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Markus Gabriel. Crítica al cientificismo.

Markus Gabriel ofrece una crítica a la postura epistemológica del cientificismo


naturalista, monista materialista. Sus argumentos se dirigen a señalar el error de postular que
la única realidad es la que se construye a través del estudio fisicoquímico de la materia y que la
única realidad que puede conocerse -en el uso pleno del término- es la realidad que descubren
estas mismas ciencias. No niega la relevancia de las ciencias porque reconoce la verdad que
aportan al conocimiento de la naturaleza, pero sí se opone a la tesis de que la realdad sea sólo
la materia y a que el único modo de conocer sea a partir de una óptica de teorías y experimentos
modernos. Aunque el propósito de Gabriel, inscrito en su propuesta del nuevo realismo, es
defender la tesis de que la realidad es “la verdad acerca de algo” (Gabriel, 2016: 48), y que eso
que llamamos “algo” es un hecho (las manzanas, los sueños, los personajes de las tiras cómicas,
los átomos y las moléculas), este propósito suyo debe responder a las epistemologías
reduccionistas de la realidad. La teoría del nuevo realismo propone que el conocimiento de la
realidad es factible solamente si se supera el constructivismo y su opuesto radical, el monismo
materialista.

En cuanto al constructivismo, escribe el filósofo alemán que es “[…] la suposición de que


no podemos “afirmar ningún hecho en sí”, sino que hemos construido todos los hechos o
realidades” (Gabriel, 2016: 54), ya sea por medio de la cultura o por el sujeto.1 Pero existe un
nexo particular entre el constructivismo y el cientificismo: el neuroconstructivismo (Cfr., Gabriel,
2016: 153). Esta postura defiende la tesis de que la percepción de la realidad no es más que una
construcción hecha por el cerebro, esto es, por la forma en que las estructuras cerebrales y del

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Un argumento similar es el de Maurizzio Ferraris al respecto de la inenmmendabilidad y la fricción de la
facticidad, de los hechos: “Sobre todo, en lo que respecta a la experiencia no científica, el agua moja y el
fuego quema, sea que yo lo sepa o que no lo sepa, independientemente de los lenguajes, esquemas y
categorías, por más que, en algunas circunstancias, nos resistamos a ello. Es lo que llamo
inenmendabilidad, o el carácter saliente de lo real” (Ferraris, 2012: 29). Lo real es lo que es y cuya
existencia no depende del hombre. La realidad no es una construcción del sujeto ni una instancia de la
construcción materialista del mundo. Ferraris escribe: “[…] propongo definir este carácter fundamental
de lo real inenmendabilidad”: el hecho que lo que está frente a nosotros no puede ser corregido o
transformado a través del mero recurso a esquemas conceptuales, al revés de lo que ocurre en la hipótesis
del construccionismo. (Ferraris, 2012: 49). La fricción de lo real es “una versión ética de la
inenmendabilidad” (Ferraris, 2012: 68), que se refiere a la incuestionable presencia del otro que confronta
al yo y que no puede ser negado. Con la fricción de la realidad Ferraris se esfuerza por clarificar que existe
un ámbito de realidad que sí depende del ser humano y comprende aquello cuya existencia depende de
textos, acuerdos sociales, de un “textualismo débil” en que se instauran objetos que existen en el ámbito
de la documentalidad (Cfr., Ferraris, 2012: 78). Lo real, en consecuencia, no se reduce a la explicación
materialista, pues existen objetos ideales, naturales y sociales. “propuse distinguir los objetos en tres
clases: los objetos naturales, que existen en el espacio y en el tiempo, independientes de los sujetos;
los objetos sociales, que existen en el espacio y en el tiempo, dependientes de los sujetos; y los objetos
ideales, que existen fuera del espacio y del tiempo, independientes de las materias.” (Cfr., Ferraris,
2012: 74)
sistema nervioso central reaccionan ante ciertos estímulos, o por su propia participación para
recibir esos estímulos. La respuesta de Gabriel se fundamenta en lo que denomina el argumento
de la facticidad. La premisa mayor de este argumento es sencilla: “LA FACTICIDAD es el hecho
de que hay algo” (sic) (Gabriel, 2016: 153). El argumento de la facticidad se contrapone al
constructivismo al asumir que existen realidades no subjetivas, que no dependen de la fisiología
del cerebro ni de las construcciones culturales. La existencia de objetos reales no construidos
parte de que la realidad no depende de un sistema epistémico, menos uno absoluto ni único. El
neuroconstructivismo es falso porque la experiencia ordinaria lo anula.

En cuanto al aspecto naturalista o fisicalista y al monismo del cientificismo, es necesario


distinguir el marco conceptual de la crítica de Gabriel. Veamos sus conceptos fundamentales:

“[…] es importante diferenciar entre fisicalismo y materialismo. Mientras que el


FISICALISMO (sic) afirma que todo lo existente se encuentra en el universo y que, por tanto, debe
estudiarse de una manera fisicalista, el MATERIALISMO (sic) sostiene que todo lo existente es
material” (Gabriel, 2016: 42).

El materialismo, a decir de Gabriel, defiende la tesis necesariamente reduccionista de


que todo lo que existe está constituido por partículas elementales básicas, “como en un sistema
de piezas de Lego gigante” (Gabriel, 2016: 43). Sin embargo, el filósofo plantea dos objeciones:

1- El fisicalismo materialista no puede responder las preguntas sobre la naturaleza del


pensamiento. Es decir, que si todo es un constructo material, si los pensamientos son estados
del cerebro y sólo existen como tales, ¿cómo pueden los objetos materiales referirse a algo que
no sea inmaterial? El fisicalismo no es capaz de responder cómo es posible que existan ideas,
imaginaciones, recuerdos, conceptos, modelos matemáticos o geométricos si todos ellos
carecen de materia. Esto conduce al segundo problema.

2- “El materialista afirma que sólo existen nuestras fantasías de objetos no materiales,
pues nos encontramos en ciertos estados materiales que tratan sobre algo” (Gabriel, 2016: 44).
Pero si esto es cierto, el materialista mismo no puede distinguir la realidad de su expresión de
una fantasía. Los estados materiales cerebrales se refieren a estados no materiales por el sólo
hecho de nombrarlos, de tener idea de que existen; si esto es así, entonces aquello otro que no
es material sí existe, incluidas las teorías científicas, las brujas en las historias y los objetos
sociales.

3- Otro gran problema del materialismo es el de la “identificación” (Gabriel, 2016: 45).


Este problema implica que para identificar el conjunto subatómico que compone, digamos una
mesa, es necesario antes reconocer la existencia de la mesa, “pues sólo la mesa nos puede guiar
hacia sus partículas” (ídem). En otros términos, el materialismo no puede cancelar la existencia
real, la consistencia y unicidad de aquello que supone es un evento en el innumerable concurso
de átomos y fuerzas que lo afectan. En palabras de Gabriel, el materialismo “debe reconocer la
existencia de cosas imaginarias para poderlas rechazar posteriormente”.

4- “El propio materialismo no es material”, lo que significa que su calidad de ser una
teoría confirma la existencia de lo inmaterial.

Esta serie de objeciones conducen a una conclusión tajante: “el materialismo no es una
afirmación comprobable […] es simplemente falso” (Gabriel, 2016: 44). Dicho con mayor
precisión, el materialismo no escapa a su tesis absolutista. Existen objetos, realidades
inmateriales de las cuales el caso más claro es el de los pensamientos, los objetos que se avienen
a la conciencia, la memoria, o cualquier facultad intelectual en que precisamente no hay
materia. La sinapsis no es la realidad, la supone.

Ahora bien, el naturalismo y el materialismo, la explicación de que todo lo que existe en


el universo es de índole material y que puede entenderse sólo en los términos del lenguaje
matemático y corroborarse por procesos e instrumentos de experimentación “científica”
condujeron a la comprensión cientificista de la realidad. La característica fundamental de esta
ontología y su correspondiente epistemología es, según Gabriel, que el principio de la homo
mensura es sustituida por la scientia mensura, lo que significa la superación de la experiencia
ordinaria por la experimentación y el lenguaje matemático para explicar lo real.

Gabriel define el cientificismo en los siguientes términos:

“EL CIENTIFICISMO (sic) es la tesis según la cual las ciencias naturales penetran en la
capa fundamental de la realidad, precisamente en el mundo en sí mismo, mientras, al final, todas
las demás aspiraciones de conocimiento deben reducirse siempre a los conocimientos de las
ciencias naturales o, en su defecto, deben cotejarse contra éstas.” (Gabriel, 2016: 123)

Si bien el proyecto científico es deseable -así lo admite Gabriel- en la medida en que las
ciencias nos ayudan a superar prejuicios, a conducir a la humanidad a un bien común e incluso
a democratizar el saber, el afán reductivo que reconduce toda realidad a los principios de la
ciencia materialista es, para este filósofo, “sencillamente erróneo”. La sencillez de la evidencia
de tal error muestra que su confirmación está a la mano; esto es, contrariamente al afán del
discurso científico de negar la realidad que no responda al materialismo, la realidad del mundo
que escapa al poder de las ciencias se muestra inobjetable, insoslayable, irrevocable.

Además de las objeciones ya mencionadas, Gabriel señala que el principal defecto del
cientificismo es la elaboración de una imagen del mundo limitada a lo que hay en la naturaleza,
entendida como lo que estudia el científico moderno, es lo único que existe y que todo lo demás
es simple ilusión. Lo que estudia el científico es una especie de monismo materialista a partir de
el cual todo debe ser explicado desde las leyes de la naturaleza. El error del cientificismo está en
atenerse a la falsedad del monismo materialista. La falacia materialista se exhibe en el
reconocimiento de que “[…] hay muchos objetos (por ejemplo, nosotros en cuanto personas) a
los que podemos referirnos con rigidez y cuya identidad lógica debe distinguirse estrictamente
de su realización material” (Gabriel, 2016: 133). Nosotros “no somos lógicamente idénticos
nuestro cuerpo” ni a nuestro cerebro (como lo explicara Gazzaniga), de lo que no se sigue que
podamos existir sin uno ni otro. La voluntad, la libre capacidad de decidir si hacer o no, la
disposición para imaginar, recordar o evadirnos de lo indeseable, cualquier acto o movimiento
humano (y casi podría decirse lo mismo de algunas especies de animales con cierta capacidad
cognoscitiva) que rompa con el determinismo mecanicista de una reacción fisicoquímica es una
objeción inmediata al cientificismo y al monismo materialista.

En conclusión, en su propuesta de fundamentar el nuevo realismo, Gabriel nos ofrece


una crítica sensata al reduccionismo fisicalista. Si bien no emplea un lenguaje tradicional en que
figuren términos como alma, intelecto activo o paciente, su crítica al realismo cientificista se
orienta a explicar que la realidad es compleja y que no se reduce a lo que podemos conocer por
medio de “teorías y aparatos científicos” (Gabriel, 2016: 136). Existen objetos dados a la
experiencia ordinaria que son innegables, desde las mesas hasta los pensamientos que no son
ilusiones, sino realidades en la medida que decimos son algo verdadero. Además, somos
conscientes de la realidad y existencia de lo otro que no depende de nosotros. Tan es cierta esta
afirmación que somos capaces de distinguir entre lo verdadero y lo falso con meridiana y relativa
facilidad, ya sea al resolver ecuaciones, hacer recuentos históricos, charlar sobre experiencias
ordinarias o leer tragedias cuyo asunto es el amor de los amantes o el odio de los rivales.

En esa medida se supera el construccionismo: la realidad no depende de nuestra


subjetividad, aunque la existencia de la subjetividad y las verdades subjetivas es innegable. Pero
también se supera el reduccionismo epistemológico del cientificismo monista materialista, pues
es correcto sostener que existen ámbitos y objetos no materiales cuya presencia es inexplicable
desde la corporalidad o las leyes físicas. Las cosas se manifiestan de distintas maneras. Si lo real
es aquello de lo que podemos hacer afirmaciones verdaderas tales como “existen mesas”, “el
kiliágono es una figura de mil ángulos” o “amo a mis hijas”, realidades que no son materiales
porque reducidas a la materialidad sencillamente desaparecerían, entonces debemos aceptar,
como anota Gabriel, que “La pluralidad de los fenómenos no es ninguna ilusión. La realidad no
está compuesta por hechos duros que se distancien de los fenómenos sino, igualmente, de cosas
en sí mismas y de sus fenómenos, mientras que dichos fenómenos son también cosas en sí
mismas” (Gabriel, 2016: 143)

Bibliografía:

Ferraris, Maurizio (2012) Manifiesto del Nuevo Realismo. Ariadna Ediciones, Chile.

Gabriel, Markus (2016) Por qué no existe el mundo. Océano, México.

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