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Formasonata PDF
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La forma sonata
La forma sonata, para el oyente de hoy, tiene algo de la significación
que las formas fugadas tuvieron para los auditores del siglo XVIII. Pues
no es exagerado decir que, a partir de aquellos tiempos, la forma básica
de casi todas las piezas extensas de música ha estado ligada de algún
modo a la sonata. Es asombrosa la vitalidad de esta forma. Está
exactamente tan viva hoy como lo estaba en la época de su primer
desarrollo. La lógica de la forma, tal como se practicó en los primeros
tiempos, más su maleabilidad en manos de los compositores
posteriores, explica, sin duda, su continuo dominio sobre la
imaginación de los creadores musicales durante los últimos doscientos
años por lo menos.
Hay todavía otra distinción que se debe tener presente. Cuando vaya el
lector a un concierto y encuentre en el programa una sonata para violín
o teclado de Haendel o Bach, no busque en ella la forma que se está
examinando aquí. La palabra sonata era empleada entonces en
oposición a la palabra cantata: sonata era algo para ser sonado o tañido
y cantata, algo para ser cantado. Por lo demás, poco o nada tiene que
ver esa sonata con las posteriores en el tiempo, de Mozart o Haydn, por
ejemplo.
A – A’– B – B’
El segundo tiempo suele ser lento, pero no hay nada que se pueda
llamar forma de tiempo lento. Se puede escribir dentro de alguno de
varios moldes. Por ejemplo, puede ser un tema con variaciones
semejante a los que ya se han estudiado. O puede ser la versión lenta
de la forma rondó —ya sea un rondó breve, ya un rondó extenso—. Y
puede ser algo todavía más sencillo que eso, perteneciente a la forma
tripartita ordinaria. Más raramente se parece mucho a la forma de
primer tiempo de sonata. Cualquiera de esas formas será de esperar
para el oyente que escuche el segundo tiempo de una sonata.
El tercer tiempo suele ser un minué o un scherzo. En las primeras
obras, de Haydn y Mozart, es un minué; más tarde será un scherzo. En
cualquiera de ambos casos será la forma tripartita A-B-A que se ha
examinado al tratar de las formas por secciones. A veces los tiempos
segundo y tercero se permutan: en lugar de encontrarse el tiempo lento
como segundo y el scherzo como tercero, el scherzo puede estar como
segundo y el tiempo lento como tercero.
Sonatas para violín destacadas son las escritas por Mozart (34),
Beethoven (10), Schubert (1, más 3 sonatinas), Schumann (3), Brahms
(3), Fauré (2), Franck, Debussy y Ravel (una cada uno), Bartók (una
sonata para violín solo) y Prokofiev (idem).
He ahí lo que son las meras líneas generales de esa forma. Ahora será
examinada más detenidamente y se verá si se puede generalizar acerca
de ella, de manera que se haga más aplicable a ejemplos concretos de
todas las épocas.
6.3 La sinfonía
Aunque no constituya una forma independiente, distinta de la sonata,
la condición actual de la sinfonía es tal que sería imposible pasarla por
alto sin más examen. No es posible, en realidad, oír un programa
orquestal, sea en la sala de conciertos, sea por radio o televisión, sin
toparse con alguna de las sinfonías del repertorio usual. Recuérdese,
empero, que esas obras no ofrecen problemas específicos diferentes de
los arriba bosquejados.
Está claro que la sinfonía, y con ella la forma allegro de sonata, todavía
no han muerto. A menos que todos los signos sean engañosos, ambas
tendrán una sana descendencia.
Liszt (2). La Sinfonía “Fausto” (1854, con tenor y coro) se interpreta aún
hoy ocasionalmente; la Sinfonía orquestal “Dante” de 1856, muy
raramente.
Stravinsky (3). “La Sinfonía de los salmos” (1930), con coro, es una obra
apreciada; la Sinfonía en Do (1940) y la “Sinfonía en tres movimientos”
se interpretan también con regularidad.
6.4 El concierto
La palabra “concierto” procede del italiano antiguo concertare, que
significa “tocar en conjunto” y viene siendo emplea desde comienzos del
siglo XVII para referirse a piezas en las que alternan voces e
instrumentos.
Entre los conciertos para piano más conocidos, y preferidos por los
amantes de la música, están los de Haydn (especialmente el Concierto
en Re mayor, Hob. XVIII, nº 11); Mozart (se numeran, habitualmente, en
el índice de sus obras, hasta el nº 27, pero de hecho, sólo existen
veintiuno; Beethoven (5 y la transcripción del concierto para violín),
Schumann (1), Chopin (2), Liszt (2), Grieg (1), Brahms (2), Chaikovsky
(3, de los cuales el Primero es mundialmente famoso y el último quedó
incompleto), Rachmaninov (4, de los cuales el Segundo es también
famoso en todo el mundo); Prokofiev (5, de éstos el Tercero es el más
conocido); Falla (Noches en los jardines de España), Ravel (2) (de los
cuales el Primero es para la mano izquierda) y Bartók (3), de ellos el nº
3 es el más interpretado.
Los conciertos para violín y orquesta más famosos son los compuestos
por Mozart (5), Beethoven (1), Paganini (6), Bruch (3, de los cuales
solamente el Primero es realmente bien conocido), Lalo (Sinfonía
española), Mendelssohn (2), Brahms (1), Saint-Saéns (3, de éstos el nº 3
es el más difundido), Chaikovsky (1), Dvořák (1), Sibelius (1), Elgar (1),
Stravinsky (1), Prokofiev (2), Alban Berg (1) y Bartók (2, de los cuales el
Segundo es el más renombrado).
Todas las formas que no tienen como punto de referencia uno de los
moldes formales acostumbrados son técnicamente formas “libres”. Pero
la palabra “libre” va entre comillas porque, hablando con propiedad, no
hay lo que se llama una forma musical absolutamente libre. Por muy
libre que sea una pieza siempre será preciso que tenga sentido como
forma. Todo eso es obvio; es cierto en cualquier arte y especialmente
cierto en la música, en la que tan fácil es que se pierda la sensación de
coherencia. Por tanto, aun en las llamadas formas libres, ha de haber
ciertamente algún plan formal básico, aun cuando éste puede no tener
relación con ninguno de los moldes normales que hasta ahora se han
examinado.
7.1 El preludio
Preludio es un término muy vago que designa una gran variedad de
piezas, generalmente escritas para piano. Como título puede significar
casi cualquier cosa, desde una pieza tranquila, melancólica, hasta una
larga pieza virtuosística y aparatosa. Pero en cuanto forma, pertenece,
por lo general, a la categoría de “libre”. Preludio es el nombre genérico
de cualquier pieza de estructura formal no demasiado precisa. Muchas
otras piezas que llevan otros nombres pertenecen a la misma categoría,
piezas llamadas fantasía, elegía, impromptu, capricho, aria, estudio y
demás. Las piezas tales como ésas pueden tener la forma rigurosa A-B-
A o pueden estar tratadas “libremente”. Por tanto, el oyente tendrá que
estar alerta si espera seguir la idea estructural del compositor.
Mucho del renacimiento del interés por las formas “libres” se puede
atribuir a la influencia de Debussy. Tenía éste pocos antecedentes en la
música de su tiempo para la manera sumamente personal con que
trabajó las formas pequeñas. Sin depender de ningún modelo conocido,
compuso veinticuatro Preludios para piano, cada uno de los cuales
tiene su propio carácter formal. Cada nuevo Preludio significó inventar
una nueva forma, pues la escritura de uno no ayudaba a la creación del
siguiente. No es de extrañar que la producción de Debussy haya sido
relativamente pequeña.