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Anja Hilling

MI JOVEN IDIOTA CORAZÓN


MEIN JUNGES IDIOTISCHES HERZ
Spanisch von Luis Carlos Sotelo
Bogotá 2005

Alle Rechte vorbehalten, insbesondere das der Aufführung durch Berufs- und Laienbühnen, des
öffentlichen Vortrags, der Verfilmung und Übertragung durch Rundfunk und Fernsehen. Das Recht
der Aufführung ist rechtmäßig zu erwerben vom:
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FELIX BLOCH ERBEN


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Die Rechte an der Übersetzung liegen bei Luis Carlos Sotelo, Carrera 11 B No. 97 -48 Bogotá,
Colombia. lcsotelo@yahoo.com

Förderung der Übersetzung durch: / This Translation was sponsored by:


Anja Hilling
Mi joven idiota corazón

2
PERSONAJES

Señora Schlüter

Ludger Hase

Eugen Zarter

Hans Werner Sandmann

Paula Lachmär

Miroslav Vulic

3
I.

Señora Schlüter
Todo eso fue bastante amargo.
El asunto con la gente en el departamento*.
Fuera de aquí todos fuera.
Hoy hay tanta gente.
Cuando normalmente no viene nadie.
Estaba esperando al proveedor de jugos de fruta.
Y estaba bastante retrasado.
Yo ya estaba bastante.
En fin.
Comí un pequeño snack después de la llamada telefónica.
Miroslav.
Es usted.
Sí, exacto, Schlüter, cuarto piso sin ascensor.
Venga a las tres.
Usted.
Miroslav.
Sin ayuda hoy en la tienda, bien bien, pobre hombre.
Jugo de toronja, tutifruti, manzana.
Como siempre.
Amargo.
Karin Schlüter la cosa está amarga.
Sí sí sí.
Amarga grumosa perfecta.
Punto final. Hora de descansar.
No más adjetivos.
Los adjetivos son para la gente a la que le gusta mascullar la vida.
Ñam ñam señora Schlüter.
Soy un asco, me la paso vomitando.
Cómo fue posible eso de la vomitada hombre hombre hombre.
Lo del panecillo ocurrió de acuerdo al plan.
Doce y cuarto.
Para las tres en punto ya habré sido una mujer trágica.
De tanta preocupación tengo el peso ideal.
Delgada como pan maravilloso.
Lo del rubor rojo también lo pensé.
Mejillas rojas.
Se ve lo más de saludable y alegre.
Pero eso es justamente, la alegría.
Que nadie diga.
Que Karin Schlüter.
fue una muerta pálida.
Así que rubor rojo.
Estaba perfectamente emperifollada última armadura también el vestido.

*
En Colombia apartamento. Lugar destinado a vivienda.

4
El teléfono.
Eso era peligroso el te léfono.
No vaya a ser que se me ocurra. A alguien
A cualquier persona.
No.
Tic tac ya está corté el cable.
El timbre.
Y a la una.
Aquí nunca nadie toca el timbre.
Tampoco a la una.
Estaba de un ánimo tan particular a la una.
Tres cuartos de hora después del panecillo mortal.
Con ganas como de contacto social.
Abro la puerta.
A la mierda las costumbres.
El cartero.
Qué hace usted acá es la una.
Ya acabó su jornada laboral. Hora de descansar.

Ludger Hase
Pues es que su vecino del tercer piso.
Sandmann.
Como el del programa a la hora de dormir de los niños
El no está.
Recíbalo usted por él el paquete.
De Australia con canguros muy tiernos.
Mire usted.
Las bolsitas.

Señora Schlüter
Ya, suficiente.
Mire usted las bolsitas.
Escucha Santa Claus.
Esfúmate.
Pronto voy a tener que librar aquí la batalla mortal más seductora.
Puntual a las tres.
Al Sandmann lo están involucrando aquí en un asunto bastante oscuro.
Con el paquete.
Qué tiene que ver Sandmann con la hermosa muerta del cuarto piso.
Dígame.
Le gusta mi vestido.
Conoce usted a Miroslav.
Al de los jugos de fruta.
Yo no dije eso.
Todo eso.
Lamentablemente.
De lo contrario no hubiera ocurrido lo del vómito.
A lo mejor.
Yo lo recibí el paquete.
E incluso sonreí.
Hombre Schlüter.

5
Por las bolsitas.
Que me hacían pensar en no me gusta decirlo
la calidez de un nido.
Despierto.
Eran las dos menos cuarto.
Estaba sentada sobre el paquete.
Encima de todas las bolsitas con el trasero caliente.
Cuando sonó el timbre otra vez el timbre.
Mi ánimo había cambiado.
Ese parloteo que tuve con el cartero en la puerta.
Me pareció de pronto como hazaña deportiva de alto rendimiento.
De nuevo el timbre.
Abrí.
Para tener paz en el tímpano.

Eugen Zarter
Señora Schlüter qué silba usted.
De su casa baja una gotera por la pared.
Cae a la cocina de Sandmann.

Señora Schlüter
Qué quiere decir silbar.
Sólo eso me faltaba.

Eugen Zarter
Lo que usted silba yo lo conozco. Claro.
Mi joven e idiota corazón. My young and foolish heart.
De la rubia aquella.
La guapa.

Señora Schlüter
Doris Day.

Eugen Zarter
Doris Day. Claro.

Señora Schlüter
Yo no estoy silbando nada de Doris Day.
Qué se le ofrece.

Eugen Zarter
El desagüe señora Schlüter.
Tendría que revisar debajo de su fregadero*.

Señora Schlüter
No no no.
Ahora no se puede.
Miroslav viene a las tres.

*
Lavaplatos en Colombia, Chile, Bolivia y Venezuela.

6
Con los jugos de fruta.
Para entonces todo tiene que estar despejado.
Aquí en la cocina y en general necesito espacio.
Así es que por favor maestro.
En otra de las vueltas de este sistema solar adiós.
Honestamente.
Eso fue lo que debí haberle dicho.
Por lo del vómito.
Honestamente me fui desplomando sobre el paquete.
El conserje tenía una cara.
Arrugada y tierna.
Le hubiera querido dar un beso de nariz.
Si hubiera tenido más ánimo.
Por amor a los esquimales.

Eugen Zarter
No me demoro.

Señora Schlüter
Y zas.
El cuerpo del conserje revolcándose en mis baldosas.
Lo único que veo son sus pies.
Piernas de conserje.
Desde mi lugar sobre el paquete en el pasillo del departamento.

Eugen Zarter
Y cómo le está yendo a usted.
Señora Schlüter.
Con sus reservas de energía.

Señora Schlüter
La pierna izquierda se resbala.
Hm, pues bien, la energía.
Para una hora alcanza todavía, máximo hora y media.

Eugen Zarter
Tengo un compañero.
El trabaja con agua curativa.
Tratamiento osmótico.
Eso se lo instalo mañana de una vez.
La vuelve a levantar de ese estado el agua.

Señora Schlüter
De alguna forma eso me sacó las lágrimas.
Lo de la ósmosis mañana.
Como si hubiera alguien que pensara en mí mañana.
Mañana.
De repente hay un olor.
Aire marino flores sudor sobre piel asoleada.
El mañana se convierte en el país de los viaje s.
Y entré en verdadero ánimo de paseo.

7
Sobre el paquete.
Y pensaba en Miroslav.
Será que en algún momento él tiene vacaciones.
De sus jugos.
Vacaciones.
Con Miroslav.
Yo nadaba en ojos negros pff pff.
Levité sobre las puntas de los pies recorriendo brazos que parecían cerros.
En pensamientos es obvio.
Mis piernas estaban algo débiles para ese momento.
Quién diría el panecillo.
El conserje.
Está parado frente a mí hace cuánto.
Con unas rodillas llenas de energía.
Más alto no llego sólo hasta las rodillas.
Y es como un cerro.
Ese conserje.
Una excursión de todo un día por un camino muy empinado.
El conserje.
Me habla de su compañero.
Con las aguas curativas.
Simplemente arranca a contar sin consideración alguna.
Amontona sus palabras sobre mi cansancio.
Mueve su rodilla de un lado al otro.
De alguna forma eso me mantuvo despierta.
No la rodilla más bien la forma.
La forma en que hablaba de él del compañero.
Era tan la forma tan.
Detallada.
Los ojos pues los ojos del compañero.
No son azules.
Son azul índigo.
Y la voz la voz del compañero.
No es profunda.

Eugen Zarter
La voz es así tiene que imaginársela.
Como si estuviera dentro de una gruta con estalactitas y estalagmitas.
Y gritara su nombre.
Y la respuesta de la gruta fuera mi nombre.
No el suyo.
Así es la voz.
Siempre distinta.
Pregunta y respuesta.
Yin y Yang.

Señora Schlüter
Yin y Yang madre mía .
Qué palabras.
Para un conserje .

8
Eugen Zarter
Zarter.
Ese es mi apellido.
Pero dígame Eugen.

Señora Schlüter
Karin Schlüter.
Algo así no se grita en una gruta.
O sí.
Karin Schlüter.
A la larga qué va a decir ella la gruta.
Aparte de Eugen Zarter quizás.
Y fue ahí que ocurrió.
Yo sé que suena jalado de los cabellos.*
En vista de las circunstancias.
De la hora.
Del trasero sobre el paquete.
De la rodilla frente al ojo.
Pero lo hice.
Me reí.
Como loca.
El conserje.
Me puso una mano sobre el hombro que no paraba de temblar por la risa.

Eugen Zarter
Mañana
Señora Schlüter.
Karin.
Mañana le mando a Kurt.

Señora Schlüter
La puerta se quedó abierta.
De eso estoy segura.
Para ese momento.
Ya eran casi las dos y media.
Para ese momento.
Oí los gusanos en la madera.
El murmullo de las nubes a través de las paredes.
Eran muy agudos mis oídos.
Ya no tenían nada que ver con el cuerpo.
El cuerpo Schlüter.
Se fue deslizando del paquete.
El paquete.
Me lo puse en mi regazo.
Clavé mis dedos debajo de los stickers.
Debajo de las bolsitas
Mi mandíbula estaba totalmente floja.
Seamos sinceros.

*
En Colombia y región Andina se dice traído de los cabellos

9
Entre el labio superior y el inferior hubiera cabido un animal pequeño.
Miroslav.
Hipotéticamente.
Viajarías conmigo a visitar los canguros.
Si es que lo logro.
Lo de la mandíbula.
Un rugido.
Un rugido de aire tan fuerte.
Alguien.
Alguien encima mío.

Hans Werner Sandmann


Soy yo.
Sandmann.
Hans Werner del tercero.

Señora Schlüter
Lo que me faltaba.
Sandmann.
Como el del programa a la hora de dormir de los niños.
Se vuelve algo perversamente simbólico en estas circunstancias.
Cerrar los ojitos y tranquilizarse.
Vieja apestosa.
Bahh.
Algo falta.
Miroslav.
Algo más.

Hans Werner Sandmann


Karin qué ocurre Karin.
Una cruda* tremenda eso yo lo conozco lo conozco.
Uno se revuelca en el suelo alcohol de mierda.
Qué tienes en el brazo.
La puerta estaba abierta.
Quieres ir de compras.

Señora Schlüter
Ir de compras.
Ir.
Por favor ir.
Qué quieres.
Hans Werner del tercero Sandmann.

Hans Werner Sandmann


Hombre Karin ese es mi paquete hombre.
Por eso es que estoy aquí.
Es mío lo tengo que quiere decir que.

Señora Schlüter

*
En Colombia : guayabo; malestar que padece al despertar quien ha bebido alcohol en exceso.

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Se acabó la calma.
Se puso todo agresivo el Hans Werner.
Agarró a golpes el paquete una y otra vez.
Yo lo agarro con fuerza.
Por las bolsitas.
El siempre dice lo mismo siempre lo mismo.

Hans Werner Sandmann


Mira ahí está mi nombre.
En el remitente.
Mis stickers.
Fue devuelto nunca llegó.
Nunca llegó.
Mira mi nombre mira es mi nombre.

Señora Schlüter
Eso me enfureció en verdad me enfureció.
Mira mira.
Como si yo todavía pudiera a esas horas.
Ver.
Remitente.
Se me sacudió, se me zangoloteó.
El quiere el paquete el Hans Werner.
Forcejea.
Lo agarro con fuerza.
Por Miroslav.
Por qué Miroslav atente a los hechos Schlüter.
Me sacudieron.
Así nadie puede dormir con este oleaje.
Así llegó la primera.
Gota.
Y la siguiente y cada vez más.
Lágrimas.
Se pone de rodillas el Sandmann.
Silencio.
Llora en silencio la cabeza sobre el paquete.
Sobre mi regazo.
Las lágrimas corren por debajo de la s etiquetas y pasan al papel.
Lo hice.
En verdad lo hice.
Una de mis manos.
La puse lo más suave posible sobre su cabeza.
Se puso de lo más calmada la cabeza.
Acá algo está mal.
Por qué duerme.
Y no yo.
Se está levantando muy lento.
Una sonrisa valiente en la cara empapada.
Se va el Sandmann.
El paquete.
Hans Werner el paquete.

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Acá se queda así de sencillo.
Sobre mi regazo.
Como un perro después de la lluvia.
Qué pasa Karin qué pasa.
Me asombré.
De lo firme que todavía estaba mi cabeza sobre el cuello.
De lo fija que iba mi mirada hacia adelante.
Imparable
Atravesaba puertas.
Ahí vi a una señora.
Digamos un ángel. Qué importa.
Un ángel estaba tranquilo en una puerta.
Enfrente mío, lo juro.
Con una bolsa en la mano.
Apreté los ojos
Y podría jurar
Que era una bolsa de basura.
Me siento mal.
Como si algo me hubiera sentado mal.
El panecillo.
Dónde está mi baño.
Ya no más milagros el último.
Después ni uno más.
Yo puedo llegar.
Con las piernas mis piernas.
Llego hasta el inodoro.
Y vomito.
Vomito vomito vomito.
En la taza se juntan enteritas.
Semillas de girasol.
Esta mañana no había nada más.
Sólo el panecillo de semillas de girasol de ayer.
Ruidos.
Dentro de mí.
Y afuera también.
En el corredor.
Me imagino una flor.
Que florecerá en este campo que es mi inodoro.

Miroslav Vulic
Señora Schlüter.

Señora Schlüter
Sí sí.
A la señora Schlüter el vómito le devuelve la vida.

Miroslav Vulic
Señora Schlüter.
El de tutifruti se agotó.
No se siente bien.

12
Señora Schlüter
Miroslav.
Atrás mío.
Miroslav.
Mi vestido no está en posición.
No mire. Por favor. No mire.
No huela.
Miroslav
Conoce usted Australia.
Mi voz sale bastante apagada de la taza.
La cueva del compadre Yin y Yang.

Miroslav Vulic
Señora Schlüter me tengo que ir.
Eugen Zarter también me pidió jugo.
Se siente mejor.

Señora Schlüter
Lo miro.
Me siento mejor.
En la taza cruje.
Suave sólo para mí.
Una semilla de girasol.

II.

Eugen Zarter
Salud Helga.
Catorce años. No es poca cosa. Helga.
Deja de mirar así. Este es Kurt.
Kurt. Esta es Helga.
Salud.
El café se enfrió.
En la taza frente a mí.
El lugar vacío.
Pero todavía
Mi cocina
Está tapizada con su voz.
Se le olvidó una bufanda.
Helga Helga.
Será casualidad.
Que justo esta mañana
El dúrex* de arriba a la derecha en la pared se despegó.
Justo ahí donde el mar se pone oscuro.
Es ella. Preguntó.
Y volvió a pegar el dúrex con el dedo.
Sí. Es Helga.

*
En Colombia cinta pegante, en Argentina cinta Scotch.

13
Verano de mil novecientos noventa y nueve.
Se te acercó bastante.
Tu torso es tan grande como el hueso de su nariz.
Fuerte Ventura.
El estornuda.
Se me cae un tomate del pan.
Ambos hacemos como si no hubiéramos visto
Que te mojaste.
Desde hace cuatro años tu foto cuelga
Sin marco encima de la repisa de los condimentos.
Esto sí que le puede dar cosquillas a uno en la nariz.
Helga tu mirada.
Conozco esa mirada.
Te pones brava por los pelos negros que hay en la ducha.
Sabes que no son míos.
Son de él así de negros.
Kurt.
Yo sé. Si todavía tuvieras algo que decir en esta casa.
El tendría prohibida la entrada.
Kurt
no baja el asiento del inodoro.
Y sabes qué.
Ahora simplemente lo dejamos arriba.
Nosotros.
Como suena eso. Helga.
Tal vez.
Tal vez ustedes se hubieran gustado quién sabe.
Tú y Kurt.
El silencio después del estornudo.
En algún momento digo yo
Para romper el silencio.
El silencio entre nosotros tres.
Digo
Al fin y al cabo ella está en traje de baño.
Te estamos mirando.
Y tenemos que reir.
Tu peinado de vacaciones recién teñido de rubio.
Gafas sobre la frente.
Tu cara está oscura. El sol a tus espaldas.
Fuerte Ventura.
Envejeciste y te ensanchaste.
Tienes caderas. Ahí cabría la taza de un inodoro
Me gustaría que te pudieras voltear.
Que entraras al mar.
Te alejaras nadando de nuestras miradas.
Y ya no tienes que verme a mí tampoco.
Mete tus narices en un montón de peces
En vez de meterla en mi cocina.
Desde hace tres días no me afeito
Y hoy ya he frotado cuatro veces la barba
Contra unos calzoncillos de hombre.

14
Helga. Totalmente en secreto.
A veces eructo en el teléfono.
Una vez.
Eso quiere decir Kurt.
Y él eructa de vuelta.
Dos veces.
Eso quiere decir por fin.
Así de bien, Helga.
Nunca me has entendido.
El timbre me pone en ánimos como de fiesta.
El regresa. Helga.
Nunca te lo hubieras imaginado.
Regresa una vez más.
Con un pretexto.
Por ejemplo su bufanda
Ahí cuelga toda verde en mi perchero.
Toca en la mitad
Ahí donde estaba su nuca
El cuello de tu saco con capucha.
La de color vino.
La que yo ahora siempre me pongo.
La casualidad es algo muy distinto.
La olvidó a propósito Kurt la bufanda.
Para poder aparecerse de nuevo por acá.
Porque hay algo que quiere saber
Más allá de la bufanda.
La última noche. Eugen.
No era ningún chiste.
Ningún chiste. No.
Y si sí era.
He escuchado peores.
Lo que en realidad quería decir. Eugen.
Es.
Hombre sí.
Tu cuerpo es
El Himalaya para mí.
Sabes. Tú ya sabes.
Algo con lo cual hasta ahora sólo he soñado.
Lo que quiero de cir.
Es.
Quisiera volver.
Si tu quieres. Eugen.

Hans Werner Sandmann


Señor Zarter. Ajá. Todavía en el desayuno.
De donde la señora Schlüter está goteando de nuevo por la pared.

Eugen Zarter
No te sonrías así. Helga.

Hans Werner Sandmann

15
Vamos vamos señor Zarter.
Eso deja unas manchas cafés en la pared horribles

Eugen Zarter
Sandmann del tercero.
Una marca de la almohada.
Le parte en diagonal la cara.
Tiene que beber más.

Hans Werner Sandmann


Un conserje en bata de dormir.
No tiene nada que venir a decirme sobre el alcohol.

Eugen Zarter
Agua. Señor Sandmann. Agua.

Hans Werner Sandmann


Agua. Exacto.
Está babeando del techo de mi cocina.

Eugen Zarter
Su cuerpo le habla.
Aquí esta marca.

Hans Werner Sandmann


Bueno bueno. No me toque.

Eugen Zarter
La marca después de dormir le está diciendo.
Muy poca agua ayer.
Usted es un desierto señor Sandmann.
Que brota desde su interior.

Hans Werner Sandmann


Un desierto.

Eugen Zarter
Estupenda metáfora, no.

Hans Werner Sandmann


De dónde la sacó.

Eugen Zarter
De Kurt.

Hans Werner Sandmann


Esto. Quiero decir esto.

Eugen Zarter
Es la bufanda de Kurt.

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Hans Werner Sandmann
El saco lo conozco claro que lo conozco.

Eugen Zarter
Es de Helga.

Hans Werner Sandmann


Australien Volley Babes Nineteen Ninty Eight

Eugen Zarter
Helga. Desliza tu saco entre sus dedos.
Como si fuera de seda.

Hans Werner Sandmann


Ocho.

Eugen Zarter
El número de Helga cuando jugaba con el equipo.
La última. Pero no la peor.
Especialmente en la banca de reservas.
Me hubiera gustado estar ahí.
Ocho mujeres gordas en el desierto de Australia en el campeonato de voleibol.
Décimo sexto lugar.
Al final les dieron estos sacos con capucha.
No me vaya a entender mal.
No es que me guste usar ropa de mujer.
Pero el saco de Helga me queda perfecto.
Mire. Ahí todavía hay campo.
Amplitud para el busto, así es que se llama eso.
Helga sí que tenía bastante.

Hans Werner Sandmann


Ya no más.

Eugen Zarter
Su voz se vuelve bien baja.
No más
Helga. Lo siento. El quiere.
Que te deje.
Se agarra fuerte del marco de la puerta.
La cabeza.
Ya no cuadra bien en la nuca.
Se inclina para atrás.
Por un momento pienso. El quiere gritar. Sandmann.
La boca está abierta.
Tiene sed. Agua qué más.
Entre siga.
Se queda donde está. Qué más da. Sandmann.
Te llevo tu agua a la puerta.
Cuando regreso al corredor
El marco de la puerta está vacío.

17
En las escaleras escucho sus pasos.
Uno.
Después de algún tiempo otro.
Como si caminara con esfuerzo por un terreno cubierto de arena.
Le grito algo a la espalda.
Me ocupo de la señora Schlüter.
Mi pie descansa mullidamente sobre la tela de la bata.
Mi bata de baño.
¿Qué pasó aquí?
En ropa interior estoy parado en la puerta.
El saco con capucha al hombro.
Helga.
Lo de la banca de reservas. No fue así.
Todavía sigo siendo conserje.
Donde la señora Schlüter todavía gotea por la pared.
Tres pinzas en el bolsillo del overol.
Habrá que echar una mirada de cabeza al sistema de desagüe.
La escucho silbar a través de la puerta.
Señora Schlüter.
Está silbando muy quedito una canción.
Y no me abre me deja afuera.
Conozco la melodía pero no recuerdo de qué canción es.
Kurt.
Qué tal si él llega ahora y toca el timbre.
En este momento.
Y sencillamente se va otra vez.
Se le olvida el valor
Con el que quería volver por aquí.
Ayúdame. Helga.
Déjalo entrar. Sí. Cuando toque el timbre. Ahora. Ahora que yo estoy aquí. Y tú allá.
Con el segundo timbre se muere el silbido ahí adentro.
Tres pasos. No más.
Así de cerca tuvo que estar ella de la puerta.
¿Qué es lo que usted está silbando?
Hay una gotera que cae a través de su pared.
Aquí hay algo raro.
La señora Schlüter vestida de rojo encendido.
En el cuello
Palpita una vena azul a través de la piel blanca.

Señora Schlüter
Cómo así que silbar.

Eugen Zarter
Por el cachete izquierdo
por la cara le cae una gota de sudor
Toda una calle que cruza por un montón de maquillaje.
La canción.
Lo que usted silba yo lo conozco. Claro.
Mi joven e idiota corazón. My young and foolish heart.
De la rubia aquella.

18
La guapa.

Señora Schlüter
Doris Day.

Eugen Zarter
Doris Day. Claro.

Señora Schlüter
Pero si yo no estoy silbando nada de Doris Day.
¿Qué se le ofrece?

Eugen Zarter
El desagüe señora Schlüter.
Tendría que revisar debajo del fregadero.

Señora Schlütern
No no no.
Ahora no se puede.
Miroslav viene a las tres.
Con los jugos de fruta.

Eugen Zarter
Helga. Ambos sabemos lo que eso significa.
Jugos de fruta. Eso es una metáfora.
Yo sé, yo sé.
La señora Schlüter no es así.
Pero el vestido el sudor todo el rubor.
Y el cuento ese de los jugos de fruta.
Eso tiene algo de trágico.
La idea
De que la señora Schlüter
Pagará a las tres a cambio de algo de amor.
Ahora tiene una sonrisa en medio de todo ese maquillaje.
Retrocede y me deja entrar.
Como si estuviéramos bailando.
La señora Schlüter y yo.
Ella da un paso para atrás
Yo doy uno para adelante.
Entonces se echa en el piso
Junto a la pared en el corredor.
No del todo.
Me parece como si su trasero rojo flotara en el aire
Justo por encima del piso.
Pero debajo de ella hay algo.
Un paquete.
Sus piernas son blancas y muy delgadas.
Como dos puerros
De los que siempre te comes crudos.
De abajo de ella se asoma un canguro
Y me mira

19
Que tiene adelante en su bolsa una cría.
Eso sí que me pone.
Que no tenga a nadie más
De quién preocuparse.
Pero señora Schlüter.
No dice ni pío y sigue sentada en silencio sobre el paquete.
Le toco el hombro desnudo.
Voy a la cocina.
Cambio la sensación de su piel fría
Por la de mi cruceta .
No me demoro nada.
Tengo la espalda sobre esas baldosas duras.
Una gota me cae en el rabillo del ojo.
Algo retirado y en el fondo del fregadero escucho
De nuevo su silbido.
Muy quedito también me escucho a mí mismo.
Mi joven idiota corazón.
Kurt.
Veo los pelos oscuros de la nuca.
En el frío sin bufanda.
De nuevo muere el silbido en el corredor.
El silencio me hace pensar en Sandmann.
En la boca abierta sin grito.
A él le sentaría bien
Algo más de agua
Y cómo le está yendo a usted.
Señora Schlüter.
Con sus reservas de energía.

Señora Schlüter
Hm, pues bien, la energía .

Eugen Zarter
Tengo un compañero.
Que trabaja en agua curativa.
Tratamiento osmótico.
Eso se lo instalo mañana de una vez.
La vuelve a levantar de ese decaimiento el agua.

Señora Schlüter
Mañana.

Eugen Zarter
Como lo dice.

Señora Schlüter
Osmosis mañana.

Eugen Zarter
Como si le estuviera hablando en otro idioma.
Kurt creo que tienes razón.

20
La gente tiene que beber más.
Usted. Señora Schlüter. Simplemente abre la llave
Y el manantial le llega hasta la cocina.
Limpiecito sin minerales.
Minerales. Dice Kurt. Están sobrevalorados.
Antes yo tampoco estaba muy enterado.
Antes de que Kurt.
En fin.
En realidad él trabaja en el delikatessen al lado de la estación central.
En la barra de quesos.
Lo del agua apenas hace
Un año que lo descubrió.
Está tomando los cursos sobre ósmosis por su propia voluntad.
Así en sus ratos libres junto al trabajo del queso.
Ese tiene energía para repartir Kurt sólo él sabe cuando parar.
El olor de su mano. Dice él. Le dio impulso a su ambición.
El olor del queso se le mete a uno en la piel más hondo que la culpa.
Así es Kurt.
Siempre en metáforas.
Súper.
Eso va a funcionar. Señora Schlüter. Va a funcionar.
Porque Kurt está entregado con cuerpo y alma al asunto.
Cuando él habla de agua.
Y la mira a los ojos.
Lo único que usted querrá será beber.
Se lo juro.
Es por sus ojos.
Que parecen cómo si le saltaran de la cara.
Porque Kurt es de un tipo oscuro.
Pero sus ojos son azules.
Qué es lo que digo.
No son azules.
Son azul índigo.
Con esos ojos se pone a hablar de su ósmosis.
Y cree que todavía lo estoy escuchando.
Sus historias acuáticas.
Cuando lo que hago es desconectarme de sus historias.
Y me da pena.
Porque él se toma bien en serio lo del agua.
Debe tener que ver con su voz.
Suena como si tuviera un sótano una voz debajo de la voz.
Donde uno escucha algo que va más allá de la ósmosis.
La voz es así tiene que imaginársela.
Como si estuviera dentro de una gruta con estalactitas y estalagmitas.
Y gritara su nombre.
Y la respuesta de la gruta fuera mi nombre.
No el suyo.
Así es ella la voz.
Siempre distinta.
Pregunta y respuesta.
Yin y Yang.

21
Señora Schlüter
Yin y Yang.

Eugen Zarter
Señora Schlüter.
Me mira a la cara.
Todo el tiempo le estuve hablando por encima de la cabeza
Justo en la coronilla.
Ahí donde el cabello se vuelve más delgado.
Más abajo en dirección a mi pierna
La vi sonreir.
Cuando yo estaba hablando de Kurt.
Karin.
Su nombre aparece así, de pronto.
La sonrisa.
Eso fue tierno.
A ella Kurt le gustó desde el princpio.
Zarter
Ese es mi apellido.
Pero dígame Eugen.

Señora Schlüter
Karin Schlüter.
Algo así no se dice en ningua gruta.

Eugen Zarter
Silencio.
No estoy seguro.
Será que me pasé.
Su cuerpo empieza a moverse sobre el paquete.
Los cabellos delgados que tiene en la cabeza levantan vuelo.
Los hombros le tiemblan.
Un par de sonidos rápidos le salen de la boca.
Una gota de saliva
Vuela haciendo un arco que llega hasta la rodilla de mi overol.
Helga. Eso es lo que yo llamo justicia.
Ahora los dos estamos untados de babas.
La señora Schlüter tiembla encima del paquete.
El tirante rojo se le escurre por el hombro.
Lo tomo entre mis dedos
Y lo vuelvo a poner en su lugar.
Por un momento corto dejo mi mano sobre su hombro que sigue temblando.
Mañana.
Señora Schlüter.
Karin.
Mañana le mando a Kurt.
No estoy seguro.
De si ella llora o si está riendo.
Sin hacer ruido
Cruzo la puerta de su departamento y salgo.

22
Sólo cuando estoy abajo caigo en cuenta
De que no cerré la puerta.
Pero por alguna razón
Sé que eso no le va a molestar.
A la señora Schlüter.
La bufanda.
La bufanda verde todavía está colgada en mi perchero.
Esta mañana él vio tu saco.
Sobre el gancho. Helga.
Como si en un momento más te lo fueras a poner sobre los hombros.
Tú llamas la atención.
Y Kurt no está ciego.
La taza que tiene tu nombre escrito.
Sobre la repisa de los zapatos todavía hay un par de pantuflas.
Fieltro talla treinta y ocho.
Tu foto.
Hace cuánto fue eso. Pregunta Kurt.
Detrás tuyo el mar.
Cuatro años.
Fuerte Ventura.
Nuestro último viaje.
Al final volvió a apretar el dúrex.
Nos reímos. Helga.
Pero la risa era.
Como si tú estuvieras presente.
Como cuando uno hace quedar mal a alguien en la mesa.
A pesar de saber
Que te la va a cobrar. Tarde o temprano.
Él te puede oler. Helga. Kurt.
Tu presencia.
Como vas enmoheciendo en la pared.
El dúrex se volvió a desprender.
Tengo miedo.
Tu foto cae en mi mano
Como si te hubieras quedado sin fuerzas.
Tocan el timbre.
Tengo miedo.
Que la bufanda verde vaya a enmohecer en mi pasillo.

Miroslav Vulic
Señor Zarter.
El pedido de jugo de toronja.

Eugen Zarter
Esta fue la última.
Me cambié a agua.

Miroslav Vulic
Tipos como usted.
Señor Zarter.
Son una catástrofe para el negocio de los jugos.

23
Eugen Zarter
Jugos de frutas, claro, los jugos a las tres.
Cómo se llama usted.

Miroslav Vulic
Miroslav.

Eugen Zarter
Ya estuvo donde la señora Schlüter.

Miroslav Vulic
Está medio desnuda sobre la taza del inodoro.

Eugen Zarter
Y usted.

Miroslav Vulic
Qué. Cómo así que usted.
Estoy harto de mujeres vomitando.
Podría contarle un par de cosas sobre Doris.
Todo lo que ella vomita.
En otra ocasión será.
No he comido nada en todo el día.

Eugen Zarter
Doris Day

Miroslav Vulic
Doris Day hombre.
Ustedes sí que dicen sandeces.

Eugen Zarter
Esto es para usted.

Miroslav Vulic
¿Qué es esto?

Eugen Zarter
Esta es Helga.

Miroslav Vulic
Quién es Helga.

Eugen Zarter
La foto con ese pedazo de dúrex en el borde
Se asoma del bolsillo de la nalga de sus jeans.
No se ve mucho de ella.
Sólo un par de mechones rubios y detrás el mar.
Miroslav. Se va tan tranquilo.
Sin los jugos de fruta.

24
Con Helga en el trasero.

Miroslav Vulic
Cuidado hombre.

Eugen Zarter
Abajo se topan* en el rellano de la escalera.
La foto se le sale un poco más.
Se le ve la frente.
Pero no se cae del bolsillo.
Kurt.
Con el rabillo del ojo veo su bufanda esperando por él.
Faltan tres escalones.
Los pelos negros el cuello desnudo que sale del saco.
Me echa una mirada azul índigo.
Por fin.
Ya pensaba.
Que no ibas a volver.

III.

Ludger Hase
Mi corazón, bueno, en fin.
A decir verdad.
Mi corazón es un concierto de los Stones.
Las manos en alto.
Todas las cuarenta y ocho mil manos.
Ese tremendo sentimiento
De estar debajo de una ola
Y silenciarse.
Alguien empuja adelante a la izquierda atrás por todos los lados
Como sólo la sangre sabe presionar en pasillos estrechos.
Estoy parado
Feliz
En un lugar
Inexistente.
Del techo de bien arriba
Gotea sudor de otra persona y me cae en la cara.
El pataleo de las botas de abajo
Me levanta
No mucho sólo un poco
El suelo se ha distanciado cinco centímetros de mí.
Espero.
Que regrese el suelo.
Que el concierto empiece.
El grito contra el escenario vacío.
Siempre siempre es el mismo

*
“Se topan” se dice en Colombia “se encuentran” .

25
Miiiiiik Miiiiiik.
Hasta que perdemos la fe pero nunca la paciencia.
Una vez me atrevo
Grito otra cosa algo que suena parecido
Niiiiiicht*.(Miiiiico)
Justo en ese momento así ocurre siempre
Encienden la luz
Sale el grupo
El baterista los bajos el saxofón la bella mujer vestida de negro.
El suelo.
Y ahora Mick.
Los labios muy suaves contra el micrófono.
It’s fucking nice to feel you.
Y arranca antes de que todo se acabe.
Así pasa.
Con el corazón y con Mick Jagger.
En algún momento
Uno de los dos
Perderá la fe en el otro.
Seamos sinceros.
Me siento bien.
Fucking nice.
Desde arriba gotea sudor de otra persona y me cae en la cara.
La respiración, en fin
Inhalo con ruido exhalo con ruido
Hay un sonido como de algo que se arrastra.
Esto es nuevo.
Ese ruido
Mi mirada desciende persiguiendo el sonido.
Estoy sentado
meciendo las piernas
Sobre una lavadora.
Debajo mío en el tambor
Cruje cada vez cuando pasa la misma tela.
Cuadrículas en marrón y blanco.
Estoy en el sótano.
No hay dudas.
Este es un cuarto de lavado.
Encima mío hay ropa interior.
Sin exprimir.
A veces me cae una gota limpia en la cara.
La pregunta es
Qué hago aquí.
Ese día pintaba bien.
Ahora sólo queda el paquete que fue devuelto desde Australia.
Y se acabó el trabajo por hoy. Punto final. Descanso.

*
“Nic ht” significa no. En este caso, es un juego de sonidos entre “Mick” (de Mick Jagger) y “nicht” (no). Por
eso no se traduce. Se deja a la elección del director/a que lo ponga en escena encontrar un equivalente o dejar
el “nicht” original. Un posible juego de palabras sería “Miiico”.

26
Hanna piensa que llego a las cuatro.
Ludger qué listo eres.
Muy bien organizado.
Esto quiere decir dos horas de juego de cartas
Y Hanna no tiene ni idea ni pasa angustia.
Seamos sinceros.
Simplemente sigue jugando.
Hasta que oscurezca con los muchachos.
Y Hanna está en la casa
Cuando tú entras.
Está sentada en el piso.
Y arma un rompecabezas.
Sueños del desierto se llama el nuevo.
Difícil.
Un grano de arena igual al otro.
Mil quinientas piezas en la sala.
Entre nos.
Son mil cuatrocientas noventa y nueve.
La última está aquí.
En el bolsillo de mi pantalón.
Hanna mi pequeña beduina.
Si al final estás muy triste
Te daré gusto.
Te la devuelvo.
Pero eso toma su tiempo
Un rompecabezas de éstos.
Hola. Va a decir ella. Ya es tan tarde.
Y sígue armándolo.
Yo le pregunto.
Qué hay de comer.
Hombre Ludger. Dirá ella.
Hazte un sándwich (México : una torta).
Yo me hago una cerveza no un sándwich.
La miro.
Armando su rompecabezas. Le veo la nuca.
Con la pañoleta rosada de seda.
Y me imagino que jalo
De la pañoleta
Hasta que su cabeza caiga en el desierto.
Y entonces me pongo triste así es siempre.
Porque hay algo que uno recuerda.
Con eso de verle la nuca.
Lo que para mí era antes.
La nuca de Hanna su piel.
Antes de los rompecabezas.
Que se multiplican en la pared.
Antes era una sensación
Como la que hace un rato tuve en la escalera.
Justo quería volver a irme
Porque Sandmann.
El del paquete que fue devuelto desde Australia

27
No estaba.
En ese momento ella abre su puerta.
Con la bolsa de la basura
Y esos tapones en la oreja.
Tiene rizos en el cabello pero ningún peinado.
Lleva puestos unos jeans y dos suéteres hasta la rodilla.
Sencillamente está ahí.
No se mueve.
Pensé. Como una película.
En la que dos reconocen
Que fueron hechos el uno para el otro.
Lo que los desconcierta.
Estatua.
Porque saben
Que si no aprovechan el momento
Y hacen lo que tienen que hacer.
Sacar la basura.
Repartir paquetes.
Van a perder la oportunidad para siempre.
Pensaba en Hanna.
La besé bajo la lluvia.
Open Air.
Y ahora arma rompecabezas en la sala.
Quien siga en el cine a estas alturas
Debe tener mucho aguante
Pensé en el paquete en los muchachos del bar.
El señor Sandmann del tercero no está.
La mujer está a punto de estropearme
La tarde
A punto de cerrarme la puerta en las narices.
Rápidamente estoy junto a ella.
Grito contra la música que está en su oído.
Contra el martilleo en mi pecho.
El concierto cardiaco.
Me puede oir.
El paquete.
De Australia.
Recíbalo usted.
Para el señor Sandmann.
De su departamento sale un olor a carne
Sangre en su recorrido hacia arriba.
Soy todo oídos.
Ningún sonido es más fuerte
Que el del chorro de sangre llegando al cráneo.
Me mira con unos ojos gigantes.
Ojos que se meten muy profundo dentro de mí
Tan profundo
Que me atraviesan.
Me mira como Hanna me mira
Que confunde mi cara con
El papel tapiz que está detrás mío.

28
Ya sáquese esas cosas de las orejas.
Que reciba el paquete.
Lo sostengo enfrente a ella.
Cerca para que lo pueda agarrar.
Mueve la cabeza.
Como si oyera una parte muy importante de la música en su oído.
Esto también es como armar rompecabezas.
Púdranse.
Putas de mierda
En Disneylandia.
Hanna.
Sabes por cierto
Que los Stones darán este verano
De nuevo
Un Open Air.
A lo mejor tenemos suerte.
Tal vez llueva.
Tus labios serán suavizados
Una vez más
Por el agua.
Todo queda en silencio.
Así como ahora.
Como los dos sabemos hacerlo ella y yo.
La mujer con los rizos el hombre con el paquete.
Sencillamente parados aquí en la escalera
Muy callados sin molestarnos
Caminando lentamente entre los recuerdos.
Sabe.
La verdad es que me gusta ser cartero
Lo malo es que todas las noches
La jornada del día
Se acaba.
Ambos la mujer y yo miramos
el paquete con todas sus stickers.
Un canguro.
Entre él y el suelo tres burbujas
En señal de que el canguro salta.
Antes yo también era como usted.
Música en vez de grandes palabras.
Los Stones los Doors en fin.
Easy going.
La sensación de estar vivo.
La lluvia sobre las pestañas de Hanna.
Qué beso.
Eso fue todo.
Silencio.
Ya nada bombea nada suena dentro de mí.
Por un par de momentos
Un silencio sepulcral.
Entonces vuelve a salir de una esquina el corazón.
Vomita

29
Como un borracho
Entra sangre a las arterias aquí adentro.
Me conmueve.
Hasta la punta de los dedos
irriga mi sangre.
Los muchachos dicen.
Que cuando a Ludger le da su ataque
Ellos siempre piensan en Joe Cocker.
Lástima.
Que yo no soporte a Joe Cocker.
Mi mirada se va por lo negro o lo blanco
Una luz me roba la visión.
Mi respiración suena fuerte cuando entro a escena casi melódica.
Hasta donde yo sé.
A veces Hanna dice en voz alta en la cama
Ludger.
Deja ya de cantar.
Yo estoy sentado aquí.
En el lugar más ruidoso del río.
Ni me entero
De lo que sale de mí hacia afuera.
No oigo nada. Nada.
Ya. Se acabó.
Dejo que mi cuerpo
Caiga como un bolso
que se escurre del hombro.
Quietud.
La luz se vuelve más tenue.
La mujer de la bolsa de basura se desvanece enfrente mío.
Quiero saber si todavía existo.
Los fantasmas
Dicen
No tienen piel.
Ayúdame tu con la basura.
Si te rozo muy ligeramente.
Y tu sientes algo que es como piel.
Simplemente avísame.
Así puedo ir
Tranquilamente con los muchachos al bar.
Su oreja.
Ese debe ser el camino fácil
Llegar a tocar su oreja.
Su música mi mano.
Qué es lo que escuchas.
Ella hace un movimiento brusco.
Como si yo fuera un insecto.
Ei, ei, ei.
No tengas miedo.
Entra en su departamento.
Rápido. Para atrás.
Golpea la puerta.

30
Seamos sinceros.
Esa justamente es la forma
Con la que uno se enfrenta a un fantasma.
No a un cartero.
Enmudecido.
Y el paquete.
No hagas
Como si yo no estuviera.
Todo en orden allá adentro.
El timbre ese fui yo.
Por qué no abre.
No me habla.
No sé
Todavía no sé
Si existo.
Eres como Hanna.
Oigo el crujir del paquete entre mis manos.
Cumplir este mandado
Entregar el paquete
A ver si lo logro.
Mis ojos están bien.
En la puerta de enfrente.
Schlüter.
El timbre nada más fácil que eso.
Pasos.
Alguien me oye viene hacia mí.
Una mujer un vestido.
Dios mío.
Un vestido así de rojo
Sólo se ve en la televisión.
Nunca en la vida
Había visto una clavícula brillar tanto.
El cielo ahora lo sé
Es un paisaje de piel blanca.

Señora Schlüter
Qué hace usted acá es la una.
Ya acabó su jornada laboral. Hora de descansar.

Ludger Hase
Regresé.
Ludger Hase. Cartero. Insuficiencia cardiaca.
Besé a Hanna bajo la lluvia.
Yo sé lo que es un ángel.
Lo reconozco cuando lo tengo enfrente.
Yo sé quien tiene problemas de corazón.
La mujer del vestido.
Está sudando.
Su cabeza yo sé como es eso.
Es un búnker lleno de sangre.
Porque abajo en el cuerpo hay guerra

31
Yo pensaba.
Así como a veces uno juega con el destino.
Si entre los dos logramos arreglarlo.
Con el paquete.
Todo volverá a estar bien.
Con el corazón.
Los stickers ya no aguantan mucho.
Todos esos canguros.
El paquete se convirtió cómo decirlo
En una cuestión de vida o muerte.
Deja de sudar.
Que dejes de sudar.
Pues es que su vecino del tercer piso.
Sandmann.
Como el del programa a la hora de dormir de los niños
El no está.
Porque no quería irme
Con el paquete en la mano.
Le dije eso.
El programa para que los niños vayan a la cama.
No está.
El no está.
Recíbalo usted por él el paquete.
De Australia con canguros muy tiernos.
Mire usted.
Las bolsitas.
Eso era.
Las bolsitas.
Mejor que programa para ir a la cama.
Con eso ella entra en un ánimo
que no le da opción distinta
a ser gentil;
a recibir el paquete.
Ella sonrie.
Aplana los stickers.
No se comporta para nada
De acuerdo con su rol
De simplemente recibir el paquete.
Como si supiera
Que por hoy de nuevo nos salvamos.
Hanna.
Hoy no hay juego de cartas.
Yo consigo los boletos de entrada.
Cuando te besé y cayó la lluvia.
Dijiste Oye
Y te reíste.

Señora Schlüter
Oiga usted.
Le gusta mi vestido.

32
Ludger Hase
Tengo que reírme.
Igual que esa vez.
Qué dijiste.
Esa vez.
Esta mañana todavía lo recuerdo.
Ludger. Tú dijiste.
Se te olvidaron las pastillas.
Tengo en mi mano
Color de arena color de manos
La pieza de tu rompecabezas del desierto.
Ahora me viene a la memoria.
Debajo mío la centrífuga de la lavadora.
Tu frase bajo la lluvia.
Oye.
Te gusta mi peinado.
Tengo que reir.
Igual que hace un rato.
Con la señora Schlüter.
Será que la señora Schlüter entiende
El chiste que hay en esto.
Que bajo la lluvia no hay peinados ni vestidos.
Sólo pestañas empapadas.
Se te olvidaron tus pastillas.
Eso ya es algo.
También pudo haberle importado un carajo.
Si mi corazón resistía el día o no.
Se te olvidaron tus pastillas.
Eso es tan romántico.
Si tuviera la opción de escoger una última frase
Escogería esa.

IV.

Paula Lachmär
Si alguien me hubiera dicho hoy.
Hoy.
Paula.
Es el día en que volverás a hablar.
Habría dicho.
Si hubiera podido decir algo.
Anda esfúmate amigo.
No tengo tiempo para esas cosas.
Tengo que estar pendiente del gulasch.
Pero así no funciona esto.
Estas cosas.
Voces palabras
Aparecen de pronto
Sin dar aviso
Sin que uno las desee.

33
Y de pronto estás en medio del asunto
Metida en una conversación de mierda.
Y no importa lo que digas
Siempre hay alguien que lo toma mal.
No es que no hubiera tenido conversaciones este invierno.
Sí las tuve.
Por ejemplo hoy al mediodía.
La cuestión de la basura.
Que no nos entendamos mal.
Ese es un diálogo mudo
Muy íntimo.
Yo y la bolsa de la basura.
Mientras que en la estufa hierve un gulasch.
Las ventanas se empañan.
Aquí adentro hace más calor que afuera.
Bastante más.
Debajo de la tapa del bote de la basura estaban
Ya casi en el borde superior
Los pedazos de carne de ayer.
Bien. Bolsa mía.
Te vas para afuera.
Cuatro pisos.
Ochenta y nueve escalones.
Veintiocho pasos hasta los contenedores.
Para adentro.
Esto es el cincuenta por ciento.
El camino de vuelta es más fácil.
Después de veinte escalones puedo oler el gulasch.
Bien.
Agarré la bolsa.
Estaba pesada y caliente porque se estaba fermentando.
Gulasch.
Aquí hay de esto todos los días.
Todos los días fresco.
Lo importante aquí no es la comida.
Lo importante es cocinar.
Las ventanas el vapor en el aire.
El aroma.
Tomillo orégano carne.
Carne pesada.
El Gulasch se acomoda
Alrededor de mi cabeza como una segunda piel.
Todos los días un gulash.
Desde el seis de diciembre.
Día de San Nicolás.
Los primeros dos días yo no podía con la comida
Sólo estaba ahí tirada.
Indigesta.
Vacía por dentro.
Mi mirada se metía cada vez más hondo
En la rosa de estuco en el techo.

34
Yo ya no era nada. Nada.
El tercer día pasó algo.
Hambre.
El nueve de diciembre me dio hambre.
Me levanté.
Pasta de tomate un pimentón amarillo.
De algún lugar una cebolla larga.
En el balcón se marchitaba una albahaca.
Y lo mejor en la nevera.
Carne de cordero.
Me senté en la cocina sobre la silla
Y observé cómo se descongelaba la carne.
Tenía tiempo.
De repente tenía tiempo.
Todo lo que antes me apuraba.
Antes del seis de diciembre.
Quedó relegado a un rincón.
Noqueado.
Cuenta regresiva.
Diez nueve ocho.
Pero si yo soy asistente asistente de abogado en una oficina (México: un bufete) de abogados. .
La mano derecha de Ottmar Steiner.
La mano derecha derecha.
Siete seis.
Qué puede hacer Ottmar Steiner sin asistente.
Asistencia de mujer asistente.
Cinco cuatro tres dos.
Amputación de la mano derecha.
En la esquina.
Ya.
Uno. Sale.
Gracias.
Mi primer gulasch tardó seis horas.
Con mayor razón da rabia.
El timbre.
Poco antes de las siete.
Poco antes de acabar.
La olla.
En la que mi cuchara estaba metida para revolver
Vuela de la estufa.
Con la cuchara.
Grité.
Todo el gulasch
Estaba regado por el piso de la cocina marrón y jugoso.
Esa era yo.
Esos pedazos.
Afuera la señora Schlüter.
La de al lado.
Quería sal
Sal.
Hay que imaginárselo.

35
Esa fue mi última palabra.
Sal.
El nueve de diciembre.
Desde entonces nada más.
Esto suma. Un momento.
Sesenta y siete gulasch.
Menos los dos días con gripa en la cama.
Sesenta y nueve días sin pronunciar una sola palabra.
La mala suerte que tuvo el primer gulasch
No me volvió a pasar.
El problema del timbre.
Lo solucioné con algodón.
Ir de compras.
Es como una maldición.
Que uno tenga que empezar un Gulash de éstos haciendo compras.
Los ingredientes.
Los consigo en Edeka * .
Edeka está en el mismo edificio.
Muy práctico.
Los ingredientes los compro el martes a las nueve y diez.
La mejor hora.
Los primeros clientes
Que se aglomeran antes de las nueve en la entrada
Ya se han ido a las nueve y diez.
A veces soy la única clienta.
En Edeka.
La cajera todavía tiene el sueño pegado en los ojos.
Y no dice ni una palabra.
Es bastante seca esa mujer de Edeka.
Me gusta.
La carne la saco del congelador.
El paquete de kilo y medio.
Me gusta variar.
Una semana cordero y una semana cerdo.
Las semanas de cordero me sientan mejor.
Las semanas de cerdo hacen más basura.
Siempre cocino para dos.
Se ve mejor.
En la olla.
El resto va a la basura.
Eso es un problema.
Lo de la basura.
Hay que sacarla dos veces a la semana.
Hoy.
El problema son los vecinos.
Hay de vecinos a vecinos.*
Pero algunos no te quieren dejar pasar.

*
Uno de los consorcios de comercialización de productos alimenticios más grandes de Alemania. Una de sus
líneas de trabajo es la de los supermercados.
*
En Colombia se dice “hay vecinos de vecinos”.

36
Sin decir algo.
Sobre separación de basura pelos de gato consumo de agua fría.
Eso me saca de quicio.
Todos me enloquecen.
Todos.
El walkman fue mi salvación.
Me meto algo en las orejas
Y soy inaccesible.
Seguro.
Eso funciona.
Nadie te habla.
Te miran tristes con ojos pequeños.
Los vecinos.
Pero te dejan en paz.
Aunque haya puro silencio en el oído.
La música no es para mí.
No necesito a nadie
Que me diga lo que pienso.
No necesito a nadie que hable.
Necesito silencio.
El silencio absoluto
En el que el hervor del gulasch se escucha desde la distancia.
Ahora.
Estoy parada
Con la basura.
Con los tapones mudos en la oreja
En el umbral de la puerta.
No hay movimiento en las escaleras.
Vamos.
De pronto veo callado y amarillo.
Abajo en el rellano de la escalera al cartero.
Con un paquete.
Él me ve.
Clavada.
En la entrada de mi departamento.
Con la basura.
Atrás mío el gulasch.

Ludger Hase
El señor Sandmann del tercero no está.

Paula Lachmär
Sube dos escalones a la vez.
Y no es que sea el más joven.
Se para frente a mí.
Demasiado cerca demasiado.
Grita.

Ludger Hase
Me puede oir.

37
El paquete.
De Australia.
Recíbalo.
Para el señor Sandmann.

Paula Lachmär
No lo quiero no quiero el paquete.
Esta es una trampa. Y estoy bien metida en ella.

Ludger Hase
Por favor sáquese esas cosas de los oídos.

Paula Lachmär
Me menea el paquete enfrente de la nariz.
Se ve como un regalo.
Por todos lados stickers.
Como un regalo para un niño.

Ludger Hase
Antes yo también era como usted.
Música en vez de grandes palabras.
Los Stones los Doors en fin.
Easy going.
La sensación de estar vivo.
Lluvia en las pestañas de Hanna.
Qué beso.

Paula Lachmär
Qué hago.
Quién es Hanna.
El cartero empieza a bailar.
Con el paquete.
Escucho una voz. La suya.
Sale fuerte del Walkman.
La canción conozco esa canción.
It’s all over now baby blue.
Muy fuerte. A pesar de que sé.
Que el walkman no tiene casete.
No puedo.
No puedo soportarlo.

Ludger Hase
Qué música escuchas.

Paula Lachmär
Me saca un tapón.
Me toca la oreja.

Ludger Hase
Ei, ei, ei.
No tengas miedo.

38
Paula Lachmär
Regreso.
Regreso a mi departamento.
No tener miedo.
Ei ei ei.
A través de la mirilla de la puerta.
Lo veo amarillo con el paquete.

Ludger Hase
Y el paquete.

Paula Lachmär
Mi corazón palpita fuerte.

Ludger Hase
Todo en orden allá adentro.

Paula Lachmär
Toca el timbre.
No se oye nada el algodón aguanta.
La basura se me cae de la mano.
Silencio. Cerrar los ojos.
Nadie.
Ninguno de nosotros se mueve.
Muy bajo
Oigo su voz.

Ludger Hase
Eres como Hanna.

Paula Lachmär
Pasos algo cruje.
El paquete.
Se va.
Quién es Hanna.
Quiero abrir la puerta
E invitarlo.
Me podría contar de antes.
De Hanna
Le haría un té
Compartiría mi gulasch.
Oigo un timbre. En otro lado.
Donde la señora Schlüter.
A través de la mirilla su espalda todo un cartero.

Ludger Hase
Recíbalo usted.
El paquete.

39
Paula Lachmär
Detrás suyo algo relumbra.
Algo rojo.
La señora Schlüter.
En un vestidito tirantes delgados como espaguetis mucha mucha piel.
En ésta época del año oh lá lá.

Ludger Hase
Desde Australia con canguros muy tierno.
Mire usted.
Las bolsitas.

Paula Lachmär
Ella recibe el paquete.
Tiene la cabeza ladeada está bien roja.
La cabeza.
Como de una niña.
La piel debajo el cuello un seno salido
Está blanca como la cal.
Cierro los ojos.
Como si hubiera visto algo.
A través de la mirilla.
Algo que no debí haber visto.

Señora Schlüter
Dígame.
Le gusta mi vestido.

Paula Lachmär
Eso uno no se lo pregunta a un cartero.
Aunque.
Pensé en Hanna.
Sin saber quién era.
Pensé. A lo mejor.
A lo mejor le gusta el vestido.
Se voltea el cartero.
Se va. Así nomás.
Pensé. No.
No la dejes ahí parada. No así.
Con el paquete. El vestido.
Y ella se queda ahí.
La Señora Schlüter.
Y no se mueve.
Redondita y mal enfocada en la mirilla de la puerta.
Pero.
A pesar de que no veo muy bien podría jurar
Que ella sonríe.
Mira para arriba.
Me mira directo a la cara.
Por un momento olvido la madera
Que tengo enfrente de la cara.

40
Por un momento olvido que ella no la puede ver.
Mi cara.
Y le sonrío de vuelta.
Cierra la puerta.
A mí.
Nadie me saca de aquí.
Con la puerta a mis espaldas me desplomo.
Al lado mío crepita la bolsa de basura.
Abajo una puerta se cierra de golpe.
En la cocina borbotea
A fuego lento
El gulasch.
Ei ei ei.
Baby blue.
Claro que lo dejé entrar.
En ese entonces.
Quiero decir. Era día de San Nicolás.
Y el hombre
Se veía
Como si en verdad tuviera un problema.
Soy yo. Alfredo del ala lateral.
Me permite brevemente
El nuestro está dañado.
Usar su teléfono.
Por mi esposa.
No me demoro.
Tiene que ir al hospital.
La puerta se cierra.
Alfred del ala lateral.
Nunca lo había visto.
No importa no importa.
Lo que importa es que.
It’s all over now baby bl –
El golpe.
Lo bueno de eso es que.
La mandíbula contra la madera y los dientes crujen.
Lo bueno es que.
No hay chance de que los pensamientos
Pasen
Por el dolor en la cara.
Y lo más importante.
Lo más importante de todo.
El jean negro.
Mi jean negro está a mi lado.
No importa no importa.
Sobre la espalda la cabeza sin nada que la sujete
Encima mío una cara.
Ojos.
Soy yo. Alfredo del ala lateral.
En la cama.
Es suave la cama.

41
Huele a mí.
A mí.
Las sábanas son nuevas.
Azul marino la semana pasada en Ikea.
Ahí estaban las sábanas Ikea.
Tengo sabor a hierro.
Soy un color. Azul.
Lo más importante es que.
Mezclada con rojo me convierto en violeta y con amarillo en verde.
Así soy yo. Azul.
Nunca lo había visto.
No importa no importa.
Lo más importante
Es que ya nunca olvidarás al Alfred aquel.
Ei ei ei.
Un pedacito de carne color marrón
Se escapa de la bolsa
Y me cae en la mano abierta.
Baby blue.
Será que la señora Schlüter tiene una cita hoy.
Con ese vestido.
Vamos.
Con el pedacito de carne en la mano
Me levanto.
Lo pongo de vuelta en la bolsa.
Abro la puerta.
No pensar en nada no pensar.
La luz de las escaleras cambió.
Perdí tiempo perdí el tiempo.
La señora Schlüter.
Ella en la puerta y la puerta abierta.
Sentada sobre el piso con ese traje.
Tiene las manos metidas entre sus piernas
y ahí sostiene algo.
Como uno sostendría a un niño ajeno.
Con algo de distancia pero con mano firme.
Ahora puedo ver entre sus dedos.
El paquete.
Estamos totalmente calladas ella y yo.
Ella me ve tiene que verme.
Y no dice ni una palabra.
Su mirada está exactamente a la altura de la bolsa de basura.
Todo esto dura un tiempo.
Este intercambio de miradas entre ella y yo.
Demasiado tiempo.
Ella lo puede ver todo.
Con toda claridad.
La carne las verduras la salsa color marrón rojizo.
Todos los restos del gulasch.
Y no dice ni una palabra.
La cara ahora sólo está roja en algunas partes.

42
Podría ser un brote.
O rubor.
Estás muy mal Schlüter se te ve.
Para qué dejas la puerta abierta.
Para que todos vean lo mal que estás.
Se levanta.
Se retuerce entre su vestido rojo.
El paquete desaparece.
Ve con ella.
Le está yendo muy mal te necesita.
Yo me quedo.
Ella se va.
El pasillo vacío de su departamento.
Como si nunca hubiera estado ahí.
Yo bajo sin prisa.
Algo me empuja más bien a subir.
Que a bajar.
Algo que ya se me había olvidado.
Algo que casi hace que me le lanzara
A los brazos de un cartero hace un rato.
Preguntas.
Preguntas raras que tengo.
Se me olvida contar los escalones
Mierda.
Qué día de mierda.
A qué se deben las manchas el vestido.
Por qué andas por ahí sentada en el corredor.
Vieja envejecida.
Y Hanna.
Alguien me puede decir quién es Hanna.
Nadie
Se cruza en mi camino.
Sólo abajo junto a los contenedores de basura pienso en el walkman
Que quedó en el corredor junto a los tenis.
Sólo ahora pienso en la puerta del departamento.
Que quedó abierta
El camino hacia arriba es una lucha por coronar cada escalón.
No hay nada allá arriba que me esté llamando.
La señora Schlüter no. El gulasch no.
Durante mi excursión para alejarme de mí.
Para acercarme a ustedes.
A su destrozada existencia.
Me abandonó lo que me tenía viva.
La precaución.
Soy el culo de un soñador.
En cualquier esquina puede ahora estar alguien.
Aguardando en acecho.
Debajo de la mesa detrás de la cortina entre la puerta y el armario.
Soy Alfred.
Ei ei ei.

43
Miroslav Vulic
Acepto tu departamento.
Mon ami.
Tu sí que confias en la humanidad.

Paula Lachmär
Frente a mi puerta
Con actitud de celador
Está sentado un hombre sobre una caja de botellas de jugos.

Miroslav Vulic
Estuve vigilando.

Paula Lachmär
Todavía cinco escalones hasta llegar donde él está.
Me detengo.
Podría gritar pidiendo ayuda.

Miroslav Vulic
Por poco entro.
Qué aroma.

Paula Lachmär
Yo podría yo voy.
Yo voy a
Agarrar una botella
Apenas él se levante
Siento la tensión de los músculos en mi brazo
Estrellarle la botella en la cabeza.
Sangriento esto será algo en verdad sangriento.

Miroslav Vulic
¿Qué es esto? Un cocido, ¿o qué?

Paula Lachmär
Gulasch.

Miroslav Vulic
Sabroso.

Paula Lachmär
Lo repito dos veces más.
En voz muy baja.
Gulasch. Gulasch.
Mi voz suena oscura.
Como extraída de algún lugar por allá abajo.

Miroslav Vulic
Sí, entendí.
No he comido nada en todo el día.

44
Paula Lachmär
El tipo se levanta y se estira.
Pone una mano en su espalda.

Miroslav Vulic
Cajas de mierda.

Paula Lachmär
Me mira. Cansado desde sus ojos oscuros.
Nada más sólo cansado.
La vuelvo a sentir.
La tensión muscular en el brazo.
Sostenlo y estíralo con la otra mano∗ .
Soy Paula
Qué locura
Soy Paula.
Suena muy raro.
Como si me lo hubiera inventado.
No me toca la mano.
No se mueve de donde está frente a mi puerta.

Miroslav Vulic
Estás congelada.

Paula Lachmär
Me pongo en marcha
No lo puedo creer
Los cinco escalones hasta donde él está allá arriba.
Como si tuviera motivos para confiar en él.

Miroslav Vulic
Bienvenida Paula.

Paula Lachmär
Gracias por vigilar.

Miroslav Vulic
Con gusto. Dice Miroslav.

Paula Lachmär
Si me tocas te mato.

Miroslav
Si tú me tocas yo te mato.
Estoy harto de ustedes, de sus locuras.

Paula Lachmär
Tengo que pensar en Robin Hood.
Cuando tensa el arco allá en el bosque.


Paula dice esto hablándose a sí misma.

45
Así me siento.
Como la flecha poco antes de su vuelo.
De algún modo se siente bien.
Perdón.

Miroslav Vulic
Perdón. Sí. Sigue así.
No he comido nada en todo el día.

Paula Lachmär
Igual yo.

Miroslav Vulic
Eres peligrosa o qué.

Paula Lachmär
No creo. No.

Miroslav Vulic
O.k. Persuadido.

Paula Lachmär
Persuadido.

Miroslav Vulic
Tengo que llevar esta caja a donde Zarter allí enfrente.
En tres minutos estoy de vuelta.
Alcanza para dos.
Tu Gulasch.
Es que tengo un hambre.

Paula Lachmär
Para dos.

Miroslav Vulic
Mon ami. Está saliendo el sol.

Paula Lachmär
Se fue.
Baja las escaleras con la caja.
Tres minutos. Te felicito.
Te lo ganaste por abrir la boca.
Tres minutos. Dios mío.
El gulasch.
Sobrevivió el gulasch.
Se encogió se ve más ocuro.
Pero no desapareció.
En voz baja digo. Hola.
Mi voz me trae recuerdos oscuros
Del hombre con la caja.
Por las escaleras

46
Persuadido.
Imagínenselo.
Mon ami.
Ojalá
Yo lo dejara entrar.

Miroslav Vulic
Qué es esta mierda.

Paula Lachmär
Su voz sus puños golpeando contra mi puerta.
Ei ei ei.
Todavía está afuera.
Y yo adentro.
Despierta.
Ahora.

Miroslav Vulic
Abre loca estrafalaria.

Paula Lachmär
Silencio.

Miroslav Vulic
Qué día de mierda.

Paula Lachmär
Ah, no te quejes tanto.

Miroslav Vulic
Qué antipática (México: sangrona).

Paula Lachmär
No sé si alcanza para los dos.

Miroslav Vulic
No importa.

Paula Lachmär
No importa.
Que al final todo comience de nuevo.
Lo que importa.
Es que al final sabes.
Que todo esto no tiene nada que ver contigo.

Miroslav Vulic
Todavía tengo dos roscas de amapola * .

*
Un pan dulce relleno de semilla de amapola, típicamente alemán.

47
Paula Lachmär
Qué suerte la mía.

V.

Miroslav
Doris Day qué va.
Todos ustedes tienen una tecla suelta.
Yo hablo de Doris Hammerschmidt.
Así es ella.
Una maravilla.
Quiero decir. Esa es mi chica.
Ojos grandes azules y rubia.
No me salgas ahora con Doris Day.
Mi Doris es rubia de nacimiento.
Y si me lo preguntas
Ese fue un día muy especial para el mundo
Este mundo de mierda debería haber hecho lo imposible
Para que a Doris la dejen en paz
Para que tranquilamente pueda ser ella misma
Porque ella misma
Es dinamita
Pero el mundo no es así
Estar simplemente contento consigo mismo y con Doris.
Siempre están metiendo el rabo el mundo y Doris también.
Cada vez quiere ser menos.
Piensa. Que eso es la gran cosa.
Caer por las ranuras del drenaje.
Que es divertido.
Acariciar una tabla.
Quiero decir. Siempre la acaricié con gusto.
Antes. Cuando todavía había algo para acariciar.
Ahora se siente como si
Como si estuviera acariciando a un perro pitbull
Y eso a contrapelo.
Así es ella consigo misma
Un pitbull.
Por qué sino estaría tragando tanto
Si en realidad quiere ser delgada
Porque ella es consigo misma como un pitbull.
Lo que se mete
Lo necesita todo
Para mantener elevado su nivel de agresividad
Se mete el puño hasta el fondo hasta el gaznate de la Doris.
Que siente y huele y ve
Todo lo que sale de ella
Y sabe que el gargajo asquiento se llama Doris Hammerschmidt.
Doris y yo.
Mon ami. Ahí alguna vez había salido el sol.
Ahora algo se interpone entre nosotros.

48
Las matemáticas. Nubes gordas y bien cargadas nubes matemáticas.
Me besa y es el paraíso.
El paraíso me lo imagino distinto porque en el paraíso
No besas una mujer con mal aliento.
Tiene los ojos cerrados y huele a una flor esa mujer del paraíso.
Y Doris hombre.
Hiede y tiene los ojos bien abiertos.
Y veo en sus ojos el cálculo
Doris cuenta por cuántas calorías sale un beso así.
Cuanto tiempo debe durar el beso
Para gastar las calorías que se comió en la media tableta de chocolate
Y así no tener que correr al inodoro por media tableta de chocolate.
Y yo le sigo el juego.
Le chupo el jugo de la otra mitad de la tableta
La que todavía ni siquiera se ha comido.
Eso da puntos yo lo sé.
Y hago todo esto para que salga ese sol de mierda.
Lo que el sol no hace porque él sí es inteligente.
Porque Doris de todos modos va a vomitar después del beso para estar segura.
Y para eso no necesita ningún sol.
Lo puede hacer a oscuras.
Vomitar es algo que sabe hacer muy bien.
Mejor que hacer cuentas.
Eso lo hacemos ambos. La mayoría del tiempo estamos haciendo cuentas.
Ella calcula lo que tiene que echar fuera
En relación con lo que consumió
Para llegar a números negativos
Yo calculo lo que compra y se embute y vomita después
Más lo que vuelve a comprar y a embutirse etc.
Y facilito llego a los números negativos.
Imagínate cómo se siente eso
De trabajar como mula nomás para un inodoro.
A veces también lo olvido todo.
Las matemáticas el mal aliento el inodoro.
Hoy por la mañana por ejemplo en la panadería.
Compré así nomás dos roscas de amapola.
Así nomás.
Digo. Así nomás. Antes. Doris hubiera volado hasta Marte.
Si allá hubiera roscas de amapola.
Quería llevárselos en la pausa del medio día.
Y morderlos con ella justo en el centro.
Donde el relleno está bien jugoso.
Pero entonces volvió a aparecer.
La imagen de Doris encima de la taza.
Y la sostengo con fuerza la imagen.
Y las roscas de amapola en el bolsillo de mi chaqueta
Porque ellas no se merecen eso
La furia del perro pitbull.
Hace un momento la señora Schlüter
Vomitó en el inodoro
como Doris.

49
La misma rabia.
Quiero decir. No sé si lo que había en el inodoro fueron semillas de amapola.
O de otra flor.
En todo caso
Ese no es el sitio más apropiado para las flores.

VI.

Señora Schlüter
Se acabó la tranquilidad.

Hans Werner Sandmann


Devuelto nunca llegó.
Nunca llegó.
Mira mira ahí está mi nombre.

Señora Schlüter
Mi nombre mi nombre.

Hans Werner Sandmann


Karin el paquete.

Señora Schlüter
Olvídelo

Hans Werner Sandmann


Karin el paquete pero ya.

Señora Schlüter
Es mio.

Hans Werner Sandmann


Suéltalo.

Señora Schlüter
Hans Werner.

Hans Werner Sandmann


No.

Señora Schlüter
Hans Werner estás llorando.

Hans Werner Sandmann


No.

Señora Schlüter
Ven acá.

50
Hans Werner Sandmann
No llegó nunca.
Mira ahí mi nombre.
Mira los stickers.
Los puse yo no son tiernos y y todo en vano
Ella está muerta. Karin. Muerta.
Joanna Fringle está muerta.
Nunca sabrá
Que no era mi intención
Matarla.

Señora Schlüter
Joanna Fringle
Despierta Hans Werner.
No me vengas a decir
Que esta cabeza que estoy acariciando
Es la de un asesino.

Hans Werner Sandmann


Exacto.
Un asesino la cabeza de un asesino.
La prueba está en tus piernas.
El paquete.
Era para que estuviera en las piernas de Joanna Fringle.
No en las tuyas.
Pero de qué sirve un paquete
en las piernas de una muerta.

Señora Schlüter
Por eso lo tengo yo.

Hans Werner Sandmann


Porque ella está muerta.

Señora Schlüter
Y yo no.

Hans Werner Sandmann


La vida no es justa.

Señora Schlüter
Mierda.

Hans Werner Sandmann


Lo más loco de todo
De todo el asunto con el asesinato
Es que tengo una coartada.
No pude haber estado ahí
En el desierto de Australia
Porque estaba en mi cama.

51
Señora Schlüter
Entonces lo hizo otro.

Hans Werner Sandmann


Yo fui.

Señora Schlüter
Calma calma.
Jurídicamente de todos modos no sirve de nada
La coartada de la cama.
Si estabas solo.
Pudiste haber estado en cualquier lado.

Hans Werner Sandmann


Siempre estoy en la cama.

Señora Schlüter
Echado del trabajo.

Hans Werner Sandmann


Siempre me quedo dormido.

Señora Schlüter
Cuántas veces.

Hans Werner Sandmann


Veint itrés veces.

Señora Schlüter
No se te ve todo lo que duermes.

Hans Werner Sandmann


Yo lo sé lo sé.
Ve tú a Australia cada noche para que veas.
Piénsalo.
Por qué envío un paquete a Australia.
Porque estoy muy cansado, muerto del cansancio.

Señora Schlüter
Se me está durmiendo la pierna.

Hans Werner Sandmann


Karin.
Puedes soportar algo de Sex and Crime.

VII.

Paula Lachmär
Vive en el ala lateral el tipo ese.

52
Se llama Alfred.

Miroslav Vulic
Alfred.
Así uno no se puede llamar.

Paula Lachmär
Alfred.
Eso dijo.
Cuenta algo sobre su mujer.
Lo enferma que está
Que necesita un médico un teléfono.

Miroslav Vulic
Le abriste.

Paula Lachmär
Claro que le abrí

Miroslav Vulic
Y ese tipo corre del ala lateral
A la parte trasera del edificio
Porque sabe
Que la salvación de su mujer enferma
Es un teléfono en el cuarto piso.

Paula Lachmär
Da igual. Yo abro.

Miroslav Vulic
Da igual.
Cómo que da igual.

Paula Lachmär
Da igual quiere decir. Así ocurrió.
Así es que da igual. Por qué fue así.
Así fue.
Yo le abrí.
Me da su nombre
Pregunta si yo se quién es él
Me arroja con la cara al piso.
Me folla (coge) entre mis sábanas azules.
A mí
Me folla folla folla.
Se va
Alfred.
Pregunta de nuevo.
Si ahora sé quién es él.

Miroslav Vulic
Alfred del ala lateral.

53
Paula Lachmär
Ahora sé quién es.

Miroslav Vulic
Cerdo.

Paula Lachmär
Quédate sentado.

Miroslav Vulic
Quédate sentado. Olvídalo.
Alfred del ala lateral.
Lo voy a agarrar.

Paula Lachmär
Quédate sentado. Come.

Miroslav Vulic
Come. Qué quiere decir eso. Come.

Paula Lachmär
Quiere decir. Quédate.
No has comido nada en todo el día.

Miroslav Vulic
Pero si no se trata de eso.

Paula Lachmär
Y entonces de qué se trata.

Miroslav Vulic
Venganza. Paula. Venganza.

Paula Lachmär
Quédate sentado.

Miroslav Vulic
Si ahora te pones a comer.

Paula Lachmär
Entonces qué.

Miroslav Vulic
Entonces quiero saber.
Paula.
Cuál de los dos es el sicópata.

Paula Lachmär
Cuál.

54
Miroslav Vulic
Yo no.

Paula Lachmär
Entonces quédate.

Miroslav Vulic
Y qué de la venganza.

Paula Lachmär
Da igual.

Miroslav Vulic
Da igual. Me da asco.

Paula Lachmär
Justamente a eso me refiero.
Esas conversaciones.
En las que que todo se entiende mal
Caí en ella sin quererlo
Con Miroslav y con el gulasch.
Porque era tan simpático.
Con la rosca de amapola.
Y porque el pobre se veía cómo decirlo.
Tan hambriento y cansado.
Me gustaba su cara.
Sí yo sé que eso suena a
Yo tampoco tenía nada en contra de la otra cara.
De Alfred el del ala lateral.
Por lo menos al principio.
Pero la cara de Miroslav.
Me puso nostálgica
Como si hubiéramos sido amigos
Alguna vez en el pasado.
Y tuviéramos mucho que contarnos.
Y al final
Uno vuelve a estar como al principio
Sin saber nada el uno del otro.
Le cuento
Del dolor en la cara
Lo bien que se siente eso.
Lo que es ser un color. Azul.
Porque no hay nadie. Nadie.
Que pueda tocar un color.
Y él pregunta.
Por qué.
Por qué lo dejaste entrar.
Yo le quiero decir.
Esto significa mucho para mí.
Compartir con él mi gulasch.
Y él ni toca el plato

55
Por que quiere ir a buscar venganza.
A pesar de que esto en verdad no pasa
Muy a menudo
Que uno mire con gusto la cara de alguien
Mientras uno está comiendo gulasch de cordero.

Miroslav Vulic
Eso fue hace tanto tiempo. Con una mujer.
Dos platos.
Ella me mira.
Paula.
Y ni arriba de los párpados ni abajo tiene ninguna.
Pero ninguna.
De esas venas azules y rojas y rojas azulosas.
Que en cualquier momento pueden explotar y salpicar toda la mesa.
Lo único que tiene son ojos.
Y habla con esa respiración salvaje llena de hierbas y de carne.
Y eso sí que es.

Paula Lachmär
Eso sí que es algo especial.

Miroslav Vulic
Un paraíso.

Paula Lachmär
De alguna manera sí.

Miroslav Vulic
Qué es eso.

Paula Lachmär
Alguien está en la puerta.

VIII.

Hans Werner Sandmann


Cuando tocaron el timbre
Debió haber sido el cartero
Con el paquete.
Ya habíamos llegado al punto
Mi punto favorito
Donde su cabello se ve negro sobre el suelo del desierto
Una especie de abismo para su rostro
Está llena de arena y desnuda y yo también
Y siento el sol en la parte baja de la espalda
Hasta que me pone sus piernas heladas en mi cintura.
El punto.
Ese punto en verdad excitante.

56
No es ni principio ni final
Y justo ese es el problema de mierda
Que el punto está exactamente en el medio.
Si estuviera al principio
Simplemente podría decirme
Relájate Hans Werner
A ver qué pasa entre tu y ella
Pero ella me lo dijo todo
Muy al principio
Los hechos.
Nombre apartado postal etc y que le gusto.
Que le gusto.
Y yo también sé en qué termina eso
No desde el principio
Pero en la mitad
Cuando siento sus piernas frías
Conozco el final
Me acuerdo de nuevo
De la última noche
Cómo termina eso entre ella y yo
Así
Cómo termina cada noche entre ella y yo.
Mal.
Por eso ese punto
Que en realidad podría ser excitante
simplemente es una mierda.
Como si Dios quisiera regalarte una sola vez más un orgasmo
Y te dijera de antemano
Ten presente Hans Werner
Este será tu último orgasmo
Este te lo concedo todavía
Después se acaba el gusto
Y aquello que por el momento debería dar gusto
Un grito alborozado en el desierto
Adquiere una seriedad amarga
Porque empiezas a suplicarle al momento
Que perdure un momento más
Al grado que de tanto suplicar te olvidas del momento
Y éste pasa como si nada.
Pff.
Y entonces queda el espacio para la miseria.
La muerte y la culpa.
Y eso todas las noches.
El paquete.
Con él quería decir gracias. Gracias.
Joanna.
Por cuarenta y siete orgasmos.
Y lo siento. Quería decir.
Y ahora. Por favor. Déjame dormir.
No puedo más.
Cada noche.

57
Regreso a esa bodega en Australia.
La gente hurga negocia canta
Junto a mostradores hay hombres sentados
Aborígenes.
Con ojos negros.
Trabajan con objetos bolígrafos papel cartones
Haciendo el simulacro
Quiero decir sin objetos
Como si fuera una comedia musical de la cámara de artesanos
Uno de los hombres me mira.
Es el único
Que sí tiene algo entre sus manos.
Un paquete.
Eso es bastante importante. Ojo.
El paquete lleva stickers.
Estoy demasiado lejos
Pero podría jurar
Que son canguros.
Yo lo sé.
Está enfermo el hombre del paquete.
Enfermo a morir.
Si logro llegar hasta él
Antes de que muera
El me reservará un lugar en el tren de regreso.
Hans Werner.
Siempre hay una mujer que me habla.
Antes de que yo intente
Alcanzar al hombre del mostrador.
Hans Werner. Esta es una oficina postal.
No una estación de trenes.
La mujer suda.
Viene siempre. Todas las noches.
De un campeonato de voleibol.
Tiene puesto el saco rojo. Rojo vino con capucha.
Que se usaba allá.
Se llama Joanna Fringle.
Tiene un apartado postal
Dos veces el tres cinco siete ocho.
En el Desert four.
Así lo llaman.
Great Sandy Desert Main Post Office district four.
Me dice todo esto.
Cada vez.
Ahí está escrito en el paquete.
Great Sandy Desert Main Post Office district four.
Me lleva consigo.
Con el rabillo del ojo
Veo al hombre con el paquete
Que cierra sus ojos negros para siempre.
Afuera hay silencio.
Y eternidad.

58
Es decir desierto
Donde si uno mira hacia atrás
Ahí donde hasta hace poco había una oficina postal
Ya sólo se ve la vibración del aire.
Donde la ley de causa y efecto y todo lo demás
Simplemente se diluye en el aire
De pronto estoy desnudo
Aunque nunca me desvestí
Y ella también
Debajo encima alrededor nuestro desierto
Porque aquí en el desierto
Uno no se atormenta demasiado
Con preguntas dudas el virus del SIDA ni cremalleras.
De todos estos pasos te eximen
Así de sencillo el desierto el calor.
A pesar de eso pregunta ella
Y eso sí que es curioso
Porque ella es de allí mismo
Y tiene un apartado postal en Desert four
Y sabe cómo funciona aquí el asunto de las cremalleras.
Ella pregunta
La espalda sobre la arena
Yo sobre ella.
Y dónde está mi saco del uniforme de volei.
Tu saco de volei.
Siempre vuelvo a pensar.
Ojalá que estuviera aquí ese saco tonto.
Así no estaría tan triste.
Tan profundamente triste.
Hoy vi el saco.
Pero esa es otra historia.
No soy quién para decirle
Ve a ver en el departamento del conserje.
Así que mejor no digo nada.
Me muevo encima de ella.
Así como suele hacerse.
Y empiezo a suplicar
Que esta vez. Por favor. Esta vez el final sea distinto.
El sol en la parte baja de mi espalda.
Arena en los ojos.
Sus piernas.
Alrededor de mi cintura.
Heladas.
Siempre lo mismo siempre siempre
Tiene que estar muerta abajo mío.
Tengo que salir de ella.
Es un camino tan estrecho e interminable
Como un canal de desagüe.
Después estoy afuera. Sin arena. Despierto.
En la cama.
Mi espalda helada.

59
Y lo siento tanto
Por Joanna y por mí.
Porque somos tan tontos
De cometer siempre los mismos errores. Noche tras noche.
El paquete.
Es para mí una maniobra para demorar el desenlace fíjate.
Los minutos
En los que ella lo recibe lo abre se asombra
Son los minutos
Que yo gano
Para llegar hasta dónde el hombre
Que me consigue el boleto de regreso en el tren.
Ahora está de nuevo aquí el paquete.
Quiere decir una de dos. Dos posibilidades.
O yo la maté
O el hombre del mostrador murió
Cuando ella todavía estaba a su lado hacienda fila.

Señora Schlüter
O las dos cosas.

Hans Werner Sandmann


Mierda las dos.

Señora Schlüter
O todo.

Hans Werner Sandmann


Cómo así que todo.

Señora Schlüter
Todo es puro disparate.

Hans Werner Sandmann


Y los hechos. El nombre el apartado postal.
Karin.
La espalda helada.

Señora Schlüter
Tú envías un paquete al desierto
Porque tienes frío en la espalda.

Hans Werner Sandmann


Es todo lo que puedo hacer.

Señora Schlüter
Qué hay dentro. En el paquete.

Hans Werner Sandmann


Nada.

60
Señora Schlüter
Nada.

Hans Werner Sandmann


Qué hubiera podido mandarle.
Si ni la conozco.

Señora Schlüter
Eres un sueño. Hans Werner.
El sueño de un amante.

Hans Werner Sandmann


Y tú

Señora Schlüter
Yo

Hans Werner Sandmann


Qué le hubieras enviado tú.

Señora Schlüter
El saco de voleibol.

IX.

Eugen Zarter
Señora Schlüter.
Karin.
Aquí habría que abrir una ventana.

Señora Schlüter
Este es el olor de la vida.
Y qué es esto.

Eugen Zarter
El saco de Helga.

Señora Schlüter
Entonces.

Eugen Zarter
Le gusta el rojo vino.

Señora Schlüter
Más o menos.

Eugen Zarter

61
Porque me escuchó cuando hablaba.

Señora Schlüter
De qué se trataba.

Eugen Zarter
Del asunto con Kurt.

Señora Schlüter
Ah ya.

Eugen Zarter
El está abajo.
Está bañándose.
Quiere verlo.

Señora Schlüter
En el sótano entre la ropa sucia
Tengo algo del mismo color. Así es.
Unos pants para correr* .

Eugen Zarter
Podríamos salir a correr alrededor de la casa los dos.

Señora Schlüter
Yo hacer deporte.

Eugen Zarter
Pero no vaya a pensar.
Kurt.
Eso definitivamente es una idea descabellada.

Señora Schlüter
No pienso nada absolutamente nada.
No deseo nada.
Sólo un conserje con las preocupaciones que corresponden a su oficio.
Pero no algo así.
Eugen Zarter.
Pudo haber sido un día bello y corto.
Con el final a las tres.
Un proveedor croata pierde el control sobre sus jugos de fruta.
Pedazos de vidrio y colores.
Colores de jugos.
Sobre las baldosas con un cadáver.
Ahora llega la noche.
Y yo sé.
Voy a bajar al sótano ocho.
Porque un conserje quiere salir a correr conmigo.
Porque el día no es ni bello ni corto.

*
En Colombia: una pantaloneta o un pantalón de sudadera para trotar.

62
Se alarga más y más.
Y yo no sé
Qué hacer con la noche.

X.

Miroslav Vulic
Abre.

Paula Lachmär
No puedo.

Miroslav Vulic
Lo tenemos atrapado.
Habrá venganza. Paula. Por fin venganza.
Qué más quieres.

Paula Lachmär
Tranquilidad.

Miroslav Vulic
Tranquilidad hombre
No es posible.

Señora Schlüter
Señora Lachmär.

Miroslav Vulic
Lachmär. Qué es eso.

Paula Lachmär
Mi apellido.

Señora Schlüter
Tengo que usar su teléfono.

Paula Lachmär
No hay nada que hacer.

Señora Schlüter
Miroslav.

Miroslav Vulic
Cómo estamos. Ya lo vomitó todo.

Señora Schlüter
Mi teléfono no sirve.

Paula Lachmär
Señora Schlüter.

63
Hoy ya le sonreí una vez.

Señora Schlüter
Me lo puedo imaginar.

Miroslav Vulic
No le creas ni una palabra.
Esta mañana todavía pidió un montón de jugos.

Señora Schlüter
Después de eso corté el cable del teléfono.

Miroslav Vulic
Y por qué.
Por qué se le ocurriría a alguien hacer semjante idiotez.

Señora Schlüter
Porque yo quería. Miroslav.
Que usted fuera el último.
El último en escucharme.
El último en verme.
El último pensamiento.

Miroslav Vulic
Eso quiere decir entonces.

Señora Schlüter
Ya no tengo teléfono.

Miroslav Vulic
Entonces hoy no le importó un bledo.
Que el jugo de tutifruti se hubiera acabado.
Y el vestido.

Señora Schlüter
Señora Hase. Habla Schlüter.
Hanna. Yo soy Karin.
Sólo quería decirle. Su esposo.
Está tirado muerto en el sótano de nuestro edificio.
En el cuarto de la lavandería.
No importa lo que le vayan a contar después
De la rigidez cadavérica.
Mire debajo de la lengua.
Ahí. Su marido.
Se enclavó una pieza de rompecabeza.
Por si la estaba buscando.
La que tiene color de arena del desierto.
Justo esa.
No importa lo que le vayan a contar después
Se la clavó justo ahí.
Debajo de la lengua.

64
Esto era lo que quería decirle.
Hanna.

Miroslav Vulic
Señora Schlüter. Su vestido.

Señora Schlüter
Qué pasa con él.

Paula Lachmär
Qué pasa con su vestido.

Miroslav Vulic
Su vestido.
Ahora se lo puedo decir.
Antes en el baño
No era el momento apropiado.
Pero su vestido.
Me pone bastante nervioso.

Telón

Notas explicativas de la revisora con respecto a la traducción de Anja Hilling Mi joven idiota corazón

Los nombres de algunos de los personajes tienen un significado en alemán que debería adaptarse a las
circunstancias del país donde se vaya a representar la obra:

Zarter: Zart, zarter quiere decir suave, más suave. Quizás el personaje en español podría llamarse
“Suavezón” o algo parecido.

Sandmann : A los niños en Alemania se les suele decir que en la noche viene el Sandmann (hombrecillo de
la arena) y les echa arena sobre los párpados para que se duerman.

Betthupferl : es algún dulce que se da para “brincar a la cama”; en el contexto en que aparece en la obra, sin
embargo, alude a una muy popular cápsula radiofónica que se difunde a las 8 de la noche, cuando se supone
que los niños deben ir a la cama.

En una parte, Sandmann aparece cuando la Sra. Schlüter ya está algo “ida” y la aparición de él le parece
simbólica con miras al sueño eterno que ella espera; ella cita una rima infantil cuya traducción literal no
tiene ningún sentido. Habría que sustituirla por alguna otra rima popular en el país respectivo.

La traducción fue hecha en Colombia y revisada en México. En esta revisión se sustituyeron varios
colombianismos por términos más usuales en México. Sin embargo, los colombianismos se han dejado como
notas al pie.

65

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