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ENSAYO

EL PENSAMIENTO RELIGIOSO DE TOMÁS DE AQUINO

INTRODUCCIÓN

El cristianismo no es filosofía, pero algunos de los elementos más importantes


que utiliza en su propuesta de salvación han sido objeto de ella. Una de las
preocupaciones más importantes del pensamiento medieval fue la relación
entre la teología y la filosofía, entre la fe y la razón. El problema es discernir
cuál es la relación entre el conocimiento sobrenatural del hombre, alcanzado
por revelación, y el conocimiento natural, logrado a través del intelecto y los
sentidos. Tomás de Aquino fue un teólogo y filósofo católico perteneciente a la
Orden de Predicadores, el principal representante de la tradición escolástica, y
fundador de la escuela tomista de teología y filosofía.

DESARROLLO

I. EL PROBLEMA DE LA RELACIÓN FE Y RAZÓN

Para Santo Tomás, la distinción filosofía/teología descansa en la


separación entre orden natural y sobre- natural: el orden de conocimiento
natural procede de la razón humana, da lugar a la filosofía y tiene carácter
demostrativo; el orden sobrenatural procede de la revelación y de la fe y es
un conocimiento oscuro; algunas de sus verdades están al alcance de la razón,
y otras la exceden. Ambos conocimientos provienen de Dios, por lo que entre
ellos no puede haber contradicción. Entre las dos esferas de conocimiento
cabe la colaboración, dando lugar a la teología: la revelación puede orientar a
la razón y le permite evitar errores; la razón le sirve a la fe para aclarar y
defender los misterios de la revelación.

II. LA EXISTENCIA DE DIOS

1. El problema de su demostración. Podríamos pensar que Dios puede


ser perceptible por la razón, al modo como vemos las verdades del tipo "los
triángulos tienen tres lados"; a estas proposiciones las denomina Sto. Tomás
evidentes en sí mismas; en ellas el predicado se incluye en el sujeto pues en
la esencia de sus objetos se encuentra la propiedad referida en la proposición.
Son, además, evidentes para nosotros cuando las vemos como verdaderas
con solo comprender el concepto sujeto. Si la existencia de Dios se incluyese
en su esencia, entonces podríamos captar la verdad de la proposición “Dios
existe” con la mera comprensión del término "Dios". Sto Tomás mantendrá que
no cabe una argumentación de ese género porque la esencia de Dios no nos
es dada con la misma claridad que por ejemplo, la esencia del triángulo.

2. Las cinco vías. Según Sto. Tomás, la demostración meramente racional


de la existencia de Dios no es la adecuada pues no es acorde a las facultades
humanas; debemos llegar a Dios a partir de lo más conocido para nosotros, de
la experiencia sensible. Sus pruebas (las Cinco Vías) tienen antecedentes en
Aristóteles y Platón y son demostraciones a posteriori: parten de los efectos
de la actuación de Dios en el mundo para remontarse a Él como causa última.
La Tercera Vía comienza destacando uno de los rasgos más importantes de
todos los objetos finitos, la radical insuficiencia de su ser, la contingencia: todos
los seres existen pero podrían no existir; si existen y podrían no existir es
pensable un tiempo en el que no existían; y si nada más que ellos existiera en
la realidad, ahora nada tendría que existir. Como este no es el caso, es preciso
suponer que exista un ser necesario, un ser que tenga la razón de su
existencia en sí mismo y no en otro, y ese ser es Dios. La Quinta Vía parte de
la existencia de orden en el mundo natural y de la necesidad de que exista
siempre una inteligencia que dirija el comportamiento de aquellos seres que
tienen conducta final, conducta ordenada a un propósito. Es el caso de que los
seres naturales no disponen de inteligencia, luego han tenido que ser creados
por otro ser que les haya dado su disposición al comportamiento más
adecuado para alcanzar los fines que les son propios; en conclusión, debe
existir una Inteligencia Ordenadora a la que cabe llamar Dios.

III. LA ESENCIA DE DIOS

Santo Tomás quiere defender la posibilidad del conocimiento de Dios


evitando afirmar la posibilidad del conocimiento de Dios a costa de aproximar
demasiado su ser a las cosas del mundo y separar radicalmente a Dios del
mundo, negando con ello la posibilidad de su conocimiento racional. Para ello
empleará varios recursos: la afirmación: afirmaremos de Dios únicamente
aquellas propiedades puras que no traen consigo imperfección; la negación:
obtenemos un concepto negativo de Dios negando de Dios las propiedades de
las criaturas que implican imperfección; la eminencia diremos que Dios posee
de forma infinita las perfecciones que encontramos en las criaturas. Por su
parte, la analogía nos recuerda que las palabras empleadas para pensar a
Dios no tienen exactamente el mismo significado que poseen cuando las
empleamos para referirnos a las cosas finitas.

Las Cinco Vías suministran otros tantos predicados de Dios: Motor inmóvil,
Causa incausada, Ser necesario y perfectísimo, Inteligencia suprema. Los
atributos entitativos de Dios se refieren a su ser (simplicidad, perfección,
infinidad, inmutabilidad, unidad, bondad, omnipresencia y eternidad) y todos
ellos hacen de Dios un ser trascendente al mundo. Los atributos operativos
de Dios se refieren a su obrar y son el entender, querer y poder, que dan lugar
a su vida divina.

IV. LA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE

1. La estructura de la realidad creada. El Aquinate parte de la


contingencia de todo ser finito: la indigencia radical de todo ser finito exige
un ser que sea fundamento de sí mismo y de todo lo real, Dios. Todas las
criaturas tienen una composición metafísica de esencia y existencia (son
contingentes, limitadas) frente al único ser necesario e infinito, Dios, que es la
causa de su existencia. Partiendo de Dios, Sto Tomás nos ofrece una visión de
la realidad creada en forma jerárquica. Para referirse a los seres creados
(compuestos) se sirve de conceptos aristotélicos: acto y potencia, sustancia y
accidentes, materia y forma, añadiendo la distinción esencia/existencia.

2. El hombre, imagen de Dios. La concepción del hombre tomista


combina la óptica aristotélica y el pensamiento cristiano: a los vivientes les
corresponde un conjunto de operaciones distintas de los no vivientes: nacer,
nutrirse, crecer, reproducirse, moverse localmente y morir, y en los grados
superiores sentir, pensar y querer. Santo Tomás define el alma como el
principio de la vida y como la forma de un cuerpo físico que tiene vida en
potencia. Es lo que distingue a los vivientes de los no vivientes. Hará mención
también a las facultades o potencias activas del alma con los que realiza las
operaciones vitales: corpóreas (requieren un órgano corporal), o incorpóreas
(el entendimiento y la voluntad). Además del intelecto, dividido en teórico y
práctico, el alma humana contiene tres facultades: la voluntad o apetito
racional, las facultades de la sensación (vista, oído...) y la sensualidad o apetito
sensible. Santo Tomás defiende el dualismo antropológico, pero su posición
es más moderada que la platónica al entender que la palabra "hombre" designa
la unidad de cuerpo y alma, y no únicamente alma, como era el caso de Platón.

3. El hombre hacia Dios. El hombre se encuentra en el orden sobrenatural


por la gracia divina, merced a la cual alcanza un estado de perfección al que
no puede llegar por sí mismo, pero ninguna esferas de la actividad humana se
pueden comprender sin la referencia de lo humano hacia Dios:

a) Dios como objeto último del conocimiento: la vocación intelectual del


hombre hacia Dios se cifra en el hecho de que la teología es la ciencia
suprema y la máxima perfección de nuestra inteligencia, pero también porque
el conocimiento se ordena a la verdad y Dios es la suprema verdad. Toda
verdad está conectada con Dios, pues es el creador, sostenedor y lo que da
inteligibilidad a todo lo real; además, conocemos a Dios en todo lo que
conocemos, pues el mundo es la "revelación física" de Dios. Finalmente, el
objetivo supremo del hombre es la visión de Dios en la otra vida, es decir, un
conocimiento puramente intelectual y directo de Él.

b) Dios como objeto último de la voluntad: Dios, por ser el ser superior,
es la bondad perfecta e infinita. También la vida moral está dirigida hacia el
logro de la beatitud: Santo Tomás defiende un punto de vista teleológico o
finalista del universo, pero el hombre es el único ser que tiene conciencia de
los fines y de los medios y que puede ser impulsado a la acción por ideas de lo
bueno y de lo correcto. La voluntad tiende naturalmente a buscar el bien,
búsqueda que sería totalmente caótica sin la intervención de la razón. En
relación con Dios (el bien perfecto), Dios mueve la voluntad humana
necesariamente. Pero respecto de los bienes menos perfectos, la voluntad no
está obligada necesariamente a ir hacia ellos (es libre). La ética se centra en
los bienes que permitan al hombre alcanzar su bien último o Dios. En su teoría
de las virtudes, el Aquinate sigue a Aristóteles, añadiendo algunos elementos
de su perspectiva cristiana.

c) El hombre hacia Dios por la conducta social: la doctrina política de


Sto. Tomás es una síntesis de la política aristotélica y de sus creencias
cristianas. El hombre tiene un fin sobrenatural, pero debe conseguirlo mediante
su actividad y su vida en el Estado, aunque de forma completa, sólo lo alcanza
en la otra vida. El Estado es una institución natural fundamentada en la
naturaleza del hombre. El hombre es un ser político que vive en comunidad lo
cual exige un gobierno que mire por el bien común. Tanto la sociedad como el
gobierno, por ser connaturales al hombre, tienen en último término justificada
su existencia en Dios, creador de la naturaleza humana.

Santo Tomás distingue tres clases de leyes: la natural, la positiva y la


eterna. La ley natural dirige y ordena los actos de los seres naturales para la
adecuada realización de los bienes que les son propios. El Aquinate toma del
pensamiento griego la noción de naturaleza como principio dinámico intrínseco
que determina el comportamiento ordenado de los seres naturales, a la vez que
la idea de que puede utilizarse el criterio de la “naturalidad” para distinguir la
conducta buena de la mala: lo bueno es lo natural y lo malo lo contrario a ella.
Pero añade a esta idea griega la tesis de que las inclinaciones naturales
descansan en último término en Dios, quien por su providencia gobierna todas
las cosas y les da las disposiciones convenientes para su perfección. Santo
Tomás interpreta la ley natural como la ley moral, y la identifica con la razón
humana que ordena hacer el bien y prohíbe hacer el mal. La ley moral es
racional pues es dictada por la razón y natural porque la razón es un rasgo de
la naturaleza humana y porque describe las acciones convenientes para los
fines inscritos en nuestra naturaleza. La ley natural contiene los preceptos
básicos que rigen la vida moral, el primero de los cuales es “debe hacerse el
bien y evitarse el mal” y en el que se fundan todos los demás preceptos de la
ley moral. La ley positiva (ley que promulgan los Estados) debe ser expresión
de la ley natural para ser justa y buena y, por tanto, no será convencional. La
ley natural tiene su origen y fundamento en un orden más amplio: el orden del
Universo, orden que es expresión de la ley eterna, ley inmutable que descansa
en la propia razón de Dios y de la cual derivan todas las demás leyes. Dios
ordena todas las acciones, tanto humanas como no humanas, hacia su fin.

ARGUMENTACIÓN

El pensamiento de Aquino partía de la superioridad de las verdades de la fe,


sin embargo, ello no le impidió presentar a la filosofía como un modo de
conocimiento plenamente autónomo capaz de por un lado, concordar
armónicamente con la teología, y por el otro, de tratar de forma independiente
los más diversos aspectos de la realidad.

RESUMEN
Tomás de Aquino realiza toda una síntesis de los problemas filosóficos más
discutidos (fe–razón, creación, política).

La obra más importante de Tomás de Aquino es la Summa Theologiae (1265–


1272), en la que logra una sistematización entre teología y filosofía.

CONCLUSIÓN
Un gran mérito de Santo Tomás fue el equilibrio que parece lograr entre la
razón y su ejercicio y la fe y su práctica; los dos ámbitos le interesaron,
aunque, sin duda, el motor de su extraordinario esfuerzo filosófico fue la
experiencia religiosa que siempre le acompañó. Por su relevancia e influencias
en la historia de la filosofía y, más aún, por mostrarnos una posibilidad del
pensamiento (acercarse a lo sagrado y absoluto), como por ejemplo
diciéndonos que Dios es absolutamente el sumo bien, y no sólo en algún
género o en algún orden de cosas. Así, pues, se atribuye a Dios el bien en
cuanto todas las perfecciones deseadas dimanan de él como primera causa.

Santo Tomás es un filósofo imprescindible para todo aquél que se atreva a


pensar con radicalidad la vida humana y el mundo.

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