Está en la página 1de 116

DON

iiÁMON
L VALI. •:
UÇLAN

%
EL M A R Q U E S DE B R A D O M I N
EL MARQUES
) E BRADOMIN:
OBRAS DEL A U T O R
OLOQUIOS ROMANTICOS:
FEMENINAS (agotada).
>R D O N R A M O N DEL VALLE-
EPITALAMIO (agotada).
CENIZAS (agotada)'.
LO L A N
JARDÍN N O V E L E S C O (segunda edición).
C O R T E DE A M O R (segunda edición).
S O N A T A DE P R I M A V E R A , I , (tercera edición)
S O N A T A DE E S T Í O , I I , (tercera edición).
SONATA DE O T O Ñ O , I I I , (tercera edición).
S O N A T A DE I N V I E R N O , I V , (tercera edición)
F L O R DE SANTIDAD (segunda edición).
A G U I L A DE BLASÓN.

A R O M A S DE L E Y E N D A .

E L M A R Q U É S DE BRADOMIN.

R O M A N C E DE L O B O S .
B
W m "mimnm
EN PRENSA
•»"»sm.mé**
2 f ò
HERNÁN C O R T É S .
PUEYO: EDITOR:
AÑO MCMVII: MA-
DRID: : : : : •
\qcn

E L MARQUES D E BRADOMIN

i
! N h
13. a • • —

Tipografia de Archivos. I n f a n t a s . 42.


» T O S diálogos tuvieron
®¡=JÍ hace tiempo vida en el
teatro. Es un recuerdo que me
sonríe al releer estas páginas: JORNADA PRIMERA
Con ellas envió á Matilde Mo-
reno y á Francisco García
Ortega mi saludo de recono-
cimiento, de admiración y de
amistad.
N jardín y en el f o n d o u n palacio: El jardín y
el palacio tienen esa vejez señorial y m e l a n -
cólica d e los lugares p o r d o n d e en otro
t i e m p o pasó la vida a m a b l e d e la galantería y del
a m o r . Sentado en la escalinata, d o n d e verdea el m u s -
go, u n zagal de pocos años amaestra con los sones
de su flauta, u n a nidada de mirlos prisionera en r ú s -
tica jaula de cañas. Aquel niño de fabla casi v i s i g ó -
tica y ojos de cabra triscadora, con s u sayo de e s t a -
m e ñ a y sus guedejas trasquiladas s o b r e la f r e n t e p o r
t o n s u r a casi monacal, parece el hijo de u n a n t i g u o
siervo de la gleba. La d a m a pálida y t r i s t e , q u e vive
retirada en el palacio, le llama con l á n g u i d o c a p r i -
cho Florisel. P o r la h ú m e d a avenida de cipreses apa-
rece u n a vieja de aldea: T i e n e los cabellos blancos,

m s s ^ Z los ojos c o n q u e r i d o r e s y la color b e r m e j a . El m a n t e o ,


de paño sedán, q u e sólo luce en las fiestas, lo trae do-
blado con p r i m o r y puesto c o m o u n a birreta sobre
la cofia blanca: Se llama Madre C r u c e s .
LA MADRE CRUCES FLORISEL
¿Estás adeprendiéndole la lección á los
Por allí abajo.
mirlos?
FLORISEL A M a d r e C r u c e s se aleja en b u s c a d e la s e -
ñ o r a , y t o r n a á r e q u e r i r su flauta F l o r i s e l .
Ya la tienen adeprendida.
El sol otoñal y m a t i n a l d e j a u n r e f l e j o d o -
LA MADRE CRUCES r a d o e n t r e el v e r d e s o m b r í o , casi n e g r o , d e los á r b o -
les v e n e r a b l e s . L o s castaños y los c i p r e s e s q u e c u e n -
¿Cuántos son?
t a n la edad del palacio. La Q u e m a d a y M i n g u i ñ a , d o s
FLORISEL m u j e r u c a s m e n d i g a s , a s o m a n en la p u e r t a del j a r d í n ,
u n a p u e r t a de arco q u e t i e n e , l a b r a d o s en la p i e d r a
Agora son tres. La señora m i ama echó s o b r e la cornisa, c u a t r o e s c u d o s c o n las a r m a s d e
á volar el que mejor cantaba. Gusto que tiene c u a t r o l i n a j e s d i f e r e n t e s . L o s l i n a j e s del f u n d a d o r ,
n o b l e p o r t o d o s sus a b u e l o s . Las d o s m e n d i g a s a s o -
de verlos libres por los aires. man medrosas.
LA MADRE CRUCES
LA QUEMADA
¡Para eso es la señora! ¿Y cómo está de sus
¡A la santa paz de Dios Nuestro Señor!
males?
MINGUIÑA
FLORISEL
¡Siempre suspirando! ¡Agora la he visto ¡Ave María Purísima!
pasar por aquella vereda cogiendo rosas! LA QUEMADA

LA MADRE CRUCES ¡Todas las veces que vine á esta puerta,


Solamente por saludar á esa reina he v e - todas, me h a n socorrido!
nido al palacio. A encontrarla voy. ¿ P o r MINGUIÑA
dónde dices que la has visto pasar?
¡Dicen que es casa de m u c h a caridad!
EL MARQUES DE B R A D O M I N EL MARQUES DE BRADOMIN

L A QUEMADA FLORISEL

N o se ve á nadie... ¡Por sabido que no!


MINGUIÑA MINGUIÑA

¿Por qué no entramos? ¡Tal acomodo quisiera yo para un nieto


L A QUEMADA. que tengo!
FLORISEL
¡Y si están sueltos los perros!
MINGUIÑA No todos sirven para esta casa. Lo p r i m e r o
¿ T i e n e n perros? que hace falta es muy bien saludar.
L A QUEMADA MINGUIÑA

T i e n e n dos, y un lobicán m u y fiero... Mi nieto es p o b r e , pero como enseñado lo


FLORISEL está.
jSantos y buenos días! ¿Qué deseaban? FLORISEL

L A QUEMADA Y hace falta lavarse la cara casi que todos


Venimos á la limosna. ¿ T ú agora sirves los días.
aquí? Buena casa has encontrado. E n los pa- MINGUIÑA

lacios del R e y no estarías mejor. E n un caso también sabría dar gusto.


FLORISEL FLORISEL

¡Eso dícenme todos! Y dentro del palacio tener siempre la mon-


L A QUEMADA tera quitada, a u n cuando la señora n o se ha-
Pues no te engañan. lle presente, y no meter r u i d o con las m a -

— 14 —
— iS —
FLORISEL
drefías ni silbar por divertimiento, salvo que
¿Y vienen de muy lejos?
no sea á los mirlos.
MINGUIÑA
L A QUEMADA
De San Clemente de Bradomín.
¿ T ú aquí sirves por el vestido?
LA QUEMADA
FLORISEL
¡Todo por monte!
Por el vestido y por la soldada. G a n o m e -
FLORISEL
dia onza cada año, y á cuenta ya, tengo r e -
Ya sé dónde queda. Allí tiene u n palacio
cibido los dineros para m e r c a r esta flauta.
el más grande caballero de estos contornos.
¿Vostedes es la p r i m e r a vez que vienen á la
MINGUIÑA
limosna?
¡También es puerta aquella de m u c h a c a -
L A QUEMADA
ridad! Agora poco hace, llegó el señor mi
¡Yo hace muchos años!
Marqués, al cabo de muchos años. Dicen que
MINGUIÑA viene para hacer u n a nueva g u e r r a por el
Yo es la p r i m e r a vez. Nunca creí verme Rey Don Carlos, á quien le robaron la c o -
en tanta necesidad. F u i criada con el regalo rona cuando los franceses.
de u n a reina, y agora no me queda otro triste L A QUEMADA
remedio que a n d a r por las puertas. Un hijo Aquél m u r i ó . El de agora es un hijo.
tenía, luz de mi tristes ojos, a m p a r o de mis
MINGUIÑA
años, y m u r i ó en el servicio del Rey, adonde
Hijo ó nieto, es de aquella sangre real.
fué por un rico.
—,17 —
« la p u e r t a del jardín a s o m a u n a h u e s t e d e EL MANCO DE GUNDAR
m e n d i g o s . P a t r i a r c a s haraposos, m u j e r e s es- Dile que tenemos de recorrer otras puertas.
cuálidas, m o z o s lisiados. R a c i m o de g u s a -
n o s q u e se a r r a s t r a por el polvo d e los c a m i n o s y se EL TULLIDO DE CELTIGOS
d e s g r a n a en los m e r c a d o s y feriales de las villas sal-
d a n d o cuitas y p a d r e n u e s t r o s , c a r a v a n a q u e des- No basta una sola para llenar las alforjas.
cansa al pie d e los c r u c e r o s , y r e c u e n t a la l i m o s n a d e
m a z o r c a s y m e n d r u g o s de b o r o n a , á la s o m b r a d e los EL MORCEGO
A l a d a r e s flor i d o s d o n d e cantan los P ^ « Los ricos, como no pasan trabajos...
á q u i e n e s da n i d o y pan Dios N u e s t r o S e ñ o r E to
d o s los casales los c o n o c e n , y ellos c o n o c e n toda las LA MUJER DEI, MORCEGO
p u e r t a s d e c a r i d a d . Son s i e m p r e los mismos. El
Marico d e G o n d a r ; el T u l l i d o de « l u g o s ; P a u U la Padre nuestro, que estáis en los cielos...
R e i n a , q u e da d e m a m a r á u n n m o ; la I n o c e n t e d e
B r a n d e s o ; D o m i n g a d e G ó m e z ; el s e ñ o r A « * l
s e ñ o r C i d r á n el Morcego y la m u j e r del M o r c e g ^ OR un s e n d e r o del j a r d í n a p a r e c e la S e ñ o r a
del palacio, q u e v i e n e c o g i e n d o rosas. A su
L l e g a n por el c a m i n o aldeano, f r a g a n t e y n e n t e b a j o
lado la M a d r e C r u c e s habla c o n q u e r i d o r a , y
el sol m a t i n a l .
la d a m a s u s p i r a c o n d e s m a y o . Es u n a figura pálida y
blanca, con a q u e l e n c a n t o d e m e l a n c o l í a q u e los
EL MANCO DE GONDAR a m o r e s m u e r t o s p o n e n en los ojos y en la s o n r i s a d e
algunas mnjeres.
Rapaz, avisa en la cocina que está aquí el
manco de Gondar, que viene por la limosna. LA MADRE CRUCES
EL TULLIDO DE CELTIGOS
¡Y cómo me place ver á mi señora con las
Y el tullido de Céltigos. colores de una rosa!
FLORISEL
LA DAMA
T i e n e dicho Doña Malvina, el ama de lla-
ves, que esperen á reunirse todos. De una rosa sin color, Madre Cruces.
— 19 —
L A QUEMADA

Aquí está la señora.


LA MADRE CRUCES
Y todavía no la dije algo que h a b r á de ale- MINGUIÑA

grarla. ¡Esperando que me preguntase! ¡Bendígala Dios!


L A DAMA PAULA

¡Sin preguntarte lo sé! Y le dé la recompensa de tanto bien como


hace á los pobres.
L A MADRE CRUCES
E L TULLIDO DE CELTIGOS
¿Que lo sabe?
¡Parece una reina!
LA DAMA

¡Ojalá pudiera equivocarme! L A QUEMADA

L A MADRE CRUCES
¡Parece una santa del cielo!

No es cosa p a r a que suspire. Son nuevas MINGUIÑA

de un caballero muy galán. ¡Es la misma Nuestra Señora de los Ojos


G r a n d e s que está en Céltigos!
IENDO l l e g a r Á!a S e ñ o r a la h u e s t e d e m e n d i -
L A DAMA

Sixh=s=r.=5S£' ¿ C ó m o sigue tu marido, Liberata?


L A QUEMADA

¡Siempre lo mismo, mi señora! ¡Siempre


lo mismo!

rados.
t

PAULA
L A DAMA
¡Gracias, mi señora! ¡Mi g r a n señora! ¡La
¿Es tuyo ese niño, P a u l a ? pobre madre se lo agradecerá en el cielo!
PAULA
L A DAMA
No mi señora. E r a de una c u r m a n a que se
Y á los otros pequeños tráelos también
ha muerto. T r e s ha dejado la pobre: éste es
contigo.
el más pequeño.
PAULA
L A DAMA Los otros, m a ñ a n a no sé dónde poder h a -
¿ Y t ú lo h a s r e c o g i d o ? llarlos.
E L SEÑOR CIDRAN
PAULA
L o s otros, aunque cativo, también tienen
L a m a d r e me lo recomendó al m o r i r .
a m p a r o . Los ha recogido B á r b a r a la Prisca,
LA DAMA una viuda lavandera que también á mí me
¿Y qué es de los otros dos? tiene recogido.
PAULA LA DAMA

Por esos caminos andan. El u n o tiene siete ¡Pobre mujer!


años, el otro n u e v e . . . P e n a da mirarlos des- LA M A D R E CRUCES
nudos como ángeles del cielo. Bárbara la Prisca casó con un sobrino de
LA DAMA mi difunto. ¡Es una santa de Dios!
L A DAMA
V u e l v e m a ñ a n a , y pregunta p o r Doña
La conozco, Madre Cruces.
Malvina.
LA DAMA
EGUIDA d e la vieja c o n q u e r i d o r a la S e ñ o r a del
No me lo ha dicho nadie; Yo lo sentí d e n -
palacio se aleja l e n t a m e n t e , y á los pocos p a -
sos, s u s p i r a n d o con fatiga, se sienta á ia tro del corazón, como u n a gran angustia,
s o m b r a d e los rosales, en u n b a n c o d e piedra c u -
cuando te vi llegar. ¡Y no me atrevía á p r e -
b i e r t o de hojas secas. E n f r e n t e se a b r e la p u e r t a d e l
l a b e r i n t o misterioso y v e r d e . S o b r e la clave del a r c o guntarte!
se alzan d o s q u i m e r a s m a n c h a d a s de m u s g o y u n
LA MADRE CRUCES
s e n d e r o s o m b r í o , u n solo s e n d e r o , o n d u l a e n t r e los
m i r t o s . M u y l e j a n o , se oye el c a n t o d e los m i r l o s ¡Como u n a g r a n angustia! Yo presumo que
guiados p o r la flauta q u e t a ñ e F l o r i s e l .
el señor m i Marqués viene de tan lejanas tie-
LA MADRE CRUCES r r a s solamente por ver á mi señora.
Y t o r n a n d o al cuento pasado. ¿Dice que LA DAMA
sabe la nueva? Viene porque yo le llamé, y ahora m e a r r e -
LA DAMA piento. A mí me basta con saber que m e
¡Ojalá me equivocase! T ú traes u n a c a r t a quiere. T e m í a que me hubiese olvidado y le
para mí, Madre Cruces. escribí, y ahora que estoy segura de su c a -
LA MADRE CRUCES
riño t e m o verle.
¿ C ó m o lo sabe?
LA DAMA A S e ñ o r a del palacio q u e d a u n m o m e n t o c o n
la carta e n t r e s u s m a n o s c r u z a d a s c o n t e m -
¡No me preguntes cómo lo sé! ¡Lo sé! p l a n d o el j a r d í n . En la r o s a pálida d e su boca
t i e m b l a u n a sonrisa, y los ojos b r i l l a b a n c o n d o s
LA MADRE CRUCES
l á g r i m a s r o t a s en el f o n d o . Las flores e s p a r c i d a s s o -
¿Quién ha podido decírselo? ¡Si fué u n a b r e su falda a r o m a n a q u e l l a s m a n o s b l a n c a s y
t r a n s p a r e n t e s . ¡Divinas m a n o s d e e n f e r m a ! S u s p i -
m i s m a cosa e n t r e g a r m e la carta el señor m i
r a n d o a b r e la carta. Mientras lee a s o m a en la p u e r t a
M a r q u é s y p o n e r m e en camino!
— 2 5 -
EL SEÑOR CIDRAN
del j a r d í n u n a n i ñ a d e s g r e ñ a d a , con o j o s d e poseída,
q u e clama llena de un t e r r o r p r o f é t i c o , al m i s m o ¡La cuitada es inocente! No tiene sentido.
t i e m p o q u e se e s t r e m e c e b a j o sus h a r a p o s : E s A d e g a
la I n o c e n t e . MINGUIÑA

E n t r a , rapaza, que aquí nadie te hará mal.


ADEGA LA INOCENTE
Dame dolor de corazón el v e r l a .
¡Ay de la gente que no tiene caridad! Los
DEGA la I n o c e n t e r e s p o n d e l e v a n t a n d o los b r a -
canes y los rapaces c ó r r e n m e á lo largo de zos, c o m o si evocase un l e j a n o p e n s a m i e n t o
los senderos. Mozos y viejos asoman tras de p r o f é t i c o , y los vuelve á d e j a r caer. D e s p u é s ,
c u b i e r t a la cabeza con el m a n t e o , e n t r a en el j a r d í n
las cercas y de los valladares para decirme lenta y llena de m i s t e r i o . Así, a r r e b u j a d a , p a r e c e u n a
denuestos. ¡Ay de la gente que no tiene cari- s o m b r a m i l e n a r i a . T i e m b l a su c a r n e y los ojos f u l -
g u r a n c a l e n t u r i e n t o s b a j o el capuz del m a n t e o . E n la
dad! ¡Cómo ha de castigarla Dios Nuestro m a n o trae un m a n o j o d e y e r b a s q u e e s c o n d e en el
Señor! seno con vago gesto de h e c h i c e r í a . E s t r e m e c i é n d o s e
va á s e n t a r s e e n t r e las dos a b u e l a s m e n d i g a s Mingui-
MINGUIÑA ña y la Q u e m a d a . E n t a n t o , la S e ñ o r a del palacio, allá
en el f o n d o del j a r d í n , sentada en el b a n c o q u e t i e n e
Ya la castiga. Mira cómo secan los casta- florido e s p a l d a r d e rosales, t e r m i n a d e leer la carta.
ñares, m i r a cómo perecen las vides. Esas
LA DAMA
plagas vienen de m u y alto.
¡Qué tortura!
ADEGA LA INOCENTE
LA MÁDRE CRUCES
Otras peores tienen de venir. Se m o r i r á n
Bien se m e alcanza lo que á mi señora le
los rebaños sin quedar una triste oveja, y su
acontece. Como no puede retenerle largo
c a r n e se volverá ponzoña! ¡Tanta ponzoña
tiempo, teme el dolor de la ausencia.
que h a b r á para envenenar siete reinos!
— 26 —
¿'iíhH- Sísfb •• • ,-¡-'"V. """'V^.fe-y \v -. -• "A s-.'•'•í-'i r. *' '• -'• »í

t.
LA-DAMA.
sin acertar á responderle. Entonces sacó del
¡Lo que yo temo es ofender á Dios! ¡Sólo bolsillo la carta y me la entregó.
de pensar que puede aparecerse a h o r a mismo
LA DAMA
tiemblo y desfallezco! ¡Y la idea de no verle
¿No te habló más?
me horroriza! C u é n t a m e qué te dijo. ¿Cómo
LA MADRE C R U C E S
fué el darte esta carta?
Nada más, mi reina.
L A M A D R E CRUCES
LA DAMA
Esta m a ñ a n a llegó al molino como de c a -
¿No te dijo que yo le esperaba?
cería. Yo, al pronto, le desconocí. T i e n e t o -
L A M A D R E CRUCES
dos los cabellos blancos, que parecen de plata.
Quedóse parado en la puerta mirándome Nada me dijo.
LADAMA
muy fijo. A n t e un caballero tan lleno de ma-
jestad, m e puse de pie, y h a sido cuando me ¿Ni de dónde venía?
habló y le reconocí. LA M A D R E CRUCES

Nada.
LA DAMA
LADAMA
¿Y qué te dijo?
¿Y tú no le preguntaste?
L A MADRE CRUCES LA M A D R E C R U C E S
Pues, díjome estas mismas palabras: Ma- N o m e atreví. El verle aparecer de aquella
d r e Cruces, hace m u c h o que has visto á mi m a n e r a habíame impuesto. Eso sí, pareció-
pobre Concha? T o d a asombrada quedéme m e m á s triste.
— 28 —
LA DAMA
c r i a t u r a enferma que estuviese pensando en

¡Dos años hace que no le veo! F u é aquí, en la otra vida?

este mismo j a r d í n , donde nos dijimos adiós. LA DAMA

Yo creí m o r i r , pero no es cierto que maten ¡Sigue llamándome su pobre Concha!


las penas.
LA MADRE CRUCES
LA MADRE CRUCES
Siempre que habla de mi señora la n o m -
No mata n i n g ú n mal de este m u n d o . Es
b r a así.
que Dios elige á los suyos.
LA DAMA
LA DAMA
¡Su pobre Concha!.. Y bien pobre, y bien
Di, M a d r e Cruces, por qué te ha parecido digna de lástima. Le quise desde n i ñ a , y
triste? crecí, y fui m u j e r y me casaron con otro
LA MADRE CRUCES
hombre, sin que él hubiese sospechado nada.
Yo no sé si será aquella cabellera toda
¡Aquellos ojos eran á la vez ciegos y crue-
blanca. Y agora recuerdo otras palabras del
les!.. Después, cuando se fijaron en mí, ya
señor mi Marqués. ¡Fueron tan pocas!
sólo podían hacerme más desgraciada.
LADAMA
A Y un silencio largo d o n d e se oye el z u m b a r
¡Tan pocas y aún las olvidas! Repíteme de u n t á b a n o e n t r e los rosales. La S e ñ o r a del
palacio, con la carta e n t r e las m a n o s , ha
todo lo que él te dijo.
q u e d a d o c o m o a b s t r a í d a : sus ojos, s u s h e r m o s o s
LA MADRE CRUCES o j o s d e e n f e r m a , m i r a n á lo lejos y m i r a n sin ver. El
t á b a n o revolotea m a r e a n t e y s o ñ o l i e n t o . L a vieja
Pues díjome: ¿Mi pobre Concha sigue c o n q u e r i d o r a le s i g u e c o n la m i r a d a . M u c h a s veces
siempre triste? ¿Conserva aquella mirada de
— 3I —
— 3o —
LA DAMA
d e j a d e v e r l e , p e r o el z u m b i d o c o n s t a n t e d e s u s a l a s
Si cierro los ojos, le veo en medio de u n
le a n u n c i a . L a M a d r e C r u c e s , u n m o m e n t o p e r s i g u e
con la m a n o el v u e l o q u e pasa a n t e s u s o j o s y s o n r í e . camino, pero su cara no la distingo. ¿Dices
L A MADRE CRUCES que está triste?
Este tábano rojo algo bueno anuncia. L A MADRE CRUCES
LADAMA ¡Menos lo estaría si tanto no recordase á
Yo creía que era mal agüero, Madre Cruces. quien le quiere!
L A MADRE CRUCES
LA DAMA
No, mi reina. Mal agüero si fuese negro.
¿ T ú crees que me haya recordado s i e m -
Ese mismo do vide antes.
pre?
L A DAMA
L A MADRE CRUCES
¿Y qué puede anunciarme?
Claramente. ¿Pues no ha venido apenas
LA MADRE CRUCEB
fué llamado? ¡Y cómo suspiró al d a r m e la
Que presto llegará el galán que consuele
carta!
ese corazón.
L A DAMA
L A DAMA
¡No suspirará más tristemente que sus-
¡Consuelo! Yo no sé qué es mayor angus-
piro yo!
tia, si saber que está cerca, si llorarle lejos.
¿Por dónde viene? LA MADRE CRUCES

LA MADRE CRUCES Pues hace mal mi señora cuando sabe que


Por seguro que caminando adonde le es- es tan bien querida. Y siempre vale mejor

peran. — 33 —
E L M A R Q U E S D E B R A D O M I N
L A MADRE C R U C E S

que pene u n o solo. Viendo triste al buen ca- Antaño, cuando niños, algunas veces los

ballero decíame entre mí: Suspira, e n a m o - he visto jugar bajo estas sombras. Apenas si
recordará.
rado galán, suspira, que todo lo merece
L A DAMA
aquella paloma blanca.
¡Me acuerdo tanto! No jugaba conmigo,
L A DAMA
jugaba con mis h e r m a n a s mayores, que t e -
¡Cuánto tarda! ¿Cómo el corazón no le
nían su edad. Solía traerlo mi abuelo en su
dice todo mi afán? yegua, cuando volvía de Viana del P r i o r ,
L A MADRE CRUCES
donde estaba con su tío. El viejo Marqués
El corazón es por veces tan traidor.
era tu padrino, verdad, M a d r e Cruces?
L A DAMA
LA MADRE CRUCES
¡El mío es tan leal!
Sí, mi reina. P a d r i n o como cumple, de
L A MADRE CRUCES
bautizo y de boda. Un caballero de aquellos
¡Cuitado pajarillo! Mas qué tiene mi reina
cual no quedan, un g r a n caballero, como lo
que tiembla toda? era su primo, el señor de este palacio.
LADAMA
L A DAMA
No es nada, madre Cruces.
¡Pobre abuelo!
L A MADRE CRUCES
• LA MADRE CRUCES
V a m o s al palacio.
L A DAMA Mejor está que nosotros, allá en el m u n d o
Quería esperarle aquí, en el jardín donde de la verdad.
— 35 —
nos separamos.
EL MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN

' LADAMA LA DAMA


Si viviese no sería yo tan desgraciada. Yo la llamo, pero le tengo miedo. Si no le
LA MADRE CRUCES tuviese miedo, la buscaría.

Nuestras tribulaciones son obra de Dios, y LA MADRE CRUCES

nadie en este m u n d o tiene poder para hacer- ¡No diga tal, mi señora, no diga tal!
las cesar.
|N la escalinata, d o n d e verdean y e r b a j o s d e s -
LA DAMA m e d r a d o s q u e las p a l o m a s p i c o t e a n , a s o m a
u n a vieja a m a d e llaves vestida con h á b i t o
P o r q u e nosotros somos cobardes, porque del C a r m e l o . S e llama D o ñ a Malvina. A v e n t a u n p u -
ñ a d o d e maíz, y las palomas a c u d e n á ella. D o ñ a M a l -
tememos la muerte.
vina r í e con gritos d e damisela y l l e v a n d o u n a p a -
LA MADRE CRUCES l o m a en cada h o m b r o , baja al j a r d í n , alzada m u y
p u l c r a m e n t e la falda para c a m i n a r por los s e n d e r o s ,
Yo, mi señora, n o la temo. T e n g o ya tan-
y llega a d o n d e está la S e ñ o r a .
tos años que la espero todos los días, porque
DOÑA MALVINA
m i corazón sabe que no puede t a r d a r .
¡Que la humedad de esos árboles no puede
LA DAMA
serle buena!
Yo también la llamo, m a d r e Cruces.
LA DAMA

LA MADRE CRUCES ¡Dentro de un momento acaso llegue aquel


Mi señora, yo l l a m a r l a , jamás. Podría lle- á quien espero hace tanto tiempo!..
gar cuando m i alma estuviese negra de p e - DOÑA MALVINA

cados. ¡El señor Marqués!


— 36 — - 3 -
7
siástica s e eleva d e s d e el f o n d o de m i r t o s c o m o u n
canto g r e g o r i a n o . Es la voz del Abad de B r a n d e s o .
LA. DAMA El t o n s u r a d o solía r e c a e r por el palacio, t e r m i n a d a
la misa, para t o m a r chocolate con la S e ñ o r a . S u s d o s
T ú nunca dudaste que viniese. galgos le p r e c e d í a n s i e m p r e .
DOÑA MALVINA EL ABAD

¡Nunca! Excelentísima señora doña María de la


LA DAMA Concepción Montenegro y Bendaña, Gayoso
Yo lo dudé, é hice mal. y Ponte de A n d r a d e .
DOÑA MALVINA LA DAMA

¿ C u á n d o ha tenido usted noticia de su lle- ¡Señor Abad, qué olvidado tiene usted el

gada? camino de esta casa!


LA DAMA EL ABAD
Ahora. No crea eso, mi buena amiga, p e r o estuve
LA MADRE CRUCES de viaje. U n a consulta á Su Ilustrísima. P o r
Yo la truje, Doña Malvina. cierto que el señor Provisor me ha dicho que
LA DAMA estaba de vuelta nuestro gran Marqués. El
Quería esperarle aquí. Me mata la i m p a - señor Provisor, que le ha saludado en Roma
ciencia. cuando fué con la peregrinación, me contó
DOÑA MALVINA que el pelo le ha blanqueado completamente.
¡Tiene las manos heladas! ¡Pues no tiene años para eso!
x d a m a calla y p a r e c e s o ñ a r . En m e d i o de LA DAMA
a q u e l silencio leve y r o m á n t i c o , r e s u e n a en ¡Oh, no!
el jardín festivo ladrar d e p e r r o s y m ú s i c a de
cascabeles, al m i s m o t i e m p o q u e u n a voz grave y ecle-
- 3 g -

— 38 —
EL ABAD EL ABAD

Es un muchacho. ¿Y qué magna empresa Hay que pensarlo, Doña Malvina: ¡Es un
le habrá traído? caso de conciencia!
LA DAMA LA DAMA
¡Señor Abad!
Las dos cosas.
EL ABAD
Yo me la figuro. Nuestro ilustre Marqués DOÑA MALVINA

trae una misión secreta del Rey. ¿Y cabello de ángel ó dulce de guindas?
LA DAMA EL ABAD
No creo...
T a m b i é n le haré honor á los dos. N o le
EL ABAD
dije que he tenido el gusto de ver á las niñas.
A mí no me e x t r a ñ a r í a que volviese á es-
Ya sé que la visitarán m u y pronto.
tallar una nueva guerra. Yo confieso que la
espero hace mucho tiempo. ¡Quieto, Carabel! ¡JESPUÉS de cambiar u n a mirada, se alejan d i s -
cretas, hacia el palacio la d u e ñ a y la Madre
¡Quieto, Capitán!
C r u c e s . Van c o m e n t a n d o en voz baja, y de
LA DAMA tiempo en t i e m p o se detienen en el s e n d e r o de m i r -
tos, para a r r a n c a r una b r i z n a de yerba ó enderezar
Usted tomará chocolate, señor A b a d . Ya un rosal q u e se deshoja al paso. Los m e n d i g o s que
lo sabes, Malvina. esperan sentados en la escalinata se i n c o r p o r a n l e n -
tamente y tienen una salutación de salmodia al verlas
DOÑA MALVINA llegar. Doña Malvina, con m o v i m i e n t o s de cabeza,
esos m o v i m i e n t o s graves y pausados de las d u e ñ a s
¿Prefiere bollos de Viana, ó bizcochos de gobernadoras, les r e c o m i e n d a paciencia, paciencia, ^QN
las monjas de Velvis?
LA DAMA fensor del Rey, y que sólo ha venido aquí
¿Yió usted á mis hijas, señor Abad? por la causa de la Religión y de la P a t r i a .
EL ABAD LA DAMA
Usted no sabe que yo tengo una h e r m a n a Señor A b a d , cree usted que haya venido
monja en el Convento de la Enseñanza. Pre-
por eso?
cisamente al e n t r a r en el locutorio lo p r i -
EL ABAD
mero que descubrí tras de las rejas fué á las
dos pequeñas. No sabía que se educasen allí. Yo, ciertamente.
Su padre estaba visitándolas. ¡Aquí, Carabel! LA DAMA
¡Aquí, Capitán! L e hallé muy viejo, y sobre
Pero usted no ignora...
todo desmemoriado. No creía que hubiese
quedado tan mal de este último ataque. H e - EL ABAD
mos hablado de usted. No, no ignoro.

LA DAMA LA DAMA

¿Sabía la aparición del Marqués? Y usted, qué me aconseja?

EL ABAD EL ABAD

Si lo sabía, nada me ha dicho, y yo nada Es tan grave el caso...


he podido colegir. Si algo me hubiese dicho, LA DAMA

le habría contestado, como era mi deber, que Sólo le veré para suplicarle q u e vuelva á
el señor Marqués de Bradomín es un leal de- su destierro, lejos, m u y lejos de mí.
- 4 2 — - 4 3 -
EL ABAD le ofreció el don de su cuerpo. ¡Quieto, Cara-
¿Y tiene usted derecho p a r a hacerlo? Si, bel! ¡Quieto, Capitán!
como yo creo, le trae el interés s u p r e m o de LA DAMA
una causa santa...
¡Qué g r a n consuelo me da usted, señor
Abad!
LA DAMA
¿ O t r a guerra? EL ABAD
¡Aquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán!
EL ABAD
os p e r r o s van y vienen con carreras locas,
Sí, otra g u e r r a . Eso que algunos juzgan p e r s i g u i e n d o sobre la y e r b a la s o m b r a d e
imposible, eso que hasta á los mismos G o - un largo bando de palomas q u e vuela en
torno de la torre señorial. La d a m a y el clérigo con-
biernos liberales hace sonreír, y que, á des- versan en u n banco de piedra, sostenidos por dos gri-
pecho de la incredulidad de unos y de las fantes toscamente labrados,á los cuales da un e n c a n t o
de arte el musgo que los c u b r e . La Señora escucha
burlas de otros, será.
con los ojos bajos, entretenida en hacer u n gran r a m o
con las rosas. Algunas quedan deshojadas en su falda,
LA DAMA y las r e m u e v e lentamente, h u n d i e n d o en ellas sus
Y yo, qué debo hacer? manos de e n f e r m a , q u e parecen más pálidas entre la
sangre de las rosas. La dama solía buscar aquel p a -
EL ABAD raje del jardín para llorar sus penas. Le placía aquel
r e t i r o d o n d e mirtos seculares d i b u j a b a n los c u a t r o
Rezar. Prescindir de cualquier interés escudos del f u n d a d o r en torno de u n a f u e n t e a b a n -
mundano. Busque usted ejemplo en la vida donada. Con lánguido desmayo se i n c o r p o r a , y por
la h ú m e d a avenida de castaños se r e t o r n a al palacio,
de los santos. María Egipciaca, mirando al seguida del Abad. En la puerta del jardín a s o m a
piadoso objeto llegar á Jerusalén, no teniendo un ciego sin lazarillo, y los mendigos, al verle, hacen
comentos.
al pasar un río moneda que dar al barquero,

— 44 —
MINGUIÑA
ELECTUS
Ahí está Electus, el ciego de G o n d a r .
Muy poco á poco. C o m o tengo de irme
LA QUEMADA
para no tropezar.
¡Famoso prosero!
MINGUIÑA
ELECTUS
¡Santa Lucía bendita vos conserve la ama- Oye una fabla, Electus.
ble vista y salud en el mundo para ganarlo!
ELECTUS
Dios vos otorgue que dar y que tener. Salud
y suerte en el m u n d o para ganarlo. ¡Buenas Considera que bajo este peso me doblo.
almas del Señor, haced al pobre ciego un Deja tú que llegue adonde pueda reposarme.
bien de caridad!
L ciego sacude las a l f o r j a s escuetas, y algún
mendigo, escondida la m a n o e n t r e los h a r a -
EL MORCEGO
pos, se rasca y ríe. El ciego pone u n a a t e n -
Somos otros pobres, Electus. ción sagaz, p r o c u r a n d o reconocer las voces y las
risas. T a n t e a n d o con el b o r d ó n , busca sitio en el
ELECTUS c o r r o . Es u n viejo jocundo y ladino, q u e arrastra
luenga capa, y c u b r e su cabeza con parda y p u n t i -
¡Mía fe que os tuve por indianos! aguda m o n t e r a .

LA QUEMADA LA QUEMADA
¡Qué g r a n raposo! Aquí estamos esperándote con un dosel.
EL MANCO DE GONDAR
ELECTUS
¿Cómo vienes sin criado?
Pues agora voy á sentarme debajo.
- 4 6 -
MINGU1ÑA MINGUIÑA

T ú que andas p o r los caminos y tienes co- Deja las burlerías, Electus.
nocimiento en todas las aldeas, para un nieto
QUEL m e n d i c a n t e p r o s e r o , t i e n e un g r a v e
mío, no podrás d a r m e razón de una casa perfil m o n á s t i c o , p e r o el pico d e su m o n -
donde m e lo miren con blandura, pues nunca tera p a r d a , y su boca r a s u r a d a y a l d e a n a ,
s e m e j a n t e á u n a gran sandía a b i e r t a , g u a r d a n todavía
ha servido? m á s m a l i c i a q u e s u s decires, esos a ñ e j o s d e c i r e s d e
los j o c u n d o s a r c i p r e s t e s aficionados al v i n o , y á las
ELECTUS
v a q u e r a s , y á r i m a r las coplas. S u c e d e u n m o m e n t o
¿Qué tiempo tiene? d e silencio, y el ciego, q u e está s e n t a d o á par d e la
vieja m e n d i g a , alarga el b r a z o hacia el lado o p u e s t o ,
y palpa, q u e r i e n d o a l c a n z a r á la I n o c e n t e .
MINGUIÑA

El tiempo de ganarlo. Nueve años hizo por ADEGA LA INOCENTE

el mes de Santiago. Esté quedo, señor Electus.


ELECTUS
ELECTUS
¿Quién es?
C o m o él sea despierto, a m o que le m i r e MINGUIÑA
bieh no faltará. ¡Buen cazallo estás! Y a has venteado que
es una rapaza.
MINGUIÑA
Dios te oiga. ELECTUS

Y la rapaza, qué hace?


ELECTUS

Sí que me oirá. A u n cuando es m u y viejo MINGUIÑA

no está sordo. ¿Esta rapaza?Esta rapaza n o es sangre mía.


ELECTUS
ELECTUS
¿No tienes padres, rapaza?
Válate Dios. Pues hay q u e sacarse de a n d a r
ADEGA LA INOCENTE por las puertas. Eso es bueno para nosotros
los viejos, que al cabo de haber trabajado
No, señor.
toda la vida no tenemos otro triste remedio.
ELECTUS Los mozos débense al trabajo.
¿Y qué haces?
LA QUEMADA

ADEGA LA INOCENTE Y n o deben sacar la limosna á los v e r d a -


deros pobres.
Ando á pedir.

ELECTUS ADEGA LA INOCENTE

¿Por qué no buscas un amo? ¡Pobres! P r o n t o lo serán todos los nacidos.


Las tierras cansaránse de d a r pan.
ADEGA LA INOCENTE
MINGUIÑA
Ya lo busco, mas n o le atopo.
Electus, no eches en olvido á mi rapaz.
LA QUEMADA
ELECTUS
Los a m o s no se atopan andando p o r los
El r a p a z , como sea despierto, acomodo
caminos. Así atópanse solamente m o r a s e n
habrá de tener, y buen acomodo. A l criado
los zarzales.
que tenía enantes abriéronle la cabeza en la
— 5o —
— 5i —
EL TULLIDO DE CELTIGOS
romería de S a n t a Baya, y está que loquea.
¿Y p a r a mí?
A u n q u e yo conozco los caminos mejor que
muchos que tienen vista, u n criado siempre ELECTUS

es menester. ¡Y ser criado de ciego es aco- T a l que pueda convenirvos, solamente sé


modo que muchos quisieran! de uno.

LA QUEMADA EL TULLIDO DE CELTIGOS


Y ser ciego con vista mejor acomodo. ¿Dónde?
ELECTUS
ELECTUS
¿Quién habla por ahí?
E n la villa. Las dos nietas del señor m i
LA QUEMADA Conde. Dos rosas frescas y galanas. P a r a cada
U n a buena moza. u n o de vosotros la suya.

ELECTUS E alboroza la hueste y el ciego permanece


atento y malicioso, gustando el rumor de
P a r a el señor Abade. las risas como ios ecos de un culto, con
los ojos abiertos, inmóviles, semejante á un dios
LA QUEMADA primitivo, aldeano y jovial. En este tiempo baja la
escalinata y cruza por entre los mendigos, el señor
P a r a íolgar contigo. El señor Abade ya está Abad de Brandeso.
m u y acabado.
E L ABAD
EL MANCO DE GONDAR
jAquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán!
¿Y p a r a mí no sabes de n i n g ú n acomodo?
— 53 —
— 52 —
MINGUIÑA ELECTUS

¡Nuestro señor le acompañe! ¿Cómo no lleva compaña?

EL ABAD MINGUIÑA

¡Adiós! No la lleva.
ELECTUS
LA QUEMADA
Vos queréis burlar del ciego. ¿Pues no
¡Vaya m u y dichoso!
lleva los canes?
EL ABAD
LA QUEMADA
¡Adiós!
¡Válate un diaño!
EL MANCO DE GONDAR
EL MANCO DE GONDAR
¡Páselo m u y bien!
¿Pues no dice?..
EL ABAD
LORISEL sale del palacio a c o m p a ñ a n d o á la
¡Adiós! d u e ñ a d e los cabellos blancos, cargado con
u n a cesta, de d o n d e d e s b o r d a n las espigas
ELECTUS del maíz. Aquella es la limosna q u e h a b r á de r e p a r -
tirse entre la hueste de mendicantes, y todos se a t r e -
¡Vaya muy dichoso el señor abade y la su pellan p o r acudir á cobrarla. Doña Malvina alza los
brazos con u n susto pueril.
compaña!
DOÑA MALVINA
LA QUEMADA

No lleva compaña. ¡Despacio! ¡Despacio!

- 5 -
— 55 —
4
ELECTUS ELECTUS

P r i m e r o deberíais rezar por todos los d i - V a s á perder las colores.


funtos de la señora.
UEVAMENTE ríen los m e n d i g o s . El ciego recibe
la limosna antes q u e n i n g u n o , y e n t o n a s u
EL MANCO BE GONDAR
prosa de benditas gracias, con la m o n t e r a
Eso dices porque te dejemos ir delantero. colgada en el b o r d ó n . De aquella salmodia sólo se
percibe u n grave m u r m u l l o q u e tiene algo de e c l e -
siástico. La Inocente, olvidada de la limosna, vaga
LA QUEMADA p o r el j a r d í n c o g i e n d o rosas. Doña Malvina alza los
b r a z o s y la voz.
¡Condenado raposo, cuántas m a ñ a s sabe!
DOÑA MALVINA
ELECTUS
¡Eh!... T ú , rapaza, no a r r a n q u e s las flores.
¿Quién habla que parece el canto de u n
pájaro del cielo? ADEGA LA INOCENTE

LA QUEMADA ¡No! ¡No!

DOÑA MALVINA
Ya te dije enantes que u n a buena moza.
Luego se enoja la señora.
ELECTUS

Y yo te dije que fueses adonde el señor ADEGA LA INOCENTE

Abade. Sí... sí... L a señora las cuida con las sus


LA QUEMADA manos blancas, y solamente ella puédelas

- ...
Déjame reposar p r i m e r o .
— 56 —

2SSS»
MINGUIÑA
E L TULLIDO DE CELTIGOS

¡Pobre rapaza! A la cuitada acúdela por ¿Y cómo has venido á servir en el palacio?
veces u n r a m o cativo, y mete dolor de c o r a - FLORISEL
zón verla c o r r e r por los caminos, cubierta
L a señora es mi m a d r i n a . Yo m e llamo
de polvo, con los pies sangrando.
Florisel.
OÑA Malvina, desde lo alto de la escalinata, vi-
gila el r e p a r t o de la limosna. Los mendigos, ADEGA LA INOCENTE
d e s p u é s de recibirla, salmodian u n rezo.
Florisel va de u n o en otro l l e n a n d o las alforjas. Las
¡Florisel! ¡Qué lindo pudo ser el santo que
dos viejas, Minguiña y la Q u e m a d a , la reciben j u n t a s tuvo ese n o m b r e , que mismo parece cogido
y besan las espigas.
en los jardines del cielo!
MINGUIÑA
«L Marqués de B r a d o m í n , llega á caballo, y se
Sé buen cristiano, mi hijo; que en buena
detiene en la puerta b a j o el arco q u e tiene
casa estás. cimeros c u a t r o blasones de piedra. Piafa el
FLORISEL potro q u e m o n t a , y sobre la losa del u m b r a l , que pa-
rece u n a sepultura, los h e r r a d o s cascos r e s u e n a n
A mí paréceme que la conozco. ¿Vostede fanfarrones, valientes y marciales, con el n o b l e e s -
trépito de las espadas y de los broqueles. La hidalga
n o me dijo que era de San Clemente?
figura del jinete desaparece b a j o u n capote de caza-
MINGUIÑA dor, y u n a boina de terciopelo c u b r e su guedeja r o -
mántica, que comienza á ser de plata.
De allí soy, y allí tengo todos mis d i -
DOÑA MALVINA
funtos.
FLORISEL ¡El señor Marqués! T e n l e el estribo, F l o -

Yo soy poco desviado. risel.


- 5 g -
— 58 —
E L MARQUÉS DE BRAD0MÍN
ADEGA LA INOCENTE
¿ T a n e n f e r m a está?
¡Quiera Dios que encuentre á la señora con
los colores de u n a rosa! ¡Así la e n c u e n t r e DOÑA MALVINA
como u n a rosa en su rosal!
Muy e n f e r m a , señor. No se la conoce.

DOÑA MALVINA ADEGA LA INOCENTE

¡Páguele Dios el haber venido! Ahora verá Cuando se halle con la señora m i Conde-
á la señorita. ¡Cuánto tiempo la pobre sus- sa póngale, sin que ella lo vea, estas yerbas
pirando por verle! No quería escribirle. bajo la almohada. Con ellas sanará. Las al-
Pensaba que ya la tendría olvidada. Yo he mas son como los ruiseñores, todas quieren
sido quien la convenció de que no. ¿Verdad volar. Los ruiseñores cantan en los jardines,
que no, señor M a r q u é s ? pero en los palacios del rey se mueren poco
á poco.
EL MARQUÉS DE BRADOMIN
DOÑA MALVINA
No... Pero dónde está?
¡No haga caso, señor! ¡La pobre es i n o -
DOÑA MALVINA cente!
ELECTUS
Quiso esperarle en el jardín. E s como los
niños, ya el señor lo sabe. C o n la impacien- Rapaces, que tocan las doce, y es cuando
cia temblaba hasta batir los dientes, y t u v o Nuestro Señor se sienta á la mesa y bendice á
que echarse. toda la Cristiandad.
— 61 —
AJO los v i e j o s á r b o l e s , q u e c u e n t a n la edad
del palacio, los m e n d i g o s se a r r o d i l l a n y re-
z a n á c o r o . Las c a m p a n a s d e la aldea tocan á
lo lejos, y pasa su a n u n c i o s o b r e la f r o n d a del j a r d í n
c o m o u n v u e l o d e t ó r t o l a s . U n a s o m b r a blanca a p a -
rece en lo alto d e la escalinata.

LA DAMA

¡Ya llegas! ¡Ya llegas, mí vida! ¡ T e m í que


no vinieses, y no verte más!
JORNADA SEGUNDA
E L MARQUÉS D E BRADOMÍN

¿Y ahora?
LA DAMA

¡Ahora soy feliz!

ASÍ TERMINA LA JORNADA PRIMERA


AJO los v i e j o s á r b o l e s , q u e c u e n t a n la edad
del palacio, los m e n d i g o s se a r r o d i l l a n y re-
z a n á c o r o . Las c a m p a n a s d e la aldea tocan á
lo lejos, y pasa su a n u n c i o s o b r e la f r o n d a del j a r d í n
c o m o u n v u e l o d e t ó r t o l a s . U n a s o m b r a blanca a p a -
rece en lo alto d e la escalinata.

LA DAMA

¡Ya llegas! ¡Ya llegas, mí vida! ¡ T e m í que


no vinieses, y no verte más!
JORNADA SEGUNDA
E L MARQUÉS D E BRADOMÍN

¿Y ahora?
LA DAMA

¡Ahora soy feliz!

ASÍ TERMINA LA JORNADA PRIMERA


illll
i i i
.
L Ll ili!

L sol poniente dora los cristales del m i r a d o r .


Es un m i r a d o r tibio y fragante: Gentiles ar-
cos cerrados por vidrieras de colores le flan-
• 1 HUI' ilBI 4 I I quean con ese artificio del siglo galante, que imaginó
Mil
las pavanas y la gavotas. En cada arco las vidrieras
forman tríptico, y puede verse el jardín en medio de
una tormenta, en medio de una nevada y en medio
de un aguacero. Aquella tarde el sol de otoño pene-
tra hasta el centro, triunfante, como la lanza de un ar-
cángel. El Marqués de Bradomín lee un libro. Flori-
sel, con la montera entre ambas manos, asoma en la
puerta.

FLORISEL

¿Da su permiso?
M
EL MARQUES DE BRADOMIN

Adelante.
FLORISEL FLORISEL

Dice la señorita mi a m a que me m a n d e Y puede que lo parezca, sí, señor.


en cuanto se le ofrezca. E L MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
¿Fué la señorita quien te ha m a n d a d o v e -
¿ T ú sirves aquí en el palacio? nir?
FLORISEL FLORISEL
Sí, señor.
Sí, señor. Hallábame yo en la solana ade-
EL MARQUES DE BRADOMIN prendiéndole la riveirana á los mirlos n u e -
¿Hace mucho tiempo? vos, que los otros ya la tienen bien adepren-
dida, cuando la señorita bajó al jardín y m e
FLORISEL
mandó venir.
V a para dos años.
EL MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
¿ T ú aquí eres el maestro de los mirlos?
¿Y qué haces?
FLORISEL
FLORISEL
Sí, señor.
Pues hago todo lo que me m a n d a n .
EL MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
¿Y ahora, además, eres mi paje?
¡Pareces un filósofo estoico!
- 6 7 -
— 66 —
FLORISEL
FLORISEL
Allí enseñaba al h u r ó n .
Sí, señor.
EL MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Otro cargo palatino!
¡Altos cargos!
FLORISEL
FLORISEL
Sí, señor.
Sí, señor.
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Y cuántos mirlos tiene la señorita?
¿Y cuántos años tienes?
FLORISEL
FLORISEL
T a n siquiera uno. Son míos... Cuando los
Paréceme, p a r é c e m e que han de ser doce,
tengo bien adeprendidos, se los vendo.
pero no estoy cierto.
EL MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN

Antes de venir al palacio, dónde estabas? ¿A quién se los vendes?

FLORISEL FLORISEL

Servía en la casa de Don J u a n Manuel Pues á la señorita, que me los merca to-
Montenegro, que es tío de la señorita. dos. ¿No sabe que los quiere p a r a echarlos á
volar? L a señorita desearía que silbasen la
E L MARQUES DE BRADOMIN
riveirana sueltos en el jardín, pero ellos se
¿Y qué hacías allí?
- 6 9 -
— 68 —
E L MARQUES DE BRADOMIN
v a n lejos. Un domingo, por el mes de San
J u a n , venía yo acompañando á la señorita. ¿Y cómo has dejado el servicio de Don J u a n
Pasados los prados de L a n t a ñ ó n , vimos un Manuel Montenegro?
m i r l o q u e muy puesto en las ramas de un FLORISEL
cerezo, estaba cantando la riveirana. Acuér-
Porque ya tiene muchos criados. ¡Qué
dame que entonces dijo la señorita: Míralo,
gran caballero es Don Juan Manuel! Dígole,
adónde se ha venido el caballero.
que en el Pazo todos los criados le tenían
E L MARQUES DE BRADOMIN miedo. Don Juan Manuel es mi padrino, y
fué quien me trujo al palacio para que sir-
Es u n a historia digna de un r o m a n c e . T ú
viese á la señorita.
mereces ser paje de una reina y cronista de
un reinado. E L MARQUES DE BRADOMIN

FLORISEL ¿Y dónde te iba mejor?


FLORISEL
Hace íalta suerte, que yo no tengo.
Al que sabe ser humilde, en todas partes le
E L MARQUES DE BRADOMIN va bien.
Di, qué es más honroso, enseñar huro- E L MARQUES DE BRADOMIN
nes, ó mirlos? ¡Es u n a réplica calderoniana! ¡También
FLORISEL sabes decir sentencias! Ya no puede dudarse
T o d o es igual. de tu destino: H a s nacido para vivir en un
— 71 —
palacio, educar mirlos, amaestrar los h u r o - E L MARQUES DE BRADOMIN
nes, ser ayo de un príncipe y f o r m a r el cora-
Parece bautizado por las hadas.
zón de un g r a n rey.
LA DAMA
FLORISEL
Yo soy su m a d r i n a .
P a r a eso, además de suerte, hacen falta
FLORISEL
muchos estudios.
¿Qué me mandaba?
o s la a v e n i d a de m i r t o s llega u n a s o m b r a
blanca: s u s m a n o s d e f a n t a s m a tocan en los LA DAMA
cristales del m i r a d o r . El j a r d í n s e e s f u m a en
la vaga l u z del c r e p ú s c u l o . L o s cipreses y los l a u r e l e s Que subas estas rosas. T o d a s son p a r a ti,
c i m b r e a n con a u g u s t a m e l a n c o l í a s o b r e las f u e n t e s
a b a n d o n a d a s , a l g ú n tritón c u b i e r t o de h o j a s b o r b o - Xavier.
tea á i n t e r v a l o s su risa q u i m é r i c a , y el a g u a t i e m b l a
en la s o m b r a c o n latido d e vida m i s t e r i o s a y e n c a n - JA. s o m b r a , q u e se e s f u m a d e t r á s d e los c r i s t a -
t a d a . Se oye u n a risa d e plata q u e p a r e c e t i m b a r s e les, m u e s t r a su falda d o n d e las rosas d e s b o r -
c o n el r u m o r d e la f u e n t e . d a n c o m o el f r u t o ideal d e u n o s a m o r e s q u e
sólo floreciesen en los besos.
LA DAMA
EL MARQUES D E BRADOMIN
¿Tienes ahí á Florisel?
Estás desnudando el jardín.
EL MARQUES D E BRADOMIN
LA DAMA
¿Florisel es el paje?
Algunas se han deshojado. ¡Míralas, qué
LA DAMA
Sí. lástima!
—72 — - 7 3 -
E L MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN

Es el otoño que llega. Es más poético que un convento.

LA DAMA LA DAMA

¡Ah, qué fragancia! No te burles de m i pena, Xavier.


UNDE en a q u e l l a f r e s c u r a a t e r c i o p e l a d a s u s
E L MARQUES DE BRADOMIN
mejillas pálidas, y alza la cabeza y r e s p i r a
c o n delicia, c e r r a n d o los o j o s y s o n r i e n d o , No m e b u r l o , Concha: solamente me son-
c u b i e r t o el r o s t r o d e r o c í o , c o m o o t r a rosa, u n a r o s a
b l a n c a . A m o d o d e lluvia a r r o j a s o b r e el M a r q u é s d e río, y una sonrisa es á veces más triste que
B r a d o m í n las r o s a s d e s h o j a d a s en su falda. las lágrimas.
LA DAMA
E L MARQUES DE BRADOMIN

V o l v e r e m o s á recorrer juntos el jardín y Yo sé eso. En esta hora de la tarde el j a r -

el Palacio. dín parece lleno de recogimiento.

LA DAMA E L MARQUES D E BRADOMIN


C o m o en otro tiempo, cuando éramos El jardín y el palacio tienen esa vejez se-
niños. ñorial y melancólica de los lugares por
E L MARQUES DE BRADOMIN donde en otro tiempo pasó la vida a m a b l e de
¡Hermosos y lejanos recuerdos! la galantería y del a m o r . Bajo la f r o n d a del
LA DAMA
laberinto, sobre las terrazas y en los salo-
nes, han florecido las risas y los madrigales,
C u a n d o te fuiste, yo elegí este retiro para
cuando las manos blancas que en los viejos
toda m i vida.

SSSSSZ
322-
retratos sostienen apenas los pañolitos de en- LA DAMA
caje iban deshojando las margaritas que Como en otro tiempo, cuando yo te guiaba
g u a r d a n el càndido secreto de los corazones. para que jugásemos, unas veces en la t o r r e ,
otras en la biblioteca, otras en aquel mirador
LA DAMA
ya derruido que daba sobre las tres fuentes.
¡Mis manos también las han deshojado! ¡Tiempos aquellos en que nuestra risas locas
EL MARQUES DE BRADOMIN
y felices t u r b a b a n el recogimiento del pala-
cio, y se desvanecían por los corredores os-
Y las hojas, al volar, te han dicho cuánto
curos, por los salones, por las antesalas.
yo te quería.
EL MARQUES DE BRADOMIN
LA DAMA
Y al abrirse lentamente las puertas de flo-
Me h a n engañado.
reados herrajes, exhalábase del fondo de los
EL MARQUES DE BRADOMIN salones el aroma lejano de otras vidas.
LA DAMA
¡Divinas m a n o s de Dolorosa!
¡Tú también te acuerdas! ¿Y te acuerdas
LA DAMA
de un salón que tiene de corcho el estrado?
M a n o s de m u e r t a . Allí nuestras pisadas no despertaban r u m o r
EL MARQUES DE BRADOMIN alguno.

Manos de princesa encantada, que han de E L MARQUES DE BRADOMIN

g u i a r m e en una amorosa peregrinación á En el fondo de los espejos el salón se p r o -


través del palacio y del jardín. longaba hasta el ensueño, como en u n lago
- 7 6 - — 77 —
mente la dama alza su mano diáfana como mano d e
encantado, y los personajes de los retratos fantasma y toca la mano del Marqués de Bradomín.
parecían vivir olvidados en u n a paz de si-
LA DAMA
glos.
LA DAMA ¿En qué piensas, Xavier?
¿ T e acuerdas? ¿Y te acuerdas cuando nos
EL MARQUES DE BRADOMIN
cogíamos de la m a n o p a r a saltar delante de
E n el pasado, Concha.
las consolas y ver estremecerse los floreros
cargados de rosas, y los fanales adornados LA DAMA
con viejos ramajes y los candelabros?..
T e n g o celos de él.
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡También m e acuerdo, Concha! Mi alma
está cubierta de recuerdos, como ese viejo Es el pasado de nuestros amores.
jardín está cubierto de hojas. Es el otoño que
LA DAMA
llega para todos. Concha, tú sonríes y en tu
¡Qué triste pasado! F u é allá, e n el fondo
sonrisa siento el pasado, como un a r o m a en-
del laberinto, donde nos dijimos adiós.
trañable de flores marchitas que trae alegres
y confusas memorias. EL MARQUES DE BRADOMIN

AY un silencio. En la p e n u m b r a de la tarde Y, como ahora, los tritones de la fuente


las voces apagadas tienen un p r o f u n d o e n - borboteaban su risa, a u n q u e entonces tal
canto sentimental, y en la oscuridad crece
el misterio de los rostros y de las sonrisas. L e n t a -
vez nos haya parecido que lloraban.

- 7 8 - - 7 9 -
LA DAMA
ríen, con su risa de cristal, sin alma y sin
T o d o el jardín estaba cubierto de hojas y el edad.
viento las a r r a s t r a b a delante de nosotros con
LA DAMA
un largo susurro. L a s últimas rosas de otoño
T e escribí que vinieses, porque entre nos-
empezaban á m a r c h i t a r s e y esparcían ese
otros ya no puede haber más que un cariño
a r o m a indeciso que tiene la melancolía de
ideal... Y enferma como estoy, deseaba verte
los recuerdos. Nos sentamos en un banco de
antes de m o r i r . Y ahora me parece una feli-
piedra. Ante nosotros se a b r í a la puerta del
cidad estar enferma. ¿No lo crees? E s q u e tú
laberinto, y u n sendero, un solo sendero, on-
no sabes cómo yo te quiero.
dulaba entre los mirtos c o m o el camino de
una vida solitaria y triste. ¡Mi vida desde en- XHALA las últimas palabras como si fuesen sus-
tonces! piros, y con una mano se cubre los ojos. El
Marqués de Bradomin besa aquella m a n o
EL MARQUES DE BRADOMIN sobre el rostro, y después la aparta dulcemente. Los
ojos, los hermosos ojos de e n f e r m a , llenos de a m o r ,
¡Nuestra vida! le miran sin hablar, con u n a larga mirada. P o r la
vieja avenida de mirtos que parece flotar en el r o -
LA DAMA sado vapor del ocaso se ve venir al señor Abad de
Brandeso.
Y todo permanece lo mismo y sólo nosotros
EL ABAD
hemos cambiado.
¡Vamos, Carabel! ¡Vamos, Capitán!
EL MARQUES DE BRADOMIN
No hemos podido ser como los tritones de LA DAMA

la fuente, que en el fondo del laberinto aún Aquí tenemos al Abad de Brandeso.
-8o —
EL ABAD EL ABAD

Saludo á m i ilustre feligresa y al no menos Ya no soy aquel que era. Los años q u e -
b r a n t a n peñas: C u a t r o anduve por las m o n -
ilustre Marqués de Bradomín.
tañas de N a v a r r a con el fusil al h o m b r o , y
EL MARQUES DE BRADOMIN
hoy me canso apenas salgo á dar un paseo
Señor Abad, cuántos años sin vernos. Yo con la escopeta y los perros. ¿Y qué se ha
le hacía á usted cuando menos canónigo. hecho el señor Marqués d u r a n t e tantos años
EL ABAD por esas tierras extranjeras? ¿Cómo no ha
De esta madera se hacen, señor Marqués. pensado en escribir un libro de sus viajes?
EL MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN
Y los papas también. Ya escribo mis memorias.
EL ABAD EL ABAD
Los papas yo no diré tanto. ¡Quieto, G a r a - ¿Serán m u y interesantes?
bel! ¡Quieto, Capitán!
LA DAMA
EL MARQUES DE BRADOMIN L o más interesante no lo dirá.
Y qué, hay todavía muchas perdices por
EL MARQUES DE BRADOMIN
esta tierra? .
Digo sólo mis pecados.
EL ABAD
EL ABAD
T o d a v í a hay algunas. De nuestro ilustre Marqués se cuentan
EL MARQUES DE BRADOMIN
cosas verdaderamente extraordinarias. Las
Usted siempre tan incansable cazador.
— 83 —
— 82 —
Viva la bagatela, como nuestro ilustre M a r -
confesiones, cuando son sinceras, encierran
qués.
siempre u n a g r a n enseñanza: recordemos
EL MARQUES DE BRADOMIN
las de San Agustín.
Y en cambio cuando llegaba la ocasión,
EL MARQUES DE BRADOMIN
c a n t a b a n , bailaban y tocaban el a r p a .
Yo no aspiro á enseñar, sino á divertir,
EL ABAD
señor A b a d . T o d a mi doctrina está en una
Señor Marqués de B r a d o m í n , procure u s -
sola frase. ¡Viva la bagatela! P a r a mí la
ted no condenarse por bagatela,
mayor conquista de la humanidad es haber
aprendido á sonreír. LA DAMA

LA DAMA E n el infierno debió haberse sonreído siem-


Yo creo que h a b r e m o s sonreído siempre. pre. ¿No se dice sonrisa mefistofélica?

EL MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN

Es una conquista. D u r a n t e muchos siglos, El diablo ha sido siempre un ser superior.


los hombres fueron absolutamente serios. E n LA DAMA
la Historia hay épocas enteras en las cuales No le admiremos demasiado señor M a r -
no se recuerda ni una sola sonrisa célebre. qués. Ese es el maniqueísmo. Ya se m e a l -
E n la Biblia, Jehová n o sonríe, y los patriar- canza que usted adopta ese hablar ligero
cas y los profetas tampoco. para ocultar mejor sus propósitos.
EL ABAD
EL MARQUES DE BRADOMIN
Ni falta que les hacía. Los patriarcas y los
¿Mis propósitos?
profetas por seguro que no habrían dicho
- 8 4 -
E L ABAD E L ABAD

L a misión secreta que trae del Rey n u e s - Pues entonces...

tro señor. EL MARQUES DE BRADOMIN

E L MARQUES DE BRADOMIN Señor Abad, yo soy carlista por estética.


¿Una misión secreta? ¿De veras sospecha El carlismo tiene para mí la belleza de las

usted eso? grandes catedrales. Me contentaría con que


lo declarasen m o n u m e n t o nacional.
E L ABAD

Y conmigo, muchos. Yo comprendo que E L ABAD

ciertas negociaciones deben ser reservadas, Confieso que n o conocía esa clase de
pero, á fe, no creía que eso rezase con u n carlistas.
viejo veterano. EL MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
Los carlistas se dividen en dos grandes
¡Pero, señor Abad, cómo imagina usted
bandos: uno, yo, y el otro, los demás.
que yo ande en u n a aventura tan loca?
L A DAMA
LA DAMA
¡Uno, tú!
P o r lo mismo que es loca.
EL MARQUES DE BRADOMIN
E L ABAD Y tú...
E L ABAD
¿No sigue usted fiel á la Causa?
Señor Marqués, usted está tocado de ese
EL MARQUES DE BRADOMIN
terrible gusano de la burla. ¡Volterianismos!
Sí.
- 8 7 -
¡Volterianismos de la Francia! P a l a b r a de EL MARQUES DE BRADOMIN

h o n o r , señor M a r q u é s , no trae usted u n a Sí, ya le veo.


misión del Rey? LA DAMA

EL MARQUES DE BRADOMIN Es el tío Don Juan Manuel.


Palabra de h o n o r , señor Abad, no la traigo.
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL ABAD
¡El magnífico hidalgo del Pazo de L a n -
Sin duda tienen razón los q u e dicen que el
tañón!
Abad de B r a n d e s o es un iluso.
LA DAMA
ONRÍE tristemente el blanco fantasma de la e n -
f e r m a . Se aparece allá en el fondo del mira- ¡Pobre señor! Estoy segura q u e viene á
dor, con las manos cruzudas: Mira hacia el
camino, un camino aldeano, solitario y luminoso
verte.
bajo el sol q u e m u e r e . Con romántica fatiga levanta EL MARQUES DE BRADOMIN
su m a n o de sombra y señala á lo lejos.
Se ha detenido y nos saluda quitándose el
LA DAMA
chambergo.
Xavier, m i r a allá u n jinete.
k figura del hidalgo se alza en medio del ca-
EL MARQUES DE BRADOMIN mino con el montecristo flotante. El caballo
relincha noblemente, y el viento mueve sus
N o veo nada. crines venerables. Es un caballo viejo, p r u d e n t e , re-
flexivo y grave como un pontífice. Don Juan Manuel
LA DAMA se levanta sobre los estribos y deja oir su voz de tro-
nante fanfarria que despierta un eco lejano..
A h o r a pasa L a Fontela.
- 8 9 -
DON JUAN MANUEL
LA DAMA
¡Sobrina! ¡Sobrina! Manda a b r i r la c a n -
Míralo, se inclina acariciando el cuello del
cela del jardín. caballo.
LA DAMA
DON JUAN MANUEL
Xavier, dile tú que ya van.
¡Sobrina! ¡Sobrina!
EL MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Ya van! ¡Ya van!... No me ha oído.
¡Es magnífico!
EL ABAD

El privilegio de hacerse entender á tal dis- LA DAMA

tancia es suyo n o más. Vuelve el caballo hacia el camino, y se


va...
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL ABAD
¡Ya van!
Sin duda le ha parecido que n o acudían á
LA DAMA
franquearle la entrada con toda la presteza
Calla, porque jamás confesará que te oye. requerida.

E L MARQUES DE BRADOMIN DON JUAN MANUEL


¡Ya v a n !
¡Sobrina! No puedo detenerme... Voy á
E L ABAD Viana del Prior... Tengo que apalear á un
Es inútil. escribano.
EL MARQUES DE BRADOMIN E L ABAD

¡De veras que es magnífico! Ya le tenía T a m b i é n hace sus visitas á la rectoral. Ata
casi olvidado. ¡Y qué arrogante, á pesar de su caballo á la puerta, y éntrase dando voces.
los años! Se hace servir vino, y bebe hasta d o r m i r s e
en el sillón. C u a n d o se despierta, sea día ó
E L ABAD
noche, pide el caballo, y dando cabeceos
Se conserva c o m o cuando servía en la
sobre la silla, se vuelve á su Pazo de L a n t a -
Guardia N o b l e de la Real P e r s o n a .
ñón.
LA DAMA E L MARQUES DE BRADOMIN
Y si supieses qué existencia arrastra: Está
Don Juan Manuel Montenegro es el últi-
casi en la miseria. m o superviviente de u n a gran raza. •
EL ABAD EL ABAD
Pero es siempre un gran señor. Vive r o - Sí que lo es.
deado de criados que no puede pagar, ha-
E L MARQUES DE BRADOMIN
ciendo la vida de todos los mayorazgos cam-
H e r m a n o espiritual de aquellos a v e n t u r e -
pesinos: C h a l a n e a n d o en las ferias, jugando
ros hidalgos que se enganchaban en los
en las villas y sentándose á la mesa de los cu-
tercios d e Flandes ó de Italia por buscar
ras en todas las fiestas.
lances de a m o r , de espada y de fortuna.
LA DAMA
LA DAMA
Desde que yo habito en este destierro es
frecuente verle aparecer... T ú también eres de aquéllos.

— 92 —
E L MARQUES DE BRADOMIN
sermones. T e n g o encargo de predicar en la
fiesta de Santa María de A n d r a d e , que este
Yo pude serlo, si no hubiera tenido la
a ñ o se celebra con g r a n solemnidad.
manía de leer. Los muchos libros son como
los m u c h o s desengaños: no dejan nada en LA DAMA
el corazón. L a biblioteca entera está á su disposición.
LA DAMA
E L ABAD
Dejan al menos los recuerdos, porque tú
¡Gracias! ¡Mil gracias!
estás aquí.
L Abad sale s e g u i d o de sus galgos c o m o d e
E L ABAD dos acólitos, y en el c o r r e d o r , ya o s c u r o , s e
d e s v a n e c e n el b a l a n d r á n y el c l o q u e o c a m -
jCarabel! ¡Capitán! p e s i n o d e sus z u e c o s . Un reloj d e cuco da las seis.

LA DAMA
E L MARQUES DE BRADOMIN
¿Nos abandona usted, señor Abad?
Ese reloj, sin duda, acuerda el tiempo
EL ABAD del f u n d a d o r .
P o r breves momentos, contando con su LA DAMA
venia. Esta visita no es solamente para salu-
¡Qué t e m p r a n o anochece! Las seis todavía.
d a r á nuestro ilustre Marqués, lo es también
para t o m a r u n libro q u e recuerdo haber L M a r q u é s de B r a d o m í n se acerca á la s o m -
bra r o m á n t i c a q u e se destaca s o b r e el f o n d o
visto en la biblioteca del Palacio: «El Flori- l u m i n o s o d e u n a v i d r i e r a , y en s i l e n c i o le
legio de Nuestra Señora»: una colección de besa u n a m a n o . S e oye u n t e n u e s u s p i r a r .
— 94 —
EL MARQUES DE BRADOMIN
días con una sonrisa triste y lloran de noche
¡Lloras! en la oscuridad.
LA DAMA
LA DAMA
No debimos volver á vernos.
¡Es cierto!
EL MARQUES DE BRADOMIN

L o que n u n c a debimos fué separarnos. EL MARQUES DE BRADOMIN

Y si yo te contase la mía.
LA DAMA

T ú , cuándo tienes que irte? LA DAMA

EL MARQUES DE BRADOMIN T ú no tienes que contarme la tuya. Mis


ojos la han seguido desde lejos, y la saben
¿Yo? ¡Cuando tú me dejes!
toda. ¡Qué vida, Dios mío! Aquel pelo tan
LA DAMA negro ya es todo blanco.
¡Ay!... C u a n d o yo te deje. No te dejaría
n u n c a . Si supieses la soledad de mi vida d u - E L MARQUES DE BRADOMIN

rante esos u n o s tan largos que estuvimos ¡Ay, Concha, son las penas!
sin vernos.
LA DAMA
E L MARQUES DE BRADOMIN
No, no son las penas..! Otras cosas son'
¡Mi pobre Concha! Una de esas vidas si-
T u s penas no pueden igualarse á las mías,
lenciosas y resignadas que m i r a n pasar los
y yo n o tengo blanca la cabeza.
- 9 6 -
— 97 —
EL MARQUES DE BRADOMIN
8 5 - ^ 8 ON u n a b l a n d u r a lema, de caricia sensua , a
mano del Marqués de Bradomín retira el a l - ¿Pero tiene hijas Isabel?
a t l i filerón de oro q u e sujeta la c r e n c h a de la
d a m a , y la ola de seda olorosa y negra r u e d a sobre LA DAMA
los h o m b r o s . No, son mis hijas.
EL MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN
A h o r a tu frente brilla como un astro bajo ¡Tus hijas!.En otro tiempo me querían
la crencha negra. ¿ T e acuerdas cuando que- mucho.
ría que me azotases con la madeja de tu pelo?
L A DAMA
LA DAMA Y tú también las querías.
Me acuerdo de todas tus locuras... Xavier,
EL MARQUES DE BRADOMIN
he recibido una carta, tengo que e n s e ñ á r t e l a .
¿Qué tienes?
EL MARQUES DE BRADOMIN
LA DAMA
¿ U n a carta? ¿De quién? Nada.
LA DAMA EL MARQUES DE BRADOMIN
De tu p r i m a Isabel. Viene con las niñas. ¿Lloras?

LA DAMA
EL MARQUES DE BRADOMIN No.
JIsabel Bendaña?
EL MARQUES DE BRADOMIN

LA DAMA Las pequeñas están con su padre.


Sí.
— 99 —
berte escuchado cuando me suplicaste que te
L A DAMA.
olvidase y que no te viese más. No c o m -
No. Las tengo educándose en el convento
prendo como obedecí tu ruego. F u é sin duda
de la E n s e ñ a n z a . porque vi tus lágrimas.
E L MARQUES DE BRADOMIN
LA DAMA
Ya serán unas mujeres.
No quieras e n g a ñ a r m e una vez más. Yo
L A DAMA c r e í siempre que volverías.
Sí, están m u y altas.
EL MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN ¿Por qué entonces me suplicaste que me
Antes eran preciosas. No sé ahora. fuese?
L A DAMA L A DAMA

Como su m a d r e . No sé... T a l vez por eso.


E L MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN
No, como su m a d r e , n u n c a . Y no volví porque esperaba que tú me lla-
LA DAMA mases. ¡Ah!... El demonio del orgullo.
Tienes razón. No quiera Dios hacerlas tan
LA DAMA
desgraciadas.
No, no fué el orgullo. F u é otra m u j e r . Ha-
E L MARQUES DE BRADOMIN
cía m u c h o tiempo que me traicionabas con
¡Qué distinta pudo haber sido nuestra vidal ella. ¡Cuando lo supe creí morir!
Hoy siento un cruel remordimiento por ha-
— IOO —
EL MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES DE BRADOMIN No.
¡Sin embargo, qué segura has estado siem- LA DAMA
pre de mi cariño y cómo lo dice la carta Sí que te ofendes. Desde ayer estoy d u -
con que m e has llamado! dando, sin atreverme á decírtelo.
L A DAMA E L MARQUES DE BRADOMIN

No era de tu cariño, era de tu compasión. ¿Y tú crees que engañaremos á Isabel?


¡Qué pena c u a n d o adiviné por qué no habías L A DAMA
vuelto! Pero no he tenido para ti u n solo día No lo hago por Isabel, lo hago por mis pe-
de rencor. queñas, que son unas mujercitas.
E L MARQUES D E BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN

Ya nada podrá separarnos. ¡Y después, qué será lo que nos separe?


LA DAMA L A DAMA

Nada... P e r o tenemos que ser prudentes. ¡Mi muerte! ¡Nada más que m i muerte!
X a v i e r . Si viene Isabel con mis hijas, sólo te T u amor tiene en mi alma raíces tan profun-
pido que á su llegada no te hallen aquí. Yo das como esos árboles que vemos desde
les diré que estás en L a n t a ñ ó n cazando con aquí. N a d a podrá separarnos, Xavier, nada,
nuestro tío. T ú vienes u n a tarde, y sea por- si n o es tu olvido.
que hay t o r m e n t a , ó porque le tenemos
E L MARQUES DE BRADOMIN
miedo á los ladronee, te quedas aquí, como
Desgraciadamente no sé olvidar.
nuestro caballero. No te ofendes, verdad?
— io3 —
FLORISEL DON JUAN MANUEL

¿ T i e n e pensado ir allá el señor mi M a r - ¿Dónde se halla el Marqués de Bradomín?


qués? Mala tarde, sobrino.
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN
HoyJ mismo.
FLORISEL ¡Mala, tío!
¡No estará como en el Pazo de Brandeso!
DON JUAN MANUEL
Cierto que en toda esta tierra no se halla un
¿ T ú leyendo? Sobrino, lo mejor p a r a que-
caballero como el señor padrino.
darse ciego. ¡Sabes que es nieve lo que cae!
EL MARQUES DE BRADOMIN

¡Pues entonces?.. EL MARQUES DE BRADOMIN

FLORISEL ¿Llegó usted hasta Viana?


Pero no hay allí un h o r n o de pan siempre
DON JUAN MANUEL
lleno.
No. Llegué hasta mis molinos, que están
EL MARQUES DE BRADOMIN
ahí cerca. Recordé que tenía que sacar de
E r e s u n sabio, Florisel. Vete.
pila á u n o de los hijos del molinero. C o n ese
¡|L Marqués d e B r a d o m í n , con u n a vaga s o n - son cincuenta y siete los ahijados que tengo.
r i s a en los labios i r ó n i c o s , coge el l i b r o d o n -
r- - d e leía al c o m i e n z o d e la t a r d e , y se sienta
cerca d e la l á m p a r a . F l o r i s e l , sale a p a g a n d o el r u i d o EL MARQUES DE BRADOMIN
de s u s m a d r e ñ a s , y al a b r i r la p u e r t a s u r g e en la
¿Al escribano de Viana n o le ha visto us-
s o m b r a la p r ó c e r figura del viejo Mayorazgo d e L a n -
tañón. ted?
— 106 — — ¡07 —
UELVEN á r e s o n a r en el c o r r e d o r las m a d r e ñ a s LA DAMA
del p a j e , q u e a p a r e c e todo t r é m u l o , con un El tío Don Juan Manuel quiere que le
j a r r o t a l a v e r e ñ o q u e coloca s o b r e la m e s a .
Don J u a n M a n u e l se d e s p o j a del m o n t e c r i s t o , y t o m a
acompañes. ¿ T e lo ha dicho? M a ñ a n a es la
a s i e n t o en u n sillón. fiesta del Pazo, San Rosendo de L a n t a ñ ó n .
DON JUAN MANUEL Dice el tío que te recibirán con palio.
¿ T ú vas á catarlo? DON JUAN MANUEL
EL MARQUES DE BRADOMIN Ya sabes que desde hace tres siglos es p r i -
Ya lo he catado. vilegio de los Marqueses de Bradomín ser
recibido con palio en las feligresías de San
DON JUAN MANUEL
Rosendo de L a n t a ñ ó n , Santa Baya de C r i s -
¿Y cuál es tu opinión?
tanilde y San Miguel de Deiro. Los tres c u -
EL MARQUES DE BRADOMIN ratos son presentación de tu casa. ¿ M e equi-
¡La de usted! voco, sobrino?
DON JUAN MANUEL EL MARQUES DE BRADOMIN
Muchos así debía beberse m i sobrina. No No se equivoca usted, tío.-
estaría entonces como está. ¿La h a b r á s h a - LA DAMA
llado m u y acabada? N o le pregunte usted. Es un dolor, pero el
L M a r q u é s d e B r a d o m í n i n s i n ú a u n gesto sen- último Marqués de Bradomín no sabe una
t i m e n t a l , y el viejo l i n a j u d o vuelve á llenar-
s e el vaso. Casi al m i s m o t i e m p o u n a m a n o palabra de esas cosas.
i n v i s i b l e e m p u j a la p u e r t a , q u e se a b r e l e n t a m e n t e ,
DON JUAN MANUEL
y s o b r e la n e g r u r a d e l f o n d o albea el r o p ó n m o n a c a l
d e la S e ñ o r a del Palacio. Eso lo sabe. Debe saberlo.
— i io —
también es m u y antiguo. Pero entre todos
LA DAMA
los títulos de tu casa, Marquesado de San
Estoy segura que ni siquiera conoce el ori- Miguel, Condado de Barbanzón y Señorío de
gen de la casa de Bradomín. Padín, el más antiguo y esclarecido es el se-
DON JUAN MANUEL ñorío. Se remonta hasta Don Roldán, u n o de
No hagas caso. T u prima quiere i n d i g - los doce pares. Don Roldán ya sabéis que no
m u r i ó en Roncesvailes, como dicen las His-
narte.
torias.
LA DAMA

¡Supiera al menos cómo se compone el EL MARQUES DE BRADOMIN


blasón de la noble casa de Montenegro! Yo-confieso que no sabía nada.
DON JUAN MANUEL
LADAMA
¡Eso lo saben los niños más pequeños! Sí, señor.

EL MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DEBRADOMIN

¡Como que es el más ilustre de los linajes ¡Ah! ¿ T ú lo sabías? Es sin duda un secreto
de familia.
españoles!
DON JUAN MANUEL LA DAMA
Españoles y tudescos, sobrino. Los M o n - ¡Naturalmente!
tenegros de Galicia descendemos de una em-
DON JUAN MANUEL
peratriz alemana. Es el único blasón español
Como yo también desciendo de Don R o l -
que lleva metal sobre metal: espuelas de oro
d á n , por eso conozco bien esas cosas. Don
en campo de plata. El linaje de B r a d o m i n
— II3 —
LA DAMA
Roldán pudo salvarse, y en u n a barca llego
hasta la Isla de Sálvora, y atraído por una ¡Adiós, tío! ¡Xavier, hasta cuándo?

Sirena, naufragó en aquella playa, y tuvo de E L MARQUES DE BRADOMIN


la Sirena un hijo que, por serlo de Don Rol- T ú que me destierras debes decirme cuán-
dán, se llamó P a d í n , y viene á ser lo mismo do puedo volver.
que Paladín. Ahí tienes por qué una Sirena
LA DAMA
a b r a z a y sostiene tu escudo en la iglesia de
Si ellos llegan hoy, tú m a ñ a n a mismo. Ya
L a n t a ñ ó n . Puesto que tienes la m a m a de lo sabes.
leer en el Pazo te daré un libro antiguo,
pero de letra grande y clara, donde todas es- s a l i d o el v i e j o l i n a j u d o , y la d a m a , f u r -
ABÍA
tiva y a m o r o s a , se alza en la p u n t a de l o s
tas historias están contadas muy por largo. p i e s p a r a a l c a n z a r los l a b i o s d e l M a r q u é s d e
Bradomín.
Pero, si hemos de irnos, vámonos aprove-
chando este claro del tiempo. E L MARQUES DE BRADOMIN

EL MARQUES DE BRADOMIN - ¡Mi vida!


No sé si está mi yegua ensillada. ¿Usted LA DAMA

m o n t a un caballo? ¿Vendrás mañana, Xavier?


DON JUAN MANUEL
E L MARQUES DE BRADOMIN
Sí p e r o n o te asustes por eso. Mi caballo Sí.
lo tu'vo catorce años el Abad de Andrade, y
LA DAMA
cumple el voto de castidad mejor que su a n -
¿Me lo juras?
tiguo a m o . ¡Adiós, sobrina!
— 114 —
EL MARQUES DE BRADOMIN EL ABAD

Sí. Después de mucho revolver, al cabo di


con él.
RAS los cristales del m i r a d o r , el jardín a p a -
LA DAMA
rece lleno de s o m b r a , y en el cielo, triste y
otoñal, se perfila la l u n a c o m o borrosa m o - ¿No se lo lleva usted?
neda de plata. Al pie de la f u e n t e , u n c n a d o espera
con los caballos del diestro. Se ve la figura de Don EL ABAD
Juan Manuel q u e baja por u n t o r t u o s o camino de
Solamente quería compulsar una cita.
mirtos. El "Marqués de Bradomín se d e s p r e n d e b l a n -
damente de la d a m a y sale. La dama, apoyada en el
arco de la p u e r t a , le despide agitando su m a n o LADAMA
blanca. Después, c u a n d o la s o m b r a se desvanece en ¡Yo suponía que se había usted ido c u á n t o
la noche del jardín, sale á la escalinata para seguir hace!
viéndola un m o m e n t o m á s . E n la otra puerta a q u e -
EL ABAD
lla que c o m u n i c a con el palacio, aparece el Abad de
Brandeso. ¡Cómo, sin despedirme de usted y de nues-
tro Marqués!
EL ABAD
LA DAMA
¿Da su permiso mi ilustre amiga doña ¡Nuestro Marqués es el que acaba de irse!
María de la Concepción? ¿Da su permiso mi Mañana es San Rosendo de L a n t a ñ ó n , y el
ilustre..? tío Don Juan Manuel vino á invitarle.
LA DAMA EL ABAD
Adelante, señor Abad. ¿Por qué se detiene ¡Aquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán! Ese viaje
en la puerta? ¿Ha encontrado usted el libro me afirma en mis sospechas, porque yo creo
que buscaba? siempre que t r a e una misión del Rey.
- 117 —
LA DAMA
LA DAMA
C u a n t o usted pueda decirme, cuanto m e
¿No le ha oído usted?
he dicho yo. Pero le quiero, él es m i vida, y
EL ABAD
su ausencia me mataba. He p r o c u r a d o olvi-
A pesar de sus protestas. ¿Usted lo duda?
darle. Hubiera querido envejecer en una no-
LA DAMA che, despertarme un día a r r u g a d a , caduca,
No lo dudo... L o sé. de cien años, con el corazón frío! Y mi p o -
EL ABAD bre corazón, cada amanecer más lleno de su
¡Que la trae! a m o r , sólo vivía de recuerdos!...
LA DAMA EL ABAD
Que no, señor Abad. Y después de haber sufrido y resistido
EL ABAD tanto, bastó una hora de depresión a p r o v e -
E n tal supuesto... chada por Satanás...

LA DAMA LA DAMA
Sé todo lo que va usted á decirme. No, después de haber sufrido tanto, quise
EL ABAD ser feliz, y ahora nada hay que pueda h a -
Ya no es un caso de conciencia donde el cerme renunciar á mi a m o r .
bien de la Iglesia debe considerarse antes que DOÑA MALVINA
ninguna otra cosa. La estancia del señor
Señorita, la noche se queda muy oscura.
Marqués de Bradomín en el palacio de Bran-
¿Le parece que vaya alguno de los criados
deso...
— 119 —
EL MARINERO
con un farol al desembarcadero del río, para
¡Hagan favor de atar el perro!
esperar á las niñas?
DOÑA MALVINA
LA DAMA.
¿Quién es?
¿A qué h o r a llegará la barca?
EL MARINERO
DOÑA MALVINA
Abelardo, el patrón de la barca.
Ayer llegó m u y de noche. LA DAMA
EL ABAD ¿Quién ha dicho? ¡Ya están ahí!...
T i e n e mejor viento que ayer. ¿Vienen hoy DOÑA MALVINA
las niñas? No vienen las niñas.
LA DAMA
EL ABAD
Hoy las espero. Hace ya dos días que están
H a b r á n temido al mal tiempo.
en Viana con su padre.
EL MARINERO
E oyen los ladridos de un perro, y se divisa ¡Santas y buenas noches tenga la señora y
una sombra que adelanta por el jardín. Trae
un farol en la mano, y la humosa llama de la compañía!
aceite tras los vidrios empañados, ilumina con tem-
LA DAMA
blona claridad aquel sendero entre viejos mirtos, y
los pies descalzos del h o m b r e que llega. Es una ügura ¿Cómo no h a n venido mis hijas?
negra que apenas se destaca sobre el fondo misterioso
del jardín. Los ladridos del perro le hacen detener- EL MARINERO
se, y explora en torno con el farol en alto. T o d a la Cuando ya Íbamos á largar llegó un criado
figura se ilumina: El t r a j e de aguas y el sudeste coa
q u e cubre su cabeza le anuncian como un marinero. mozo con esta carta.

— 120 —
L mismo tiempo que habla, el marinero se LA DAMA
descubre y del sudeste saca la carta q u e e n -
Quiero ir yo.
trega á la señora. Doña Malvina acerca el
velón, y a l u m b r a mientras lee la dama. DOÑA MALVINA

LA DAMA ¡Usted, señorita!


« M a m á Concha: No vamos, p o r q u e está EL ABAD
papá muy grave, que le ha repetido el ataque
Es un deber de madre, y también de es-
y dicen que no debemos abandonarlo en es-
posa.
tos momentos. Nosotras, las dos, tenemos
LA DAMA
muchos deseos de verte. Como aquí esta-
¿Y acaso puedo yo volver á e n t r a r en
mos solas, y ni siquiera conocemos á los
aquella casa? ¡Qué hacer, Dios mío!.. ¡Po-
criados, no hacemos sino llorar. Papa no
bres hijas, solas al lado de su padre que se
habla, y dicen que no conoce á nadie; pero
muere! ¡Y tal vez maldiciéndome! Iré, iré,
á nosotras nos m i r a con unos ojos tan tris-
aun cuando hayan de a r r o j a r m e los criados.
tes que parece que nos conoce.» ¡Pobres h i -
jas' ¡Lo que estarán sufriendo, allí solas las ALE en medio de un aguacero, cubierta con
dos! ¡Mis ángeles queridos! ¿Cuándo sales con largo capuchón. T o d o s la siguen, y como
una procesión de sombras se les ve alejarse
la barca? por el jardín, entre los altos mirtos. Desaparecen
EL MARINERO con la luz del farol, y el perro sigue ladrando en la
Ahora. Apenas si nos queda m a r e a . noche.

DOÑA MALVINA
¿Quiere usted que vaya yo al lado de las ASÍ TERMINA LA JORNADA SEGUNDA

niñas.
J O R N -ADA T E R C ERA
f P p p l j L viejo jardín en u n a tarde otoñal y dorada,
ü P a ' o m a s searrullan posadas en la piedra
' de armas, y los vencejos, que revolotean so-
bre la torre señorial, trazan en el azul signos de q u i -
m e r a con la punta negra del ala. De tiempo en tiem-
p o , u n estremecimiento recorre el jardín y luego todo
vuelve á quedaren silencio de misterio: El misterio de
los mirtos centenarios, de las fuentes abandonadas,
•de las rosas que se deshojan en los rosales... Doña
Malvina, la dueña, hace calceta sentada en un banco
de piedra y atisba por encima de los espejuelos hacia
la puerta del jardín, donde acaba de aparecerse el
señor Abad de Brandeso.

EL ABAD

A c a b a n de contarme que llegó esta m a -


ñ a n a toda la familia. ¿Cómo han sido esas
paces, Doña Malvina?
— 127 —
DOÑA MALVINA DOÑA MALVINA

Llegó, le besó las manos de rodillas, y en-


Dios Nuestro Señor que dispone todas las
tonces p 0 r p r i m e r a y e z U ó r . Las niñag
cosas. Y a conoce aquella súbita resolución
también lloraban, como si las inocentes com-
que tomó la señorita al leer la carta de las
prendiesen.
niñas. Llegamos á Viana caladas de agua y
muertas de miedo. Yo d u r a n t e el camino n o E L ABAD
hice otra cosa que rezar... Las olas montaban ¿Y el marido?
por encima de la barca. ¡Y qué serenidad la
señorita! Solamente la vi temblar cuando DOÑA MALVINA

llegamos á la puerta de su casa. Estaba pá- No la conoció.


lida como una m u e r t a . Pensé que iba á caer-
E L ABAD
se. Sin p r o n u n c i a r una sola palabra subió las
T>Y ahora?
escaleras y abrazó á las niñas, que salieron á
recibirla. Crea que me daba miedo verla tan
DOÑA MALVINA
pálida, con los ojos secos. T o m ó á las niñas de
la m a n o y siguió con ellas... Lo mismo. Solamente conoce al criado
que le acompañaba siempre.

E L ABAD
E L ABAD
Ya llevaba mucho tiempo desmemoriado.
¡El trance h a b r á sido al entrar en la alcoba Ultimamente habrá tenido noticia de la lle-
donde estaba el m a r i d o enfermo? gada del ilustre Marqués de Bradomín.
— 128 —
— 129 —
E L MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN

DOÑA. MALVINA DOÑA MALVINA

A u n cuando no lo dice, ese remordimiento Si vuelve... Como ahora no hacen sufrir á


tiene la señorita. Siete días estuvo á su c a - nadie.
becera, día y noche, velándole. A todos nos EL ABAD
tenía pasmados que tuviese tuerzas estando Pero ofenden á Dios, Doña Malvina.
c o m o está tan delicada. ¡Y ahora le cuida y
¡o* un sendero del jardín vienen dos niñas que
sirve con un a m o r ! parecen dos princesas infantiles, pintadas
por el Tiziano en la vejez. Las dos son muy
EL ABAD semejantes, rubias y con los ojos de oro. La mayor
¿Y el ilustre Marqués, no ha vuelto á mos- se .lama María Fernanda, la pequeña María Isabel
Llegaban sofocadas de sus juegos, y la onda p r i m a -
trarse? veral de sus risas se levantaba armónica entre los
U4
DOÑA MALVINA viejos mirtos.

Mis ojos no le han visto más. MARIA ISABEL


¡Señor abad!
EL ABAD

Hace dos días continuaba en el Pazo de MARIA FERNANDA


¡Don Benicio!
Lantañón.
DOÑA MALVINA EL ABAD

Entonces allí seguirá. ¡Señoritas! ¡Qué altas y qué preciosas!

EL ABAD MARIA FERNANDA

¿Y si vuelve? M a r í a Isabel no ha crecido. ¡Yo sí!


— I3I —
EL MARQUES DE BRADOMIN
FI. M A R Q U E S D E B R A D O M I N

MARIA ISABEL
MARIA ISABEL
¡Yo también!
T ú has crecido más, pero yo tamb.én
E L ABAD
crecí.
MARIA F E R N A N D A ¿Y además entiendes las cuentas?

T e sirven todos los vestidos que tenías.


MARIA ISABEL

EL ABAD Eso no...


Yo á las dos las encuentro hechas unas
MARIA F E R N A N D A
mujeres.
Las cuentas no las entiende n i n g u n a niña.
DOÑA MALVINA
En el convento somos quince educandas y
¡Todavía han de pasar muchos años! sólo una las entiende.

E L ABAD E L ABAD

¿Cuál es la más aplicada? Pues ya hay una.

MARIA F E R N A N D A MARIA ISABEL


Yo las cuentas no las entiendo, pero la Pero en cambio, Sor María Salomé, que
Historia Sagrada la sé toda. tiene cerca de ochenta años, siempre que nos
castigan por no saberlas, nos trae dulces á
E L ABAD
escondidas.
¿Y tú María Isabel? — 133 —
— I3A —
MARIA FERNANDA E L ABAD

P o r q u e dice que á ella las cuentas t a m - ¿Cómo l a r á n , larán?


poco le han entrado nunca en la cabeza. ¡Y MARIA ISABEL
tiene cerca de ochenta años! jLarán! ¡larán!

EL ABAD EL ABAD

¿Y la d o c t r i n a , la sabéis? ¡Ah! Sí, el sexto, ¡larán! ¡larán! ¿Y vues-


tra madre, dónde está?
MARIA FERNANDA
MARIA FERNANDA
Sí, s e ñ o r .
Antes estaba en la capilla.
E L ABAD
EL ABAD
¿Cuántos son los mandamientos de la ley ¿Y ahora?
de Dios?
MARIA FERNANDA
MARIA FERNANDA Ahora...
Los mandamientos de la ley de Dios, son DOÑA MALVINA
diez: El p r i m e r o , a m a r á Dios sobre todas las Véala allí, caminando detrás de la litera
cosas; el segundo, no jurar su santo n o m b r e donde pasean al enfermo.
en vano; el tercero, santificar las fiestas; el
cuarto, h o n r a r padre y m a d r e ; el quinto, n o EL ABAD

m a t a r ; el sexto, ¡larán! liarán! ¿Una litera?

— >34 — — 135 —
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADQMIN

DOÑA MALVINA ISABEL BENDAÑA

Hoy he llegado acompañando á mi p r i m a


U n a litera que había en el palacio, del
Concha.
tiempo de los abuelos... F u é idea del señor
Marqués para que la señorita pasease por el EL ABAD
jardín, u n a vez que estuvo m u y delicada. A saludarla iba.
E L ABAD ISABEL BENDAÑA

V a m o s á saludarla. E n el jardín está. S i e m p r e al lado de su


m a r i d o , no se aparta un momento, y le cuida
L Abad se aleja p o r la h o n d a a v e n i d a de c a s -
t a ñ o s q u e c o m i e n z a á c u b r i r s e d e hojas, y con una especie de fiebre amorosa. El está
allá en el f o n d o , d o n d e casi se d e s v a n e c e su que parece un niño...
b a l a n d r á n flotante, t r o p i é z a s e con u n a d a m a q u e
baja la escalinata del palacio. E s u n a d a m a alta y r u - E L ABAD
bia, de b u e n d o n a i r e y d e b u e n seso, q u e ostenta un
h e r m o s o n o m b r e d e r i c a - h e m b r a . Se llama Isabel Es edificante... Pero temo...
Bendaña. E alejan j u n t o s , p o r los s e n d e r o s del a b a n d o -
n a d o j a r d í n , y se p i e r d e n e n t r e el f o l l a j e d o -
ISABEL BENDAÑA rado y otoñal d e los castaños. L o s m i r l o s
cantan en las r a m a s y s u s c a n t o s se r e s p o n d e n e n -
¡Señor A b a d de Brandeso! c a d e n á n d o s e en un r i t m o r e m o t o , c o m o el m u r m u -
llo d e las f u e n t e s q u e en la s o m b r a de los viejos
E L ABAD m i r t o s r e p i t e n el c o m e n t a r i o v o l u p t u o s o q u e p a r e -
cen h a c e r á t o d o s ios p e n s a m i e n t o s d e a m o r , s u s v o -
¡Doña Isabel de Bendaña, m i buena amiga! ces e t e r n a s y j u v e n i l e s . El sol p o n i e n t e d e j a un r e -
N o sabía que se hospedase aquí tan ilustre flejo d o r a d o s o b r e los cristales d e la t o r r e , c u b i e r t a
d e n e g r o s v e n c e j o s , y en el silencio d e la t a r d e a q u e l
señora. ¿ C u á n d o ha llegado usted?
— I36 —
i a r d í n l l e n o d e v e r d o r u m b r í o y de r e p o s o s e ñ o r i a l , DOÑA MALVINA
j u n t a la voz d e s u s f u e n t e s con la voz d e las m n a s
Yo la vi siendo una niña como vosotras.
q u e r o d e a n el b a n c o d o n d e hace calceta la d u e ñ a d e
los e s p e j u e l o s d o c t o r a l e s .
La dama estaba sentada al pie de la fuente,
peinando los largos cabellos con peine de oro.
MARIA. F E R N A N D A
RÓXIMO al b a n c o se ha d e t e n i d o F l o r i s e l , q u e
pasaba con la j a u l a de s u s m i r l o s . Al oir las
P u e s si no sabes el cuento de las tres p r i n -
p a l a b r a s d e la d u e ñ a , s u s ojos b r i l l a n l l e n o s
cesas encantadas, cuéntanos el de los siete de curiosidad.

enanos, q u e ése lo sabes.


FLORISEL
Sería una princesa encantada.
MARIA ISABEL
DOÑA MALVINA
Y sino, cuéntanos el del gigante m o r o .
E r a la reina m o r a que un gigante tiene
prisionera.
DOÑA MALVINA
MARIA ISABEL
¡Dios me dé paciencia con vosotras! Os
¿Y era muy guapa?
contaré la historia de una d a m a e n c a m a d a
que se aparece al borde de u n a fuente que DOÑA MALVINA
hay cerca de aquí. ¡Muy guapa, muy guapa!

MARIA F E R N A N D A MARIA F E R N A N D A

¿Ásí como m a m á ?
¿ T ú la viste?
- I 3 9 -
EL MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN

DOÑA MALVINA quedan presos en el encanto. Para desencan-


tar á la reina, y casarse con ella, bastaría
Muy semejante. A su lado, sobre la yerba,
con decir: E n t r e tantas joyas, sólo á vos
tenía abierto un cofre de plata lleno de ricas
quiero, señora reina. Muchos saben esto,
joyas que rebrillaban al sol. El camino iba
pero cegados por la avaricia, se olvidan de
muy desviado, y la dama, dejándose el peine
decirlo, y pónense á elegir entre las joyas.
de oro preso en los cabellos, me llamó con
su mano blanca que parecía una paloma en FLORISEL
el aire. Yo, como era una niña, tomé miedo, ¡Si á mí quisiese aparecerse!
y dime á correr, á correr...
DOÑA MALVINA
FLORISEL
¡Desgraciado de ti! El que ha de romper el
¡Si á mí quisiese aparecerse! encanto no ha nacido todavía.
DOÑA MALVINA
Cuántos se acercan, cuántos perecen e n - SABEL Bendaña y el tonsurado, reaparecen
dando compañía á la Señora del Palacio. C a -
cantados. Vosotras no sabéis que para en- minan lentamente, acompasando su a n d a r
cantar á los caminantes, con su gran hermo- al de la dama que de tiempo en tiempo se detiene y
alienta con fatiga. Ante la escalinata, cerca del banco
sura los atrae, y con la riqueza de las joyas donde la dueña refiere á las dos niñas sus cuentos d e
que les muestra, los engaña: Les pregunta abuela, hacen el último alto.

cuál de entre todas sus joyas les place más, y


ellos, deslumhrados al ver tantos broches y ISABEL BENDAÑA

cintillos y ajorcas, pónense á elegir, y asi ¿No pasa usted Don Benicio?
— 140 — — 141 —
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN
Sumiller, descubrimos un bando de perdi-
E L ABAD
ces. Díganle que á ver cuándo le caemos en-
P e r d o n e n que no les haga más larga visita. cima. Resérvenlo al Sumiller si viniese por
el palacio. Me ha encargado el secreto. ¡Aquí,
LA DAMA
Carabel! ¡Aquí, Capitán!
Señor Abad, que mañana celebra usted la
DOÑA MALVINA
misa en nuestra capilla. No lo eche usted en
olvido. ¡Qué gran raposo! Sóbrale de saber dónde
está el señor Marqués. ¿Adonde vais, niñas?
E L ABAD
No lo echo en olvido, no lo echo en olvido. MARÍA F E R N A N D A
¡Aquí, Carabel! ¡Aquí, Capitán! Díganle al Vamos con Florisel á ver los otros mirlos.
ilustre Marqués de Bradomin...
OÑA Malvina s u b e la escalinata con las d o s ni-
LA DAMA ñas d e la m a n o . El Abad d e s a p a r e c e en el
f o n d o d e la a v e n i d a s i l b a n d o á s u s galgos,
El Marqués de Bradomin, no está en el c o n el b a l a n d r á n flotante y el c h a m b e r g o en la m a -
n o por r e f r e s c a r la asoleada y varonil cabeza, d o n d e
palacio de Brandeso. la t o n s u r a a p e n a s se e s b o z a s o b r e el gris a c e r a d o del
cabello. L a s d o s p r i m a s q u e d a n solas.
DOÑA MALVINA
LA DAMA
Ya lo sabe.
Xavier llegará dentro de un m o m e n t o .
E L ABAD

E n el supuesto de que recaiga por aquí, dí- ISABEL BENDAÑA


¡Xavier!
ganle que hace pocos días, cazando con el
— 142 —
EL MARQUES DE RRANNWR»
E L MARQUES DE BR A D O M I N

LA DAMA LA DAMA

¡ T e m o tanto verle! T e m o el encanto d e Ñ o l a comprenderá... Y yo quiero ser fiel


sus palabras, t e m o que sus ojos me miren, a esa pobre sombra, detenida por un milagro
temo que sus manos se apoderen de las delante de la muerte. Quiero ser su esclava
mías... ahora que nada puede exigir de mí. Cuando
ISABEL BENDAÑA me sonríe, con su sonrisa de e n f e r m o que
P e r o no... vuelve á ser niño, cuando posa sobre mí sus
ojos llenos de indecisión, tristes ojos sin
LA DAMA
pensamiento, el dolor de haberle ofendido se
¡Volverá á enloquecerme y volveré á caer
levanta dentro de mí como una ola, como un
en sus brazos! T ú , qué me aconsejas Isabel?
gran sollozo. Algunas veces cuando estoy
ISABEL BENDAÑA sola con él, temo que de pronto tenga un
m o m e n t o de lucidez, y me maldiga, y m e
Si es así que no le veas...
arroje de su lado. ¡ T ú no sabes cómo esa
LA DAMA idea me hace sufrir!
¿Y puedo negarme á decirle adiós, cuando
ISABEL BENDAÑA
es por toda la vida!
ISABEL BENDAÑA ¿Y Xavier te ha escrito que venía?
Xavier no intentará separarte de tu m a -
LA DAMA
rido. Xavier, mejor que nadie, debe c o m -
prender la grandeza de tu sacrificio.
—144 —
EL MARQUES DE BRADOMTM
E L - ' - " T 1 T . S D E B R A D O M i N

ISABEL B E N D A Ñ A
I S A B E L BEN DAÑ A
Es algo fatal.
¿Cómo lo sabes?
LA DAMA
L A DAMA ¡Fatal! Y prefiero estar prevenida. Yo sé
Lo presiento. Xavier vendrá, y yo volveré como puedo defenderme, y cómo puedo con-
á caer en sus brazos, sin que n a d a pueda seguir que se aleje de mí para siempre. Me
salvarme. bastaría pronunciar algunas palabras, pero
me falta valor para hacerlo. Yo puedo r e -
ISABEL BENDAÑA
nunciar á Xavier, no á que me recuerde sin
T ú debes luchar contra esa idea. carino. Q u i e r o vivir siempre en su corazón.

L A DAMA ISABEL BENDAÑA

¡No puedo! ¡Y el remordimiento me m a - ¡Me das pena!..


j á ! ¡Mi falta, mi adulterio ahora, s e n a mas
L A DAMA
cobarde, más infame que nunca! Si le dijese: Xavier, tuve otro amante.

ISABEL BENDAÑA
ISABEL B E N D A Ñ A
Yo en tu caso no vería á Xavier. ¿Cuándo?
LA DAMA
L A DAMA
¡Nunca! ¿Quién has creído que soy y o > Ni
No le conoces. Se aparecería cuando yo
otro amante, ni otro amor que Xavier.
menos lo esperase.
— 146 — — ' 4 7 -
EL MARQUES DE B R A n n u r ,

ISABEL BENDAÑA
DON JUAN MANUEL
P u e s n o se lo digas. ¡"Adiós sobrino! Que me tengan avillado
un j a r r o de La A m e l a .
LA DAMA
LA DAMA
¿A ti te asusta? ¡Ahí está!
ISABEL BENDAÑA ISABEL BENDAÑA
¿Adonde vas?
Sí E s un sacrificio demasiado cruel. Y ,
LA DAMA
además, quién sabe si eso le alejaría para
¡Adonde mi ánimo se fortalezca! ¡Adonde
siempre. esta vivo mi remordimiento!

Í E
v S n h d n l a la P U e m d e l I a b e r i n t o - donde
vigilan d o s q u i m e r a s m a n c h a d a s d e m u s g o ,
SGnder
entre l o s m . Y t ' ° q u e s e <*esenvueFve
Í I ? c e n t e n a r i o s d e s a p a r e c e . El M a r q u é s
a e u r a d o m i n se acerca, c a m i n a l e n t a m e n t e baio los

sombra! ^ ^ * ~ - X ^
DON JUAN MANUEL

Llego hasta mis molinos. V o l v e r é á bus- E L MARQUES DE BRADOMIN


Prima y señora.
carte.
EL MARQUES DE BRADOMIN ISABEL BENDAÑA

No esperaba verte aquí. ¿Don Juan M a -


¡Adiós tío! nuel no venía contigo?
E L J I A R Q U E S J ^
E L MARQUES DE BRADOMIN
E L MARQUES D E BRADOMIN
Isabel, eres injusta conmigo, mi presencia
aquí es tan sólo una prueba de mi amor por
Concha. Con la cabeza llena de canas no
puede serse Don Juan. Hoy sólo me está bien
con las mujeres la actitud amable de un santo
ISABEL BENDAÑA prelado confesor de princesas y teólogo de
amor. La pobre Concha es la única que me
quiere todavía: ¡Sólo su amor me queda en
el mundo! Lleno de desengaños, estaba en
aqlii para hacerla más lenta y mas crue!. Roma pensando en hacerme fraile, cuando
recibí una carta suya: Era una carta llena de
E L MARQUES m BRADOMW afán y de tristeza, perfumada de violetas,
y de un antiguo amor. Sin concluir de leer-
jHablas de Concha? Eres injusta conmigo,

H&stssss:
w nue en eso no haces m i s que segutr l a , la, la besé: Concha, al cabo de tantos años,
me escribía, me llamaba á su lado con sú-
plicas dolorosas y ardientes. Los tres pliegos
traían la huella de sus lágrimas: Me hablaba
los corazones!... de la tristeza de su vida en el retiro de este
viejo palacio, y me llamaba suspirando. Aque-
ISABEL BENDAÑA
,1o F r e s el más admirable de los llas manos pálidas, olorosas, ideales, sus
— j 51 —
J ^ r s e n t i m e n t a l , célico.
— i5o —
EL MARQUES DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIM

manos, que yo a m é siempre tanto, volvían á E L MARQUES DE BRADOMIN

escribirme como otras veces. Sentí que los N o existió jamás... Isabel, tú bien sabes
ojos se m e llenaban de lágrimas. Yo siempre que hay tálamos fríos como los sepulcros, y
había esperado en la resurrección de nues- maridos que d u e r m e n como las estatuas y a -
centes de granito, maridos que ni siquiera
tros amores, era una esperanza que llenaba
pueden servirnos de precursores, y bien sabe
m i vida con un aroma de fe. ¡Era la quimera
Dios que la perversidad, esa rosa sangrienta,
del porvenir!
es una flor que nunca se abrió en mis a m o -
ISABEL BENDAÑA res. Yo he preferido siempre ser el Marqués
¿Y si Concha te suplicase ahora?.. de Bradomín á ser ese divino Marqués de
Sade. Esa ha sido la causa de pasar por s o -
EL MARQUES DE BRADOMIN
berbio entre algunas mujeres.
¿Que me fuese? Sería entristecer dos vidas.
Concha tampoco tiene otro amor que yo. ISABEL BENDAÑA

Xavier, yo te suplico que te vayas.


ISABEL BENDAÑA
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Y sus hijas? ¿Tú?
E L MARQUES DE BRADOMIN ISABEL BENDAÑA

¡Pobres niñas! E n n o m b r e de Concha.

ISABEL BENDAÑA EL MARQUES DE BRADOMIN

Creía merecer que ella me lo di/ese.


¿Y su marido?
— r 53 —
EL MARQUES DE BRADOMIN

las lágrimas, y el Arcángel extendió sobre


ISABEL BENDAÑA
ella sus alas de luz y la guió. El laberinto,
¿Y ella, pobre mujer, no merece que según parece, era el pecado en que Concha
tes ese dolor? estaba perdida, y el agua de la fuente eran
todas las lágrimas que había de llorar en el
EL MARQUES DE BRADOMIN
Purgatorio. A pesar de nuestros amores,
Si hoy atendiese su ruego, mañana volve- Concha no se condenaría; yo sí. El Arcángel,
r á l l l a r m e . ¿Crees ^ ^ ^ después de guiarla á través del laberinto, en
tiana que ahora la arrastra hacia su m a n d o la puerta agitó las alas para volar. Concha,
. , r r e e s que después de mar- arrodillándose, le preguntó si debía entrar en
durará siempre? ¿Crees qu F
tirizarse un día y otro día no hara esteril ese un convento; el Arcángel no respondió. Con-
martirio otra carta suya? T ú sabes que a m - cha, retorciéndose las manos, le preguntó si
bién fué una ola de misticismo lo que antes iba á morir; el Arcángel no respondió. C o n -
nos separó. ¿Recuerdas sus terrores religio- cha , arrastrándose sobre las piedras, le
celeste aparición que le f ^ a c o c a d a preguntó si debía deshojar en el viento la
hallándose dormida? Concha e . t a b a « d l a - flor de nuestros amores; el Arcángel t a m -
berinto, sentada al pie de la fuente y llorando poco rospondió; pero Concha sintió caer dos
sin consuelo: En esto sele apareció u n A r « m lágrimas en sus manos: Las lágrimas le r o -
gel: no llevaba espada ni broquel, era can- daban entre los dedos como dos diaman-
u d o y melancólico como un lirio. Concha tes. Entonces Concha comprendió el miste-
comprendió que aquel adolescente n o v e , rio de aquel sueño. ¡Era preciso separar-
nos!
á pelear con Satanás, y le s o n r i ó á través de
• „ vv 'HííÑ* í :
-í5 4 -

itj
LA DAMA
ISABEL BENDAÑA T a n t o como tu a m o r . ¡Xavier, tú no sabes
¿Y os separasteis? cuánto he sufrido desde aquella noche en
que nos separamos!
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN
Sí: estaba como loca.

ISABEL BENDAÑA Con la promesa de volver á vernos.

Acaso ahora lo esté también, pero su lo-


os dos se contemplan mirándose en el f o n d o
cura es bien hermosa. de los ojos, con esa intensidad atravente y
dolorosa que tienen los abismos y los d e s -
tinos trágicos. Isabel Bendaña se aleja lentamente, y
EL MARQUES DE BRADOMIN
cuando desaparece bajo la dorada y otoñal avenida
¿Y tú crees q u e durará siempre? de viejos castaños, el Marqués de Bradomín intenta
besar las manos de la dama, aquellas manos olorosas
y ardientes q u e deshojan el amor como un lirio rús-
L blanco fantasma de la dama solloza en la tico. La dama retrocede, y sus ojos brillan con dos
puerta del laberinto. Está allí desde hace u » lágrimas rotas en el fondo.
momento, y por sus labios pasa el temblor
de un rezo, al m i s m o tiempo que sus ojos y su alma
vuelan hacia el Marqués de Bradomín. LA DAMA

LA DAMA ¿ T ú vienes á exigirme que abandone á un


pobre ser enfermo? ¡ T ú quieres que le deje
Sí, Xavier. ¡Siempre!
en manos mercenarias,-y eso, jamás, jamás,
EL MARQUES DE BRADOMIN jamás! ¡Sería en mí una infamia!

¿Más q u e mi a m o r ?
— ,56 —
EL MARQUES DE BRADOMIN

LA DAMA
E L MARQUES DE BRADOMIN

Son las infamias que impone el amor, pero T ú quieres decirme que el sacrificio debió
ser para no engañarle.
desgraciadamente ya soy viejo para que nin-
guna mujer las cometa por mi.
EL MARQUES DE BRADOMIN
LA DAMA
Acaso hubiera sido mejor, pero al culparte
¿Por qué me dices eso cuando sabes que
á ti, me culpo á mí también. Eramos jóve-
no puedo dejar de quererte? X a v i e r ,
nes y ninguno de los dos supo sacrificarse...
vieses un duelo, te batirías a pesar de mis
¡Esa ciencia sólo se aprende con los años,
r á oesar de mis lágrimas, aunque
súplicas, a pesar u* , c n r P f i e es cuando se hiela el corazón!
m e vieses morir. L o que á mi me sucede
" o parecido. Hay momentos en que una
LA DAMA
^ e r no debe retroceder, ni s i q u i e r a ^ -
¡Xavier, es la última vez que nos vemos,
¡Las mujeres no se baten,pero se sacrifican...
y qué recuerdo tan amargo me dejarán tus
EL MARQUES DE BRADOMIN palabras!
Hay sacrificios tardíos, Concha.
LA DAMA EL MARQUES DE BRADOMIN

¡Eres cruel! ¿ T ú crees que es la última vez? Yo creo


EL MARQUES DE BRADOMIN que no. Mi pobre Concha, si accediese á tu
ruego, volverías á llamarme.
¿Cruel?
-158 - - i 5 9 -
LA DAMA E L MARQUES DE BRADOMIN
¡Por qué me lo dices! Y si yo fuese tan co- Mi pobre Concha, cuánto sufres y cuánto
barde que volviera á llamarte, tú n o ven- me haces sufrir con tus escrúpulos.
drías. Este a m o r nuestro es imposible ya.
LA DAMA
EL MARQUES DE BRADOMIN
¡Vete! ¡Vete...! ¡No me digas nada! ¡No
Yo vendría siempre. quiero oirte!

LA DAMA EL MARQUES DE BRADOMIN


¡Dios mío, y acaso llegará un día en que ¡Divinos escrúpulos de santa! ¡Cuántas no-
mi voluntad desfallezca, en que mi cruz m e ches, al entrar en tu tocador, donde m e dabas
canse! cita, te hallé llorando de rodillas..! Sin h a -
E L MARQUES DE BRADOMIN blar, levantabas los ojos hacia m í indicándo-
Ya llegó. me silencio, y las cuentas del rosario pasaban
LA DAMA con lentitud devota entre tus dedos pálidos.

¡Nunca! ¡Nunca! ¡Antes que eso sucedie-


LA DAMA
se...! ¡No! ¡No!.. ¡Calla!
EL MARQUES DE BRADOMIN
EL MARQUES DE BRADOMIN
¿Por qué tiemblas? ¿Qué dudas? Y a llegó.
Algunas veces, sin esperar á que conclu-
LA DAMA yeras, me acercaba y te sorprendía, y tú

¡Vete, Xavier...! ¡Vete! volviéndote más blanca, te tapabas los ojos


—160 — — 161 —
EL MARQUES DE BRADOMIN
la , manos Yo amaba locamente aquella
¿Quiénes fueron tus amantes?

contraídos, helados como los de una muerta.


LA DAMA
LA DAMA Se ha muerto ya.
Xavier, voy á causarte una gran
• C a l l a '

EL MARQUES DE BRADOMIN
p e n a ' Y o ambicioné que tú m e quisieses
P
' novias de los quince años. ¡Po- ¿ U n o nada más?
como a esas novias de lo q ^ lo
u,« Wa< Y te oculte mi viaa, y w
¿ me h a s preguntado, y ahora, LÁ DAMA
Q e g u é cuando me h a s pr , adi_
Nada más.
ahora..! T ú m e adivinas, Xavier, tu
t a s , y no m e dices que me perdonas!..
E L MARQUES DE BRADOMIN

E L MARQUES DE BRADOMIN
Y conmigo, dos. Ese amante, mi sucesor
T e adivino. ¿Has querido á otros?.. sin duda...

LA DAMA LA DAMA
No.
Sí.
E L MARQUES DE BRADOMIN E L MARQUES DE BRADOMIN

¡Y m e lo dices! Siempre es un consuelo. Hay quien p r e -


LA DAMA
fiere ser el primer a m o r , yo he preferido
siempre ser el último. ¡Pero, acaso lo seré?
¡Para que me desprecies»
- I63 —
—162 —
E L DE BRADOMIN EL MARQUES DE BRADOMIN

L A DAMA LA DAMA

¡Xavier, mi Xavier, el último y único! ¡Cuánto me desprecias! ¡Es mi penitencia!

E L MARQUES DE BRADOMIN E L MARQUES DE BRADOMIN

¿ P o r q u é reniegas del pasado? ¿Imaginas Despreciarte, no. T ú fuiste como todas las
que eso puede consolarme? M o d o s a hu- mujeres, ni mejor ni peor. ¡Adiós, Concha!
bieras sido callando.
LA DAMA
LA DAMA
Si todas las mujeres son como tú me j u z -
¿Qué hice yo? Xavier, olvida cuanto dije...
gas, yo tal vez no haya sido como ellas. ¡Xa-
Perdóname... ¡No, no |debes< olvidar m per- vier, mi Xavier, déjame que me vea en tus
donarme! ojos! ¡Es la última vez! ¡Compadéceme, no
EL MARQUES DE BRADOMIN
me guardes rencor!

¿ H e de ser menos generoso que tu m a -


E L MARQUES DE BRADOMIN
rido?
_ N o e s r e ° c o r lo que siento, es la melanco-
LA DAMA
lía del desengaño, una melancolía como si el
¡Qué crueles son tus palabras! crepúsculo cayese sobre mi vida, y mi vida,
E L MARQUES DE BRADOMIN semejante á un triste día de otoño, se aca-
¡Qué cruel es la vida cuando no camina- base para volver á empezar con un a m a n e -
mos por ella como niños ciegos! cer sin sol.

— 164 —
EL PAPOUES DE BRADOMIN

£ L £ Í L BRADOMIN
LA DAMA

T ú t e n d r á s el a m o r de otras mujeres. Sida i S nta


? e n el b a n C 0 q u e tiene flor¡
do es-
del iThp ?Sa ' 7 a m e SUS
°j0S se abre la
P^rta
EL MARQUES DE BRADOMIN ssendero k - C O un
e ñ d t umbrío, r nada P r
' a s d o s ondula entreY los
° solo °sendero, el

T e m o que reparen demasiado en mis c a - m.rtos como el camino misterioso de una vida
bellos blancos.
LA DAMA
LA DAMA ¡Qué hice yo, Dios mío!.. ¡Y si á pesar de
todo volviese!
¿Qué importan tus cabellos blancos? Yo
los buscaría para quererlos m á s . ¡Xavier,
adiós p a r a toda la vida!

EL MARQUES DE BRADOMIN

¡Quién sabe lo que g u a r d a l a vida! ¡Adiós,


ASI T E R M I N A LA JORNADA T E R C E R A
Concha!

L Marqués de Bradomín se aleja y la dama


tiende hacia él los ojos m u d o s y ^ s e s p e - -
dos. En el silencio de aquel jardín d e m i r

tpan su risa quimérica, y las a 0 uab uc ^


con juvenil m u r m u l l o por las barbas limosas d e los
E L O G I O DE D O N RAMÓN

MARÍA DEL VALLI:-!NCI.AN

LO ESCRIBIÓ VARGAS VILA

EN E S T E A Ñ O DE M C M V Ì I
EGUROS de que serán
gratas á nuestros lec-
tores, publicamos aquí las
páginas donde el admirable
escritor americano loa al
admirable escritor de Cas-
tilla.

( N O T A DEL E D I T O R . )

Mi l S

HI
— Lo ilimitado está en el Arte, como en el
Espacio;
una condensación de Infinito, eso es una:
Obra de Arte;
crear, es condensar el Misterio, en formas
visibles á los ojos espirituales;
inextricablemente complexo, el Arte, es,
como un Universo en gestación: creador
eterno de bellezas;
las formas varían: el Arte, es, Uno;
llenar estas f o r m a s en Armonía y Belleza
Superior, es, ser: Artista;
ELOGIO DEL AUTOR ELOGIO D E L A U T O R

encarnar musicalmente la Vida Interior de mano sufre la cecidád y la mudez produci-


das por la lejanía del Ideal, y, el olvido de la
una época y de un país;
comunión con lo Bello-Infinito; — única Eu-
ser el Poeta y el Profeta, incompatible con
caristía de las almas;
su tiempo, é incomprensible para su tiempo;
ser la profundidad inagotable, donde m a -
aislarse en el Evangelio de la Belleza y de
ñana, las generaciones, sitibundas vengan á
la V e r d a d , que guarda la gran palabra i n a r -
apagar su sed de Belleza, apurando la onda
ticulada que ha de salvar la T i e r r a ;
negra, permanecida pura en la Soledad;
decir las cosas profundas en el canto in-
ser un gran Evocador y un gran Creador; -
sondable de u n pensamiento musical, raro,
ser el Sacerdote melodioso de un culto que
como una revelación de Gloria;
la apostasía condenó al Olvido, y, la Gloria
dar á la frase inusitada la intensidad y el
volverá al sereno esplendor de su Belleza;
poder pictural de un fresco eterno, que no
he ahí el Deber, he ahí la Misión de esa
han de afrentar los siglos; - p o r q u e la E t e r -
Personalidad Exótica, de ese Hijo del Miste-
nidad no se hizo para el insulto del Genio,
rio, de esa Figura Heroica del Dolor, que es,
sino para su consagración; — u n : ARTISTA.
ser la omnividencia maravillosa y la e x -
presión armónica de una hora ciega y áfona, . . . E l corazón del Artista, no es el corazón
de un m o m e n t o histórico brutal, de u n o de de un hombre: es, el corazón del Hombre;
esos momentos en que el pensamiento h u -
— 174-
ELOGIO DEL AUTOR

el corazón de todos gime en ese corazón hoy, la vil Estulticia, la enemiga del Genio,
único, hecho de sinceridades radiosas; no se llama: Muchedumbre; se llama: k
el corazón del Artista, es hecho de f r a t e r - Crítica;
nidades; y, ningún Simulacro t u r b a su voz ya no se lapida al Genio con guijarros: se
confusa, que viene del p r o f u n d o Infinito; le lapida con vocablos;
su misma teatralidad, es sincera, porque los semi-intelectuales verbalizan contra él,
es la exteriorización de su fastuoso sueño; sentencias de proscripción, y, en n o m b r e del
el Artista, n o finge: expresa; Diccionario, insultan lo Sublime E x t r a o r d i -
su Visión, es vivida; nario;
el más a b s u r d o sueño, f u é Vida, cuando el salvaje elemento de la Envidia,

en él; cree haberlo consumido, organiza en su h o -


porque su vida es una centuplicación de nor, los grandes funerales del Silencio;

siglos; pero, el Genio, como el Mar, es más grande


lo Eterno, está e n él; que el Silencio; y, lo ahoga con sus clamores;
su palabra es un viático misericordioso, y, hace sonoro al Silencio; sonoro, como
que alimenta las almas en su peregrinación á la F a m a ;

lo Desconocido; y, hace que el alma invisible y gigante del


Silencio, toque para él, las mil trompetas del
todo Genio es un Profeta;
Renombre;
la lapidación es su destino;
— 1 7 6 —
y

K1.0010 DEL AUTOR _

Genio, es siempre vencido por la Suerte; de mármol, de lienzo, de hierro, de cristal,


el
toda obra del Genio, es Verbo;
no es nunca vencido por la C r i o » ;
puede ser reducido a l a impotencia; no es en manos del Artista todo canta; El, mismo
es un cántico;
nunca reducido al Silencio;
ta voz del Genio es la pesadilla de los me- el Artista excelso, es, el Artista raro,
aquel, cuya maravilla de creación, escapa á
diocres; , ,
W no darla, la afonía, cenagosa d los la comprensión de la Muchedumbre, al gusto

pantanos, por reducir al silencio la del rebaño letrado de su tiempo;


B lor,a

estruendosa de los Mares? la antimonia entre su individualismo y, el


¿ q u é no darían los mediocres, por reducir medio ambiente, es lo que caracteriza al Genio;

el Genio á la mudez? el Artista Verdadero, el Artista raro, no es


el pantano es el eterno envidioso del Océa- tolerado nunca, y, atrae la execración, del
no, como el crítico, es el eterno enemigo del colectivo animal que lo rodea;
Genio; . , su grandeza lo aisla tanto como su v o -
su cólera viene de su impotencia; el a ma luntad;
de ambos es verde, verde como el limo, lleno el Grande escritor de quien vengo á h a -
de reptiles enormes;... _ blaros, es un Extraño y un Aislado;
en el Pórtico del Ideal, que es su templo,
' .'..Todacreactón de Arte, es una Palabra,
aparece así, Enigmático y Taciturno, escol-
dicha;
— 179 —
ELOGIO DEL AUTOR

tado por dos efigies: el Silencio y el Ensueño; cultiva la Belleza;

Valle-Inclán, no es un escritor popular, m he ahí por qué, en la literatura de su tiem-

siquiera un escritor, célebre, es simplemente, po, es un Extraño y un Aislado.


cuando se es un Artista puro, u n Artista
un escritor glorioso;
la Gloria no se dicierne, la Gloria se posee; apasionado y verdadero, se tiene el derecho

Valle-Inclán, no colinda por ningún lado de estar orgulloso de esa forma sagrada del
suplicio, que es: la Soledad;
con la popularidad;
no cultiva el género chico, que hace veinte la aparente Iniquidad de los hombres, llena

años triunfa en España, y, educa y divierte una tarea divina: aislando al Artista, lo su-
blimiza;
el alma heroica y triste de ese pueblo;
no es un profesor de hilaridad; confinándolo en su Reino, le vuelve su So-
no cultiva tampoco el enojo, que los escri- beranía Absoluta; y, extasiado por su Belle-
tores graves de su país, estilan en sus libros, za, el Artista entra en el Heroísmo de su
ese enojo mortal, capaz de hacer dormir de Destino, y cumple su Misión: Crear en Be-
pie, á u n neurótico en cólera; lleza;
los libros de Valle-Inclán, no son un éxito así la Obra de ese gran Solitario, de ese
de librería, son simplemente una victoria del Excelso Impopular, que es Valle-Inclán.

Arte;
él, no cultiva el Suceso
—180 —
¿Habéis visto el toro Farnesio, alzarse bajo turaleza, poderosa, arrogante y terrible.

la luz pausilípea, en su simplicidad deseo- leyendo á Homero, decía Miguel Angel, se


mira uno, para ver si tiene quince codos de
munal?
alto, como los héroes del P o e m a ;
¿no os parece al mirarlo en la vastitud de
la familiaridad con lo grande; engrandece;
la sala blanca, sin p e n u m b r a s , que las entra-
es un fenómeno de óptica moral;
ñas del Pentélico se han abierto para dar
saliendo de las representaciones de Esqui-
paso á ese cornúpeto enorme, pronto á lan-
lo, donde las mujeres en cinta daban á luz y
zar sus mugidos contra el cielo y á escalar
la epilepsia, se desarrollaba en los niños; los
los astros para pisotearlos, con sus pezuñas,
mozos golpeaban enardecidos, sus escudos
vírgenes del polvo de la T i e r r a ?
contra las estatuas, gritando: ¡Patria! ¡Pa-
se diría que en la obscura virilidad de sus
tria!..
ojos ausentes, d u e r m e todo el vértigo enloque-
una fiebre heroica los poseía, como si los
cido, de.la Noche; que en su garganta d u e r -
muertos de Maratón, gritasen todos, por sus
m e el crepitamiento de un m a r y se le miran
bocas;
los lomos enormes, por ver si brotan de ellos
el contagio del Genio los ganaba;
las alas descomunales, que se despliegan bajo
es lo propio de toda Obra de Arte: insufla-
las crineras de oro de los bueyes taciturnos
ron un soplo, haceros vivir su vida, daros su
del Apocalipsis;
propio espíritu;
es la F u e r z a , la F u e r z a enorme de la N a -
— 182 —
y, ese contagio de emoción, intenso y co- yo, no he leído, otro escritor peninsular,
municativo, lo sentiréis, leyendo los extra- que represente en más alto grado y más per-

ños libros de don R a m ó n del Valle-Inclán, fectamente, el alma de su Patria, y cuyos

llenos del vértigo enloquecido del Dolor y de cuadros tengan en tonos más acentuados: el

la M u e r t e : color del Alma Española;


<¿el color del Alma?
este raro Escritor posee como nadie ese
Sí;
privilegio misterioso de captación del ánimo,
de hipnotización sortíleja, imperativa y vi- el alma española es, negra y roja;

dente; tiene el color de sus grandes cuadros, el

bajo el influjo de aquel espíritu de monje color querido á sus pintores, que más profun-

soñador y legendario, sentiréis revivir en damente la han interpretado: negro con G o -

vosotros, los ya olvidados miedos de la i n - ya; rojo y negro con Velázquez; negro-lívido,

fancia... con Rivera;

muertos y aparecidos, brujas y endriagos, negro y rojo, como sus poemas, sus d r a -
toman bajo aquella pluma medio-eval y c a - mas, toda su poesía y su prosa heroica, antes
balística, nuevas formas de vida, de una per- de la anemia claustral que la enervó y de la
sistencia enorme, y, pueblan y obsesionan y aparición de esa literatura delicuescente y
torturan el ánimo, moviéndose en un campo pálida, que marcó el cénit de su decadencia,
caliginoso de Visión; en la postrera mitad del siglo último;
- I85 —
el alma española, es, heroica y claustral; zados por un terrible Ideal, impulsados por

monástica y bélica; al fanatismo religioso y llevados por él á tra-


vés de la Historia, como por un huracán, es-
el poema rojo de la guerra y el salmo n e -
téril y fatal;
gro del monasterio, se unen en ella y la mo-
esa supervivencia de idolatría á r a b e , he
delan ;
sido el Alfa y el Omega de la Historia de ese
su Epopeya, es, un grito enorme de V i o -
pueblo á través de los siglos, y ha hecho el
lencia y de Fe;
alma nacional, roja, como las arenas del de-
lo heroico reside en ella en dosis inverosí- sierto, negra, como la sombra de una m o n -
miles, y, lo piadoso es una inmensidad; taña, en la noche;
lo trágico está en el fondo de su vida, un alma de Kalifa y de Monje;
'trágico de Atridas, que hace retroceder el Sacerdotal y marcial;
alma asombrada, á los más remotos horizon- O m a r y Loyola;
tes de la Historia;
bajo cada héroe hay un fraile, bajo cada
Dios, llena toda la historia de aquel pue- fraile hay un h é r o e ;
blo, con el m i s m o soplo de Heroicidad y de
en todos esos guerreros y esos monjes, que
Ferocidad, con que llena Jeh'ová las páginas llenan las historias, las comedias y las pintu-
sonoras de la Biblia; ras, délos siglos florecientes del alma española,
hay una extraña similitud, entre estos dos ¿qué nota impera? la nota roja; la nota negra;
pueblos, guerreros tenaces y rapaces, fanati-
- . 8 7 -
—186 —
ELOGIO D E L A U T O R

yo no he visto alma más dolorosa, que esa


esos Señores, con gorguilla y ferreruelos
grande y noble alma española;
que en el Museo del P r a d o , emergen de las
toda la tristeza árida de sus campos caste-
telas negras, sus cabezas pálidas y a n o r m a -
llanos se conglomera en ella, inconsolable y
les, como obsesionados de un tenaz sueño de
austera;
rapiña y de gloria, tuvieron el alma roja,
aun en su carcajada es triste;
roja como las manos: fueron los h o m b r e s
¿hay algo más melancólico, que la alegría
de Flandes y de América; guerreros y c o n -
que se desprende del Quijote?
quistadores; h o m b r e s de presa; hombres de
el Quijote, bien leído, hace llorar;
sangre;
y, en él reside el alma española, toda el
y, esos obispos, esos abades, esos frailes,
alma española, heroica y creyente; desmesu-
que en el Silencio de las sacristías, destacan
radamente triste...
de las telas mal pintadas y del gris opaco de
esa es el alma que gime y canta y pasa
sus sayales, sus cabezas de buitres pensati-
como un fantasma en campos de desolación
vos, con miradas torvas de asesinos: todos
por los libros de Valle-Inclán;
ellos tuvieron el alma negra; fueron los hom-
¡alma radiosa y misteriosa, en paisajes de
bres de la Inquisición;
opacidad;
el rojo de la espada;
es verdad, que un ligero azul, tiñe á veces los
lo negro de la cruz;
cielos, de esos cuadros, llenos de una m a n s e -
he ahí el alma hispana;
—189 —
— r88 —
ejfctt*®
d u m b r e de Infinito, diáfanos al nacer el Alba: pasead por el Jardín novelesco; los m u e r -

pero, pronto se obscurecen; tos os hablan, los duendes os persiguen, las


brujas os acechan, Gomo en Shakespeare;
el azul, es un color italiano;
hasta los niños que m u e r e n en la cuna, pa-
sus campos esmeraldean en ocasiones, con
recen expirar bajo una maldición;
un frescor de primavera, donde florece Una
los campesinos que allí hablan, no saben
alegría de rosas;
sino de leyendas medrosas, de historias de
pero, p r o n t o se descoloran, se entenebre-
asesinatos, de cuentos de aparecidos, de n a -
cen, entran en la sombra;
rraciones de milagros;
el verde es un color holandés;
hablan en el silencio de la noche, con v o -
Su cultura varía, su pasión de Arte, da á
ces miedosas, en torno á la hoguera intermi-
veces á esos cielos tonos delicuescentes de un
tente que finge alucinaciones; y, tiemblan,
lila pálido;
como bajo el resplandor de un puñal;
pero pronto se diluyen y se esfuman; mue-
aquellas almas, no ven sino rojo y negro;
ren bajo la noche;
lo negro de su ignorancia, lo rojo de su p a -
el lila, es un color francés;
sión salvaje:
en: Flor de Santidad, el paisaje se aclara
¿cuál es el alma del Marqués deBradomin?
á veces, hasta ese gris verdoso-acuático, que
el alma de un m o n j e conquistador: roja y
priva en los cuadros del Grecco, y, bajo ese
negra;
— 191 —
cielo con las tonalidades de un sayal, las figu- porque ya os lo he dicho: el alma de Valle-
ras, se m u e v e n , espectrales y d i f u s a s , en Inclán, es la de un monje guerrero;

una vaguedad de limbo, inconsolables ó si- es un místico-bélico;

niestras, criminales ó miserables: negras y místico, quiere decir: del Misterio;

rojas; en ese sentido, Valle-Inclán, es, un místico;

cuando habéis leído este Escritor, extraño y, con él, todos los poetas obsesionados de
Infinito;
y prodigioso, sentís, tal tristeza en el ánimo,
tal b r u m a de desolación, que vuestra alma, pero, místico, n o quiere decir, precisa-
mente, católico;
parece como hundida en esos mismos paisa-
jes m u e r t o s , en que aquella fantasía, hosca y el misticismo y, el catolicismo, pueden
genial, evocó é hizo gritar, la taciturna é i n - hermanarse y se h e r m a n a n , como en el

consolable alma española; Dante, con una violencia sombría, que es


como una epilepsia del Dogma;
y, es, que, Valle-Inclán, como todos los
escritores de raza, pone toda su alma en sus pero, se puede ser místico y a n t i c a t ó l i c o ,
como H u g o ; místico y panteísta, como
libros;
Goethe, porque esas almas, inquietas y tene-
y, su alma es: negra y roja;
brosas, volotean en el dintel del Misterio,
¡negra y roja: como la agonía de un c r e -
como las águilas del polo, en las riberas del
púsculo en el m a r ;
alma de meditación y alma de acción; m a r glacial, insondable, impenetrable;

—192 —
el Misterio, será siempre la atracción s u - hay de ascetismo puro, en la vida intelec-
p r e m a de las grandes almas; tual de Valle-Inclán, en su a m o r fosco y apa-
el Arte, es como u n culto del Misterio, del sionado por la Belleza, en su culto al Arte,
cual la Belleza, es la Esencia Revelatriz; en el ardor con que lo defiende; en ia devo-

la Ortodojia, no implica el Misticismo, n i ción con que trabaja la h e r m o s u r a arquitec-

la Heterodojia lo excluye; porque ninguna de t u r a l de sus frases, su m o d o maravilloso de

las dos, es fin y esencia del Arte; ni indican expresión, y, el grito de su elocuencia veraz

f o r m a s a p r o x i m a b a s , reales ni metafísicas y difusa, llena de un sublime dolor, noble-

de la Belleza, que se transparenta del fondo mente cantado, como en el motivo de una
sinfonía coral: dolor de H u m a n i d a d , e n o r -
del Misterio;
m e , sereno, diáfano como un cielo de Estío;
Valle-Inclán, es un místico, como H u y s -
m a n , pero, sin ardores de sectario; Valle-Inclán, como toda la juventud inte-
lectual de España, desprecia la política y los
es, uno, como Revenant del Renacimiento,
políticos y se aisla de ellos, como de una l e -
un h e r m a n o de Vinci, con el cual guarda
pra contagiosa;
múltiples puntos de contacto;
y, yo, hallaría razón, á aquellos Caballe-
y, como todos los artistas de aquella época
ros del Ideal, desarzonados p o r el huracán
iluminada y bravia, es tan pronto á la inspi-
del pesimismo, sí n o viera, que confunden
ración como al combate; y, cerca á su pluma
lamentablemente, los hombres, con las ideas,
austera, está su sable desnudo;
—195 —
ELOGIO D E L A U T O R

y , castigan, á éstas, q u e son inocentes, con prosa lapidada y abrillantada, prosa de u n

el odio q u e m e r e c e n aquéllos, q u e son c u l - benedictino que fuese u n Poeta, y, decidme


si la h a y m á s perfecta y, m á s sonora;
pables...
siendo p o r su e s f u e r z o de indagación, un
en la osatura m o r a l , alta y recia de Valle-
a m a d o r de f r a s e s arcaicas y un hacedor m a -
Inclán, n o h a y elementos para u n político:
ravilloso de ellas, sabe sin e m b a r g o , t o m a r
carece de v é r t e b r a s ;
es u n idealista, meditativo y tenaz, casi u n del m o d e r n i s m o u n a t e r s u r a de r i t m o s y u n a

iluminado, consciente de su sagrado deber elasticidad de prosodia, que dan á su estilo,

d e Iniciador, seguro de q u e todo A r t i s t a , es u n a novedad d e n t r o d e la tradición, q u e n o

u n Apóstol, por el esfuerzo p r o f u n d o , y el se ve, en escritor algotro de su lengua;

él, ha logrado hacer, con lingotes de viejo


candor colérico de su F e ;
p a r a m í , el T r i n o m i o del A r t e L a t i n o , en o r o español, el m á s bello sagrario á la m o -
dernidad;
E u r o p a , lo f o r m a n h o y , estos tres n o m b r e s :
D ' A n n u n z z i o , en Italia; Mseterlinck, (*) en
F r a n c i a ; y, Valle-Inclán, en E s p a ñ a ; ... Si sois un espíritu fatigado, en ansia de
leed la prosa impecable de este ú l t i m o , esa reposo, n o leáis los libros d e Valle-Inclán:
su t u m u l t o e x t r a ñ o exasperará v u e s t r a s neu-
(*) Se me dirá que M s t e r l i n c k es belga. Sea. rosis;
Pero tiene u n alma latina. Escribe en francés y su
en aquel torrente, n e g r o c o m o la n o c h e ,
arte y su c u l t u r a , francesas son.
— 196 — — 197 —
E L O G I O DEL A U T O R
ELOGIO DEL AUTOR

p o n e r alas en los espíritus, esta facultad de


las estrellas no brillan fraternales, sino c o m o
abrir en lo desconocido, h o r i z o n t e s incitati-
r o s t r o s de M é n a d e s , vistas en el a n t r o p r o -
vos al vuelo;
fundo;
esa ampliación ilimitada, de la óptica espi-
Valle-Inclán, c o m o todos los escritores, ge-
ritual, es privilegio exclusivo de aquellos se-
niales y p r o f u n d o s , es u n gran Incitador;
res r a r o s y fugitivos, q u e tienen en su m a n o
su m é r i t o m a y o r n o está en lo q u e os dice,
la a n t o r c h a del Genio, esa a n t o r c h a insepa-
sino en lo q u e os sugiere;
rable, que t e r m i n a por a r d e r y calcinar la
simbolista nato, y, d e alta escuela, él, o s
m i s m a m a n o que la levanta en la n o c h e ;
entrega á lo I g n o t o , a b r e con m r no violenta,
esa facultad de h a c e r n o s sentir, lo que n o
las p u e r t a s del Misterio; y, os hace e n t r a r
nos h a n dicho, y, no nos dirán jamás, y, de
en E l ,
hacernos p r o s t e r n a r ante el V e r b o virgen,
v u e s t r o s ojos, ávidos, buscan; y, seguís el
q u e yace en el labio m u d o , es, la m á s alta ap-
a l m a del A u t o r , y , esa alma se os escapa, c o m o
titud de los Escritores O p t i m o s , de aquellos
u n a s o m b r a , b o r r a d a en la v e t u s t a palidez d e
cuyo p e n s a m i e n t o vive en la n u b e vertigino-
u n m u r o ; ella, t a m b i é n es, u n Símbolo;
sa del Símbolo, cercano á la tenebrosa o b s -
y, v u e s t r o sueño, comienza, d o n d e el Sue- curidad del Misterio;
ñ o del A u t o r acaba; y, Valle-Inclán, posee esa aptitud, en enor-
el ú l t i m o e s ú i e r z o del A r t e , es, este s u g e - midad;
rimiento d e la Belleza Interior, este don de
— 198 —
ELOGIO DEL A U T O R

libros de Iniciación; libros de Vida espiri-


el pavor que se siente, mirando ese río de
tual, donde el miraje se cristaliza, y la V i -
tinieblas, que es la Poesía Hebraica, os asalta
sión, se hace cíclica;
leyendo los vastos poemas de Valle-Inclán,
imperiosa y singular, compleja y luminosa
llenos de u n esplritualismo vehemente; de
la Obra de Valle-Inclán, es como su alma:
un acre deseo de Infinito;
u n a de las más raras y más grandes, que h a -
es como u n Isaías, sin cóleras, coronado
yan aparecido en la agonía lamentable del
de rosas de Israel;
siglo último y brillado en el alba incierta de
los nardos de sus prosas, os embriagan, os este nuevo siglo, lleno de misteriosas reno-
s u m e n en soñaciones y añoranzas; vaciones;
la emoción personal, intensa y dolorosa,
y, es, por su rareza, que m e atrae;
se oculta bajo la frase altanera, como el r o s -
por su rareza, y por su profundidad;
tro de un hidalgo, bajo el embozo de la capa;
ondulante, cambiante, borrascoso; pesado
pero, los ojos, los terribles ojos obsesionan-
de Misterio; un lago en la montaña; negro
tes del espíritu, quedaban allí, brillando como bajo las estrellas;...
soles:
esa alma medio-eval, mezcla de Vinci y
sólo Mzeterlinck tiene ese poder de idea-
de Savonarola, llena de germinaciones de
ción, y, os deja esta impresión inaccesible é
Arte, y, de Obsesiones de Muerte;
inexplicable despótica y dulce á la vez, que
ese escritor con alma de conquistador; tan
os dejan los libros de Valle-Inclán;
— 201 —
— 200 —
apto para manejar la pluma de Dante, como Cautivo de su Libertad, Valle-Inclán, es
para ceñirse la espada del Cid; monje letrado como todos los grandes escritores, un Sobe-
y turbulento, muy superior á Tolstoy, del rano de la Impopularidad;
cual no tiene la mentirosa simplicidad, y, el vulgo iletrado lo ignora, el vulgo letra-
m u y semejante á Josephin Peládan, del cual do, quisiera ignorarlo
nb tiene, la desesperante comicidad; el gusto profano y profanador de la b u r -
ese soñador brumoso y a u d a z , lleno de guesía intelectual, no a m a , no puede amar,
prestigios interiores, rico en la maravilla de la noble Metafísica y la elegante estética, de

sus creaciones superiores, ha de atraer sobre este Novalis peninsular, tan lleno de miste-
rioso encanto;.
si, en hora no muy remota, la entusiasta é
imperativa admiración, del mundo latino-in- la prueba de la Soledad, esa prueba que

telectual, de las almas de élite, enamoradas consagra al Genio, la ha sufrido Valle-Inclán,

de la pura Belleza Espiritual, y del encanto en España, y, ha de sufrirla en América, por

infinitamente subtil de las ideas; parte de aquellos atrofiados, sin otro presti-

actuando en u n campo absolutamente r e - gio que el de su propia incapacidad;

belde al Arte, Nuevo, Valle-Inclán, no triun- pero, hallará allí, un grupo mayor de al-

fará en España, pero, está llamado á triunfar mas, mejor preparadas para percibir y reci-

en América, y, á regir el imperio de la bella bir esa irradiación de Belleza que surge de

prosa hispana, más allá del mar; las obras singulares, las obras inquietantes,

— 202 — — 203
que escapan á la comprensión de los medio-

cres;
la juventud intelectual de América, ya tan
exquisitamente cultivada, esa juventud in-
novadora, que ha hecho del Arte, una como
Teología de la Belleza, esa, acogerá á Valle-
Inclán, aclamará á Valle-Inclán, seguirá á
Valle-Inclán, como á un Maestro, como al
INDICE
m á s alto y p u r o Maestro, que el Renaci-
miento de la España literaria, puede ofrecer
á la inquietud ávida de sus almas, enamora-
das de un severo Ideal.
VARGAS V I L A .

P a r í s , I9O7.
que escapan á la comprensión de los medio-

cres;
la juventud intelectual de América, ya tan
exquisitamente cultivada, esa juventud in-
novadora, que ha hecho del Arte, una como
Teología de la Belleza, esa, acogerá á Valle-
Inclán, aclamará á Valle-Inclán, seguirá á
Valle-Inclán, como á un Maestro, como al
INDICE
m á s alto y p u r o Maestro, que el Renaci-
miento de la España literaria, puede ofrecer
á la inquietud ávida de sus almas, enamora-
das de un severo Ideal.
VARGAS V I L A .

P a r í s , I9O7.
Págs.
DEDICATORIA G

EL MARQUES DE BRADOMIN

JORNADA PRIMERA G

JORNADA SEGUNDA

JORNADA TERCERA •. . . IA5

ELOGIO DEL AUTOR L 6 G

1
OBRAS MODERNAS EN PROSA
DS

INTERESANTE LECTURA

Pesetas
ACEB \ L ( rancisco)
Huella de Almas (novela) 3
D e .ni rincón...
° 75
ALARCÓA (Mariano)
Obras de tea e r o . - T o m o I: Moisés coníem-
•i oran 'o. Contiene este tomo Jas si guien-
tes obras: El éxodo (drama en cuatro ac-
t o s ) . - E n el desierto (drama en cuatro ac-
t o s - L a tierra de promisión (drama en
cu.Uro actos)
5
T a ñ o II. l)el dolor al olvido. Contiene
e , t e tomo las siguientes obras: Rescata-
da (drama en tres a c t o s ) . - R a y o de s o l
(drama en un acto). La fuerza de la c o -
m e n t e (La sinfonía de las aguas), drama
en cuatro actos
A R C E (Francisco de)
Pasionales (cuentos)
2
La calafrava (novela)

A R É V A L O (Joaquín)
Imprenta de Arróyave y González, Pizarro. 15- Misterios del lupanar (novela) r
4 CATÁLOGO D E 0 B K A S MODERNAS EN PROSA
LIBRSRÍA DE G . PTJEYO
.5
Pesetas

B A R K (Ernesto) Pesetas
3
G O N Z Á L E Z B L A N C O (Edmundo)
Filosofía del placer Las iglesias del Estado i
L a Invisible (novela contemporánea) 3
H É C T O R A B R E U (Manuel)
B A R R I O B E R O Y H E R R Á N (Eduardo) Aves d e paso (novela) 3 50
1 Novelerías 3
C e r v a n t e s de levita (crítica social)
Misterios del mundo (Filosofía del suicidio) i Amazona (novela) 3
D o n Q u i j o t e d e la Mancha (comedia lírica El Espada (novela del toreo) 3
sobre la b a s e de la obra del inmortal Cer- Dominio de faldas (psicología m a s c u l i n a ) . . 2
vantes) ^ H E R E D I A (Rafael)
G u e r r e r o y algunos episodios d e su vida A toda máquina 1 50
2
milagrosa (novela documentaría)
H O Y O S Y V I N E N T (Antonio)
B U E N O (Manuel) Frivolidad (novela) 3 50
2
Almas y paisajes (cuentos) 5o Mors in v i t a (novela) 4
1
A ras de tierra •• H U E R T O S (Luis G.)
H a m p a (novela) 3
CAMBA (Francisco)
2 R e r u m (prosas) 2
Camino adelante (novela)
I G L E S I A V A R O (Antonio de la)
D A R I O (Rubén)
- Angustias Salazar (novela) .... 3
Azul
3
T i e r r a s solares ^ L A R R U B I E R A (Alejandro)
D I C E N T A (Joaquín) Camino del pecado (novela) 2

D e piedra á piedra (cuentos) ••• 3 L E Y V A (Nicolás)


2 Cuentos en papel de oficio. 3
Crónicas
D'ORS (Eugenio) L Ó P E Z D E H A R O (Rafael)
L a muerte de Isidro Nonell (Narraciones E n un lugar de la Mancha(novelamanchega) 2
Dominadoras (novela madrileña) 3
arbitrarias) 3
G O N Z Á L E Z A N A Y A (Salvador) MARTIN R U I Z (Leocadio)
Rebelión (novela) 3 5o Tierra sultana (prosas) 1 50
Los alquimistas. Estudiq sobre la alquimia M A R T i N E Z - R U I Z (José) «Azorín»
2
y sus adeptos Los hidalgos (La vida en el siglo XVII) 1 50
6 CATÁLOGO DE OBRAS MODERNAS FN PR' SA LIBRERÍA Df¡ G. PUEYO 7

Pesetas Pesetas
M A R T I N E Z S I E R R A (Gregorio) D e s d e el molino (edición e c o n ó m i c a ) i
Teatro de Ensueño 4 V i d a y d u l z u r a (comedia) 2
Motivos 5 B u e n a g e n t e (comedia e n c u a t r o actos).—
. L a t r i s t e z a del Q u i j o t e . 4 El e n f e r m o c r ó n i c o ( c o m e d i a en un acto). 5
Sol d e la t a r d e 3 5° L a fea (drama e n t r e s actos).—El b u e n p o -
H a m l e t y el c u e r p o d e S a r a h B e r n a r d 2 licía (comedia e n dos actos) 5
3
Pascua Florida
Diálogos fantásticos 2 S A L A Z A R (Rodolfo).
R e m e d i e t s y F r a s q u i t e t a (novela alicantina) O 50
L a feria d e Neuilly 4
R i s i s y l á g r i m a s ( n o v e l a en c u a t r o c a p í -
Aldea ilusoria...' 4
tulos) O 50
M U Ñ O Z (Isaac)
V i d a (novel V) 1 S A S S O N E (Felipe)
V o l u p t u o s i d a d (idem) 3 Malos a m o r e s (novela) 1
A l m a i n f a n z o n a (ídem) 3 A l m a s d e f u e g o (novelas c o r t a s ) 3
D e mi c a r i ñ o ( p r o s a s í n t i m a s ) 1
MURGER Y BARRIERE
L a b o h e m i a ( c o m e d i a e n c u a t r o actos) 2 S A W A (Miguel).
A v e fémina 1
Ñ E R V O (Amado)
A l m a s q u e p a s a n ( ú l t i m a s prosas) . . . . . . 35° S I L E S (José d e )
O t r a s v i d a s (novelas c o r t a s ) ,. 3 5o L a n o v i a de L u z b e l 1
L a c a s a d e la a l e g r í a 1
R A M O S ( F e r n a n d o ) y B R A V O (Marcelino)
El lobo y la o v e j a 1
A l m a y c a r n e (novela e x t r e m e ñ a )
El d r a m a del C a l v a r i o ( l e y e n d a s m í s t i c a s ) . . 1
R É P I D E ( P e d r o de) Boda buena y boda mala 1
La enamorada indiscreta.—Agua en cesti- El cincel y la p a l e t a 1
11o.—No h a y f u e r z a c o n t r a el a m o r . (Tves A c u a r e l a s del r e d o n d e l ( n a r r a c i o n e s t a u r i -
n o v e l a s e n u n tomo) 3 nas) i
Cielos y a b i s m o s 1
R O D E N A S (Miguel A . )
Memorias de un patriota r
Tierras de paz 3 L a estatua de nieve x
R U S I Ñ O L (Santiago) La copa de veneno 1
Pájaros de b a r r o . ! 5 El p a r a í s o d e los p o b r e s 1
D e s d e el molino ( i m p r e s i o n e s d e a r t e ) 5 L a hija del f a n g o (novela) 1
if'
-M • ti-V
8 CATÁLOGO DE OBHAS MODERNAS EN PROSA LIBRERÍA DE G. PUEYO

Pesetas •
Pesetas
1
Historias de amor D e s d e el a r r o y o j 3
El asesino de Lazara I T i k - N a y . El p a y a s o i n i m i t a b l e 3
L a p i c a r a Cornelia (novela p i c a r e s c a ) I L a c i t a (novela d e El Cuento Semanal)... o 30
El b a r ó n d e C h i c h a y n a b o (id.)
L a n i ñ a del fraile (id.)
i
* m Z A Y A S (Antonio)

S U A R E Z D E P U G A (Antonio)
P a n de c e n t e n o (novela gallega) 2
Ensayos de crítica histórica y literaria 3 50
w
T R I G O (Felipe)
L a s i n g e n u a s (novela pasional), dos t o m o s . 7
L a sed d e a m a r (novela)
A l m a en los labios (novela)
3
3
5o
5o
m%
D e l frío al f u e g o (ellas á bordo), n o v e l a 3 50 «
L a a l t í s i m a (novela) 3 5o
El amor e n la v i d a y en los libros 3
Socialismo individualista, 3
" V A L L E - I N C L A N ( R a m ó n del)
S o n a t a d e P r i m a v e r a (novela) 2
S o n a t a d e E s t í o (id.) 3 5°
S o n a t a d e O t o ñ o (id.) 3 5°
S o n a t a d e I n v i e r n o (id.) 3 5o
E l o r d e S a n t i d a d (id.) 2
A g u i l a d e B l a s ó n (id.) 3 5°
• J a r d í n novelesco.—Historias de santos: de
a l m a s e n p e n a : d e d u e n d e s y d e l a d r o n e s 3 50
0
Jardín umbrío 75
El Marqués d e B r a d o m í n ( n o v e l a ) 3 5o
Historias perversas 2
V I D A L (Pepita).
C o s a s q u e p a s a n (prosa ligera) 2 50
Z A M A C O I S (Eduardo)
Río abajo • 3
P u n t o n e g r o (novela) 3
C U Q U E R E L L A (Félix)
D 1 amor 2
C H O C A N O (José S a n t o s )
Lus c o n q u i s t a d o r e s ( d r a m a heroico en t r e s
actos) 2

D A l í I O (Rubén)
OBRAS M93EM1S M ' .'tiros d e v i d a "y e s p e r a n z a 5

P r o s a s profanas 5
DIEZ CAÑEDO (Enrique)
A B R I L (Manuel) Vers ;s d e las h o r a s 2
C a n c i o n e s del corazón y d e la vida. • v ;:A (Niio)
. er or 3
B A C H I L L E R C A N T A C L A R O (El)
„muamente 2
L o s señores d i p u t a d o s , 4 ° ° sexnb'
v e r s o , con un prólogo d e G a l d ó s N (Fernando)
'-i ¿ora r o m á n t i c a 2
B A R R A N T E S (Pedro)
G A R C Í A V A L E N Z U E L A (G.)
T i e r r a y cielo ••••
Rumor de notas 2
B R E N E S M E S E N (Roberto) G I L A S E N S I O (Federico)
E n el silencio • • C o m o la v i d a . j
B R I G A (Augusto) G O D O Y Y S O L A ( R a m ó n de)
Mundanas Aspiraciones 2

C A R R E R E (Emilio) G O N Z Á L E Z A N A Y A (Salvador)

Románticas Medallones <. 2

El c a b a l l e r o d e la m u e r t e C a n t o s sin eco (prólogo d e Manuel R e i n a ) . 2 50


J I M É N E Z ( J u a n R.)
C A S T R O (Cristóbal d e )
Ninfeas.. 5
El a m o r q u e p a s a
Jardines l e j a n o s . . . . ! 3 gQ
CATARINEU Rimas 2
Estrofas ••• A l m a s d e violeta 2 50
12 CATÁLOGO DE OBRÀS MODERNAS E S VERSO
P6^0t88
Pesetas
R O S A D O V E G A (Luis)

LÓPEZ A L A R C Ó N (Enrique) Alma y s a n g r e 8


Sensaciones 3
Constelaciones 3
Libro d e e n s u e ñ o y d e dolor 6
L L A N O S (Américo)
S A L A Z A R (Rodolfo de)
2
A flor d e a l m a Ecos del a l m a 2
M A C H A D O (Antonio)
S A N C H E Z R O D R I G U E Z (José).
Soledades-Galerías-Otros poemas 3
Alma andaluza 2
MACHADO (Manuel) S H É R I t t (Leonardo)
Alma-Museo-Los cantares 3 V e r s o s d e Abril 2
Caprichos 3
S I L E S (José de)
L a fiesta n a c i o n a l ° 75
Los f a n t a s m a s del m u n d o 1
C A M P O (Marqués d e ) El diario d e u n p o e t a 1
2
Estampas Musa r e t o z o n a 1
El c a r n aval e t e r n o 1
Ñ E R V O (Amado)
Poemas 5 V A L (Mariano Miguel de)
Perlas negras 5 Edad dorada 3 50

O R T I Z D E P I N E D O Gosé) V A L E N Z U E L A ( J o s é de)
Dolorosas 2 Almas y Cármenes 6
2
Poemas breves V A L L E - I N C L A N ( R a m ó n del)
Huerto humilde 3 Aromas de leyenda 3
ORY ( E d u a í d o de)
VARIOS AUTORES.
1
La primavera canta •• 5o L a c o r t e d e los p o e t a s . — F l o r i l e g i o d e rit-
1
El p á j a r o azul 5o mas modernas.—Forma un elegante tomo
P U J O L (Juan) d e 348 p á g i n a s y c o n t i e n e 173 composi-
Ofrenda á Astartea 2 ciones e n v e r s o d e los m e j o r e s p o e t a s mo-
dernos españoles é hispano-americanos.. 4
R É P I D E ( P e d r o de)
V E R D U G O (Manuel)
Las c a n c i o n e s 3
Libertad 1 Hojas 2
Las c a n c i o n e s d e la s o m b r a 3
14 CATÁLOGO DE OBRAS MODERNAS EN VERSO

¡'eses-s
V I D A L (Pepita).
Lira andaluza 3 50
Cosas que p a s a n 2 50
Vibraciones •.... 1

V I L L A E S P E S A (Francisco).
3 de E s p e r a n t o
Tristiti® rerum 3
L a s c a n c i o n e s del c a m i n o 3
Carmen 2
Rapsodias 2 Pesetas
ZÁV" ' •• "• ' V"
Z A Y A S (Aotonio de). i s k r e s t o m a t i o d e la linguo E s p e -
Joyeles bizantinos 4 6
Retratos antiguos 3 VILLANUEVA
Paisajes 3
Esperanto-Español y Españjl-
N o c h e s blancas 4
; > 6
Leyenda 4
ÍN. VILLANUEVA
. . .1 . e ercicios d e la l e n g u a i n t e r n a c i o -
,J.»I E s p iranto 3

DLJ**üS S E D Ó é I N G L A D A O R S
C u r s o p r á c t i c o d e E s p e r a n t o , lecciones g r a -
d ú a ¡as y e j e r c i c i o s p a r a a p r e n d e r senci-
l l a m e n t e la l e n g u a i n t e r n a c i o n a l 3

DUYOS SEDÓ é INGLADA ORS


C l a v e d e los t e m a s y ejercicios conteni-
dos e n el c u r s o p r á c t i c o d e E s p e r a n t o . . . o 75

GUINART
G r a m á t i c a d e la l e n g u a i n t e r n a c i o n a l a u x i -
liar E s p e r a n t o o 75
Diccionario Esperanto-Español de Raíces.. 1
X6 CATÁLOGO DE OBRAS DE RSPERASfTO

Pesetas

CART
P r i m e r a s lecciones d e E s p e r a n t o ° 75
H i s p a n a Jarlibro Esperantista (anuario e s - ^
perantista) para ° 5
Verba amuzajo
E n u m e r a c i ó n y significado de los afijos . . o 25
Ekzerco je tradukado, ejercicio de traduc- ^ ^
ción ••/•. „
Cent dek T r i humorajoj verkitaj au Espe-
. . • . . . o &o
;
Provo de Esperanta Nomigado de personaj ^ ^
nom
°j ; 0x0
Clave Esperanto :

También podría gustarte