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PENTATEUCO

DicTB

SUMARIO: I. Cinco rollos. II. La hipótesis de los


documentos. III. Historia de las formas. IV. Historia
de la tradición. V. La crisis actual. VI. Hacia nuevas
síntesis. VII. Historia y teología: 1. Teología del
yahvista; 2. Teología del elohísta; 3. Teología del
Deuteronomio; 4. Teología del sacerdotal. VIII.
¿Teología del Pentateuco? IX. Historia creída e
historia real.

I. CINCO ROLLOS. Los cinco primeros libros de la


Biblia (Génesis, Éxodo, Levítico, Números,
Deuteronomio) fueron considerados como una
unidad en la tradición judía y designados como
tórah. En la tradición cristiana, con una palabra
derivada del griego, han sido llamados Pentateuco,
que significa "(libro en) cinco volúmenes". Hoy, en la
jerga de los exegetas, Pentateuco es el término
común con que se designa esta parte de la Biblia
hebrea.

Este Diccionario dedica una voz a cada uno de estos


libros. En efecto, cada uno tiene características
propias, tanto desde el punto de vista literario como
teológico. Aquí suponemos que el lector conoce por
estas voces todo lo que atañe a cada libro, y nos
ocuparemos más bien del problema del Pentateuco,
es decir, de las relaciones mutuas entre los diversos
libros y del significado teológico de la colección.

II. LA HIPÓTESIS DE LOS DOCUMENTOS.


Durante cerca de mil quinientos años la tradición
judía y cristiana leyó el Pentateuco como obra escrita
sustancialmente por Moisés y como "Historia" —
entendida de diversas formas— de los
acontecimientos fundamentales desde la creación
hasta la muerte del propio Moisés.
En el 1520 A. Bodenstein von Karlstadt, en la obra
De canonicis Scripturis, fue el primer crítico de la
época moderna que sostuvo "defendi posse Mosen
non fuisse scriptorem quinque librorum"; esto le
pareció al filósofo B. Spinoza, autor del célebre
Tractatus theologico politicus en 1670, tan claro
como el sol: "Luce meridiana clarius apparet
Pentateuchum non a Mose... scriptum fuisse".

Desde entonces empezó a ser cada vez más


discutida la autenticidad mosaica del Pentateuco,
hasta llegar a atribuir su composición a Esdras.
Incluso el católico R. Simon (1638-1712), oratoriano
francés, se atrevió a sostener que Moisés no fue el
autor del Pentateuco; pero su tesis escandalizó a
Bossuet, uno de los más eminentes teólogos
franceses de la época, de forma que Simon se vio
obligado a dejar su orden.

La época moderna del estudio crítico de la Biblia


comienza propiamente en el "siglo de las luces"
(siglo xv1II). El pionero de la crítica literaria aplicada
al Pentateuco fue J. Astruc, médico del rey Luis XV,
un protestante convertido al catolicismo y lector
apasionado de la Escritura, que dejó una obra
titulada Conjectures sur les mémoires originaux dont
il paroit que Moyse s'est servi pour composer le livre
de la Genése. Avec des remarques, qui appuient ou
qui éclaircissent ces conjectures (1753). Leyendo el
Génesis y los dos primeros capítulos del Éxodo, el
curioso médico había observado que Dios era
llamado a veces con el título de Elohim y a veces con
el nombre de Jehovah (así es como él vocalizaba el
tetragrama sagrado). Intentó escribir en dos
columnas paralelas los textos, distinguiéndolos según
el criterio del uso del nombre divino. De esta forma
obtuvo una doble serie de relatos, en los que
desaparecían las repeticiones y el desorden
cronológico que le habían impresionado.

Casi al mismo tiempo el párroco alemán de


Hildesheim H.B. Witter confrontaba el relato de la
creación de Gén 1,1-2,4 con el del paraíso de Gén
2,5-3,24, señalando la diferencia de los nombres
divinos, la diversidad de estilo y la presencia de
repeticiones; llegó de este modo a formular la
hipótesis de dos relatos paralelos.

Así nació la hipótesis documentaria, a la que J.G.


Eichhorn (en 1780) dio una primera configuración
más sistemática, distinguiendo entre un documento
yahvista (J) y un documento elohísta (E) a partir del
uso de los dos nombres divinos, pero admitiendo
además otras fuentes.

La hipótesis documental, ante el refinamiento de la


crítica literaria y la ampliación de la investigación a
todo el Pentateuco más allá del Génesis, no parecía
suficientemente capaz de explicar la existencia de
otras fuentes al lado de los documentos principales,
ni tampoco las diferencias de temas y de formas
dentro de los mismos documentos. Algunos
estudiosos (A. Geddes, 1792; J.S. Vater, 1802-1805)
propusieron entonces la hipótesis de los fragmentos:
el Pentateuco estaría constituido por numerosos
"
trozos" (Stücke) distintos, no unidos originalmente
entre sí, pero juntados luego por un redactor.

La hipótesis de los fragmentos no parecía dar razón


de la unidad que revela el Pentateuco, sino sólo de
su diversidad. Fueron sobre todo H. Ewald (1823) y
W.M.L. de Wette (1840) los que propusieron una
solución media entre las dos teorías precedentes con
la hipótesis de los complementos. Junto a un "escrito
fundamental" (Grundschrift) crecieron, según dicha
hipótesis, por inserción o por añadido, otros
complementos de manos diversas; el escrito
fundamental sería el elohísta.

H. Hupfeld (1853) recogió y reelaboró la hipótesis


documental; además del escrito fundamental, que él
llamó "elohísta" y que corresponde al que luego sería
llamado "sacerdotal", hay que admitir un documento
yahvista (J), el Deuteronomio (D) y un segundo
elohísta (E2). Con ello quedaba expedito el camino
para la elaboración de la que se convertiría en la
"teoría clásica documental".

Los estudios de K.H. Graf (1865), el cual admitía las


cuatro fuentes de Hupfeld, propusieron una fecha
distinta para los documentos; en particular, P
("sacerdotal") sería el documento más reciente, de la
época del destierro o posterior al mismo.

Pero el que dio "forma" más completa a la hipótesis


de los documentos fue J. Wellhausen (1844-1918).
Influyó notablemente en él la idea hegeliana del
evolucionismo religioso, según el cual Israel pasó de
formas primitivas a expresiones cada vez más
elevadas de religiosidad. Como era sobre todo un
historiador, le interesaba el problema de la
colocación histórica de los documentos que sus
predecesores ya habían señalado. Elaboró para ello
una teoría que estaba destinada a asumir su nombre
y a alcanzar un éxito extraordinario en el mundo de
los estudios bíblicos, en donde todavía hoy goza del
favor de muchos exegetas, aunque en formas
modificadas respecto a la propuesta original. Nunca
faltaron opositores a la teoría documental, tanto
entre los cristianos (protestantes y católicos) como
entre los judíos; ni faltaron las propuestas de
modificaciones importantes. Sin embargo, la
estructura fundamental de la hipótesis documental
ha seguido siendo sustancialmente la que indicó
Wellhausen. Los elementos esenciales de la teoría de
Wellhausen pueden sintetizarse de este modo.

Tras el período en el cual, alrededor de los


santuarios tribales, se fueron transmitiendo las
tradiciones religiosas constituidas en función del
culto o bien como recuerdos de las diversas tribus,
apareció la redacción escrita más antigua con el
documento yahvista (850-750 a.C.). Se llama así
porque se menciona siempre a Dios con su nombre
Yhwh, incluso antes de la revelación a Moisés (Ex
3,6; cf Gén 4,26). Como los sucesos narrados tienen
por escenario el sur, se supone que este documento
proviene del reino de Judá. Es frecuente el uso de
antropomorfismos al hablar de Dios. Los discípulos
de Wellhausen distinguieron además un J', un J2 y un
J3.

Un documento más evolucionado, que es posible


fechar en el siglo vm a.C., es el elohísta (E), que la
escuela de Wellhausen considera influido por la
predicación profética del reino del norte, su patria de
origen. Se trata de un documento teológicamente
más maduro: evita los antropomorfismos más
"primitivos", hace intervenir a los ángeles como
mediadores entre Dios y el hombre, introduce la idea
de revelación divina mediante los sueños, asigna a
los personajes principales —como Abrahán y Moisés
—el título de profeta y concede amplio espacio a las
colecciones legislativas (como el código de la alianza
de Ex 20,24-23,19).

Después de la caída de Samaria (año 722 a.C.), un


redactor, llamado por algunos "yehovista" (sigla:
RJE), habría unificado los dos documentos, dando al
texto yahvista la función de documento-base y
armonizando las dos fuentes con intervenciones
redaccionales. Este trabajo estaría ya ultimado en la
época de Josías.

En el 622 a.C., bajo el rey Josías, con ocasión de los


trabajos de restauración del templo (cf 2Re 22), fue
descubierto el "libro de la ley", que hay que
identificar con el libro del Deuteronomio, al menos en
su parte central; es obra de la clase sacerdotal de
Jerusalén, el único lugar legítimo de culto: El
"descubrimiento" de Dt, según muchos seguidores de
Wellhausen, fue un "piadoso engaño" inventado para
conferir autoridad al libro; se habría tratado en
realidad de una primera redacción del Dt, a la que
siguieron varias "ediciones" sucesivas, con añadidos
y modificaciones diveras. Finalmente, un redactor
(sigla: RDT) unió el Dt con la obra de JE, haciendo
algunos arreglos para ajustarlos mejor.

El último documento, el sacerdotal (sigla P, de la


inicial de la palabra "Priester" = sacerdote), sería
obra del ámbito sacerdotal; compuesto después del
destierro, puede atribuirse probablemente a Esdras y
dataría de hacia el 458 a.C. Se trata de una
recopilación de varios documentos, con diversos
añadidos y suplementos. Por el 400 a.C., un redactor
sacerdotal habría intentado fundir todo ello en un
documento unitario (P).

Realizada la fusión de P con los otros documentos


por el año 330 a.C., el Pentateuco había asumido ya
su fisonomía definitiva, excepto algún pequeño
añadido que pudo hacérsele posteriormente.

El sistema propuesto por Wellhausen conquistó al


mundo universitario de los estudios bíblicos, y
constituye hasta nuestros días la hipótesis de trabajo
utilizada comúnmente en sustancia por los biblistas.
Pero nunca han faltado oposiciones, incluso antes de
la violenta tempestad estallada en estos últimos
años. Entre los críticos más autorizados podemos
recordar a O. Eissfeldt (1934), quien propuso
subdividir a J en J' y J2, admitiendo además una
fuente "laica" (sigla: L) más antigua que J' y que
refleja una sociedad sin sacerdocio (es semejante la
tesis de G. Fohrer). P. Volz y W. Rudolph (1933)
negaron la existencia de E como fuente autónoma.
Junto con un consenso general de fondo, prosiguió
también el debate sobre la teoría wellhauseniana; a
pesar del hechizo y de la aparente "solidez" de la
teoría, cada uno de los elementos de la hipótesis de
Wellhausen ha sido sometido a análisis crítico, con el
resultado de que casi todos los estudiosos han
intentado proponer soluciones personales. Así pues,
hasta hoy, la historia de la formación del Pentateuco
es un campo de opiniones controvertidas.

III. HISTORIA DE LAS FORMAS. H. Gunkel (1862-


1932), el cual admitía la teoría de las fuentes J, E, D,
P de la escuela wellhauseniana, introdujo en realidad
un método diverso. No se preguntaba tanto por la
historia de la formación del texto, sino que partía
más bien del texto final para señalar en él la
existencia de "pequeñas unidades", cuyo "género
literario" intentaba estudiar. Fue un giro radical en el
estudio del Pentateuco, al que no se consideró ya
como unidad de amplios documentos reunidos, sino
como colección de muchas pequeñas unidades más o
menos separadas, más o menos independientes. El
interés no radica ya en la atribución de un versículo
o de una palabra a uno de los documentos-fuente,
sino en la caracterización de cada unidad literaria y
de su "Sitz im Leben", esto es, el "lugar" o situación
de inserción en la vida del pueblo de Israel. No se
pone atención tanto en el autor de una perícopa o en
sus rasgos originales como en la estructura repetible
de un esquema literario, originado por determinadas
situaciones vitales. Por ejemplo, el esquema "relato
de creación" puede encontrarse en diversas culturas
de épocas y de pueblos diferentes. Este método
demuestra así el parentesco de los relatos bíblicos
con las culturas del próximo Oriente antiguo, y al
mismo tiempo la originalidad de los textos bíblicos.
Así pues, Gunkel asignó a la exégesis la tarea de
estudiar las "Gattungen" (formas literarias) de la
literatura hebrea y su historia en conexión con las
literaturas vecinas.

El más conocido y genial sucesor de H. Gunkel fue G.


von Rad (1901-1971), el cual intentó la combinación
de los dos métodos: el de las fuentes-documentos y
el de las formas literarias. Ya en 1938 Von Rad se
atuvo al postulado wellhauseniano del Hexateuco
(Gén-Jos) y planteó la hipótesis de que el yahvista
fue un gran teólogo, que sobre la base de un
"pequeño credo histórico" como puede leerse todavía
en Dt 26,5-10 —fórmula breve de fe que tenía su
"Sitz im Leben" en la fiesta de las semanas del
santuario de Guilgal—, recogió y ordenó muchas de
las "tradiciones" transmitidas independientemente
unas de otras (tradiciones del éxodo, del Sinaí, de la
conquista, de la división de la tierra, de los
patriarcas, de Gén 1-11, exhortaciones, leyes). El
yahvista habría "recogido" y unificado ciertos
"conjuntos de tradiciones" con un trabajo de
composición personal, guiado por una concepción
teológica propia, hasta el punto de que se puede
hablar de una teología del yahvista. Del mismo modo
existe también una teología del E, del D y del P. El
yahvista fue, según Von Rad, el "recolector" de
leyendas orales y el teólogo responsable de la
actualización de la tradición en la época davídico-
salomónica.

Según Von Rad, el Pentateuco está constituido por


cuatro conjuntos de tradiciones, cada uno de los
cuales desarrolla un tema fundamental: la tradición
del éxodo y de la conquista, la tradición del Sinaí, la
historia de los patriarcas y la historia primitiva
(Urgeschichte). Antes de la época monárquica
existía, en su mayor parte, tan sólo la tradición oral.

Las reacciones frente a las tesis de G. von Rad


demostraron el escaso fundamento de su hipótesis
sobre la antigüedad del credo histórico y del principio
de que las unidades menores son más antiguas que
los conjuntos literarios más amplios
(Traditionskomplexe). G. von Rad no consiguió
conciliar la teoría de los documentos con la idea de
unos conjuntos de tradiciones, cada uno de los
cuales tienen una historia independiente.

IV. HISTORIA DE LA TRADICIÓN. G. von Rad se


movía dentro del surco de Gunkel, es decir, seguía el
método de historia de las formas; sin embargo,
intentaba introducir la idea nueva de las tradiciones
anteriores a la etapa literaria. Por eso mismo, no
sólo se interesó por la historia de las formas
literarias, sino también por el desarrollo histórico de
los conjuntos de tradiciones. De este modo anticipó
en alguna forma el método que tuvo en M. Noth
(1902-1968) el más agudo e infatigable defensor.

En 1943 M. Noth publicó sus famosos


Uberlieferungsgeschichtliche Studien, en los que
propone considerar unitariamente los libros desde el
Dt hasta el 2Re, ya que constituyen la obra histórica
deuteronomista (sigla: Dtr), así como ver en los
libros de Esdras-Nehemías y 1-2Crónicas otro
conjunto unitario, denominado "obra del cronista".
Por consiguiente, según M. Noth, no hay que hablar
ya de Hexateuco y mucho menos de Pentateuco, sino
de Tetrateuco. En 1948 el eminente investigador
alemán publicó Uberlieferungsgeschichte des
Pentateuch, en donde sostenía que el relato yahvista
es la base literaria sobre la que creció el Pentateuco,
y que J y E tienen tantos puntos en común que es
preciso concluir que no fueron redactados
independientemente el uno del otro. Por eso mismo
supone la existencia de un relato de base común
(gemeinsame Grundlage; sigla: G tanto para J como
para E. La lengua y el estilo de P serían más
claramente característicos.

Noth intentó remontarse más allá todavía de los


autores de las "fuentes" escritas, de su teología y de
su síntesis, para encontrar las tradiciones que se
formaron en torno al culto y que modeló la narración
popular oral, las cuales constituyen el "fondo"
antiguo del Pentateuco.

En los orígenes de la tradición que se depositó en el


Pentateuco, después de un proceso de crecimiento,
de coordinación, de conjunción y de enriquecimiento,
se encuentran cinco grandes temas: 1) el éxodo,
núcleo en torno al cual cristalizó todo el Pentateuco;
2) la entrada en Palestina, originalmente distinta del
tema anterior; 3) la promesa hecha a los patriarcas,
que podría ser anterior a los dos temas precedentes;
4) el tema del viaje por el desierto; 5) el tema del
Sinaí, procedente de las tribus del norte y
relacionado más tarde con los temas anteriores. En
torno a estos cinco temas fundamentales se habrían
ido condensando poco a poco tradiciones aisladas
(las plagas de Egipto, la pascua, los episodios de la
conquista, Baal-Fagor y Balaán, Jacob en Siquén,
Jacob en Trasjordania, Isaac y Abrahán, el hambre y
la sed enemigos en el desierto, las murmuraciones
del pueblo, Caleb en Hebrón, la montaña de Dios y
los madianitas, la alianza y la apostasía en el Sinaí).
Estos "temas" se fueron luego desarrollando
paulatinamente, uniéndose y enriqueciéndose a lo
largo de la tradición (oral o escrita; Noth no aclara si
la gemeinsame Grundlage era escrita u oral; de
todas formas representaría la etapa final de la
tradición antes de la redacción de las "fuentes"). A
continuación, la tradición se fijó en las fuentes JE y
P.

La tesis de Noth dejaba abiertos algunos problemas:


la naturaleza (escrita u oral) de G; la afinidad entre
ciertos pasajes de J y los textos de Dt o Dtr; la falta
de relieve de la figura de Moisés y el carácter
teórico-abstracto de los cinco temas; el origen y las
características de las tradiciones aisladas que
funcionan como material de "relleno" entre los cinco
temas fundamentales; la problematicidad del paso
de los temas a las fuentes escritas. Todas estas
cuestiones sin resolver han impedido que se haya
logrado un consenso en torno a las hipótesis de M.
Noth. Un gran número de estudios sobre las
tradiciones ha demostrado la dificultad de admitir la
hipótesis de Noth, pero no ha producido ninguna
nueva hipótesis global que consiga el consenso de
los autores.

Noth ha llamado justamente la atención sobre la


formación oral de la tradición y sobre la composición
de las fuentes literarias: dos cuestiones
fundamentales que no pueden evitarse en el estudio
del Pentateuco. Recientemente, R. Rendtorff ha
propuesto ver en el origen del Pentateuco siete
"grandes unidades" narrativas, cada una de ellas con
un tema propio y con un desarrollo independiente,
reunidas solamente por el redactor o por los
redactores del ambiente deuteronomista. Las
"grandes unidades" de Rendtorff equivalen
sustancialmente a los "temas" fundamentales de
Noth; sin embargo, las teorías de los dos biblistas
son radicalmente diferentes. Para Rendtorff, la
hipótesis de los documentos debe quedar orillada;
pretende estudiar la tradición que conduce desde las
pequeñas hasta las grandes unidades señaladas en el
Pentateuco (los orígenes: Gén 1-11; los patriarcas;
la historia de José; el éxodo: Ex 1-15; la teofanía del
Sinaí: Ex 19-24; 32-34; el viaje por el desierto: Ex
16-18 y Núm 11,1-20.13; la conquista de
Trasjordania: Núm 20,14-36,13).

¿Al comienzo de la formación del Pentateuco existían


"pequeñas unidades" independientes, que se
agruparon luego en "grandes unidades"? El estudio
monumental de A. de Pury (Promesse divine et
légende cultuelle dans le cycle de Jacob) indica, con
razones convincentes, que el relato aislado (el
episodio) no constituye siempre y a priori la unidad
de base. En el origen se encuentran a menudo "ciclos
narrativos".

V. LA CRISIS ACTUAL. Desde hace unos veinte


años la exégesis del Pentateuco está en el vértice del
ciclón, inmersa en una violenta tempestad. Como
escribía en 1977 F. Langlamet, "por las pistas del
desierto es posible soñar con la `tierra prometida'.
Pero la `tierra prometida', tras un siglo de
investigaciones, no está aún en el horizonte". La
teoría "clásica" de Graf-Wellhausen se ha hecho
insostenible para muchos y denuncia su propia
incapacidad para dar razón satisfactoriamente del
Pentateuco actual. Otros consideran que los asaltos a
la teoría documental son solamente una moda
pasajera. Finalmente, no faltan quienes creen en la
proverbial "crisis de crecimientó".

Un coro cada vez más numeroso de biblistas está de


acuerdo en constatar que la crisis actual que afecta a
la exégesis del Pentateuco tiene un origen
metodológico. Se advierte un creciente escepticismo
respecto al análisis histórico-crítico hasta
considerarlo teológicamente improductivo. Hace ya
algunos años D. McCarthy, autorizado profesor del
Pontificio Instituto Bíblico, escribía que "es
perfectamente posible comprender un texto sin saber
si es E o si es algo distinto". Y F. Dreyfus, de la Ecole
Biblique de Jerusalén, explicaba de este modo su
posición crítica: "Mediante el profeta Isaías Dios
habló a los hombres de Jerusalén; pero mediante el
libro de Isaías Dios nos habla hoy a nosotros". Y
añadía que "el consentimiento de los exegetas en
materia de crítica literaria no ha hecho progresos
respecto a 1904".

En realidad, no existe consenso sobre las posiciones


fundamentales de la teoría documental y nunca ha
existido: ni sobre la amplitud, ni sobre la fecha de
nacimiento, ni sobre la sucesión, ni sobre el proceso
de la tradición, ni siquiera sobre la teología de cada
uno de los documentos. Las opiniones de los
especialistas divergen cada vez más.

Los criterios comúnmente empleados para la


distinción de las fuentes son: a) el nombre de Dios
(Yhwh-Elohim); b) el estilo característico; c) los
duplicados o repeticiones; d) las contradicciones en
el desarrollo de la tradición. Pues bien, tras un
examen atento y escrupuloso de los textos, estos
criterios no parecen suficientes para fundamentar las
tesis mencionadas. Por ejemplo, Ex 24,3-8 es
clasificado comúnmente como E, pero en sólo cinco
versículos aparece seis veces el nombre de Yhwh; en
la historia de José los "duplicados" son claramente
un expediente literario buscado adrede; las
contradicciones no prueban necesariamente la
existencia de fuentes distintas, sino que pueden ser
una señal de etapas sucesivas en la historia de la
tradición; el criterio del estilo parece demasiado vago
y poco concluyente: para caracterizar el estilo de una
fuente hay que saber ya qué textos pertenecen a esa
fuente, o bien cabe pensar que una fuente utiliza un
estilo a veces tradicional y a veces de un género
literario particular.

Recientemente se ha manifestado la tendencia de


algunos autores (cf por ejemplo, J. van Seters, H.H.
Schmid, H. Vorlánder, R. Rendtorff, C. Houtmann, M.
Rose), a considerar los siglos viii-vi como la época
decisiva para la formación del Pentateuco en el
ámbito sobre todo de la escuela deuteronómico-
deuteronomista. Se llama la atención sobre la
"proximidad" de los textos llamados yahvistas con
los de Dt/ Dtr. Pero no ha faltado quien ha acuñado,
para esta tendencia, la fórmula de
"pandeuteronomismo" o de "moda del
deuteronomismo".

F. Langlamet ha puesto en guardia contra los


peligros de un tóhú-bóhú de un deuteronomismo en
donde "el profético, el J, el RJE, el
predeuteronómico, el deuteronómico, el
deuteronomista (...) —y el destierro de Israel y los
destierros de Judá— corren el riesgo de confundirse
y de desaparecer en medio del humo del incendio del
templo, del palacio y de las casas de Jerusalén".

Por el contrario, existe prácticamente unanimidad a


la hora de admitir la naturaleza específica y
particular de P, bien sea bajo la forma de un
documento peculiar, bien en la forma de una serie de
añadidos. ¡Pero tampoco para P faltan opiniones
diversas!

El estudio histórico-crítico del Pentateuco, por


consiguiente, no parece estar ya gobernado por leyes
férreas; parece más bien que atraviesa un período
de cierta anarquía o desconcierto. La impresión es la
de encontrarse en el desierto, después de que una
tempestad de arena ha borrado por completo las
huellas de los senderos practicables y en donde la
búsqueda de nuevas pistas resulta difícil y
aventurada. Se necesita una sabia prudencia, pero
sin que haya que despreciar la audacia, quizá a
veces arriesgada, de los pioneros. Los nuevos
caminos no serán fruto solamente de la retaguardia,
sino también de los que se lancen valientemente,
quizá con algunas imprudencias, hacia adelante.

VI. HACIA NUEVAS SÍNTESIS. El trabajo de


demolición de la teoría documental prosigue
velozmente en los tajos de la exégesis bíblica con
intervenciones sólidas y cargas explosivas. Pero no
podemos detenernos en la fase de demolición; es
preciso comenzar una fase constructiva que no repita
los errores del pasado y que sepa integrar todos los
elementos válidos de las investigaciones anteriores.
Es necesario, en primer lugar, que la exégesis del
Pentateuco se interrogue sobre su propia
metodología: lo que más se necesita en la actualidad
para salir de la crisis es una seria reflexión sobre el
método.

El modelo científico que parece subyacer a la teoría


de Wellhausen es el mecánico: el Pentateuco se
concibe como una gran máquina constituida por
muchas "piezas"; basta con desmontar cada una de
esas piezas, numerarla o indicarla con una sigla,
para reconstruir luego la máquina y comprender su
funcionamiento. Esta operación mecánica ha
resultado muy difícil y delicada; se ha tenido la
impresión de que el Pentateuco es un "ser vivo", y
no una máquina; las "piezas" tienen entre sí
conexiones "vitales", que a veces hacen imposible
cortar de manera tajante.

Hoy algunos prefieren referirse a modelos biológicos


y replantear la formación del Pentateuco
comparándolo con un ser vivo que nace, crece y se
desarrolla, asimilando día tras día su alimento,
cambiando de estación en estación, enriqueciéndose
y tomando formas nuevas hasta su plena
maduración.

El modelo biológico ayuda a relacionar el Pentateuco


con el contexto vivo de la vida entera del pueblo de
Israel en el que se formó la Biblia hebrea. Lo mismo
que un cuerpo vivo, el Pentateuco respiró el aire de
diversas épocas, asimiló el alimento de períodos y de
experiencias diversas de la historia de Israel. En
otras palabras, sufrió continuas relecturas,
remodelaciones y adaptaciones.

En cada una de las épocas es todo el patrimonio


religioso-cultural de Israel —es decir, toda la Biblia—
el que vuelve a fundirse, pensarse, leerse y
modelarse. El método histórico-crítico ha pecado de
cierta tendencia a atomizar la Biblia en
numerosísimos "fragmentos" separados,
independientes, construidos por otros tantos
numerosos autores diferentes. Es preciso recuperar
la totalidad del proceso de formación de la Biblia y el
sentido de su unidad, sin renegar del uso del método
histórico-crítico.

Como ya han señalado varios autores, es necesario


poner el acento en el papel decisivo que tuvieron en
la formación del Pentateuco los escritos y la
redacción de los siglos VIII-VII.

VII. HISTORIA Y TEOLOGÍA. La teoría documental


distinguió entre las diversas fuentes del Pentateuco
y, en su formulación más difundida en la actualidad,
ha destacado también las diferentes "teologías",
propias de cada documento-tradición. Así pues, la
teología del Pentateuco pasa a través del
reconocimiento previo de las teologías de J, E, D y P.
Se piensa que es ésta la única manera de hacer
resaltar adecuada-mente la "historia" de la teología
bíblica y la pluralidad de concepciones teológicas
presentes en el Pentateuco. En efecto, se ve
entonces el Pentateuco ante todo como historia, más
concretamente como "historia de la salvación",
creída y atestiguada por Israel en el curso de su
existencia milenaria. Consiguientemente, el objeto
de la teología del AT es el conjunto de los
testimonios de fe de Israel; por ello la teología del AT
es concebida coherentemente como historia de la fe
vivida y proclamada por Israel. Los "documentos" J,
E, D y P son testimonios históricos diferentes de la fe
de Israel, y le corresponde a la teología bíblica la
tarea de "repetir sus narraciones" (nacherzdhlen) y
sus testimonios. Como ha dicho G. von Rad, el
teólogo bíblico tiene que esforzarse por buscar con el
mayor cuidado posible, documento por documento,
cuál era la inteligencia kerigmática de cada uno de
ellos. De esta manera queda justificada la
investigación de las teologías de los documentos,
como consecuencia del estudio literario de los
mismos.

1. TEOLOGÍA DEL YAHVISTA. El yahvista,


considerado actualmente por los seguidores de la
teoría documental como el gran teólogo del reino de
Judá en la época salomónica, parte de un interés
tanto religioso como político. En una perspectiva de
gran optimismo religioso y de fe en la presencia de
Dios y en la historia, Yhwh es presentado como el
Dios nacional que bendice y salva a Israel, su pueblo
y, a través de él, a todas las naciones de la tierra.
Pero el yahvista es también un documento "político",
que intenta legitimar la dinastía, en especial la
sucesión de Salomón, que no es el heredero
primogénito, y los santuarios dinásticos. Quiere
mostrar que Salomón es el heredero legítimo de las
promesas divinas, empezando por las de los
patriarcas, y que el templo de Jerusalén es el
santuario legítimo del Dios nacional. De aquí la
importancia que en él se da a las mujeres en la
transmisión de la herencia (Eva, Sara, Rebeca y
Betsabé) y el relieve que se le confiere a los
santuarios yahvistas (Siquén, Berseba, Jerusalén). El
documento yahvista es la respuesta a un momento
de crisis; pretende poner de manifiesto a fe de
Israel, su identidad y su vocación. Israel es el pueblo
de la promesa y de la bendición. En la monarquía
israelita se realiza la bendición concedida por Dios
creador, y hasta Abrahán es descrito como el
prototipo de los reyes israelitas. Se observa además
una protesta implícita contra la monarquía, en
cuanto que quiere constituirse como una potencia
autosuficiente, independiente de Dios. El yahvista
tiene confianza y sostiene a la monarquía davídica,
pero con ciertas condiciones, a saber: con la
condición sobre todo de ser fieles a las promesas
divinas y portadores de las bendiciones del Dios
nacional.

2. TEOLOGÍA DEL ELOHÍSTA. Nacido en los


ambientes del reino del norte del 800 a.C. e influido
por la predicación profética, el elohísta se presenta
como el documento de la alianza entre Dios y su
pueblo. No tiene tanta vivacidad ni tanto colorido
como el yahvista; está menos dotado de vigor
dramático y tiene una conciencia nacional más débil.

Bien se trate de un documento continuo, bien de


fragmentos distintos o haya que identificar E con el
redactor JE, la teoría documental sostiene la
existencia de E y, por tanto, de una teología elohísta.
Esta se caracteriza por el acento que se pone en
algunos temas: el temor de Dios, la ley y el pecado,
el tema de la fecundidad y del desarrollo de la vida,
la mediación de los sueños y la "espiritualidad" del
Dios trascendente. Todas estas temáticas quedan
integradas en el contexto de la alianza, cuyas
cláusulas comprometen a los dos contrayentes (Dios
y el hombre) a la fidelidad. Un sentido más profundo
de Dios y una sensibilidad moral más alta serían los
datos y los aspectos específicos del elohísta.

3. TEOLOGÍA DEL DEUTERONOMIO. El origen del Dt


debe ponerse probablemente en Jerusalén, entre
finales del siglo VII y el comienzo del destierro en
Babilonia. El estilo y el modo de pensar remiten con
claridad a la clase dirigente de la capital de Judá.

Dt presupone las antiguas fuentes del Pentateuco y


representa un vigoroso intento de reestructuración
de la teología de la alianza, de reorganización de las
antiguas tradiciones religiosas de Israel mediante la
categoría de la "alianza", repensada en el contexto
político del dominio asirio. Efectivamente, bajo el
dominio asirio la "alianza" se había convertido en un
eslogan propagandístico que intentaba legitimar el
expansionismo asirio: Asiria establecía una alianza
con todos los pueblos que se le sometían. Dt vuelve
a pensar en sus propias relaciones con Dios y,
consiguientemente, en su propia identidad,
definiéndose como el pueblo ligado a Yhwh por un
contrato-alianza. ¡Por tanto, Yhwh es el único Señor
de Israel! El ideal es que exista además un único
lugar de culto, Jerusalén, al único Dios de Israel (la
centralización del culto es una innovación de gran
importancia del Dt). La tórah es concebida como la
condición y la cláusula de la permanencia de la
alianza y de la subsistencia de Israel como pueblo de
Dios. Sobre la base de la tórah, Israel tiene que
constituirse como pueblo consagrado a Yhwh,
separado de todos los demás pueblos no para ser
una secta cerrada, sino como sociedad-modelo para
toda la humanidad. Nacido después de la caída del
reino del norte y estimulado por la reforma de Josías
(622 a.C.), Dt intenta la imposible empresa de
conciliar y de fundir lo que hoy llamaríamos "Iglesia
y Estado". La empresa no se llevará a cabo; el
destierro dispersará al pueblo de Israel y será
considerado como la consecuencia de la infidelidad
del pueblo a su Dios.

4. TEOLOGÍA DEL SACERDOTAL.

De la época del destierro o posterior al mismo,


estratificado en una "historia sacerdotal" a la que se
añadieron algunos "suplementos sacerdotales", el
documento P está centrado en dos temas
fundamentales: la tienda sagrada y la tierra. El
pueblo desterrado carece de templo y se refiere
entonces a la tienda del desierto; además, se
reconoce en la condición de los israelitas del
desierto, lejos de la tierra prometida, lo mismo que
los desterrados en Babilonia estaban fuera de la
tierra sagrada.

La época de los patriarcas y del / desierto se


convierte en un paradigma para los israelitas
desterrados. El destierro de Babilonia es el ángulo
visual desde el que se replantea y se vuelve a
recorrer toda la historia pasada.

Junto a estos dos temas principales podemos


mencionar también la idea de ber"it, entendida como
promesa-compromiso unilateral de Dios, y el tema
de Israel como pueblo de Dios ya en la época del
desierto. Es como si dijéramos que también en
Babilonia los israelitas son pueblo de Dios, aunque
lejos de la tierra y del templo, sin un rey y sin un
Estado.

Los "suplementos sacerdotales", que contienen la


legislación referente al culto, expresan un vivo
sentimiento de pecado y el deseo de perdón y de
reconciliación con Dios. No se trata de un ritualismo
formalista, sino de una teología del culto bien
elaborada.

VIII. ¿TEOLOGÍA DEL PENTATEUCO? Es posible


leer diversas monografías y muchos estudios
particulares sobre las teologías de J, E, D y P, pero
en vano se buscaría una monografía sobre la teología
del Pentateuco. ¿Hemos de pensar que la teología
del Pentateuco es la suma de las teologías de los
diversos documentos? No se trata, evidentemente,
de magnitudes cuantificables y adicionables. El
trabajo del exegeta, ¿puede limitarse a la descripción
histórica de las teologías contenidas en el
Pentateuco, o debe ser más bien una verdadera
actividad teológica que busca las razones internas y
la coherencia lógica del discurso teológico unificado
por la redacción final en los cinco primeros libros de
la Biblia? El teólogo bíblico, a mi juicio, tiene que
buscar los nexos lógicos entre las teologías
contenidas en el Pentateuco y destacar la legítima
pluralidad de concepciones sobre la base de la
unidad de la fe. Sobre el presupuesto de que la Biblia
no se identifica con la / revelación —la cual es en
sustancia la autocomunicación de Dios, que culmina
últimamente en Jesucristo—, sino que es el
testimonio humano, divinamente inspirado, de la
revelación, se comprende que es inevitable una
pluralidad de testimonios humanos inspirados. La
revelación trasciende las "verdades lógicas" de cada
uno de los testimonios, pero no es accesible sin ellos
ni fuera de ellos [/ Teología bíblica].

Pues bien, puesto que el Pentateuco es un "conjunto"


de testimonios humanos divinamente inspirados —y
por eso mismo consideramos que es coherente—
sobre la revelación, creemos que no sólo es posible,
sino obligado para el teólogo bíblico no limitarse a la
descripción de las teologías "regionales" contenidas
en el Pentateuco, sino preguntarse además si del
Pentateuco se deriva un sentido unitario global,
aunque siempre parcial, respecto a la Biblia entera.

B.S. Childs, en su obra Introduction to the Old


Testament as Scripture (1979), se ha propuesto
"estudiar la forma y la función del Pentateuco tal
como ha sido modelado por la comunidad de fe que
hizo de él su propia Escritura canónica". Pero la
"lectura canónica" no niega la legitimidad de un
estudio crítico del desarrollo histórico del Pentateuco,
sino que intenta comprender el Pentateuco en su
forma canónica final, la cual está presidida por una
intención teológica unitaria. D.J.A. Clines ha escrito
un opúsculo titulado Il tema del Pentateuco, en el
que busca el tema unificador de los cinco primeros
libros como una obra literaria unitaria, sin negar la
legitimidad de la atomización del texto mediante el
estudio de las fuentes.

En la raíz de estos intentos, de los que no queremos


hacer aquí un análisis crítico, está la negativa a
identificar la revelación con la historia, y por
consiguiente la negación de la tesis según la cual el
desarrollo de la historia puede hacer inteligible la
revelación. Lógicamente, el método genético, que
estudia la formación del Pentateuco es un medio
necesario para comprender la inteligibilidad
intrínseca del texto bíblico; pero no puede ser el fin
del trabajo exegético, cuyo objetivo consiste en
comprender la revelación a través de los textos que
la atestiguan. A no ser que se asigne a la / exégesis
tan sólo una tarea de descripción histórica, y no de
comprensión del sentido del texto-testimonio de la
Biblia. Pero también en este caso sería menester que
al exegeta-historiador le correspondiera solamente el
papel —entendido en sentido positivista— de mero
"registrador" de datos. Si la exégesis no puede
prescindir de la historia, lo mismo que no puede
prescindir de la crítica literaria, es verdad que
tampoco puede prescindir de la teología.

IX. HISTORIA CREÍDA E HISTORIA REAL. La


teoría documental ha intentado reconstruir, desde el
punto de vista de la crítica literaria y de la historia,
las diversas fases de formación del Pentateuco. Se
interesa por el proceso histórico de producción del
conjunto literario que llamamos Pentateuco. En
consecuencia, considera que está en disposición, al
menos implícitamente, de poner en evidencia el
kérygma o la teología de los autores o de las
escuelas que produjeron cada uno de los documentos
que luego confluyeron en la obra final.
Coherentemente, puesto que se trata del problema
de la génesis de una obra literaria, la teoría
documental no ofrece directamente una valoración
sobre la fiabilidad histórica de los documentos; lo
que hace es señalar cuáles eran las "opiniones" o las
creencias del yahvista, del elohísta, del
Deuteronomio y de la escuela sacerdotal. Y, dada la
redacción final del Pentateuco en la época exílica-
posexílica, es este horizonte histórico el que
determinó la "relectura" de las tradiciones
precedentes. En conclusión, el Pentateuco refleja lo
que el Israel del exilio y del posexilio creía y pensaba
de su propia historia.

De las hipótesis de la crítica literaria no se puede


sacar directamente una conclusión precipitada de
crítica histórica. La crítica histórica se pregunta qué
relación existe entre el kérygma (la "historia creída")
y la "historia real", atestiguada por el kérygma. El
positivismo liberal buscaba el conocimiento ideal de
"wie ist es eigentlich gewesen" o de cuáles son los
"hechos" en estado bruto, fuera de toda
interpretación. Pero este ideal no solamente es
irrealizable, sino también contrario a la realidad del
conocimiento humano: los hechos no son accesibles
más que mediante una interpretación que nos los
haga inteligibles. ¡No existe más historia que la
interpretada y narrada! Pero esto no significa que, al
contrario, no sea posible proceder del testimonio a
los "hechos" vividos y significados.

Tras la crítica literaria viene la crítica histórica, a la


que corresponde "verificar" si el suceso narrado es
realidad. A la crítica histórica le corresponde el deber
de elaborar los criterios de historicidad con los que
valorar la fiabilidad histórica de las fuentes.

Pero la historia no puede reducirse a hechos


cuantificados; más aún, es siempre la encarnación
de un sentido, la realización de un proyecto o
intención. En el caso de la Biblia, la historia real es la
experiencia de la revelación histórica de Dios a
Israel. En consecuencia, la investigación histórica no
puede prescindir de la teología, la única que permite
"comprender" la revelación, o sea, la realidad
significada.

La misión del estudio del Pentateuco es distinguir,


pero también coordinar juntamente, estas tres
dimensiones de la t hermenéutica: la crítica literaria,
la crítica histórica, la crítica teológica.

La tempestad de estos últimos veinte años ha puesto


de manifiesto una vez más las debilidades y las
lagunas metodológicas de la hermenéutica bíblica,
bien en la crítica literaria, bien en la crítica histórica
y teológica, bien en lo que concierne a sus relaciones
y vínculos recíprocos.

La exégesis del Pentateuco ha producido también


estudios útiles e interesantes que se han
aprovechado de los estudios folclóricos (cf Jolles,
Lord, Long), estilísticos (cf Richter, McEvenue),
sociológicos (cf N.K. Gottwald), estructuralistas (para
el Génesis, p.ej., J.P. Fokkelman), poético-literarios
(cf Alter). Estos y otros métodos posibles de lectura
no desplazan al método histórico-crítico. Por otra
parte, parece una utopía pensar en una convergencia
armónica y simple de los métodos. Por tanto, es
necesaria una reflexión radical y renovada sobre el
método de la exégesis. Se ha repetido varias veces
que la exégesis es un arte más que una ciencia, pero
también en esta hipótesis queda fuera de duda que
no puede ser un arte fiada únicamente a la
imaginación y al capricho del artista-intérprete.

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