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AÑO DEL DIÁLOGO Y LA RECONCILIACIÓN NACIONAL

UNIVERSIDAD PRIVADA MARCELINO CHAMPANAG

FACULTAD DE EDUCACIÓN

ÁREA – CIENCIAS RELIGIOSAS

“LOS PROFETAS”

Isaias, Jeremias, Amós y Oseas

Hna. MARY LUZ VENEGAS ARCE

CICLO DE ESTUDIOS: 5 AÑO

PROF: EDUARDO CALCIN FIGUEROA

“Los profetas anunciaban la Justicia, la Paz Y la Reconciliación”.

Lima
2018
DIDICATORIA.

Esta monografía es dedicada a nuestra

UNIVERSIDAD, por brindarme la oportunidad de

conocer por el presente el tema: LOS LIBROS

PROFÉTICOS, así mismo va dedicada a mi querida

congregación por el apoyo incondicional.


LOS PROFETAS

Isaias, Jeremias, Amós y Oseas

INTRODUCCIÓN:

El presente trabajo referente a los Profetas (Isaias, Jeremias, Amós y Oseas), es de gran
importancia para el creyente, nos ayudará a entender la misión de estos profetas y que les
impulsaba a anunciar la buena notica y a denunciar las injusticas.

Esta investigación está basada en cuatro capítulos con la finalidad de poder desarrollarla
de manera ordenada hasta llegar a realizar un aporte al tema investigado, finalmente su
conclusión. En primer término, se presentarán las generalidades sobre algunas definiciones
básicas, la breve historia de los profetas mencionados anteriormente y la centralidad de su
mensaje.

En cada uno de los contenidos se presentarán nuevas definiciones y pensamientos de


diversas autorías, con la finalidad de llamarnos a reconocer y valorar como Dios actuó en
la historia y mantuvo su promesa de generación en generación, hasta manifestarse en
Jesucristo su hijo unigénito, culmen de todas las profecías a quienes los profetas
anunciaron desde la antigüedad.

CAPÍTULO I

ALGUNAS CONSIDERACIONES ESENCIALES SOBRE DEFINICIÓN DE “PROFETA”

La palabra «profeta» viene del griego prophetés: «el que habla en lugar de». El hebreo
designa a este personaje de varias maneras. Era en primer lugar el «vidente» (1 Sm 9, 9),
pero esta palabra acabó tomando un sentido peyorativo (Am 7, 12; Miq 3, 7; Is 28, 7; 29,
10); el «adivino», un título primero ilustre (Is 3, 2), pero luego reprobado; sobre todo el nabí.
Es el «hablador» (Jr 14, 18); el «proclamador» (Neh 6, 7); el «portavoz», según Ez 3, 16-
17 Y 7, 1; es el que «profetiza» (1 Sm 9, 19-20), a no ser que «delire» (1 Sm 10, 5.10; 19,
20); esta misma raíz puede tener un matiz favorable y otro despectivo.

Esta raíz, que parece extraña al hebreo, indica un origen extranjero del profetismo.
Observemos que Amós rechaza este título (7, 14), a pesar de que se atribuye la misión de
«profetizar» (7, 15); Oseas e Isaías no se lo dan -Isaías califica a su mujer de
«profetisa»: 8, 3-, pero Jeremías se reconoce «profeta» (Jr 1,' 5), así como
Ezequiel (Ez 2, 5). En fin, el Antiguo Testamento menciona a menudo a los
bené-nebiim, «hijos de profetas» o «hermanos-profetas»

En la Biblia podemos descubrir que, para el pueblo de Israel, así como para nuestra Iglesia
de hoy, los profetas son de capital importancia: Para Israel fueron los animadores de la
historia, analistas de su tiempo, que descubrieron la Palabra de Dios para su pueblo y
forjaron la identidad de Israel a partir de Ya v é

1.1 ¿Qué libros proféticos?


Puede parecer una pregunta vana, pero… cuando hablamos de “libros proféticos»,
¿qué queremos decir? Mirad el índice de cualquier Biblia que sea un poco moderna.
Fijémonos en los libros del Antiguo Testamento. Los libros están agrupados en tres
bloques: Ley (Pentateuco), Profetas, Escritos. En el bloque de los Profetas no extraña
encontrar libros como el de Isaías o el de Jeremías… Pero, ¿qué hacen entre los
libros proféticos obras como la de Josué, ¿Jueces,1-2Samuel y 1-2Reyes? Sería muy
largo de explicar, pero para resumirlo se puede decir que estos libros “narran” la
historia del pueblo de Israel desde el momento en que llega (se supone que
proviniendo de Egipto) a la tierra de Canaán (siglo XII aC) hasta que los babilonios lo
hacer desaparecer del mapa político internacional (sigloVI aC). La cuestión importante
es que el judaísmo oficial acogió la “narración” de prácticamente toda la “historia de
Israel en Canaán” como una gran “profecía”. Por tanto, la idea de profecía en la Biblia es
más amplia de lo que normalmente pensamos. Son profetas las personas. Cierto. Pero también
lo es la historia. Hay momentos históricos que son proféticos, que anuncian y construyen ya un
mundo nuevo. Y seguramente se tendría que decir, por extensión, que incluso las instituciones
(sociales y religiosas) pueden ser proféticas. ¡O al menos tendrían que serlo!

1.1.1 La raíz de la figura del profeta


Hay profetas en todas las religiones. Tendrán manifestaciones diferentes y
nombres diferentes en cada una. Pero prácticamente todas las religiones parten
del convencimiento de que sus dioses pueden y quieren comunicarse con la
gente. Unos personajes específicos se preocupan de que esta comunicación
llegue a buen puerto. A esto se añade el hecho de que un aspecto importante
de las religiones consiste en arrojar luz sobre el futuro personal y colectivo. El
antiguo pueblo de Israel conoce la existencia en los pueblos vecinos de
diferentes mediadores religiosos: sacerdotes y adivinos de los filisteos (1Sa
6,2); magos, adivinos y astrólogos entre los babilonios (Is44,25; 47,13; Ez
21,26), y entre los egipcios (Is 19,3); profetas entre los cananeos (1Re 18,19),
en Moab (Nm 23-24), etc
Pero el intermediario por excelencia entre Dios y el pueblo es el «profeta». La
figura del profeta ha evolucionado a lo largo del tiempo en la Biblia. Se dice en
1Sa 9,9: «Antiguamente, cuando algún israelita quería consultar a Dios, decía:
“Vamos a ver al vidente”; pues al que ahora se llama “profeta”, antes se le
llamaba “vidente”». Los profetas, pues, forman parte de la categoría de “personajes
religiosos” que aseguran la comunicación entre la divinidad y la humanidad.

1.1.2 La vocación y la crisis del profeta.


El profeta es un “llamado que llama”. La idea de “llamado” queda explícita en
algunos casos, a través de la vocación. La vocación supone para el profeta una
experiencia de Dios que marca su existencia. El profeta Amós responde al
sacerdote de un templo cananeo que le prohíbe hablar más (Am 7,14-15):
«Yo no soy profeta ni pretendo serlo. Me gano la vida cuidando ovejas y
recogiendo higos silvestres; pero el Señor me quitó de andar cuidando
ovejas y me dijo: ‘Ve y habla en mi nombre a mi pueblo Israel.’».
Normalmente, la vocación de los profetas se expresa siguiendo las pautas de
un esquema formal. Veamos las partes principales en Is6,1-8; Jr 1,4-10; Ez 2,1-
3,11; podéis comprobar el mismo esquema para la vocación de Moisés en Ex
3,1-4,17).

1.1.3 La persona se encuentra con Dios, generalmente en circunstancias


especiales
Isaías tiene una visión, probablemente en el templo. Ve al Señor “sentado en
un trono muy elevado”. El manto de su vestido llena el edificio. Unos ángeles
asisten al Señor y cantan: “Santo, Santo, Santo es el Señor del universo, tota
la tierra está llena de su gloria.” Todo el edificio temblaba bajo el sonido de
aquel
canto. Jeremías oye una palabra interior que le hace saber cómo lo hallamado
desde antes de nacer, desde que estaba en el vientre de su madre.
Ezequiel, como Isaías, ha visto la gloria de Dios, y una voz potente en medio
de la visión hace que se ponga en pie y le habla.

1.1.4 La persona recibe de parte de Dios la misión de ir al pueblo y hablarle


El Señor destina a Jeremías a ser profeta de las naciones.
Ezequiel tiene que ir al encuentro del pueblo, su pueblo, y hablarle.

1.1.5 La persona llamada manifiesta algún tipo de objeción


Isaías reacciona considerándose impuro, juntamente con todo el pueblo.
Jeremías se excusa diciendo que es demasiado joven y no sabe hablar.

1.1.6 El profeta se comunica


El profeta no sólo «comunica la palabra de vida de Dios al pueblo» sino que
«se comunica» con Dios y con el pueblo. Por eso la comunicación profética
no es nunca una comunicación desarraigada, sino implicada. El profeta se
comunica hablando. De viva voz. Hablando con el Dios que le habla. Hablando
al pueblo en una historia que “habla”. Pero a veces el profeta se comunica
actuando Haciendo cosas. Numerosas veces los profetas realizan acciones
simbólicas. Hacen gestos significativos. Así ilustran plásticamente su
mensaje. O provocan que el pueblo pregunte al profeta qué quiere decir

1.2 ¿Con qué estilo literario se escriben los libros proféticos?


Los libros proféticos son literatura. Y, por tanto, se tienen que leer con los mismos
criterios con que leemos cualquier libro. No leemos de la misma manera una poesía
que una novela. Como no leemos igual el periódico que un libro científico.
Cada género literario crea en el lector un ambiente, una predisposición, que facilita la
comprensión del texto. Si alguien pretendiese leer un poema como si fuese un artículo
especializado no entendería nada y no disfruta-ría del texto. Si alguien leyese una
novela de ficción y se imaginase que encontrará la verdad histórica de lo que se
explica en ella, no entenderá el sentido de la narración y no disfrutará con la lectura.
Los que compilaron las palabras de los profetas en unos libros usaron diversos
géneros literarios.
Los que las circunstancias requerían y los que mejor expresaban la esencia y la
hondura del mensaje profético. Hay géneros literarios que responden a la predicación
oral de los profetas. Quieren transmitir la realidad de alguien que habla directamente
a unos interlocutores. El lenguaje es popular. Los profetas hablan con
parábolas o alegorías, se sirven de preguntas retóricas.

También se aprovechan “canciones” para transmitir el mensaje. Por ejemplo, Is 5,1-7: “Voy
a entonar en nombre de mi mejor amigo el canto dedicado a su viña. Mi amigo tenía una
viña en un terreno muy fértil. Re-movió la tierra, la limpió de piedras y plantó cepas de la
mejor calidad; en medio de ella levantó una torre, y preparó también un lagar…”

Los profetas usan también el género popular de las bendiciones y las maldiciones. Tenemos
un ejemplo en Jr 17,5-8: “El Señor dice:
“Maldito aquel que aparta de mí su corazón, que pone su confianza en los hombres
y en ellos busca apoyo. Será como la zarza del desierto, que nunca recibe cuidados:
que crece entre las piedras, en tierras de sal, donde nadie vive.
Pero bendito el hombre que confía en mí, que pone en mí su esperanza. Será como
un árbol plantado a la orilla de un río, que extiende sus raíces hacia la corriente y no
teme cuando llegan los calores, pues su follaje está siempre frondoso. En tiempo de
sequía no se inquieta, y nunca deja de dar fruto".

El género literario más utilizado por los profetas es el del oráculo. Un oráculo es un discurso.
El Señor habla («Esto dice el Señor»). Acusa al pueblo y le anuncia el castigo
correspondiente (oráculos de condena). O bien, le manifiesta su amor incondicional («no
ten-gas miedo» y le anuncia un futuro mejor y transformado (oráculos de salvación).
Ejemplos de cada tipo de oráculo:
1Re 21,19-20: “Así dice el Señor: Puesto que mataste a Nabot y le quitaste lo que era suyo,
en el mismo lugar donde los perros lamieron su sangre, lamerán también la tuya…”
Y en Is 41,8-13:
“Escucha, Israel, pueblo de Jacob, mi siervo, a quien yo he elegido, pueblo descendiente
de mi amigo Abraham: Yo te saqué del extremo de la tierra, te llamé desde el rincón más
alejado y te dije: ‘Tú eres mi siervo.’ Yo te elegí y no te he rechazado. No tengas miedo,
pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te
sostengo con mi mano victoriosa. Todos los que te odian quedarán avergonzados y
humillados; los que luchan contra ti quedarán completa-mente exterminados.
1.3 Los profetas y el culto
Es frecuente subrayar la oposición que se observa en los profetas frente al
culto. Se trata de una oposición real. Señalemos, por orden de gravedad
creciente de motivos, algunos de los textos que expresan esta oposición: ~. No son buenas
las disposiciones de los fieles que participan del culto (Am 3, 13-14; 4, 4-5; 5, 14-15; 8, 4-
8...) 2. Se juzga la acción cultual como inferior a los actos de elevada moralidad (Am 5, 24;
Is 1, 16-1 Z; Jr 7, 5-11; Is 58, 6-7...) 3. Algunos santuarios encierran una perversidad que
corrompe los actos que allí se realizan; por ejemplo, los santuarios del norte a juicio de los
profetas del sur; su origen es culpable, así como su dependencia respecto al poder político
(Am 3, 14; 4, 4; 5, 5-6; 7,9-15; 8,13-14; 9, 1).
Recordemos sin embargo la observación de R. de Vaux (Instituciones del Antiguo
Testamento, 420), para quien el templo de Jerusalén era exactamente un «santuario real»
lo mismo que el de Betel (Am 7, 13).
4. Los santuarios son lugares de prácticas perversas, de sacrificios que «repugnan» a Yavé
(Am 5, 21-23; Is 1, 11-15; d. Sal 50); de idolatría (Am 5, 26; Is 2, 8; Jr 7, 16-20; Ez 8; 14, 1-
11; 20; Is 65, 1-7; 66, 3-4); de banquetes sagrados que resultan verdaderas orgías (Am 5,
22; Is 28, 1.7-8 [5, 12; 22, 13; Miq 2, 11; Is 56, 12; JI 1, S?]); de prostitución «sagrada» (Am
2, 7-8; Os 4, 12-14
El templo es uno de los lugares privilegiados, si no el lugar por excelencia, de la predicación
de los profetas (Am 7, 10-15; Is 6). Cuando se les prohíbe hacerlo, se aprovechan de las
asambleas cultuales para hacer oír su voz (Jr 7, 1-6; 36, 5-9).
La predicación de los profetas recoge de forma prioritaria las tradiciones que se evocan en
el culto. Los oráculos de Isaías, por ejemplo, desarrollan las tradiciones cultuales
(atestiguadas por el salterio) relativas al Dios santo, a la realeza universal de Yavé, a las
que conciernen al arca. Lo mismo hace Jeremías, cuyas Confesiones se insertan en el
marco de las quejas del justo que sufre, tal como se recogen en los salmos.
Los profetas buscan la autenticidad cultual. Oseas critica a los sacerdotes, «no por ser
sacerdotes, sino por no serlo», ha escrito A. Neher. Designan la liturgia con las fórmulas
tradicionales que expresan su valor. Amós recoge la fórmula «buscar a Yavé» (5, 4-6);
Oseas habla de «conocer a Yavé» (4, 1-10); en una celebración es cuando Isaías «ve a
Dios» (6) y cuando, según Jeremías, el pueblo aprende a decir: «¿Dónde está Yavé?» (2,6-
8).
Según los profetas, los fieles que realizan en -el culto la experiencia espiritual de la acción
saludable de Yavé, descubren sus designios; la estructura litúrgica de las obras de Nahún
y de Habacuc muestra al profeta como el comentador del acto cultual que
expresa su sentido más profundo.
Los profetas tienen el sentido de los vínculos tan estrechos que ligan al culto
con toda la existencia del pueblo. Si critican las prácticas litúrgicas, es porque comprueban
su esterilidad: el culto no transforma la vida de las gentes tal como debería hacerlo. Ezequiel
ha expresado esta acción transformadora del culto, que va mucho más allá de los límites
del santuario, en el poema de la fuente que brota del templo y que corre a curar, transformar
y fecundar la tierra entera (Ez 47).

1.4 El Dios de los profetas


Es evidente el DIOS de los profetas es el de toda la biblia, es el DIOS de Israel, La fe de
los profetas es la de toda la tradición bíblica, aunque con un matiz especial, Entre todos los
demás testigos de la fe bíblica, los profetas tienen una conciencia más Intensa de lo que
constituye la fe de Israel de lo que la caracteriza, de lo que la distingue de las demás
Mientras que los sabios se creen en comunión con los espíritus religiosos que tienen los
pueblos vecinos, los profetas se sienten cogidos por lo que se vive en el interior de su
comunidad, están tan empapados de la fe del pueblo -«Vosotros seréis mi pueblo y yo seré
vuestro DIOS»- Es que Israel tiene una manera Original de concebir a su DIOS, Esta
particularidad no la ha recibido de un <<lugar» especial, desde donde haya logrado ver a
DIOS de una forma distinta, el DIOS de Israel es un Dios que habla.
Los sacerdotes de Babilonia cantan en presencia de los Israelitas doloridos, las alabanzas
de ese Dios Marduk que ha dado Innumerables victorias a su fiel Nabucodonosor Habría
que añadir que el DIOS de Israel es también un Dios que se revela en la naturaleza, Los
sabios no son los únicos en buscar en el universo las huellas de DIOS, ya que en esa
búsqueda están acompañados por los profetas (Walter Zimmerli L XLI 130 Y nota 7).

EL DIOS SANTO
Los dos, tanto Amós como Oseas, hablan del Dios santo; pero si Amós menciona la
santidad de Dios, es para deducir de ella la certeza de un juicio insoslayable (Am 4, 2). Al
revés, Oseas ve en el Dios santo al que, siendo radicalmente distinto de los hombres, no
puede participar de sus deseos de venganza, de sus manías destructoras; al que no puede
menos de perdonar y de salvar (Os 11, 9). Como acabamos de sugerir, el calificativo de
«santo».
CAPÍTULO II
EL PROFETA ISAÍAS Y SU OBRA

Organizamos el estudio de las profecías de Isaías, quizá el más grande profeta bíblico, en
tres grandes apartados. En primer lugar, presentamos los problemas que plantea la obra
que se pone bajo el nombre de Isaías. Se trata de un problema de crítica literaria, que puede
ser instructivo. Después estudiamos la figura del profeta, enmarcándola en su contexto
histórico. Finalmente, hacemos una presentación de los oráculos del profeta Isaías,
contenidos en el libro qué lleva su nombre. (Estella 1990).

El profeta Isaías: personalidad y época histórica

La persona de Isaías.

Isaías debió de nacer hacia el 760 y era hijo de un tal Amos, desconocido para nosotros,
aunque los Padres de la Iglesia lo confundieron con el profeta Amos. La mención del padre
equivale al apellido. ¿Es un signo de nobleza, si tenemos en cuenta que de Amos; y
Miqueas se aporta el nombre de su pueblo natal? Parece un hombre de carácter decidido,
sin falsa modestia, que se ofrece voluntariamente a Dios en el momento de la vocación.

Su interés por la monarquía de David y por Jerusalén le identifica como judío. Vivió
probablemente en la capital, pues su modo de hablar de las miserias campesinas no es
directo, como el de Miqueas. Además, revela un conocimiento bastante exacto de la capital,
sus piscinas, canales, arsenales y ha visto la explanada del templo abarrotada. Sabe las
reacciones que provocan los abundantes impuestos para armas y las campañas de los
Asirios (Is 3,12.14.15; 5,8-9). Su trato fácil con los soberanos (7,3) suma puntos a favor de
la nobleza de su linaje. Se ha dicho que fue un personaje aristocrático, políticamente
conservador, enemigo de revueltas y cambios sociales profundos. Pero nada de esto tiene
serio fundamento: cuando defiende a alguien con pasión no es a los aristócratas, sino a los
oprimidos, huérfanos y viudas (1,17), al pueblo explotado y extraviado por los gobernantes.
Es capaz, también, de acciones llamativas: camina desnudo como signo contra Egipto
(20,1-6). Desconocemos el nombre de su mujer, a la que en una ocasión se alude como
«la profetisa». Tuvo, al menos, dos hijos a quienes puso nombres simbólicos: «Un resto
volverá»: «Pronto al saqueo, presto al botín»), pero que no han levantado la sospecha de
alegoría, como en Oseas. Se llegó incluso a pensar en la posibilidad de que el
Emmanuel hubiera sido hijo suyo. (Montpellier 1960)

Isaías es, sin duda, uno de los grandes literatos de la humanidad. Su lenguaje («consejo»,
«discernimiento», «inteligencia», «sabiduría») permite relacionarlo con los círculos
sapienciales. Al menos, demuestra una educación cuidada, ataca la sabiduría de los
políticos y describe al Mesías como sabio perfecto. Su estilo literario se caracteriza por la
expresión enérgica, el gusto por el detalle (3,16ss) y la plasticidad de las imágenes/*. Le
gustan las antítesis (pequenez humana-grandeza divina, paz-guerra, tinieblas-luz) y las
asonancias (5,7; 10,16; 29,2.9; 30,16). Es clásica su descripción del estrépito invasor, con
imágenes originales y escuetas, que sacuden por su inmediatez.

Isaías y su época histórica


Isaías es el primer profeta en el que es posible intentar una cronología de sus oráculos.
El trabajo no carece de riesgos, pero permite comprender mejor la adaptación de la
predicación profética a la histórica cambiante del pueblo.
Apunte histórico sobre la época de Isaías Su ministerio comenzó hacia el 740, «año de la
muerte de Ozías (= Azarías)» (6,1) y vivió bajo «Ozías, Yotán, Acaz y Ezequías» (1,1) 8
Más tarde encontraremos un esquema que pretende representar la cronología de los
oráculos considerados auténticos. Tratemos ahora de repasar los rasgos históricos más
sobresalientes. La figura del rey Ozías tuvo poca relevancia en la persona de Isaías, pues
el profeta comenzó a predicar el año de la muerte del rey. Escasa importancia supuso
también para el reino de Judá, a pesar de su relativamente largo reinado. Sucedió a su
asesinado padre (2 Re 14,21), pero una «enfermedad en la piel» le obligó a encargar a su
hijo Yotán los asuntos del reino (2 Re 15,5). El reinado de Yotán coincidió con una época
de relativa prosperidad. Isaías denunció con vigor desórdenes e injusticias.
En sus relaciones internacionales rechazó las invitaciones de Razín de Damasco para
entrar en una coalición anti-asiria («Por entonces, empezó el Señor a mandar contra Judá
a Razín, rey de Damasco y a Pecaj, hijo de Romelías», 2 Re 15,37). Con la ascensión al
trono de Acaz (734) estalla la crisis siroefraimita. Para resistir el empuje asirio de Tiglat-
Peleser III, Israel y Damasco promueven una coalición con Egipto. Coincidiendo con la
opinión de Isaías, Acaz no entra en ella y sufre una invasión (Is 7). Aprovechando la
coyuntura o instigado por los invasores 9, Edom se levanta en armas y recupera Eilat,
mientras los filisteos irrumpen en el Negueb y en la Sefela. En tal situación Acaz, contra el
consejo de Isaías, pide ayuda a los asirios (2 Re 16,7), quienes acuden inmediatamente: el
734 someten a los filisteos y cortan toda ayuda egipcia a la coalición; el 733
saquean Galilea y Transjordania, destruyendo las tres provincias asirías de
Galaad, Meggiddo y Dor. Oseas de Israel asesina a Pecaj y logra salvar la
situación, sometiéndose al imperio; el 732 cae Damasco, se ejecuta a Razín y sufren los
árameos las consiguientes deportaciones.

El libro de Isaías: división y contenido

Esta cuestión no ha merecido discusión especial, si bien cada autor ha descubierto la


organización del conjunto según sus propios criterios. Nos parece suficientemente
razonable la división que propone A. Feuillet, quien distribuye el conjunto en tres grandes
secciones, con los oráculos contra las naciones ocupando el espacio central.

a) Is 1-12: oráculos contra Judá y Jerusalén

En esta sección se distinguen dos partes, además del prólogo a todo el libro (1) y un salmo
conclusivo de la sección (12): los ce. 2-5 contienen el anuncio de juicio a Judá y Jerusalén,
mientras que 6-11 están centrados en el «memorial» de Isaías (6,1-9,6). Is 2 tiene una
introducción propia (2,1) que confiere una cierta independencia literaria a Is 1. El problema
suele encontrarse en el c. 6: a pesar de su introducción histórica propia, algunos suelen
relacionarlo con los capítulos anteriores, entre otras razones por su separación temática
respecto a Is 7. Estos autores proponen leerlo entre los ce. 1 y 2. Otros lo relacionan con
los ce. siguientes. Esta última solución parece preferible por evitar la transposición
mencionada y porque cabe entenderlo como introducción al «memorial» de Isaías, cuyo
tema se centraría en la salvación del resto y el anuncio del Emmanuel. No se suele ver un
principio organizador en Is 9,7-12,6 16.

b) Is 13-23: oráculos contra las naciones

En este conjunto se utiliza la palabra massá como término técnico de «oráculo». La


colección tiene un apéndice (ce. 22-23) dedicado a Jerusalén, a su intendente Sobna y a
Tiro. De nuevo vuelve a aparecer un oráculo contra el pueblo elegido, al final de una
sección contra los demás pueblos. Los ce. 24-27 forman un conjunto especial. Tras haber
asistido al juicio de las naciones, se añaden con naturalidad unos capítulos escatológicos
sobre el juicio universal.
III. EL PROFETA JEREMÍAS Y SU OBRA

Cronología tradicional

Se suele generalmente aceptar 6 que Jeremías nació hacia el año 650 a. C. (durante el
reinado de Manases) en Anatot, ciudad benjaminita 7 situada a 6 kilómetros al norte de
Jerusalén (Jr 1,1; 11,21; 32,6-12). Pertenecía a una familia sacerdotal8 que -suponemos—
se habría tenido que instalar en Jerusalén y a la que se habría asignado un turno en el
templo con motivo de la reforma de Josías. A pesar de vivir en Jerusalén, él siguió ligado al
campo: se preocupó por la sequía (14,4.5), las viñas (8,13), rescató un terreno de su tío en
Anatot (32), etc. De su personalidad y, en concreto, de su lucha interior tenemos datos
abundantes gracias a unos textos autobiográficos que suelen denominarse «confesiones».
Jeremías estuvo personalmente implicado en su propia predicación, hasta el punto de que
su misión profética le exigió una vida celibataria (16,1-13). Se suelen reconocer cuatro
etapas en su actividad profética, de acuerdo con las épocas históricas 9 que le tocó vivir
(W. L. Holladay,1986).

Árbol genealógico de los reyes en la época de Jeremías

Presentamos una visión sinóptica y panorámica de los reyes en cuyos reinados actúa
Jeremías, de modo que se puedan percibir con una sola mirada de conjunto las diversas
relaciones familiares y cronológicas entre ellos. Aparecen en cursiva los nombres de los
reyes que gobernaron un período amplio; los números que les anteceden indican el orden
correlativo en el que ocuparon el trono; los indicados entre paréntesis indican la fecha de
sus reinados respectivos.

El

libro de Jeremías
Problemas que presenta
El libro de Jeremías es uno de los libros proféticos que presenta mayor complejidad. Las
razones son varias: a) Por la variedad de géneros que en él se encuentran, como oráculos
contra Judá, narraciones de Jeremías, narraciones sobre Jeremías, «confesiones», carta,
oráculos contra las naciones, acciones simbólicas, narraciones históricas, etc. b) Por el
desorden cronológico en el que se presenta el texto, c) Por los problemas de contenido.
Durante muchos años se ha intentado reconstruir el «rollo primitivo», quemado
según se cuenta en Jr 36, para poder contar con una base auténtica de
oráculos de Jeremías, d) Por las diferencias entre el TM y LXX. El texto griego
es un octavo más breve (2.700 palabras menos) que el hebreo y, aunque es verdad que el
TM presenta numerosas repeticiones ,0, no todo se puede explicar por ellas.

Probablemente existió más de un texto del libro de Jeremías, pues 4QJerb (Jr 9,22-10,18)
está de acuerdo con el texto de LXX, mientras que 4QJera, 4QJerc y 2QJr son más
cercanos al TM. Y, lo que es más serio, en ambas recensiones se conserva un orden textual
distinto. El problema del orden comienza a partir de Jr 25 y fundamentalmente consiste en
la transposición de los oráculos de las naciones a lugares distintos. Si visualizamos la
diferencia, asignando un nombre y una letra a cada bloque textual, como propone E. Vogt,
resulta el cuadro siguiente:

El orden en TM es A-C-B-D, mientras que en LXX es B-A-C-D. Este problema nos lleva sin
querer al problema quizás más importante del libro de Jeremías: su formación, su origen,
cuyo punto de partida es, sin duda, Jr 36.

IV. EL PROFETA AMOS

Amós
Leemos en Am 1,1: «Este es el mensaje que Amós, pastor de ovejas del poblado de Técoa,
recibió de parte de Dios acerca de Israel, dos años antes del terremoto, en tiempos de
Ozías, rey de Judá, y de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel.» No hay datos que permitan
situar a Técoa, el pueblo natal de Amós, en el mapa. Tampoco tenemos noticias del
terremoto que se cita. En cualquier caso, Amós hace de profeta durante los años previos al
hundimiento del reino de Israel. El rey Ozías de Judá gobernó del 782 aC al 740 aC. El rey
Jeroboam II de Israel gobernó del 787aC al 747 aC.

Del libro de Amós se deduce que el profeta actúa sobre todo en torno al santuario de Betel
(un poco al norte de Jerusalén, siguiendo la sierra montañosa). De allí fue expulsado por el
sacerdote Amasías porque se trataba de un santuario real (Am 7,10-17). Probablemente en
ese momento el profeta acabó su misión. El libro presenta unos oráculos contra
las naciones vecinas (Aram,Filistea, Tiro, Edom, Ammón, Moab, Judá) así
como contra el mismo Israel.
Después vienen unas visiones y, finalmente, unos oráculos de salvación. La misión de
Amós consiste substancialmente en el anuncio del castigo del Señor. Seguramente
nosotros diríamos que sus palabras son una “denuncia”. El profeta denuncia una situación
injusta y hace ver que el Señor ya no aguanta más.

Amós debió de tener una experiencia difícil haciendo de profeta. En los cc. 7-9 se exponen
cinco visiones que tuvo. En las dos prime-ras el profeta intercede ante el Señor a favor del
pueblo de Israel. El Señor amenaza con golpear a Israel con unas plagas que compro-
meterán su subsistencia. El profeta consigue que el Señor se eche atrás y no ejecute lo que
había decidido. Según Amós, Israel es un pueblo demasiado pequeño para poder
sobrevivir. En las dos visiones siguientes, después de que el sacerdote Amasías expulsase
al profeta del santuario de Betel, Amós ya no intercede por el pueblo y el castigo se prevé
inminente. Finalmente, en la última visión, se contempla el hundimiento del santuario y la
muerte de los quelo visitaban, presagio de la extinción del reino de Israel. A pesar de que
todo el libro tiene este tono catastrófico, al final, elSeñor mismo se mueve para reconstruir
al pueblo. La actuación del Señor se presenta en clave de renovación. Renovación de las
personas y de todo lo que hacen para vivir:
“Viene el día en que levantaré la caída choza de David. Taparé sus brechas, levantaré
sus ruinas y la reconstruiré tal como fue en los tiempos pasados, para que lo que quede
de Edomy de toda nación que me ha pertenecido vuelva a ser posesión de Israel.”
El Señor ha dado su palabra, y la cumplirá. “Vienen días en que todavía se estará
cosechando el trigo cuando ya será tiempo de arar el campo, y en que aún no se habrá
acabado de pisar las uvas cuando ya será tiempo de sembrar el trigo. Por montes y
colinas correrá el vino como agua. Entonces traeré del destierro a mi pueblo Israel.
Reconstruirán las ciudades destruidas y vivirán en ellas; plantarán viñas y beberán su
vino; sembrarán huertos y comerán sus frutos. Pues los plantaré en su propia tierra y
nunca más volverán a ser arrancados de la tierra que les di.” Dios el Señor lo afirma.
(Am 9,11-15).

Amos acusa a los ricos de Israel, por ignorar al pobre y permitir graves injusticias en su
tierra, especialmente que el pobre sea vendido a la esclavitud y luego le niegan el acceso
a la representación legal; pero Dios dice a través de Amos “Solo a ustedes he
escogido de todas las familias de la tierra, por eso los castigare por todas sus
iniquidades”.

V. EL PROFETA OSEAS

El profeta Oseas es contemporáneo de Amós y seguramente continuó su misión.


Dice Os 1,1: «Este es el mensaje que el Señor dirigió a Oseas, hijo de Beerí, en tiempos
de Ozías, Jotam, Ahaz y Ezequías, reyesde Judá, y de Jeroboam, hijo de Joás, rey de
Israel.» El libro de Oseas no presenta una organización fácil de entender. Al comienzo hay
unos mensajes basados en experiencias más o menos autobiográficas; después hay
oráculos denunciando el culto vacío y la política que crea injusticia; finalmente, unos
oráculos miran al pasado para anunciar la salvación que vendrá.

La parte autobiográfica propone una imagen muy potente de lo que será el mensaje del
profeta. Nada más comenzar se dice esto: El Señor comenzó así el mensaje que quería
comunicar por me-dio de Oseas: “La tierra de Israel se ha prostituido apartándose de mí.
De la misma manera, ve tú y toma por mujer a una prostituta, y ten hijos con ella; así ellos
serán hijos de una prostituta.” Oseas tomó entonces por mujer a Gómer, hija de Diblaim, la
cual quedó embarazada y le dio un hijo. Entonces el Señor dijo a Oseas: “Llama Jezreel al
niño, porque dentro de poco voy a castigar a los descendientes del rey Jehú por los
crímenes que cometió en Jezreel, y voy a poner fin al reino de Israel.

Ese día destruiré en el valle de Jezreel el poderío militar de Israel.” Gómer volvió a quedar
embarazada y tuvo una hija. El Señor dijoa Oseas: “Llama Lo-ruhama a la niña, porque ya
no volveré a tener compasión del reino de Israel. No los perdonaré.

Tendré, en cambio, compasión del reino de Judá: yo mismo, el Señorsu Dios, los
salvaré. Pero no los salvaré por medio de la guerra, sino que lo haré sin arco ni
espada, sin caballos ni jinetes.” Después de haber destetado a Loruhama, Gómer
volvió a que-dar embarazada y tuvo un hijo. Entonces el Señor dijo a Oseas: “Llama
Lo-amí al niño, porque vosotros ya no sois mi pueblo ni yo soy ya vuestro Dios.” (Os
1,2-9)
Esta experiencia del profeta, fuese real o literaria, ejemplifica perfectamente qué quiere
trasmitir el profeta. Entre el Señor y el pueblo tendría que haber una fuerte relación de
amor correspondido. En cambio, sólo hay infidelidad. Los hijos, con nombres
representativos, apuntan a la situación actual: el pueblo ya no cuenta para
Dios como tal; el Señor ya no lo ama. Pero la situación actual no es, ni
mucho menos, definitiva. Es verdad que el pueblo ha despreciado desde
siempre el amor que Dios le ofrece, pero no se cansa nunca de llamarlo, y de volverlo a
llamar. Un ejemplo, lo tenemos en la salida de Egipto:
“Cuando el pueblo de Israel era niño, yo lo amaba; a él, queera mi hijo, lo llamé de Egipto.
Pero cuanto más lo llamaba, más se apartaba de mí. Mi pueblo ofrecía sacrificios a los
dioses falsos y quemaba incienso a los ídolos. Con todo, yo guié al pueblo de Efraín y lo
enseñé a caminar; pero ellos no compren-dieron que era yo quien los cuidaba.
El episodio se inicia con una acusación muy dura de idolatría generalizada. Oseas no critica
sólo la idolatría de las prácticas religiosas sino, sobre todo, la “idolatría política”. ¿Qué
quiere decir esto? Quiere decir que Israel “divinizaba” los imperios que supuesta-mente lo
ayudarían. Al divinizarlos se alejaba del Señor, dejada de reconocer sus favores
Pero lo importante del episodio del capítulo 2 es que después delas acusaciones duras
viene el reencuentro que cambia a las personas (explicitado en los cambios de nombre de
los hijos). El libro acaba con el mismo mensaje:
Voy a ser para Israel como el rocío, y dará flores como los lirios. Sus raíces serán tan
firmes como el monte Líbano; sus ramas se extenderán hermosas como las ramas del
olivo, y será su aroma
CONCLUSIÓN:

Al investigar acerca de los profetas ya mencionados se puede afirmar que estos grandes
hombres de Dios, fueron extraordinarios en la medida que hicieron la voluntad de Dios en
cada instante de sus vidas, se encontraron con Yavé y nunca se apartaron de ÉL.

 Isaías por ejemplo fue un joven de familia noble que “había visto a Yavé”, habló sin
cesar en nombre del Dios presente en Israel y al que Israel desconocía. El libro de
Isaías y de sus discípulos es el más importante de los libros proféticos, que
recordaran y citaran constantemente Jesús y sus apóstoles.
 Jeremías es el profeta, mientras que Isaías es la profecía. Ambas caras del
profetismo son complementarias. Cuando Dios le llama Jeremías se muestra
temeroso mientras que Isaías se muestra entusiasta, esto debe ser al temperamento
de ambos. Jeremías provenía de una familia de sacerdotes de Anatot, es un joven
sentimental, pacífico y sin defensa que sufre en silencio la maldad de sus
perseguidores, él muestra en sus poemas al siervo sufriente de Yavé.
 Amos, pastor natural de un pueblecito cerca de Belén, en el país de Judá. Dios lo
saca de detrás de su rebaño y lo envía a dar oráculos al país vecino, Israel del Norte.
La centralidad de su mensaje consistía en denunciar las injusticas sociales y la
religión que solo se contenta sólo de ritos externos. Él anunció el castigo de Dios y
el destierro de Israel poco antes que Oseas.
 Oseas encabeza los profetas menores sus profecías se dirigieron hacia el Reino del
norte. Dios lo llamó para advertir en su nombre a un pueblo idolatra y materializado,
y le pidió hablar, no solo el lenguaje de Dios Sabaot, Señor de Israel, sino también
el del esposo traicionado por su esposa, el cual tiene que buscarla, seducirla
nuevamente, perdonarla y empezar de nuevo; eso hace Dios con nosotros cuando
nos desviamos, él sigue seduciéndonos e invitándonos a empezar de nuevo con él
y para él.

El trabajo es significativo porque me ha ayudado a reflexionar como Dios actuó, actúa y

seguirá actuando en la historia de la humanidad.


Bibliografía

Briend, J. (1983). El libro de Jeremias. Estella (Navarra): VERBO DIVINO.

Cabrejos, M., & Richero, L. ((2012)). Biblia de América. Lima.: Santa María.

Lacy, J. M. (1993). Los libros Proféticos. ESTELLA (Navarra): Verbo Divino.

Marín, J. R. (2011). Los libros de los Profetas - Documentos de Aco núm. 23. España: Verbo Divino.

Monloubo, L. (1996). Los Profetas del Antiguo Testamento - cuadernos Biblicos . España: Verbo Divino.

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