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Aunque Jung fue un discípulo de Freud, ambos entendían al inconsciente de manera muy
distinta.
Para Jung la psique del ser humano está formada por la conciencia del yo conciente, por el
inconsciente personal, donde las experiencias se encuentran en la profundidad de la psique
individual, y por el inconsciente colectivo que rodea a ambos y que con sus componentes,
los Arquetipos, elabora las imágenes simbólicas, los comportamientos y los patrones de
conducta básicas del ser humano.
Jung entendía un inconsciente mucho más amplio que el inconsciente personal de Freud.
Para él se trataba de un inconsciente universal al que llamó “inconsciente colectivo” y
alrededor del cual giró toda su psicología. Los Arquetipos son el contenido o estructuras de
ese inconsciente colectivo y su número es ilimitado.
El inconsciente colectivo está formado por los Arquetipos informativos del origen de la
conciencia del espíritu creador y del espíritu destructor, puesto que en él conviven
hermanados los dos polos opuestos de todo en todo.
La ciencia intenta demostrar la existencia del inconsciente colectivo y su influencia en las
personas. El prestigioso físico cuántico David Bohm que colaboró con Enstein y con
Oppenheimer, llegó a la conclusión de que el mundo físico y material que vemos o tocamos
es la manifestación ordenada de un orden implícito y éste último al mismo tiempo, proviene
de otro orden superesplícito en el que todo está en todo, al que llamó
“ Holomovimiento”
Jung investigó los Arquetipos estudiando las doctrinas esotéricas como el gnosticismo
cristiano, las religiosas, mitológicas, en las tribus primitivas, el Tantra, el Taoísmo, el I-
Ching, la Alquimia y también los símbolos de las láminas de Tarot.
A los Arquetipos no se les percibe por sí mismos sino a través de sus proyecciones, de forma
que el pensamiento no sólo es raciocinio o sentimiento sino que además es intuición, y todo
pensamiento tiene su raíz histórica. Por eso en los sueños o visiones pueden verse
informaciones y detalles desconocidos en la cultura actual, contenidos que ni se han oído ni
leído ni visto, pero que existe en la historia del inconsciente colectivo con el que se ha
conectado en ese estado alterado de conciencia.
El simbolismo del Tarot está repleto de Arquetipos vivos del inconsciente colectivo, que
influyen en la imaginación consciente del cartomántico, de forma abstracta o llegando a
personificarse. Ellos son la clave de la intuición, de la videncia, de la percepción, de la
aprehensión, de la interpretación, de la comprensión y del discernimiento.
Pero es importante saber que forzar la mente para conectar conscientemente con los
Arquetipos del inconsciente colectivo a través del Tarot o de cualquier otro medio, es
peligroso si se hace sin control ni dirección profesional, porque los Arquetipos pueden
estimularse y adquirir una vida autónoma, controlando la personalidad psíquica del
aprendiz de cartomancia, y llegando a sustituir a su voluntad que queda anulada, a su débil
ego y a su débil deseo.
Para que esto no suceda, es indispensable no identificarse con las informaciones de los
Arquetipos, a las que pueden accederse mediante la práctica del Tarot, puesto que para ser
un buen cartomántico es necesario conectar correctamente con el inconsciente colectivo,
donde se encuentra toda la información que se necesite, sin olvidar que en él no sólo se
halla la verdad sino también su opuesta, la mentira.
1. Ser consciente de las proyecciones desparramadas en las personas a las que conocemos
o en los objetos de nuestro alrededor, y que están relacionadas con lo que el Yo ha creído
no conveniente, impulsándonos a sentir rechazo o distanciarnos de ellos. Para
conseguirlo hay que observar directamente la parte oscura y negativa de la creación, que
es la parte opuesta de la luz.
3. Encuentro entre el Yo consciente y el Yo del ser total o Sí Mismo, donde todos los
opuestos se complementan equilibradamente en la conciencia de la chispa divina, de lo
que Jung calificó como “Unus Mundos”, donde los Arquetipos opuestos se fusionan
armoniosamente, dando lugar a la verdadera felicidad en uno mismo.