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Introducción
No es difícil comprender el interés que suscitan los estudios programáticos sobre
género en la actualidad. A lo largo del siglo XX, las luchas de las llamadas minorías se
extendieron y tomaron protagonismo en todos los ámbitos de la sociedad. Diversos campos,
como la filosofía y la antropología, entre otros, se encargaron de pensar problemáticas que
tuvieran que ver con cuestiones genéricas, discutieron posturas e ideologías establecidas y
se propusieron repensarlas. Los estudios de género contribuyeron a la idea de que la
sociedad y el lenguaje reproducen roles e ideales de identidad como producto de la
asignación o rotulación. De esta manera, surgieron numerosos y numerosas intelectuales
que, desde su campo, tomaron una postura política y social para deconstruir
representaciones sociales.
Paralelamente a las políticas militantes y teorías filosóficas o antropológicas, la
literatura, los estudios sobre el lenguaje y la crítica literaria no ocuparon un lugar menor.
Desde los años ‘60 se pusieron en escena, con mayor auge, textos que plantearon debatir
estructuras hegemónicas y problematizaron a partir de ellas. Tal es el caso, dentro de las
letras argentinas, de la escritora Angélica Gorodischer. Desde su primera novela Opus dos
(Barcelona: Minotauro, 1966) hasta su último libro de cuentos Las nenas (Buenos Aires:
Emecé, 2016) se encargó de romper con modelos sociales y discursivos, y construir, desde
el margen, a sus personajes dándoles una imagen propia que cuestiona la hegemonía
establecida. Entre sus producciones, se encuentra Cómo triunfar en la vida. Se trata de un
libro de relatos policiales que interroga al género, bien como categoría literaria bien como
gender, desde la literatura. Cómo triunfar en la vida fue publicado en el año 1998 por la
editorial Emecé en Buenos Aires, año en que las luchas de género estaban en conflicto
social y la autora se situaba, una vez más, abiertamente en la encrucijada del pensamiento
posmoderno.
A lo largo de este trabajo, se analizarán dos cuentos correspondientes a esta
publicación: “Vidas privadas” y “Cómo triunfar en la vida”. En ellos se puede observar
cómo el narrador produce un juego enunciativo que pone en tensión representaciones
sociales. Estas son construidas a partir de estereotipos y clichés que, al finalizar las
historias, producen en el lector un cuestionamiento de sus propias representaciones. Es,
entonces, el objetivo de este trabajo, demostrar cómo, a partir del estereotipo que convoca
el discurso, se produce en el lector una reflexión sobre sus propios modelos sociales y
discursivos, sobre sus representaciones. Antes de comenzar el análisis, es necesario tener en
cuenta las condiciones de producción, es decir, el contexto histórico, social y cultural en el
que circulan estos cuentos.
Para entender el contexto hacia el año 1998, es necesario partir desde la década del
´80 y hacer un breve recorrido de los movimientos LGTB (siglas que designan
colectivamente a Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero) y Feminista de manera tal
que se pueda comprender mejor su sentido hacia fines de los ´90. Tomamos como punto de
partida la década del ´80 pues es cuando vuelven a surgir, con mayor fuerza en Argentina,
las luchas interrumpidas por la última Dictadura Militar.
Cómo triunfar en la vida, como bien se ha anticipado, se publicó en el año 1998, año
en el que las organizaciones Feministas y LGBT desterritorializaban construcciones
sociales y luchaban por leyes que incluyeran a las minorías dentro de una igualdad social,
política, económica y discursiva.
En el año 1984, se creó el movimiento conocido como la CHA (Comunidad
Homosexual Argentina). Si bien ya existían otras agrupaciones, como Nuestro Mundo y
Frente de Liberación homosexual, la CHA fue el primer antecedente de legalización
homosexual en nuestro país y segundo en América Latina. La asociación llegó a nuclear
diez grupos independientes y tuvo como idea política enmarcarse entre las organizaciones
de Derechos Humanos. Con su primer presidente Carlos Jáuregui, durante la década del
´80, participó de actividades políticas y sociales: marchas organizadas por las Madres de
Plaza de Mayo, proyectos que se incluyeron en la Ley Antidiscriminatoria, notas
periodísticas, ciclos de conferencias, prevención del HIV, entre otros. En septiembre de
1986, Pedro Lemebel leyó su manifiesto titulado Manifiesto. Hablo por mi diferencia como
intervención en un acto político de la izquierda en Santiago de Chile.
En los ´90, el movimiento logró que se derogara la Ley Electoral de la Provincia de
Buenos Aires que prohibía el voto a las personas homosexuales. En lo que refiere a las
teorías literarias, evoluciona la teoría queer a partir del movimiento queer que sostenía, en
líneas generales, que las identidades sexuales son el resultado de una construcción social
ficticia y arquetípica.
Hacia 1992, por decreto y orden del entonces presidente Carlos Menem, se le otorgó
la personería jurídica a la Comunidad Homosexual Argentina. Este suceso marcó un
precedente legal en la conquista de los derechos humanos y civiles de las personas LGBT.
Para esta altura, Judith Butler había publicado Sujetos de deseo: Reflexiones Hegelianas en
la Francia del siglo XX (1987), El género en disputa (1990) y Cuerpos que importan:
sobre los límites materiales y discursivos del sexo (1993) que fueron una contribución
fundamental para las teorías de género entendido como gender, sin contar que ya habían
hecho su aporte desde la literatura José Donoso, Manuel Puig, Reina Roffé, Raúl Damonte
Botana, conocido como COPI, entre otros.
Después de años de lucha, en 1997, se efectuó en la provincia de Salta el 2°
Encuentro Nacional LGBT. Durante esos días se realizaron debates, talleres y conferencias.
Los medios de comunicación anunciaron como un escándalo el encuentro. A fines de ese
año, hubo un acto de protesta frente a Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires con
disfraces de Ku-Klux-Klan por las declaraciones de Fernando de la Rúa. El Jefe de
Gobierno, por ese entonces, pedía hoteles exclusivos para los gays y declaraba: "Yo respeto
a todos la igualdad, los derechos y la libertad, pero hay ciertas reglas de convivencia que
por algo están fijadas y tengamos cuidado con los peligros que se generan". (La Nación,
31/05/1997).
En medio de este conflicto, ya hacia 1998, año en que fue publicado Cómo triunfar
en la vida, Telefónica Argentina realizaba un acto de discriminación hacia un empleado
homosexual. La empresa fue denunciada por la CHA. Se dio, además, el 3°Encuentro
Nacional LGTB en Córdoba y se eliminaron los edictos policiales. Se produjo, en junio, el
desalojo de la “Villa Gay”, un asentamiento de más de ciento cincuenta personas, la
mayoría homosexuales, a cargo del Juez Magnasco. Fue un operativo del cual participaron
cien agentes de la policía federal y gendarmería. La CHA denunció ante los medios de
comunicación la violencia del procedimiento. En ese mismo mes, concejales radicales y
peronistas pidieron la clausura de la discoteca “Adrenalina”, lugar frecuentado por
personas LGTB, bajo el lema “No llores como mujer lo que no supiste defender como
hombre” además de colocar pasacalles y repartir volantes que llevaban el título “Las causas
del homosexualismo”. En noviembre, fue la 6° Marcha del Orgullo LGTB y participaron
las organizaciones ALIT, ATA, Amenaza Lésbica, Comunidad Homosexual Argentina,
Lesbianas a la Vista, Área de Estudios Queer y Colectivo Arco Iris de Rosario y OTTRA.
Con respecto al Feminismo, se sabe que es un movimiento que tuvo sus primeras
manifestaciones a fines del siglo XIX y se piensa desde un discurso que reflexiona sobre el
poder, la jerarquía y el dominio masculino en los ámbitos sociales, políticos, económicos y
culturales. Desde luego, persigue una lucha política que cuestiona la hegemonía masculina
dominante y las ideas que se encuentran dentro del concepto de patriarcado. Es indudable
sostener la búsqueda de derechos durante el siglo XX pero fue en 1983, luego de la
Dictadura Militar Argentina, que se constituye la Multisectorial de la Mujer, movimiento
constituido por feministas, militantes por los derechos humanos, amas de casa, sindicalistas
y militantes lesbianas. En estos años, se logró la igualdad de los hijos nacidos dentro y
fuera del matrimonio, la patria potestad conjunta al padre y a la madre, el convenio de
igualdad de oportunidades para trabajadoras y trabajadores con responsabilidades
familiares, el divorcio vincular y el derecho a pensión al cónyuge en matrimonio de hecho.
Esta fue una época vital para el Feminismo: surgieron diferentes organizaciones que
visibilizaban los problemas de las mujeres en las calles, en los medios de comunicación,
ante el Estado y se lograron varias reformas legales.
Los ´90 fueron testigo de reflexiones sobre las problemáticas que atravesaban al
movimiento. De esta manera, se dieron varios encuentros por medio de los cuales se logró
poner en la agenda pública la violencia contra las mujeres (incluida la sexual). El
movimiento feminista de esta década estuvo enmarcado por el avance de las políticas
neoliberales y la reacción de la Iglesia Católica ante la lucha por el derecho al aborto y los
llamados derechos sexuales y (no) reproductivos. Sin embargo, en el año 1997, salía en los
diarios la declaración de Gabriela Fernández Meijide: “La Alianza está en contra del
aborto”. Bajo la presidencia de Menem, se conformó el Consejo Nacional de la Mujer y se
crearon programas de políticas orientadas hacia las mujeres en distintos niveles del
gobierno. Se instaló, desde las instituciones del Estado, la idea de que las mujeres tenían
problemas y necesidades específicas y una posición desigual en el reparto de recursos
sociales que las colocaba en una posición de vulnerabilidad.
En esta década, se lograron las leyes contra la violencia familiar (la violencia contra
las mujeres fue retomada por el Estado como violencia familiar), los programas de
asistencia a víctimas de maltrato, la reforma del Código Penal acerca de los delitos
sexuales y algunas políticas públicas en relación con la atención de las violaciones.
A través de un largo proceso, el discurso feminista permeó las instituciones e
interpeló a los partidos políticos. Además, la crítica literaria comenzó a colocarse en el
centro del debate y destacó el reconocimiento de la legitimidad de la escritura de mujeres.
Para esta altura, Marta Traba, Julia Kristeva y Nelly Richard ya habían hecho su aporte,
además de la mencionada Judith Butler. La idea era construir una imagen propia y romper
con representaciones hegemónicas.
En medio de esta coyuntura, se encuentra toda la obra de Angélica Gorodischer,
escritora rosarina, declarada abiertamente feminista, quien hace un aporte fundamental
problematizando los modelos de género desde su literatura. En Cómo triunfar en la vida, y
en los dos cuentos en analizaremos “Vidas privadas” y “Cómo triunfar en la vida”,
observamos cómo desde los discursos de heterogeneidad mostrada presentes en el texto se
interroga la construcción del estereotipo. En los dos relatos, se presentan y discuten las
representaciones del homosexual y de la mujer, respectivamente, a partir de una escritura
que habla desde un lenguaje coloquial, un “parloteo” que remite a los clichés, ese lugar
común propio de un grupo social. Pero antes de comenzar el estudio, destacaremos los
conceptos más importantes del marco teórico que utilizaremos.
Este diálogo se mezclará con valoraciones de la voz narradora que será el punto de
partida para comprender que los personajes van a ser construidos desde su punto de vista:
“Vieja víbora. Cada vez que me veía intentaba iniciar una conversación. Hasta parece que
vigilaba mis horas de salida para acercarse a decirme algo.” (Gorodischer, A.; 1998: 13).
Desde el comienzo hasta el final, la voz narradora no manifiesta ni clausura la posibilidad
de la configuración de su identidad sino que propone una apertura al lector poniendo en
juego sus propias representaciones sociales.
De esta manera, el locutor cuenta que acaba de mudarse a un edificio y lo que más le
gusta, además de la decoración, es que se encuentra prácticamente solo y puede preservar
su intimidad. Sin embargo, la presencia de la “vieja víbora” le resulta molesta: “Y ahí me
encontré con la vieja víbora que intentaba saber quién era yo, cómo me llamaba, de qué me
ocupaba, con quién vivía, qué edad tenía, en dónde trabajaba, cuánto ganaba, si tenía auto y
todo otro dato para compartir, supongo, con alguna congénere bífida del
barrio.”(Gorodischer, A.; 1998: 16) Podemos observar que, a través de la utilización del
discurso narrativizado, el enunciador construye el ethos del otro personaje. Según el sentido
común, se trata de una vecina “chusma”, de género mujer, que se encuentra en el edificio.
Más adelante, sabemos que “la vieja víbora” se va del lugar y queda el enunciador
disfrutando de la soledad hasta que se entera de que tiene una pareja de vecinos viviendo en
el departamento contiguo. Este enunciador se construye:
Podía poner música, ver alguna película por televisión (…) y hasta podía
dedicarme a cosas más extravagantes como cantar, hacer tap dance,
organizar fiestas negras, deslizarme en patineta por el living, romper los
platos contra las paredes, levantar pesas, saltar la cuerda. Por supuesto
que nunca hice esas cosas… (Gorodischer, A.; 1998: 15)
La voz narradora deduce que sus nuevos vecinos son dos personas que viven juntas
porque escucha más de una voz. Como en La ventana indiscreta de Hitchcock, pero desde
un principio contructivo auditivo, escucha unos ruidos, se imagina la disposición del
departamento y comienza a interesarse en sus nuevos vecinos. Sólo ve a uno de ellos, al
hombre, a quien caracteriza como canoso y de voz bien modulada, de “actor” o “locutor”.
Deduce que hay alguien más. Llega la primavera, abre las ventanas y sus vecinos también.
Es entonces cuando el enunciador comienza a construir una nueva historia según lo que
escucha.
De esta manera, como lente de cámara, el discurso del narrador hace presente a los
personajes por medio de sus heterogeneidades mostradas:
Por medio del discurso directo, se presentó a los vecinos y su relación de pareja según
los roles establecidos. Es así como el primer relato (el enunciador, su relación con la vieja
víbora, sus gustos, etc.) comienza a conformarse en marco enunciativo para el segundo por
medio de las formas de heterogeneidad mostrada: hay una segunda historia estructurada por
los enunciados de los personajes que discuten. El acto de decir se vuelve un suceso más
entre los acontecimientos narrados y el uso del discurso directo, como en el ejemplo
anterior, permite que se realicen afirmaciones absurdas de las cuales el enunciador no se
hace responsable.
Sin embargo, con el avanzar del cuento, los enunciados van cambiando y se contaminan
manifestándose en sus formas híbridas:
En este segundo ejemplo, al utilizar el discurso indirecto, se pierde mayor fidelidad del
decir de los personajes y en algunos momentos se confunden las voces: pensamos que ese
“vamos”, hacia el final de la cita, podría ser marca de discurso indirecto libre pues no
sabemos si corresponde a uno de los personajes o a la voz narradora. De esta manera, el
discurso absurdo se amplía y ya no es sólo el enunciado de los otros.
Así, pues, las formas de heterogeneidad mostrada sirven para caracterizar a los vecinos.
El prototipo de pareja, hombre-mujer, y sus discursos son convencionales hasta en las
reconciliaciones: “Por un momento, ¿de quién es esa mariposita? dijo él y yo ya me
imaginaba a qué le llamaría mariposita y ella dijo tuya tuya tuya”. (Gorodischer, A.; 1998:
22). El discurso directo permite al enunciador tomar distancia de lo que dicen los
personajes pero, también, las formas indirectas, indirectas libres y narrativizadas, como en
los otros ejemplos, contaminan los enunciados siendo difícil distinguir uno de otros. Se ve,
entonces, cómo, desde elementos de heterogeneidad mostrada, el exterior (voz de los
vecinos) pasa a ser interior del sujeto. El enunciador, además, realiza valoraciones que
pueden estar relacionadas con una clase social que juzga e interpreta de acuerdo con sus
propias estructuras siendo, así, producto de los interdiscursos.
La utilización de los distintos tipos de discursos permite una teatralización de
enunciaciones anteriores, ya sea en su forma “más fiel”, como el discurso directo, o “menos
fiel”, discurso indirecto, indirecto libre o narrativizado. De esta manera, se refleja la idea de
que no hay una palabra original sino que está habitada: se recurre a lugares comunes o
frases hechas para armar, performativa y discursivamente, al hombre, a la mujer y el
modelo de pareja instituido.
También, la construcción del narrador no encaja en el modelo binario masculino/
femenino. Esta voz narradora se deconstruye desde su discurso y no hay marcas
morfológicas que puedan establecer una categoría. Simplemente hay frases o suposiciones
que llevan a las representaciones de un grupo sobre un género determinado. Al narrador le
gustaría hacer tap dance, rompe platos, es “chusma”, una tal Gabriela le pregunta qué le
pasa, piensa en su soledad, piensa en los psicólogos del segundo piso. A diferencia de los
personajes, los vecinos que son caracterizados desde lo auditivo y performático como
hombre y mujer, no se puede vincular a la voz que narra a una identidad fija a menos que
sea desde modelos y representaciones sociales con los que la archienunciadora o autora
textual juega y pone en tensión.
En “Vidas privadas” hay una función mimética de estilos e idiolectos por parte del enunciador que
no sólo determina a la pareja, siguiendo la matriz heterosexual, como hombre y mujer sino que
también sus roles de acuerdo con el actuar y decir establecidos: el hombre es el que trabaja, aquel
que no quiere discutir, el que lleva el dinero a la casa, de voz gruesa y elegante; la mujer, la que
gasta el dinero, aquella que insiste en continuar las peleas, la que se queda en el hogar reclamándole
tiempo a él, de voz chillona y “rescatada” de algún sector marginal: “Mucho hacerte la fina pero
bien de abajo que te levanté” (Gorodischer, A.; 1998: 21). Recordemos que el enunciador sólo ve al
hombre y a la mujer la caracteriza a partir de las escuchas. Por medio de la utilización de clichés se
muestra cómo están representadas socialmente las categorías genéricas hombre y mujer en una
pareja la que, a su vez, es juzgada por el enunciador según prejuicios propios: “asco me dieron”,
“se dijeron las cursis obviedades que se dicen las parejas”, “pobre mina, pensé, todo el día metida
en la casa, cualquiera se vuelve loca”.
Es interesante destacar que el cliché no se da aislado sino que está integrado a estructuras más
amplias como los estereotipos. Tanto el cliché como el estereotipo necesitan de un lector que
complete su significado relacionándolo con algo que se ha dicho y establecido con anterioridad.
Ahora bien, ¿qué ocurre en “Vidas privadas”? Con el avanzar de la historia, las discusiones entre
los vecinos continúan hasta que, un día, se escucha un golpe, corridas y luego, silencio: ha ocurrido
un asesinato. Llega la policía, encuentra muerto al canoso y ningún accesorio o vestimenta de su
pareja: “La mujer había desaparecido (…) Los placares estaban abiertos (…) No había zapatos, ni
carteras ni bijouterie ni cremas, polvos, sombras, perfumes, esmaltes de uñas, shampoo, ni nada.”
(Gorodischer, A.; 1998: 28). La asesina, la mujer del canoso, se había ido. No obstante, al final de
la historia, el enunciador relata que tocan el timbre de su departamento: es un hombre con un tatuaje
de una mariposa en el brazo que le pide entrar pues no tiene adónde ir. Así, el asombro final llega a
los lectores: se trataba de una pareja homosexual. La visión estereotipada de la pareja hombre-
mujer se deconstruye, como así también lo hacen sus roles y discursos estereotipados. La situación
final del relato desterritorializa el modelo de pareja institucionalizado culturalmente. Esto lleva a
que el lector se interrogue sobre sus propios estereotipos y clichés pues, sin saberlo, los ha
completado durante la lectura.
Pero las rupturas no terminan aquí: cuando el hombre pide entrar, el enunciador reflexiona: “Pensé
en las noches de Boccherini (…) en mi dormitorio con la puerta cerrada (…) Pensé, sobre todo, en
el invierno que vendría. Me reí: qué diría Gabriela, qué dirían los psicoanalistas del primer piso.
Abrí del todo mi puerta. –Entrá- le dije.” (Gorodischer, A.; 1998: 30). Entonces, ¿qué es el
enunciador: hombre o mujer? Según algunos estereotipos que se completan desde la lectura,
podemos pensar que es hombre pues levanta pesas y salta la cuerda; según otros, puede ser mujer ya
que hace tap dance, rompe platos y critica a otras mujeres. Nuevamente surgen las clasificaciones
en torno a ideas comunes preestablecidas. Lo cierto es que no se puede encasillar al enunciador
dentro de una de las categorías binarias hombre o mujer pues las actividades que hace un género las
puede hacer el otro. Lo interesante es que el binarismo no se resuelve de ningún modo ya que ni
siquiera el lenguaje permite clasificar: no hay marcas morfológicas de género masculino o femenino
en el enunciador.
Desde la recepción, el lector se da cuenta de que fue engañado y que las banalidades socioculturales
son constitutivas en él. De esta manera, se interroga sobre sus propios estereotipos instalados a
partir de modelos hegemónicos, y las rupturas, ya desde una lectura paródica, tensionan aquello que
se establece como norma de pensamiento.