. Todo lo que estoy pidiendo es que
pienses en hacer lo mismo.
— ¿Y si no lo hago?
Le tomó una sorprendente cantidad de esfuerzo para sólo encogerse de hombros.
—No puedo responder a eso. No soy una experta en relaciones. Pero sé que no estaré
contenta de vivir en un vacío por siempre.
Permaneció en silencio durante un tiempo muy largo. Luego asintió afirmando—:
Entendido.
Regresaron a casa en silencio. Pero a lo largo del viaje, sus brazos la rodearon,
acunando su cabeza bajo la barbilla. Miradas furtivas mostraban en su rostro expresiones que
no pudo descifrar.
Fueran cuales fueran los demonios que poseía Zach Savage, ardían con fuerza. Y
aunque le dolía pensar que ella los había traído a la superficie, estaba contenta de que no los
dejara de lado. Su pecho se estremeció en una profunda respiración irregular, mientras se
dirigían a las puertas de la casa. Se sujetó de su camisa cuando sintió su dolor.
Entrelazando los dedos, la condujo a la casa, pero se detuvo en el gran vestíbulo.
—Tengo que hacer algunas llamadas. He descuidado un par de cosas desde que
estamos aquí. Me pondré al día contigo en unas pocas horas.
El corazón le dio un vuelco.
—Oh, está bien —murmuró.
—Si tienes hambre, sólo tienes que marcar a la cocina y ellos te prepararán algo.
Trató de sonreír a pesar de la aflicción apretando alrededor de su corazón. Zach estaba
en modo de retirada total. No tenía ninguna intención de hacer frente a sus demonios. Al
menos no hoy.
—No te preocupes, voy a estar bien.
La acercó y le dio un fuerte beso en los labios entreabiertos. El calor la envolvió de
inmediato pero él ya estaba camino a su estudio.
Se quedó allí, los dedos tocando su boca hormigueante mientras cerraba la puerta del
estudio detrás de él. Por primera vez desde que lo había conocido, Zach se había alejado de
ella, activa y voluntariamente.
Las palpitaciones que surgieron en sus entrañas crecieron con cada segundo que
pasaba.
136
Girando, voló por las escaleras y se dirigió a la suite. En su lado de la cama, se sentó y
agarró el teléfono.
Keely respondió al tercer tono.
—Hola, melocotón.
Bethany hizo una mueca.
—Si te dijera que estoy aterrorizada de perder a un hombre al que apenas conocía hace
una semana, ¿me llamarías loca?
—Nop. Vivo en constante temor de perder los hombres que nunca he conocido, a los
que no me he cogido mentalmente aún.
Cerró los ojos. —Estoy hablando en serio, Keel.
Un suspiro simpático hizo eco en la línea.
—Lo sé, niña. Lo supe cuando hablamos la semana pasada. Las relaciones ocasionales
no son lo tuyo. ¿Deseaba que hicieras una excepción? Probablemente. Y definitivamente no
esperaba que tu chico sin ataduras fuera el mismísimo Zach Savage. Así que he estado
esperando esta llamada.
—¿Qué debería hacer? Él... él no quiere hablar conmigo.
—Encuentra una manera para que lo haga.
—He intentado con todo lo que sé.
—Entonces intenta con otra cosa. Algo que garantice su atención. Anda por todo o
atribuye lo pasado a experimentar y ven a casa antes de que el daño empeore.
Pateó sus zapatos y se deslizó en la cama. Frotando su pie sobre la colcha de lujo, soltó
un lento suspiró.
—La única cosa que consigue su atención es el sexo. —La realización hizo que algo le
doliera en el pecho. Se frotó distraídamente la zona justo debajo de su esternón y agarró el
teléfono con más fuerza.
—¿Estás segura? Lo tienes suficientemente enganchado para que envíe flores y
champan a una completa extraña. Eso podría ser algo que hagan los multimillonarios, pero
ciertamente no es una cosa ocasional de multimillonario, especialmente de un tipo que valora
su privacidad de la manera en la que Savage lo hace.
—No quiero tener esperanzas, Keel. Tengo miedo de salir herida otra vez.
—Eso tiene mucho sentido. ¿Pero no es mejor salir herida ahora que después, cuando
ya estés aún más involucrada?
Bethany no quería admitir ninguno de los casos, aunque estaba de acuerdo con Keely.
—Y recuerda, no hay nada que te impida subirte a un avión y venir a casa ahora
mismo.
137
Ese pensamiento en particular, hizo que su interior girara con pánico y miedo. —No
creo que pueda. Keely se quedó en silencio durante varios segundos. —Entonces haz lo que
Página
Se despertó sola la mañana siguiente. El lado de Zach estaba frío, parecía como si
difícilmente hubiera dormido ahí. El corazón le palpitó con nuevo pánico. Tiró de la sábana
a un lado y se puso la camiseta que él había descartado. Tener su olor la hizo sentir un poco
mejor, pero también le recordó cuán importante se había convertido Zach Savage.
Al salir de la habitación, bajó las escaleras y se dirigió a su estudio. La puerta estaba
entreabierta y la abrió.
Estaba sentado detrás del enorme escritorio, sus dedos volando sobre el teclado del
ordenador portátil. La mirada intensamente concentrada en su rostro la hizo detenerse.
—Buen día, melocotón —saludó en voz baja sin levantar la vista.
El saludo levantó un poco su estado de ánimo, y respiró mejor. Pero el dolor no
desapareció. Caminó y se sentó en la silla frente a su escritorio.
—¿Usas lentes para leer? —Demonios, eso era atractivo. La negra y pequeña montura
cuadrada, enmarcaba perfectamente sus ojos y aumentaba su sexualidad por al menos otros
138
mil grados.
Dejó de escribir y subió la mirada. Sus ojos grises perforaron los de ella. Ver el hambre
Página
familiar en ellos le dio otro pequeño impulso a su confianza. Lo que estaba pasando, el sexo,
era todavía una cosa viva y potente entre ellos.
—¿Por qué te sorprende? —Preguntó.
—Porque eres inhumano en todo lo demás. Me follas como si pudieras hacerlo por
siempre.
—Puedo —declaró sin atisbo de arrogancia. Un cosquilleo comenzó en el fondo de su
vientre.
—¿Pero necesitas gafas para leer?
Sonrió quitándoselas. Pero cuando sus ojos se encontraron, eran intensamente serios.
—Mis ojos pueden no ser perfectos, pero cuando estás en mi presencia todo lo que veo
es a ti, Bethany. Sólo tú. Y cuando se trata de ti, mi visión es malditamente normal.
Jesús. ¿Cómo podía decirle cosas así y aún no dejarla entrar? —Te fuiste antes que
despertara.
—Dormías tan plácidamente, que no tuve corazón para perturbarte. Estabas cansada
después de ayer. No creí que fuera justo molestarte.
Asintió, y sus ojos se desviaron hacia el portátil. —Y ahora estoy molestando. Te veías
tan serio.
—Estaba tratando de terminar algunas cosas antes de que te despertaras.
—¿Por qué?
Jugó con el soporte de sus gafas.
—Porque quiero dedicarme hoy a hacer lo que te haga feliz. —Sus palabras, al igual
que las anteriores, no contenían engaño o adorno, y la sorprendió. En serio la estaba haciendo
enamorarse de él.
Demonios, ¿a quién estaba engañando? Estaba cayendo duro. Cayó rápido, y no había
vuelta atrás. Sin importar las consecuencias. No importaba que supiera que al final su
corazón se rompería en mil millones de pequeñas piezas.
Ve a por todo. —La única manera en la que me puedes hacer infeliz es si me empujas
lejos —afirmó con confianza.
Sus ojos se oscurecieron.
—Voy a tratar de mejorar —indicó.
Su corazón tartamudeó. Teniendo en cuenta que había esperado un firme rechazo, fue
un paso adelante. No un gran paso, pero tendría que servir por ahora.
—Eso es todo lo que pido. Gracias.
139
Asintió, pero sus ojos permanecieron solemnes, vigilantes, como si esperaran algo
más.
Página
—¿Qué? —Preguntó.
—Estuviste al teléfono por un tiempo ayer por la noche.
No se perdió la pregunta solapada. —Sí.
—¿Todo bien?
—Mi tía Mel todavía está enferma.
La preocupación le nubló los ojos inmediatamente. Dejó caer las gafas y rodeó el
escritorio para agacharse delante de ella.
—Bebé, ¿por qué no dijiste algo?
Trató de mantener el rostro serio, pero una risa silenciosa sacudió sus hombros,
intensificándose cuando vio la expresión de perplejidad de Zach.
—Lo siento, no debería realmente reírme —explicó la situación de la tía Mel y observó
sus ojos ensancharse.
—Recuérdame nunca cruzarme con tu amiga.
Su risa se apagaba.
—Sí, puede ser un poco pit bull cuando el humor se la lleva.
—Estoy contento de que te cuidara. —Acarició con firmeza sus pantorrillas desnudas
y luego se trasladó por sus piernas hasta las rodillas.
Se quedó sin aliento y sus ojos se oscurecieron. —Lo dices como si fuera una cosa del
pasado.
Sus manos se subieron en un ligero masaje. —Ahora me encantaría tener un papel
activo en tu cuidado.
Una vez más, la inocente emoción le dio un puñetazo.
—Es una vía de doble sentido, Zach.
Él Asintió. —Quieres nivelar un poco el campo de juego, entiendo eso. Voy a hacer
todo lo posible para corresponder.
Incapaz de resistirse a tocarlo ya que se sentía como una vida desde última vez que lo
hizo, alzó la mano y lentamente deslizó los dedos por su cabello.
—Me alegro.
Se quedaron así durante varios minutos. Las manos expertas separaron lentamente
los muslos y acariciaron más arriba.
—¿Cómo te sientes?
—¿Física o emocionalmente?
La cautela se deslizó en sus ojos pero no se apartó.
140
—Te lo dije...
—Ya sé lo que has dicho, pero así es como me sentí. Y después de lo que pasó ayer,
creo que estoy un poco... emocional acerca de todo.
—¿Cómo puedo hacer que te sienta mejor? —Preguntó.
Sus dedos flotaron y tocaron justo debajo de la oreja. Su pequeño silbido dio una
indicación de su propio estado de ánimo.
—Tenerte así de cerca ayuda.
—Entonces, no voy a ninguna parte, melocotón.
—Dios, Zach. ¿Está mal que te codicie? —susurró entrecortada.
—Diablos no. Si no te quisiera más qué a mí, tendría que ser acarreado en una maldita
camisa de fuerza.
Sus dedos se deslizaron más arriba y tocaron por encima su sexo. Ambos gimieron
cuando una sensación de diferente naturaleza alteró su estado de ánimo.
—¿Es mi camiseta la que llevas, bebé?
Asintió bruscamente, su dedo pulgar se movió hasta tocar su ranura, por lo que formar
palabras se imposibilitó.
—Hmm, siento un frío repentino. Creo que la quiero de vuelta.
Su puchero atrajo la mirada a su boca. Poco a poco se lamió y observó sus fosas
nasales.
—¿Qué hay de mí? ¿Seguramente no quieres que coja un resfriado?
—Voy a mantenerte caliente —prometió—. Ahora date vuelta.
Tomó los bordes de la camiseta, se la pasó por la cabeza y lo dejó caer en el suelo.
—Dios, eres tan jodidamente hermosa. —Su pulgar continuó acariciándola, pero se
apartó un poco—. Acércate más al borde del asiento para mí.
La anticipación vibraba en su interior mientras lo obedecía. No podía creer que apenas
habían pasado veinticuatro horas desde la última vez que había hecho el amor. Se sentía
como si lo hubieran hecho toda la vida.
Sujetó la silla mientras separaba los muslos, su cabeza descendió por su cuerpo. El
rastro de besos recorriéndole el estómago la tenía jadeante.
Observar su gozo mientras la acariciaba con la boca era afrodisíaco. Oírle gemir
mientras ella se estremecía bajo sus besos consiguió excitarla aún más.
Tal vez había algo después de todo. Algo que iba más allá del sexo. Ningún hombre
podría comportarse de esa manera puramente por sexo, ¿verdad?
Los pensamientos volaron fuera de su cabeza con el toque de su lengua en su clítoris.
141
142
Página
16 Traducido por Camila Cullen y Dahi
Corregido por Pagan Moore
Se dio una ducha, se vistió con un vestido blanco suelto hasta la rodilla, desayunó y
trató de convencerse a sí misma de que no se estaba comportando como una idiota
confundida por amor cuando eligió esperar a Zach en la sala más cercana a su estudio.
El sonido de su profunda y tenue voz, mientras llevaba a cabo llamada tras llamada
la tranquilizó incluso mientras su sangre tamborileaba con anticipación para retomarlo
donde lo dejaron antes.
Cuando pasaron dos horas sin que apareciera, recuperó su Tablet y accedió a marca
páginas que había guardado un par de semanas atrás.
Después de su última discusión con su jefa, Bethany había tanteado el terreno de
algunos trabajos con posibilidades interesantes.
Hasta ahora había tolerado la actitud generalmente cruel de Sheena porque había
estado demasiado ocupada en lamer sus heridas después de Chris. Pero el pensamiento de
regresar a Neon para ser la chica golpeada por Sheena la hacía sentir ligeramente enferma.
Experimentó muchos cambios en su vida en solo unos pocos días.
Era tiempo de aceptarlo en todos los aspectos de su vida.
Estaba en la mitad de enviar su currículum a la tercera empresa de organización de
eventos de gran reputación cuando escuchó pasos.
Su corazón se saltó varios golpes y empezó a poner su iPad a un lado. Pero la sonrisa
que inició en su corazón sufrió una muerte rápida en sus labios al ver la expresión en el rostro
de Zach cuando entró en la habitación.
—¿Qué está mal? —Preguntó.
Había cubierto su torso con una camisa índigo pero un par de botones estaban
desabrochados, y su cabello lucía como si hubiera pasado sus dedos por él muchas veces.
—Tengo una situación con una de mis compañías. Uno de mis ejecutivos entró en una
fase crucial de un trato delicado. Tengo que dar un paso al frente o todo se irá a la mierda.
—¿Hay algo que pueda hacer? —Ella empezó a levantarse, pero él sacudió la cabeza
143
y le presionó su espalda baja con manos gentiles luego se agachó en frente de ella como había
hecho en su estudio.
Página
—Aprecio la oferta, pero no. Solo vine hasta aquí para disculparme por descuidarte.
Tengo que tomar otra llamada en menos de cinco minutos. Después de eso... demonios, no
sé cuánto tiempo tomará enderezar las cosas. —Sus ojos grises sostuvieron los suyos, su
molestia y su preocupación eran claras.
—Está bien, Zach. Soy una chica grande, puedo mantenerme ocupada por un tiempo
más largo.
La preocupación en sus ojos no disminuyó. —¿Estás segura?
Asintió a pesar de la tentación de aferrarse como una patética lapa. — Segura.
También tengo algunas cosas con las que ponerme al día.
Su mirada dio un vistazo rápido a su iPad y la miró de nuevo. —De acuerdo. Te lo
recompensaré, bebé. Lo prometo.
Su teléfono sonó y maldijo. Inclinándose, la besó por un momento prolongado y se
levantó. —Oh, una cosa más. La próxima semana en tu cumpleaños. No hagas planes, ¿de
acuerdo? Tengo una sorpresa para ti. —Con otro beso y una sonrisa llena de arrepentimiento,
se alejó dando zancadas.
Su cumpleaños...
La idea de que estaría pasándolo con Zach la complacía más de lo que era
recomendable o saludable. El sentimiento la agitó lo suficiente para sacudirla sobre sus pies.
Sin pensar a dónde iba, deambuló de habitación a habitación hasta que llegó a la sala
de baile. No había regresado ahí desde que Zach la trajo en su primer día.
La caja que contenía las bailarinas estaba en el suelo donde él la había dejado. Con
dedos temblorosos, la abrió y sacó las exquisitas zapatillas. Un tono índigo oscuro, la elección
de color no le pasó de largo, le quedaban perfectamente cuando se las deslizó y amarró las
cintas sobre su tobillo.
Con su corazón saltando rápidamente, caminó por el suelo y levantó el control remoto
que controlaba el sistema de sonido en el lado opuesto de la habitación. Hojeándolo hizo una
elección y bajó el control.
Suaves compases de Yo Yo Ma’s Cello Suites de Bach flotaron a través del aire. La música
familiar alivió su ansiedad y la mantuvo en la tierra.
Si te hace feliz, hazlo.
La voz de Zach hizo eco en su cabeza como si le estuviera susurrando justo en su oído.
Con su corazón tronando, practicó un par de movimientos de alentamiento. Sus pantorrillas
punzaron con su primer demi-plié, pero los viejos hábitos pronto la golpearon. Mantenerse
relativamente en forma había ayudado a su cuerpo a conservarse lo suficientemente
tonificado y flexible para atreverse a tratar un salto de giro a través de la habitación.
144
—¡Sí! —Sonrió y continuó. Incluso cuando no logró el grand jeté, siguió bailando, una
sensación de alegría burbujeaba justo debajo de su piel mientras giraba de un extremo de la
Página
habitación a otro.
En su estudio, Zach frenaba el gruñido que subía por su garganta y se forzaba a
escuchar las excusas de otro ejecutivo.
Sabía que Bethany ya no estaba en la sala de al lado. Había visto un destello blanco
más o menos una hora atrás mientras ella deambulaba, pasando por la puerta de su estudio.
Cada célula de su cuerpo anhelaba estar con ella y la sensación no era totalmente placentera.
Su necesidad de ella parecía estar aumentando más allá de proporciones razonables.
Por supuesto, pasó un tiempo razonable, pero había esperado una disminución gradual de
la atracción insana entre ellos. En su lugar, había pasado la mayoría de la noche
contemplando cómo darle a Bethany lo que quería sin perderla.
El cielo se había vuelto de un ligero gris oscuro antes de que hubiera subido a la cama
a su lado. Y aún no había pensado en una manera de dejarla entrar en su vida y su pasado
sin el riesgo de perderla.
Sabía que tarde o temprano tendría que encontrar la manera de decirle sobre Farrah.
Ese secreto no podía permanecer escondido por siempre, especialmente una vez que
regresaran al mundo real. No importaba cuán discreta tratara de mantener su relación, su
vida era demasiado interesante para los medios para que se mantuviera como una nota
secreta por mucho tiempo.
Su equipo de abogados había hecho un buen trabajo al enterrar lo que ocurrió hace
seis años. Él había hecho un trabajo aún mejor, hasta hace poco, de enterrar sus emociones
incluso más profundo.
¿Podía arriesgarse a decirle a Bethany sobre eso ahora? ¿Entendería? Dios, lo más
probable era que corriera tan lejos de él como fuera posible.
El solo pensamiento hizo que sus dedos se tensaran en los reposabrazos. De ninguna
manera dejaría que eso pasara.
—¿Sr. Savage?
Se reenfocó en la pantalla de la videoconferencia y le levantó una ceja a la mesa llena
de hombres agresivamente de traje en el otro lado.
—Setenta y cinco por ciento no es negociable. Trataron de usar una táctica brutal con
mi ejecutivo, pero la simple verdad es que mi compañía está suministrando las piezas
aeronáuticas y la mano de obra para construir los aviones. El único recurso que están
proveyendo es el equipamiento. Los números trabajan. Tómense un minuto y trabajen en
ello. Demonios, tómense cinco.
Ellos apartaron la vista deliberadamente y él se sentó nuevamente en su silla. Echando
145
mano a su ordenador portátil, activó el programa que hizo subir a las cámaras de seguridad.
Se desplazó a través del programa hasta que la vio.
Página
La respiración de Zach le dio un puñetazo en el pecho con fuerza suficiente para tirar
de él en posición vertical. Hipnotizado por completo, miró fijamente cómo Bethany flotaba a
través de esa pista de baile. No podía oír la música, pero el flujo y la gracia de su cuerpo, y
el puro placer en su cara lo hicieron estremecer.
Jesús, bailaba como un maldito sueño.
Se dio cuenta de que había dejado de respirar cuando sus pulmones quemaron. Aspiró
aire desesperado, la vio levantar los brazos en un elegante arco por encima de su cabeza. A
continuación, permaneció en la pose, ejecutando el arabesco más perfecto. Zach apretó los
dientes por la rapidez en que se le endureció su pene. Sin embargo, aunque se esperaba esa
reacción, la sensación en el pecho mientras la veía poco a poco lo congeló en el lugar.
Felicidad...
—Señor Savage.
Con la boca seca, siguió mirando la pantalla, era incapaz de apartar los ojos de la figura
que se movía a través de otra serie de piruetas y deslizamientos.
La felicidad, la excitación, el orgullo... Miedo. Todo giraba en todas partes dentro de
él, tirando de sus entrañas en mil nudos.
Con la mandíbula apretada, reconoció que algo pasaba aquí. Algo sobre lo que él no
tenía completo control. Durante el tiempo que podía recordar, incluso antes de que Farrah
hubiese entrado en su vida, había sido capaz de controlar sus reacciones hacia las mujeres.
Él lo llamó tener la sartén por el mango, y nunca se disculpó o dejó que las cosas se salieran
de control.
—¿Señor Savage?
La comprensión de que verla bailar tuviese el poder de moverlo profundamente
retorcía otro nudo en su interior. Un nuevo hecho enteramente de anhelo desesperado y una
profunda posesión.
La deseaba. Más que eso, la necesitaba a un nivel que nunca había necesitado a nadie
antes. Él quería reclamarla en cada nivel. Completamente. Inmediatamente.
—Señor Savage. ¡Señor!
Tirándose violentamente fuera de la pantalla, miró hacia arriba. Varios pares de ojos
lo miraron con diversos grados de perplejidad.
Forzando el aire en sus pulmones, se aclaró la garganta. —Señores, ¿qué han decidido?
—Estamos de acuerdo con sus términos.
—Excelente. Vamos a pasar a lo siguiente en la agenda.
Esperó hasta que su atención se hubiese movido de él antes de mirar hacia la pantalla.
Cualquiera que sea la música que bailaba debía haber llegado a su fin, porque Bethany
146
Con sus dedos no del todo estables, cerró lentamente la computadora portátil, la
sensación inquebrantable cortaba un camino irregular a través de él.
A partir de ahora, quería ser él el que pusiera esa expresión en su cara.
Excepto que sabía que para que eso ocurriese debía desenterrar las partes de su vida
que muy bien podría conducir a Bethany lejos.
Bethany seguía sonriendo cuando salió de su segunda ducha del día. Eran más de las
siete y el sol empezaba a teñir el cielo de un impresionante color naranja rojizo que llamaba
la atención.
Zach no había salido de su estudio en todo el día, pero su almuerzo había sido
entregado con un solo tallo largo de una rosa amarilla y una nota que decía, Pensando en ti,
Melocotón.
Ella tenía que dárselo. Tenía una manera de desarmarla con muy poco esfuerzo. Como
una manera de hacer que su corazón girase olvidando que había un lado de él que apenas
conocía, era muy eficaz.
Se había llevado la rosa con ella arriba y ahora inhalaba su aroma seductor mientras
abría las puertas dobles francesas que llevaban a la terraza.
Las losas aún calientes por el sol calmaban sus pies descalzos que palpitaban por el
esfuerzo del ballet. No le importaba el leve dolor. La alegría que sintió al bailar de nuevo
había sido inconmensurable.
Su único deseo era que Zach hubiese estado allí para verla.
Dios. La tenía mal. Muy muy mal.
Ella apoyó la mano en la barandilla, observó el horizonte impresionante, y trató de no
pensar demasiado duro en lo que había decidido en la ducha hace un momento. Cuanto más
pensaba en lo que haría para propulsar una conversación más profunda con Zach, más se
convencía que había perdido la cabeza.
Además, lo más probable era que sería horriblemente contraproducente.
Ve a por todas.
Los pétalos de la rosa le hacían cosquillas la nariz mientras inhalaba profundamente.
¿Podría el hombre que le había enviado la flor realmente rechazarla tan fácilmente si ella le
exigía más?
Esta mañana le había dicho que él lo intentaría. Podía esperar hasta que él elija su
propio momento de cerrar la brecha entre ellos, o ella podría ayudarlo.
Necesitaba una lenta y constante construcción. La pequeña sonrisa que curvó su boca
alivió algo de su ansiedad. Ella no estaba totalmente cómoda con el poder sexual recién
147
descubierto que ella parecía tener sobre Zachary Savage, pero si le podía ayudar en su
campaña para conseguir que se abra, iba a por ello.
Página
148
Página
17
Traducido por Jessibel y Dahi
Corregido por Pagan Moore
—Ahí estás —dijo. Su voz era profunda y confiada. Y su cuerpo era tan fascinante
como lo había sido la puesta de sol hace varios minutos.
Se encontró a sí misma balanceándose hacia adelante.
La cogió en sus brazos y tomó su boca en un beso profundo que se prolongó durante
una eternidad.
Ella estaba con sus rodillas débiles en el momento en que levantó la cabeza y la miró
con los ojos de color gris oscuro y con hambre.
—¿Has terminado con el trabajo? —preguntó ella, su voz era un aliento que salía a
borbotones y la hacía temblar por dentro.
Sus dedos acariciaron la mejilla y la otra mano se cerró alrededor de su cintura, tirando
de ella hacia su cuerpo duro. —Por ahora. Tratar con cuatro directores generales con
diferentes agendas tiene sus desafíos. Veremos qué pasa mañana.
—Sin embargo, te encanta, ¿no? ¿El tira y empuja de todo esto? — preguntó.
Su sonrisa atractiva tuvo más de un tinte de cansancio. —No utilices palabras como
empujar cuando estamos tan cerca, bebé. Es algo que fríe mi cerebro.
Su rubor le hizo reír. —Sí, supongo que me encanta. No lo haría si no me interesara.
—Sus dedos se arrastraron a lo largo de su mandíbula para curvarse sobre su nuca.
La besó de nuevo. El aroma de la rosa se hizo más fuerte y se dio cuenta de que la
habían aplastado entre sus cuerpos. Se cayó inútilmente al suelo cuando él se retiró. —Te
extrañé, melocotón.
—Yo también te extrañé. —Temblaba de pies a cabeza con el poder que tenía sobre
ella. Pero la sensación fortaleció su decisión de profundizar más en el hombre que ahora tenía
su corazón.
La capturó de la nuca de la misma manera que ella lo había capturado, sacó la lengua
por la boca. Él gimió, pero luego retrocedió. —Me encantaría nada más que llevarte a la cama
ahora mismo y follar hasta que ninguno de nosotros pueda moverse. Sin embargo, sí tenemos
149
tiempo para terminar lo que empezamos en mi estudio esta mañana antes de que nosotros...
¿Qué carajo te has puesto? —exigió él cuando sus dedos encontraron su ropa interior única.
Página
—Es exactamente lo que piensas que estoy usando. Me pediste que recogiera algo,
¿verdad?
Él sacudió la bata abierta y contempló con incredulidad. —¿Y decidiste escoger un
cinturón de castidad de mierda? ¿Estás loca?
—Por el contrario, nunca he estado más cuerda. Además, ¿por qué lo tienes en tu
colección si lo detestas tanto?
—¡Porque nunca pensé que iba a ser utilizado en mi contra!
—Ah.
—¿Ah? —Él negó con la cabeza y se quedó mirando el dispositivo bloqueado como si
fuera su enemigo mortal—. Ayúdame aquí, melocotón. Me está faltando algo claramente.
¿Qué demonios significa ah?
Se humedeció los labios secos, de repente no estaba seguro de si ella había pensado
esto lo suficiente.
—Estoy esperando —gruñó él.
—Sólo pensé que podríamos, ya sabes, jugar un juego.
—¿Un juego? —Escupió la palabra como si fuera veneno—. Voy a jugar cualquier tipo
de juego que desees, hermosa, tan pronto como te quite esa maldita cosa. —Él tiró de la cinta
a continuación, pasó los dedos a lo largo de la costura en busca de una forma para entrar.
—No es así como funciona esto, Zach.
—Jesús, Bethany. Esto no va a terminar bien, lo sabes, ¿verdad?
—Si dejas de pensar en lo que está en tu camino por un segundo, tal vez encontrarás
que no es del todo malo.
Se incorporó lentamente y se cruzó de brazos.
Su boca se secó mientras su fuerza implacable la golpeaba. —Muy bien. Dime las
reglas de este juego. Cuanto más rápido empecemos, más rápido vamos a terminar. Y puedo
empezar a castigarte por lo que me estás haciendo ahora.
—Zachary...
—No, bebé. No te vas a echar para atrás o llamarme Zachary con esa voz sexy para
tratar de obtener tu camino. Si voy a hacer lo que quieres. Entonces, tú tienes que hacer lo
que yo quiero.
Se humedeció los labios. —He escondido la llave de la cinta en algún lugar de esta
habitación. Si la encuentras dentro de los cinco minutos, puedes quitármelo. Si no lo haces,
tengo que preguntarte lo que yo quiera y me darás una respuesta directa.
Se puso rígido y sus ojos se estrecharon. —Esto no era lo que habíamos acordado esta
150
mañana.
Ella se encogió de hombros y su mirada cayó sobre sus pechos. Su mandíbula se apretó
Página
con fuerza.
—Lo sé. Sólo pensé que te ayudaría un poco.
—Confía en mí, melocotón. Esto no está ayudando. De ninguna manera. —Miró el
cinturón de nuevo y su boca se afirmó—. Pero voy a seguir la corriente.
La sorpresa se disparó a través de ella. —¿Lo harás?
—No salives por el momento, bebé. Mi objetivo es ganar. —Se quitó el reloj Tag Heuer,
se lo entregó a ella y dio un paso atrás—. Dime cuando.
Incapaz de creer que ella lo había sometido a seguir la corriente, se quedó mirando el
reloj ciegamente durante unos segundos antes de que su cerebro diese una patada en el
engranaje. Cuando la manecilla dio las doce, ella dijo—: Ve.
Se paseó por la habitación como si tuviera todo el tiempo del mundo. Miró debajo de
consoladores y tapones anales, verificó por debajo de la silla mecedora y entre las correas de
oscilación.
Ella contuvo el aliento cuando pasaron cuatro minutos. Él arrastró sus dedos sobre la
parte superior del gabinete cuando el último minuto de distancia fue marcado.
Girando lentamente, su mirada viajó sobre ella. Él caminó y se quedó delante de ella.
—¿Melocotón?
Su corazón dio un salto en su garganta mientras se acercó a ella. —No... Zach...
—Ah. —Él hizo eco de su respuesta anterior.
Unas manos firmes la atrajo hacia su cuerpo duro como una piedra. Los dedos estaban
en forma de lanza en el pelo, en una búsqueda lánguida mientras inclinaba la cabeza y la
besaba. La bata cayó de su cuerpo y trazó las manos calientes por su cuerpo hasta la cinta.
Sus dedos se deslizaron por debajo de la correa trasera del cinturón de castidad y ella
gimió ante la derrota. Sacó la llave de dónde la había escondido, entre sus nalgas y retrocedió.
—¿Tiempo? —preguntó con una sonrisa satisfecha.
Miró aturdida el reloj. —Seis segundos antes de finalizar el tiempo.
Él no respondió. En su lugar, se acercó a su lado, en donde el pequeño candado
aguantaba la cinta. Deslizándolo hacia adentro, hizo girar la llave con un toque vicioso. La
acción hizo que el inferior de la cinta se aplastara en contra de su núcleo. Ella gimió ante la
fricción y sus ojos se estrecharon.
—Gané. No se supone que disfrutaras esto.
—No... lo hice.
—Mentirosa.
Arrojando lejos el cinturón, la levantó y la llevó a la camilla. Ella apenas contuvo el
151
borde, y luego la dejó allí hasta que el orgasmo inminente había retrocedido. Después de una
tercera vez retrocedió.
—Eso es todo lo que vas a recibir por ahora.
—¡Zach!
En silencio, debatió por un momento, antes de pasarse una mano temblorosa por el
pelo. —No, tú causaste esto, bebé. Tienes la oportunidad de sufrir tanto como yo. De todos
modos, tenemos que irnos o vamos a llegar tarde para nuestra reserva.
—¿Qué reserva?
Se dirigió a la esquina de la habitación y tomó el cinturón. —La que he dispuesto como
un regalo para ti, y no... no hay otro paseo en camello, aunque te lo aseguro, no has vivido
hasta que montas un camello en el negro desierto de noche.
—Creo que voy a pasar de ese particular regalo especial hasta mi próxima vida. He
oído que los escorpiones salen del lado de los autobuses de noche en estos lugares.
—No tienes nada que temer, Bethany. Yo te protegeré.
Ella volvió a temblar. Él lo vio, y su boca se curvó ligeramente con satisfacción
masculina.
Diez minutos más tarde, adornada con un vestido de encaje añil y temblando por la
energía contenida, le preguntó—: Entonces, ¿cuál es tu plan?
—Vamos a un espectáculo. De todo tipo. —A medida que fueron por las escaleras, ella
se dio cuenta de que él todavía tenía el cinturón.
—Dame un segundo. Necesito hacer algo.
Ella lo siguió hasta la cocina, donde el fuego que se utilizaba para la cocción de pan
tradicional rugía incesantemente. Él se dirigió hasta el fuego y arrojó el cinturón.
La risa sorprendida burbujeaba en su pecho. —No puedo creer que hayas hecho eso.
—Créelo. Ahora vamos a ir y a disfrutar de nuestro espectáculo.
Dos horas más tarde, Bethany se introdujo bruscamente en otro ataque de celos
desgarradores. Se sentó en su asiento acolchado en el banquete del restaurante exclusivo que
Zachary la había llevado en el Gueliz y trató de mantener sus emociones bajo control.
Una tarea imposible cuando se sacudía por el sonido que se acercaba marcando el
retorno de la criatura exótica que había sido la fuente de la ira creciente de Bethany en la
ultima hora.
Del trío del vientre de bailarinas que se entretejían entre las mesas, era la más
impresionante, con los ojos que prometían delicias celestiales y las caderas que rodaban con
152
—No hay necesidad de sonar tan asquerosamente contento por ello. — Ella se apartó,
Página
154
Página
18 Traducido por Lvic15
Corregido por Pagan Moore
—Mi cuerpo puede estar estúpidamente loco por ti, pero eso no significa que tengas
carta blanca sobre mí.
155
Su caliente mirada bajó hasta su boca. —Te vi bailar hoy. En mi salón de baile.
Página
La sorpresa se deslizó por ella, la hizo congelarse durante el tiempo suficiente como
para que él separase más sus piernas. —¿Lo hiciste?
—Sí —siseó—. Eras exquisita, melocotón. Quitabas el aliento. Nunca he visto nada
más hermoso en mi vida.
—Oh, Zach. ¿Cómo puedo estar enfadada contigo y aun así derretirme ante tus
palabras? —gruñó cuando él arrastró su dedo contra su clítoris.
—No tienes razón para estar enfadada conmigo. O estar celosa de que mire a otras
mujeres. Verla bailar me recordó esta tarde, cómo me sentí cuando te veía a ti bailar.
Con un rápido movimiento le arrancó sus bragas. Rápidamente se las puso en su
bolsillo trasero, después se bajó la cremallera.
A su alrededor, los sonidos de la gente moviéndose alrededor llenaron el callejón. La
música salía de los altavoces del mercado nocturno a dos calles de allí.
—¿Cómo... cómo te sentiste?
—Como si estuviera viendo la más pura belleza. Podía morir en aquel momento y
estar agradecido por dejar de respirar.
—¡Dios!
Podían encontrarlos en cualquier momento. Pero las palabras de Zach, combinadas
con la fiera necesidad que arañaba sus entrañas no podían ser apagadas. Tampoco podía
parar el contundente tirón de Zach a su escote mientras exponía sus pechos a su hambrienta
boca.
Con una mano en su garganta inmovilizándola contra la pared y la otra poseyendo
firmemente su sexo, bajó su cabeza y puso su pezón en su boca.
Se mordió el labio para evitar gritar.
El peligro bailaba en el sensual aire nocturno. Se deslizaba por su piel, intensificando
la sensación mientras Zach tiraba más fuerte de su pezón y después lo lamía con su lengua.
Dos dedos se deslizaron dentro de su humedad, preparándola para el grueso pene
que presionaba insistentemente contra su pierna.
Se agarró a sus hombros mientras sentía como se deslizaba por la dura y fría pared.
—Zachary —gimió débilmente, el deseo cubrían sus sentidos y su voz.
—No me importa que me metan en la cárcel, Bethany. Necesito follarte, aquí. Ahora
—susurró a trompicones—. Levanta tu vestido para mí, bebé.
Cumplió sin preguntar. Porque, Dios, ella lo quería, también. Quería sentir su grueso
pene dentro de ella más de lo que quería respirar. Porque necesitaba sentir que él le
pertenecía al menos a algún nivel. Más de lo que quería su libertad, que podía serle
arrebatada si les descubrían.
156
corra.
—Mierda, Bethany. Eres como una droga en mis venas. No importan cuánto consiga,
sólo quiero más de ti.
La manera en que lo dijo, hizo que un dardo de dolor se clavara en su pecho. El placer
de la confesión era tenso. De hecho, detectó el más mínimo indicio de enfado.
El dolor se transformó en placer mientras separaba sus piernas y se metía dentro de
ella con una dura embestida.
Su apagado gemido sólo lo excitó. Empujó de nuevo dentro de ella y escuchó su mudo
grito de placer mientras la tocaba en ese lugar que sólo él parecía encontrar.
—Me conduces a esto, Bethany. Sufro por ti. Todo el maldito tiempo. — Otra vez
escuchó el enfado almacenado en su voz mientras la follaba en ese callejón prohibido.
Aceleró el ritmo, puso su mano firmemente por encima de su boca mientras sus gritos
aumentaban en frecuencia y volumen. No podía evitarlo.
Es lo que le hacía. Demasiado pronto, sintió el orgásmico momento creándose. Se puso
más mojada, resbaladiza, incluso mientras su cuerpo se tensaba con la sensación acumulada.
—¿Estás cerca, melocotón?
Asintió frenéticamente, sus manos agarrándose de sus anchos hombros mientras
bombeaba más fuerte dentro de ella. Sus despiadados dientes mordían un lado de su cuello,
entonces su lengua aliviaba el dolor, sólo para repetirlo una y otra vez. Con una mano, puso
su rodilla alrededor de su cadera, abriéndola aún más para penetrarla.
Con un gruñido, se estrelló contra ella. —Ahora, bebé. ¡Córrete para mí ahora!
Lo hizo. Por supuesto que lo hizo. Porque este hombre estaba tan en consonancia con
su cuerpo, tan en control de sus emociones, que podía ordenar un orgasmo de ella con poco
más que unos pocos empujes y unas palabras sexys y potentes.
Mientras la felicidad caía sobre ella en oleadas convulsivas, él sacó su mano de su boca
y la reemplazó con sus labios. Se tragó sus gritos de placer, devorándolos hasta que se
convirtieron en suaves e indefensos gemidos.
Estaba todavía temblando a través del final de su clímax cuando él hundió sus dientes
en su hombro con un ahogado—: ¡Mierda!
Impotente, bombeó su semen dentro de ella, caliente y fuerte, llenándola hasta que
sintió su semen caer por el interior de sus piernas.
—Zach —murmuró, sobrepasada por las emociones que la atravesaban. Tocó un lado
de su cara, esperando que se girara y besara su palma como hacía usualmente. En vez de eso,
se quedó parado por varios segundos, después salió de ella.
Dio un paso atrás, se ajustó sus pantalones. Sacando sus bragas del bolsillo de atrás,
las usó para limpiarla.
157
Después en silencio, deslizó sus dedos a través de los de ella y la dirigió fuera del
oscuro callejón.
Página
Página
158
19
Traducido por Erinea
Corregido por Ivettelaflaca
Su corazón latía muy distinto a cuando tuvieron sexo salvaje contra la pared del
159
callejón.
Zack Savage, le estaba desnudando un poco de su alma. Saberlo la hizo tambalearse.
Página
—Zack...
Dejo escapar un largo y profundo suspiro.
—Me esclavizaste desde el momento que puse los ojos en ti. Nada me complace más
que verte sonreír, verte reír, verte feliz. Siento mi cabezonería de esta noche en ponerte celosa.
Pero aún cuando miré a otra mujer, estaba pensando en ti. Es lo que me has hecho, melocotón.
Y sí, me asusta como nada alguna vez antes.
La derrumbó. Lo dijo con tanta simpleza, con total naturalidad. Pero entonces, nadie
la había puesto en primer lugar, nunca. No cuando contaba y, ciertamente, no así. Encontró
con que era realmente difícil de sobrellevar.
Todavía trataba de asimilarlo cuando sujetó su cintura.
—Ahora tienes que decir algo antes de que pierda la cabeza.
—Creo que me estoy enamorando de ti —espetó.
Se quedó helado, mirándola fijamente con las fosas nasales apretadas mientras se
ponía pálido poco a poco.
—Jesús —exclamó finalmente, su corazón saltándole a la garganta.
—¿Es un buen o un mal Jesús?
Negó con la cabeza.
—Es un yo no me lo esperaba, Jesús.
Su risa estrangulada hizo que alzara una ceja.
—¿De verdad? Eres uno de los más dinámicos y sexys hombre del planeta. Fuiste el
equivalente a un vendaval de grado diez desde que nos conocimos, Zach. Perdí varias uñas.
Me he dejado la piel por pura supervivencia.
Frunció el ceño
—¿De qué estás hablando?
Ella rió.
—¿Qué es lo que hace que ni siquiera reconozcas lo increíble que eres para
sorprenderme?
—Si te refieres al sexo...
—Estoy hablando sobre sexo y sobre las cosas que me dices, la manera en la que me
cuidas, lo que hiciste por mi ayer. Seguro que hay un montón de cosas que quiero saber, pero
lo que conozco hace que sea fácil la tarea de enamorarme de ti.
Cerró los ojos ocultando su expresión.
—No te enamores tan rápido Bethany. Tal vez no cumpla tus expectativas a largo
plazo. —La firmeza de su implacable voz, provocó que el miedo le recorriera la columna
160
vertebral.
Página
—Siento decepcionarte, amor. —Se sentó en el borde de la cama y le hizo una seña—.
Ven aquí.
Su corazón latía de deseo y necesidad mientras se acercaba despacio. La secó y retiró
las sábanas.
Se deslizó dentro y él la siguió.
Su manera de hacer el amor era lenta, conmovedora y tan desgarradoramente intensa,
que lágrimas le humedecían sus ojos. Él las secó, murmurando suaves palabras, mientras la
acunaba. Suspirando, apoyó la cabeza en su pecho y dejó que los latidos del corazón se
calmaran hasta quedarse dormida.
Se despertó en medio de la noche, con un hueco en su estómago por la ansiedad.
El sitio de Zack estaba vacío y frío, tal y como el día anterior. Intentando no sacar
conclusiones precipitadas de por qué había dejado la cama a esas horas, salió y abrió la
puerta, dejando la habitación.
Las luces del pasillo se habían atenuado y no se escuchaba nada en las habitaciones.
¿Habría ido Zack a atender asuntos de negocios?
Volvió al dormitorio y se puso una bata. Viendo que la puerta de la terraza estaba
entreabierta, fue a cerrarla y en un impulso salió fuera. Los grillos cantaban en la cálida noche
y la esencia de especies exóticas impregnaba el aire. Envolviendo los brazos alrededor de su
cintura, respiró profundamente y volvió sobre sus pasos a lo largo de la terraza, como si fuera
empujada por un instinto desconocido. Se encontró en el punto donde Zack la encontró
aquella noche, mirando el montículo de rocas que había frente a la tienda de campaña.
Mientras miraba, una luz salió de esta.
Contuvo el aire en sus pulmones reconociendo la sombra a través de la tela de la
tienda.
Un millón de preguntas le vinieron a la cabeza, mientras mantenía la mirada fija,
incapaz de apartarla de la escena.
¿Qué cojones hacía allí en mitad de la noche?
La ansiedad de su estómago se multiplicó. Más que nada, quería irrumpir en la planta
baja y exigir explicaciones. Se mordió el labio.
Había prometido darle tiempo. Aceptó una pregunta por día y demandándole más tal
vez lo empujaría a no decirle absolutamente nada y era lo último que quería. La sombra se
movió y Bethany se apartó de la barandilla.
Zack salió al aire de la noche, con la cabeza inclinada y su postura ponderada como
nunca había visto antes. Debajo de su camiseta blanca sus hombros estaban tensos y carecían
de la gracia habitual de movimiento.
163
Pensar que estaba fuera luchando con los demonios que lo perseguían la hizo saltar
de la cama de nuevo.
Abriendo la puerta, estaba a punto de bajar las escaleras cuando la luz por debajo de
la puerta al final del pasillo le llamó la atención.
La habitación de los juguetes.
Con la boca seca, se acercó y giró el pomo. Zack dio la vuelta de donde había estado
acariciando una banda de cuero unida a la cruz de San Andrés3 y se enfrentó a ella.
164
Página
3 Cruz de San Andrés elemento muy utilizado en las prácticas BDSM, para adoptar los roles de
dominación y sumisión.
20
Traducido por Jessibel & Jul
Corregido por Ivettelaflaca
—No —espetó—. No haga promesas que no puedas cumplir. He aprendido por las
malas que nada dura para siempre. Crees que estás enamorándote de mí...
Página
decir?
Página
hasta que te conocí. Ahora me tocas y siento como si estuviera perdiendo la cabeza.
—Me siento igual.
Página
Repitió la acción, cerrando los ojos para concentrarse en la tarea mientras gritaba de placer.
Página
Pero no le importaba. Todo lo que quería era su pene grueso entre las piernas. Todo
lo que quería era hacerlo estremecerse de placer para que pudiera olvidar su dolor por un
Página
instante.
—Te amo.
Se sacudió de nuevo ante su confesión.
—Bethany.
—Sí. Por favor.
Sujetó su pene y lo acarició desde la raíz hasta la punta. Líquido rezumaba en la
abertura, haciendo que la necesidad arañara su interior. Acercándose, agarró sus caderas y
se sumergió con un empuje largo.
Sus gemidos mezclados resonaron por toda la habitación. Un temblor les sorprendió,
tanto, que la primera ola de placer retrocedió un poco. Pero eso fue sólo la calma antes de la
poderosa tormenta que había estado fraguándose durante horas.
Sus bolas golpearon contra su culo con cada dura embestida. A pesar que el estribo le
daba una ligera altura de ventaja, el poder detrás de su penetración todavía la levantaba. Un
placer como nunca había conocido la recorrió.
—Zach —sollozó, sintiendo la dicha cada vez más cerca. Golpeó sin descanso, su boca
devorándola siempre que podía, las mejillas, el cuello, la parte inferior sensible de su brazo.
—Joder, yo... no puedo tener suficiente de ti. No puedo... —Apretó los dientes—. No
me dejes nunca, Bethany. Por favor.
—No lo haré... no lo haré... Oh, Dios —gritó cuando su orgasmo explotó de su núcleo.
—Nena... Melocotón. —Oyó su gemido gutural, luego estaba arrojando su carga, las
ráfagas calientes de esperma inundaron su interior con cada golpe de caderas.
Calmó su cuerpo con suaves caricias hasta que su respiración se tranquilizó, luego,
incorporándose, le soltó las manos.
Al abrazarla, acercándola a su cuerpo caliente, una sensación de paz se apoderó de
Bethany. No se engañó pensando que era una paz duradera, pero se aferró a ella de todas
maneras.
Cuando la liberó por completo y la llevó a la camilla, no protestó. Hicieron el amor de
nuevo y luego la ató en el columpio. Cuando se acomodó en el sillón, apenas podía moverse.
En algún momento, la mañana se deslizó en tarde, luego en otra noche llena de angustia, la
levantó y la llevó de vuelta a la habitación, ordenando una bandeja de comida.
Comieron, se ducharon y volvieron a la cama. Allí enroscada de nuevo en su cuerpo
y con los brazos fuertemente a su alrededor, él se durmió.
170
Página
21
Traducido por Camila Cullen
Corregido por Juliee
173
Página
SOBRE EL AUTOR
Zara Cox ha escrito por casi veinticinco años, pero no fue hasta siete años atrás que
decidió compartir su amor por las sexys, rudas historias con alguien además de su familia
(los mayores de 18)
La serie Indigo Lounge es el siguiente paso de Zara en su viaje de escritura romántica
erótica y espera que hagas este viaje con ella.
174
Página
Siguiente libro
Coqueto, socio y absoultamente delicioso,
Higher es la candente conclusión de la historia de
amor de Zach y Bethany, la cual empezó en el primer
libro High. Cuando Bethany se encuentra de regreso
a bordo del Indigo Lounge, esta vez por motivo de
trabajo, sabe que su vida esta a punto de deslizarse en
caída libre.
Zachary Savage se ha impregnado de los
sentidos de ella, y a pesar de los intentos de ella por
proteger su corazón, regreso de nuevo a la caliente e
intensa órbita de sexo, más sexo y secretos oscuros.
Pero incluso fuera de este mundo, el sexo no salvará
el corazón de Beth cuando Zach finalmente está listo
para revelar la verdad… la más grande. El único
camino es subir, y esta vez ellos harán todo el viaje.
Indigo Lounge #2
175
Página
Página
176