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DOCUMENTOS WEB DINAMICAS 17 2 Artículo Invitado PDF
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E-ISSN: 1698-5516
CIDOB • Barcelona Centre for International Affairs
Y GLOBALIZACIÓN
Danilo Martuccelli, Université Paris Descartes, CERLIS-CNRS
Cierto, la empatía se produce frente al espectáculo de la deso- Si la importancia política de la igualdad entre los individuos es
lación ajena, pero en el momento mismo en que esta emoción un horizonte decisivo de la época actual, este aserto-proyecto
se produce, se engendra la convicción de que, más allá de la no debe tomarse como una estrategia de estudio. Sin esta indis-
empatía ante el dolor ajeno, demasiadas cosas nos separan de pensable y evidente distinción, la ceguera hacia experiencias
ellos como para que podamos experimentar, verdaderamen- históricas disímiles continuará siendo masiva. Una actitud que
te, una comunicación en torno a ellas. La experiencia de esos conlleva a romper, no con el proyecto de que todos los hombres
otros es percibida como irreductiblemente diferente. El pro- son iguales, sino con la afirmación de que no todos los indivi-
blema no es nuevo y fue incluso ampliamente debatido en duos son modernos (e incluso individuos), en beneficio de una
el siglo xviii: si, por un lado, la preocupación por los otros es postura de investigación que, partiendo de los procesos de in-
una emoción humana general, por el otro, las relaciones afec- dividuación efectivos, dé cuenta de las variantes de individuos
tivas nos inclinan hacia unos en detrimento de otros, y sobre presentes en las distintas sociedades y períodos. Y tras ella de
todo, las emociones son incapaces de fundar una obligación formas empáticas de solidaridad.
moral universal hacia nuestros semejantes (Terestchenko,
2005: capítulo 2). Comprendámoslo bien: el obstáculo prin- No todas las sociedades han conocido procesos de industriali-
cipal es justamente esta supuesta unidad antropológica en zación, racionalización, secularización, pero es posible pensar,
la medida en que esta no es prolongada, activamente, por su a condición de entenderse bien sobre los términos, que todas
inserción y comprensión en un horizonte sociológico com- ellas conocen procesos de individuación que dan lugar a dife-
partido. En breve: la emoción es necesaria e insuficiente. Si rentes perfiles de individuos. Cierto, las maneras de concebir
ella es un elemento importante del trabajo de identificación los individuos-empíricos (entes de carne y hueso) en cuanto
necesario a todo proceso de solidaridad (y en este sentido individuos-sujetos (definidos moral y culturalmente) varía de
debe ser subrayada), a todas luces su labilidad es demasiado manera significativa en las diferentes culturas y sociedades1;
grande como para asignarle el rol pivote. Como lo resume
Hugo Achugar (2004: 235), si reconocer que «todos somos
humanos puede servir para enfrentar desde el humanismo
liberal el fascismo racista» esto «no adelanta el conocimiento 1. En este punto retomamos la distinción de Louis Dumont (1985): por un lado,
recordémoslo, el «individuo» designa un agente empírico presente en toda colectividad.
real de los individuos». Por el otro, el «individuo» designa seres morales dotados de ciertas características
Pero ¿es posible sentar solidaridades con individuos lejanos y No existe, pues, en la práctica un campo insuperable de con-
disímiles? ¿Cómo respetar costumbres culturales que chocan flicto, pero sí una doble reificación falaz tanto de la identidad
contra «nuestras» visiones morales? Los partidarios de la inco- consuetudinaria como de la identidad moderna, que olvida
municación identitaria se apresuran en denunciar las acciones el conjunto de evoluciones, incluso recíprocas, existentes en-
de solidaridad (y de injerencia) realizados en nombre de prin- tre una y otra. En contra de lo que el esencialismo identita-
cipios universalistas como estrategias apenas disimuladas de rio quiere imponer, es en el seno de cada comunidad, y no
dominación. Un buen ejemplo solamente como una intromi-
se encontraría en las tensiones La solidaridad exige la capacidad de sión desde el exterior, donde se
entre derecho consuetudina- constatan divisiones y discu-
rio y derecho liberal. ¿Cómo establecer un vínculo particular en- siones entre partidarios de dis-
encarar el diálogo? tre individuos más allá de las barreras tintas lecturas de la tradición
–y a término, por supuesto, y
Regresemos a la regla que aca-
identitarias grupales. La solidaridad como lo muestran tantas voces
bamos de enunciar y veamos nace de la comprensión recíproca de la indígenas femeninas, defenso-
si es posible constatar, a esca- prueba común a la cual unos y otros, en ras sin ambages de la vida in-
la del individuo, una disolu- dividual contra los dictados de
ción práctica de esta aporía.
contextos diferentes, están sometidos, una tradición congelada.
El problema toma dos formas a saber, la articulación de lo colectivo y
distintas según si se plantea de lo individual El principal problema no se ex-
en el seno de una misma en- presa en los términos de la ten-
tidad política o entre indivi- sión entre universalismo y dife-
duos que viven en sociedades diferentes. En el primer caso, rencialismo, sino que se disuelve en los términos de las liber-
una de las soluciones políticas encontradas ha sido el otorga- tades concretas de los individuos. Para expandirlas, en el seno
miento de derechos especiales a ciertas comunidades, por lo de un Estado, es necesario a la vez reconocer los derechos de
general dentro de una autonomía territorial, pero esto solo ha las minorías con el fin de proteger los ciudadanos de las injus-
sido posible dentro del marco común de la vigencia de dere- ticias creadas, implícita o explícitamente, por las instituciones
chos universales (por lo general de corte liberal) propios del nacionales; pero es también indispensable que el Estado otor-
conjunto de los miembros de un Estado-nación. El derecho gue protecciones para que los individuos ejerzan su libertad
consuetudinario solo tiene vigencia en la medida en que no dentro de los grupos minoritarios de los que forman parte –y a
se vulneren estos principios fundamentales. Los puntos de veces en contra de ellos. Es justamente este aspecto el que obli-
fricción, como lo ejemplifican ciertas situaciones en América teran todos aquellos que piensan las demandas identitarias de
Latina, no son menores, como en el caso de las prácticas pu- manera esencialista y que desarrollan concepciones totalitarias
nitivas de ciertas poblaciones indígenas (que legitiman, por de la identidad: curiosamente, en el seno de la Alteridad, todos
ejemplo, el recurso a fuertes castigos físicos) o cuando el de- serían iguales. La categoría grupal anula las especificidades in-
recho consuetudinario entra en choque con los principios de dividuales. Y tras ellas, las libertades.
igualdad de la mujer (Sorj, Martuccelli, 2008). Los partidarios
de la guerra de dioses se frotan las manos: ¡he ahí, por fin, El desafío, por supuesto, no se plantea en los mismos térmi-
una verdadera incompatibilidad! El problema, por lo demás, nos según si la cuestión se plantea en un ámbito nacional o a
sería aún más patente tratándose de individuos que viven en nivel internacional; pero en ambos casos, la solidaridad exige
naciones diferentes regidas por reglas distintas. la capacidad de establecer un vínculo particular entre indivi-
duos más allá de las barreras identitarias grupales. En todos
Desde una lógica ideal, en efecto, toda intromisión externa los casos, la solidaridad nace de la comprensión recíproca de
en una comunidad o país debería juzgarse como una inter- la prueba común a la cual unos y otros, en contextos diferen-
vención ilegítima. Pero esta conclusión solo es inevitable si tes, están sometidos, a saber la articulación de lo colectivo y
se acepta el error de la clausura particularista –a saber, si se de lo individual.
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