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1 A El Trabajo Fenomeno Psicosocial
1 A El Trabajo Fenomeno Psicosocial
EL TRABAJO:
FENÓMENO
PSICOSOCIAL
Pedro J. Luque Ramos
Tomás Gómez Delgado
Serafín J. Cruces Montes
CONTENIDO
Lecturas recomendadas.
Referencias bibliográficas.
10.1.CONCEPTO, DESARROLLO E IMPLICACIONES DEL TRABAJO
Siguiendo las directrices que marcan el enunciado del primer apartado de este tema
-en el que pretendemos desarrollar una aproximación a la realidad del trabajo desde
la perspectiva de 1a Psicología Social- vamos, en primer lugar, a desbrozar
brevemente el propio concepto de trabajo. A continuación consideraremos como el
desarrollo del ciclo vital de las personas tiene cierto interesante paralelismo con el
propio desarrollo de nuestras actividades laborales. Finalmente nos centraremos en
algunas importantes implicaciones de carácter psicosocial que tiene el trabajo.
Sostiene Heller (1991) que en las culturas primitivas el trabajo como actividad
forzada o de carácter obligatorio no existía ya que, por ejemplo, cazar, recolectar
vegetales o cultivar el campo eran actividades que se desarrollaban de forma natural
y sin que pudieran distinguirse de las actividades placenteras o de ocio. Sin
embargo, nos parece muy acertada la crítica que Salanova, Gracia y Peiró (1996)
realizan a esta aseveración, ya que es evidente que incluso en las culturas
prehistóricas cazar, recolectar o cultivar el campo no son actividades voluntarias y
específicamente lúdicas, sino que se realizan fundamentalmente para garantizar la
supervivencia de las personas y por eso mismo son actividades que han de
realizarse necesariamente y con carácter obligatorio. De manera que ya en las
épocas precivilizadas e incluso en las culturas primitivas que han sobrevivido hasta
nuestros días podemos apreciar la relevancia articuladora de la estructura social del
trabajo.
En la Edad Media el señor feudal ve el trabajo como algo sucio, propio de vasallos y
alejado de su estilo de vida. Por el contrario, para los siervos y vasallos el trabajo es
su medio de subsistencia y la actividad a la que dedican la mayor parte del día.
Como apuntan Salanova et al. (1992) con la Reforma protestante se da una gran
importancia al valor instrumental del trabajo y se entiende como una obligación, ya
que toda persona debía trabajar para conseguir la salvación y para la acumulación
de riqueza que debía ser compartida con los más necesitados. En nuestro país la
situación fue algo distinta y, como refleja la novela picaresca y la literatura de nuestro
Siglo de Oro, la valoración del trabajo por parte de las capas altas y quienes
aspiraban o aparentaban tales privilegios (resulta en este sentido fundamental la
figura del «hidalgo») continuó siendo claramente peyorativa y algo de esto subsiste
aún en nuestro sistema de valores. Por el contrario, las capas sociales más
desfavorecidas no tenían más opción que continuar trabajando para poder subsistir
(aunque también constituyen «tipos» muy interesantes, en cuanto a su concepción
del trabajo los mendigos y pedigüeños de toda índole que florecieron tras la
decadencia del Imperio).
En la Revolución Industrial del siglo XIX, a la que como es sabido España llega tarde
y mal, el trabajo se convierte en el medio dominante de adquisición de bienes y
servicios.
Con el desarrollo del capitalismo el trabajo, la actividad económica, el éxito, las
ganancias materiales, se vuelven fines en sí mismos.
En definitiva, como subrayan Salanova, Gracia y Peiró (1996), tanto las definiciones
teóricas como las procedentes de estudios empíricos parecen mostrar que el trabajo
es definido como una actividad instrumental, como un medio para lograr otro fin. Sin
embargo, considerando algunas variables sociodemográficas (nivel educativo, lugar
de procedencia, etc.) encontramos diferencias en la forma en la que las personas
entienden y definen el trabajo. Como ya hemos remarcado con anterioridad, el
trabajo es una realidad compleja y dinámica y son diversas las formas en las que las
personas, en función de sus características y condiciones particulares van a
entender el trabajo. En ese sentido, y antes de pasar a desglosar algunas de las
implicaciones psicosociales fundamentales del trabajo, será bueno que perfilemos,
aunque sea mínimamente algunas consecuencias del desarrollo del trabajo a lo largo
de nuestra vida.
Como han puntualizado Prieto et al. (1996), el trabajo es un proceso que abarca
gran parte de la vida de las personas, desde la juventud hasta la jubilación. Es decir
utilizando el símil evolutivo, el trabajo supone todo un ciclo vital, con sus diferentes
fases, etapas y episodios críticos (la formación, la búsqueda del primer empleo, la
adaptación al entorno laboral, las sucesivas y continuas readaptaciones, la pérdida
del empleo, la jubilación, etc.). Además se trata de un proceso en el que intervienen
diversos agentes sociales (familia, el sistema educativo, las organizaciones
laborales) que transmiten e imponen una serie de normas y valores culturales, pero
donde la persona también se conviene en agente activo del proceso al acomodarse a
ese entorno laboral a partir de sus características, experiencias y expectativas
particulares. Así el desarrollo del trabajo a lo largo de la vida de las personas supone
un proceso continuo de ajuste dinámico y cambiante (que naturalmente también
puede originar numerosos desajustes claramente disfuncionales) entre las
expectativas personales y las demandas de las organizaciones laborales.
Por tanto, el análisis del ambiente laboral debe trascender de la mera descripción de
los elementos que lo constituyen. El conocimiento cabal del mismo exige el análisis
de los procesos de interacción entre la persona en su trabajo y el ambiente laboral
en el que desarrolla su actividad. A través de ese proceso, y como todo proceso
sujeto a constantes cambios, se construye y subjetiva el ambiente laboral.
En cualquiera de las clasificaciones, o de los niveles de las mismas, en las que nos
situemos se puede hablar de un ambiente conocido científicamente y de un ambiente
percibido. El ambiente, desde el punto de vista de la Psicología Social, es un
ambiente percibido. El problema que atañe al psicólogo social es averiguar cómo se
produce la percepción ambiental y cómo y cuándo el ambiente modifica la conducta
de las personas que estudia. Este punto de vista es ampliamente compartido por los
estudiosos de la conducta laboral; así resultan ya casi un aforismo las palabras de
Vroom (1976) cuando expresa la necesidad de distinguir entre «lo que los directivos
dicen que hacen» y el «comportamiento observado», en materia de liderazgo y toma
de decisiones.
a) Contenidos culturales.
b) Noción de límites sociales.
c) Supone un proceso de configuración fundamentado básicamente en el
aprendizaje de significados compartidos.
d) Hace referencia a dimensiones históricas de los entornos considerados.
Moos (1981) plantea con su escala de clima social en el trabajo un instrumento que
permite evaluar el ambiente social existente en las organizaciones y otros centros de
trabajo. En dicha escala se consideran tres dimensiones socio-ambientales —
relaciones interpersonales, autorrealización y estructura organizacional— y cada
dimensión contiene a su vez diversas subescalas. La dimensión de relaciones
contiene las subescalas de implicación, cohesión y apoyo. Aquí se evalúa el grado
en que los trabajadores están interesados y comprometidos en su trabajo, el grado
en que la dirección apoya a los trabajadores y les anima a apoyarse mutuamente. La
dimensión de autorrealización está conformada por las de autonomía, organización y
presión. Esta dimensión evalúa el grado en que se estimula a los trabajadores a ser
autosuficientes y a tomar sus propias decisiones, la importancia que se da a la
planificación y terminación de las tareas así como la urgencia o presión temporal que
domina el ambiente laboral. La dimensión estructura organizacional (estabilidad /
cambio) contiene las subescalas de claridad, control, innovación y comodidad. Aquí
se pretende conocer el grado en que los trabajadores conocen las expectativas
sobre su desempeño y cómo se explican las normas y planes de trabajo; la
utilización que la dirección hace de las normas y la presión para controlar a los
empleados; la importancia que se concede a la aparición y empleo de nuevos
enfoques así como al grado en que el entorno físico contribuye a crear un ambiente
de trabajo agradable. El hecho de que la escala de clima social (Moos, Moos y
Trickett, 1989) se encuentre adaptada y traducida al español facilita su empleo en
organizaciones de nuestro entorno cultural tanto a efectos de investigaciones
teóricas como de intervenciones organizacionales.
La perspectiva psicosocial del trabajo tiene que ver con el tránsito de una Psicología
del trabajo y de las organizaciones con un marcado carácter individual a una
Psicología del trabajo y de las organizaciones con una vocación decididamente
social. En sus comienzos la Psicología Industrial aparece como una Psicología de las
diferencias individuales que se interesa en conocer las variables individuales que
resultan relevantes para predecir el éxito laboral. La evolución teórica y
metodológica, la propia naturaleza del fenómeno estudiado así como el
reconocimiento de la importancia del contexto donde se desarrolla la actividad
laboral deja paso a desarrollos teóricos que proporcionan nuevas perspectivas de los
fenómenos estudiados al tiempo que surgen nuevos objetos de estudio.
- La interacción social.
- La interpretación cultural del mismo.
- La construcción de símbolos que dan origen a creencias y a valores
compartidos.
Claes (1987) propone que en la interpretación social del trabajo resulta relevante
tener en cuenta los siguientes aspectos: 1) La inversión de tiempo y esfuerzo que
exige el trabajo, la fuente de satisfacción de necesidades de distinta índole que
supone y el cambio en las prácticas y políticas de empleo promovido por el avance
en el reconocimiento de los derecho civiles de los grupos minoritarios o en
desventaja social. 2) El significado social objetivo se conviene en el medio que
posibilita el que las sociedades mantengan la cultura. 3) En el contexto de las
sociedades industrializadas el trabajo se conviene en regulador de los bienes
económicos y de las oportunidades sociales de los miembros que la componen. Por
otro lado, Peiró, Neto y Roe (1996) destacan el papel que desempeñan los distintos
procesos de socialización laboral en el significado subjetivo y psicológico del trabajo.
El significado diferencial que los distintos individuos internalicen propiciara y ayudará
a fijar las distintas identidades sociales de los miembros que componen la sociedad.
La perspectiva psicosocial del trabajo no sólo resulta una adecuada y más correcta
aproximación al estudio del comportamiento laboral. La adopción de dicha
perspectiva resulta de gran relevancia también para las intervenciones que se
pueden realizar en organizaciones reales. Las intervenciones realizadas bajo el
calificativo de psicosocial no se quedan. a la luz de los argumentos expuestos, en
intervenciones en el nivel individual de las organizaciones. Efectivamente si se
quieren promover cambios en el trabajo, y que esos cambios sean efectivos, el
psicólogo o interventor social tendrá que modificar en muchas ocasiones elementos
de cualquiera de los niveles organizacionales —que afectarán en muchas ocasiones
a elementos estructurales de la organización—. Sin ánimo de reflejar toda la
casuística, las intervenciones también tenderán en ocasiones a modificar las
interacciones que se producen entre los distintos niveles organizacionales o entre los
componentes o elementos de dichos niveles. Por otro lado, el hecho psicosocial
afecta a diversos aspectos que tienen que ver con el necesario apanado interventivo.
Montalbán (1979) recoge algunas de las implicaciones que se derivan de la
intervención psicosocial en el ámbito laboral: cuestiones éticas, rol profesional.
participación del cliente, perfil profesional, etc.
Para sintetizar nuestra revisión sobre el marco futuro del trabajo desde nuestro
enfoque propiamente psicosocial, nos hemos basado en las aportaciones de Finkel
(1994), Peiró, Neto y Roe (1996), Gerrit, Munnichs y Van der Heijden (1998) y
Hernández (1999).
En ese sentido lo primero sobre lo que tenemos que reflexionar es si serán capaces
las sociedades modernas de ajustar la relación existente entre la demanda de
puestos de trabajo que exigen las personas y la oferta en términos de puestos de
trabajo que proporcionan las estructuras socioeconómicas. Lo cual nos conduce
inexorablemente al debate sobre el pleno empleo. Teóricamente los gobiernos de
todos los países deben desarrollar políticas que consigan el ideal de un puesto de
trabajo para toda persona que lo demande. Sin embargo, este objetivo se encuentra
muy lejos de ser conseguido en la inmensa mayoría de los países del mundo, y lo
que es más grave, la lacra del desempleo empieza a tener un carácter estructural
incluso en los países más avanzados. Por ejemplo, en España los porcentajes de
paro han venido siendo particularmente elevados y negativos desde los años setenta
y aun cuando los datos de los últimos meses son algo más halagüeños (no sabemos
si ello obedece a una situación coyuntural, o si las tendencias son más firmes), los
niveles de desempleo son casi el doble de los de la media del resto de países de la
Unión Europea. Lógicamente las implicaciones psicosociales del paro son netamente
negativas. El desempleo impide la integración social y el bienestar psicológico de las
personas y se está cebando particularmente en los jóvenes, las mujeres y las
personas que llevan mucho tiempo sin conseguir un trabajo.
Resulta interesante constatar cómo al tiempo que se dan estas estrategias que
muestran una tendencia hacia la reducción de empleo y quizá hacia la
precarización en muchos casos del mismo, se observa cómo entre los
empleados a tiempo completo se está apreciando en los últimos años un sensible
incremento en la jornada laboral. Así parece que el mercado laboral se configurase
de modo que mientras algunos apenas encuentran trabajo, otros trabajan en exceso.
Pero el problema fundamental es la escasa movilidad desde un estrato a otro, de
modo que esta situación dual se puede convertir en una grave amenaza para el
bienestar psicológico y social de una parte importante de la población al dificultar la
integración social y la participación en la sociedad.
Otra anomalía que puede detectarse en el futuro más cercano del trabajo es la que
surge de la discrepancia entre la demanda que una población laboral cada vez mejor
preparada en relación a los puestos de responsabilidad en las organizaciones que
permitan un crecimiento personal y profesional, y la tendencia de estas últimas a
reducir su tamaño y el número de niveles jerárquicos haciendo imposible satisfacer
las necesidades de la población activa. En cuanto al propio contenido del trabajo
parece claro que cada vez más las tareas rutinarias, peligrosas o repetitivas están
siendo asumidas por sistemas expertos u ordenadores, de manera que personas
puedan pasar a desempeñar tareas más amplias y de mayor responsabilidad. Se
atisba un incremento del desarrollo de trabajos en grupos autónomos y autoorga-
nizados. Además, las nuevas tecnologías de la información están permitiendo el
trabajo en grupo a través de las redes, con consecuencias psicosociales que apenas
hemos esbozado (Peiró, Prieto y Zorzona, 1993). Parece que la tendencia hacia la
integración de tareas es acogida favorablemente por los trabajadores, pero las
fuertes demandas de velocidad y precisión ejercen una presión sobre las personas
que pueden muy bien producir efectos desfavorables.
Lecturas recomendadas
ANDERSON, S. y RODIN, J. (1989). «Is bad news always bad? Cue and Feedback
effects on intrinsíc motivation». Journal of Applied Socil Psychologv, 19, 6, 449-467.
FINKEL, L. (1994). «El futuro del mundo del trabajo». En L. Finkel (ed.). La
organización social del trabajo. Madrid: Pirámide.
HELL.ER, E. (1991). «Reassessing the work ethic: A new look at work and other
activities». European Work and Organizational Psychologist, 1(25), 147-160.
HERNÁNDEZ., A. (1999). «El Plan de Empleo como política de desarrollo del capital
humana». Papeles del Psicólogo, 72,48+56.
LIKERT, R. (1985). Nuevas formas para solucionar conflictos. México DE: Trillas.
MOOS, R. H. (1981). Work Environment Scale, Manual. Palo Alta, CA.: Consulting
Psycholosts Press.
SALANOVA, M.; PEIRÓ, J. M. PRIETO, J.M. (1993). «El significado del trabajo: una
revisión de la literatura». En J. M. Peiró y otros (dirs.). Los jóvenes ante el primer
empleo: el significado del trabajo y su medida. Valencia: Nau Llibres.