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FACULTAD DE EDUCACIÓN
“LOS PROFETAS”
Lima
2018
DIDICATORIA.
INTRODUCCIÓN:
El presente trabajo referente a los Profetas (Isaias, Jeremias, Amós y Oseas), es de gran
importancia para el creyente, nos ayudará a entender la misión de estos profetas y que les
impulsaba a anunciar la buena notica y a denunciar las injusticas.
Esta investigación está basada en cuatro capítulos con la finalidad de poder desarrollarla
de manera ordenada hasta llegar a realizar un aporte al tema investigado, finalmente su
conclusión. En primer término, se presentarán las generalidades sobre algunas definiciones
básicas, la breve historia de los profetas mencionados anteriormente y la centralidad de su
mensaje.
CAPÍTULO I
La palabra «profeta» viene del griego prophetés: «el que habla en lugar de». El hebreo
designa a este personaje de varias maneras. Era en primer lugar el «vidente» (1 Sm 9, 9),
pero esta palabra acabó tomando un sentido peyorativo (Am 7, 12; Miq 3, 7; Is 28, 7; 29,
10); el «adivino», un título primero ilustre (Is 3, 2), pero luego reprobado; sobre todo el nabí.
Es el «hablador» (Jr 14, 18); el «proclamador» (Neh 6, 7); el «portavoz», según Ez 3, 16-
17 Y 7, 1; es el que «profetiza» (1 Sm 9, 19-20), a no ser que «delire» (1 Sm 10, 5.10; 19,
20); esta misma raíz puede tener un matiz favorable y otro despectivo.
Esta raíz, que parece extraña al hebreo, indica un origen extranjero del profetismo.
Observemos que Amós rechaza este título (7, 14), a pesar de que se atribuye la misión de
«profetizar» (7, 15); Oseas e Isaías no se lo dan -Isaías califica a su mujer de
«profetisa»: 8, 3-, pero Jeremías se reconoce «profeta» (Jr 1,' 5), así como
Ezequiel (Ez 2, 5). En fin, el Antiguo Testamento menciona a menudo a los
bené-nebiim, «hijos de profetas» o «hermanos-profetas»
En la Biblia podemos descubrir que, para el pueblo de Israel, así como para nuestra Iglesia
de hoy, los profetas son de capital importancia: Para Israel fueron los animadores de la
historia, analistas de su tiempo, que descubrieron la Palabra de Dios para su pueblo y
forjaron la identidad de Israel a partir de Ya v é
También se aprovechan “canciones” para transmitir el mensaje. Por ejemplo, Is 5,1-7: “Voy
a entonar en nombre de mi mejor amigo el canto dedicado a su viña. Mi amigo tenía una
viña en un terreno muy fértil. Re-movió la tierra, la limpió de piedras y plantó cepas de la
mejor calidad; en medio de ella levantó una torre, y preparó también un lagar…”
Los profetas usan también el género popular de las bendiciones y las maldiciones. Tenemos
un ejemplo en Jr 17,5-8: “El Señor dice:
“Maldito aquel que aparta de mí su corazón, que pone su confianza en los hombres
y en ellos busca apoyo. Será como la zarza del desierto, que nunca recibe cuidados:
que crece entre las piedras, en tierras de sal, donde nadie vive.
Pero bendito el hombre que confía en mí, que pone en mí su esperanza. Será como
un árbol plantado a la orilla de un río, que extiende sus raíces hacia la corriente y no
teme cuando llegan los calores, pues su follaje está siempre frondoso. En tiempo de
sequía no se inquieta, y nunca deja de dar fruto".
El género literario más utilizado por los profetas es el del oráculo. Un oráculo es un discurso.
El Señor habla («Esto dice el Señor»). Acusa al pueblo y le anuncia el castigo
correspondiente (oráculos de condena). O bien, le manifiesta su amor incondicional («no
ten-gas miedo» y le anuncia un futuro mejor y transformado (oráculos de salvación).
Ejemplos de cada tipo de oráculo:
1Re 21,19-20: “Así dice el Señor: Puesto que mataste a Nabot y le quitaste lo que era suyo,
en el mismo lugar donde los perros lamieron su sangre, lamerán también la tuya…”
Y en Is 41,8-13:
“Escucha, Israel, pueblo de Jacob, mi siervo, a quien yo he elegido, pueblo descendiente
de mi amigo Abraham: Yo te saqué del extremo de la tierra, te llamé desde el rincón más
alejado y te dije: ‘Tú eres mi siervo.’ Yo te elegí y no te he rechazado. No tengas miedo,
pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te
sostengo con mi mano victoriosa. Todos los que te odian quedarán avergonzados y
humillados; los que luchan contra ti quedarán completa-mente exterminados.
1.3 Los profetas y el culto
Es frecuente subrayar la oposición que se observa en los profetas frente al
culto. Se trata de una oposición real. Señalemos, por orden de gravedad
creciente de motivos, algunos de los textos que expresan esta oposición: ~. No son buenas
las disposiciones de los fieles que participan del culto (Am 3, 13-14; 4, 4-5; 5, 14-15; 8, 4-
8...) 2. Se juzga la acción cultual como inferior a los actos de elevada moralidad (Am 5, 24;
Is 1, 16-1 Z; Jr 7, 5-11; Is 58, 6-7...) 3. Algunos santuarios encierran una perversidad que
corrompe los actos que allí se realizan; por ejemplo, los santuarios del norte a juicio de los
profetas del sur; su origen es culpable, así como su dependencia respecto al poder político
(Am 3, 14; 4, 4; 5, 5-6; 7,9-15; 8,13-14; 9, 1).
Recordemos sin embargo la observación de R. de Vaux (Instituciones del Antiguo
Testamento, 420), para quien el templo de Jerusalén era exactamente un «santuario real»
lo mismo que el de Betel (Am 7, 13).
4. Los santuarios son lugares de prácticas perversas, de sacrificios que «repugnan» a Yavé
(Am 5, 21-23; Is 1, 11-15; d. Sal 50); de idolatría (Am 5, 26; Is 2, 8; Jr 7, 16-20; Ez 8; 14, 1-
11; 20; Is 65, 1-7; 66, 3-4); de banquetes sagrados que resultan verdaderas orgías (Am 5,
22; Is 28, 1.7-8 [5, 12; 22, 13; Miq 2, 11; Is 56, 12; JI 1, S?]); de prostitución «sagrada» (Am
2, 7-8; Os 4, 12-14
El templo es uno de los lugares privilegiados, si no el lugar por excelencia, de la predicación
de los profetas (Am 7, 10-15; Is 6). Cuando se les prohíbe hacerlo, se aprovechan de las
asambleas cultuales para hacer oír su voz (Jr 7, 1-6; 36, 5-9).
La predicación de los profetas recoge de forma prioritaria las tradiciones que se evocan en
el culto. Los oráculos de Isaías, por ejemplo, desarrollan las tradiciones cultuales
(atestiguadas por el salterio) relativas al Dios santo, a la realeza universal de Yavé, a las
que conciernen al arca. Lo mismo hace Jeremías, cuyas Confesiones se insertan en el
marco de las quejas del justo que sufre, tal como se recogen en los salmos.
Los profetas buscan la autenticidad cultual. Oseas critica a los sacerdotes, «no por ser
sacerdotes, sino por no serlo», ha escrito A. Neher. Designan la liturgia con las fórmulas
tradicionales que expresan su valor. Amós recoge la fórmula «buscar a Yavé» (5, 4-6);
Oseas habla de «conocer a Yavé» (4, 1-10); en una celebración es cuando Isaías «ve a
Dios» (6) y cuando, según Jeremías, el pueblo aprende a decir: «¿Dónde está Yavé?» (2,6-
8).
Según los profetas, los fieles que realizan en -el culto la experiencia espiritual de la acción
saludable de Yavé, descubren sus designios; la estructura litúrgica de las obras de Nahún
y de Habacuc muestra al profeta como el comentador del acto cultual que
expresa su sentido más profundo.
Los profetas tienen el sentido de los vínculos tan estrechos que ligan al culto
con toda la existencia del pueblo. Si critican las prácticas litúrgicas, es porque comprueban
su esterilidad: el culto no transforma la vida de las gentes tal como debería hacerlo. Ezequiel
ha expresado esta acción transformadora del culto, que va mucho más allá de los límites
del santuario, en el poema de la fuente que brota del templo y que corre a curar, transformar
y fecundar la tierra entera (Ez 47).
EL DIOS SANTO
Los dos, tanto Amós como Oseas, hablan del Dios santo; pero si Amós menciona la
santidad de Dios, es para deducir de ella la certeza de un juicio insoslayable (Am 4, 2). Al
revés, Oseas ve en el Dios santo al que, siendo radicalmente distinto de los hombres, no
puede participar de sus deseos de venganza, de sus manías destructoras; al que no puede
menos de perdonar y de salvar (Os 11, 9). Como acabamos de sugerir, el calificativo de
«santo».
CAPÍTULO II
EL PROFETA ISAÍAS Y SU OBRA
Organizamos el estudio de las profecías de Isaías, quizá el más grande profeta bíblico, en
tres grandes apartados. En primer lugar, presentamos los problemas que plantea la obra
que se pone bajo el nombre de Isaías. Se trata de un problema de crítica literaria, que puede
ser instructivo. Después estudiamos la figura del profeta, enmarcándola en su contexto
histórico. Finalmente, hacemos una presentación de los oráculos del profeta Isaías,
contenidos en el libro qué lleva su nombre. (Estella 1990).
La persona de Isaías.
Isaías debió de nacer hacia el 760 y era hijo de un tal Amos, desconocido para nosotros,
aunque los Padres de la Iglesia lo confundieron con el profeta Amos. La mención del padre
equivale al apellido. ¿Es un signo de nobleza, si tenemos en cuenta que de Amos; y
Miqueas se aporta el nombre de su pueblo natal? Parece un hombre de carácter decidido,
sin falsa modestia, que se ofrece voluntariamente a Dios en el momento de la vocación.
Su interés por la monarquía de David y por Jerusalén le identifica como judío. Vivió
probablemente en la capital, pues su modo de hablar de las miserias campesinas no es
directo, como el de Miqueas. Además, revela un conocimiento bastante exacto de la capital,
sus piscinas, canales, arsenales y ha visto la explanada del templo abarrotada. Sabe las
reacciones que provocan los abundantes impuestos para armas y las campañas de los
Asirios (Is 3,12.14.15; 5,8-9). Su trato fácil con los soberanos (7,3) suma puntos a favor de
la nobleza de su linaje. Se ha dicho que fue un personaje aristocrático, políticamente
conservador, enemigo de revueltas y cambios sociales profundos. Pero nada de esto tiene
serio fundamento: cuando defiende a alguien con pasión no es a los aristócratas, sino a los
oprimidos, huérfanos y viudas (1,17), al pueblo explotado y extraviado por los gobernantes.
Es capaz, también, de acciones llamativas: camina desnudo como signo contra Egipto
(20,1-6). Desconocemos el nombre de su mujer, a la que en una ocasión se alude como
«la profetisa». Tuvo, al menos, dos hijos a quienes puso nombres simbólicos: «Un resto
volverá»: «Pronto al saqueo, presto al botín»), pero que no han levantado la sospecha de
alegoría, como en Oseas. Se llegó incluso a pensar en la posibilidad de que el
Emmanuel hubiera sido hijo suyo. (Montpellier 1960)
Isaías es, sin duda, uno de los grandes literatos de la humanidad. Su lenguaje («consejo»,
«discernimiento», «inteligencia», «sabiduría») permite relacionarlo con los círculos
sapienciales. Al menos, demuestra una educación cuidada, ataca la sabiduría de los
políticos y describe al Mesías como sabio perfecto. Su estilo literario se caracteriza por la
expresión enérgica, el gusto por el detalle (3,16ss) y la plasticidad de las imágenes/*. Le
gustan las antítesis (pequenez humana-grandeza divina, paz-guerra, tinieblas-luz) y las
asonancias (5,7; 10,16; 29,2.9; 30,16). Es clásica su descripción del estrépito invasor, con
imágenes originales y escuetas, que sacuden por su inmediatez.
En esta sección se distinguen dos partes, además del prólogo a todo el libro (1) y un salmo
conclusivo de la sección (12): los ce. 2-5 contienen el anuncio de juicio a Judá y Jerusalén,
mientras que 6-11 están centrados en el «memorial» de Isaías (6,1-9,6). Is 2 tiene una
introducción propia (2,1) que confiere una cierta independencia literaria a Is 1. El problema
suele encontrarse en el c. 6: a pesar de su introducción histórica propia, algunos suelen
relacionarlo con los capítulos anteriores, entre otras razones por su separación temática
respecto a Is 7. Estos autores proponen leerlo entre los ce. 1 y 2. Otros lo relacionan con
los ce. siguientes. Esta última solución parece preferible por evitar la transposición
mencionada y porque cabe entenderlo como introducción al «memorial» de Isaías, cuyo
tema se centraría en la salvación del resto y el anuncio del Emmanuel. No se suele ver un
principio organizador en Is 9,7-12,6 16.
Cronología tradicional
Se suele generalmente aceptar 6 que Jeremías nació hacia el año 650 a. C. (durante el
reinado de Manases) en Anatot, ciudad benjaminita 7 situada a 6 kilómetros al norte de
Jerusalén (Jr 1,1; 11,21; 32,6-12). Pertenecía a una familia sacerdotal8 que -suponemos—
se habría tenido que instalar en Jerusalén y a la que se habría asignado un turno en el
templo con motivo de la reforma de Josías. A pesar de vivir en Jerusalén, él siguió ligado al
campo: se preocupó por la sequía (14,4.5), las viñas (8,13), rescató un terreno de su tío en
Anatot (32), etc. De su personalidad y, en concreto, de su lucha interior tenemos datos
abundantes gracias a unos textos autobiográficos que suelen denominarse «confesiones».
Jeremías estuvo personalmente implicado en su propia predicación, hasta el punto de que
su misión profética le exigió una vida celibataria (16,1-13). Se suelen reconocer cuatro
etapas en su actividad profética, de acuerdo con las épocas históricas 9 que le tocó vivir
(W. L. Holladay,1986).
Presentamos una visión sinóptica y panorámica de los reyes en cuyos reinados actúa
Jeremías, de modo que se puedan percibir con una sola mirada de conjunto las diversas
relaciones familiares y cronológicas entre ellos. Aparecen en cursiva los nombres de los
reyes que gobernaron un período amplio; los números que les anteceden indican el orden
correlativo en el que ocuparon el trono; los indicados entre paréntesis indican la fecha de
sus reinados respectivos.
El
libro de Jeremías
Problemas que presenta
El libro de Jeremías es uno de los libros proféticos que presenta mayor complejidad. Las
razones son varias: a) Por la variedad de géneros que en él se encuentran, como oráculos
contra Judá, narraciones de Jeremías, narraciones sobre Jeremías, «confesiones», carta,
oráculos contra las naciones, acciones simbólicas, narraciones históricas, etc. b) Por el
desorden cronológico en el que se presenta el texto, c) Por los problemas de contenido.
Durante muchos años se ha intentado reconstruir el «rollo primitivo», quemado
según se cuenta en Jr 36, para poder contar con una base auténtica de
oráculos de Jeremías, d) Por las diferencias entre el TM y LXX. El texto griego
es un octavo más breve (2.700 palabras menos) que el hebreo y, aunque es verdad que el
TM presenta numerosas repeticiones ,0, no todo se puede explicar por ellas.
Probablemente existió más de un texto del libro de Jeremías, pues 4QJerb (Jr 9,22-10,18)
está de acuerdo con el texto de LXX, mientras que 4QJera, 4QJerc y 2QJr son más
cercanos al TM. Y, lo que es más serio, en ambas recensiones se conserva un orden textual
distinto. El problema del orden comienza a partir de Jr 25 y fundamentalmente consiste en
la transposición de los oráculos de las naciones a lugares distintos. Si visualizamos la
diferencia, asignando un nombre y una letra a cada bloque textual, como propone E. Vogt,
resulta el cuadro siguiente:
El orden en TM es A-C-B-D, mientras que en LXX es B-A-C-D. Este problema nos lleva sin
querer al problema quizás más importante del libro de Jeremías: su formación, su origen,
cuyo punto de partida es, sin duda, Jr 36.
Amós
Leemos en Am 1,1: «Este es el mensaje que Amós, pastor de ovejas del poblado de Técoa,
recibió de parte de Dios acerca de Israel, dos años antes del terremoto, en tiempos de
Ozías, rey de Judá, y de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel.» No hay datos que permitan
situar a Técoa, el pueblo natal de Amós, en el mapa. Tampoco tenemos noticias del
terremoto que se cita. En cualquier caso, Amós hace de profeta durante los años previos al
hundimiento del reino de Israel. El rey Ozías de Judá gobernó del 782 aC al 740 aC. El rey
Jeroboam II de Israel gobernó del 787aC al 747 aC.
Del libro de Amós se deduce que el profeta actúa sobre todo en torno al santuario de Betel
(un poco al norte de Jerusalén, siguiendo la sierra montañosa). De allí fue expulsado por el
sacerdote Amasías porque se trataba de un santuario real (Am 7,10-17). Probablemente en
ese momento el profeta acabó su misión. El libro presenta unos oráculos contra
las naciones vecinas (Aram,Filistea, Tiro, Edom, Ammón, Moab, Judá) así
como contra el mismo Israel.
Después vienen unas visiones y, finalmente, unos oráculos de salvación. La misión de
Amós consiste substancialmente en el anuncio del castigo del Señor. Seguramente
nosotros diríamos que sus palabras son una “denuncia”. El profeta denuncia una situación
injusta y hace ver que el Señor ya no aguanta más.
Amós debió de tener una experiencia difícil haciendo de profeta. En los cc. 7-9 se exponen
cinco visiones que tuvo. En las dos prime-ras el profeta intercede ante el Señor a favor del
pueblo de Israel. El Señor amenaza con golpear a Israel con unas plagas que compro-
meterán su subsistencia. El profeta consigue que el Señor se eche atrás y no ejecute lo que
había decidido. Según Amós, Israel es un pueblo demasiado pequeño para poder
sobrevivir. En las dos visiones siguientes, después de que el sacerdote Amasías expulsase
al profeta del santuario de Betel, Amós ya no intercede por el pueblo y el castigo se prevé
inminente. Finalmente, en la última visión, se contempla el hundimiento del santuario y la
muerte de los quelo visitaban, presagio de la extinción del reino de Israel. A pesar de que
todo el libro tiene este tono catastrófico, al final, elSeñor mismo se mueve para reconstruir
al pueblo. La actuación del Señor se presenta en clave de renovación. Renovación de las
personas y de todo lo que hacen para vivir:
“Viene el día en que levantaré la caída choza de David. Taparé sus brechas, levantaré
sus ruinas y la reconstruiré tal como fue en los tiempos pasados, para que lo que quede
de Edomy de toda nación que me ha pertenecido vuelva a ser posesión de Israel.”
El Señor ha dado su palabra, y la cumplirá. “Vienen días en que todavía se estará
cosechando el trigo cuando ya será tiempo de arar el campo, y en que aún no se habrá
acabado de pisar las uvas cuando ya será tiempo de sembrar el trigo. Por montes y
colinas correrá el vino como agua. Entonces traeré del destierro a mi pueblo Israel.
Reconstruirán las ciudades destruidas y vivirán en ellas; plantarán viñas y beberán su
vino; sembrarán huertos y comerán sus frutos. Pues los plantaré en su propia tierra y
nunca más volverán a ser arrancados de la tierra que les di.” Dios el Señor lo afirma.
(Am 9,11-15).
Amos acusa a los ricos de Israel, por ignorar al pobre y permitir graves injusticias en su
tierra, especialmente que el pobre sea vendido a la esclavitud y luego le niegan el acceso
a la representación legal; pero Dios dice a través de Amos “Solo a ustedes he
escogido de todas las familias de la tierra, por eso los castigare por todas sus
iniquidades”.
V. EL PROFETA OSEAS
La parte autobiográfica propone una imagen muy potente de lo que será el mensaje del
profeta. Nada más comenzar se dice esto: El Señor comenzó así el mensaje que quería
comunicar por me-dio de Oseas: “La tierra de Israel se ha prostituido apartándose de mí.
De la misma manera, ve tú y toma por mujer a una prostituta, y ten hijos con ella; así ellos
serán hijos de una prostituta.” Oseas tomó entonces por mujer a Gómer, hija de Diblaim, la
cual quedó embarazada y le dio un hijo. Entonces el Señor dijo a Oseas: “Llama Jezreel al
niño, porque dentro de poco voy a castigar a los descendientes del rey Jehú por los
crímenes que cometió en Jezreel, y voy a poner fin al reino de Israel.
Ese día destruiré en el valle de Jezreel el poderío militar de Israel.” Gómer volvió a quedar
embarazada y tuvo una hija. El Señor dijoa Oseas: “Llama Lo-ruhama a la niña, porque ya
no volveré a tener compasión del reino de Israel. No los perdonaré.
Tendré, en cambio, compasión del reino de Judá: yo mismo, el Señorsu Dios, los
salvaré. Pero no los salvaré por medio de la guerra, sino que lo haré sin arco ni
espada, sin caballos ni jinetes.” Después de haber destetado a Loruhama, Gómer
volvió a que-dar embarazada y tuvo un hijo. Entonces el Señor dijo a Oseas: “Llama
Lo-amí al niño, porque vosotros ya no sois mi pueblo ni yo soy ya vuestro Dios.” (Os
1,2-9)
Esta experiencia del profeta, fuese real o literaria, ejemplifica perfectamente qué quiere
trasmitir el profeta. Entre el Señor y el pueblo tendría que haber una fuerte relación de
amor correspondido. En cambio, sólo hay infidelidad. Los hijos, con nombres
representativos, apuntan a la situación actual: el pueblo ya no cuenta para
Dios como tal; el Señor ya no lo ama. Pero la situación actual no es, ni
mucho menos, definitiva. Es verdad que el pueblo ha despreciado desde
siempre el amor que Dios le ofrece, pero no se cansa nunca de llamarlo, y de volverlo a
llamar. Un ejemplo, lo tenemos en la salida de Egipto:
“Cuando el pueblo de Israel era niño, yo lo amaba; a él, queera mi hijo, lo llamé de Egipto.
Pero cuanto más lo llamaba, más se apartaba de mí. Mi pueblo ofrecía sacrificios a los
dioses falsos y quemaba incienso a los ídolos. Con todo, yo guié al pueblo de Efraín y lo
enseñé a caminar; pero ellos no compren-dieron que era yo quien los cuidaba.
El episodio se inicia con una acusación muy dura de idolatría generalizada. Oseas no critica
sólo la idolatría de las prácticas religiosas sino, sobre todo, la “idolatría política”. ¿Qué
quiere decir esto? Quiere decir que Israel “divinizaba” los imperios que supuesta-mente lo
ayudarían. Al divinizarlos se alejaba del Señor, dejada de reconocer sus favores
Pero lo importante del episodio del capítulo 2 es que después delas acusaciones duras
viene el reencuentro que cambia a las personas (explicitado en los cambios de nombre de
los hijos). El libro acaba con el mismo mensaje:
Voy a ser para Israel como el rocío, y dará flores como los lirios. Sus raíces serán tan
firmes como el monte Líbano; sus ramas se extenderán hermosas como las ramas del
olivo, y será su aroma
CONCLUSIÓN:
Al investigar acerca de los profetas ya mencionados se puede afirmar que estos grandes
hombres de Dios, fueron extraordinarios en la medida que hicieron la voluntad de Dios en
cada instante de sus vidas, se encontraron con Yavé y nunca se apartaron de ÉL.
Isaías por ejemplo fue un joven de familia noble que “había visto a Yavé”, habló sin
cesar en nombre del Dios presente en Israel y al que Israel desconocía. El libro de
Isaías y de sus discípulos es el más importante de los libros proféticos, que
recordaran y citaran constantemente Jesús y sus apóstoles.
Jeremías es el profeta, mientras que Isaías es la profecía. Ambas caras del
profetismo son complementarias. Cuando Dios le llama Jeremías se muestra
temeroso mientras que Isaías se muestra entusiasta, esto debe ser al temperamento
de ambos. Jeremías provenía de una familia de sacerdotes de Anatot, es un joven
sentimental, pacífico y sin defensa que sufre en silencio la maldad de sus
perseguidores, él muestra en sus poemas al siervo sufriente de Yavé.
Amos, pastor natural de un pueblecito cerca de Belén, en el país de Judá. Dios lo
saca de detrás de su rebaño y lo envía a dar oráculos al país vecino, Israel del Norte.
La centralidad de su mensaje consistía en denunciar las injusticas sociales y la
religión que solo se contenta sólo de ritos externos. Él anunció el castigo de Dios y
el destierro de Israel poco antes que Oseas.
Oseas encabeza los profetas menores sus profecías se dirigieron hacia el Reino del
norte. Dios lo llamó para advertir en su nombre a un pueblo idolatra y materializado,
y le pidió hablar, no solo el lenguaje de Dios Sabaot, Señor de Israel, sino también
el del esposo traicionado por su esposa, el cual tiene que buscarla, seducirla
nuevamente, perdonarla y empezar de nuevo; eso hace Dios con nosotros cuando
nos desviamos, él sigue seduciéndonos e invitándonos a empezar de nuevo con él
y para él.
Cabrejos, M., & Richero, L. ((2012)). Biblia de América. Lima.: Santa María.
Marín, J. R. (2011). Los libros de los Profetas - Documentos de Aco núm. 23. España: Verbo Divino.
Monloubo, L. (1996). Los Profetas del Antiguo Testamento - cuadernos Biblicos . España: Verbo Divino.