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LLO-LLEO / TEJAS VERDES / SANTO DOMINGO


L L O-L L E O / T E J A S V E R D E S / S A N T O D O M I N G O

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SAN ANTONIO

Llo-lleo

Tejas Verdes

Santo Domingo

ISBN: 978-956-9130-10-6

Propiedad Intelectual: 247381

Investigadores: Fernando Imas Brügmann y Mario Rojas Torrejón

Fotografía Histórica y Documentación: Estudio Brügmann

Dirección de Arte: Alejandra Lührs

Impresión: Andros Impresores


L L O-L L E O / T E J A S V E R D E S / S A N T O D O M I N G O
Agradecimientos:

Guillermina Neiman, Eugenia Velasco, Elizabeth Nelson, Hannerose Weiss, Luis Eduardo Salazar, Hilda

Galleguillos, María Cecilia Gutiérrez, Patricia González y a José Luis Brito del Museo de Ciencias Naturales y

Arqueología de San Antonio.

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F undación Procultura tiene como misión rescatar la memoria, conforme ella,
colabore con el empoderamiento de la identidad local. Creemos que el patrimonio
cultural es una herramienta poderosa y llena de sentido.

El libro que hoy publicamos junto a la empresa Odfjell Terminals-Terquim, “San Antonio,
Llo-lleo, Tejas Verdes y Santo Domingo”, es un testimonio gráfico de la historia de una
localidad que nace del auge del Puerto de San Antonio, y que generando desarrollo a
su alrededor, aparecen entonces pueblos y balnearios que hoy, ya dan cuenta de una
larga historia.

El trabajo de recuperación de la memoria para ponerla a disposición de toda la


comunidad local nos llena de orgullo.

Esperamos que esta publicación sorprenda y emocione tanto como nuestra esperanza
de fortalecer la identidad.

〈 Vista aérea del terminal


marítimo de Odjfell- Terquim
construidos sobre terrenos
ganados al mar, toda una
proeza de la ingeniería en
Sudamérica. 1990 app. Colec-
ción Odjfell.

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UN SIGLO EN EL MAR

C ien años se han cumplido desde que el barco AS DS Birk saliera del puerto de
Bergen, en las frías aguas noruegas. Había sido registrado en noviembre de 1914, y per-
tenecía a los hermanos Fredrik y Abraham Odfjell, quienes intentando continuar la vida
en altamar de su padre –un oficial de vapores-, deciden fundar una compañía familiar,
que con los años se ha transformado en una de las empresas de transporte naviero de
sustancias químicas y de almacenaje portuario, más importantes del mundo.

Los inicios son alentadores, la confianza que generan los Odfjell en las compañías de
Bergen, permite obtener los ingresos para expandir la flota de barcos. Sin embargo,
la Primera Guerra Mundial hará decaer el transporte marítimo, tornándolo además
en una labor en extremo peligrosa, debido a las incursiones de buques de guerra y
submarinos por todo el norte de Europa. Durante el transcurso de las hostilidades, Od-
jfell pierde seis buques, incluido el pionero Birk que es torpedeado por un submarino
alemán; y el SS Storli, que se hunde en el Atlántico norte en octubre de 1917.

Sin desanimarse, la compañía, adquiere nuevos barcos, y a medida que la tecnología


avanza en el mercado marítimo durante la década de 1920, la flota Odfjell se transforma
en una de las primeras en iniciar la conversión del vapor a motores de propulsión diesel.
Tenían sus barcos también, la particularidad de ofrecer un sistema de refrigeración para
la carga de frutas, e incorporar además camarotes para el transporte de pasajeros.

〈 Descarga de barriles en
el Puerto de San Antonio. c.
1920. Colección Museo de
San Antonio.

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La crisis de 1929 hará tambalear la economía mundial, pero gracias a su inversión
en tecnología, Odfjell logrará mantenerse en el mercado. No obstante, la Segunda
Guerra Mundial golpeará duramente a la compañía, que ve dividida su flota de bar-
cos cuando el Ejército Alemán ocupa Noruega: una parte de ella pasa a servir para
el transporte de provisiones en los territorios ocupados por Hitler; y la otra mitad,
es controlada por la Nortraship, una compañía naviera creada en Londres con el fin
de administrar la enorme cantidad de barcos noruegos mercantes fuera del espacio
dominado por Alemania, y que tuvo un rol importante por su apoyo a los aliados. Más
de 300 noruegos morirán durante este periodo, y la flota de Odfjell sufrirá la pérdida
de la mayoría de sus barcos.

Tras la guerra, la compañía emprende nuevos desafíos y lentamente se va recupe-


rando, centrando sus esfuerzos en la compra de buques pequeños que permitan
el rápido transporte de carga. Los nuevos tiempos traen consigo mejoras laborales
> Construcción de las insta-
laciones del primer terminal para los marinos, que la empresa añade rápidamente en sus estatutos; y son pione-
marítimo de Odjfell en la costa ros en aceptar mujeres en los barcos, que trabajan como operadoras de radio.
del Pacífico Sur, hoy Terquim
San Antonio. 1973.
La economía de los años 50 permitirá la llegada de la empresa a nuevos mercados,
Colección Odjfell.
la apertura del Canal De Suez y la relevancia que adquieren los mercados asiáti-
cos, permitirá la expansión de los negocios y la mejora tecnológica de sus barcos.
Siempre a la vanguardia, en 1960 encargan la construcción de uno de los primeros
tanqueros de acero inoxidable, diseñado especialmente para el delicado transporte
de ácidos y cargas de alta peligrosidad.

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En 1969, la compañía marca un hito en la logística portuaria al inaugurar el Primer
Terminal de Tanques en Buenos Aires, iniciando una ambiciosa apuesta por los mer-
cados latinoamericanos. Es Dan Odfjell, quien emprende viaje a tierras chilenas, ena-
morándose rápidamente de las bondades que ofrecía este cálido y verde país al fin
del mundo. Tras adquirir un campo en el valle del Maipo, decide en los difíciles años de
1973 y 1974, iniciar Terquim, terminal portuario que debió construirse sobre terrenos
ganados al mar, en el antiguo Puerto de San Antonio, ubicado a sólo 100 kilómetros de
Santiago, la capital chilena. La presencia del terminal permitió una mejora considera-
ble en las economías locales, la apertura del comercio, la aparición de nuevas fuentes
laborales, y por sobretodo logró posicionar a San Antonio como el mayor terminal
marítimo público del Pacífico Sudamericano, siendo una pieza esencial en el comple-
jo sistema de transporte de líquidos y químicos dentro de nuestro país.

Actualmente la familia Odfjell lleva casi 40 años en la industria nacional, y no se cansa


de emprender nuevos desafíos en ésta que consideran su segunda patria. A inicios
de la década de 1990 crearon Odfjell Vineyards, empresa pionera en la fabricación de
vinos de manera sustentable, que cuenta con una de las primeras bodegas gravitacio-
nales erigidas en sudamérica, diseñada por Laurence Odfjell.

También son los responsables de mantener el legado patrimonial de una especie casi
prehistórica, el famoso caballo de los fiordos de Noruega, que fue traído a Chile para
contribuir activamente en la sustentabilidad de la viña, y con los años han adquirido un
papel preponderante en las sesiones de hipoterapia, destinada a niños con discapacidad.

Hoy, a 100 años de su creación en la lejana Noruega, Odfjell Terminals – TERQUIM S.A.
sigue sintiendo la necesidad de emprender nuevos e innovadores desafíos, y decide > Vista de Terquim San
entregar a todos los chilenos su contribución a la conservación del patrimonio local, Antonio, terminal marítimo
especializado en la recepción,
rescatando la memoria e identidad de los habitantes de la desembocadura del Río
almacenaje y manejo de
Maipo, a través de valiosas fotografías y entrañables relatos, que conforman un mágico cargas líquidas a granel. 1990
recorrido visual por el desarrollo del puerto de San Antonio y sus alrededores… app. Colección Odjfell.

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SAN ANTONIO
PUERTO DEL PACÍFICO SUR

〈 El puerto de San Antonio,


ubicado a sólo 100 kilómetros
de Santiago, se transformó du-
rante el siglo XX en uno de los
más importantes de Sudaméri-
ca. c. 1910 Colección Centro de
Patrimonio Fotográfico.

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D esde los faldeos del volcán Maipo inician su periplo las aguas de un extenso
afluente que atraviesa la zona central de Chile hasta desembocar en el océano Pacífi-
co, dejando tras de sí una milenaria historia de vida, abundancia y riqueza.

Fueron las culturas Bato y Llo Lleo quienes coexistieron en las fértiles llanuras genera-
das por el río Maipo, desarrollando entre los años 100 y 900 d.c., una cultura compleja
de la que hoy sólo conocemos muy pocos aspectos. Esto se debe en parte a la irrup-
ción de la cultura Aconcagua, quienes expanden su dominio desde el norte, y traen
consigo todas las técnicas de agricultura de la refinada cultura diaguita, dedicándose al
cultivo de maíz, papa, porotos y quínoa; la ganadería, la pesca y la explotación de minas
de cobre.

Éste último factor parece haber llamado la atención de los incas, quienes hacia 1470
inician la expansión de su territorio, liderados por el soberano Túpac Yupanqui. La lle-
gada de los incas traerá la adopción de nuevas tecnologías, costumbres y formas de
organización, que se basarán ahora en un complejo sistema social que rinde tributo a
los soberanos del Tahuantinsuyo. Mientras algunos caciques deciden adherirse pacífi-
camente ante el poderío inca, una no menor población picunche enfrenta a los foras-
teros, impidiendo durante años su penetración al sur del Maipo.

> Una carreta circula por los


alrededores del cerro Bellavis-
ta, sobre el incipiente poblado
de San Antonio que cuenta
con apenas unos pocos
edificios de importancia, entre
ellos la Iglesia de San Antonio,
al centro de la imagen. c. 1905.
Colección Museo Histórico
Nacional.

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〈 Las numerosas grúas que
apoyaban los trabajos en el
puerto fueron encargadas a la
empresa Galtier en Francia, y
comenzaron a llegar en 1915,
cuando las costas del Pací-
fico Sur concentraban parte
importante de la actividad
marítima en Sudamérica. c.
1920. Colección Centro de
Patrimonio Fotográfico.

Cuando los españoles comienzan su invasión, es el poderoso cacique Huenchún quien


domina los fértiles valles costeros del Maipo. Sus intentos por repeler a los europeos
resultan infructuosos, y el territorio indígena es finalmente absorbido por las huestes
del rey Español, quien aproximadamente en 1590 le otorga una encomienda en la zona
al portugués Antonio Nuñez de Fonseca, como agradecimiento por explorar y contro-
lar estos suelos.

Este personaje construirá dos precarios establecimientos marítimos: uno de mayores


dimensiones ubicado al sur, del cerro Panul denominado Puerto Viejo, que más tarde
sería conocido como San Antonio de las Bodegas, cuyas edificaciones fueron bauti-
zadas con ese nombre en honor al patrono de Portugal, San Antonio de Padua; y otro
ubicado al norte, denominado Puerto Nuevo, en una pequeña rada rocosa protegida
de los vientos conocida hoy como Cartagena, donde se asentaron los pescadores y se
construyeron grandes bodegas para albergar los productos que eran destinados al vi-
rreinato del Perú.

Los descendientes de Núñez mantendrán la propiedad, debiendo soportar el terremo-


to de 1647, que destruyó el pequeño poblado siendo arrasado por un voraz tsunami. A
fines del siglo XVII la encomienda pasa a manos de Juan de Gallardo y Lisperguer, cuyo
nombre dará origen a la localidad de Lo Gallardo.

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Las costas fueron rápidamente pobladas por pescadores de origen indígena y euro-
peos, que comercializaban sus productos en los alrededores, formando un villorrio de
unas pocas casas. La importancia del incipiente puerto fue creciendo a medida que el
siglo XVIII avanzaba, al pescado se sumaron productos agrícolas que eran transpor-
tados hacia otras localidades, como Valparaíso y Coquimbo. El desarrollo del poblado
llamó la atención en 1790 del gobernador Ambrosio O’Higgins, quien en el marco de su
política fundacional decide visitar la localidad, y sorprendido por sus cualidades, la de-
clara oficialmente como una villa. Reconoce además por decreto real, que San Antonio
es un puerto internador y exportador del Reyno de Chile; siendo utilizado principal-
mente para el transporte de grano. El censo de 1797 declara que el incipiente villorrio
contaba con apenas 726 habitantes.

La época Independentista a inicios del siglo XIX, hace tambalear el tranquilo desarrollo
del puerto. La poderosa escuadra del Virrey del Perú mantenía un bloqueo efectivo en
los puertos chilenos, siendo Valparaíso el más afectado; sin embargo, O’Higgins com-
prende la importancia de crear una fuerza naval, logrando capturar navíos y reclutar
el personal adecuado para hacer frente a las incursiones enemigas. Durante el pe-
ríodo de la Reconquista, el Virrey intenta infructuosamente hacer un desembarco de
sus tropas en el puerto de San Antonio, siendo repelidos por la organizada escuadra y
tropas del pequeño poblado. La victoria de Chacabuco en 1817, iniciará una nueva eta-
pa en la historia del Chile independiente, proceso que permitirá, entre otras cosas, la
apertura de nuestro país al mundo a través de sus numerosos puertos, y San Antonio
no es la excepción.

> Las primeras grúas llegadas


al puerto colaboraron en la
construcción del molo y el en-
rocado, moviéndose a través de
rieles, accionados por un motor
autónomo. c. 1932 Colección
Archivo Fotográfico Brügmann.

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〈 El activo puerto de San
Antonio recibía diariamente
grandes barcos llegados del
extranjero, que preferían las
comodidades de este puerto
por sobre otros del pacífico
Sur. c. 1932. Colección Archivo
Fotográfico Brügmann.

El puerto de San Antonio se convirtió en un importante enclave del Pacífico sur, pues
era el encargado del transporte de los productos agrícolas del fértil valle del Maipo y
sus alrededores, que eran vendidos en casi todo nuestro país. Parece ser eso sí, que los
conflictos bélicos son una tónica en el proceso del Chile republicano, y a las guerras in-
dependentistas, se suma un nuevo conflicto en contra la Confederación Peruano-Bo-
liviana, que causa el bombardeo del puerto de San Antonio en 1837, y el desembarco
de tropas enemigas en ese mismo lugar. El rápido actuar chileno traslada las escara-
muzas a Yungay, una localidad del norte de Perú, que finaliza en el triunfo del ejército
chileno, y en el término de esta fatídica guerra.

La década de 1840 trae consigo prosperidad para San Antonio, se crea la primera es-
cuela dirigida por el profesor Narciso Molina; y sus puertos –el nuevo y el viejo- son
ocupados para el transporte de grano, harinas y frutas producidas en los valles, siendo
cargados a barcos que zarpan directamente hacia el extranjero, y otros que conectan
con otros puertos de importancia en el territorio nacional.

Durante la presidencia de Manuel Bulnes, se decreta por ley que el puerto de San Anto-
nio sea considerado una ciudad, esto ocurre en 14 de enero de 1850. Dos años más tarde,
se crea el primer cementerio en el sector denominado Huallipen, y se funda la parroquia
Nuestra Señora de la Luz, siendo sus sacerdotes Luis Orrego, Gregorio Machuca, Pedro
Riquelme, Jerónimo Santiago, Francisco Bustamante y Pascual Real, quienes además
de su rol religioso, participan activamente en la consolidación de la ciudad.

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> El “Salón Victor”, en la
avenida Centenario 26, era
propiedad de Ramón Sárdez y
ofrecía artículos para caballe-
ros y perfumería fina; además
de un completo surtido de
plumas, máquinas de escribir
y las modernas victrolas
Victor. 1931. Colección Archivo
Fotográfico Brügmann.

︿ La calle principal de San Antonio, la Avenida Centenario, concen-


tró las actividades comerciales del puerto. En sus aceras se encon-
traban las boticas más importantes, las casas de moda y novedades,
sastrerías y la paquetería La Marítima, que puede ser apreciada en la
imagen. 1931. Colección Archivo Fotográfico Brügmann.

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En esa época, el denominado viejo puerto cae en un temporal desuso, por “su fondo
excesivamente movedizo, que en corto tiempo arranca las anclas de los buques, la
mayor cantidad de agua que hai en su fondadero… i su reducida capacidad, que sólo
permite surgir cómodamente de 3 a 4 buques”1. La mayor parte de los movimientos
marítimos se realizan en el Puerto Nuevo (Cartagena), que es el favorito de los capita-
nes de navíos, por contar con “un buen fondadero, con estensión para 10 o 12 buques
situados con holgura i perfectamente abrigados de los vientos del sur: un fondo exce-
lente de fango i arena en que agarran bien las anclas i cuya profundidad mide desde
cinco hasta diez brazas2”.

El Comandante General de la Marina, don Julián Riesco Droguett, deja constancia en


1854 de la relevancia que ha adquirido el puerto de San Antonio en el transporte ma-
rítimo nacional, por sobre Valparaíso. Expone que tan sólo “15 buques, con un total de
3.570 toneladas entre los que figuran diez nacionales i cinco extranjeros, han llegado
a este puerto [Valparaíso], procedente de San Antonio, en todo el año próximo pasa-
do; i durante el mismo período han salido de éste para aquel 44 buques, con 12.194
toneladas, siendo la mitad extranjeros i la otra mitad nacionales. La diferencia que se
nota entre las espresadas entradas i salidas consiste, en que la mayor parte de las
embarcaciones que van de este puerto [Valparaíso] a cargar a San Antonio, se dirigen
en seguida al extranjero u a otros puertos de la República, por consiguiente no vuelven
a entrar a Valparaíso”. 2

> Un tranquilo día en el puer-


to de San Antonio, con peque-
ños botes y embarcaciones
menores. En la costanera, se
han dispuesto sencillos “chi-
ringuitos”, pequeños negocios
1- En: Memoria que el ministro de estado en el departamento de Marina presenta al Congreso Nacional de 1854. de comida junto al mar. c.
Marina de Chile. Imprenta de Julio Belin y ca. Santiago de Chile, 1854. Pág.48
1940. Fotografía Enrique Mora.
2- En: Memoria que el ministro de estado en el departamento de Marina presenta al Congreso Nacional de 1854. Colección Centro de Patrimo-
Marina de Chile. Imprenta de Julio Belin y ca. Santiago de Chile, 1854. Pág.49 nio Fotográfico.

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El apacible aspecto de la plaza de San Antonio en la década de
1940, con sus árboles y pileta central. A la derecha la avenida
Ramón Barros Luco que conduce a Llolleo, y al fondo la subida
21 de Mayo, con sus preciados chalets y el moderno Hotel Jockey
Club, hoy demolido. c. 1940 . Fotografía Enrique Mora. Colección
Ilonka Csillag.

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﹀ En la plaza, junto a la
avenida Barros Luco, se
concentraban las góndolas
que trasladaban a los vecinos
a las distintas localidades de
San Antonio, como Barrancas,
Cartagena o Llolleo. c. 1940.
Fotografía Enrique Mora.
Colección Ilonka Csillag.

︿ En la plaza de la ciudad se congregaban a diario los habitantes


para realizar trámites, algunas compras o simplemente descan-
sar bajo la sombra de los árboles. Muy popular era el depósito de
vinos de la Viña Santa Rita, propiedad de Juan Pinto, y una com-
pra-venta de revistas usadas, donde las jovencitas compraban
el último número de las novelas de la famosa escritora española,
María del Socorro Tellado, conocida mundialmente como Corín
Tellado. c. 1940. Fotografía Enrique Mora. Colección Ilonka Csillag.

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﹀ San Antonio experimentó un notable crecimiento, a la
expansión urbana en las áreas céntricas se sumó la construcción
de llamativos chalets en los cerros, que fueron configurando los
barrios que hasta hoy forman parte de la ciudad. c. 1940. Fotogra-
fía Enrique Mora. Colección Ilonka Csillag.

︿ Una góndola circula por la


avenida Centenario esquina
Laura Barros, que se pier-
de hacia el poniente entre
sencillos edificios de uno o dos
niveles. c. 1940. Fotografía En-
rique Mora. Colección Centro
de Patrimonio Fotográfico.

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> Las grandes grúas del
puerto junto con los trabaja-
dores, descargan el carbón
que transporta el barco
Bocamaule, de la Compañía
Sudamericana de Vapores,
uno de los principales navíos
que transportaba este mineral
desde las minas del sur de
Chile. c. 1945. Fotografía Enri-
que Mora. Colección Centro de
Patrimonio Fotográfico.

El éxito comercial y el reconocimiento del puerto a nivel nacional llega de la mano de


otro conflicto bélico; esta vez es la guerra contra España (1865-1866), cuyo bloqueo a
Valparaíso y posterior bombardeo, obliga al gobierno chileno a habilitar a la ciudad de
San Antonio como Puerto Mayor, con el fin de mantener constante el flujo comercial
del Pacífico sur.

Los años venideros serán de gran prosperidad, en 1873 se funda la Sociedad de Bode-
gas del Puerto de San Antonio, quienes además solicitan la construcción de un nuevo
muelle. A esto se suma la aparición en 1880 de los carros de sangre, un sistema de
tranvía a tracción animal que circuló por las calles centrales de la ciudad, siendo el se-
gundo puerto de Chile –después de Valparaíso- en contar con éste sistema de trans-
porte. En 1891 el Ministro del Interior José Manuel Yrarrázaval redacta la reforma de la
“Comuna autónoma”, un decreto que daba autonomía administrativa, poder electoral y
mayores facultades a las comunas del país, y permitió la creación de la comuna de San
Antonio, con apenas 750 habitantes. No es sin embargo, hasta el 6 de mayo de 1894,
que se celebró la primera sesión municipal, siendo elegido como Alcalde don José
Plaza Poblete, un conocido agricultor de la zona, dueño de diversas propiedades, entre
ellas una barraca, un astillero y la antigua Botica del Indio; además de ser el fundador
del diario Los Tiempos.

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〈 La avenida Barros Luco
concentró todo tipo de
transporte durante el siglo XX;
por un lado las viejas carretas
tiradas por caballos esperan
a sus ocupantes frente a la
Estación de Trenes de San
Antonio, mientras un joven
deja su bicicleta estacionada
y ve como circulan diversas
góndolas, que deben cargar
combustible en los modernos
surtidores de “Esso”. c. 1945.
Fotografía Enrique Mora. Co- El siglo XX traerá consigo nuevos adelantos que benefician la conectividad del puerto.
lección Centro de Patrimonio Entre estos está la construcción de las líneas de ferrocarril que unirán Santiago con
Fotográfico.
San Antonio, a través de la ciudad de Melipilla. Se construyen dos puentes y cinco tú-
neles, inaugurándose las obras en 1909, a cargo de Emilio Recart. La aparición del tren
ayuda a mejorar la calidad de vida de los habitantes, y mejorar su conectividad; pero
también plantea la urgente necesidad de modernizar el sencillo aparato portuario, el
que había sufrido terribles daños a raíz del fuerte terremoto que había sacudido la
región de Valparaíso en 1906.

Se decide entonces iniciar las mejoras del puerto viejo para convertirlo en un terminal
marítimo moderno y de primer nivel. Durante la presidencia de Pedro Montt, se envía
al congreso el decreto ley para autorizar la construcción del Puerto de San Antonio,
adjudicándose los trabajos la empresa francesa de Augusto Galtier por la suma de
$9.759.000 oro. Los estudios quedan a cargo de los ingenieros Eduardo Reyes Cot
y el holandés Gerardo Van Broekman, quienes iniciaron los rellenos y la construcción
de un ferrocarril destinado a extraer rocas de las canteras en el camino a Cartagena.
Siendo Presidente Ramón Barros Luco, el 5 de mayo de 1912, se colocó la primera pie-
dra, dando inicio a la construcción del puerto. Las primeras grúas comenzaron a llegar
desde Francia, y una de ellas, la número 82, se convirtió en un icono representativo de
la ciudad, siendo declarada Monumento Histórico Nacional.

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﹀ La subida 21 de Mayo
con sus pintorescos chalets
y el edificio del Hotel Jockey
Club, desde un barco que se
adentra en la bahía. c. 1940.
Fotografía Enrique Mora. Co-
lección Centro de Patrimonio
Fotográfico.

︿ Eran numerosas las personas que diariamente circulaban por


la Estación de Trenes de San Antonio, que conectaba al puerto
con las localidades cercanas y la ciudad de Santiago. Desafortu-
nadamente el término del ferrocarril en la zona dejó al edificio en
el más completo abandono, siendo demolido algunos años más
tarde. c. 1930. Colección Museo Histórico Nacional.

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〈 En la Estación de San
Antonio se reunían los amigos
para emprender divertidos
paseos, o simplemente
conversar un rato, envueltos
en el fascinante sonido del
ferrocarril. Colección Archivo
Fotográfico Brügmann.

︿ Disfrutando de un día de playa de Barrancas, Anita Kuñis,


Marcos Neiman y su hija Guillermina. 1949. Colección Archivo
Fotográfico Brügmann.

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〈 Cuatro amigos posan
sobre un precario segmento
del muelle del puerto de San ﹀ El extraordinario Paseo Bellamar, actual Costanera de San
Antonio, al fondo se aprecia Antonio, fue el punto de reunión de la sociedad del puerto a prin-
la subida Veintiuno de Mayo. cipios del siglo XX, atraídos por sus zonas de descanso, jardines
1933. Colección Biblioteca y miradores, desde donde se podía observar el ir y venir de los
Nacional de Chile. numerosos barcos. c. 1930. Colección Museo Histórico Nacional.

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No sólo el puerto tuvo un puntapié inicial en esa época, también vieron la luz algunos
equipos deportivos. Es así como nace el Atlético San Antonio, liderado por José Ma-
nuel Urzúa. A éste club le siguieron otros, como San Luis de Barrancas, Norteamérica
de Placilla, Gallardo en la localidad de Lo Gallardo, Río Maipo en Tejas Verdes, Huracán
en Llo Lleo y Cartagena Atlético en el vecino balneario. Estos clubes dan inicio a una
tradición deportiva en San Antonio, que experimentó grandes triunfos y se extendió a
otras disciplinas, llenando de orgullo a los habitantes de la ciudad.

En 1918 fueron terminadas las obras de abrigo del puerto por la empresa Galtier, y en
1922 durante la presidencia de Arturo Alessandri Palma, se autorizan los recursos para
la terminación del puerto y sus instalaciones, quedando finalizadas las obras de los
terminales Molo Sur y Espigón; posteriormente se entregó Puerto Panul, convirtién-
dose San Antonio en uno de los terminales portuarios más modernos de América en
esa época.

〈 La zona del puerto era un


atractivo lugar donde pasear y
conocer un poco más de cerca
cómo funcionaba el transporte
marítimo nacional. En la ima-
gen, un grupo de personas posa
junto a uno de los rieles que
ayudaban a mover las grandes
grúas, teniendo como fondo un
enorme navío.1930. Colección
Museo Histórico Nacional.

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> El traslado de rocas en trenes
de trocha angosta desde la can-
tera en Pelancura hasta los sitios
de relleno de los molos durante
la construcción del puerto de
San Antonio. c. 1915 . Colección
Museo de San Antonio.

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> La casa del Administrador
del puerto de San Antonio,
que sirvió desde 1929 como
Aduana, aun se conserva en
la subida Veintiuno de Mayo.
1931. Colección Archivo Foto-
gráfico Brügmann.

〈 El vapor Wido, espera el


inicio de las labores de descar-
ga junto a las grúas del molo
sur. 1931. Colección Archivo
Fotográfico Brügmann.

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﹀ El sector de Barrancas
era un gran centro residencial
de San Antonio, por el que
pasaba la línea férrea que
conectaba la costa central
con Santiago. En la imagen,
dos hombres posan sobre las
vías del tren, muy cerca de la
estación de Barrancas, hoy
desaparecida. 1930. Colección
Biblioteca Nacional de Chile.

︿ Las grúas del puerto formaban parte del paisaje de San An-
tonio, transformándose en un infaltable de los paseos y las aven-
turas de los más jóvenes, que no dudaban en subir a ellas para
fotografiarse, a pesar del peligro. Hoy, la Grúa 82, es Monumento
Histórico Nacional. 1930. Colección Biblioteca Nacional de Chile.

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〈 En la Av. Centenario se
conservan hasta hoy los
escaños de madera que todas
las tardes ocupaban los habi-
tantes y veraneantes de San
Antonio, para hacer un alto en ︿ El puerto de San Antonio recibió a numerosos inmigrantes
las actividades diarias. 1942. que escapaban del horror europeo de la Primera Guerra Mun-
Colección Archivo Fotográfico dial; fue así como la familia Grimberg Terembach llegó a vivir a
Brügmann. Barrancas. 1928. Colección Archivo Fotográfico Brügmann.

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“Puerto San Antonio. Está situado al norte de la desembocadura del río Maipo, bajo el
abrigo de un cerro puntiagudo llamado el Centinela, en cuya cima se ha construido una
baliza. La población es de unos 5,000 habitantes, contándose entre ellos la población
de las obras del puerto. Existe oficina del Telégrafo del Estado y del Telégrafo Comer-
cial. Desde San Antonio arranca una línea férrea, que sirve al movimiento comercial
de la provincia de Santiago, llegando el ferrocarril a Melipilla, distante 49 kilómetros, y
unido a la red central. Se exporta por el puerto de San Antonio trigo, lana y cebada, lo
que se hace, principalmente, por buques sin itinerario fijo…”3

Gracias al cada vez más creciente flujo marítimo, la localidad comenzó una creciente
expansión urbana. El centro y las inmediaciones del puerto que fueron por años zo-
nas residenciales, comienzan a mutar en activos polos comerciales, siendo la avenida
Centenario, el lugar ideal para realizar las compras y los trámites diarios, colmada de
sastrerías, restaurantes, tiendas de novedades, librerías y bazares. La gente se traslada
a sectores como Barrancas -que alberga la mayoría de la población-, y el incipiente
balneario de Llolleo se transforma en el sitio predilecto de la clase más acomodada que
fija ahí su residencia permanente. El lugar será también elegido por cientos de perso-
nas de Santiago para pasar sus vacaciones durante los calurosos meses de verano.

La década de 1930 será bastante difícil para el puerto de San Antonio, la crisis mundial
repercutirá en todas las industrias de la zona, las exportaciones bajan abismantemen-
︿ La bahía del puerto de San te y un ambiente de austeridad se perpetúa en las calles de la ciudad. El movimiento
Antonio, desde la pequeña portuario es menor, pero se mantiene constante, sobretodo después de que las minas
Playa San Pedro. Al fondo se
aprecia el edificio del Hotel
de cobre de San Vicente de Naltagua y El Teniente, comienzan a posicionarse como las
Jockey Club y la Estación de mayores productoras de América del Sur, implementando un sistema de líneas férreas
Trenes. c. 1940. Fotografía que trasladaba directamente hacia San Antonio o Valparaíso, sus productos para ser
Enrique Mora. Colección
exportados rápidamente.
Ilonka Csillag.

3- En: Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile. Volumen 32. Imprenta Nacional. Santiago de Chile.
1920. Pág. 154

54 55
﹀ El denominado “Puerteci-
to”, era un muelle de pasajeros
donde se tomaban pequeños
botes a remo, que recorrían > La librería San Antonio de G. Sardez de Dorna, en la Avenida
el puerto, entre los grandes Centenario 26, había sido fundada en 1917 y ofrecía novedades
barcos y buques de carga. c. literarias, revistas y artículos de escritorio. En los altos funcionaba
1940. Fotografía Enrique Mora. un concurrido Salón de Té, el preferido de los veraneantes. 1931.
Colección Ilonka Csillag. Colección Archivo Fotográfico Brügmann.

56 57
︿ > En Barrancas, frente a la Gobernación y la Intendencia, se
realizaban los desfiles anuales de fiestas patrias donde participa-
ban los Ingenieros Militares del Regimiento Tejas Verdes, y todos
los colegios de la ciudad. Ésta tradición se conserva hasta hoy. c.
1955. Colección Archivo Fotográfico Brügmann.

58 59
﹀ La caleta de pescadores de San Antonio con la escultura a
San Pedro, patrono de los pescadores, realizada en 1942 por el
escultor Domingo García-Huidobro, que también es el autor del
Cristo del Maipo en Llolleo. Al fondo una flotilla de buques caza-
dores de ballenas de la empresa Indus, que operaba en Quintay.
1957. Colección Museo de San Antonio.

︿ Las fiestas del carnaval de la avenida del


Centenario, tradición que aun se conserva
en San Antonio. c. 1935. Colección Museo de
San Antonio.

60 61
﹀ En el sector de Barrancas se encontraba el balneario de Mon-
temar, una popular playa donde acudían todos los habitantes de
San Antonio y sus alrededores. c. 1940. Fotografía Enrique Mora.
Colección Ilonka Csillag.

62 63
﹀ Vista del puerto chico de
San Antonio, destinado para
las embarcaciones menores
y los numerosos botes de
pescadores. c. 1945. Fotogra-
fía Enrique Mora. Colección
Ilonka Csillag.

〈 En San Antonio, este


intrépido hombre practica el
deporte del remo, entre los
enormes navíos que circu-
lan por el puerto. c. 1934.
Colección Biblioteca Nacional
de Chile.

64 65
︿ La plaza de San Antonio
cubierta de árboles, y rodeada de
edificios comerciales, entre ellos
la librería e imprenta Peters. O la
antigua tienda de Las Tomé, que ︿ Árboles y construcciones de la avenida Centenario, casi esquina
venden aun telas en el centro de Laura Barros en la zona céntrica de San Antonio. c. 1940. Fotogra-
la ciudad. A la derecha la subi- fía Enrique Mora. Colección Centro de Patrimonio Fotográfico.
da Veintiuno de Mayo. c. 1945.
Fotografía Enrique Mora. Colección
Ilonka Csillag.

66 67
﹀ En la plaza de San Anto-
nio, Jenny Zamorano Neiman
juega junto a unos amigos,
frente a una gran palmera, se-
llo distintivo de la ciudad. 1970.
Colección Archivo Fotográfico
Brügmann.

︿ Las hermanas Guillermina y Jeanette Neiman en su paseo


obligado de todas las tardes por la costanera de San Antonio. Al
fondo la subida 21 de mayo cubierta de grandes árboles. 1968.
Colección Archivo Fotográfico Brügmann.

68 69
El inicio de la Segunda Guerra Mundial traerá incertidumbre al puerto y a pesar de que
Chile se mantiene neutral, comienza a ver amenazado su flujo marítimo por la nu-
merosa incursión de submarinos y buques de guerra en territorio nacional. Un hecho
no menor es la presencia de capitales estadounidenses en las industrias mineras del
norte y centro del país, siendo El Teniente una de las más importantes.

En 1942 el vapor mercante chileno “Tolten” es hundido por un torpedo proveniente de


un submarino no identificado, muriendo los 27 marinos que iban a bordo. Las presio-
nes del gobierno estadounidense y la preocupación del estado chileno, lleva a crear un
sistema de protección de las costas, instalando baterías y bases fortificadas en pun-
tos estratégicos como Chañaral, la Isla de Juan Fernández, Tocopilla, Antofagasta y el
puerto de San Antonio.

El término de la Segunda Guerra Mundial, significó una paulatina normalización del


movimiento marítimo, y un auge en las exportaciones mineras y agrícolas, que be-
nefició directamente el comercio del puerto. La ciudad recupera su prosperidad, y
nuevos polos turísticos y residenciales comienzan a invadir los alrededores del puerto,
imbuidos en la novedad que representa el estilo de vida Estadounidense, que invade
la publicidad, las revistas, la música, el cine y la moda. Nacerán entonces dos nuevos
balnearios, ligados a este concepto de vida, mucho más conectado con la modernidad
y el confort: Tejas Verdes y Las Rocas de Santo Domingo.

Es durante la presidencia de Carlos Ibañez del Campo en 1958, que San Antonio ob-
tiene el estatus de Puerto Mayor. Dos años más tarde se crea la Empresa Portuaria
de Chile (Emporchi), que entre otras cosas, determinó que todos los puertos debían
quedar bajo su administración, explotación y conservación. > Desde los grandes tanques,
una vista del terminal maríti-
mo con sus grúas y un barco
en plenas operaciones, poco
tiempo después de su inaugu-
ración. 1974. Colección Odjfell.

70 71
En 1971 un terremoto afecta la zona central de Chile, destruyendo gran parte de la
ciudad y el antiguo Puente Lo Gallardo, importante conexión entre ésta localidad y el
puerto. Tres años más tarde, la empresa noruega Odjfell decide expandir su presencia
en Sudamérica, y al Terminal de Tanques en Buenos Aires, se suma la ambiciosa cons-
trucción de un enorme terminal portuario en San Antonio, levantado en terrenos que
debieron ganarse al mar.

El incremento de la infraestructura portuaria permite a San Antonio manejar el traslado


de diversos productos entre los numerosos puertos de Chile y el extranjero. Desafortu-
nadamente, el terremoto de 1985 deja inutilizable más de la mitad del puerto, y causa
estragos en la ciudad, que ve como parte importante de su historia se hace escombros.

La reconstrucción pudo ser llevada a cabo entre 1992 y 1997, teniendo vital participa-
ción el capital extranjero que permitió mejorar y modernizar las instalaciones. “Desde
1995 San Antonio ha liderado el movimiento de carga en el país. El año 2003 registró
9,7 millones de toneladas y movilizó 524.380 TEU… esta gran capacidad de transporte
convierte al Sistema Portuario San Antonio en el principal operador de la Costa Oeste
de Sudamérica”.4

San Antonio cuenta actualmente con 87.772 habitantes, y numerosos sitios de interés
como la Virgen del Cerro Centinela, la estatua a San Pedro ubicada en la caleta de
Pescadores “Pintor Pacheco Altamirano”, bautizada en honor al conocido pintor quien
era un asiduo visitante. La Grúa 82 –Monumento Nacional- vigila el puerto, y en las
inmediaciones el sector de Llolleo, el Monumento al Cristo del Maipo, los tradicionales
pueblos de Lo Gallardo y San Juan, colmados de leyendas de brujos y bandoleros; que
son junto a el apacible balneario de Las Rocas de Santo Domingo, y las riveras del río
〈 Daños ocasionados por el Maipo, un atractivo paisaje turístico digno de conocer.
terremoto de 1985 en el puerto
de San Antonio, epicentro de
ese terrible movimiento telúri-
co. 1985. Colección Odjfell. 4- Edwards, E. Et Al. Chile: País Oceánico. Ocho Libros editores. Santiago de Chile. Pág. 316

72 73
LLO-LLEO

〈 La actual avenida Ramón


Barros Luco y su puente, lucía
así a fines de la década de 1930,
cuando los chalets comenzaban
a ganar espacio a las milenarias
dunas y aun era posible ver el
mar bajo la sombra de grandes
árboles. c. 1935. Fotografía E.
Mora. Colección Centro de Patri-
monio Fotográfico.

74 75
A sólo tres kilómetros de San Antonio, se ubicó una extensa hacienda muy cerca
de la desembocadura del río Maipo. Había pertenecido durante el siglo XVIII a la familia
Gallardo, y tras algunas subdivisiones pasó sucesivamente a manos de las religiosas
del Monasterio de Santa Rosa, y a la familia Ruiz-Tagle. Su nombre se origina de la tra-
ducción de la palabra Llollehue, que significa “lugar donde se pesca con llolles o nasas”,
como eran conocidas las redes de pesca que utilizaban sus antiguos habitantes.

No es hasta principios del 1900 que la localidad comienza a adquirir cierta relevancia,
cuando la conocida familia García-Huidobro Fernández compra la hacienda. Dos de
sus hijos son conocidos miembros del medio artístico chileno: Vicente, es un famoso
poeta que iniciará la corriente del creacionismo; y Domingo, ve en el arte de la escultu-
ra, el medio para plasmar sus geniales pensamientos.

Es éste último personaje, quien decide donar su parte de la hacienda para diseñar
un moderno balneario, inspirado en los conceptos de Ciudad Jardín, tan en boga en
ese entonces.

〈 La ruralidad pierde terreno


ante la ciudad en plena
expansión. En la imagen un
hombre transporta grandes
tablones de madera en su
espalda, dejando atrás la
avenida Providencia esquina
Arzobispo Valdivieso, rodeada
de modernas casas de dos
niveles, donde destaca la
silueta neocolonial de la capilla
del colegio Santa Teresita, hoy
inexistente. c. 1945. Fotografía
E. Mora. Colección Centro de
Patrimonio Fotográfico.

76 77
︿ No había nada mejor en la década de 1940, que hacer una rá-
pida excursión con los amigos a las dunas de Llolleo, que gracias > El puente ferroviario que
a la expansión de la ciudad, se ubicaban literalmente en el patio atravesaba el estero de Llo-
trasero de las casas. c. 1945. Fotografía E. Mora. Colección Centro lleo, conectaba la línea férrea
de Patrimonio Fotográfico. que permitía el traslado de
los habitantes de San Antonio
con otras localidades de la
zona y la capital de Chile. 1931.
Colección Archivo Fotográfico
Brügmann.

78 79
﹀ La avenida Divina Providencia daba la bienvenida a los pasaje- > La antigua estación de
ros del ferrocarril que llegaban a Llolleo, quienes apreciaban las trenes de Llolleo, en la calle
armónicas construcciones junto a la línea férrea, y los pintorescos Los Aromos, desde las dunas.
chalets, que se perdieron cuando la modernidad hizo su apari- La aparición del ferrocarril
ción en el tranquilo Llolleo. c. 1940. Fotografía E. Mora. Colección dio un puntapié al incipiente
Centro de Patrimonio Fotográfico. poblado, y lo conectó con San-
tiago y las distintas ciudades
del litoral central, incluido el
activo puerto de San Antonio.
c. 1935. Fotografía E. Mora.
Colección Centro de Patrimo-
nio Fotográfico.

La inauguración del ferrocarril permite conectar el incipiente balneario con toda la


zona central, y se difunde rápidamente la noticia de que el microclima de Llolleo es
ideal para tratar afecciones cardiacas, lo que genera una especial simpatía entre la
población más longeva, que prefiere abandonar el bullicio de Cartagena, y trasladar sus
temporadas estivales a este tranquilo balneario. Las amplias avenidas con palmeras
reciben a los visitantes, que se alojan en grandes chalets de madera rodeados de jar-
dines. Por las mañanas se recorre la playa o las riveras del río Maipo, donde se pueden
hacer divertidos paseos en bote. También son populares las excursiones a las dunas
de Llolleo, una alternativa de entretención para los más jóvenes, que ven en los mo-
vedizos terrenos, la posibilidad de probar los motores de sus modernos automóviles.

80 81
En la tarde, las carcajadas se concentran bajo el sombrío verdor de la plaza central, con-
versaciones que son animadas por la música de un orfeón que diariamente se ubicaba
en el quiosco de madera y fierro. Curiosamente, la mayor atracción era un exótico ombú,
conocido como el “árbol del corazón” y que tras su aparición en 1924, fue escenario de un
fuerte mito local: se aseguraba que desde sus hojas brotaba un oxígeno milagroso, capaz
de curar deterioros cardiacos y otros males; debiendo cada enfermo, respirar hondo bajo
el árbol con la esperanza de una cura inmediata. Cierto o no, el árbol atrajo a cientos de
personas por casi un siglo, hasta que desafortunadamente, en septiembre de 2013, el
árbol cayó al suelo, terminando con los recuerdos de generaciones de llolleinos.

Durante la década de 1940, la ciudad experimenta un paulatino incremento en su po-


blación, debido a la llegada de cientos de familias de clase media y alta, que abandonan
el ajetreo del puerto de San Antonio, buscando la tranquilidad residencial que ofrece
este atractivo balneario. En esa misma época, el escultor Domingo García-Huidobro
resuelve legar a su querida ciudad, un conjunto escultórico sin igual en la cima del ce-
rro Mirador. Esculpe durante tres meses en el fundo Llolleo, la imagen de un Cristo de
seis metros de alto y cuatro esculturas que representan pasajes del Vía Crucis. En 1942
las obras son inauguradas por el Arzobispo José María Caro, en presencia del escultor,
autoridades, feligreses y cientos de personas. Hoy, el denominado Monumento al Cris-
to del Maipo, es uno de los principales atractivos turísticos. > Pintorescos chalets junto al
estero San Pedro y su puente
ferroviario. Destaca la silueta
Llolleo continuó creciendo durante las décadas siguientes, modernizándose y acogien- del Gran Hotel, propiedad de
do a cientos de nuevos residentes, quienes aún recuerdan las divertidas tardes en la Federico Staeger Signer, que
plaza desde donde se organizaban rápidas excursiones a la tenebrosa Piedra de la ofrecía espléndidos comedo-
res, piezas con vista al mar,
viuda, también las matinés del Cine Rex que eran anunciadas con llamativos carteles, baños calientes, comida sana;
o los pasteles de la Hormiguita, una popular pastelería que se perdió tras un incendio. y era especialmente reco-
Tampoco olvidan los terremotos que han derribado gran parte de los característicos mendado por su clima bené-
fico para enfermos y conva-
chalets, y desvirtuado la fisonomía del pueblo. Sin embargo, la mayoría de los Llo-llei-
lecientes. c. 1945. Fotografía
nos concuerda en que su querida ciudad, aun conserva intacta esa antigua tranquili- E. Mora. Colección Centro de
dad, la misma que lo convirtió en uno de los balnearios más populares de todo Chile. Patrimonio Fotográfico.

82 83
> Los coches repartidores de
la Panadería Chilena de don
Juan R. Márquez en la avenida
Los Aromos 321. Había sido
fundada en 1922, siendo la
más antigua de la localidad;
ofrecía además de pan,
pasteles de todo tipo, con un
excelente servicio de reparto a
domicilio. 1931. Colección Ar-
chivo Fotográfico Brügmann.

84 85
La Plaza de Llolleo era el sitio
perfecto para reunirse con
los amigos, enterarse de las
últimas noticias o simplemente
disfrutar de una lectura bajo los
grandes árboles. c. 1945. Foto-
grafía E. Mora. Colección Centro
de Patrimonio Fotográfico.

86 87
〈 “La apacible Plaza de
Llolleo, con sus caminos
bordeados por diminutos boj y
su quiosco de música, donde
cada tarde un orfeón animaba
con su música la tarde de los
llolleinos”. c. 1920. Colección
Ilonka Csillag.

88 89
﹀ La calle Divina Providencia marcaba el límite de la ciudad,
cuando aun no se urbanizaba el sector de Baquedano. El emble-
mático liceo Santa Teresita ya ocupa su tradicional espacio en la
esquina de Valdivieso, mientras que la construcción vecina será
ocupada por las Colonias Escolares Domingo Villalobos, y hoy
pertenece al colegio Francisco de Bilbao. c. 1945. Fotografía E.
Mora. Colección Centro de Patrimonio Fotográfico.

︿ Los Geranios esquina Las Ñipas, mirando hacia la calle Divina


Providencia donde se aprecia el edificio de las Colonias Esco-
lares Domingo Villalobos, fundadas en 1910, con el propósito
de proporcionar un período vacacional a niños de colegios de
escasos recursos, llevándolos a lugares donde podían desarrollar
sus capacidades de observación del entorno natural, realizar
actividades recreativas y alimentarse adecuadamente, y conocer
el mar por primera vez. c. 1945. Colección Ilonka Csillag.

90 91
﹀ Dos hombres caminan
junto a la recordada capilla
del Liceo Santa Teresita
en la esquina de la avenida
Divina Providencia y Arzobispo
Valdivieso, que sucumbió tras
el devastador terremoto de
1985. Colección Ilonka Csillag.

︿ El Cine Rex en la calle Providencia, era el panorama obliga-


do para los jóvenes de Llolleo, que se reunían en su sala para
presenciar los últimos estrenos, tomar helados y pololear a es-
condidas, lejos de la mirada de los adultos. Hoy el edificio aun se
mantiene, y es lo único que se conserva de ésta imagen. c. 1945.
Fotografía E. Mora. Colección Centro de Patrimonio Fotográfico.

92 93
︿ “Las residenciales eran el sitio ideal para pasar las vacaciones,
ofrecían comida casera y un ambiente familiar, además de precios
mucho más convenientes. En la imagen, una familia frente a una
residencial de Llolleo posa junto a un moderno automóvil”. c. 1945.
Colección Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional de Chile.
> Llolleo también contaba con numerosos hoteles, como el
Hotel Nice en la Avenida Concepción 48, que era atendido por
su dueño don Enrique Cabrolier. Era muy conocido entre los
veraneantes, especialmente por su excelente restaurant. 1931.
Colección Archivo Fotográfico Brügmann.

94 95
Los chalets de madera en la calle Providencia fueron un elemento
característico dentro del paisaje urbano de Llolleo. Por muchos años
presenciaron el ir y venir de los trenes en la cercana línea férrea, y
tuvieron el honor de convivir con una de las primeras bombas de
bencina, que no eran más que un surtidor en la vereda operado por
una o dos personas. La modernidad y el terremoto de 1985 terminó
con todo lo que vemos en esta imagen. c. 1945. Fotografía E. Mora.
Colección Centro de Patrimonio Fotográfico.

︿ Un pinchazo en plena carretera podía arruinar cualquier


paseo. Afortunadamente, cambiar las cámaras de los neumáticos
era muy fácil, como deben haberlo sabido estos tres amigos en
el camino a Llolleo. 1930. Colección Archivo Fotográfico de la
Biblioteca Nacional de Chile.

96 97
﹀ “El automóvil se convirtió en el mejor aliado para disfrutar
de los atractivos que ofrecía el balneario de Llolleo, ya fuera un
paseo a las dunas, una excursión a los humedales o conocer los
pequeños villorrios en la rivera del río Maipo”. 1930. Colección
Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional de Chile.

︿ Un barco en la bahía de Llolleo sirve de atractivo telón de


fondo para María Casanova y sus amigas, que disfrutan de una
tarde al aire libre en este popular balneario de la zona central.
1938. Colección Archivo Fotográfico Brügmann.

98 99
﹀ Al igual que hoy, estos tres amigos posan ante la cámara
recostados en la arena de la playa de Llolleo; al fondo las desapa-
recidas cabinas de madera servían para quitarse la arena de los
trajes de baño de lana. 1929. Colección Archivo Fotográfico de la
Biblioteca Nacional de Chile.

︿ La cercanía de Llolleo con la amplia desembocadura del río


Maipo, hacía de este lugar un entretenido paseo que se llenaba de
gente los fines de semana para surcar las caudalosas aguas en un
pequeño bote. 1929. Colección Archivo Fotográfico de la Bibliote-
ca Nacional de Chile.

100 101
> En la playa de Llolleo,
cuatro jóvenes posan ante la
cámara con atrevidos trajes
de baño que muestran los
hombros y las rodillas, toda
una osadía en la época. c.
1920. Colección Archivo
Fotográfico de la Biblioteca
Nacional de Chile.

102 103
﹀ A fines de la década del ’20 la costumbre de bañarse en el mar era algo común sólo
en los jóvenes, que disfrutaban de las olas vestidos con incómodos trajes de lana, como
estos niños en la playa de Llolleo. Sus padres y abuelos, sin embargo, preferían observar-
los cubiertos con chaquetas, abrigos, sombreros e incluso pieles, en pleno verano. 1929.
Colección Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional de Chile.

> La familia Galleguillos


frente a la carpa que cada
verano instalaban en la playa
de LLolleo, que utilizaban para
cambiarse de ropa y proteger-
se del fuerte viento de la zona
central. 1952. Colección Archi-
vo Fotográfico Brügmann.

104 105
TEJAS VERDES

〈 El sector denominado La Boca, en la desembocadura del Río


Maipo, fue el sitio elegido para construir la Hostería Tejas Verdes,
un centro vacacional del mejor nivel que mezclaba un ambiente
rodeado de naturaleza junto con las más modernas comodidades.
c. 1945. Fotografía Enrique Mora. Colección Centro de Patrimonio
Fotográfico.

106 107
L a desembocadura del río Maipo albergó desde la colonia una población de anti-
guos pescadores que se enorgullecen hasta hoy de su tradicional sistema de pesca
conocido como chinchorro. Dentro de estos poblados destaca uno, que paradójica-
mente no se hizo famoso por su pesca, sino que por la construcción de un moderno
balneario en 1937. “A un kilómetro de Llo- lleo se levanta, desde hace pocos años,
la pintoresca Hostería de Tejas Verdes, construcción de aspecto colonial, que es muy
visitada. Está en la ribera norte del río Maipo lo que presta a este paraje excepcional
belleza. Este edificio se levanta sólo desde las últimas temporadas y es creciente el
favor que le dispensa el público, que se congrega allí en gran número, especialmente
en los weekends”, expondrá la Guía del Veraneante de 1941, refiriéndose al popular
balneario de Tejas Verdes. Había sido construido en 1937 por los arquitectos Tomás
Reyes Vicuña y José Carles en un estilo neocolonial español, inspirado en esa popular
arquitectura que invadía las calles de Hollywood, en Estados Unidos.

El edificio, de grandes proporciones, está rematado por dos torreones que enfren-
tan el río Maipo, dejando espacio para una extensa galería aporticada desde donde
se tiene una completa vista a la desembocadura del río y el vecino balneario de las
rocas de Santo Domingo. La fachada principal organizaba el complejo en torno a una
galería techada protegida por arcos, desde donde se tenía acceso a los jardines, patio
de juegos para niños y una espectacular piscina con trampolín, toda una novedad en la
> El edificio de la Hostería
época. Contaba también con canchas de tenis y un embarcadero, que permitía realizar Tejas Verdes fue construido
paseos por el río Maipo en bote o kayak. en estilo neocolonial español
por los arquitectos Tomás
Reyes Prieto y José Carles. El
complejo incluía además del
hotel, dos piscinas, restaurant,
casino, garajes, canchas de
tenis y juegos para niños. c.
1945. Fotografía Enrique Mora.
Colección Centro de Patrimo-
nio Fotográfico.

108 109
〈 El sistema de recolección
de agua se ubicaba junto a
unos jardines rodeados de ar-
querías muy cerca del edificio
principal. Al fondo el extenso
puente que atraviesa el río
Maipo, que hoy aun se utiliza y
une Llolleo con el balneario de
Las Rocas de Santo Domingo.
c. 1940. Fotografía Enrique
Mora. Colección Centro de
Patrimonio Fotográfico.

El interior ofrecía hermosos comedores con vista al río, amplias terrazas donde se or-
ganizaban bailes todas las noches, salas de acondicionamiento físico, elegantes dormi-
torios para familias que incluían una sala de baño con agua caliente y fría, una cocina
de primer nivel. La hostería contaba además con un sistema de agua potable, un conti-
nuo suministro de luz eléctrica suministrado por la Compañía de Tracción y Alumbrado
de San Antonio, salas de teléfono, calefacción central y la novedosa presencia de un
garaje para automóviles.

El Balneario de Tejas Verdes fue el epicentro social de la provincia durante la década de


1940, cuando su administración estaba a cargo de la Organización Hotelera Bonfanti,
quienes eran propietarios del Hotel Carrera, el Hotel Pucón y Puerto Varas. Desafortu-
nadamente, en los años ’50 la hostería ve imposibilitado su funcionamiento por falta
de recursos, pasando a manos de las fuerzas armadas, instalando ahí la Escuela de
Ingenieros del Ejército de Chile, entidad que la conserva hasta hoy.

110 111
﹀ Dentro de los adelantos técnicos que ofrecía la Hostería,
se contaba un sistema continuo de electricidad, agua caliente
en habitaciones, teléfonos y un surtidor de bencina propio, que
permitía cargar los automóviles de los turistas que se agolpaban
en el lugar los fines de semana. c. 1945. Fotografía Enrique Mora.
Colección Centro de Patrimonio Fotográfico.

︿ La hostería tenía la particularidad de ser una de las primeras


en nuestro país, en contar con garajes para los automóviles de los
huéspedes, situados en una construcción semicircular anexa, que
remataba el complejo hotelero. c. 1940. Fotografía Enrique Mora.
Colección Centro de Patrimonio Fotográfico.

112 113
〈 Los paseos en bote por el
río Maipo eran algo habitual
para los veraneantes que
partían desde alguno de los
pequeños muelles privados de
la hostería. c. 1945. Fotografía
Enrique Mora. Colección Cen-
tro de Patrimonio Fotográfico.

114 115
﹀ Grandes corredores con arcos rodeaban en la fachada del
edificio principal, junto con la incorporación de jardines agrestes y
tinajas, ayudaban a crear esa atmósfera neocolonial que se puso
de moda en la década de 1930, inspirada en los grandes balnea-
rios estadounidenses de la costa del Pacífico. c. 1945. Fotografía
Enrique Mora. Colección Centro de Patrimonio Fotográfico.

︿ Una terraza volada que miraba al río Maipo era uno de los
mayores atractivos de la hostería, donde cada noche de verano,
los huéspedes y sus invitados, podían disfrutar de la música de
una orquesta y comedores al aire libre. c. 1945. Fotografía Enrique
Mora. Colección Centro de Patrimonio Fotográfico.

116 117
﹀ La desembocadura del río Maipo dividía el sector de la Hoste-
ria Tejas Verdes con el incipiente balneario de Las Rocas de Santo
Domingo, que en la imagen aparece al fondo, entre los pequeños
árboles”. c. 1945. Fotografía Enrique Mora. Colección Centro de
Patrimonio Fotográfico.

︿ La fachada principal de la hostería y su zona de juegos para


niños. Al fondo el río Maipo y los cerros aun desiertos, donde más
tarde se ubicará el exclusivo balneario de Las Rocas de Santo
Domingo. c. 1940. Fotografía Enrique Mora. Colección Centro de
Patrimonio Fotográfico.

118 119
﹀ Grandes árboles y jardines fueron pensados como un ele-
mento ornamental que resaltaría la belleza del edificio principal, y
dividiría además los distintos espacios del complejo, otorgándole
un cuidado aire campestre. c. 1950. Fotografía Enrique Mora.
Colección Centro de Patrimonio Fotográfico.

︿ El bote Anita junto a los pequeños embarcaderos de la hoste-


ría, situados bajo la terraza principal. c. 1945. Fotografía Enrique
Mora. Colección Centro de Patrimonio Fotográfico.

120 121
﹀ El automóvil era el principal medio de transporte utilizado
para ir a la hostería, que hacia la década de 1940 era uno de los
principales centro sociales de Llolleo. c. 1945. Fotografía Enrique
Mora. Colección Centro de Patrimonio Fotográfico.

El comedor exterior de la hostería sobre la terraza volada, era


el centro de reunión de los huéspedes y habitantes de la vecina
ciudad de Llolleo, donde se ofrecía diariamente una cocina de
primer nivel. c. 1945. Fotografía Enrique Mora. Colección Centro
de Patrimonio Fotográfico.

122 123
﹀ La piscina de la Hostería Tejas Verdes oculta tras los grandes
árboles, y las sencillas casas de algunos pescadores en la rivera
del río, que posteriormente cederán espacio a viviendas de ve-
raneo que conformarán un pequeño balneario junto al complejo
hotelero. c. 1945. Fotografía Enrique Mora. Colección Centro de
Patrimonio Fotográfico.

> Las visitas a la piscina de la


hostería eran frecuentes, ya
fuera para bañarse o sim-
plemente admirar el enorme
tamaño de la construcción
que tenía un trampolín de tres
niveles. c. 1945. Fotografía En-
rique Mora. Colección Centro
de Patrimonio Fotográfico.

124 125
> Cactus, tinajas y flores
acompañan a los turistas
mientras toman sol en los
bordes de la piscina de la
hostería; otros sin embargo,
prefieren la sombra de los
quitasoles, ubicados junto
al muro perimetral. c. 1945.
Fotografía Enrique Mora. Co-
lección Centro de Patrimonio
Fotográfico.

〈 Una mujer posa frente


al fotógrafo en la piscina de
la Hostería Tejas Verdes, sin
duda un excelente souvenir
para mostrar a la familia y los
amigos. c. 1945. Fotografía
Enrique Mora. Colección Cen-
tro de Patrimonio Fotográfico.

126 127
La enorme piscina de la
Hostería Tejas Verdes estaba
rodeada de jardines, zonas
para tomar sol, mesas y
arquerías cubiertas de flores,
que proporcionaban sombra ﹀ En los alrededores del com-
durante los calurosos meses plejo turístico se comenzaron a
de verano. c. 1945. Fotografía construir casas de veraneo que
Enrique Mora. Colección Cen- fueron configurando un peque-
tro de Patrimonio Fotográfico. ño balneario en la rivera del río
Maipo, utilizado principalmente
por familias provenientes de
Santiago. c. 1945. Fotografía
Enrique Mora. Colección Centro
de Patrimonio Fotográfico.

> La pequeña piscina para


niños se ubicaba junto a la
piscina principal, y era el sitio
predilecto para las familias
jóvenes que iban con sus hijos
a disfrutar de las bondades de
esta hostería junto al río Mai-
po. c. 1945. Fotografía Enrique
Mora. Colección Centro de
Patrimonio Fotográfico.

128 129
LAS ROCAS DE
SANTO DOMINGO

〈 Una vista de las Rocas de


Santo Domingo con las prime-
ras casas construidas, al fondo
se divisa la nueva piscina del
balneario junto a la playa.
c. 1950. Fotografía Enrique
Mora. Colección Ilonka Csillag.

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E ste singular balneario nace sobre un extenso solar costero que había pertenecido
a la orden de los Dominicos en época colonial, cubierto de dunas y flores. Era conocido
en ese entonces como el Fundo La Boca del Maipo, que hacia 1907 aparece como
propiedad de doña Griselda Vera Chacón. El uso agrícola de la hacienda se ve inte-
rrumpido cuando Carlos Cariola Ansaldo y Ernesto Boso Pezza sitúan su mirada en el
lugar con la intención de crear un nuevo balneario, comprando en 1933, una hijuela de
500 hectáreas en $114.000 pesos oro de la época, fundando la Sociedad Inmobiliaria
Rocas de Santo Domingo.

Se adjudican el diseño de la nueva ciudad, el arquitecto José Smith Miller y el urbanista


Luis Muñoz Maluska, quienes considerando la topografía del lugar y el clima, deciden
inspirarse en el elegante balneario de Palos Verdes en California, Estados Unidos, fa-
moso por su elegante diseño inspirado en los modernos conceptos de la Ciudad Jardín.

Santo Domingo nace bajo esa premisa, prestando especial preocupación por el dise-
ño de los jardines, plazas y plantación de grandes árboles ornamentales, que dieran
forma a los sinuoso caminos que bordean el centro urbano, donde se dispusieron los
edificios de servicios, carabineros, correos, telégrafos y una llamativa iglesia de piedra.
La elección de los nombres de las calles fue encomendada al escritor español José
María Souviron, amigo de Pablo Neruda y catedrático de Literatura en la Universidad
Católica de Chile. > La Parroquia de Santo
Domingo fue construida en
1953 por la congregación Holly
Cross, siendo bendecida por
el Cardenal José María Caro.
Hasta hoy es el punto de reu-
nión de los católicos que viven
y veranean en el balneario. c.
1955. Fotografía Enrique Mora.
Colección Centro de Patrimo-
nio Fotográfico.

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〈 En la piscina de Santo
Domingo, los niños de la
familia Keller Weiss junto a
sus amigas Susy Mendel y
Dafna Pan, juegan con las
típicas cámaras de automóvil
infladas, que hasta hoy sirven
para improvisar entreteni-
dos salvavidas. 31 de enero
de 1966. Colección Archivo
Fotográfico Brügmann.

Los primeros solares comenzaron a venderse en 1942, eran sitios de más de mil me-
tros cuadrados, lo que permitió la edificación de grandes casas diseñadas en su ma-
yoría en estilo norteamericano, rodeadas de jardines, con grandes galerías, porches y
terrazas, ideales para ver el mar.

En 1945 la Sociedad Inmobiliaria Propietarios de Santo Domingo, contrata a los arqui-


tectos Valdés, Castillo y Huidobro para construir una Piscina que sirviera como centro
social, con todas las comodidades requeridas en la época. Se construye entonces un
complejo turístico de hormigón armado de 1920 m2, cercano a la playa y la principal
avenida costera. Además de la piscina olímpica, se diseñó otra de menores dimen-
siones destinada a los niños, y un edificio anexo con restaurante, locales comerciales,
solario, salón de té, bar y terraza de orquesta, cuyos populares bailes comenzaron a
animar al incipiente balneario.

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〈 La Piscina Olímpica del
balneario de Las Rocas de
Santo Domingo, fue proyecta- ︿
da por los arquitectos Valdés,
Castillo & Huidobro; y cons-
truida en hormigón armado
por la firma de Mario Valenti
entre 1945 y 1947. Lamenta-
blemente, la obra de más de
1920 metros 2 , fue demolida,
perdiéndose para siempre
ésta obra de la infraestruc-
tura turística nacional. 1950.
Colección Archivo Fotográfico
Brügmann.

︿ La recién construida
piscina del Balneario de Rocas
de Santo Domingo, en la ima-
gen, el sector especialmente
diseñado para los niños”.
El agua utilizada provenía
directamente del mar. c. 1950.
Fotografía Enrique Mora.
Colección Ilonka Csillag.

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︿ Los mejores recuerdos
y aventuras de niñez se
desarrollaban en la enorme
piscina del balneario, donde se
reunían a diario los hermanos
Keller para jugar junto a las
nuevas amistades que nacían
en los meses de verano. 1965.
Colección Archivo Fotográfico
Brügmann.

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︿ La moderna infraestructura de la piscina olímpica estaba pensa-
da para el deleite de los veraneantes, que podían disfrutar de una
terraza con vista al mar protegida de los fuertes vientos, o los atre-
vidos saltos desde un trampolín de 3 niveles, toda una novedad en
la época. c. 1950. Fotografía Enrique Mora. Colección Ilonka Csillag.
> Regina y Daniela Keller
Weiss, en el verano de 1965,
en la piscina olímpica del
balnerario de Santo Domin-
go, sobre una característica
esterilla de totora. 1965.
Colección Archivo Fotográfico
Brügmann.

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﹀ Vista de la avenida Neptuno esquina Tritones, cuando el bal-
neario de Santo Domingo aun estaba en gestación, y tan sólo unas
pocas casas comenzaban a poblar el que sería uno de los sitios
turísticos más importantes de la zona central de Chile. c. 1940. Fo-
tografía Enrique Mora. Colección Centro de Patrimonio Fotográfico.

〈 Las largas caminatas por


la costa, eran una rutina diaria
en todas las épocas del año.
En la foto Rosa Levy y su ami-
ga Chofi posan sobre una roca
en playa de Santo Domingo.
1954. Colección Archivo Foto-
gráfico Brügmann.

Años más tarde se inicia la construcción del Club de golf Rocas de Santo Domingo, que
se transformará en un verdadero parque dentro del balneario, y en un atractivo centro
social donde se reunirán los vecinos.

Además se funda el Club de Jardines Santo Domingo, que tenía un criadero de plantas
propio regado con agua de vertiente, teniendo como principal misión la protección de
las áreas verdes del balneario, su incremento y cuidado.

La Segunda Guerra Mundial provoca el descalabro económico de la Sociedad Inmo-


biliaria Rocas de Santo Domingo, que decide entregar la administración del balneario
a una entidad municipal. Se crea entonces, en 1946, la Ilustre Municipalidad de Santo
Domingo, siendo su primer Alcalde don Arturo Phillips Peñafiel, uno de los vecinos
fundadores y gran amante de la naturaleza, quien se preocupó de mejorar, ampliar y
conservar los jardines del incipiente municipio.

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〈 ﹀ Cuando aun las Brisas de Santo Domingo seguía con-
servando ese aire rural, las familias de San Antonio y Llolleo
acostumbraban hacer paseos en carreta, y disfrutar de picnics al
aire libre. 1942. Colección Archivo Fotográfico Brügmann.

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Santo Domingo comenzó entonces a cautivar a cientos de personas, que preferían la
tranquilidad de sus calles para pasar el verano, rodeados de jardines y sombríos árbo-
les. Su playa, la más amplia del litoral central con más de 20 kilómetros, pasó de ser un
solitario rincón a convertirse en uno de los principales destinos turísticos de la región.
A las arenas oscuras, tranquilas olas y roqueríos, se sumó un atractivo más en el sec-
tor de La Puntilla, donde se encuentra la Intihuetana, o Piedra del Sol, místico sitio de
adoración inca. Imperdibles son también los paseos a las dunas, hogar de numerosos
reptiles típicos de la zona, o al Humedal del Estero Yali, que concentra flora y fauna
nativa protegida, especialmente aves acuáticas.

Actualmente el balneario de Las Rocas de Santo Domingo se ha expandido, su pobla-


ción bordea los 9 mil habitantes, nuevas urbanizaciones se han anexado al trazado ori-
ginal y se ha mejorado la conectividad a través de modernas carreteras. Aun así, este
peculiar balneario sigue manteniendo intacto ese amor por la naturaleza, reflejado en
el cuidado de sus numerosos jardines y árboles, que permiten la convivencia armónica
de tantos estilos arquitectónicos en sus construcciones, y la excepcional calidad de vida
de sus habitantes, en este verdadero paraíso de la zona central de Chile.

> En Avenida Las Rocas 173, la


Familia Altmann Brügmann se
prepara para bajar a la playa en
un día de primavera de 1955,
las pesadas sombrillas de lona
con flecos blancos eran un
complemento infaltable para
las carpas que eran instaladas
frente al mar para protegerse
del sol y cambiarse de ropa.
1955. Colección Archivo Foto-
gráfico Brügmann.

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〈 Desde Llolleo llegaban
muchos veraneantes para
conocer las Rocas de Santo
Domingo, atraídos por su ex-
tensa playa de 20 kilómetros.
Es el caso de las hermanas
Hilda y Alicia Galleguillos, quie-
nes acompañan a la familia
de su amigo Agustín, en un
paseo que realizaron al nuevo
balneario. 1945. Colección Ar-
chivo Fotográfico Brügmann.

> Hannerose Weiss junto a


su marido Emanuel Keller,
frente a su casa en la calle
Litoral, muy parecida a otras
del balneario, protegida por
cercas blancas, con grandes
jardines y una llamativa arqui-
tectura, que se conserva hasta
hoy. 1950. Colección Archivo
Fotográfico Brügmann.

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〈 > Los niños Keller Weiss
jugando en el jardín de su
casa en la calle Litoral. Lo
recuerdan siempre bien
cuidado, florecido e impreg-
nado de aroma a jazmín. 1965.
Colección Archivo Fotográfico
Brügmann.

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﹀ Una gran roca oculta la carretera que conduce al moderno
balneario de Las Rocas de Santo Domingo, uno de los más exclu-
sivos de la zona central en la década del ‘50. c. 1955. Fotografía de
Antonio Quintana. Colección Archivo Fotográfico de la Biblioteca
Nacional de Chile.

> Frente a La Palmira, el


único negocio que surtía al
balneario, se detenía el bus
que conducía a Santiago. En la
imagen, Leopold Rosenbaum
y Else Hamburger se despiden
de su hija Hannerose y sus
nietos. 1965. Colección Archi-
vo Fotográfico Brügmann.

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﹀ Hilda Galleguillos y su
hermana Alicia, posan junto a
Agustín, un amigo argentino,
en los roqueríos de la playa de
Santo Domingo, un año antes
de que el balneario fuera
oficialmente reconocido como
Municipio. 1945. Colección Ar-
chivo Fotográfico Brügmann.

〈 Uno de los mayores atrac-


tivos del balneario eran sus
senderos con grandes árboles
y zonas de descanso, desde
donde observar la tranquilidad
de la playa y sus alrededores.
Cualidades que cautivaron a
Matilde Sotomayor Mauzot y
Enrique Nelson Vergara, que
pasaban largas temporadas en
el lugar. c. 1952. Colección Ar-
chivo Fotográfico Brügmann.

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〈 Elena Martones, junto
a sus hijas Angélica y María
Cecillia Gutiérrez, en el sector
de los niños de la piscina de
Santo Domingo, al fondo el
solarium protegido de los
vientos por grandes ventanas.
La piscina quedó muy dañada
en el terremoto de 1972 y el
del 85 lterminó con ella para
siempre. 1961. Colección Ar-
chivo Fotográfico Brügmann.

> En el jardín de su casa,


Elena Martones y Luz Varela,
junto a la Plaza del Hoyo,
donde todas las tardes los
niños se reunían a jugar. 1972.
Colección Archivo Fotográfico
Brügmann.

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* Edwards, E. Et Al. Chile: País Oceánico. Ocho Libros editores. Santiago de Chile
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turas de Chile. Prehistoria. Desde sus orígenes hasta los albores de la conquista. Editorial Andrés Bello. Segunda
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* “Nuevas Crónicas para la Historia y Geografía de San Antonio” De José Luis Brito Montero.
* Revista Guia del Veraneante, año 1941
* Silva, J. La Nueva Era de las Municipalidades de Chile. Editorial Atenea, Santiago, 1931.

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