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El papel de la ética en las profesiones

Planteémonos las siguientes preguntas: ¿en qué contexto hablamos de ética profesional?

¿Cuál es la importancia de este tema en nuestro contexto nacional? Sabemos que la

corrupción social se ha agudizado desde hace ya varios años, en la cual han participado

profesionales de distintas carreras como de diversas universidades y estratos sociales. Y, para

colmo, el espacio político ha terminado corrompiendo la actividad profesional.

Ante tal evento, la actividad profesional debe recobrar su sentido a partir de la afirmación de su

propio espacio, que es el espacio público. Desde ahí puede ayudar a recobrar el sentido de la

moral social tan venida a menos. No es pues este tema uno entre otros, sino uno que afecta al

entramado social.

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demás de persona y no de objeto. La ética de cada profesión depende de los deberes o la


"deontología" que cada profesional aplique a los casos concretos que se le puedan presentar
en el ámbito personal o social.

El fuero interno es el único tribunal que sanciona las acciones que son impropias dentro del
marco ético de la profesión. La deontología es el cumplimiento de los deberes que a cada cual
se le presentan según la posición que ocupe en la vida, y que están dados por el grado de
compromiso y conciencia moral que se tenga con respecto a la profesión. La indagación y el
acatamiento de los principios deontológicos significan dirigirse por el camino de la perfección
personal, profesional y colectiva.

Existen también una serie de normas cifradas en un código de ética, que están supervisadas
por un colegio profesional respectivo. Muchos de esos principios pueden resumirse en los
siguientes: guardar fidelidad a la institución o al patrono que suministra el trabajo; dirigirse a los
colegas con respeto y consideración, evitando la competencia desleal; actualizarse con los
conocimientos propios de su disciplina; guardar el secreto profesional; no sacar provecho de la
superioridad del puesto para manipular o chantajear a otros; etc.

El tema de la ética en el desempeño profesional es siempre el punto que abunda en palabras


en todos nuestros foros y congresos, no obstante, eso es prácticamente todo lo que se logra
por cuanto en la vida real, la ética y la moral son valores normalmente relegados a un segundo
plano, frente a otros mucho más atractivos en sentido práctico.

El funcionario público que aprovecha su condición para favorecerse a sí mismo o a terceros, el


ingeniero o constructor que se ahorra un poco de dinero usando material de baja calidad, a
cambio de la inseguridad de quienes vivirán en sus construcciones; el contador que manipula
los estados financieros y las declaraciones tributarias a fin de evadir solapadamente cargas
impositivas, y por supuesto, su cliente que se lo solicita; bajo la no regulada figura del tráfico de
influencias, así aprovechándose de un portillo legal en sus funciones; profesionales que
realizan intervenciones innecesarias o frecuencias exageradas en consultas a un mismo cliente
por el simple fin lucrativo, o el abogado, el que a sabiendas de que a su cliente le han
cancelado todos sus extremos laborales, presenta una demanda y busca embargar al patrono
para cobrarle lo ya pagado y, por supuesto, cobrarle también sus honorarios.

Estos son algunos de los ejemplos que tanto desmerecen a la sociedad, en algún momento
considerada culta y moralmente educada. Estos son algunos de esos casos que constituyen
igualmente faltas contra la sociedad, causando inseguridad a los ciudadanos decentes, y
conductas que generalmente nunca son llevadas a un tribunal de ética profesional. Estos son
algunos de los motivos por los que se generaliza en forma negativa a cada miembro de un
grupo profesional u ocupacional.

¿Cómo hacer para, a mediano plazo, propiciar un sector productivo sano en cuanto a estas
lamentables conductas? Desde el núcleo familiar, desde los centros educativos, desde los
centros de trabajo, este círculo formativo deberá ir creando una bola de nieve que cada vez
reúna más entidades formativas bajo un criterio de rescate de esos valores de decencia
ciudadana. Formar; esa es la clave del problema. Los colegios profesionales tienen un papel

preponderante en el control de estas situaciones, por cuanto su participación es inmediata, y

podrían extremar sus controles y además formar de una manera más estricta a sus

profesionales.

La contribución de estas entidades es vital para la seguridad de nuestra sociedad, y provee un

apoyo en el círculo formativo y educativo de nuestra desmejorada sociedad, pero el énfasis

debe ser mucho mayor, el fortalecimiento de los tribunales de ética y de las fiscalías de cada

agrupación de profesionales, sanciones más fuertes y ampliación de las causales de

penalización son algunos de los puntos que debieran ser revisados y actualizados. Aquellas

instituciones y entidades que tomen empeño en esto siempre contarán con nuestro apoyo

incondicional.

De la ética a la ética profesional

¿Cómo va la ética en nuestro país? ¿Es sensato seguir hablando de ética en nuestro país

cuando encontramos un déficit moral en todos los niveles? Por eso algunos pueden sostener

que hablar de ética en nuestro país es como hablar de la “dentadura del pollo”έ Sin embargo, a

pesar que los hechos sean así, no debemos dejarnos aplastar por ellos.
¿Es racional seguir hablando de ética en este contexto? Claro que sí, porque el hombre, como

diría Kant, es un ser metafísico por naturaleza, es decir, que se resiste a someterse a los

hechos fríos y opacos. ¿Por qué es posible seguir hablando de ética? Porque los seres

humanos, a pesar de nuestros condicionamientos, hacemos opciones fundamentales. Las dos

principales son una opción personal y una opción social. Con la primera podemos tomar la

decisión de cultivar nuestro ser, es decir, comprometernos en el desarrollo de las capacidades

intelectuales y morales.

La ética tiene que ver con el bien personal, la autorrealización o felicidad. Con la segunda,

tomamos la decisión de realizar el bien común, para lo cual participamos en una actividad

comunitaria. De lo contrario, nuestra existencia social se pone en peligro, porque el bien común

abarca la realización de las necesidades indispensables para vivir humana y dignamente.

Ambas opciones son en realidad una misma opción que se expresa de dos maneras. Es decir,

que la ética tiene que ver con el compromiso de ser una “buena persona”, la cual pasa por la

realización del bien común y la búsqueda de la plenitud de nuestra existencia.

Sin embargo, contra la concepción liberal tradicional, dicha opción requiere de condiciones

previas que la hacen posible, es decir, no es un acto espontáneo ni esporádico. Entre las

condiciones previas están el marco de referencia cultural, el saber práctico y la sensibilidad.

Curiosamente, la búsqueda de esas condiciones es ya una búsqueda ética. Esa búsqueda nos

lleva a interrogar, a cuestionar nuestro marco de referencia, especialmente la referida a la

corrupción. ¿Cuáles son sus causas? ¿En qué nos involucra? ¿Cómo afrontarla o enfrentarla?

Requerimos, pues, cuestionar, interrogar, y al hacerlo estamos haciendo una opción ética.

Interrogantes que nos llevan a la búsqueda de la vida buena. La interrogación y la búsqueda

son entonces dos componentes indispensables de la vida ética. De lo contrario nos queda la

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imposición y el sometimiento al poder económico y político, que son dos formas que

distorsionan las actividades sociales, entre ellas las profesionales. Este es el marco mínimo
para hablar de las éticas profesionales. Ahora, veamos un poco sobre la naturaleza de esta

actividad pública denominada profesión.

Doce principios para una ética profesional

1. Nuestro saber conjetural objetivo va siempre más lejos de lo que una persona puede

dominar. Por eso no hay ninguna autoridad. Esto rige también dentro de las

especialidades.

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2. Los errores son continuamente cometidos por todos los profesionales. La vieja idea de

que se pueden evitar los errores, y de que por eso se está obligado a evitarlos, debe ser

revisada: ella misma es errónea.

3. Naturalmente sigue siendo tarea nuestra evitar errores en lo posible. Pero

precisamente, para evitarlos, debemos ante todo tener bien claro cuán difícil es evitarlos

y que nadie lo consigue completamente. Tampoco lo consiguen los profesionales

creadores, los cuales se dejan llevar de su intuición: la intuición también nos puede

conducir al error.

4. También en nuestras teorías mejor corroboradas pueden ocultarse errores, y es tarea

específica de los profesionales el buscarlos. La constatación de que una teoría bien

corroborada o un proceder práctico muy empleado es falible puede ser un importante

descubrimiento.

5. Debemos, por tanto, modificar nuestra posición ante nuestros errores. Es aquí donde

debe comenzar nuestra reforma ético-práctica. Pues la vieja posición ético-profesional

lleva a encubrir nuestros errores, a ocultarlos y, así, a olvidarlos tan rápidamente como

sea posible.

6. El nuevo principio fundamental es que nosotros, para aprender a evitar en lo posible

errores, debemos precisamente aprender de nuestros errores. Encubrir errores es, por

tanto, el mayor pecado intelectual.

7. Debemos, por eso, esperar siempre ansiosamente nuestros errores. Si los encontramos
debemos grabarlos en la memoria: analizarlos por todos lados para llegar a su causa.

8. La postura autocrítica y la sinceridad se tornan, en esta medida, deber.

9. Porque debemos aprender de nuestros errores, por eso debemos también aprender a

aceptar agradecidos el que otros nos hagan conscientes de ellos. Si hacemos

conscientes a los otros de sus errores, entonces debemos acordarnos siempre de que

nosotros mismos hemos cometido, como ellos, errores parecidos. Y debemos

acordarnos de que los más grandes profesionales han cometido errores. Con toda

seguridad no afirmo que nuestros errores sean habitualmente perdonables: no debemos

disminuir nuestra atención. Pero es humanamente inevitable cometer siempre errores.

10. Debemos tener bien claro que necesitamos a otras personas para el descubrimiento y

corrección de errores (y ellas a nosotros); especialmente personas que han crecido con

otras ideas en otra atmósfera. También esto conduce a la tolerancia.

11. Debemos aprender que la autocrítica es la mejor crítica; pero que la crítica por medio de

otros es una necesidad. Es casi tan buena como la autocrítica.

12. La crítica racional debe ser siempre específica: debe ofrecer fundamentos específicos

de por qué parecen ser falsas afirmaciones específicas, hipótesis específicas o

argumentos específicos no válidos. Debe ser guiada por la idea de acercarse en lo

posible a la verdad objetiva. Debe, en este sentido, ser impersonal.

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