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11 ago

México es un país panadero, tanto para producirlo como para degustarlo. No hay
desayuno ni merienda sin una pieza de pan dulce de la panadería más cercana o…no
importa si queda lejos, la familia entera acude al tan querido “Vamos por el pan”,
aunque

Según diferentes investigadores la variedad de panes fluctúa entre 1,200 y


2,400 incluso en una misma panadería pueden encontrarse hasta 40 ó 50 masas
diferentes, desde la infaltable masa salada del pan blanco hasta la más elaborada como
la del mil hojas.

Indudablemente el origen de los nombres del pan dulce se pierde en el tiempo, cada
panadero personaliza sus creaciones con su facilidad para imaginar figuras ahí dónde
sólo él las ve. Propensos como somos los mexicanos a la travesura, con picardía, cuando
no albureando, bautizan las pequeñas esculturas comestibles con nombres que remiten
las formas originales o son producto de la irresistible imaginación de los ayudantes

Nalgas de bebé (porque tiene una r


ayita en medio) revolcadas, calzones, tetas de monja, pechugas, mamones, suspiros,
enredos, delicias, panochas, pañalitos (pueden ser dulces o de jamón con queso), ojos de
mula, de Pancha, de buey, de toro o de mamón; cabeza de negro, chorreadas, hojaldras,
campechanas, novias, chichis, pellizcadas, peditos de monja, trocantes (obvia derivación
de crocante), cañones, chimisclanes, capitulados, colorados, coricos, corbatas, rosquitas,
cuernos, puchas, pelucas, hebillas, leños, manitas, virgencitas, monjitas, regañadas,
canillas, corbatas, volcanes, bonetes, tutis, cuellos, zaramullos, granadas, almendras,
grageados, tacos, pelonas, turcos, guayabas, quequitos, cortadillos, acambaritas, besos,
lenguas, bolas, libros, nudos, cubiletes, barquillos, conos, violines, encimadas, cemas
(¿o semas?), espejos, flautas, abanicos, rollos, roles, terrones, banderillas o flautas,
peines, rosquetes, molletes, aviones, juncos, batidas, bigotes, neblinas, rebanadas,

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