Está en la página 1de 1

1/1

La parábola de los herederos


por Aarón Morales

Isaac y Moisés recibieron cada uno la herencia de su padre Efraín; sendas fabulosas
mansiones repletas de obras de arte que había coleccionado su familia desde tiempos
pretéritos. El abuelo Abraham había tenido una preocupación especial por dejarle ese
legado a sus hijos; lo mismo había hecho con él su abuelo Leví. Coleccionar obras de
arte había sido el distintivo de la familia por generaciones.
Isaac, el hermano mayor, el engreído de mamá Sarah, luego de recibir la fabulosa
herencia se dedicó a vivir de ella; para él la herencia era para ser gastada. Se
acostumbró a vivir de los ingresos por la venta de las tan especiales creaciones.
Derrochaba a manos llenas. Vivía como un príncipe. Había instituido un premio para
las ideas que le permitieran vender más rápido; lo bautizó como Premio a la Eficiencia;
más eficiente mientras más rápido se depredaba la herencia. No era tan fácil
desprenderse de propiedades tan especiales.
El único esfuerzo de Isaac para mantener su altísimo nivel de vida era vender. Pero era
tal la presión sobre el mercado que los precios a veces declinaban. Ante tales
situaciones, la automática respuesta de Isaac era presionar sobre el volumen de ventas
para mantener el tren.
Isaac vivió bajo la filosofía que la herencia era un bien de consumo, agotable.
Moisés se definió por una teoría diferente. Creía que la herencia era una bendición que
se debería preservar. Bajo tal ideología se fijó el objetivo de acrecentar lo heredado. Se
convirtió en un reconocido experto en obras de arte. Descubrió la técnica de
valorización, exhibición, curación, etc. Aprendió a crear valor alrededor de lo que había
heredado. Se ejercitó en la venta de su versación en el tema. Vendía servicios de
consultoría de arte. Su conocimiento se transformaba en la riqueza verdadera. Creó una
escuela de arte para niños y jóvenes.
Antes había tenido que asistir a escuelas de arte: suizas, francesas, holandesas, italianas
y españolas. Estuvo ocho años alternando con la crema y nata del arte mundial. Se hizo
de un nombre en ese pequeño círculo de privilegiados. Durante su peregrinación
académica se albergó sólo en residencias de estudiantes de arte; siempre vivió
frugalmente. Sus únicos objetivos eran aprender y hacerse de relaciones útiles. Cuando
regresó a su país invitó a la inauguración de su museo a todos los famosos que había
conocido en el viejo mundo. Conformó una sociedad anónima y al inscribir las acciones
en el mercado descubrió que su fortuna era varias veces más grande que lo que había
calculado en principio. Su aprendizaje le había servido para inscribirse en la lista de los
más ricos del medio. Con parte de los ingresos por la venta de servicios pagó el
préstamo bancario que le había servido para financiar su periplo europeo. La herencia
estaba intacta y él cada vez más rico.
Moisés había transformado su herencia en conocimiento. Eso le confería carácter
permanente.
¿Qué pasará con Isaac después de la venta de su último cuadro?
¿Con cuál de los dos comportamientos concuerda la conducta de la sociedad peruana
para con sus llamados recursos naturales?
ooo

REFLEXIONES - FÁBULA

También podría gustarte