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Empieza La Marcha Al Cusco Pizarro
Empieza La Marcha Al Cusco Pizarro
A pesar de tener casi dominado el norte del Imperio incaico, de tener de rehenes a varios curacas y haber asesinado
al Inca y contar con el apoyo de muchos indios huascaristas y de las diversas etnias o naciones esperanzadas en ser
liberadas del yugo inca, los españoles aún no habían consolidado la conquista. Sabían los españoles que el camino
que iba al Cusco, la capital del Imperio incaico, estaba amenazado por las tropas atahualpistas o quiteñas, cuyo
caudillo era Quisquis, que se hallaba en el Cusco.
Pizarro decidió partir de Cajamarca, rumbo al sur, con dirección al Cusco. Previamente, envió una comitiva de 10
soldados a San Miguel con la finalidad que esperasen en ese lugar al primer navío procedente de Panamá o de
Nicaragua. Con lo desembarcado, deberían reunirse con él en el trayecto.
La hueste española salió de Cajamarca el lunes 11 de agosto de 1533, muy de mañana. Eran aproximadamente 400
españoles y un número desconocido pero grande de guerreros indios aliados de los españoles, así como cargueros
nativos, mayormente indios cajamarcas, que transportaban el oro y la plata. Iba también, como prisionero, el
general Challcuchimac, todavía con las secuelas de las torturas que había sufrido en Cajamarca, pero que aún era
temido por su calidad de caudillo militar.
En la vanguardia iba Túpac Hualpa o Toparpa, el inca coronado por los españoles, acompañado por un gran séquito
de cortesanos, todos alegres porque iban a recuperar el Cuzco. Detrás avanzaban los infantes españoles, luego
seguían los cargueros indios, vigilados por los negros esclavos y los indios nicaraguas; al final iban los jinetes
españoles.198
En el primer día de viaje, luego de avanzar algunas leguas, acamparon cerca del río Cajamarca. Fue allí donde se
enteraron de la muerte de Huari Tito, hermano de Túpac Hualpa, quien había salido a verificar el buen estado de los
puentes y caminos. Los autores del crimen fueron los quiteños partidarios de Atahualpa.199
Llegaron a Cajabamba el 14 de agosto y a Huamachuco el 17 de agosto. Esta última era una ciudad de piedra, cuyo
trazo recordaba a Cajamarca; se trataba de la capital de un gran señorío y centro religioso donde se rendía culto al
dios Catequil. Aún se recordaba la profanación cometida tiempo atrás por Atahualpa, que había derribado el ídolo y
asesinado a su anciano sacerdote; por ellos, los huamachucos eran huascaristas y recibieron a los españoles como
libertadores.200 Luego de reponer fuerzas por dos días, Pizarro continuó la marcha al sur, enviando previamente
una avanzada al mando de Diego de Almagro. Ambos se encuentran en Huaylas, el 31 de agosto de 1533, donde
descansaron una semana.201
El 8 de septiembre, los españoles continuaron la marcha al sur a través del llamado callejón de Huaylas. Pasaron por
Andamarca, Corongo, Yungay, Huaraz y Recuay.
El 1 de octubre los españoles llegaron a Cajatambo. Ahí, Pizarro reforzó su vanguardia y retaguardia, ante el temor
de levantamientos y ataques de los naturales, preocupándole el hecho de que los pueblos por donde pasaban
siempre estaban abandonados.
El 2 de octubre los españoles partieron de Cajatambo, llegando al día siguiente a Oyón, a 4.890 msnm. El 4 de
octubre continuaron la marcha, virando hacia el camino que cruza la cordillera de Huayhuash. Avistaron la laguna de
Chinchaycocha, bordeándola por su lado occidental y avistaron el río Mantaro.202 En el camino, Francisco Pizarro se
enteró, por informantes, que los generales atahualpistas o quiteños Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, venían
reclutando gente de guerra en Bombón (Pumpu); y que conocían los movimientos de los españoles por noticias
enviadas por Challcuchimac. Pizarro ordenó entonces que se vigilara rigurosamente a este.203 El cronista Sancho de
la Hoz, dice que el motivo de los quiteños era que «querían guerra con los cristianos, porque veían la tierra ganada
por los españoles y querían gobernarla ellos».
Los españoles prosiguieron a Bombón, pueblo que ocuparon el 7 de octubre. Pizarro redobló la vigilancia, pues
temió un ataque de los quiteños. Por la noche se enteró que a cinco leguas de Jauja se habían reunido los quiteños y
otros indios de guerra, cuyo plan era replegarse al Cusco y unirse a Quisquis, no sin antes dejar arrasada toda la
localidad jaujina para que los españoles no encontraran nada para aprovisionarse. Pizarro no quiso perder tiempo y
se adelantó rumbo a Jauja (9 de octubre). Llevaba a Challcuchimac encadenado, tal vez con el propósito de usarlo
como rehén.203
Los españoles llegaron a Chacamarca, donde hallaron 70.000 pesos en oro, parte del rescate de Atahualpa, que se
había quedado allí tras la muerte del Inca. Pizarro dejó el oro al cuidado de dos jinetes y continuó su marcha. Todo el
paisaje era silencioso. No se veían ni espías. Al atardecer del 10 de octubre los españoles arribaron a Tarma, sin
encontrar resistencia. Allí pasaron la noche, padeciendo hambre, sed, lluvia y granizo. Al amanecer reemprendieron
la marcha hacia Jauja.204
Pero Pizarro no solo encontró en Jauja a gente amistosa, sino también a las tropas quiteñas o atahualpistas de los
generales Yurac Huallpa e Ihua Paru, en pie de guerra. El enfrentamiento resultó una atroz matanza de indios; los
españoles y los indios auxiliares, emboscaron a las tropas quiteñas, haciendo una gran matanza. Los mismos
lugareños, enemigos de los quiteños, ayudaron a los españoles a exterminar a estos, indicándoles donde se
escondían. A este encuentro bélico se le conoce como la batalla de Jauja o de Huaripampa.206
Esas tropas quiteñas habían sido enviadas por los generales Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay, que se encontraban
con el grueso de su ejército a 6 leguas de Jauja y en permanente contacto con el ejército de Quisquis, que se hallaba
acantonado en el Cusco. Enterado Francisco Pizarro, envió a un grupo de sus soldados para hacerles frente, más los
quiteños los hicieron retroceder. Pizarro, ante esto, pretendió atacarlos por sorpresa; pero fue engañado y cuando
quiso continuar hacia el Cusco, se dio cuenta que los puentes estratégicos habían sido cortados.
Mientras los nobles incas buscaban a ese inca cusqueño, Pizarro enviaba expediciones a la costa, con la finalidad de
encontrar lugares idóneos para instalar puertos marítimos, y esperando los resultados, se quedó en Jauja. Entre
tanto, envió otra tropilla con rumbo al Cusco, a fin de que fueran reponiendo los puentes que estuvieran cortados.
Pizarro informó a su gente de su proyecto, recibiendo buena acogida. Unos ochenta españoles pidieron ser
admitidos como vecinos y se ofrecieron a guardar el oro y la plata de sus compañeros, mientras estos continuaban
su marcha al Cusco. Se empezaban a realizar los preparativos para la fundación, cuando Pizarro recibió noticias
alarmantes de parte de sus aliados huancas: los quiteños asolaban los campos, destruían sus cosechas y cada vez
eran más numerosos. De modo que pospuso la fundación y decidió continuar la marcha.
Dejando una pequeña guarnición al mando del tesorero Alonso de Riquelme, Pizarro partió con el resto de su
ejército, continuado el viaje al Cusco. Era el 27 de octubre de 1533; había permanecido 15 días en Jauja. El capitán
Hernando de Soto se le había adelantado, al mando de una avanzada de jinetes.207
Efectivamente, Hernando de Soto, que iba de avanzada con un grupo de jinetes españoles y un nutrido ejército de
indios jaujas y huancas aliados, había llegado a Vilcas (hoy Vilcashuamán), sede de una imponente ciudadela incaica,
guarnecida por los soldados quiteños al mando de Apo Maila, pero que en ese momento se hallaban en el campo,
dedicados a un gran chaku o cacería. Solo se hallaban en Vilcas las mujeres, que fueron tomadas cautivas por Soto.
Enterado Apo Maila de la presencia de los españoles, retornó apresuradamente a defender la fortaleza. Se trabó
entonces un recio combate, entre el 27 y 28 de octubre de 1533. Los españoles y sus aliados indígenas se vieron
rodeados por fuerzas numerosas, pero pudieron resistir firmemente. Apo Maila cayó en la lucha y sus tropas,
desmoralizadas, se retiraron, perseguidos por los jinetes españoles. No obstante, las fuerzas quiteñas se rehicieron y
contraatacaron. Para apaciguar a los sitiadores, Soto entabló negociaciones y entregó a las mujeres que había
capturado en la ciudadela. Poco después, Quisquis ordenó a sus tropas retirarse más al sur, ya que el grueso de las
tropas españolas, con Pizarro a la cabeza, se acercaba a Vilcas. Los españoles tuvieron varios heridos y un caballo
muerto.209
Algo que también contribuyó a debilitar los ataques de los quiteños, en este tramo del viaje hacia el Cusco, fue el
hecho que tuvieran los españoles como rehén al general Challcuchimac, hombre muy querido por sus tropas. Temían
la represalia de Pizarro y la muerte del valiente general atahualpista.
Abandonando Andahuaylas, Pizarro continuó su viaje pasando por Curahuasi y estando cerca de un gran río (el
Apurímac), recibió una tercera carta de Soto, con la noticia de que se hallaba acorralado en Vilcaconga por un
crecido número de indios guerreros. La carta se interrumpía bruscamente y el mensajero indio no supo dar noticia
de lo que había ocurrido con posteridad, pues salió a traer el mensaje muy entrada la noche. Esto hizo temer a
Pizarro que Soto y su tropa habían sido ya exterminados.211
Batalla de Vilcaconga
Lo que había pasado era que Hernando de Soto y su gente quisieron adelantarse en llegar al Cusco, para apoderarse
de sus riquezas y no compartir con el resto de los españoles. Pero luego de vadear un río, al que había cortado los
puentes, se encontró con tropas indias enemigas, que le trabaron batalla en la empinada cuesta de Vilcaconga (8 de
noviembre de 1533). Estas tropas pertenecían al ejército de Quisquis, y tenían como aliados a los indios tarmas; su
jefe era Yurac Huallpa.212 Los tarmas estaban aliados con Quisquis debido a que anteriormente habían sufrido una
grave afrenta de parte de Soto: sus embajadores a los que enviaron para solicitar alianza con los españoles fueron
mutilados, pues Soto no confió en ellos y temió un engaño.213 214
Los quiteños se habían dado cuenta que ya los españoles estaban cansados, de igual manera que sus caballos y
perros, por lo que, de propia voluntad, a veces sin órdenes de Quisquis, atacaban a los españoles. Eso fue lo que
pasó luego del vadeo del río, al subir la cuesta, fueron atacados por los indios, que presionaron con tanta fuerza que
mataron a cinco jinetes españoles. «A cinco cristianos cuyos caballos no pudieron subir a lo alto, cargó tanto la
muchedumbre, que a dos de ellos les fue imposible apearse y los mataron encima de sus caballos…»; «les abrieron a
todos la cabeza por medio, con sus hachas y porras». Los cinco españoles muertos eran: Hernando de Toro (de
Trujillo); Francisco Martín, el narigudo; el sastre Rodas; el vasco Gaspar de Marquina y Miguel Ruiz.215
Luego de este ataque, los quiteños se fueron a una colina cercana, esperando el enfrentamiento franco, «casi
concertado, esperando siempre un arreglo amistoso», costumbre de la guerra andina; mientras que Hernando de
Soto recurría al engaño, al fingir que se refugiaba en un llano, aparentando huir, mientras que una parte de la tropa
imperial, los perseguía a hondazos, hasta que una vez que los hubieron alejado lo suficiente del grueso de las tropas
incas, sobreparó la caballería y arremetió contra ellos, aniquilándolos. Cuando el grueso del ejército quiteño vio esto,
se retiró, pero acamparon muy cerca los dos ejércitos, que se oían las voces.
La llegada inesperada de Diego de Almagro, con 40 a caballo, anunciada por la trompeta de Pedro de Alconchel, hizo
que los indios se retiraran, sin presentar batalla. Esa es la versión española; según la versión de Titu Cusi Yupanqui,
Quisquis ordenó la retirada, porque fue informado de que Manco Inca, el noble inca del bando cusqueño o
huascarista (es decir, enemigo de los quiteños o atahualpistas), marchaba contra él a combatirlo, lo que
comprometía seriamente su retaguardia. Manco Inca guardaba también el propósito de aliarse con los españoles, y
justamente iba ya al encuentro de estos.216
Superada la adversidad, Hernando de Soto y Diego de Almagro continuaron juntos el viaje hacia el Cuzco, cuando
fueron informados de la presencia de una tropa enviada por Quisquis, por lo que optaron por atrincherarse en un
pueblo, en donde esperaron a Francisco Pizarro.
Muerte de Challcuchimac
Conocedor de los ataques que había sufrido su avanzada encabezada por Soto, Francisco Pizarro sospechó que todos
sus movimientos eran espiados y que Challcuchimac era el que enviaba dichos informes a las tropas quiteñas.
Continuando el camino y estando ya cerca del Cusco, Diego de Almagro se presentó en el campamento de Pizarro y
continuaron hasta donde se encontraba Hernando de Soto. Unidos así, siguieron ese mismo día a Jaquijahuana
(Sacsahuana), donde acamparon (12 de noviembre de 1533).213
En el trayecto, ocurrió un hecho de mucha trascendencia: los belicosos indios cañaris, con su caudillo Chilche,
ofrecieron su apoyo a los españoles, quienes gustosos aceptaron. Esta etnia, procedente del actual territorio de
Ecuador, habían formado parte de las huestes de Quisquis, pero debido a un desacuerdo con este jefe, se plegaron
en masa a los españoles.217
Diego de Almagro y Hernando de Soto, convencieron a Francisco Pizarro, de que los ataques de los indios en
Vilcashuamán y en Vilcaconga eran producto de la «infidencia de Challcuchimac», pues de otro modo no se entendía
que el enemigo conociera el movimiento de los españoles al detalle. Pizarro sabía que, en realidad, había sido la
indisciplina de Soto la que había propiciado la muerte de los españoles en Vilcaconga, al querer adelantarse a tomar
el Cusco, pero disimuló, pues Soto era jefe de una numerosa hueste y no convenía en esos instantes crear
divisionismo entre ellos.218 219
Los jefes españoles acordaron condenar a Challcuchimac a morir en la hoguera. Por intermedio de un intérprete, el
cura Valverde trató de persuadir al capitán incaico a que se hiciera cristiano, diciéndole que los que se bautizaban y
creían en Jesucristo iban a la gloria del paraíso, y los que no creían en él, iban al infierno. Mas Challcuchimac se negó
a ser cristiano, diciendo que no sabía qué cosa fuese esa ley y comenzó a invocar a su dios Pachacámac para que, por
intermedio del capitán Quisquis, viniera a socorrerlo.220
Chalcuchimac murió quemado vivo en la plaza de Jaquijahuana, negándose en todo momento a bautizarse como
cristiano (12 de noviembre de 1533). Un cronista asevera que «toda la gente de la tierra se alegró infinito de su
muerte, porque era muy aborrecido de todos por conocer lo cruel que era». Pizarro prometió que atraparía y haría
lo mismo con Quisquis, el otro general atahualpista que continuaba en rebeldía.221 Al día siguiente fue anunciada la
visita de un príncipe quechua o cusqueño al campamento español, lo cual tomó por sorpresa a Pizarro.222
Villanueva Sotomayor opina que los incas habían observado las costumbres de los españoles, y que fatalmente, no
pudieron aprovechar las debilidades de los mismos, por las rivalidades, producto de la guerra civil que aún
continuaba, a pesar de la presencia del verdadero invasor. Y lo gráfica muy bien, diciendo que Manco Inca Yupanqui,
sabía muy bien que los españoles en día domingo, no comían carne roja y habiendo ido a pescar con unos indios la
«comida de los españoles del día de guardar», recibió a un chasqui que le avisaba noticias del Cusco. Regresó Manco
Inca Yupanqui al campamento donde Francisco Pizarro para decirle: «… dice que Quízquiz con su gente de guerra va
a quemar el Cusco y que está ya cerca, y he querido avisártelo para que pongas remedio».
Batalla de Anta
La adhesión de Manco Inca Yupanqui a los españoles, adicionó más tropas incas al lado de Francisco Pizarro; este
inesperado apoyo, influyó en el ánimo del conquistador para entrar al Cusco. Ya cerca de la ciudad imperial, se
toparon con las huestes de Quisquis, a las que presentaron batalla en Anta. Los quiteños atacaron y lograron matar a
3 caballos y a herir a muchos más; muchos españoles resultaron también heridos (se salvaban más que nada por
estar protegidos con corazas y cascos de metal), y llegaron incluso a retroceder varios grupos de jinetes. Pero
finalmente, viendo que era improbable ganar la batalla, los hombres de Quisquis se retiraron; tampoco quisieron
defender el Cusco, pues vieron lo difícil que sería defender la ciudad imperial calle por calle.224 Cansados de una
larga campaña llevada tan lejos de su tierra, muchos de ellos querían solo volver a Quito.225
«De este modo entró el Gobernador con su gente en aquella gran ciudad del Cusco sin otra resistencia ni batalla, el
viernes a la hora de misa mayor, a quince días del mes de noviembre del año del Nacimiento de Nuestro Salvador y
Redentor Jesucristo MDXXXIII [año 1533].»
No hay duda que en el Cuzco era la ciudad principal de todo el Tahuantinsuyo. Al ser tomada por los españoles,
mermó significativamente la resistencia nativa, no sólo porque allí se encontraba toda la organización del imperio,
sino por el significado que tenía para los ejércitos incas ver su capital tomada y dominada por los españoles.
Hay en dicha ciudad otros muchos aposentos y grandezas; pasan por ambos lados dos ríos que nacen una legua (5,5
kilómetros) más arriba del y desde allí hasta que llegan a la ciudad y dos leguas (11 kilómetros) más abajo, todos van
enlosados para que el agua corra limpia y clara y aunque crezca no se desborde; tienen sus puentes por lo que se
entra a la ciudad...
Los españoles también se dedicaron a saquear el Coricancha, los palacios imperiales y otros aposentos señoriales. Se
dice que delante del Coricancha, el Víllac Umu o sumo sacerdote les salió al encuentro, tratando de cerrarles el paso,
advirtiéndoles que para entrar al recinto sagrado se debía ayunar un año, además de estar descalzo y con un carga
sobre los hombros. Traducida estas palabras por un intérprete, los españoles se rieron a carcajadas y se entregaron
al saqueo. Asimismo, enrumbaron al Acllahuasi, con la intención de violar a las vírgenes del Sol, pero estas ya habían
sido puestas a resguardo por los quiteños.226
El oro y plata recolectados fueron fundidos, obteniéndose 580.200 pesos de «buen oro». El quinto real representó
116.460 pesos de oro; además la plata representó 215.000 marcos: 170.000 «eran de plata buena en vajilla y
planchas limpias y buena, y el resto no porque estaba en planchas y piezas mezcladas con otros metales conforme se
sacaba de la mina.»
“El 16 de noviembre, a un año de la toma de Cajamarca y de la captura de Atahualpa, Pizarro convirtió a Manco Inca
en Sapa Inca. … e hízolo tan presto para que los señores y caciques no se fueran a sus tierras, que eran de diversas
provincias y muy lejos unas de otras, y para que los naturales, no se juntaran con los de Quito sino que tuvieran un
señor separado al que habían de reverenciar y obedecer y no se abanderizaran, y así mandó a todos los caciques que
lo obedecieran por señor e hicieran todo lo que les mandara”.
Era costumbre inca que cada curaca tuviera en el Cusco su alojamiento, porque tenía que venir a la ciudad imperial
para entregar sus tributos al Inca, a las fiestas (principalmente, al Inti Raymi) y a toda convocatoria que se le hiciera
desde el «Ombligo del mundo». Pero, además, el auqui del curaca (su hermano o uno de sus hijos) siempre estaba
en el Cusco, disfrutando de los favores de la corte del Inca. Su permanencia era la garantía del vínculo entre el
Estado cuzqueño y los dominios del curaca. Era una especie de rehén. Si Pizarro no optaba por darle el mando
imperial a Manco Inca, los auquis y los curacas que estaban en esos momentos en el Cusco, podían romper ese
vínculo y actuar a su manera. Tal vez, podrían haberse unido a las tropas rebeldes de Quisquis u organizar de otro
modo la resistencia.
Los nobles del Cusco, no se daban cuenta aún de que Francisco Pizarro, estaba manipulando el gobierno del Imperio,
al nombrar como Inca, primero a Túpac Hualpa y luego a Manco Inca, manteniéndolos como rehenes, incluso. Bien
pudieron haber nombrado los curacas del Cusco al nuevo Inca de entre las panacas reales, y manejar el gobierno con
más independencia, para organizar mejor la resistencia inca; pero, la guerra civil, ya había llegado a la capital del
imperio también. Pero lo cierto es que ni huascaristas ni atahualpistas, lo hicieron, con lo que se perdió la
oportunidad de unir nuevamente al Imperio y ofrecer a los españoles, una resistencia más organizada y efectiva.
El otro concepto que podría explicar la aislada resistencia, sería el modo de combatir de ambos ejércitos: mientras
los incas ofrecían batalla en campo abierto de manera franca; los españoles apelaban a argucias para derrotarlos
incluso antes de presentar batalla.
Manco Inca fue proclamado Sapa Inca, pero a la vez vasallo de la corona española. Los españoles lo llamaron Manco
II, pues se enteraron que el primer inca se llamaba también Manco (Manco Cápac). Francisco Pizarro hizo legalizar el
vasallaje de Manco Inca un día domingo saliendo de misa a la que había asistido junto con él. Los hizo salir a la plaza
al Inca, y le ordenó a su secretario Sancho de la Hoz que leyera la «demanda y requerimiento.» Pizarro siguió el
protocolo español tradicional para estos casos; al final Pizarro abrazó a Manco Inca y éste retribuyó el gesto,
ofreciéndole chicha en un vaso de oro.
Batalla de Capi
Pizarro, entre tanto, al no ser hostilizado cuando tomó el Cusco, organizó otro ejército con gente de Manco Inca que
logró reunir «cinco mil guerreros». Pizarro ordenó a Hernando de Soto, que apoyara a dicha tropa india con 50 de a
caballo, saliendo del Cusco para presentar batalla a Quisquis a 5 leguas de la ciudad, en donde estaba su
campamento. En la localidad de Capi, se enfrentaron ambos ejércitos, de donde salió victoriosa la tropa combinada
de Manco Inca y los españoles, pero sin poder redondear su triunfo. Luego de esta batalla, regresaron al Cusco. El
general Paullu Inca, que comandaba las tropas de Manco Inca, persiguió al ejército de Quisquis, siendo derrotados
en esa persecución; en el Cusco se recibió la noticia «que les habían muerto mil indios». Entre tanto Manco Inca
solicitó a los curacas «gente de guerra», y en menos de diez días, tenía en el Cusco un ejército de 10 mil guerreros.
Mientras tanto, en Jauja se producía una cruenta batalla, entre el capitán Gabriel de Rojas y Córdova y el general
Quisquis. El primero tenía a su mando 40 españoles, 20 de ellos jinetes, y estaba apoyado por 3.000 indígenas
aliados (huancas), especialmente jaujinos, enemigos mortales de los quiteños. Los españoles alinearon también en
su bando a los indios yanaconas, que por primera vez participaban como soldados. La alianza indo-española surtió
efecto y las tropas de Quisquis tuvieron que retirarse sin lograr tomar Jauja.227
Por su parte, los jinetes de Hernando de Soto más 4.000 guerreros del ejército de Paullu Inca, se apresuraron a ir en
auxilio de los españoles de Jauja. Manco Inca y el resto de su ejército, regresó al Cusco.
Bajo el pretexto de «los enseñaran y doctrinarán en las cosas de nuestra santa fe católica», se entregó a los
españoles una cantidad de indios para su uso en trabajo e impuestos. Pizarro favoreció a sus amigos en el reparto de
solares, tierras y nativos. Ello disminuyó la ya frágil cohesión española, aumentó las diferencias y ahondó los
resentimientos entre ellos.
Por ese tiempo llegó la noticia de que Pedro de Alvarado, el conquistador que actuara en México y Guatemala, se
hallaba proyectando un expedición al Perú, reuniendo barcos y gente, con el evidente propósito de arrebatarle a
Pizarro y a sus hombres la conquista del imperio incaico. Esa fue una de las razones que impulsó a Pizarro la
fundación del Cusco, a fin de que Alvarado no arguyera que la tierra carecía de dueño y que podía reclamar derechos
sobre ella. Pizarro envió también a Diego de Almagro a que bajara a la costa y la tomara en posesión del rey de
España. Luego, como ya vimos, envió a Hernando de Soto con una partida de jinetes e indios aliados en persecución
de Quisquis. Por su parte, Pizarro se alistó para regresar a Jauja, donde dejara una guarnición al mando de Alonso de
Riquelme; se proponía fundar allí una ciudad destinada a ser la capital de su gobernación.229
El 25 de abril de 1534, Pizarro fundó la nueva ciudad española de Jauja, con el propósito de convertirla en la capital
de su gobernación. Se realizó el reparto de solares y demás actos protocolares de la ocasión. En este ínterin llegaron
los refuerzos del Cusco, consistente en otros 2.000 indígenas, que se sumaron a los españoles.
Batalla de Maracaylla
Hernando de Soto y Paullu Inca, al frente de 20 españoles de a caballo y 3.000 guerreros incas, fueron en búsqueda
de Quisquis, alcanzándolo en Maracaylla, en donde se produjo el enfrentamiento (posiblemente a fines de mayo de
1534). Villanueva, dice que el enfrentamiento fue duro, aunque no de «cuerpo a cuerpo», ya que un ejército se
encontraba en una orilla del río Mantaro y el otro, en la otra orilla; las armas que más se usaron en esta batalla,
fueron la ballesta, flechas y «arcos como de piedra». Los españoles, decidieron cruzar el río, mientras las tropas de
Quisquis iniciaron la retirada del lugar, siendo perseguidas por las tropas de Paullu Inca «hasta hacerlas ocultar en un
monte». Como no salían de él, las tropas de Paullu Inca, las atacaron en ese monte, muriendo varios curacas
comarcanos y miles de las tropas de Quisquis, que se retiraron, siendo perseguidos por Paullu Inca, «tres leguas».
Maracaylla significó la derrota definitiva de Quisquis.
El ejército de Quisquis se retiró a Tarma. Allí, el curaca lugareño le impidió la entrada al pueblo, presentándole
batalla. Quisquis continuó entonces su retirada hacia Quito.
Conquista de Quito
Por su parte, Diego de Almagro recorría la costa. Cerca de la antigua ciudad chimú de Chan Chan realizó la primera
fundación de la ciudad de Trujillo.
Siguiendo más al norte, Almagro llegó a San Miguel de Tangarará (Piura), donde se enteró que el capitán Sebastián
de Benalcázar (que había quedado allí al frente de la guarnición española), había partido rumbo a Quito, al frente de
200 hombres, atraído por las inmensas riquezas que, según se decía, poseía esa región.
Benalcázar emprendió así, por su cuenta la conquista de Quito, donde se hallaba en pie de guerra el general
atahualpista Rumiñahui, que había levantado un numeroso y aguerrido ejército de quiteños. Los cañaris, que hasta
entonces formaban parte de la confederación quiteña, se aliaron con los españoles, y juntos marcharon contra
Rumiñahui. Se libró la sangrienta batalla de Tiocajas o Teocaxas. En ella se revelaron los cañaris como excelentes
guerreros, convirtiéndose así en valiosos auxiliares de los españoles. Las tropas hispano-cañaris lograron romper el
cerco de los quiteños y maniobrando con la caballería, atacaron al enemigo por la retaguardia, derrotándole.
Rumiñahui se fortificó en Riobamba, donde los españoles y cañaris le atacaron; aunque estos en un primer momento
fueron rechazados, luego contraatacaron dando un rodeo y capturaron la ciudad. Otra victoria española se produjo
en Pancallo, cerca de Ambato.231
Es muy célebre un episodio de esta guerra, que cuenta que, estando Rumiñahui a punto de ganar a las tropas
españolas y cañaris, erupcionó el volcán Tungurahua (julio de 1534), lo que causó que parte de su ejército, temiendo
la ira divina, se desmoralizara y se retirara, pudiendo así los españoles contraatacar y hacerse del triunfo.232 233
Los quiteños se retiraron más hacia el norte. Rumiñahui, viendo que era imposible defender la ciudad de Quito, la
abandonó, llevándose sus riquezas y matando a las acllas o vírgenes del sol, para evitar que cayeran en poder de los
hispanos. Benalcázar ingresó a Quito, encontrándola incendiada.234 235
Rumiñahui, con los últimos restos de sus diezmadas tropas, puso todavía alguna resistencia en Yurbo, hasta que se
adentró en la selva y no se supo de él por algún tiempo.234
Tras la retirada de Rumiñahui, Almagro y Benalcázar se encontraron cerca de Riobamba, donde fundaron, en las
llanuras de Cicalpa, cerca de la laguna de Colta, la ciudad de Santiago de Quito (antecedente de la actual Quito), el
15 de agosto de 1534.236 Pero antes de consolidar la conquista, los dos capitanes españoles se pusieron de acuerdo
para enfrentar otro peligro que se cernía: la presencia del adelantado Pedro de Alvarado, que pretendía arrebatarles
sus conquistas.234
Preocupado Francisco Pizarro por la presencia de Pedro de Alvarado en el Perú, instruyó a Diego de Almagro para
que celebrase negociaciones con él. Almagro dejó a Sebastián de Benalcázar como gobernador en Quito y fue al
encuentro de Pedro de Alvarado. En el trayecto, trabó un encuentro con los indios rebeldes, a quienes derrotó en la
batalla de Liriabamba.239
Posteriormente, a principios de 1535, Alvarado se entrevistó con Pizarro en Pachacámac, y recibió su pago en oro.
Hubo festejos por este acontecimiento.243 Se dice que Pizarro, no tan conforme con el abultado precio acordado,
adulteró el oro con cobre.244 De todos modos, para Pizarro y Almagro, fue un gran negocio haber adquirido las
tropas, los navíos y los pertrechos traídos por Pedro de Alvarado, pues con ellos podían consolidar la conquista.
Benalcázar se quedó en Quito, mientras que Diego de Almagro y Pedro de Alvarado, iniciaron su marcha hacia el sur,
rumbo al Perú, al encuentro de Pizarro.246
Benalcázar se encargó de asentar la conquista española de Quito, lo que le llevó algunos meses. Finalmente, el 6 de
diciembre de 1534, ingresaba, por segunda vez, en el centro de la ciudad incaica de Quitu, fundando, sobre los
escombros que dejara Rumiñahui, la villa de San Francisco de Quito, actual ciudad de Quito.247
Envalentonado, Alvarado prosiguió su avance hacia el sur, sin esperar a Almagro, que se había quedado rezagado. En
una pelea que entabló con Quisquis perdió a 14 españoles. Por su parte, Almagro enfrentaba a un lugarteniente de
Quisquis, Huayna Palcón (un noble de sangre inca), sin lograr desalojarlo de las posiciones que ocupaba.248
En otro ocasión, Quisquis atacó a los españoles cuando subían por una cuesta luego de cruzar un río, logrando matar
a 53 de ellos y a un buen número de caballos. Fue la primera batalla en la que murieron un número crecido de
españoles, si se compara con el número total de la hueste hispana. Sin embargo, unos 4.000 hombres de Quisquis
desertaron y se pasaron al bando español (posiblemente eran los cargadores, reclutados a la fuerza). A partir de
entonces, Quisquis sufrió grandes derrotas, hasta que finalmente, los últimos restos de sus tropas fueron desechas
por Benalcázar en la segunda batalla de Riobamba.249
Muerte de Quisquis
Quisquis, junto con Huayna Palcón, se replegó hacia la selva para planear la estrategia a seguir en la lucha contra los
invasores hispanos. Quisquis quería desarrollar una lucha de guerrillas hasta rehacer sus fuerzas, a lo que Huayna
Palcón se opuso. Éste, al parecer, deseaba un entendimiento con los españoles. En medio de la acalorada discusión
que se desató, Huayna Palcón cogió una lanza y atravesó el pecho de Quisquis, matándolo.244
Así terminó la vida el indómito general de Atahualpa que en todo momento se mantuvo fiel a su señor. Se sabe que,
al igual que Challcuchimac, era cusqueño, de origen plebeyo, y que por sus hazañas militares mereció su ascenso a la
nobleza de privilegio. Su nombre quechua significa “langosta” y dícese que lo adoptó pues al igual que el sonido de
las langostas atemorizaba a sus enemigos. Cabe señalar que del famoso trío de generales atahualpistas –Rumiñahui,
Quisquis y Challcuchimac–, solo el primero era quiteño; sin embargo, hay que destacar que todos ellos condujeron
tropas quiteñas en apoyo de Atahualpa, enfrentando al bando cusqueño u huascarista, durante la guerra civil
incaica.
El fin de Rumiñahui
Escultura que representa al general inca Rumiñahui.
Rumiñahui intentó reorganizar la resistencia indígena y recuperar Quito, pero fracasó ante la poderosa alianza
forjada entre españoles e indios. Si bien los españoles eran solo unos cientos, sus aliados indígenas eran miles; estos
últimos fueron sin duda los que inclinaron la balanza a favor de los invasores europeos. No solo eran los cañaris los
que apoyaban a los españoles, sino también los indios cusqueños, traídos por Almagro, que clamaban venganza
contra los quiteños por las masacres que estos habían cometido en el Cusco durante la guerra civil incaica. Los
cusqueños pensaban que los españoles les ayudaban a recuperar la comarca de Quito; pronto se darían cuenta de su
error. El indómito Rumiñahui fue finalmente reducido y capturado junto con algunos de sus capitanes, siendo
ejecutado en Quito, en junio de 1535. Posiblemente fue ahorcado,233 aunque una leyenda muy popular dice que
fue quemado vivo en la actual Plaza Grande de Quito.
Con la muerte de Quisquis y Rumiñahui, se cerró todo un ciclo de la conquista española del Perú. En resumen, esta
etapa se vio marcada por la resistencia que los quiteños u atahualpistas, al mando de Quisquis y Rumiñahui, dieron a
los españoles, mientras que estos eran apoyados por los cusqueños o huascaristas, así como por diversas etnias del
imperio incaico, como los cañaris y los huancas. En la siguiente etapa, serían los incas propiamente dicho, es decir,
los de la etnia del Cusco, quienes, al mando de Manco Inca, emprenderían una guerra de Reconquista, enfrentando a
los españoles y a sus aliados indígenas.