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La Absurda Muerte de Isadora Duncan
La Absurda Muerte de Isadora Duncan
Duncan
Algunas muertes trágicas se han convertido en
verdaderas leyendas, lugares imaginarios en los
que la realidad poco tiene que ver con lo
realmente sucedido. En otras ocasiones, las
pinceladas fantásticas sólo han venido a
incrementar cierto halo de excentricidad
presente en el óbito. He aquí uno de esos casos,
sin duda entre los que más me intrigan: el
irónico y, a la vez, terrible final de Isadora
Duncan.
Las cenizas de Isadora, que duermen ahora en
el columbario del Cementerio de Père-Lachaise
en París, llegaron al mundo en forma de cuerpo
mortal en la primavera de 1878. Vio la primera luz en San Francisco y,
desde muy temprano, la pequeña Dora Ángela, que pasaría a llamarse
Isadora más tarde, tuvo que enfrentarse a graves problemas. Su familia
estaba arruinada y su padre acabó en la cárcel acusado de fraude bancario,
pero el ambiente musical promovido por su madre, que se encargó de
educar a sus hijos y, de paso, intentó ganar algo de dinero impartiendo
clases de piano, hizo que a la futura bailarina se le colara el ritmo en lo
más profundo de su alma.